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El café Izmir (página 2)




Enviado por Carlos Szwarcer



Partes: 1, 2

Ambiente y manjares del Izmir

Allí, "enclavado en Gurruchaga", en el centro de
aquella febril actividad, se erguía altivo el lzmir, en
cuya vereda hacían su parada no pocos de aquellos
vendedores, y "un par de sus baldosas"
tenían un valor
significativo. Se cuenta que uno de los semilleros más
conocidos negoció "su lugar", canasta,
semillas y cuchara y al siguiente día apareció con
una "fuente de metal" ofreciendo comidas dulces
orientales. (4) Los testimonios muestran que la
mayoría de los sefaradíes sentían orgullo
por ese café
tan pintoresco y sitio de recreación
de gente mayoritariamente humilde. De los pocos que tenían
"un buen pasar" cuatro o cinco solían
pedir "una vuelta" de café o
rakí (anís) para veinte o treinta
parroquianos, visto esto como gesto de gentileza,
camaradería o jadra (alarde, exhibición).
En verdad muchos se demoraban allí por las charlas, el
rakí, la música oriental, los
naipes, el table (backgamon), etc., pero, a pesar de
ello, la inmensa mayoría lo recuerda como un lugar
ameno y respetado
, tal como lo podemos recrear a partir del
siguiente collage testimonial surgido de antiguos
vecinos y habitúes: "…el café lzmir en su
momento era tradición… era importante… era una
reliquia de Buenos Aires, de
Villa Crespo. Ahí se sentaba gente grande de nuestra
colectividad, iban camino al templo…a tomar un café.
También la colectividad armenia, la griega, la
musulmana…no había odios…en paz… en aquel tiempo eran
todos respetados, amables…era un lugar donde gente de
Montevideo venia y el lugar para ver a los 'yidios' era el lzmir,
como punto de reunión…como punto de
referencia."

De las tantas actividades que ofrecía el
café, el esparcimiento obviamente era el Ieit
motiv
Sin embargo no podemos dejar de reconocerle,
especialmente en las décadas del 30" y el "40, una de tipo
social y hasta educativa: "…se juntaban en una mesa a la
mañana y empezaban a hablar, a leer el diario… Habla uno
que leía el diario al revés, no me acuerdo el
nombre; lo leía todo, todo, se ponía a leer
así… (Con la hoja al revés), se ponía
en el lzmir, en la ventanita… Se reunía la gente, como
muchos no sabían leer", él agarraba y leía
al revés, pero leía como si fuera al derecho, no se
equivocaba nunca. Lo ví yo…"
afirma Jacobo
.C

Sonidos y danzas de
Oriente

En la plenitud del Café Izmir, Alboger
poseía una importante colección de discos de pasta
de música oriental, especialmente turca y griega, con la
que se solazaban los parroquianos. El chiftetelli
invadía el local y su ritmo llegaba distorsionado a la
vereda, al tiempo que en las mesas se jugaba a las barajas o se
deleitaban con un buen mezé (especie de
picadita de platitos típicos: queso blanco,
aceitunas, rabanitos, pepinos, huevo duro, etc.), que ayudaba a
incorporar más dignamente en el organismo los "vapores
etílicos" diversos.

El humo permanente del salón se espesaba cuando,
en la pequeña parrilla de la cocina se asaban trozos de
carne, a veces picada para su justa cocción, que
hacían girar lentamente en unos pinches metálicos.
Colocaban un par de esas albóndigas, acompañadas
por un menjunje parecido a una ensalada dentro de un pan
árabe (pita) cortado al medio. El shishe
como llamaban a ese delicioso sandwich, era saboreado con un
invariable ritual de malabares para no mancharse la ropa con el
jugo que se escapaba por los costados del pan.

Pero en horas de la noche, esos hombres con sombrero e
infaltable corbata o pañuelo al cuello, llegaban al
paroxismo cuando el sonido
provenía de la orquesta oriental: mandolín,
laúd, kanún (instrumento de cuerda
ejecutado con plectros), pandereta, dumblek (tambor
pequeño), violín, etc. y a su ritmo bailaban
hombres y mujeres, solos o en pareja, y como verdadera
atracción las odaliscas con sus pechos semidescubiertos,
sombreros cónicos y velos endemoniados.

Madame Jeannette, Flora, Madame Flash,
Milí, las Livías, y tantas otras fueron las
bailarinas que alegraron el ambiente
según pasaron los años. Pero los hombres no le
fueron a la saga en cuanto al baile, fue famoso Abraham Sadrinas,
quien con rítmicos movimientos mantenía una botella
en su cabeza mientras también hacía sonar dos
cucharas a modo de castañuelas. Otro, Elías Bajar,
era llamado por las orquestas que iban al café por su
calidad de
gran bailarín.

El Izmir ofrecía un ámbito para la magia,
el ensueño y la sensualidad a un público casi
exclusivamente machista. Aquellos varones que lo frecuentaban
para acortar la distancia entre la Reina del Plata y sus lejanos
pueblos de mar se casaban. La ceremonia religiosa, con ritual
sefaradí, se iniciaba generalmente a la vuelta, en el Gran
Templo de Camargo 875 y algunos mozos del lzmir se
convertían en "mozos de boda". Y cuando al templo le
faltaban hombres para llegar al número mínimo
necesario para los rezos (minyám) al primer lugar
al que acudían era al café, el cual con acierto fue
descrito como "…Institución y…
Secretaría informal de la comunidad".
(5)

Fulgor y final del
café

Pasaron los años y el Café lzmir se
consolidó como referente de la colectividad. La Segunda Guerra
Mundial agitaba los ánimos de sus habitués y
sus paredes pintadas con arabescos —dibujos de
palmeras y siluetas orientales que simulaban las Mil y una
Noches—,
eran parcialmente cubiertas por banderas de
los países vencedores de la contienda. Capitanes y
marineros de los barcos griegos que amarraban en el puerto eran
llevados al café, donde se sentían como en su casa.
Comían y bebían a gusto mientras escuchaban su
música. Rafael los recibía muy cordialmente,
recordando que sus padres fueron griegos
sefaradíes.

En consonancia con los cambios políticos y
sociales que acaecieron en nuestro país, llegaron al lzmir
las elementales discusiones entre peronistas y antiperonistas;
asimismo, los dirigentes de fútbol
de Atlanta y Chacarita (clubes de la zona), llevaron al
café algunas de sus agitadas reuniones, sobre todo en los
prolegómenos de las elecciones internas.

Y mientras los años cincuenta y sesenta
provocaban vertiginosas transformaciones en la vida cotidiana, el
local recibía una "turcada" más canosa y
arrugada que renovaba el ambiente con sus jóvenes
hijos.

De todos modos don Alboger, con su habitual elegancia y
pulcritud, continuaba detrás del mostrador que, como un
atalaya, le daba el dominio visual
del salón y sonriente suavizaba el aire formal y
nostálgico que envolvía su figura.

El doctor Álvarez Estrada, quien viera
periódicamente a Alboger, asegura que: "…era un
hombre
simpático, muy simpático. Demostraba haber vivido
mucho. Tenía lo que llamamos "estaño", que era el lugar donde en el
café uno se apoya y se entera de todas las cosas, las
buenas y las malas; donde se daban consejos y se adquiría
experiencia. El había vivido".

En una jornada aparentemente apacible, la súbita
discusión con un armenio en el café le
provocó un ataque cardíaco que, pocos días
después, cuando parecía recuperarse, lo
llevaría a la muerte el
29 de abril de 1965, cerrándose así un maravilloso
y dorado ciclo.

Desaparecía el dueño del lzmir, quien
durante casi tres décadas magníficas
señoreó en ese espacio mítico, sitio que
"…entre otros, forman parte de la esencia porteña".
(6)

Sus dos yernos, Naum Szwarcer y Alberto Cafferata se
ocuparon del lugar para que la viuda siguiera teniendo un
ingreso. En noviembre de 1969, el asturiano Jesús
Rodríguez se hizo cargo del fondo de comercio y los
años setenta serían testigos de la lenta
desaparición de los viejos "turcos". "…Alboger
tenía imán… mientras vivió el café
estuvo a full"
aseguran con añoranza sus viejos
clientes. El
"espíritu oriental" ya no existía, y los
habitués, a excepción de un pequeño grupo, eran
otros: los empleados y albañiles de la zona. Los motivos de tal
metamorfosis fueron varios: el cambio de
dueño, de estilo, de sociedad, etc.
Y lejos de las madrugadas, los discos de pasta, las orquestas con
odaliscas, los refranes y los dichos en "ladino", comenzó
a languidecer y a cerrar sus oxidadas cortinas metálicas a
las 18 horas y los sábados al mediodía. Sus paredes
se descascararon perdiendo el color y la
vida.

El lugar de reunión e inspiración, y parte
del alma y de la
cultura
porteña, cerró definitivamente sus persianas el 9
de octubre de 2000. El lzmir figura entre los 39 cafés
citados en el libro Los
cafés de Buenos Aires,
publicado por la
Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y
Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos
Aires y entre los 21 citados como "emblemas porteños" en
La Guía Total de Buenos Aires, de Diciembre
2000.(7)

Quizás nos quede preguntarnos qué fue de
Adán Buenosayres, de Rafael "Alejandro" Alboger y
de aquellos años esplendorosos, y quiénes
recordarán en los siglos venideros este sitio del corazón de
Buenos Aires, este lugar de antología por donde
pasó una de las tantas corrientes inmigratorias que
aportaron, con sus denodados esfuerzos y sus sueños de
paz, a la formación de la policromática nacionalidad
argentina. "Café lzmir quién mudó tu
piel,
café lzmir ¿quién quedó de pie?:
¡dioses y duendes de un tiempo lejano, dioses y duendes que
hoy quieren volver!".(8)

Notas

1. Dirección General de Verificaciones y
Habilitaciones. Expediente 188009 a 940. Fecha de
inscripción 27/11/1940.

2. MASTRONARDI CARLOS, "Recuerdo aquí, en
Café Tortoni. Buenos Aires, 1988.

3. MARECHAL LEOPOLDO, Adán Buenosayres,
Buenos Aires, Planeta, 1994, página 91.

4. FRANCAVILLA CAYETANO, El barrio de Villa
Crespo,
Buenos Aires, 1978, página 27.

5. BARGMAN DANIEL Y SLAVSKY LEONOR, Presencia
sefaradí en la Argentina,
Buenos Aires, Ed. Centro
Educativo Sefaradí, 1992, página 61.

6. SPINETTO HORACIO, Cafés de Buenos
Aires,
Buenos Aires, Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, 1999, página 5.

7. Ciudad Abierta. La guía total de Buenos
Aires,
Buenos Aires, 2001, año 1, N9 1.

8. SZWARCER CARLOS, Café lzmir,
canción.

Un agradecimiento a quienes brindaron los testimonios
orales: familiares y amigos de Rafael Alejandro Alboger, vecinos
y habitués del café Izmir y empleados café
Tortoni.

* Artículo publicado en: "Todo
es Historia".

Nº 422. Septiembre de 2002. Páginas 54 a 57. Buenos
Aires. Argentina.

* Aclaración: El Café Izmir fue
demolido a fines de abril de 2004. Ver en "La
desaparición del Café y Bar Izmir -Pérdida
del Patrimonio
Cultural de Buenos Aires
-", del mismo autor, publicado
en "Revista
Cultural Vetas"
Edición 5-78/79. Contenido
Internacional. Enero de 2007. Santo Domingo (República
Dominicana).

 

 

 

 

 

 

Autor:

Carlos Szwarcer

Historiador y Periodista

Argentina

Partes: 1, 2
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