A lo largo de la historia, la mujer ha
permanecido subordinada y oprimida ante los hombres al ser
considerada física y sexualmente
débil; social y culturalmente inútil; al limitar su
acción
sólo dentro del ámbito privado (el hogar
fundamentalmente); y biológicamente inferior, al asignarle
dentro de la estructura
social únicamente la tarea de reproducción de la especie. Por lo tanto,
podemos afirmar que ha sido la misma sociedad,
basada en valores y
costumbres específicos, la que ha ido fortaleciendo la
relación de inferioridad, subordinación y
opresión de la mujer con
respecto al hombre, sin
que ella se cuestione por qué está condenada a
vivir en dicha situación.
El presente ensayo hace
una revisión de las principales tesis de las
teorías
del feminismo
marxista y radical con el propósito de explicar las causas
de la opresión de la mujer en la sociedad, la cual tiene
un origen cultural que no es resultado del modo de producción capitalista y que tampoco es
producto de la
aparición de la propiedad
privada como se ha sustentado en los postulados del feminismo
marxista.
En un primer momento, se debe partir del hecho de que la
mujer como tal no se ha asumido como sujeto o actor con
incidencia en el ámbito social, en tanto que siempre se ha
definido en torno a la figura
masculina, lo que la ha limitado a afirmarse como el
otro.
Por lo tanto, la mujer es
alteridad[1]y en consecuencia es
objeto. Esta condición de objeto o como
producto[2]es la que ha permitido al hombre
afianzar su poder y
dominio sobre
ella, dando lugar a la opresión femenina.
Pero, ¿cuáles han sido las explicaciones
que han surgido en torno a esta opresión femenina? Si se
trata de explicar las causas de esta opresión, desde la
perspectiva feminista marxista, encontramos que en la Edad de
Piedra, cuando la tierra
pertenecía a todos los miembros del clan, no
existía una división del trabajo,
puesto que las tareas domésticas incluían tareas
productivas como la agricultura,
lo que le otorgaba a la mujer una papel decisivo en la economía.
Con la aparición de la propiedad privada el trabajo
doméstico de la mujer desapareció frente al trabajo
productivo del hombre, por lo tanto, el derecho materno fue
sustituido por el derecho paterno, y la transición de la
propiedad se comenzó a realizar de padres a hijos, y no de
la mujer a su clan. Estos cambios dieron origen a la familia
patriarcal basada en la propiedad privada, y en una familia de este
tipo la mujer está oprimida[3]Es por ello
que, desde este punto de vista, se ha planteado que el sistema de clases
y la división sexual del trabajo es la principal causa de
la desigualdad entre hombres y mujeres.
Si bien es cierto que este enfoque marxista explica la
utilidad del
trabajo de las mujeres en el sistema capitalista, al sustentar
que debido a que el trabajo doméstico no es pagado,
éste contribuye a la cantidad final de plusvalía
realizada por el capitalista[4]
Este paradigma no
da una respuesta al problema de desigualdad entre hombres y
mujeres, ya que, de acuerdo con Gayle Rubin, "el marxismo
[…] no se interesó en el sexo"[5], ya que para Karl Marx los
seres humanos sólo podían ser campesinos, obreros,
trabajadores, burgueses, etc., pero siempre sin
consideración relativa al género. Es
por esta razón que las feministas radicales aseguran que
este enfoque fracasó al no poder explicar la
génesis de la opresión de la mujer, debido a que
las mujeres han sido oprimidas en sociedades que
no pueden ser caracterizadas como capitalistas. Por lo tanto, la
idea de que las mujeres sólo podrán emanciparse si
se cambia el sistema de producción[6]es
también errónea.
De lo anterior se puede rescatar que el sistema de
producción capitalista y el patriarcado solamente
consolidaron y aseguraron la opresión femenina.
Por otra parte, de acuerdo a la teoría
del feminismo radical, se ha planteado que en el sistema
sexo-género, entendido éste como "el conjunto de
disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad
biológica en productos de
la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades
humanas transformadas"[7], la opresión de
la mujer es producto de las relaciones sociales
específicas que lo organizan. Por lo tanto, la desigualdad
entre hombres y mujeres radica en la estratificación de
géneros, no de clases como lo afirma el feminismo
marxista, en donde la sociedad patriarcal es una forma
específica de dominación
masculina.[8]
Por otro lado, esta corriente feminista encuentra el
origen de la opresión femenina en la cultura, al
afirmar que "[…] la derrota histórica mundial de
las mujeres ocurrió con el origen de la cultura y es un
prerrequisito de la cultura."[9]
Y ha sido precisamente la cultura la que ha permitido
que se lleven a cabo prácticas donde las mujeres son
intercambiadas -aún en nuestros días el matrimonio es
visto como una forma básica de intercambio en donde la
mujer constituye el más precioso de los regalos-, ya sea
como regalo, como producto, como esclava, pero siempre como
mujer. Por lo tanto, como "[…] el objeto de
transición son las mujeres, entonces son los hombres
quienes las dan y las toman, los que se vinculan, y la mujer es
el conductor de una relación, antes que participen en
ella."[10]
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