Indice
1.
Introducción
2. Castellano O
Español
3.
Historia
4. Dialectos
5.
Apéndice
6. Clasificación
Genética O Por Grupos De Familias
7.
Ortografía
8.
Bibliografía.
1.
Introducción
Descripción temática: En el idioma español,
la ortografía tiene un lugar social
considerable. Es importante conocer sus normas.
Lengua
española, lengua
románica, derivada del latín, que pertenece a la
subfamilia itálica dentro del conjunto indoeuropeo; es el
idioma de España y
de las naciones de Sudamérica y Centroamérica
—excepto Brasil, las
Guayanas y Belice—, y, en el Caribe, de Cuba, Puerto Rico y la
República Dominicana; cuenta con unos cuatrocientos
millones de hablantes, entre los que se incluyen los hispanos que
viven en Estados Unidos y
algunos cientos de miles de filipinos, así como los
grupos
nacionales saharauis y los habitantes de Guinea Ecuatorial en la
costa occidental africana.
2. Castellano O
Español
Esta lengua también se llama castellano, por
ser el nombre de la comunidad
lingüística que habló esta modalidad
románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna
polémica en torno a la
denominación del idioma; el término español
es relativamente reciente y no es admitido por los muchos
hablantes bilingües del Estado
Español, pues entienden que español incluye los
términos valenciano, gallego, catalán y vasco,
idiomas a su vez de consideración oficial dentro del
territorio de sus comunidades autónomas respectivas. Son
esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la
denominación más antigua que tuvo la lengua:
castellano entendido como ‘lengua de Castilla’.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta
denominación y no plantean dificultad especial a la hora
de entender como sinónimos los términos castellano
y español. En los primeros documentos tras
la fundación de la Real Academia Española, sus
miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua
española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa
cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado
Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres
nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano
representa una vuelta a los orígenes y quién sabe
si no sería dar satisfacción a los autores
iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como
Andrés
Bello, Rufino José Cuervo o la argentina Mabel
Manacorda de Rossetti.
Renunciar al término español plantearía la
dificultad de reconocer el carácter
oficial de una lengua que tan abierta ha estado para
acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a
su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los
españoles a nombrar castellano a su lengua como los
argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños a
calificarla como argentina,
venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos
ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la
fragmentación de un idioma, que por número de
hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En
España
se hablan además el catalán y el gallego, idiomas
de tronco románico, y el vasco, de origen desconocido.
Orígenes
Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el
latín vulgar, propagado en España desde fines del
siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al
vasco, caso de no ser una de ellas. De este substrato
ibérico procede una serie de elementos léxicos
autónomos conservados hasta nuestros días y que en
algunos casos el latín asimiló, como: cervesia >
cerveza, braca
> braga, camisia > camisa, lancea > lanza. Otros autores
atribuyen a la entonación ibérica la peculiar
manera de entonar y emitir el latín tardío en el
norte peninsular, que sería el origen de una serie de
cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema
consonántico.
Otro elemento conformador del léxico en el
español es el griego, puesto que en las costas
mediterráneas hubo una importante colonización
griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta
lengua también influyó en el latín, voces
helénicas han entrado en el español en diferentes
momentos históricos. Por ejemplo, los términos
huérfano, escuela, cuerda,
gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno
golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue
pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas,
así como los topónimos Denia, Calpe. A partir del
renacimiento,
siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en
español se ha empleado el inventario de las
raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo,
telemática, de reciente creación, o
helicóptero.
Entre los siglos III y VI entraron los germanismos, en su
mayor parte a través del latín por su contacto,
entre los siglos III y V, con pueblos bárbaros muy
romanizados. Forman parte de este cuerpo léxico guerra,
heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la
raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo,
que significaba ‘castillo’ y después
pasó a ser sinónimo de ‘ciudad’, tan
presente en los topónimos europeos como en las tierras de
Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo
junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y
burguesía, términos que entraron en la lengua mucho
más tarde. Hay además numerosos patronímicos
y sus apellidos correspondientes de origen germánico:
Ramiro, Ramírez,
Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una
declinación especial para los nombres de varón en
-a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán,
Fernán, e incluso sacristán.
Junto a estos elementos lingüísticos
también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo
origen se desconoce, aunque hay varias teorías
al respecto. Algunos de sus hábitos articulatorios y
ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa
influencia en la conformación del castellano por dos
motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio
de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León;
junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los
árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente,
llevaron sus hábitos lingüísticos y,
además, ocuparon puestos preeminentes en la corte
castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden
dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano. La introducción del sufijo -rro, presente en
los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba
consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas
las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno de los
rasgos definidores del sistema
fonético español; se trata del fonema
ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).
La otra herencia del
vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f
en posición inicial, las palabras latinas que empezaban
por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una
aspiración, representada por una h en la escritura, que
con el tiempo se
perdió: así del latín farina > harina en
castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal,
fariña en gallego, farinha en portugués, farine en
francés y faina en rumano; en vasco es irin.
La lengua árabe fue decisiva en la configuración
de las lenguas de España, el español entre ellas,
pues los árabes asentaron su dominio en la
península durante ocho siglos. Durante tan larga estancia
hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los
cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no
sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino
también en cultura y
refinamiento. De su organización social y política se aceptaron
la función
y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas,
alguaciles, almonedas, almacenes.
Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales,
fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres),
alfareros, albañiles que construían zaguanes,
alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o
algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes,
albuferas, norias y azadones. Influyeron en la
pronunciación de la s- inicial latina en j- como en
jabón del latín ‘saponem’.
Añadieron el sufijo -í en la formación de
los adjetivos y nombres como jabalí, marroquí,
magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron
numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de
"Caesara(u)gusta", o Baza de "Basti". No podría entenderse
correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la
península sin conceder a la influencia del árabe el
lugar que le corresponde.
3. Historia
En la formación del español cabe distinguir tres
grandes periodos: el medieval, también denominado del
castellano antiguo, fechado entre los siglos X y XV; el
español moderno, que evolucionó desde el
siglo XVI hasta finales del XVII, y el contemporáneo,
desde la fundación de la Real Academia Española
hasta nuestros días.
El castellano medieval El nombre de la lengua procede de
la tierra de
castillos que la configuró, Castilla, y antes del
siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces
existían cuatro grandes dominios lingüísticos
en la Península que pueden fijarse por el comportamiento
de la vocal breve y tónica latina o en sílaba
interior de palabra como la o de portam que diptongó en
ué en el castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo
y ua en el leonés y aragonés (puorta) y
mozárabe (puarta). En términos generales, se
mantuvo la o del latín (porta) en la lengua del extremo
occidental, el galaico-portugués —del que
surgirían el gallego y el portugués—, y en el
catalán del extremo oriental, que ejercería su
influencia posterior por las tierras mediterráneas, fruto
de la expansión política.
El castellano fue tan innovador en la evolución del
latín como lo fueron los habitantes de Castilla en lo
político. A esta época pertenecen las Glosas
silenses y las Glosas emilianenses, del siglo X, que son
anotaciones en romance a los textos en latín: contienen
palabras y construcciones que no se entendían ya. Las
primeras se escribieron en el monasterio benedictino de Silos,
donde para aclarar el texto de un
penitencial puede leerse "quod: por ke", "ignorante: non
sapiendo"; las Glosas emilianenses se escriben en el monasterio
de San Millán de la Cogolla o de Suso.
En el sur, bajo dominio
árabe, las comunidades cristianas hablaban
mozárabe. Heredado de la época anterior a la
conquista musulmana, lo mantuvieron sin grandes alteraciones,
bien por afirmación cultural que marcara la diferencia con
las comunidades judía y árabe, bien por falta de
contacto con las evoluciones que se estaban desarrollando en los
territorios cristianos. En esta lengua se escriben algunos de los
primeros poemas
líricos romances: las jarchas, composiciones escritas en
alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas corresponden
a una lengua arábigo-andaluza. De los cambios
fonéticos que se produjeron en esta época en el
castellano, el más original consistió en convertir
la f- inicial del latín en una aspiración en la
lengua hablada, aunque conservada en la escritura.
El primer paso para convertir el castellano en la lengua
oficial del reino de Castilla y León lo dio en el
siglo XIII Alfonso X, que mandó componer en
romance, y no en latín, las grandes obras
históricas, astronómicas y legales. El castellano
medieval desarrolló una serie de fonemas que hoy han
desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora
intervocálica, que en la escritura se representaba por s,
como en casa, y una s sorda, que podía estar en
posición inicial de palabra como silla, o en
posición interna en el grupo -ns-,
como en pensar o en posición intervocálica que se
escribía -ss- como en viniesse. Las letras ç y z
equivalían a los sonidos africados (equivalente a ts, si
era sordo, y a ds, si era sonoro), como en plaça y facer.
La letra x respondía a un sonido palatal
fricativo sordo, como la actual ch del francés o la s
final del portugués y también existía
correspondiente sonoro, que se escribía mediante j o g
ante e, i: así dixo, coger, o hijo. Distinguía
entre una bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la
-p- intervocálica del latín o b de la inicial
sonora del latín (y que es la que hoy se conserva), y la
fricativa sonora, que procedía de la v del latín,
cuyo sonido se
mantiene hoy en Levante y algunos países americanos.
Desde el punto de vista gramatical ya habían
desaparecido las declinaciones del latín y eran las
preposiciones las que señalaban la función de
las palabras en la oración. El verbo haber todavía
tenía el significado posesivo tener, como en había
dos fijos y se empleaba para tener y para formar las
perífrasis verbales de obligación que
originarían a partir del siglo XIV los tiempos
compuestos; por eso, entre la forma del verbo haber y el
infinitivo siguiente era posible interponer otro material
léxico, hoy impensable, como en "Enrique vuestro hermano
habia vos de matar por las sus manos". Los adjetivos posesivos
iban precedidos de artículo; así se decía
los sus ojos alza.
El español del siglo XII ya era la lengua de los
documentos
notariales y de la Biblia que mandó traducir
Alfonso X; uno de los manuscritos del siglo XIII se
conserva en la biblioteca de El
Escorial. Gracias al Camino de Santiago entraron en la lengua los
primeros galicismos, escasos en número, y que se
propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía
cortesana y de la provenzal.
El castellano moderno La publicación de la
primera gramática castellana de Elio Antonio de
Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de
América y de la toma de Granada por los Reyes
Católicos, establece la fecha inicial de la segunda gran
etapa de conformación y consolidación del
idioma.
A esta época pertenecen el cambio de las
consonantes que altera y consolida definitivamente el sistema
fonológico del español. Desaparece la
aspiración de la h, cosa que testimonia la
versificación. Se funden en un único fonema la s
sonora y sorda, prevaleciendo el valor sordo.
Las consonantes ç y z pasan a ser el fonema fricativo (con
pronunciación equivalente a ts) que se escribirá
ç durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z
(con su pronunciación actual) en el siglo siguiente, con
lo que de esta manera se resolvió la vacilación
ortográfica c, ç, z. Las variaciones
fonéticas que representaban x, g, j, se solucionaron
también en favor del sonido velar fricativo sordo que en
el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía
actuales de g y de j. Desapareció asimismo la
distinción -b-, -v- que se neutralizó en -b-
durante el siglo XVI. En la morfología
aparecieron los tiempos compuestos de los verbos, y se convierte
en auxiliar el verbo haber. En la sintaxis el orden de los
elementos de la oración se hace más rígido,
y se anteponen los pronombres átonos a infinitivos y
gerundios.
Desde el punto de vista del léxico, el español
adquirió una gran cantidad de neologismos, pues a estos
momentos correspondió la expansión de Castilla y,
por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió
consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos
peninsulares al llevarse a cabo la unidad política de
Castilla y Aragón y ser el castellano la lengua de los
documentos legales, de la política exterior y la que
llegó a América
de la mano de la gran empresa realizada
por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija. A partir de
los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la
denominación de española para la lengua del nuevo
imperio, y la preocupación de los intelectuales del
momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla,
analizarla y divulgarla. Lo demuestran la publicación del
gran Diccionario de
Alcalá, obra de la Universidad
Complutense creada por Cisneros; la aparición de la
Minerva de Francisco Sánchez de las Brozas, conocido por
El Brocense, que es una gramática normativa y descriptiva
más moderna que la realizada por el grupo
francés de Port-Royal, y, a principios del
siglo XVII, la publicación del Tesoro de la lengua
castellana o española (1611) de Sebastián de
Covarrubias, primer diccionario de
la lengua, que contiene cuanta información histórica y
sincrónica había disponible en el momento de su
publicación.
En Francia,
Italia e Inglaterra se
editaban gramáticas y diccionarios
para aprender español, que fue la lengua
diplomática hasta la primera mitad del siglo XVIII.
En esta etapa de la lengua se llegó al esplendor literario
que representan los autores del siglo de oro. El léxico
incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos
políticos tenía el imperio. Del italiano entran en
el español desde el siglo XV al XVII los nombres de
la métrica y preceptiva literaria como soneto, asonante,
silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes como
fachada, escorzo, medalla, piano. De otros campos léxicos
son italianismos de la época centinela, alerta, escopeta,
aspaviento, charlar, estropear y muchas más. Son
galicismos paje, jardín, jaula, sargento, forja o
reproche.
Los americanismos, que comienzan a entrar en el
siglo XVI, ofrecen una lista referida a las realidades que
en Europa no se
conocían y que son españolismos tomados por las
lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca,
vicuña, pampa, puma, papa (denominación afincada en
Canarias para patata), que proceden del quechua y el
guaraní. Los términos más antiguos, como
canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de los
arawak. A este conjunto pertenecen huracán, sabana,
maíz,
cacique, colibrí, caribe, enagua y caníbal. De
la familia de
lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se incorporan
hule, chocolate, tomate, cacao, aguacate y petate.
El español contemporáneo En el año
1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera
tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que
habían introducido los hablantes a lo largo de los siglos,
siguiendo unos criterios de autoridad. En
esta época ya había finalizado el cambio
fonético y morfológico y el sistema verbal de
tiempos simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente
hasta la primera mitad del siglo XX.
Los pronombres átonos ya no se combinaban con las
formas de participio y, gracias a la variación
morfológica, los elementos de la oración se pueden
ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los
estilos literarios, desde la mayor violación
sintáctica que representan el barroco del
siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y
el lenguaje
publicitario, hasta la imitación de los cánones
clásicos, también violentadores del orden del
español, que incorporaron los neoclásicos o los
primeros renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el
primer tercio del siglo XX, aparecieron las nuevas
modificaciones gramaticales que aún hoy están en
proceso de
asentamiento. De ellas cabe citar: la reducción del
paradigma
verbal en sus formas compuestas de indicativo y subjuntivo, la
sustitución de los futuros por perífrasis verbales
del tipo tengo que ir por iré, la práctica
desaparición del subjuntivo, la reduplicación de
los pronombres átonos en muchas estructuras
oracionales y con verbos de significación pasiva, que
están desarrollando una conjugación en voz media
como en le debo dinero a
María; la posposición casi sistemática de
los calificativos, la reducción de los relativos,
prácticamente limitados a que y quien en la lengua
hablada. Junto a ello, la irrupción continua de
neologismos, que nombran innovaciones técnicas y
avances científicos, tiene dos momentos: los anteriores a
la mitad del presente siglo, que contienen raíces
clásicas como termómetro, televisión, átomo,
neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos
apenas castellanizados, siglas y calcos del inglés
y fruto de la difusión que de ellos hacen las revistas
especializadas, la publicidad o la
prensa, como
filmar, radar, módem, casete, anticongelante, compacto,
PC, o spot.
Hasta la irrupción de la radio y
la
televisión en la sociedad
—en la segunda mitad de este siglo—, era
relativamente fácil diagnosticar por los hábitos
fonéticos y la entonación la pertenencia de un
determinado hablante a su correspondiente área dialectal.
Hoy, aunque también se siguen dando estas diferencias, la
imitación de la norma que esos medios han ido
creando entre los hablantes, hace que la pertenencia a diferentes
comunidades lingüísticas no sea tan clara ni tan
rotunda.
Del mapa lingüístico medieval ibérico
surgieron variedades lingüísticas, de la cuales,
algunas se convirtieron en lenguas, y otras, con el paso del
tiempo, se
transformaron en dialectos de alguna de ellas. Entre las
variedades relacionadas con el español se encuentran: el
leonés, que se habló desde Asturias hasta las
tierras de Cáceres y que, ya a finales del siglo XV,
había dejado su lugar de idioma en pugna con el castellano
para ocupar el puesto de mera variedad dialectal; el
aragonés, con una situación análoga al
leonés, que se habló en el reino de Aragón y
cuyas fronteras naturales son los Pirineos por el norte, la
cordillera Ibérica por el oeste y los límites de
Cataluña y Valencia por el este. A partir del
siglo XIV, como consecuencia de la conquista de
Andalucía por los castellanos, surgió el andaluz,
que integró algunos rasgos del mozárabe, como un
auténtico dialecto del castellano. El extremeño,
que empezó siendo una variedad fronteriza del
leonés y el castellano se ha consolidado como uno de los
pocos dialectos hoy todavía identificables por sus
aspiraciones implosivas y su peculiar léxico. El riojano,
que se habló en La Rioja, y que tan decisivamente
influyó en el castellano escrito de los primeros tiempos,
era una variedad dialectal del aragonés. Otro dialecto
fronterizo aún vigente lo representa el murciano, en el
que confluyeron el castellano, el aragonés y el
valenciano, variedad catalana. En las islas Canarias existe el
canario, cuya entonación, léxico y fonética
influyeron en el español americano del istmo y norte de
Sudamérica.
En el siglo XVI el castellano sirvió de base para
la creación de un sabir o lengua de intercambio en el
Mediterráneo. Un siglo después se configura otro
sabir en el Caribe, que luego se criolliza para dar paso al
papiamento de Curaçao. Los jesuitas que entraron en
contacto con los indios guaraníes crearon otra lengua de
intercambio conocida como lengua general. Un hecho análogo
se dio en Filipinas, del que surgió otra lengua criolla
que hoy está prácticamente perdida.
En cuanto al continente americano, no han faltado autores que
calificaban de dialectos a cada una de las variedades
lingüísticas que se han consolidado en los
respectivos países. Pero, en rigor, no se puede hablar del
dialecto argentino, sino del dialecto porteño, variedad
popular de un barrio de Buenos Aires.
Tampoco cabe hablar de grandes zonas dentro del español
americano como el caribeño, andino, rioplatense,
ecuato-peruano, mexicano o centroamericano, porque son imprecisas
e imposibles de sistematizar. La dialectología del
español en América
debe hacerse por cada país antes de que la homogeneidad
que imponen la radio, el
cine y
la
televisión borren las fronteras dialectales que
aún existen. El único rasgo común al
español americano consiste en la práctica
desaparición del fonema interdental fricativo sordo /z/,
rasgo que comparte con el dialecto andaluz, extremeño y
canario. Así pues, hablando con propiedad
cabría decir lo contrario: en el español peninsular
existe un fonema que no comparten la mayoría de los
dominios lingüísticos de este idioma.
Gramática Española
Desde el punto de vista de la clasificación de las
lenguas, el español es una lengua flexiva, aunque en menor
medida de lo que lo fue el latín. Es una lengua de
acentuación fundamentalmente grave, es decir, acento en la
penúltima sílaba, lo que no significa que no
existan palabras agudas, muy numerosas, o esdrújulas,
procedentes mayoritariamente de préstamos griegos.
Conserva desinencias para el género,
pero ha perdido el neutro en los nombres y los adjetivos y lo
conserva en los pronombres como eso, lo vuestro, y en el
artículo determinado lo, que se emplea como mecanismo
nominalizador de adjetivos y de oraciones, a las que confiere una
significación de totalidad y abstracción, como en
lo que quieras.
Morfología y sintaxis El nombre ya había
perdido las desinencias de caso en el latín tardío
del siglo VI. En su lugar el español, como las
demás lenguas románicas mediterráneas,
sustituyó por un procedimiento
sintáctico lo que fue en principio morfológico, es
decir, marcó con preposiciones más nombre las
funciones
gramaticales de sujeto, objeto directo, indirecto y complementos
verbales de otra especie. En el caso de los objetos directos
personales o afectivos usa la preposición a, como en el
esquema querer a una persona y querer
al gato; emplea a, asimismo, en el caso del objeto indirecto,
como en, por ejemplo, dar algo a alguien; en el caso del sujeto,
son las desinencias verbales las que llevan la marca del sujeto
(comíamos, supone siempre un sujeto en primera persona del
plural) y, sólo en el caso de necesitar especificarlo, es
la posición del sujeto en la frase, antepuesto al verbo,
el elemento que determina esta función. Por ejemplo, Los
poblamientos humanos destruyen los bosques cambiaría su
sentido si se escribiera al revés: Los bosques destruyen
los poblamientos humanos; por lo tanto, el orden de los objetos
que van pospuestos al verbo también es importante. Los
demás complementos observan un orden bastante libre.
Una ordenación diferente y peculiar del sujeto
está presente en las oraciones interrogativas del
español que se habla en toda la zona de influencia del
Caribe. Mientras que en las demás variedades del idioma el
sujeto de una oración interrogativa va pospuesto al verbo
de acuerdo con el esquema: pronombre interrogativo-verbo-sujeto,
como ¿qué quieres tú?, en esa variedad el
orden de la oración es: pronombre
interrogativo-sujeto-verbo, como por ejemplo ¿qué
tú quieres? No se trata, como algunos estudios
señalaron, de ningún anglicismo sintáctico,
sino de una evolución interna del idioma relacionada con
otros hechos, como el cambio en la determinación y la
pérdida de algunas desinencias verbales, consecuencia de
la relajación de los fonemas finales y su consiguiente
neutralización.
Los verbos redujeron a tres las cuatro conjugaciones del
latín. Posee desinencias para las personas, el
número, el tiempo, el modo y la voz. En el caso de la
segunda persona, el español canario, andaluz occidental y
americano, salvo algunas zonas colombianas, ha conservado las
formas del siglo XVII y ha desarrollado una
conjugación para el singular basada en la concordancia
originaria con vos, segunda persona del plural; las formas
correspondientes a tú se consideraron vulgares y hasta
humillantes, y por esa razón la persona de confianza
reconocida como digna de respeto fue
tratada de vos; a su vez, las personas de menor confianza reciben
el mismo tratamiento que en la península; son usted y
concuerdan con la tercera persona. El cambio afecta por igual a
la conjugación verbal y al paradigma de
los pronombres personales y se denomina voseo al cambio en el
empleo de
tú por vos, tanto en el verbo como en los pronombres,
así como en los posesivos que también necesitan la
concordancia de persona. Hoy se observa una tendencia a aceptar
el paradigma peninsular entre las clases urbanas y cultas, sobre
todo entre las argentinas.
La voz verbal En el caso de la voz, las cosas no son tan
claras como aparecen en algunos manuales. La voz
activa emplea haber como verbo auxiliar para formar los tiempos
compuestos, lo que permite a ciertas escuelas
lingüísticas hablar de desinencias discontinuas o
morfemas discontinuos en los tiempos compuestos, porque el verbo
auxiliar está completamente gramaticalizado y no posee
otra función que la de marca de tiempo,
persona y modo. En la voz pasiva todos los tiempos se forman con
el auxiliar ser, también gramaticalizado, y no existen
más desinencias de pasiva que las que comporta el
auxiliar.
El verbo carece de desinencia de aspecto, pero existe una
serie de perífrasis con claro valor aspectual de
acción en desarrollo,
como estar + gerundio o acabar de + infinitivo. En las
gramáticas escolares hasta mediado el siglo XX se
hablaba de una conjugación perifrástica, activa y
pasiva; hoy las gramáticas más completas hablan de
perífrasis de obligación del tipo haber de +
infinitivo, tener que + infinitivo, o deber (de) + infinitivo.
Sea adecuado o no el tratamiento como voz o como meras
perífrasis, son procedimientos
muy rentables en español para construir la
obligación y hasta los matices del futuro;
compárense estos matices en la significación de
vendrá, debe venir, tiene que venir, ha de venir.
Otro hecho relacionado con el cambiante paradigma de la voz es
la conjugación pronominal, que empezó siendo una
conjugación reflexiva y que hoy ha adquirido valor de voz
media, como nos tomamos unos cafés. En esos casos el
pronombre átono recibe el nombre de anáfora. Este
fenómeno no aparece tan extendido en el español
americano.
Otros Rasgos Del Español
El español también se caracteriza por su constante
empleo del
pronombre se, y el uso vivo del subjuntivo que tantos problemas
origina a quienes aprenden español como segunda lengua.
Entre las características heredadas del latín
debe destacarse la sintaxis y los procedimientos
sintácticos para matizar, calificar o convertir en
nombres, y por tanto sujetos, a oraciones completas.
Formular una hipótesis es un hecho complejo en
español; así puede decirse quizá venga sin
matización mayor, o bien, es posible que venga,
podría venir, puede que venga, o si viniera. Otras lenguas
no matizan con posibilidades gramaticales, sino léxicas, y
poseen un inventario mayor
de adverbios y frases adverbiales que signifiquen
hipótesis. No
obstante la complejidad gramatical, la matización y la
gradación es mayor que si se realiza por medios
léxicos, pues ninguna lengua mantiene muchas palabras de
significado tan próximo como el que proporcionan las
construcciones anteriores, al menos entre las lenguas no
aislantes.
El Español En El Mundo
El español es, por número de hablantes, la tercera
lengua del mundo. Pese a ser una lengua hablada en zonas tan
distantes, existe una cierta uniformidad en el nivel culto del
idioma que permite a las gentes de uno u otro lado del
Atlántico entenderse con relativa facilidad. Las mayores
diferencias son de carácter
suprasegmental, es decir, la variada entonación, fruto al
parecer de los diversos substratos lingüísticos que
existen en los países de habla hispánica. La
ortografía y la norma
lingüística aseguran la uniformidad de la lengua; de
ahí la colaboración entre las diversas Academias de
la Lengua para preservar la unidad, hecho al que coadyuva la
difusión de los productos
literarios, científicos, pedagógicos,
cinematográficos, televisivos, ofimáticos,
comunicadores e informáticos.
Desde España se ha elaborado el primer método
unitario de enseñanza del idioma que difunde por el
mundo el Instituto Cervantes. El trabajo
coordinado de las Academias ha cristalizado en la
"Elaboración de la norma culta de las grandes ciudades",
que presta especial atención a la fonología y al
léxico. Es el segundo idioma hablado en Estados Unidos,
que cuenta con varias cadenas de radio y televisión
con emisiones totalmente en español; asimismo, y por
razones estrictamente económicas, es la lengua que
más se estudia como idioma extranjero en los países
no hispánicos de América y Europa. Lejanos
ya los tiempos en que fue considerada la lengua
diplomática, condición en la cual la
sustituyó el francés, hoy es lengua oficial de la
ONU y sus
organismos, de la Unión
Europea y de otros organismos internacionales. Ha sido
incluido como idioma dentro de las grandes autopistas
internacionales de la información como Internet, lo que asegura la
constante traducción de las innovaciones
informáticas, su difusión e
intercomunicación. Donde aparece más incierto el
futuro del idioma es en el continente africano, abandonado por
razones políticas
a la voluntad de sus hablantes; no hay que olvidar que
todavía sirve de lengua diplomática junto al
francés para el pueblo saharaui. No obstante, todo parece
augurar que en el próximo siglo será una de las
lenguas de mayor difusión, y quién sabe si en
momentos de deseable mestizaje no dé lugar a una lengua
intermedia que asegure la
comunicación con el continente americano en su
conjunto.
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