Indice
1.
¿En dónde estamos parados?
2. Globalización:
¿factory made?
3. G. Gaynor: "i will survive, yeah,
yeah!"
4. Manú chao: "todo es mentira,
la verdad"
5. Bibliografía
Actualmente, el mundo está pasando por una
inestabilidad profunda. La economía se encuentra
al borde de un desplome similar al que ocurrió en 1929 en
la llamada "Gran Depresión". ¿Por qué? el
(des)arrollamiento del capitalismo
global, que está destruyendo las industrias
tradicionales, empleos, modos de vida, tradiciones, y cultura en
todo el planeta. El problema es que esta ideología capitalista "global" está
basada en una un tanto nociva y, a todas luces, injusta: el libre
mercado.
La filosofía del libre mercado es una
ilusión seductora que ha contribuido a la
desintegración social, particularmente en Estados Unidos,
donde además la desigualdad existente se parece más
a la de Latinoamérica que las de cualquier
país de
Europa.
Cuando se trata de imponer el libre mercado a diestra y
siniestra, y en cualquier circunstancia, rehusando de la mano del
gobierno para
garantizar la cohesión social, la
globalización se convierte en una amenaza para la
estabilidad del libre comercio
que están cimentando las transnacionales
norteamericanas.
En contra de lo que se cree, la globalización no fortalece el libre mercado
global, sino que lo debilita, porque desata presiones sociales
que se originan de un desarrollo
económico muy desigual.
Ninguna democracia
puede soportar los costos sociales
del libre mercado durante mucho tiempo, como por
ejemplo en los países pobres, donde el libre mercado
obliga al establecimiento de lleva al establecimiento de
administraciones que operan con lo básico y suficiente
para sostener la economía del
país (que nunca termina siendo "suficiente"), y se aplica
como catalizador de la desintegración del Estado
moderno.
No obstante, hay otro ingrediente que ha despertado interés.
El autor británico, del libro "Falso
amanecer" (False Dawn), John Gray, está convencido
de que "las ideas liberales son incompatibles con las
ultraliberales o neoliberales que postulan el reinado del libre
mercado en todas partes". Que, por lo tanto, las sociedades de
mercado están amenazadas severamente por el capitalismo
global de libre mercado.
"¿Quién se ha llevado mi queso?" (es
decir, quién tiene la culpa)
Las organizaciones
financieras-trasnacionales como la OMC (Organización Mundial de Comercio) y el
FMI (Fondo Monetario
Internacional) a través de los auxilios financieros
que han otorgado a países de pocos recursos bajo
condiciones de pago que pueden considerarse como "leoninas", han
buscado establecer libres mercados, a
imagen y
semejanza de los Estados Unidos.
Esta utopía ha causado ya grandes estragos y severos
fracasos.
Gray cita los casos de la Gran Bretaña
thatcheriana, Nueva Zelanda y México. En
estos países el libre mercado funcionó como una
tenaza que oprimió a las clases medias, enriqueciendo
así a una minoría minúscula y aumentando las
distancias entre las clases
sociales; ocasionó serios daños a las organizaciones
políticas, se aprovechó del Estado sin
consideración alguna, corrompió las instituciones
estatales, disolvió o destruyó a las coaliciones
políticas que, en un principio, les dieron
su apoyo y dividió a las sociedades.
Así, la modernización obligada de las
economías de todo el mundo, destruyó actividades y
relaciones sociales, culturales y políticas particulares.
Y lo peor es que no hay marcha atrás: esas rupturas no se
reparan.
Marshall McDonnel advierte que "la globalización económica actual no
tiene precedentes. La velocidad, el
tamaño y la interconexión de los movimientos de
mercancías e información a través del planeta son
inmensamente más importantes que las de cualquier periodo
anterior. El 95% de esas transacciones son de naturaleza
especulativa. La fuerza de esta
nueva economía financiera virtual es un fenómeno
desconocido en la historia económica
mundial".
Asimismo, el alcance y crecimiento de las trasnacionales son
enormes, y no existe en la historia precedente de tal
capacidad de poder. Ellas
controlan, aproximadamente, una tercera parte de la producción mundial y dos terceras partes
del comercio.
Por un lado, la repercusión, ligereza y fuerza de esta
globalización, y la destrucción que
produce en las sociedades, del otro, llevan a Gray y a McDonnell
a la conclusión de que la economía
contemporánea es substancialmente menos estable y
más anárquica que el orden económico
internacional liberal, que ocasionó el colapso en 1914 y
posteriormente la Gran Depresión
de 1920.los años veinte.
2. Globalización:
¿factory made?
Ya dijimos que el poder de las
transnacionales y el arrase de la
globalización atenúan la capacidad de
acción de los países. Los gobiernos no pueden
controlar o aminorar el impacto anárquico e inconsistente
de la economía mundial.
No sólo el Estado
moderno ha sufrido los efectos de la globalización.
También han sentido su implantación la gente,
particularmente, la clase obrera. Los trabajadores han disminuido
en tamaño e importancia. No sólo por la
disminución de las industrias, sino
también por los cambios en la
organización del trabajo. Hemos pasado de la producción en masa mediante el trabajo
asalariado, a mercados a
mercados de trabajo "flexibles". La actual fuerza de trabajo
cambió la seguridad
económica que ofrecía el salario, por el
tiempo
parcial, los contratos
temporales y los empleos "freelance" (o por cuenta propia) en el
que no hay una relación estable con un solo empresario. La
inseguridad
laboral
está en el centro de este nuevo capitalismo sin orden
alguno.
C.A.OS
Dentro de este proceso
destructivo global, obviamente las economías no pueden ni
tienden a ser iguales. "La globalización -dice Gray- no es
una tendencia hacia la homogeneidad", sino hacia la
hegemonía, que es diametralmente diferente.
El error persistente de intentar construir un mercado mundial
único hace suponer que la vida económica de
cualquier nación
puede ser remodelada a y amoldada a imagen y
semejanza del libre mercado estadounidense.
"¿Sabe Ud. Cuál es la diferencia entre Tanzania y
Goldman Sachs?-preguntaba The Guardian a sus lectores el 10 de
diciembre de 1993, con el mejor humor negro inglés.
–El primero es un país africano que gana 2,3 millones de
dólares al año y los reparte entre 25 millones de
habitantes. El segundo es un banco de inversiones
que gana que gana 2,6 millones de dólares al año y
lo reparte entre 161 accionistas". Así lo cita Antonio
Pasquali en su libro
"Bienvenido Global Village", donde refleja las ires y venires de
esto que estamos tratando de penetrar por algún lado,
llamado globalización.
Ok, entonces entendemos que cuando el capital es
libre, busca ventajas de mercado en países del extranjero,
donde los costos
ambientales y sociales sean los más bajos posibles. Por
eso, la libertad
global sin regulaciones ni restricciones en el comercio pone a
merced de los imperativos del mercado a la sociedad.
El argumento en contra de este "mundo ideal" no es
económico, sino de aquello que llaman sentido
común. "La persecución de la eficiencia
económica sin tener en cuenta los costos sociales es en
sí misma irracional. Alcanzar la máxima productividad a
expensas de la destrucción social y de la miseria humana
es un ideal anómalo y peligroso": John Gray.
Así, el capitalismo social de mercado, o bien llamado
"proyecto
socialdemócrata europeo", se torna inviable. La
intención es convertir al mundo en un mercado libre al
estilo norteamericano, convertir a los países a imagen y
semejanza del gigante del norte, eliminar las diferencias que
causan los límites
geográficos y acabar con las particularidades locales.
Eduardo Galeano, en una mezcla cerebrointestinal, lo describe en
su libro "Patas Arriba: la escuela del mundo
al revés": "Si nos portamos bien, está prometido:
veremos todas las mismas imágenes y
escucharemos los mismos sonidos y vestiremos las mismas ropas y
comeremos las mismas hamburguesas y estaremos solos de la misma
soledad dentro de casas iguales en barrios iguales de ciudades
iguales donde respiraremos la misma basura y
serviremos a nuestros automóviles con la misma
devoción y responderemos a las órdenes de las
mismas máquinas
que serán maravilloso para todo lo que no tenga piernas ni
patas ni alas ni raíces".
En sí, el nuevo totalitarismo significa,
acudiendo ahora a las palabras de Michel Albert citadas por John
Gray, es una lucha del capitalismo contra el capitalismo, y una
ruptura entre los pensadores que antes hacían causa
común contra el comunismo.
A pesar de los ya conocidos efectos de esta filosofía, ni
siquiera Estados Unidos, el padre de la criatura, ha podido
salvarse. A partir de la
administración de Reagan en los años 80’,
la sociedad
norteamericana se fracturó en una mayoría
presionada por una subclase sin esperanza y una superclase que
rechaza sus obligaciones
cívicas, su responsabilidad
social con "los de abajo".
No sólo la desproporción entre las clases
sociales ha crecido. La familia se
ha derrumbado, millones de trabajadores están
subempleados, no encuentran empleo,
trabajan a tiempo parcial o lo hacen eventualmente. Esta profunda
desigualdad y la inseguridad
laboral han
destruido las comunidades y, con ello, la cohesión social.
Y ese es el modelo de
sociedad que quieren imponer en el resto del mundo…
La catástrofe estadounidense sólo tiene
comparación con la que se observa en la Rusia
post-perestroika, aunque con expresiones muy diversas y con una
historia muy distinta. La "terapia de choque" aplicada en Rusia,
pretendiendo convertir a este país en un mercado libre,
produjo, al contrario, una especie de anarcocapitalismo gobernado
por la mafia.
El experimento del Fondo Monetario debilitó profundamente
la economía del Estado, empobreció
–aún más- a la mayoría rusa y
dejó a todos los ciudadanos a merced de la inseguridad
social.
3. G. Gaynor: "i will survive,
yeah, yeah!"
Podríamos salir a salvo de este avasallante
desarrollo
económico mundial si se concibiera como un desarrollo
multicéntrico, en el que las diferentes culturas y
regímenes pudieran convivir y cooperar sin que unos tratar
de pisar, eliminar o dominar a otros. Pero el empecinamiento de
construir un libre mercado universal está impidiendo que
podamos vivir un mundo así.
En la medida en que las fuerzas del mercado no
están siendo vigiladas o controladas, nos veremos en un
constante estado de zozobra y amenazas de guerra. Y es
que ¿quién dijo que los mercados son instituciones
imperfectas? ¿El mismo que dijo que el Estado
podía resolverlo todo? Ambos, necesitan no sólo que
se les regule, sino también una acción que defienda
las culturas autóctonas e impida que destruyan,
empobrezcan y dividan a las sociedades y los
países.
Los mercados
financieros, en particular, han demostrado que tienden a la
volatilidad, al desequilibrio, a la inestabilidad, porque
están basados en las expectativas y especulaciones
humanas. Es obsoleto y absurdo pensar que la economía de
libre mercado tiende a regularse por sí misma, que busca
la estabilidad y el equilibrio
racional. Marshall McDonnell: "una curiosa reliquia heredada del
racionalismo
de la
Ilustración".
El futuro de este mundo caótico y
anárquico, dominado por el nuevo fanatismo de una
economía global, puede ser distinto. Para eso se tienen
que corregir y rectificar las reglas del juego, del
mercado internacional. Es necesario un régimen de gobierno mundial
que gestione los mercados globales pero promoviendo la
cohesión de las sociedades y la integridad y soberanía de los países. Así
como hay un mercado global, debe haber una regulación
global de las divisas, de los movimientos de capital, del
comercio y de la conservación del ambiente, para
que pueda existir una economía mundial al servicio de
las necesidades humanas.
Pero, esa "loca idea" de establecer una
regulación global de las divisas, de los movimientos de
capital, del comercio y de la conservación del ambiente, va
en sentido contrario de las ideas imperantes, que no sólo
proponen una desregulación cada vez mayor sino
también gobiernos que intervengan menos en el mercado, y
que se dediquen a lo que tienen que hacer: gobernar.
¿Será, entonces, esta anarquía globalizada
en la que estamos sumidos un destino contra el cual debemos
luchar pero que no seremos capaces de superar?
H. Lavoe: en los siglos XX Y XXI "…cuando el tirano
mandó"
Hoy en día no tenemos claros si esta doctrina del libre
mercado es el último vestigio del totalitarismo heredado
del siglo-milenio pasado, o si apenas es lo que está
inaugurando el siglo XXI.
No hay cómo esconder los signos de hambre, pobreza y
desempleo
masivo. África está en coma desde hace años,
según los datos oficiales
de la ONU. Lo del nivel
de vida y la falta de expectativas de crecimiento
económico y social, aunque ya son tomadas como un
cliché, son una realidad innegable. El gran problema que
afronta el continente negro es cargar con –nada más
y nada menos- el 75% de los casos de Sida DEL MUNDO.
Pero, por otro lado, recibe el tres por ciento de los fondos
distribuidos por los organismos internacionales para la
prevención de esa peste.
"Ayuda externa se llama al impuestito que el
vicio paga a la virtud en las relaciones
internacionales. La ayuda externa se distribuye de tal
manera, que por regla general, confirma la injusticia, y rara vez
la contradice". (Eduardo Galeano, "Patas arriba: la escuela del mundo
al revés").
Esta hegemonía ideológica de lo liberal-global no
tiene enemigo "visible" que temer, pues se apoya en la fuerza del
cambio
tecnológico y la integración
económica mundial,.
El crecimiento
económico que disfrutó EE.UU. en los
últimos cinco años, bajo el gobierno de Bill
Clinton, así como la relevancia de aquello que se hace
llamar "la nueva industria de
la información" y su impacto e influencia en
la productividad
e, indirectamente, en el empleo, no
parecen sino indicar que, a pesar de todo, el libre mercado
avanza.
Y también están ahí los
reconocimientos sobre la desigualdad social en las reuniones de
Davos, Cancún, Viena, Canadá, presionados por las
movilizaciones de los globalifóbicos (que,
¡vaya, qué cosas! ¿cómo habrán
hecho estos globalifóbicos para ponerse en
contacto, intercambiar opiniones, organizar acciones y
crear ese bloque de oposición, que tanto centimetraje le
dedica la prensa alrededor
del mundo? ¿sería gracias a Internet? ¿A los medios de
comunicación? ¿A los alcances
tecnológicos que llegaron a sus manos gracias a esa
globalización contra la que ellos luchan?), pero
también por las preocupaciones crecientes de muchos y muy
distintos gobiernos del mundo.
Por otra parte, la debacle consecutiva de los gobiernos
conservadores de Inglaterra,
Francia,
Alemania e
Italia
parecía anunciar mejores tiempos para la socialdemocracia
europea y la oportunidad de un camino distinto. Pero resulta que
la "tercera vía" de Tony Blair se quedó atascada,
porque los esfuerzos de sus socios y partidarios de otros
países tuvieron que resolver primero sus propios asuntos,
para luego ver si quedaba tiempo aún de ocuparse de los
demás.
La propuesta de muchos escritores que han dedicado
muchas páginas al discernimiento con respecto a la
globalización, es la de un "gobierno mundial regulador"
que admita distintos capitalismos y normalice los flujos de
capital, que refuerce la gestión
de los Estados, que ayude a reconstruir los tramas sociales, no a
destruirlas.
La falta de alternativas factibles es de lo que se ha acusado a
todos los críticos de la globalización.
Diariamente. Circulan en el mundo un billón y medio de
dólares ¿Cómo detener un proceso como
este?
Parece difícil imaginar un mundo diferente sin
que la hegemonía norteamericana llegue a su fin.
Diferentes cosas pueden ocurrir: una crisis
financiera de enormes proporciones en Estados Unidos; el
fortalecimiento de otras economías; la
fragmentación gradual del poder mundial. Una tercera
viabilidad es que la globalización del descontento social
(¿quién dijo que globalización tiene que ver
sólo con dinero?)
obligue a los centros polares de decisión a cambiar sus
visiones y sus políticas.
La primera posibilidad es la más traumática, porque
podría generar una crisis mundial
de magnitudes incalculables. La segunda podría ser la
menos conflictiva, pero definitivamente no a corto plazo. La
tercera pudiera ser consecuencia de una miscelánea de
cambios traumáticos y reformas graduales, pero nada nos
garantiza que termine siendo más caótica que la
actual.
Con respecto a eso, Galbraith dice que "la
duración de los ciclos de euforia y pánico ha
dependido del tiempo que la gente ocupa en olvidar el
último desastre, del tiempo en que tardaba el genio
financiero de una generación, hundido y desacreditado, en
ser sustituido por nuevos artífices capaces de hacer que
los crédulos y los engañados les atribuyesen las
dotes de Midas…".
Desde finales del año pasado y comienzos de este,
quedó claro que la bonanza estadounidense tendría
un menor ritmo de crecimiento que en épocas pasadas. Las
perspectivas hasta ahora sólo hablan de una caída
del crecimiento, o cuando mucho de un "estancamiento pasajero".
Pero bajo una administración demócrata que intente
repetir las estrategias que
aplicó Reagan en su gobierno, los riesgos pueden
agravarse.
Las razones para una visión pesimista obedecen
también a la ausencia de individuos sociales. La fuerza de
los trabajadores organizados fueron eliminados con la era del
Estado de bienestar y el dominio
neoliberal. Los sindicatos se
enfriaron, y con ello, las bases sociales de los partidos
políticos. En otras partes del mundo se han visto
procesos
similares. Ante la falta de un liderazgo
sindical, sólo queda esperar, según John Gray, que
"los grupos
sociales excluidos perturben la vida política como parte
de movimientos extremistas, con tendencias neotribales y
fundamentalistas".
No hay, entonces, un sujeto social ni una tendencia
política
capaces de conducir la oposición real a la
hegemonía estadounidense y a la doctrina del neoliberalismo.
En el aire queda la
duda de si en algún momento podría surgir, de la
suma de movimientos sociales fragmentados, una resistencia
social "globalizada" capaz de influir en sus propios Estados y en
el ámbito mundial en la definición de
políticas alternativas viables al libre mercado. De si se
atreverán los europeos a renovarse y a tomar el
desafío de liderizar una profunda reforma de la
economía mundial, como lo hicieran "en los años
1600".
4. Manú chao: "todo
es mentira, la verdad"
- "En la posguerra, el comercio mundial se ha
multiplicado por 12, en tanto que la producción,
sólo por cinco. Pero lo más significativo es que
las transacciones financieras han llegado a sumar 1.2 billones
de dólares diarios, es decir, el nivel del comercio
mundial multiplicado por más de 50". Saúl Escobar
Toledo. - Más de 250 millones de niños
en todo el mundo viven como esclavos. En América
Latina trabaja 1 de cada 5 niños
con edades comprendidas entre los 5 y los 14 años, en
África 1 de cada 3, en Asia 1 de cada
2. Las formas de esclavitud
clásica (que persisten en Sudán, Mauritania o
África Occidental, donde comprar la vida de una persona no
cuesta más de 80 dólares) se han visto superadas
por las nuevas formas de explotación
laboral. - Nike emplea a 100.000 personas en China,
75.000 en Indonesia, 40.000 en Vietnam. En los tres
países está prohibido el derecho de
asociación - En Saipán, isla del Pacífico que
mantiene un tratado de libre
comercio con los Estados Unidos, más de 50.000
personas trabajan en condiciones infrahumanas para prestigiosas
marcas textiles
norteamericanas (Tommy Hilfiger, Gap, Levi´s,
Wall-Mart…). Los trabajadores, en su mayoría
asiáticos, pagan hasta 5.000 dólares por llegar
hasta la isla para trabajar en una "fabrica del
sudor". - Lo mismo ocurre con protocolos
como el que firmó el presidente Clinton para combatir la
explotación laboral en los países del Tercer
Mundo. Entre las empresas
firmantes se encontraban Nike y Reebok. El protocolo
era demasiado general y lleno de subterfugios legales y nunca
se ha aplicado. - En India, 55
millones de niños trabajan en la elaboración de
la artesanía textil. En Pakistán es muy
difícil saber cuántos. Las multinacionales de
ropa deportiva han perfeccionado la estrategia: los
niños trabajan en casa. - Ante esta situación, la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) puso en
práctica un proyecto para
la escolarización de los menores. El plan
exigía a las empresas una
mejora de sus condiciones laborales. Resultado: Pakistán
ha reducido su producción de pelotas de fútbol en
un 20 por ciento. Un niño cose tres balones trabajando
durante todo el día y gana menos de un dólar por
cada uno. - Las empresas locales, subcontratadas por las
multinacionales, empezaron a pagar 8 rupias más por
balón (una miseria) para eludir problemas.
Sin embargo, Adidas lo consideró un exceso y
fabricó sus balones para el Mundial de Francia en
Marruecos. - En Tailandia la industria
del sexo,
sostenida por clientes de los
países ricos, genera el 60 por ciento del Producto
Interior Bruto. - Cuanto más efectiva y cruel es la
explotación, más amplio es el margen de
beneficio. En las fábricas subcontratadas por las
multinacionales en la República Dominicana trabajan
más de 150.000 personas, en su mayoría mujeres.
Allí, una empleada cobra por cada pantalón
elaborado 3.000 veces menos de lo que cuesta en el
mercado. - Mientras el planeta muere de hambre, falta de
asistencia médica, sida, ausencia
de servicios de
saneamiento, guerras,
esclavitud y
explotación, Fortune publicó el mes pasado una
lista de los hombres más ricos del mundo: el primero es
el dueño de Wall-Mart
(tomado de "Esclavos del Máximo Beneficio", de
Juan Carlos Galindo).
GALEANO, Eduardo: "Patas arriba: la escuela del mundo al
revés".
PASQUALI, Antonio: "Bienvenido Global Village: comunicación y moral", Monte
Ávila Editores Latinoamericana.
GRAY, John: "Falso amanecer. Los engaños del capitalismo
global", Paidós, Buenos Aires,
2000.
GALBRAITH, John K.: "El dinero",
Editorial Orbis, España,
1983.
GALINDO, Juan Carlos: "Esclavos del Máximo Beneficio",
http://www.eurosur.org/rebelion/economia/ccs050601.htm#web
ESCOBAR T. Saúl: "Las razones de la globalifobia",
http://www.jornada.unam.mx/2001/abr01/010422/mas-razon.html
Autor:
Do Couto G., Henrique
Bravo Vásquez, Baroska