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Bien Vale un Verso (página 2)



Partes: 1, 2

¿Acaso yo sabré por qué me
muero? 

 

A quien
corresponda

En la cadencia de tu fino trazo

Se transfigura un hondo sentimiento,

De tus palabras brotan, lo presiento,

Un manantial de culpa y de fracaso.

Me dirás que del alba hasta el
ocaso

Tu joven corazón
está latente.

Dirás que eres feliz, pero me mientes.

Conozco esa expresión, paso por paso.

Contestaré tu carta con mi
puño

Para que el pulso de mi sangre
sientas.

Y sin decirlo, sepas que comprendo

Que en estas horas crueles y violentas,

No hay un dolor más grande y más horrendo

Que hallarse lejos ya de su terruño.

La rosa
artificial

La rosa artificial seca la mano,

De aquel que la sostiene y que la observa.

Reluce su belleza entre la hierba,

Pero su vida allí transcurre en vano.

Resiste primaveras y veranos,

Inviernos y el otoño imperdonable.

Más nunca podrá ser flor respetable,

Cual rosa de jardines cotidianos.

El alquimista huye con recelo.

Y Dios en su rincón muerde sus labios.

A nacido por obra de los Cielos,

Para que una mujer mire y se
asombre.

No ha sido ni será fruto de sabios.

Se sabe tan bastarda como el Hombre.

 

A Milton

Sintiéndose en su hogar, advenedizo,

Como Dante, tal vez, en su Florencia,

Milton pierde y recobra el Paraíso.

Venciendo de sus ojos la impotencia.

Ese Milton leal republicano.

Ese Milton políglota y profeta.

Ese siervo de Dios, ese cristiano.

Ese Gran Dramaturgo, ese Poeta.

No ha querido la gloria de su nombre.

Lo demuestran las líneas que profesa:

"Enciérrase a la vez tanta vileza,

Matándose a un buen libro como a
un Hombre"

Se ha llevado un dolor bajo la tierra,

No ver la libertad de su
Inglaterra

 

Aquí
mi corazón que se deshace

Aquí mi
corazón
que se deshace.

Claudica ya su miserable duelo.

Dieron las puñaladas muerte a
Otelo.

Yo aguardo, en cambio, otro
desenlace.

Quiero mudar mi voz, palabra y frase.

Dejar caer mi verso por el suelo.

Ondulante y rendido cual pañuelo,

o cual Hamlet, que
agónico renace.

Aquí mi corazón, tamaña empresa

No logra sostener. Aunque yo creo,

Que El beso de la muerte de
Romeo,

Se halla en todo labio que nos besa.

Procuro resistir, pero el brebaje,

Más ágil que el puñal, cumple su
ultraje.

 

Bella
Afrodita

¡OH, bella muchacha
quién te tuviera,

Para ser a tu lado un
hombre hermoso¡.

Si hasta Dulcinea, la del
Toboso,

De su ideal primor se
arrepintiera.

Qué esconde tu
gracia tan lisonjera,

Que todo hombre
sueña ser tu esposo.

Darte pretendo un beso
tembloroso,

Para que tú lo
calmes y me quieras.

Pero vedada estás
a los mortales.

Y como tal, mi anhelo se
marchita.

¿Que somos ante
ti, Bella Afrodita,

Los que amamos a seres
irreales?

Nada quizás. o
bien yo me equivoco.

¿Ilusos, poetas,
ingenuos, locos?

 

Nada
habrá

Cierto es que cada cosa
en este mundo,

Con afanoso celo
milenario,

Esconde a cada paso su
contrario,

Que así como
distingo lo confundo.

Mi voz que todo nombra,
no evidencia.

Al afirmar certeza afirma
duda.

Y ver, tocar, oler y
oír, no ayuda

A vislumbrar el fin de la
existencia.

Cuánto hay de
aquel pájaro en la rama.

De la rama y del
pájaro que observo.

De mis sustantivos ojos y
del verbo,

Que observa aquel
pájaro y la rama?

Nada habrá. O
Quizás, habrá lo adverso.

Más.¿cuánto hay de cierto en
este verso?.

 

Dónde estabas

Mis hombros son vastos y
hondos precipicios,

Que se yerguen tarde,
cuando ya el vacío,

Me observa cayendo hacia
el negro río,

Donde caen las sobras y
los desperdicios.

Cruzo derrotado el umbral
del hospicio.

Ese que me brindas y que
yo he aceptado.

Hacia él me
arrastro con pasos helados,

Pero es tan inútil
tanto sacrificio.

Al mirar tu mano hacia
mí extendida,

Una extraña queja
trepa a mi garganta.

Sorda, mustia, hueca,
vana, inexistente.

Que acaso responde,
displicentemente,

Al tenaz llamado de mis
noches tantas.

¿Dónde
estabas, dime… Vida de mi Vida?.

 

Fuego

Tus ojos no te permiten

Mirar los ojos del sol.

Pero tu cuerpo palpita,

El calor que
necesitas,

Para saber que es el sol.

Entonces venda los tuyos

A la hora de sentir.

Y verás igual que el ciego,

Que al acercarse hacia el fuego

Puede al frío distinguir.

Su Camino Fue La Tierra IX

Fuego, dibujado por el viento.

Eres de la noche rebeldía.

Migaja de sol con que alimento

Al cielo, para eternizar los días.

Padre de las sombras. Cuando el frío

Obliga a callar a las penumbras.

Con tu desnudez de piel de
estío

Nos incendias, tanto como alumbras.

Al mendigo errante lo acaricias.

Condenado eterno del infierno.

Autor inocente de injusticias.

Revolucionario del invierno.

Dante, de tu lengua fue
testigo,

Al abrirse la boca sepulcral,

Que condena a las llamas del castigo

Al hereje más devoto y más leal.

………..

El Agua (tu rival
por excelencia)

Esperará la noche más oscura.

Y en férrea lucha de supervivencia

Caerá como aguijón a tu montura

La lucha será cruenta pero en vano,

Así lo indicará la espesa nube,

Que acaso, es el espíritu que sube

Librado ya de su cuerpo inhumano.

El Agua aún reirá con triste encanto,

Pues sabrá dentro suyo que ha elegido

(No sin el frío recio del espanto)

Como rival, a un Ser jamás vencido.

………….

Tras el pañuelo, el ojo ciego advierte

De tres palabras sólo la Tercera.

Aquella que a su vida dará muerte

Con grito de fusil y voz de fiera.

Otros, son los Fuegos divisados

En meandros y ciénagas oscuras,

Por quien Júpiter, Señor de las Alturas,

De horror tiembla al saberse condenado.

Fuiste cómplice de versos de poetas

Que parieron la literatura.

Fuiste puntas de indígenas Saetas

Que lucharon con coraje sus culturas.

Épicas antorchas te elevaron

A lomo galopante de rocines.

Gargantas de dragones te lanzaron

Hacia mitológicos confines.

La nada (sin el merito de un nombre),

Te despertó de un sueño de repente.

Qué dudas y certezas de tu mente

Te igualan y separan de los hombres.

 

Dialéctica

No te busques en
mí, mírate antes.

No hallarás un
espejo sin el tuyo.

Pues será tu
mirada aún capullo

Como ostra aún
para el diamante.

Mírate el perfil,
mírate de frente

Como Este a Oeste y Sur a
Norte.

.Aunque tus ojos no
soporte

Evita
pestañear.mírate siempre.

Que todo tu rostro se
revele a esa

Efímera oscuridad,
visión herida,

Que nace cuando el
párpado nos pesa,

Vedándonos
instantes de la vida.

Peor la noche y su
cómplice genuino

Que surca nuestros
días como el
vidrio;

El Sueño vuelve, es ese su destino.

Cual triste Prometeo a su
martirio.

Si pudieras revertir este principio

Reduciéndolo tan sólo al Sueño Eterno

Restarías a tu vida tantos ripios

Que estorban como Seres del Infierno.

Sospecho que en el lapso de los sueños,

Así como del breve pestañeo

Se manifiesta el dios del que no creo

Cuando de mi conciencia
aún soy el dueño.

Así le habló aquel Río a su
Estudiante:

"En tu reflejo no hallarás al mismo.

Heráclito, soy sólo tu espejismo,

No te busques en mí, mírate antes".

Mas como Adán, burlando la advertencia

El Aprendiz permaneció impasible

A aquella voz de género
imposible.

No obstante, reanudó en esta sentencia:

"No peco de ignorante ni atrevido

al detenerme junto a tu ribera

y divisar mi rostro, cual si fuera,

el otro ser que hoy pude haber sido.

Si bien mi faz (merced de tus hazañas)

Flamea cual corola a la deriva,

No es esa imagen vana y tan
nociva

Plausible de la gloria que me baña.

Detengo mi atención en el abismo

Que nunca se detiene. Y me macero

En un segundo río y un tercero,

Juzgándolos a todos como al mismo.

Celebro tu Dialéctica y confieso:

Desde hoy tu nombre está ligado al mío.

Heráclito es sinónimo de Río.

Todo esto aconteció allá en Efeso.

 

Soneto

No vuelve el corazón a vuestro puerto.

Lo observo ya perderse en lontananza.

Esconde su destino algo incierto.

Grabado lleva un nombre: Esperanza.

El condenado a muerte, desespera.

Y viejo llora su Dorada Infancia.

El sabio, pide a gritos su ignorancia.

Y la semilla sufre ser madera.

Si tú supieras que cada flor que acechas

Con tu mirar, es flor irrepetible,

La vida no sería tan terrible

Como lo es.si acaso tú supieras.

Ni el arco vuelve a ver jamás su flecha,

Ni aquella flecha, a quien, por ella muera.

 

Rembrandt

En Van Dick, Jan Van
Goyen, Durero,

En Frans Hals y Rubens y
Leonardo,

En Velásquez,
Lorrain, Caravaggio,

Está el rostro de
Rembrandt.¡Miradlo¡.

En Carracci, Poussin,
Tintoretto,

Guido Reni, Jan Steen, en
El Bosco,

Willen Kalf, Pieter Bloot
y en El Greco,

Como a un ser irreal, veo
su rostro.

De su Leiden humilde a la
cumbre,

Sólo hubo una
línea muy frágil.

Ser un hijo de Holanda no
es fácil,

Fue una sombra luchando
en la lumbre.

Y ya solo, ya frente a su
espejo,

Decidió ser el
otro. el reflejo.

 

El Rey
poeta

Alegre el Cortesano llama
a la multitud:

¡El Rey es un
poeta, que viva el Rey, que viva¡

El pueblo fervoroso de
pronto se cautiva

al ver al Rey Poeta
blandiendo su laúd.

Arpegios delicados
preludian su Rapsodia.

Su voz retorna al griego
y empieza la batalla.

Sus versos enamoran y el
público desmaya.

Lo adora el que lo ama,
lo ama el que lo odia.

El pueblo encandilado no
escucha lo que dice.

Él habla de la
guerra, mas
eso no interesa.

El público lo abraza, el público lo besa.

Palabra de Poeta nunca se contradice.

Y cuando el verso acaba, siguiendo el protocolo,

Regresa el Cortesano, volviendo al mismo grito:

¡El Rey es un poeta, que viva el Rey bendito¡

y como acto seguido, el pueblo queda solo.

 

A un Reino
típico

Correcto y comedido, sonriente y educado

Cortés, considerado, cumplido y muy cordial.

Son reglas que conviven en este Principado

Donde ser bien tratado es la Ley
Principal.

Eso si, ante todo y como ley suprema.

Como es costumbre, escrita en letra pequeñita

Se aclara, respetaos de hito en hito el lema:

"No pagues un centavo, El Rey te lo debita"

Si de ejemplos se trata, el Rey es un encanto,

Su urbanidad rebalsa sus tantas variedades

De copas, que en unción, venera como a un santo.

El Rey es un encanto, no tiene vanidades.

Eso si, el experto en modales y cristales,

Como acostumbra todo anfitrión de buena casa,

Conocerá del huésped sus datos
principales:

El monto de su cuenta, lo digno de su raza.

Y gracias a su padre, el
Príncipe, con creces

Disfruta el porcentaje de reino que le toca.

La antonomasia nunca pregunta si merece,

Más bien se identifica por cerrarnos la boca.

Pero no piense mal, y no se ponga tenso.

El Rey evita toda molestia a sus vasallos

Pues como dice el dicho "El silencio es consenso"

Y a veces la palabra se cae del caballo.

El príncipe es el típico ejemplar
de Cuentos de
Hadas

Con los particulares colores que
amerita.

Lo azul de su linaje, el rojo de su espada

Que otorgan beneficios que a otros se les quita.

Pero todo se apoya en una causa noble,

Porque no es nada fácil ser Amo de Palacio.

Aunque por fuera el Príncipe se vea como un roble,

Por dentro apaña aspecto de mísero batracio.

Ya veros, mal pensados, el peso que este carga

Negando a duras penas que un soplo lo demuele.

Si el vulgo se le acerca la tristeza lo embarga.

De ver su culpa, al ciego, la mirada le duele.

Así es como disponen los naipes de este juego

Donde el envite sube en gracia de los mismos,

El Rey se ubica al frente en nombre de su ego

Y el príncipe a su sombra en pos del narcisismo.

Correcto y comedido, sonriente y educado

Cortés, considerado, cumplido y muy cordial.

Son reglas que conviven en este Principado

Donde ser bien tratado es la Ley Principal.

 

Hacia
dónde me llevan.

Hacia dónde me
llevan estos firmes renglones,

Cuando poso mi pluma
riguroso de ellos.

Y no alterno el descenso
sobre sus escalones,

Como brinda el amante su
caricia al cabello.

Si soy fiel a la prosa
por qué envidio a los versos.

Por qué miro su
forma con oculto recelo.

Por qué tiento a
mi pulso transgredir ese velo,

Como signo de furia,
como
juego
perverso.

Si la hoja es el blanco, si la pluma el acero,

Si es el arco la Musa y el Poeta el arquero.

Si el amor es el
pulso, la palabra es la herida

Y la tinta es la sangre del que
entrega su vida.

Hacia dónde me lleva todo el tiempo que
resta.

Me pregunto incesante, sin hallar la respuesta.

 

A mis
poetas mayores

Fue su lecho de muerte
unos brazos

Poderosos cual firmes
alforjas.

Los del gran San
Francisco de Borja.

Donde al fin
descansó Garcilaso.

De tu herida el Danubio
nacía.

De tu grito, el
Latín de Virgilio.

Donde Laura y Petrarca
yacían,

Para siempre en su
mítico idilio.

Aún Salicio llora
por su suerte,

Porque tú le has
negado la risa.

Nemoroso clama por su
Elisa,

Más allá de
tu pluma y la muerte.

Tus sonetos, tus
églogas gritan

Lo que oculto llevaste a
la fosa;

El amor a Isabel
te destroza.

Ya la rosa está helada.marchita.

Si de San Pedro Mártir, regresas

A los pies de esa terrible torre,

¡¡ No la escales por Dios!!, sólo corre

Nuevamente a San Pedro.allí reza.

……….

De la Barca bajaron tus sueños

Y llegaron a aquella Madrid.

Donde el viejo Juglar deambulaba

Recitando la gesta del Cid.

Cataluña te vio combatiendo

Y Toledo, del Rey, Capellán.

Con honor diste vida al gran Crespo,

Con honores tu paso inmortal.

Tus villanos brillaron cual rayo,

Segismundo aún clama: Yo sueño…

Tus Mañanas de Abril y de Mayo

Tendrán siempre su sol Madrileño.

………………………….

En la misma Madrid de Don Pedro

Donde el Moro en combate se entrega,

Un poeta derecho, cual Cedro,

A nacido, y es Lope de Vega.

Este hombre de amores diversos

Desterrado por sátiras crueles,

Destinó, como Lorca, sus versos

A exaltar a su tierra y sus fieles.

Su carácter complejo e inquieto

Impulsor de su obra de ensueño,

Le valió de Cervantes el
reto

De ser, El Fénix de los Ingenios.

Peribánez y La Hermosa Fea,

Rey eterno, os miro, y Ocaña,

El Isidro y La Dorotea,

Dieron su alma a la
vieja España.

……………………………

No hubo pluma que no se rindiese

Al momento de tallar la piedra,

Ante el gran creador de Entremeses;

Don Miguel de Cervantes Saavedra.

Fuiste hijo de Alcalá de Henares,

Talvez como Arcipreste de Hita.

Más el viento de tantos azares

Te llevó donde el mundo palpita.

De Madrid a Sevilla y a Roma,

Del heroico Lepanto a la ingrata

Ocasión, que por años te toma

Prisionero en Argel por piratas.

Rescatado y al fin decidido

A emprender esa ardua tarea,

De empeñar cualquier forma de olvido,

Diste vida a La Galatea.

Por error del destino eres preso.

Por justicia del
mismo, inocente.

y tu impronta de tristes sucesos,

A una triste figura presiente.

En revancha al injusto barrote,

Y a aquel doble arcabuz Otomano,

De la Mancha llegó Don Quijote

A decirte que nada fue en vano.

……………………..

A esa misma llanura manchega,

Otro hidalgo ingenioso y valiente

Fue a morir; Don Quevedo y Villegas.

Desterrado cual un penitente.

Poco antes, por mismo motivo:

La Moral. (Que lo
iguala a Plutarco),

Terminó varias veces cautivo

En la vieja prisión de San Marcos.

Como Alonso Quijano deseaba,

Deseó ser Don Francisco otro hombre.

Viendo al mundo cual él lo soñaba.

Pero el mundo no cambió de nombre.

Más la humilde palabra en sus labios

Tuvo sed de esa humilde fortuna.

Y apartó de su boca el resabio,

Y bebió de su sangrienta luna.

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Soneto

La tímida mañana
se enternece,

Al ver sobre tus manos a la
luna.

Tus manos, me recuerdan a una
cuna

En donde un frágil
niño se adormece.

Lo observo con delicado
detalle.

Con el ojo de un dios que nunca
miente;

Tu pecho, la antesala de tu
vientre.

Tu vientre; ese inmenso y alto
valle.

Morada que el destino me
reserva,

Para aguardar el instante
preciso,

En que ya presto de un final
feliz,

Con sabia voluntad (fiel a
Minerva)

Y la ilusión de Dante y
de Beatriz,

Me entregue finalmente al
Paraíso.

 

La luna
(dónde ha ido)

Si mis dedos
pudieran

Deshojar a la
luna.

Federico García
Lorca

Por la luna, mujer, que
es sagrada

Y platea estos
árboles, juro.

Que mi amor es profundo y es puro.

Así habló el fiel Romeo a su amada.

Arto más que ese Disco de Plata

y esa luna Sangrienta Escarlata.

La omnisciente testigo del Hombre.

Voy en busca de aquel vasto nombre.

Esa ostia de la cual Dios comulga.

Ese faro en el mar de la noche.

Ese ojo del gran Polifemo,

Ya segado por obra de Ulises.

Ese rostro de mil cicatrices.

Esa inmensa ceniza del sol.

Baudelaire, la percibe ofendida.

Y Lugones maligna y campestre.

Federico ve un niño en su mano.

Lafontaine, un ratón en su centro.

Blanca piedra es la luna, Vallejo.

Alfonsina le teme al mirarla.

Cielo negro, Rubén. Luna opaca.

Y Neruda la ha anclado en su verso

Casi fuera del cielo.

Entre un par de montañas.

Sueña Banchs que es de mármol la luna.

Y ese mármol es un pozo seco.

Y ese pozo es sonoro y su eco

Espectral, palidece a la luna.

En un río, dos blancas canoas,

Se deslizan sin sus navegantes.

Con sus remos, su popa y su proa,

Me recuerdan a lunas menguantes.

No es la luna empedrada del charco,

Que estalló bajo el pie presuroso.

Ni es aquella del mar escabroso,

Que ilumina a los trágicos barcos.

Yo la busco en el vago ladrido.

Y en el grito de un hombre que muere.

En el llanto de niños,
mujeres,

Solo quiero saber. dónde ha ido.

 

Oigo la hierba
magra.

Oigo la hierba magra quebrarse bajo mis pies.

Queja de un herido es, el sonido que
consagra,

A los sonidos del mundo, como necesaria ofrenda.

Siempre por la misma senda, más yo de culpa me
inundo.

De culpa ante el acto impune mis pies que todo lo besan,

Se detienen de tristeza y a su lamento se unen.

En mi caminar sereno, noctámbulo o matinal,

Avanzaba un criminal tan íntimo como ajeno.

Si el Hombre ignorando peca, su inocencia le libera

De su víctima cual fuera. Más como ahora lo
sé,

Que muera no dejaré, la indefensa hierba seca.

 

Réquiem

Si es que existe el lugar en que moras,

Si esa extraña región es posible,

Si resides en mi alma intangible,

Por qué entonces mis ojos te lloran?

Si además de habitar mi recuerdo,

Puedo oír palpitar junto al mío,

Tu jovial corazón como un río,

Por qué siento a la vez que te pierdo?

Por qué muevo indeciso las piezas

Cuando ya he concluido mi juego?.

Por qué dudo de toda certeza?,

Por qué acepto olvidar y me niego.

Si es que existe el lugar en que moras,

Por qué entonces mis ojos te lloran.

 

¿No ves?

¿No ves en la nube mansa lo efímero de la
vida?

¿No ves también en la herida su futuro de
bonanza?

¿Y que los árboles trinan cuando el ave se
deshoja?

¿No ves que la luz te moja y que
la lluvia ilumina?

¿No ves que el sol con el viento se comportan como
hiedra,

Cubriendo la Inmensa Piedra de un color
amarillento?

¿No lees en la mustia Luna un epitafio que expresa:

Aquí yace la belleza que alguna vez fue la Luna?

¿Y no oyes el gemido que viene de las alturas?

Es la tierna criatura que la montaña ha parido.

La vela teme a la llama, más esto el fuego lo
ignora.

Él, al verla se enamora y lentamente la ama.

La noche llega a su fin y llora porque se marcha.

¿No te da pena la escarcha dispersa sobre el
jardín?.

 

María

Palidece la noche al
mirarme,

Sólo árido suelo a
mis pies.

Quién pudiese de mí
rescatarme,

Cual zahorí, a la cuenta
de tres.

Ni Jenófanes mismo
sabría,

Ni Virgilio, ni el bueno de
Horacio.

Definir mi terrible
elegía.

De mi idilio abarcar el
espacio.

Cada paso en mi viaje es
tardío.

Al llegar todo vuelve a estar
lejos.

Mi tristeza recurre a
Vallejo

Y mi amor se refugia en
Darío.

Mas, ni uno ni otro
podrían,

Conseguir que
regreses.María.

 

Soneto

Perderse.cual nube en el
viento.

Lo mismo que una estrella
vaga,

Que entre otros millares se
apaga.

Ser uno y a la vez.ser
cientos.

Cual rostro en antiguos
espejos,

Me pierdo en un viaje sin
fin.

Montado al caballo de
Odín

Y a todo lo miro de
lejos.

Al mar, que una piedra
creía.

Al ave, que en lágrima
oscura,

Veía caer de la
altura,

Creyendo su canto,
agonía.

Y a ti, sobre todas las
cosas

La espina te vi.no la
rosa.

 

¡Qué tristes se ven las
flores!

¡Qué tristes
se ven las flores que de tus ojos derramas!

No están marchitas
ni rotas, descoloridas ni ajadas.

Tampoco son como aquellas
que en los
libros,
olvidadas,

Detienen entre dos hojas, quizás por siempre, su
trama.

Oh¡, golondrina viajera que lloras en mi regazo.

¡ Que tristes se ven las flores que de tus ojos
derramas¡

Colores de primavera sobre tu cuerpo caen en pedazos.

Escoria de mil amores ¿ que no te aman.que no te
aman?.

Ni el cielo que te conoce, ni el puño que el verso
escribe,

Nadie me dirá quién eres si te lo impide tu
llanto.

Sin embargo reconozco, en tu gemir, con espanto,

Que llegas desde muy lejos, de allá Donde Nadie
Vive.

Y aunque no sepa tu nombre ni el por qué de tu
destino,

Comprendo lo que es morirse, sola, a mitad de camino.

 

Soneto

Azulados y negros y
pequeños.

Sus ojos son el fruto del
Endrino.

Belleza que se esfuma como un
sueño,

Al áspero sabor y cruel
espino.

Sus labios, de morados a
rosáceos,

Como la flor de Malva,
palidecen.

Tan lejos de aquel brillo de
Topacio,

En su propia
mudez.desaparecen.

A las hojas de Dalia se
asemejan

Sus manos, que al abrazo se
resisten.

Y a la lluvia, su rostro bello
y triste.

Y al olvido, su sombra que se
aleja.

Sabe Dios, cuanto la quise un
día.

Como sabe también.que
todavía.

Soneto

Me dormí sobre una hoja tan vacía

De palabras, que la noche al observarla,

Sintió pena, y por amor, quiso poblarla,

Con su Gran Constelación de la Poesía.

¿ Me dormí sobre una hoja o ella era

quién dormía y yo velaba su letargo?

¿ O la noche nos soñaba y sin embargo,

a la vez, también la noche un sueño era?.

Todo es cierto.me lo dice la brillante

Creación, que de la Humana es tan distinta.

Como es cierto que asimismo es semejante,

A la vasta creación de Nuestra Tinta.

Me dormí sobre una hoja tan desierta,

Que mi mano decidió quedar despierta.

 

A la
envidia

A la envidia (que es de
todos) yo le temo.

A esa envidia de
Caín, también de Remo.

Y a esa cólera
de un Rómulo tan cruel,

Que ha hecho de su triste hermano, otro Abel.

Quizás seamos, como en cíclica leyenda

De ese misma loba, pronto alimentados.

Y el instinto finalmente nos sorprenda,

Liberándonos de culpa y de pecado.

Pero todo corresponde a un simple anhelo.

Porque ignoro qué ideal la mente trama.

Mientras tanto justifico al noble Otelo,

Que por celos mata y muere, como ama.

De una bíblica traición, de un ser ingrato,

Nacerá la envidia como fiel desmedro.

Y una triple negación condena a Pedro,

A mirar las limpias manos de Pilatos.

Tras la envidia, toda admiración se oculta.

Y es la cólera del Hombre un antifaz.

Que asesina nuestro amor y lo sepulta,

Redimiendo de la muerte a un Barrabás.

A la envidia (que es de todos). yo le temo

 

Al silencio
de Enrique Banchs

Porqué ese
silencio, preguntan a Enrique,

Cual al joven Rimbaud,
los labios te besa.

He hallado una
línea que lo justifique:

"El silencio es grande,
lo demás flaqueza"

¿No es ese
silencio acaso el gran reto

que toda palabra se debe
a sí misma?

Lo supo tu verso final,
tu soneto.

Cruzando el umbral del
sólido prisma.

Como la paloma se va de
la mano,

En Barcas pobladas de
Elogios y Halcones.

Llevando en su pico un
eco lejano

Después de haber
dado sus cuatro estaciones.

Así se fue Enrique
del blanco papel.

Más, oigo el
repique de su Cascabel.

 

Bien vale
un verso

Bien vale un verso
esfuerzo y agonía.

Julietas, Dulcineas,
cadalsos y cicutas.

Sentir la frente
sangrando por la hirsuta

Corona y recibirlo con
alegría.

Bien vale un verso la
errática odisea,

De veinte años o
la de sólo un día.

En donde ambos Ulises
combatían,

Contra las olas del
tiempo y sus mareas.

Lo supo Poe y lo supo
Tomás Moro:

Bien vale un verso el
opio y el cilicio.

Qué pensamientos,
Nerón tiene. Lo ignoro,

Viendo impasible su
Imperio que se quema;

¿Canjear cordura
por pérdida de juicio?

Bien vale un verso
arriesgar, todo el poema.

 

Dulce Frida

Hago mío este
verso de Lugones:

No está muerta la
flor, sino dormida.

Y me basta susurrar tu
nombre: Frida.

Para que vuelvan a ti,
todos tus dones.

Tus dones, como piedra de
alquimista.

Tus dones, como elixir de
la vida.

Tus dones son el alma de
un artista.

Tus dones, oh, tus
dones.dulce Frida.

En un rayo de luz la
noche cesa.

En breve el sol
inundará tu cama.

Tan poderoso el
día que regresa.

Tan débil es mi
voz cuando te llama:

Despierta. Frida.. Pero
no despiertas.

Mi flor no está
dormida, sino muerta

 

Dónde están mis manos

Dónde están
mis manos que ya no las hallo.

Mis manos son fieles, mis
manos leales.

Quizás se cansaron
de todos mis males

Y al fin desistieron a
ser mis lacayos.

Como en agonía de
a poco las pierdo.

Oigo su confuso lejano
aleteo.

Dónde están
mis manos que ya no las veo.

Dónde,
extrañas manos, que ya no recuerdo.

Tal vez, mendigando en
algún Camposanto,

Un cuerpo más
digno, dichoso y modesto.

O bien, entregadas a
brazos impíos,

Que en cruentas batallas
son fuertes y diestros.

Algo que jamás
hallarán en los míos.

Dónde están
mis manos.¡ las extraño tanto¡.

SONETO

Te buscaré por el
mundo con desesperada urgencia.

Sabiendo que tú me
huyes en los brazos de un Medoro.

Te buscaré como
Orlando busca a Angélica y su Moro.

Te buscaré aunque
recorra el camino a la demencia.

Te buscaré en el
exilio donde nadie nos espera.

Donde pronunciar tu
nombre agita el viento con rabia.

Te buscaré como
busco en el árbol muerto la savia.

Te buscaré
eternamente, como quien, una quimera.

Más, cuando te
haya encontrado pasarás inadvertida.

Y buscándote sin
tregua iré pagando tu
costo.

Porque será ese reencuentro otro punto de partida,

A las órdenes de mi dios, como a la pluma de
Ariosto.

No obstante lo cual confieso, que te seguiré
buscando.

Siempre en guerra con el mundo, como aquel. Furioso
Orlando.

 

Soneto a
Baudelaire

Aquel Hombre –
Niño, que Nace – Agoniza,

Con un ojo ciego y un
sordo lamento,

Perjura a su madre con su
voz de brisa:

"Ya no soy el hijo
ingrato y violento".

Aquel Hombre –
Niño derrama su vaso.

Ya sin importarle,
librado a su suerte.

Pero antes le advierte
tendido en sus brazos:

"No vivirás madre,
después de mi muerte".

Y así con Agosto,
París, casi ausente,

Semejando, acaso, todos
sus escritos.

Lo ha visto apagarse al
Poeta Maldito,

Como a tenue lumbre de
triste codal.

Mas, su alma obedece a
esa Antorcha Viviente,

Por siempre presente en
Las Flores del Mal.

 

A una
guitarra

Qué trata mi mano
derecha o izquierda,

Rindiendo a las cuerdas
su culto profano.

Cuál es el sentido
que busca el acorde,

Que espera la orden del
firme rasguido.

Cuando se ejecutan tus
tensas amarras,

Qué sientes,
guitarra. Acaso disfrutas?

Un árbol
pequeño soñó melodías.

Tú fuiste su
sueño. Él, quien hoy serías.

Qué conjuro
sombrío a tu especie la rige,

Cuando el Hombre te exige
habitar tu vacío.

Que límites
trasciendes, Oh, bramante alabanza ¡

Cuando oír ya no alcanza ni la mente comprende.

Guitarra, quién eres, aquí entre mis manos.

Y tú, ser humano, contesta.quién eres.

 

Soy la
sombra

Es el sol el que te
nombra

Para que estés a
los pies,

De todo aquello que
es,

Como si fueses
alfombra.

Y hay algo en ti que me
asombra,

mucho más que tu
existencia,

Es descubrir que en tu
esencia,

vida propia tienes.
Sombra.

Lo intuyo con vago
horror.

Lo sueño con
pesadumbre.

Temiendo que el sol me
alumbre,

escondido estoy del
sol.

En la oscuridad de un
pozo,

yago, pienso, como ,
vivo.

Cual Segismundo
cautivo,

cual Funes, el
memorioso,

O Dàntes, el
Montecristo,

o aquel recóndito
Nemo.

Me convertí en lo
que temo.

Soy La Sombra. ya no
existo.

 

Nunca

Nunca niegues el saludo del delirio

Que con su mano exiliada de otras manos,

Te dibuja, tembloroso, su martirio

Tras las rejas que lo alejan de lo humano.

Porque esas rejas son también rancios espejos,

Donde millones de miradas desfilaron,

Ciegas al cuerdo saludar de sus reflejos

Que nos encierra como a ellos encerraron.

Y así barrotes aprisionan carceleros.

Y no hay concepto que
defina Libertad.

No llames último lo que es también primero.

No habrá mentira que no
pueda ser verdad.

No confundas frenesí con inconciencia.

La ignorancia es la puerta que abre al miedo.

Tu saludo garantiza su existencia.

De tu mano nacerá su nuevo credo.

Y quizás, alguna vez salten murallas,

Para derribar así memorias
viles,

Esas siempre a prueba de misiles

que sólo hacen del Hombre un fiel canalla.

 

Exijo
libertad. (en dos sonetos)

A Rodolfo Walhs.

Exijo libertad para los
versos

Porque, para unos pocos,
ya se sabe.

Es ella igual al vuelo de
las aves

Que tienen como cielo
el
universo.

Exijo libertad, ya no la pido.

Porque mi petición esconde un ruego.

Y mis rodillas arden como el fuego,

De tanto trajinar por el olvido.

Exijo libertad de vuestra parte,

Como genuino hijo de la misma.

Para salvar al verso del estigma

Y devolverlo al seno de las artes.

Mi voz no se deshonra de arrogancia,

Al pretender la humilde jerarquía;

*************************

Aquella que permite a la poesía,

Ser libre. Como única ganancia.

Señor Comendador, su boca abra

Y deje en libertad lo que ha comido.

O escupa letra a letra los sonidos,

Devuelva a la Poesía sus palabras.

Soy una voz cualquiera que se erige

Para recuperar siquiera sombras,

De aquella Libertad que no se nombra.

No obstante, y en silencio, aún se exige.

Yo sé que para usted no hay más sonidos

Que aquellos que hoy detiene tras su escarcha.

Aún mientras, dicha voz siga su macha,

Sepultados también, serán oídos.

 

Así es
Macondo

(José Arcadio y Aureliano
Buendía)

Con su suelo cenagoso y hediondo.

Con sus vidas harto centenarias.

Con sus mártires, Como con sus parias.

Tan real e irreal así es Macondo.

Con su peste de insomnio, con su olvido.

Con su alquimia y con su astrología.

Sus Melquíades y todos sus
Buendía.

Tan Fantástica y vulgar Macondo ha
sido.

Esa aldea de apenas veinte casas.

Nos afirma que el mundo es tan
reciente.

A la orilla de un río transparente,

Que por un lecho de piedras se desplaza.

Quién ha sido el quijotesco patriarca

Que atraviesa la garganta a su rival.

(Esta distinguida práctica ancestral,

Enlutó por vez primera a la comarca)

Como el animal que ignora ya su muerte

Y se siente a cada instante enaltecido.

A este hombre colosal, astuto y fuerte,

El recuerdo de sus muertos lo ha vencido.

José Arcadio, triste, loco, solo,
huraño,

Vivo y muerto, a un árbol atado,

Sin haber su manuscrito descifrado,

Inició una historia que duró
cien años.

………………..

Quién ha sido en realidad el hombre
aquel

Que ha enfrentado un pelotón, una
derrota.

Recordando aquella tarde remota.

Aureliano Buendía, El Coronel.

Ha nacido antes que nadie el libertario

Que en tan sólo treinta y dos guerras
perdidas,

Demostró que el Hombre tiene tantas
vidas,

Que morir de vez es cuando es necesario.

Más su última muerte
llegaría

Por la calle, cual desfile de carrozas.

Como rosa que se pierde entre las rosas,

Como un día que se aleja entre los
días.

La mujer vestida de oro y su
elefante.

Aquel triste Dromedario y aquel oso.

Aquel circo, no fue más que un
sueño hermoso.

Un recuerdo que se olvida a cada instante.

Y entender que uno se muere es tan
extraño,

Cuando el circo de la vida no regresa.

Ya ha metido entre los hombros su
cabeza.

Ya su frente está apoyada en el
castaño.

Monografias.com

 

Sé de los
llantos

Sé de los llantos que rozan el vicio.

De los llantos que sin fin se recrean.

¿Aun oyes aquel que por Galatea,

Derrama el pastor de nombre Salicio?

Pues bien; Es este acuoso ejercicio,

Autor de las más diversas leyendas.

La del Basilisco que pierde su juicio,

Llorando por siempre detrás de una
venda.

Leyenda del niño huérfano de
amor

Que vio adversidad y fortuna enorme.

Que fue Lazarillo de ciego señor.

Sobre las orillas de aquel Río Tormes.

…….

Otros, son los llantos que queman y arden.

Aquel que ha dejado sangre derrama´,

Un reloj inmóvil Cinco de la
tarde.

Cinco de la tarde. ni un segundo
más.

Llantos que rebalsan escolleras, diques.

Llantos que en palabras pueblan anaqueles.

Llantos que amargura dan a vuestras mieles.

Llanto de elegía lloras tú,
Manrique.

El Minotauro muere ante Teseo.

Y el Rey de Atenas llora por su hijo.

El mito griego
todo lo predijo.

Más impedirlo no fue su deseo.

Para que los dioses reciban ofrendas

Un mito ha querido bendecir El Nilo.

La historia que narra la triste contienda

Entre dos fraternos, nos mantiene en vilo.

Esta historia cuenta que el Caín
egipcio,

Desmembró aquel cuerpo que fuera su
hermano.

Y esparció los trozos con sus propias
manos,

Por el dulce Río, cual un maleficio.

El caso es que todo se ha resuelto opuesto.

Quizás en consuelo para tal espanto.

Absorbiendo fuerza de los
tristes restos,

Fecundóse el Río y calmó su
llanto.

Las causas son muchas, los ojos son
dos.

Dice aquel Romance que escribiera Luis.

Llorase Eloísa, llorase Beatriz,

Y llora Maria por su hijo. Dios.

 

Como todas las
noches

La encontró, como todas las noches, desnuda entre los
mismos pastizales y árboles. Esperándolo con los
brazos siempre abiertos y una misma expresión de
apasionada alegría. Como todas las noches, él
corrió eufórico hacia ella mientras se despojaba
salvajemente de su escasa vestimenta. Sin pestañear
siquiera un instante por no perder el esplendor que proyectaba
tanta belleza sobre sus ojos. Desnudo por completo la
abrazó lleno de locura, bajo una gran luna observadora que
junto a millares de estrellas compartía su secreto igual
que ellos. En silencio.

El besó sus labios con tanto frenesí, que ella
permaneció sigilosa como todas noches. Él
entendió una vez más su reacción, cuando
ella fijó sus estáticos ojos claros, sobre su
rostro obnubilado y una palidez de inocente niña le
manifestó su reservado amor. Ella siempre reservaba su
exacta femenina posición para que él la pudiese
reconocer hasta en las más intensas oscuridades. Entonces,
él fue por sus hombros, como todas las noches,
dibujándola con sus manos en una caricia que duró
todo su cuerpo. Ella, como dormida se entregó a él.
Y así, teniendo ya impresa en sus manos su temperatura de
mujer silvestre. El camino limpio de sus largos brazos. La
firmeza eterna de sus senos. El tímido párpado de
su ombligo y la humedad de su casto pubis. Entonces, en lugar de
sus manos colocó su boca y bebió gota a gota aquel
cuerpo femenino.

Así los encontró el alba y
así otra nueva luna. Pues esa precisa noche, ellos
decidieron no separarse más. Hasta que una tarde lejana,
harto ya de buscarlo. Personal del
manicomio halló al enamorado, durmiendo desnudo entres los
brazos de su amada; la desnuda estatua de la antigua fuente.

 

El niño
duerme

tras el cristal la primavera llegó. Los niños
dan fe de ello. Los colores se tornaron poderosos, la música llega de todos
lados. Las campanadas del convento, los pájaros, los
cánticos, las flores que adornan las cabelleras de las
enamoradas y hacen de su perfume también una
canción. Tras el cristal llegó la primavera. Y
aquí dentro un niño duerme. Duerme y su madre lo
observa con ojos de amor. Acariciando su cabello enrulado que
también duerme. En silencio lo acaricia. Lo mira en
silencio. Pensándolo. De vez en cuando voltea su mirada
hacia el ventanal y aquella imagen vuelve. La primavera.

Al volver a su hijo, le susurra: Despierta hijo, que la
primavera ha llegado desde muy lejos y pregunta por ti. El
niño duerme.

La madre con un dulce gesto de emoción toma entre sus
manos las dóciles manos de su hijo y continúa:
despierta hijo, que sólo faltas
tú y si no vas la primavera no podrá ser. El
niño duerme.

La madre inclinándose, besa su frente con fuerza y
luego de una pausa, insiste: despierta hijo, que las campanadas
del convento, los pájaros, los cánticos, las flores
y.los niños.

La madre rompe en llanto. Pues por dentro sabe que hoy su
niño tampoco despertará. Como sabe también,
que la primavera es sólo una imagen que transcurre fuera
de los límites de este hospital.

 

La pregunta

Lo vi esa mañana del 23 de marzo de 1998, sentado en un
gris banco de la plaza
Garay. Veinte pasos me separaban de él. Mi ansiedad
sólo uno.

Su longevo perfil me habló inmediatamente de ingleses,
portugueses y criollos. O más bien de sajones, celtas y
españoles. Observé que sus ojos (detrás de
la ventana indecisa de sus párpados), buscaban los sonidos
de una ciudad olvidada por otra Buenos Aires. No
lo sé. Solamente mi recuerdo, mutado por los días y
las ganas, podrá a través de algún
sueño o algún lector, devolverme su
espontáneo gesto perdido.

De sus superpuestas manos nacía un bastón color
marrón opaco. Su inmóvil cuerpo fue, por un
instante, traicionado por un leve movimiento de
su cabeza. Pero tan leve y tan fugaz fue éste, que hoy, 4
años después, al querer describirlo, dudo de su
autenticidad. Nadie más habitaba esa extraña
mañana aquella plaza. Más recién ahora me
percato de eso. Cuando observamos inexorables un punto fijo, su
entorno se torna inútil e inexistente. Convirtiendo al
observador en la persona
observada. Aún siendo el propio Dios el entorno de
Lucifer.

En ningún momento me desconcertó lo irracional
de mi visión. Porque nunca (más allá de mi
inconfesable euforia) creí inadmisible un suceso
semejante.

Aún entre sombras y lejanía pude descifrar que
sus labios modulaban un verso pausado, en un idioma, que a juzgar
por su fervor, bañaba su sangre. Palabras para nadie que
como un secreto descuidado compartió conmigo. Pues de
aquel poema en sus labios mudos, llegaron a mí los nombres
Dickens, Wells y Benett. Tal vez, ésta era la respuesta
que necesitaba mi visión para convalidar mi ambiguo
proceder. Verlo fue pensarlo. Entonces, entre el murmullo y el
pensamiento,
llegaron a mí éstas aclaradoras palabras "Yo
estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires."

Entonces, casi innecesario corrí hacia él,
esquivando y derribando gentes, cómo obstáculos que
me parecían infinitos, y una vez a su lado, después
de recorrerlo lenta y presurosamente, palmo a palmo con mis ojos,
le pregunté.

– Perdón señor, ¿es usted Jorge Luis
Borges? –

No tuvo que afirmarlo para contestarme. Al fin y al cabo "los
hombres son muertos que hablan con los muertos".

 

De los odios
literarios

Así como dice el dicho Sobre gustos no hay nada
escrito. Diré que sobre odios hay mucho y muy variado.
Desde los tiempos bíblicos el odio está presente en
el Hombre determinando su destino en la Tierra. Recuérdese
el odio de Caín hacia su hermano Abel, que dio origen al
primer asesinato que la humanidad recuerda. O a Rómulo, (
el primer Rey de Roma) abalanzándose encolerizado sobre su
hermano Remo y dándole muerte. En la edición
de The Intelligent Woman´s Guide to Socialism, el
premio Nóbel de literatura 1925, Bernad Shaw,
escribió: "Los ricos y los pobres son aborrecibles. " Odio
a los pobres y estoy anhelando la hora de su exterminio. Siento
un poco de lástima por los ricos, pero deseo su exterminio
también. Las clases obreras, las clases comerciales, las
profesionales, las adineradas, las clases gobernantes, son
igualmente odiosas: no tienen derecho a vivir. Yo
desesperaría si no supiera que están condenadas a
muerte y que sus hijos no serán como ellos". No menos
sinceros aunque mucho más simpáticos son los
sonetos de tono burlesco que Don Quevedo y Villegas,
escribió para deshonrar la figura y la obra de su
contemporáneo Don Luis de Góngora. Paso a detallar
algunos versos determinantes: perros de los ingenios de
Castilla.no escribas versos más.este, en quien hoy los
pedos son sirenas.pues eres poco verme y mucho pus.tu
lengua.suena a moco y tos.tú, puto, no lo
niegues.etc.

Curiosamente, tres siglos después de estas
alabanzas, otro poeta ibérico, Rafael Alberti,
escribió un poema en contra del escritor Gómez de
la Serna. Pero luego, Rafael equilibró los tantos,
escribiéndose un poema titulado Yo Tonto.

Con el mismo respeto y
admiración que les profeso, debo decirles, mis queridos
Francisco y Rafael, que no había necesidad.

Un caso análogo aunque arto más
protocolar, puede dilucidarse en el de Jorge Luis Borges al poeta
español
Baltasar Gracián, de título homónimo. Pero
en la literatura no sólo los hombres se conceden odios.
No. En la obra de Borges su poema Ajedrez, nos
asegura que: los jugadores rigen las lentas piezas. El
tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en
que se odian dos colores.
Stevenson nos habla de Keawe. Que
terminó odiando a una botella de panza redonda y cuello
muy largo. W.W. Jacobs, de manera análoga hizo odiosa una
pata de mono.Estos dos ejemplo, aunque se que las comparaciones
son odiosas, debo admitir que no hacen más que
parodiar la legendaria historia de Los Tres Deseos.Baudelaire,
escribió en Las Flores Del Mal, que el odio es un tonel de
las blancas danaides. Estas son las hijas de dánaos,
condenadas en los infiernos a verter eternamente agua en un tonel
sin fondo. En el mismo poema escribe que el odio es un borracho
que está en una taberna con su sed renaciendo lo mismo que
la Hidra de Lerna. Esta es una serpiente moustrosa de siete
cabezas que habitaba en las zonas pantanosas de Lerna, en
Argélida: según la leyenda, al cortar una de sus
cabezas, le nacían otras dos. En Verona se odiaron dos
familias. Teobaldo lo resume con estas palabras. Como odio el
infierno, odio a todos los Montescos. Ese mismo odio ( sin otro
destino posible) los castigo con la tragedia. Al final de la
obra, Escalo el Principe
reflexiona a los pies de las dos victimas ¿
Dónde están esos enemigos? ¡ Capuletos
¡ Montescos! ¡ mirad que castigos a caido sobre
nuestros odios
!. Ya tarde, ya sin sentido, esas dos familias
se unen en el dolor. Ernesto
Sábato, nos habló de un odio al mejor estilo
Dosvtoiski. Quiero decir, con una profundidad psicológica
que en pocas obras argentinas se han logrado. El odio del pintor
Juan Pablo Castel hacia María Iribarne, la mujer que
tanto amaba. Esta aparente contradicción la podría
justificar diciendo que el odio es el más sincero de los
amores. Estaba desolado y sentía un odio sordo e
impreciso. O creo que era contra mí mismo.
En estas
palabras del propio Castel se encuentra entretejido El
Túnel del que nunca logró salir. Extenso y variado
es el catálogo del odio en la literatura. No menor el del
amor, ni menos competente el de la locura. Este equilibrio no
es azaroso ni mucho menos intencionado. Sucede que tanto el odio,
el amor y la locura se nutren en forma recíproca para
existir. Como lo hace el Hombre con la Naturaleza.
Por lo tanto, sólo me vasta experimentar cualquiera de los
tres estados para reparar en los tres.

Partes: 1, 2
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