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El mestizaje americano (página 3)




Enviado por irapavilo



Partes: 1, 2, 3

Este sincretismo religioso comienza a gestarse desde el
mismo momento de la conquista,
cuando unos hombres que traían a su Dios en sus
convicciones y en cuatro carabelas, se encontraron con otros
dioses distintos, profanos y con una religiosidad aborigen que no
tenía nada que ver con los ritos, iconos, símbolos y creencias de una cristiandad que
tanto había costado consolidar, y que ahora, frente a
estos infieles ignorantes, desasistidos, relegados, ignorados,
había que defender, difundir y catequizar. Como lo expresa
el propio Uslar: "más allá de las realidades
físicas, de las armas, de los
caballos, el arte de la
guerra y la viruela, estaba el choque de los
espíritus. Lo que se abre de inmediato es el conflicto
religioso que todo lo va a dominar y determinar. No la guerra de los
hombres, que podía encontrar muchas formas de acomodo,
sino la guerra de los dioses que no admite tregua."
(48)

Comienza entonces un largo proceso de
transculturación religiosa; los
españoles se encuentran convencidos de que deben realizar
una labor no sólo de conquista, sino también de
evangelización, debían catequizar a los infieles
del Nuevo Mundo, imponerles las creencias y enseñarles a
adorar un mismo Dios, aquel, Cristo el Redentor, que los
conquistadores trajeron en sus navíos, pero sobre todo, en
sus corazones. La Iglesia se
suma a este proceso; a los soldados españoles les
corresponde la conquista territorial, a los frailes la
espiritual.

En efecto, como bien lo subraya Uslar,
refiriéndose a la conquista de México:
"apenas asegurada la dominación militar llega la otra
expedición, la más ambiciosa y temeraria, la de los
doce frailes franciscanos que van acometer la impensable tarea de
hacer cristiano el imperio de Moctezuma. Los atónitos
aztecas vieron a
Cortés, en medio de todo su aparato conquistador
victorioso, ponerse de rodillas para recibir a los doce
pobrecitos de Cristo." (49)

Mientras los soldados conquistadores derribaban los
templos paganos, y se procedía a construir sobre sus bases
y paredes las primeras Iglesias del Nuevo Mundo, los frailes se
dedicaban a efectuar la tarea evangelizadora. Pedro Borges
realizó una sistematización de los procedimientos
misionales utilizados en el Nuevo Mundo, distinguiendo: "1)
los métodos
propedéuticos
, tendentes a preparar al futuro
cristiano para la asimilación de los contenidos
doctrinales. Aquí, el misionero partía de un
estudio de la cultura y la
psicología
de los hombres a evangelizar con el fin de seleccionar los
métodos. Paralelamente se trataba de conquistar su
benevolencia (…) El siguiente paso solía consistir
en una presentación del cristianismo
como religión de elevado contenido moral y de
ritual fastuoso o pleno de sentido, aprovechando en esta tarea la
similitud con las propias creencias autóctonas. Esta fase
implicaba una modelación individual y familiar del indio y
facilitaba la integración en los esquemas sociales
impuestos por
los españoles. 2) los métodos persuasivos
atacaban frontalmente, desde el punto de vista doctrinal las
idolatrías y aludían ya al cristianismo como
religión salvífica. El misionero solía
ayudarse de procedimientos verticales o de autoridad que
comenzaban por su propio ejemplo de vida y concluía en un
cuidado extremo en el adoctrinamiento de los caciques y sus
familias. "(50)

Así, en lo que concierne a los indios, el
sincretismo religioso permitió que los ídolos
autóctonos (las fuentes, los
árboles, las piedras sagradas, los astros)
se sumarán también al estructurado y riguroso
compendio y repertorio de vírgenes, santos, preceptos,
ritos y de tres personas en un mismo Dios, que los frailes y
misioneros españoles se encargaron de difundir, de
catequizar, sin que pudiesen impedir que todas sus
enseñanzas se fusionaran con las creencias propias y
ancestrales de los aborígenes para producir un
cristianismo particular.

Como lo aprecia Uslar: "desde ese momento quedaba
abierto el camino para que Juan Diego tropezará un
día con la Virgen de Guadalupe, con aquella María
Tonantzin que reunía en su seno la fuerza
creadora de las viejas creencias para servir de base a una nueva
realidad espiritual. "(51) Recordemos que en la cultura azteca
existía una estrechísima relación entre las
diosas madres. La deidad femenina Tonantzin designaba a la gran
diosa Madre-Tierra:
Coatlicue o Cihuacóatl. Esta diosa autóctona era
venerada en un santuario ubicado en Tepayac, al norte de ciudad
de México. Muy pronto, los franciscanos decidieron
suplantar ese santuario pagano por una ermita cristiana, dedicada
ahora a la adoración de una virgen católica, la de
Guadalupe de Extremadura, en cuya devoción militaba el
propio Hernán Cortés. Virgen de Guadalupe que, sin
embargo, lo que hizo fue complementar el arraigado y no extinto
culto indígena a la madre tierra: Tonantzin, generando, en
una ignorada complicidad, una religiosidad mixta, híbrida,
sincrética.

Este sincretismo religioso se enriquece y se complejiza
con la introducción de los negros provenientes del
África,
quienes llegaron para trabajar como esclavos en las nuevas
tierras conquistadas por los españoles. Uslar confirma que
"en menos de un siglo los españoles, los indígenas
y los africanos se hacen hermanos en Cristo y descendientes
espirituales, de Abraham, de Moisés y de los Padres de la
Iglesia".

Los africanos también realizan su aporte a este
proceso sincrético que produjo una religiosidad peculiar,
con usanzas, simbologías, ritos, similitudes y
analogías entre los santos y vírgenes cristianos y
los orishas que estos esclavos africanos trajeron bien dentro de
sí, en sus almas, en aquello que va más del cuerpo,
para protegerlos del látigo del amo blanco y de la palabra
catequizadora de los misioneros católicos. Estos africanos
y, muy especialmente los del país Yoruba, practicaban
ritos ancestrales y tenían una religiosidad mucho
más acendrada, interiorizada, que las demás etnias
que vinieron del África a América.

Sobre la base de las creencias religiosas aportadas por
estos africanos, en la América
Latina y caribeña, se produce un sincretismo de
analogías y semejanzas entre dioses de distinto
cuño y proveniencia que luego tendrán una misma y
única significación. En este sentido, Jesús
García (52) nos recuerda que "en América,
Shangó legitimó su jerarquía en las
diferentes regiones donde fue introducido. Lo mismo harían
Ochum, Ochosi, Yemayá, Obatalá, y otros Orishas que
llegaron dispersos desde los diferentes pueblos yoruba y
aquí en América lograrían articularse y
ganar esa coherencia jerárquica con las mismas
características ancestrales". García nos ofrece,
igualmente, un cuadro comparativo que muestra como en
tres países de América (Brasil, Cuba y
Trinidad), lograron sobrevivir y permanecer algunos de los
orishas que los africanos trajeron consigo para concretar su
aporte indiscutible al sincretismo religioso
americano.

Países

Nombre de

los Orishas

Características del
Orisha

Brasil

Cuba

Trinidad

Shangó

Dios del trueno,

los tambores y la sexualidad

Brasil

Cuba

Trinidad

Oshum

Divinidad de las aguas dulces

Brasil

Cuba

Trinidad

Ogum

Hermano de Shangó, dios del hierro y
de la guerra

Brasil

Cuba

Trinidad

Obatalá

Dios de los cielos

Brasil

Cuba

Trinidad

Yemayá

Divinidad del mar

Brasil

Cuba

Trinidad

Ochosi

Dios de la cacería

Estos orishas habitaron junto con sus adoradores
africanos en las cofradías, cabildos y sociedades de
ayuda mutua que existían en las grandes plantaciones de
caña de azúcar,
especialmente en Cuba y Brasil. De conformidad con Tabaré
Güerere: "estas agrupaciones servían para mantener
los ritos, los cantos y danzas que desde antaño implicaban
sus creencias religiosas. Estos cabildos mantenían una
organización social parecida a la de la
corona, con un rey, una reina y toda una corte donde se
incluían a los ahijados de los dueños de casa. Con
la llegada del nuevo orden, producto de la
independencia,
los negros terminaron agrupándose en "Casas de
Santo"…En estas "Casas de Santo" mantenían un altar
con los santos católicos representativos de las deidades
africanas, adornado con flores y con vasijas hechas de arcilla,
donde colocaban los objetos y figuras que pudieran tener
algún significado para los dioses africanos, hecho
necesario debido a la prohibición expresa de practicar
ritos religiosos diferentes a los cristianos." (53)

Como expresión de este sincretismo se produce una
asimilación entre vírgenes y santos, dioses y
provenientes de uno y otro lado del mundo: de la España
católica y del África pagana. En Cuba:
Yemayá, es la Virgen de regla, patrona de la
ciudad de La Habana; Changó, Santa
Bárbara; Ochún, la Virgen de la Caridad
del Cobre;
Obatalá, la Virgen de las Mercedes.

Fruto de estas contribuciones africanas, y muy
especialmente de las yorubas, en América se construyeron
manifestaciones religiosas sincréticas de extendido
alcance y renovado vigor como lo son: la Santería
afrocubana
, la Macumba también denominada
Camdomblé afobrasileña, el Vudú
haitiano
y otras expresiones de menor impacto que se
practican en diferentes países del continente y del
caribe.

En lo concerniente a la realidad venezolana, Juan
Liscano confirma que "en Venezuela
tampoco se constituyeron sistemas
religiosos comparables a los de Haití, Cuba y Brasil. En
primer, lugar conviene señalar que nuestro país no
recibió emigración yorubana, pues cuando
ésta empezó a efectuarse, ya Venezuela había
abolido el comercio de
esclavos. Los rasgos culturales más evidentes son
bantúes, con islotes de supervivencia dahomeyanas y de la
Costa de Oro."
(54)

Sincretismo religioso peculiar, deslumbrante,
sorprendente, sin igual, manifestación privilegiada de un
mestizaje latinoamericano que tampoco escapó, que no pudo
escapar, del más terrible y genuino de los conflictos
desarrollados por el hombre: el
de sus dioses.

Los mitos
americanos

El descubrimiento de
América, el encuentro entre hombres y civilizaciones
disímiles que se mezclaron física y
culturalmente en el espacio geográfico del Nuevo Mundo,
replanteó mitos
preexistentes en el imaginario de unos hombres renacentistas que
vieron a América "más con la imaginación que
con los ojos, y aún más que ver, lo que hicieron
fue proyectar las visiones que llevaban dentro de ellos,
heredadas de una historia en la que no
existía América. "(55)

A. La Edad de Oro

Durante muchos siglos, el mito de la
Edad de Oro estuvo presente, y sigue estando, en la
imaginación de aquellos soñadores –
pensadores y políticos, incluyendo a más de un
presidente latinoamericano – que pretenden volver a una
época de bonanza, inocencia, desprendimiento, de
abundancia, de ocio, de convivencia pura en el seno de una
naturaleza
exuberante y al alcance de la mano.

Edad de Oro contrapuesta la Edad de Hierro, en la que el
hombre,
según el poeta griego Hesíodo, vive en medio de
trabajos, miserias y amarguras que le prodigan los dioses. Por el
contrario, de acuerdo con el poeta, en la incomparable Edad de
Oro, bajo el reinado de Cronos, los hombres "vivían como
dioses, libre el corazón de
cuidados. No conocían el trabajo ni
el dolor ni la cruel vejez.
Juveniles de cuerpo, se solazaban en festines, lejos de todo mal,
y morían como se duerme. Poseían todos los bienes.
La tierra
fecunda producía por sí sola abundantes, generosas
cosechas, y ellos, jubilosos y pacíficos, vivían en
sus campos en medio de bienes sin cuento."
(56)

La misma fascinación expresa el poeta latino
Ovidio en relación con la Edad de Oro, cuando escribe que
en ella "reinaba una eterna primavera, el céfiro apacible
acariciaba con tibio aliento a las flores nacidas sin necesidad
de semilla…corrían ríos de leche,
ríos de néctar o de rubia miel caída, gota a
gota, de la verde encina." (57).

La carta que
Cristóbal Colón envía a Luis de
Santángel aviva, sin ninguna duda, el mito de la Edad de
Oro, y remueve la imaginación de unos europeos que se
enfrentan, con el descubrimiento de América, a una
realidad que dista muy poco de la contada y cantada por los
poetas de la antigüedad clásica. Refiriéndose
a la isla que el propio Colón denominó La
Española, éste le cuenta a Santángel que
esta ínsula "…es maravilla; las sierras y
montañas y las vegas y las campiñas y las sierras
tan fermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados
de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos
de la mar, aquí no habría creencia sin vista, y de
los ríos muchos y grandes y buenas aguas y yerbas hay
grandes diferencias de aquellas de la Juana, en esta hay muchas
especerías y grandes minas de oro y otros metales…"

Y por si fueran pocas ya la sorpresa y la
estupefacción narradas en la carta
comentada, Colón se presenta ante sus majestades los Reyes
Católicos con "riquezas y hombres de nueva forma" al decir
del historiador de las Indias Francisco López de
Gómara. El Almirante, recién desembarcado en el
Puerto de Palos, de regreso de ese viaje que cambió el
imago mundi dominante y la visión que se tenía de
la humanidad, le lleva entonces como presentes a sus majestades,
gentes, animales,
verduras, frutos, desconocidos y sin nomenclatura. De
esta forma, "presentó a los Reyes el oro y cosas que
traían del otro mundo; y ellos y cuantos estaban delante
se maravillaron mucho de ver que todo aquello, excepto el oro,
era nuevo como la tierra donde nacía.

Elogiaron los papagayos por ser de muy hermosos colores: unos,
muy verdes, otros muy colorados, otros amarillos, con treinta
pintas de diversos colores; y pocos de ellos se parecían a
los que de otras partes se traen. Las hutías o conejos
eran pequeñitos, con orejas y cola de ratón, y de
color gris.
Probaron el ají, especia de los indios, que les
quemó la lengua, y las
batatas que son raíces dulces, y los gallipavos, que son
mejores que pavos y gallinas. Se maravillaron de que no
había trigo allá, sino que todos comiesen pan de
aquel maíz. Lo
que más miraron que los hombres que llevaban zarcillos de
oro en las orejas y en la nariz, y que no fuesen blancos, ni
negros, ni morenos, sino ictericiados o membrillos
cocidos…Estuvieron los reyes muy atentos a la
relación que de palabra hizo Cristóbal
Colón, maravillándose de oír que los indios
no tenían vestidos, ni letras, ni moneda, ni trigo, ni
vino, ni animal ninguno mayor que el perro, ni navíos
grandes, sino canoas, que son una especie de artesas, hechas de
una pieza…" (58)

La Edad de Oro es la referencia, mítica y
ancestral, interiorizada y entronizada en la imaginación
de los hombres de la época del descubrimiento de
América, que inmediatamente le viene a la mente a los
cronistas y comentadores de la hazaña de Colón.
Pedro Mártir de Anglería escribe, sobre la base de
las experiencias vividas y las referencias contadas por el
almirante genovés, sus célebres Décadas
del Nuevo Mundo,
donde además de acuñar el
término Nuevo Mundo para estas tierras inéditas e
ignotas, cuando se refiere a los indígenas «le viene
espontáneamente la metáfora humanística:
"para ellos es la Edad de Oro". Se ha encontrado "margarita,
aromas y oro". Así se conforma la primera imagen de tierras
nunca vistas, gentes que viven en la Edad de Oro y sus inmensas
riquezas.» (59)

El mito de la Edad de Oro se vio complementado en la
concepción de la vida, en la cosmovisión que se
tenía del mundo y de la humanidad para el momento del
descubrimiento de América con otro mito: el milenarismo,
que vino también a reforzar esta visión
idílica, de un mundo feliz y sin complicaciones, de un
paraíso en la tierra, que el propio mito de la Edad de Oro
había legado desde la antigüedad clásica. El
milenarismo, conocido también como quiliasmo o quiliasta,
difundido desde los inicios mismos del cristianismo,
sostenía que Cristo Redentor estaba próximo a
regresar – la segunda venida, la llamada parusía –
para liberar definitivamente al hombre del pecado y, en
recompensa a la lealtad y devoción de sus fieles,
ofrecerles la inmortalidad y la gloria eterna.

El milenarismo se alimentó fundamentalmente de
las profecías de los apóstoles y, en especial de la
contenida en el Apocalipsis (20, 4-6): "Vi también las
almas de los que fueron decapitados por el testimonio de
Jesús y la Palabra de Dios, y a todos los que no adoraron
a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su
frente o en su mano: revivieron y reinaron con Cristo mil
años. Es la primera resurrección… Dichoso y
santo el que participa en la primera resurrección…
serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con
él mil años".

El mito milenarista vino a sumarse al ancestral anhelo
del hombre "por alcanzar la felicidad, y regadas por las
más floridas fantasías y los más variados
caprichos se ha alimentado el sueño milenarista desde los
comienzos del cristianismo hasta nuestros días."
(60)

Uslar Pietri está convencido de que esta
visión paradisíaca que los europeos tuvieron de los
parajes y de los pobladores de América, de su
idiosincrasia y modus vivendi, de una Edad de Oro confirmable, de
un milenarismo en ejecución, influyó de manera
decisiva en la creación de la utopía.
Podríamos decir entonces que la utopía es
también americana. Nuestro escritor afirma que con la
llegada de Colón a América y con la descripción de lo que para su sorpresa vio
y encontró: "es la primera vez que aparece la idea de
felicidad asociada a la sociedad
humana. ¿No pensaban los europeos que el fin del hombre en
la tierra era la felicidad? La Iglesia les había
enseñado, desde muchos siglos, que esto era el valle de
lágrimas. Por lo tanto, aquí no había que
esperar felicidad alguna; la felicidad estaba en el otro mundo.
Pero esa visión de que había felicidad aquí
en la tierra, esa visión la da la Carta de Colón; y
esa carta de Colón no cae en oídos sordos. Esa
carta de Colón la recoge Tomás Moro y fabrica la
Utopía."(61)

El libro De
la mejor condición de una República y de la nueva
isla de Utopía, Verdadero librillo de oro, tan provechoso
como entretenido,
que después vendría a
conocerse simple y llanamente como Utopía, fue
escrito por Tomás Moro, abogado, Canciller de Inglaterra,
mártir y santo de la Iglesia Católica, en 1516, en
latín y fue impreso en Lovaina. Utopía, es decir,
no hay tal lugar, era una isla gobernada por una república
honesta, sin vicios, respetuosa de los derechos de los habitantes y
muy próspera. Moro juega con los nombres de los sitios y
los personajes de su isla, y los denomina con términos que
significan todo lo contrario. Así si Utopía es no
hay tal lugar, su capital es
Amauroto, ciudad entre nieblas, ubicada a orillas del Río
Anidro, río sin agua,
gobernada por Ademo, príncipe sin pueblo, y las maravillas
y bondades de esta República utópica son narradas
prolijamente por un viajero incansable llamado Hitlodeo, un
profesor en
tonterías, un experto en necedades.

La Utopía de Moro es la
concreción de un mundo ideal y feliz, es una crítica
a los desmanes de los gobernantes y los poderosos, pero, sobre
todo, es una visión plausible de lo posible, de una
sociedad sin egoísmos ni mezquindades, de hombres puros,
francos y generosos como los que Colón encontró y
describió: "son tanto sin engaño, y tan liberales
de lo que tienen que no lo creería sino el que lo viera",
es decir, buenos salvajes.

Uslar Pietri afirma que así como la utopía
es originaria de América, y forma parte de una
visión idílica de la sociedad que desciende
directamente de la Edad de Oro, del Paraíso Terrenal, del
Reino Mesiánico, del Reino Milenario y de la
República de Platón,
el mito del buen salvaje también es del Nuevo Mundo. En
efecto, nuestro escritor sostiene que el mito del buen salvaje es
americano, y "de ese mito nace todo el pensamiento
revolucionario europeo, porque de inmediato, de esa actitud
crítica que parte de la utopía de Moro, del
pensamiento de Montaigne, van a tomar los pensadores
racionalistas del siglo XVIII una idea de la injusticia de la
sociedad europea, del estado natural
del hombre que es un estado de bondad…" (62)

Pero así como el encuentro entre dos mundos ayuda
en un primer momento a reforzar, reformular, remozar y hacer
surgir nuevos mitos, cosmogonías e ideologías en el
viejo continente, el mestizaje cultural también genera
luego mitos específicos, mitos propios, americanos, que
nacen, esta vez, del encuentro de dos mundos, de dos
civilizaciones que se entrecruzan y se recrean.

En este sentido, y para entender mejor el carácter movilizador y energizante de los
mitos que surgen del contacto entre indios y españoles, de
dos cosmovisiones que fueron capaces de hacer emerger una nueva
mitología, es conveniente recordar que las
motivaciones de los conquistadores de América, segundones
de la nobleza, hidalgos y hombres del común, a pesar de
ser variadas (ideología caballeresca, fama, oro,
conquista espiritual y aventura), privilegiaban, sin embargo, en
un grado sumo, la riqueza que alimentaba y sustentaba la fama
individual, tan requerida y necesitada por efectos de la
concepción de éxito
personal,
propia de la ideología caballeresca de la baja Edad Media.
Además, esta riqueza "no suponía sólo oro,
sino en mucho mayor grado, posesión de tierras y de brazos
para trabajarlas." (63).

Nutridos por esta necesidad de riquezas, expresada no
sólo en términos de la tierra y sus labriegos, sino
también en los nuevos valores de una
emergente sociedad mercantilista: el oro, la plata y las piedras
preciosas, los españoles hacen muy pronto suyas leyendas,
narraciones y fábulas de
los indios del Nuevo Mundo y las transforman rápidamente,
y en toda la expresión de la palabra, en verdaderos mitos
americanos.

De esta forma, nacen, crecen, se consolidan, se
convierten en espuelas de la voluntad y la imaginación de
los conquistadores españoles mitos como: las siete
ciudades de Cibola, Las Amazonas o el Dorado. Diferentes
cronistas e historiadoras de Indias los recogen, demostrando la
vigencia, el poder y la
influencia que estos mitos tuvieron y representaron en el
imaginario que el mestizaje cultural propició y
conformó.

B. Las Siete Ciudades de Cíbola

Francisco López de Gómara en su
Historia General de las Indias, refiriéndose al
mito de las Siete Ciudades de Cibola narra que "Fray Marcos de
Niza é otro fraile franciscano entraron por
Culhuacán el año de 38. Fray Marcos solamente, ca
enfermó su compañero, siguió con
guías y lenguas el
camino del sol, por más calor y no
alejarse de la mar, y anduvo en muchos días trescientas
leguas de tierra, hasta llegar á Sibola. Volvió
diciendo maravillas de siete ciudades de Sibola, y que no
tenía cabo aquella tierra, y que cuanto más al
poniente se extendía, tanto más poblada y rica de
oro, turquesa, y ganados de lana era…" (64)

C. Las Amazonas

El ancestral mito de Las Amazonas cobra también
nueva vigencia en tierras americanas. Recordemos que en la novela de
caballería Sergas del Esplandían, el hijo
del Amadis de Gaula intenta conquistar el reino de las amazonas
que se encontraba ubicado en una isla sin parangón; la
reina se llamaba Calafia y el país que gobernaba esta
majestad guerrera se denominaba California.

Esta referencia fuertemente arraigada en la
cosmovisión que poseían los españoles que
vinieron al Nuevo Mundo, se ve reforzada por los comentarios y
narraciones de los indios, quienes, tal como lo recoge
Agustín de Zarate en su Historia y Descubrimiento del
Perú.
(65) "…dijeron a los españoles
que cincuenta leguas más adelante hay entre dos
ríos una gran provincia poblada de mujeres, que no
consienten hombres consigo más del tiempo
conveniente a la generación. La Reina dellas se llama
Gabolmilla, que en su lengua quiere decir cielo de oro, porque en
aquella tierra diz que se cría gran cantidad de
oro."

Refiriéndose a la obsesión que tuvieron
los españoles por conquistar esta isla y las amazonas y
adueñarse de su oro, Uslar sostiene que: "ya Colón
creyó haber pasado cerca de su isla en alguna de las
Antillas menores, Pedro Mártir hace referencia a ella en
sus Décadas. Más tarde, según el
testimonio de Pigaferra, Magallanes buscó su isla en la
inmensidad del Pacífico. Probablemente es Cortés el
primero que concibe seriamente, como lo confirman sus Cartas
de Relación,
la posibilidad de hallar la fabulosa
isla en alguna parte de la costa occidental de México.
Basta leer a Bernal Díaz para advertir la constante
presencia de la mitología caballeresca en la
imaginación…Más tarde enviará un
destacamento a buscar en el confín occidental del nuevo
país la legendaria isla. Cuando su capitán, Juan
Rodríguez Carrillo, avizora por primera vez la costa de lo
que hoy llamamos Baja California y la toma por una isla, la
nombra naturalmente California." (66).

Recordemos las palabras de Colón sobre Las
Amazonas, en su Diario del primer viaje: "Estos son
aquellos que tratan con las mugeres de Martinino, que es la
primera isla partiendo de España para las Indias que se
falla, en la cual no ay hombre ninguno. Ellas no usan exercisio
femenil, salvo arcos y frechas, como los sobredichos de
cañas, y se arman y cobigan con launes de alambre, de que
tienen mucho. "

Otra repercusión del mito de las amazonas en
tierras americanas, lo constituye la aventura de Orellana, quien
desatendiendo las órdenes de Pizarro se aventuró
por su cuenta a recorrer, sin destino conocido, el que ahora
sabemos es el más grande río del planeta. Orellana
navega dos mil leguas a través de selvas vírgenes,
para al final llegar a la costa opuesta, al Océano, y
embarcarse para España. Temeroso de las represalias a que
pudiese hacerse acreedor por su decisión inconsulta y por
su desobediencia, Orellana adorna, con elementos reales y con
muchos otros que guardaba en su imaginación caballeresca,
el mito de las amazonas. Así cuenta que en su
travesía fluvial se topó con un ejército de
jóvenes vírgenes desnudas, combatiéndolas
tal como tiempo atrás lo hicieron Hércules, Aquiles
y Teseo. Fruto de esta desobediencia y de la imaginación
de Orellana, el gran río, ese inmenso mar de agua dulce
que atravesó de costa a costa, se conoce con el nombre de
Amazonas.

D. El mito de El Dorado

Pero ningún mito despierta tanto la
imaginación, moviliza la voluntad y enciende la codicia
por el oro del conquistador español
como El Dorado. En efecto, a partir de 1540 comienza a difundirse
entre los españoles de América una leyenda,
según la cual en algún lugar del Nuevo Mundo
existía un país llamado Manoa, la arena, los
caminos y los techos de sus casas eran de oro y de piedras
preciosas. El propio rey, en lugar de usar otro tipo de vestidura
cubría su cuerpo diariamente con fino polvo de
oro.

Manoa era el Cipango, la otra ciudad de oro que Marco
Polo narró en sus memorias y que
Cristóbal Colón salió a buscar por una ruta,
distinta a la utilizada por el mercader por excelencia,
encontrándose con unas Indias que no eran las que buscaba,
aunque creyó ciertamente haberse topado con ellas.
López de Gómara recoge la alegría de
Colón, quien cuando llega por primera vez al Nuevo Mundo
preguntando si estaban en Cipango, recibe la confirmación
por parte de los aborígenes isleños que le dijeron
que sí que estaba en Cibao, cuya similitud fonética
ayudó aún más a convencer al almirante de
que había efectivamente llegado a Cipango, a las Indias,
por una ruta totalmente novedosa.

Los indios con sus leyendas y los cronistas de Indias
con sus narraciones ayudan a darle forma a este nuevo mito
americano. Fray Pedro Simón en sus Noticias
Historiales
(67) da cuenta, refiriéndose a lo que
ocurría en el Perú, que "luego que el Zipa
moría, los jeques le sacaban las entrañas y
llenaban las cavidades con resina derretida; introducían
después el cadáver en grueso tronco de palma hueca,
forrado en planchas de oro por adentro y por fuera y lo llevaban
secretamente a sepultar…", estas prácticas rituales
han despertado. "…la codicia de nuestros españoles,
hallando donde nunca se imaginará, grandes y crecidos
tesoros en estas sepulturas…"

Durante la conquista del Perú, al lugarteniente
de Pizarro, Sebastián Belalcázar, un indio le
confía que a 500 o 600 leguas al norte, existe una ciudad
llamada Quito, llena
de riquezas sin comparación, un verdadero Dorado donde el
oro y las piedras preciosas brillaban por doquier y un cacique
bañado en oro las arrojaba una vez al año a una
laguna sagrada. Aprovechando que Pizarro marchaba sobre el Cuzco,
Belalcázar se dirige al norte, llega a Quito sin conseguir
el ansiado Dorado y continúa su marcha más hacia el
Norte, para toparse, increíblemente, en la sabana de
Bogotá con otras dos expediciones organizadas por otros
buscadores del
mito de El Dorado: la que venía del norte con
Jiménez de Quezada al frente, y la que provenía del
noreste con el gobernador alemán Ambrosio
Alfínger.

Durante más de tres siglos, la búsqueda de
El Dorado ocupó la atención y movilizó el esfuerzo de
miles de seres deseosos de alcanzar aquel país que
sólo existía en la imaginación de unos
hombres que entremezclaron cuerpos y leyendas, genes y
fábulas, para realizar su aporte al repertorio de mitos,
de países legendario de la humanidad. Estos recreados y
nuevos mitos son, en opinión de Uslar Pietri: "toda una
secuencia de imágenes
inverosímiles que deforman una realidad y se superponen a
ella, mezclándose y combinándose de las más
inesperadas maneras. Desde las imágenes del Génesis
y de Hesíodo, desde la fuente de la juventud y las
amazonas hasta la visión de la
utopía."(68)

La
gastronomía americana

Con particular agudeza Uslar Pietri afirma que "ese
significado histórico de lo que se come no ha desaparecido
de nuestras modernas cocinas: Junto a los relucientes aparatos
andan los invisibles ángeles del pasado. En la comida de
un día en cualquier casa de Caracas es posible hallar
concentrada la historia de varios siglos." (69) En efecto, para
el escritor, una de las mejores formas de apreciar el mestizaje
cultural es nuestra comida, esa gastronomía híbrida, esos platillos
que surgieron del cruce de ingredientes, sazones, aromas,
sabores, en los que se mezcló "la expansión del
Islam, la
romanización de Europa, el
descubrimiento de América".

La sorpresa de los españoles al toparse
fortuitamente con el Nuevo Mundo se manifestó de maneras
diversas, pero en especial, se expresó en el verdadero
descubrimiento de inusitados tubérculos, de desconocidos
frutos, de inéditos ingredientes, de insospechados
animales, utilizados por nuestros indígenas para
satisfacer sus necesidades alimenticias, y que distaban mucho de
parecerse a aquellos que le daban forma y definición a las
viandas y platos que los españoles estaban acostumbrados a
degustar.

Para esos españoles del descubrimiento,
asombrados, desconcertados, estupefactos ante el hallazgo de este
Nuevo Mundo, como bien lo expresa Uslar: "la sensibilidad para lo
americano, acaso, empezó a hacerse por la
boca".

Los tradicionales cocidos, el cordero asado, las
costillas de cerdo, la gallina guisada, los filetes de ternera,
el besugo, las judías, el pan de trigo, se ven ahora,
acompañados, cuando no sustituidos, por el casabe, la
arepa, la papa, la batata, el chocolate, el tomate, por
los, como ratones, conejos americanos, por peces de
inédito sabor y desconocido nombre: lisa, pargo, jurel.
Pero muy pronto, lo que fue suma, añadido,
sustitución, incorporación, importación, se mezcló, se
hibridizó para dar origen a platillos que ya no son
más de uno y otro gusto y sabor, sino de uno
específicamente americano.

Uslar Pietri sostiene que para cualquier
arqueólogo que quiera redescubrir la realidad americana,
la cocina, la gastronomía, lo que se servía en las
mesas, puede ser tan útil y relevante como una medalla
enterrada o el fragmento de fuste de una columna. Y para ilustrar
lo que, en su criterio, considera el epítome del pasado
híbrido americano, pone como ejemplo dicente y
sintetizador a la hayaca: "En su cubierta está la hoja del
plátano. El plátano africano y americano en que el
negro y el indio parecen abrir el cortejo de sabores. Luego
está la luciente masa de maíz. El maíz del
tamal, de la tortilla y de la chicha, que es tal vez la
más americana de las plantas…En
la carne de gallina, las aceitunas y las pasas está
España con su historia ibérica, romana, griega y
cartaginesa…Toda la tremenda empresa de la
conquista está como sintetizada en la reunión, por
medio de sus frutos, de las gentes del maíz con las de la
viña y los olivos. Pero también en el
azafrán que colorea la masa y en las almendras que adornan
el guiso están los siete siglos de invasión
musulmana… Y la larga búsqueda de las rutas de las
caravanas de la Europa medieval hacia el oriente fabuloso de
riquezas y refinamientos está en la punzante y concentrada
brevedad del clavo de olor." (70)

A la hayaca navideña podemos sumar también
nuestros tradicionales hervidos de todos los días que
combinan, de muy variadas maneras, las verduras y las
raíces alimenticias originarias del Nuevo Mundo con otras
verduras, animales y condimentos traídos por los
españoles. Hayaca y hervidos son fiel reflejo, original
producto del mestizaje americano. En fin, "…preparaciones
culinarias localistas; condumios que vienen de la colonia;
viandas de procedencia exótica que se aclimataron en el
medio; extrañas confecciones fogoneras de estirpe
indígena y otras cuyos heterogéneos componentes
demuestran, con rústica ingenuidad, los diferentes
factores raciales que integran el pueblo de Venezuela… son
platos mestizos."(71).

En fin, siempre con Uslar Pietri, hay muchas maneras de
estudiar la historia, la comida, la gastronomía es una de
ellas: "en lo que el hombre come, y en la sazón en que lo
come, está la obra de los siglos en un compendio que sabe
despertar lo mismo el gusto por la carne que el gusto del
espíritu:" (72)

Conclusión

Mestizos somos y así lo confirmamos luego de
haber transitado con Uslar Pietri sus múltiples e
infatigables horas de reflexión dedicadas al análisis del mestizaje americano y, en
especial, a los efectos disímiles, ricos y plurales de esa
miscegenación que de sanguínea se trocó en
cultural para producir una América peculiar, única,
que recibió de las razas y las culturas que se integraron
en su espacio físico, sangres y creencias que conformaron
una cosmovisión que no es ni española, ni
indígena, ni africana, y que todavía amerita de
mayores reflexiones y estudios con el fin de entender en todas
sus dimensiones a nuestra América Mestiza, tal como
durante muchos años de tinta e ideas lo hizo Arturo Uslar
Pietri.

Citas y
notas

(1) Uslar Pietri, Arturo en La Invención de
América Mestiza
(Compilación y
Presentación de Gustavo Luis Carrera). Fondo de Cultura
Económica. México. Primera Edición, 1996, p. 207.

(2) Idem, p. 261.

(3) Idem, p.254

(4) Ibidem

(5) Ibidem

(6) Carandell, José María.
España, Viaje por su vida y su belleza. Ediciones
Castel,

Barcelona, 1984, p. 25

(7) Uslar Pietri. op.cit. p. 255. En este mismo sentido,
vale la pena recoger los comentarios de Luis Moreno Gómez,
quien, en su muy documentado libro País Pardo.
Edición Privada, Caracas, 1987, p.p. 228 y sig. Expresa lo
siguiente a propósito de la importancia del mestizaje
cultural: "Así como un factor sanguíneo puede ser
constante en la herencia
suponemos que del mismo modo otros factores lo hacen en la cadena
genética y
no solamente los atribuibles a la cuestión meramente
morfológica, sino también a lo cultural. El
cerebro humano
– y esto queda a los científicos demostrarlo –
trabaja a base de información acumulada y transmitida en
paquetes por generaciones con su multiplicidad de combinaciones
que hacen posible, además de la educación, que un
individuo tome
un camino u otro en la selección
de sus gustos y preferencia en la oferta que le
hace el planeta. En otras más simples palabras, la
persona no
puede escapar tan simplemente de la herencia intelectual, de la
herencia cultural que da forma a su concepción
abstracta."

(8) Ibidem

(9) Ibidem.

(10) Wagner Erika. Más de quinientos
años de legado americano al mundo
. Cuadernos Lagoven.
Caracas, 1991, p. 7

(11) En el caso específico de Venezuela,
recordemos que al momento del encuentro de esos dos mundos,
existía un conjunto de etnias indígenas que
pertenecía a las familias Arahuac, caribe y chibcha con
una menor representación de la familia
tupí-guaraní. En la actualidad, persisten
aproximadamente treinta etnias indígenas, a
saber:

Acahuayo: también llamados akawaio o waika
de la familia lingüística Caribe. Están
ubicados en la frontera del
estado Bolívar
con la Guayana y de características culturales semejantes
a los Pemones.

Arachuac del Delta Amacuro: de la familia Arawak.
Se trata de un grupo muy
aculturado, que vive en la frontera de Delta Amacuro con la
Guayana.

Arahuac del Río Negro: conocidos
también como baniva, baré, guarequena, curripaco y
piapoco, de la familia Arawak. Son un grupo muy aculturado e
integrados en una economía basada en la explotación
del chiquichique, (un tipo de fibra) y el pendare (tipo de goma),
en el cual obtienen salarios
irrisorios. Viven en la frontera del Territorio Amazonas con
Colombia.

Arutani: también Anaké. Es un grupo
casi extinto de filiación desconocida, ubicados en el Alto
Paragua, estado Bolívar.

Bari: también conocidos como motilones
bravos, su familia lingüística es la chibcha. Es un
grupo poco aculturado, situado en la Sierra de Perijá,
estado Zulia, cerca de la frontera entre Colombia y Venezuela.
Excelentes agricultores, portadores de la cultura bastante
integrada. Sus contactos con el elemento criollo fueron violentos
hasta el año 1960. Desde entonces ha tenido lugar un
pequeño incremento demográfico, inclusive en
Colombia.

Cariña: viven en pequeños enclaves
en el centro y sur del estado Anzoátegui y norte del
estado Bolívar. Se trata de grupos
agrícolas muy aculturados, provistos de una buena
organización social, pero sin una capa dirigente
propiamente dicha.

Guajibo: llamados igualmente guahibo, chiricoa,
cuiva son independientes de otras familias. Se localizan al sur
del estado Apure y al noroeste del Territorio Amazonas (sin
contar la región del Meta y del Vichada en Colombia). En
Apure, también se les conoce con el nombre de Chiricoas y
Cuibas. Se trata de un grupo de extracción sabanera
originalmente dedicado a la recolección. Presenta un alto
grado de aculturación en las cercanías de los
centros urbanos (Puerto Ayacucho, San Juan de Manapiare, El
Amparo,
etc.).

Guajiro: (Arawak): ubicados principalmente en
el estado
Zulia y en Colombia. La incidencia de la cultura nacional es alta
en las zonas urbanas como Maracaibo, Santa Bárbara,
Sinamaica y Paraguaipoa, y escasa en la península de la
Guajira.

Guarao o Warao: viven en el Delta del Orinoco, en
Delta Amacuro, al este de Monagas y sur de Sucre y en Guayana.
Viven generalmente a orillas de los caños, dedicados a la
recolección, pesca y, en
menor grado, a la agricultura y
la caza.

Guayqueri: es un grupo muy aculturado que vive en
"El Poblado" isla de Margarita, estado Nueva Esparta.

Mapoyo o Yahuana: son de la familia Caribe. Se
encuentran al norte del estado Amazonas.

Maquiritare o yecuana: de la familia Caribe,
están ubicados en el este del estado Amazonas y sur del
estado Bolívar. Grupo agrícola medianamente
aculturado y de fuerte personalidad
étnica. Se localizan por las márgenes de los
ríos Cunucunumo, Erebato, Caura, entre otros.

Panare: zona noroeste del estado Bolívar
(Caicara, La Urbana, Turbia). A pesar de sus frecuentes contactos
con la población criolla, se trata de un grupo
poco aculturado de economía recolectora
y en menor medida agrícola.

Paraujano: (Arawak). Viven en el norte del estado
Zulia (laguna de Sinamaica), isla de Toas, el Moján, Santa
Rosa de Agua. Se encuentran aculturados y mestizados.

Pemón: también conocidos como
arecuna, taurepang, comaracoto, de la familia Caribe.
Están ubicados en el centro y sureste del estado
Bolívar, principalmente por el río Paragua y la
Gran Sabana, en Guayana y Brasil. Se trata de un grupo de
tendencia demográfica ascendente, medianamente aculturado.
Su economía gira alrededor de la agricultura y la minería
(en esta última en calidad de
asalariados).

Piaroa: Están situados al centro y norte
de Amazonas y en Colombia. Presentan un nivel de
aculturación mediano o escaso. Se dedican fundamentalmente
a la agricultura.

Puinabe: habitan cerca de San Fernando de Atabapo
(Amazonas) y en Colombia. Culturalmente se asemejan a las
poblaciones araucas del Río Negro

Sape: grupo casi extinto de filiación
desconocida del Alto de Paraguana, estado
Bolívar.

Yanomami: viven al sur del estado Bolívar
y sureste del estado Amazonas por el Alto Orinoco, el Ocamo, el
Padamo, etc. Su grado de aculturación es mínimo.
Sus actividades económicas son la recolección, la
caza y la pesca.

Yaruro: se encuentra en el centro y el sur del
estado Apure. Este grupo, prácticamente desahuciado por
etnólogos de comienzos de siglo, está dando
señales
de recuperación, sobre todo en Guachara y en el río
Cinaruco. Se dedican a la recolección y a la agricultura y
se caracterizan por un alto grado de conciencia
étnica y un fervor mágico-religioso intenso, a
pesar de su fuerte grado de aculturación.

Yucpa: tambien se conoce como motilones mansos.
Viven en la Sierra de Perijá en el Zulia. (Frontera
colombo venezolana). Medianamente aculturados y dedicados al
cultivo de conucos o rozas. (Aldeasa educativa: la sociedad
del conocimiento
.

Página de Internet )

(12) Moreno Gómez, op. cit., p. 202

(13) Guerra Cedeño, Franklin Esclavos negros,
cimarroneras y cumbes de Barlovento
.

Cuadernos Lagoven, Caracas, 1984, p.9.

(14) Ibidem

(15) García, Jesús. África en
Venezuela. Pieza de Indias.
Cuadernos Lagoven,
Caracas,

1990, p. 48.

(16) Idem, p. 48

(17) Idem, p.44

(18) Olaechea, Juan Bautista. El mestizaje como
gesta
. Editorial MAPFRE. Madrid,
1992 p. 260

(19) Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo
III. Fundación Polar, Caracas, p. 152.

(20) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op.cit., p. 261.

(21) Idem, p.113

(22) Idem, p. 281

(23) Idem, p. 196

(24) Idem, p.323

(25) Idem, p.322

(26) Idem, p. 263

(27) Idem, p. 343

(28) Ibidem

(29) Idem, p. 256

(30) Navarrete Orta, Luís Literatura e ideas
en la historia hispanoamericana,
Cuadernos
Lagoven, Caracas, 1991, p. 46.

(31) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op.cit, p. 271

(32) Idem, p. 257

(33) Marqués de Losoya. (Juan de Contreras).
Historia del arte
hispánico
. Salvat. Ed. 5 Tomos.
Barcelona, España, 1931 – 1949, p. 223

(34) Arellano Fernando S.J. El arte
hispanoamericano
. Universidad
Católica Andrés
Bello, Caracas, 1988, p. 161

(35) Angulo Iñiguez Diego. Historia del arte
hispanoamericano
. Salvat Editores Barcelona –
Madrid. 3 vols, 1912 – 1925, p. 44.

(36) Arellano Fernando, op.cit., p.
217

(37) Bravo Lira, Bernardo. El Barroco en
Hispanoamérica: manifestaciones y
significación. Instituto de Historia de la
Universidad Católica de Valparaíso. Santiago de
Chile, pp. 14 y 15.

(38) Uslar Pietri en La invención de
América Mestiza
, op. cit., p. 25

(39) Idem, p.259

(40) Marco Joaquín. La nueva voz de un
continente. Literatura
Hispanoamérica

Contemporánea. Aula Abierta Salvat.
Barcelona, 1982, p. 6 y 7.

(41) Idem, p.10

(42) Idem, p.6

(43) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op.cit., p.253.

(44) Idem, p. 337

(45) Idem, p.335

(46) Carpentier, Alejo. De lo real maravilloso.
Calicanto Editorial, Buenos Aires,
1976, p. 55

(47) Romero, Mario Germán. AMÉRICA de lo
real maravilloso. Instituto Caro y Cuervo. Santafé
de Bogotá, 1992.pp. 1 a 3

(48) Idem, p. 336

(49) Idem, p. 201

(50) Idem, p. 202

(51) Citado por Gutiérrez Contreras F. en
América a través de sus códices y
cronistas
. Aula Abierta. Salvat, Barcelona,
1982, p.28

(52) García Jesús, op.cit, pp. 57 y
58.

(53) Güerere Tabaré. Las Diosas
Negras.
Alfadil Ediciones, Caracas, 1995, p. 24.

(54) Liscano, Juan citado por Güerere
Tabaré
, op.cit., p. 26

(55) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op. cit., p. 104, 105.

(56) Cfr. Pardo Isaac J. Fuegos bajo el agua.
Biblioteca
Ayacucho, Caracas, 1990, p. 11.

(57) Ibidem

(58) López de Gómara, Francisco
Historia General de las Indias, Biblioteca de
Historia, Ediciones Orbis, Barcelona, 1985, p.
50.

(59) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op. cit., p. 105.

(60) Pardo Isaac S. op.cit., p. 451.

(61) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op. cit., p. 330

(62) Ibidem

(63) Gutiérrez Contreras F, op. cit. pp.
34 – 35.

(64) López de Gómara, Francisco,
op. cit., p. 298.

(65) Citado por Gutiérrez Contreras F. op.
cit, pp. 34 – 35.

(66) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza, op. cit, p. 108 – 109.

(67) Citado por Gutiérrez Contreras F. op.
cit., p. 25.

(68) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op. cit., 110

(69) Idem, p. 467

(70) Idem, p. 470

(71) León Ramón
David, Geografía Gastronomica Venezolana,
Línea Editores,

Caracas, 1984. p. 26

(72) Uslar Pietri en La Invención de
América Mestiza
, op. cit. p 479

Bibliografía
general

  • Tierra de encrucijada

  • Godos insurgentes y visionarios

  • El mestizaje cultural

  • Insurgentes

  • Godos

  • La visión literaria

  • La frontera española del reino de la
    muerte

  • Más allá de leyendas doradas y
    negras

  • La marca hispánica

  • Tiempo de Indias

  • Para entender lo sabido

  • Las naranjas de Bernal

  • La casa del Inca

  • Machu Pichu

  • Cortés y la creación del Nuevo
    Mundo

  • Cuando se habla del descubrimiento

  • El reino de Cervantes

  • Lo criollo en la literatura

  • El maíz en la historia

  • El mestizaje y el Nuevo Mundo

  • La otra América

  • Un destino para Ibero América

  • La batalla de la América del Sur

  • No somos un subcontinente

  • Las piedras vivientes de México

  • Ni tan jóvenes

  • Tres testimonios del arte
    hispanoamericano

  • Somos hispanoamericanos

  • América y la idea de la
    revolución

  • ¿Existe América Latina?

  • Realismo mágico

  • El mundo descubre a la América
    Latina

  • El punto de partida

  • América no fue descubierta

  • La invención de Venezuela

  • Simón Rodríguez "el
    americano"

  • Toda historia es…

  • La hayaca como manual de historia

  • Tierra y gente de Venezuela

  • La nación de Bolívar

Estos textos originales fueron consultados en el libro
La Invención de América Mestiza. Arturo Uslar
Pietri
. Compilación y Presentación de Gustavo
Luis Carrera. Colección Tierra Firme. Fondo de Cultura
Económica, México, 1996, Primera
Edición.

Igualmente, consultamos del libro Medio Milenio de
Venezuela
. Arturo Uslar Pietri, con selección de
Efraín Subero. Cuadernos Lagoven. Caracas, 1986, Primera
Edición los siguientes textos de Uslar Pietri.

  • La conquista de América Latina como problema
    jurídico y moral

  • La antigua puerta de América

  • La reina y el marino

  • ¿Qué celebramos el 12 de
    Octubre?

  • Todo lo que amaneció el 12 de
    Octubre

  • La guerra de los dioses

  • Cuatro carabelas del Nuevo Mundo

  • Todo fue Nuevo Mundo

  • La Europa americana

  • La crisis del orden colonial

  • Una galería de insurgentes

  • Lopillo muere en Margarita

  • El destino de Cubagua

  • Fausto en la conquista

  • El reverso de El Dorado

  • El destino de las lenguas

  • Notas sobre el vasallaje

  • La batalla de América del Sur

  • Allí está el venezolano

  • Guaicaipuro

  • Los caribes

  • Españoles y Venezolanos

  • El rescate del pasado

  • Los nombres de Venezuela

  • La invención de Venezuela

  • Una oración académica sobre el
    proyecto del porvenir

II. Otros textos consultados

Arellano, Fernando S.J. El arte hispanoamericano.
Universidad Católica Andrés Bello. Caracas, 1986.
Primera Edición.

Angulo Iñique, Diego. Historia del arte
hispanoamericano
. Salvat Editores. Barcelona – Madrid,
3 volumen, 1925.
Primera Edición.

Avonto, Luigi. Operación Nuevo Mundo.
Américo Vespucci y el enigma de América.
Instituto Italiano de Cultura. Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos – Caracas, 1999.
Primera Edición.

Becco, Horacio Jorge. Crónicas de la
naturaleza del Nuevo Mundo
. Cuadernos Lagoven, Caracas,
1991.

Bravo Lira, Bernardino. El Barroco en
Hispanoamérica: manifestaciones y
significación.
Instituto de Historia de la Universidad
Católica de Valparaíso. Santiago de Chile, 1981

Cabrera, Lidia. El Monte, Igbo. Fianda. Ewe Orisha.
Vititi Nfinda
. Colección del Chicherekú, Miami,
Florida. 1983. Quinta Edición.

Capel Horacio y Urteaga S. Luís Las nuevas
geografías
. Aula Abierta Salvat, Barcelona, 1982.
Primera Edición.

Carandell, José María. España,
viaje por su vida y su belleza
. Ediciones Castel,
Barcelona, 1984.

Carpentier, Alejo. De lo real maravilloso
americano.
Calicanto Editorial. Buenos Aires,
1976.

Diccionario de Historia de Venezuela.
Fundación Polar. Caracas, 1997. Segunda
Edición.

Forde, Darryl. Mundos africanos. Fondo de cultura
económica México, 1975. Primera
reimpresión.

García, Jesús. África en
Venezuela. Pieza de Indias
. Cuadernos Lagoven Caracas, 1990.
Primera Edición.

Guerere Tabaré. Las Diosas negras. Alfadil
Editores. Caracas, 1995. Primera Edición.

Gutiérrez Contreras, F. América a
través de sus códices y cronistas
Aula Abierta
Salvat, Barcelona, 1982.

Guerra Cedeño, Franklin. Esclavos negros,
cimarroneras y cumbes de Barlovento.
Cuadernos Lagoven,
Caracas, 1984.

Levin, Harry. Estudios sobre los modernistas.
Editorial Fraterna. Buenos Aires. 1986.

López de Gómara, Francisco. Historia
General de las Indias
. Biblioteca de Historia, Ediciones
Orbís, Barcelona, 1985.

León, David Ramón, Geografía
Gastronomica Venezolana
, Editorial Lonea, Caracas,
1984.

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Barroco
.Editorial Ariel. Barcelona.1986.

Marco, Joaquín. La nueva voz de un continente.
Literatura Hispanoamericana contemporánea.
Aula
Abierta Salvat, Barcelona, 1982.

Marqués de Losaya (Juan de Contreras) Historia
del Arte Hispánico
Salvat Editores. 5 Tomos.
Barcelona, 1931. Primera Edición.

Olaechea, Juan Bautista. El mestizaje como gesta.
Editorial MAPFRE, Madrid, 1992.

Pardo, Isaac J. Fuegos bajo el agua. Biblioteca
Ayacucho. Caracas, 1990.

Pardo, Isaac J. Esta tierra de gracia. Papeles de
tierra firme. Ministerio de Relaciones Exteriores, Caracas, 1998.
Sexta Edición.

Ribeiro, Darcy. Las Américas y la
civilización.
Biblioteca Ayacucho. Caracas,
1992.

Schulman, Iván A. El modernismo
hispanoamericano
. Centro Editor de América Latina.
Buenos Aires. 1969.

Navarrete Orta, Luis. Literatura e ideas en la
historia hispanoamericana
. Cuadernos Lagoven, Caracas,
1991.

Wagner, Erika. Más de quinientos años
de legado americano al mundo
. Cuadernos Lagoven. Caracas,
1991.

 

 

 

 

 

Autor:

Enrique Viloria Vera

Partes: 1, 2, 3
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