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Chile: La guerra civil de 1829-1830 (página 2)




Enviado por omoscoso



Partes: 1, 2

De nuevo los fraudes compitieron en ingenio y habilidad.
En Melipilla el gobernador hizo practicar las elecciones de
Cabildo y asamblea entre gallos y medianoche, tres días
antes del fijado por la ley. En muchos
lugares, brutales atropellos manu militari costaron no
pocas vidas. En Los Andes hubo ocho muertos. La gracia y la
picardía desviaron la indignación pública en
Santiago. En la mesa de la Catedral se hizo votar primero a todos
los gobiernistas sin exigírseles poder. Una vez agotados
los boletos propios, se exigió el poder, quedando casi
toda la oposición sin votar. No obstante, era tan crecido
el número de contrarios que aunque sólo sufragaban
los que traían calificación legítima,
ganaban en la mesa por más de cien votos. Pronto se
discurrió el remedio. Las cajas con los votos se
depositaban en piezas especiales bien alumbradas y vigiladas
durante la noche siguiente al acto. "La de la parroquia de la
Catedral— dice Zapiola— se depositó esta vez,
como siempre, en una pieza del poniente del pórtico de la
cárcel, sobre una mesa separada de la calle por el grueso
de la muralla, con la ventana abierta y las luces consabidas.
Recién colocada allí la caja, don Cayetano
O’Ryan, entusiasta pipiolo, se introdujo en ese cuarto, sin
ser visto por los cuidadores, por una puerta lateral que se
abrió para él solo; en seguida, y gateando para no
ser visto de aquéllos, se colocó tras la mesa,
cubierta en gran parte por la caja. Permaneció allí
más de una hora sentardo o de rodillas alternativamente.
En ese tiempo se
ocupó en introducir por una rendija casual o a
propósito, valiéndose de un cuchillo, trescientos
votos pipiolos". Y los opositores, que creían triunfar por
doscientos votos, resultaron derrotados por cien.

Las elecciones de elector.. se llevaron a cabo en toda
la república los dios 15 y 16 de mayo, — el mayor
desconcierto de los partidos de gobierno, vencedores en las de
los días 3 y 4. Su resultado fue el siguiente:

Provincias

Electores

Pinto

Ruiz Tagle

Prieto

Vicuña

Argomedo

Rivera

Infante

Solar

Benavente

Dispersos

Coquimbo

23

17

3

0

22

0

0

0

0

4

0

Acongua

27

13

19

1

21

0

0

0

0

0

0

Stgo.

41

29

7

2

5

4

11

0

6

3

15

Colchagua

31

31

0

1

0

29

0

0

0

0

1

Maule

27

3

24

27

0

0

0

0

0

0

0

Concepción

31

5

27

30

0

0

0

0

0

0

0

Valdivia

11

10

4

0

0

0

0

0

0

0

0

Chiloé

14

10

14

0

0

0

0

8

0

0

0

Totales

205

118

98

61

48

33

11

8

6

7

16

Un nuevo motín encabezado por Urriola, triste
epílogo de las elecciones, que fue vengado con el
fusilamiento de un sargento y tres soldados, mientras los
cabecillas quedaban impunes, contribuyó a afirmar en la
conciencia
pública el concepto que el
gobierno tenía de su propia debilidad.

En las subsecuentes elecciones de diputados y senadores
el gobierno obtuvo, por procedimientos
similares a loe empleados en la anterior, los dos tercios de los
diputados.

No obstante las reyertas e insultos que encabezaban
‘El Hambriento y El Canalla’, los estanqueros se
habían mantenido fieles a Pinto. Los abusos electorales
los decidieron a apoyar a Ruiz Tagle. Y los colocó a la
cabeza de los bandos opositores un nuevo periódico,
"El Sufragante", dirigido con habilidad por Gandarillas. Basta
señalar, como reflejo de su éxito
de público, que llegó a tirar 1.500 ejemplares,
cifra fantástica para la época. Desde esa etapa,
los estanqueros capitanearon el movimiento de
opinión que iba a conducir a la guerra civil de 1829,
aunque el acuerdo entre Rodríguez Aldea y Portales
sólo se produjo en septiembre de ese
año.

La reelección de Pinto, a pesar de las sanciones
que entrañaba, hacia incompatible su vuelta con la
dignidad del cargo y con su conciencia
cívica. Se vió obligado, por tanto, a solicitar un
permiso, reemplazándolo don Francisco Ramón
Vicuña. De acuerdo con la votación, el Congreso
proclamaba sin observaciones presidente a don Francisco A. Pinto,
que había obtenido mayoría absoluta. Forzando la
interpretación de la ley don
José María Novoa obligó al Congreso a elegir
vicepresidente a don Joaquín Vicuña, que figuraba
en cuarto lugar en la votación. Al día siguiente la
proclamación se producía el acuerdo revolucionario
entre estanqueros y o’higginistas. "El Sufragante"
proclamó sin eufemismos la revolución
y las provincias de Concepción y Maule así como el
ejército del sur, desconocieron la legalidad de las
proclamaciones del presidente y vicepresidente realizadas por el
Congreso.

Ante tal estado de
cosas, Pinto reiteró su renuncia de la alta investidura.
El Congreso se negó rotundamente a aceptarla, y
envió repetidas comunicaciones
conminándolo a hacerse cargo de la presidencia, la
última de las cuales insistía en que se
‘dijese al general don Francisco Antonio Pinto que no ha
lugar a su solicitud del 28 de septiembre último y que se
apersone al Congreso mañana domingo, 18 del corriente, a
las 12 del día, a recibirse del cargo de presidente de la
República’. El senador por Chiloé
pidió que constata en el acta "que su voto era porque se
declarara traidor a la patria al presidente electo si se
resistía por tercera vez a recibirse del
mando".

Animado por un sano espíritu público, mas
que por las coacciones de que era objeto, al fin Pinto
resolvió asumir el mando para patrocinar un acuerdo entre
los estanqueros y los liberales moderados que evitara la revolución. Mas sus propósitos
fueron inútiles: la pandilla, los pipiolos y los exaltados
lo frustraron y el presidente abandonó definitivamente el
poder.

Don Francisco Ramón
Vicuña, anciano bondadoso, lleno de virtudes
domésticas, iba a pasar por el mando del país como
una figura decorativa, gobernada por Novoa, Ramos y Muñoz
Bezanilla a su albedrío. El nuevo gobierno
exteriorizó pronto una agresividad propia de los tres
bandos que lo apoyaban, inconcebible bajo la presidencia personal de
Pinto.

Decidido el planteamiento de las fuerzas que se iban a
debatir fatalmente en la guerra civil, Prieto comisionó al
coronel Manuel Bulnes para que sublevare las provincias del sur
hasta Colchagua y recogiese las armas y recurso,
que en ellas hubiera. El 9 de noviembre de 1829 Bulnes entraba a
Rancagua. Todo el territorio del Bío-Bio al Maule quedaba
en poder de Prieto sin disparar un tiro. Al reunirse ambos jefes
en dicha ciudad, sus fuerzas, con todo, no pasaban de 1.000
hombres mal armados, desnudos, impagos, casi sin municiones, que
se agrupaban con el pomposo nombre de "Ejército
Libertador".

Mientras tanto, la absoluta pasividad del
ejército gobiernista movió a Novoa y dem6s mentores
de Vicuña a solicitar el concurso de Freire, a la
sazón muy distanciado de ellos. Pero su esposa, la bella y
enérgica doña Manuela Caldera, era de un pipiolismo
exaltado, legendario por largos años en las tradiciones de
la sociedad
santiaguina. Su influencia, no obstante, estaba neutralizada,
precisamente, por el arma favorita de los pipiolos: la injuria y
el escándalo, de que había sido blanco predilecto
el propio Freire. Rodríguez Aldea, Gandarillas y Portales
esgrimieron con fortuna los anteriores agravios. El primero de
éstos nos ha dejado un relato sabroso de la
polémica: Freire no admitió la nueva oferta ni los
otros quisieron ceder; continuó, pues, el movimiento con
más fuerza, porque
ya Freire se manifestó claramente en contra de
Vicuña. Peleó en su casa, hubo vasos y botellas
quebradas en la mesa en ese día, la mujer
quedó llorando y maldiciendo en contra de Benavente y de
Gandarillas y de mí".

La situación comprometida de Prieto y la
apatía de los pelucones movieron a Portales a preparar un
levantamiento en Santiago, con el ímpetu y la audacia
contagiosa que ponía en todos sus actos. Vicuña
había creído encontrar una solución al
problema llamando a nuevas elecciones de presidente y –
vicepresidente. Suponiendo que el gobierno provisional las
presidiría, el pueblo se dió cita en el Consulado
el día que se fijó el decreto de convocatoria. La
asamblea tenía un carácter
muy similar a la que depuso e O’Higgins. Todos estaban de
acuerdo en la necesidad dc cambiar el gobierno. El acta, luego de
varios acuerdos violentos, negaba "la autoridad al
que actualmente tiene el mando de la República y a las
cámaras que se han puesto en receso".

La llegada del presidente Vicuña, ornado con la
banda presidencial, mitigó por pocos momentos la granizada
de mutuos insultos. El conflicto se
tornaba cada vez más grave. Vicuña regó
autoridad a la
asamblea y se retiró. Los reunidos se dirigieron al
palacio de gobierno y desarmaron a la guardia. El presidente,
anciano tímido e inerme, imposibilitado de huir,
protestaba en todos los tonos que no había dado orden a la
guardia de disparar contra el pueblo. Los corifeos del mandatario
huyeron. Sólo su hijo, don Pedro Félix
Vicuña, permaneció a su lado y, antes de que le
arrancaran la banda presidencial, se la quitó, con
intención de esconderla en un sombrero.

El afligido presidente tuvo, al fin, una idea salvadora.
Cuando pudo hacerse oír, solicitó la presencia de
Freire, y la multitud, suponiendo que iba a deponer en él
su mando, lo trajo en medio de vivas delirantes, lo obligó
a sentarse en el sillón presidencial y le terciaron la
banda hallada en el sombrero en que la ocultara don Pedro
Félix Vicuña. Momentos antes, el presidente
Vicuña había huído. Días
después delegaría el mando en el intendente de
Santiago, para refugiarse en Valparaíso.

A los cuatro días de la revuelta había en
Santiago dos poderes. De un lado, una Junta. formada por Freire,
Alcalde y Ruiz Tagle, y de otro, el presidente Vicuña, sus
tres ministros y las antiguas autoridades. El enigma de las
fuerzas acantonadas en Tango pronto se
resolvió con el pronunciamiento de su jefe,
Benjamín Viel, por el gobierno, negando obediencia a la
Junta, mientras la vanguardia del
ejército revolucionario, mandada por el coronel Bulnes,
llegaba a 35 Km. al sur poniente de Santiago, donde se le unieron
Rodríguez Aldea, Portales y Rengifo, portadores de
dinero para
pagar a la tropa y hacer frente a los gastos de la
campaña. Casi al mismo tiempo fueron
coronadas por el éxito
varias iniciativas que acorralaron al ejército gobiernista
en Santiago. La prolongación de la lucha iba a ser
consecuencia de la actitud de
llegar hasta el final, tomada por el coronel Tupper, don
José M. Novoa, el joven liberal don Melchor J. Ramos y el
francés Pedro Chapuis. Todas las tentativas de arreglo
fueron inútiles, aunque hubiera acuerdo entre los dos
ejércitos, producido en varias ocasiones. Mediante un
golpe de mano sangriento, los revolucionarios se apoderaron de
Valparaíso y e’ presidente Vicuña se
vió obligado a huir a Coquimbo.

Los dos ejércitos rivales: el constitucionalista,
al mando de Lastra, y el "Libertador" o del sur, al de Prieto, se
encontraban frente a frente en Ochagavía, dispuestos a
dirimir por las armas el
conflicto político. El segundo superaba en la
caballería al primero, mas era incapaz de batirse con
él en campo abierto por su absoluta inferioridad
numérica. Ante el ataque de los gobiernistas, dirigido por
Vid en persona, Prieto
se vió forzado a replegarse. Pero a la altura de San
Bernardo hizo cara a sus perseguidores, derrotándolos.
Cuando ambos cuadros se reorganizaban, una bandera de tregua
interrumpió el combate. Las pérdidas, en ese
momento, del ejército constitucionalista eran menores que
las del adversario; pero tanto Lastra como Vid estaban
convencidos, si no de su próxima derrota, al menos de la
imposibilidad de batir a Prieto.

Lastra y Prieto convinieron en Ochagavía un
acuerdo que no conocemos sino a través de versiones
posteriores, adulteradas por el encono partidario. Luego de
largos y azarosos altercados, de que fueron principales
protagonistas Tupper, Viel y Godoy, a las 6:30 del 16 de
diciembre los dos jefes firmaban un tratado de diez
artículos, según el cual ambos ejércitos se
ponían a las órdenes de Freire, que recibía
facultades omnímodas; ningún jefe ni oficial
podía ser reconvenído por sus opiniones políticas
anteriores; el general Freire se hacía cargo
también del poder político, procediéndose a
la elección de ulla funta provisional, Junta que
convocarla a un congreso de plenipotenciarios, al que se daban
también instrucciones. Desde antes de firmnarse el pacto,
los bandos se orientaron en el sentido de proseguir la guerra
civil a todo trance.

A la vez que en Ochagavía tenían lugar las
negociaciones señaladas, la provincia de Coquimbo
caía en poder de los revolucionarios, que capturaron al
presidente Vicuña, y Concepción era dominada por el
coronel Cruz restableciéndose el régimen pipiolo
sin otro contraste que la muerte del
factor Baso de impresión.

Al finalizar la primera etapa de la guerra civil de
1829-30 estalló de inmediato la segunda, encauzada en la
lucha entre los estanqueros y o’higginistas y los liberales
moderados. El precio del
pacto de Ochagavía habla sido la eliminación del
grupo pipiolo,
que, por lo demás, no tenía fuerza
desposeído del gobierno y del ejército. En cambio, los
estanqueros, rehabilitados ya en la tornadiza opinión de
la época, representaban un poder efectivo y contaban con
las mejores cabezas políticas
del momento. Estanqueros y liberales unidos podían formar
un partido más poderoso que e1 antiguo liberal
aristócrata, que gobierno desde 1824 hasta 1828. La
tercera fuerza la constituían los o’higginistas, con
Rodríguez Aldea al frente.

En observancia de la parte electoral del compromiso, se
eligió una Junta compuesta por don José
Tomás Ovalle, don Isidoro Errázuriz y don Pedro
Trujillo, que reflejaban a la mayoría de la capital,
mayoría que no poseía voluntad activa y que,
además, estaba cohibida por dos ejércitos enemigos,
ninguno de los cuales le era adicto. Diversos factores, muchos de
ellos inaprehensibles, sin condiciones, sin preguntarle siquiera
a dónde la llevaba. De esta suerte, el execrado
contratista del estanco, que tres años antes era el objeto
de todos los ataques, se erigió en caudillo de una
poderosa fuerza política que, dirigida por él, era
capaz de aplastar a todas las demás reunidas.

Dos acontecimientos señalaron el rumbo al nuevo
gobierno: el mando civil, que ganó una extraña
eficacia, una
clarividencia realista hasta entonces desconocida en Chile, y la
dispersión del ejército de Lastra, mientras el de
Prieto seguía intacto acantonado en
Ochagavía.

Pronto se produjo la ruptura entre Freire y los
revolucionarios. El general se dirigió al norte al frente
de tres batallones pipiolos, mientras la Junta aprovechaba en
Santiago todos los recursos que era
imaginable suponer, organizándolos con una eficacia
asombrosa.

A principios de
febrero estaban reunidos en Santiago los plenipotenciarios de
seis provincias. Las sesiones preparatorias del congreso se
inauguraron el día 9, bajo la presidencia de don Isidoro
Errázuriz, y el 17 se nombraba presidente y vicepresidente
interinos a don Francisco Ruiz Tagle y a don José
Tomás Ovalle, representantes de dos variantes muy acusadas
de la aristocracia santiaguina. Portales calificaba a Ruiz Tagle,
su primo hermano, de "espléndido pavo real". Honrado y
respetuoso, encarnaba la variante fastuosa y decorativa del
"hombre
equilibrado", que la aristocracia chilena persiguió con
admirable constancia. Ovalle, que iba a llevar la parte
más ardua de la revuelta, era doctor en cánones y
leyes,
sencillo y bondadoso, sin deseos de figuración; es decir,
la variante opuesta.

Los cuarenta y dos días del gobierno de Ruiz
Tagle transcurrieron en una lucha sorda contra los mismos hombres
y bandos que lo eligieron. No halló tropiezos en la
preparación de la campaña contra Freire, porque
Prieto procedía sin tomarlo en cuenta, secundado apenas
por el Ministro del interior, presbítero Meneses, que
desempeñó también el Ministerio de la Guerra
hasta que el general Benavente se hizo cargo de él. Varios
militares destacados entre otros los generales Lastra,
Borgoño y Las Heras, se negaron a reconocer autoridad al
congreso de plenipotenciarios. Ruiz Tagle dió curso a un
decreto que separaba del ejército a los recalcitrantes,
mientras hacia nuevos esfuerzos, por llegar a un entendimiento
con Freire.

El efímero prestigio alcanzado por la Junta se
había desvanecido con las nuevas maquinaciones
políticas. Se pidió a Ruíz Tagle que
renunciara en forma decorosa. El presidente interino se
resistió cuanto pudo, hasta que Portales logró
convencerlo y delegó el mando en Ovalle.

Se le creaba al nuevo mandatario un problema
gravísimo, pues nadie que ría asumir las
responsabilidades ministeriales y Portales preferían
mantenerse al margen como orientador.

Egaña y Benavente se habían excusado,
cuando Portales, a punto de partir a Copiapó para asuntos
personales, hubo de aceptar, luego de haber exclamado eh un
arranque súbito: "Si nadie quiere ser ministro, yo estoy
dispuesto a açeptar hasta el nombramiento de ministro
salteador". La decisión causó asombro, pues 5* le
había rogado sin éxito que aceptara la
vicepresidencia provisional en lugar de Ovalle. El 6 de abril de
1830, el presidente firmaba un decreto que iba a decidir la
suerte de Chile.

El primer efecto de la presencia de Portales en el
gobierno fue el súbito cambio del
temor y la incertidumbre colectivos por el renacimiento
de la confianza. Prieto se decidió, por fin, a seguir al
pie de la letra sus sugestiones políticas, actitud que
iba a tener extraordinarias repercusiones
históricas.

Mientras Viel se apoderaba de Concepción y
ponía sitio a Chillán, luego de juntar más
de mil hombres y abundantes pertrechos, la expedición de
Freire al norte se resolvía en un estrepitoso fracaso, al
intentar reunirse con las fuerzas de Viel por mar. Por fin
lograron unir sus fuerzas Vid, Rondizzoni, Tupper y Freire, que
completaron unos 1.750 soldados y 4 cañones.

El intacto ejército de Prieto contaba, por su
parte, con 2.200 hombres y 12 cañones, además de la
presencia en sus filas del general Cruz, que, desde su jefatura
en el Estado
Mayor, logró en 15 días organizar las tropas. La
superior calidad de la
infantería de Freire equilibraba las fuerzas. La
dírección táctica y estratégica
tenía, por tanto, la última palabra.

En la noche del 14 al 15 de abril, el ejército
revolucionario pasó el Maule y ocupó Talca antes
del mediodía. El día 16, Prieto y Bulnes se
situaron a una legua al nororiente del pueblo. En la noche
urdieron un simulacro de amago a la plaza y se trasladaron con
sigilo a Lircay en previsión de una sorpresa. Advertida la
maniobra por Freire y Rondizzoni, tomaron posiciones a su vez a
casi medio kilómetro del río, ajustando la
línea de batalla a las sinuosidades del terreno. Prieto
inició un movimiento envolvente, para tomar al enemigo por
su flanco. Dejó la caballería y algunos
cañones en las anteriores posiciones, para impedir a
Freire el repliegue hacia Talca, y, aparentando proteger su
retirada al sur, flanqueó con el resto de sus tropas las
posiciones de Freire por el llano que se extiende entre el
extremo norte de Cancha Rayada y el cerro de Baeza. Tanto Freire
como sus oficiales, juzgaron el movimiento como una
retirada.

Al percatarse de que Prieto seguía avanzando
hacia el sur, Freire ordenó a Viel qué situara su
caballería en la llanura contigua a sus posiciones, para
observar al enemigo. En seguida, temiendo que se tratara de una
estratagema, ordenó a Rondizzoni que se uniera a Viel. De
este modo, el ejército revolucionario quedó
interpuesto entre el de Prieto y el Lircay, si volvía al
norte, y en situación de replegarse a Cancha Rayada si el
enemigo respondía a la provocación que determinaba
este corto avance.

Juzgaban ya esquivada la batalla cuando llamó a
Freire y a sus oficiales la atención el hecho de que los artilleros
enemigos enganchaban sus piezas y a la máxima velocidad
posible se dirigían al surponiente. Todos creyeron que
Prieto se encaminaba a Concepción, pero, antes de veinte
minutos, observaron con sorpresa que sus hombres ocupaban al
trote los extramuros al norte de Talca y que el jefe gobiernista
tendía su línea de batalla, amparado en escasos
accidentes y
en algunos edificios de pobre consistencia.

Freire aceptó el combate en condiciones, al
parecer, ventajosas para él. Pronto pudo darse cuenta, sin
embargo, de la superioridad del comando táctico de Prieto.
Batida de frente por la artillería y envueltos ambos
flancos por la infantería, la línea de Freire
empezó a vacilar. Ante la imposibilidad de restablecerla,
dió orden de replegarse al Lircay, exactamente a las
mismas posiciones que Prieto había abandonado en la
mañana. Allí comprobó Rondizzoni que eran
mucho peores que las anteriores, a lo que le afirmó
Freire: "Pues, coronel, aquí debemos echar el resto". Como
último recurso, Rondizzoni cargó con toda la
caballería sobre la infantería de Prieto, antes de
que pudiera protegerla la artillería. Bulnes simuló
la retirada hasta arrastrarlo lejos de la infantería y,
volviendo cara súbitamente y reforzado por un
escuadrón de refresco, la destrozó en menos de diez
minutos. Viel huyó al norte. Rondizzoni se retirá
del campo de batalla herido, azar feliz que le valió
salvar la vida. Freire, abrumado por el descalabro, siguió
las huellas de Viel, con Novoa y otros civiles. Pero Bulnes, con
rapidez asombrosa, cortó la línea de retirada de la
infantería enemiga, mientras Cruz y Prieto la cercaban por
el frente y los flancos. Se peleaba con furor demoniaco. Los
soldados, de ambos ejércitos se odiaban más que los
realistas y patriotas. En el ejército gobiernista
surgió la consigna de "no dejar gringo vivo", vindicta
popular que hoy nos aparece repugnante, pero que en aquellas
circunstancias era la consecuencia inevitable de la
intromisión de Viel, Tupper y Rondizzoni al encabezar dos
guerras
civiles. Elizalde, jefe sustituto de Freire, murió
atravesado por una bala. El número de cadáveres y
de heridos era enorme. Sólo unos doscientos hombres
lograron huir, pero fueron capturados antes de la noche. El
coronel Tupper había peleado a pie, y al buscar su caballo
para retirarse, no lo halló. Fue materialmente despedazado
a sablazos, lo mismo que el oficial de marina Roberto
Bell.

Prieto se había propuesto concluir con la guerra
civil por medio del aniquilamiento del ejército de Freire.
Logró su objetivo,
más que por la superioridad numérica, por la
consecución de un comando táctico impecable, que no
tiene precedente ni émulo posterior en la historia militar de Chile.
Por orden de Portales, se hizo el silencio en torno a esta
batalla fratricida, para que el régimen de 1830 surgiera
"de la libre voluntad de los pueblos".

La pacificación de las provincias de Coquimbo,
Concepción y Chiloé era ineludible. Fue más
difícil le primera, por la unión del revolucionario
Uriarte y Viel, que con sus 600 hombres no pudieron oponer
resistencia, sin
embargo, al general gobiernista José Santiago
Aldunate.

Ramón
Freire(1787-1851)

Militar y político chileno, jefe de Estado, en
calidad de
director supremo (1823-1826; 1827), o de presidente de la Junta
de Gobierno (1829-1830). Nació en Santiago el 29 de
noviembre de 1787. Ingresó en el Ejército en 1811 y
participó activamente en las guerras de la
independencia
chilena (batallas de Huilquilemu, Talcahuano, El Roble, El Quilo
y Rancagua). Después de ello, pasó a Buenos Aires,
para luego incorporarse al Ejército Libertador de los
Andes, donde se le encomendó, por orden de José de
San Martín, tomar la ciudad de Talca en febrero de 1817.
En 1823, fue opositor a la dictadura de
Bernardo O'Higgins, y con la abdicación de éste,
fue elegido director supremo provisorio. Meses después,
ocupó el cargo en propiedad. Su
gobierno se vio interrumpido en varias oportunidades por las
campañas de Chiloé y por las dificultades internas
del país. Mediante campañas militares, logró
expulsar a los realistas de Chiloé, y anexarlo al
territorio nacional. Posteriormente, ocupó los cargos de
presidente provisional de la República (25 de enero de
1827), presidente de la República (15 de febrero de 1827)
y presidente de la Junta de Gobierno (7 de noviembre de 1829).
Durante su periodo gubernamental, se llevó a cabo la
abolición definitiva de la esclavitud en
Chile; la Constitución 'moralista' de 1823, redactada por
Juan Egaña; y la quiebra de
relaciones con la Iglesia.
Además, participó en la Guerra Civil (1829-1830),
donde fue derrotado en la batalla de Lircay, en 1830. Más
adelante, con el fin de derrocar el gobierno constituido de
José Joaquín Prieto, participó con las
fuerzas de Andrés de Santa Cruz en la guerra contra la
Confederación Perú-boliviana. Ante ello, fue
desterrado a Sydney. Falleció en Santiago el 9 de
septiembre de 1851, tras haber regresado a su país nueve
años antes.

PIPIOLOS

Grupo político formado después de la
caída de Bernardo O´Higgins del poder (1823), con
personas de modesta condición y por la juventud
exaltada, quienes habían acogido las corrientes
libertarias e ideas democráticas que circulaban en
Europa
originadas como consecuencia de la Revolución
Francesa. Los principios de libertad,
igualdad y
fraternidad fueron una esperanza para aquellos que acababan de
sacudir al opresor, saliendo del régimen colonial y que
todavía no habían logrado gozar de la plenitud de
sus derechos
ciudadanos. Estas ideas fueron las precursoras del liberalismo en
Chile. El grupo Pipiolo
ha sido por este motivo considerado el antecesor del partido
Liberal, aunque ambas corporaciones se hallan separadas
histórica y cronológicamente. Su antagonista
ideológico fue el grupo Pelucón o Conservador. Los
Pipiolos desarrollaron una intensa actividad, bulliciosa y
desordenada, con el fin de lograr la implantación de sus
ideas y de un régimen ampliamente democrático y
liberal. El nombre de Pipiolos les fue dado de forma despectiva a
causa de su condición humilde. El general Ramón
Freire Serrano asumió el poder supremo de la Nación,
a la caída de Bernardo O´Higgins (1823). Sus
sentimientos liberales y su falta de vinculación con otros
grupos políticos le dio suficiente libertad como
para representar al pensamiento
pipiolo o liberal. Freire trató de implantar algunos de
los principios del liberalismo;
abolió la pena de azote, la esclavitud en
Chile y suprimió la Legión de Honor creada por
Bernardo O´Higgins; suspendió la Constitución
de 1823 mediante un golpe de Estado y
asumió la totalidad del poder, implantando la "era de los
pipiolos", con lo que se inició el período de
anarquía política. Freire renunció al poder
en 1826, siendo sucedido por Francisco Antonio Pinto, general de
ideas liberales. Este convocó un Congreso Constituyente
(1828); considerado de inspiración netamente liberal,
aunque mantenía la religión
católica como la oficial del Estado. Este Congreso
dictó la Constitución Política de la
República, redactada por José Joaquín Mora.
Se celebraron elecciones presidenciales (1829) de acuerdo con
esta Constitución, resultando elegido el general Francisco
Antonio Pinto, lo que significó un resonante triunfo para
el grupo Pipiolo. Las dificultades se suscitaron con la
elección de vicepresidente; los candidatos eran
Joaquín Prieto, Francisco Ruiz Tagle y Joaquín
Vicuña; este último liberal y los otros dos
conservadores. Ninguno de ellos obtuvo la mayoría
absoluta, por lo cual, según la constitución, la
elección debía decidirla el Congreso. Como este
Congreso era de tendencia liberal eligió al señor
Vicuña como vicepresidente, haciendo caso omiso de las dos
primeras mayorías. Los pelucones ante esta
resolución, consideraron violada la Constitución y
se levantaron en armas. El general Joaquín Prieto se puso
al frente del ejército y avanzó hacia Santiago
(Guerra civil de 1829-1830). Se libró el combate de
Ochagavía (14 de diciembre de 1829) y la batalla de Lircay
(17 de abril de 1830) en la que vencieron los pelucones. Estos
asumieron plenamente el gobierno, poniéndose fin al
periodo pipiolo y con él el primer ensayo liberal
en Chile.

BIBLIOGRAFÍA

Historia de Chile por Francisco Antonio
Encina

editorial Ercilla tomo XVIII

Historia de Chile por Francisco A. Encina

resumida por Leopoldo Castedo

editorial Zig-Zag tomo II

PAGINA DE INTERNET:


http://habitantes.elsitio.com/Masters7/ram%C3%B3n_freire.htm

Partes: 1, 2
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