La identidad cultural hispano-caribeña desde la perspectiva de Pedro Henríquez Ureña. Visión filosófica
Pedro Henríquez Ureña, quien llegara a
formar parte del gran grupo de hombres excepcionales que ha
tenido la historia de los pueblos de América Latina
podemos nombrarlo hoy, como uno de los más grandes
pensadores acerca del tema de la identidad, enmarcada en el
contexto latinoamericano, y su mayor mérito está en
haber logrado esas ideas tan valiosas en medio de un contexto tan
complejo, matizado por una situación
político-económica y social en graves condiciones;
el constante asecho por parte de las compañías
estadounidenses; la llegada al poder de una de las dictaduras
más cruentas de la historia, la de Rafael Leónidas
Trujillo, quien a pesar de que sólo ocupó la
presidencia personalmente la mitad del tiempo (de 1930 a 1938 y
nuevamente de 1942 a 1952), durante los siguientes 31 años
Trujillo presidió una de las dictaduras más severas
del mundo. Basándose en el apoyo de los militares y
rodeado de su familia dirigió prácticamente todos
los aspectos de la vida nacional; no obstante, durante su
gobierno se llevó a cabo un considerable progreso
material: se construyeron nuevos hospitales, se estableció
un plan de pensiones y se mejoraron las instalaciones sanitarias,
los puertos y las carreteras.
En 1935 se llegó a un acuerdo con el vecino
Haití, respecto al problema de los límites
fronterizos, pendiente desde 1844. Posteriormente,
República de Santo Domingo se convierte en uno de los
miembros fundadores de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU). Unido a esto los finales de la II Guerra
Mundial.
Vivir estas condicionantes histórico-concretas le
propiciaron elaborar concepciones que no sólo se ocuparon
de nuestro pasado, sino que fueron más allá, al
futuro, que es hoy nuestro presente; mostrando un pensamiento que
se asentó en raíces liberales; defendiendo la
democracia y las libertades. Preocupándose a través
de sus escritos por pedir respeto para los pueblos
pequeños, señalando su repudio a los totalitarismos
y su rechazo del imperialismo, defendiendo la paz justa, abogando
por la necesidad de reformas sociales y la rehabilitación
de los oprimidos, postulando un mejor reparto de las tierras y la
explotación de los recursos naturales.
Ureña aconseja la extensión del
alfabetismo y la enseñanza técnica; y en niveles
superiores, el desarrollo de la universidad y de centros de
investigación, mostrando una expresión americana
como resultado armónico de lo propio y lo adaptado, ya que
hay que tener en cuenta que nuestros primeros orientadores
fueron, después de la emancipación política,
europeizantes, como lo fue Andrés Bello, que desde Londres
lanzó la declaración de independencia literaria,
etc.
El problema que presentaba el idioma le preocupaba,
escribía mucho para intentar arengar a los escritores de
la América a que utilizaran la pluma como arma de lucha en
defensa de la identidad latinoamericana. No se explicó
nunca porque si se contaba con tantos literatos, ensayistas,
novelistas y poetas de gran valor intelectual no contaban con la
publicidad mundial que otros escritores pertenecientes a este
período. Actualmente, nos encontramos un poco exentos de
estos prejuicios, la letra latinoamericana ha ocupado un espacio
a nivel mundial incomparable, además nuestros
intelectuales de las letras, tienen la posibilidad de hacer
traducciones de sus escritos a otros idiomas, con el objetivo de
no encontrar barreras para verter en el orbe sus concepciones,
juicios, proyectos, acerca de los más disímiles
temas.
Ureña entendía la filosofía como:
"(…) la elevación de la inteligencia y de la
sensibilidad a la comprensión serena y aproximable a la
realidad exterior o intima en que refulge, y se expande, la
vida. Concepto donde se muestra como un auténtico
humanista, por su riqueza y variedad de conocimientos, por el
rigor de su formación intelectual, por su básico
aprendizaje filológico, y a esto hay que agregar su
infinita intuición, serenidad y rectitud.
Nos mostró diáfanamente la importancia del
pensamiento griego y la posibilidad de asimilar de una vez la
herencia española. Y por supuesto que este pensamiento
colaboró en la comprensión del problema moral y
cultural de la identidad, partiendo de la presente
situación de su tiempo, compartida por su
generación: la crisis generalizada de las estructuras
sociales y morales que cuestionaba entonces, la viabilidad de las
instituciones socioeconómicas y políticas, pero
cuyo sustento de reforma consistía en un
transformación moral y cultural.
El tener entre sus principales ideales "la moral", se
evidencia en su impaciencia por que el hombre llegara a
identificarse con su tierra, a través del amor a sus
semejantes, su añoranza por la superación del
individuo como un ente social, con el objetivo de que existiera
en América Latina un grupo de avanzada frente a la
intelectualidad mundial y sobre todo por las preocupaciones que
le agobiaban pertenecientes a su tiempo. Por lo que
defendía infatigablemente a la educación
profesional, debido a su confianza en la creación de una
nueva clase que dirigiera los destinos culturales de las naciones
de Hispanoamérica; lo que se favoreció con la
fundación de la Escuela de Altos Estudios, que le
abriría un espacio para llevar a cabo su tesis.
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