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LOS POLITICOS ARGENTINOS




Enviado por carlosaramirez2001



    Tres trazos le alcanzan a Ortega y Gasset para describir
    admirablemente la esencia del político: "No acusemos, pues
    de inmoralidad al gran político. En vez de ello, digamos
    que le falta escrupulosidad. "Impulsividad, turbulencia,
    histrionismo, imprecisión, pobreza de
    intimidad, dureza de piel, son las
    condiciones orgánicas, elementales, de un genio
    político. "Cuando miente, en rigor no miente, porque no
    está adscrito íntimamente a nada
    determinado."

    No cabe distinción alguna de nacionalidad. Lo
    escrito para los españoles de principio de siglo tiene
    aquí y ahora también rigurosa aplicación.
    Analicemos algunos de los aspectos más notables,
    relacionados con el objeto que nos atañe.

    Han cambiado sustancialmente la economía y la
    sociedad. Han
    aparecido nuevas costumbres y la ecología es un bien
    irrenunciable. Pero los partidos
    políticos tradicionales han conseguido eludir la
    profunda mutación de este fin de milenio. Con más
    de quince años seguidos de democracia han
    debido hacerse cargo de sus obligaciones,
    pero, si bien ha desaparecido "el movimiento" y
    los partidos dogmáticos tienen menor poder de
    convocatoria, aún se destacan más los
    líderes que los grupos
    dirigentes. Nuestra sociedad sigue
    consumiendo conductores fuertes mas que administradores. El
    paternalismo y el personalismo, que son antiguos vicios de
    nuestra historia, han
    dejado una fuerte impronta en los principales dirigentes
    partidarios.

    Una de las causas que hizo más estable al
    sistema
    político argentino fue el corrimiento ideológico
    del Partido Justicialista hacia la derecha, es decir, hacia
    políticas ligadas a la generación de
    riqueza más que a su distribución, al mercado
    más que al Estado como
    ente que asigna los recursos y hacia
    lo privado como sujeto económico. Este giro de ciento
    ochenta grados, apoyado en un nuevo sistema de
    alianzas, es lo que ha modificado al país. En otro orden,
    según palabras de José Luis de Imaz, la nueva
    estabilidad política es producto del
    abandono de la función
    política
    de las FF.AA. como partido militar: "Sin funciones
    manifiestas, no ha habido guerras, el
    aparato bélico de las FF.AA. ha terminado por ser
    visualizado por todos los grupos
    políticos, como instrumento potencialmente útil
    para satisfacer sus propios objetivos.
    Así el recurso de las FF.AA. como fuente de
    legitimación, más allá de todas las
    explicaciones que se arguyan, ha terminado por ser una regla
    tácita del juego
    político argentino. Regla que nadie expresamente invoca,
    pero a partir de la cual todos los grupos políticos se han
    beneficiado al menos una vez. Regla que públicamente todos
    habrán de negar, pero que en su intimidad no podrán
    desconocer los políticos argentinos que, en uno o en otro
    momento durante este cuarto de siglo, han ido a golpear la puerta
    de los cuarteles."

    Ellos, los políticos, junto con los militares
    fueron protagonistas casi excluyentes en la historia nacional en general
    y en el siglo XX en particular y por ello responsables en gran
    parte por todo lo hecho y lo sin hacer. Natalio Botana lo analiza
    así: "Los motivos principales de la tan mentada
    declinación argentina fueron,
    antes que nada, políticos e institucionales. Ni el terror
    recíproco de los aciagos años 70 ni el derrumbe de
    una organización obsoleta de empresas
    públicas y privilegios puede explicarse solamente como
    efecto de un desajuste de los factores económicos y
    sociales prevalecientes en aquel momento."

    Pero el progreso detallado en otras áreas
    aún no ha llegado a los partidos, y en algunos casos hay
    directamente una involución. No se impugna el valor de los
    partidos
    políticos como entidades intermedias, creadoras de los
    candidatos a los cargos electivos, y orientadoras de las
    inquietudes ciudadanas. Es justamente la forma de
    extracción de los candidatos la que ha sufrido el
    retroceso. Si ya era relativa la selección
    producto del
    voto de los pocos afiliados a los partidos, hoy ni siquiera se
    los convoca. Se apela a fórmulas por consenso en la que
    los caudillos arman las listas de arriba hacia abajo
    combinándolas con el canje de puestos por compromisos
    internos o con partidos asociados en inestables y efímeras
    coaliciones. Se acuñó la frase "ingeniería política" para definir
    estas maniobras. Hay un endiosamiento de las encuestas que
    se perfila como el prólogo para la entronización de
    un sistema electoral nuevo. En el discurso se ha
    hablado de internas y de internas abiertas, pero los hechos, que
    son más demostrativos que las palabras, indican que
    generalmente prevalece el procedimiento
    tradicional. Al respecto opina Federico Storani: "En la Argentina hay una
    enorme cultura del
    doble mensaje, en todas las actividades, hasta en el deporte. Y la política no
    escapa a eso. Muchas veces se ha visto el doble mensaje como una
    cualidad, como una habilidad." Ese doble mensaje a que se hace
    mención tiene como vehículo preferido el lenguaje
    ambiguo, mitad eufemismo mitad metáfora, utilizado por la
    dirigencia política.

    Otras deudas de los partidos para con la sociedad son la
    supresión de las listas sábana y el esclarecimiento
    de los fondos de financiación partidaria. La primera
    dificultará, inevitablemente que los puestos electivos se
    sigan utilizando como medio de cambio, a la
    vez que logrará que los candidatos trabajen cara a la
    sociedad y no como clientes de los
    punteros digitadores de candidaturas. Al respecto opina Rosendo
    Fraga: "La gente está claramente en contra de las listas
    sábana y a favor de las internas abiertas." La segunda
    pondrá barreras a las compensaciones económicas de
    los ganadores para con aquellos que contribuyeron a elevarlos en
    la conducción de la sociedad, luego de las elecciones.
    Esta transparencia, tangible y no una propuesta moral
    meramente discursiva, hará la diferencia cuando la
    política deje de ser una épica y se convierta en
    una administración de la cosa
    pública.

    Hay también una crisis de
    credibilidad en tanto se percibe a los políticos como
    más preocupados por la búsqueda del poder que por
    dar satisfacción a las demandas de sus electores. Antonio
    Gramsci lo analiza así: "Al llegar a un cierto punto de su
    vida histórica, los grupos
    sociales se separan de sus partidos tradicionales; es decir,
    los partidos tradicionales, en su determinada forma organizativa,
    con los hombres determinados que los constituyen, los representan
    y los dirigen, dejan de ser reconocidos como expresión
    propia por su clase o su fracción de clase." Se abusa de
    los debates estériles, se votan numerosas cuestiones de
    privilegio, se cuestiona la invasión de la vida privada si
    es la de ellos, se elude la rendición de cuentas por los
    estados patrimoniales antes y después del ejercicio de las
    funciones, se
    interpelan funcionarios sin mayores consecuencias, viven en
    campaña, al llegar a un cargo ya están pensando en
    el escalón siguiente sin siquiera finalizar el mandato,
    pocas veces se hacen cargo de sus errores, reparten subsidios
    sospechosos y pensiones graciables, nombran parientes en la
    función
    pública, permanecen más tiempo en los
    canales de televisión
    que en los recintos de sesiones, etc. Si se midiera el
    rendimiento de la tarea de los políticos por lo efectuado
    en el Congreso Nacional, el saldo sería bastante
    desfavorable en comparación con el de otros países.
    El sociólogo Oscar Landi considera que los
    políticos deben confeccionar una nueva agenda para esta
    época: "Contiene cuestiones que dependen para su
    realización de la recreación
    de las relaciones entre la gente de carne y hueso y sus
    representantes."

    Desde posiciones radicales se les critica lo ya citado
    más su relación con gobiernos militares: "Pero la
    política con ética, con
    principios,
    sin claudicaciones. La política que no tiene nada que ver
    con los partidos que la bastardean y la ensucian. Por eso las
    Madres de Plaza de Mayo proponemos no votar mientras no existan
    políticos honestos que representen al pueblo en lugar de
    sus propios intereses. "…mal que les pese a algunos que hoy se
    han arrepentido de haber creído en la revolución, a otros que ayer nomás
    eran golpistas y ahora se dicen democráticos, y a ciertos
    hipócritas que esconden un pasado de complicidad con la
    dictadura y
    hoy integran organismos de derechos
    humanos". Emilio Mignone agrega: "La clase política se
    encontró en general alejada del movimiento por
    los DD.HH en los años más álgidos de la
    represión. Era difícil obtener representantes
    oficiosos en la APDH. El único interés de
    la mayoría de los dirigentes partidarios se centraba en la
    posibilidad del llamado a elecciones y estaban convencidos que
    esto era sólo posible negociando con los militares." El
    origen de esta crítica se encuentra en la conducta
    mantenida por algunos líderes políticos durante el
    último gobierno de
    facto. Con mayor mesura lo explica Andrés Fontana: "Al
    mismo tiempo, los
    partidos contribuyeron a mantener la estabilidad relativa del
    gobierno de Viola
    mediante una política de moderación y
    contención de la hostilidad antimilitarista que
    habitualmente se genera en la sociedad ante los primeros signos
    de apertura política. Esta actitud,
    combinaba la moderación en los cuestionamientos al
    régimen militar con el mantenimiento
    de una clara distancia respecto al mismo, estuvo en parte
    determinada por la amenaza de una intervención de los
    militares duros para interrumpir el incipiente proceso de
    apertura."

    Víctor Massuh, generalmente discreto en sus
    expresiones, es especialmente duro con los partidos por su
    comportamiento
    anterior al último advenimiento de la democracia:
    "…llevaron al país a un callejón sin salida:
    allí lo dejaron tirado a la espera de que alguien se
    hiciera cargo de él. No son partidos de orientación
    ni de educación ciudadana. En el plano externo
    juegan

    a la democracia, en el interno a la conspiración
    facciosa. No creen demasiado en sí mismos."

    Esa conducta
    corporativa se manifestó poco tiempo atrás con
    motivo de las sesiones para el tratamiento de dos normas
    controvertidas: "El tratamiento de la derogación de las
    leyes de
    Obediencia Debida y Punto Final, entre enero y marzo de 1998 tuvo
    un final abrupto el 24 de marzo. Ese día la Cámara
    Baja y el 25 los senadores, aprobaron a libro cerrado
    y en trámite expeditivo la derogación, previo pacto
    de no difundir las listas que los pusieran en evidencia ante la
    sociedad" Esa noticia, escueta, fue valorada al día
    siguiente en el editorial de La Nación,
    que consideró a las citadas leyes
    "intrínsecamente injustas" pero que cumplían con
    los requisitos constitucionales. Agregaba que la sociedad civil
    "…ya se ha formado una opinión sólida e
    imparcial…" sobre ellas y juzgaba de apropiada la ausencia de
    autocrítica de los políticos "…al no sacar a
    relucir las listas…"

    Los militares fueron, y son aún para los
    políticos, un blanco favorable para entre otras cosas:
    justificar políticas,
    canalizar responsabilidades, aglutinar sectores, consolidar la
    democracia y obtener votos. Se percibe claramente que muchos de
    ellos evalúan que poner coto a la revisión del
    pasado puede hacerles perder aceptación popular y peor
    aún, hacerlos aparecer nuevamente como una opción
    política para amplios sectores sociales desencantados con
    una democracia de muy baja calidad. Han sido
    pues, las FF.AA., un grupo de
    desprestigio altamente rentable durante los últimos
    años ya que son siempre útiles para distraer la
    atención de otros temas apremiantes que
    afectan o interesan al cuerpo social. Como conclusiones parciales
    se pueden extraer:

    1. Durante el medio siglo transcurrido entre 1930 y 1983
      se sucedieron cinco golpes cívico – militares debido a
      que la Argentina no tuvo un sistema institucional estable y las
      fuerzas políticas se mostraron incapaces de combinar
      representación popular con capacidad de
      gobierno.
    2. Los partidos deben reestructurarse (especialmente
      financiación y mecanismos de selección) y los políticos deben
      capacitarse para estar a tono con la modernización
      general del país y de sus instituciones.
    3. Además, deben satisfacer las demandas de la
      sociedad que les otorga mandato para ello, y no para crear una
      estirpe diferente o convertirse en un fin en sí
      mismo.
    4. Varias organizaciones
      han efectuado su "autocrítica" en referencia a su
      desempeño en épocas pasadas,
      excepto los políticos, a pesar de ser en gran parte
      responsables de los hechos que acontecieron, por acción
      y muy frecuentemente, por omisión.
    5. De la clase política depende sin dudas el
      futuro del sistema democrático. Si campea el
      descreimiento en ellos quedará la puerta abierta para
      posiciones extremas de cualquier signo, pero seguramente con
      grados menores de libertad. El
      surgimiento de caudillos de pasado autocrático en
      democracias recientes de América
      Latina debiera constituir un llamado de atención.

     

     

    Autor:

    Carlos María Ramírez

    carlosaramirez2001[arroba]hotmail.com

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