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Misterium y otros relatos increíbles (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

A las once de la mañana del día veinte de Agosto
de 2011, las dos delegaciones entraron en la sala y fueron
tomando asiento una frente a la otra, quedando frente a frente
los dos Jefes del Estado Mayor
de sus respectivos países. Ante cada uno de los miembros
de las dos delegaciones había sendos portafolios con
varios bolígrafos y una
pluma estilográfica además de tres botellas que
contenían agua mineral,
zumo de naranja y zumo de limón, así como varias
copas para cada miembro.

Entre los doce miembros de cada delegación había
nueve hombres y tres mujeres por el lado español y
ocho hombres y cuatro mujeres por el lado francés, todos
ellos militares.

Todos se saludaron entre sí y el Jefe de la
delegación española comenzó a hablar en un
perfecto francés. Algunos militares españoles se
pusieron los cascos para escuchar la traducción simultánea.

– Señor, dijo como saludo castrense al dirigirse al
Capitán General francés. A estas alturas los dos
países somos conscientes del peligro que nos amenaza, no
sólo a nosotros sino al Mundo entero. Esto no ha hecho
más que comenzar y muchos habitantes de varias localidades
de nuestro país han desaparecido sin dejar huella. Creo no
equivocarme si presumo conocer que a vuestro país le
está sucediendo lo mismo.

– Oui, contestó el general francés, varias
ciudades costeras de nuestro país también han
sufrido esa plaga y han quedado desiertas, sin que sepamos hasta
el momento la causa.

– Efectivamente, nosotros tampoco lo sabemos y ese es el
principal motivo de esta reunión, colaborar estrechamente
para dar con el enigma y acabar con ello cuanto antes; la
población está comenzando a
alarmarse a pesar de que en nuestro país son
todavía casos aislados.

– "Pardon monsieur, à notre pays se sont
donné beaucoup de plus cas, inclusive en des villes de
l'intérieur."

– Perdón señor, en nuestro país se han
dado muchos más casos, inclusive en las ciudades del
interior, tradujo el intérprete a través de los
auriculares en un correcto castellano.

– ¿Qué saben ustedes de los distintos casos, mi
general? _ Preguntó respetuosamente el coronel
Aguilar.

– "Nous, le même que vous, savons très peu de;
nous croyons que ce qui veuille qu'il soit, il laisse une trace
de pollution là-bas par où il passe, en annulant
tout vestige de vie, et en faisant disparaítre le
même à des personnes, que à des animaux ou
même plantes. Mais le plus bizarre est qu'il ne laisse pas
ni trace d'elles."

– Nosotros, lo mismo que ustedes, sabemos muy poco; creemos
que lo que quiera que sea, deja un rastro de contaminación allá por donde pasa,
anulando todo vestigio de vida, y haciendo desaparecer lo mismo a
personas, que a animales o
incluso plantas. Pero lo
más extraño es que no deja ni rastro de ellas. –
Volvió a traducir el intérprete.

– Hemos analizado las marcas,
así como las huellas y no son iguales en los distintos
sitios, pero lo que sí tienen en común es que son
elementos contaminantes: restos de alquitrán, olor a
monóxido de carbono,
diversas sustancias químicas como las que vierten algunas
fábricas, restos de petróleo,
etc. Es como si una gran máquina hubiera ido arrojando
esas sustancias por el suelo. – Pero
como digo son distintas según el lugar donde se ha
producido el fenómeno. – Comentó el General de
Brigada Álvaro Gutiérrez.

– "Et le nuage? ¿À vous il se leur est aussi
apparus ce bizarre nuage? Un nuage qui apparaít lorsque il
ne dût pas apparaítre, en
étant le ciel totalement ras, autant par le matin, par le
soir ou par la nuit. il n'a pas heure fixe."

– ¿Y la nube? – ¿A ustedes también se les
ha aparecido esa extraña nube? Una nube que aparece cuando
no debiera aparecer, estando el cielo totalmente raso, tanto por
la mañana, por la tarde o por la noche. No tiene hora
fija, – Tradujo el intérprete nuevamente.

– Oui, contestaron todos los españoles al
unísono. Es, como usted dice, dijo el Capitán
General, una nube que no debiera aparecer en los lugares donde
aparece, o al menos en esos momentos. Cambia de color, inclusive
algunas personas que la han logrado ver afirman haber visto
actividad eléctrica en su interior.

– "¿Qu'est-ce que ont fait vous jusqu'au moment,
Générales Cases? Je demande depuis le point de vue
militaire. ¿Ils ont obtenu quelque résultat
positif?"

La voz del traductor sonó de nuevo a través de
los auriculares: ¿Qué han hecho ustedes hasta el
momento, General Cabañas? – Pregunto desde el punto de
vista militar. – ¿Han obtenido algún resultado
positivo?

– Hemos desplegado nuestros aviones por todo nuestro espacio
aéreo, sin grandes resultados pero por desgracia perdimos
un F18, sin motivo aparente. Desapareció de la pantalla de
nuestro radar sin dejar rastro y como sé que me va a
preguntar por la última comunicación del piloto, le diré que
sólo alcanzamos a escuchar estas palabras: – "Ahí
está","Ahí está", después un ruido bronco
que me costaría describir como cuando algo hierve, pero
tampoco exactamente eso. Era un sonido muy
curioso. Ninguno nadie lo ha sabido describir con exactitud.

– "¿Et ils ont cherché les restes de l'avion
et du pilote? ¿je ne sais pas des restes du fuselaje, la
caisse noire ou quelque chose qui leur puisse il indiquer
où il est tombé?"

– ¿Y han buscado los restos del avión y del
piloto? – ¿No sé restos del fuselaje, la caja negra
o algo que les pueda indicar donde cayó? – Se oyó
por los auriculares.

– No, contestó en este caso el capitán Ramírez. –
Yo mandaba aquella misión
compuesta por tres aviones de reconocimiento que se repartieron
el espacio español, pero el teniente Carlos Mínguez
no regresó.

– Su conversación con la base está totalmente
grabada y en toda su trayectoria, a la pregunta de si divisaba
algo, fue en todo momento: "negativo", excepto en esa frase final
que le ha comentado mi general: "¡Ahí está!".
Frase que pronunció con gran vehemencia.

El general francés se echó medio vaso de agua
mineral en su copa y bebió un sorbo antes de
proseguir.

– "J'ai aujourd'hui parlé avec le Ministre de
l'Intérieur Anglais et avec son homologue Alemán.
Ils ont la même situation que nous; apparemment cette plaie
s'est en tendant par tout le Monde avec majeur ou moindre
intensité, mais il se tend et à grande
vitesse."

– Hoy he hablado con el Ministro del Interior Inglés
y con su homólogo Alemán. Tienen la misma
situación que nosotros; al parecer esta plaga se
está extendiendo por todo el Mundo con mayor o menor
intensidad, pero se extiende y a gran velocidad.
– comentó.

– ¿Qué propone usted General Pretel?
¿Qué podemos hacer bilateralmente, y cómo
podemos colaborar con los demás estados?

– "Je crois que nous devons proposer à nos
gouvernements une réunion au maximal niveau, ONU, OTAN et
mettre dessus de la table toutes les propositions. j'aussi
propose qu'ils s'intensifient les recherches scientifiques pour
déterminer la nature de ce phénomène et comme nous pouvons le
combattre. La population commence à être
déjà aterrorizada."

– Creo que debemos proponer a nuestros gobiernos una
reunión al máximo nivel, ONU, OTAN y poner encima
de la mesa todas las propuestas. También propongo que se
intensifiquen las investigaciones
científicas para determinar la naturaleza de
este fenómeno y como podemos combatirlo. La
población comienza a estar ya aterrorizada. –
Aseveró el militar francés.

Después de la reunión de la mañana, ambas
delegaciones se retiraron para comer quedando emplazadas para la
reunión de la tarde.

A continuación subieron por dos ascensores interiores
que comunicaban la sala de reunión con las habitaciones
respectivas donde les sería servida la comida con el fin
de no dejarse ver por las dependencias comunes del hotel Alfonso XIII.

– Hemos sacado poco o nada en limpio mi general,
comentó el teniente coronel y asistente del Capitán
General, Cabañas.

– Prácticamente nada, pero al menos sabemos que tenemos
todos el mismo problema y eso hará que por una vez, todos
los gobiernos colaboren, ya que todos están igualmente
aterrorizados. No sabemos ninguno lo que se nos viene encima.
– respondió el Capitán General.

– Parece ser que todos intuimos que es algo que tiene que ver
con la
contaminación y que esa nube parece ser una nube
tóxica.

– Sí, pero no lo sabemos de cierto, coronel. No sabemos
nada de nada. Sólo tenemos nuestras propias
conjeturas.

oooOOOooo

Informativo de las 14,30

Buenas tardes Señoras y Señores. – Dijo la
locutora saludando a los televidentes del informativo de las
14,30.

Lo que se ha dado en llamar "La Nube" es un fenómeno
todavía inexplicable que tiene en jaque a todo el Mundo.
Hoy se reúnen Los jefes de Estado y de Gobierno de los
países más ricos de la Tierra para
tratar el problema en profundidad e intercambiar los
descubrimientos científicos hallados después de
estos dos meses de investigación.

– La reunión se celebra en la ciudad de Londres, en un
lugar sin determinar y con carácter de urgencia ante el cariz que
están tomando los acontecimientos. Al parecer son ya
más de cincuenta las ciudades que han sido arrasadas por
esa nube en todo el Mundo.

– Al principio eran ciudades costeras, ciudades
pequeñas, núcleos turísticos en diversos
países de los cinco continentes, pero este fenómeno
se está propagando ya a localidades del interior y de
mayor tamaño.

– Lo curioso del caso, es que los observadores no han podido
presenciar directamente cómo actúa "la nube",
sólo se ha podido observar cerca del lugar de los hechos,
pero tal como aparece, desaparece.

– Lo que si se puede ya constatar son las consecuencias de sus
apariciones; parte de la ciudad o la ciudad entera como en el
caso de el centro turístico Cayo Largo del Sur donde
desapareció toda la población autóctona y
turística o en Kamakura, tranquila y pequeña
localidad japonesa cercana a Tokio, donde las casas y comercios
aparecieron deshabitados al amanecer del día veintiocho de
Agosto sin que aparecieran rastros de personas o de animales.
Ambos centros turísticos se convirtieron en sendas
ciudades fantasma.

– Por otro lado y según las primeras hipótesis todo apunta a que la nube debe
poseer un alto grado de actividad radioactiva en su interior lo
que podría explicar la desaparición de seres vivos
por radioactividad; algo parecido a lo que sucedió en
Hiroshima con el lanzamiento de la primera bomba
atómica.

– Según todos los indicios, la nube podría estar
formada por una alta concentración de agentes
contaminantes condensados en ella, ¿pero cómo se ha
formado? Esa es la gran pregunta que se hacen todos y la
razón por la que se reúnen en Londres los altos
dignatarios de veintidós países.

– Una fuerza
aérea conjunta, formada por tropas de la ONU y de la OTAN,
vigila constantemente el Espacio Aéreo Mundial, con el fin
de poder detectar
algún signo de actividad de lo que se ha dado en llamar
"La nube".

– Supuestamente, la nube no aparece nunca allá donde
hay vigilancia aérea, por lo que algunas manifestaciones
políticas apuntan a la posibilidad de que
se pudiera tratarse de una nueva arma no convencional de
algún país beligerante que pudiese estar
relacionada con el terrorismo
internacional.

Parece como si la nube pudiese estar teledirigida y ser un
arma inteligente capaz de ocultarse en los momentos más
oportunos, evitando así su localización y volviendo
a resurgir y a atacar en el momento preciso, desprendiendo alguna
sustancia desintegradora que acaba con la vida de la
población.

– Perdón. – Interrumpió la locutora. Nos
acaba de llegar un teletipo de la agencia de noticias
Europa Press, en
la que se nos comunica una catástrofe sin precedentes. Al
parecer la nube no sólo produce devastación y
miseria en las ciudades costeras, sino que también arrasa
ciudades del interior de los países, como acaba de suceder
en el estado de
Iowa, Estados Unidos.
Cinco de sus 99 condados han sido arrasados sin que haya
aparecido ningún vestigio de vida. – La lista de los
condados afectados es la siguiente: Benton, Henry, Plymouth,
Ringgold y Shelby, todos ellos de mayoría Blanca y formado
principalmente por colonos e industriales de origen europeo,
principalmente alemanes.

– Cuando sepamos más noticias sobre esta tragedia, se
la iremos contando a ustedes, mientras tanto continuamos con
nuestro informativo de las 14,30.

– Los Ministros de Asuntos Exteriores con sus asesores y
expertos están tratando en comisión de urgencia una
serie de medidas estratégicas para detectar la nube y
cómo destruirla. Se espera que de aquí al
sábado los ministros pongan en manos de todos los estados
las resoluciones y medidas conjuntas a tomar.

– Mientras tanto los Jefes de Estado Mayor de los principales
países de la Tierra
mantienen a sus ejércitos en estado de máxima
alerta. Las tropas de Tierra, Mar y Aire patrullan
constantemente todos los territorios nacionales en busca de
algún vestigio que les permita localizar y destruir a la
nube causante de todas estas desgracias.

– Numerosos testimonios en muchos lugares del planeta afirman
haberla visto en el momento de su desaparición en el
horizonte aunque sus descripciones son totalmente distintas unas
de otras.

– También denuncian muchas personas la
desaparición de sus familiares y amigos sin dejar rastro,
como si se hubiesen volatizado.

– Conectamos con nuestro corresponsal en Iowa, Benito
Rodríguez. – Buenas noches aquí en el condado de
Shelby en el Estado de Iowa. Como pueden ver a mis espaldas,
tropas del ejército estadounidense patrullan las calles de
este condado, así como de los otros cuatro que ya
están confirmados: Benton, Henry, Plymouth y Ringgold.

– Y digo patrullan las calles, cuando más bien
debiéramos decir, las solitarias calles, porque este
condado se ha quedado totalmente desierto. Lo que ayer mismo eran
calles bulliciosas y llenas de actividad, hoy se han convertido
como podéis ver, – El cámara mostró
brevemente las calles de su entorno, – en un conjunto de
calles solitarias y casas deshabitadas. Nadie, absolutamente
nadie habita ya este condado de Shelby. Únicamente las
patrullas y los medios de
comunicación que nos hemos dado cita hoy aquí,
somos sus únicos habitantes.

– Os diré también que el olor es nauseabundo,
como si estuviésemos delante de una fosa común, tal
es el olor a putrefacción que hay por todos los
alrededores.

– Nadie nos puede explicar lo que aquí ha sucedido en
la madrugada pasada y los soldados tienen órdenes
estrictas de no filtrar ningún comentario a la prensa.

– Poco o nada más os podemos comentar porque
además de la ausencia de vida hay también una
absoluta ausencia de noticias. – Hoy ha visitado el estado de
Iowa el Gobernador del Estado, el señor Richard Conte, el
cual ha valorado los daños sobre el terreno y ha sido
informado debidamente de los hechos, pero no ha querido hacer
ninguna declaración a instancias de los medios de
comunicación.

– Ha llegado esta mañana a este condado a bordo de un
helicóptero de la Marina de los Estados Unidos, y ha
estado aquí por espacio de una hora aproximadamente,
continuado viaje posteriormente a los demás condados
afectados. Como digo nada se ha podido filtrar de esta
visita.

– Mañana se espera una declaración Institucional
del Presidente de los Estados Unidos, Andrew Calaham de la que
les mantendremos al corriente.

– Desde Shilby, para el telediario de las 14,30, Benito
Rodríguez.

– Muchas gracias. – contestó la locutora del
informativo. – Como hemos visto y oído lo
sucedido en Iowa es una verdadera tragedia inexplicable. Todo lo
acontecido hasta ahora desde que se detectaron los primeros
casos, allá por el mes de agosto, lo son pero ésta
es distinta; no sigue las pautas de los anteriores casos y
además sus proporciones son mucho mayores.

– Multitud de voces
apocalípticas y desproporcionadas, hablan ya del fin del Mundo
y en muchas congregaciones religiosas de distintas confesiones se
celebran ritos religiosos de distinta índole, donde se
elevan plegarias a Dios por la salvación de la
Humanidad.

– Su Santidad el Papa Pablo VII ha pedido calma a la
cristiandad en un intento de desdramatizar el asunto, aunque el
pánico
y los últimos acontecimientos redundan cada día
más en esa creencia.

– Pasamos a otras noticias de este telediario.

oooOOOooo

El fin

La niebla era total en la ciudad de Berlín, los retazos
y jirones se extendían por todos lados, las calles estaban
totalmente vacías y las pocas gentes que quedaban en la
ciudad y que no habían podido escapar de la bruma,
aguardaban el final de todo agazapados en sus casas sin poder
hacer nada para evitarlo.

En todas partes del Mundo estaba sucediendo lo mismo. Ciudades
enteras en todo el Globo terráqueo habían quedado
deshabitadas y la nube, aquella nube que inesperadamente
aparecía y desaparecía, había adquirido ya
proporciones desorbitadas, ocupándolo todo.

El humo tóxico penetraba a su antojo por todos los
recovecos: puertas, ventanas, chimeneas, desagües,
alcantarillas, sumideros, buhardillas.

Adelbert y su familia estaban
agazapados en el sótano de la casa; habían cerrado
puertas y ventanas a cal y canto procurando tapar las rendijas
con papel aislante. Sin embargo era consciente que por
algún lado tenía que dejar entrar el aire si no
querían morir asfixiados.

Dos horas y media llevaban allí escondidos su familia y
él desde que se enteraron por las últimas noticias
que pudieron escuchar por la radio, que la
nube se dirigía ya hacia Berlín después de
haber arrasado ya muchas otras ciudades de Alemania. Se
había dado la orden de abandonar la ciudad, pero Adelbert,
sabía que no podría hacerlo con su mujer embarazada,
una niñita de dos años y su madre en silla de
ruedas, por lo que decidió quedarse a esperar con toda su
familia el final de los acontecimientos. De todas formas el huir
no era ya garantía de salvación. Más tarde o
más temprano, la nube alcanzaría a todos los
lugares de la Tierra.

Adelbert pensaba en los muchísimos años de
advertencia: en la cantidad de reuniones, convenciones, cumbres,
etc. que había tenido la humanidad para solucionar el
problema de la contaminación. No habían hecho caso,
los países se enriquecían a costa del petróleo, del uso abusivo de los
carburantes, la masificación de la industria, de
los vertidos indiscriminados, etc, provocando graves
catástrofes como la del agujero de ozono, el derrumbe de
los casquetes polares, la contaminación del Mar, la
desaparición de multitud de especies por no hablar de la
desertización, la contaminación del agua o el cambio
climático. Se había hecho oídos sordos a
todo durante siglos.

La Naturaleza ya había advertido con creces a la
Humanidad a lo largo de casi dos siglos y él como
científico que era, lo mismo que tantos otros
habían alzado sus expertas voces contra el mal uso de todo
lo que provocaba la contaminación, sin que fueran
escuchados.

La contaminación de cualquier tipo se había ido
concentrando de tal forma que lo mismo que el agua de
lluvia se evapora y sube a la atmósfera formando
las nubes; así mismo todas las partículas
contaminantes en suspensión habían ascendido a la
atmósfera y sus moléculas por una especie de
afinidad inexplicable científicamente, se habían
congregado en tal cantidad y condensación que
habían llegado a formar una nube. Primero pequeña y
ligera, pero según iba aumentando su grado de
condensación su tamaño había ido aumentando
en progresión geométrica, hasta tal punto que parte
de esas partículas volvían a caer a la tierra como
también hace el agua cuando llueve. Naturalmente las
partículas que vuelven a la tierra encierran un grado de
contaminación tan grande que desintegra las células
vivas. Tal era su concentración, que por eso se formaba
una especie de niebla o bruma que avanzaba y avanzaba
adentrándose cada vez más en el interior de los
continentes.

La nube va descargando así de parte de sus desechos
como si la tierra fuese su inodoro. Por otro lado como cada vez
le queda menos materia animal
viva por absorber es atraída por los lugares donde hay
más habitantes y como cada vez tiene más necesidad,
dada su magnitud, pues necesita una y otra vez, acudir a ciudades
más grandes donde hay una mayor cantidad de habitantes,
personas y animales. De tal forma que el fenómeno se
convierte en un círculo vicioso, una especie de ciclo
parecido al ciclo del agua.
Evaporación, condensación, transporte y
precipitación.

Adelbert meditaba sobre todas estas cosas que el había
vivido y había pronosticado, cuando le empezó a
llegar aquel olor nauseabundo, cada vez más nauseabundo
que daban ganas de vomitar. En ese momento supo que les
había llegado su hora.

Cogió a su familia y después de besarles los
abrazó fuertemente. Él ya había hablado con
ellos, cuando decidieron quedarse.

Aunque es triste y no nos sirve de mucho consuelo, he de
deciros y según la experiencia de otros casos, que nuestra
muerte es
totalmente indolora. La contaminación no va a herir a
ninguno de nuestros órganos, simplemente
desintegrará poco a poco nuestras células y
nosotros no nos enteraremos. Así que debéis estar
tranquilos. Nos echaremos en sendos colchones en el sótano
por si tuviésemos la suerte de que la bruma no descendiera
tanto, pero si lo hace no sentiremos nada, sólo un olor
muy fuerte, como a algo putrefacto. Ese olor lo produce la alta
concentración de partículas de desechos de todo
tipo en suspensión. Es como si nos acercásemos a un
estercolero donde se arroja toda la inmundicia.

– Esto que vamos a vivir, queridos míos será el
resultado de la torpeza y la cerrazón del hombre. –
Espero que si la Humanidad logra sobrevivir a esto, no vuelva a
cometer los mismos errores que lleva cometiendo durante
siglos.

– Adelbert sabía que aquellas palabras no
consolarían a su familia, pero al menos serían un
soplo de tranquilidad. El olor se hacía cada vez
más intenso, casi irrespirable.

– De repente Adelbert, vio como por debajo de la puerta se
colaban los primeros hilachos de aquella bruma. Primero muy
finos, después de mayor grosor, amenazantes, pesados, a
ras del suelo.

Un grito de terror se escapó de la garganta de todos,
excepto de Adelbert que la esperaba con total serenidad; ese era
el carísimo precio que la
Humanidad debía pagar; lo malo es que allí
pagarían todos los culpables: políticos,
comerciantes irresponsables que se habían querido
enriquecer a cualquier precio rápidamente, pero
también por desgracia, los inocentes como él y su
familia que no habían tenido nada que ver con aquella
ceguera Mundial.

Primero fueron las piernas y después poco a poco el
resto del cuerpo. Lo último que Adelbert consiguió
ver en este mundo fue la cara llorosa de su hijita.

FIN

 

El
bosque

Los hermanos

Desde la terraza del chalet se contemplaba un bonito paisaje:
al fondo se podía ver la Sierra de Guadarrama, nevada en
los meses de invierno, las numerosas urbanizaciones de preciosos
chalets que salpicaban el paisaje como si fuesen sacadas de una
postal navideña. También se veía la
carretera que comunicaba todos los pueblos de la Sierra.

– Nuestra urbanización se llama precisamente
Urbanización Guadarrama y está situada en un bello
pueblecito llamado Collado Mediano. – Hace un año
aproximadamente que nos trasladamos aquí; mis padres lo
compraron de segunda mano a unos señores mayores que ya no
podían vivir solo tan alejados de la capital y de
sus hijos. – Dice mi padre que fue una "ganga", una
ocasión estupenda que no podíamos desaprovechar.
Siempre habían tenido ilusión por poseer un chalet
en la Sierra y al final su sueño se había visto
cumplido.

– El chalet es muy bonito, con tres plantas: en la de abajo
está la cocina, el salón y un cuarto de baño
y en la de arriba estaban las cuatro habitaciones y otros dos
cuartos de baño más. También tiene una
buhardilla y un sótano al que mi padre llama la
bodega.

– Delante y detrás del chalet tenemos dos
pequeños jardines y en un lateral hay un garaje con
capacidad para dos automóviles; la verdad es que es muy
bonito y mi madre lo amuebló y decoró de forma
rústica pero muy confortable.

– Sin embargo, a mí lo que más me gustaba era el
bosque, un bosque que se veía desde la terraza principal y
que distaba un kilómetro aproximadamente de nuestra
urbanización aunque a nuestros padres no les gustaba que
fuéramos solos mi hermano y yo a ese bosque.

– Bueno a todo esto no me he presentado, mi nombre es Raquel y
tengo dieciséis años y mi hermano se llama Roberto
y tiene once. Nos llevamos bien en general, aunque algunas veces
discutimos por tonterías como dice mi madre.

– Mi padre es profesor de
Matemáticas en un instituto de Madrid y mi
madre trabaja en un banco. La verdad
es que formamos una familia feliz, al menos hasta que
comenzó aquello.

– Aquí, me paso las horas muertas contemplando aquel
bosque desde la terraza; su vegetación es muy variopinta, formada por
distintas clases de árboles, pero sobre todo por pinos, enebros
y robles, pero también por arbustos como: piornos,
helechos y matorral de montaña.

– También posee gran variedad de animales: corzos,
gamos, zorros y ardillas e incluso preciosas aves rapaces
como milanos, águilas reales, buitres, azores y gavilanes
que se ven volar en círculos, abarcando una gran
extensión de terreno, sobrevolando la Sierra de Guadarrama
y bajando hasta el valle, sobre nuestras propias cabezas.

– El amanecer es un verdadero espectáculo, y lo
sé porque hemos hecho muchas excursiones de madrugada con
mi padre que es un gran amante de la Naturaleza. Con él
hemos ido también a ese bosque, donde él nos ha
mostrado todo tipo de plantas, explicándonos a mi hermano
y a mí, como se llaman, a que especie pertenecen, enfin
todo sobre ellas Mi padre entiende mucho, tanto de flora como de
fauna. Un
día pudimos ver un gamo; era un gamo pequeño,
aproximadamente de un año. Nos quedamos acurrucados tras
unos matorrales sin hacer ruido y lo pudimos observar con todo
detenimiento en su hábitat
natural. Se parecía a Bambi. ¡Qué
hermosura!

– Mi hermano y yo nos quedamos con ganas de volver pero
tendríamos que esperar a que nuestro padre tuviese
tiempo para
programar una nueva excursión.

– Cuanto más observo ese bosque más me siento
atraída por él y me bulle en la cabeza el poder
hacer una escapada con mi hermano sin que nadie se entere, pero
mi conciencia no me
lo permite; yo siempre había sido una niña
obediente y respetuosa con las decisiones de mis padres y no
querría romper ahora esa regla. Así que me he
resignado por algún tiempo a conformarme con las
excursiones que mi padre nos planifica junto a él.

– Sin embargo yo pensaba que mi padre no se había dado
cuenta de que yo ya tenía dieciséis años y
que siempre había sido muy responsable. Además no
iría sola, me acompañaría mi hermano.

– Aquella tarde, de sábado comenzó a bullir en
mi cabeza, la idea de ir por primera vez a ese bosque nosotros
solos y la idea fue tan fuerte que al final claudiqué y
comencé a prepararlo todo para la semana siguiente.

– Tendría que buscar una excusa para salir de casa con
mi hermano. – ¿Qué podría decirles? – En el
pueblo tenía amigas y también en la
urbanización; muchas eran conocidas del instituto de
Collado, pero más tarde o más temprano mi madre se
enteraría; era capaz de llamar a casa de cualquier
niña para confirmarlo.

– No, debería ser algo entre mi hermano y yo. Muchas
ideas me venían a la mente pero según me
venían las rechazaba por considerarlas poco
creíbles; a mi madre no se la podíamos dar con
queso.

– Una carta que
trajeron al lunes siguiente nos dio la idea y la
justificación. El instituto organizaba para el siguiente
fin de semana una jornadas de puertas abiertas para el
sábado y el domingo siguiente, organizadas por el
Ayuntamiento, donde se impartirían diversos talleres de
aire libre en el que participaría toda la Comunidad.
Naturalmente eran voluntarias y se podía acudir a la hora
que se quisiera; podía ser de media jornada o se
podía participar en ellas durante los dos días en
que estaban organizadas.

Yo pensé acudir la mañana del sábado y el
domingo; la tarde del sábado nos serviría de
pretexto para irnos al bosque; por fin realizaríamos
nuestra ansiada excursión en solitario.

– Con la excusa del instituto, nos preparamos en una bolsa de
deportes cosas
que no íbamos a utilizar, pero que servirían para
dar más realismo y
credibilidad a nuestra historia, como cuadernos,
bolígrafos, un balón, ropa deportiva y la merienda,
de la cual daríamos buena cuenta al llegar al bosque.

– Nuestros padres no nos pusieron ninguna pega dado el
carácter educativo de aquellas actividades organizadas por
el Ayuntamiento de Collado Madiano y por nuestro propio
instituto; aquello sonaba a un acto oficial. Ya lo
teníamos "chupao".

Sin embargo nada nos hacía pensar lo que nos
vendría después; cuáles serían las
consecuencias de nuestra "diablura"

oooOOOooo

La Primera Excursión

– Ya estamos llegando Roberto, – le dijo Raquel a su hermano
al alcanzar los primeros árboles del bosque. Soplaba una
ligera brisa que movía ligeramente las hojas de los
árboles. Una senda con dos surcos provocados seguramente
por algún vehículo pequeño perteneciente a
los guardabosques que se encargaban de la vigilancia y limpieza
del mismo, marcaban el camino que se adentraba en la espesura. Un
silencio total reinaba en el bosque, roto de vez en cuando por el
movimiento de
las hojas empujadas por el viento y por el graznido de
algún animal o el revoloteo de algún pájaro.
La verdad es que tanta paz sobrecogía y a Raquel se le
pasó más de una vez por la imaginación,
coger a su hermano y regresar, pero su pundonor la obligó
a seguir adelante.

– De momento todo aquel paraje le era conocido, allí
estaba el frondoso matorral tras el que se habían
escondido con su padre cuando vieron a aquella criatura tan
preciosa, cuando vieron al gamo al que Raquel había
apodado Bambi en recuerdo de la famosa película de
Disney.

También descubrieron muy pronto el manantial de
agua potable
en el que su padre les había autorizado a beber y a llenar
sus cantimploras, cosa que volvieron a hacer. Al otro lado del
manantial se extendía una pronunciada cuesta que
ascendía por la intrincada falda de la montaña
estrechando cada vez más la senda hasta hacerla casi
desaparecer.

Raquel dudó un instante antes de proseguir; por ese
camino no habían subido con su padre, era nuevo para ellos
pero decidió seguir. A Raquel y a su hermano les
encantaban las aventuras, así que comenzaron a ascender.
Al cabo de un rato tuvieron que realizar una parada porque
estaban agotados y sudando copiosamente.

Prosiguieron la ascensión cada vez con más
dificultad pues el sendero había desaparecido; por
allí no habían subido nunca con ningún
vehículo, el desnivel era demasiado pronunciado.

Los árboles eran muy altos y frondosos, apenas dejaban
pasar la luz del sol y el
ambiente era
muy húmedo. El viento a esa altura era ya más que
una ligera brisa; soplaba con bastante fuerza y producía
un eco que parecían enteramente voces humanas. De vez en
cuando se oía algún grito producido seguramente por
algún mamífero que había sido sorprendido
por un depredador.

Cuando Raquel miró hacia abajo se dio cuenta de la
dificultad que encerraría el descenso; se había
perdido el rastro y sería muy difícil volverlo a
encontrar. Raquel comenzó a tener cierto miedo, aunque
trató de no trasmitírselo a su hermano.

Por fin llegaron a una altiplanicie poblada igualmente por
numerosos árboles que mezclaban sus ramajes entre si como
una tela de araña.

Roberto manifestó su cansancio por lo que Raquel
decidió descansar allí mismo y comer algo para
reponer fuerzas. – Descansaremos aquí. – Dijo
Raquel a su hermano. Se sentaron en una roca que
sobresalía entre la vegetación y abrieron las
tarteras que contenían sus respectivas meriendas.

La socorrida tortilla que les había preparado su madre
para comer en el instituto entre taller y taller, era el plato
más apetitoso de cualquier excursión y lo devoraron
con gran presteza. A continuación un bocadillo de chorizo
y dos naranjas completaban la minuta.

– Después de comer, echaron sus chubasqueros sobre el
suelo y se dejaron caer para descansar un poco antes de decidir
si proseguían o volvían por donde habían
venido. Raquel miró su reloj, eran tan solo las tres y
media. Era todavía muy pronto, los actos organizados por
el instituto no acabarían hasta las seis. Tenemos tiempo
para avanzar más, comentó Raquel en voz alta sin
que su hermano se opusiera lo más mínimo.

Un olor intenso a resina y a plantas silvestres lo inundaba
todo; fragancias de todo tipo que invadían los sentidos,
pero no solo eso, sino aquel silencio, un silencio que se
podía oír; murmullos de todo tipo, siseos y ruidos
insignificantes que parecían hablarte en la
lejanía, semejantes a voces del más
allá.

Raquel no era miedosa pero aquel silencio y aquella soledad la
empezaban a inquietar; de repente Roberto le espetó:

– Raquel vámonos ya, se nos va a hacer de noche y me da
miedo. ¿Miedo? – Le preguntó su hermana.
¿Miedo de qué? – Estás conmigo y
solamente son las cuatro, falta mucho para que anochezca,
todavía faltan dos horas para que cierren el
instituto.

– Pero tengo miedo, esto está muy solitario. – Desde
aquí no se ve nuestra casa y papá no lo sabe.

Raquel comenzó a ser consciente de que la
situación se le podía escapar de las manos.
Está visto que con niñitos no se puede ir a
ningún sitio. – Pensó.

– Está bien vamos un poquito más allá,
hasta las cuatro y media. ¿Vale? Después te prometo
que nos vamos para casa. – Sólo tenemos que bajar la
cuesta que siempre será más fácil que la
subida.

– Bueno. Dijo el chico a regañadientes.

Siguieron caminando a través de la pequeña
llanura y entraron en otra zona frondosa del bosque. Raquel se
detuvo al observar que por allí no había camino
alguno, todo era salvaje e inhóspito.

De pronto un sonido estridente les hizo detenerse en seco.

– ¿Qué ha sido eso? – Preguntó
Roberto.

– No lo sé. – Contestó Raquel
quedándose parada.

Esta vez se asustó también la chica. El viento
comenzó a ulular mientras las copas de los árboles
comenzaban a moverse con más fuerza.

– ¡Vámonos Raquel! – Gimoteó
Roberto.

– No tengas miedo. – Intentó serenarle su
hermana. – Aquí no te puede suceder nada. –
Sólo hay árboles y los árboles no atacan a
las personas. – ¡Tranquilízate!

En lo alto de la arboleda sobresalía un Olmo de grandes
dimensiones que a Raquel le pareció de repente como si
fuera el jefe de un gran ejército en posición de
batalla.

Se quedó mirándole como hipnotizada y poco a
poco se sintió atraída por él, así
que siguió caminando hacia el árbol pese a la
oposición de Roberto que llorando le rogaba que
regresaran.

Raquel, haciendo caso omiso a su hermano se fue acercando al
gigantesco árbol mirando hacia su copa como si fuese la
cabeza del mismo. Es más, juraría que con sus hojas
y con sus ramas, el árbol formaba un rostro perfectamente
definido que al moverse por la acción
del viento, la estuviese hablando.

– ¡Vámonos ya, por favor! – ¿Qué
hacemos ya aquí? – Volvió a insistir
Roberto.

De pronto, en medio del bosque sonó una voz cavernosa
que parecía decir: ¡Raquel, Raquel! – Raquel
apoyó su mano en el grueso tronco y notó vida
dentro de aquel gigante. Fluía una especie de
líquido produciendo un murmullo en su interior. Que Raquel
notó perfectamente y cuanto más lo notaba
más atraída se sentía por él.

Otra vez volvió a escuchar: – Raquel, Raquel. – Cada
vez más cerca.

– ¿Dónde estáis? – Raquel, Roberto.
Hijos, -¿Dónde estáis?

– Aquí papá, estamos aquí. –
Respondió Roberto. – Sintiéndose salvado por
fin.

Raquel, salió de su hipnosis, se quedó mirando
fijamente a aquel árbol y contestó
débilmente: ¡Aquí, papá! Estamos
aquí.

oooOOOooo

Todavía resonaban en sus oídos aquellos
murmullos, aquella voz que parecía gritar: "Raquel" y que
ella estaba segura que había salido de aquel árbol.
Su sentido común luchaba por hacerla ver que habían
sido los gritos de su padre, pero no; ella estaba segura que el
primer nombre lo había pronunciado aquel gigante. Ella no
estaba loca.

Cuatro días llevaba castigada en su habitación
sin saber cuando sus padres la levantarían el castigo y
sin embargo no se sentía dolida a pesar de que
sabía que su hermano había sido el causante por
dejar aquella nota sobre el aparador advirtiendo de su
excursión al bosque.

Ella se había llevado la peor parte. Lo que más
le había dolido era que sus padres le habían
recriminado su irresponsabilidad, diciéndole que no
volverían a confiar más en ella. Eso le
había llegado al alma, cuando
siempre había sido responsable y obediente. No obstante
después de meditar sobre ello comprendía que sus
padres tenían gran parte de razón; sólo
intentaban protegerla.

A pesar de ello, a Raquel no se le iba de la cabeza su
experiencia y constantemente observaba aquel misterioso bosque
desde su ventana.

Desde allí no conseguía naturalmente ver el
árbol ni el lugar donde habían estado pero algo la
atraía desde allí. A pesar de estar muy lejos, ella
juraría que seguía oyendo los mismos sonidos,
murmullos, ruidos que cuando estaban allí.

No sabía si era su subconsciente el que la llamaba, o
era aquel frondoso árbol que dominaba el bosque y todo lo
que le rodeaba.

– ¡Raquel! ¡Raquel! – Le parecía
oír en la lejanía, pero no sentía
ningún miedo. Era como si supiese que allí
estaría segura, que nadie le haría ningún
daño,
que aquel gigantesco árbol estaba allí para
protegerla.

Cuando caía la noche y se dormía, le
parecía estar escuchando el golpeteo de las ramas de los
árboles sobre su ventana, pero nada la inquietaba.

– Pronto comenzó a pensar en su vuelta al bosque.
Tendría que volver. – Pensó. Era necesario
descubrir el secreto que encerraba aquel bosque y concretamente
aquel misterioso árbol.

No sabía como lo haría. – Sería
difícil encontrar una nueva ocasión, pero la
encontraría aunque esta vez iría sola; no se le
ocurriría volver a llevar al "miedica" de su hermano o
mejor dicho al "chivato" de su hermano. ¡No! Esta vez lo
haría ella sola. Sentía una verdadera necesidad y
comenzaba a vislumbrar cuando podría ser la próxima
ocasión.

En su mente bullían miles de pensamientos
extraños. Se veía incluso entablando una
conversación con aquel árbol. Sentía como
él la comprendía y como la respondía.
¿Podría una persona conversar
con un vegetal? A veces se veía absurda y con poca
cordura, pero al instante siguiente sentía que
podía ser posible. Ella lo había escuchado y nadie
se lo podía negar.

El sábado por la mañana, sus padres le
levantaron el castigo previa advertencia de que no volviera a
repetir una cosa así.

– Raquel les prometió que no volvería a hacerlo,
pero en su fuero interno, estaba convencida que no podría
cumplir su promesa. Se sentía atraída por el bosque
como si fuese un poderoso imán y aunque intentó
quitárselo de la cabeza no pudo.

En el próximo mes, el instituto organizaba la
excursión anual del curso. Raquel vio en ese hecho su
nueva oportunidad. Nunca pensó que ella sería capaz
de maquinar algo así, pero aquel pensamiento le
rondaba constantemente por su cabeza: Escribiría con el
ordenador, eso era hoy día muy frecuente, una nota para su
tutora en la que sus padres le comunicaban la no asistencia a la
excursión de su hija Raquel por encontrarse enferma. A sus
padres les pediría el dinero de
la excursión y saldría de casa ese día para
asistir a la misma, así tendría todo el día
por delante para recorrer todo el bosque si quería.

– ¿Sería capaz de una cosa así?
¿Engañaría a su familia de ese modo? La
verdad es que no se lo merecían. Eso la hacía dudar
muchas veces, pero la fecha se acercaba y ella tendría que
tomar una decisión.

oooOOOooo

La segunda excursión

Raquel subía por la empinada cuesta sudando
copiosamente. Como la vez anterior decidió hacer un alto
en el camino para reponer fuerzas. Se sentó en la misma
piedra que la otra vez, sacó el bocadillo que llevaba en
la mochila, abrió el envoltorio y comenzó a
devorarlo más que a comerlo; era de salchichón y se
lo había preparado ella misma. Abrió una lata de
naranjada y bebió un trago. Al cabo de un rato, Raquel
había dado buena cuenta del bocadillo y de la naranjada.
Se tumbó también como la otra vez sobre su
chubasquero y descasó por espacio de veinte minutos, tras
los cuales decidió reemprender la marcha.

Cruzó la explanada y se internó en la espesura,
llevando como guía el impresionante y descomunal Olmo que
sobresalía por encima del resto y que parecía
atraerla desde el principio. Nuevamente el olor a resina y las
múltiples fragancias que desprendía el bosque
llegaron a Raquel invadiendo todos sus sentidos. Aquellos olores
parecían trasmitir algo, algo que la muchacha no terminaba
de interpretar.

Al cabo de un rato, llegó al pie de aquel gigantesco
árbol y por inercia alzó sus ojos al cielo y
divisó como la vez anterior una enorme copa que se
movía con gestos casi humanos de un lado para otro.

Raquel siguió observando y escuchando. Nuevamente pudo
oír aquel silencio que parecía trasmitirle miles de
sonidos ocultos: siseos, suspiros, murmullos.

Pero de repente, a Raquel le pareció escuchar una voz,
una voz entre tantos sonidos misteriosos, una voz hueca que
pronunciaba su nombre: ¡Raaaquel!

Un fuerte escalofrío le recorrió su Columna
vertebral y su piel y su
vello se erizó inmediatamente. Tuvo ganas de salir
corriendo, pero se quedó quieta, estática
como si estuviera sujeta al suelo por los pies. Se dijo una y mil
veces a sí misma que aquello era producto de su
imaginación. Continuó andando, dejando atrás
a aquel olmo viejo y adentrándose más y más
en la espesura del bosque, pero de repente, volvió a
oír: ¡Raaaquel!

Aquello no podía ya ser producto de su
imaginación; se volvió de repente y observó
como aquel olmo centenario tenía vida; sí
tenía una especie de vida humana. Su copa se había
vuelto hacia ella y sus ramas formaban una mueca de tristeza que
nadie podría discutir. Ahora Raquel, estaba ya segura. –
Aquel árbol hablaba, y hablaba con ella sin lugar a
dudas.

– No obstante, la muchacha se quedó paralizada a media
distancia entre la espesura más distante del bosque y
aquel árbol. Si ella hubiese contado aquello, la
habrían tomado por loca. Ni ella misma se lo podía
creer.

Al fin decidió regresar sobre sus pasos y regresar
junto a aquel olmo leñoso y arcaico pero a la vez
entrañable y lleno de vida.

Raquel decidió sentarse a contemplarlo.
¿Podría un árbol entablar una
relación con un ser humano, parecido a la relación
que mantienen los animales domésticos con las personas?
Ella siempre había creído que sí, y
además, en caso de ser posible, sería una
relación bastante más desinteresada que con los
animales. Los animales domésticos establecen una
relación simbiótica de agradecimiento. El hombre les
proporciona el alimento y el animal se lo agradece de
múltiples maneras, por ejemplo el perro con su obediencia,
nobleza y fidelidad. Pero las plantas silvestres nada tienen que
agradecerle al hombre, éste no les da de comer.

Raquel pensó que aunque era una locura, si aquel
árbol la había llamado por su nombre, ella
también podría preguntarle por el suyo. Así
que se decidió:

– ¿Cómo te llamas? – Le
preguntó.

Un silencio total fue la respuesta, por lo que Raquel le
volvió a preguntar.

– ¿Cuál es tu nombre?

Nuevo silencio.

– ¿Te has quedado mudo? Yo me llamo Raquel, – ¿Y
tú?

Silencio

Raquel estaba a punto de levantarse al considerar que
habían sido imaginaciones suyas. De repente, le
pareció escuchar.

– Yo me llamo Herbacian, pero me puedes llamar "Herbi"

Naturalmente, aquellas voces sonaban de una manera distinta a
las humanas, iban acompañadas del siseo de las hojas al
moverse, algo así como: "Herrsbaciansss", "Herbiss".

– Raquel se volvió a sentar sobre la fresca hierba que
rodeaba al árbol. Estaba impresionada. Durante largo
tiempo se dedicó a contemplar a aquel gigante sin dar
crédito
a sus oídos. – ¿Podrían existir
árboles domésticos? – Pensó

– ¿Quieressss serrsss mi amiga? – Preguntó
aquel gigante en medio de los múltiples sonidos que le
acompañaban.

– Yo, yo, yo, sí. – Tartamudeó Raquel

– Yo siempre estaré aquí, esperándote.
– Dijo el árbol en su argot, a la sorprendida
muchacha que no acertaba a articular palabra.

– Yo también vendré a verte Herbi, – Yo
también deseo ser tu amiga.

Ante esa afirmación, Raquel notó una sonrisa en
la expresión de Herbi y vio como dos de sus ramas
descendía hasta alcanzar a la muchacha y tras rodearla con
ellas el árbol le decía: – Soy muy feliz con tu
amistad,
Raquel.

– ¿Había escuchado bien? – A Raquel todo aquello
le parecía alucinante, pero estaba sucediendo de
verdad.

– Raquel miró el reloj y comprobó que el tiempo
había pasado muy rápidamente, faltaba sólo
una hora para que el autocar de la excursión regresara al
instituto; – Debería llegar antes que el autocar,
así que decidió que había llegado la hora de
despedirse de aquel extraordinario amigo.

– Debo irme. – le dijo a "Herbi" o mis padres me
descubrirán, pero te prometo que volveré a verte en
cuanto pueda.

Raquel cogió su mochila, se levantó del suelo y
se la echó al hombro.

– Yo te estaré esperando con ansiedad; eres la primera
amiga humana que tengo y soy muy feliz.

– Yo también, – le respondió Raquel. – Yo
también soy muy feliz de haberte conocido. Todos los
días miraré al bosque y aunque no te vea,
sabré que estás ahí.

– Sí me verás, yo me haré ver y tú
desde tu ventana, sabrás que te estoy recordando. –
le contestó el árbol en su argot particular.

– Raquel le lanzó un beso, se dio media vuelta y
comenzó a descender la pendiente camino de su casa. –
Mientras bajaba, una lágrima le recorrió la
mejilla. No podía contener tanta emoción; ella era
la primera persona que tenía a un árbol como su
mejor amigo. No se lo contaría a nadie, además no
la creerían, así que sería su secreto, su
secreto mejor guardado.

oooOOOooo

Aquella tarde de finales de agosto, Raquel se sentó en
la terraza de su habitación. Ya había hecho sus
tareas escolares y decidió como cada tarde sentarse en la
terraza a contemplar el bosque, su bosque como ella lo
consideraba, porque ella y sólo ella conocía los
secretos de aquel bosque.

Para los demás era como una postal, una fotografía
más en medio de un paisaje; no conocían su secreto,
no conocían a aquel olmo gigantesco que hablaba, que
pensaba, que se entristecía o se alegraba como ella. No,
ellos no lo conocían.

Como cada tarde a la misma hora, llegó hasta ella
aquella mezcla de olores, de fragancias indefinidas, pero
también aquellos sonidos, aquellos murmullos, cuchicheos,
siseos que había escuchado también en el corazón
del bosque.

– Raquel se tendió en una tumbona, se relajo y se
dispuso como todos los días a escuchar los mensajes,
sí, los mensajes que recibía a través de los
distintos aromas y de los sonidos que sólo podía
escuchar ella. Sí su árbol la hablaba, la hablaba
cada tarde desde la lejanía, desde lo más
intrincado del bosque.

– Raaaquel! Raaaquel! Raaaquel! Se escuchó en forma
casi imperceptible. Deseo verte de nuevo, parecían decirle
de forma sibilante aquellos murmullos. Mis compañeros y yo
te estamos esperando. Debes venir a vernos.

– ¿Mis compañeros y yo? ¿Había
oído bien? Aquella tarde su árbol le había
revelado otro secreto: Había otros árboles como
él. Otros árboles domésticos que
querían entablar una relación de amistad con ella
porque era ella la única persona que los
comprendía.

– ¿Hay más árboles como tú,
Herbacian? – Raquel no tuvo que hablar para pronunciar esas
palabras; lo hacía a través de la mente, a
través de sus pensamientos y deseos y fluían de
ella en forma también de siseos, de murmullos.

– Siiii, pudo escuchar Raquel. – Todos los árboles del
bosque pueden comunicarse contigo y ser tus amigos si tú
quieres. Pero sólo si tú quieres. – Le
contestó Herbacian en su argot personal de
árbol muy viejo.

– Raquel, aunque los árboles siempre estamos en el
mismo sitio viajamos en el tiempo; somos los seres vivos que
más duramos, hay algunos parientes míos que han
vivido más de 5000 años. Quedan algunos que
conocieron a tu primer antepasado.

– Raquel estaba entusiasmada, nunca hubiese podido imaginar
que Herbacian le contara su historia, pero así era. –
Él quería que Raquel conociese su vida y
también la de sus compañeros. La muchacha se pasaba
las horas muertas escuchando a su amigo.

Yo ya soy un árbol muy viejo y sé que mi fin se
acerca, pero aún así todavía viviré
unos cincuenta años más, así que podremos
ser amigos durante bastante tiempo todavía.

– Hoy te contaré como fue mi nacimiento. Yo nací
en la primavera del año 1433; sí así como lo
oyes, hace más de 500 años. Entonces todo lo que
ahora ven tus ojos, era un extensísimo bosque con todo
tipo de árboles y arbustos. No sé quienes fueron
mis padres. – Los árboles nunca sabemos eso, pues como
seguramente sabes, la semilla que nos contiene la transporta el
viento y a lo mejor viene desde muchos kilómetros de
distancia. – El caso es que mi semilla cayó aquí,
eso es cuestión de fortuna o de casualidad. Caí en
este terreno fértil y húmedo que me acogió
con amor y
cubrió todas mis primeras necesidades: agua, luz, calor, humedad
y compañerismo; sin esas cosas no hubiese podido
subsistir. A la vez que yo, nacieron otros compañeros y
otros ya existían antes que yo, a muchos los he visto
morir y a otros los he visto nacer.

– ¿También mueren los árboles? –
Preguntó Raquel con curiosidad.

– Naturalmente, mi niña, todos los seres vivos mueren y
los árboles no podíamos ser diferentes, pero eso es
muy triste porque los árboles y todas las plantas en
general también sufrimos cuando un hermano muere. – Todos
los árboles formamos una gran familia y sentimos la muerte de
un ser querido, lo mismo que vosotros. – Pero eso te lo
contaré otro día.

– Ahora está desapareciendo la luz del Sol y ya sabes
que cuando nos falta la luz nosotros entramos en un letargo
nocturno y nos dormimos hasta el amanecer, – ¡Uaah! -El
árbol no pudo reprimir una especie de bostezo, tras el
cual continuó: ¿Ves? – Ya no lo puedo resistir,
mañana te seguiré contando, pero deseo tanto que
vengas tú a verme.

– Iré muy pronto Herbacian, te lo prometo. – Debo
encontrar una excusa para poder ir al bosque, pero en cuanto
pueda iré. Hasta entonces no dejes tú de acudir a
mí todas las tardes para contarme todas esas cosas de tu
vida. – Le pidió encarecidamente la muchacha.

– El árbol volvió a bostezar: ¡Uaaah!
Estoy que me caigo. – Sí, no te preocupes, no
faltaré. ¡Hasta mañana! Uaaah. – Se
alejó con el viento.

– ¡Hasta mañana amigo! – Dijo Raquel
despidiéndose con la mano a la vez que con el
pensamiento.

El viento dejó de soplar y con él, se apagaron
los murmullos, los siseos, los cuchicheos, las múltiples
fragancias. Todo volvía a la normalidad.

Raquel no dejaba de pensar en su particular aventura, en la
curiosa amistad que había surgido entre una niña y
un árbol.

Comenzó a sentir la necesidad de volverlo a ver, no
sólo de escucharle. Su cerebro
comenzó de nuevo a maquinar su próxima
excursión al bosque; lo tenía muy difícil
pero pensó que algo encontraría. Algo que fuera
creíble y que no levantase sospechas.

En esta ocasión, la suerte fue su aliada principal.
Pronto podría volver a ver a su amigo. A su amigo el olmo
centenario. A su amigo Herbacian.

La profesora de Ciencias
Naturales había programado una visita al bosque para
recoger semillas, hojas de distintas plantas, tipos de frutos,
etc, con el fin de que cada alumno o alumna confeccionase su
propio herbario y poder estudiar al natural las diferentes
características de las plantas.

Cuando Raquel oyó a la profesora anunciar esa visita al
bosque tuvo que esforzarse para no exteriorizar su
alegría, no cabía en sí de gozo.
¡Qué magnífica noticia!

Naturalmente, tendría que encontrar el pretexto para
poder separarse del grupo y
acercarse a las inmediaciones de su amigo sin levantar sospechas,
pero ya encontraría la forma. – Pensó.

La visita sería el martes de la próxima semana y
debía preparar todo, de la mejor manera posible. Los
profesores solían dejar al final de la recogida de
muestras, o cuando iban de excursión, un cierto tiempo
libre para que los alumnos mayores como eran ellos, disfrutaran
libremente de la visita o de la excursión, naturalmente en
grupos y con
unos ciertos controles.

Ella iría con sus amigas Inés y Susana, pero en
un momento determinado les pondría una excusa para
separarse de ellas. No podría ausentarse mucho tiempo,
pero sí al menos el suficiente como para poder ver a su
amigo y estar un ratito con él.

¡Cuánto se alegraría de verla! Pensaba
darle una sorpresa, aunque a lo mejor., él ya lo
sabría, ya lo habría adivinado. Había tanto
misterio en un árbol como aquel que ella no sabía
cuanto podía intuir aquel olmo arcaico y misterioso;
seguramente sería capaz de leer sus pensamientos a
través del viento.

No obstante ella lo intentaría, a lo mejor su amigo se
dejaba sorprender.

oooOOOooo

Tercera excursión

Allí estaba Herbacian, imponente como siempre, con sus
más de cincuenta metros de altura y siete metros de
circunferencia; era el gigante de aquel bosque poblado de
árboles, algunos casi del tamaño de Hebacian.

Raquel se dio cuenta que su amigo ya la estaba esperando, pues
la copa del árbol mostraba una sonrisa pícara que
no pasó desapercibida para la muchacha.

– ¡Hebacian! – le dijo. Tengo poco tiempo, he
podido hacer una escapada, pero debo volver de inmediato, sin
embargo, no podía venir al bosque sin verte.

– Ya lo sé, le contestó el olmo con un murmullo
hueco propio de la edad; Herbacian era ya un árbol
anciano. Me alegra mucho verte también. –
Siguió – Yo te echaba mucho de menos, porque
nuestras voces no nos dejan vernos frente a frente. – Es como
cuando los humanos sólo se hablan por teléfono, añoran poderse ver.

– Llevas razón, – contestó Raquel. – Yo
también tenía ganas de verte y que me contaras
personalmente aquello de que los demás árboles
también podían ser mis amigos. ¿Es eso
posible?

– Naturalmente, – contestó Herbacian. – Tú mi
querida niña tienes un don que pocos humanos tienen.
Tú siempre has creído en nosotros, nos has mirado
como a otros seres vivos, siempre nos has llevado en tu
corazón.

– Otros humanos, – siguió diciendo Herbacian. –
No nos consideran en absoluto, incluso nos hacen daño casi
sin saber que nos lo hacen, lo cual es más humillante
todavía. – Algunos nos incendian provocándonos
mucho sufrimiento, pero no intentan hacernos daño a
nosotros, sino a otros seres humanos. Eso es menospreciarnos; es
como si nosotros no contásemos para nada. – Otros nos
cortan muchas veces en plena juventud y
truncan nuestra vida causando un gran temor a todos los
árboles de alrededor. Es muy triste.

– Te comprendo. – Dijo Raquel. Nunca lo había
mirado desde ese punto de vista, pero tienes razón. – Yo
nunca haría daño a una planta por insignificante
que fuese.

– Por eso, por eso, – manifestó el olmo – Por eso
tú eres amiga de todos aunque sólo hayas hablado
conmigo. Verás te presentaré. – Dijo
entusiasmado herbacian.

– Mira Raquel éste de mi derecha es Palmerius,
¡Hola! – Saludó el aludido. –
Aquel del fondo que es más joven que nosotros es Acaciam,
– ¿Qué tal? – Dijo el árbol. –
Éste de mi izquierda que tiene cara y ramas de
gruñón es Pinacle, por nombrarte a los más
cercanos, pero todos los árboles que ves, tienen un nombre
y todos te conocen a ti por el tuyo.

– ¡Hola chicos! – Saludo entusiasmada Raquel.
¡Holaaaa! – Le contestaron todos los árboles
del bosque en un profundo susurro semejante al sonido que forman
las copas de los árboles en un día de viento.

Raquel, no podía dar crédito a sus oídos.
Todos los árboles se comunicaban con ella. Todos eran sus
amigos.

– Yo seré vuestra amiga para siempre. – Les dijo
Raquel, con lágrimas en los ojos.

– De repente oyó en la lejanía como gritaban su
nombre: ¡Raquel! ¡Raquel!

– Al principio creyó que eran algunos árboles a
los que no había escuchado todavía, pero de pronto
se dio cuenta que eran voces humanas, concretamente las voces de
sus dos amigas, Inés y Susana.

– Me tengo que ir, les dijo la muchacha, me están
llamando y no quiero que me descubran. – Os espero en mi casa.
Adiós a todos.

– ¡Adiós! Le contestaron nuevamente en medio del
silencio de la espesura del bosque.

– ¿Dónde te habías metido? – Le
dijeron sus amigas.

– Me entraron ganas de. Bueno ya sabéis, – les dijo
pícaramente Raquel, y me metí en lo más
intrincado del bosque por si venía algún chico. Hay
que tomar precauciones chicas, ¡Ya sabéis!

Las tres se echaron a reír. La "mentirijilla" de Raquel
había dado resultado. Sus amigas lo habían
comprendido perfectamente y además les había
servido como anécdota de la excursión.

Subieron al autocar para regresar al instituto. Raquel se
sentó junto a Inés y mientras recorrían el
corto trayecto que los separaba del Instituto de Collado mediano,
no dejaba de pensar en su nueva experiencia con los
árboles del bosque: Palmerius, Acaciam,
Pinacle.¡Qué nombres tan curiosos! –
Pensó

Nunca había tenido un recibimiento tan multitudinario,
ni cuando a los doce años había obtenido el primer
premio de la Comunidad en
aquel concurso de Matemáticas, donde se había
enfrentado a chicos y chicas de más de treinta
colegios.

Los profesores de su colegio, algunos compañeros y sus
padres le habían dado un caluroso recibimiento, otros no
tanto; los seres humanos no soportan los éxitos ajenos;
pero este agasajo era desinteresado, sincero y multitudinario,
sin excepciones.

¡Chica espabila! Que ya llegamos, le dijo Inés.
Parece que estás en otro mundo. ¿Es que no has
dormido esta noche? – Le dijo entre risotadas o es que has
visto a David Bisbal?

– ¡Anda tonta! – le contestó Raquel con una
gran sonrisa.

Ese día Raquel estaba deseando que llegara la tarde
para acudir a su cita después de la excursión al
bosque realizada en el día anterior. Deseaba conocer
más cosas de sus amigos. Así que se apresuró
en terminar de hacer su tarea y estudiar los temas de Filosofía para el examen del siguiente
día. Debía esforzarse porque sus notas
habían bajado; dedicaba mucho tiempo a su relación
con sus amigos los árboles y sus padres comenzaban a
sospechar.

A eso de las siete de la tarde como todos los días
Raquel acudió a su cita obligada con sus amigos, se tumbo
el la hamaca de la terraza y espero. No tuvo que hacerlo mucho
tiempo, a los cinco minutos comenzó a soplar la brisa, una
brisa suave, que como siempre traía una innumerable
cantidad de murmullos, ecos lejanos, palabras inconexas que
sólo Raquel podía entender y muy pronto
reconoció la voz de su amigo Herbacian que en esa
ocasión venía acompañado de otros muchos
árboles; entre ellos Palmerius, Acaciam y Pinacle.

– ¡Hola chicos! – Les dijo Raquel.

– ¡Hola Raquel! – Contestaron todos los
árboles.

Aunque el resto de los mortales no hubiese escuchado
absolutamente nada, Raquel escuchó aquel día un
verdadero estruendo, dado el número de árboles que
la habían saludado. Estuvo a punto de mandarles callar
pensando que les podían haber oído sus padres, pero
rápidamente se dio cuenta de que eso era imposible.
Sólo ella los podía oír.

– Herbacian, – dijo la niña. – El otro día
me hablaste de tu nacimiento, sígueme contando cosas de tu
vida y de la de tus amigos, por favor.

– Está bien, te complaceré, querida niña.
– Le contestó su amigo.

Hace uno cuatrocientos años, yo era un árbol
joven, lleno de savia por todos mis poros, mis hojas y mis ramas
eran aún escasas pero ya empezaban a dar cobijo a los
pájaros y a muchos insectos. No me saciaba de comer, a
todas horas mis raíces estaban haciendo ejercicio. –
Todos los demás árboles se rieron, pero la
niña no entendió de momento esa palabra, dichas
como ya sabéis, en el lenguaje
sibilante de los árboles. -Sí querida, –
continúo Herbacian. Nosotros comemos por nuestras
raíces y aunque las mías eran aún escasas y
endebles, ya absorbían una gran cantidad de alimentos.

¡Qué tiempos aquellos! – Me pasaba el
día cantando y bailando.

– ¿Pero cómo? – Los árboles
podéis cantar. – Preguntó Raquel con cara de
incredulidad. – Pues Naturalmente y bailar también.
– L e contestó su amigo coreado por el resto. La
duda nos ofende.

– ¿Y cómo lo hacéis? –
Volvió a preguntar Raquel.

– Pues aprovechamos la fuerza del viento, y nos movemos al
compás de la música que
transporta.

– ¿Qué el viento contiene música? –
Por supuesto mi niña, el viento transporta notas
musicales. La música más encantadora y bonita que
se puede escuchar; la inventó el mismísimo Dios,
querida. – Lo que ocurre es que los hombres no saben escuchar ni
al viento, ni a los pájaros, ni a los insectos ni siquiera
a los animales peligrosos. El hombre no sabe escuchar nada;
está acostumbrado a sus sonidos incoherentes, repulsivos,
estruendosos y ha perdido a través de los siglos el
maravilloso sentido de la audición de que fue dotado. Su
capacidad de para oír, era mil veces mayor cuando fue
creado, pero con el paso de los siglos se le ha atrofiado y en la
actualidad apenas oye, o ejor dicho escucha, que no es lo mismo,
aunque su vanidad le hace creer que sí.

Raquel esta estupefacta, no podía creer lo que estaba
oyendo.

– Verás. – Le dijo el árbol. – Tú
cierra los ojos y concéntrate; intenta escuchar los
murmullos que te trae el viento y luego me dices lo que has
escuchado.

Así lo hizo Raquel y al cabo de un rato comenzó
a oír todo tipo de sonidos maravillosos; escuchó en
la lejanía el cristalino sonido del agua, formando una
música armoniosa con el repiqueteo de las gotas al caer.
Algo más tarde comenzó a escuchar entre el zumbido
de lo que le parecieron abejas una conversación en toda
regla, donde una de ellas daba órdenes sin cesar:
¡Vosotras limpiar las celdas 12, 20 y 33! La segunda
escuadrilla de exploradoras salid hacia la zona de la bancada y
traedme información y vosotras no os quedéis
ahí mirando y terminad de ordeñar a los pulgones.
Nuestra Reina necesita alimentación sana.
– Raquel estaba alucinada.

– Poco después, le muchacha escuchó con claridad
el trino de multitud de pájaros y entre ellos la
conversación de un gorrión macho a su amada.
Nítidamente, Raquel escuchó su declaración
de amor. Todos aquellos sonidos formaban una armoniosa
melodía que habría firmado el mismísimo
Beethoven.

– ¡Cómo podía estar escuchando todo
aquello a más de diez kilómetros de distancia!
– Siguió prestando oído y oyó la
vibración chirriante de algo parecido a una olla Express.
¿Qué es ese sonido Herbacian? –
Preguntó.

– Ese sonido es muy curioso, le respondió el
árbol. Ese sonido es una sentencia de muerte.

– ¿Una sentencia de muerte? – Volvió a
preguntar asombrada Raquel.

– Sí, ese sonido que escuchas es un aviso, el aviso de
la víbora a otros animales para que estén
prevenidos y no se acerquen a ella; es como si les dijese:
¡Huid! ¡Huid de mí, soy peligrosa!
¿Qué criminal o atracador avisaría a sus
víctimas de lo que es capaz de hacer? – Eso demuestra la
nobleza de los animales. – Aunque algunas veces nos parezcan
crueles, el ser humano, es el más cruel de todos, se matan
entre los de su misma especie con una crueldad sin límites,
los animales y las plantas jamás hacen eso.

– Llevas razón, yo he estudiado en Historia las
guerras en
Europa, la de los treinta años o todavía peor, la
guerra de los
cien años. ¿Cómo pueden los hombres estarse
matando durante cien años.

– Efectivamente, mi niña, yo he vivido algunas guerras
también aquí en España y
mis compañeros de más allá de los Pirineos
me hicieron llegar noticias sobre las masacres que se
producían en el centro de Europa. Debió ser
espantoso, Pero no hablemos de sonidos tristes; lo mejor es
escuchar las melodías de los hechos maravillosos que se
producen en la Naturaleza.

– Raquel estaba encantada con las explicaciones que le daban
sus amigos. De repente se puso seria y preguntó: – Pero si
vosotros vivís muchos años y lleváis una
vida sana, ¿cómo es que os morís?

– Es ley de vida, mi
niña, como ya te dije, todos los seres vivos tienen que
morir. -¿Pero por qué? – Volvió a
preguntar Raquel.

– No lo sé, eso es un misterio para todos; completamos
un ciclo: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. En eso
nos parecemos todos.

– Hay seres vivos que cumplen ese ciclo muy rápidamente
entre tres y cuatro días, otros lo cumplen después
de catorce a diecisiete años como los perros y los
gatos y otros duran ochenta, noventa y hasta cien años
como vosotros los Seres Humanos y luego estamos nosotros entre
los que se encuentran especies de muy corta duración pero
hay otras que viven quinientos, ochocientos o incluso mil
años.

– ¡Qué curioso! – Exclamó Raquel

– ¿Pero que es lo que os hace morir? Vosotros no
tenéis enfermedades mortales como
nosotros. – Vosotros no podéis tener cáncer,
sida,
enfermedades cardiacas.

– Sí querida. – Le cortó Herbacian.
– Nosotros no tenemos esas enfermedades pero tenemos muchas
otras igualmente mortíferas, la mayoría causadas
por la crueldad del hombre: plagas, insecticidas, deforestación masiva y la peor de todos los
incendios.

– Cientos de hermanos mueren cada año de la muerte
más cruel que puede existir: quemados vivos. – La gente
que no es como tú, creen que los árboles no tienen
sentimientos, que no padecen, que no sufren. –
¡Tenían que escuchar los alaridos que dan nuestros
hermanos, cuando sus ramas se retuercen ante el tremendo dolor a
la vez que se asfixian por el sofocante humo que produce el
incendio y simplemente para qué, para divertirse, o por
simples descuidos en la mayoría de los casos!

– Raquel no pudo contener una lágrima ante la terrible
descripción de Herbacian.

– Y luego está eso. – ¿Qué? –
Preguntó la muchacha.

– Pues cuando vienen a hacer limpieza.

– ¿Limpieza?

– Sí. Ellos deciden limpiar el bosque cortando un
árbol sí y otro no. Eso es una lotería; –
cuando vemos aparecer el camión forestal nos echamos a
temblar, todas nuestras hojas se cimbrean ante el espanto y
nuestras raíces se desviven por encontrar un lugar bajo la
tierra donde esconderse para poder sobrevivir. – ¡Es
horrible! – Es como estar en el corredor de la muerte del que
habláis vosotros.

– Primero nos marcan con una pintura
blanca, nos hacen una especie de cruz. Al que le hacen la cruz,
ya sabe que está condenado y que por tanto le quedan pocas
horas de vida. Al día siguiente comienza la tala. Primero
llegan los leñadores con sus motosierras y comienzan a
cortar varios árboles a la vez. Entre el estruendo que
forman esos artefactos y los alaridos de nuestros hermanos, el
día de la tala se convierte en un día espantoso
para todos nosotros.

– Por último llegan los pesado camiones que se llevan a
nuestros hermanos muertos no se sabe adonde entre los sollozos de
sus compañeros, que naturalmente, aquellos hombres
malvados nunca llegan a escuchar.

– Raquel no podía contener sus lágrimas ante lo
que Herbacian le contaba porque se imaginaba la escena con toda
su crueldad.

Dentro de poco volverá a llegar ese fatídico
día, lo suelen hacer cada cinco o seis años,
así que ya falta poco para que vuelvan a venir. Es muy
posible que esta vez me toque a mí. Soy el más
viejo del lugar y mi tronco es muy grueso. Ellos buscan
árboles muy altos y muy gruesos y yo reúno esas dos
condiciones; así que esta vez ya me toca.

– He visto como la suerte me libraba una y otra vez y no me
marcaban pero esta vez será distinto, lo sé. –
Bueno, la verdad es que una vez me pintaron por error y me
pasé toda la noche sin dormir y llorando
desconsoladamente. – Dijo Herbacian intentando
sonreír. – Luego todo fue una equivocación;
borraron mi marca y
continué vivo.

– No llores Raquel. Tú me has pedido que te lo contase
y yo te lo he contado pero no quiero hacerte sufrir.

– Yo lo impediré, no consentiré que te maten, ni
a vosotros tampoco. Antes me tendrán que matar a
mí. – Dijo Raquel con vehemencia. – Os lo
prometo.

– Pero chiquilla, – ¿qué podrías hacer
tú contra un ejército de hombres cargados de
máquinas y camiones? – Tú debes
mantenerte al margen. Aunque me talen yo siempre estaré en
tu corazón y mis hermanos se seguirán comunicando
contigo. Nuestra amistad jamás será talada. – Dijo
la voz de Herbacian con un tono distinto al que tenía
habitualmente. Su siseo era ahora un lamento, un sollozo
silencioso. Los árboles también lloran. Mientras
hablaba en la lejanía con Raquel, dos grandes surcos de
resina corrían tallo abajo hasta el suelo, empapando la
hierba que de forma irregular rodeaba la base del tallo del viejo
árbol.

– Últimamente nada le hacía llorar, estaba ya
muy viejo para eso, pero aquella niña, aquella niña
tenía algo especial para él. Aquella niña
sí le había hecho llorar.

– Lucharé con todas mis fuerzas, – decía la
niña mientras tanto. No dejaré que te corten, me
ataré a ti y tendrán que cortarnos a los dos.

– No puedes hacerlo. Darías un gran disgusto a tus
padres, pensarían que te habías vuelto loca y luego
para nada, porque te desatarían y al final me
talarían igualmente. – No debes hacer locuras, Raquel.

– El ocaso llegaba desde el horizonte convirtiendo el paisaje
en un conjunto de luces que recorrían todo es espectro de
tonalidades en torno al color
amarillo intenso mezclado con el ocre, el naranja y toda la gama
multicolor alrededor de estos tonos.

– Los árboles comenzaron a bostezar; se aproximaba la
hora de su letargo. Los murmullos arbóreos comenzaron a
disiparse y poco a poco todo se quedó en silencio en medio
del crepúsculo. Todo silencio, todo menos unos tenues
sollozos incontrolados que provenían de aquella muchacha
amiga de los árboles, mientras sendos lagrimones le
recorrían sus mejillas.

– No podía pensar que su amigo Herbacian y los
demás árboles pudieran llegar a sufrir algún
daño.

– ¿Qué habían hecho ellos para merecer
eso? – No, ella no lo podía consentir, ya se
buscaría las mañas, pero no lo permitiría,
no señor.

Recordó unas palabras de Jesús que le
habían enseñado en la catequesis: Nadie es mejor
amigo que el que entrega su propia vida por ellos. Aquella noche
soñó con esa frase.

oooOOOooo

Diez días más tarde, Raquel se levantó de
la cama y lo primero que hizo fue asomarse a su ventana para ver
su bosque. Era sábado y por consiguiente no tenía
que acudir al instituto. Lo que vio la dejó anonadada, una
fila de camiones serpenteaba el camino forestal que se adentra en
el bosque saliendo de la carretera principal.

Abrió la puerta de corredera que comunicaba con la
terraza de su habitación y salió para asomarse a
ella y poder ver mejor lo que estaba ocurriendo. Una nube de
polvo acompañaba en la lejanía a la caravana de
camiones que ascendía monte arriba.

Raquel con lágrimas en los ojos regresó a su
habitación y se echó sobre la cama llorando
desconsoladamente. Había llegado el maldito día; el
día de la sentencia de muerte. Herbacian y los
demás árboles tenían las horas contadas.

Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
¡Toc, toc! – Raquel baja a desayunar, te estamos
esperando.

¡Ya voy mamá! – Contestó la muchacha
disimulando sus sollozos.

Tenía que pensar algo rápidamente. No
había tiempo que perder, debía salvar la vida de su
amigo. Mientras se vestía pensaba aceleradamente
qué podía hacer.

Raquel se sentó en la silla reservada para ella y
comenzó a beberse su Cola Cao de manera compulsiva.
¡Buenos días, hija! – Le dijo su padre con
doble intención. ¿Te ocurre algo? – No
papá, perdona, es que tengo prisa. He quedado con Isabel a
las diez y ya son las diez menos cuarto y llego tarde.

– ¿Con Isabel? – Le preguntó su madre, –
pero si hoy es sábado y no tenéis instituto.

– Ya lo sé mamá, pero es que me dejé ayer
el libro de
Ciencias en el
patio sobre un banco y me lo recogió ella. – El lunes
tenemos un examen y lo necesito. – Isabel se va hoy con sus
padres y con sus primos a las diez y media y me dijo que me
pasara pronto por su casa porque luego no estaría. –
Mintió Raquel.

– Está bien hija, pero no te atragantes.

– ¿Cómo cometes esos despistes hija? –
Tú has sido siempre una chica ordenada y cuidadosa con tus
cosas. -Es verdad papá, pero alguna vez tenía que
ser la primera.

Raquel terminó de desayunar, se puso sus cascos para
disimular y salió como si tal cosa. Nada más volver
la esquina de su casa echó a correr como alma que lleva el
diablo. Corría por la calle que llevaba hasta la carretera
principal para una vez allí hacer auto stop y coger un
coche a pesar del peligro que encerraba eso para una adolescente
como ella.

Se cruzó al otro lado de la calzada señalando en
dirección al bosque y toda nerviosa puso el
dedo como hacen los autostopista.

Pasó un largo periodo de tiempo. Nadie paraba. –
¿Adónde iría aquella mocosa? –
Pensarían. Al cabo de un rato paró precisamente uno
de los camiones que se dirigían al bosque. – ¿Para
dónde quieres ir muchacha? – Le preguntó el
camionero.

– Señor, – mintió Raquel. Debo ir al
bosquecillo, porque ayer fuimos allí de excursión
con mi instituto y para que no se me rompieran jugando,
dejé en una bolsa mis gafas y mi reloj entre unos
matorrales y les he dicho a mis padres que me lo dejé en
casa de una amiga. – Si no lo recupero mis padres se
enfadarán y me castigarán. – Es al principio del
bosque, yo sé donde están. Tengo que recuperarlo,
por favor señor.

La mentira de la
chica surtió el efecto deseado. – Bueno has tenido suerte
chiquilla, yo voy hacia allí, pero no deberías
hacer auto stop tú sola, es muy peligroso. – Es preferible
el castigo de tus padres a lo que pudiera ocurrirte.

– Anda sube. – Le dijo el conductor del
camión.

– Raquel no se hizo esperar. De un salto trepó hasta la
cabina del camión. – ¡Muchas gracias, señor!
– Yo no suelo hacer auto stop, pero esto es una emergencia y
usted tiene cara de buena persona. – Le dijo haciéndole la
"rosca".

Durante el trayecto, Raquel le fue preguntando cuál era
el motivo de tanto ajetreo de camiones hacia el bosque, aunque
ella ya lo suponía.

– Hoy talamos más de doscientos árboles y los
llevamos a la serrería; hay que limpiar el bosque, hacer
cortafuegos para evitar posibles incendios como el que se produjo
hace diez años en esta misma zona.

– ¿Y por qué no los transplantan a otros sitios
en vez de cortarlos? – Preguntó la chica
ingenuamente.

– Resultaría mucho más costoso, criatura.
– Le respondió el hombre. Además me limito a
transportarlos, no soy el que planifica estas cosas. –
¿Por qué? – ¿Te da pena que los corten? –
Con ellos se fabrican muchas cosas, la madera es muy
necesaria como sabes. La chica guardó silencio, no
quería levantar sospechas.

– ¿En qué parte del bosque quieres que te deje?
– Le preguntó el camionero.

– Déjeme al comienzo que es donde estuvimos merendando.
– Le contestó la muchacha.

– ¿Y cómo piensas regresar? – Ya me las
apañaré y en el peor de los casos, cuando ya tenga
la alegría de haberlo encontrado puedo regresar sin prisas
andando hasta mi casa. Yo no vivo lejos; vivo en aquella
urbanización de chalet que se ve allí. Raquel le
señaló el lugar al camionero. – La
urbanización Guadarrama.

¡Ah sí! La conozco, una tía mía
vive allí. – Bueno que tengas suerte y aparezca todo donde
lo dejaste. – Gracias, muchas gracias. – Le contestó la
muchacha a modo de despedida.

El camión arrancó de nuevo y enfiló el
camino que serpenteando ascendía hasta la parte alta del
bosque. Raquel le vio alejarse y en cuanto lo vio doblar el
camino y perderse de vista, la muchacha echó a correr por
el sendero que ella conocía y que recortaba
muchísimo terreno, lo que le permitiría llegar
arriba en menos tiempo que el camión.

Subía jadeando por la empinada cuesta y mientras lo
hacía no dejaba de oír el ronroneo de los camiones.
Todavía no había visto bajar a ninguno, lo que
significaba que aún no habían comenzado a talar los
árboles. Sin embargo sí pudo apreciar la marca
blanquecina en alguno de los árboles que salpicaban el
caminillo.

La fatiga obligó a Raquel a realizar una parada para
recobrar el resuello y mientras descansaba comenzó a
oír aquel murmullo desenfrenado. Miles de voces apagadas
resonaban desde lo más intrincado del bosque. Una
pedían auxilio, otras gritaban criminales y algunas iban
dirigidas a ella: ¡Sálvanos!

Pero una entre todas parecía decirle: – ¡No
vengas Raquel, no vengas!

Raquel reconoció la voz de Herbacian. Parecía
advertirle sobre el horror que presenciaría y que no
podría evitar.

Aquella voz la motivó aún más para
incorporarse y reanudar la marcha. De pronto oyó un
ronroneo distinto al de los camiones. Se habían puesto en
marcha las sierras eléctricas. Iba a comenzar la tala. El
macabro sonido se mezcló de repente con un aullido de
dolor parecido al que Raquel había oído en algunas
"pelis" de terror cuando el asesino atacaba a su
víctima.

La muchacha corría y corría llorando con
desconsuelo, mientras gritaba: – ¡Herbacian, Herbacian!
¡No, por Dios! ¡A Herbacian, no!

Cuando llegó a la altiplanicie, lo vio; destacaba como
siempre por encima de los demás. Aún no lo
había tocado. Siguió subiendo hasta toparse con una
cuerda que cortaba el paso, se agachó y siguió su
camino sin hacer caso a esa señal.

Raquel se fue escondiendo hasta llegar al pie del árbol
para que no la descubrieran y entonces la vio. Herbacian
tenía una enorme cruz blanca en su tronco. Estaba marcado.
Estaba sentenciado a muerte.

– ¿Qué haces aquí? Le preguntó su
amigo entre el estridente sonido de las motosierras. –
¡Vete! – ¡Vete inmediatamente! – ¡No debes
presenciar esta masacre y tú no puedes hacer nada! –
Le dijo su amigo, mientras grandes gotas de resina le
recorrían su descomunal tronco. El viejo árbol,
lloraba desconsoladamente.

– No lo permitiré. – Cógeme con tus ramas y
súbeme a tu copa. Conmigo arriba no se atreverán. –
¡Venga Herbacian! No hay tiempo que perder.

Una voz chillona se oyó desde el otro extremo de la
explanada: – ¡Niña, por Dios! –
¡Quítate de ahí! – ¿Cómo has
logrado pasar? – Está prohibido, no has visto la
cuerda.

– ¡Vamos Herbacian! – ¡Cógeme!

– ¡No puedo, no puedo permitírtelo! – Corres un
gran riesgo y no lo
podrás evitar. – ¡Márchate a tu casa! Me
recordarás igual.

– ¡No! No te recordaré igual. – Recordaré
como perdí a mi mejor amigo por no arriesgarme y eso me
hará infeliz toda mi vida. – Así que no intentes
convencerme. Si tú no me coges, me ataré a tu
tronco.

Mientras tanto una cuadrilla de obreros corría hacia
allí, haciendo gestos y gritando para advertirle a la
chica que se largara de ese lugar; todos ellos con malos
modos.

– ¡Cómo te cojamos te vamos a dar una zurra,
niña! – Decían algunos.

– ¡Herbacian! ¡Cógeme, rápido! –
¡No hay tiempo que perder! – Si no me coges yo
sufriré las consecuencias y luego te matarán a
ti.

– Por fin Herbacian bajó sus descomunales ramas,
cogió a la niña y la subió a lo más
alto de su copa. Después entrelazo una multitud de ramas,
formando una especie de jaula con Raquel en su interior para
proteger a la muchacha.

– Los operarios, que en ese momento llegaban al pie del
árbol, no daban crédito a sus ojos. –
¿Cómo había podido subir esa mocosa hasta
allí? – Se preguntaban algunos.

– La ha cogido es árbol con sus ramas y la ha subido.
– Decían los que lo habían visto, – ¡es
increíble!

Enseguida se entabló entre ellos una discusión
entre los que opinaban que el árbol la había subido
y aquellos otros incrédulos que opinaban que eso era
imposible.

– La voz de Raquel, sonó de repente en la espesura del
bosque. – Nadie cortará a ningún árbol de
este lugar; los árboles son mis amigos y no
consentiré que los matéis. – Si lo hacéis,
tendréis que matarme a mí primero.

– ¿Te has vuelto loca, niña? – Le
gritó el capataz de la obra. Vamos a derribar este
árbol, quieras tú o no quieras. No sabemos como has
subido hasta allí, pero ya se encargarán los
bomberos de bajarte, – le gritó.

– ¡Qué no lo intenten! – Gritó
Raquel, si lo hacen, me arrojaré al vacío y ustedes
serán los responsables de mi muerte. – Así
que no lo intenten. – Dijo con firmeza la muchacha.

– De repente, Raquel reconoció al camionero que la
había traído. Estaba hablando con el capataz;
seguramente contándole toda la peripecia desde que la
había cogido, las excusas que ella le había dado y
seguro
también estaba informándole del sitio dónde
vivía. El capataz estaba muy alterado y seguramente le
estaba echando una buena bronca al pobre camionero por haberla
llevado hasta allí.

– ¡Ya sabemos dónde vives! Un par de
compañeros van en este momento camino de tu casa;
traeremos a tus padres y se llevarán el disgusto del
siglo, además de tener que pagar una fuerte sanción
por tu culpa al ser menor de edad. Así que fíjate
bien la que vas a armar.

– Todavía estás a tiempo; podemos no avisar a
tus padres, si nos prometes que vas a bajar inmediatamente.
Evitarás muchos problemas te
lo aseguro. – La conminó el capataz.

– ¡Bájate, Raquel! – Le dijo susurrando
Herbacian. – ¡Bájate por favor! – Hazlo por
mí.

– De ninguna manera. ¿Qué amiga sería yo
si hiciera eso? Lo que sea de mí, será de ti.
– Dijo Raquel con lágrimas en los ojos. –
También Herbacian lloraba. Varias gotas de resina se
derramaban por todo su tronco. Apretó con sus ramas a su
amiga en un fuerte abrazo. – ¡Cuánto quería a
esa niña!

– ¡No! ¡He dicho que de aquí no me muevo! –
Y no me importa que vengan mis padres. Es más importante
salvar la vida de mi amigo que el disgusto de mis padres, aunque
también lo siento mucho por ellos, pero nada puedo hacer.
Depende de ustedes.

– ¡Está bien! Niña cabezota. Tú lo
has querido. – ¡Que vengan los bomberos ! –
Ordenó tajantemente. Avisad a sus padres y traedlos
aquí. Llamad también a la policía y a los
servicios
sanitarios por si ocurre algún accidente, que no me
extrañaría.

– ¡Fíjate la que has armado!

– Raquel decidió no responder y mantenerse en silencio
agarrada a las ramas de Herbacian.

La noticia corrió como la pólvora y muy pronto
aquel lugar se convirtió en un hervidero de personas. Los
primeros en llegar fueron los bomberos y la policía, al
momento otro coche da la policía traía a los padres
de Raquel y después fueron llegando coches de todo tipo:
particulares. Unidades de TV, vehículos con periodistas de
todos los diarios, etc.

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