Indice
1.
Justificación
2. Una primera referencia sobre
populismo
3. ¿Cómo entender la
gobernabilidad?
4. Algunas consideraciones
concluyentes
A pesar de las dificultades que ha confrontado la
necesaria idea de definir el término "populismo", no
existen dudas de sus prolíficos efectos. Desde los
arrebatos de pasión política determinados
por el advenimiento de una particular ideología entrado el siglo XIX, cuyos
principales escenarios fueron la Rusia revolucionaria de 1870 y
los Estados Unidos
del radicalismo empresarial fuertemente estimulado durante la
presidencia de Andrew Jackson, hasta los conjuros de una política
profundamente irracional por ambiciosamente popular, en los
albores del siglos XX, el populismo ha ejercido su influencia
más directa que indirectamente.
Justamente, la intención de revisar el panorama que sus
consecuencias trazan en el inmediato período
contemporáneo político, aporta distintos elementos
para razonar la justificación de aludir afirmativamente a
un lapso establecido desde un populismo rentista a un populismo
neoliberal o neopopulismo. Por esta razón, vale confirmar
no sólo la incidencia del populismo como forma, estilo o
cultura de
gobierno.
Igualmente, habrá que aceptar su significación
indistintamente si ha sido para beneficio o detrimento de la
población gobernada.
2. Una primera referencia
sobre populismo
Innumerables referencias pueden dar cuenta del
fenómeno político denominado "populismo". Sobre
todo en América
Latina en donde su dificultad ante el análisis "(…) aumenta por la
diversidad de valores que se
asocian al término" (Rey, Juan Carlos: Problemas
Sociopolíticos de América
Latina. Editorial Ateneo de Caracas, 1980) Desde aquellas que, de
alguna manera, lo exaltan por cuanto han inferido de su praxis
resultados que hablan del "éxito"
de una gestión
de gobierno.
Quizás del Peronismo, en sus
primeros momentos, pueda asentirse un cierto crédito
el cual sería posible de demostrarse a partir de
reivindicaciones sociales que se alcanzaron en beneficio de la
gran masa argentina. Un
tanto podría decirse de la gestión
de Velasco Ibarra, en Ecuador, cuando
su "revolución gloriosa" le valió como
recurso político para articular particulares reclamos de
la sociedad y
decidir sobre algunas soluciones.
Al respecto, Rey señala que "para algunos, el populismo es
un movimiento
capaz de movilizar grandes masas y la única fuerza
política transformadora. Mientras que para otros, es un
movimiento
demagógico, oportunista, manipulador, corrupto,
retórico e ineficaz" (Ibídem). En todo caso,
cualquier vía para llegar más cerca a la
comprensión del populismo se convierte en un interesante
problema.
Sin duda, cualquier forma de indagación sobre sus razones
y efectos, pasa por el hecho de considerarlo en términos
no sólo del poder, sino
también de la estructura en
la cual se incita y operacionaliza el poder: el
gobierno. De ahí que el populismo, solamente adquiere
sentido en la fuente del poder y se manifiesta a través de
la los canales de gobierno.
El problema que suscribe su fundamentación primigenia,
indistintamente como efecto de una "movilización social" o
una "reconciliación" entre facciones políticas,
a decir de Apter, igualmente responde a una situación que
pudiera explicarse desde los predios donde se maquinan las
decisiones que justifican el ascenso al poder de un grupo social o
coalición de clases. Es decir, desde el asiento del poder
político cual es el gobierno y sus instancias responsables
de estabilizar las fuerzas que sustentan el régimen entre
las atribulaciones que genera el proyecto de
gestión política planteado por los representantes
de la cúpula gubernamental.
Populismo y gobernabilidad:
Hablar de la indiscutible relación que se
establece entre populismo y gobernabilidad, luce interesante. No
sólo porque como vinculación deja entrever un
importante grado de dependencia entre ambos fenómenos lo
cual induce a determinar hasta dónde uno de ellos se
superpone al otro. De esta forma, podría demostrarse que
en el medio de tal articulación se plantea un problema de
orden axiológico y de efecto pragmático que tiene
que ver con el dominio de cada
uno de ellos como variables de
una situación de poder político.
El mismo tiempo, porque a
partir de esta relación se manifiestan otras relaciones
entre contextos sometidos por la influencia de ambas condiciones.
Así, cabría la posibilidad real de aludir a la
ligazón entre cultura
política y programa de
gobierno. O entre movilización política y capacidad
de gobierno. Y es que la naturaleza de
tales conexiones se justifican en la medida que cada contexto se
corresponda con su fuente.
Con base en esta razón que permite la obligada
relación entre populismo y gobernabilidad, a través
de la conexión representada por la necesidad de imponer un
orden político en el ámbito del sistema
político presente, podría aludirse a la
estructuración entre ambas variables como
una forma de concatenar sus pretensiones de naturaleza
político–administrativas.
En ello, como expresión de una realidad política,
pueden advertirse ciertos mecanismos que, desde luego, son
comunes ya que lo contrario conduciría a un adefesio de
improbable condición existencial. Justamente, cuando se
someten a consideración los rasgos característicos de "populismo", en
presencia, por supuesto, de los rasgos característicos de "gobernabilidad", no es
difícil notar el cruce de elementos conceptuales que si
bien no se corresponden con figuras procedimentales o elementos
prácticos iguales, permiten inferir una determinada
analogía medida en términos de la intencionalidad
de cada rasgo.
Rasgos característicos
Populismo
Gobernabilidad
Presupone el poder como recurso para lograr sus
propósitos
Necesita justificarse y canalizarse a través del
"pueblo"
Requiere del discurso como
herramienta de motivación
a sus fines
Precisar de una dirigencia política que induzca los
procesos
respectivos
Es menester asomar compromisos que evidencien "voluntad" y
"capacidad"
De todas manera, no significa esta relación, con base en
consideraciones comunes, que existan elementos no comunes que
reflejen una falta de compatibilidad entre ambas variables. No
obstante, el propósito primario de la presente
disertación apunta a resaltar la vinculación entre
éstas por cuanto su realidad podría validar un
enfoque de populismo mediante el cual sería posible
justificar su praxis. Más, si la misma se apega a dos
principios
cardinales planteados por Edward Shils, como son: a). "La
supremacía de la voluntad del pueblo" b). "Que se
considere deseable una relación directa entre el pueblo y
sus líderes, no mediada por las instituciones"
(Worsley, Peter: "El concepto de
populismo. En: et. al. Ionescu & Gellner: Populismo.
Editorial Amorrotu. Buenos Aires,
1969).
3. ¿Cómo
entender la gobernabilidad?
Referir la significación de "gobernabilidad",
término ampliamente debatido por causa de sus
múltiples enfoques y acepciones, en medio de la
situación determinada por la praxis política
ejercida desde las instancias de gobierno, lleva a considerar
–primeramente– que su comprensión "(…)
no puede reducirse a la simple racionalización de
posiciones sociales contradictorias, ni al discurso
abstracto sobre los principios
generales del poder político" Leca, Jean: "Sobre la
gobernabilidad". En: Leca, Baeck Ardigò y otros.
¿Es gobernable la democracia?
Monte Avila Editores Latinoamericana. Caracas 1992, p.32)
En América
Latina, esta discusión se torna agudamente interesante
dada la especificidad política que caracteriza el contexto
en el cual surgen prácticas de gobierno de marcado acento
populista y, que a su interior, hacen gala de profundas
contradicciones como consecuencia del enmarañamiento
político–administrativo y
político–institucional que adolecen sus sistemas de
gobierno. Aún así, la intención
explícita e implícita alrededor de lograr los
mayores niveles de gobernabilidad en aras del orden
democrático, es una constante declarada permanentemente
por quienes asumen responsabilidades de dirección de gobierno.
Es así que se habla de gobernabilidad "democrática"
como el escenario determinado en función de
"(…) la participación de los interesados, la
transparencia y la obligación de la autoridad de
rendir cuentas de sus
acciones"
(UNESCO–PNUD. Gobernabilidad. Ediciones
Mundi–Prensa,
Madrid 2000). Del
mismo modo, el término "gobernabilidad", según
Leca, hace referencia a la propensión o a la posibilidad
"(…) de ser gobernados, es decir, a la adopción
de comportamientos conformes a las reglas del bueno
gobierno"(Ibídem, p.35). O dado el carácter
de categoría propia del análisis político, la gobernabilidad
la refiere Luciano Tomasini como "(…) la capacidad de la
autoridad para
canalizar los intereses de la sociedad civil a
la interacción que se da entre ésta y el Estado para
alcanzar el desarrollo
económico en el ámbito de una sociedad
democrática" (Torres Rivas, Edelberto. "América
Latina, gobernabilidad y democracia en
sociedades en
crisis". En:
Nueva Sociedad. Gobernabilidad: ¿Sueños de la
Democracia? Nº 128. Caracas. Editorial Texto. 1993,
p.95). O que en opinión de Ricardo Combellas, tan
particular neolgismo, "(…) alude de manera especial a la
capacidad de respuesta de las instituciones
gubernamentales frente a las cambiantes demandas y
legítimas aspiraciones de su entorno político,
económico, social y cultural" (Aut. cit. "Procesos
Constituyentes y Gobernabilidad Democrática en
América Latina". En: El Universal 27 Diciembre, 1997.
p.1–5).
La idea de este esquema, pudiera servir para ilustrar el problema
de la gobernabilidad en su relación con variables de
índole político–institucional que dan cuenta
de la compleja red de necesidades que
fundamentan su realidad y denotan su importancia. De hecho, la
gobernabilidad, en tanto que descansa en el ángulo
superior del "triángulo de gobierno", soporta el modo de
inducir e incitar una determinada gestión de gobierno la
cual va a constituir el nivel pragmático cuyo abanico de
interacciones sociales coadyuvará a estimular la cultura
del populismo.
No obstante, esta concepción de gobernabilidad se
enrarece a consecuencia de algunas implicaciones que devienen de
los procesos político–administrativos que tienen
lugar en los predios del proceso real
de elaboración y toma de
decisiones que orienta la acción del gobernante. Por
ejemplo, la realidad que compromete la idea de régimen
anima a pensar en la posibilidad de observar algunas
discrepancias capaces de hacer entender la fragilidad que encubre
la gobernabilidad. Según la concepción de
"régimen" aludida como un "(…) intercambio de
recursos entre
una pluralidad de elementos que poseen de manera diversas esos
recursos" (Leca,
p.35), podría entonces inducir que se infiera el riesgo de
generarse un cierto desequilibrio en el manejo de esos mismos
recursos lo cual se constituiría en razón
válida para suponer no sólo posibles ventajas
asomadas por los gobernantes en pos de sus políticas
de gobierno, sino también por parte de algún sector
social para demandar propuestas distintas de las anunciadas por
la parte gubernamental.
Sin duda que ante resultados de situaciones así, pudiera
descollar el problema de la legitimidad del poder toda vez que se
reconoce "como un proceso por
medio del cual los gobernantes producen (o usan) uno o más
sistemas de
justificación que les permite, en caso de necesidad,
recurrir a otros centros de poder social con el fin de conseguir
una mayor aceptación a sus decisiones" (Ibídem,
p.36). Sobre todo, si se entiende que la gestión de
gobierno puede constreñirse por causa de la complejidad
propia del sistema
político. Aun cuando, no basta para ello considerar
sólo el régimen como variables interviniente en la
configuración del poder político "(…) pues
las políticas que desarrollan éstos, están
condicionadas por estructuras
socioeconómicas distintas, además de la diferente
composición de la coalición gobernante, las
orientaciones ideológicas de la elite, la capacidad del
gobernante y por las relaciones con los restantes actores
sociales" (Torres–Rivas, Edelberto. "Los empresarios y la
consolidación democrática en América
Latina". En: Construyendo consenso, gobernabilidad y democracia.
Editores Magnusson y Rydén. LAIS/NIR, Estocolmo 2000,
p.262)
Por otra parte, podría agregarse que la
intención de alcanzar la gobernabilidad que presupone la
conjugación, al menos teorizada, entre la capacidad
funcional de gobierno y el proyecto
político de gobierno, puede dificultarse debido a que los
principales factores presentes de poder político, como
variables propias del sistema político, agobian a tal
grado las posibilidades que se han contemplado para encauzar la
gestión de gobierno que las dificultades tienden a
multiplicarse casi de manera exponencial caracterizando la
situación por el carácter
intrínsecamente complejo de la misma. Más
aún, por el hecho que puede representar el libre
albedrío que va a determinar la potestad de las
instituciones para decidir el curso de las acciones. Y la
mayor incidencia, es justamente la sociedad, tanto que
"(…) no sólo es libre para organizarse según
su propia voluntad, sino también libre de toda
prescripción consagrada que anteriormente garantizaba la
validez del orden establecido al margen de la democracia"
(Lechner, Norbert: Los patios interiores de la Democracia. Fondo
de Cultura Económica. Santiago de Chile. 1990,
p.146).
De alguna manera, el esquema anterior pudiera servir a los fines
de ilustrar un tanto las disquisiciones, por demás
complejas, que definen el problema de la gobernabilidad por
cuanto en virtud del ambiente en el
cual se inserta, existen distintas instancias que son soporte del
poder político del cual se vale el gobierno para "hacer
gobernable" la sociedad.
¿Cómo entender el populismo en
términos de la gobernabilidad?
Ante el planteamiento de la interrogante que intitula esta parte
de la disertación, surgen no sólo respuestas que
pretenden corresponderse con la magnitud de la interrogante, sino
además dubitaciones alentadas por los vacíos
teóricos y referenciales ante la prolífica
complejidad del tema.
Sin embargo, vale el atrevimiento de estructurar ciertas
consideraciones de alguna manera analizadas a la luz del estudio
sobre el tan particular fenómeno del populismo.
Así, podría comenzarse por aludir a lo que se ha
explicado por populismo. Pese a las ambivalencias y
ambigüedades que condicionan una definición
más exacta, su praxis busca animar un determinado orden
político a partir del cual pueda "(…) flagelarse la
corrupción
y el burocratismo" (Del Diccionario
del Nuevo Humanismo).
Precisamente, en el centro de esa tendencia siempre declarada
como estrategia de
gobierno, reiteradamente vociferada, se esfuerza por que se
establezca una sustantiva restauración,
reestructuración o regeneración del sistema
político (Wiles, Peter) por cuanto en su devenir pudieran
optarse mecanismos administrativos que permitirían
alcanzar un ordenamiento o grado de gobernabilidad que facilitase
la profundización de la democracia (Burbano de Lara,
Felipe) para entonces justificar un ensachamiento de los límites de
la participación activa del pueblo en la vida
ciudadana.
Esta pretensión del populismo, originariamente asentida
por Alain Touraine, busca actuar como compensación frente
a la modernización del Estado al
procurar el control colectivo
de los cambios económicos y técnicos y la identidad
sociocultural que expresa la nación.
Sobre la base en tan aducida intención del populismo,
encuadra cualquier idea que se coloque como razón para
justificar la
gobernabilidad como recurso de la democracia y que si no es
único, al menos condensa importantes valores
capaces de impulsar su incidencia. En todo caso, el populismo, en
su expresión atenuada, comedida o racional, invoca
(según evidencias de experiencias de gobiernos populistas)
la democracia como base del sistema político de gobierno.
Aunque por ello, no se hayan visto experiencias contrarias que
rayan en un autoritarismo visceral. Pero no es la idea que quiere
tratarse a los fines de destacar la concomitancia sobre la cual
puede hablarse de proximidad entre el populismo y situaciones
exaltadas por criterios de gobernabilidad
democrática.
Si bien se ha dicho que "el porvenir de la democracia
dependerá de su capacidad de responder a los
desafíos que proviene de la
metamorfosis antropológica de nuestro tiempo"
(Paván, Antonio. "La nueva demanda de
democracia". En: Leca, Baeck Ardigò y otros. ¿Es
gobernable la democracia? Monte Avila Editores Latinoamericana.
Caracas 1992, p.106), es obvio entender que uno de los puntales
de ese porvenir del espíritu democrático lo
constituye esas experiencias políticas que han determinado
en el hombre
importantes apreciaciones de su mundo político futuro. Y
no cabe duda que una de ellas se encuentra en el populismo
siempre que sus efectos no vulgaricen condiciones y necesidades
de expresión del hombre a
través de las cuales pone en movimiento, hacia el futuro,
inmensas posibilidades de acción en todos los
ámbitos de intervención social.
Por alguna razón Pierre–André Taquieff,
señala que el populismo puede describirse como un
hiperdemocratismo cuando tiende a idealizar la imagen de unos
ciudadanos activos recelosos
de los sistemas de representación que presuntamente
amenazan despojarlos de su facultad de iniciativa. (Aut. cit. Las
Ciencias
Políticas frente al Populismo. Universidad
Nacional de Quilmes, 1996). Justamente, ante esa doble
crítica (élites–representación), el
populismo busca justificar un proyecto político de
gobierno centrado en la reducción de la distancia entre el
pueblo y quienes gobiernan. Es decir, se induce la figura de una
democracia directa dirigida a favorecer los ciudadanos activos (Idem).
De ahí, que para el populismo la herramienta principal de
su concepción de democracia es el "referéndum" y
más específicamente la iniciativa popular, por
cuanto le permite saltar las mediaciones políticas que son
las que, muchas veces, impiden conducir la gobernabilidad a
niveles esperados.
Más cuando la vinculación se fundamenta en
situaciones (estructurales y/o circunstanciales) que denotan una
imbricación condicionada por la presencia de elementos
comunes a la "razón de ser" de ambas variables: populismo
y gobernabilidad.
4. Algunas
consideraciones concluyentes:
Aunque la presente disertación se basa en la
incidencia de rasgos característicos que tienen lugar
común en las pretensiones propias del populismo y en los
mecanismos que responden por la gobernabilidad, por cuanto
adquieren sentido en el discurrir de un orden político que
busca estructurarse sobre objetivos que
de algún modo beneficien la praxis democrática, es
importante dar cuenta que en sus mismos predios pueden coexistir
elementos contrarios o que se oponen a sus intenciones. Esta
observación, vale para destacar que la
complejidad que caracteriza sus condiciones y formas de
interpretar sus propósitos, podría permitir
interrogaciones alrededor de sus propias contradicciones. Por
ejemplo, cabría preguntarse ¿hasta dónde un
gobierno populista considera la importancia de la gobernabilidad
como razón política para encauzar su programa
político de gobierno? O las preguntas siguientes:
¿cuáles criterios de gobernabilidad convienen a un
gobierno populista en función de
un régimen que muchas veces resulta contradictorio ante
sus mismas orientaciones?. ¿Hasta dónde
sería posible hablar de gobernabilidad populista?
Si acaso se acepta que el populismo representa el modo o
mecanismo pragmático de enfatizar el cometido
socioeconómico de un proyecto político de gobierno,
entonces bien podría asentirse la pertinencia de la
gobernabilidad entendida como referencia política para
justificar recursos y medios
dirigidos a reducir los problemas
sociales y económicos que ataca el populismo aunque
desde un ámbito discursivo insidioso y una gestión
de gobierno precariamente articulada.
No obstante, el propósito que se corresponde con esta
discusión teórica, se ha afincado en "(…) la
idea de compatibilizar la democracia con sus dificultades,
según la experiencia y según lo que puede ser,
más allá de la ideología, pero también más
acá de la retórica" (Straser, Carlos: El orden
político y la democracia. Abeledo–Perrot S.A.E. el.
Buenos Aires,
1986, p.124). Particularmente, cuando hablar de gobernabilidad
obliga casi siempre aludir a "ingobernabilidad". Así como
hablar de populismo, igualmente constriñe términos
que antagonizan su práctica.
En fin, los problemas
animados por causas que bien o mal, debida o indebidamente,
justificadamente o no refieren al populismo o a la
"ingobernabilidad", al margen de sus efectos, han buscado
reivindicar otros valores cuyas racionalidades y fundamentos han
instado a grupos
sociales no más a comprender su estado de
indefensión y de desesperanza aprendida, que a fundamentar
en sus libertades individuales las posibilidades reales de crecer
política y socialmente.
Autor:
Antonio José Monagas