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DODECAFONISMO




Enviado por jgarcial



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Dodecafonismo y
    serialismo

    3. Compositores
    destacados

    1.
    Introducción

    El siglo XX fue el siglo de la nueva música. Aunque hubo
    también nueva música en otros
    períodos, la ruptura con la tradición
    histórica no fue nunca tan radical, debido
    fundamentalmente al rechazo de la tonalidad (Schönberg),
    hasta llegar al completo abandono del concepto
    tradicional de música (Cage), si bien al mismo tiempo gran parte
    de esta ruptura quedó inalterada (música ligera,
    Neoclasicismo,
    tradición de la ópera y los conciertos). El siglo
    XX cultivó una variedad de estilos en la música
    mucho mayor que la de cualquier otro período anterior.
    Se puede justificar éste fenómeno en el afán
    de los compositores por buscar nuevos lenguajes, nuevas formas de
    expresar su arte, y es
    aquí donde Schönberg emerge como gran innovador. Las
    reacciones por parte del público fueron las mismas que se
    dan cada vez que alguien desafía la tradición y los
    órdenes imperantes. Reacciones de total rechazo debido a
    la incomprensión de su obra, pero que al pasar de los
    años, se iría aceptando paulatinamente por un
    círculo creciente de académicos.

    2. Dodecafonismo y
    serialismo

    En la armonía clásica tradicional, una
    composición tiene un centro tonal, una nota prefijada (el
    tono en que está escrita) que hace de centro, y respecto a
    la cual las demás notas de la escala cumplen
    determinadas relaciones armónicas. Estás relaciones
    se determinan, desde el punto de vista físico, por
    relaciones aritméticas sencillas entre las frecuencias de
    vibración de esas notas, y, de una manera intuitiva, en
    unos acordes simples enlazados de manera "natural", aquella que
    prima casi absolutamente en la música ligera, que ha
    permanecido al margen de la complicación progresiva de la
    música denominada culta.
    Hay precedentes, y antiguos, de las posibilidades de desarrollo de
    la armonía tonal, concretamente en las últimas
    obras de Beethoven, en Chopin, en Liszt, en Berlioz; pero sobre
    todo en Wagner y en Mahler.
    A partir de Pierrot lunaire, y ya antes, Schönberg practica
    (y después lo enuncia teóricamente) la libertad de
    cada nota a ser utilizada sin subordinación a otra. Los
    doce tonos de la escala temperada
    tienen igual importancia para él. Y empieza la lucha por
    poner eso de manifiesto, que se traduce en la huida de la
    consonancia, de lo que a oídos normales "suena bien". Se
    comprende que la tonalidad es una opción, pero no es lo
    corriente: prima la cacofonía, abunda la disonancia en el
    sentido clásico.
    El concepto de la
    música dodecafónica es en principio muy simple:
    ninguna nota posee superioridad tonal o armónica sobre
    otra. El estilo de composición dodecafónico sigue
    unas rígidas reglas e instrucciones, las cuales se
    tornarían más y más estrictas a medida que
    el siglo avanzó.
    Como ejemplo, un compositor dodecafonista puede empezar
    organizando una secuencia con las doce notas de la escala
    cromática en un orden predefinido:
    C, Ab, A, Gb, F, B, Bb, D, Eb, Db, G, E
    Esa línea de doce notas es el material musical para toda
    la pieza. Esta serie original (P) puede ser Retrogradada (R – la
    misma sucesión de las notas, pero tocadas desde el final
    hasta el comienzo) e Invertida (I – la dirección de los intervalos (ascedente o
    descendente) es invertida), la cual a su vez puede ser
    Retrogradada (IR), para su uso en la pieza. Además, cada
    una de esas permutaciones puede ser transpuesta, creando un total
    de 48 versiones posibles de la serie inicial (12 versiones de la
    serie original transpuestas, 12 inversiones,
    12 retrogradaciones y 12 inversiones de
    las retrogradaciones).
    Las dos reglas más importantes en la composición
    dodecafónica son:

    • La serie original debe ser seguida con exactitud, y
      no puede ser repetida hasta que cada nota haya sido
      tocada.
    • Se debe evitar cualquier combinación o
      secuencia de notas que impliquen tonalidad (intervalos
      perfectos, tríadas, séptimas disminuidas,
      etc).

    En la práctica, estas serie pueden ser
    presentadas linealmente (melódicamente) o en forma de
    acordes (armónicamente).
    Veamos ahora de una manera un poco más detallada las
    operaciones
    mencionadas unas líneas hace.
    Primaria (P): Es la sucesión original a partir de la cual
    se generarán las demás series. Se usa un sistema
    aritmético para las operaciones sobre
    esta serie original. Para ello, se numera cada nota de acuerdo a
    su orden posicional, partiendo de desde la nota C (0)
    hasta B o Cb (11 o su abreviatura e). Con esto, podemos
    asignar a la serie del ejemplo anterior su correspondiente en
    notación de orden posicional:
    0 8 9 6 5 e t 2 3 1 7 4

    A este serie primara se le denota P0.
    Transposición: Nueva serie en la que el orden de los
    intervalos continúa siendo el mismo que en la primaria,
    pero es transpuesta trasladando las notas n semitonos hacia
    arriba (Pn).
    Por ejemplo, P1 sería
    Db, A, Bb, G, Gb, C, B, Eb, E, D, Ab, F
    O numéricamente:
    1 9 t 7 6 0 e 3 4 2 8 5
    Para hallar Pn sólo tiene que realizar una
    operación aritmética sencilla (n + i) mod 12,
    siendo i el número de orden posicional de cada nota.
    Inversión (I): Como se había dicho
    antes, consiste en invertir la dirección del intervalo. Por ejemplo, E
    – B forman un intervalo 5ta perfecta ascendente. Si
    cambiamos la dirección del intervalo a 5ta descendente, la
    segunda nota sería A, quedando entonces el intervalo E –
    A.
    De manera matemática, se reemplaza cada intervalo con
    su complemento mod 12:
    De este modo, I1 sería:
    Db, F, E, G, Ab, D, Eb, B, Bb, C, Gb, A
    O numéricamente:
    1 5 4 7 8 2 3 e t 0 6 9
    Retrogradación (R): Consiste en reversar el orden de la
    serie primaria. Así, R1 quedaría así:
    F, Ab, D, E, Eb, B, C, Gb, G, Bb, A, Db
    5 8 2 4 3 e 0 6 7 t 9 1
    En cuanto a aspectos rítmicos, deben evitarse patrones
    rítmicos en compases consecutivos. En la música
    tradicional, la simetría rítmica es la que reina.
    Los ritmos en las melodías atonales suelen ser
    asimétricos y no repetitivos. Las frase consisten en
    complejos "disparates" rítmicos.
    Otro elemento que merece atención aquí es la dinámica, ya que la tensión y la
    relajación en la melodía atonal depende en gran
    medida de las indicaciones de dinámica. El fraseo debe ser cuidadosamente
    trabajado con las apropiadas indicaciones de legato, staccato y
    sforzando

    3. Compositores
    destacados

    Arnold Schönberg
    Cuando, en 1911, Schönberg terminó los Gurrelieder,
    nadie hubiera podido adivinar en él al padre del
    dodecafonismo. Es curioso que en esta obra de principios de
    siglo se quiera simbolizar el espíritu de lo nuevo, cuando
    constituye más bien la última palabra de lo
    anterior. Schönberg era un wagneriano tardío,
    discípulo de Mahler y luego de Richard Strauss. Ya en 1899
    había escrito un sexteto de cuerdas, La noche
    transfigurada, Op. 4, basado en un poema de Richard Dehmel; una
    obra de cámara con espíritu de poema
    sinfónico. Pero más que el espíritu de
    Strauss late aquí el de Wagner, con su tendencia a la
    melodía infinita y, por tanto, al atonalismo, pero
    también con un aire
    sombrío, hasta cierto punto poético y aun
    apasionado, que guarda muchos restos del romanticismo.
    Schönberg vio la finalidad del arte y la
    música en la expresión de la
    personalidad y la humanidad: «puesto que el arte es el
    grito de socorro de quienes experimentan en sí mismos el
    destino de la humanidad… interiormente, en ellos está
    contenido el movimiento del
    mundo; hacia afuera se abre paso sólo el eco: la obra de
    arte» (1910).
    Esta reflexión explica el nacimiento del expresionismo
    con su postura radical, sus contrastes y su pasión, que a
    menudo raya en la locura. El radicalismo pertenece desde entonces
    a la esencia de la nueva música en general, evitando todo
    tipo de equilibrio
    clásico. La estética de Schönberg se
    dirigía de este modo contra la sociedad
    burguesa, su extremada superficialidad y doble moral, la
    acomodación y la apariencia agradable, en defensa de una
    veracidad exigente, una sensibilidad despierta y una
    participación incómoda.
    Schönberg comenzó a componer en el estilo del
    romanticismo
    tardío. De Wagner adoptó el cromatismo de gran
    expresividad y la técnica de secuencias; de Brahms, la
    variedad contrapuntística y la variación
    desarrollada.
    Dio el paso hacia la atonalidad por necesidades de
    expresión. Al mismo tiempo se produjo
    la emancipación de la disonancia: «Depende de la
    progresiva capacidad de análisis del oído para
    familiarizarse también con los armónicos más
    lejanos» (Tratado de armonía, 1925). Las 3 Piezas
    para piano, op. 11 (1909) son, por primera vez, totalmente
    atonales, e incluso, en parte, absolutamente innovadoras. Los 15
    Lieder de Stefan George, op. 15: Das Buch der hängenden
    Gärten (1908-09) constituyen el primer ciclo de lieder de la
    nueva música, de composición desarrollada, lleno de
    imágenes de gran inspiración
    poética, que infringe «como nuevo ideal de forma y
    expresión… todas las barreras de una estética superada» (1910). Las 5
    Piezas para orquesta, op. 16 (1909) son cuadros de ambiente de
    forma libre; la número 3 introduce la nueva melodía
    de timbres. El monodrama Erwartung, op. 17 (1909) refleja con
    gran expresividad la búsqueda por una mujer de su
    amante muerto. Pierrot lunaire, op. 21 (1912) es un ciclo de 21
    melodramas para recitadora y piano, flauta/piccolo,
    clarinete/clarinete bajo, violín/viola y violonchelo, en
    algunos de ellos con estructuras
    establecidas (cánones); el canto se convierte en
    declamación y gritos; fue compuesto como una melopea
    (Sprechstimme)en pocos días.
    El desarrollo de
    la técnica dodecafónica se produjo por la gran
    ansia de organización presente en Schönberg y
    sus contemporáneos. Como apoyo estructural volvió a
    introducir grandes obras instrumentales (sin texto).
    Después de las series con más o menos 12 notas
    (Piezas para piano, op. 23, Serenata, op. 24), la Suite para
    piano, op. 25 presenta la nueva escritura
    formal con toda madurez. La expresión y el carácter
    son libres. La siguieron como formas mayores las Variaciones para
    orquesta, op. 31 (1926-28) y la ópera Moses und Aron
    (1930-32), con texto del
    propio músico, cuyo tercer acto quedó incompleto.
    Aproximadamente la mitad de sus obras son tonales, como la Suite
    para orquesta de cuerda (1934). Son dodecafónicas, entre
    otras, el Concierto para violín, op. 36 (1934-36), el
    Concierto para piano, op. 42 (1942), el Trío de cuerda,
    op. 45 (1946) y la cantata A survivor from Warsaw, op. 46
    (1947).
    Schönberg alcanzó su máxima repercusión
    después de su muerte, cuando
    la generación más joven descubrió realmente
    su música.

    Alban Berg
    Berg estaba animado por un desbordante ardor de sentimiento.
    Combinaba una refinada estructura
    artística y los más sutiles matices de
    composición como maestro de la mínima modulación
    con una embriaguez sonora característica. El hálito humano de
    sus melodías, la naturalidad de su fraseo, la vitalidad
    orgánica de sus ritmos y la suave plenitud de su
    armonía atonal hicieron la música de Berg
    más fácilmente accesible.
    Al igual que Schönberg y Webern, Alban Berg se
    dirigió, durante los primeros años posteriores a la
    guerra, hacia
    un método
    compositivo controlado de una forma más consciente, aunque
    en su caso los cambios fueron menos dramáticos. Sus
    composiciones atonales anteriores a la guerra
    permanecieron cercanas al carácter
    rítmico y armónico de la música tonal de
    finales del siglo XIX, si bien es cierto que algunas de estas
    piezas reflejaban ya una inclinación hacia procedimientos
    composicionales más estrictos. Sin embargo, la primera
    obra que compuso tras la guerra, la ópera Wozzeck,
    siguió una concepción estructural más
    detallada y comprensible que sus composiciones anteriores. Ya en
    1914, Berg había comenzado a pensar en la posibilidad de
    crear una ópera que se basara en una obra de teatro
    recientemente descubierta, Wozzeck, drama pasional y denuncia
    hecha en 1836 por el escritor y activista político
    austriaco del siglo XIX Georg Büchner. Construida a base de
    escenas breves, episódicas y desconectadas entre
    sí, la obra de Büchner describe una espantosa
    situación de un soldado explotado por sus superiores. En
    cuanto a su concepción, contenido y estructura, se
    trata de una obra moderna cuya poderosa historia de inhumanidad y
    opresión proporcionó a Berg un vehículo
    ideal para llevar a cabo su ópera. Berg, autor asimismo
    del libreto, concentró el texto en tres actos con cinco
    escenas cada uno, con la intención de no desarrollar la
    acción dramática al modo tradicional, sino de
    recogerla en antiguas formas musicales independientes. El primer
    acto presenta así la relación de Wozzeck con su
    entorno en cinco piezas de carácter (suite, rapsodia,
    música militar, passacaglia, rondó); el segundo
    acto, el agravamiento de la acción en una sinfonía
    en cinco movimientos; y el tercer acto, la catástrofe en
    cinco invenciones. La fuerza
    dramática de Wozzeck y la lástima y
    compasión que su música transmite en la figura del
    protagonista convirtieron la ópera en una de las de mayor
    éxito
    del siglo XX.
    En su siguiente composición, el Concierto de cámara
    para piano, violín y trece instrumentos de viento (1925),
    Berg persiguió, con una intensidad incluso mayor, los
    rigores formales que ya aparecían en Wozzeck. La exactitud
    matemática
    con la que se corresponden los números de los compases en
    las diferentes secciones es realmente extraordinaria. El
    Concierto de cámara, obra de transición entre la
    atonalidad libre y las composiciones dodecafónicas, estuvo
    seguido por la primera obra de Berg totalmente
    dodecafónica, la canción Schiliesse mir die Augen
    beide (Ciérrame los ojos; 1925).
    Tras ella llegó la primera obra dodecafónica
    extensa: la Suite lírica (1926), para cuarteto de cuerda,
    escrita en seis movimientos. Incluso en esta obra, solamente el
    primero y el sexto de los movimientos utilizan el nuevo método
    dodecafónico en todos los compases que los componen. El
    tercer movimiento es
    dodecafónico excepto en su trío central y el quinto
    solamente lo es en sus dos tríos. El resto de los
    movimientos no contienen episodios dodecafónicos, aunque
    aparecen citas pertenecientes a las series de los movimientos
    dodecafónicos. La habilidad de Berg para combinar
    música dodecafónica y no dodecafónica dentro
    de una misma obra refleja la suavidad con la que incorporó
    este nueva técnica. El aspecto diatónico de la
    Suite lírica es especialmente característico de Berg,
    permitiéndole continuar con su práctica de emular
    asociaciones tonales en su música no tonal.
    Antes de su prematura muerte en
    1935, Berg sólo escribió cuatro composiciones
    dodecafónicas importantes: la Suite lírica, la
    cantata Der Wein (El vino) para soprano y orquesta (1929), el
    Concierto para violín (1935) y la ópera inacabada
    Lulú (1929-35).
    En la primavera de 1935 Berg empezó a componer, por
    sugerencia del violinista Louis Krasner, la que sería su
    última obra terminada, el Concierto para violín,
    titulado «A la memoria de
    un ángel», debido a la muerte de
    Manon Gropius, la hija del segundo matrimonio de
    Alma Mahler, gran amiga de Berg. El Concierto era una obra en dos
    movimientos cuya simetría formal y su relativa
    transparencia de textura refleja la tendencia general hacia la
    simplificación y la consolidación. A pesar de ser
    una composición dodecafónica, en ella aparece un
    diatonismo incluso más pronunciado que en la Suite
    lírica.
    La ópera Lulú describe el éxito y
    la caída de una mujer que quiere
    representar la sexualidad
    femenina en estado puro y
    su efecto destructivo sobre el resto de personajes de la obra.
    Debido al impacto que produjo su naturaleza
    escandalosa y a su condición de obra inacabada,
    Lulú ha permanecido como una ópera menos popular
    que Wozzeck, y sin embargo posee la misma o mayor riqueza
    dramatical y musical. Completamente dodecafónica en cuanto
    a su composición, Lulú demuestra las posibilidades
    dramáticas que ofrece el uso de muchas series
    dodecafónicas. Cada serie está asignada a cada uno
    de los personajes principales e interrelacionada con el resto de
    diferentes formas, reflejando así las relaciones entre los
    distintos personajes. La técnica singular y la variedad
    expresiva de Lulú testifica la adaptabilidad de la
    música dodecafónica a un amplio rango de
    propósitos musicales y dramáticos.

    Antón von Webern
    Webern recibió una esmerada educación
    universitaria y musical. Su tesis sobre
    los polifonistas del Renacimiento no
    permitía adivinar en él un músico de
    vanguardia, ni
    tampoco sus breves obras iniciales, como la Passacaglia, op. 1;
    pero su contacto con Schönberg fue decisivo, y Webern se
    convirtió en el más radical de los tres maestros de
    la Escuela de Viena.
    Tímido, introvertido, intelectual, fue el menos conocido
    en vida, y por tanto el que menos escándalos
    suscitaría, a pesar de llegar en sus mensajes atonales a
    los últimos extremos que la forma permitía.
    La música de Webern tiende a la brevedad del aforismo,
    especialmente en el período de libre atonalidad. Esto
    aparece de modo ejemplar en las Piezas, op. 9 y 11. La tendencia
    a la brevedad se extiende también a la obra musical como
    tal. No hay adornos, modulaciones, repeticiones ni una base
    armónica a la que se añadan otras notas
    secundarias: todo es esencial y está determinado por el
    carácter personal, el
    espíritu de la época y la situación
    histórica del material musical, que representa una
    selección del material acústico
    general según el sistema musical y
    el momento histórico, que es para él como el
    espíritu sedimentario.
    A partir del Trío de cuerda, op. 20 Webern adoptó
    la técnica serial de Schönberg. Pero sus series no
    son ya sólo el material para los temas y motivos, sino que
    ellas mismas adquieren carácter de motivo y determinan la
    obra. Webern se adelantó a Schönberg y buscó
    un serialismo más depurado, más radical, aplicando
    la dinámica en forma de series y la alternancia de
    registros.
    La música de Webern está presidida por una
    transparente claridad que reside no sólo en una
    elaboración racional, sino también en una especial
    intuición musical. Su constante búsqueda de
    relaciones muestra una
    contemplación casi mística y un gran poder de
    concentración
    "toda obra de arte es hija de su tiempo", los principios
    artísticos no son eternos sino
    históricos

     

     

    Autor:

    Jaime Andrés García

    Universidad
    EAFIT
    Medellín – Colombia

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