Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Psicopatología infantil (página 2)




Enviado por Cesar Augusto Salomon



Partes: 1, 2

En otras palabras era el ambiente el que iba produciendo
impacto en los niños.

Zilborg, 1941 (citado por Ollendick, 1986) resulta que el
avance de toda la psicopatología ha dependido mucho de los
avances de la psicología, la neurología y la
medicina general por un lado; y al avance de los aspectos
éticos, sociales y morales que se tenían sobre la
persona que tiene trastornos de conducta.

Es importante la labor del médico francés Pinel,
quien fue el primero en retirar cadenas, grilletes y sacar de
encierros a los enfermos mentales. Brindaba a los pacientes un
trato humano.

Achenbach, 1978 aportó bastante acerca de la
identificación, clasificación y cuidado de los
retrasados mentales. Luego vino el aporte de las pruebas de
inteligencia, la aparición de teorías, como la
psicodinámica y la conductual, las investigaciones
más serias de la conducta infantil y el surgimiento de las
clínicas infantiles sirvieron para profundizar el estudio
de los trastornos mentales y del comportamiento.

Al respecto, la posición psicodinámica resalta
el papel fundamental de las experiencias en la primera infancia
para el desarrollo de la personalidad tanto normal como anormal,
mientras que el conductismo afirmaba que las fuerzas ambientales
ejercían un papel dominante en el moldeamiento de la
conducta del niño. Ambas teorías sentaban su
atención en el niño en el desarrollo de una
psicopatología infantil.

En lo que concierne a las neurosis, ésta ha
evolucionado en el cuadro de la psiquiatría
clásica. Considerados como enfermedades del sistema
nervioso sin lesión aparente o como desórdenes
simplemente funcionales, las neurosis estaban igualmente
descritas en el cuadro de manifestaciones somáticas, en el
de los desórdenes histéricos o entre las
enfermedades propiamente neurológicas.

Después de los trabajos de P. Janet, que las distingue
de las afecciones orgánicas y las vuelve a hacer depender
más o menos de las psicosis, nace la noción de
psiconeurosis (De Ajuriaguerra, 1993).

El término neurosis fue introducido por el
médico Edimburgo W. Cullen en 1769 para definir al
conjunto de las enfermedades nerviosas afirmando su origen
orgánico y dar a su vez un cuadro nosológico
específico a la neurología naciente (Casalis,
1969).

En el siglo XVIII la neurosis significaba enfermedad de los
nervios; clasificándose en este grupo las
patologías diversas como la epilepsia o la histeria. Pero
la ausencia de la lesión objetivable en algunas de estas
patologías, fundamentalmente en la histeria, lleva a los
autores a proponer el término disfuncionamiento nervioso y
Freud atribuye a estos trastornos un origen puramente
psíquico. Crea, para definirlos, el término de
psiconeurosis y ofrece a ellas un modelo explicativo que se funda
en una teoría de desarrollo psicoafectivo. La neurosis se
convierte entonces en una enfermedad de la personalidad
(Christine y Bayle, 1996).

A mediados del siglo XIX, con los progresos de la medicina, se
descartan de las neurosis todas las afecciones
neurológicas específicas, como la parálisis
general y la enfermedad de Parkinson. Las neurosis se definen en
ese entonces, según sus caracteres negativos, sin
lesión orgánica precisa, que no provocan cambios
profundos y definitivos y de evolución poco previsibles
(Casalis, 1996).

Las transformaciones sufridas por la noción de neurosis
en el siglo XIX fueron mostrando la heterogeneidad de los cuadros
y conduciendo a una depuración que comenzó por
apartar enfermedades con lesión del sistema nervioso y por
incluir otras como las obsesiones y las fobias, clasificados
hasta entonces como delirio. Con los estudios de Charcot y los de
Janet sobre la psicostencia, la psiquiatría francesa
continuó el refinamiento de lo que más tarde
Kraepelin llamó neurosis (Vidal 1986).

Ante la incertidumbre, en cuanto a la etiología de los
trastornos llamados neuróticos, la clasificación
del DSM – III opta por la desaparición del concepto
clásico de neurosis que se debe a un trastornos de la
personalidad o solamente a los agrupamientos de síntomas
para dar cuenta de estas patologías (Christine y Boyle
1996).

Pero al ser eliminando el término neurosis en
reagrupado en diferentes síndromes psiquiátricos
tales como disturbios afectivos, ansiosos, somatoformes,
disosiativos y psicosexuales, o bien síndromes
histéricos, fóbicos, obsesivos, hipocondriocos y
depresivos (Vidal, 1986).

En el DSM – IV los cuadros neuróticos
están incluidos dentro de los trastornos de ansiedad,
trastornos somatomorfos, trastornos disociativos y trastornos
depresivos.

  • CRITERIOS DE NORMALIDAD Y ANORMALIDAD EN EL
    NIÑO

Lareg (1985) refiere que la problemática de lo normal y
lo patológico se plantea en el niño en
términos particulares: referencias a la norma o a la
media, la moda o el modelo, la regla o la normalidad, la
adaptación a lo real o a su propio modo de funcionamiento,
distinciones entre enfermedad y deficiencia, entre
patología referida al sufrimiento (del sujeto o del
entorno) y patología referida al estado de salud (estado
de bienestar físico, mental y social).

La conducta infantil "normal" o "anormal" debe considerarse
dentro de un contexto en el cual intervienen diversos factores.
Entre ellos, por ejemplo, la edad cronológica del
niño, su nivel cognitivo y social, el entorno
familiar.

La deficiencia del problema dependerá
básicamente de la edad del niño, ya que existen
conductas sintomáticas a una determinada edad, pero
considerados típicos en otra edad.

El nivel de desarrollo cognitivo del niño influye en
forma similar en la percepción, interpretación y
valoración de sus conductas por parte del adulto. Por
ejemplo, la conducta agresiva en niños de dos años,
pocas veces es motivo de consulta, los padres los perciben como
bruscos, pero sin implicancias de intención de
dañar a otros niños.

Es importante distinguir las conductas aisladas que no
necesariamente puede implicar la existencia de un trastorno
psicológico. Para ello es necesario obtener
información respecto a una serie de síntomas que se
correlacionan entre sí y verificar como varían con
el tiempo en aquellos individuos que presentan el trastorno
(Ollendick 1986).

En cuanto a la variable sexo, se descubrieron diferencias
sexuales en relación a ciertos problemas. La incidencia
para los niños fue considerablemente mayor en los
problemas tales como la actividad excesiva, la demanda de
atención, los berrinches y las mentiras. Los problemas de
las niñas se centraban de modo más común en
la modestia excesiva, la timidez y algunos temores
específicos.

  • TEORÍAS DE LA PSICOPATOLOGÍA
    INFANTIL

1.3.1 TEORÍA CONDUCTUAL

Johnson y Cols. (1992) dan preponderancia a las determinantes
ambientales de la conducta. Se observa casi siempre la conducta
manifiesta, y la psicopatología por lo general se
considera en términos de excesos o deficiencias de
conductas, o conducta que tiene lugar en una situación
inadecuada.

La base del modelo conductual se encuentra en el desarrollo y
aplicación de los principios del aprendizaje.
Sitúan el comportamiento fuera de toda subjetividad.
Afirman que todo comportamiento es el resultado de un aprendizaje
secundario a un condicionamiento.

Las primeras formulaciones sobre la teoría conductual
de la conducta anormal anormal se establecen a comienzos de la
década del setenta con el aporte de Wolpe 1958; Eysenck
1960 y Jones 1960 (véase: Belloch y Cols. 1997). Estos
autores se centran básicamente en la explicación de
la conducta neurótica, estableciéndose la base de
la nueva teoría, según la cual la conducta
neurótica consiste en hábitos desadaptativos
adquiridos mediante procesos de aprendizaje.

Esta teoría que lo más importante es lo que hace
el sujeto y no su historia, la etiología es producida por
el aprendizaje de hábitos inadecuados. El
diagnóstico está en función a la
precisión de las conductas inadecuadas.

  • TEORÍA COGNITIVA

Ponen énfasis en la actividad mental humana y sus
productos; es decir, el conocimiento. Parte del principio que el
niño es un ser que busca activamente conocimiento y, por
tanto, se halla en un proceso constante de
autoconstrucción, hace planes, tiene objetivos, recuerdos
y que puede librarse de ciertos sesgos y prejuicios a la hora de
realizar su propia elaboración de la realidad (Belloch y
Cols. 1977).

La forma en que pensamos acerca de las situaciones radica en
nuestras creencias, expectativas y sentimientos que influyen en
lo que aprendemos y en cómo lo aprendemos. Por esto los
psicólogos cognoscitivistas se interesan en los procesos
mentales superiores del individuo: memoria, atención,
percepción y concentración. De esta forma se
explica la conducta en función de las experiencias,
información, impresiones, actitudes, ideas y percepciones
de una persona y de la forma en que ésta los integra,
organiza y reorganiza.

Entonces, la meta final del desarrollo cognitivo en el ser
humano es conseguir una organización psicológica
que le proporcione la máxima capacidad operativa para
así adaptarse y resolver cuantas situaciones y problemas
planteo el entorno, tanto físico como psicosocial en el
que éste situado.

En consecuencia, el objetivo de la psicopatología
cognitiva es el análisis de las estructuras y los procesos
de conocimiento que controlan la aparición de los
comportamientos y las experiencias extrañas o anormales
que se hace equivalente a la disfunción cognitiva.

  • TEORÍA PSICODINÁMICA

Johnson y Cols; 1992 sostienen que la teoría
psicodinámica tiene en cuenta el desarrollo, estructura y
dinámica de la personalidad. Supone que el niño
debe superar con éxito fases sucesivas de su persona, las
cuales son decisivos para su bienestar social y emocional. A
estas fases se les llama etapas psicosexuales y constan de los
períodos de desarrollo oral, anal, fálico y
genital.

Durante los mismos, las sensaciones placenteras se concentran
en distintas áreas o zonas erógenas del cuerpo
humano y el niño debe llegar a dominar habilidades
específicas en cada una de ellas.

Considera que la naturaleza de los procesos de enfermedad
psicológica, así como los síntomas de un
padecimiento físico provienen de una patología
física. Establece que los síntomas de una
enfermedad mental son consecuencias de problemas
psicológicos profundos, tales como conflictos reprimidos,
experiencias traumáticas o fijaciones en determinadas
etapas del desarrollo psicosexual.

  • TEORÍA BIOLÓGICA

La perspectiva biológica asume, como principio
fundamental, que el trastorno mental es una enfermedad, al igual
que cualquier otra enfermedad física. En consecuencia, las
alteraciones psicopatológicas se producen porque existen
anormalidades biológicos subyacentes (genéticas,
bioquímicas, neurológicos, etc.). Por tanto,
según esta teoría, el tratamiento debería
centrarse en corregir tales anormalidades orgánicas.
(Belloch y Cols. 1997).

1.4 PSICOPATOLOGÍA DEL DESARROLLO

Monedero (1990), desde el punto de vista evolutivo, considera
las manifestaciones psicológicas como un hecho evolutivo
más. Las manifestaciones llamadas patológicas
aparecen a lo largo de la evolución psicológica del
individuo .

Si el psicólogo diagnóstica ciertas conductas
patológicas no quiere decir que no pertenezcan al hecho
evolutivo mismo.

Es mucho más enriquecedor poner en relación la
conducta patológica o síntoma con el momento
evolutivo en que se encuentra integrada que referida a una
enfermedad que la metamorfo sea en forma inexplicable.

Brazelton, 1973 y England, 1980 (citados por Ollendick, 1986)
refieren que durante la primera infancia, el niño
pequeño no es llevado a consulta psiquiátrica o
psicológica sino presenta un problema muy serio o un
retraso en el desarrollo. El niño se diferencia de los
demás niños en cuanto a su nivel de actividad o de
alerta, y su capacidad para tranquilizarse por sí
mismo.

Thomas y Cols; 1968 (citados por Ollendick, 1986) destacan la
importancia de un buen ajuste entre el estilo conductual del
niño y la tolerancia paterna, la sensibilidad y los
métodos educativos de crianza. Además, estos mismos
autores sugirieron que el niño que era irritable, lento en
adaptarse a los cambios de la vida rutinaria, intenso en sus
reacciones, presentaba mayores dificultades para su cuidado y
tenía mayor probabilidad de manifestar posteriores
problemas conductuales.

Al inicio de su vida los niños tenían una
relación muy estrecha con las personas que les cuidan, a
esta relación se le denominará vinculación.
Esta vinculación es una relación recíproca,
mutuamente influyente, se desarrolla de manera gradual, es
regulada por la calidad, temporalidad y ritmiticidad de los
encuentros entre el niño y el adulto.

Ciertas variaciones de la conducta materna é infantil
pueden influir en la calidad de la vinculación que se
desarrolla, de manera que la conducta materna en el primer
momento influirá en la posterior vinculación
materno filial que se establezca.

Las madres que son sensibles a las señales de su hijo,
que responden al llanto, que mantienen con el conductas de juego
temprano y contacto personal que permiten la exploración,
son las que facilitarán el desarrollo de una
relación de vinculación segura. Las madres que
responden a su hijo de manera abrupta propician el desarrollo de
una relación de vinculación ambivalente y
ansiosa.

Aunque se ha sugerido que una vinculación alterada es
un factor de riesgos que aumentan la probabilidad de
aparición de problemas posteriores, los resultados de
investigación los factores de alto riesgo sugieren que
algunos niños que crecen en las situaciones más
favorables se desarrollan con normalidad y se muestran
invulnerable a una serie de influencias que pueden afectar
negativamente a otros niños (Anthony, 1974; citado por
Ollendick, 1986).

Con respecto a la etapa pre escolar, la adquisición de
la independencia es una de las tareas más importantes. El
niño debe pasar a una forma de interacción con el
mundo exterior más activa, fuera de la familia
nuclear.

1.5 TAXONOMÍA DE LA PSICOPATOLOGÍA
INFANTIL

Las diferentes teorías sobre psicopatología
llevan implícitas sus propias distinciones
taxonómicas de los trastornos, a pesar que estas
distinciones raramente son trasladadas a definiciones operativas.
Es así que la teoría psicodinámica realiza
categorizaciones taxonómicas en relación con la
regulación de las energías instintivas, el
desarrollo estructural de la personalidad y los mecanismos de
defensa.

Las teorías conductuales, por otra parte, distinguen
entre trastornos que se supone reflejan un condicionamiento
operante y los que reflejan un condicionamiento clásico
(Achenbach 1982).

Existen diversas concepciones taxonómicas, las cuales
configuran perspectivas psicopatológicas, permiten hacer
formulaciones diagnósticos, tomar decisiones
terapéuticas, comunicarnos entre profesionales, hacer
investigaciones y planificar.

Las diversas teorías existentes contiene su estudio en
variables diferentes, que no permiten una clasificación
estándar de la psicopatología infantil, presentando
modelos de clasificación distintas, las cuales son
importantes de reconocer a pesar de sus limitaciones.

El comité On Child Psychiatry, 1966 (citado en Harvey y
Cols. 1976) establece una clasificación de los trastornos
conductuales infantiles, el cual deja margen para una mayor
diferenciación con los trastornos adultos. Representan un
orden jerárquico que van desde los trastornos
psicógenos más severos hasta los
somatogénicos; estos son:

  • 1. Respuesta sana.

  • 2. Trastorno reactivos.

  • 3. Trastornos de desarrollo.

  • 4. Trastornos psiconeuróticos.

  • 5. Trastornos de personalidad.

  • 6. Trastornos psicótico.

  • 7. Trastornos psicofisiológico.

  • 8. Síndrome cerebral.

  • 9. Retraso mental.

  • 10. Otros trastornos.

Mezzich y Mezzich, 1944 (citado por Ortiz, 1993) señala
que los objetivos de un sistema de clasificación son:

  • 1. Organizar la información
    clínica.

  • 2. Facilitan la comunicación entre
    profesionales.

  • 3. Predecir el curso clínico y la
    selección del tratamiento.

  • 4. Clasificar la etiología de la
    alteración.

  • 5. Facilitar el desarrollo teórico.

Cantrvell y Carlson, 1987 menciona los principios
básicos de la psicopatología infantil:

  • a. Un sistema de clasificación debe basarse en
    hechos y no en conceptos teóricos.

  • b. Al realizar cualquier clasificación, las
    categorías diagnósticas deben ser
    válidas y fiables.

  • c. El sistema de clasificación clasifica
    características psicopatológicas (trastornos y
    no niños).

  • d. El sistema de clasificación es útil
    si tiene la capacidad de diferenciar categorías.

  • e. El sistema de clasificación debe tener en
    cuenta las características del desarrollo
    evolutivo.

  • f. Debe ser útil y operativo para la
    práctica clínica del área.

  • g. Yo existe un sistema de clasificación de la
    psicopatología que sea correcta o natural.

Ibañez (1990) clasifica a la psicopatología
infantil en base a los siguientes sistemas:

  • 1. Descriptivo conductual.- Evita utilizar
    rótulas o etiquetas diagnósticas.

  • 2. Etiológicos dinámicos.- Tiene
    por objetivo agrupar las conductas sintomáticas para
    buscar la causa o justificación del problema.

  • 3. Descriptivos inferenciales.- Intentan hacer
    agrupaciones inferenciales de conductas que se dan
    conjuntamente, dándole un nombre a este conjunto;
    pertenece al modelo psiquiátrico.

  • 4. De base empírica.- Se centra en la
    patología que presentan los niños a lo largo
    del desarrollo.

Existen discrepancias en lo referente al desarrollo de la
taxonomía de la psicopatología infantil; se esta
trabajando para lograr unificar y así poder comunicarnos
mejor.

CAPÍTULO II

NEUROSIS
INFANTIL

  • GENERALIDADES Y DEFINICIÓN

El concepto de neurosis ha ido modificándose en el
cuadro de la psiquiatría clásica. Fueron
considerados como enfermedades del sistema nervioso sin
lesión aparente. En el siglo XVIII la neurosis significada
enfermedad de los nervios, incluyéndola dentro de la
epilepsia, de la historia. Freud atribuye a estos trastornos un
origen puramente psíquico, explicándola dentro de
la teoría del desarrollo psicoafectivo (Christine y Bayle,
1966).

La neurosis no es una enfermedad del sistema nervioso central
no tiene nada que ver con los nervios. Odler y la
psicología del individuo consideran al neurótico
como un misticador, que produce los síntomas para tener
ante sí y ante todo el mundo una motivación sobre
la causa por la cual no puede marchar como uno de tantos en la
comunidad. Refiere que la neurosis no es una verdadera
enfermedad, sino un falso modo de vida dirigido contra la
comunidad por un ser humano desalentado (Szekely, 1943).

Para Perls y los del análisis transaccional, la
neurosis es la interrupción de los procesos de
interacción (transacción) durante la vida del
sujeto cargándola de tantas situaciones emocionales
inconclusas que no puede continuar con el proceso de vivir. En la
gestalt la clave es la emoción y la neurosis se origina
por la incapacidad para establecer el balance entre él y
él mundo; hay, por tanto, un vació existencial y no
hay integración de la conciencia ( Anicama 1989).

Para los humanistas la neurosis es la manifestación de
un estado de incongruencia entre él Yo y las conductas o
experiencia que vive el sujeto ( Anicama 1989).

Wolman (1987) denominó la neurosis como psiconeurosis,
el cual refiere a diversos trastornos comparativamente leves. La
ansiedad es la característica principal de la neurosis;
puede sentirse y expresarse a través de la
conversación, en desplazamiento y otros mecanismos
psicológicos. Agregó que la neurosis es un
trastorno emocional causado por conflictos no resueltos, en los
cuales la ansiedad es la característica principal.

La neurosis ha sido estudiada varios investigadores. Los
psicodinámicos afirman que la psiconeurosis es un tipo de
trastorno emocional caracterizando por la presencia de impulsos
inmaturos inconscientes que el ego contrarresta recurriendo a
diversos mecanismos de defensa. Estas defensas son necesarios
debido a las restricciones que el super ego impone sobre los
rasgos inmaturos. Para que se, pueda establecer un estado
psiconeuróticos debe existir elementos inmaturos y
depresivos. (Frinch, 1970).

Más tarde agregaron que los desórdenes
neuróticos socio resultado de conflictos inconscientes
provocados por la actuación de impulsos libidinosos o
agresivos que han sido reprimidos y que permanecen activos y sin
resolución. Se acepta que estos conflictos se derivan
ordinariamente de otros más tempranos resultantes de la
interacción del paciente y sus padres u otras personas
importantes en su ambiente.

Szekely, 1943 refiere que la neurosis constituye un grupo de
enfermedades que presentan ligeros trastornos psíquicos y
cuyo surgimiento, evolución, compensación y
descompensación son en particular, determinadas por
factores psicógenos. Cualquiera puede presentar una
frustración neurótica, pero el carácter y
forma de la misma están íntimamente relacionados
con la predisposición individual y las propiedades de la
personalidad.

Por otra parte, los conductistas también han enfocado
el problema. F Eysemck (citado por De Ajuriaguerra 1993) refiere
que los síntomas neuróticos son modelos aprendidos
de conducta y los cuales, por una u otra razón, resultan
inadaptados. Según el , el problema de la neurosis la
neurosis no debe basarse en una motivación inconsciente,
considera el síntoma neurótico como el resultado de
simples hábitos adquiridos; no hay neurosis subyacente al
síntoma, sino simplemente el síntoma mismo.

Anicama (1989) consideró que la conducta
neurótica es uno de los temas de mayor impacto en la
psicología clínica, casi no hay psicólogo
clínico que de una forma u otra haya estado vinculado al
tema. Agrega (citando a Bandura, 1969) que el modelado es tan o
más potente que el condicionamiento clásico o el
operante para adquirir conductas inadaptadas neuróticas e
igualmente es una forma, una estrategia para cerrarlas.

En cuanto al tema, la neurosis infantil, Freud (citado por
Cáceres, 1996) manifestó que la neurosis infantil
son episodios regulares del desarrollo y que el niño no
puede completar su evolución sin pasar por una fase
más o menos acentuada de neurosis; afirma que la presencia
de la neurosis de la infancia no es la excepción sino la
regla. Es algo que no puede evitarse en el curso del desarrollo
de la disposición infantil a la vida social del adulto.
Consideró que una neurosis es grave cuando el niño
se hace una idea del mundo exterior que no corresponde al grado
de su inteligencia cuando sus propias emociones llegan a
resultarle verdaderamente extrañas, cuando en sus
recuerdos hay mas lugares que en los casos ordinarios de amnesia
infantil, cuando presenta una falta en su personalidad, cuando su
motricidad escapa al control del yo.

Para M. Klein un niño es neurótico cuando se
angustia, su ambivalencia y los obstáculos que se aparecen
a su adaptación a la realidad sobrepasan cierto nivel y
cuando las dificultades que sufren y hacen sufrir a su entorno
son demasiado graves ( De Ajuriaguerra 1996).

Bandura, al observar el desarrollo de conductas
neuróticas en niños, identifica un modelo de
condicionamiento observacional, el cual ocurre por
imitación de modelos y refuerzos vicarios (Cáceres
1996). Agrega que un niño neurótico es un ser que
se ha desviado de este camino de incorporación a lo
social.

Cabos (1972) refiere que la neurosis infantil esta
primeramente caracterizada por el hecho de que los
síntomas no puedan manifestarse sino una vez que el
organismos ha desarrollado las defensas del ego; es decir, una
vez que se ha programado mas allá del estado de ego
rudimentario. Dado que los mecanismos de defensa del niño
son muchos más difusas que los del individuo adulto, la
neurosis infantil carecerá de la tipificación
propia del adulto, y los síntomas serán menos
específicos.

De Ajuriaguerra (1993) refiere que las neurosis infantiles
presentan peculiaridades que les son propias y sus límites
son todavía más vagos, no pueden ser comprendidas
más que en el cuadro de la dinámica evolutiva.

Muchos de los llamados problemas de neurosis infantil se
reducen a una simple perturbación funcional y el paso del
conflicto al sistema suele parecer más corto que en las
neurosis del adulto.

  • ASPECTO CLÍNICOS DE LA NEUROSIS DEL NIÑO
    SEGÚN SU EDAD

2.2.1 EN EL PERIODO DE 5 – 7 AÑOS

En estas edades prevalece la conducta fóbica. No es
raro que se asocien a ellas otras manifestaciones, trastornos del
sueño, dificultades alimenticias, inestabilidad, etc. La
aparición de rituales marca una etapa evolutiva y
evidencia las tentativas de control por falta del yo del
niño. El elemento esencial de evolución esta
representado por la posibilidad o no de elaboración
secundaria de la angustia.

La mayor parte de estos estados agudos evolucionan hacia una
disminución progresiva de los comportamientos más
espectaculares (especialmente las fobias). A menudo persisten a
partir de los 7 – 8 años algunos rasgos obsesivos y
lo que se ha dado a llamar un terreno ansioso.

2.2.1 EN EL PERIORO DE 8 – 12 AÑOS

Esta etapa se caracteriza por un repliegue pulsional. La
auténtica neurosis del niño se caracterizo por la
inhibición, especialmente la intelectual. Con frecuencia
la inhibición va acompañada de discretos
síntomas, no en el campo de las conductas mentalizadas,
sino en el dominio del comportamiento o de un fracaso
escolar.

La neurosis se caracteriza también por la prevalencia
de las conductas obsesivas. Se trata habitualmente de
pequeños rituales persistentes y de unos rasgos de
carácter todavía sintonizados en el yo del
niño. En algunos casos se ha descrito la existencia,
durante este período, de síntomas obsesivos
más evidentes. ( De Ajuriaguerra 1996).

  • CLASIFICACIÓN DE LA NEUROSIS INFANTIL

2.3.1 TRASTORNO DE ANSIEDAD

Los ataques de ansiedad se dan inicio en el sujeto luego de
que éste pasa por una situación crítica.
Aunque los ataques de ansiedad no son tan raros como para que no
los conozca el médico, es sorprendente la cantidad de
veces que son diagnosticados erróneamente como
afección cardíaca (Kanner, 1996).

El niño con ansiedad tiende a desbordar hacia la
musculatura voluntaria, produciendo movimientos impacientes o
hiperactividad. Si los niños están tensos, se
mueven con rapidez aunque sus movimientos no tengan objeto.

La angustia es la expresión somática de la
ansiedad, temor difuso entre un peligro inconcreto incorrecto e
inminente. Se manifiesta precozmente en el niño desde que
es capaz de comprender que su madre lo ha dejado, puede
reaccionar con llantos. En el niño más crecido, se
trata de un respuesta a una situación de fracaso, pero
puede suceder aparentemente sin una causa que la provoque.

El sentimiento de angustia es característico de la
mayoría de las neurosis, aunque a veces pueda presentarse
aislado de un cuadro neurótico específico, en forma
de ataques agudos de ansiedad o pánico intenso. La
angustia es siempre la expresión del miedo a la
separación o pérdida de un objeto amado, aunque la
ansiedad puede provenir de la influencia de una madre
sobreprotectora, de un ambiente de stress (Lluis, 1986).

La ansiedad forma parte de la existencia y se caracteriza por
un sentimiento de peligro inminente con actitud de espera,
provocando un desorden más o menos profundo. La forma de
manifestarse la ansiedad aguda es mediante las pesadillas.
Algunos niños pueden quedar con un estado de inquietud y
de temor permanente, con miedo a todo y con una fragilidad a todo
peligro que pueda venir del exterior o del interior, son
niños que viven en una actitud defensiva con
fáciles sobresaltos, pueden manifestarse mediante
trastornos del sueño, trastornos digestivos, respiratorios
o cardiacos (De Ajuriaguerra, 1993).

La angustia es la emoción que se presenta con mayor
frecuencia en el individuo, son emociones complejas, difusas y
desagradables que conlleva serias repercusiones psíquicas
u orgánicas en el sujeto, la angustia y la ansiedad son
matices de la misma expresión. La angustia es más
física, más inmovilizante y más
sobrecogedora mientras que la ansiedad es más
psíquica, siendo vivenciada como inquietud y
sobresalto.

De Ajuriaguerra et. Al. (1996) afirmó que la angustia
surge cuando la dotación madurativa del individuo no puede
responder de forma adecuada a una tensión experimentada
como amenazadora. La constatación de la angustia depende
mayormente de la capacidad de observación y empatía
del adulto, cada madre conoce el registro de los gritos de su
bebé, que expresan cólera, una llamada, y a veces
pánico. El niño ansioso vive permanentemente con un
vago sentimiento de aprensión, como si algo terrible fuera
a suceder, sobre este fondo ansioso que hace al niño
irritable y fácilmente inquieto por su salud
física, pueden sobrevenir ataques de angustia, cuyo
desencadenante puede ser cualquier hecho externo (ingreso a la
escuela, enfermedad, etc.) o interno.

La ansiedad consiste en un estado emocional aversivo,
anticipatorio de una amenaza real o imaginaria, externa o
interna, caracterizado por sensaciones de aprensión y
otros sentimientos y pensamientos desagradables (ejm:
nerviosismo, preocupación, etc.).

  • TRASTORNOS FÓBICOS

La reacción fóbica es un síndrome
caracterizado por la presencia de una o más fobias. Estas
fobias son temores exagerados frente a ciertos elementos del
ambiente y surgen de problemas emocionales inconscientes. Las
fobias han sido calificadas como la neurosis normal de la
niñez que se produce en casi todos los niños,
especialmente entre los 5 y 7 años de edad.

Muchos niños normales de cuatro cinco años de
edad contraen fobias transitorias que no pueden interpretarse
como representativas de estados psicopatológicos graves,
estas fobias normales van perdiendo intensidad a medida que el
niño los supera y avanza el período de desarrollo.
El niño que padece fobia psiconeurótica
típica son más numerosas, más prolongadas o
más exageradas de lo normal. Para calificarlo como fobia,
el miedo debe tener un carácter exagerado que exceda en
gran medida las expectaciones realistas (Finch, 1970).

Cobos (1972) señaló que las manifestaciones
fóbicas son muy frecuentes en la niñez y abarcan
una escala muy amplia de posibilidades. En el extremo más
cercano a la normalidad, la manifestación fóbica se
confunde con los temores infantiles, elementos considerados
normales dentro de ciertos límites relacionados con la
edad. La manifestación fóbica puede alcanzar grados
variados de intensidad más o menos bien
catacterizados.

La situación fóbica puede agravarse hasta el
punto de hacer del niño un verdadero inválido. En
algunos casos el niño afectado de una fobia trata de
evitar la situación temida, esto se pueda dar por que no
ha sido capaz de alcanzar la situación deseada y por miedo
a la situación o repetición de todo el proceso.

En 1977, Duche conceptualizó que las fobias se
caracterizan por el temor a cosas, personas, seres o situaciones
que en sí misma no son peligrosas, a diferencia del
adulto, y por su inexperiencia, casi no puede comprender el
carácter absurdo, injustificado, de este temor. A esta
edad todo puede ser fobógeno.

Los miedos se manifiestan en forma de síntomas
aislados, a menudo pasajeros, a veces repetitivos que plantean el
proceso patológico en vías de
estructuración. Las fobias están centradas
esencialmente en miedos que aparecen de un objeto o de una
situación habitualmente caracterizados. El niño es
consciente de estos miedos y trata de dominarlos mediante
conductas de evitación y de huida o comportamientos
denominados anti – o contrafóbicos (Lang, 1985).

En las fobias, la angustia se concentra sobre personas, cosas
o situaciones que se convierten en un temor paralizante. Las
fobias infantiles son bastantes frecuentes si se manifiestan con
carácter leve y de forma transitoria que pueden ser
respuestas normales a algunos miedos. El contacto con el objeto o
situación fóbica desencadena un ataque de angustia
y el niño tiene a desarrollar conductas de
evitación; en el niño algo mayor surgirá un
sentimiento de vergüenza o culpabilidad, que le
llevará a adoptar conductas de ocultamiento de su problema
ante los demás (Lluis, 1986).

Las fobias disminuyen con la edad. Casi la mitad de los
niños experimentan alguna fobia identificable entre los 6
y 12 años de edad. Los niños al nacer muestran
respuestas de miedo pronunciado ante un ruido fuerte y repentino,
a los seis meses presenta miedos a los movimientos repentinos en
su periferia y a las alturas, en los siguientes seis mese de vida
desarrollan el miedo a los extraños, al primer año
de edad a la novedad y hacia los 4 años de edad miedo a
seres imaginarios, a la oscuridad, a estar solos y a las
pesadillas. Las verdaderas fobias de los niños parecen
relacionarse con exigencias de rendimiento fuera de casa
(Ollendick y Hersen, 1986).

A veces los miedos infantiles no son fáciles de
explicar. Muchos padres saben que no hay que asustar a los
niños en vano, los miedos infantiles aparecen incluso en
los niños cuidadosamente protegidos ante cualquier
amenaza, sin que sea posible que tenga una experiencia
desagradable primaria cuya reaparición fuera temida por el
niño.

Shirley señaló que así se le considere a
la fobia como una reacción de miedo condicionado, o como
el desplazamiento del miedo a un objeto o a una situación
específica hacia otra situación más
inofensiva o como la concretización de situaciones
generales son productores de ansiedad (véase en De
Ajuariaguerra, 1993).

En relación con la fobia, el sujeto adulto o
niño, tienden a utilizar una estrategia defensiva, siempre
idéntica o variable. En la mayoría de los casos,
las fobias se atenúan o desaparecen, al menos en
apariencia, hacia los 7 y 8 años. La actitud del medio
tiene un papel predominante en la fijación o no de estos
comportamientos. A menudo uno de los padres es fóbico a su
vez que con su excesiva comprensión o con actitud
provocadora ayuda a organizar la conducta patológica del
niño (De Ajuriaguerra et al, 1986).

2.3 TRASTORNOS OBSESIVOS – COMPULSIVOS

Puede aparecer en niños y en adultos. Las obsesiones
son pensamientos insistentes y desagradables que ocurren en el
niño a pesar de sus intentos por combatirlos. Las
compulsiones sin gestos o rituales mágicas repetitivos que
el niño realiza para prevenir algún peligro
imprevisto desconocido; el niño que cree que evita alguna
catástrofe se realiza estos movimientos o rituales
específicos. Las obsesiones y compulsiones están
emparentadas con la superstición, que es la creencia en la
magia (Finich, 1970).

Muchos niños con trastornos emocionales exhiben
síntomas obsesivo compulsivo que no se dignifican con tal
nombre, ya que el niño raramente adquiere la rigidez del
neurótico adulto. Ordinariamente la obsesión
única, en el niño, es considerada como terror
morbido y la compulsión simple es tomada como un trastorno
de los hábitos. En el estado obsesional el paciente se ve
amenazado, contra su voluntad, a tener pensamientos que le son
desagradables pero de los cuales no se puede librar. El estado
compulsivo, en contraposición, encierra una acción
directa, el sujeto siente la necesidad de ejecutar una serie de
actos determinados; el niño compulsivo esta claramente
consciente de que su conducta es completamente absurda (Cobos,
1972).

El obseso es consciente del carácter patológico
de los desórdenes que la atacan; pero no puede con ellos.
En el niño se observan muy precozmente ciertos juegos cuyo
carácter obsesivo es evidente, y que son muy importantes
para su desarrollo, uno de ellos consiste en hacer caer un objeto
para que su madre se lo devuelva a dar, y así
sucesivamente (Duche, 1977).

La neurosis obsesivo es muy frecuente en los niños
pequeños, pero el llamado obsesivo – compulsivo se
ha observado en niños entre los seis y los diez
años, aumentando su incidencia en la pubertad y la
adolescencia. Los niños obsesivos son perfeccionistas,
ordenados y meticulosis en exceso, están sujetos a un
rígido autocontrol y presentan rasgos compulsivos como
ritualizaciones en la limpieza, repetición de tareas, etc.
(Lluis, 1986).

Las repeticiones, perseveraciones y conductas rítmicas
son un placer normal de los niños pequeños y
encajan en los recuerdos más primarios de sus padres;
estas conductas son casi instintivas en los niños
pequeños. Debido a la alta densidad de esta conducta
obsesiva; esta muy predispuesto a iniciar alguna forma de
conducta repetitiva (Ollendick et al, 1986).

Las características esencial consiste en la presencia
de obsesiones o compulsiones de carácter recurrente que
consumen mucho tiempo y causan un deterioro notable o malestar,
importante. Es más frecuente en los niños y
adolescentes de lo que se creía con anterioridad. Durante
la adolescencia; el trastorno presenta una frecuencia igual en
ambos sexos. En los niños de menor edad es ligeramente
más frecuente en el sexo masculino; este trastorno se
caracteriza por un curso oscilante, con unos síntomas que
se agravan con el estrés.

  • TRASTORNOS HISTÉRICOS

En los niños, las manifestaciones histéricas no
suelen conjugarse como un cuadro clínico unitario, lo que
hace dificultar su diagnóstico. La neurosis
histérica se caracteriza por diversas manifestaciones
somáticas, sin causa orgánica verificable; se
registran en ocasiones alteraciones de la consciencia
(alucinaciones, desmayos, etc.), como los trastornos sensoriales
(ceguera), motores (parálisis, tic) etc. La histeria
infantil prevalece en niños de más de siete
años, con una mayor frecuencia a partir de los nueve a
diez años, y se trata en general de sujetos muy
sugestionables muy sensibles, inseguros y dependientes de los
padres en exceso (Lluis, 1986).

La histeria se manifiesta bajo diferentes formas
clínicas, es más fácil reconocerla en el
adolescente que en el niño. Se habla más de
niños histéricos que de histeria. Es difícil
hablar de histeria pura, porque se presentan algunos
síntomas fóbicos por eso también se le llama
manifestaciones pre-histéricas.

Los caracteres histéricos aparecen como formaciones
secundarias, de sobrecompensaciones buscando ocultar los defectos
parciales con la ayuda de aparatos lábiles y
fácilmente utilizables. El histérico hace
más que representan la enfermedad, la vive
trasfigurándola. El histérico habla con su cuerpo,
ya que para él es su instrumento (De Ajuriaguerra,
1993).

Al hablar de la histeria se debe distinguir entre los
síntomas histéricos (conversiones, crisis, fuga
etc.) y los rasgos de la personalidad llamada histérica,
cuya delimitación en el año y en la vida en
particular, es cuando menos imprecisa. Los síntomas
histéricos son raros en el niño, no parece haber
prevalencia de uno a otro sexo en niños menores de 10
años, y la frecuencia aumenta a partir de los 11 –
12 años, especialmente en los niños a partir de los
14 – 15 años; se puede encontrar sintomatologias
histéricos parecidas a las halladas en el adulto.

Cualquier niño enfermo obtiene beneficios de su
enfermedad y por este comportamiento aparecen cambios importantes
en la familia. Si al niño que tiene la necesidad de ser
amado, atendido, pasando con rapidez de la risa al llanto y
exigente de afecto se le considera histérico, entonces
cualquier niño entre los 3 y 5 años es
histérico (De Ajuriaguerra et al, 1966).

  • TRASTORNO DEPRESIVO

La reacción depresiva es un tipo de psiconeurosis que
lo asocia con los adultos, también se observan muchas
manifestaciones depresivas en la niñez. Estas
manifestaciones pueden comenzar en la lactancia con una
depresión infantil que se debe a la prolongada ausencia de
la figura materna; en los adultos y otros niños los
prerequisitos son rigidez e infantilismo, mucho de los depresivos
no tienen noción del peligro, es así que los
accidentes fatales de la niñez surge de elementos
depresivos no reconocidos en los niños; por lo general los
adultos tienden a atribuir dichos accidentes a la inexperiencia
infantil, pero no se dan cuenta que el niño se ha colocado
voluntariamente en muchas situaciones que los niños de su
edad habrían evitado y por último le ocurrió
un desastre (Finch, 1970).

El componente fisiológico, pérdida de peso,
deshidratación, etc. , pueden ser síntomas de
depresión. La teoría del duelo ha puesto presente
la pérdida del objeto que es representante de la
depresión, el cual presenta tres etapas, la de protesta,
de desesperación y de reparación. Si la
pérdida del objeto ha sido transitoria el individuo
contiene en sí mismo no solamente su propia individualidad
sino también la del objeto abandonado. En tales
condiciones el niño deprimido se siente insignificante y
sin valor, como si hubiese perdido lo más valioso de
sí mismo.

La depresión puede llevar al niño al suicidio.
Se ha considerado que el gesto suicida se da con más
frecuencia en las niñas que en los niños, debido a
la presencia de un trastorno emocional, porque no son amados o
por tener un sentimiento de culpabilidad. La depresión
está considerada entre las diez causas más
importantes de la muerte (Cobos, 1972).

La depresión es propia de los niños de corta
edad sujetos de carencias afectivas. Los trastornos depresivos
pueden producirse en sujetos propensos a raíz de las
crisis de identidad propia de la adolescencia. La
evolución normal del niño comporta una serie de
pérdidas y renuncias a objetos placenteros, para acceder a
otros más elaborados. Lo que diferencia al niño
normal del depresivo es que éste reacciona frente a tales
pérdidas con una actitud de excesiva resignación
que demuestra dificultades para canalizar su agresividad y que
acaba convirtiéndose en abulia, apatía y
autodesprecio (Lluis, 1986).

La depresión puede ir acompañada con una gran
variedad de trastornos físicos y psíquicos.
Abdreasen (1982) señaló que la depresión
gira con el entorno afectivo (Consúltese en Cantwell y
Carlon, 1987).

  • TRASTORNOS DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN

El DSM IV y el CIE 10 toma en cuenta con mayor relevancia este
tipo de trastorno en los niños.

La ansiedad de separación es un estado afectivo
patológico entre el hijo y uno de los padres, generalmente
la madre, esta se manifiesta de diversas maneras, el
síntoma inicial más corrientes es la obstinada
negativa del niño de ir a la escuela (Kanner, 1996).

Gittelman (1985) mencionó que los pequeños que
la padecen se sienten visiblemente afligidos por no estar con sus
padres. A menudo los necesitan demasiado, son sumamente apegados
a ellos y no les gusta perderlos de vista. Este malestar
ocasionado por la separación puede ser tal que se
convierta en pánico (Consúltese en Johnson, Rasbury
y Siegel, 1995).

Su ansiedad puede provocarles síntomas tales como la
náusea, vómitos, con frecuencia temen accidentarse,
enfermarse o cualquier otras causa que implique la
separación con sus padres. Su frecuencia es casi la misma
en niños y niñas, puede aparecer desde la edad
escolar y es usual en hijos de familias unidas y sobreprotectoras
(Johnson, 1995).

Las características esencial es una ansiedad excesiva
desencadenada por la separación de las principales figuras
de vinculación o del entorno del hogar. El DSM – IV
exige una duración de 4 semanas y un malestar
clínicamente significativo o deterioro social,
académico laboral. (Parmelee, 1998).

Es normal que los niños pequeños y en edad pre
– escolar presenten un cierto grado de ansiedad ante las
separaciones reales o la amenaza de las mismas personas
significativas con las que están vinculadas.

Muchas situaciones que impliquen separación
también trae consigo otras posibles fuentes de
tensión o ansiedad (CIE 10, 1992).

Los sujetos con estos trastornos pueden experimentar malestar
excesivo recurrente al estar separado de su hogar o de las
personas con quienes están más vinculadas, suelen
preocuparse por miedos, accidentes o enfermedades e inclusive
suelen tener problemas a la hora de acostarse (DSM – IV,
1995).

CAPÍTULO III.

PSICOSIS
INFANTIL

  • GENERALIDADES Y DEFINICIÓN

Las investigaciones sobre las psicosis en la infancia son
pobres. La noción de que puedan existir formas
psicóticas de comportamiento en los niños ha
encontrado muchas resistencias, en gran falta a la poderosa
influencia que ejercieron Bleures y Kralpelin en la
formulación del diagnóstico de la demencia precoz
(esquizofrenia), pero no en la demencia precosísima. Es
decir, mientras se aceptala que la esquizofrenia podía
ocurrir durante la adolescencia temprana, se consideraba
teóricamente improbable que pudiera surgir durante la
infancia.

Los niños, cuyo comportamiento era inusualmente
peculiar se les consideraba como probables deficientes mentales
con lesión cerebral y eran tratados como tales mediante la
reclusión en una institución para deficientes
mentales. (Yates 1983).

En cuanto a la causa de la psicosis tenemos la
hipótesis relativa a la posible etiología de la
psicosis infantil parece constituir prueba fehacientemente de que
uno o varios factores genéticos son responsables de la
psicosis infantil, asimismo se podría señalar la
incidencia de factores relativos a la crianza que guardan
estrecha conexión con la situación madre –
hijo (Tustin1984).

En este contexto James (referido por monedero, 1990) afirma
que las causas de psicosis infantil se clasifican en
psicogenética o biogenética. Las primeras surgieren
la influencia de las variables parentales en la aparición
de este trastorno como las actitudes maternas negativas
intervienen en gran medida en el surgimiento del trastorno. Por
otro lado, existen investigaciones que estos trastornos son de
orden biológico tales como: niveles anormales de ciertos
neurotrasmisores, (irregularidades físicas leves y ondas
cerebrales anormales, anomalías en el embarazo y parto
así como anomalías estructurales en el hemisferio
izquierdo).

En la primera década de este siglo se hicieron
descripciones de niños que mostraban un desarrollo
temprano normal, seguido de un súbito deterioro en el
comportamiento, de tal forma que el niño se comportaba
como un deficiente mental notablemente perturbado.

Potter, 1993 (citado por Yates, 1983) identificó las
primeras características generales de estos
niños.

  • Falta de interés en el medio.

  • Pensamiento, sentimiento y actuación anormales.

  • Bloqueos y mutismo.

  • Relación emocional defectuosa

  • Disminución, rigidez y distorsión del
    afecto.

  • Cambios en el comportamiento que van desde la
    excitación hasta el estupor. Potter dio el
    diagnóstico de esquizofrenia.

Se estableció que el desarrollo temprano, en su mayor
parte, había sido normal y sin contratiempos, con un
deterioro muy repentino. No se encontraron evidencias que
indicaron la influencia de factores constitutivos; los
exámenes neurológicos fueran negativos; no hubo
evidencias del complicaciones durante el embarazo o trauma de
nacimiento; y tampoco hubo evidencias de enfermedades post
natales graves. Los antecedentes de la familia se consideraron
como razonablemente normales, teniendo en cuenta la gravedad del
trastorno (aunque Potter hace hincapié en la importancia
de la dinámica familiar.

Potter consideraba que estos niños estaban sufriendo de
un trastorno esquizofrénico que difería de la
esquizofrenia de los adultos solamente en el hecho de que la
maduración incompleta del niño modificaba sus
manifestaciones (evidentemente) si el trastorno se desarrolla
antes de haberse completado una verbalización fluida, los
efectos en el comportamiento serían diferentes.

Según Monedero (1990), refiere que ha preferido el
término de psicosis al de esquizofrenia, porque este
cuadro clínico está delimitado en función de
la edad adulta y agrega que una psicosis es una
desorganización importante en la personalidad, no
provocada por una enfermedad orgánica conocida, que
dificulta seriamente la adaptación del sujeto que la
padece en su medio.

Considera que la psicosis existe en todas las etapas de la
vida, siendo diferente en sintomatología en cada una de
ellas. Los cambios evolutivos, son especialmente intensos desde
el nacimiento a la pubertad, por lo que en todo este
período también las psicosis tendrán
manifestaciones diversas considerando que desde la perspectiva
evolutiva, es la que determina los caracteres
psicopatológicos de la psicosis; y la vulnerabilidad es la
que hace posible una evolución psicótica en el
futuro y aceptándose que la interacción de los
acondicionamientos genéticos (madurativos) y los
acondicionamientos ambientales juegan un papel protagonista en el
surgimiento de las diversas formas de psicosis en cada una de las
etapas de la vida.

  • ASPECTOS CLÍNICOS Y SINTOMATOLÓGICOS DE
    LA PSICOSIS INFANTIL

Rimland (1964) (citado por Yates, 1983)

Estableció las características diferenciales de
la esquizofrenia infantil del autismo infantil:

Características diferenciales de la esquizofrenia
infantil y el autismo infantil temprano.

Tabla 1 Características diferenciales de la
equizofrenia infantil y el autismo infantil temprano

AUTISMO INFANTIL TEMPRANO

ESQUIZOFRENIA INFANTIL

Presente desde el nacimiento

Buena salud y apariencia

EEG normal

No hay moldeamiento físico

No hay interacción social

Preservación de constancia

No hay alucinaciones ni delirios

Alto nivel de destreza motora

 

Perturbación del lenguaje (inversión
pronominal, afirmación por repetición,
ecolalia retardada, lenguaje metafórico),
confusión parte-todo)

Desempeño de idiota-sabio

No orientado, desinteresado

No condicionable

Ocurre en los dos gemelos monocigóticos

Antecedentes familiares profesionales y estables

Baja incidencia de psicosis familiar

Desarrollo temprano normal

Muchas enfermedades apariencia débil

EEG anormal

Moldeamiento físico posible

Dependencia del adulto

Variabilidad

Alucionaciones delirios

Destreza motora pobre movimientos extraños

Desarrollo del lenguaje, aunque puede ser normal

 

 

No hay habilidades especiales

Desorientado, confuso

Fácilmente condicionable

No ocurre en los dos gemelos monocigótos

Antecedentes familiares inestables

 

Alta incidencia de psicosis familiar

Marcelli y la sintomatología y Ajuriaguerra (1996),
describen las distintas conductas evocadoras de la psicosis
infantil:

  • En el curso del Primer Año. Se percibe la ausencia
    de conductas anticipatorias, no vuelven la cabeza hacia la
    madre, no muestran agitación alguna a
    tomárselas en brazos, el diálogo tónico
    no existe cuando se le coge o se les lleva existe un ausencia
    de sonrisa (3er mes) y ausencia de reacción de
    angustia ante el extraño (8vo mes).

  • En el curso del Segundo y Tercer Año. El
    aislamiento ya es evidente, no hay contacto con el entorno,
    la mirada esta vacía, ausente, difícil de
    fijar. Por el contrario, a veces se observar una vigilancia
    de reojo hacia al adulto, rehusa el contacto físico o
    tiene un cariz extraño cuando el niño se
    interesa por una parte del cuerpo del adulto o bien se sirve
    del adulto o bien se sirve del adulto como un simple
    instrumento.

Parece no reaccionar ante la marcha de los padres ni ante la
presencia de extraños, el niño utiliza los objetos
de forma parcial y extraña, no simbólica, mediante
manipulaciones repetitivas y estereotipias y los objetos que
suscitan su interés son asimismo extraños y puede
vincularse a un objeto exclusivo, se observa el "signo del cubo
quema", donde el niño acerca lentamente la mano al objeto
y la retira rápidamente cuando lo toca.

Es frecuente que cualquier tentativa de contacto humano
comporte un rechazo desemboque incluso en crisis de
cólera, violencia o autoagresiva. En esta etapa el
niño tiene las siguientes características.

  • a. Conductas Motoras.- Las anomalías
    tónico motrices en los niños psicóticos
    son variadas:

Anomalía Tónica. Hipotonía generalizada
particularmente postural sin "diálogo tónico" entre
el niño y su madre. La distonías y
paratonías son frecuentes. La catatonía es rara,
pero puede observarse en la psicosis de la segunda infancia.

Gestualidad Inhabitual. Constituye el interminable juego de
las manos ante los ojos, mucho más allá de los
cinco o seis mese. La marcha se adquiere dentro los
cánones normales.

Comportamientos Motores Específicos.- Las estereotipias
motrices, son frecuentes son movimientos repetitivos,
rítmicos, en los que el niño parece permanecer
absorto, con frecuencia afectan a las manos, pero también
a la cara, a la marcha y a la cabeza. Algunas veces las
estereotipias incluyen un objeto manipulado indefinidamente o
bien implican al cuerpo en su conjunto. Deambulación,
balanceo sobre uno u otro pie o balanceo prolongado, otra
conducta específica es el olfateo a los objetos, las
personas y los alimentos que se les alcanza.

Inestabilidad. Frecuentemente en las psicosis precoces son
niños en perfecto estado de agitación, se suben a
las mesas, a los muebles, etc. Los golpes o caídas no
desencadenan ni llanto ni defensa, inversamente se observa una
inhibición motriz masiva, acompañada en ocasiones
de torpeza, realizando auténticas dispraxias.

b. Trastorno del Lenguaje. Prácticamente constantes en
la psicosis infantiles, cuando más precoces sean estas.
Puede darse ausencia total del lenguaje. Son niños
silenciosos, que no emiten más que ruidos extraños
y estereotipias, otras veces la aparición del lenguaje se
retrasa mucho después de los cuatro a cinco años
hace su aparición de forma anárquica, articula
correctamente bloques de frases enteras. Son frecuentes los
cánturreos, también se observan ecolalias
caracterizada por la repetición sistemática de la
frase o palabra que acaba de oír.

Cuando el lenguaje existe, se perciben anomalías en la
melodía con aspecto cantarino, hay dificultad en la
utilización de los pronombres, el "Yo" es sustituido por
"TU" o por "EL" o por el nombre de pila. Raramente adquiere
él "SI", se dan también estereotipias verbales,
neologismo extraños y verbalismo solitario.

Cuando aparece el lenguaje satisfactorio también se
observan regresiones, sobre todo si la evolución
psicótica sobreviene en la segunda infancia (seis a doce
años).

En todos los casos, el lenguaje no posee una verdadera
función comunicativa, además la indiferencia ante
el lenguaje del otro suele ser habitual, el niño no
responde a su nombre se muestra imperturbable ante los ruidos,
sin embargo, puede percibirse cierta: "comprensión
periférica" (por analogía con el mirar
periférico).

c. Trastornos de Funciones Intelectuales. A menudo puede en
constatarse el déficit intelectual, por no decir siempre.
La profundidad de dicho déficit es variable. Anthony
(referido por Marcelli y Ajuriaguerra, 1996), ha descrito
evoluciones "emergentes" con mejora del C.I. , evoluciones
"regresivas" o "simbióticas", caracterizadas por la
variabilidad del nivel en función del examinador y la
capacidad de contacto.

Diversas funciones específicas como la
organización temporoespacial, rítmica,
mencionándose también la dificultad en la
integración del esquema corporal, como atestigua la
mediocre calidad de los dibujos del muñeco: muñeco
renacuajo, sin pierna, cuerpo mutilado, sin respeto a las
proporciones, la edad, sexo, etc.

  • d. Trastornos Afectivos: Se describen los
    siguientes:

Oscilaciones Rápidas del Humor. Son niños que
sin razón manifiesta alternan fase de tristeza o llanto o
simplemente de seriedad con inhibición o postración
motriz, con fases de exuberancia, risas y agitación
motora.

Crisis de Angustia Aguda. Pueden ser espontáneas o
sobrevenir después de frustraciones mínimas o tras
un cambio imprevisto del entorno. Suceden cuando el niño
está sólo o, por el contrario, cuando se intenta
forzar su aislamiento y establecer un contacto. La crisis de
angustia va a menudo acompañada de crisis de
agitación y manifestaciones coléricas hetero o
autoagresivas.

Crisis de Risa. Próximas a las risas discordantes del
adulto, gritos o quejas brutales; sin vinculación aparente
con el ambiente.

Crisis de Cólera. Intolerancia a la frustración,
auto mutilaciones son reacciones frecuentes.

  • e. Trastornos de las Conductas Mentalizada

Fobias. Casi siempre de apariencia extravagante como las
fobias a los ruidos que no son extensivas o cambiantes, son
frecuentes en la psicosis de la segunda infancia.

Los Rituales. Conductas estereotipadas en la
manipulación de objetos, también rituales al
acostarse, de verificación, de ordenamiento, de limpieza,
etc.

El delirio. Es raro en el niño, resulta excepcional
antes de los diez y once años, el tema delirante se centra
sobre el cuerpo, próxima a las preocupaciones
hipocondríacas o bien retoma los temas en el ambiente como
los temas cómicos, espaciales basados en las series
televisivas. A veces se observan ideas persecutorias.

Alucinaciones. Algunos niños parecen tener actitudes de
escucha o de observación fija que evocan las alucinaciones
auditivas o visuales.

  • f. Trastornos Psicosomáticos. Están
    referidos a los trastornos psicosomáticos, como a los
    episodios orgánicos, cuya frecuencia son
    observables:

Los Trastornos del Sueño. Son muy frecuentes y son de
dos tipos: en el insomnio tranquilo donde el bebé mantiene
los ojos abiertos en la oscuridad, sin dormir, pero sin
manifestar ni reclamar la presencia materna. El otro tipo de
sueño es el insomnio agitado, donde el niño grita,
se mueve, chilla, sin poder callarse durante horas, todas las
noches. Estos insomnios aparecen en el primer semestre de vida y
pueden durar meses e incluso años.

Los Trastornos Alimenticios Precoces. Son frecuentes como la
succión deficiente, anorexia, rechazo de biberón y
del seno, vómitos repetidos, etc. También aparecen
durante el primer semestre.

Los Trastornos Esfinterianos. Incluye enuresis y encopresis
pueden ser primarios y secundarios, permanentes o intermitentes.
El retraso en la adquisición del control es habitual,
aunque a veces, la adquisición del control es muy
precoz.

Antecedentes Somáticos. Se pueden mencionar los
factores de vulnerabilidad tales como la deshidratación
aguda, embarazo difícil, prematuridad, patología
neonatal, etc.

3.2.3 PSICOSIS DE LA SEGUNDA INFANCIA

Como lo señala monedero (1990) estas psicosis se
manifiestan entre los seis o siete años y los 11 a 12
años estas psicosis son poco frecuentes y sobreviene
después de una infancia en apariencia normal su
simomatología se presenta de tipo expansivo: agresividad,
agitación intolerancia a la frustración, etc.; o
restrictivo; negativismo, rechazo escolar, mutismo, etc.

Desde el punto de vista de las alteraciones del pensamiento
pueden encontrase ya ideas delirantes variables, polimorfas y de
contenido hipocondríaco, persecutoria de grandeza,
también puede observarse, un pensamiento de tipo
fóbico.

Sin embargo, en comparación con la psicosis precoces,
esta forma de psicosis de la segunda infancia se da en una
personalidad mucho más estructurada, con un grado de
maduración superior; por otro lado para que se produzca
las alteraciones psicóticas debe existir un
distanciamiento de la realidad como señala Monedero
(1990). "La instauración del proceso psicótico se
desarrolla sobre una personalidad alterada. Se trata de
niños extremadamente conflictivas, con una
problemática profundamente neurótica, que
agravándose terminan por hacer una sintomatología
bordeline y por último psicótica aquí donde
el diagnóstico de la prepsicosis a la psicosis tiene lugar
por un distanciamiento progresivo de la realidad y la
instauración de una organización
psicótica".

La psicosis se instaura sobre una desarmonía evolutiva.
Aubin (referido por Monedero 1990) considera que los procesos que
preludian una evolución psicótica ponen en
evidencia una fragilidad del yo con ciertos desequilibrios de
carácter con manifestaciones excesivas e inmotivadas de
llantos, temores, excitaciones o cólera, también
alteraciones psicosomáticas con ansiedad, obsesiones,
fobias y manifestaciones histéricas que indican una mala
adaptación a la realidad o alteraciones
psicosomáticas como: encopresis, anorexia, mutismo, etc. Y
tendencias perversas y agresivas que llaman la atención
por su descontrol.

COMENTARIO

La psicopatología infantil es de mucha importancia
porque a través de un número de supuestos y
conceptos nos presenta una concepción a la luz de los
enfoques que más la han estudiado: el conductual y el
psicodinámico, los que utilizando métodos
empíricos buscan explicar la conducta desajustada, a la
vez que establecen esquemas clasificatorios de abordaje e
investigación.

Estos enfoques concuerdan que la neurosis no es heredera, y
que es el medio ambiente el determinante de ese tipo de
comportamiento. Afirman que gran parte de los niños
aprendan a comportarse de diferentes maneras teniendo como
modelos a sus padres, quienes moldean y refuerzan el
comportamiento de sus hijos; lo que viene a constituir la primera
fase a través de la cual el niño aprende a
desenvolverse y a socializarse.

El tema de las psicosis infantiles no ha sido tan revisado
como el de las neurosis debido a la poderosa influencia de que la
esquizofrenia se inicia en la adolescencia. Por este motivo, los
niños cuyo comportamiento era inusualmente peculiar se les
consideraba como deficientes mentales con lesión cerebral
y eran tratados como tales mediante la reclusión en una
institución para deficientes mentales.

Los padres y maestros, y la comunidad en general, deben
considerar que el tratar con niños no es algo fácil
sino que se debe tener cuidado para entender su comportamiento,
ya que estos trastornos afectan la vida socioemocional, social y
educativa.

Cada persona, mediante su desarrollo madurativo, aprende a
madurar y, a la vez, a resolver sus problemas. Al niño con
trastornos neuróticos, a diferencia del niño
normal, le es difícil dar solución a aquello que le
genera ansiedad.

Peor aún, el niño psicótico, con su falta
de interés por su medio, con un pensamiento difuso,
relación emocional defectuosa, cambios bruscos en el
comportamiento, etc., será más probable que no
tenga aceptación por el ambiente que le rodea.

Finalmente para poder tener una buena información se
tiene que empezar primero por la observación, ya que
ésta es el primer paso a través del cual podemos
analizar el comportamiento del sujeto ante determinadas
situaciones; teniendo en cuenta para el diagnóstico la
historia clínica y opiniones de diferentes profesionales
que están involucrados con la problemática del
niño. Es necesario considerar a los padres en el
tratamiento del niño, ya que éstos son los que
brindan afecto, atención, refuerzo y castigo a sus
hijos.

CONCLUSIONES

  • 1. La conducta infantil "normal" o "anormal" se
    considera dentro de un contexto donde intervienen diversos
    factores como son: herencia, o medio social, entorno
    familiar, edad, sexo y nivel cognitivo.

  • 2. La neurosis es interpretada por diferentes puntos
    de vista, concordando en que no es un proceso
    biológico ni hereditario sino, por el contrario, el
    resultado de un modelamiento y moldeamiento por el ambiente.
    Y, por supuesto, determinada por cómo se comporta la
    familia ante el niño.

  • 3. El niño neurótico reacciona de una
    manera exagerada ante las diversas situaciones que le generan
    ansiedad. Estos trastornos tienen mayor prevalencia en el
    adulto que en el niño, teniendo en cuenta que los
    síntomas se inician en la infancia, pudiendo
    confundirse algunos síntomas con el desarrollo normal
    del niño.

  • 4. Los niños con psicosis infantil no logran
    adaptarse al ambiente; por el contrario, entran en problemas
    con los coetáneos y adultos, debido a que transgreden
    normas, carecen de habilidades sociales, se aíslan o
    emiten conductas destructivas.

RECOMENDACIONES

  • Realizar investigaciones que ayuden a identificar nuevos
    factores de riesgo, que probabilizan los comportamientos
    anormales; con esto se logrará proponer un concepto o
    definición clara sobre el término neurosis y
    psicosis.

  • Instaurar programas preventivos, en los centros de salud,
    municipios y colegios, dirigidos a los padres, para que
    mantengan relaciones afectivas, en un ambiente con normas
    definidas y consistentes, para que los hijos logren un ajuste
    social y personal adecuado.

  • En la evolución de niños con
    psicopatología infantil, se debe considerar el
    análisis de las relaciones que establecen desde sus
    primeros años con sus padres y otras personas
    significativas, enfatizando un cómo estos expresan
    afecto, atienden sus necesidades, participan en sus juegos,
    expresan actitudes de aceptación o rechazo y premian o
    castigan a los hijos.

REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS

  • Achenbach, T. (1978). The Child Behavior Profile: I Boys
    Aged. Journal of Consulting and clinical Psychology. Vol. 46,
    N° 3, 478 – 488.

  • Anicama, J. (1989). Análisis y tratamiento
    conductual de las neurosis. Universidad Peruana Cayetano
    Heredia.

  • Asociación Psiquiátrica Americana (1995).
    Manual diagnóstico y estadístico de los
    trastornos mentales (DSM – IV). Barcelona: Masson S.A.

  • Barcelona, D. y De Ajuriaguerra, J. (1996). Manuel de
    Psicopatología del niño. España: Masson
    S.A.

  • Belloch, A. ; Sandin, B. y Ramos, F. (1995). Manual de
    Pscopatología. Vol. I. Madrid: Mc Graw –
    Hill

  • Cáceres, W. (1996). Trastornos neuróticos en
    niños. Monografía de licenciatura en
    Psicología. Universidad Nacional Federico Villarreal.
    Lima.

  • Cantwell, D. y Carlson, G. (1987). Trastornos afectivos en
    la infancia y la adolescencia. Barcelona: Martínez
    Roca.

  • Casalis, D. (1996). Gran diccionario de Psicología.
    Madrid: Del Prado.

  • Christine, M. y Boyle, H. (1996). El Diagnóstico en
    psiquiatría. Madrid: Biblioteca Nueva.

  • De Ajuriaguerra, g. (1993). Manual de Psiquiatría
    Infantil. Barcelona: Masson.

  • Duche, D. (1977). La psiquiatría del niño.
    Barcelona: Oilos- sup.

  • Finch, S. (1970). Fundamentos de Psiquiatría
    infantil. Buenos Aires: Psique.

  • Harney, F. ; Clarigo, G. y Mc Coy (1976). Trastorno de
    conducta en el niño. México: El Manual Moderno
    S.A.

  • Ibañez, F. (1990). Trastornos graves de la infancia
    y la adolescencia. En: J. García y Cols.
    Psicología evolutiva y educación infantil.
    Madrid: Santillana.

  • Johnson, J. ; Rasbury, W. y Siegel, L. (1992).
    Métodos de tratamiento infantil. México:
    Limusa.

  • Kanner, L. (1996). Psiquiatría infantil. Buenos
    Aires. Paidos.

  • Lareg, J. (1985). Introducción a la
    Psicopatología Infantil. Madrid: Paraninfo.

  • Lluis, J. (1986). Programa de formación de padres.
    Trastornos del desarrollo. Tomo 8. Barcelona:
    Océano.

  • Monedero, C. (1990). Estudio de Psicopatología
    Evolutiva. Madrid: Biblioteca Nueva.

  • Monedero, C. (1990). Estudios de psicopatología.
    Evolutiva. Madrid: Biblioteca Nueva.

  • Ollendick, T. y Hersen, M. (1986). Psicopatología
    infantil. Barcelona: Marting Roca.

  • Organización mundial de la salud (1992). Trastornos
    mentales y del comportamiento. CIE – 10 Madrid:
    Meditor.

  • Ortiz, M. (1993). Estandarización del inventario de
    los problemas conductuales y destrezos sociales. Tesis para
    optar el título de licenciada en Psicología.
    Lima: Universidad Nacional Federico Villarreal

  • Szekely, B. (1943). El niño neurótico:
    Reeducación y Psicoterapia. Buenos Aires: El
    ateneo.

  • Wolman, B. (1987). Diccionario de creencia en la conducta.
    México D.F.: Trillas.

  • Vidal, G. (1986). Psiquiatría. Buenos Aires:
    Médica – Panamericana

  • Yates, A. (1983). Terapia del comportamiento México
    D.F.: Trillas

A mi esposo César, por su apoyo y confianza.

A mis hijos, tres tesoros: Ericka, Abdel y Naif.

Los quiero mucho, gracias por su apoyo.

A la memoria de mis padres

 

 

Autor:

Carmen Luz Razeto

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter