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El rapto secreto: 50 razones para no creerlo (página 2)




Enviado por Giovanni Giovanni



Partes: 1, 2, 3

Esa fue, sin embargo, tan sólo una dificultad
técnica menor, si se la compara con las lagunas
conceptuales que deja Walvoord en su exposición. En ocasiones, Walvoord no es
muy explícito. El motivo de esto es que su trabajo no es
una cartilla para alfabetizar a todo el mundo en la doctrina
dispensacionalista: va dirigido, por el contrario, a un
público muy bien determinado: aquellos evangélicos,
incluyendo evangélicos dispensacionalistas, que no creen
en el "rapto pretribulacionista". A ellos se dirige Walvoord con
el objeto de convencerlos de la legitimidad de la teoría
del "rapto secreto" antes de la gran tribulación. Este
público sabe bien de lo que habla Walvoord, y es por eso
que él no se siente en la obligación de aclarar
todos los puntos que ya da por entendidos. Esta falta de
claridad, sin embargo, podría causar confusión en
un lector como yo, no evangélico y no
"pretribulacionista", por lo que se hizo necesaria una
revisión de la obra teológica de Walvoord,
así como de otros autores dispensacionalistas, en busca de
claridad.

Aunque no tengo a mi disposición ninguna obra
impresa de Walvoord, el portal www.bible.org contiene una
colección bien nutrida de la producción de este teólogo, que fue
de una ayuda inestimable para llenar los vacíos de las "50
razones".

Siendo esta apenas una primera aproximación al
estudio del "pretribulacionismo", presento el resultado de mi
investigación en la espera de que sea una
herramienta útil para encontrar la verdad.

50 razones para no creer en el rapto
secreto

Problemas con el
"argumento histórico"

1. Mientras el postribulacionismo apareció
apenas en 2 Tesalonicenses 2, muchos en la iglesia
primitiva creían en la inminencia del regreso del
Señor, lo cual es una doctrina esencial del
pretribulacionismo.

Walvoord comienza su exposición reclamando que
existen argumentos históricos que avalan la legitimidad de
la creencia en el "rapto secreto". En resumidas cuentas, el
"postribulacionismo" enseña que la traslación de
los redimidos al cielo ocurrirá después de la gran
tribulación, en tanto el "pretribulacionismo" afirma que
ocurrirá antes de ella.

Un lector adventista común, acostumbrado a hablar
del "regreso del Señor", podría tener problemas para
entender este primer argumento de Walvoord, pues lo que él
llama "regreso del Señor" no es lo que para el adventista
será la segunda venida de Cristo. Para Walvoord, "el
regreso del Señor" no es lo mismo que el "día del
Señor", sino un acontecimiento previo, el cual será
silencioso, desapercibido y secreto, y en cambio el
"día del Señor" será un evento de
captación mundial. Para él, este "regreso del
Señor" no será con poder y gran
gloria, sino en secreto y gran silencio. Secreto, porque
enseña que Cristo no será visto por nadie, sino que
"raptará" a los cristianos fieles, quienes
desaparecerán súbitamente para ser llevados sin que
nadie lo sepa ("venida por la iglesia"). Después de eso,
tras un periodo de siete años, el Señor
bajará a la tierra con
todos los redimidos a ejecutar el juicio de las naciones ("venida
con la iglesia"). Así, para los pretribulacionistas, en
realidad habrá una "primera" segunda venida, y siete
años después una "segunda" segunda venida. Este
último evento es lo que Walvoord identifica como el
"día del Señor" mencionado en 2 Tes. 2:2, el cual
entiende que será visible y audible.

Walvoord argumenta que los primeros cristianos
habían sido "pretribulacionistas", y que para cuando Pablo
escribe 2 Tesalonicenses, habían caído en el
"postribulacionismo", por lo que el apóstol se esmera en
corregirlos. Sin embargo, Walvoord sólo especula, pues si
por un lado puede deducirse de la carta de Pablo
que los tesalonicenses estaban teniendo ideas erradas acerca del
momento del "día del Señor", no puede demostrarse
de ningún modo que ellos hayan sido antes
"pretribulacionistas", ni que Pablo esté enseñando
esa doctrina.

Como veremos en este trabajo, el método de
Walvoord se basa fundamentalmente en la mera especulación,
proponiendo situaciones históricas y futuras que no le
constan, pero que necesita para poder validar su
posición.

2. El desarrollo
detallado de la verdad pretribulacional durante los pasados dos
siglos no prueba que la doctrina sea nueva o novedosa. Su
desarrollo es similar al de las principales doctrinas en la
historia de la
iglesia.

Una doctrina es falsa no por el tiempo de su
aparición, sino por su falta de argumentos
bíblicos. Y el "rapto secreto" no tiene argumentos
bíblicos. Tomemos como ejemplo el problema de la
resurrección de los justos.

Para la escuela
"pretribulacionista", los santos muertos deben resucitar para
inmediatamente ser raptados, y así desaparecerán de
la faz de la tierra
mientras duren los siete años de la gran
tribulación. En la tierra quedarán los injustos,
más los judíos,
quienes, junto con otros gentiles,
tendrán una segunda oportunidad de salvación.
Durante esos siete años tendrán que decidir entre
aceptar a Cristo o seguir a la bestia. En el primero de los
casos, serán llevados a muerte, pero
resucitarán cuando terminen los siete años. Puesto
que la profecía dice: "… y vi las almas de los
decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la
palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni
a su imagen, y que no
recibieron la marca en sus
frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil
años" (Apoc. 20:4), los "pretribulacionistas" concluyen
que estos judíos conversos y martirizados se
levantarán al final de esos siete años, cuando
Cristo venga nuevamente acompañado con todos los santos
que habían resucitado antes de la
tribulación.

Pero hay un detalle muy importante: Apocalipsis 20:4
dice que esa resurrección es la "primera
resurrección", dando a entender con esto que antes de eso
no hay otro evento que califique como tal. En vista de
ello, la primera resurrección pretribulacionista debe
ocurrir… ¡antes de la primera resurrección
bíblica!

John Walvoord abre su Biblia, lee que en Apocalipsis
20:4 ocurre la "primera resurrección", y sabe que debe
resolver la contradicción. Ante esto, confiesa que "la
tarea de dar una exposición de este capítulo es
altamente complicada". Y especialmente al llegar al verso 4,
declara que "es complicado por falta de
especificidad".[2] Desde luego, le resulta
complicado porque el pasaje niega la resurrección
pretribulacional. Pero en lugar de apegarse al texto
bíblico, prefiere buscar una explicación de
cualquier manera, aunque tenga que especular. Así, llega a
decir que tanto la resurrección "pretribulacional" como la
"postribulacional" son ambas "la primera resurrección".
Pero es extraño que la profecía omita por completo
un asunto tan importante como la resurrección
"pretribulacional", y en cambio declare de manera lapidaria que
la primera resurrección es la que ocurre
después de la gran tribulación. En una
palabra: postribulacionismo. No puede decirse, entonces,
que haya otra resurrección previa a la primera, pues de lo
contrario la primera no sería la primera.

De esto se desprende que el "pretribulacionismo"
contraría el discurso
bíblico.

Problemas con la
Hermenéutica

3. El Pretribulacionismo es la única
visión que permite la interpretación literal de todos los pasajes
del Antiguo y Nuevo Testamentos sobre la Gran
Tribulación.

Falso. Si lo que le preocupa a Walvoord es la
interpretación literal de las profecías
relacionadas con la gran tribulación, ¿por
qué irrespeta él esa literalidad en 1 Tes. 4:16? La
profecía establece allí que Cristo vendrá
"con trompeta de Dios". Para el investigador imparcial que lee la
Biblia sin los anteojos del dispensacionalismo, la trompeta de
Dios no es otra que la trompeta final, que anunciará la
recompensa a los justos y el juicio a los injustos. Pero para
Walvoord no es así. Para él no es realmente la
final trompeta, sino "un llamado dirigido a los salvados, a
aquellos que han confiado en el Señor
Jesús".[3]

El "pretribulacionista" Thomas Constable cita a otros
dos autores de su misma escuela que exponen: "No necesitamos
suponer que San Pablo creyera que una trompeta real
despertará y llamará a los muertos. El lenguaje es
simbólico
de acuerdo con las ideas
apocalípticas del tiempo".[4]

¿Qué problemas tienen los
"pretribulacionistas" con la literalidad de la trompeta? Muy
sencillo: ellos creen que la venida de Cristo será un
asunto secreto y por lo tanto los inicuos no podrán ver ni
oír nada. Por eso, necesitan que la trompeta no la
escuchen los malvados, sino sólo los que serán
"raptados", de allí que prefieran entender que "trompeta"
significa "llamado" y no un sonido de
trompeta literal.

Así, se ve que el "pretribulacionismo" recurre a
la interpretación simbólica de las profecías
de la gran tribulación cuando así lo
necesita.

Otra profecía relacionada con la
tribulación es la de Apocalipsis 17, evento que,
según Walvoord, "ocurre al principio de la gran
tribulación".[5] Él explica la
profecía de Babilonia la Grande de la siguiente manera:
"Juan muestra que la
visión de la destrucción de Babilonia
representa a la falsa religión… el
título de Babilonia la grande asignado a esta mujer no se
refiere a Babilonia como ciudad o Babilonia como nación,
sino como una designación religiosa".[6]
Además, en un resumen que publicó acerca del
Apocalipsis, declara: "Al igual que los libros del
Antiguo
Testamento de Daniel y Ezequiel, Apocalipsis usa figuras
simbólicas y apocalípticas
extensivamente
".[7] De esta manera, él
entiende que otras profecías de la gran tribulación
deben interpretarse de manera simbólica y no literal, como
la mujer vestida
de sol de Apoc. 12, que interpreta como un "simbolismo" que
representa "la gloria de Israel y su
triunfo final sobre sus enemigos".[8] Allí
mismo, el dragón escarlata que persigue a la mujer es para
Walvoord una "representación del poder
satánico", y el río que sale de la boca de la
serpiente no es realmente un río, sino que "debe
entenderse de manera simbólica", representando la
persecución de los judíos por parte de
Satán.[9]

Otras profecías de la tribulación las
asume Walvoord como simbólicas, como la bestia de
Apocalipsis 13 y 17, que para él no es una bestia, sino un
imperio enemigo de Dios; y la imagen de la bestia, que "no es
necesariamente una imagen de la bestia", pero que no sabe
exactamente qué es.[10] Además, la
estrella que cae del cielo a la tierra y las langostas que salen
del abismo, son asumidas por él también como
simbólicas.

En cuanto a los 144.000 sellados, ocurre un hecho
curioso: Walvoord entiende que son judíos literales, pero
no cree que sean literalmente 144.000. Para él, esa
cantidad es sólo un concepto
simbólico y reclama que se trata de una cifra
mayor.[11]

Es evidente que para Walvoord las profecías de la
tribulación son literales sólo cuando le convienen.
En definitiva, miente él cuando asegura que el
"pretribulacionismo" interpreta literalmente "todos los
pasajes del Antiguo y Nuevo Testamentos sobre la Gran
Tribulación".

Y en este juego
arbitrario entre lo simbólico y lo literal, los
significados pueden escurrírsele de las manos al
dispensacionalismo. Por ejemplo, el significado del número
de la bestia (Apoc. 13:18). Al respecto, el gran propulsor del
"pretribulacionismo" en el siglo XIX, John Darby, llegó a
declarar: "Confieso mi ignorancia en relación con el
número seiscientos sesenta y seis. No puedo presentaros
nada que me resulte satisfactorio. Hallamos que las palabras
apostasía y tradición responden al número
seiscientos sesenta y seis, pero no puedo decir nada positivo en
este punto".[12]

John Walvoord, por su parte, viéndose incapaz de
resolver el acertijo, intenta sacudirse el problema declarando:
"Cualquiera que sea el significado más profundo del
número, implica que este título referido a la
primera bestia, obra maestra de Satanás, lo limita al
nivel humano que está bien lejos de la deidad de
Jesucristo".[13]

Pero con eso no nos está diciendo nada que no
sepamos. Lo que hace Walvoord es eludir la tarea que se nos
encomienda en Apocalipsis 13:18: "Aquí hay
sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el
número de la bestia, pues es número de hombre. Y su
número es seiscientos sesenta y seis". Se nos indica
contar el número de la bestia, si es que tenemos
sabiduría y entendimiento. Pero John Darby confiesa que
fracasó en su intento de calcular el número de la
bestia, y John Walvoord ni siquiera se atreve a
intentarlo.

Pero no se trata de dos casos aislados, sino de la
generalidad de los "pretribulacionsitas". Cyrus Scofield, Thomas
Constable, Ray Steadman, J. Hampton Keathley, David Guzik, Bob
Utley y otros autores "pretribulacionistas", se declaran
incapaces de llevar a cabo esta tarea, argumentando que el asunto
genera mucha confusión, y se conforman con la esperanza de
que sólo podrá comprenderse en el futuro, cuando
lleguen los siete años de tribulación. Pero si
tomamos en cuenta la precariedad de la interpretación
"pretribulacionista" acerca de los siete años de
tribulación, podemos concluir acertadamente que, si
continúan esperando que llegue ese momento para poder
calcular el número de la bestia, en realidad nunca
lograrán hacerlo.

Ron Daniels, otro "pretribulacionista" que confiesa su
total incapacidad para calcular el número de la bestia, no
tiene problemas en reconocer: "Desafortunadamente, no creo ser
alguien con el entendimiento".[14]
Consecuentemente, pues, si los "pretribulacionistas" confiesan su
incompetencia para calcular el número de la bestia, no
tienen realmente sabiduría ni entendimiento como lo
declara la profecía. ¿Con qué autoridad
entonces pretenden enseñarnos profecía?

4. El pretribulacionismo distingue claramente entre
Israel y la Iglesia y sus programas
respectivos.

Ese es precisamente uno de los más notables
errores del dispensacionalismo. Hablar de "Israel" y de la
"iglesia" como de dos entidades distintas para el tiempo del fin,
es un error. En base a esta pretendida "distinción" entre
iglesia e Israel, el dispensacionalista excluye a los cristianos
de la mayor parte de las Escrituras, que entiende dirigidas
únicamente a los judíos.

Pero, ¿no anuncia la profecía
bíblica la restauración de Israel para el final de
los tiempos? ¿No se refiere Pablo a esa
restauración final en Romanos 9, 10 y 11? Sí, lo
hace, pero no dice que Israel vaya a ser una institución
paralela a la iglesia cristiana. Antes, lo niega, al
decretar que el Israel de Dios queda conformado por ramas
judías y gentiles, por medio de la sangre de
Cristo.

"¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna
manera" (Rom. 11:1). Walvoord apela a estas palabras para
demostrar que el Israel natural será restaurado a su
primogenitura en los últimos tiempos. Sin embargo, Pablo
intenta explicar a los cristianos de Roma, es decir,
cristianos gentiles, lo que ha de ocurrir con los judíos.
La pregunta no es menos que lógica:
si la iglesia es el pueblo de Dios, ¿quiere decir eso que
los judíos han perdido la salvación? Pablo responde
de la siguiente manera: "…los hijos de Dios no son los
descendientes naturales; más bien, se considera
descendencia de Abraham a los hijos de la promesa" (Rom. 9:8,
NVI). Con esto, Pablo demuestra que la promesa divina
trasciende a una nación
en particular. Sobre todo una nación como Israel, pues
Dios "soportó con mucha paciencia los vasos de ira
preparados para destrucción" (Rom. 9:22), esto es, la
nación infiel. Pero ese mismo Dios ha preparado "de
antemano" una gloria para los "vasos de misericordia", esto es,
no sólo los judíos fieles, sino también los
gentiles (vers. 23,24).

Puesto que no todo Israel fue fiel al pacto, sólo
quedará de ellos un remanente que será salvo:
"También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el
número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan
sólo el remanente será salvo" (vers. 27). Un
remanente judío que, junto con los fieles gentiles,
habrá de heredar la gloria. Nótese que Pablo no
habla de dos destinos diferentes, sino de la misma
gloria
para los judíos y gentiles fieles a
Dios.

Pablo declara: "Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a
su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy
israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de
Benjamín" (Rom. 11:1). Decir que Dios haya desechado a los
judíos significaría que Pablo mismo no
podría ser salvo. Desde luego, su salvación nada
tiene que ver con su linaje, sino con su relación personal con
Cristo (Gál. 2:20) . Pablo se convirtió a Cristo,
fue bautizado y se unió a la iglesia cristiana, y
dedicó el resto de su vida a su edificación (Col.
1:24).

Pero, ¿sólo una porción de Israel
será salva? Sí, porque "Israel, que iba tras una
ley de
justicia, no
la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella
no por fe, sino como por obras de la ley…" (vers. 31,32).
En otras palabras, el pueblo de Israel no alcanzó la ley
de justicia que predicaba, por no tener fe y por confiar en sus
propias obras. Y al decir "no la alcanzó" ("no lo
lograron", DHH), Pablo decreta el fracaso de Israel como
pueblo escogido. En vista de este fracaso nacional, Jehová
Dios llama a otros a ocupar el lugar de la nación infiel.
Este llamado lo reciben los gentiles, quienes pasan así a
ser parte del Israel de Dios, sin distingo de raza: "Porque
no hay diferencia entre judío y griego, pues el
mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los
que le invocan" (Rom. 10:12). En esta nueva realidad, el pacto ya
no es con la descendencia biológica de Abraham, sino con
todo aquel que acepte la invitación a las bodas.
Así, la distinción que pretende hacer el
"pretribulacionismo" entre judíos y gentiles es negada por
Pablo.

Cristo ilustra el llamado a los gentiles con la
parábola de la fiesta de bodas (Mat. 22:1-14), en la que
el Rey, ante la indiferencia de los convidados (Israel), pide a
sus siervos invitar "a cuantos halléis", y así se
logra el festejo. Al aceptar la invitación, el gentil se
hace heredero de la promesa hecha a Abraham. Deja de ser gentil y
se vuelve parte del Israel de Dios. Es como si Israel fuera un
olivo del que se desgajan algunas ramas infructuosas, y pasan a
ser sustituidas por injertos de "olivo silvestre", y así
el tocón del olivo silvestre puede decir que aquellas
ramas infructuosas "fueron desgajadas para que yo fuese
injertado" (Rom. 11:19).

Pablo demuestra así que el Israel de Dios
está conformado por judíos y gentiles. No hay dos
pueblos distintos con dos programas distintos, porque

…en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto
a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada
circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo
estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos
de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero
ahora
en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo
estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre
de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos
pueblos hizo uno
, derribando la pared intermedia de
separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley
de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en
sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre,
haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a
ambos en un solo cuerpo
, matando en ella las enemistades. Y
vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que
estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de
él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo
Espíritu al Padre. Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y
miembros de la familia de
Dios
(Ef. 2:11-19).

Así, el Israel de Dios no es la nación
natural, sino el conjunto de creyentes redimidos por la sangre de
Cristo, conformado por judíos y gentiles por igual. Los
gentiles, que antes eran extranjeros, dejan de serlo una vez que
aceptan a Cristo, y pasan a gozar de la ciudadanía de
Israel. Es por eso que Pablo les dice a los
Gálatas:

Todos los que habéis sido bautizados en Cristo,
de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer;
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y
herederos según la promesa
(Gálatas
3:27-29).

No hay, pues, dos pueblos de Dios ni dos programas
distintos para judíos y gentiles. Hay un solo Israel, el
espiritual, conformado por judíos y gentiles redimidos por
la misma sangre, circuncidados del corazón y
herederos de la misma promesa, con una misma salvación, un
mismo Señor, una misma fe y un mismo bautismo.

Quien enseñe otra cosa, está
enseñando "otro evangelio".

Naturaleza de la
tribulación

5. El pretribulacionismo mantiene distinción
en las escrituras entre la Gran Tribulación y en la
tribulación en general que le precede.

También lo hace el "postribulacionismo", pues la
tribulación del cristiano es parte de su vida a causa del
Nombre (Juan 16:33). De modo que la distinción entre la
"tribulación general" de siempre y la futura "gran
tribulación" ni es exclusiva del "pretribulacionsimo", ni
le da mérito alguno a esa doctrina.

6. Los pretribulacionistas interpretan apropiadamente
la Gran Tribulación como el tiempo de preparación
para la restauración de Israel (Deut. 4:29-30; Jer.
30:4-11). El propósito de la Tribulación no es
preparar la iglesia para la gloria.

Cierto, esa es la interpretación del
"pretribulacionismo" acerca de la gran tribulación. Pero
el hecho de que lo interprete así, no significa que lo
haga "apropiadamente".

En la interpretación dispensacionalista de la
gran tribulación y los eventos
subsiguientes, surgen elementos interesantes relacionados con el
panorama profético que merecen nuestra atención. Primero, detallemos el cuadro de
la tierra al terminar la tribulación, de acuerdo con la
interpretación literal que el "pretribulacionismo" hace de
la profecía: lo primero que señala son los siete
sellos, que traen guerras que
provocan una "gran pérdida de vidas", según
palabras de Walvoord.[15] Luego, basándose
en Apoc. 6:7,8 predice la muerte de
la cuarta parte de la humanidad. Si tal mortandad ocurriera en
estos momentos, cuando somos más de seis mil millones de
habitantes en todo el planeta, la cuarta parte de los hombres
representaría más de mil quinientos millones de
muertos
a un mismo tiempo. Walvoord comenta al respecto que
"…nunca antes desde los tiempos de Noé se ha
consumado un juicio tan devastador que destruya un cuarto de la
población mundial de un solo
golpe".[16]

Pero, de acuerdo con los "pretribulacionistas", los que
logren escapar de esta terrible mortandad, no tendrán
garantizada la supervivencia. Se nos introducen dos terremotos
mortíferos en Apocalipsis, que Walvoord interpreta como un
solo terremoto descrito de dos maneras diferentes. En Apoc.
6:12-14 dice que mueve las islas y las montañas de su
lugar. No hace falta mucha imaginación para estimar la
mortandad que semejante movimiento, de
ser literal, pudiera provocar entre isleños y
montañeses en todo el mundo. Luego, en Apoc. 16:18, se
dice que la séptima plaga trae "un gran temblor de tierra,
un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que
los hombres han estado sobre
la tierra" (vers. 18). El "pretribulacionismo" describe los
efectos de este portentoso terremoto:

El movimiento de las islas y las montañas
mencionado en [Apocalipsis] 6:14 como resultado del sexto sello
es llevado aquí [en Apocalipsis 16] a una
conclusión más violenta, aparentemente con toda la
tierra cambiando radicalmente su apariencia. Tal juicio causa
indudablemente una gran pérdida de vidas y la
interrupción de la
organización mundial tal como pueda haber permanecido
hasta ese momento.[17]

No es para menos. Ante las proporciones globales de tan
terrible movimiento tectónico nunca antes ocurrido en toda
la historia, no sólo es comprensible que toda la
civilización se desmorone, sino que apenas puede
comprenderse que alguien sobreviva.

Pero si el cuadro que se nos presenta hasta ahora no
luce lo suficientemente terrorífico, el
"pretribulacionismo" nos presenta otros asesinos globales que
devastarán la civilización, como la lluvia de
granizo, fuego y sangre, que destruirá toda la hierba de
la tierra y la tercera parte de los árboles
(Apoc. 8:7). Walvoord asegura que esta lluvia no sólo
afectará la vegetación sino también a los
hombres y a las bestias.[18] Además, una
montaña que cae en las aguas y las convierte en sangre
destruye la tercera parte de los animales
acuáticos y la tercera parte de los barcos, indudablemente
con toda su tripulación y pasajeros (Apoc. 8:8,9). Un
cometa que caerá en las aguas las convierte en ajenjo,
causando la muerte a "muchos hombres" (Apoc. 8:10,11). Luego se
produce una mortandad de "la tercera parte de los hombres" (Apoc.
9:18), evidentemente refiriéndose a la cantidad de hombres
que han sobrevivido a los juicios previos. Walvoord describe este
juicio como un "atroz derramamiento de
sangre".[19] Retomando nuestro ejemplo con los
más de mil quinientos millones de muertos por el cuarto
sello, este cometa provocaría una mortandad
simultánea de otras mil quinientos millones de
personas adicionales.

Las aguas del mar se convierten como en sangre de
muerto, matando a todo ser viviente (Apoc. 16:3). Walvoord
asegura que no será solamente en el mar
Mediterráneo que esto sucederá, sino en "todas las
grandes masas de agua",[20] con lo que extiende el
radio de
acción
de esta plaga a todo el planeta. Lo mismo sucederá con los
ríos.

Y así, Walvoord predice que la humanidad
será sacudida por estos juicios divinos que
afligirán a los seres humanos durante los siete
años de la gran tribulación, dejando un saldo de
destrucción sólo comparable al que la
generación del siglo XX imaginó durante la paranoia
de la Guerra
Fría.

En suma, más de la mitad de la
población mundial
será destruida por estas
plagas, afectando también el medio ambiente
y las obras del hombre de manera irreversible.

Y justo cuando pensábamos que las cosas no
podían ir peor, sobreviene Armagedón. Nuestro autor
pasa a describir el final de la batalla de Armagedón de
acuerdo a su comprensión de Apocalipsis 16:

En adición al gran terremoto que es el principal
medio de juicio divino en la séptima copa, el
versículo 21 registra una gran granizada en la que cada
piedra pesa cerca de un talento… parece ser que el peso de
un talento son cien libras [45 kg] y representan todo lo que un
hombre puede cargar normalmente. Tal granizada del cielo cayendo
sobre los hombres tendría un efecto devastador y
destruiría mucho de lo que quedó en pie tras el
terremoto. Es un juicio comparado a la destrucción de
Sodoma y Gomorra, pero extendiéndose sobre la tierra
entera
.[21]

¿Qué quedó de Sodoma y Gomorra?
Nada. Así sucederá con "la tierra entera"
después de Armagedón, justo antes del milenio,
según explica la teoría "pretribulacionsita". Y
así como en Sodoma y Gomorra todo fue destruido,
así quedará la tierra destruida, y todas las obras
de los hombres reducidas a polvo y cenizas. Por si fuera poco, a
los inicuos que a duras penas logren sobrevivir a esta hecatombe
universal, todavía les aguarda una escena justo al
término de los siete años de tribulación: la
"segunda" segunda venida del Señor, momento cuando todos
los impíos sobrevivientes serán destruidos con la
espada de su boca. Y así, nada de lo que hoy conocemos
permanecerá.

En Apoc. 14:20 se describe la destrucción de los
inicuos en los siguientes términos: "Y fue pisado el lagar
fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los
frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios", esto es,
por 300 kilómetros. La mortandad que dejará toda
esta destrucción apenas si podemos visualizarla hoy desde
la comodidad de nuestro hogar.

Pedro incluso es lo suficientemente gráfico en su
descripción del "día del
Señor":

Pero el día del Señor vendrá como
ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán
con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán
quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas,
¡cómo no debéis vosotros andar en santa y
piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la
venida del día de Dios, en el cual los cielos,
encendiéndose, serán deshechos, y los elementos,
siendo quemados, se fundirán! (2 Pe. 3:10-12).

Todas las cosas serán "deshechas", quemadas,
fundidas. Tanto los elementos naturales como las obras del
hombre: puentes, casas, industrias,
rascacielos, acueductos, represas, carreteras, etc. Todo quemado
y reducido a cenizas. Es un cuadro muy bien pintado por la
escatología evangélica.

Ahora bien, según nos explica Walvoord,
después de toda esta terrible destrucción general,
llega el milenio. Asegura que en este periodo habrá "un
suministro generoso de alimentos" y una
"era general de prosperidad como el mundo nunca la ha
conocido",[22] y promete: "Los muchos factores que
producen pobreza, dolor, y
desigual distribución de los bienes
serán en gran parte inexistentes en el milenio. Los
problemas laborales que ahora acosan a todas las naciones se
resolverán, y todos recibirán una justa
compensación por su trabajo".[23]
Será, en definitiva, la edad de oro con
la que habían soñado todos los utopistas de la
historia.

Pero es aquí donde se plantea el problema.
¿Cómo, en un mundo completamente destruido y
devastado podrá garantizarse semejante prosperidad?
¿Cómo se llegará a tal bonanza cuando el
mundo organizado hasta entonces ha desaparecido por completo? No
hay infraestructura; no hay medios de
producción; no hay materias primas; no hay
tecnología; no hay medios de transporte.
¡Ni siquiera hay agua
potable!

Lo primero que deberán afrontar los
sobrevivientes es el problema de los miles de millones de
cadáveres que quedarán sobre la faz de la tierra y
en las aguas, así como las megatoneladas de escombros,
fierros retorcidos y fundidos, y todas las ruinas de las grandes
obras de ingeniería del hombre que quedarán
reducidas a chatarra. Si la tribulación ocurriera en este
momento, unas seis mil millones de personas muertas
cubrirían la superficie terrestre, amontonados unos sobre
otros, sin mencionar los miles de millones de animales terrestres
y acuáticos que también serán
víctimas de la hecatombe. Es cuestión de horas
antes de que la escena empeore: el hedor de los cadáveres
en descomposición, las moscas, los gusanos. Es un cuadro
demasiado desalentador para los sobrevivientes. ¡Es una
gran tribulación después de la gran
tribulación! ¿Cómo resolverán
semejante caos? Walvoord no nos lo explica, ni ningún otro
autor "pretribulacionista".

Luego vendrá el problema de la producción.
Con todos los medios de producción del mundo destruidos,
con toda la tecnología del mundo reducida al polvo, sin
medios de transporte, sin redes comerciales, sin
fuentes de
agua potable, sin semilleros, ¿cómo se
logrará la producción y distribución de los
bienes? ¿Cómo se logrará la seguridad
alimentaria en un mundo cuya infraestructura ha quedado
completamente en ruinas? ¿Cuánto tiempo ha de
transcurrir antes de que llegue la primera cosecha?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que las
primeras plantas maduren y
rindan frutos? ¿De qué vivirán los hombres
mientras ese momento llega?

¿Podemos imaginar siquiera la terrible
situación que les aguarda a los judíos que
sobrevivan al Armagedón y a las plagas? Para ser francos,
si a los judíos de la tribulación les toca heredar
semejante caos, teniendo que enterrar los restos de sus enemigos,
y trabajar sin maquinarias ni herramientas,
sin alimentos, ni medicamentos, sin hospitales, sin cama, ni
techo, podemos concluir que los judíos estarán
entonces en la situación más adversa y funesta que
jamás les haya tocado vivir, incluyendo la esclavitud en
Egipto, la
cautividad babilónica, la invasión romana, y el
holocausto
nazi.

Otros elementos del milenio dispensacionalista no son
menos inquietantes. Al hablar Walvoord del fin de los problemas
laborales y de la "justa compensación" para los
trabajadores, ¿quiere decir que habrá clases
sociales como la clase
trabajadora y la clase empresarial? ¿Quiere decir
además que habrá dinero para
pagar salarios justos a
los trabajadores? ¿Economía de mercado?
¿Bancos? Nada de
esto se nos aclara, pero se da a entender. Por otra parte, cuando
Walvoord declara que el crimen irá disminuyendo,
¿no implica esto que el crimen continuará? Y cuando
dice que habrá protección de las minorías,
¿no implica que continuará la segregación
social, contra la cual deberá intervenir el gobierno?
¡Y todo eso ocurrirá bajo el reino de
Cristo!

7. Ningún pasaje del Antiguo Testamento sobre
la Tribulación menciona a la Iglesia. (Deut. 4:29-30; Jer.
30: 4-11; Dan. 8:24-27; 12:1-2).

Eso es porque Walvoord olvida que las promesas de la
Biblia hechas al Israel natural, son heredadas por el Israel
espiritual compuesto por gentes de todas las naciones: "Ya no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay
varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente
linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa
" (Gál. 3:28,29). Así, mientras el
dispensacionalismo declara que hay distinción, la Biblia
declara que no hay distinción alguna.

8. Ninguno de los pasajes del Nuevo Testamento sobre
la Tribulación menciona a la Iglesia. (Mat. 13:30; 39-42,
48-50; 24:15-31; 1 Tes. 1:9-10; 5:4-9; 2 Tes. 2:1-11; Rev.
4-18).

Veamos si nuestro Señor apoya ese
argumento:

Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que
no os turbéis, porque es necesario que todo esto
acontezca; pero aún no es el fin. Porque se
levantará nación contra nación, y reino
contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en
diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.
Entonces os entregarán a tribulación, y os
matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes
por causa de mi nombre… Mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo. Y será predicado este
evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las
naciones; y entonces vendrá el fin. Por tanto, cuando
veáis en el lugar santo la abominación desoladora
de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),
entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El
que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su
casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás
para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días!
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día
de reposo; porque habrá entonces gran
tribulación, cual no la ha habido desde el principio del
mundo hasta ahora, ni la habrá
. Y si aquellos
días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas
por causa de los escogidos, aquellos días serán
acortados (Mat. 24:6-9; 13-22)

¿Ignora Walvoord que Cristo está hablando
a su iglesia, que en ese momento estaba conformada por los
discípulos? Como puede leerse en las palabras de nuestro
Señor, los cristianos deberán huir de la
tribulación. Pero si deben huir, es porque estarán
en medio de ella. Si en realidad han de estar en el cielo, las
palabras de Cristo pierden todo significado. Ellos estarán
aquí para oír los rumores de guerras, para ver las
hambrunas y los terremotos, para ver a los falsos profetas, y
para padecer persecución. Es por eso que el Señor
les insta a huir.

Para demostrar que Mateo 24:15-31 se refiere
exclusivamente a los judíos, Walvoord argumenta que "su
contexto es definitivamente judío. La señal dada es
la abominación desoladora conectada con la
profanación del templo judío de aquel tiempo. Se
dan instrucciones para que los que estén en Judea huyan a
los montes, otra indicación de que se refiere a los
israelitas".[24]

La falacia de esta aseveración se deja ver por el
registro de la
historia: quienes se salvaron de la destrucción no fueron
los judíos, sino los cristianos quienes, "recordando la
admonición del Señor, abandonaron la ciudad
destruida a buen tiempo y huyeron al pueblo de Pella en
Decápolis, más allá del Jordán, al
norte de Perea, donde el rey Herodes Agripa II, ante quien estuvo
Pablo una vez, les dio asilo seguro".[25] A diferencia de los
cristianos, más de un millón de judíos
murieron en el sitio, y casi cien mil fueron llevados
cautivos.[26]

Esto demuestra que aunque el marco de la profecía
era Jerusalén, el anuncio fue dado a la iglesia y no al
Israel natural. Así, nuestro Señor desmiente la
teoría "pretribulacionista".

Pero Walvoord intenta otro argumento para demostrar que
Cristo en realidad se refería a los judíos: "Se
hace referencia al sábado, una institución
judía (Mat. 24:20) y se les dice que oren para que su
huida no sea en sábado…".[27] Pero
este es un argumento completamente artificial y falso.
¿Dónde dice la Biblia que el sábado sea una
institución judía? En ninguna parte, porque fue
instituido en el Edén, siglos antes de que existiera un
solo judío (Gén. 2:1-3). De esta manera, la
mención del sábado sólo demuestra que los
cristianos no deben huir en sábado, porque al igual que el
resto del decálogo, está todavía vigente, y
aplicará a la última generación de
cristianos, quienes evidentemente son los que "guardan los
mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús" (Apoc.
14:12).

En cuanto a los pasajes que él cita y que asegura
no se refieren a la iglesia, podemos ver que:

  • 1. En Mateo 13 no se plantea ninguna
    distinción entre Israel y la iglesia, pues allí
    sólo se habla del reino de Dios, que evidentemente
    está compuesto por un solo pueblo, un solo cuerpo, en
    que crecen por igual el trigo y la cizaña. En la
    explicación que hace Cristo en los vers. 39-42, no
    habla de Israel y la iglesia como de dos grupos diferentes.
    La única distinción que plantea Cristo es
    cuando habla de "los hijos del reino" y "los hijos del malo",
    que tienen lógicamente dos destinos diferentes. En los
    versículos 48-50 también se hace
    distinción entre "los malos y los justos", no entre
    "Israel" y "la iglesia".

  • 2. En Mateo 24 y 25 tampoco se establece
    ninguna distinción entre Israel y la iglesia. La
    única distinción planteada es nuevamente entre
    los justos que serán cosechados para el reino (Mat.
    25:31) y los malos que serán cortados (vers. 41). En
    este momento no hay espacio para la tribulación, lo
    que demuestra que la tribulación es ya pasada, como el
    resto de los eventos antes de la segunda venida. Así
    como en los tiempos de Noé, cuando unos fueron
    salvados y otros fueron dejados afuera (vers. 37-42),
    así sucederá al final: los hijos de Dios
    serán tomados para vida, y los hijos del malo
    serán dejados para muerte. ¿Dónde
    esperamos estar nosotros?

  • 3. En 1 Tesalonicenses 1:9,10 y 5:4-9, tampoco
    se menciona a la iglesia ni a Israel. Y Pablo, que habla a
    cristianos, ¿no debió aclarar que estaba
    refiriéndose a judíos y no a cristianos? Si la
    gran tribulación es sólo para judíos y
    no para cristianos, ¿qué sentido tenían
    todas las amonestaciones de Pablo a los cristianos para el
    tiempo del fin? Dice allí que Dios nos libra de la ira
    venidera, pero no dice nada de un "rapto secreto", ni dice
    que esa liberación sea anterior a la segunda venida.
    Eso sólo lo infiere Walvoord sin ninguna prueba. Pablo
    demuestra, por el contrario, que esa liberación
    ocurrirá cuando el Hijo venga "de los cielos", es
    decir, en su segunda venida en gloria y majestad (1 Tes.
    1:10). No antes.

  • 4. En 1 Tes. 5:4-9 tampoco se menciona a la
    iglesia, ni a la nación de Israel, ni se hace
    distinción entre uno y otro grupo, excepto para
    referir la persecución que los cristianos de Judea
    estaban padeciendo de manos de los judíos (1 Tes.
    2:14).

  • 5. Finalmente, en Apocalipsis 7 se menciona a
    "Israel". Pero, ¿se trata del Israel natural? No, del
    mismo modo que en ese libro las naciones de "Sodoma",
    "Egipto" y "Babilonia" no tienen un significado
    literal.

Si fuera cierto lo que Walvoord pretende, ¿por
qué en ninguno de estos pasajes se hace la
distinción entre "Israel" e "iglesia" que el
dispensacionalismo tanto necesita?

9. En contraste con el midtribulacionismo, la
visión pretribulacional provee una explicación
adecuada del principio de la Gran Tribulación en
Apocalipsis 6…

Falta demostrar que la suya sea una "explicación
adecuada" de Apocalipsis 6, en vista de que se trata de una
interpretación futurista, que desvía la
atención del verdadero anticristo y de la verdadera
raíz del problema: la violación de la ley de
Dios.

…El Midtribulacionismo queda refutado por la
clara enseñanza de la Escritura de
que la Gran Tribulación comienza mucho antes de la
séptima trompeta de Apocalipsis 11.

Apocalipsis podrá refutar el
"midtribulacionismo", pero no apoya en lo más
mínimo tal idea como el "pretribulacionismo". La
refutación del "midtribulacionismo" no valida para nada el
"pretribulacionismo", interpretación igualmente
errónea y antibíblica, porque ambas destruyen la
explicación angélica de la profecía de las
70 semanas de Daniel 9, arrancando la última
semana

10. La distinción apropiada es mantenida entre
las trompetas proféticas de la Escritura por el
Pretribulacionismo. No hay buena base para el argumento principal
del midtribulacionismo de que la séptima trompeta del
Apocalipsis sea la última trompeta porque no hay
conexión establecida entre la séptima trompeta de
Apocalipsis 11, la última trompeta de 1 Corintios 15:52, y
la trompeta de Mateo 24:31. Son tres eventos
distintos.

Aunque sea cierto que la séptima trompeta de
Apocalipsis 11 no es la misma de Mateo 24:31 y 1 Cor. 15:52,
definitivamente no es cierto que la trompeta de Mateo 24:31 no
sea la misma de 1 Cor. 15:52, pues ambas describen el mismo
acontecimiento: la cosecha de todos los redimidos.

Walvoord cree que la trompeta de 1 Corintios 15:52
"sonará" silenciosamente, y la ubica en la "primera"
segunda venida, es decir, siete años antes de la "segunda"
segunda venida. Eso lo concluye porque Pablo habla allí de
la resurrección de los justos y la transformación
de los cuerpos, eventos que, según el
"pretribulacionismo", ocurrirán al momento del "rapto
secreto". En cambio, como la trompeta de Mateo 24:31 anuncia el
juicio de las naciones, Walvoord concluye que eso sucederá
después de los siete años de la gran
tribulación.

Contrariando esta conclusión, Pablo dice que la
trompeta de 1 Cor. 15:52 es la "final trompeta". Final: (gr.
e?´s?at??), última, postrera.

¿Qué argumentos bíblicos presenta
Walvoord para asegurar que la "última trompeta" no
será realmente la "última"? Ninguno. Él se
limita a sentenciar: "Sólo porque se haga mención
de la última trompeta en 1 Corintios 15 no significa que
sea la última trompeta en todo el programa de
Dios".[28] Espera él que, aunque la Biblia
declare que esa es la "última trompeta", si él dice
que no lo es, le creamos a él. Siguiendo su particular
método especulativo, podríamos cuestionar casi
cualquier profecía, y así concluiríamos, por
ejemplo, que sólo porque se diga que vendrá la
mayor tribulación de la historia, no significa que sea la
mayor tribulación de la historia en todo el programa de
Dios. ¡Absurdo!

En lugar de basarse en la Biblia, Walvoord cita un caso
cotidiano del Seminario
Teológico de Dallas, donde dice él que suena una
infinidad de timbres durante el día, y a veces los alumnos
no saben con certeza cuál es el timbre que anuncia el
final de una clase. Argumenta que el timbre que anuncia el final
de una hora de clase precede al timbre que anuncia el inicio de
la siguiente clase. Y así, el timbre final de una clase no
es de modo alguno el último timbre que vaya a sonar en el
Seminario. La lógica de Walvoord concluye, pues, que la
"última trompeta" de la Biblia no puede ser la
última trompeta porque en el Seminario de Dallas suenan
muchos timbres.

¿Pensará Walvoord acaso que en el
"programa completo de Dios" habrá varios juicios finales
sucesivos, que deban ser anunciados cada uno con su respectiva
"trompeta final"? Pues sólo si hubiera una serie de
juicios finales consecutivos, como son consecutivas las clases en
el Seminario de Dallas, tendría sentido su
analogía. Pero como la Biblia enseña que en el
juicio final Jehová "hará consumación; no
tomará venganza dos veces de sus enemigos" (Nah. 1:9),
toda la analogía de Walvoord se desbarata.

Así, pues, queda evidenciado que la
resurrección de los justos no ocurrirá siete
años antes de la manifestación gloriosa del Hijo,
sino justamente en ese momento, en la "final trompeta", y que esa
"final trompeta" que anunciará el único Juicio
final de la historia, necesariamente tiene que ser
única.

11. Los pretribulacionsitas defienden la unidad de la
septuagésima semana de Daniel. En contraste, el
postribulacionismo y el midtribulacionismo destruyen la unidad de
la septuagésima semana de Israel y confunden el plan de Israel
con el de la Iglesia.

Interesantemente, Walvoord acusa a otros de romper la
unidad de la última semana de la profecía, como si
él mismo no rompiera, de manera injustificada, la unidad y
continuidad de las 70 semanas, al separar la última semana
de las 69 anteriores y catapultarla hacia el futuro, asegurando
que, mientras las primeras 69 semanas se cumplieron en la
antigüedad, la semana septuagésima no se
cumplirá sino hasta final de los días.
¿Cómo justifica él esta medida?
Veamos.

En Daniel 9:27 leemos: "Y por otra semana
confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana
hará cesar el sacrificio y la ofrenda…".

¿Quién es este personaje que haría
"el pacto con muchos"? La Biblia no nos deja lugar a la
duda: "esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos
es derramada para remisión de los pecados" (Mat.
26:28).

Sin embargo, Walvoord objeta que Cristo no puede cumplir
con esta profecía, porque su ministerio no duró
siete años: "no hay ningún periodo de siete
años relacionado con Cristo que provea el cumplimiento de
todo el pasaje".[29]

En el diagrama
profético adventista, la última semana se ubica
entre los años 27 y 34 de nuestra era. Puesto que Cristo
no estaba en la tierra en el año 34, ¿podemos
afirmar que el argumento de Walvoord acerca de los siete
años es válido? No, porque la profecía
no dice que el personaje allí mencionado deba
hacer algo al final de esa semana: su obra es localizada
específicamente "a la mitad de la semana", lo que nos
ubica en el año 31. Urías Smith explica al
respecto:

Como [Cristo] inició su ministerio en el
otoño del año 27, su primera Pascua ocurrió
en la primavera del 28; la segunda en 29; la tercera en el
año 30; y la cuarta y última, en el 31. Esto nos da
tres años y medio para su ministerio público, y
corresponde exactamente a la profecía que exige que sea
cortado a la mitad de la semana septuagésima.
Como esa semana de años empezó en el otoño
del año 27, la mitad de la semana llegará tres
años y medio más tarde, o sea en la primavera del
31, cuando se produjo la
crucifixión.[30]

Por lo tanto, Cristo satisface perfectamente el
cumplimiento de esta profecía, y esta primera
objeción de Walvoord no aplica.

Pero Walvoord tiene otra carta bajo la
manga: "los sacrificios no cesaron sino hasta el año 70
DC, unos cuarenta años más tarde", y entonces
concluye que Cristo realmente no hizo "cesar el sacrificio y la
ofrenda". Quiere decir él que, como los judíos
siguieron con sus sacrificios en el templo hasta la
interrupción del año 70, eso demuestra que Cristo
no hizo cesar el sacrificio y la ofrenda.

Contrario a esta pretensión, Pablo demuestra que
Cristo sí hizo cesar los sacrificios y las ofrendas en la
cruz:

…entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda
no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones
por el pecado no te
agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad, como en el rollo del libro
está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y
ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni
te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y
diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu
voluntad; quita lo primero, para establecer esto
último
(Heb. 10:5-9).

¿Cuándo fue que se decretó ese
cambio en la ley? Pablo lo expresa a continuación:
"mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre" (vers. 10). Sí, fue exactamente en el momento en
que Cristo expiró. Por eso, cuando la mano invisible
rasgó el velo que dividía el lugar santo del
santísimo, no hizo sino confirmar el terminus ad
quem
del sistema
sacrificial judío y la expiración de los servicios del
templo terrenal en el plan de redención (Mat.
27:51).

Al comentar la profecía del "nuevo pacto"
anunciada siglos atrás por Jeremías, Pablo concluye
sin mayores problemas: "Al llamar «nuevo» a ese
pacto, ha declarado obsoleto al anterior; y lo que se vuelve
obsoleto y envejece ya está por desaparecer" (Heb. 8:13,
NVI). En otras palabras, Pablo explica que la caducidad
del antiguo pacto anunciada por Jeremías, había
tenido su cumplimiento en la cruz. Se confirma de esta manera que
Cristo sí hizo cesar el sacrificio y la ofrenda, al
presentar un mejor sacrificio que aquellos (Heb. 9:23). De modo
que, aunque los judíos continuaron con sus sacrificios,
eran sacrificios completamente inútiles en el plan de
salvación.

John F. Walvoord asegura que el cese de los sacrificios
en realidad será en el futuro, durante la
septuagésima semana, cuando los judíos
reconstruirán el templo y restituirán el sistema de
sacrificios, al tiempo que pactarán con un gobernante
mundial, quien después de tres años y medio los
traicionará, y suspenderá los sacrificios como en
el pasado lo hiciera Antíoco
Epífanes. Para justificar esta historieta, Walvoord niega
que Cristo satisfaga los requerimientos de la profecía, y
asegura que la septuagésima semana no se ha cumplido
todavía. Entonces decide que lo que hay que hacer con ella
es despegarla de las 69 semanas precedentes, y lanzarla hasta el
final de los tiempos. A esto se conoce como la "teoría de
la brecha", que quiere decir que entre la semana 69 y la 70 se
produce una brecha histórica que llega hasta la segunda
venida de Cristo a la tierra. No obstante, ¿qué
argumentos bíblicos presenta Walvoord para justificar esta
amputación sui generis del tiempo
profético? ¿Qué evidencia, modelo o
paralelismo bíblico ofrece para validarla? Ninguno. En
toda la Biblia nunca se da cabida a una "brecha" para los
periodos proféticos, que son siempre
matemáticamente exactos, continuos y completos. Cercenar
las 70 semanas para ubicar las primera 69 en el pasado, y
catapultar la última hacia el futuro, dejando una "brecha"
de por medio, es una medida arbitraria y sin fundamento, que
destruye la uniformidad y claridad de la
profecía.

Por otro lado, ¿cómo se explica que la
mencionada "brecha" no se trate de una simple rendija de algunos
años, sino de milenios? En realidad, esta pretendida
"brecha" ¡cuadriplica en duración a las setenta
semanas completas! No se trata de una mera "brecha": ¡es
todo un abismo histórico!

La única "brecha" aquí la tiene el sistema
dispensacionalista, que está evidentemente perforado con
hoyos epistemológicos por donde se le escapan la
lógica y el buen sentido.

Naturaleza de la
Iglesia

12. La transposición de la Iglesia nunca se
menciona en ningún pasaje que hable de la segunda venida
de Cristo después de la Tribulación.

¿Y dónde dice que será
antes?

Cuando Cristo habla de su segunda venida dice
claramente: "vendré otra vez, y os tomaré a
mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también
estéis" (Juan 14:3). Esto demuestra que la
trasposición de los santos se efectuará en la
segunda venida de Cristo, no antes de la tribulación. El
problema es que Walvoord, prejuiciado con la hipótesis de la "brecha" de siete
años, producto de
pura especulación, cree que habrá dos segundas
venidas de Cristo, lo que desde luego es un adefesio
hermenéutico sin fundamentación.

13. La iglesia no está para la ira. (Rom. 5:9:
1 Tes. 1:9-10; 5:9) La Iglesia por lo tanto no puede entrar "el
gran día de su ira" (Apocalipsis 6:17)

¿Estuvieron para la ira los israelitas en Egipto?
No, porque Jehová no dejó entrar al heridor en las
casas de los hebreos (Éxodo 12:23). No tuvieron que ser
raptados para escapar de los juicios de Dios. Del mismo modo, la
última generación de cristianos será
protegida de las plagas al final de los días. Aunque el
mundo inicuo desfallezca de hambre y sed, no será
así con el cristiano: "fortaleza de rocas será
su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas
serán seguras" (Is. 33:16).

En cuanto a Romanos 5:9 ("por él seremos salvos
de la ira"), Walvoord razona que esto demuestra que los
cristianos deberán ser evacuados antes de la
tribulación.[31] Sin embargo, es evidente
que está forzando el pasaje, pues no hay nada allí
que demuestre ni sugiera un "rapto secreto". Todo lo que dice
Pablo es que Dios protegerá a su pueblo para que no sea
tocado por las plagas.

Cuando Pedro declara "sabe el Señor librar de
tentación a los piadosos" (2 Pe. 2:9), Walvoord vuelve a
concluir que se refiere al mencionado "rapto secreto". No
obstante, para empezar, allí no está hablando de
las plagas, sino de la tentación general a que son
sometidos los hijos de Dios (comp. 1 Cor. 10:13). Por otro lado,
el verbo griego empleado allí para "librar" es
???´?µa?, que Pablo emplea en 2 Tim. 4:17 para
decir que fue "librado de la boca del león", no queriendo
decir con esto que haya sido raptado, sino simplemente que el
tribunal falló en su favor y salvó la vida.
Sí, Pablo fue librado, incluso estando en medio
de sus captores, sin necesidad de ser raptado.

La razón de que el pueblo remanente no
pasará por la ira de Dios no es porque haya de estar
ausente, sino porque, estando presente, se cumplirá la
promesa divina:

Él te librará del lazo
del cazador,

de la peste
destructora.

Con sus plumas te
cubrirá,

y debajo de sus alas estarás
seguro;

escudo y adarga es su
verdad.

No temerás el terror
nocturno,

ni saeta que vuele de
día,

ni pestilencia que ande en
oscuridad,

ni mortandad que en medio del
día destruya.

Caerán a tu lado
mil,

y diez mil a tu
diestra;

mas a ti no
llegará.

Ciertamente con tus ojos
mirarás

y verás la recompensa de los
impíos
(Sal. 91:3-8)

No hay ningún "rapto secreto" mencionado
allí, ni en ninguna otra parte. La promesa es
protección en medio de las plagas, tal como ocurrió
en Egipto. Y esa es la promesa que anida en el corazón del
creyente, la misma que han guardado todos los hijos de Dios en
todos los tiempos.

En cuanto a la ira mencionada en Romanos 5 y 1
Tesalonicenses, evidentemente se refiere al castigo final de los
enemigos de Dios (Rom. 2:8), ya que se habla de la
salvación de los hijos de Dios, cuando los inicuos
serán echados en el lagar de la ira de Dios y serán
aniquilados para siempre (Sal. 21:9; Sal. 34:16; Apoc.
19:15).

14. La iglesia no será tomada por sorpresa en
el día del Señor (1 Tes. 5:1-9), el cual incluye la
Tribulación

¿Por qué la iglesia no será tomada
por sorpresa? ¿Será acaso porque estará en
el cielo y verá de lejos lo que está ocurriendo
abajo en la tierra, como pretende Walvoord? Pablo nos da la
respuesta: "Mas vosotros, hermanos, no estáis en
tinieblas, para que aquel día os coja como ladrón"
(1 Tes. 5:4). O como lo vierte la versión La Palabra
de Dios para Todos
: "Pero ustedes, hermanos, no están
viviendo en la oscuridad como para que ese día los tome
por sorpresa como un ladrón". En otras palabras, la
iglesia no será tomada por sorpresa porque estará
atenta a las señales
y se preparará para recibir al Señor en el aire.

Esto demuestra que la última generación de
cristianos presenciará la tribulación. Es por eso
que Cristo oró: "No ruego que los quites del mundo, sino
que los guardes del mal" (Juan 17:15). La oración de
Cristo es, pues, que su iglesia sea preservada del mal mientras
está aun en la tierra, no que sea sacada del mundo
mientras llega el mal a los infieles. Interesantemente, Walvoord
no hace un solo comentario acerca de este pasaje.

Al contrario de lo que pretende el "pretribulacionismo",
lo que realmente refutan las palabras de Pablo en 1 Tes. 5:4 es
precisamente la teoría del "rapto secreto", ya que esta
idea dice que el arrebatamiento será un evento repentino,
simultáneo e inesperado. Pero Pablo dice claramente que no
lo será, porque los hijos de Dios estarán atentos a
las señales de los tiempos.

15. En Lucas 21:36 se menciona la posibilidad de que
escape el creyente.

¿Cuál creyente? ¿El judío o
el cristiano? Walvoord es inconsecuente, pues después de
declarar que las palabras de Cristo en Mateo 24 y Lucas 21 se
refieren a los judíos que pasarán por la
tribulación,[32] ahora pretende que Lucas
21:36 se refiere a los cristianos, porque dice que
"escaparán", y ese escape lo interpreta él como el
"rapto secreto". ¿Querrá decir él que los
judíos no escaparán? Lógicamente, si el
escape de Lucas 21:36 es sólo para la iglesia, entonces
eso significa que los judíos no escaparán de la
ira. Pero si Lucas 21:36 se aplica también a los
judíos, entonces se cae la tesis de
Walvoord, pues cristianos y judíos escaparán
igualmente, y eso significaría que los judíos
también han de ser raptados. Ahora bien, si el escape
realmente no significa "rapto" sino simplemente "huida", entonces
no hay cabida para la idea del "rapto secreto" en todo el mensaje
de Cristo. Como se le mire, el argumento de Walvoord es
contradictorio.

Pero en todo Mateo 24 y Lucas 21 Cristo habla a un
solo grupo
de
hombres: sus seguidores, los cristianos, sean de origen gentil o
judío. A todos ellos les advierte acerca de las
señales que vendrán. A todos ellos les pide que
oren para que su huida no sea en sábado. A todos ellos les
indica que deben estar atentos porque las señales que
verán les dirán que su salvación está
cerca. El discurso de nuestro Señor es inequívoco.
Cristo no hace distinción alguna entre sus seguidores,
como si estuvieran divididos entre "Israel" y la "iglesia" por
separado. Esa distinción la introduce Walvoord de manera
arbitraria y sin ninguna justificación alguna en el
texto.

En cuanto a la palabra "escapar", de ningún modo
significa "rapto". La palabra griega e??fe?´??,
traduce "escapar", "huir" o "fugarse" (Hec. 16:27; 19:16; 2 Cor.
11:33). Esto concuerda perfectamente con lo que aconseja nuestro
Señor: "huyan a los montes" (Luc. 21:21). El contexto
demuestra, pues, que el escape mencionado por Cristo se refiere a
las montañas, y no al cielo.

En todo el NT la palabra e??fe?´?? nunca
implica "rapto", ni mucho menos "rapto secreto". Darle ese
significado es violentarla a martillazos para que se acomode a
una idea preconcebida. Es evidente que la exégesis de
Walvoord es arbitraria y se dedica a acomodar las palabras y los
textos como mejor le convengan. Pero esta es una manera muy poco
productiva de armar una doctrina.

16. A la iglesia de Filadelfia se le prometió
que sería librada "de la hora de la prueba que ha de venir
sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la
tierra" (Apocalipsis 3:10)

Apocalipsis dice que será "guardada", y hasta
podemos aceptar que sea "librada". Pero no dice que vaya a ser
"raptada". El verbo empleado en Apocalipsis 3:10 es
t??e´?, que significa "cuidar", "proteger", "echar
el ojo". No implica rescate ni huida. La palabra sugiere un acto
de vigilancia, como cuando los soldados vigilaban el cuerpo de
Jesús (Mat. 27:36,54); o como cuando Pablo fue custodiado
por la guardia romana (Hec. 24:23). Es por esto que versiones
como Dios Habla Hoy, Biblia Latinoamericana y
La Palabra de Dios para Todos traducen en Apoc. 3:10:
"yo te protegeré". Ninguna traducción de la Biblia en ningún
idioma traduce "yo te raptaré", ni se da a entender el
significado de un "rapto secreto".

De hecho, Cristo mismo demuestra que el verbo
t??e´? es muy diferente de un "rapto" cuando dice:
"No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes
[t??e´?] del mal" (Juan 17:15), con lo que demuestra
que guardarnos o librarnos es una idea contraria a
sacarnos del mundo.

Puesto que la palabra t??e´? no le sirve de
gran ayuda, Walvoord apela a la palabra que le sigue en
Apocalipsis 3:10: la preposición e?? ["de"]. Su
explicación procede así:

"Muchos han observado también que la
preposición «de» (Gr., ek) debe entenderse
como «fuera de» más bien que simplemente
«de». Otras instancias del uso del mismo verbo
["guardar"] y la preposición ["de"], indicarían que
tal vez es hacer mucha presión
para que signifique liberación absoluta. En vista del
contexto del libro de Apocalipsis, sin embargo, como en él
se despliegan los horrores de este periodo de tribulación,
es evidente que la promesa aquí a la iglesia de Filadelfia
es una liberación de este tiempo de
angustia".[33]

En otras palabras, Walvoord cree que la frase "te
guardaré de" debe entenderse "te sacaré de", lo que
daría un apoyo a la teoría del "rapto secreto".
Pero lo cierto es que la preposición ek la emplea
Cristo en Juan 17:15 para decir: "No ruego que los quites del
mundo, sino que los guardes del [ek] mal", lo
que demuestra que de ninguna manera ese "guardarnos" implica
"raptarnos".

Así, Apocalipsis 3:10 no apoya la idea de
ningún "rapto secreto", a menos que se tergiverse el
sentido de las palabras.

17. Es característica divina librar a los
creyentes antes de que un juicio divino sea infligido en el
mundo, como es ilustrado con Noé, Lot, Rahab, etc. (2
Pedro 2:5-9)

Y así como Noé, Lot y Rahab fueron
librados de los juicios divinos sin ser raptados del planeta,
así sucederá en los últimos tiempos. Todos
estos santos de la antigüedad huyeron, y es lo mismo que
harán los cristianos durante la gran tribulación.
Así, los ejemplos a que apela Walvoord combaten su
doctrina en vez de ayudarla.

La profecía declara expresa y claramente
cuándo serán recogidos los santos para ser llevados
al cielo:

E inmediatamente después de la
tribulación de aquellos días
, el sol se
oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las
estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos
serán conmovidas. Entonces aparecerá la
señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán
al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder
y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran
voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos
, de los
cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro (Mat.
24:29-31).

Será una cosecha después de la
gran tribulación, no antes de ella. En una palabra:
"postribulacionismo".

18. En el tiempo de la transposición (1) de la
iglesia, todos los creyentes van a la casa del Padre en el cielo
(Juan 14:3) no regresan inmediatamente a la tierra luego de ver a
Cristo en el aire como enseña el
postribulacionismo.

_________________

(1) Transposición se refiere a la
acción de ser movido de un lugar a otro. Trans es un
prefijo que indica transferencia. Es referente a lo que
ocurrió con Enoc cuando fue transpuesto de la tierra al
cielo por Dios y con Felipe con el etíope.

Eso lo enseñarán los evangélicos
"postribulacionistas" a quienes Walvoord se dirige. Pero no es lo
que enseña la Biblia. Los santos son arrebatados para
recibir al Señor en el aire, no para regresar. Obviamente
los santos deberán regresar a la tierra, para que se
cumpla la promesa (Sal. 37:11; Mat. 5:5), pero esto no
ocurrirá sino después del milenio, cuando
desaparezca todo vestigio de mal y el fuego purificador borre las
últimas manchas de la rebelión (Mal. 3:2; Apoc.
21:1,2).

19. El pretribulacionismo no divide el cuerpo de
Cristo en el rapto bajo un principio de obras. La
enseñanza de un rapto parcial se basa en la falsa doctrina
de que la traslación de la iglesia es una recompensa por
buenas obras. Es más bien un aspecto culminante de la
salvación por gracia.

La salvación por la gracia ni es negada por el
"postribulacionismo", ni hace falta la interpretación
"pretribulacionista" para apoyarla. La salvación nunca ha
sido por obras, ni siquiera en el Antiguo Testamento.

El dispensacionalismo divide la historia de la
redención en varias dispensaciones, en las que entiende la
salvación se consigue por medios diferentes. Scofield
define una dispensación como "un período de tiempo
durante el cual el hombre es
probado con respecto a la obediencia a alguna revelación
específica de la voluntad de Dios".[34]
Según esta teoría, el Antiguo Testamento fue una
dispensación para los judíos, en tanto en el Nuevo
Testamento es una dispensación para la iglesia: dos pactos
diferentes, dos medios diferentes de salvación, y dos
destinos diferentes. Es en base a esta pretendida diferencia que
el "pretribulacionismo" fundamenta su interpretación de la
profecía, entendiendo que Israel y la iglesia son dos
realidades distintas y dos programas distintos en los planes de
Dios. Si tals premisas fueran alteradas de alguna manera, todo el
andamiaje profético del "pretribulacionismo" se
vendría al suelo.
Lamentablemente para Walvoord, esto es precisamente lo que ha
sucedido.

A pesar del arduo y largo trabajo que durante
décadas dedicara John F. Walvoord a la validación
del dispensacionalismo, este tema ha sido objeto de
revisión interna en los últimos años, en
busca de un aggiornamento que lucía necesario, en
razón de las contradicciones entre los postulados
dispensacionalistas y el discurso bíblico. Basta con leer
una exposición del dispensacionalismo para de inmediato
notar que no se logra un discurso soteriológico coherente.
De hecho, los mismos autores dispensacionalistas se confiesan
confundidos en este respecto. El teólogo
dispensacionalista Glenn Peoples, en su trabajo de
Maestría en Teología (Universidad de
Otago, 2003), comenta al autor Charles Ryrie, también
dispensacionalista, y señala un evidente vació
conceptual en relación con la salvación demasiado
evidente como para ignorarlo:

¿Qué significado tiene decir que el
contenido de nuestra fe es la gracia, a diferencia del contenido
de la fe de Moisés, que era la observación de la ley?
¿Quizás signifique que nosotros, a diferencia de
los Israelitas, tenemos la fe de que Dios nos salvará por
Su gracia, mientras que ellos tenían fe de que Dios los
salvaría debido a su adherencia a la ley, aún
cuando en realidad eran salvos por gracia? Si hay otro
significado para estas palabras, Ryrie no da aquí ninguna
otra explicación adicional.[35]

Es obvio que los postulados contradictorios del
dispensacionalismo requerían de una revisión. Y
este revisionismo se ha hecho, no desde afuera, desde sus
opositores, sino desde adentro, desde el corazón del
dispensacionalismo: el Seminario Teológico de
Dallas.

Nace así el "dispensacionalismo progresivo",
sustentado en la idea de que "no hay tanta discontinuidad entre
el Antiguo Testamento y el Nuevo", sino que ambos testamentos son
complementarios y armoniosos.[36] En este sentido,
se reconoce que "los temas de Israel encuentran cumplimiento y
continuidad en la Iglesia". Así, "no se trata, pues, de un
pueblo terrenal que recibirá bendiciones terrenales, y de
otro pueblo celestial que recibirá solamente bendiciones
celestiales. Ambos pueblos son coherederos de las promesas de
Dios".[37]

Esta nueva manera de interpretar la historia luce
más ajustada a la enseñanza bíblica.
Representa, sin embargo, una negación de los postulados
que la escuela dispensacionalista ha estado defendiendo con
ahínco por más de cien años. Se la define
como "una modificación radical del Dispensacionalismo de
Darby".[38] Pero al cambiar de raíz el
dispensacionalismo, lo que hace es fracturar toda la
interpretación "pretribulacionista", pues niega su premisa
fundamental de la división entre "Israel" e
"iglesia".

20. Las Escrituras claramente enseñan que
toda, no parte, de la Iglesia será arrebatada en la venida
de Cristo por la Iglesia (1 Cor. 15:51-52; 1 Tes.
4:17).

Sea que vaya completa toda la iglesia a recibir al
Señor, o sólo una parte de ella, eso no
añade ni un gramo de validez a la teoría del rapto
secreto.

No hay una "primera" segunda venida antes de la gran
tribulación, y otra "segunda" segunda venida siete
años después. Hay una sola segunda venida,
la cual será no sólo para la iglesia, sino para
todas las naciones (Mat. 25:31,32; Apoc. 1:7). En Apocalipsis
11:18 se demuestra que después de la tribulación es
cuando todos los santos, profetas y siervos de Dios
recibirán el galardón; no antes de la
tribulación. Por lo tanto, es evidente que no
podrán estar en el cielo antes de la gran
tribulación.

21. Opuesto a la visión de un rapto parcial,
el pretribulacionismo se funda en la enseñanza definitiva
de la Escritura que la muerte de Cristo libra de toda
condenación.

Tanto el "rapto parcial" como el "rapto total" y
cualquier otro tipo de "rapto secreto" son igualmente
erróneos y antibíblicos. La teoría del
"rapto parcial" se fundamenta en el principio del
"pretribulacionismo", que es negado por las
Escrituras.

22. El remanente de la Tribulación es descrito
como Israelitas, no como miembros de la Iglesia, tal como
sostienen los postribulacionistas.

¿Y qué es el Israel bíblico
después de Cristo sino toda la iglesia cristiana? Pablo
nos aclara que "no es judío el que lo es exteriormente, ni
es la circuncisión la que se hace exteriormente en la
carne; sino que es judío el que lo es en lo
interior
, y la circuncisión es la del corazón,
en espíritu, no en letra" (Rom. 2:8,9). Y además:
"no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser
descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te
será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos
según la carne son los hijos de Dios, sino que los que
son hijos según la promesa
son contados como
descendientes" (Rom. 9:6-8).

De donde se entiende que los cristianos sinceros son los
verdaderos judíos, sin importar su linaje. Pablo se
refiere así al "Israel de Dios" (Gál. 6:16), que no
es otra cosa que "todos los cristianos sinceros, sean
judíos o gentiles, que son todos israelitas en verdad,
quienes, aunque no lo sean naturalmente, se convierten en la
simiente espiritual de Abrahán" (Henry); "La verdadera
iglesia de Dios; todos sus verdaderos adoradores" (Barnes); "Los
verdaderos cristianos, llamados aquí el Israel de Dios
para distinguirlos del Israel según la carne" (Clarke);
"el Israel espiritual, para distinguirlo del Israel según
la carne" (Gill); "no el Israel según la carne…
sino la simiente espiritual de Abrahán por fe" (Jamieson,
Fausset & Brown); "Israel, esto es, la iglesia de Dios,
constituida solamente por toda nación y pueblo que anda
según su norma" (Wesley).

Es por eso que Jacobo escribe su carta "a las doce
tribus que están en la dispersión", (Sant. 1:1),
aunque al leer su carta se entiende que se refiere a la
congregación cristiana en toda la geografía del mundo
antiguo conformada por judíos y gentiles por
igual.

Es por eso también que Pablo, al referirse al
pueblo judío en 1 Cor. 10:18, lo llama "Israel
según la carne" (Reina-Valera); "Israel carnal"
(Nácar-Colunga); "Mirad a Israel, al que lo es
según la carne" (Versión Moderna).
¿Qué necesidad tenía de aclarar que
está refiriéndose al Israel carnal, como si hubiera
otro Israel no carnal? Pablo demuestra así que hay
otro Israel que va más allá de lo
meramente sanguíneo.

Cuando el profeta Joel describió los
últimos acontecimientos previos al "gran día de
Jehová", menciona entre esos eventos del derramamiento del
Espíritu
Santo y la repartición de los dones espirituales, y la
conmoción de los elementos. Al leer el contexto, veremos
que el profeta está hablando de "Israel" (Joel 2:27). Sin
embargo, Pedro explica que esa profecía se cumplió
en la iglesia cristiana, no en el Israel natural (Hec.
2:17-20).

Pablo, también, en Hebreos 10:16,17 cita la
profecía de Jeremías 31:33,34, profecía que
iba dirigida a "la casa de Israel". Pero Pablo declara que esa
promesa del nuevo pacto se refiere a "los santificados" (Heb.
10:14), es decir, a los "santificados en Jesús", los que
son "llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro" (1 Cor. 1:2).

Partes: 1, 2, 3
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