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Antropología, social, cultural y biológica




Enviado por latiniando



Partes: 1, 2

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Historia
    3. Antropología
    Física

    4. Antropología social y
    cultural

    5. Métodos Y
    Aplicaciones

    6. Tendencias
    Actuales

    7.
    Conclusión

    8.
    Bibliografía

    1. Introducción  

    Antropología, estudio de los seres humanos desde
    una perspectiva biológica, social y humanista. La antropología se divide en dos grandes
    campos: la antropología física, que trata de
    la evolución biológica y la
    adaptación fisiológica de los seres humanos, y la
    antropología social o cultural, que se ocupa de las formas
    en que las personas viven en sociedad, es
    decir, las formas de evolución de su lengua,
    cultura y
    costumbres.

    La antropología es fundamentalmente
    multicultural. Los primeros estudios antropológicos
    analizaban pueblos y culturas no occidentales, pero su labor
    actual se centra, en gran medida, en las modernas culturas
    occidentales (las aglomeraciones urbanas y la sociedad
    industrial). Los antropólogos consideran primordial
    realizar trabajos de campo y dan especial importancia a las
    experiencias de primera mano, participando en las actividades,
    costumbres y tradiciones de la sociedad a estudiar.

    2. Historia  
    Desde
    tiempos remotos, viajeros, historiadores y eruditos han estudiado
    y escrito sobre culturas de pueblos lejanos. El historiador
    griego Herodoto describió las culturas de varios pueblos
    del espacio geográfico conocido en su tiempo;
    interrogó a los informantes clave, observó y
    analizó sus formas de vida —al igual que los
    antropólogos modernos—, e informó sobre las
    diferencias existentes entre ellas, en aspectos tan importantes
    como la
    organización familiar y las prácticas
    religiosas. Mucho más tarde, el historiador romano
    Tácito, en su libro Germania
    (hacia el 98 d.C.), reseñó el carácter,
    las costumbres y la distribución geográfica de los
    pueblos germánicos.

    En el siglo XIII, el aventurero italiano Marco Polo
    viajó a través de China y otras
    zonas de Asia, aportando
    con sus escritos una información muy amplia sobre los pueblos y
    costumbres del Lejano Oriente.
    Durante el siglo XV se exploraron nuevos campos de conocimiento
    debido al descubrimiento por los exploradores europeos de los
    diferentes pueblos y culturas del Nuevo Mundo, África, el
    sur de Asia y los Mares
    del Sur, que dio como resultado la introducción de ideas revolucionarias
    acerca de la historia cultural y
    biológica de la humanidad.

    A lo largo del siglo XVIII, los estudiosos de la
    Ilustración francesa, como Anne Robert Jacques Turgot
    y Jean Antoine Condorcet, comenzaron a elaborar teorías
    sobre la evolución y el desarrollo de
    la civilización humana desde sus albores. Estos
    planteamientos antropológicos y filosóficos
    chocaban con el relato bíblico de la creación y con
    los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas
    culturas y pueblos no occidentales habían caído en
    desgracia divina y, por ello, habían degenerado hacia una
    situación denominada peyorativamente
    ‘primitiva’.

    El hallazgo de un fósil en Neandertal (Alemania) en
    1856 y los restos del hombre de
    Java (Homo
    erectus) en la década de 1890, proporcionaron pruebas
    irrefutables del larguísimo proceso de
    evolución
    del hombre. En la abadía Boucher de Perthes
    (véase Jacques Boucher), en las proximidades de
    París, se descubrieron también diversos utensilios
    de piedra que corroboraron que el proceso
    evolutivo de la prehistoria
    humana tal vez se remontara a cientos de miles de años
    atrás. Desde un principio, la arqueología se
    convirtió en una compañera inseparable de la
    emergente disciplina
    antropológica.

    La antropología surgió como campo
    diferenciado de estudio a mediados del siglo pasado. En Estados Unidos,
    el fundador de dicha disciplina fue
    Lewis Henry Morgan, quien investigó en profundidad la
    organización social de la
    confederación iroquesa (véase Confederación
    iroquesa). Morgan elaboró en su estudio La sociedad
    primitiva (1877) una teoría
    general de la evolución cultural como progresión
    gradual desde el estado
    salvaje hasta la barbarie (caracterizada por la simple
    domesticación de animales y
    plantas) y la
    civilización (iniciada con la invención del
    abecedario). En Europa, su
    fundador fue el erudito británico Edward Burnett Tylor,
    quien construyó una teoría
    sobre la evolución
    del hombre que prestaba especial atención a los orígenes de la
    religión.
    Tylor, Morgan y sus contemporáneos resaltaron la
    racionalidad de las culturas humanas y argumentaron que en todas
    las civilizaciones la cultura humana
    evoluciona hacia formas más complejas y
    desarrolladas.

    A mediados del siglo XIX se crearon, además,
    importantes fundaciones de arqueología científica,
    sobre todo a cargo de arqueólogos daneses del Museo
    Nacional de Antigüedades, Septentrionales en Copenhague. A
    partir de unas excavaciones sistemáticas llegaron a
    descubrir la evolución de los utensilios y herramientas
    durante la edad de piedra, la edad del bronce y la edad del
    hierro. El
    fundador de la escuela
    funcionalista de antropología, Bronislaw Malinowski,
    afirmaba que las organizaciones
    humanas debían ser examinadas en el contexto de su cultura
    y fue uno de los primeros antropólogos en convivir con los
    pueblos objeto de su estudio, los habitantes de las islas
    Trobriand, cuya lengua y
    costumbres aprendió para comprender la totalidad de su
    cultura.

    La antropología aplicada nació en el siglo
    XIX con organizaciones
    como la Sociedad Protectora de los Aborígenes (1837) y la
    Sociedad Etnológica de París (1838). Estas instituciones
    se preocuparon por despertar en Europa una
    conciencia
    contraria al tráfico de esclavos y a la matanza de pueblos
    indígenas americanos y australianos.

    3. Antropología
    Física
     
    La antropología física se ocupa
    principalmente de la evolución del hombre, la
    biología
    humana y el estudio de otros primates, aplicando métodos de
    trabajo utilizados en las ciencias
    naturales.

    Evolución del hombre  
    Una de las ramas de la antropología física tiene
    como objetivo
    reconstruir la línea evolutiva del hombre. En la
    década de 1960 los paleoantropólogos Louis Seymour
    Bazett Leakey, su esposa Mary Douglas Leakey y su hijo Richard
    Erskine Leakey encontraron una serie de fósiles en la
    garganta de Olduvai, África oriental, que
    desencadenó una revisión profunda de la
    evolución biológica de los seres humanos. Los
    restos fósiles desenterrados a finales de 1970 y 1980
    proporcionaron después pruebas
    adicionales, en el sentido de que el género
    Homo coexistió en África oriental con otras formas
    evolucionadas de hombre-simio conocidas como australopitecinos
    hace más de 4 millones de años. Estos dos
    homínidos son al parecer descendientes de un fósil
    etíope, el Australopithecus afarensis, que tiene una
    antigüedad datada entre 3 y 3,7 millones de años
    —la famosa Lucy, descubierta en 1974, es uno de los
    fósiles encontrados. Estos antiguos antecesores del hombre
    tenían las piernas y el cuerpo adaptados para caminar
    erguidos (véase Bipedación), lo cual dejaba sus
    manos libres para manipular diversos utensilios. Más
    tarde, investigadores de la Universidad de
    California descubrieron numerosos fósiles en la garganta
    de Olduvai, lo que reforzó aún más la
    tesis de la
    irregularidad del proceso de evolución
    humana. Este nuevo fósil tenía aproximadamente
    1,8 millones de años de antigüedad, presentaba
    huesos de los
    brazos y las piernas que confirmaban una locomoción
    vertical relativamente evolucionada, pero su capacidad craneana
    reducida y marcadas diferencias de estatura entre hombres y
    mujeres no diferían demasiado de Lucy.

    Algunos utensilios de piedra sin tallar, hallados con
    ciertos fósiles de Homo en yacimientos del este de
    África, demuestran que hace casi 3 millones de años
    ya eran capaces de fabricar herramientas.
    Esta habilidad técnica contribuyó al aparente
    éxito
    evolutivo del Homo habilis. En comparación con los
    australopitecinos vegetarianos, los antecesores modernos de los
    seres humanos, tipo Homo habilis, parecen haber evolucionado al
    incorporar la carne como parte esencial de su dieta alimenticia,
    a juzgar por la disposición de los dientes y la
    utilización de ciertas herramientas.

    A medida que han ido aumentando los descubrimientos de
    fósiles homínidos, al parecer fue en África,
    y no en Asia, donde se produjo la primera hominización.
    Los fósiles de Homo habilis apuntan hacia una criatura de
    unos 91 cm de estatura, con una capacidad craneana de unos 600
    cm3. Sin embargo, se han hallado en África oriental restos
    de una especie mayor de Homo con capacidad craneana superior a
    los 800 cm3, de unos 1,5 millones de años de
    antigüedad. Este protohumano mayor, denominado generalmente
    Homo erectus, se extendió desde África hacia Europa
    y Asia hace aproximadamente un millón de años, y
    desarrolló una gama más completa de
    herramientas.

    Los restos más conocidos del Homo erectus son el
    célebre hombre de Java, que antes
    se conocía técnicamente como Pithecanthropus,
    así como el igualmente famoso hombre de Pekín, una
    colección de componentes de esqueletos hallados en
    Zhoukoudian, cerca de Pekín (China), y que
    en principio recibió el nombre de Sinanthropus pekinensis.
    Ambos son mucho más recientes que los yacimientos que
    conforman el Homo habilis de África oriental, y se
    remontan a 750.000 y 300.000 años. Los fósiles del
    hombre de Pekín son especialmente interesantes, ya que el
    tamaño del cerebro es
    incluso mayor que el de Java, con un promedio superior a los
    1.050 cm3, y cuyo cráneo y otros elementos óseos
    son ligeramente más modernos. También se han
    hallado fósiles de Homo erectus en Europa y en
    África junto a numerosos utensilios de piedra y otras
    herramientas, que prueban la existencia de una sociedad de
    cazadores-recolectores muy básica. En Zhoukoudian, los
    arqueólogos se encontraron con el testimonio más
    antiguo del uso del fuego por el hombre,
    así como algunos indicios de canibalismo.

    Hay antropólogos que consideran como antepasados
    directos del hombre a los ejemplares de Neandertal y a las
    docenas de fósiles emparentados; otros opinan que
    sólo son una ramificación del Homo sapiens que se
    extinguió hace decenas de miles de años. Se calcula
    que hace entre 100.000 y 35.000 años, los hombres de
    Neandertal ya eran una población de cazadores-recolectores
    extendida por gran parte de Europa y de Oriente Próximo;
    de constitución robusta y cejas espesas, con
    capacidad craneana de unos 1.500 cm3, mayor que la de gran parte
    de los Homo sapiens sapiens, especie a la que pertenecemos los
    seres humanos modernos. Se han encontrado fósiles que
    algunos consideran intermedios entre los de Neandertal y el Homo
    sapiens sapiens. Estos restos podrían ser la prueba del
    cruce de los Neandertal con los antepasados directos del hombre,
    o simplemente reflejan una multitud de variantes dentro de la
    misma población de Homo sapiens (las tesis
    más modernas se inclinan hacia el primer supuesto). Desde
    las últimas fases de los periodos glaciales, en Europa,
    África y otros muchos lugares se han sucedido los
    hallazgos de un sinfín de restos fósiles que se
    asemejan al hombre moderno.
    En el continente americano, sin embargo, ningún rastro
    humano tiene más de 15.000 años, y los
    únicos ejemplares óseos que cuentan algunos miles
    de años pertenecen todos al Homo sapiens
    sapiens.

    Biología humana  
    Otra de las ramas importantes de la antropología
    física la constituye el estudio de los pueblos
    contemporáneos y de sus diferentes rasgos
    biológicos. Gran parte de los estudios y discusiones de
    antaño se centraron en la identificación,
    número y características de las razas principales. A
    medida que se fueron desarrollando técnicas
    más perfectas para medir el color de la
    piel y los
    ojos, la textura del cabello, el tipo sanguíneo, la
    capacidad craneana y demás variables, la
    clasificación de las razas se hizo más compleja.
    Los teóricos modernos mantienen que cualquier idea sobre
    las denominadas ‘razas puras’ o arquetipos
    ancestrales es engañosa y errónea. Todos los seres
    humanos actuales son Homo sapiens sapiens y descienden de los
    mismos orígenes universales y complejos. Los rasgos
    genéticos siempre han variado con la geografía
    según la respuesta biológica de su
    adaptación al entorno, pero en cada región la
    herencia
    genética
    produce una gama de variedades tipo y combinaciones intermedias.
    Por tanto, la asimilación de las personas a
    categorías según posibles razas es más un
    planteamiento social y político que biológico. Los
    calificativos ‘asiático’, ‘negro’,
    ‘hispano’ o ‘blanco’ obedecen a
    definiciones sociales que conllevan una gran mezcla de características genéticas y
    culturales.

    Después de que los antropólogos
    biológicos centraran su atención en los complejos patrones de la
    genética
    humana, estudiaron la interacción de las adaptaciones
    genéticas y las adaptaciones (no genéticas)
    fisiológicas y culturales, en relación con la
    enfermedad, la desnutrición y la presión
    del entorno, así como las grandes altitudes y los climas
    calurosos. Los médicos y antropólogos especialistas
    en nutrición
    combinan los enfoques biológicos y genéticos con
    datos
    culturales y sociales, ya sea para estudiar enfermedades como la
    hipertensión y la diabetes o para
    investigar el crecimiento y el desarrollo en
    diferentes condiciones de alimentación y
    salud.

    El médico estadounidense, galardonado con el
    Premio Nobel, Daniel Carleton Gajdusek, adquirió especial
    renombre por su descubrimiento de que el kuru
    (‘temblores’), enfermedad debilitante que sólo
    existe entre pueblos aislados de las montañas de Nueva
    Guinea, estaba causada por un agente infeccioso lento denominado
    prión (que consiguió aislar e identificar)
    transmitido a través de la antropofagia (véase
    Canibalismo). Algunos antropólogos biológicos han
    detectado los esquemas genéticos de otras enfermedades, como la anemia
    de células
    falciformes, talasemia y diabetes.

    Estudio de los primates  
    Debido a que los seres humanos son primates emparentados
    genéticamente con otros simios y monos el estudio de la
    conducta, la
    dinámica de la población, los
    hábitos alimenticios y otras cualidades de los mandriles,
    chimpancés, gorilas y primates análogos, constituye
    una dimensión comparativa esencial de la
    antropología. La etóloga británica Jane
    Goodall y sus colegas dedicaron años a la observación de los chimpancés en una
    reserva del lago Tanganica (Tanzania) y descubrieron que estos
    animales son
    capaces de usar útiles simples —sobre todo,
    pequeños palos para conseguir termitas y hormigas— y
    lanzar de forma eficaz piedras; en uno de los experimentos se
    observó a los chimpancés usando palos gruesos para
    apalear a un leopardo disecado. Además se comunican entre
    sí tanto vocal como físicamente. Estudios
    realizados acerca de los esquemas de comunicación y de la vida en grupo de los
    simios y los monos, facilitan la comprensión del pasado
    remoto del hombre.

    4. Antropología
    social y cultural  

    Gran parte de la investigación antropológica se basa
    en trabajos de campo llevados a cabo con diferentes culturas.
    Entre 1900 y 1950, aproximadamente, estos estudios estaban
    orientados a registrar cada uno de los diferentes estilos de vida
    antes de que determinadas culturas no occidentales experimentaran
    la influencia de los procesos de
    modernización y occidentalización. Los trabajos de
    campo que describen la producción de alimentos,
    la
    organización social, la religión, la
    vestimenta, la cultura material, el lenguaje y
    demás aspectos de las diversas culturas, engloban lo que
    hoy se conoce por etnografía. El análisis comparativo de estas descripciones
    etnográficas, que persigue generalizaciones más
    amplias de los esquemas culturales, las dinámicas y los
    principios
    universales, es el objeto de estudio de la
    etnología.

    Durante la segunda mitad del siglo XX, la
    etnología (que hoy se suele conocer como
    antropología cultural) comenzó a relacionar su
    campo de estudio con el de la antropología social,
    desarrollada por los científicos británicos y
    franceses. En un breve periodo se debatió intensamente si
    la antropología debía ocuparse del estudio de los
    sistemas sociales
    o del análisis comparativo de las culturas. Sin
    embargo, pronto se llegó a la conclusión de que la
    investigación de las formas de vida y de
    las culturas casi siempre están relacionadas, de donde
    procede el nombre actual de antropología
    sociocultural.

    Parentesco y organización social  Uno de los
    descubrimientos importantes de la antropología del siglo
    XIX ha sido que las relaciones de parentesco constituyen el
    núcleo principal de la organización social en todas
    las sociedades. En
    muchas de ellas, los grupos
    sociales más importantes comprenden clanes y linajes.
    Cuando la pertenencia a dichas corporaciones de parentesco se
    asigna a las personas sólo por la línea masculina,
    el sistema se
    denomina de descendencia patrilineal (véase Patrilinaje).
    Antes del desarrollo del comercio y de
    la urbanización a gran escala, muchos
    pueblos europeos estaban organizados desde el punto de vista
    económico y político como grupos de
    filiación patrilineal.
    Las sociedades
    matrilineales, en las que el parentesco se transmite por
    línea femenina (véase Matrilinaje), son menos
    comunes hoy día. Herodoto fue el primer erudito en
    describir este tipo de sistema social,
    que detectó entre los habitantes de Licia, en Asia
    Menor.

    La organización de parentesco bilateral, en la
    que se tiene en cuenta la parte materna y la paterna, es la que
    predomina en las sociedades más sencillas de
    cazadores-recolectores (tales como los pueblos san en el sur de
    África o los inuit de las regiones ártica y
    subártica). El antropólogo británico Robert
    Stephen Briffault defendió un concepto
    relacionado, el matriarcado, y afirmó que este tipo de
    organización social se encontraba latente en gran parte de
    las sociedades más primarias.

    En las sociedades basadas en el parentesco, los miembros
    de un linaje, clan o demás grupos afines
    suelen ser descendientes de un antepasado común. Este
    concepto es un
    factor unificador, pues dota a grandes masas de individuos de
    cierta cohesión para afrontar actividades guerreras o
    rituales, lo que les hace sentirse diferentes de sus vecinos y
    enemigos. Por ejemplo, entre las hordas centroasiáticas
    que durante siglos atacaron a las sociedades europeas, o entre
    los aztecas o mexicas
    del continente americano, la compleja organización militar
    se sustentaba en el parentesco patrilineal.

    La evolución de los sistemas
    político-sociales  Las sociedades humanas que, en
    principio, se consideraron más simples son los grupos de
    cazadores-recolectores, como los inuit, san, pigmeos y
    aborígenes australianos. En estos pueblos se agrupa un
    pequeño número de familias para formar bandas o
    grupos nómadas de 30 a 100 individuos, relacionados por
    parentesco y asociados a un territorio concreto.
    Los grupos supervivientes de cazadores-recolectores (en zonas de
    África, India y
    Filipinas) nos permiten conocer el estado de la
    organización social y cultural de casi toda la experiencia
    histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco,
    ideas religiosas, métodos
    sanitarios y características culturales no sólo
    ilustran las raíces culturales de la humanidad moderna,
    sino que se nos presentan a escala reducida y
    resultan más fáciles de analizar. Las culturas de
    cazadores-recolectores que aún perduran ponen de
    manifiesto las adaptaciones que son necesarias para sobrevivir en
    entornos hostiles e inhóspitos.

    Los sistemas sociales y económicos de mayor
    complejidad no surgieron hasta que no se presentaron las
    condiciones favorables que permitieron a las primeras sociedades
    asentarse en comunidades estables y permanentes durante todo el
    año. Se produjo entonces el avance crucial hacia la
    agricultura y
    la cría de animales.

    La transición neolítica —es decir,
    los inicios de la aclimatación de los recursos
    alimenticios— se produjo de forma independiente en el
    Oriente Próximo y en Asia oriental hace unos 12.000
    años, según las pruebas arqueológicas
    más recientes. Con las grandes concentraciones de
    población y los asentamientos permanentes, surgieron las
    organizaciones sociopolíticas que entrelazaban a
    diferentes grupos locales. Los nuevos sistemas locales, que a
    menudo comprendían grupos de individuos procedentes de
    comunidades aisladas, estaban unidos en la celebración de
    ceremonias religiosas, en el intercambio de alimentos y en
    los rasgos culturales.

    Aunque los grupos más pequeños
    carecían, en muchos casos, de un gobierno central,
    el aumento de la población y de las fuentes de
    alimentos crearon la necesidad, y la viabilidad, de la centralización política. Las
    jefaturas representan los sistemas sociales a pequeña
    escala, en los que los alimentos y el acatamiento político
    confluyen en un dirigente central, o jefe, que a su vez
    redistribuye los alimentos y es respetado por los miembros de la
    comunidad.

    El auge de las naciones-estado
     
    Los orígenes de las naciones-estado han sido objeto de
    grandes controversias. En el antiguo Oriente Próximo, por
    ejemplo, las primeras ciudades-estado aparecieron cuando el
    aumento de la población provocó una mayor demanda de
    alimentos, facilitada por el desarrollo de cultivos de
    regadío para atenderla. Esto motivó la
    expansión de sistemas militares que protegieran dichos
    recursos. En
    otros casos, la ubicación en rutas comerciales
    estratégicas —por ejemplo, Tombuctú en la
    ruta sahariana del comercio de la
    sal— favoreció la centralización militar y
    administrativa.

    Los estudios etnológicos y arqueológicos
    apoyan la tesis de que los estados o reinos nacieron de forma
    ligeramente distinta en situaciones históricas y
    ecológicas diferentes; sin embargo, presentan en casi
    todas partes los mismos esquemas de desarrollo. En sus primeros
    momentos de existencia, los estados manifiestan una tendencia
    universal a anexionar las regiones vecinas, para explotarlas
    económicamente y someter a sus enemigos potenciales. En
    las primeras civilizaciones urbanas —en el Oriente
    Próximo, Egipto, el
    norte de India, el
    sureste de Asia, China, México y
    Perú— aparecieron pronto las fortificaciones
    militares, por lo general acompañadas de templos y
    rituales religiosos que manifestaban el auge y mayor poder del
    sacerdocio. Sin embargo, la estratificación social, con
    una reducida minoría militar-religiosa y una gran
    población subordinada de campesinos, fue consecuencia
    inevitable.

    Desarrollo de los sistemas religiosos  
    Los sistemas religiosos de las sociedades cazadoras-recolectoras
    pueden ser muy complejos en relación con el mundo
    sobrenatural, las fuerzas de la naturaleza y el
    comportamiento
    de los espíritus y los dioses. Estas sociedades
    pequeñas, relativamente igualitarias, suelen carecer de
    los recursos necesarios para mantener una clase sacerdotal. Sin
    embargo, todos los grupos humanos, ya sean grandes o
    pequeños, poseen en un momento determinado de su
    evolución algún tipo de especialización
    similar a los chamanes o curanderos, hombres o mujeres de quienes
    se cree mantienen contacto directo con los seres y fuerzas
    sobrenaturales, y que reciben poderes especiales para solucionar
    problemas como
    las enfermedades. El chamán es muchas veces la
    única persona con un
    papel
    religioso especializado en este tipo de sociedades.

    Por ejemplo, en las sociedades pequeñas que
    practican la agricultura,
    los sistemas religiosos comunales implican al pueblo en
    prácticas rituales complejas, y con frecuencia se produce
    una rotación de las responsabilidades sacerdotales. Cuando
    los grupos de parentesco constituyen los elementos principales de
    la solidaridad
    social, las ceremonias religiosas tienen como centro la familia y
    el parentesco.

    El auge de los sistemas sociales centralizados, con un
    sistema de clases estratificado, casi siempre ha ido
    acompañado del desarrollo de los sistemas religiosos que
    implicaban la existencia de sacerdotes dedicados
    únicamente a las funciones
    religiosas, rituales para toda la población y una mayor
    tendencia a legislar tanto en el plano moral como
    político. Estos sistemas religiosos casi nunca eliminaban
    las prácticas del chamanismo individualizado (sobre todo
    para curar las enfermedades).
    Las pruebas arqueológicas de las primeras ciudades-estado
    corroboran los estrechos vínculos que existían
    entre los dirigentes religiosos y los dirigentes comerciales y
    políticos, poniendo de relieve el
    aspecto conservador de la religión. Por otro lado, los
    movimientos de reforma social radical han sido religiosos y en
    las sociedades con niveles cambiantes de desarrollo
    tecnológico aparecen con regularidad nuevas formas
    religiosas. Por tanto, la religión unas veces está
    al servicio de la
    situación establecida y otras actúa como fuerza de un
    cambio
    radical.

    Evolución de la cultura  
    Los esquemas más bien simples de evolucionismo cultural
    propuestos durante el siglo XIX han sido objeto de discusiones
    elaboradas y modificadas a la luz de los nuevos
    datos
    arqueológicos y etnológicos. Destacados
    antropólogos de principios del
    siglo XX, como el germano-estadounidense Franz Boas y el
    estadounidense Alfred Louis Kroeber, adoptaron puntos de vista
    bastante antievolucionistas, ya que mantenían que los
    procesos
    culturales y sociales han sido tan dispares en todo el mundo que
    es difícil discernir algún proceso o tendencia
    general.

    Existen dos posturas radicalmente diferentes para
    explicar la evolución cultural. Los evolucionistas del
    siglo pasado defendían que en las distintas sociedades se
    producen procesos muy similares de desarrollo cultural debido a
    la unidad psíquica fundamental de toda la humanidad.
    Así, los procesos paralelos hacia la
    estratificación social y las minorías gobernantes
    se explican como efectos de las cualidades psíquicas y
    mentales de los individuos. Claude Lévi-Strauss fue un
    defensor tardío de este enfoque, sin hacer hincapié
    en el carácter
    evolucionista.

    La postura contraria encuentra la clave en las
    condiciones materiales de
    vida: en las fuentes de
    energía, las tecnologías y los sistemas de
    producción de los grupos humanos; además,
    resalta las influencias ambientales en el desarrollo de los
    complejos sistemas culturales, ya que se han visto favorecidos
    por determinadas características geográficas y
    climáticas. Por ejemplo, el Oriente Próximo
    prehistórico era rico en animales de caza y plantas
    silvestres que resultaron especialmente aptos para su
    domesticación y aclimatación.

    Partes: 1, 2

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