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Origen de la opresión y subordinación femenina (página 2)



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En dichas relaciones de intercambio, las mujeres, al ser
los regalos, no están en condiciones de recibir los
beneficios de su propia circulación, sino que son los
hombres los únicos beneficiarios de dicha
transacción, además de que adquieren ciertos
derechos sobre su
nueva adquisición, por lo tanto, la
organización social son los hombres.

Ante esta situación, las feministas radicales han
afirmado que: "El "intercambio de mujeres" […] ubica la
opresión de las mujeres en sistemas sociales
antes que en la biología."[11] Por
consiguiente, la idea de que la opresión de la mujer tiene
una razón biológica es totalmente equívoca,
más bien dicha opresión tiene una razón
cultural y social, donde el sometimiento de la mujer se ha ido
fortaleciendo a través de prácticas, costumbres y
tradiciones culturales que colocan a la mujer al margen de la
voluntad del hombre, un
claro ejemplo es el matrimonio, que
se ha ido constituyendo como la institucionalización de
dicha opresión.

Una de las organizaciones
que han permitido el intercambio de mujeres ha sido el
parentesco, donde el intercambio implica, además de acceso
sexual y demás condiciones sociales que subordinan e
interiorizan a la mujer, la atribución de ciertos derechos
a los hombres sobre sus parientes femeninas, donde las mujeres al
mismo tiempo de que
no tienen derechos sobre sí mismas tampoco los tienen
sobre sus parientes masculinos. Por lo tanto, se puede deducir
que el intercambio de mujeres es un sistema social y
cultural en el que las mujeres no tienen derecho sobre sí
mismas.

En esta idea se vuelve a plantear que la mujer es
simplemente un objeto y no un sujeto al que deban ser concedidos
ni lo más mínimos derechos.

Ante esta condición cultural de
subordinación, ¿cuál ha sido la propuesta de
las feministas radicales para erradicar por completo la
opresión femenina?

Pues bien, básicamente lo que propone la
corriente del feminismo
radical para terminar con la opresión femenina es una
transformación de las relaciones
humanas[12]Es decir, la relación
hombre-mujer, y eliminar el sistema sexogénero, lo
que implica eliminar los papales sexuales obligatorios que le han
sido impuestos tanto a
hombres como mujeres. Dicho de otra forma, desde esta
perspectiva, lo ideal sería eliminar la
sexualidad[13]

Las defensoras de esta corriente creen que esto es
posible dado que la sexualidad y
el género son construcciones sociales y no condiciones
naturales dadas a los hombres y a las mujeres. Pero para que esto
sea posible es necesaria una revolución
cultural, donde, además de eliminar la sexualidad,
también se deben tomar en cuanta los valores y
experiencias femeninas para establecer nuevas relaciones donde no
esté presente la opresión femenina.

De todo lo descrito anteriormente se puede deducir que
la opresión de las mujeres es la más profundamente
afianzada de todas las opresiones, ya sea por el sistema de
producción capitalista, por la propiedad
privada, por el patriarcado o por el parentesco, pero lo que
sí es verdad es que esta opresión tiene un
trasfondo cultural.

Bibliografía

  • De Beauvoir, Simone. El segundo sexo, Vol. I,
    edición en castellano, ediciones Cátedra, Madrid,
    2002, pp. 114-117

  • Rubin, Gayle. "El tráfico de mujeres: notas
    sobre la ? economía política ' del sexo",
    en Nueva Antropología, Vol. VIII, No 30,
    México, 1986, pp. 96-135

  • Steans, Jill. Gender in International Relations. An
    introduction, Rutgers university Press, New Brunswick, New
    Jersey, 1998, pp. 18-20

 

 

 

Autora:

Brenda L. Ramírez
Rodríguez

[1] Cfr. en de Beaviore, Simone. El segundo
sexo, Vol. I, 6ª edición en castellano, ediciones
Cátedra, Madrid, 2002, p. 114

[2] Cfr. en Rubin, Gayle. "El tráfico
de mujeres: notas sobre la ? economía política ' del
sexo", en Nueva Antropología, Vol. VIII, No 30,
México, 1986, pp. 96

[3] Cfr. en de Beaviore, Simone. Op. cit. p.
116 y 117

[4] Rubin, Gayle, Op. cit. pp. 100

[5] Idem. 97

[6] Cfr. en Steans, Jill. Gender in
International Relations. An introduction, Rutgers university
Press, New Brunswick, New Jersey, 1998, pp. 18 y 19

[7] Rubin, Gayle. Op. cit. pp. 97

[8] Idem. p. 105

[9] Idem. p. 112

[10] Idem. p. 110

[11] Idem. p. 111

[12] Cfr. en Steans, Jill. Op. cit. pp.
19-20

[13] Cfr. en Rubin, Gayle. Op. cit. p.
135

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