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El fetichismo en los primeros cuatro capítulos del primer tomo de




Enviado por gabybuque



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Fetichismo
    3. El fetichismo económico y su
    secreto

    4. Las diferentes clases de fetichismo
    económico

    5.
    Bibliografía

    1. Introducción.
    Más
    allá de los errores teóricos y la práctica
    antidemocrática de algunos de sus seguidores, de las
    tendencias de raigambre modernista e influencia determinista con
    su exagerado optimismo, y de concebir el cambio
    histórico hacia el socialismo y el
    comunismo como
    inmediato, imprescindible e irreversible, el pensamiento de
    Carlos Marx,
    nuestro autor alemán, sigue teniendo un enorme grado de
    validez. Sobre todo en lo que respecta al método de
    análisis sociopolítico y en materia del
    funcionamiento, generación y cambio del
    sistema
    económico y, particularmente, del modo de producción capitalista.

    A esto último se dedica El Capital, la
    obra cumbre que lo desentraña. Comprender el capitalismo
    sigue siendo necesario para entender el mundo que vivimos
    actualmente.

    Con la perspectiva que da la madurez redescubro lo
    sólido, sistemático, acucioso y detallista que es
    el análisis crítico que realiza Carlos
    Marx en la
    obra cuyo estudio iniciamos en este primer curso sobre Materialismo
    histórico. Se trata de una obra en crítica no
    sólo del modo de producción capitalista, sino también
    en crítica científica a los diversos estudios que
    sobre el mismo se habían realizado en el mundo hasta el
    segundo tercio del siglo XIX y, más aún, realizado
    con una profunda indignación por los estragos que dicho
    modo ocasiona y produce en las sociedades.

    No se deja apabullar el autor de El Capital por
    las emociones de tal
    manera que le obnubilen el cerebro, ni
    siquiera en su impactante capítulo XXIV del primer tomo.
    Con honestidad
    reconoce el antecedente de sus planteamientos en autores que lo
    antecedieron, pero recoge el pensamiento
    acertado económico anterior para reconsiderarlo con la
    perspectiva de la dialéctica y bajo nuevas precisiones y
    consideraciones reorganizarlo en un nuevo paradigma.

    Es notorio cómo al ir confeccionando las
    páginas de El Capital tiene como texto espejo
    el de La Riqueza de las naciones de Adam Smith, la
    obra clásica reivindicadora del capitalismo y
    el libre cambio. Su práctica teórica es, como toda
    su vida desde joven, de debate, de
    lucha por desenmascarar la falsa conciencia, las
    ideas erróneas, los fetiches mistificadores y la ideología que tratan de justificar un orden
    dado basado en la alineación, en la enajenación del
    trabajo. Al mismo tiempo sirve de
    alimento de la crítica práctica del
    mismo.

    Bajo el manejo de la terminología del
    filósofo Hegel, a veces
    tediosa y difícil, pone de pie la lógica
    idealista del maestro y empieza, por el análisis del
    núcleo en que aparece el capitalismo: la mercancía
    con su doble carácter:
    de valor de uso y
    de valor de
    cambio; de lo que se lo proporciona: el trabajo
    humano concreto y
    el trabajo
    humano abstracto; cómo están relacionados y
    cómo se pueden asumir de manera relativa o equivalencial
    para medirlos cuantitativamente aunque guarden un mismo contenido
    cualitativo.

    Cita críticamente las fuentes
    primeras de estos planteamientos, acude a los datos más
    alejados de toda sospecha, no prescinde de ningún aspecto
    a considerar. Hasta parece que es demasiado lento en su
    acercamiento que, en momentos, pareciera que se vuelve
    redundante. Todo ello en aras de la precisión, la
    objetividad y no dejar ningún resquicio por el que se
    logre colar alguna duda o un error, ni siquiera un matiz que
    induzca a ello.

    Se pone así en condiciones de develar la esencia
    de la explotación capitalista: la extracción de
    plusvalía del fruto del la mercancía fuerza de
    trabajo y su contradicción específica entre las
    relaciones de producción capitalista y el desarrollo de
    las fuerzas productivas.

    Este método
    expositivo y analítico, profundamente lógico, le da
    una solidez al texto que lo
    hace válido en mucho más que en lo fundamenta,l
    aún más de cien años después de
    redactado, y sienta las bases para la comprensión y
    crítica del desarrollo del
    modo de producción capitalista y los cambios que ha
    sufrido en esos años para convertirse a principios del
    siglo XX en imperialismo,
    y, hoy, en nuestros días, en neoliberalismo. Por supuesto que los estudios de
    Marx terminan
    con su muerte y el
    capitalismo ha seguido evolucionando. Calificarlo cómo el
    único texto para entender el capitalismo sería un
    error grave, pero prescindir de él sería un error
    catastrófico brutal.

    Se trata de un texto de economía, de una
    crítica aguda de la apariencia empírica de la
    riqueza capitalista, pero también de un texto que da
    sustento a una teoría
    y concepción de la historia y el cambio social,
    y, principalmente, a un accionar político para la
    transformación de la sociedad en una
    más acorde con la naturaleza humana
    en desarrollo.

    2. Fetichismo
    El
    análisis de la mercancía, primero, después,
    del dinero y,
    finalmente, del capital y todo su proceso,
    revela a Marx un fenómeno particular que oculta la
    realidad de las cosas económicas, bajo un envoltorio que
    redunda en la justificación y explicación de la
    generación de la riqueza en el capitalismo como obra del
    capital y no del trabajo.

    Se trata de un quid por quo, de la construcción teórica de un fetiche
    que oculta en la mercancía, el trabajo y el capital, el
    hecho de que es el trabajo la única fuente de riqueza y
    valorización; que lo aparente lo vuelve real; que lo
    producido en las relaciones sociales lo convierte en natural; que
    mistifica la realidad y, mediante una especie de hechizo, por la
    fuerza de la
    palabra y del objeto, transforma la acumulación por la
    acumulación en virtud, y el capital, de ser
    mercancía, fruto del trabajo, se "vuelve" productor y
    propietario de lo producido por el trabajo.

    "Desenmascarar estas formas fetichizadas es la obra de
    Marx en El Capital. Pero entendámonos, no se trata de un
    fetiche de raíz psicológica o antropológica,
    no se trata de un fetiche religioso, sino de un fetiche
    económico que luego adquiere formas parareligiosas y
    libidinales. Y aunque el dinero y el
    comercio en
    sus orígenes protohistóricos están
    profundamente ligados al culto sacrificial, tienen connotaciones
    libidinales y son objeto de las pulsaciones más
    apasionadas que relacionan estructuralmente al hombre con las
    fantasías y afanes más profundos e íntimos,
    representan una relación con la naturaleza y
    encarnan un poder
    simbólico, Marx no se avoca a estos temas, no es
    psicólogo ni antropólogo, sino filósofo,
    economista e historiador. Por ello, no profundiza en el hecho de
    que, a pesar de estar dominado por el fetichismo, el propio
    proceso de
    producción como quiera funciona, es atractivo para los
    hombres, y rompe la unidad interna del ser humano,
    alienándolo. Algo se acercó a ello en su juventud, pero
    no lo retomó explícitamente en su
    madurez.

    Si añadimos la profunda crítica religiosa
    de Marx que también acude a desenmascarar el quid por quo
    que se efectúa cuando el hombre
    refleja en la imagen de un dios
    lo que aspira a ser, lo que es y de lo que es despojado, sus
    serios conocimientos bíblicos y religiosos, podremos
    comprender por qué frecuentemente acude en sus
    explicación al uso metafórico de elementos
    teológicos.

    Por lo demás, esta característica de desenmascarar los
    fetiches es algo esencial en el pensamiento crítico de
    Carlos Marx y
    no sólo lo encontramos en la crítica de la economía
    política, ni nada más en la crítica de
    la religión,
    sino también en la crítica a la "Sagrada familia", a
    Feuberbach y la izquierda hegeliana, a Hegel y a su
    concepción idealista de la dialéctica y del
    estado, al
    socialismo
    utópico y otras corrientes políticas.

    3. El fetichismo
    económico y su secreto

    En esencia el fetichismo en Marx estriba en que
    "proyecta ante los hombres el carácter
    social del trabajo de estos como si fuese un carácter
    material de los propios productos de
    su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por
    tanto, la relación social que media entre los productores
    y el trabajo colectivo de la sociedad fuese
    una relación social establecida entre los mismos objetos,
    al margen de los productores".

    Aguirre Rojas relaciona lo anterior con la
    cosificación de la persona y la
    personificación de la cosa y Olmedo lo sintetiza cuando
    afirma: "El fetichismo consiste en tomar la parte por el todo, es
    decir en tomar a la última forma del desarrollo del valor
    (la Forma V: como si ella fuese la totalidad del desarrollo de la
    función
    A=f(B). Esto implica, al mismo tiempo, hacer de
    la forma precio la
    determinante de la función de
    valor A=f(B), es decir, implica invertir la relación real
    "el valor determina el precio", en la
    relación imaginaria "el precio determina el
    valor".

    Misma cosa que, con otras palabras, nos describe
    Kurnitsky: "el carácter de fetiche de las
    mercancías se debe al carácter social del trabajo
    que produce mercancías, pero que no aparece como tal al
    individuo privado que realiza un trabajo". Todo porque, como
    asienta Marx, detrás de las oscilaciones aparentes de
    los valores
    relativos de la mercancía se esconde "la
    determinación de la magnitud de valor por el tiempo de
    trabajo".

    Y es que habría que asentar con Aguirre Rojas,
    "el fetichismo económico se ha revelado entonces como
    rasgo particular que singulariza y recorre a todas las relaciones
    en las que la categoría del valor tiene vigencia. En todas
    ellas, ese fetichismo se hace presente como un fenómeno
    que consiste en la transposición de lo
    ‘social’ (propiedades o caracteres, relaciones o
    movimientos, sustancia y fuerzas) en ‘natural’ o
    ‘natural-social’(cualidades materiales,
    movimiento de
    metabolismo
    objetivo,
    proceso vital objetivo) en
    torno de un mismo
    personaje central que es el valor. A partir de esta unidad
    general, es como puede concebirse a los distintos tipos de
    fetichismo que Marx estudia".

    Detrás de todo ello aparece la verdad que se
    oculta y que ya Giliani develaba: "el valor es una
    relación entre personas" , disfrazada bajo una envoltura
    material. La economía no es una
    ciencia de
    cosas, sino de personas y sus relaciones en la producción.
    Las categorías económicas cosifican a las personas
    que intervienen en ella y personifican a categoría,s como
    si actuaran por sí mismas, y no fueran los hombres los que
    produciendo se relacionaran.. Por tanto, la economía es
    una obra humana, y, como ella, el modo de producción es
    finito y fruto de un proceso, un momento histórico, que
    dejará su lugar para que otro lo ocupe.

    En la Edad Media,
    las relaciones se basaban en vínculos personales de
    sujeción. Por tanto las relaciones personales se revelaban
    directamente como relaciones sociales de las personas en sus
    trabajo sin disfrazarse de relaciones sociales de las cosas, como
    ahora sucede en el régimen capitalista. Y como la ciencia
    burguesa usa categorías fetichizadas, ocultando lo que
    está detrás de la prima facie de ese modo de
    producción, que es histórico y social y corresponde
    al modo de producción de mercancías, Marx realiza
    su estudio como "Crítica de la Economía Política".

    4. Las diferentes clases de
    fetichismo económico

    El cuarto y último apartado del primer
    capítulo de El Capital, El fetichismo de la
    mercancía y su secreto, es donde se empieza a revelar el
    contenido real de la obra de Marx como un monumental y minucioso
    desmontamiento, una despiadada demolición de la Economía
    Política burguesa, mediante el simple procedimiento de
    analizar los fenómenos económicos desde su base
    histórica, social, con una rigurosidad científica y
    lógica
    empezando por el análisis de la mercancía y su
    fetichismo, pues "la forma mercancía es la forma
    más general y rudimentaria de la producción
    burguesa, razón por la cual aparece en la escena
    histórica muy pronto, aunque no con el carácter
    predominante y peculiar que hoy tiene".

    La parte previa al apartado del fetichismo, es una
    presentación puntual, harto escrupulosa, en positivo, de
    qué es la mercancía y que entraña: el ser un
    producto
    histórico, social, fruto del trabajo de los hombres y que
    se asume como valor, por ser fruto del trabajo humano abstracto.
    Con estas tesis
    desmorona todo el andamiaje de la economía política previa
    construida bajo el reino de la subjetividad.

    Al mismo tiempo, va develando cómo el proceso
    económico y sus instrumentos son profundamente
    dialécticos: unidad y lucha de contrarios: valor de
    uso-valor de cambio, trabajo concreta-trabajo abstracto, forma de
    valor relativa-forma equivalencial; del cambio cuantitativo al
    cambio cualitativo; y nueva síntesis
    en la negación de la negación anterior.

    El apartado del fetichismo por qué se cae en
    él, y cómo funciona con sus numerosos ejemplos,
    sobre todo religiosos, huele un tanto a fina sátira a los
    economistas que tratan de ocultar la verdad de las relaciones
    sociales adjudicando a las mercancías las cualidades de
    aquello de lo que son fruto: el trabajo humano y la
    relación entre los hombres. Pero es mucho más que
    una mera sátira, pues da razón del por qué
    la realidad de los fenómenos económicos no se capta
    por la sola empiria yvuelve creible al fetiche.

    Con este árido, pero sólido y rico
    capítulo primero inicia Marx su genial obra.

    Nos muestra el autor
    en el reducido capítulo segundo, quizá el de menos
    páginas de todo El Capital, su intención: demostrar
    que la economía política no es un fenómeno
    de cosas o un estudio sobre ellas, sino un fenómeno, en
    caso de su estudio, una ciencia, que
    se refiere a los hombres, a sus relaciones, una ciencia humana y
    social. Por el fenómeno del fetichismo muchos
    teóricos de la Economía creen que las relaciones
    económicas son algo "natural", como los fenómenos
    físicos y químicos, ajenos a la voluntad humana, a
    los cuales lo que hay que hacer es someterse. En ello
    están particularmente interesados quienes detentan el
    poder y las
    ventajas en la relación económica… pero eso
    será materia de
    capítulos posteriores.

    Del austero y frío capítulo primero, de
    aparente abstracción y manejo de lógica pura, Marx
    pasa, en este a una explicación sencilla y clara de
    cómo los hombres dialécticamente se relacionan en
    el cambio de mercancías y son ellos los que utilizan
    el dinero;
    cómo el dinero es
    también mercancía y, como tal, es
    encarnación de una determinada cantidad de trabajo humano.
    Por la misma razón que la mercancía, al fin y al
    cabo el dinero es una forma de representación de ella,
    también objeto de fetichización.

    En el siguiente tercer capítulo se
    analizará el fetiche dinero, cómo funciona, se
    manifiesta y se realiza como medida general de valor, medio de
    circulación, medio de compra y de pago, signo de valor
    hasta convertirse en materialización social absoluta de la
    riqueza en general, en todo el mundo. Cómo une en un solo
    sistema, como
    dinero mundial, a todos los hombres. Pero la base está
    sentada: "el dinero es la encarnación del máximo
    encubrimiento del fetichismo de las mercancías, su
    expresión más general y al mismo tiempo la
    última. Sólo en el capitalismo invade el dinero las
    esferas social y privada del hombre" .
    Así que no hay que confundir el fetiche con la realidad:
    el dinero es obra humana, encarnación de relaciones
    sociales. Los hombres las crearon y, por lo tanto, ni son
    estáticas ni son eternas.

    Estas conclusiones son de una enorme trascendencia
    social y política. Pues si no son eternas, ni son leyes inmutables
    de la naturaleza, sino fruto de los hombres, de su trabajo, de
    sus relaciones y su historia, en algún
    momento y bajo determinadas circunstancias pueden cambiar,
    desaparecer o transformarse. Y así como los hombres se
    dieron una forma de producción e intercambio, se pueden (y
    se darán) otra. A los dueños del capital eso les
    produce pánico… y El Capital de aparente libro de
    Economía pasa a revelarse como un texto
    político.

    Sobre esta base, sigue construyendo su edificio
    teórico y podrá desenmascarar en el capítulo
    cuarto y siguientes la esencia del capitalismo: comprar para
    vender una mercancía que produce más de lo que
    vale: la fuerza de trabajo, y apropiarse de su plusvalía
    fenómeno que se oculta como otra forma de fetichismo: el
    del capital. Capital que, como "dios extranjero" y nuevo
    Mammón proclama "la acumulación de plusvalía
    como el fin último y único de la humanidad"
    pretendiendo destronar a todo dios anterior y crear su propia
    religión,
    sus propios ritos y sacramentos, sacrificando todo, ética,
    moral,
    amor,
    felicidad, disfrute y vida en el altar de la acumulación
    incrementada de sí mismo.

    La mistificación general del capital se da
    directamente en el campo de la producción y "reposa una
    vez más sobre la conversión de un contrario en su
    opuesto y en el traslado de las cualidades sociales de
    éste en cualidades aparentemente naturales y objetivas del
    segundo…. El capital se personifica en el capitalista, de un
    modo inmediato y profundo, y adquiere en su persona los
    atributos de conciencia y
    voluntad, y en ese sentido una existencia activa y actuante
    dentro del proceso de producción. Del mismo modo, el
    trabajador cosifica sus capacidades y facultades productivas, que
    se convierten en cosa-mercancía-fuerza de
    trabajo".

    Me pareció que si no incluía en mi
    ensayo el
    capítulo cuarto, iba a quedar cojo el ensayo
    sobre el fetichismo, pues en este capítulo es donde
    desembocan los tres primeros y donde se revela el misterio, el
    secreto y la esencia del capitalismo: obtener una
    mercancía que se paga en su valor ("con justicia") y
    su uso ("justo") crea tal cantidad de valor que se obtiene lo
    necesario para reproducirla más un plus, la ganancia del
    capitalista.

    Es en este capitulo donde se desnuda el fetichismo del
    capital en su fundamento: la prestidigitación, el quid por
    quo, la confusión entre valor de uso y valor de cambio,
    que produce el engaño que, incluso en la teoría
    posterior a Marx de los rendimientos marginales, oculta el que el
    trabajo es la única fuente de valor, que la
    mercancía vale por contener trabajo humano, que el dinero
    es una mercancía y la moneda es un símbolo del
    dinero, y que por lo tanto, significa trabajo humano; y que la
    valorización del dinero, no el consumo, como
    objetivo, se debe a un proceso en el que el uso de fuerza de
    trabajo produce un nuevo valor incrementado.

    No es la suerte, ni la inteligencia,
    ni la capacidad organizativa, ni las máquinas,
    la tierra o
    las herramientas,
    ni las mañas, ni el intercambio simple, ni el cobro simple
    de un interés,
    lo que hacen que el valor se valorice, que el capital se
    incremente, sino el que alguien es poseedor de riqueza en forma
    de dinero y medios de
    producción y compra fuerza de trabajo que usa en el
    proceso de producción, y que hay quienes sólo
    poseen fuerza de trabajo y no tienen otros medios de
    producción. Estos, a lo único que pueden aspirar
    ,es a reproducir su fuerza de trabajo, mientras aquellos
    incrementan su capital.

    El trabajo humano es la única fuente de valor y
    de su incremento. Pero está subsumido formalmente, en el
    modo de producción burgués, al capital, de tal
    manera que las potencias del trabajo, como un fetiche, se
    proyectan como poderes del capital bajo diferentes
    manifestaciones, representaciones de la misma esencia, tanto en
    la cooperación simple como en la manufactura o
    cooperación basada en la división del trabajo y la
    gran industria,
    así como en la monopolización,la exportación de capitales, la
    trasnacionalización y la mundialización de los
    procesos
    económicos..

    El régimen capitalista es resultado de un proceso
    histórico y corresponde a una época determinada, su
    fetichización se manifiesta desde sus elementos más
    simples hasta los más complejos, desde su inicio general
    hasta sus niveles de más amplio desarrollo en el imperialismo y
    la
    globalización neoliberal que vivimos en nuestros
    días. El Capital nos da los elementos para
    entenderlo.

    Por otro lado, en la teoría de la revolución
    de Marx, queda claro que desde el punto de vista del desarrollo
    de la sociedad, no hay una "injusticia" en el hecho de que el
    obrero siga siendo sólo poseedor de su fuerza de trabajo y
    el capitalista sea el que se enriquezca: se le paga lo que vale y
    se consume lo que se compra.

    A lo largo de los capítulos subsiguientes
    desmenuzará este fenómeno en sus antecedentes,
    orígenes, generación y desenvolvimiento, y en todas
    sus implicaciones, vericuetos y variantes para culminar en el
    famoso capítulo XXIV sobre la acumulación
    originaria, donde quedará claro que el capital surge
    derramando sangre, miseria,
    despojo y opresión y que el desarrollo social
    y económico se ve, en un momento dado, obstaculizado por
    la apropiación privada de la plusvalía que entra en
    contradicción con el desarrollo de las fuerzas
    productivas: la propiedad
    privada capitalista, primera negación de la propiedad
    privada individual, basada en el propio trabajo, será
    negada por la posesión colectiva de la tierra y de
    los medios de producción producidos por el propio
    trabajo.

    5.
    Bibliografía
    1.- Marx, Carlos, El Capital, trad.
    Wenceslao Roces, México,
    FCE, 1972, 769 pp. y XXXIX previas.
    2.- Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos
    de 1844, México,
    Grijalbo, 1971, Colección Setenta número 29.
    3.- Bobbio Norberto, Ni con Marx, ni contra Marx, Carlo Violi
    comp., Lia Cabbib e Isidoro Rosas Alvarado
    trads., México, 1999, 283 pp.
    4.- Aguirre Rojas, Carlos Antonio, El Problema del Fetichismo en
    El Capital, México, UNAM-IIS, 1984, Cuaderno de
    Teoría Política núm. 1, 125 pp.
    5.- Bolívar Echeverría, "Comentario sobre el "punto
    de partida de El Capital" en El discurso
    crítico de Marx, México, ERA, 1986, pp. 65- 85.
    6.- Kurnitzky, Horst, La estructura
    libidinal del dinero. Contribución a la treoría de
    la feminidad, Félix Blanco trad., México, Siglo
    XXI, 1978, 229 pp.
    7.- Ilienkov, Eugene V., Lógica dialéctica.
    Ensayos de
    historia y teoría, Jorge Bayona trad., Moscú,
    Progreso, 1977, 414 pp.
    8.- Olmedo, Raúl, El antimétodo: introducción a la filosofía
    marxista, México, Joaquín Mortiz, 1980, 119 pp.
    9.- Huberman, Leo, Los bienes
    terrenales del hombre. Historia de la Riqueza de las Naciones,
    Gerardo Dávila, trad., México, Nuestro Tiempo ,
    1988, 378 pp.

     

     

    Autor:

    Gabriel Mario Santos
    Villarreal

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