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El referente político de la cultura en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez (1950–1962) (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Una situación inédita en la historia del proceso
revolucionario cubano caracteriza el actual momento, Fidel Castro
reiteró hablando de la relación economíapolítica en Enero del
2003: "El momento es político" (4), alertando que el
presente y el futuro están estrechamente determinados por
el accionar político de toda la sociedad.
Jamás se había reclamado a los gobernantes a
escala global, el
realizar análisis tan multidisciplinarios y
dialécticos antes de tomar decisiones políticas,
lo que exige a la propia política en la valoración
de sus improntas sobre otros aspectos de la realidad social,
construirse de manera exponencial como una ciencia
integrada, sin abstraerse como es lógico de su arista
artística, señalada reiteradamente por
personalidades ilustres, entre los que se encuentra el propio
Fidel Castro.

En el período investigado Carlos Rafael
Rodríguez escribió cientos de artículos
sobre diversos temas de la vida política, en Cuba y en el
mundo. Es un período coincidente con la guerra
fría, en el que el gobierno de
Batista sigue al pie de la letra el Macartismo y a la vez
maniobra en el sentido de tratar de insuflarle una visión
de supuesto apoliticismo a las instituciones
culturales cubanas, buscando entre otras cosas inmovilizar los
sectores de la intelectualidad como posibles opositores a su
régimen.

Por último una razón ineludible
para emprender la
investigación está en el hecho de que hoy el
futuro de la sociedad se dirime en los marcos de la
relación cultura
política, Martí
expresó: "Ser cultos es el único modo de ser
libres" (5), Fidel Castro ha agregado: "Sin cultura no hay
libertad
posible" (6).

El escenario mundial nos expone un cuadro en el
que la mayor superpotencia imperial de todos los tiempos,
Estados Unidos
de Norteamérica (EEUU), trabaja hace muchos años en
un proceso globalizador de una cultura hegemónica de signo
yanqui que conduce a la destrucción de las identidades
nacionales y culturales de los países y bloquea el acceso
a la universalidad en términos culturales.

Para impedir que el imperialismo
selle totalmente su dominación imponiendo definitivamente
esa cultura hegemónica, resulta necesario buscar opciones,
muchas de las cuales ya Carlos Rafael Rodríguez
había esbozado en otros momentos y contextos, pero que en
esencia son opciones que encuentran perfecto acomodo en nuestra
respuesta actual a la avalancha globalizadora que no podemos
bloquear con prohibiciones.

El tema de investigación responde al problema social
que generan las contradicciones entre el desarrollo del
pensamiento
político revolucionario cubano y el insuficiente conocimiento
que de este tienen los sujetos políticos para su
continuidad y las generadas en torno a las
pretensiones de la
globalización hegemónica en el campo de la
cultura y la necesaria búsqueda de referentes
teórico prácticos que guarden vigencia y puedan
contribuir a esbozar opciones de resistencia ante
ella, dentro del profundo legado del pensamiento político
revolucionario cubano de figuras como Carlos Rafael
Rodríguez. De la anterior problemática se dedujo el
siguiente problema de investigación científica:

  • ¿Qué concepciones teórico –
    prácticas de Carlos Rafael Rodríguez sobre la
    interrelación entre la política y la cultura
    devienen aportes en la lucha política de los
    revolucionarios cubanos en el frente cultural en el
    período de 1950 a 1962?

Los límites de
la investigación quedan establecidos al ubicar el objeto
de estudio en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez
entorno a la relación cultura – política, en
tanto el campo de acción
quedó centrado en el pensamiento de Carlos Rafael
Rodríguez entorno a la relación cultura –
política en el período de 1950 a 1962.

En el camino de dar solución a la
problemática social y al problema derivado se propone la
siguiente Idea a Defender:

  • Las concepciones teórico – prácticas
    de Carlos Rafael Rodríguez sobre la
    interrelación entre la política y la cultura
    devienen aportes a la lucha política de los
    revolucionarios cubanos en el frente cultural en el
    período de 1950 a 1962, con vigencia en la
    actualidad.

La investigación tiene como objetivos los
siguientes:

Objetivo General:

  • Fundamentar los aportes teórico –
    prácticos de Carlos Rafael Rodríguez sobre la
    interrelación entre la política y la cultura
    para la lucha política de los revolucionarios cubanos
    en el frente cultural en el período de 1950 a 1962, su
    significación y vigencia.

Objetivos Específicos:

  • 1. Valorar las concepciones martianas y marxistas
    sobre la cultura y la política como referentes
    teóricos en el pensamiento de Carlos Rafael
    Rodríguez.

  • 2. Analizar el proceso de transición de
    pequeño burgués radical a marxista, dentro del
    pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez.

  • 3. Operacionalizar el contenido del referente
    político de la cultura.

  • 4. Analizar el aporte teórico –
    práctico de Carlos Rafael Rodríguez a la lucha
    política de los comunistas cubanos en el frente
    cultural en el período de 1950 a 1962.

  • 5. Argumentar la vigencia de las concepciones de
    Carlos Rafael Rodríguez en el enfrentamiento a la
    globalización hegemónica en el campo de la
    cultura.

La novedad científica y la necesidad
social de la investigación se expresa en la
fundamentación de los aportes teóricos –
prácticos de Carlos Rafael Rodríguez sobre la
interrelación entre la política y la cultura, en
sus dimensiones artística, educacional e identitaria para
la lucha política de los revolucionarios cubanos en el
frente cultural en el período 1950 – 1962. Por otra
parte, las concepciones sustentadas por Carlos Rafael
Rodríguez, entorno a la interrelación en el
período señalado, devienen en referente
teórico – práctico para los sujetos
políticos en la actualidad, en su lucha por materializar
la continuidad del pensamiento revolucionario cubano, fortalecer
la identidad y
enfrentar las pretensiones de la globalización hegemónica en el campo
de la cultura, en tanto se pueden tornar en un instrumento que
permita estructurar, opciones de respuesta
ideopolítica.

La investigación es novedosa además
en el sentido de que contribuye al rescate y divulgación
del legado teórico – práctico de uno de los
principales dirigentes del Partido Comunista de Cuba a lo largo
de su historia. Con ella se demuestran hallazgos histórico
– teóricos de gran importancia para la historia del
pensamiento revolucionario cubano en el siglo XX, como la
demostración de que es Carlos Rafael Rodríguez, el
introductor y divulgador del pensamiento de Antonio
Gramsci en Cuba, figura que está considerada como una
de las que más aportó al desarrollo de la teoría
marxista en el siglo pasado.

La selección
del paradigma de
producción de conocimientos
–identificado por algunos autores como paradigmas
científicos- es necesaria para clarificar la
orientación o enfoque general que se ha asumido en la
investigación, en tanto este constituye el marco
teórico-metodológico utilizado en la interpretación de los fenómenos
sociales en el contexto de una determinada sociedad.

El Dr. Reinerio Lorenzo Toledo al abordar el término lo
define como:

"Patrón de la forma en que pensamos y vemos el mundo, y
en correspondencia con ello actuamos" (7).

Siguiendo la lógica
del concepto optamos
por un modelo
integral que algunos autores como el citado denominan como
paradigma emergente, dialéctico, marxista o
investigación total. En la investigación se utiliza
el término de marxista (8).

La suscripción a este paradigma presupone como es
lógico la utilización del sistema de
principios
epistemológicos que nos aporta la filosofía dialéctico materialista,
quienes sirven de punto de partida en todo el proceso de
búsqueda de la verdad objetiva, en un objeto y en un campo
en extremos complejos, contradictorios y dinámicos.

Para acometer la investigación se hará empleo de los
métodos
siguientes:

Como método
universal se considerará el dialéctico
materialista, que estará presente a lo largo de toda la
investigación.

Se utilizarán los métodos teóricos de lo
lógico y lo histórico, así como el
análisis y la síntesis,
la inducción, deducción, la abstracción y
concreción. Se potenciará el análisis
documental (lectura de
informes,
artículos, folletos, discursos)
para descubrir las concepciones principales que quedarán
sintetizadas en un cuerpo teórico.

Se hará uso del método empírico de
la entrevista,
sobre todo a personalidades que trabajaron o estuvieron junto a
él en el período estudiado.

Para la solución del problema científico se
dispondrá además de la base teórica de la
filosofía marxista-leninista, la culturología,
la ciencia
política y la historia.

La investigación, se adviene a las
propuestas que para el estudio de la evolución de los ideales nacional
liberadores y de emancipación social en Cuba, han
realizado las doctoras Olivia Miranda Francisco e Isabel Monal
(9).

La Tesis
está estructurada en dos Capítulos que se titulan
respectivamente: "La impronta martiana y marxista en las
concepciones de Carlos Rafael Rodríguez en torno a la
cultura y la política" y "El referente político de
la cultura en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez de
1950 a 1962". En el primero se realiza una valoración
sobre las concepciones martianas y marxistas sobre la cultura y
la política que devienen en referentes teóricos
para la conformación del pensamiento revolucionario de
Carlos Rafael Rodríguez.

En función de
la valoración se tratan de exponer la mayor cantidad de
ejemplos posibles de trabajos publicados por Carlos Rafael
Rodríguez y de referencias a su accionar teórico
– práctico dados por compañeros de lucha,
donde se demuestre la presencia de las concepciones martianas y
marxistas sobre la cultura y la política. En el primer
Capítulo se analiza además todo el proceso de
tránsito de un pensador pequeño burgués
radical a un pensador marxista.

En el segundo Capítulo se realiza una
operacionalización del contenido del referente
político de la cultura a través de consideraciones
teóricas, en un segundo Epígrafe se analiza el
aporte teórico – práctico de Carlos Rafael
Rodríguez a la lucha política de los comunistas
cubanos en el frente cultural en el período del cincuenta
al sesenta y dos. Por último en los dos Epígrafes
finales se valoran los aportes de Carlos Rafael Rodríguez
a la Reforma Universitaria de 1962 y se argumenta la vigencia de
las concepciones de éste para el enfrentamiento a la
globalización hegemónica en el campo de la
cultura.

Concepciones
Martianas de la cultura y de la Política

El pensamiento martiano en torno a la cultura es por su
riqueza inabarcable. Investigadores de esta temática como
Olivia Miranda (10), reconocen que un estudio exhaustivo de las
ideas martianas en torno a la cultura, requeriría prestar
atención a la producción literaria martiana – en la
significación más estrecha de estos términos
– y muy especialmente a sus trabajos de crítica. Obligaría, además, a
incursionar de manera mucho más profunda y omniabarcadora
en sus ideas sobre la educación, de gran
riqueza (11).

Cualquier acercamiento a las ideaciones martianas presupone
además en lo metodológico partir de periodizaciones
de su vida y obra que permitan aprehender, a partir del
método histórico de análisis, los nexos e
interifluencias entre las diversas esferas de la
producción espiritual en las que incursionó,
así como su práctica revolucionaria, requisito
insoslayable de un análisis lógico de su
pensamiento que devele su estructura
sistémica. El objetivo de la
investigación, es tratar aspectos esenciales de la
producción martiana, sobre todo sus trabajos de
crítica y sus ideas sobre la educación y la
identidad cultural, enmarcadas dentro de las dimensiones,
artística, educacional e identitaria de la cultura,
demostrando que sirvieron como referentes teóricos y
antecedentes para el análisis de ésta desde la
política, por parte de Carlos Rafael Rodríguez
durante el desarrollo de su pensamiento y sobre todo en el
período más aportativo en el tratamiento de esa
interrelación.

Se agregan además en este epígrafe el planteo de
ideas martianas referentes a la política expresada en
diversos contextos y situaciones que, junto a las anteriores,
permiten esclarecer mejor el verdadero alcance de su influencia y
confirmar el por qué fue posible que varias generaciones
de revolucionarios cubanos hayan transitado el mismo camino que
va de Martí a
Marx como
proceso de articulación lógico natural de
continuidad, ruptura y superación en los marcos de la
evolución de los ideales emancipadores en Cuba.

Existe un reconocimiento reiterado por Carlos Rafael
Rodríguez de que su pensamiento estuvo influenciado
inicialmente por el pensamiento martiano (12) lo que se corrobora
con innumerables ejemplos de su accionar revolucionario temprano,
entre los que se destacan la integración y dirección del directorio estudiantil
universitario en Cienfuegos (13), la difusión en el
periódico local "La Correspondencia" de los ciclos de
conferencia
impartidos por Medardo Vitier en Matanzas sobre Martí, en
la que no se limitó a reproducirlo sino que expresó
sus propias apreciaciones sobre la temática (14). En ese
periódico publicó además
artículos de su autoría, con valoraciones
íntegras sobre Martí como también lo hizo en
el periódico, "El País", de la Habana. Sobresalen
además como avales que corroboran, la creación del
Grupo Ariel
(15) y de las revistas "Juventud" (16)
y "Segur" (17). En todos los ejemplos, el inspirador principal
fue el héroe de Dos Ríos.

José Cantón Navarro afirmó que Carlos
Rafael Rodríguez asume de dos modos el legado de
Martí, interpretándolo y pregonándolo con
fidelidad y llevándolo a su propia práctica
revolucionaria (18).

En la presentación del Grupo Ariel ante la sociedad
cienfueguera, Carlos Rafael Rodríguez reconoció que
el legado martiano estaba por realizarse y que el grupo creado,
lo tomaría como ejemplo, fin y guía para su
actividad "¡¿ Y de dónde partir con
ánimo más claro que de este natalicio en que
el hombre
Martí se nos da todavía sin relaciones, en mera
esperanza, como entelequia que habría de desarrollar la
existencia más alta que América
ha tenido?¡. Parece que todos los anhelos nuestros deben
adscribirse a él y tomarle de ejemplo" (19).

Carlos Rafael Rodríguez siempre sostuvo que las obras
del maestro "marcaron su formación cultural y
política" (20) en tanto afirmaba también que su
lectura lo acompañaría para toda la vida (21).

Para todo investigador que incursiona en la obra martiana debe
ser punto de partida el conocer que los conceptos martianos son
nociones que se mueven en más de un plano de
significación y así sucede precisamente con los
conceptos de cultura y política que ocupan el centro de
atención en este epígrafe.

Martí siempre creyó en la autonomía
espiritual de Cuba, expresada en una cultura propia que se
traducía en el contenido de las poesías
y la leyenda creada por los poetas mambises en medio del combate.
En el Prólogo a "Los Poetas de la Guerra" (22)
está la exaltación de los bardos que no
sabían muy bien rimar, pero en cada combate
escribían la poesía
del heroísmo. Aquella forja de la cultura mambisa,
expresión de una etapa de rebeldía cultural de la
resistencia, nutrió el pensamiento de Martí
respecto a la identidad del mundo espiritual cubano.

José Martí propone una obra cultural donde el
pensamiento se desarrolle activamente en la creación de
valores
estéticos y éticos que eleven la espiritualidad del
hombre al goce
pleno de una vida identificada con su constante
perfeccionamiento. El mejoramiento humano es su objetivo primero.
En esto asume un concepto axiológico presente en la obra
de Emerson (23), quien tiene por divisa al hombre, en plena
armonía con el bien y la naturaleza,
esto último tan carente en modelos
económicos predominantes en la contemporaneidad.

En su objetivo cultural, el núcleo está en la
educación y Carlos Rafael Rodríguez lo reconoce
(24). Martí alertaba que de manera errónea "por
educación se ha venido entendiendo la mera
instrucción y por propagación de la cultura, la
imperfecta y morosa enseñanza de modos de leer y escribir"
(25). En esto se aprecia con claridad un hilo de continuidad que
nace en Félix Varela (26) con sus transformaciones en la
enseñanza y continúa con José de la
Luz y Caballero (27) en su propuesta "Contra teología,
física"
que reproducen y sintetizan en él, lo mejor de las
concepciones que sobre la educación se habían
aportado y que llegaban, ya sea por la influencia del magisterio
de Rafael María de Mendive (28) o por la de sus contactos
con el escenario cultural de la época.

Sin embargo es evidente como Martí supera en sus
concepciones sobre la educación, el pensamiento precedente
y contemporáneo suyo, tanto cubano como latinoamericano al
exponer una transformación radical en la educación
planteando:

"Que se trueque de escolástico en científico el
espíritu de la educación; que los recursos de
enseñanza pública sean preparados y graduados de
manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y
titular, la educación pública vaya desenvolviendo,
sin merma de los elementos espirituales, todas aquellos que se
requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del
hombre a las de la naturaleza. Divorciar al hombre de la tierra es
un atentado monstruoso" (29).

En su tesis de que el avance progresivo de la sociedad no
está condicionado solo a la acumulación de
conocimientos, sino a la conformación multilateral del
hombre y del medio social en que se desenvuelve, Martí
sitúa al trabajo como
un componente esencial en esa configuración multilateral y
como principal instrumento educativo, en su permanente
vínculo con el estudio, expresando un aporte que
revolucionó las concepciones pedagógicas de dentro
y fuera del país y conmocionó a los revolucionarios
cubanos con mayor vehemencia a partir de la década del
veinte.

El deber de la educación, para con el hombre, que
Martí consideraba un crimen no cumplir, era conformarlo a
su tiempo en
analogía con el universo y
llevarle por todas las vías, no solo a través de la
escuela como
institución formadora y socializadora, sino también
a través de la familia,
las organizaciones
sociales y políticas, entre otras, también lo mejor
de lo creado hasta ese momento, cuya síntesis totalizadora
lo proyectaran en una condición superior para enfrentar el
futuro: "Educar, decía, es depositar en cada hombre toda
la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre
resumen del mundo viviente, hasta el día que vive; es
ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y
no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a
flote; es preparar al hombre para la vida" (30).

En este recorrido incompleto por las ideaciones martianas en
torno a la cultura, deben tratarse al menos las que pudieran
considerarse como algunas de sus concepciones más
importantes dentro de su dimensión artístico
literaria, incluyendo sus apreciaciones sobre la crítica,
de mucho valor en la
investigación sobre Carlos Rafael Rodríguez, en
tanto él aseveró en más de una
ocasión a sus compañeros y amigos íntimos
que su vocación de siempre, frustrada en su continuidad
por los deberes patrios, aunque haya reconocido también su
interés
por ser físico – matemático o profesor
universitario, fue la de haber sido crítico de arte (31).

Carlos Rafael llegó a ejercer como crítico,
labor en la que comenzó a destacarse desde los diecinueve
años con sus trabajos en el diario "La Correspondencia de
Cienfuegos" (32), como expresión de continuidad en el
desarrollo de una nueva prosa ensayística representada
fundamentalmente en ese momento por Juan Marinello y Jorge
Mañach, que se caracterizaba por una toma de conciencia
literaria a la hora de considerar aspectos fundamentales de la
sociedad y rebasaba las lindes de la prosa periodística
que atiende más al qué decir para proyectarse al
cómo decir lo que había que decir. Sobre esta
característica presente en Carlos Rafael Rodríguez
en ese momento inicial de su obra, Ángel Augier
señala: ". ya posee un concepto del estilo, una
sensibilidad abierta a las posibilidades artísticas de la
prosa y una mayor profundidad crítica" (33). Sin dudas era
la presencia de la influencia martiana como escritor que el mismo
Carlos Rafael Rodríguez reconocía al aseverar que
la lectura
martiana tuvo además, del político y moral un
efecto literario en él con una influencia marcada en su
prosa inicial (34).

Carlos Rafael Rodríguez no se suscribe a todas las
posiciones estéticas de Martí, ni pretende
traspasarlas a su época aunque reconoce estar de acuerdo
con lo esencial, de la misma manera que admite ser marxista
– leninista sin identificarse con cada uno de los juicios
de los clásicos sobre la literatura y los escritores,
aclarando que este es un campo (arte y literatura) que va
más allá de los enfoques estrictamente
políticos y más allá de las posiciones
generales estéticas (35), por lo tanto su tratamiento
desde la política (en el que se profundizará
más adelante) requerirá de una sensibilidad
distintiva que Carlos Rafael Rodríguez poseía por
encima de otros dirigentes partidistas del período
neocolonial (36).

Lo que admiraba Carlos Rafael Rodríguez de las
concepciones martianas sobre los artistas y los escritores eran
sus aspiraciones a que su quehacer estuviera unido
intrínsecamente al quehacer de su momento, de su tiempo y
de las fuerzas revolucionarias a las que ese intelectual
estuviera unido, admiraba sobre todo que a Martí en el
escritor y en la literatura lo que le interesaba era lo que
pudiera ser mensurable como actitud ante
la lucha, ante la justicia y
ante la verdad (37).

Hay en las concepciones martianas sobre el arte y la
literatura una enseñanza que marcó la
posición definitoria para Carlos Rafael en sus
análisis sobre el arte y la cultura desde la
política y que se intenta fundamentar y ejemplificar
cuando se de tratamiento en un segundo Capítulo a aspectos
de su accionar práctico como la difusión de la
cultura como acción revolucionaria o la labor en
función de incorporar directa o indirectamente a lo mejor
de la intelectualidad cubana al necesario cambio social,
como premisa indiscutible para el desarrollo de una verdadera
revolución
cultural como preconizaba Martí y exige el marxismo como
regularidad para todo proceso de transformación
socialista, independientemente de peculiaridades nacionales y
momentos históricos diferentes.

En el enjuiciamiento que realiza José Martí a
Oscar Wilde (38) hay un reconocimiento a que como literato, en el
terreno de la pura estética, tuvo valores importantes a
considerar, sin embargo de manera integral lo valora
negativamente y no pudo ser de otra manera, asevera Carlos Rafael
Rodríguez (39) quien encontró muchas ideas valiosas
en la crítica martiana a Wilde que incorporó a su
propio pensamiento como enseñanzas, entre las que se
pueden mencionar, el hecho de que el escritor norteamericano
quiso buscar, la aceptación de los burgueses de su tiempo,
desde las expresiones más simples como fue la forma de
vestirse, hasta la de resucitar las ideas más
conservadoras que encontraran eco en ellos, bajo la
presentación de una aparente nueva literatura.

Carlos Rafael Rodríguez reproduce tres citas martianas
que caracterizan los defectos de Wilde y sus seguidores, de gran
impacto en él, por su vigencia. La primera referida a la
forma de presentarse en público "Ya enuncia su traje el
efecto de propaganda,
que no es tanto crear lo nuevo ( a lo cual Martí no se
opone – señala Carlos Rafael Rodríguez -) de lo que
no se siente capaz, como resucitar lo antiguo" (40). En
ésta Carlos Rafael Rodríguez ve como Martí
denunciaba a Wilde en su intento de reproducir lo anquilosado en
el pensamiento bajo una apariencia literaria nueva y
encontró además un parecido muy grande a ciertas
manifestaciones de mera extravagancia con las que muchos en su
propio tiempo y se puede agregar, en el presente también,
pretendieron que se les pudiera identificar como intelectuales
y creadores.

En la segunda cita "… yerran los estetas en buscar, con
peculiar amor, en la
adoración de lo pasado y de lo extraordinario de otros
tiempos, el secreto del bienestar espiritual en lo porvenir"
(41). Estaba claro el llamado a que no se buscara el bienestar
espiritual del presente, simplemente reproduciendo las creaciones
del pasado y soslayando las manifestaciones literarias de su
tiempo, de innegables valores, con lo que no se admitía el
desarrollo.

Por último, Carlos Rafael Rodríguez reproduce
una cita martiana a la que considera arma para enfrentar en su
tiempo a cualquier sectario del antiestetismo y puede
considerarse de validez en el presente, en tanto en la sociedad
cubana actual, aún reconociendo que se ha avanzado mucho
en esa dirección, se presentan no pocas manifestaciones en
que se arremete contra la crítica social por los artistas.
Dijo Martí: "deben los reformadores vigorosos perseguir el
daño en
la causa que lo engendra, que es el excesivo amor al bienestar
físico, y no en el desamor del arte que es su resultado"
(42).

Carlos Rafael Rodríguez incorporó a su acervo y
práctica esa concepción martiana que resulta
indicativa a la hora de valorar arte y cultura desde la
política, desde un pensamiento que pueda reconocerse como
revolucionario verdadero, cuando afirmó:

"Porque el pensamiento revolucionario verdadero consiste, en
materia de
cultura y arte, en no cerrarse a las innovaciones ni someterse a
ellas. En no ser súbdito, esclavo de lo nuevo, ni
permanente hurgador de lo viejo, sino en combinar lo mejor del
pasado con lo mejor del presente. Y estar siempre en esa actitud
martiana y revolucionaria" (43).

Con los ejemplos anteriores de punto de partida es posible
adentrarse en la faceta martiana de la crítica
literaria y artística en general, con un efecto
evidente sobre esa misma dimensión en la figura de Carlos
Rafael Rodríguez y sobre su propia labor como polemista,
revolucionario y agudo ensayista, con vigencia para todos los que
en la actualidad la desarrollan y difunden dentro de la sociedad
cubana.

La crítica literaria y artística en general
puede presuponer explícita o implícitamente un
efecto político, positivo o negativo sobre uno u otro polo
en las interrelaciones que se manifiestan entre los que la
ejercen, los que la reciben, y los que la leen, por lo tanto
cobra su tratamiento una gran importancia a la hora de valorar a
la cultura desde la política.

José Antonio Portuondo a quien Carlos Rafael
Rodríguez reconoce junto a Roberto Fernández
Retamar (44) como dos de los que más habían
trabajado la temática sobre Martí como
crítico de arte y literatura, destaca que Gustave Flaubert
(45) uno de los más grandes novelistas en el siglo XIX en
carta a George
Sand (46), le expresaba las características que
debía tener un verdadero critico, con las que se superaran
las limitaciones de los críticos y tendencias
críticas anteriores las que se resumen en sus
interrogantes "… ¿Cuándo (el crítico)
será artista, nada más que artista, pero
verdaderamente artista?. ¿Conocéis una
crítica que se interese de la obra en sí, que se
interese intensamente? Se analiza con gran sagacidad el ambiente
histórico en que surge la obra y las causas que la han
producido. Pero ¿Y la poética inconsciente?
¿Dónde está? ¿Dónde la
composición, el estilo y el punto de vista del autor? De
todo esto nada. Para una crítica de tal linaje, se
requieren gran imaginación y gran bondad, hablo de
facultad de entusiasmo siempre pronta, y luego, justo, cualidad
rara para los mejores, tanto que ni se habla de ella" (47).

Benedetto Croce, enuncia Portuondo, afirmaba que los conceptos
de Flaubert sobre la crítica solo se dan en ese
período en Francesco de Sanctis (48), sin embargo
había sido en gran medida ignorada por sus estudiosos la
condición de crítico eminente de Martí, en
los que también descollaron los ideales de Flaubert, como
los de Sanctis, con el que coincidió plenamente en cuanto
a su método de crítica que presuponía no
juzgar con el sentimiento las obras literarias (49), y tratar de
ver, deducir, analizar, presumir, explicar, y adivinar (50) en el
ejercicio de la crítica. En una situación
armónica con Flaubert, señalaba Martí:

"Júzgase al poeta por lo que sueña, no por lo
que escribe" (51).

Con lo anterior reproducía en su apreciación la
poética inconsciente, señalada por éste, a
la que hace referencia Portuondo. El llamado surgente, descrito
por De Sanctis al caracterizar al critico que sí posee el
sentido del arte, cuando expresa:

"… se exalta contemplando o leyendo; se coloca en la misma
situación del artista; ve todo lo que este ha visto;
reconstruye en su fantasía la obra poética; la
reconduce a su surgente, es decir, a la conciencia misma del
poeta, del cual adivina el concepto dominante. Y si posee una
verdadera originalidad (añade) determina el valor de la
obra de arte y del artista, examinados, juzgados en sí
mismos, y luego en relación con la historia y el tiempo"
(52).

Martí fue un crítico con sentido del arte, para
él: "La crítica es siempre difícil y solo
una vez noble: cuando señala defectos pequeños de
un carácter que vale más que sus
defectos; cuando, en vez de limitarse a débiles exigencias
de dramática, censura las ideas esenciales con alteza de
miras, e imparcialidad y serenidad de juicio" (53).

Toda su producción crítica está de
acuerdo con esas opiniones, lo que le valió para ser
nominado como un crítico excesivamente bondadoso con lo
que supuestamente perdía credibilidad en sus opiniones,
algo sin razón, pues en su crítica hasta en las que
exaltó la obra y el autor, no faltaron
señalamientos provechosos y en ocasiones arremetidas
demoledoras y negaciones (54).

Carlos Rafael Rodríguez admiraba en José
Martí su crítica con sentido del arte que fue
paradigmática para su propia obra crítica inicial y
en su accionar dentro del mundo intelectual cubano de los
años cincuenta, pues se convenció de lo negativo de
criticar sin poseer este sentido, en tanto ocasionaba un
sinnúmero de perjuicios a la sensibilidad de los creadores
que en las condiciones de extremas complejidades sociales y
contradicciones, lacera la unidad con ellos y los puede conducir
en una dirección políticamente equivocada.

En el tema de la crítica José Antonio Portuondo
sostiene que Martí desdeñaba la indagación
erudita en fuentes y
antecedentes, por considerarla insuficiente o pedante, sin que
fuera esto justificación para esconder una posible falta
de información para este tipo de
crítica, pues demostró con innumerables ejemplos
como el recuento sobre la "Iliada" era capaz de reunir sobre un
tema, todo cuanto se sabía de él en un
período y exponerlo con claridad (55).

Lo que le importaba a José Martí – según
Portuondo – no era lo prestado en el escritor, sino lo aportado
por éste, de propio y original, y no le interesaba tanto
de donde despegó, ni la búsqueda de sus defectos
como interés básico – práctica
presente en muchos críticos- sino el aporte
estético.

La anterior enseñanza Carlos Rafael Rodríguez la
hizo suya en sus trabajos iniciales de crítica como en el
caso de "Maroto, Cienfuegos y otras cosas" (56) donde
expresó "Permitidme que no asuma actitud crítica
ante su arte. Yo no sé de técnicas,
ni de viejas tendencias estéticas si lo supiera, tampoco
sería mi crítica desmenuzamiento de defectos, sino
exaltación de bellezas halladas" (57).

Se impone hacer referencia a lo que José Antonio
Portuondo, considera el momento más feliz de esta faceta
de la teoría literaria martiana, adelantándose al
criterio de su siglo. Se trata de sus análisis sobre el
realismo
crítico del siglo XIX (58).

La crítica martiana al realismo crítico
está contenida fundamentalmente en su trabajo "El Proyecto de
Guasp" (59), donde según Portuondo se describe toda la
trayectoria estética de Martí. Refiriéndose
a la escuela realista en sus análisis sobre el proyecto,
Martí daba sus apreciaciones sobre ésta cuando
señalaba "… no se limita a copiar lo que es malo:
exagera e inventa mayor maldad. No presenta con el mal su
inmediato remedio; cae en el error que el mal se cura con
presentarlo exagerado" (60), y más adelante expresaba:
"Así la escuela realista pone especial empeño en
presentar descarnadas y rudas todas las fealdades del ser vivo.
¿Será por eso completamente mala la escuela? Nada
es malo ni bueno en absoluto. Si por escuela realista se
entendiese la copia fiel de los deberes sociales, no para
justificar errores, no para darse el placer de presentar heridas
que perpetuamente vierten sangre sino para
aislar y provocar antipatías a los errores que se
presentan, y ver como se contiene la sangre que brota sin cesar
de los míseros vivos, fuera la escuela racional y justa y
cumpliría en el teatro su obra de
hacer bien" (61).

Carlos Rafael Rodríguez siguió a José
Martí en su valoración de que el verdadero justo y
racional realismo, sea copia fiel de los dolores sociales en
tanto sirva para compulsar a actuar contra ellos, al expresar:
"En la pelea diaria la denuncia de la explotación, de la
miseria, de la desigualdad, el llamado a la rebelión y a
la lucha, resulta más fácil con los métodos
creativos del realismo. Se logra un mensaje más directo y,
con ello, el ámbito de influencia resulta evidentemente
más amplio" (62).

Sin poder abarcar
toda la riqueza de la crítica martiana, debe destacarse su
criterio de que toda manifestación artística debe
ser un reflejo de su época y sobre esa base proyectar su
propio análisis crítico. "El teatro ha de ser
siempre, para valer y permanecer, el reflejo de la época
en que se produce" (63) "… teatro y época son dos ideas
análogas" (64) "… la literatura no es más que la
expresión y forma de la vida de un pueblo" (65).

Carlos Rafael Rodríguez en sus apreciaciones sobre la
literatura reeditó las concepciones martianas anteriores
al afirmar: "Para comprender la buena literatura, decía,
es indispensable ubicarse históricamente. Será
difícil entender a Proust, a Aragón, comprender el
Chicago de Bellow, adentrase en los personajes de Dostoievski, o
apreciar Fuente Ovejuna de Lope de Vega, si las distintas
épocas y las diversas circunstancias que son sus puntos de
referencia no forman parte de nuestro análisis y de
nuestro disfrute de la obra" (66).

Martí clamó por la identificación del
artista con su época y con su pueblo y Carlos Rafael
Rodríguez, identificado también plenamente con
estas ideas, le recomendaba a los escritores jóvenes "…
meterse dentro de la vida de su tierra y de su
pueblo, de sus trabajadores, y conocer sus problemas,
amasar sus dolores y sus esperanzas. Los grandes libros,
decía, no surgieron a partir de las letras, sino a partir
de la vida y de sus realidades" (67).

Una de las dimensiones de la cultura que hoy se ha convertido
en el más complejo y decisivo escenario del combate
político e ideológico, lo constituye la
identitaria.

En este contexto y teniendo en cuenta lo mucho que
aportó José Martí, a favor del necesario
desarrollo y fortalecimiento de la identidad
nacional y cultural de los pueblos latinoamericanos, como
parte de la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, se
expresan a continuación algunos momentos de su ideario que
Carlos Rafael Rodríguez no solo valoró en toda su
magnitud positiva, sino que incorporó a su acervo
cognitivo y a su práctica de difusor de la cultura como
acción revolucionaria, con lo que pudo enriquecerlas.

Citado por Carlos Rafael Rodríguez en uno de sus
discursos (68) sobresale el destaque martiano a la importancia de
la identidad nacional y cultural cuando expresó: "Toda
nación
debe tener un carácter propio y especial; hay vida
nacional sin literatura propia? ¿Hay vida para los
ingenios patrios en una escena ocupada siempre por débiles
o repugnantes creaciones extranjeras? ¿Por qué en
la tierra nueva americana se ha de vivir la vieja vida europea?
(69).

Siente y asume la postura martiana Carlos Rafael
Rodríguez al citar (70) esa faceta suya de denuncia a lo
que él llamó falsa erudición (71), lo
interpreta además de manera cabal en sus análisis
del libro
importado, vencido según Martí, por el hombre
natural (72), reconociendo que este lo que combate no es el libro
en sí al que nunca estuvo cerrado sino a "… la
influencia del libro importado que no encaja en las realidades
americanas" (73).

Se percata Carlos Rafael Rodríguez de que en los
análisis martianos de la relación entre lo nacional
y lo universal, entre lo identitario y la universalidad
auténtica, al tratar la relación de las nacientes
Repúblicas Latinoamericanas con el resto del mundo, sobre
todo con Europa, existe un
balance dialéctico que resulta necesario asumir y defender
y que se proyectó con vigencia hacia su propia
época y hacia el futuro, al afirmar:

"José Martí que ve desde Estados Unidos, la
importancia de la autoctonía de América como punto
de partida, como elemento esencial, no como elemento total…"
(74). No como elemento total, con esto Carlos Rafael
Rodríguez analiza que el planteo dialéctico, estaba
en que José Martí trataba por una parte de admitir
la esencialidad de la autoctonía como elemento decisorio
en materia cultural y de formación generacional "La
historia de América, de los incas
acá ha de enseñársenos al dedillo aunque no
se enseñe la de los arcontes de Grecia.
Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra" (75),
pero a la vez, sin excluir ni luchar contra el necesario acceso a
la universalidad y decía Carlos Rafael
Rodríguez:

"¿Quiere esto decir que nos cerremos en un criollismo,
en un latinoamericanismo infecundo? ¿ Quiere esto decir
que pongamos barreras entre Cuba y el mundo, entre América
y el mundo?. Nada estaría más lejos de José
Martí" (76). "Su concepción, expresaba, es
latinoamericana, pero al mismo tiempo universal. Recuerden que
fue él también el primero que en América
tuvo la audacia de decir que patria es humanidad" (77).

Uno de los grandes méritos de Carlos Rafael
Rodríguez como estudioso y difusor a lo largo de toda su
vida como revolucionario del pensamiento martiano, es su destaque
en la continua demostración, de la contemporaneidad
permanente del Martí revolucionario, ejemplo y maestro de
generaciones, de su ideario político, su destaque en
hacerlo próximo a cada nueva generación de
revolucionarios, con lo que se añade un primer argumento
en la admisión de considerar, las concepciones y el
accionar martiano en torno a la política, también
como referenciales en la propia formación y desarrollo del
pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez en esa
dirección.

En un contacto con jóvenes estudiantes de la universidad
decía: "José Martí está descubierto
ya como maestro de revoluciones desde hace mucho tiempo. Por
ello, lo que pretendemos esta noche es, simplemente acercar a ese
Martí a nuestra promoción universitaria de hoy, hacer que
cada vez resulte más próximo como revolucionario
cubano, americano y universal" (78) y afirmaba además
"Estoy seguro de que el
pensamiento martiano, analizado profundamente, nos llevará
por tanto, en todas las dimensiones extraordinarias de sus ideas
políticas a la contemporaneidad" (79).

Para Carlos Rafael Rodríguez, dentro de las
innumerables vivencias en la acción y en la obra de
José Martí que le atraían, a su decir, por
su apasionante actualidad dentro de las facetas diversas de su
pensamiento de dimensión universal, sobresalía una,
a la que consideraba indispensable para el
conocimiento de cada nueva generación de cubanos, el
Martí conductor político y organizador
revolucionario y subrayaba: "Pero quedará trunco el
Martí que nuestros jóvenes merecen y reclaman si no
atendemos, la vertiente decisiva de su personalidad
abarcadora, si dejamos fuera al conductor político, al
organizador revolucionario, al vidente en la historia de su
tierra y de las tierras de América" (80).

A lo largo de toda su vida como revolucionario Carlos Rafael
Rodríguez asumió, la diferenciación martiana
de la política como fundamento de las transformaciones
revolucionarias y la política como rejuego de
intereses.

Martí expresó: "… suele ser villanía la
política cuando decae a oficio" (81) y Carlos Rafael
Rodríguez afirmaba: "Yo francamente, puedo hablarle poco
de los políticos, porque no creo serlo; es decir, yo he
ejercitado la política por la vía de la
dedicación revolucionaria, y no soy lo que se llama un
político profesional, sino un revolucionario profesional"
(82).

Del modo martiano de concebir la política, Carlos
Rafael Rodríguez se vio influenciado sobre todo por el
basamento y orientación ética que
José Martí le daba y decía:

"Recibí a la vez, de Martí, un sentido eticista
de la política y del quehacer diario, que es evidente en
su obra y que años más tarde Cuba volvería a
encontrar en Fidel" (83).

"En Martí, la política es una zona de la cultura
y la cultura misma es consumada expresión humana al
servicio del
hombre. Al mismo tiempo el connotado sentido cultural del
discurso del
maestro y su enfoque sociocultural antropológico en la
asunción de la realidad, dimanan de su vocación
ética de servicio. Esto significa entonces que la
ética en Martí, es mediación central y
núcleo fundante de su pensamiento y acción. Y su
concepción de la política como todo quehacer del
hombre discurre por cauces ético – morales"
(84).

Carlos Rafael Rodríguez incorpora a su pensamiento y
acción política desde muy joven también a la
ética como núcleo fundante, lo cual puede
apreciarse en trabajos para la Revista
"Juventud" como: "La Política Mala" (85).

En el destaque de la continua demostración de la
contemporaneidad martiana, sobre todo en el magisterio de Carlos
Rafael Rodríguez ante las nuevas generaciones, sobresale
su realce al eticismo martiano que no se detiene en discusiones
sobre su origen aunque domina todas las corrientes que discrepan
en torno a él, sino que trata de hacerles saber "… que
para José Martí, en lo moral y en el mejoramiento
moral está una de las fuentes permanentes del desarrollo y
del crecimiento humano" (86) "pensar es servir" (87) decía
Martí y la " vida (…) misterio sereno de justicia" (88),
es decir, amor, solidaridad,
virtud y deber. "Política es eso, – afirmaba Martí
– el arte de ir levantando hasta la justicia la humanidad
injusta; de conciliar la fiera egoísta con el ángel
generoso, de favorecer y de armonizar para el bien general, y con
miras a la virtud, los intereses" (89).

Considera José Martí que " el gobierno es un
encargo popular: dalo al pueblo; a su satisfacción debe
ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus
aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el
poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y
que son únicas dueñas suyas" (90).

Un encargo popular, así veía Carlos Rafael
Rodríguez a la política y al gobierno en su
denuncia temprana de los males de Cuba Neocolonial, en
expresión a la traición de caudillos que escalaron
por coyunturas la cima política y se volvieron contra el
pueblo, traicionando sus intereses "Allá van –
decía Carlos Rafael Rodríguez – de la mano
codicia y ambición, danzando el baile de la muerte
sobre el cadáver de la patria. Allá va el
puñal oculto y la melosa voz, el que en la urgencia de la
crisis
formuló las promesas incumplidas. Allá va el
caudillo de brío a quien la gloria antigua de la guerra le
desbrozó el camino. Ellos mientras el pueblo trabajaba
paciente vivieron a su costa. De su impericia no podía
esperarse las leyes salvadoras.
Entraron al poder atados al compromiso y legislaron para su
provecho. El extranjero es su apoyo y sostén […]"
(91).

Hay en las concepciones políticas de José
Martí una enseñanza que reitera y perdura, el
imperativo de unir a todos los revolucionarios independientemente
de matices diferenciadores de cualquier tipo, que no pocas veces
se tornan para algunos esenciales, desembocando en ese mal
llamado sectarismo, Martí decía: "… ese
ridículo odio de los políticos pequeños a
todos lo que no forman en su propia bandería. Acá
no hemos de ser así, sino abarcar en igual amor a todos
los que de buena fe trabajan por la patria" (92).

Carlos Rafael Rodríguez además de destacar esa
cualidad martiana de constructor de la unidad en política,
la incorporó desde muy joven a su propio pensamiento y
acción, lo que se observa cuando percibe el sectarismo
anti – intelectual de los comunistas cienfuegueros a inicios de
los años treinta, pero sobre todo al descollar
según sus compañeros de lucha estudiantil, como
Ladislao González Carvajal y de estudiosos de su obra como
Ángel Augier, al jugar un papel decisivo en la
consecución de la unidad del Comité Estudiantil
Universitario, integrado por alumnos de diversas tendencias, que
fue vital para la reapertura de la Universidad en 1937,
considerada una victoria rotunda del movimiento
estudiantil cubano de la época (93).

La faceta antiimperialista y latinoamericanista martiana,
caló temprano y hondo en las concepciones políticas
de Carlos Rafael Rodríguez lo cual puede apreciarse en los
análisis vertidos por él en sus primeros trabajos,
en la sección fija de la Revista "Juventud", denominada
"Páginas martianas", entre los que se destacan:
"Obrerismo" (94) y "El Oro que nos
Mata" (95) o "Alrededor de América y desde su Centro" (96)
ubicado este último en el Periódico "La
Correspondencia".

La revalorización del pensamiento martiano por Carlos
Rafael Rodríguez tiene además de los elementos
aportativos señalados, uno que el investigador
Cantón Navarro advierte al expresar:

"… que es probablemente Carlos Rafael el primer cubano que
realiza un análisis objetivo, abarcador y convincente del
pensamiento social de José Martí, y en particular
del papel que este atribuye a los trabajadores y sus luchas por
la transformación de la sociedad" (97).

La valoración crítica de Carlos Rafael
Rodríguez sobre los voluminosos trabajos de Antonio
Martínez Bello a los que considera incompletos y excesivos
en tanto tratan de mostrar a un Martí orientado al
socialismo,
confirman el supuesto de Cantón Navarro con
relación a la primicia de Carlos Rafael Rodríguez,
en torno al análisis integral del pensamiento social
martiano y su visión sobre la clase obrera
(98).

Existe una plena coincidencia en numerosos autores marxistas
cubanos (99) en que las concepciones políticas de
José Martí fueron un referente teórico para
el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez como líder
comunista, lo que se puede corroborar a manera de
conclusión citando a Cantón Navarro cuando
asevera:

"… son numerosos los puntos de coincidencia en los programas y
objetivos de Martí y de los comunistas cubanos; la misma
intransigencia en la lucha por conquistar o defender la independencia
y soberanía, nuestra identidad nacional y
cultural; la misma práctica consecuente de la solidaridad
internacionalista, del latino americanismo liberador y del
antiimperialismo, idéntico reconocimiento de la igualdad de
derechos de todos
los hombres por encima de razas, nacionalidades, credos,
etcétera y repulsa a toda discriminación injusta y humillante, igual
desvelo por la participación real y efectiva del pueblo en
la dirección de la sociedad, como la forma más alta
de la democracia;
propuestas igualmente consecuentes para el desarrollo
económico, científico – técnico,
social y cultural de nuestros países, atendiendo a las
exigencias concretas de cada época; los mismos criterios
sobre el contenido, fines y métodos de la
educación; similares ideas conformadas en torno al
carácter y el papel del arte, la literatura y demás
manifestaciones culturales, la misma aspiración a una
sociedad basada en el trabajo de
todos, en la paz, la justicia y la prosperidad. Martí no
le dio nombre a esa sociedad nueva, pero previó su
instauración al final de la tercera etapa que según
él vivía la humanidad desde el triunfo de la
revolución
francesa y caracterizó con esas palabras" (100).

El
tránsito al marxismo en el pensamiento de Carlos Rafael
Rodríguez

Como se pudo valorar en el Epígrafe anterior el
pensamiento martiano, constituyó además del
referente teórico inicial más importante en la
formación del pensamiento de Carlos Rafael
Rodríguez, un ideario que lo acompañará toda
su vida y que le sirvió de base para acercarse muy
rápido al marxismo, en tanto admite que pudo encontrar en
este la conclusión racional de las ideas martianas
(101).

Carlos Rafael Rodríguez señala que en sus
inicios además de la influencia decisiva de Martí
en su pensamiento, resultó influenciado por Miguel de
Unamuno y por Ortega y Gasset (102) que marcaron dos
líneas en su formación intelectual, una
según él, agónica y apasionada coincidente
con el impulso martiano y otra más intelectual y
germánica, que representaba Ortega y Gasset (103) de quien
aprendió criticándolo y refutándolo por sus
posiciones conservadoras y de renuncia a la identidad en sus
primeros trabajos en "La Correspondencia" y la Revista
"Juventud"; no obstante reconoció valores dentro de obras
reaccionarias de éste como "La Rebelión de las
Masas", de donde extrajo esa apelación orteguiana de que
"sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender. Es el
deporte y lujo
específico del intelectual" (104) que Carlos Rafael
Rodríguez vio como parte de las actitudes ante
la vida que debían seguir los hombres de pensamiento y que
él mismo practicó.

Unamuno lo impresionó sobre todo por su rebeldía
e intransigencia y por su defensa de la identidad cultural y
nacional frente a cualquier intento extranjerizante, como
garantía que trasciende a la vida y a la muerte y como
sentido de la existencia humana, influencia que dejó clara
al citarlo con reconocimiento en su trabajo "Paralelo entre
Unamuno y Ortega y Gasset", después de destacar que el
vasco está enraizado en su tierra y desea que España
envíe al mundo un mensaje original en tanto arremete
contra los abogados de la europeización, entre los que se
encontraba Ortega y Gasset, con palabras de anatema al expresar:
"Y vosotros Bachilleres Carrascos del regeneracionismo
europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea,
con método y crítica … científicos, haced
riqueza, haced patria, haced arte, haced ciencia, haced
ética, haced o más bien, traducid sobre todo
kultura, que así mataréis a la vida y a la muerte.
!Para lo que ha de durarnos todo! (105).

Después de Martí, Unamuno y Ortega y Gasset,
Carlos Rafael Rodríguez, se reconoce tributario de muchas
corrientes provenientes de la lectura de José
Ingenieros, José Enrique Rodó, (106) Juan
Ramón
Jiménez, Ramón María Valle Inclan,
José Vasconcelos con el que sostuvo correspondencia, los
teóricos burgueses sobre el Estado como
Hans Kelsen, las literaturas europeas de Vanguardia
expresión de las nuevas corrientes de la época,
pero deja claro que en el centro de todas están Marx,
Engels y Lenin y de que "De ese tumulto de ideas y de
concepciones encontradas, – afirma – "salió, ya en 1932,
convencido del marxismo" (107).

Reconocerse un convencido del marxismo con 19 años, lo
que demuestra un tránsito muy rápido a la ideología revolucionaria, obedece a un
grupo de factores que él subraya en distintos momentos,
entre los que están: desde los valores
inculcados por su madre de rechazo a todo privilegio y
desigualdad, el apoyo irrestricto de ésta a sus protestas
contra el despotismo académico y sus propias inquietudes
académicas, en las que había cierta
tradición familiar y que lo llevaron a ser un lector voraz
sobre todo de José Martí desde muy joven, (108)
hasta el hecho de la atracción que podría brindarle
a cualquier joven toda tendencia proscrita, perseguida y
calumniada como el comunismo en su
época (109).

A lo anterior se suman además su incorporación
con solo 17 años a las protestas antimachadistas y las
influencias de compañeros de estudios como Orestes
Martínez (110) y de amigos como José Sanjurjo (111)
de militancia comunista, quienes le facilitaron las primeras
obras de Lenin, sobre todo el "Estado y la
Revolución", de la que reconoce en numerosas entrevistas,
haber tenido una influencia decisiva en su tránsito al
marxismo, pues le permitió de golpe que desaparecieran su
apego a interpretaciones burguesas del Estado y el Derecho, le
propició además una comprensión mejor de "El
Manifiesto
Comunista" (112), y le facilitó orientarse en la
esencia de los problemas de la isla y conocer con más
profundidad las raíces de clase de la sociedad cubana y
burguesa en general de su tiempo (113).

Junto al "Estado y la Revolución" dos libros del
escritor norteamericano Upton Sinclair, "Boston" y "Oil" (114)
que leyó casi
simultáneamente con la obra de Lenin, pueden agregarse
como factores influyentes en la rapidez del tránsito. El
primero constituyó su primer choque a su decir, con un
hecho de significación internacional y le causó un
efecto emocional al mostrarle la crueldad de las fuerzas
dominantes en Estados Unidos, que Martí había
denunciado, en tanto el segundo, también se articulaba e
ilustraba lo aprendido de Martí, esta vez sobre los
monopolios lo que facilitó su radicalización en
dirección al marxismo.

De estudiante pequeño burgués que
concluía el bachillerato, como él mismo se
autoproclamara (115) y como resultado de la acumulación
dialéctica de los factores señalados anteriormente,
se produce su abrazo con el marxismo en solo dos años
(1930 – 1931) lo cual se corrobora en sus primeros trabajos (116)
periodísticos en el diario habanero "El País", la
"Correspondencia" de Cienfuegos y en la Revista "Juventud" y es
admitido por él al referirse a ellos después de
casi cincuenta años de publicados (117).

La situación histórica que interrumpió
los estudios oficiales que realizaba posponiendo su ingreso a la
Universidad, permitió que fuera absorbido a su decir, por
el activismo revolucionario y por la buena lectura y lo
llevó además a entablar correspondencia con
destacados intelectuales y profesores universitarios opuestos a
Machado y reprimidos por su gobierno entre los que se destacan:
Juan Marinello (118), Jorge Mañach (119), Francisco Ichaso
y Manuel Navarro Luna.

Identificado con el marxismo ya desde antes de matricular en
la Universidad de la Habana en 1934, Carlos Rafael
Rodríguez no ingresa en el Primer Partido Comunista,
aunque colabora con él desde 1933 en Cienfuegos y
después de su entrada en la Universidad a través de
su militancia en el Ala Izquierda Estudiantil, organización que se hallaba bajo la
influencia del Partido Comunista. La posposición de la
entrada se debió en el caso de su estancia en Cienfuegos a
ciertas posiciones sectarias de los comunistas en esa ciudad
(120), en tanto en la Universidad según destaca Edith
García (121), tanto ella como él, no se
consideraban maduros para su ingreso y admitían, la
necesidad de profundizar más en el marxismo para
después solicitar su entrada, la cual se produjo a su
elección en un momento definitorio y de gran
represión a los comunistas, recién fracasada la
huelga de
marzo de 1935, con lo que ambos demostraron sus verdaderas
convicciones marxistas.

Se impone una vez descrita la forma, rapidez y profundidad con
que evolucionó su pensamiento hacia el marxismo, dilucidar
cómo lo asumió, teniendo en cuenta que algunos en
Cuba y en Latinoamérica lo hicieron de una manera
dogmática.

Pablo Guadarrama refiere en su bosquejo histórico del
marxismo en América
Latina (122) por ejemplo, que un rasgo característico
de la
personalidad de Mella y que también estaría
presente en otros marxistas latinoamericanos, fue mantener un
criterio propio sobre las transformaciones que demandaba
ésta región y sus diferencias sustanciales con la
realidad en que se había producido la revolución
socialista en la URSS y afirma que esta postura no se
asumió siempre y en ocasiones la copia de esquemas,
afectó sensiblemente la visión de algunos marxistas
de la región.

Con Mella y Mariátegui, al decir de Pablo Guadarrama,
el marxismo alcanzó una mayor raigambre latinoamericana y
fue utilizado como un verdadero instrumento crítico para
la comprensión y transformación de la realidad
concreta y sus estructuras,
de forma original y auténtica, alega además que por
su vasta cultura y su amplia manera de determinar las cosas desde
una perspectiva en esencia marxista.

Mariátegui ha sido considerado con razón como un
exponente del marxismo abierto (123) que se pronunció
contra aquellos que se dedicaban a exagerar interesadamente el
determinismo de Marx y contra los que querían encontrar en
él todas las respuestas e indicaciones a los nuevos
problemas del mundo contemporáneo, en especial
latinoamericano, por lo que señalaba "había que ir
más allá de Marx, conservando su espíritu y
proyección dialéctica" (124).

Carlos Rafael Rodríguez reconoce el haber transitado
por momentos de rigidez partidaria y posiciones dogmáticas
(125) de las que extrajo tanto desventajas como ventajas a su
decir, sin embargo en su pensamiento marxista, predominó
tanto el espíritu e impulso de Mariátegui (126),
como el de Mella, a los que no solo estudió sino que los
incorporó como referentes a su quehacer teórico y
en su propia práctica revolucionaria, no hay más
que ver para confirmar la veracidad de lo anterior sus trabajos
"El marxismo y la historia de Cuba" (127) sobre todo su
acápite "Marxismo no es economismo" y "Vigencia de Julio
Antonio Mella" (128).

En el primero como refiere Olivia Miranda (129) Carlos Rafael
Rodríguez se empeñó en dar continuidad a la
línea de pensamiento seguido por Mella y Villena en torno
a demostrar que el marxismo – leninismo no constituía una
concepción ajena a la sociedad cubana y que por el
contrario solo él podía aportar las claves
teórico – metodológicas para poder interpretar la
realidad nacional, en tanto se asumiera ésta teoría
sin dogmatismos y precisaba:

"Me enorgullezco de pertenecer, desde hace cuarenta
años, a aquellos marxistas que sostuvieron,
escudriñando más que otros, a Marx y Engels que la
superestructura no era un mero trasunto mecánico de la
base" (130). Y señalaba además "En todo este modo
de ver nuestra historia y el proceso de la cultura y el
pensamiento cubanos está implícito el esfuerzo, que
no creemos del todo fallido, de evadir el encuadre
dogmático – tan frecuente hace cuarenta años
– y de recuperar el método creativo que Marx y
Engels usaron en El Dieciocho Brumario y en Las guerras
campesinas, y que aparece diseñado – creemos que por
primera vez en la teoría de habla española –
en el ensayo
(1943) en que proponemos una escritura de
la historia de Cuba que utilice no las supuestas
categorías estériles de un marxismo esclerosado,
sino la forma vivaz, rica y bullente de los propios
clásicos" (131).

En relación con las transformaciones que demandaba la
región latinoamericana y sus diferencias sustanciales con
la realidad en que se había producido la revolución
socialista en la URSS, Carlos Rafael Rodríguez; al igual
que Blas Roca (132), asumió siempre la tradición
antidogmática de Mella y Mariátegui.
Refiriéndose a cómo la avalancha de textos y
documentos
provenientes del país de los soviets y de las conferencias
internacionales, conducían a asumir posiciones sectarias y
dogmáticas, expresó:

"Los libros decían, las tesis de las conferencias
internacionales del movimiento comunista proclamaban, que el
tránsito de la liberación nacional al socialismo
sólo podía lograrse bajo la dirección y
hegemonía de un partido de la clase obrera, con la
ideología del marxismo – leninismo. Era por ello, muy
fácil dejarse arrastrar por el mecanismo sectario y
dogmático, y no advertir a tiempo que el camino hacia el
socialismo había quedado abierto en Cuba por vías
excepcionales y que las disputas por una hegemonía
teórica resultarían antihistóricas y
absurdas" (133).

Mucho falta por esclarecer aún en esa dirección
apuntada por Carlos Rafael Rodríguez, en relación
con el daño que ocasionó al movimiento comunista
internacional, las pretensiones de hegemonía
teórica que caracterizaron el desempeño de la Internacional Comunista
(134) bajo la influencia del Partido Comunista de la URSS y al
desempeño de muchos de los dirigentes de ese partido,
después de la muerte de Lenin a las que se agregan las
escuelas de ciencias
sociales de ese país, las que se ufanaron por tratar
de fundamentar teóricamente las posiciones y puntos de
vista de estos últimos.

Debe destacarse que junto a las obras, primero de Lenin y
luego de Marx y Engels, estudiadas casi al unísono con los
trabajos de Sinclair, mencionados, se sumaron obras de escritores
liberales norteamericanos de la época como Scott Nearing,
Joseph Freeman, Waldo Frank y Lelard Jenks (135), muchas fueron
estudiadas por él directamente del inglés,
estas obras junto a las de Ramiro Guerra (136), lo familiarizaron
con las realidades del dominio
imperialista tanto en Cuba como en América Latina y le
completaron e ilustraron con ejemplos lo que para él
constituyó el verdadero estudio científico del
imperialismo, los trabajos realizados por Lenin en
relación a éste (137).

Carlos Rafael Rodríguez reconoce que si bien
trató de estudiar profundamente a Marx, iniciándose
con el estudio de dos de sus obras fundamentales, "El Manifiesto
Comunista" y "El Capital", no
considera haberlo abarcado completamente, le faltó tiempo
según él para enhebrar reflexiones útiles
sobre su pensamiento y reconoce que en Cuba en los años
ochenta se estudiaba a Marx de modo superficial y
mecánico, sobre todo en su dimensión
económica, temía además, convertirse de un
ortodoxo como a veces creía ser, en un mero repetidor de
lo ya dicho y escrito por otros (138).

Por otra parte al autocalificar a su propia obra como
polémica y combativa, admite haber dado en ella un espacio
mayor a Lenin (139) a quien veía más cercano en
tanto le tocó desarrollar el marxismo para analizar y
resolver los problemas contemporáneos a su propia
existencia; sin embargo decía que a pesar de su genialidad
y visión, Lenin era insuficiente para dar respuesta a la
dinámica social, lo que exigía de
todos la creatividad.

Resulta imprescindible valorar el lugar de Stalin, sus
concepciones y obras como referentes en el pensamiento de Carlos
Rafael Rodríguez, sobre todo porque tanto a él como
al resto de las más prominentes figuras del primer Partido
Comunista se les ha acusado desde la derecha e incluso desde la
izquierda, de que sus ideas siempre estuvieron permeadas por su
influencia negativa.

Para Carlos Rafael Rodríguez y sus
contemporáneos dirigentes comunistas cubanos, Stalin
llegó a estar casi junto a Lenin como constructor del
socialismo (140) y en ello confluyeron un grupo de factores que
no pueden soslayarse con interpretaciones formuladas
después de haber ocurrido el XX Congreso del PCUS (141) y
desde una distancia temporal de acumulación
dialéctica de conocimientos y experiencia en todas las
dimensiones de la ciencia y sobre todo de la
filosofía.

Stalin, pese a los ataques a su figura tanto por la propaganda
oficial de fuerzas políticas en el mundo, carentes de
prestigio alguno por sus posiciones imperialistas, lo que
ponía en entredicho cualquier viso de tomarlas en
consideración, como de personas honestas a las que la
historia dio razón, pero que podían muy bien
valorarse como equivocaciones inconscientes pues se
correspondían en alguna medida con el otro polo del
cuestionamiento, poseedor de un desprestigio evidente,
encarnó antes de conocerse en Cuba sus trágicos
errores, la figura más visible en la lejanía
admirativa de la URSS y de sus casi milagrosas realizaciones en
todos los campos, que provocaban de hecho simpatías
más que desencuentros. Por otra parte como afirmó
Carlos Rafael Rodríguez:

"En la medida en que un hombre puede simbolizar los esfuerzos
de un pueblo, un Partido y una dirección político
militar, Stalin lo hizo durante la segunda guerra
mundial en grado tal que sus adversarios tuvieron que
admitirlo" (142).

Carlos Rafael Rodríguez para quien el conocimiento de
los errores de Stalin constituyó el acontecimiento que
más lo impresionó y que más angustia le
ocasionó a lo largo de toda su vida (143), es del criterio
de que fue en Cuba donde se rompió con las relaciones de
subordinación del partido a las decisiones de la Tercera
Internacional bajo la égida de Stalin y que convirtieron
al Partido en una fuerza
subalterna que actuaba dirigida por la comisión del Caribe
de aquella Internacional, con un sometimiento casi total (144).
Por otra parte en el orden teórico, si bien en algunos
trabajos a partir de los años cuarenta, Carlos Rafael
Rodríguez citaba el muy criticado Manual de
Filosofía escrito por Stalin (145) y otras obras suyas con
lo que se puede introducir un elemento adicional de aguda
polémica, en el análisis de su forma de asumir el
marxismo, el tema de los manuales, como
vehículo para su difusión que se tratará
más adelante.

Carlos Rafael Rodríguez no se mostró de acuerdo
con la frase de que todo poder corrompe y el poder absoluto
corrompe absolutamente, sin embargo estuvo dispuesto a admitir
que pese a las diferencias de la democracia socialista con la
capitalista, la primera en tanto poder excepcional: "puede dar
origen a desviaciones peligrosas dentro de su propio
carácter y contenido democrático esenciales"
(146).

Resulta aportativo en los análisis que realizó
Carlos Rafael Rodríguez sobre Stalin no solo el hecho de
que se suscribe dentro de las profundas discusiones que se
abrieron en la dirigencia del Partido Comunista de Cuba
después del XX Congreso a una tesis apenas insinuada por
Palmiro Togleatti (147) que estigmatizaron los adversarios del
socialismo a contrapelo de las verdaderas intenciones de este, lo
que hizo que muchos dentro del movimiento comunista no la
aceptaron. La tesis expresaba que había por encima de los
elementos de personalidad señalados por Lenin (148) y el
entenebrecimiento de su carácter como consecuencia de
desarreglos sicológicos crecientes, algo en el propio
sistema que provocara posibilidades de actuaciones tan
repudiables.

Carlos Rafael Rodríguez afirmó: "No creo, sin
embargo, que hayan sido solo las características
personales de Stalin las que condujeron a ese dramático
período. Cuando Lenin precavía a los bolcheviques
contra aquellos rasgos negativos del carácter de Stalin,
estoy seguro de que tenía en cuenta las circunstancias en
que se iba a ejercer el poder por quien resultara su sucesor"
(149).

Avanzando más lejos que la mera insinuación de
Togliatti Carlos Rafael Rodríguez señaló un
grupo de factores entre los que estaba el hecho de que, " los
bolcheviques habían llegado a octubre llenos de
contradicciones originadas en la inmadurez de la teoría"
(150) e hijas además de un largo y nada fácil
proceso y por otro lado se conjugaban el asedio por la hostilidad
conjugada de todos los imperialismos con la
intensificación de la lucha de clases interna bajo la
forma de permanente guerra civil y que en esas condiciones, " se
requería por ello – de toda la serena firmeza y la
energía flexible de un Lenin para evitar que las
contradicciones fueran resueltas con métodos inadecuados y
que comenzara a ejercer la violencia no
solo contra el enemigo sino dentro de la revolución, como
hizo Stalin" (151).

Carlos Rafael Rodríguez precisó además
que en condiciones de circunstancias en extremo difíciles
y sitio de una revolución, no solo basta la
cohesión en la dirección sino un centro dirigente
cuya personalidad esté sin disputa por sobre sus
colaboradores y posea las dotes excepcionales mencionadas.

Una muestra de la
evolución de sus valoraciones sobre Stalin está en
la admisión de que los libros, trabajos y discursos de
Stalin con la excepción de su obra contra el trotskismo,
poseen simplificaciones teóricas excesivas, aunque
reconoce que no hay nada en ellos que lo pueda conducir al nocivo
ejercicio del poder en que incurrió o que lo explique,
aunque coincide con la crítica del propio Togleatti, que
señaló con acierto: "la falsedad de la tesis
Stalineana según la cual mientras más avanzaba la
construcción socialista más se
agudizaba la lucha de clases (152).

Por último, otro tema importante a la hora de valorar
la función divulgativa del marxismo realizada por Carlos
Rafael Rodríguez y el modo personal de
asumir esta teoría, es el tema del uso de los "manuales",
elemento de aguda polémica a inicios de los años
sesenta en Cuba (153).

Carlos Rafael Rodríguez, reconoció desde 1960
(154) que los "manuales" que se usaban se caracterizaban en
muchos asuntos por enfoques dogmáticos (155) y afirmaba:
"¿cómo ser en filosofía un buen marxista y
al mismo tiempo no ser dogmático? Personalmente estoy
insatisfecho con muchos de los libros que leo sobre
filosofía" (156).

Consideró por otra parte que el modo en que se
realizaba la formación de los economistas en los
países socialistas, estaba basado en análisis
apologéticos y era de un carácter muy general
(157).

Sin embargo era del criterio de que en Cuba no existían
personas en ese período capaces de hacer textos de un
carácter distinto y decía que:

"Se trata de una cuestión de maduración, y
todavía no hemos madurado lo suficiente, carecemos de la
vasta cultura que hay en otros países. Aunque tenemos un
enfoque más fresco porque somos un territorio virgen, un
territorio fresco" (158).

Tenía conciencia de lo negativo del problema en el
orden teórico y afirmaba:

"Queremos que este y otros muchos problemas sean resueltos de
una manera distinta" (159).

Muchos factores hacían que Carlos Rafael
Rodríguez no pudiera desembarazarse completamente de
aspectos de la lógica discursiva y textual de los manuales
soviéticos, sin embargo las ideas anteriores y otras,
expresión de un pensamiento en avance constante, superaba
el triple error del que partía según Isabel Monal,
el sentido dogmático y simple al que se vio atrapada la
teoría marxista en las décadas posteriores a los
sesenta: "La tendencia reduccionista y simplificadora de la
teoría a pesar de la complejidad y riqueza de la realidad,
la confianza excesiva en el propio saber y la
entronización de autoridades absolutas" (160).

Tampoco su pensamiento se vio signado en el sentido
dogmático, que refiere Fernando Martínez Heredia
cuando afirma que: "El dogmatismo implicaba mucho más que
libros de texto o
monografías, era la atribución de corrección
o maldad a todo pensamiento, previa a su ejercicio, que fijaba
posiciones alrededor de lo que existe y de lo que se debe
estudiar y discutir y ordenaba las opiniones generales que se
deben sostener en la política, la economía, la
educación, hasta la apreciación de las artes"
(161).

¿Cómo hacerlo?, se refería Carlos Rafael
Rodríguez a la forma de resolver de manera distinta el
tema de los manuales u otros problemas de la construcción
del socialismo y respondía: "será un problema de
hacerlo mediante el sistema de prueba y error, y es posible que
estemos cometiendo y tengamos que cometer otros muchos errores"
(162).

En la bibliografía pasiva consultada para la
investigación no aparece referencia alguna a la influencia
gramsciana sobre la formación marxista de Carlos Rafael
Rodríguez. Antonio Gramsci con su filosofía de la
praxis fue
acusado según Néstor Kohan: ". de idealista
vergonzante, solipsista, por los teóricos marxistas
soviéticos con lo que se le estigmatizó casi una
sentencia de muerte teórica que duró decenas de
años y se le aplicaba a cualquier corriente
filosófica que cuestionara o al menos problematizara la
absoluta objetividad de la naturaleza o de una materia en
sí al margen de sus relaciones con la praxis humana"
(163).

Un sinnúmero de importantes personalidades del
pensamiento marxista cubano de la actualidad como Armando Hart
(164), Raúl Valdés Vivó (165) o Fernando
Martínez Heredia (166) han reiterado el destaque de
Antonio Gramsci como uno de los pensadores que más
aportó durante el siglo XX al desarrollo del pensamiento
marxista, sin embargo el propio Fernando Martínez refiere
que Gramsci comenzó a difundirse en Cuba en los
años sesenta (167) y el investigador Aurelio Alonso
también lo enmarca en esa fecha (168) y señala
además que "existía un pensamiento en la esfera de
dirección política en el que predominaba la
corriente marxista ortodoxa. Dentro de los actores
políticos principales (lo que predominaba) era
fundamentalmente una posición ortodoxa, una
posición soviética. Eran la intelectualidad del PSP
o las inteligencias influidas por la difusión del marxismo
conformada desde el PSP" (169).

Carlos Rafael Rodríguez era uno de los intelectuales
del PSP en la época citada y en la presente
investigación se han expuesto sus criterios con respecto
al marxismo soviético, además de su reconocimiento
de haber caído en posiciones dogmáticas, sin
embargo se ha conocido que recibió influencia positiva del
pensamiento gramsciano mucho antes de cuando se estima que
Gramsci, se difundió en Cuba por primera vez ya que
él lo divulgó a través de su revista
"Dialéctica" al publicar de este autor "Benedetto Croce y
su concepto de la Libertad" nada menos que en 1947 (170) por lo
que hasta ahora va siendo él su verdadero introductor, –
al no ser que la ciencia histórica realice un nuevo
hallazgo.

El trabajo publicado tiene como era usual en la revista unas
notas y comentarios de Carlos Rafael Rodríguez (171) donde
este deja clara su posición con respecto al pensador
italiano. Decía Carlos Rafael Rodríguez:

"Las cartas desde la
cárcel o el confinamiento de figuras como Lenin,
Liebknecht Rosa Luxemburgo, son ahora antológicas, a ellas
habrá que añadir estas de Antonio Gramsci" (172).
Se refería a las que tratan sobre los análisis de
la Filosofía de Benedetto Croce. "Gramsci – afirmaba
Carlos Rafael Rodríguez – seguiría siendo
tras las rejas el conductor sereno, el analista preciso, ejemplo
de hombre y de escritores" "… nada expresaría mejor de
su personalidad que estas cartas sencillas" "… hechas casi a
la memoria,
desprovisto de todo aparato auxiliar que tan indispensable
resulta para las evaluaciones de éste género,
Gramsci demostró en ellas no solo su penetrante sentido
crítico sino la cultura profunda… "(173).

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