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La guerra con Chile (página 2)




Enviado por raulmejia1983



Partes: 1, 2

La campaña sobre Lima de inició con el
desembarco del ejército chileno en Pisco y Chilca entre
noviembre y diciembre de 1880, culminó esta campaña
con las acciones de
San Juan (13 de enero de 1881) y de Miraflores (15 de enero),
adversas al Perú y que determinaron la ocupación de
la capital por
los chilenos.
Cáceres organizó la resistencia en el
centro y tras heroicas marchas obtuvo sobre el enemigo las
siguientes victorias de Pucará (5 de julio de 1882),
Marcavalle y Concepción (9 de julio); mientras Iglesias en
el norte había obtenido el triunfo de San Pablo (13 de
julio).
Conducido preso a Chile el presidente provisorio, Dr. Francisco
García Calderón, designado por una asamblea de
notables, reunida en Lima, por no aceptar condiciones de paz,
concesión territorial considerando que una victoria sobre
Chile era casi imposible; y ante el fracaso de las negociaciones
de paz con la intervención de Los Estado Unidos
del anterior, Iglesias dirigió una proclama a la nación,
desde la hacienda Montan, instando al país a negociar la
paz con Chile, por nuestros propios medios,
así convocó una asamblea legislativa que le nombre
presidente regenerador y la autorizó hacer la paz con
Chile.
Los chilenos, al constatar la sinceridad de Iglesias, decidieron
negociar la paz con el. Pero como estas podrían ser
entorpecidas por Cáceres o su actitud de
resistencia podría determinar que los peruanos no
aceptaran condiciones severas, decidieron eliminar al
héroe de la Breña, logrando derrotarlo en la
batalla de Huamachuco, el 10 de julio de 1883, habiendo sido el
mártir de esta acción, el coronel Leoncio
Prado.
El tratado que puso fin a la guerra fue el de Ancón,
firmado el 20 de octubre de 1883, por el cual el Perú
cedía a Chile definitivamente la provincia litoral de
Tarapacá y este último quedaría en
posesión de Tacna y Arica, hasta por 10 años, al
cabo de los cuales, se llevaría a cabo plebiscito o
consulta popular, para saber si esta provincias se incorporaba al
Perú o continuaban en poder de
Chile. El país favorecido daría al otro, 10
millones de pesos.

Las consecuencias de la guerra fueron: La perdida total de
nuestra riqueza salitrera y parte del guano; depresión
completa de nuestras industrias y
comercio;
destrucción de las haciendas azucareras de la Costa
desaparición de nuestra moneda, y de muchas fortunas
privadas; la ruina de nuestro crédito
exterior y el hecho de tener fronteras con Chile.

2. La Guerra Con
Chile

El clima previo a la
guerra:
Seria ingenuo reducir la causa de la guerra a una ineficaz
negociación en los días anteriores
al estallido del conflicto.
El Perú llegó carente de preparación al reto
de 1879. La república no había logrado (a pesar de
los numerosos textos constitucionales que lo intentaron)
organizarse debidamente, ni había frenado el desbocado
militarismo que padeció. No había sabido
administrar su pobreza inicial,
ni la inmensa riqueza que le llegaría desde la tercera
década de vida independiente (guano y salitre). No supo
dar los pasos indispensables para integrar a la población andina a la nación,
ni llevo adelante una eficaz política
inmigratoria. Despilfarró una enorme riqueza, lo que
originó una falsa sensación de prosperidad que
debilitó las energías nacionales para administrarla
con cautela y, por otra parte, despertó la ambición
de nuestro vecino meridional.. No había sabido manejar el
endeudamiento nacional con precaución, invirtiendo en
obras productivas. Esos ingresos fueron
derrochados hasta la irresponsabilidad, mientras se
sobredimensionaba la capacidad de endeudamiento del país
hasta la exageración.
La imprevisión había sido la causa de muchos de
aquellos males, pero ésta merece ser explicada. Lo
imprevisto puede ser tan súbito o repentino que realmente
nadie puede figurárselo. No es ése el caso de los
sucesos anteriores a la guerra del 79, que fueron previstos por
algunos o por muchos.

Los previsibles imprevistos:
Para el desastre económico en el que llegamos al 79
bastaría señalar, aunque hay testimonios
anteriores, las expresiones de Manuel Pardo en La Revista de
Lima, el año 1860, diecinueve años antes del
conflicto, en que reclamaba la urgente inversión de los ingresos del
guano para evitar lo que él llamaba "el cataclismo que
indudablemente tiene que sobrevenir algún día y que
está quizá muy lejos". Ello ocurría,
según Pardo, cuando se acabara el guano, lo que
consideraba "como la extinción de la renta del
Perú, como la bancarrota fiscal de
nuestro país". Para evitar el "cataclismo" y la
"bancarrota", él urgía a utilizar los ingresos del
guano, como no se había hecho con anterioridad, "en
caminos que unieran nuestros departamentos o en riego para
nuestro suelo
feracísimo.
No se podría decir, entonces, que la quiebra
económica del país, cuya manifestación
externa más visible fue la declaratoria de su moratoria
del primero de enero de 1876, no se había previsto con
claridad. Bastaría recordar que, al margen de escasos y a
veces superfluos trechos ferroviarios (como es el caso de la
vía Lima – Chorrillos), nada de gran progreso se
había hecho al respecto. Se emprendió la construcción de la vía que
sería Lima – La Oroya, verdadera columna vertebral
del país, cuando ya los recursos se
habían derrochado y hubo que recurrir a gravosos
préstamos externos.

El Expansionismo Chileno:
Los anuncios del
expansionismo chileno hacia el Perú fueron motivo de
numerosos y reiterados artículos en diversos
periódicos limeños con El Comercio, La
Patria, La Sociedad, La
Nación y El Nacional, gran parte de ellos a lo largo del
segundo semestre de 1872. Sin embargo, quienes dirigían el
país no los tomaron en cuenta. Así, El Comercio, a
partir del conocimiento
que se tenía de que Chile "negociaba" territorios
meridionales del Perú, publicó el 5 de noviembre de
1872 lo siguiente: "… y como dijimos antes que la
absorción del departamento de Moquegua sería no
menos imposible y temeraria que la aniquilación de la
nacionalidad boliviana". En ese entonces, el departamento de
Moquegua abarcaba hasta el extremo del Perú:
comprendía el departamento de Tacna, creado como tal en
1875, y Tarapacá, convertida en departamento por una
ley del mismo
año que nunca fue promulgada.
Entonces, Chile ofrecía el sur del Perú a Bolivia,
a condición de que Bolivia le entregara su propio litoral.
Esto queda evidenciado por lo que publicaba La Patria el 13 de
octubre de 1872. "Chile parece desconocer la conformación
geográfica de Bolivia, cuando le aconseja ambicionar el
puerto de Arica, cediéndole sus propios puertos en
Atacama. Error crasísimo es creer que el norte y el sur de
Bolivia pueden importa y exportar por lo mismos puertos. Arica
surte a los departamentos septentrionales de La Paz, Oruro y
Cochabamba; y Cobija a los meridionales de Sucre, Potosí y
Tarija". Cotejando la proximidad de estos artículos y sus
fechas puede entenderse por qué se firmó la Alianza
de febrero de 1873.

El pretexto para la guerra:

Desde 1866, Chile había logrado encandilar al
presidente boliviano Mariano Melgarejo, quien desaprensivamente
hizo concesiones perjudiciales a la integridad territorial
altiplánica. Caído el dictador Melgarejo, en 1871,
Bolivia intentó rectificar el acuerdo, pero lo
único que logró fue consagra la situación
que suponía el tratado de 1866, que fijaba la línea
del paralelo 24° S. como límite entre ambos
países y ponía fin a la repartición "por
mitad de los productos…"
que se exportaban entre los grados 23 y 25 que acordaba este
tratado. En contraparte, por aquella "renuncia" que hacía
Chile a tal mancomunidad, el nuevo tratado de agosto de 1874
señalaba: "Los derechos de exportación que se impongan sobre los
minerales
explotados en la zona de terreno de que hablan los
artículos precedentes no excederán la cuota de la
que actualmente se cobra; y las personas, industrias y
capitales chilenos no quedarán sujetos a más
contribuciones de cualquier clase que sean, que a las que al
presente existen. La estipulación contenida en este
artículo durará por el término de
veinticinco años".

Sin embargo, en febrero de 1878, el presidente boliviano
Hilarión Daza ordenó la creación de un
impuesto de 10
centavos por quintal de salitre exportado. Tal situación
hizo que la compañía salitrera chilena acudiera
ante su gobierno para que
protestara. La solicitud fue rápidamente atendida, la que
se explica también por el hecho de que prominentes
miembros del gobierno chileno
eran accionistas de esas empresas.
El reclamo chileno fue admitido inicialmente por Bolivia, que
suprimió el tributo. Sin embargo, a fines del mismo
año el gobierno boliviano ordenó que la
compañía abonara el pago respectivo, que, desde la
creación del tributo, ascendía a noventa mil pesos.
Ante reclamos de la compañía chilena, el gobierno
boliviano declaró que, de no hacerse el pago,
reivindicaría la propiedad
sobre las salitreras.
El 14 de febrero de 1879, el gobierno chileno respondió
con el desembarco de tropas en Antofagasta. La guerra se
había iniciado, aunque Chile no la había declarado
oficialmente.

Dispuesto a evitar la guerra, el gobierno peruano dispuso el
envío del diplomático José Antonio de
Lavalle a fin de ofrecer la mediación del Perú en
la contiendo boliviano-chilena. La presencia de Lavalle en Chile,
desde su desembarco en Valparaíso, se vio teñida
por actos hostiles pro el
conocimiento que tenía Chile, desde casi los mismas
días de su firma, del Tratado de alianza defensiva
peruano-boliviano de 1873.

El Perú había aceptado la solicitud boliviana de
dicha alianza al tomar conocimiento
de las adquisiciones bélicas que iba realizando Chile y
sus evidentes avances territoriales hacia el norte, a fines de
1872.
El tratado había sido firmado el 6 de febrero de 1873 y
era de carácter
defensivo y no compulsivo, pues cada parte se reservaba el
derecho de calificar los actos que podrían llevar a hacer
efectiva la alianza. Una cláusula añadida le daba
el carácter
de secreto.
Chile, que por muchos años se había preparado para
apoderarse del litoral boliviano y peruano, encontró en la
negativa de Lavalle a declararse neutral el pretexto que
necesitaba. La mediación peruana fue rechazada y se
conminó a Lavalle a abandonar el territorio chileno,
cuando ese país ya se disponía a declarar la guerra
al Perú.

La Campaña Marítima:
El 5 de abril de 1879, el gobierno chileno anunció por
bando la declaratoria de guerra al Perú.
La guerra debía tener como primer escenario el mar. Por
eso, ni el ejército chileno intentó desplazarse
hacia el norte (Tarapacá o Tacna) no el ejército
peruano lo intentó hacia el sur.
El ejército y la marina peruanos se hallaban casi en
estado de
postración, como lo constataría José Antonio
de Lavalle al regreso de su frustrada misión en
Chile.

Protocolo de subsidios Peruano-Boliviano:
A mediados de febrero de 1879, llegó a Lima don Serapio
Reyes Ortiz, enviado del gobierno de Bolivia en misión
extraordinaria y confidencial. Reyes trajo el encargo de hacer
presente al Perú el compromiso contraído en el
tratado de 1873. El Perú esperaría la declaratoria
formal de guerra de Chile para dar a conocer el tratado defensivo
y para declarar la guerra a ese país.
Era obvio que le costo de la
guerra no podría ser asumido por Bolivia, que atravesaba
desde hacía algunos años una grave crisis
económica en todos sus sectores. Tal situación
llevó a la firma de un acuerdo que, por el Perú,
suscribió el ministro Manuel Irigoyen. El acuerdo obligaba
al aliado a indemnizar al Perú por los gastos que la
guerra ocasionara. El primer
protocolo, del 15
de abril, por lo costoso para Bolivia, fue modificado el 7 de
mayo y, posteriormente, el 17 de junio (entonces, Reyes Ortiz ya
había sido reemplazado por Zolio Flores). Allí se
estipulaba que Bolivia abonaría la mitad de los gastos de la
guerra y que los elementos bélicos que el Perú
poseía al 5 de abril no serían cargados al aliado
en caso de perderse, pero sí los que fueran adquiridos por
el Perú a partir de esa fecha..

Se había corregido un acuerdo que nació de una
base falsa: Bolivia, atacada por Chile y defendida por el
Perú, debería asumir el pago de la guerra en casi
su totalidad. Las correcciones a tal acuerdo inicial implicada
por Chile a Bolivia era, finalmente una declaratoria de guerra al
Perú. Bolivia constituía tan sólo un
obstáculo en ese camino, bien usado como pretexto. El
enemigo era el Perú y la mayor riqueza ambicionada era la
peruana. El tiempo así
lo confirmaría.

La Guerra en el Mar:
La superioridad militar chilena se hizo evidente desde el inicio
de la guerra, aunque la historiografía chilena haya
pretendido negarla.
El cuadro comparativo de las fuerzas navales de uno y otro
país exhibe la ventaja de Chile. Sus naves eran más
numerosas y más modernas; sus blindados, por ejemplo,
tenían diez años menos de antigüedad. Entre
unos y otros, la guerra de secesión norteamericana y la
guerra de Crimea suscitaron avances en la arquitectura
naval. En pocos años, el Huáscar y la Independencia,
que en su momento fueron buques de primera, quedaron separados.
Se podría graficar lo que afirmamos comparando las cuatro
pulgadas y media de blindaje de las naves peruanas con las nave
pulgadas del Cochrane y del Blanco Encalada. Por lo demás,
estos últimos poseían doble hélice, que les
permitía mayor capacidad de maniobra. Su artillería
aventajaba a la nuestra en número y en adelantos
técnicos. La superioridad chilena se deducía,
empero, a las distancias tecnológicas. En el orden humano,
debido a la calidad marinera
de la oficialidad, la ventaja concluyente era para el
Perú. El trajín de la guerra así lo
demostró.

Aún conociendo la superioridad en el mar, los chilenos
no dieron el primer paso: las naves se mantuvieron inactivas las
cinco primeras semanas. El alto mando chileno no resolvía
si limitarse a esperar la iniciativa peruana o, como su
poderío lo permitía, avanzar y bloquear el
Callao.
Sólo el 16 y el 17 de mayo el Cochrane y el Blanco
Encalada, en convoy con el Chacabuco, el O’Higgins, el
Abtao, el Matías Cousiño y el Magallanes
salían desde Iquique rumbo al norte. Las precauciones
fueron grandes para evitar que se conociera el hecho y para ello
optaron por navegar distantes de la línea de la costa. De
esa manera , el factor sorpresa, se pensaba, produciría el
éxito
completo en el primer encuentro de las escuadras.
Williams Rebolledo, comandante de la escuadra chilena, se
proponía, no bloquear el puerto donde imaginaba se hallaba
la escuadra peruana, sino hundirla en su totalidad en un primer
encuentro. El Abtao, convertido en una suerte de brulote, lanzado
contra las otras naves chilenas, en especial los blindados,
hundirían el resto de la escuadra defensora del primer
puerto peruano.
El plan preparado
por Rebolledo partía de un supuesto: la escuadra peruana,
menos numerosa, de menor blindaje y escaso poder de fuego, no
debía haber salido de la bahía chalaca.
La sorpresa de Rebolledo fue mayúscula. Por algunos
pescadores tomados en las islas Hormigas, supo de las naves
peruanas habían salido rumbo al sur hacía cinco
días. Su desilusión creció al comprender que
las dos débiles naves que había dejado protegiendo
Iquique podrían ser atacadas por las superiores naves
peruanas.

Iquique: 21 de mayo
La escuadra peruana abandonó la rada del Callao rumbo al
sur el 16 de mayo. El convoy debió desprenderse pronto de
los monitores
Atahualpa y Manco Cápac, cuyo lentísimo andar
hacía retardar la marcha.
Las naves que iban al sur eran el Oroya, que con andar
rápido llevaba al presidente de la república y su
Estado Mayor, la Independencia, el Huáscar, el Chalaco y
el Lima. Se llevaban soldados, artillería, municiones y
pertrechos en general para las tropas que acantonarían al
sur.

En Mollendo, el 19 de mayo, el presidente Prado supo que
había naves chilenas bloqueando Iquique. Al día
siguiente, las tropas desembarcaron en Arica, cuando ya se
había diseñado el plan de
acción que seguirían.Al amanecer del 21 de mayo,
Iquique vio arribar al Huáscar, comandado por Miguel Grau,
y la Independencia, al mando de Juan Guillermo More.. Las naves
de resguardo eran la Covadonga y la Esmeralda 1854. Ambas de
madera, de
andar lento, hacían presagiar que, ante las peruanas, de
mayor velocidad y
blindadas, serían presa fácil.

La superioridad de las naves peruanas hizo tomar una
posición defensiva a las chilenas. A poco de iniciado el
combate, la Covadonga emprendió una veloz huida hacia el
sur, muy pegada a la costa. Fue entonces que el comandante Grau
ordenó a More perseguir la goleta.
Dejando a la Independencia en persecución de la Covadonga,
el Huáscar se hizo cargo de la Esmeralda, aunque sin
acercarse demasiado, por creerla, según informes
recibidos, protegida por torpedos fijos o minas marítimas.
El comandante Grau maniobró para hacer salir a la nave de
su ventajosa posición, prescindiendo de la
artillería, por el temor de causar daños en la
ciudad. Luego decidió hacer uso del espolón y
ordenó embestir hasta en tres oportunidades a la corbeta,
defendida con honor por su comandante, Arturo Prat. Al fin
consiguió hundirla, luego de tres horas y cincuenta
minutos de combate.

Las acciones de Iquique, el 21 de mayo de 1879, mostraron,
evidentemente, la falta de preparación con que el
Perú llegó al conflicto.
En las primeras juntas de marinos, en los días inmediatos
a la guerra, Grau propuso demorar la expedición al sur, ya
que las tripulaciones requerían de ejercicios de
artillería y maniobras. En la práctica, nuestras
naves carecían de artillería. More afirmó
que toda su tripulación era nueva.
La falta de preparación consta en el largo tiempo en que
se recurrió a la artillería sin resultados, lo que
llevó al recurso del espolón ante naves inferiores:
viejos buques de madera, casi
inútiles, con máquinas
en tan mal estado que, al no poder rendir más de seis
millas, no pudieron acompañar a las demás naves
chilenas que debían asaltar el Callao y hundir la escuadra
peruana.

De Iquique a Angamos:
La pérdida de la Independencia, la nave más
poderosa del Perú, terminó por consagrar la ventaja
chilena en le escenario marino. A partir de ese momento, los
chilenos imaginaron un fácil triunfo en el mar. Sin
embargo, por algún tiempo, siguió la lucha por el
mar y, así, Antofagasta, Itata, Patillos, Iquique, Ilo,
Arica, Pisagua, Huanillos y Mollendo continuaron siendo
escenarios de la presencia del Huáscar, muchas veces
acompañado por la unión.
Las disminuidas condiciones marineras del Huáscar, que
necesitaba mantenimiento,
hicieron que el comandante Grau lo internara en el Callao el 7 de
junio. Hechas las reparaciones más urgentes, un mes mas
tarde, el 6 de julio, salía a navegar nuevamente rumbo a
Arica con escala en
Mollendo. Mientras el Huáscar era reparado en el Callao,
se mantuvo la inmovilidad del poder naval chileno. En ese lapso,
la Unión, aprovechando su rápido desplazamiento,
realizó audaces incursiones hasta Tocopilla.

Angamos:
Chile, ya capturado el Rímac y renovado sus mandos, se
concentró en la toma del Huáscar. El nuevo ministro
de guerra, Rafael Sotomayor, distribuyó las naves de la
escuadra chilena, que hasta entonces marchaban en convoy, en dos
divisiones: la primera la constituían el Cochrane, el
O’Higgins y el Loa; la segunda el Blanco Encalada, la
Matías Cousiño y la Covadonga.
Las naves chilenas recibieron los mejores cuidados. Los
transportes fueron armados con la artillería recién
llegada de Europa. El
Cochrane recibió reparaciones que le hicieran recuperar su
andar original. El O´Higgins y el Chacabuco, con caderas
nuevas y fondos limpios, aumentaron su capacidad
bélica.
Puestas las naves en las mejores condiciones, Galvarino Riveros,
nombrado comandante de la escuadra chilena, se dispuso a llevar
adelante la estrategia que
debía acabar con la presencia del Huáscar en el
Pacífico.
La treta dispuesta para obligar al Huáscar al combate se
basó en el hecho observado reiteradamente por los marinos
chilenos, de que cuando el Huáscar venía desde el
sur, al encontrarse son naves enemigas, emprendía marchas
al oeste para luego
enrumbar nuevamente al norte, escapando gracias a su velocidad y
ala destreza marinera de su comandante Miguel Grau.

Reunidas las naves, la estrategia
prevista se puso en ejecución. Riveros supo el 4 de
octubre, en Arica, que las naves peruanas Huáscar y
Unión se hallaban al sur. Ordenó al capitán
de fragata Juan José Latorre, comandante del Cochrane,
que, al frente de su división, se dirigiera a Mejillones.
El resto de las naves, que navegaba mar adentro y a unas veinte
millas, partiría posteriormente.
El 8 de octubre de 1879 a las tres y media de la madrugada el
Huáscar y la Unión, que llegaban de Antofagasta,
divisaron tres humos, constancia indudable de la presencia de
naves enemigas. Grau actuó como otras veces, ya que no
había otra posibilidad, y enrumbó al oeste para
continuar luego al norte. A las 7:15 a.m. se pudieron distinguir
hacia el norte, cerrándoles el paso, otros tres humos.
Eran el Cochrane, O´Higgins y la Loa.

En la convicción de que eludir el combate ante fuerzas
tan superiores era imposible, el comandante Grau se dispuso a
cumplir con su deber. Ordenó al comandante de la
Unión huir, lo que permitió la salvación de
aquella nave.
A los veinte minutos de iniciada la acción, una granada
lanzada desde el Cochrane "chocó en la torre del
comandante, le
perforó y estallando dentro hizo volar al contralmirante
Señor Grau, que tenía el mando del buque, y
dejó moribundo al teniente primero don Diego Ferré,
que le servía de ayudante", según consta en el
parte del combate firmado en San Bernardo, el 16 de octubre, por
Manuel Melitón Carbajal. Se continuó el combate con
singular coraje de parte de los defensores del monitor
Huáscar, cuyo blindaje, que llevaba tan valiosa carga, no
tenía, sin embargo, resistencia ante las poderosas
baterías de las naves chilenas.
El combate fue tenaz y sostenido, y se sucedieron en el comando
de las naves peruanas los oficiales Aguirre y Rodrigues, hasta
que, no quedando nada por hacer, el último comandante del
Huáscar, el teniente primero Pedro Gárezon,
ordenó abrir las válvulas
para hundir el buque. La nave, ya incapacitada para la defensa,
sufrió el abordaje del enemigo.

La Campaña Terrestre
Cuando Prado desembarcó en Arica encontró ya a las
tropas bolivianas. Se inició entonces u largo periodo de
maniobras destinadas a la preparación de las fuerzas de
tierra.
Entre el 11 y el 15 de noviembre, Daza avanzó hacia
Tarapacá con parte de sus tropas andinas, y luego
regresó de la quebrada de Camarones rumbo a Arica a
través del desierto. Para entonces el ejército
chileno ya había emprendido la primera acción sobre
territorio peruano: el asalto de Pisagua. Las filas invasoras
estaban conformadas por unos 10 mil hombres protegidos por naves
de guerra al mando de Erasmo Escala.
Los mil doscientos defensores de Pisagua, mayoritariamente
bolivianos, lucharon por más de siete horas, pero lo
improvisado de la resistencia, el humo de los quintales de
salitre que se incendiaron y la superioridad numérica de
los asaltantes facilitaron la acción de éstos.

Los defensores, peruanos, se retiraron hacia San Francisco en
desorden y sin haber destruido la línea del ferrocarril y
las locomotoras, que facilitaron el desplazamiento del enemigo.
Parte de las tropas bolivianas se internaron en la
serranía rumbo a su patria. Ya en San Francisco, las
fuerzas, entonces fundamentalmente peruanas, recibieron la
sombría noticia de la retirada de Daza, tres días
antes.

En esas condiciones, con un ejército con la moral
quebrantada, se libró la batalla de San Francisco el 19 de
noviembre de 1879. El coraje y la valentía mostrados por
muchos jefes y soldados no podrían compensar la ventaja
manifiesta de los atacantes: mejor artillería, municiones,
fusiles, calzado, alimentación y
uniformes. La retirada del ejército mostró sus
clamorosas carencias de caballería y artillería. Ni
siquiera contaban con una brújula para orientarse en aquel
desierto. Loa guías improvisados erraron el rumbo. La
prevista retirada a Arica hacia el norte se convirtió en
una insólita marcha hacia el sur, precisamente donde no se
contaba con ningún apoyo y era segura la presencia
chilena.

Tarapacá:
El 22 de noviembre el "ejército del sur" llegó a
Tarapacá. Su situación se vio más
comprometida cuando se conoció la noticia de que la
guarnición de Iquique había abandonado el
puerto.
Tarapacá conjuga el nombre de la significativa victoria
peruana en la compaña del sur y la derrota en la guerra en
su totalidad. Provincia ambicionada por el enemigo, el
país debió entregarla años más tarde
como condición impuesta por el enemigo para firmar la
paz.
El 27 de noviembre los peruanos acantonados en Tarapacá
tomaron conocimiento, gracias a un humilde arriero, de que tropas
chilenas se acercaban. Belisario Suárez, jefe de Estado
Mayor, tomó la iniciativa: atacó y derrotó,
cuando todo hacía prever lo contrario, al muy bien
apertrechado, aunque inferior en número, ejército
enemigo.
Sin embargo, a pesar de la victoria se tuvo que abandonar aquel
teritoria, pues se conocía la aproximación de las
tropas enemigas desembarcadas en Iquique y de otros refuerzos que
se sumarían a las derrotadas tropas chilenas. Por otro
lado, la ausencia de caballería peruana hizo posible que
los vencidos se reconstruyan con facilidad.

Así, en retiro de los peruanos se emprendió en
precarias condiciones y, al ingresar a Arica, donde se ignoraba
el heroísmo de esos hombres en Tarapacá, el
contralmirante Montero procedió a enjuiciar al general
Buendía y al coronel Suárez, que fueron hechos
prisioneros.

El Viaje de Prado:
Prado había abandonado el Perú y había
dejado en el poder, una vez más, al enfermizo y
reblandecido general La Puerta. Para ausentarse del país,
hizo uso de la autorización legislativa de medio
año antes, que apuntaba a que, en caso de que la guerra
fuera feliz, avanzaría boliviano y, eventualmente, hacia
territorio enemigo.
La razón del viaje esgrimida por el presidente se
fundamentó en la necesidad de su presencia en Europa con el fin
de adquirir las naves indispensables para una guerra que,
según juzgaba, se prolongaría por mucho tiempo.
Acertado o no, el juicio de la historia se ha inclinado por
censurar acremente la actitud del
presidente Mariano Ignacio Prado.

Piérola al Poder:
El descontento nacional se hizo mayor ante el desconcierto que
suscitó el viaje presidencial. Las manifestaciones
populares mostraron una entusiasta adhesión a
Nicolás de Piérola. No se entendía que,
habiendo La Puerta sido incapaz de reemplazar al presidente
durante su ausencia en Lima, se le dejase en el poder,
dueño de una mayor responsabilidad. Ausente Prado del país, el
absurdo era mayor. Piérola asumió entonces el
poder. No necesitó arrebatarlo, pues era claro que el
país, en plena guerra, extrañamente, había
quedado en manos de nadie.
El descontento popular y el apoyo de la guarnición de Lima
encumbraron a Nicolás de Piérola en momentos de
gravísima dificultad nacional. El 23 de diciembre de 1879
decretó la dictadura y
asumió la plenitud del poder.
Hechos semejantes ocurrían en Bolivia. Se acusaba a Daza
de haber ordenado la retirada de las tropas bolivianas desde
Camarones y de la derrota de San Francisco. Hubo pronunciamientos
en Tacna y La Paz que desconocieron su autoridad. El
general Narciso Campero fue ungido presidente.

Campañas de Tacna y Arica:
Ocupada Tarapacá, el Estado
Mayor chileno dudó sobre si debía arribar a Lima o
tomar Tacna y Arica. Esta última opción ofrecida la
ventaja de interponerse entre el sur del Perú, Tacna
fundamentalmente, y Arequipa, donde se estima había
abastecimiento en hombres y pertrechos para los peruanos.
Los primeros desembarcos ocurrieron a fines de diciembre, con
proyecciones a Pacocha, Ilo y Moquegua, pero el grueso del
ejército chileno desembarcó en Ilo el 25 de febrero
de 1880, al mando del general Baquedano. Miles de hombres, en 18
naves entre militares y de transporte,
sin encontrar resistencia, acantonaron y organizaron su mejor
sistema de
abastecimiento de agua,
provisiones y elementos de movilidad, cuyas necesidad se
sabía imprescindible desde la experiencia de
Tarapacá.
La presencia de las tropas chilenas dio origen a algunos
encuentros, como el de Los Ángeles, donde unos mil hombres
al mando del coronel Gamarra fueron derrotados. Aquellos reclutas
en su mayoría puneños y cuzqueños, se
dispersaron. Otra cara de la moneda la ofrecía Gregorio
Albarracín, que reuniendo gente de Tacna organizó
un escuadrón. Su presencia en la guerra desde
Tarapacá había demostrado su capacidad de liderazgo y lo
había convertido en guerrillero por excelencia.
Albarracín es el símbolo de muchos que desde el
anonimato mantuvieron el rechazo al invasor. La constante
hostilización al enemigo fue más allá de la
batalla de Tacna. Sama y Locuma fueron los escenarios predilectos
de sus acciones. Conocido como el "centauro de las vilcas",
cayó víctima de su arrojo y su acción
constante en octubre de 1880.

Arica: 7 de Junio
El 3 de abril de 1880, el coronel Francisco Bolognesi
asumió la jefatura de la plaza de Arica. La importancia
del puerto como contacto marítimo como con el norte del
país le daba una significación muy particular.
Consumada la derrota de Tacna, la suerte de la guarnición
de Arica estaba echada. Se podía abandonar el territorio
marchando rumbo al este, internándose en la sierra, para,
describiendo un gran arco, alcanzar Arequipa o eventualmente
Lima. La presencia chilena al norte en Tacna y al sur de
Tarapacá cerraba esas rutas. Al oeste, poderosas naves en
la bahía hacían imposible cualquier intento.
Había otra opción: quedarse en Arica, donde sin
duda morirían.
El 28 de mayo, conociendo el revés de la
antevíspera, el coronel Bolognesi convocó a un
consejo de guerra, que decidió la defensa de la plaza.
Glorioso día de la decisión, cuando aún
había escapatoria hacia el este, aquel puñado de
excelsos guerreros prefirió libremente ofrendar la vida
por la patria.
El 2 de junio las avanzadas chilenas alcanzaron las inmediaciones
de Arica. Prefirieron no asaltar de inmediato el morro e
iniciaron un bombardeo continuo con su poderosa
artillería. Los sitiadores ofrecieron por boca de un
parlamentario, Juan de la Cruz Salvo, una honrosa
capitulación.
Luego de conferenciar con su Estado Mayor, el coronel Bolognesi
hizo saber al emisario "que estaba dispuesto a salvar el honor de
su país quemando el último cartucho".
El 7 de junio de 1880 las tropas invasoras emprendieron el asalto
del morro de Arica. Entonces supieron de la exacta
correlación entre la frase del jefe y la acción que
ejecutaban los defensores del morro. Acosados por diversos
ángulos, no dieron tregua al enemigo, superior tres veces
en número. Desde la bahía, las naves chilenas
acrecentaban la desventaja de los defensores. La historia reconoce en Arica
una de las páginas más honrosas de la historia
militar del Perú.

La Campaña de Lima:
Hacia enero de 1881, luego de la expedición de Patricio
Lynch destinada a la destrucción de nuestros principales
recursos
económicos en la costa, el objetivo
chileno fue la toma de capital.
El jefe supremo Nicolás de Piérola asumió
la
organización de la defensa militar de Lima y
desoyó los consejos de algunos militares. Decidió
establecer dos líneas defensivas, una en San Juan y otra
en Miraflores, pero éstas no resultaron operativas por ser
demasiado extensas. A esto se sumó la deficiente
provisión de armamento, la cual precipitó los
desastres del 13 y del 15 de enero.
La derrota de San Juan permitió el ingreso de las fuerzas
chilenas a Chorrillos, balneario incendiario y saqueado por la
soldadesca invasora, y movió a las representaciones
extranjeras a mediar para la firma de un armisticio, que
debió durar hasta la medianoche del día 15.
Alrededor de las 2 de la tarde, inesperadamente, se escucharon
disparos y se produjo la batalla de Miraflores.

El Heroísmo en Lima:
La tradición oral ha recogido relatos de cómo se
agenciaban los patriotas para mantener en vilo a los ocupantes.
Cabe mencionar el episodio conocido como el "fantasma de
Palacio", cuyo responsable produjo pánico entre los
habitantes de la Casa de Pizarro, pues aparecía y
desaparecía sin dejar otro rastro que destrozos entre los
chilenos, hasta que al fin lo apresaron y le dieron muerte cruel.
El heroísmo se manifestó no sólo en las
acciones bélicas, sino en ayuda efectiva prestada por
ciudadanos que introdujeron armas para la
campaña de la resistencia y para diversas formas de
espionaje. También se evidenció al ocultar a los
jefes buscados por los chilenos, como fue el caso del propio
Andrés Avelino Cáceres.

La Campaña de la Breña:
La ocupación de la capital desplazó el centro de la
lucha al interior del país, pues aunque el ejército
regular estaba diezmado, los jefes, oficiales y soldados
sobrevivientes lo mismo que la población civil no estaban dispuestos a
rendirse definitivamente, ya que no aceptaban todas las
condiciones de paz que querían imponer los invasores.
Así, acabó siendo la sierra la región donde
se decidiría la suerte del Perú. Lima era el centro
político y económico, pero las tierras altas son
hasta la actualidad la zona medular del país. Esto no lo
entendió Chile hasta que tuvo que hacer frente a la
campaña de La Breña o de la resistencia.
La última etapa de la guerra tomó el nombre de "La
Breña" por el territorio donde se desarrollaron las
principales acciones. Esta tierra
accidentada y hostil a los invasores, ubicada en la sierra
central entre Ayacucho y Junín, ha pasado a la historia
como "La Breña" y los luchadores fueron conocidos como
"los breñeros".
Los breñeros fueron la base para la constitución del ejército del
centro. Ellos permitieron la recomposición de las fuerzas
nacionales, luego de la campaña de Lima, y los que
alentaron la esperanza de Cáceres después de la
derrota de Huamachuco.

Actitudes Frente a La Campaña de la Resistencia:
El jefe supremo Nicolás de Piérola, al retirarse
hacia la sierra central, se estableció, inicialmente, en
Jauja, de donde pasaría a Ayacucho. Designó tres
jefaturas para el ejército: la del norte, a cargo de
Lizardo Montero, la del centro, que puso en manos del coronel
Juan Martín Echenique, y la del sur, que desde
hacía algún tiempo ejercía Pedro Alejandro
del Solar. La idea de estas jefaturas era continuar la guerra, al
no ofrecer condiciones propicias para la paz. Sin embargo, fue
Andrés Avelino Cáceres quien encabezó la
resistencia. A su llegada a Jauja y, luego de su entrevista con
Piérola, éste le encargó la dirección de la guerra en el centro (26 de
abril de 1881).
El nuevo jefe militar del centro demoró en la
formación del nuevo ejército, dado que no
disponía de los recursos indispensables para ello, pero
consiguió crear una mística en la mayoría de
los pueblos a su cargo, de los cuales poco a poco
consiguió hombres, vituallas, dinero y
algunas armas.
La actitud de la sociedad en sus
diversos niveles frente a la compaña de La Breña
fue casi unánime en cuanto a su participación, ya
sea directamente o, por lo menos, apoyándolo de acuerdo
con sus posibilidades.
Es cierto que al principio hubo divisiones entre Piérola y
Cáceres debidas a la formación del gobierno de la
Magdalena, pero más adelante Cáceres llegó a
ser el segundo vicepresidente de aquél. Sólo cuando
Iglesias consideró indispensable la firma de la paz
entró en abierta controversia son Cáceres y
censuró la continuación de la resistencia.
Allí se enfrentaron dos posturas contradictorias acerca
del porvenir del Perú.

Principales Acciones:
Julio Guerrero, secretario de Cáceres y encargado de sus
memorias, en
la primera nota a dicho escrito, señala cuatro periodos en
el desarrollo de
la compaña de La Breña.
Primer periodo: se improvisa un ejército y se formula la
estrategia para la resistencia. El gobernador militar chileno del
Perú, Patricio Lynch, al ver que la guerra así se
alargaba, decide realizar una expedición a la zona, pero
su inaccesibilidad y las epidemias lo obligaron a regresar a la
capital, mientras Cáceres se hacía fuerte en jauja
y Tarma. Se dieron las acciones en Sangrar /26 de julio de 1881),
en Canta contra Letelier, y en Pucará. Se produjo,
además, la defección del comandante pierolista
Panizo, quien se negó a aceptar el gobierno de
Cáceres y lo enfrentó en Acuchimay (22 de febrero
de 1883)
Segundo periodo: Cáceres reorganizó su
ejército, se adiestraron las guerrilla y tuvieron lugar
los combates de Marcavalle, Pucará y Concepción (9
y 10 de julio de 1882), que fueron victorias de la resistencia.
El ejército actuaba apoyado por los grupos
guerrilleros, que incursionaron, además en Canta y
Huarochirí.
Tercer periodo: el ejército del centro, ante la ofensiva
chilena, que concentró sus fuerzas sobre él, se
retiró hacia la sierra norte, llegó hasta
Huamachuco, luego de marchas sumamente duras y allí tuvo
lugar, el 10 de julio de 1883, la batalla de ese nombre, que se
perdió, sobre todo, por la falta de armas.
Cuarto periodo: Cáceres formó el último
ejército en Andahuaylas. De allí pasó a
Ayacucho, de donde se retiraron las tropas chilenas de Urviola.
Pero cuando los peruanos se dirigieron a Huancayo llegó la
noticia de la firma del tratado de paz de Ancón.

Represalias Chilenas:
El ingreso chileno a la sierra central les ocasionó muchos
inconvenientes, pues debieron enfrentar la poca
colaboración de los pobladores, la guerra de desgaste
aplicada por Cáceres a través de los guerrilleros y
las epidemias de tifus, entre otras dificultades. No fue una
campaña victoriosa como la del sur, lo cual les
disgustó profundamente y los llevó a tomar
represalias contra los pueblos que se atrevieran a
enfrentarlos.
Uno de estos casos fue la venganza macabra que tomaron contra
Teodoro Peñaloza, quien se enroló en las filas de
Cáceres y colaboró en la voladura de puentes en el
valle del Mantaro. Los chilenos entraron en su hacienda, la
saquearon y lo quemaron vivo, junto con su madre y su criada.
En general, muchos pueblos de la sierra como Cerro de Pasco,
Tarma, La Oroya, Jauja, Concepción, Marcavalle,
Pucará, Zapallanga, Acostambo y Nahuimpuquio fueron objeto
de depredaciones por no haber sido hospitalarios y por oponer
resistencia al ingreso chileno.

La resistencia en el norte:
La campaña de La Breña no fue la única
manifestación de la decisión peruana de continuar
la lucha en defensa del territorio. También quienes se
retiraron a la sierra norte estuvieron dispuestos a detener al
enemigo, aunque estos esfuerzos no fueron tan prolongados como
los de Cáceres.
Hacia Cajamarca se re tiró uno de los héroes de la
campaña de Lima Miguel Iglesias, y junto con él
otros patriotas como José Mercedes Puga, hacendado de la
localidad, quien colaboró en la formación del
batallón Gálvez y estimuló al general
Iglesias en la lucha que favoreció a los peruanos en San
Pablo, el 13 de julio de 1882.

Poco después, sin embargo, ocurridas las represalias
chilenas en Cajamarca contra los bienes de los
principales defensores, el propio Iglesias lanzó el
manifiesto de Montán con el objeto de firmar la paz con
Chile. Esto le valió el enfrentamiento con Puga.

3. Participación indígena en la
guerra con
chile

La convocatoria nacional a la defensa:
Ante la declaratoria de guerra de
Chile, se
apeló al patriotismo de los peruanos y el presidente Prado
lanzó la primera convocatoria a todos los hombres
hábiles para empuñar un arma, entre los 18 y los 60
años. Más adelante, le límite de edad se
ampliaría a los adolescentes
Este primer llamado fue atendido y pronto se incorporaron para
las primeras maniobras hombres de todo condición y
procedencia. Entre éstos, cabe hacer especial
mención a los indígenas, puesto que desde los
primeros días de la independencia
fueron ellos quienes mayoritariamente formaron la tropa. Durante
las guerras
caudillistas también fue a ellos a quienes se
recurrió en apoyo de las facciones. Ahora, cuando el
país entero era escenario del conflicto,
serían nuevamente los indígenas uno de los
principales actores de los hechos.

Formación del ejército del Perú:
Durante la campaña del sur (noviembre de 1879-junio de
1880) estuvo presente el ejército de línea, al cual
se agregaron contingentes integrados por voluntarios. En ambos
casos, los sectores subalternos procedían, en gran parte,
de quienes hacían el servicio
militar, todavía no bien reglamentado. Así, los
componentes de tales cuadros eran naturales de las provincias,
comuneros o peones, en general campesinos.
En cuanto a los voluntarios, muchas veces fueron los hacendados o
los mineros quienes armaron batallones con sus trabajadores y se
incorporaron a la lucha. Paralelamente, muchas comunidades
formaron además sus propios contingentes y también
estuvieron presentes a lo largo de la guerra.
En forma específica se puede anotar que en la
campaña del sur tuvieron presencia corporativa dos
batallones de procedencia andina: el Zepita, integrado por
cuzqueños, y el Dos de Mayo, por ayacuchanos.
No hay referencias a la participación grupal de hombres de
la sierra central, aunque como integrantes del ejército de
línea debe haberlos habido. En general los hombres que
aparecen en los documentos son
más de personas de cierta notoriedad en la localidad, como
Jacinto Salvatierra, quien intervino desde Arica hasta la
campaña de la Breña.

La Campaña de Lima: Todo por el Perú.
La defensa de Lima constituyó la piedra angular de la
guerra para la dictadura
pierolista y concentró todas sus expectativas en conseguir
el mejor ejército. Sin embargo, no confió la
conducción de la campaña a mandos militares con
experiencia.

Piérola reiteró el llamamiento "a todos los
ciudadanos de la República hábiles en el manejo de
armas". Esta
vez la respuesta llegó específicamente del centro
del país: "varios hacendados de la región central
organizaron contingentes con gente de su servicio o con
voluntarios para enviarlos a la capital".
El resultado de estos trabajos fue la bajada a la capital de
alrededor de tres mil hombres (junio de 1880). Algunos de los
hacendados que se encargaron de este reclutamiento
fueron: Luis Milón Duarte, de Concepción, quien
formó los batallones de Tarija, Tarma y Manco
Cápac; Juan Enrique Valladares, de Concepción,
quien no sólo organizó sino que asumió los
gastos del
batallón Concepción Número 27 con mil
hombres, y Teodoro Peñalosa Arauco, de Chupaca, cuyo
batallón se integró al segundo cuerpo, al mando de
Belisario Suárez.
Aparte de los hacendados, respondieron también las
comunidades del valle del Mantaro que, como bien se ha
señalado, formaban organizaciones de
gran importancia. Entre éstas fueron numerosos los
chupaquinos que se sumaron en Huancayo al batallón de
Arica y vinieron a Lima. Algunos incluso, fueron rechazados por
límite de edad, pero insistieron para participar, como
Manuel Larrea y el maestro Marcelino Núñez.

¿Guerrilleros o montoneros?
Los indígenas tomaron parte no sólo en calidad de
soldados, sino también como guerrilleros, debido a que no
se contaba con las armas necesarias
para formar un ejército regular suficientemente equipado.
Además, porque el territorio era favorable para el
hostigamiento a las fuerzas enemigas y porque no se
disponía del dinero
necesario para mantener u ejército de línea
permanente demasiado numeroso.
Cáceres trabajó en Ayacucho por el levantamiento
del ejército regular pero, mientras lo entrenaba, la
guerra seguía su curso y quienes lo debieron hacer frente
al enemigo en la sierra central fueron, precisamente, los
guerrilleros del Mantaro.
Las guerrillas se constituyeron en partes espontáneamente
y en parte, por la convocatoria cacerista. La prensa y los
jefes chilenos calificaron a estos luchadores simplemente como
"montoneros", en forma despectiva; no obstante, porteriormente
tendrían que admitir que estos indígenas de los que
hablaban tan peyorativamente, fueron capaces de hacer fracasar
las expediciones que intentaron la región central del
Perú.

La participación indígena en la
campaña del centro no se dio como simples montoneras,
porque no fueron fuerzas totalmente improvisadas que atacaban
desordenadamente, "en montón", sino que llegaron a formar
verdaderos cuerpos auxiliares que respondían a la dirección de jefes del ejército
regular mientras éste se consolidaba. Asimismo, formaron
las fuerzas auxiliares que apoyaron al ejército de
línea, sea entrando a rematar una acción o
realizando acciones de
hostigamiento para debilitar sicológicamente o moralmente
al enemigo antes de que se produjese algún encuentro.
Es difícil calcular el número aproximado de
guerrilleros que participaron en todo este tiempo, dado que
no existió (ni podía existir) un empadronamiento,
pero puede afirmarse que fueron varios miles los integrantes de
las guerrillas y que entre ellos hubo mujeres. Así mismo,
tuvieron procedencia muy diversa de la zona andina, algunos
pueblos participantes fueron: Canta, Huarochirí, Santa
Eulalia, Tarma, Jauja, Concepción, Huancayo, Cerro de
Pasco, Ayacucho, Chicla, Matucana, Huayucachi, Huamanmarca,
Huancané, Achipampa, Chupaca, Acoria, Colcabamba, Huando,
Acostambo, Pillichaca, Huaribamba, Tongos, etc.

La Paz de Ancón:
Así, el 20 de octubre de 1883 se firmó el tratado
de Ancón entre el Perú y Chile. Los
firmantes por el Perú fueron Mariano Castro Zaldivar y
José Antonio de Lavalle, en representación del
gobierno de
Iglesias, y Jovino Novoa en representación de Chile. En
1884, se produjo a la ratificación por el congreso, pero
quedaron proposiciones pendientes derivadas de las
condiciones que se establecían en el convenio. Ejemplo de
estas fue la tercera cláusula sobre el destino de Tacna y
Arica y las referidas al pago de la deuda del guano a Gran
Bretaña. Lo definitivo era la pérdida de
Tarapacá y la consagración del derecho de conquista
territorial en América.

4. Conclusiones

1. El clima previo a la
guerra:
El Perú llegó carente de
preparación al reto de 1879.
Nuestro país no había logrado organizar
debidamente, a las constantes apariciones de militarismo.
Pero también debido a la falta de dinero la cual
esto hubiera sido ningún problema si es que no se hubiera
manejado con gran negligencia.
Los gobernantes no empiezan administrar las riquezas que no
ofrecía nuestro país (guano, salitre) llegaron a
despilfarrar mucha riqueza.
Es así que países vecinos admirados por nuestra
riqueza despertaban mucha ambición hacia nuestro
territorio. Llegando así a la guerra con Chile por el
guano y el salitre.

2. Los previsibles imprevistos:
Manuel Pardo en 1860, diecinueve años antes del conflicto dio
una declaración a la "Revista de
Lima" en la cual él expreso que con urgencia se
tenía que invertir y manejar con gran diligencia el
ingreso del Guano para evitar lo que él llamaba "El
Cataclismo" según Pardo: cuando se acabara el guano, lo
que consideraba como la banca rota
fiscal.
Lo cual se llegó a 1879 la guerra con Chile con un
desastre económico y con gravosos préstamos
externos.

3. El expansionismo Chileno:
Los diversos periódicos limeños como " El Comercio"
entre otro en el año 1872 ya anunciaba acerca del
expansionismo chileno hacia el Perú.
Los chilenos negociaban territorios del Perú con Bolivia
ofreciéndoles el sur de nuestro país.
Pero los que dirigían al país en ese entonces no
los tomaban en cuenta.

4. El pretexto para la Guerra:
Fue que Bolivia con su
presidente Mariano Melgarejo acordó con Chile la
explotación del salitre en los grado 23° y 25° lo
cual al término de su cargo en nuevo presidente
Hilarión Dazo ordenó la creación de un
impuesto de 10
centavos por quintal de salitre exportado.
Esta noticia no fue aceptada por Chile declarando así la
guerra a Bolivia.
Perú dispuesto a evitar la guerra envió a
José Antonio Lavalle como intermediador.
Pero este no fue recibido con cordialidad debido a que Chile
tenía conocimiento
acerca del tratado de alianza defensiva peruano-boliviano de
1873.
Chile pidió a Lavalle que Perú se retirara del
tratado lo cual se negó es así que Chile por muchos
años se había preparado para apoderarse del litoral
boliviano y chileno encontró en la negación de
Lavalle el pretexto que necesitaba para declarar la guerra de
Perú.

5. La campaña Marítima:
El 5 de abril de 1879, Chile anunció la declaratoria de
guerra al Perú.
La cual la guerra debía tener como primer escenario el
mar.

6. Protocolo de
Subsidios Peruano-Boliviano:
Este protocolo entre
peruanos- bolivianos obligaba al aliado a indemnizar al
Perú por los gasto que la guerra ocasionaba.
El primer protocolo que se da se modificado debido a que Bolivia
no podía cumplir con este tratado por lo muy costoso.
La cual se modificó y Bolivia acordó abonar la
mitad de los gastos de la
guerra.

7. La guerra en el mar:
La superioridad militar chileno fue mucho mayor desde el inicio
de la guerra.
Sus naves eran más numerosas y más modernas sus
blindajes tenían 10 años menos de antigüedad
comparado con los blindados peruanos.
La cual el Huáscar y la Independencia
que en su tiempo fueron de
primera quedaron superados, otras ventajas fueron la
artillería chilena eran numerosas y tenían
adelantos tecnológicos. Pero en la calidad marina de
la oficialidad era para el Perú.

8. Iquique: 21 de mayo
Al amanecer del 21 de mayo el Huáscar (Grau) y la
Independencia (More) arribaron Iquique resguardado por la
Covadonga y la Esmeralda ambas eran de maderas la cual
hacían presagiar ante las peruanas que sesión
presas fáciles.
A poco en cuando el combate la Covadonga huye hacia el sur
perseguida por la Independencia. Y el Huáscar se hizo
cargo de la Esmeralda logrando eliminarla luego de 3 horas.
Pero lamentablemente pesar a las notables acciones de
nuestra escuadra se perdió el barco más importante
del Perú. La Independencia.

9. De Iquique a Angamos:
La pérdida de la independencia, la nave más
poderosa del Perú terminó por consagrar la ventaja
chilena en el escenario marino a lo cual los chilenos imaginaron
un triunfo fácil pero no les fue tan fácil debido a
que el "Huáscar" les daba la lucha y muchas veces
acompañado por la unión.
El Huáscar estuvo un mes en operación, Chile
paró el ataque reparado inició sus tareas y fue
rumbo a Arica.

10. Angamos.
Capturado el Rímac las naves chilenas con sus mejores
cuidados, armados con artillería llegadas de Europa se
concentro la tomo del Huáscar.
Es así que el 8 de octubre de 1879 el Huáscar y la
Unión divisaron naves chilenas lo cual Grau actuó
como otras veces yéndose al oeste lo cual fue un error
porque allí ya lo esperaban 3 naves chilenas Grau
ordenó a la Unión a huir la cual esta nave se
salvó.
Grau cumplió con su deber pero lamentablemente no se
logró lo esperado. Es así que sus sucesores al ver
que no se podía hacer nada deciden eludir la nave abriendo
las válvulas
pero esta fueron cerrados debido a que los chileno abordaron el
Huáscar.

11. La campaña terrestre.
Entre el 11 y 15 de noviembre Danya (Chile) avanzó hacia
Tarapacá.
Mientras tanto en Pisaque se iniciaba la masacre, Chile formado
por unos 10 mil soldados frente a 1200 entre peruanos y
bolivianos los soldados peruanos al ver que no se podía se
retiraron desordenadamente pero los bolivianos se iban rumbo a su
país es así que muchos peruano no contaban con una
brújula para orientarse porque en ves de ir hacia Arica
que era el norte iban hacia el sur, Tarapacá donde era
seguro la
presencia enemiga.

12. Tarapacá:
El 22 de noviembre el Ejercito del Sur llegó a
Tarapacá donde se llegaría a vencer a los
chilenos.
El 27 de noviembre tuvieron conocimiento
de que tropas chilena se acercaban. Es así que los jefes,
coroneles tomaron la iniciativa.
La cual lograría la victoria pero a pesar de eso tuvieron
que abandonar Tarapacá yendo a Arica por la venida de mas
refuerzos chilenos.

13. El viaje de Prado:
La razón del viaje realizado por Prado se debió a
que tenia que ir a Europa para
adquirir naves indispensables para la guerra la cual se
prolongó por mucho tiempo. Es así que la historia ha tomado esta
actitud
cobarde del presidente Mariano I. Prado.

14. Piérola al poder:
A la ausencia de Prado quedó como presidente La Puerta la
cual gobernó con incapacidad al reemplazar al
presidente.
Piérola asumió el poder el 23 de
diciembre de 1879 con el descontento popular.

15. Campañas de Tacna y Arica:
Ocupada Tarapacá Chile andaba en si arribar Lima o tomar
Tacna y Arica con esta última era una de sus opciones
ventajosas como siempre Chile destacaba de sus organizaciones:
miles de hombres en 18 naves, tenían abastecimiento de
agua,
provisiones; cosas que a perú les hacía falta,
logrando Chile la victoria.

16. Arica: 7 de Junio.
Consumada la derrota en Tacna, la surte dependía en Arica.
Se podía abandonar el territorio pero todas las zonas eran
protegidas y era imposible el escape.
Bolognesi al mando de la tropa en su conferencia con
su estado mayor
dio a conocer "que estaba dispuesto a salvar el honor de su
país quemando el último cartucho".
Es así que el 7 junio de 1880 los soldados contagiados con
el espíritu de Bolognesi lucharon y entregaron su vida en
el escenario de Arica.

17. La Campaña de Lima.
Luego de la guerra en Arica los chilenos su objetivo era
la toma de la Capita.
Es así que el presidente N. De Piérola
asumió la
organización y decidió establecer líneas
defensivas en San Juan y Miraflores. La cual se perdió en
ésta las campañas por falta de armamentos.
La derrota de San Juan permitió el ingreso a Chorrillos, y
la batalla de Miraflores de debió al incumplimiento de un
armisticio por parte del Perú.

19. La campaña de la Breña:
Luego de la derrota en Lima los jefes, oficiales y la población no estaban dispuestos a rendirse
ya que no aceptaban las condiciones de paz de Chile.
La última etapa de la guerra tomó el nombre de La
Breña o de la resistencia: lo
cual los luchadores fueron conocidos como los Breñeros..
Estos fueron base para la recomposición de las fuerzas
nacionales.

20. Actitudes
frente a la Campaña de la Resistencia:
Nicolás de Piérola designó tres jefaturas la
idea estas eran continuar la guerra al no ofrecerse condiciones
propicias para la paz. Andrés Avelino Cáceres
encabezó la resistencia, demoró en la
formación del nuevo ejército por la carencia de
recursos.

21. Principales acciones:
Andrés A. Cáceres desarrolló 4 periodos en
la campaña de la Breña:
1era. Se formula la estrategia.
2da: Cáceres reorganizó su ejercito y tuvieron
combates que fueron victoriosos de las resistencia.
3era: Se da la batalla de Huamachuco 10 de julio de 1883. lo cual
se pierde por falta de armas.
4ta.: Cáceres de enteró de la firma del Tratado de
Paz en Ancón.

22. Represalias Chilenas
El ingreso chileno a la sierra les ocasionó
inconveniencia, debido a la poca colaboración de los
pueblos, epidemias entre otros.
Lo cual disgustó mucho a los chilenos y los llevó
tomar represalias contra los pueblos que se atrevían
enfrentarlos:
Uno de ellos fue Teodoro Peñalosa que fue quemado vivo
junto a su madre y muchos pueblos fueron víctimas de esta
masacre.

23. La Resistencia en el Norte:
La campaña de la Breña no fue la única
resistencia, sino también quienes se fueron a la sierra
estuvieron dispuestos a detener al enemigo.
Uno de ello Miguel Iglesia y
José Mercedes pago quienes lucharon en San Pablo logrando
una victoria.
Pero después de las represalias chileno en Cajamarca
Iglesias decide firmar la paz con Chile el cual le valió
en enfrentamiento con Puga.

24. Participación Indígena en la guerra con
Chile:
La convocatoria nacional a la defensa frente a la declaratoria de
guerra de Chile el presidente Prado convocó a todos los
hombres hábiles para la guerra entre los 18 y 60
años. En el primer llamado asistieron hombres de toda
condición y procedencia: Pero siendo los indígenas
desde el primer día mayoritariamente.

25. Formación del Ejército del Sur:
Durante la campaña del Sur el ejército estaba
formado por voluntarios. Muchos de ellos eran hacendados o
mineros quienes comandaron batallones con sus obreros y se
incorporaron a la lucha. Paralelamente muchas comunidades
formaron sus contingentes.
Siendo dos de ellos el Zepita (por cuzqueños) y el Dos de
Mayo (por ayacuchanos)

26. La campaña de Lima: Todo por el Perú
Piérola se concentró en conseguir el mejor
ejército. Los cual hizo un llamamiento a hombres
hábiles en el manejo de armas.
Hacendados del centro organizaron contingencias con gente de su
servicio o voluntarios para enviarlos a la capital. Consiguieron
más de 3 mil soldados.
Estos hacendados no sólo ayudaron de esta manera sino que
apoyaron a su país con los gastos de las batallas.

27. La Paz de Ancón.
El 20 de octubre de 1883 se firmó el tratado de
Ancón entre el Perú y Chile. Los firmantes por el
Perú fueron Mariano Castro Zaldívar y José
Antonio de Lavalle en representación del Gob. De Iglesias,
y Jovino Novoa en representación de Chile.
El tratado establecía que el Perú cedía a
Chile perpetua e incondicionalmente la provincia de
Tarapacá, Arica y Tacna por tiempo de 10 años.
En 1884 se ratificó el tratado pero quedaron pendientes el
destino de Tacna y Arica y los referidos pagos de la deuda del
guano a Gran Bretaña. Los definitivo era la pérdida
de Tarapacá.

5. Bibliografía

– Autor: J. Augusto Benavides Estrada.
Edición: Escuela Nueva
5to.
Página: 51, 59
– Autor: Aurelio Miro Quezada Sosa.
Edición: Libres S.A.
Impresión: Editorial en comercio
S.A.
Página: 183, 184, 185, 188, 195, 196.
– Autor: Mariano Felipe Paz Saldan.
Edición: Carlos Milla Batres.
Página: 224, 225

Partes: 1, 2
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