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Planificación lingüística y constitución de un bloque regional: el caso del Mercado común del Sur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y de Chili




Enviado por chareille



    INDICE

    Fundador del modo de comunicación moderno con ferrocarriles, el
    telégrafo eléctrico, el teléfono, etc., el siglo XIX, que ve el
    libre comercio
    hacer sus primeros pasos sin siempre triunfar sobre los
    proteccionismos mutuos de los principales poderes rivales,
    también asiste al nacimiento de los primeros discursos
    sobre la virtud aglomerante de las redes de comunicación.

    Alrededor de los años sesenta, las nociones de
    « pueblo global » (o « pueblo
    planetario ») y de « sociedad
    global » hacen su aparición. Como lo evocan
    Mary Beth Norton y Paul Escott en su historia de los Estados Unidos,
    A people and a nation, a history of the United States
    (1988, p. 230) en 1969, el analista político Zbigniew
    Brzezinski, el futuro consejero en seguridad
    nacional del Presidente de los Estados Unidos
    Jimmy Carter, publica Between two ages. America’s
    role in the technetronic era
    . Con este trabajo, uno penetra
    en la geopolítica a la edad de la revolución
    cientifico–tecnológica. El autor habla del
    espacio–mundo y del lugar que ocupa allí y que
    allí debería ocupar en las próximas
    décadas la superpotencia Estados Unidos en su competencia
    contra otra superpotencia, la Unión Soviética. Como
    lo indica el título inglés
    del trabajo, los Estados Unidos atravesan entonces un
    período de transición. Son los primeros quienes
    salen de la era industrial para entrar en la era de la
    complejidad cultural y social que da a los procesos
    políticos un carácter
    global. Los cuatro factores del poder y de la
    integración – las armas, los medios de
    comunicación, las economías, la ideología – se hacen mundiales. La
    noción de naturaleza global
    es central. El mundo no es un « pueblo
    global » sino una « ciudad
    global » porque los medios de
    comunicación y la informática crearon una sociedad con
    elementos extraordinariamente ligados, un nudo de relaciones
    interdependientes, nerviosas, agitadas y tensas contrariamente a
    la estabilidad que caracteriza la intimidad de un
    pueblo.

    En este mundo entrelazado, los Estados Unidos
    representan la primera sociedad global de la historia, el centro
    principal de distribución de la revolución
    tecnetrónica. Hablamos de la sociedad que más
    comunica porque la mayoría de todas las comunicaciones
    mundiales parten de ella y porque es la más avanzada en la
    puesta en marcha de una red mundial de información. Pero, y es el punto decisivo
    del análisis del Brzezinski, esta es la
    única que logró proponer un modelo global
    de modernidad,
    así como esquemas de comportamientos y valores
    universales, por sus producciones culturales y/o sus modos. Es
    exactamente debido a este carácter
    global que parece cada vez más inadecuado hablar de su
    influencia sobre el mundo y de sus conexiones con los otros
    pueblos en términos de imperialismo.
    Este término está además solamente
    válido, según Zbigniew Brzezinski, durante el corto
    período de reacción al vacío creado por
    la Segunda guerra
    mundial y al miedo del comunismo. El
    esplendor del tecnológico–científico made
    in
    U.S.A. cambió radicalmente los datos del
    problema. La fuerza de esta
    revolución es tal que incita los países menos
    desarrollados a imitar los demás y a importar técnicas,
    métodos y
    prácticas de organización. Esta nueva era, colocada bajo
    los auspicios de la única sociedad global existente, hace
    pasar la humanidad de la diplomacia clásica a la
    diplomacia de redes, de una sociedad de
    confrontación a una sociedad mundial basada en la
    búsqueda de un nuevo acuerdo general.

    No hay dudas de que el mundo se convierte en un mercado enorme.
    Mientras las primeras formulaciones sobre el
    « global » habían sido elaboradas
    por Brzezinski, son los estrategas de la geo–economía quienes
    inspiran de allí en adelante este concepto. Una
    nueva fase de extensión de la economía mundial es
    entonces establecida: el espacio de la concepción, de la
    producción y de la comercialización de los productos y
    servicios de
    las grandes empresas se
    extiende a un mercado concebido en términos planetarios. A
    la base de este nuevo modelo de
    organización, se encuentran redes mundiales
    de información que transforman las empresas en
    empresas–redes, o integradas. Para la dicha doctrina de la
    « estandarización universal », de la
    cual uno de los primeros iniciadores es, en 1983, Theodore
    Levitt, director de la Harvard Business Review, pensar en
    términos de globalización se fundamenta en tres
    hipótesis: la homogeneización de las
    necesidades mundiales, la preferencia universal para productos de
    bajo precio con una
    calidad
    aceptable, una necesidad de economías de escalas en
    producción y en
    marketing.

    Al nivel cultural, esta situación se traduce por
    la creación de un mercado único de imágenes
    que implica despliegues industriales. Los productos culturales
    deben satisfacer ciertas normas internas
    (en cuanto a su temática, su legibilidad, su estilo) y
    externas (deben amoldarse en un marco espacial y temporal
    prefijado). De hecho, las reglas que juegan en la industria para
    la producción de un objeto de consumo grande
    son iguales en la industria
    cultural, estimulada por la búsqueda del público,
    es decir el beneficio máximo. Con la cultura de
    masas, el sistema
    industrial de producción invade el campo de las obras del
    espíritu. Las técnicas
    de racionalización que apuntan a la rentabilidad
    ingresan los grandes periódicos, la producción de
    películas, las emisiones de radio y la
    televisión, etc.

    Al nivel lingüístico, la
    globalización de los negocios crea
    una necesidad de locutores multilingües que se pueden
    encargar de la distribución en los mercados locales.
    Es lo que lleva Pierre Bourdieu (1982) y Albert Breton (1998),
    entre otros, a considerar la lengua como un
    bien y como un elemento del capital humano.
    Es también lo que contribuye en modificar las opciones de
    los estudiantes trantándose de las lenguas concentrando
    las inversiones
    hacia el aprendisaje de los idiomas que tienen el más
    grande « valor
    económico ».

    Encontramos otra vez la noción de mercado de
    bienes
    simbólicos de Pierre Bourdieu, mercado en lo cual cada
    lengua tiene
    un valor
    relativo. El mercado no concede el mismo valor a las lenguas
    estandard, por ejemplo, que a las lenguas vernáculas y el
    valor de una lengua cambia cuando uno pasa de un mercado a
    otro.

    La estandarización, sin embargo, no puede
    triunfar absolutamente porque significaría la muerte de
    las lenguas y las culturas. Implica una doble
    contradicción, permanente y vital, dentro de las industrias
    culturales y lingüísticas, una que juega al nivel
    económico, la otra que juega al nivel
    lingüístico–cultural. Los años ochenta,
    que vieron el nacimiento de de las doctrinas de globalización financiera y la
    estandarización cultural, también coincidieron con
    un movimiento de
    pensamiento
    que se interesa a las tensiones y a los defasajes entre las
    fuerzas centrípetas de la « República
    económica universal » y la pluralidad de las
    culturas. Los antropólogos – de quienes muchos son
    originarios de países del Tercero Mundo – comenzaron
    la crítica de los discursos
    existentes sobre las relaciones entre los flujos culturales
    transfronterizos y las culturas singulares Para ellos, la
    intensificación del tráfico de los flujos
    culturales, la verdadera existencia de una tendencia a la
    globalización de la cultura no
    llevan a la homogeneización del globo, pero hacia un mundo
    cada vez más mestizo. Es por eso que si una de las
    principales apuestas de la globalización es lograr la
    puesta en práctica de una conciencia de la
    dimensión mundial como lugar de la ciudadanía; la
    principal apuesta de la planificación lingüística es
    acompañar y ayudar este proceso
    contribuyendo a dar el derecho y la posibilidad a las poblaciones
    de hablar como ellos hablan, y de hacerse escuchar.

    Entre los numerosos desafíos de la
    globalización es en realidad la gestión
    del riesgo de
    « monocultura » que pone en peligro los
    ecosistemas
    culturales. En efecto, la tendencia a la estandarización
    se hace tan intensa que al principio de los años noventa,
    ciertos analistas comienzan a hablar de la lógica
    del « Mc World » (Benjamin Barber, agosto
    1998, p.p. 14–15). El problema principal de esta
    visión transfronteriza de la cultura inspirada por una
    pragmática geo–economista es que se encierra en un
    mundo aislado, el universo de
    los sectores confiables: los Estados unidos, la Unión
    europea y Asia oriental
    donde se ubica gran parte del poder
    adquisitivo y de las inversiones
    mundiales. Anula cualquier noción de identidad
    singular. En los países del Sur, existe el mismo principio
    de división social: en Brasil, la
    avenida Paulista de São Paulo está más cerca
    de Madrid que de
    Recife.

    A partir de estos comentarios, decidimos estudiar las
    apuestas lingüísticas de la mundialización y,
    en particular, el tema de la planificación lingüística en
    contexto regional. Para llevar a cabo este análisis, decidimos estudiar la
    planificación lingüística del Mercado
    común del Sur (Mercosur),
    unión regional creada por Argentina,
    Brasil, Uruguay y
    Paraguay, cuyo
    origen corresponde a la firma del Tratado de
    Asunción
    del 26 de marzo de 1991, al cual se asociaron
    en 1996 Chile y
    Bolivia.

    El Mercosur
    representa un total aproximado de doscientos millones de
    habitantes, sea el 44% de la población entera de América
    latina, y el 59% de su territorio. Cuarto mercado del mundo
    después de la A.L.E.N.A., la Unión
    europea y Japón,
    su P.I.B. ascendió al 54,3% de la región en 1997.
    Ahora, es aconsejable notar la existencia de contrastes profundos
    entre los cuatro países–miembros y, al mismo
    tiempo, dentro
    de cada uno de ellos. Así, Brasil, cubre más del
    70% del territorio, más del 80% de la población y más del 60% del total du
    P.I.B. del Mercosur. Sin embargo, hoy en día, más
    del 30% de la población brasileña se encuentra en
    un estado de
    pobreza
    absoluta, mientras una minoría monopoliza la parte
    más grande de la riqueza del país.

    Hablar del Mercosur de las lenguas y de las culturas
    representa entonces una apuesta ya que si el Mercado común
    es un éxito
    económico cuyas grandes empresas son los actores
    fundamentales y los beneficiarios principales, no se puede perder
    de vista que, para sus opositores, el Mercosur representa sobre
    todo una victoria del neoliberalismo
    a la cual asocian la profundización de la
    desintegración y de la exclusión social. Se trata,
    sobre todo, de un proyecto
    tecnócrata, conectado a los intereses del gran capital.
    Además, girando alrededor de las ideas de libre competencia y de
    competitividad, el proyecto
    también llevó a la bancarrota de amplios sectores
    de la producción regional. La creación del Mercosur
    no cambió las conexiones entre el Estado y la
    sociedad
    civil, tampoco redujo las disparidades sociales dentro de
    esta sociedad a pesar de un crecimiento
    económico. Se deja poco lugar a las preguntas sociales
    y culturales en las estructuras
    del Mercado común.

    En la construcción del Mercosur, los Estados
    juegan un doble papel
    casí contradictorio ya que, por un lado, como
    únicos actores, establecen los mecanismos institucionales
    y fijan sus contornos y, por otro, en la arquitectura
    estrictamente liberal que es el Mercado común de Sur,
    cualquier intervención pública es excluída,
    contrariamente a la experiencia de la Comunidad
    económica europea (C.E.E) y de la Unión. Las
    políticas comunitarias de apoyo a las
    regiones menos desarrolladas o a las ramas de industria en
    problemas
    – gracias a los fondos estructurales –, así
    como las ayudas nacionales, están inconcebibles en este
    nuevo bloque comercial. Tampoco se puede imaginar la existencia
    de programas de
    reconversión industrial, de investigación tecnológica o de
    desarrollo
    regional del tipo de los que existen en la U.E. « Es
    el mercado, y él sólo, que debe designar a los
    ganadores y a los perdedores dentro del Mercado
    común » (N.T.) (Richard Seitenfus, febrero,
    1998)

    Sin embargo, es olvidar que la regionalización
    tiene una incidencia sobre la evolución de las identidades sociales. En
    efecto, hoy en día los movimientos humanos se hacen cada
    vez más intensos y la información verbal circula
    fácilmente independemente de la distancia. Entonces las
    posibilidades de ver las lenguas y las culturas ponerse en
    contacto en un mismo espacio se multiplican, creando sociedades
    cada vez más cosmopolitas. Los diferentes grupos
    sociales, los individuos y las culturas tienen una
    posición diferente con respeto a estos
    flujos e interconexiones. Unos son muy favorecidos, mientras que
    otros son castigados, condenados seriamente hasta desaparecer.
    Esta realidad no se encuentra solamente en el Mercosur pero en
    todo el mundo.

    El análisis de los contextos políticos,
    socioeconómicos y socioculturales muestra que uno
    de los desafíos más importantes del Mercosur es la
    creación de una identidad
    regional bajo la presión
    del desarrollo de
    la sociedad de la información, de la mundialización
    de los intercambios, y de la continentalización, hasta la
    internacionalización de los mercados y de la
    aceleración de la estandarización sociocultural.
    Identidad regional sí, pero no en cualesquieras
    condiciones. Tanto antes, era bastante fácil definir esta
    noción ya que presentaba una cierta homogeneidad, tanto
    hoy la identidad en el contexto de
    regionalización/mundialización es más el
    resultado de un cierto equilibrio
    entre la unidad y la variedad. En otras palabras, la unidad se
    explica sólo en lo que es la respuesta a la variedad, y a
    la inversa, la variedad se justifica sólo en lo que es la
    respuesta a la unidad. También, cuando uno piensa en la
    construcción del Mercado común de
    Sur, debe preguntarse acerca del tema de la articulación
    entre el ser y el hacer juntos, entre el político y el
    cultural, entre la ciudadanía y la
    partenencía.

    La lengua no solamente representa un medio poderoso de
    comunicación y de apropiación de la realidad, sino
    también de identificación jugando un papel
    importante de cohesión social. La planificación
    lingüística constituye de hecho una de las
    condiciones esenciales a la puesta en práctica de esta
    identidad común buscada.

    Quand on songe à la variété
    des éléments qui doivent être
    rassemblés et harmonisés pour créer une
    solide identité, on est pris de vertige. Les
    gènes, l’histoire – personnelle et
    collective –, l’économie, la
    société, la religion, tout entre dans la formule
    qu’on appelle soi. L’importance particulière
    de la langue dans cette alchimie tient au fait qu’elle
    est par excellence l’outil qui sert à harmoniser
    les autres éléments.
    (Jacques Dufresne, 1995,
    « Langue et identité » in
    L’Agora, http://agora.qc.ca)

    El Mercosur – debido a su estructura y a
    su funcionamiento, pero también porque no es su objetivo
    – no constituye el motor central de
    su planificación lingüística sino la
    demarcación de un espacio en movimiento
    donde trabaja como revelador y acelerador para una
    reflexión e iniciativas que interesan la política de las
    lenguas.

    En efecto, la modestia de su estructura
    institucional organizada según el Tratado de
    Asunción
    (un Consejo del Mercado común,
    constituído por los Ministros de la Economía y de
    las Relaciones exteriores, y un Grupo del
    Mercado común, órgano ejecutivo) fue confirmada por
    el Protocolo de Ouro Preto que dio al Mercosur su
    organización definitiva, ya que sus fundadores
    querían evitar un burocratismo del proceso de
    integración. Las normas adoptadas
    por las diferentes instituciones
    regionales no son de aplicación directa sino que deben ser
    recibidas en los sistemas
    jurídicos nacionales lo que aplaza su aplicación y
    aumenta los riesgos de
    interpretaciones divergentes entre las legislaciones
    nacionales.

    De hecho, la planificación
    lingüística del bloque descansa en sus Estados
    miembros y, en una menor medida, asociados porque sólo
    Chile
    participa en ella. Esta observación nos lleva directamente al
    problema de la oposición entre Estado–nación
    y bloque regional.

    La nueva interrogación centrada en una ética de
    la diversidad lingüística y de la paz siempre ha sido
    el punto débil del Estado–nación.
    En efecto, la elaboración del modelo stato–nacional
    en los países que nos interesan nunca ha tenido tales
    exigencias. Al contrario, siempre descansaba en la
    construcción de un espacio universal más
    allá de los particularismos consagrando un espacio
    más o menos grande, poderoso, de homogeneización
    sistemática. Ahora, una dificultad surge cuando este
    espacio, haciendo la unicidad, domina la diversidad en la que
    descansa, cuando la usa para sus propios objetivos de
    poder.

    Al nivel lingüístico, el advenimiento del
    modelo stato–nacional como modelo de organización
    sociopolítica contribuyó bastante a la
    disminución del número de lenguas habladas y las
    lenguas hicieron parte de los instrumentos políticos
    usados por las clases y los espacios dominantes para reforzar su
    poder y sus burocracias. Entonces la opción de una o
    varias lenguas oficiales se hizo una apuesta determinante en la
    construcción o la evolución de un Estado–nación
    y las lenguas no reconocidas fueron, sea relegadas a las zonas de
    la sociedad civil y
    la esfera privada, sea usadas en objetivos
    estratégicos. No hay, desde un punto de vista
    demográfico, un Estado que sea monolingüe, solamente
    se encuentran Estados que, históricamente, con políticas
    lingüísticas de monolingüísmo –
    explícitas o implícitas – intentaron
    disminuir, oscurecer o desviar la diversidad
    lingüística. Agregamos que si la noción
    central de « diversidad » hizo su entrada
    durante el siglo XIX en los campos de la geografía humana y de
    la biología,
    su desarrollo como noción científica en todas las
    ciencias
    humanas todavía se hace esperar y, como lo nota el Guy
    Jucquois (1991, p. 1), pocas reflexiones existen acerca de lo que
    es la diversidad en nuestras sociedades
    contemporáneas, bajo que formas y en cuales condiciones se
    manifesta, quien habla sobre ella, con cuales objetivos,
    etc.

    En resumen, la diversidad lingüística
    siempre ha existido, al margen, oscurecida por las aspiraciones
    homogeneistas que, en las relaciones de poder, se preocuparon
    para mantener las ventajas que los confiría la propiedad de
    la llave de la homogeneidad. Hoy, lo nuevo es que la diversidad
    también busqua la legitimidad y el
    reconocimiento.

    La problemática en la cual se ubica la diversidad
    mercosuriana y, de hecho, la planificación
    lingüística regional, es doble. Por un lado, toca la
    pluralidad lingüística, por el otro, toca la
    necesidad de reconocimiento sociopolítico de la
    noción de diversidad sin la cual nada es posible y que
    implica un cambio
    ideológico dentro del modelo stato–nacional y la
    reconciliación entre sus bases racionales (modificadas por
    la creación del Mercosur) y las ideologías
    comunitarias e individuales.

    Para llevar a cabo este trabajo, sugerimos comenzar con
    un panorama general de la situación
    lingüística de la región que permitirá
    subrayar ciertos rasgos fundamentales. Así, veremos que la
    gran diversidad lingüística regional va más
    allá de la pareja oficial castellano–portugués más
    algunos lenguajes indígenos (el más conocido siendo
    el guaraní) y distinguiremos de hecho las minorías
    nacionales de las diásporas o « nuevas
    minorías ». También nos acercaremos a
    las nociones de fragmentaciones dialectales, de variedades
    regionales, de estandarización y de norma, fundamentales
    en el marco de una planificación lingüística
    apuntando al respeto de la
    diversidad.

    A partir de la informaciones del capítulo II,
    veremos que las situaciones de multilingüismo,
    multidialectalísmo, o simplemente de
    bilingüísmo, crean situaciones complicadas,
    generalmente debidas a las relaciones jerárquicas
    complejas que existen entre los idiomas vernáculos, las
    lenguas regionales estándares y la lengua oficial nacional
    estándar – contradicciones estrictamente conectadas
    a los problemas de
    la estructura social. Así, el capítulo III nos
    permitirá presentar los principales problemas de
    políticas lingüísticas que surgen en el
    Mercosur y en Chile al nivel nacional. Veremos que la
    cuestión de las lenguas es el reflejo de las tensiones
    sociales. También notaremos que cualquier poder
    político tiene, aún implícitamente, una
    política
    lingüística, sería sólo porque tiene
    que comunicarse con sus administrados, lo que está
    imposible en todas las lenguas habladas en el territorio
    considerado. La elección de una o varias lenguas es el
    objeto de equilibrio de
    poder, capaz de cristalizar los antagonismos y de hacer a su
    turno explotar los Estados, sobre todo por que la lengua es
    estrechamente ligada a la identidad y a la cultura. Este
    análisis que también será histórica
    subrayará las grandes evoluciones que determinaron, o al
    menos que modificaron el futuro de las lenguas de la
    región y el nacionalismo
    lingüístico, describiendo hechos que son actualmente
    todavía considerados de un modo apasionado ya que siguen
    marcando la época contemporána.

    Este inventario hecho,
    notaremos que los Estados considerados, cuya lógica
    es generalmente unitaria y cuya vocación tiende hacia la
    uniformización, reaccionan con más o menos
    felicidad al multilingüismo que siempre parece a
    priori
    cuestionar su existencia. Estudiaremos la
    relación
    « Estado–nación » –
    « lengua nacional » y la influencia de los
    organismos internacionales sobre las políticas
    lingüísticas nacionales y la preservación de
    los derechos
    lingüísticos. Tocaremos ciertas nociones claves tales
    como la « diglosia », el
    « bilingüismo », la
    « inseguridad
    lingüística », el
    « estatuto » de las lenguas y sus
    « funciones ».

    El capítulo IV debe permitirnos entender la
    manera de la cual es comprendida y tratada la cuestión
    lingüística dentro del Mercosur y en Chile.
    Analizaremos por un lado los principios
    lingüísticos mercosurianos tales como los que son
    evocados por los textos oficiales y el Grupo de
    Especialistas en Políticas lingüísticas
    (G.T.E.P.L) y, por otro, las evoluciones de las políticas
    lingüísticas nacionales e/o internacionales de los
    Estados–miembros y de Chile. También examinaremos
    las iniciativas puestas en marcha por España y
    Portugal cuyo alcance no puede ser ignorado y que deberían
    encontrar algunas ventajas en el establecimiento, la
    preservación y la difusión de sus lenguas en
    Sudamérica, desde un punto de vista económico
    (aumento de los intercambios, firmas de acuerdos diversos) o
    cultural (extensión de las zonas de influencia hispano y
    luso–hablantes). Así, notaremos la existencia de
    diversos corrientes de políticas lingüísticas
    que nada une entre sí y que nos traeran finalmente a la
    cuestión de la existencia verdadera de una
    planificación y de políticas
    lingüísticas mercosurianas.

    Si los capítulos II, III y IV deben permitirnos
    mostrar que las políticas lingüísticas deben
    ser organizadas sobre el modo de la cooperación
    « vertical » (yendo del Estado a la
    sociedad civil), también deben, para ser realmente
    eficaces, ser llevadas sobre el modo de la cooperación
    « horizontal », notablemente cuando, como
    en el caso del Mercosur, uno de los objetivos apuntados es la
    difusión de dos lenguas – el español y
    el portugués – fuera sus fronteras. Insistimos en
    particular en este punto porque notamos que, hasta ahora, las
    tentativas de políticas lingüísticas llevadas
    por los Estados considerados y por el Mercosur mismo casi
    sólo han sido basadas en la política de enseñanza de las lenguas oficiales. La
    enseñanza de las lenguas ocupa, es muy
    cierto, un lugar privilegiado en la puesta en práctica de
    las políticas lingüísticas pero no se debe
    olvidar de sus otros vectores tales
    como las industrias
    culturales, los medios de
    comunicación y las empresas. Como lo recuerda Louis
    Porcher en Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E. nº7
    (1996, p. 10):

    L’important consiste ici à souligner
    qu’une politique linguistique véritable
    s’attache à faire converger ces quatre forces et
    non pas à laisser chacune d’entre elles aller son
    chemin, ni à confisquer l’action globale au profit
    d’un seul de ces paramètres
    .

    El objetivo del
    capítulo la V que toca el tema de la educación
    será de saber en que medida la escuela puede
    trabajar en el campo lingüístico. Analizaremos como,
    en el alba de la creación del Mercosur, en una
    región donde el tráfico de los bienes y de
    las personas tiende a aumentar, las esferas de influencia deben
    ser redistribuídas, la educación y la
    investigación deben hacer del dominio de las
    lenguas una prioridad particular para los intereses
    público y privados, nacionales, regionales y locales,
    colectivos e individuales. Trataremos tocar la mayor parte de las
    preguntas acerca de las políticas lingüísticas
    educativas, concentrándonos al principio sobre la educación de las
    lenguas antes y después de la creación del
    Mercosur. Demostraremos que e intentaremos saber por qué,
    a pesar de un deseo evidente de plurilingüismo y una
    necesidad de integración regional implicando cada vez
    más una generalización de la reciprocidad
    lingüística, los sistemas
    educativos de los países miembros y asociados al Mercosur
    siguen infatigablemente manteniendo la omnipresencia del inglés.

    También veremos que de la misma manera como la
    educación,
    las industrias de la cultura y los medios de
    comunicación, verdaderos instrumentos de
    difusión de las lenguas, deben ser directamente
    concernidos por la planificación lingüística
    del Mercosur y de Chile. La cultura pasa de ahora en adelante por
    varios canales y modos de comunicación: los soportes
    escritos y electrónicos, eventos,
    espectáculos, televisión, juegos
    interactivos, redes, etc., estableciendose, en cierto modo, en
    escuela virtual.
    Sin embargo, abriendo sus puertas a los medios de
    comunicación extranjeros, los Estados concernados
    también abren sus puertas a otras culturas. La
    evolución de telecomunicaciones y la difusión de
    vídeos y de la
    televisión satelital facilita el contacto con otras
    lenguas, estimula a la vez el desarrollo de una cierta forma de
    competencia lingüística creando la necesidad de
    conocer y de usar idiomas extranjeros. Esta tendencia favorece
    sobre todo las lenguas más
    « importantes », las que se convierten en
    lenguas de comunicación internacional, y en primer lugar,
    el inglés. Pero al mismo tiempo, vemos la
    creación de una tendencia inversa. Así, tendremos
    que hacer una revisión de los modos de difusión
    existentes que no se limitan al trío tradicional
    « televisión–radio–diarios » sino que
    también consideran medios
    más recientes tales como la Internet o los satélites.
    Esta tarea hecha, entonces podremos intentar analizar el papel de
    las industrias de la cultura y de la
    comunicación en del marco de la planificación
    lingüística, y también los peligros
    constituídos por el nuevo mundo de la
    comunicación, notablemente en cuanto al futuro de las
    lenguas de minoritarias.

    Finalmente, concluiremos nuestro análisis por un
    estudio de las relaciones existentes entre regionalización
    (término que, en todas partes de esta tesis, se
    refiérará a la construcción del Mercosur) de
    los mercados nacionales (trabajo, consumo y
    industria) y difusión de las lenguas. Para dar la
    sustancia a este estudio será aconsejable primero recoger
    datos
    empíricos. El análisis concernirá todos los
    intercambios lingüísticos que ocurren en los campos
    directamente tocados por el proceso de regionalización,
    para determinar las obligaciones
    que los modelan y los regulan, y hacer aparecer la dinámica de las alteraciones que tocan las
    exigencias en formaciones lingüísticas pero
    también en la normalización
    terminológica.

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    , Paris.

    RESUMEN:

    Nueva área política, económica
    y profesional, el Mercado común del Sur también
    constituye una nueva área lingüística y
    cultural, un lugar de muchas referencias. La idea que el
    sentido de pertenecer al Mercado común se puede
    encontrar en forma embrionaria en cada cultura nacional, es
    pura ficción. Además, el resurgimiento de las
    identidades íntimas dentro de cada
    estado–miembro demuestra que la identidad mercosuriana
    no puede ser universal, lo que significaría negar las
    diferencias, ni específica, lo que ayudaría a
    exacerbarlas. Es obvio que el problema no es simple. El
    resultado de esta búsqueda de una identidad
    común dependerá de la capacidad para conservar
    la diversidad cultural sin perder el sentido de lo que debe
    ser la ciudadanía mercosuriana: un objetivo
    común. Con esta investigación, nos preponemos
    abordar, a partir del caso del Mercosur y de Chile, una serie
    de preguntas con respecto a la articulación entre las
    políticas lingüísticas nacionales (o la
    aparente carencia de políticas
    lingüísticas nacionales) y los desarrollos
    económicos macro–regionales, en el contexto de
    regionalización/mundialización por un lado, de
    afirmaciones colectivas, de identidades y locales por otro.
    De este punto de vista, veremos que el Mercosur – por
    su esencia y lo que representa – constituye menos una
    fuerza
    central que el límite dinámico de un
    área móvil donde procede como un puntero y
    catalizador, o aún como instrumento al sentido, hacia
    una reflexión y a la iniciativa referente a la
    política de lenguajes.

     

     

    Autor:

    Samantha Chareille.

    Doctora en Didactología de las lenguas y de las
    culturas.

    Université Paris III–la Sorbonne
    Nouvelle.

    Ecole normale supérieure de Lettres et Sciences
    humaines de Lyon.

    E.mail: chareille[arroba]hotmail.com

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