Recorrido histórico por el periódico provincial "Heraldo Pinareño"
Conociendo el contexto de la sociedad
actual y de los agitados procesos que
en ella se suceden a diario, se ha tornado imprescindible el
rescate de la historia de las más
diversas instituciones
sociales. Cuba no ha
sido un ente aislado en este proceso de
recuperar el pasado, ya que este constituye además, una
vía muy eficaz para la comprensión del presente.
Como diría el magnífico escritor Miguel de Cervantes "La
historia es émula del tiempo,
depósito de las acciones,
testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia
de lo porvenir."
Existe la historia como discurso del
pasado, construido por sus propios protagonistas y que de alguna
forma pretende legitimar la trascendencia de unos actores, de
unos hechos y no otros; por otro lado, existe la historia como
discurso sobre el pasado, que en estrecha relación con los
círculos de poder, es
elaborado por los hombres (historiadores) a partir de documentos,
testimonios, análisis macro y microsociales, estudios
antropológicos, y que de manera parcial se enseña
en las instituciones educativas; y, existe la historia como
disciplina
científica peculiar que establece una mirada retrospectiva
sobre sus objetos de estudio, y que atraviesa la construcción científica de las
ciencias. Por
esta complejidad de carácter terminológico y
tipológico, se confunde indistintamente su uso y existen
discusiones académicas importantes sobre esta
problemática.
"A la historia objetiva – la que los hombres hacen
y sufren – le preocupa muy poco la historia de los
historiadores; deja que subsistan cosas sin valor y
destruye sin piedad los más importantes documentos"
[Koyré, 1982: 377]. La construcción de cualquier
historia atraviesa una doble parcialidad que consiste: primero,
en la mirada que hagan los actores, protagonistas o testigos,
sobre los sucesos que le han sido contemporáneos (tanto
las características personológicas, los elementos
más valorados como significativos, así como el
tiempo transcurrido, son factores que inciden en ese proceso); y
segundo, en la interpretación que los historiadores hacen
de esas miradas a los hechos pasados (permeados a su vez por el
contexto en el que viven, sus características, el desarrollo
conceptual de la disciplina, su posición
ideológica). "El historiador proyecta en la historia los
intereses y la escala de
valores de su
tiempo, y a partir de las ideas de su tiempo – y de las
suyas propias – emprende su reconstrucción"
[Koyré, 1982: 379].
El reconocimiento del examen parcial de la historia como
hecho ineludible para su construcción, debe integrarse, o
en alguna manera buscar una complementación con lo que
algunos autores llaman el enfoque histórico o principio
del historicismo, que "consiste no solo en establecer las
variaciones identificando sus secuencias, sino en explicar la
condicionalidad histórica concreta de cada
fenómeno, así como su relación con las
condiciones históricas específicas" [Mikulinsky,
1982: 343].
Para Cuba, algunas de las instituciones a las que
más se les exige que tengan recogida su propia historia
son las relacionadas con los medios de
comunicación masiva, debido, entre otras cosas, al
alcance que logran las mismas en cada región, ya que desde
sus inicios han conseguido llegar a un gran número de
personas y a los lugares más inesperados. Además,
son reflejo del momento que se vive en cada territorio y forman
parte de los procesos y situaciones de cada época. Conocer
la historia de los medios es
buscar un sentido de identidad de
los mismos en cada localidad y conocer cada elemento o
anécdota de cada etapa de la vida de las
mismas.
El protagonismo de los medios de
comunicación y de la tecnología en la vida
cotidiana, uno de los supuestos del proyecto de la
modernidad, se ha
impulsado en función de
crear relaciones de dependencia con los individuos (receptores).
De ahí que otras propuestas que han enfocado la
comunicación desde la práctica social, como la
formulada por el académico Manuel Martín Serrano,
quien prevé el análisis de la producción social de la comunicación a través de los
vínculos entre la sociedad y la comunicación
(Sistema Social y
Sistema de Comunicación)[1], han sido
disimuladas por las concepciones racionalistas y prácticas
instrumentalistas de la
investigación, las cuales han establecido que "la
interacción cara a cara y todo lo
demás no mediático no es comunicación en un
sentido oficial" [Galindo en Rizo, 2004: 102].
La variedad de conceptos de comunicación, las
múltiples miradas realizadas a su objeto de estudio desde
diferentes disciplinas científicas tradicionalmente
establecidas y reconocidas como ciencias, la dimensión de
los fenómenos (sociales, culturales, políticos,
económicos, etc.) que se estructuran, condicionan y
dilatan, encuentran en este proceso y los propios espacios poco
delimitados de la articulación de sus elementos
constitutivos, hacen de la comunicación un campo de
estudio complejo.
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