Aspectos de la vida y la muerte en las antiguas religiones de Egipto, Grecia y Mesopotamia
- El mundo de los
vivos - El mundo de
los muertos - El contacto
entre ambos mundos - Conclusión
- Bibliografía
Introducción
El presente trabajo estará dedicado a
la realización de un análisis comparativo
entre ciertos aspectos relevantes de las religiones del Antiguo
Egipto, la Antigua Mesopotamia y la Antigua
Grecia. Una comparación
de estas características es posible partiendo de la base de
una estrecha interrelación entre estas tres culturas, lo
cual permite poner en evidencia aspectos que resultan
idénticos o similares en sus respectivos sistemas de creencias.
La realidad histórica reconoce una
pluralidad de religiones y no una religión única, pero cada una de
las religiones individuales que conforman esta pluralidad
religiosa posee elementos originales y rasgos de creatividad que les son
propios y peculiares. Sin embargo –y desde el momento en
que ha sido posible el desarrollo de una historia comparada de las religiones- no
puede pasarse por alto la existencia de numerosos temas que a
través de la difusión han llegado a hacerse presentes
en diversos sistemas de creencias alrededor del mundo.
De esta manera, ya sea a través del reconocimiento
de mitos, deidades o
prácticas de lo sagrado, que resultan comunes a más de
una cultura, pueden reconocerse
influencias y evidenciarse lazos de contacto –directos o
indirectos- entre grupos humanos cuya distancia
espacial y aun temporal resultan significativas. Con más
razón aún, puede pensarse que debería resultar
posible hallar temas comunes entre civilizaciones muy cercanas
entre sí –como fueron Egipto, Mesopotamia y Grecia- y
sobre las cuales constan además relaciones de contacto
atestiguadas por fuentes
independientes.
Es en tal sentido que se pretenderá a través
de este trabajo poner en relevancia algunos aspectos religiosos
comunes vinculados al mundo de los vivos, al de los muertos y
–finalmente-, al contacto entre ambos. Se entenderá en
tal sentido que el mundo de los vivos está conformado por el
espacio de las divinidades que gobiernan sobre la tierra y que el de los
muertos corresponde a aquel en que habitan los hombres ya
fallecidos, con sus respectivas divinidades específicas. El
contacto, por su parte, estará referido a las relaciones
entre ambos mundos y a las peculiaridades inherentes a dichas
relaciones.
El mundo de los
vivos
Si, tal como afirma Aristóteles, "los hombres
imaginan que tanto las formas de los dioses, como también su
conducta, son semejantes a la
propia"[1], se torna inevitable la necesidad de
profundizar el análisis de las religiones egipcia,
mesopotámica y griega a partir de las respectivas sociedades humanas que las
sustentaron. Es en tal sentido que resulta posible destacar, como
principio de exploración, dos aspectos inherentes a la
sociedad humana que hallan
claro reflejo en las manifestaciones religiosas; son éstos
los conceptos de familia y Estado.
En lo que respecta al primer aspecto –la familia como principio
organizativo del mundo divino- es posible observar que tanto en
el caso griego como en el mesopotámico y egipcio se torna
evidente la presencia de una gran familia cósmica,
estructurada en una dualidad hombre–mujer a partir de un vínculo
matrimonial y organizada a partir de generaciones sucesivas en
las que los más jóvenes dioses son presentados como
efectivamente nacidos de la unión de sus
antecesores.
En lo que se refiere al caso egipcio, puede pensarse que
el mito cosmogónico que
refleja de modo más claro el vínculo familiar de los
dioses es el correspondiente al sistema heliopolitano. Se
presenta en éste, precisamente, una estructura dual y generacional
completa y clara, en la cual Atum-Re –el demiurgo y por
ende el primero y mayor de su linaje- creó a la primera
pareja divina, el dios Shu y la diosa Tefnut, de quienes nacieron
Geb y Nut, quienes a su vez engendraron cuatro hijos: Osiris,
Isis, Seth y Neftis, que formarían a su vez
parejas[2]De Osiris e Isis surgiría una
quinta generación, a partir del nacimiento de
Horus.
Si bien por su estructura y su claridad en los
vínculos establecidos este sistema cosmogónico resulta
el mejor ejemplo de organización familiar en
el universo egipcio, no por
ello deben dejarse de lado otras cosmogonías. En el sistema
hermopolitano se hace evidente, a través de la Ogóada,
el mismo principio de dualidad divina –cuatro parejas
formadas por un macho y una hembra: Nun y Nunet, Heh y Hehet, Kek
y Keket, Amón y Amaunet -, a quienes, según las
versiones alternativas, se consideró tanto descendientes
como padres de Re o de Shu, e incluso del niño demiurgo que
habría nacido del loto en la isla de
Hermópolis[3]
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