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El referente político de la cultura en el pensamiento de Carlos Rafael Rodríguez (1950–1962) (página 3)



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"Los juicios de Gramsci – valoraba Carlos Rafael
Rodríguez – han recuperado toda su vigencia. El
concepto de la
historia y de la
libertad de
Croce, entró nuevamente en acción
con el desplome del fascismo y hemos
podido comprobar la previsión admirable del líder
comunista" "… Para nosotros los apuntes de Gramsci cobran
excepcional validez" (174).

Carlos Rafael Rodríguez cerraba sus comentarios
diciendo que "con estos Dialéctica rinde homenaje a la
clase obrera y
el pensamiento
marxista cuyos sucesores están ahora abriéndole
camino en Italia a la
libertad verdadera" (175).

A manera de ser justo debe decirse que Carlos Rafael
Rodríguez y muchos de los intelectuales
y de personalidades relevantes como Blas Roca dentro de aquel
perseguido, calumniado y acosado PSP, no eran "focas amaestradas
del Kremlin como en una ocasión los catalogó
incluso una relevante personalidad
cubana en 1956" (176).

Edith García refiere que desde los años
cuarenta, se discutían en el seno de la dirección del PSP, trabajos de Gramsci y
nunca hubo ningún rechazo a sus posiciones pese a que
sabían que en la URSS no eran bien acogidas sus ideas por
el contrario tanto ella como Carlos Rafael Rodríguez lo
consideraban una fuente para estudiar el marxismo
(177).

Concepciones
marxistas sobre la cultura

Carlos Marx y Federico
Engels no dieron al concepto de cultura un
tratamiento específico y el estudio de sus obras aporta
que utilizaron el término en pocas ocasiones, algo que
halla explicación en el hecho de que sus trabajos
filosóficos y la mayoría de sus obras
económicas fueron escritos en un período en el que
el concepto de cultura apenas comenzaba a circular dentro de las
ciencias
humanistas europeas. Levi – Straus destaca que:

"La noción de cultura es de origen inglés,
puesto que debemos a E. B. Taylor en
"Primitive culture", Londres, 1871, la primera definición
de cultura, como, esa totalidad compleja que incluye conocimiento,
creencia, arte, moral,
ley, costumbre
y todas las demás capacidades y hábitos adquiridos
por el hombre como
miembro de la sociedad"
(178).

Por otra parte un grupo
importante de investigadores refieren que:

"La formulación de una concepción de la cultura,
realizada al menos en forma de boceto, está contenida
más bien en aquellos pasajes en que Marx no empleó
el propio término de cultura" (179).

No obstante lo anterior muchas de las tesis de la
concepción materialista de la historia expuestas por Marx
a lo largo de sus obras, sirvieron para que innumerables de sus
discípulos y continuadores, conformaran concepciones
encaminadas hacia la elaboración de una teoría
marxista de la cultura.

Resulta necesario aclarar que esta proyección objetiva
del conocimiento presente también en la realización
de intentos similares con respecto a múltiples esferas del
conocimiento y de la actividad humana, condujo en muchos casos a
la errónea visión que se le dio, sobre todo en
Europa del Este y
la antigua URSS a la obra de Marx, en el sentido de buscar en
ella una respuesta a todo y en todo momento. Muchas de las
apreciaciones del "Diamat" (180) trastocaron el marxismo en una
filosofía especulativa, al estilo de los
sistemas
filosóficos tradicionales existentes hasta el surgimiento
de este, algo totalmente distinto a lo que realmente
pretendían con su nueva propuesta filosófica, tanto
Marx como Engels.

Signadas en muchos momentos de su corpus teórico por el
defecto señalado anteriormente y sin obviar también
dentro de ellas ideas aportativas, surgieron en la antigua URSS y
los países socialistas este europeos, una
gnoseología, una ética, una
estética, una psicología, una
pedagogía y entre ellas la teoría
marxista de la cultura, que nos ocupa, llegando incluso hasta la
aparición de una teoría marxista del deporte.

Partiendo de que Marx no hubo de abordar mucho el tema y de
las desviaciones producidas, se impone retomar algunos de los
presupuestos
básicos de la concepción marxista de la historia
que permiten comprender mejor los fenómenos culturales y
posteriormente continuar tratando los aportes de otros destacados
intelectuales marxistas a la conformación de una
concepción materialista de la cultura de referencia
obligada al tratar el tema y cuyas ideas como las de Marx y Lenin
influyeron en la conformación de los puntos de vista de
Carlos Rafael Rodríguez sobre la cultura.

La concepción materialista de la historia aportada por
Marx y Engels permite tomar en consideración toda la
complejidad de los fenómenos de la cultura, así
como el carácter contradictorio de su esencia y
manifestaciones. En su obra "La Ideología Alemana" (181), ambos pensadores
expusieron el proceso real
de producción, a partir de la producción material de la vida inmediata y
concibieron la forma de intercambio correspondiente a un modo de
producción concreto y
engendrada por él, en sus diferentes fases, como el
fundamento de toda historia, a la que presentaron en su
acción en cuanto Estado y
explicaron sobre ella todos los diversos productos
teóricos y formas de la conciencia
social. Sobre esa base dilucidaron además, su proceso de
génesis y desarrollo, lo
que les permitió exponer las cosas en su totalidad por una
parte y a la vez ver la interdependencia entre los distintos
aspectos esenciales de la compleja y contradictoria vida social
que conforman esa totalidad.

Autores como Pablo Guadarrama y Nikolai Pereliguin siguiendo
esa línea de pensamiento, refieren que "el reconocimiento
de la validez científica de la teoría de la
formación económico – social (hecho que no es
exclusivo de los marxistas) debe conllevar a una serie de
consecuencias teóricas. En primer lugar, se hace necesaria
la diferenciación entre la cultura material y la cultura
espiritual de la sociedad, no obstante la unidad
dialéctica que se da entre las mismas" (182) y admiten que
ambas deben ser consideradas como dos formas de producción
social, en la que una de ellas, la material, desempeña una
función
determinante en última instancia, lo que según
ellos no debe conducir a una explicación simplificadora y
mecánica de esta interacción. Concluyen ambos autores,
destacando que si bien la cultura material se presenta como algo
espontáneo y directo a través de los
fenómenos de la vida cultural de una época dada,
siempre será el ingrediente sustancial de la cultura
espiritual y ninguna actividad artística o creativa en la
esfera espiritual es posible analizarla fuera del contexto del
modo de producción de bienes
materiales, ni
al margen de los intereses de determinadas clases
sociales (183).

Según otros autores marxistas, pueden extraerse de las
reflexiones de Marx dedicadas a la teoría del trabajo
productivo y la plusvalía, elementos valiosos para el
análisis de la cultura. Es precisamente en
estos trabajos donde empleó la definición de
producción espiritual o inmaterial, incluyendo en ellas
las acciones
intelectuales propias del desarrollo y transmisión del
saber, la creación artística y la actividad
moralizadora y religiosa (184) a las que no dio un tratamiento de
categorías asociadas al trabajo productivo creador de
valores de
consumo.

En su opinión, el creador de cultura puede hallarse en
una posición análoga a la situación del
obrero asalariado frente al patrón, si cumple la
función de productor en relación con cualquier
empresario, a
quien aporta ganancia con su propia actividad no pagada por
entero. Un empresario de este género
podría ser el redactor o el editor de una obra colectiva
que emplea por cuenta propia a los autores, o el propietario de
una escuela privada
que emplea a los maestros y organiza de esa manera una especie de
fábrica de enseñanza, sin embargo no existe una
correspondencia semejante con las relaciones propias del trabajo
productivo, entre la relación de los productores
científicos y artísticos y de todos los creadores
en general, por una parte, y sus receptores por la otra.

En el caso anterior todas las analogías con la
producción en el sentido propio son engañosas. "No
podemos decir que el artista produce buen gusto, el moralista
buenas costumbres y el médico salud" (185). Los llamados
valores espirituales, los trata Marx como fenómenos de una
categoría básicamente diferente y de distinto rango
de la categoría del valor creador
del trabajo productivo.

Marx les negó a las obras artísticas e
intelectuales el carácter de productos económicos,
pero no les negó su valor axiológico,
estético y reconoció sus funciones
sociales importantes, en esa dirección
escribió:

"Si una música es buena y el
oyente la comprende, entonces el consumo de la música es
algo superior al consumo del champaña, aunque la
producción de este último es trabajo productivo y
la creación de la música no" (186).

La opinión anterior debe, según el autor de
referencia, inducirnos a la reflexión sobre los complejos
principios de
jerarquización de los fenómenos sociales y
culturales en el sistema de Marx a
los que podíamos agregar que sus intereses teóricos
por la cultura no solo tuvieron una motivación
ideológica.

Dentro de la concepción materialista de la historia
pueden encontrarse referencias que conceptualizan a la
imprescindible comunicación cultural para los pueblos en
el orden colectivo e individual, como si estuviese reafirmando la
importancia de una verdadera globalización en el campo de la cultura y
que Carlos Rafael Rodríguez llamó en su tiempo el
ascenso a la universalidad (187).

Para Marx "La
comunicación cultural representa un tipo
específico de comunicación humana en la
creación, difusión e intercambio de valores
espirituales, en cuyo proceso tiene lugar la apropiación
sensible por el hombre y para
el hombre de la esencia humana y la vida humana." (188). "Este
tipo de comunicación demuestra que los sentimientos y
goces de otras personas se convierten en mi propio patrimonio"
(189).

Cobran una extraordinaria vigencia en la actualidad en el
enfrentamiento a la
globalización hegemónica en ese campo de la
cultura y a la penetración de esta en sectores importantes
de la creación artística en Cuba, las
referencias de Marx en torno a los
procesos de
enajenación estética, dentro de la
dimensión artística de la cultura ".la
producción capitalista es hostil a ciertas producciones de
tipo artístico, tales como el arte y la poesía"
(190). Y señalaba además "La propiedad
privada es únicamente la expresión sensible de que
el hombre se hace objeto para sí mismo y al propio tiempo
objeto ajeno así y deshumanizado, de que su
manifestación en la vida es su enajenación de la
vida, su incorporación a la realidad es su
desconexión de la realidad, una realidad ajena a él
– y proseguía – ". la propiedad privada nos ha hecho tan
estúpidos y estrechos de miras que consideramos que un
objeto es nuestro sólo cuando lo poseemos, es decir,
cuando existe para nosotros como capital o
cuando lo tenemos directamente, lo comemos, lo bebemos, lo
llevamos sobre el cuerpo, vivimos con él, etc..en una
palabra cuando lo consumimos.Así pues, todas las
sensaciones físicas y espirituales son reemplazadas por la
mera enajenación de todas estas sensaciones: por el
sentido de la posesión "(191).

Siguiendo la lógica
anterior de pensamiento Marx responde a la interrogante de
qué suerte le depara el capitalismo al
arte , afirmando que en la sociedad burguesa tiene lugar la
enajenación de la sensibilidad estética , pues el
sentimiento, que es presa de la dura necesidad práctica
posee sólo un sentido limitado y afirmó " . El
hombre abrumado de preocupaciones es insensible al
espectáculo más hermoso, el comerciante de minerales no ve
sino el valor mercantil y no la belleza y la naturaleza
singular del mineral, no tiene sentido mineralógico "
(192).

La obra de arte se convierte en un objeto de compra venta, en
mercancía y se convierte además en portadora de
rasgos y particularidades ajenas a su naturaleza original, algo
que ocurre en la sociedad cubana de hoy en muchos creadores que
dentro de los marcos de la situación de crisis
económica, se sumergen en la contradicción
arte-mercado y al
salir a la superficie, lo hacen con un sentido casi absoluto de
mercantilización de su obra que hace que el artista
sacrifique valores estéticos por tal de hacerla
comercializable, con lo cual ésta se desnaturaliza, cual
si vivieran en una sociedad capitalista.

La obra de arte convertida en mercancía en el
capitalismo, llevó a Marx a la conclusión expresada
anteriormente, de la actitud
orgánicamente hostil de la sociedad burguesa y de sus
relaciones económicas hacia el arte, hacia la sensibilidad
estética ,el verdadero arte no puede existir en esa
sociedad sino es en oposición a ella o
convirtiéndose en su propio sucedáneo.

Por último y sin pretender que pueda ser abordada toda
la riqueza que contienen las ideas de Marx y Engels dentro de la
concepción materialista de la historia para el
análisis científico de la cultura, se puede extraer
de ésta otro principio de validez contemporánea y
futura en los análisis de la temática, el de la
historicidad que presupone valorar cada manifestación de
la vida cultural en relación con las condiciones
histórico-concretas en que se da y desarrolla.

Lo anterior presupone tener en cuenta no sólo la
formación económico social en la que se da, sino
además la época histórica específica,
la región del mundo, el país, la especificidades
del pueblo portador del proceso cultural valorado, y de su
trayectoria cultural más o menos remota , entre otros
factores, lo que permite cumplir lo más cercano posible a
la exigencia de los clásicos de abarcar el objeto en su
totalidad, sobre todo en el tema que ocupa, los fenómenos
culturales de enorme riqueza y multilateralidad, algo que
apreció Carlos Rafael Rodríguez ya desde la
lejanía de un joven identificado con este principio cuando
afirmó en su primer discurso
ensayo "
Vastas conexiones tiene este vocablo cultura " (193).

Lenin siguiendo la trayectoria de la concepción
materialista de la historia aporta elementos de gran valor en el
análisis de los problemas
culturales sobre todo después de que los Bolcheviques se
hacen del poder. Para
él "sólo se puede comprender cabalmente el proceso
de desarrollo de la cultura si se le aborda desde el punto de
vista marxista, es decir, desde el punto de vista de la lucha de
clases, si se confrontan las consignas con los intereses y con la
política
de clase y no con los principios generales, las palabras
rimbombantes y las frases hueras" (194). Esta valoración
resulta cierta si vemos la cultura en su sentido más
amplio tanto en el plano material como espiritual de las sociedades
divididas en clases, donde indudablemente posee de un modo u otro
un carácter clasista, aunque esto no debe presuponer que
cada una de sus expresiones de manera aislada lo evidencie.

"En la actualidad, expone Pablo Guadarrama, después del
derrumbe del Socialismo en
Europa se ha hecho usual considerar que la cuestión de la
estratificación social y sus efectos sobre cualquier tipo
de fenómeno inherente al desarrollo social
resultan obsoletos. Pero la realidad es algo testaruda y a pesar
de la tendencia prevaleciente en muchos sectores intelectuales,
incluso anteriormente marxistas o de izquierda, de estimular la
actitud evasiva del avestruz, la fuerza de los
acontecimientos impone el hecho de que una adecuada
justipreciación de todos los factores que están
imbricados en el estudio de la cultura y sus manifestaciones,
demandará de alguna forma no desestimar de manera absoluta
el factor socio clasista" (195).

Guadarrama refiere además que la libertad en todas sus
manifestaciones, es decir política, económica,
religiosa, etc., concebida como la posibilidad real de
actuación, dadas las circunstancias objetivas que lo
permitan; con adecuado conocimiento de las relaciones existentes
entre los fenómenos, es uno de los contenidos
básicos que permiten la comprensión de un hecho
cultural de donde se desprende que cualquier análisis del
desarrollo concreto de la cultura de algún modo
tendrá necesariamente que enfrentarse también a la
cuestión de la lucha de clases (196).

Lenin respondiendo a las acusaciones del bundista (197)
Lidman, sobre sus criterios acerca de la cultura internacional en
los que según él, Lenin negaba las formas
nacionales en la cultura internacional, expresó: "En
efecto estimado bundista, la cultura internacional no es
innacional. Nadie ha afirmado lo contrario. Nadie ha propugnado
una cultura a secas, que no sea ni polaca, ni hebrea, ni rusa,
etc. (198) Y más adelante afirmó que "En cada
cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados,
elementos de cultura democrática y socialista, pues en
cada nación
hay una masa trabajadora y explotada, cuyas condiciones de vida
engendran inevitablemente una ideología democrática
y socialista. Pero en cada nación
existe asimismo una cultura burguesa (y, además, en la
mayoría de los casos, ultrarreaccionaria y clerical) y no
simplemente en forma de "elementos", sino como cultura dominante"
(199).

El bundista – refiere Lenin ". se expresa aquí
como un burgués, cuyos intereses todos reclaman que se
difunda la fe en una cultura nacional por encima de las clases"
(200) y aclara su posición, tergiversada según
él por palabras hueras del hebreo, al afirmar que "Al
lanzar la consigna de cultura internacional de la democracia y
el movimiento
obrero mundial, tomamos de cada cultura nacional sólo sus
elementos democráticos y socialista y los tomamos
única y exclusivamente en oposición a la cultura
burguesa y al nacionalismo
burgués" (201).

Las anteriores enseñanzas leninistas, fueron tomadas de
maneras recurrentes por Carlos Rafael Rodríguez en muchos
de sus trabajos, como por ejemplo, "Varona: Balance de un
centenario" (202) y su discurso ensayo en el Acto de Clausura de
la Celebración por el 250 Aniversario de la Ciudad de La
Habana, donde afirmó, " En toda cultura, dijo Lenin, van
implícita en realidad dos culturas contradictorias: la de
las clases dominantes de su tiempo, que se niegan a sucumbir y
emplean el arte, la educación y
la ciencia
como instrumento de supervivencia, y otra cultura nueva que
avanza inexorablemente. Cuando hablamos de la herencia cultural
cubana y la necesidad de aprovechar lo mejor de todas las
épocas, es esa cultura, la cultura progresista, la que
reclamamos como nuestra" (203).

En Lenin a manera de resumen, pueden encontrarse aportes en el
tratamiento de los temas de la cultura en sus diversas
manifestaciones en el socialismo y en la política cultural
a seguir, con enfoque desde las posiciones del materialismo
histórico que se ejemplifican a
continuación:

Sus propuestas y acciones para lograr la incorporación
de los intelectuales y especialistas burgueses a las
transformaciones socioeconómicas y culturales del nuevo
poder soviético (204), sus concepciones sobre los rasgos
negativos de la vieja escuela burguesa en la formación de
las jóvenes generaciones, pero a la vez la necesidad de
tomar de ella una suma de conocimientos de lo que es consecuencia
según él, el comunismo (205),
la idea de que ". sólo se puede crear una cultura
proletaria conociendo con precisión la cultura que ha
creado la humanidad en todo su desarrollo y
transformándola" (206) y de que ". la cultura proletaria
tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de
conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la
sociedad capitalista, de la sociedad terrateniente, de la
sociedad burocrática" (207).

Para Lenin "Sólo se puede llegar a ser comunista cuando
se enriquece la memoria con
el tesoro de ciencia
acumulada por la humanidad" (208).

La defensa por Lenin de la creación libre por los
artistas, según su ideal como una expresión de la
liberación de éstos de las ataduras mercantiles
(209).

Su determinación de que ". Para que el arte pueda
acercarse al pueblo y el pueblo al arte, debemos en primer
término elevar el nivel de instrucción general y de
cultura" (210).

Por último y sin poder abarcar todo el rico pensamiento
de Lenin sobre temas culturales que presupone seguir
profundizando en la enorme importancia que le concedía a
la revolución cultural y en sus apreciaciones
de que la cultura burguesa más avanzada en los
países de occidente daría la posibilidad de
acelerar después de la victoria la realización real
y plena del socialismo, se impone destacar una enseñanza
suya que señaló Lunacharski y que perdurará
por siempre como ejemplo a imitar por los dirigentes
revolucionarios, el hecho de que jamás hizo ideas
directrices de sus simpatías y antipatías
estéticas, algo que por lo general ocasiona un daño
político. Carlos Rafael Rodríguez siempre tuvo
presente esa enseñanza (211).

El resto de los elementos aportativos de Lenin
señalados anteriormente, se reproducen también en
la obra de Carlos Rafael Rodríguez, por citar ejemplos, se
pueden consultar entre otras, sus apreciaciones sobre la escuela
burguesa y la nueva escuela socialista y sobre el papel de la
cultura y la educación que datan
incluso de trabajos escritos por él en su época de
adolescente (212).

José Carlos Mariátegui, uno de los pilares del
marxismo latinoamericano en su expresión más
creativa (213) y cuya influencia en la formación como
marxista de Carlos Rafael Rodríguez se ha destacado
anteriormente, contribuyó en la labor de ir superando las
definiciones abstractas y desvinculadas de las formas reales en
que se manifestaba la cultura, o lo que es lo mismo, la necesidad
de difundir una comprensión más dialéctica
de la misma que expusiera una valoración más
completa y acertada, afirmaba Mariátegui, "no se piensa en
la cultura reinante en la época del capital disfrazado de
liberalismo,
cultura de diletantes exclusivistas, huerto cerrado donde se
cultivan flores artificiales, torre de marfil, donde se guarda la
ciencia muerta en los museos, se piensa en la cultura social
ofrecida y dada realmente a todos y fundada en el trabajo:
aprender es no sólo aprender a conocer, sino igualmente
aprender a hacer. No debe haber alta cultura porque sería
falsa y efímera, donde no hay cultura popular" (214).

El trabajo referido de Mariátegui fue estudiado y
elogiado por Carlos Rafael Rodríguez dentro del circulo de
intelectuales cienfuegueros, Mariátegui forma parte de una
trilogía de héroes en su iniciación que
según Carlos Rafael Rodríguez (215) lo inclinaron
definitivamente hacia la militancia revolucionaria.

Fernando Ortiz (215), de quien fue Rubén
Martínez Villena su secretario, al igual que Pablo de
la Torriente Brau, fue considerado por Juan Marinello el tercer
descubridor de Cuba y si bien no fue un marxista, sus
análisis de la cultura tuvieron un enfoque materialista y
una influencia considerable sobre la intelectualidad
revolucionaria cubana en la primera mitad del siglo XX. Para
él: "La cultura es la patria, pero la patria sin cultura
no podrá erguirse de esta puericia en que yace ni
podrán sus hijos privados de posibilidades para
expansionar sus conciencias y enlazar libremente sus
energías, asumir la plenitud de las responsabilidades
públicas y darse los destinos que les dice la soberanía democrática de la
nación, que sus padres soñaron y por los que
quisieron morir" (217).

Conceptualizó además a la cultura, como cultivo,
trabajo, labrantío, siembra para la cosecha y fruto, como
superación humana, afirmaba además que, "no hay una
cultura sino varias. Todo individuo
tiene su cultura, más o menos poderosa, para su lucha por
la vida. Todo pueblo tiene también su cultura propia en la
cual están insertas y vinculadas las culturas individuales
y las relaciones sociales que dan cohesión y organicidad
al grupo humano, dotándolo de una fuerza colectiva para la
vida común" (218) y más adelante expresaba:

"La cultura es algo estructural, algunos hasta dicen que
orgánico. Es un mecanismo de cooperación integral.
Toda cultura es un complejo sistema de instrumentos,
hábitos, deseos, ideal e instituciones
por medio de la cual cada grupo humano trata de ajustarse a su
ambiente
siempre cambiadizo, y de mejorar la satisfacción de sus
necesidades, personales y sociales, por fortuna crecientes"
(219).

Si bien dentro de los objetivos de
la
investigación no está el presentar el complejo
cuadro que se da en las disquisiciones teóricas en torno
al concepto de cultura dentro de las ciencias
sociales en general, ni en las marxistas en particular, las
apreciaciones conceptuales de Fernando Ortiz son dignas de
tenerse en cuenta en cualquier ejercicio de esclarecimiento
teórico y búsqueda de la verdad sobre la
temática en la Cuba de hoy.

En Fernando Ortiz sin embargo lo más sobresaliente como
influencia para esclarecer lo aportativo de Carlos Rafael
Rodríguez en el tratamiento de la cultura desde la
política, se debe buscar en la diversidad de trabajos
donde queda reflejada la dimensión identitaria de la
cultura que Villena al referirse al sabio resaltaba al afirmar
que:

"Sus imágenes
son netamente cubanas; es nuestra flora y nuestra fauna y nuestro
pueblo con sus costumbres y modismos los que le sirven para
ilustrar hasta sus disertaciones académicas (220).

Toda exposición
que se pretenda hacer sobre las concepciones marxistas de la
cultura tienen que hacer referencia necesariamente a las
concepciones de Gramsci, quien al decir de muchos investigadores
como Pablo Guadarrama, ". enriqueció al marxismo con sus
profundas valoraciones sobre la cultura" (221). Sobresale en
él según este autor, una serie de recomendaciones
metodológicas que tienen plena validez a la hora de
enjuiciar el problema de la tipologización de las culturas
a través de un acertado procedimiento
dialéctico que permite comprender mejor la
correlación de lo universal y lo singular en el devenir de
éstas. De ellas se puede escoger por su coincidencia con
un análisis hecho por Carlos Rafael Rodríguez sobre
el folclor latinoamericano, y por su importancia y plena vigencia
en el enfrentamiento a las diversas tendencias nacionalistas y
particularistas que se dan en el estudio de las culturas de los
pueblos, la siguiente: ". Encontrar la identidad real
bajo las aparentes diferencias y contradicciones y encontrar la
sustancial diversidad bajo la aparente identidad es la más
delicada, poco comprendida y sin embargo esencial
condición del crítico de las ideas y de lo
histórico del desarrollo" (222).

En la culturología latinoamericana contemporánea
refiere Guadarrama, se hiperbolizan valores que encierran las
manifestaciones culturales de esta región, a
propósito, Carlos Rafael Rodríguez criticando,
posiciones dogmáticas en la aplicación de la
política cultural de la revolución, y en la que se
deja ver claramente lo que puede ser una huella gramsciana de
influencia sobre él, o por lo menos la coincidencia de
análisis dialéctico entre los dos pensadores,
salvando épocas, señala:

"A veces, y debo confesarlo, me encuentro compañeros
para los cuales la aplicación de los acuerdos del Congreso
de Cultura se reduce a escuchar o hacer reproducir música
folclórica latinoamericana. No se trata de eso, no se
trata tampoco de no escuchar música folclórica
norteamericana, ni se trata de dormirse en un folclorismo
pasatista. En definitiva, ¿qué cosa es el folclor
latinoamericano sino una confluencia de lo indígena, lo
europeo y lo africano? ¿De dónde salen las cuecas,
las vidalitas, los valsecitos peruanos; qué son sino
valses de pasito corto tocado con arpa, que vienen de fuera?
¿Qué son los tamboritos panameños, o los
merengues, o nuestra rumba, o nuestro son, sino una confluencia
de lo negro, lo español y
un acento nuevo que produce lo criollo? Nuestro punto guajiro,
por ejemplo, y nuestros pregones, ¿de dónde vienen?
No tienen ninguna autoctonía exclusiva. Tienen un
ingrediente cubano pero tienen una raíz española,
isleña (de las Islas Canarias), mediterránea, y
– como ha insistido alguien que es muy cercano – hay
en ellos elementos árabes fácilmente perceptibles.
De modo que ponerse a especular acerca de que eso sólo es
lo cubano y que lo demás no lo es, es dormirse en el
pasado, lo cual no quería Martí,
ni quiere la revolución
cubana" (223).

Gramsci, estaría orgulloso de ver aplicadas así
sus recomendaciones dialécticas e indudablemente
colocaría a Carlos Rafael Rodríguez en el selecto
grupo de los que reúnen según él, la
más delicada, poco comprendida y sin embargo esencial
condición para ser crítico de las ideas.

Gramsci llamaba a " .perder la costumbre y dejar de concebir
la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre
no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que
hay que rellenar y apuntalar con datos
empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él
tendrá luego que encasillarse en el cerebro como las
columnas de un diccionario
para poder contestar, en cada ocasión, a los
estímulos del mundo externo" (224), esa forma de cultura
la consideraba dañina especialmente para la clase obrera y
afirmaba que ".solo sirve para producir desorientados, gente que
se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en
la memoria cierta
cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión,
para levantar una barrera entre sí mismo y los
demás" (225). Consideraba a esa práctica
"intelectualismo cansino" y destacaba su nocividad para la
actividad social en tanto pedía reaccionar contra ella y
le oponía su propia noción de cultura a la que
concebía como ". cosa muy distinta. Es organización, disciplina del
yo interior, apoderamiento de la
personalidad propia, conquista de
superior conciencia por la cual se llegan a comprender el valor
histórico que uno tiene, su función en la vida, sus
derechos y sus
deberes. Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y
reacciones independientes de la voluntad de cada cual, como
ocurre en la naturaleza vegetal y animal, en la cual cada
individuo se selecciona y especifica sus propios órganos
inconscientemente, por la ley fatal de las cosas. El hombre
– decía – es sobre todo espíritu, o
sea, creación histórica, y no naturaleza"
(226).

En Gramsci hay toda una teoría sobre el vínculo
entre el desarrollo de cualquier fenómeno cultural y la
dialéctica intelectuales – masas (227), digna de
estudiarse por su vigencia actual al igual que sus apreciaciones
con numerosos elementos aportativos sobre; la formación de
la diversas categorías de intelectuales, los
orígenes de la literatura y la
poesía, la literatura comercial y sus papel en la
sociedad, lo interesante en el arte, ¿qué se debe
entender por científico?, la crítica
a las apreciaciones librescas del concepto de cultura, entre
otros aspectos (228).

Dentro de los enfoque conceptuales sobre la cultura
señala Guadarrama que: "Durante mucho tiempo en
época de la Unión Soviética fue difundido en
la literatura filosófica entonces predominante, el enfoque
axiológico para la definición de la esencia de la
cultura" (229) en la que se consideraba a ésta, "como el
conjunto de valores materiales y espirituales creados y que se
crean por la humanidad en el proceso de la práctica
sociohistórica" (230). Este enfoque valoró el autor
villaclareño, tiene un grupo de limitaciones (231).

Carlos Rafael Rodríguez definió que: "La cultura
no es otra cosa que un repertorio de ideas y realizaciones"
(232), connotando así según Guadarrama los
componentes materiales y espirituales (233) y en otro momento
sostuvo que la cultura es ante todo una forma de vida o ha
suscrito la idea de que la cultura es todo lo que no es
naturaleza (234). Sin embargo la esencia de la presente investigación se suscribe y responde a la
conclusión hecha por Guadarrama de que: ". más que
conceptos compendiadores – Carlos Rafael Rodríguez –
ha ofrecido profundas reflexiones sobre el contenido y las formas
de la cultura, sus funciones, proyección
ideológica, etc. que bien pueden ser objeto de un estudio
aparte" (235).

El propio Carlos Rafael Rodríguez – quizás
Guadarrama no haya consultado ese trabajo suyo del distante 1931
– afirmaba que:

"A un ensayo
sobre cultura, debe lógicamente preceder aunque
sería materia de
discusión – la definición de la cultura
misma. Suelen estas abstracciones tener algo de indefinibles y
captar su esencia íntima para verterla en breves frases,
es difícil" (236).

En aquellos momentos Carlos Rafael Rodríguez se
suscribía a definiciones que se limitaban al componente
espiritual, como la de Miguel Unamuno, para quien la "Cultura es
el sistema de ideas vivas, que cada tiempo posee. Mejor; el
sistema de ideas desde las cuales el tiempo vive" (237).Ya en los
años sesenta en la URSS y sobre todo en el período
cercano a la desaparición de esta, numerosos autores
marxistas realizaron investigaciones
que con sus aportes, superaron las limitaciones del enfoque
axiológico en el análisis de la cultura y se
suscribieron al enfoque funcional (238) con lo que elevaron a un
plano superior las apreciaciones marxistas sobre la cultura, pero
por razones obvias no compete tratarlos en el marco de
influencias que se presenta para poder comprender mejor los
elementos aportativos de Carlos Rafael Rodríguez en torno
a la relación cultura – política en el
período señalado y que se trataran con mayor
profundidad en el segundo capítulo.

Concepciones
marxistas sobre la política

A diferencia del concepto de cultura, el concepto de
política data de la sociedad esclavista griega, los
griegos se plantearon tareas acerca de la
organización y la dirección de las ciudades
estados. En griego, el Estado y la
ciudad se denominaban de la misma forma, polis. Del vocablo polis
surgió política, nombre que según ellos
trataba de las cuestiones económicas de la ciudad estado
(239), por otra parte los diccionarios
filosóficos refieren que el término política
proviene del griego politike, que significa arte de gobernar el
Estado (240).

En términos conceptuales, las apreciaciones que se
tienen de la política, han estado siempre determinadas por
la concepción del mundo de quienes la sostienen y, por
consiguiente se trata de conceptualizaciones que no escapan a
estar mediadas por los intereses clasistas o de otros sujetos
sociales, lo que da al término en su trayectoria
histórica un carácter polisémico. Autores
como Juan Simón Rojas (241) han resumido, los enfoques en
la apreciación de la política en lo siguientes:

  • a) Concepciones reduccionistas de la política.
    Estas tienen su génesis en las teorías
    políticas del elitismo y del liderazgo, surgidas
    fundamentalmente a fines del siglo XX. En esencia estas
    concepciones presentan la óptica de hacer las
    valoraciones de un sistema político o de un gobierno
    sobre la base de las virtudes o defectos de los gobernantes,
    la política aquí se reduce a un vulgar juego,
    con las mejores o peores actitudes y aptitudes de los
    políticos con lo que se concentra la teoría
    política en el estudio y análisis del
    comportamiento del individuo, queda sin reconocer la
    naturaleza clasista de la política y el factor
    económico, haciendo énfasis en lo
    psicológico – emocional y en lo moral.

  • b) Concepciones reduccionista de la política a
    la actividad de instituciones privilegiadas. Estas
    apreciaciones reducen la política a la actividad
    fundamentalmente, de los partidos políticos, con lo
    que se hace una simplificación de la política
    al accionar de los partidos políticos en las
    elecciones y sostienen que en estas y en la democracia
    representativa liberal burguesa es donde únicamente se
    realiza la política. La actividad de los actores
    políticos que por diversas causas no participen en los
    procesos eleccionarios, no la consideran política.
    Para estas concepciones no se reconoce el hecho de que los
    partidos son la parte más activa de las clases
    sociales y tienen por ello un carácter clasista. Al
    Estado lo analizan como un ente macro – social que vela
    sin distinción por los intereses de todos los
    ciudadanos, también al margen de las clases sociales y
    de todas las desigualdades socio – materiales que las
    engendran.

  • c) Concepciones reduccionista de la política a
    la relación amigo – enemigo. Se desarrolla a
    partir de las ideas de Carl Schmih y de Julien Freund (242)
    en las cuales la política, al circunscribirse a la
    actividad que emana de la relación amigo –
    enemigo, se compara con lo bello y lo feo en la
    estética, o con el bien y el mal en la ética.
    La concepción plantea que la política es
    derivada de la conflictualidad humana, en la cual se dan
    relaciones agonistas y antagónicas, pero reservan el
    estatus de política a las últimas. En esa
    dirección reconocen que el campo de la
    aplicación de la política es el antagonismo y
    su función consiste en unir y defenderse los amigos y
    destruir a los enemigos, por ese camino toda divergencia de
    intereses puede a cada momento transformarse en rivalidad o
    en conflicto, y este conflicto, desde el momento que asume el
    aspecto de una prueba de fuerza entre grupos que representan
    estos intereses, se convierten en política. Es una
    concepción ambigua pues no establece criterios de
    determinación de la intensidad particular del
    antagonismo y no distingue la relación amigo –
    enemigo del resto de las relaciones conflictuales en el
    contexto societal, de ellas se puede deducir por ejemplo el
    hecho de que la solución de algunos conflictos solo
    está en el empleo de la fuerza por lo que en esos
    casos la guerra será la principal manifestación
    y el elemento tipificador de la política.

  • d) Concepciones economicistas y mecanicistas: Lo
    común en ambas corrientes es que no reconocen la
    relación dialéctica entre economía y
    política, ni la independencia relativa de la
    política con respecto a la economía y asumen
    posiciones extremistas en la interpretación de la
    anterior relación. Los mecanicistas dan por sentado la
    separación absoluta de la política de las
    condiciones socio – materiales, no reconocen la
    especificidad de lo político ni su carácter
    clasista; exponen que las cuestiones políticas tienen
    poco o nada que ver con los intereses económicos. Por
    otra parte los economicistas van al otro extremo y resaltan
    un determinismo absoluto de lo económico sobre lo
    político, sin detenerse en el hecho de que la
    política tiene autonomía y que en las
    posiciones, ideas, criterios, actitudes, valores y
    comportamientos políticos de los hombres, influyen
    otros elementos de diversa índole.

  • e) Concepción marxista de la política.
    Esta concepción aborda a la política desde las
    posiciones de la concepción materialista de la
    historia y analiza entre otros aspectos, las relaciones ser
    social – conciencia social, economía –
    política y base – superestructura
    política.

La posición de Marx y Engels queda clara y resumida
así "… Según la concepción materialista de
la historia el factor que en última instancia determina la
historia es la producción y reproducción de la vida real ni Marx ni yo
hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo
tergiversa diciendo que el factor económico es lo
único determinante, convertirá aquella tesis en una
frase vacua, abstracta, absurda. La situación
económica es la base, pero los diversos factores de la
superestructura que sobre ellas se levantan – las formas
políticas de la lucha de clases y sus
resultados, las constituciones, que, después de ganada una
batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas
jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas
reales en el cerebro de los participantes, las teorías
políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas
religiosas y el desarrollo ulterior de estas hasta convertirlas
en dogmas – ejercen también su influencia sobre el
curso de las luchas históricas y determina
predominantemente en muchos casos, su forma" (243).

En la carta a W.
Borgius, Engels también expresaba que tanto para él
como para Marx, el desarrollo político descansa en el
desarrollo
económico, pero el primero a su vez repercute sobre el
resto de los elementos superestructurales y sobre el propio
desarrollo económico. "Hay – decía – un
juego de
acciones y reacciones" (244).

Carlos Rafael Rodríguez llevó a cabo una
interpretación cabal y aplicativa de estas
ideas, para explicar la realidad cubana y tratar de influir en su
transformación radical. Para él siempre
quedó claro lo nocivo de la absolutización del
factor económico sobre los factores políticos y
sobre el resto de los factores espirituales, decía, "Hemos
reproducido, tal vez en exceso, las citas de los fundadores de la
teoría marxista de la historia, para evidenciar hasta
qué punto se incurre en una superficialidad lamentable al
imputar a los marxistas cubanos el intento de reducir la historia
de nuestro país a un amasijo de datos económicos en
que las manifestaciones ideológicas y morales sean
totalmente desestimadas y mediante el cual los autores de
nuestras gestas de independencia
se conviertan en meros autómatas del movimiento
económico" "… no se trata en efecto – decía
– de presentar la revolución libertadora de 1868
como una mera consecuencia de la quiebra de los
cafetaleros y azucareros cubanos, apresurada por la crisis
mundial de 1857" (245).

"… La génesis de nuestra lucha por la independencia
es mucho más profunda y reside en las relaciones
políticas y de propiedad entre la metrópolis
española y los propietarios cubanos" (246).

Carlos Rafael Rodríguez reconoce que "…
bastaría leer dos de las contribuciones admirables del
marxismo al estudio histórico, para convencernos… "El
XVIII Brumario" de Marx y "La guerra de los
campesinos" de Engels, allí decía, "… Marx y
Engels nos ofrecen un ejemplo inolvidable de como Aplicar a la
interpretación de la historia su genial método.
Allí, lo económico es la base, el fundamento, el
marco. Pero junto a ello aparecen en toda su
significación, las intrigas políticas, las ideas
religiosas, las vacilaciones personales de este o aquel caudillo
y dirigente político; en fin toda una serie de causas que
obraban de consuno con la determinante económica,
apoyándola o limitándola…" (247).

Lenin continuó desarrollando la concepción
materialista de la historia y dentro de ella, asumió que,
"la política es la participación en los asuntos del
estado, es la dirección del estado, es la
definición de las formas, problemas y contenido de la
actividad del estado" (248). Como la expresa anteriormente la
política es una actividad que se relaciona con la
dirección de la sociedad a través del aparato de
poder que es el estado, esta concepción de que una
relación política, de alguna manera, implica poder,
autoridad, se
ha compartido mucho desde Aristóteles (249).

Gramsci por su parte sigue la misma línea. Para
él por ejemplo, la política, "… presupone que
existen realmente gobernados y gobernantes, dirigentes y
dirigidos. Toda la ciencia política se basa en este hecho
primordial irreductible" (250).

Sobresalen en Lenin también las definiciones que dio de
la "… política como expresión concentrada de la
economía" (251) Y de que "… la
política no puede dejar de tener supremacía sobre
la economía.
Pensar de otro modo – decía- significa olvidar el
abecedario del marxismo" (252).

La primera definición expresa la
concepción marxista del carácter determinante en
última instancia de las relaciones económicas y de
que en la política se manifiesta más plenamente los
intereses económicos de las clases sociales, en tanto en
la segunda que aparece en la misma obra citada, no solamente se
manifiestan el reconocimiento a su independencia relativa y
carácter activo, sino además su papel decisivo como
instrumento para acelerar o retardar el propio desarrollo de la
economía o lo que es más profundo, el afianzamiento
o transformación de las relaciones sociales vigentes en
cada época, con lo quedaba claro su apreciación
dialéctica y no economicista.

Gramsci a quien autores como, Néstor Kohan, considera
como el pensador y militante revolucionario que mayor atención dedicó en el Siglo XX a los
problemas de la teorización sobre la política, el
poder y la dominaci, la gobernabilidad, la importancia de la
lucha parlamentaria entre otros aspectos (253), al tratar la
estrecha relación entre economía y política,
llamaba la atención a " La pretensión (presentada
como postulado esencial del materialismo
histórico) de presentar y exponer cada fluctuación
de la política y de la ideología como una
expresión inmediata de la estructura
(Gramsci considera la estructura como la base económica)
debe ser combatida teóricamente como un infantilismo
primitivo…" (254). Se refería indudablemente a las
tergiversaciones de los postulados de Marx habían surgido
después de la muerte de
Lenin en la otrora URSS.

En Cuba Carlos Rafael Rodríguez quien como se ha
expuesto había estudiado a Gramsci y publicado una parte
de este trabajo en la Revista
Dialéctica, coincidía plenamente con el al afirmar
que "… el marxismo no es solamente una interpretación
economista de la historia. No lo es si por ello se entiende la
consideración de lo económico como la influencia
exclusiva en el proceso histórico, prescindiendo de las
influencias morales, ideológicas, religiosas,
etcétera. No lo es tampoco si por ello se entiende que
cada variación mas o menos importante en la
economía de un país, impone una variación
concomitante en las ideas, actitudes y
actuaciones históricas de sus ciudadanos" y más
adelante expresó "… así hemos visto explicar las
variaciones en las filosofía de Platón
como resultado de crisis insignificantes en la economía
griega; las distintas obras de Shakespeare han
sido interpretadas por algún crítico, hasta en la
propia Unión Soviética, como resultado de cambios
en las relaciones monetarias, alzas y bajas del mercado,
etcétera. … nada de eso es una aplicación
acertada del marxismo…" (255).

Gramsci advertía que "… la política es de
hecho, en cada ocasión, el reflejo de las tendencias de
desarrollo de la estructura, tendencias que no tienen por
qué realizarse necesariamente. Una fase estructural solo
puede ser analizada y estudiada concretamente después que
ha superado todo su proceso de desarrollo, no durante el proceso
mismo, a no ser que se trate de hipótesis y declarando
explícitamente que se trata de hipótesis" (256). De
ello deducía que "… que un determinado acto
político puede haber sido un error de cálculo de
parte de los dirigentes de las clases dominantes" y que "… el
materialismo histórico mecánico no considera la
posibilidad del error, sino que considera todo acto
político como determinado por la estructura,
inmediatamente, o sea como reflejo de una modificación
real y permanente ( en el sentido de adquirida) de la estructura"
(257).

En el Siglo XX fue Gramsci quien sometió por primera
vez a crítica la concepción Stalinista de la
política, derivación lógica del economicismo
(258).

Las ideas anteriores de Gramsci así como el
altísimo valor que Lenin le otorgaba en política al
papel de la subjetividad (259) fueron ignoradas concientemente en
los llamados círculos marxistas oficiales desde la
proclamación del "Diamat" como filosofía de la
internacional comunista en su sexto congreso por parte de
Bujarin, Gramsci por su parte criticó a este
último, su doctrina de concebir a la política y la
historia como la sociología de un materialismo
metafísico que deducía y aplicaba los axiomas del
materialismo en general al estudio de todas las sociedades,
línea seguida por el Stalinismo (260).

En términos conceptuales sobre la política al
margen de los distingos marxistas clásicos en torno a su
enfoque socioclasista y a la valoración de su
relación dialéctica con la economía,
explicada ésta genialmente por Gramsci siguiendo a Lenin,
como entes (política y economía) que se convierten
y se hallan implícitos uno en otro, formando de conjunto
un círculo homogéneo (261), existe como se ha
planteado anteriormente desde el surgimiento del término
un compartir en la mayoría de las definiciones,
independientemente de su signo ideológico, de las
cuestiones referentes al Estado, así por ejemplo, la
definición que ofrece Max Weber
afirma que "la política es el esfuerzo para participar en
el poder, bien entre estados, bien sea dentro de un estado o
entre grupos humanos"
(262), o la de Karl Loweistein, quien la define como "el esfuerzo
de los grupos
sociales de alcanzar el poder político en el Estado,
ejercerlo tras haberlo obtenido y mantenerlo" (263).

La manualística soviética que
circuló antes y después de la revolución en
Cuba con sus lógicas diferencias coincidía en
presentar a la política como toda actividad en
función de la toma, mantenimiento
y uso del poder del estado así como el elemento que
determina las formas, de las tareas y del contenido de la
actividad estatal (264).

La doctora Talía Fung en la actualidad resalta la
coincidencia histórica de que "… En toda descripción de la política se
constata la existencia de relaciones de poder, de autoridad de
toma secuencial de decisiones por autoridades gubernamentales
…", ella a su vez siguiendo el espíritu leninista y
gramsciano destaca que "… las relaciones de poder, las
relaciones autoritarias hacia sujetos colectivos, son relaciones
íntersubjetivas donde se encuentran los que poseen
competencia
sea legítima o no y los que aceptan limitan o niegan dicha
jurisdicción sobre sus comportamientos. La política
se ocupa de las relaciones de poder ejercida por el gobierno y el
Estado y el curso efectivo de dichas acciones en los sujetos a
los que se les impone. Son relaciones comportamentales, luego
subjetivas; pero no son unidireccionales, implican
interacción constante entre sujetos colectivos y
también singulares" (265).

Si bien es cierto que las cuestiones de Estado ocupan un lugar
de particular importancia en la política, ésta no
debe constreñirse hoy solo al Estado, pues han surgido en
muchos países capitalistas otros sujetos sociales que
detentan el poder real como son los grupos de
presión o pueden ser también el crimen
organizado, cuya capacidad decisoria en el ámbito de
la política resultan no despreciables, por otra parte cada
día el contexto de la política rebasa la actividad
estatal y se proyectan más en la sociedad civil
donde ha surgido un conjunto nuevo de sujetos sociales junto a
las clases sociales, cuya actividad política es
creciente.

Hay un concepto entre los tantos que existen en la actualidad
que intentan salvar en algo el déficit señalado, el
de Elio Gallardo quien afirma, "… La política puede ser
entendida como la categoría que expresa las relaciones
multilateralmente activas entre los sujetos políticos
(clases, grupos, sectores, capas sociales, partidos
políticos, grupos de presión,
organizaciones
sindicales etc, ) sobre la base de sus intereses" (266), con lo
que amplia el espectro de relaciones y la condición de
sujetos, aunque también refieren que esas relaciones
están " … mediadas por el poder, fundamentalmente del
Estado, en una sociedad concreta …" y que "… lo
político y la política se refieren a un espacio
específico de las relaciones entre grupos y clases
sociales en cuanto ellos se orientan a la conquista o el
mantenimiento del poder" (267) y no llegan a incluir la actividad
política en ascenso de nuevos movimientos sociales sin
pretensiones inmediatas de tomar el poder, como pueden ser en
América
Latina, los sin – tierra, los
sin – casa, los llamados piqueteros, entre otros.

¿Qué entender por referente
político de la cultura? Algunas consideraciones
teóricas

Referente, según el diccionario de sinónimos y
antónimos (1) y el diccionario General de
la Lengua
Española Vox (2) significa entre otras acepciones:
Relación, con relación a, dependencia o semejanza
de una cosa con respecto a otra, concerniente a.

De todas ellas la que se toma para la investigación es
relación, pues la relación entre cultura y
política se reitera a lo largo de toda la obra de Carlos
Rafael Rodríguez como elemento de mucho interés
(3) en la línea de considerarla por el autor un importante
factor en la transformación revolucionaria de la sociedad
cubana (4).

El investigador Jorge Luis Acanda refiere que "ya se ha
convertido en un lugar común la aceptación de la
relación entre cultura y política. Aunque
todavía falta por lograrse un consenso en la
comprensión de esa relación. Una relación
que tiene muchas aristas" (5).

La relación de la política con la cultura es una
relación dialéctica en la que ambos elementos se
presuponen, determinan, condicionan y complementan de manera
constante, sin embargo el cauce objetivo del
desarrollo social a lo largo de la historia ha mostrado en el
proceso de determinaciones recíprocas que el progreso
cultural armónico ha dependido en buena medida de la
aplicación consecuente de una política
revolucionaria científica, por lo que el desarrollo de esa
cultura en sus múltiples determinaciones no podrá
marchar separada de la política en tanto deviene su
núcleo estructurador por excelencia, en Cuba por ejemplo
la cultura nacional ha tenido como núcleo estructurador el
ideal emancipador.

Por otra parte el hecho de que exista una política
revolucionaria científica está condicionado no solo
por el análisis de los factores de índole
económica y socioclasista, sino además por los
etnoculturales de la nación y la nacionalidad
en su devenir histórico, donde están presentes las
costumbres, tradiciones, los aspectos étnicos, raciales,
el desarrollo del arte y la cultura en general.

Solo el
conocimiento integrador de todos los factores
señalados en toda su magnitud y diversidad, puede
determinar la delimitación de los problemas esenciales que
cualquier proceso revolucionario tiene que resolver, las
respuestas posibles a estos; así como las vías,
métodos y
etapas para alcanzar el triunfo definitivo, ese análisis
lo realizó Carlos Rafael Rodríguez desde que
comenzó a articular las ideas martianas con el marxismo y
que Edith García corrobora al señalar que muy
pronto éste se dio cuenta de que el problema de Cuba no se
resolvía con el solo hecho, de derrocar a Gerardo Machado
(6).

En la política se expresan los intereses de todos los
grupos que integran la sociedad, tanto los de índole
socioeconómico como los de índole etnocultural y
nacional si esta tiene como objetivo el logro de un equilibrio
social que garantice la igualdad para
todos no solo en lo político sino también en lo
social.

La política por otra parte determinará en lo
cultural el tipo de hombre a formar de donde dependerá la
verdadera grandeza de un pueblo, por encima de su tamaño o
sus riquezas, aspecto que encuentra una preocupación
constante por parte de Carlos Rafael Rodríguez, tanto
antes como después de la revolución.

En una ocasión afirmó, lamentándose "…
Hemos logrado el milagro de producir veintitrés toneladas
de papas por hectáreas, pero todavía andamos lejos
de llegar a ser, como decía Kant
((civilizados en todo género de cortesía y buenas
costumbres))… el socialismo con mala educación no
será nunca socialismo perfecto" (7).

La política deviene elemento mediador entre el progreso
cultural y los procesos revolucionarios en el seno de la
sociedad, en tanto en lo que concierne a las relaciones
cognoscitivas y valorativas del hombre en el mundo, como sobre
todo en lo que se refiere a las práctico
transformadoras.

El referente político de la cultura presupone
además el como concebir ésta y su difusión
desde la política es decir, con una intencionalidad
política. Carlos Rafael Rodríguez desde la adolescencia
fue precisamente un difusor de la cultura concebida como
acción revolucionaria (8) y en ello radica uno de los
elementos más aportativos de su pensamiento en torno a la
relación cultura – política.

Al caracterizar la situación de la sociedad cubana en
1931 decía: "Con pasiva adaptación y gesto cansino
solemos aceptar las maneras impuestas"… "Nuestra vida apresada
en ideas absurdas o tal vez falta de ideas se desliza por un
falso cauce que la conduce a la caída abrupta. Está
desprovista de todo sentido. Este es el caso nuestro. Ese
sentido, ese sistema de ideas vitales una cultura en fin, le ha
faltado a la masa" (9) y señalaba además "… hemos
llegado así a un estado de conciencia – mejor: a un
estado de inconciencia – en el que flotan la ignorancia y
la insensibilidad hacia males colectivos" (10).

Para Carlos Rafael Rodríguez "semejante al de la
miseria, es el yugo de la ignorancia", "rómpelo –
decía refiriéndose al obrero – si el estado
te niega instrucción, si vuelve la espalda a tu
afán de saber y comprender, sacrifícate, aprende
por ti mismo. Cuando hayas aprendido y puedas comprender
conocerás cual debe ser el estado del porvenir" (11).

En los marcos de la relación cultura –
política y teniendo en cuenta qué le concierne, en
términos de utilidad para el
logro de la hegemonía de la política en la
sociedad, a la cultura, se expresa una de las formas con las que
el imperialismo
norteamericano, en ofensiva descubierta por Carlos Rafael
Rodríguez desde los años cincuenta, como se
ilustrará más adelante, ha querido sellar su
dominación completa sobre el resto del mundo, al tratar de
imponer, códigos, modelos de
vida, fetiches pseudoculturales y modos de pensamiento
único. Esta pretensión llega a nuestros días
y adquiere un impulso mayor en forma de una verdadera oleada
globalizadora en el campo de la cultura, paralela a la ya
afectada globalización económica neoliberal
por el camino objetivo de la crisis financiera que se va
extendiendo a la economía real (12).

La ola globalizadora en el campo de la cultura con sus
antecedentes en el período señalado se ve
facilitada hoy, por el control que
ejercen sobre los medios de
comunicación, los Estados Unidos
(13).

Un aspecto clave dentro de la relación cultura –
política para la propia lucha por la toma del poder y su
mantenimiento por parte de las clases sociales revolucionarias,
lo constituye la determinación por sus partidos,
ideólogos, instrumentos programáticos y
publicaciones del lugar y papel en los procesos políticos
de los que se supone sean los representantes y en cierta medida
vanguardias de la cultura, los intelectuales (14) y especialistas
(15).

El tratamiento dado por los comunistas cubanos en la
década del cincuenta desde la política a las capas
anteriormente referidas en aras de incorporarlas a la actividad
revolucionaria o por lo menos no dejar que fueran utilizadas por
el régimen de Batista y la embajada norteamericana para
alcanzar entre otros objetivos el de la desmovilización
social con fines políticos y el de contribuir al
hegemonismo del norte también en la esfera cultural, tuvo
en Carlos Rafael Rodríguez una figura muy aportativa
dentro de la dirección ejecutiva del PSP, como se
verá más adelante.

Por último sin querer abordar todas las aristas de la
compleja relación cultura – política que
llegan en la actualidad hasta las discusiones en la sociedad
cubana en torno a la relación arte – mercado dentro
de las complejidades del llamado período especial, con
puntos de vista muy contradictorios e implicaciones
políticas no despreciables en los marcos de la llamada
globalización en el campo de la cultura, debe destacarse
la visión desde la política de la educación
general y politécnica considerada por Armando Hart la
piedra angular de la cultura (16) y analizar además la
educación
superior y responder ¿qué tipo de
enseñanza superior debe desarrollarse a partir del triunfo
de un proceso revolucionario para asegurar su continuidad?
¿Qué debe mantenerse de la anterior
enseñanza superior y qué debe reformarse?
¿Cuál es el contenido y alcance de la reforma?
¿Quiénes van a estudiar? ¿Cuál es el
perfil de los intelectuales y especialistas que deben formar las
universidades y que serán claves para el desarrollo y los
objetivos culturales y políticos que la
transformación revolucionaria se proponga?

Carlos Rafael Rodríguez si bien dio tratamiento a estos
temas desde la década del treinta (17), sus aportes
más coherentes están en su participación
junto a Armando Hart y Regino Boti
como elementos rectores en el proceso de reforma universitaria,
designados por Fidel Castro
(18) en 1960, proceso que concluyó en enero de 1962.

El tema de la universidad en el
socialismo fue vuelto a tratar con profundidad por Carlos Rafael
Rodríguez en un discurso ensayo en la Universidad de la
Habana en 1983 al recibir el grado de "Profesor de
Mérito" (19).

Aporte
teórico – práctico de Carlos Rafael
Rodríguez a la lucha política de los comunistas
cubanos en el frente cultural en la década del
cincuenta

Todo análisis del pensamiento cubano desde fines de la
década del cuarenta hasta 1958, y en este caso especial el
que refleja concepciones sobre la cultura, debe tener en cuenta,
que este se realizaba en un más que adverso contexto en lo
político y en lo ideológico en general. El
anticomunismo y su variante antisoviética, así como
la persecución violenta de toda forma progresista de las
ideas, independientemente de su distancia con respecto al ideal
socialista, caracterizó a esta etapa en Cuba (20), en
función de la dependencia neocolonial de la isla a los
Estados Unidos, el que irradió esta política, para
tratar de impedir los cambios en su contra, en la
correlación mundial de fuerzas como tendencia en el
escenario internacional, después de la victoria sobre el
fascismo y el auge tomado por el movimiento de liberación
nacional.

Los años cincuenta hasta el XX Congreso del PCUS
(Partido Comunista de la URSS), celebrado en 1956, están
signados además para todas las fuerzas progresistas a
escala global,
por el impacto negativo que venía ejerciendo el
stalinismo, que al decir de Carlos Rafael Rodríguez ". sus
derivaciones nocivas, influyeron más allá de la
Unión Soviética. En el terreno de la cultura
– decía – aunque hay estimables obras
literarias soviéticas que lograron salvarse de aquella
catástrofe y también creaciones musicales que
sobrevivieron la huella del ditirambo hacia Stalin y de las
recetas stalinistas sobre el arte, las concepciones que
prevalecieron dañaron grandes talentos potenciales e
invalidaron su obra artística. El peligro del dogmatismo y
de la retórica revolucionaria acecha siempre a todo
movimiento político" (21).

Para el análisis del rol aportativo de Carlos Rafael
Rodríguez en la década del cincuenta a la lucha
política en el frente cultural, un aspecto de la
relación estudiada, resulta necesario realizar las
precisiones siguientes:

El propio Carlos Rafael Rodríguez, en la
autovaloración de su ejecutoria afirmaba que nunca tuvo ".
la menor pretensión de quedar inscrito entre filósofos, economistas, historiadores o
críticos" (22) . "Todas ellas – decía
refiriéndose a sus obras – surgieron en el fragor de
la pelea" (23), por lo que él mismo llegó a
reconocer ". el carácter inacabado, incompleto, de
aquellas indagaciones" (24), que " . surgieron de las demandas y
urgencias del momento" (25) y que además reflejaban " .
también la penuria teórica del movimiento comunista
cubano" (26) en aquella época.

Carlos Rafael Rodríguez solo se atribuye como
mérito, ". el haber abierto caminos para indagaciones
mayores que otros – afirmaba – con más sosiego
y vocación más firme han sabido acometer" (27).
Investigadores de su obra como Olivia Miranda, por su parte
refieren en ella un grupo de aportes a los estudios sociales y
humanísticos en Cuba (28), aunque en fechas más
cercanas destacan que: "Carlos Rafael Rodríguez no nos ha
dejado una obra que pueda incluirse en los marcos
académicos, y que – su principal aporte sin duda es
abrir caminos a posteriores estudios especializados desde la
perspectiva del marxismo" (29).

Independientemente de la modestia de Carlos Rafael
Rodríguez y de las apreciaciones de la investigadora con
la que se puede estar de acuerdo en relación a que no fue
un académico, debe destacarse que se pueden buscar aportes
en Carlos Rafael Rodríguez hasta ahora no señalados
a la filosofía política (30), que ha sido
reconocida en la actualidad por autores como Giovanni Santori
como ". un componente esencial e imposible de eliminar del
discurso
político" (31). El mismo autor además afirma
que: "Detrás de las teorías y los procesos
políticos siempre se encuentra una filosofía"
(32).

Gramsci y Mariátegui, por ejemplo, consideraron a Lenin
no como un filósofo profesional, no como un
teórico, sino como un hombre de acción
política (33) y el primero además aportando a su
propio decir un consejo metodológico para los
historiadores de la cultura y las ideas señalaba que, "Un
hombre político escribe de filosofía: puede suceder
que su verdadera filosofía debe buscarse por el contrario
en los escritos de política" (34).

En el caso de Carlos Rafael Rodríguez el consejo
gramsciano, podría aplicarse para hurgar más en sus
escritos sobre política, pero no para desestimar elementos
aportativos en escritos de contenido puramente filosófico
o donde realiza reflexiones filosóficas sobre aspectos de
la política, e incluso si bien Carlos Rafael
Rodríguez criticó el academicismo (35) y no se
considera un teórico, se dio cuenta de la
subestimación a la que sometían muchos cuadros
partidistas desde fines de los años cuarenta, a los temas
de la teoría y decía: "A pesar de todo, el
practicismo prevalece y a muchos cuadros excelentes del Partido
les resulta incomodo distraer una parte del tiempo que el trabajo
diario reclama imperativamente, para dedicarlo a las cuestiones
teóricas. Lo peligroso de esta actitud no es necesario
destacarlo" (36).

La advertencia de Carlos Rafael Rodríguez sobre los
peligros del practicismo en la actividad de los dirigentes
partidistas y de soslayar la actividad teórica, cobra
especial vigencia en el escenario cubano actual.

En 1949 Carlos Rafael Rodríguez escribió un
trabajo que puede enmarcarse dentro de la Filosofía
Política si nos atenemos a las concepciones
contemporáneas de N. Bobbio (37). "El Tesoro de Nuestras
Tradiciones Ideológicas" (38), en el que aporta el
método de cómo usar los valores
del pensamiento filosófico cubano del siglo XIX en el
enfrentamiento político en Cuba durante el siglo XX y en
el propio enfrentamiento a corrientes que en nombre de la novedad
filosófica, querían introducirse en la isla como el
irracionalismo y el existencialismo con implicaciones muy negativas
para la lucha política de los comunistas.

El Tesoro de Nuestras Tradiciones, sirve de antecedente a toda
una trayectoria aportativa de Carlos Rafael Rodríguez
seguida en la década del cincuenta en torno a la
relación cultura – política. En él,
Carlos Rafael Rodríguez, comenzaba a reconocer que los
comunistas habían cometido errores en la importante esfera
cultural y decía: "Un examen crítico de las
realizaciones en el campo cultural descubriría serias
fallas. Ese examen tendremos que acometerlo" (39). Se
refería entre otros aspectos a cómo la
tradición filosófica cubana del siglo XIX,
podía aportar sólidos fundamentos teóricos y
los comunistas no habían aprendido a establecer su
vínculo con los reclamos de la lucha ideológica en
el siglo XX cubano y esto conducía según él
a la sumisión ante los criterios hostiles al marxismo y
señalaba:

"Debemos acudir a las obras del siglo XIX cubano, para
encontrar no solo en las grandes figuras, sino en muchas
personalidades hoy opacadas, un arsenal con que batir a quienes
pretenden imponernos su ideología de retroceso" (40).

La más alta dirección del PSP encargó en
1950 a Carlos Rafael Rodríguez (41) dirigir la redacción de la que después
sería aprobada en octubre de 1950, "Resolución
sobre el trabajo intelectual" (42), un documento político
donde se puede encontrar los siguientes aportes en torno al
enfoque de la relación cultura – política por
una institución partidista revolucionaria en los marcos de
la lucha de clases.

Carlos Rafael Rodríguez, consideraba de que en el
ámbito de la política a seguir por el PSP en el
frente cultural y dentro de él con respecto
específicamente a corrientes de pensamiento, tendencias,
grupos e individualidades, había que partir para lograr
sus objetivos de lo que él llamaba " el deslinde previo"
(43). Esta concepción es según él, una de
las características que debe reunir el político
revolucionario y que Martí
había dejado como enseñanza dentro de sus
concepciones políticas y Mella había desarrollado
en sus luchas universitarias (44).

Carlos Rafael Rodríguez decía que no basta en
términos de cualidades de político revolucionario
". saber unir lo que es susceptible de unir, hace falta separar,
lo que es necesario separar" (45), ya en la resolución
planteaba que "Es preciso, en efecto delimitar el ámbito
de nuestra posible influencia, decidir sobre qué grupos
hemos de trabajar para incorporarlos a un esfuerzo común y
a quiénes es necesario considerar de un inicio como
adversarios declarados, a los cuales hemos de dar batalla
ideológica en toda ocasión" (46).

El aporte de Carlos Rafael Rodríguez está, en
haber delimitado haciendo uso de un enfoque dialéctico, la
línea de coincidencia mínima entre comunistas y las
demás fuerzas del movimiento cultural y en la
determinación de hasta dónde debían
extenderse los límites
del frente único de escritores, artistas y
científicos, para trabajar políticamente de
conjunto con ese universo, como
realmente se hizo e incorporarlo directa o indirectamente a la
lucha contra Batista y contra las pretensiones colonizantes en la
esfera de la cultura provenientes de los Estados Unidos o desde
su propia embajada, la cual se convirtió en verdadero
centro de promoción de una cultura hegemónica
proveniente del norte (47).

"¿Cuál ha de ser pues la línea de
coincidencia mínima ente los comunistas y las demás
fuerzas del movimiento cultural? ¿Hasta dónde deben
extenderse los límites del frente único de
escritores, artistas y científicos que debemos organizar?"
(48), se preguntaba, y respondía con apego a una
posición muy distante del dogmatismo que reflejaba hasta
donde se podía llegar en aquella etapa y en aquellas
condiciones con la lucha política (49) "Consideramos que
para fijar esos límites debemos partir de la
consideración de la presente etapa del movimiento
revolucionario cubano (50).

" . Hemos establecido claramente que nos encontramos en el
período de la liberación nacional y que, en esa
fase, el enemigo principal, aquel sobre el cual debemos incidir
todas las fuerzas, es el imperialismo norteamericano . Debemos
considerar como progresistas todas aquellas tendencias
intelectuales, científicas, artísticas que
resistan, siquiera sea débil o inconsecuentemente, la
penetración ideológica del imperialismo
norteamericano, hemos de trabajar con desvelo para arrancar de
esa influencia a los escritores y artistas que se han dejado
arrastrar a ella sin haberse entregado totalmente a los intereses
del imperialismo" (51).

La lucha política, discurso político en primer
plano del documento, detrás de ellos, siguiendo a Santori,
una filosofía matizada por un profundo enfoque
dialéctico, disquisitorio de esencias de primero y segundo
orden, que expresa como métodos de conocimiento de la
realidad, entre otros, un abstraccionismo político, propio
del sentido del momento histórico, como principio que
viene de la más avanzada filosofía aportada por
Marx, Engels y Lenin, en sus trabajos de política y en la
proyección de sus concepciones sobre las alianzas
políticas.

Carlos Rafael Rodríguez, al proyectar las pautas del
trabajo de los comunistas con las vanguardias de creadores en el
frente cultural y científico (aunque la ciencia es de
hecho una dimensión de la cultura) no cayó en un
neutralismo ideológico y decía que ". esta unidad
no puede llevarnos a callar nuestra crítica. Es evidente
que la mayor parte de nuestros escritores, artistas y
científicos que sin militar en el partido tienen un
criterio progresista son ellos mismos víctimas de la
ideología burguesa y de la decadencia cultural" (52). ".
Toda debilidad o tolerancia frente
a esos criterios resultaría fatal. Por ello junto a la
actitud de coalición debe ir siempre la no menos necesaria
crítica" (53).

Esto último puede dejar un escape para actuaciones que
han caracterizado al proceder de muchos partidos de izquierda en
la proyección de sus políticas de alianza,
impidiendo que estas puedan consumarse, pues la crítica es
tan ideologizada sobre los destinatarios de la alianza que estos
optan en el mejor de los casos por desentenderse a los reclamos
de unidad de los críticos y en otros simplemente los
colocan en el bando de los enemigos irreconciliables y les
declaran la guerra esfumándose oportunidades de logro de
consenso y lucha común, con un beneficio absoluto para los
verdaderos enemigos de ambos polos.

Sin embargo, Carlos Rafael Rodríguez no proyecta del
mismo modo la política de alianza en el tema de la
compañía de la crítica, y hace uso de un
marxismo de profundo estirpe leninista y gramsciano que da a la
subjetividad un gran peso en la política como puede
observarse en estos criterios:

"Solo lo que al realizar nuestra crítica hemos de tomar
en cuenta la distinción básica entre adversarios y
aliados – No es lo mismo la polémica contra los
Baquero o Ichaso (se refería a dos intelectuales
vinculados estrechamente a Batista) que la expresión de
las divergencias que suscita en nosotros la obra de un escritor
progresista. El formalismo en literatura, pintura o
música, el mecanicismo en Física o Biología, la
sumisión a los conceptos keynesianos en economía
política, han de ser debatidos de modo diferente con
el reaccionario que con el liberal" (54).

Y a continuación más preciso aún
dice:

"Hemos de evitar, desde luego, el tono de suficiencia pedante,
que sería execrable entre los comunistas; nos hace falta
tomar en cuenta las peculiaridades de la sensibilidad de los
artistas e intelectuales, susceptibles de ser lanzados en brazos
enemigos a través de sus reacciones frente a las
críticas que aunque correctas; han sido hechas sin el
cuidado debido" . "El sectarismo y el oportunismo –
decía – en un tema cultural deben ser
simultáneamente vigilados por nosotros, pues son las dos
corrientes que íntimamente entrelazadas, han alimentado
nuestros errores y aumentado nuestras deficiencias de los
últimos tiempos en el movimiento de la cultura" (55).

No es casual que Armando Hart señale que:

"Carlos Rafael Rodríguez demostró como combatir
por vías culturales cualquier expresión de
dogmatismo y cualquier tendencia disociadora y anarquizante"
(56).

Sin llamar por su nombre, para no crear fisuras con la
dirección soviética, Carlos Rafael Rodríguez
que nunca compartió las concepciones del llamado "Realismo
socialista" (57) en el arte, sometió a crítica sus
concepciones en la resolución y decía: "Se pretende
que si el contenido es revolucionario la obra de arte es
necesariamente buena, no importa la técnica en que se haya
realizado" (58).

Censuró en el documento a quienes consideraban que la
obra en que se ha empleado formas revolucionarias era
válida por sí misma (59), llamaba además a
no confundir el arte revolucionario con la propaganda.
"Toda obra artística – decía – implica
una postura política, como recordaba Engels a Mis
Harkness. Pero la buena obra artística es aquella en que
la propaganda, según el propio Engels afirmaba, no aparece
como cosa deliberada sino se deriva del impacto natural que la
obra produce en el lector o espectador" (60).

El llamado realismo socialista que al decir de Mirta Aguirre,
ni era realismo, ni era socialista y se trataba más de la
reproducción de las cosas de la realidad que de la
realidad de las cosas (61), fue considerado por Carlos Rafael
Rodríguez como ". discurso artístico, literario, de
tono apologético, y moralizante, carente de
búsquedas y de problematización, basado en formas
rudimentarias de dudosa eficacia
movilizativa" (62).

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