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Gran Depresión de los años 30




Enviado por mrnice__guy



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Antecedentes
    3. La Gran
    Depresión

    4. ¿Por qué se produce el
    crack de 1929?

    5. Consecuencias del crack de
    1929

    6. Tentativas de
    salvación

    7. Bibliografía

    1. Introducción

    En la aproximación al fenómeno
    bursátil nada lo es más que la historia de los crash,
    aunque el humor resulta por momentos bastante negro.
    Pero no es solo cuestión de divertise un poco. En
    realidad, es algo sumamente instructivo. En las fases alcistas se
    van generando un estado de
    euforia que degenera en las burbujas especulativas. A modo de
    "ideología" justificativa de la burbuja se
    van tejiendo una serie de mitos sobre el
    funcionamiento de los mercados
    financieros, mitos que son
    aceptados por una masa de participantes en el mercado cegados
    por la codicia. El crash no solo tira por tierra los
    mitos, poniendo de manifiesto su falsedad. Además se lleva
    por delante a los
    incautos que creyeron en ellos.
    Conocer la historia de los crash
    permite conocer estos mitos y estar precavidos ante ellos. El
    historiador por excelencia de los crash, J.K. Galbraith,
    escribió lo siguiente en el prefacio a la edición
    española de su "Breve historia de la euforia
    financiera":

    "En este último cuarto de siglo, y especialmente
    en la última década, la larga, variada y a menudo
    desastrosa historia económica de España ha
    culminado en una era de notables éxitos. España ha
    gozado de un alto y sostenido crecimiento
    económico, y su tenor de vida ha progresado
    admirablemente. En otro tiempo fuente de
    voluntariosa y
    barata mano de obra para el resto de Europa
    occidental, hoy España demanda
    idéntico suministro de trabajadores de la vecina Africa. Esto, no
    cabe duda, brinda el escenario y el decorado apropiados para el
    optimismo, que podría convertirse en la euforia descrita
    en estas páginas. […] Así pues, me
    sentiría feliz si creyera que logro hacer alguna
    contribución, por humilde que sea, para prevenir los
    excesos económicos que conducen al inevitable día
    del desencanto y del gran desastre. Esta es la modesta esperanza,
    o tal vez debería decir ligeramente inmodesta, que he
    depositado en este libro."

    Admirables palabras, llenas de lucidez, que hago
    mías.
    De todos los grandes crash de la historia el más famoso es
    de Wall Street en 1929. A diferencia de otros que
    desfilarán a lo largo de la serie, la crisis de 1929
    es sumamente conocida, su existencia forma parte de la "cultura
    general" de la gente. Hay muchas referencias y estudios, incluso
    una monografía
    muy famosa escrita por Galbraith.
    Existe un paralelismo entre la situación política y
    económica de Europa a partir
    del tratado de Versalles. A esta Europa corresponde una economía en crisis, que no
    solo es reflejo de los destrozos de la guerra sino
    también de las medidas económicas y de la falta de
    solidaridad en
    los tratados de
    paz.

    Uno de los grandes problemas es
    el pago de indemnizaciones y deudas entre los países:
    * Alemania ha de
    afrontar el pago de las indemnizaciones de guerra.
    * Inglaterra adeuda
    a Estados
    Unidos.
    * Francia
    había contraído una deuda altísima con las
    empresas y el
    gobierno de los
    Estados
    unidos, Inglaterra
    debía colaborar
    en ese pago.

    Todo esto provocaría graves problemas, por
    lo que en 1924 se aprueba el plan Dawes, era
    el intento de colocar a Alemania en
    condiciones de pagar a los aliados, para que éstos a su
    vez puedan pagar a Estados Unidos.

    Pero no funcionaría.
    En 1925 se inicia una nueva etapa. Alemania es admitida en la
    Sociedad de
    Naciones, se revisan y disminuyen las indemnizaciones y se
    intensifican los intercambios y las transferencias de capital.

    Un aire de optimismo
    sopla en el mundo.
    Una gran crisis mundial estalló el 24 de octubre de 1929,
    el famoso "Jueves Negro". Aquel día, en Wall Street (donde
    está la Bolsa de valores
    de Nueva York),
    el pánico se apoderó del mundo de las finanzas: la
    cotización de los valores se
    hundió. Muchos ciudadanos, desde grandes hombres de
    negocios hasta
    pequeños accionistas, se arruinaron. La depresión
    económica pronto se extendió por casi todos los
    países del mundo; y, como seguía a un
    período de prosperidad que había suscitado toda
    clase de esperanzas, causó una tremenda impresión:
    "Hombres y mujeres", escribió el historiador Arnold
    Toynbee, "previeron la posibilidad de que se dislocara el
    sistema social
    de Occidente". La crisis desembocó en una época de
    inestabilidad y de tensiones que culminó con el auge del
    nazismo y el
    estallido de la Segunda Guerra
    Mundial.

    2. Antecedentes
    La Primera Guerra Mundial
    Esta guerra arrasó buena parte de Europa: diez millones de
    muertos, regiones enteras devastadas (la Europa balcánica,
    Polonia oriental, Rusia Blanca, el nordeste de Francia,
    Bélgica) y la red de comunicaciones
    casi totalmente destruida en las zonas de combates.
    La Primera Guerra
    Mundial enriqueció a Estados Unidos, que se
    convirtió en el gran banquero del mando.
    La guerra, muy costosa, provocó también el
    endeudamiento de muchos de los beligerantes: por ejemplo,
    Francia, que
    había previsto, para caso de guerra, un crédito
    de 2.500 millones de francos de su Banco Nacional,
    tuvo que pedir prestados 75.000 millones (sobre todo, a banqueros
    de Londres y de Nueva York).
    De 1914 a 1920, el endeudamiento total de los beligerantes (con
    exclusión de Rusia) pasó de 26.000 millones a
    225.000 millones de dólares. En cambio, muchos
    países prestamistas o proveedores de
    armamentos, de alimentos, de
    materias primas o de maquinaria se enriquecieron; entre otros,
    naciones neutrales como Suiza o los Países Bajos,
    así como Japón y
    Estados Unidos. Estos últimos se impusieron cada vez
    más en el mercado mundial:
    al terminar la guerra poseían la mitad del oro del mundo,
    y entre 1913 y 1929 su renta nacional pasó de 33.000 a
    72.000 millones de dólares.

    Creación de dinero,
    inflación y caída de la demanda.
    Para satisfacer la renacida
    demanda, mejoró el rendimiento de las fábricas,
    pero subieron los precios. En
    contrapartida, cuando había que pagar los productos
    adquiridos, el crédito
    era escaso. Incapaces de hacer frente a sus deudas los gobiernos
    multiplicaron las emisiones de billetes, lo que favoreció
    la inflación.
    Una Primera crisis grave sacudió a la economía mundial
    entre 1919 y 1923; fue muy notoria en Alemania, donde el marco,
    en 1923, se devaluaba cada hora y donde los obreros llegaron a
    cobrar su salario
    después de cada hora de trabajo.
    Una segunda fase se produjo con la caída de la demanda a
    medida que caía el nivel de vida. Los productos no
    vendidos se acumulaban, las fabricas cerraban sus puertas y esto
    aumento el desempleo.

    Surge el capitalismo
    monopolista.
    Los magnates de las grandes empresas
    aprovecharon la inflación para comprar a bajos precios
    fabricas enteras. La concentración de la producción en pocas manos (monopolios) se
    aceleró y el trabajo en
    cadena con baja paga de salarios se
    convirtió en el gran negocio.

    Estados Unidos, a la cabeza de la economía
    mundial.
    La Primera Guerra Mundial
    enriqueció a Estados Unidos, que se convirtió en el
    gran banquero del mando. De 1923 a 1929, la producción industrial de este país
    creció un 64%, con tasas aún más elevadas
    para el
    petróleo, acero y los
    productos químicos. La prosperidad se generalizó, y
    su símbolo fue la proliferación de
    automóviles: en 1929, se fabricaron en Estados Unidos
    más de cinco millones de vehículos (tantos como en
    el próspero año 1953).

    Para aumentar las ventas, los
    industriales y los banqueros americanos desarrollaron el sistema de
    ventas a
    crédito. Se calcula en 7.000 millones de dólares el
    valor de los
    créditos concedidos en el año 1929;
    el 60 % de las ventas de automóviles y el 40 % de las
    transacciones inmobiliarias se efectuaban entonces a plazos. Se
    constituyeron o se reforzaron inmensos imperios industriales:
    La United Steel Corporation controlaba el 60 % de la
    producción de acero;
    La Ford y la General Motors
    dominaban dos terceras partes de la industria del
    automóvil.
    Estos gigantes industriales estaban
    unidos a poderosos bancos. El
    mito de la
    prosperidad permanente ganó terreno, y el sistema de vida
    americano, fascinó al mundo.

    3. La Gran
    Depresión

    La frágil prosperidad de los años
    veinte
    Europa logro salir de la crisis. Las monedas y
    los precios se estabilizaron. La producción
    aumentó. En 1929 Francia era el primer productor mundial
    de mineral de hierro y el
    segundo productor de automóviles, detrás de Estados
    Unidos.
    El desarrollo de
    Alemania se veía obstaculizado por los 132.000 millones de
    marcos oro que debía a los vencedores como
    reparaciones de guerra. No obstante, este país
    consiguió un escalonamiento de los pagos (hasta 1988)
    gracias a los americanos, que deseaban colocar en él sus
    capitales.
    En los años 20, los norteamericanos invirtieron en
    empresas alemanas más de mil millones de dólares.
    En casi toda Europa renació la vida, de los negocios,
    aumentó la prosperidad y se hicieron fortunas: fueron los
    años locos", en los que Europa vivió con
    despreocupación.
    Una observación detenida hubiera descubierto
    algunos motivos de inquietud. Las tensiones políticas
    subsistían: en 1923, Francia ocupó el Ruhr para
    exigir que Alemania pagase las reparaciones de guerra.
    En este país y en Italia, nazismo y
    fascismo
    causaban cada día mayor preocupación por su
    nacionalismo
    beligerante. En 1923, Miguel Primo de Rivera instauró en
    España una dictadura
    militar, y en 1926 los militares dieron un golpe de Estado
    en Portugal. En el Próximo Oriente y en el resto de
    Asia, los
    pueblos colonizados trataban de liberarse de la tutela
    europea.

    Gran Bretaña tuvo dificultades para salir del
    marasmo económico; sus instalaciones productivas eran
    viejas, y el paro crecía sin cesar. Y, aunque la industria se
    desarrollaba, no ocurría lo mismo con la agricultura:
    en Estados Unidos, los precios agrícolas permanecieron
    bajos, los agricultores se endeudaron y, en diez años,
    más de dos millones de ellos tuvieron que abandonar sus
    tierras.

    Alzas vertiginosas
    Las monedas no se habían estabilizado por completo, y los
    problemas se complicaron: las divisas ya no se hallaban
    garantizadas sólo por las reservas de oro, sino
    también por algunas monedas fuertes, como la libra
    esterlina y, después, el dólar. Por último,
    el mercado bursátil, en el que se negociaban las acciones de
    las industrias,
    vivía bajo el signo de un optimismo desaforado. En la
    bolsa de Nueva York, el precio medio
    de los valores
    subió un 25 % en 1928 y un 35 % en los primeros meses de
    1929.

    Algunas acciones
    habían experimentado alzas vertiginosas (en 1929, las de
    General Motors valían cincuenta veces más de su
    valor
    inicial). El mercado al alza, engendró una
    especulación que aumentó desmesuradamente el
    volumen de las
    transacciones bursátiles: en marzo de 1928 se negociaban
    al día medio millón de acciones y, en junio de
    1929, se alcanzaban los ¡cinco millones! Los financieros se
    lanzaron a operaciones
    complejas y aventuradas, valiéndose del crédito
    depositado en ellos.
    Estallaron numerosos escándalos financieros, que
    testimoniaban la corrupción
    de los negociantes y el compromiso de ciertos medios
    políticos.

    El "Jueves Negro"
    A principios de
    octubre de 1929, en Wall Street, ciertos indicios comenzaron a
    inquietar a los corredores de la gran bolsa de valores
    neoyorquina. Los precios al por mayor del hierro, del
    acero y del cobre,
    así como los beneficios de la industria del
    automóvil, bajaban.
    El jueves 24 de octubre de 1929, conocido como el jueves
    negro", se inicia la crisis económica mundial con el crack
    financiero de Wall Street.
    Presagiando la tormenta, algunos especuladores astutos trataron
    de vender sus títulos mientras las cotizaciones aún
    iban en alza. El movimiento ya
    estaba en marcha, y las ventas se multiplicaron. Entonces los
    grandes bancos decidieron
    comprar para detener la baja, pero no pudieron hacer frente a los
    16 millones de acciones volcadas sobre el mercado el martes 29 de
    octubre. Las autoridades no comprendieron la situación; en
    noviembre, el presidente Hoover aún decía: "
    Compren ahora, la prosperidad está a la vuelta de la
    esquina"
    El desconcierto fue general: ¡casi trece millones de
    títulos fueron puestos a la venta a cualquier
    precio!, la
    caída de las cotizaciones se aceleró; el 13 de
    noviembre, las acciones industriales habían bajado de 469
    puntos a 220: quien tuviera

    ¿Por qué se produce
    el crack de 1929?

    Con excepción de la
    Unión Soviética, todos los países se
    vieron afectados por la crisis bursátil y financiera. Esta
    crisis sólo era la expresión de una
    situación económica muy grave pues desde 1928 las
    compras
    habían disminuido y los mercados se
    hallaban saturados.
    Este imprevisible descenso de las actividades industriales fue la
    causa de la caída de la bolsa. Y el crack bursátil
    aumentó las
    dificultades económicas a partir de entonces.
    Para 1928, la minería
    del carbón, la industria textil y los astilleros no
    habían recuperado su nivel de actividad de 1920, y
    persistía el paro (dos millones de desocupados). Las
    tierras hipotecadas por miles de agricultores cayeron en manos de
    grandes sociedades.
    Ello no impedía que la euforia fuera extraordinaria. En
    septiembre de 1928, el presidente de la Bolsa de Nueva York
    todavía afirmaba: "Muchas personas aún no han
    comprendido que, al parecer, esto es el fin de los ciclos
    económicos tal como los hemos conocido. Estoy convencido
    de la esencial y fundamental solidez de la economía
    americana. Los acontecimientos de los próximos años
    se encargaron de desmentirle de manera flagrante.
    En todo boom hay un elemento especulativo, comenzando por el
    siglo XVII. Durante la tulipomanía holandesa (1630), un
    tipo poco común de bulbo se podía vender a 5.500
    florines -50.000 dólares en moneda actual-. En el crack
    posterior, muchas personas se arruinaron. La historia se
    repitió casi cien años después, con la
    llamada "burbuja del mar del Sur" (1720), cuando una empresa de
    aventureros ofreció hacerse cargo de la deuda nacional
    británica a cambio del
    monopolio del
    comercio con
    las colonias españolas en América. En esa loca fiebre especulativa,
    los precios de las acciones subieron de 130 a 1.000 libras en
    siete meses, para estallar posteriormente. Entre los muchos que
    perdieron su dinero se
    encontraba el famoso científico Isaac Newton,
    quien comentó amargamente: "Puedo calcular los movimientos
    de los cuerpos pesados, pero no la locura de las personas". Antes
    del crack de 1929 se produjo el famoso escándalo de
    la tierra en
    Florida. Se pagaban fabulosas sumas de dinero por una
    ciénaga. Como siempre, la orgía especulativa
    terminó en lágrimas.

    El capital
    ficticio, como llamaba Marx a la riqueza
    de papel generada
    por la especulación, ha jugado un papel similar
    en cada boom en la historia del capitalismo.
    Durante el período de auge hay una demanda febril de
    capital y una búsqueda irracional de beneficios
    rápidos y dinero fácil. Como explica Marx, el ideal de
    la burguesía es siempre hacer dinero del dinero sin la
    penosa necesidad de involucrarse en la producción. Este es
    el origen del juego en la
    Bolsa y otras formas de especulación. Durante los
    períodos de boom se generan grandes cantidades de capital
    ficticio y se dan por válidas aunque carezcan de una base
    real. En el actual boom de EEUU, éste fenómeno
    alcanza proporciones extraordinarias. No sólo se aprecia
    en los precios de Wall Street, inflados hasta el punto de que no
    guardan relación con el valor real o la rentabilidad
    de las empresas correspondientes, sino también en las
    asombrosas cantidades de capital ficticio que circulan por los
    mercados
    monetarios del mundo como derivados y recursos
    especulativos similares.

    De una manera distorsionada la Bolsa refleja el movimiento de
    la economía real y a su vez puede tener un gran impacto en
    ella. El actual boom del consumo en
    EEUU depende hasta cierto punto de la subida del precio de las
    acciones y de la deuda. Una vez que la burbuja estalle,
    tendrá un efecto destructor en la llamada confianza del
    consumidor. En la
    actualidad, casi el 50% de los norteamericanos posee acciones,
    directa o indirectamente, diez veces más que en 1929 y el
    doble que en 1987, año del último gran crack
    bursátil. Imaginar que un crack en estas circunstancias no
    tendría efecto en la economía real es una
    fantasía.

    La última semana de octubre de 1.929 se produjo
    la hecatombe. Hubo sobre todo dos jornadas de auténtico
    pánico financiero: el día 24, cuando casi 13
    millones de títulos fueron vendidos, y especialmente el
    29, en que se negociaron 16,5 millones de títulos. Muchas
    familias estadounidenses vieron cómo de un soplo se
    desvanecían todas las ganancias que habían
    acumulado en los 18 meses anteriores.

    Se cumplía así el principio de que lo que
    sube baja. Pero como otro principio dice que lo peor puede
    empeorar, aún quedaba más, y la caída de la
    Bolsa neoyorquina persistió hasta el 8 de junio de 1.932,
    en que tocó fondo. Ese día, el índice de
    Wall Street marcaba una octava parte de la que había sido
    su máxima cotización.

    El martes 29 de octubre fue el día más
    devastador en la historia de la Bolsa de Nueva York y,
    posiblemente, el más devastador en la historia de todos
    los mercados. Todo lo peor de todos los días anteriores se
    dio apretada en él", escribe John Kenneth Galbraith en su
    libro El crac
    del 29.

    El mecanismo que desencadenó la caída, con
    un efecto de bola de nieve, fue que, durante los días de
    euforia especulativa, los inversores habían comprado
    acciones mediante préstamos que estaban garantizados por
    esas acciones que adquirían. Cuando el valor de
    éstas comenzó a bajar, los prestamistas vendieron
    los títulos depositados en garantía para recuperar
    al menos una parte de las cantidades prestadas, lo que no iba a
    hacer más que acelerar la caída.

    La mañana del jueves 24 de octubre de 1.929, una
    multitud se arremolinaba en Wall Street, donde el mercado era un
    tumulto de vendedores: los precios no hacían más
    que bajar y, a las once de la mañana, el pánico
    invadió la Bolsa. La policía avisada de que algo
    raro estaba ocurriendo, acudió para mantener el orden.
    Pero el aspecto de aquellas personas no era el de unos
    agitadores, sino que sus rostros denotaban una especie de
    horrorizada incredulidad ante el desplome
    bursátil.

    Para evitar incidentes entre los inversores y los
    curiosos que se habían acercado a Wall Street, a las 12:30
    se ordenó desalojar las dependencias de la Bolsa
    reservadas al público. Uno de los que debieron salir a la
    calle era Winston Churchill, ex-ministro de hacienda
    británico, que estaba en América
    de visita y dando conferencias. Churchill se admiró del
    orden y la calma que, dada la gravísima situación,
    mantenían los especuladores.
    Ante el desplome, al mediodía, los cinco banqueros
    más importantes del país decidieron sostener el
    mercado y dieron órdenes de compra. Dijeron que las bases
    de la Bolsa eran firmes y que la depreciación se debía a correcciones
    técnicas. Su actitud
    tranquilizó los ánimos y contuvo los precios.
    Pero la calma duró poco, pues el lunes siguiente,
    día 28, la situación empeoró. Y el 29,
    martes negro, las
    pérdidas equivalían a las ganancias de más
    de año y medio. Ese día, los banqueros se reunieron
    dos veces, pero su intención ya no era sostener el
    mercado, pues estaban vendiendo. Habían aceptado que algo
    iba mal en la economía y que los problemas no eran
    técnicos.

    Consecuencias del crack de
    1929

    Los bancos restringieron el crédito, y
    se exigió a los industriales y los agricultores que
    pagaran sus deudas. Se multiplicaron las quiebras: en Estados
    Unidos, hubo más de 28.000 quiebras comerciales e
    industriales en 1931 y 5.000 bancarias en tres años.
    El crack de 1929 inició la pavorosa crisis conocida como
    "gran depresión". Como nadie podía comprar, se
    produjo una baja general de los precios, y los productos se
    acumularon en las fábricas; consecuentemente, como los
    patronos no vendían, los salarios bajaron,
    la producción se redujo y el paro aumentó, con lo
    que aún se podía comprar menos.
    La producción industrial del mundo se redujo en un 38 %
    entre 1929 y 1932, y el volumen del
    comercio
    internacional descendió en un tercio.
    Era un círculo vicioso. Se destruía los productos
    por falta de compradores: automóviles nuevos eran
    desguazados; en Brasil, se
    utilizaba café
    para hacer funcionar las locomotoras; en Dinamarca y Argentina se
    sacrificaban las reses.

    El desarrollo de
    la crisis industrial estaba ligado con la crisis agrícola
    crónica que padecía el mundo desde 1918.
    En la agricultura,
    la crisis afectó tanto a las pequeñas y medianas
    explotaciones como a las grandes. Millones de campesinos,
    expulsados de sus tierras por los acreedores, y numerosos peones
    agrícolas que no encontraban trabajo pasaron a engrosar
    las ya prietas filas de los desempleados de las ciudades. En las
    tierras que les habían sido confiscadas nació una
    gran agricultura mecanizada.
    La crisis provocó las mayores arbitrariedades: mientras
    millones de seres humanos morían de hambre en el mundo,
    los productores tiraban a destruían los artículos
    cuyo precio de venta se
    hundía. La leche o el
    café
    eran tirados a las alcantarillas o al mar. La distribución gratuita de estos productos
    hubiera hecho bajar todavía más los precios, por
    consiguiente, se prefería destruirlos
    sistemáticamente.
    La producción de cereales, la ganadería
    y la economía lechera se vieron afectadas. Al bajar el
    nivel de vida de los asalariados, descendieron bruscamente las
    ventas de los agricultores. Los precios al por mayor se
    hundieron: en Nueva York, el bushel (unos 35 litros) de trigo
    bajó de 148 a 44,5 céntimos de
    dólar.

    El desempleo
    alcanzó proporciones nunca vistas: diez millones de
    parados censados oficialmente en el mundo en 1929.
    ¡Cuarenta millones en 1932! En Estados Unidos, el 25% de la
    población laboral estaba en
    paro. Ante las oficinas de socorro, las sopas populares y los
    albergues nocturnos, se alargaban las filas.
    Al llegar la crisis, los vendedores reclamaron lo que se les
    debía, y los deudores, a menudo parados, no pudieran
    pagar, por lo que se sucedían los embargos. Los parados se
    vieron obligados con frecuencia a mendigar su comida en organizaciones de
    caridad.

    En la vida política
    internacional se recrudecen los nacionalismos. La vuelta al
    proteccionismo, al nacionalismo,
    como el fascismo italiano
    o el nazismo alemán. Comprobada la imposibilidad de
    instaurar una era de entendimiento cada potencia se
    desentenderá del resto. Aquí comienza, en gran
    medida, el camino hacia la guerra.

    En orden de política interior se produce un
    descrédito de la democracia
    parlamentaria. Al demostrarse la necesidad de la
    intervención estatal se refuerzan los gobiernos
    autoritarios y los poderes ejecutivos toman las riendas por
    encima de los otros dos poderes del Estado.

    La crisis repercute también en la demografía, que se detiene, hasta se
    produce una regresión. En países totalitarios,
    temerosos de la repercusión que un descenso de la
    natalidad puede tener en su potencial militar, estimulan los
    nacimientos.

    Los movimientos de población también son afectados. Se
    detiene la concentración urbana. Se paraliza la
    emigración internacional.
    Sin embargo, hay algunos sectores que se benefician, el descenso
    de precios aumenta la capacidad adquisitiva de aquellos que
    mantienen sus ingresos.
    En casi todos los países se fortalecen los sindicatos y
    los partidos
    políticos obreros.
    También en el orden intelectual se produce una crisis de
    valores.

    Tentativas de
    salvación

    Ante una crisis tan profunda, los gobiernos tenían que
    intervenir. En Estados Unidos, el presidente Roosevelt,
    elegido en 1932, puso en práctica el New Deal: el Estado
    llevó a cabo una política inflacionista para
    aliviar las deudas; devaluó el dólar en un 59 %
    para favorecer las exportaciones,
    millones de parados fueron empleados en un vasto plan de obras
    públicas y en la ordenación de vastas regiones; se
    fundaron instituciones
    de crédito agrícola que otorgaban préstamos
    a bajo interés, y
    se oficializó la ayuda a los parados.
    Estas medidas permitieron una recuperación de la actividad
    económica, pero resultaron insuficientes. Hubo que esperar
    hasta 1939 para que la recuperación fuera evidente. Las
    tensiones internacionales favorecieron el desarrollo de la
    industria de armamentos.

    El New Deal, a pesar de su éxito a
    medias, había enterrado al capitalismo liberal: el Estado
    había pasado a ser árbitro y organizaba la
    economía. Pero no todos los Estados optaron por
    reorganizar el capitalismo.
    Producto de la
    reactivación económica causada por el plan del
    presidente Roosevelt fue reelegido tres veces:1936, 1940 y
    1944.
    En Alemania, el nazismo se aprovechó de la crisis. los
    nacionalsocialistas denunciaron la economía liberal y a
    los "capitalistas judíos", a quienes hacían
    responsables de todos los males. Deseaban suprimir los sindicatos y
    reemplazarlos por un sistema corporativo. Los grandes
    industriales, que sabían muy bien que el pretendido
    anticapitalismo de Hitler era pura
    farsa, vieron en él un bastión contra la
    agitación social y el avance comunista. Había
    empezado la era de la barbarie nazi, y con ella la marcha hacia
    la guerra.

    7. Bibliografía

    http://personales.com/espana/malaga/Guardiolapage/temall.htlm

    www.moir.org.co/Deslinde/2024/lacrisis mundial.htm
    http://www.herramienta.com.ar/13/13-2.html
    http://www.deahe.uned.es/debateade/_disc/000002dc.htm

    http://www.revistadelsur.org.uy/revista.073/tapa1.html
    http://www.terra.com.ve/aldeaeducativa/temas/tareas4cd72.html
    http://www.arts.unimelb.edu.au/amu/ucr/student/1997/Yee/1929.htm

     

     

    Autor:

    Diego Urday Zegarra

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