Indice
1.
Introducción
2. ¿Acaso esta situación ha
cambiado?. ¿ Hoy en día es
diferente?
4. Categorías para la
interpretación de la realidad
5. El Rol De La
Educación
6. Referencias
bibliográficas sugeridas
1. Introducción
Nos creemos dueños de la realidad cuando
discutimos sobre temas de economía, política, gerencia,
educación,
asuntos públicos y hasta de situaciones foráneas.
Nos hacemos eco de opiniones, como si fueran nuestras, a partir
de noticias y comentarios realizados en los medios de
comunicación, sin darnos cuenta que formamos parte de
lo que se conoce como una matriz de
opinión. Defendemos nuestras «verdades» sin
considerar, que la opinión que tenemos de la realidad,
está influenciada por nuestras necesidades personales,
vivencias profesionales, intereses y mundo cultural. Por otra
parte la falta de una conciencia
objetiva sobre la realidad hace que ésta se sitúe
por encima de la capacidad de intervenirla, pues se torna
distorsionada y subjetiva ante nuestra percepción.
El subjetivar va mucho más allá de condicionar la
interpretación de la realidad; limita la capacidad de
intervenirla para ponerla a servicio
personal y
colectivo. Consideramos que lo que "conocemos" antecede la
existencia del mundo real. De esta manera, cuando enfrentamos una
determinada circunstancia y ésta no se encuadra dentro de
la concepción que de ella tenemos, limitamos nuestra
participación anteponiendo juicios de valor a la
misma.
Si los patrones teóricos con los que apreciamos la
realidad no cuadran, emitimos juicios sobre ella, la etiquetamos
con epítetos que reflejan nuestra propia incapacidad para
abordarla. La incomunicación existente entre la realidad y
el sujeto, impide la posibilidad para intervenirla. Al no existir
un diálogo
fluido, se imposibilita demostrar, ante sí mismo, la
capacidad personal de
alcanzar logros, reduciéndose la autoestima,
asumiendo posiciones conservadoras y una actitud
medrosa. Allí radica el problema, nos sentimos temerosos y
propensos a seguir patrones conductuales socialmente aceptados,
sin evaluar su pertinencia respecto a la seguridad
individual que genera.
La limitación para intervenir la realidad, está
prácticamente generalizada en el hombre
actual. Posee cada día mayor cantidad de información, pero menor capacidad de
solventar los retos que le impone su realidad. La
concentración urbana ha alejado al hombre de la
actividad rural, de donde extraía los bienes con los
cuales satisfacer sus necesidades; utilizando sus propias
capacidades físicas e intelectuales para producir.
El hombre se
ha aislado en la ciudad, perdiendo el mecanismo idóneo de
autovaloración personal, su habilidad para satisfacer los
requerimientos personales y colectivos. En el medio urbano,
solventa sus necesidades a través del amiguismo, la
adulación, la participación política entre otros,
mecanismos éstos, que lo frustran, enajenan, lo hacen
agresivo, medroso, individualista, y contribuyen muy poco en su
autoestima.
Para conciliar la supervivencia urbana y los métodos
empleados para lograrlo, el hombre utiliza
subterfugios anímicos y emocionales que le ofrecen soporte
a su personalidad.
Busca explicación de su situación personal, en
antecedentes cognoscitivos adquiridos e inducidos a través
de los mecanismos formales e informales de socialización. Si bien el
conocimiento adquirido hasta la actualidad ha probado su
utilidad, el
mismo está montado sobre un marco "filosófico", que
intencional e implícitamente induce en el hombre, una
forma constructiva del pensamiento,
que lo aferra a aquello que "conoce", uniformando así su
conducta,
haciéndolo cada vez más conservador.
Al condicionar la construcción del pensamiento
del hombre a valores,
principios y
normas que son
ajenos a la condición humana, su conducta personal
entra en contradicción con sus necesidades,
sintiéndose ajeno a su entorno, a su realidad y hasta a
sí mismo.
Se puede desenvolver en cualquier área del saber y del
desempeño social, siempre y cuando la
realidad no entre en
contradicción con la información que le ha sido suministrada.
Dentro de estos límites,
todo marcha bien. Pero al ser retado por necesidades y problemas que
se encuentran fuera de los límites y
concepciones teóricas preestablecidas, es entonces cuando
el hombre encuentra reducida su capacidad para comprender e
interpretar la realidad y, por ende, su capacidad para
modificarla se ve mermada. No es capaz de desarrollar una
conceptualización propia, ni se atreve a correr el
riesgo de ser
juzgado por ello.
Es conveniente aclarar que los paradigmas
dentro de los cuales evoluciona el hombre le ofrecen seguridad, pero
en ocasiones están en contradicción con su propia
naturaleza. Al
colocar las decisiones personales en fuerzas superiores, el
hombre se vuelve un ser manejable, se desdibuja dentro de la masa
social pero en ese anonimato se siente seguro. Esto ha
permitido construir y consolidar la sociedad que hoy
conocemos. El marco ideológico que regula el devenir
social e individual del ser humano y condicionar su conducta,
permite la constitución y consolidación de la
institución social.
La sociedad tiene
intereses y mecanismos de perpetuación que están
muy por encima del hombre, los cuales limitan su capacidad para
satisfacer la necesidad de supervivencia, en la misma medida que
fomenta la concentración urbana donde las actividades de
servicio son
privilegiadas a expensas de las actividades productivas. La
contradicción interna del ser y la posición social
que ocupa entran en conflicto. La
seguridad personal y la autoestima carecen de soporte real: al no
tener, no valgo, no soy. Los conflictos
sociales causados por la apropiación y acumulación
de los excedentes de producción, toman también
expresión en el conflicto
interior del hombre.
Lo normativo e institucional se mantienen por encima de a quien
supuestamente sirve. El Estado, la
sociedad, la educación,
la empresa, la
salud, la
seguridad, el gobierno, la
producción, la religión, las
normas, las
leyes y las
creencias, requieren ser servidas, pero no centran su atención real en el hombre. Por ejemplo,
la
educación se sirve así misma, difundiendo
"verdades", sin prestar principal atención en fomentar la capacidad
analítica, ni la creatividad.
Es una institución conservadora y perpetuadora de la
sociedad que la concibe.
Como mencionamos anteriormente, la sociedad ha prestado un gran
servicio al hombre en cuanto a la seguridad que le ofrece en lo
que se refiere al bienestar material, pero el desarrollo
trascendental del hombre, no ha estado entre
sus prioridades.
Siendo el hombre actor, creador y artífice de la
institución social, ha caído en su propia trampa.
El sistema se ha
encargado de
mantener su dinámica y coherencia, situándolo
por debajo de su propia creación. Si bien
históricamente el hombre buscó explicaciones a sus
inquietudes, en mitos y
mistificaciones de la realidad, esta dinámica lo envolvió de una manera
tal, que muy a pesar del desarrollo
tecnológico alcanzado, el hombre se ha convertido en el
vehículo para preservar lo tradicional. A pesar de esta
relación entre la sociedad y el individuo, el intelecto
humano promedio se diversifica e incrementa continuamente en
complejidad y riqueza; surgen así, una epistémia
centrada en el objeto, en la realidad.
Para perpetuarse, la sociedad mantiene paradigmas
filosóficos transmitidos de generación en
generación, independientemente de las formas que tomen las
teorías
explicativas de la realidad. El punto de vista
epistemológico que impera desde las
primeras agrupaciones sociales, prevalece prácticamente
inalterable. Las concepciones míticas y místicas
que han venido explicando el mundo real y el rol humano,
anteponen intencionalmente conceptos que se han comportado
más como ideologías dominadoras, que como
interpretación de la estructura del
pensamiento, comúnmente se conocen como
filosofía.
La relación entre el hombre y su realidad es un hecho
material y concreto. Se
origina para solventar sus necesidades básicas de
sobrevivencia y está condicionada por el desarrollo
alcanzado en los medios
cognoscitivos y técnicos para un determinado momento
histórico. Por otra parte está afectada por las
características ecológicas y
culturales en las que está inmerso. Las concepciones del
hombre sobre sí mismo y de sus relaciones con el mundo,
constituyen también hechos reales y objetivos,
aún cuando los mismos le sean intangibles e inconscientes.
Podemos entenderla como una relación epistémica, de
tal manera que va más allá del mero estudio de los
elementos de mediación teórica.
Para ilustrar la epistemia que ha venido guiando la
relación hombre-realidad, desde la antigüedad citamos
el Mito de la
Caverna. Platón
concibió que todo ser humano, desde que nace, trae el
conocimiento
desde el "mundo de las ideas", dictado por los espíritus
que allí habitan. En el transcurrir terrenal, el hombre
irá recordando los conceptos preestablecidos; la
sabiduría alcanzada en el transcurso de su vida, le
determinará su ascenso a la cima de Urano. Para Platón
el
conocimiento o los conceptos preceden a la realidad,
evidenciando así, la necesaria guía que el hombre
de la época requería para comportarse en sociedad.
Preceptos, normas, leyes y verdades
de todo tipo, se han mostrado como razones válidas para
explicar el mundo real, la conducta del hombre y su conciencia. Se ha
validado, desde entonces, una estructura del
pensamiento, aplicable en todas las épocas y situaciones.
Está concepción reduce y limita la creatividad
humana, aún cuando ha facilitando la vida en sociedad, y
superpuesto la intencionalidad sobre las necesidades humanas.
De esta manera, se han desdeñado otras formas
constructivas del pensar. La praxis aristotélica, puesta a
un lado por varios siglos, reconoce que el conocimiento
está en las cosas y su relación se hace de manera
directa con ellas. Cuando las evidencias materiales
pusieron en discusión las aseveraciones tradicionales, se
concibieron formas interpretativas que fueron mediatizadas, al
concebir que el conocimiento develado por la ciencia era
también obra divina… De está manera, la ciencia fue
mediatizada prácticamente desde su inicio, y platonizaron
a Aristóteles.
"Tomás de Aquino y Alberto Magno fueron los principales
ideólogos de esa concepción y lograron combinar el
sistema
comprensivo de la naturaleza con la
teología y la ética
cristiana" (Ginés, 1993:24)
"Muy poco fue el aporte de la edad media
para enriquecer el campo de las ciencias
naturales, si exceptuamos a Alberto Magno), pues la "autoridad de
los "maestros" fue siempre esgrimida como argumento de verdad y
certeza." (Ginés, 1993:52)
2. ¿Acaso esta
situación ha cambiado?. ¿ Hoy en día es
diferente?
La institución social y su base ideológica
se perpetúan a través de poderosos intereses al
llevar adelante la aplicación del mecanismo de socialización, que sumen al individuo y al
colectivo, en una relación tácita de
perpetuación de la forma tradicional de estructurar el
pensar. Las interpretaciones de la realidad han operado dentro de
límites determinados, ofreciendo seguridad al hombre,
siendo ésta la sobrevivencia del enfoque
epistemológico. El halo de seguridad causado por los
paradigmas explicativos, dificulta la aceptación de nuevas
formas de construcción del pensamiento,
dificultándose la aceptación de puntos de vista y
concepciones novedosas.
Al perpetuar el mecanismo tradicional fundamentado en la
institucionalidad social, el hombre ha perdido su horizonte. El
hombre es actor y es fin de sus propias acciones,
parafraseando a Protágoras de Abdera (485-410 a.c.) "el
hombre es la medida de todas las cosas".
Independientemente de los juicios de valor que
podamos hacer del mecanismo de subordinación del hombre,
éste ha servido
de base para la consolidación de la sociedad actual. Ella
misma ha permitido que el hombre evolucione dentro de los
límites de seguridad que impone su supervivencia, hasta
alcanzar un alto nivel de conciencia de su realidad y de
sí mismo. Ahora, es menester tomar conciencia de que la
sociedad no podrá cambiar mientras sus paradigmas e
integrantes no acepten su cuota de responsabilidad individual y colectiva.
Para alcanzar este objetivo, se
debe reinterpretar al hombre y su realidad. Se hace necesario que
el hombre tome conciencia de su rol protagónico en la
interpretación y construcción del conocimiento. Es
menester devolverle su capacidad de crear, de ser constructor de
su propio futuro, haciendo de este deseo una voluntad consciente
e intencionada.
En el campo de la aplicación práctica, el hecho de
envolver el proceso de
interpretación de la realidad en un halo de cientificidad,
reduciendo su utilización a un determinado número
de personas y con el positivismo
científico, por otra parte, se ha limitado la
concientización del hombre, como el ser con capacidad para
modificar intencionalmente su entorno, a través de su
raciocinio.
Este trabajo pretende revalorar el proceso que el
hombre utiliza para interpretar y modificar la realidad en su
propio beneficio y del colectivo, mediante la
participación directa y transformadora. Independientemente
de la existencia de ideologías conservadoras para frenar
esta corriente, el desarrollo de las comunicaciones
está haciendo surgir un nuevo punto de vista con el cual
se analiza, interpreta y modifica la realidad.
Este desarrollo teórico pretende impulsar el potencial
creativo del individuo, frente al proceso uniformador, con el
surgimiento de una nueva forma interpretativa de la realidad y de
conceptualizar al hombre mismo como producto
relacional. e histórico. Contrariamente al individualismo,
esta concepción cognoscitiva, revaloriza
holísticamente a la persona, en donde
la autoestima juega un papel
fundamental.
El desarrollo de nuevos enfoques, concepciones, teorías
e instrumentos de
medición, potencian el análisis y la creatividad humanas,
pretenden hacerlo consciente, no solamente de su potencial
creativo, sino del proceso de autoconstrucción el cual se
alcanza involucrándose en la interpretación y
modificación de la realidad que lo envuelve.
Como manifestación del problema existente al construir la
interpretación de la realidad, a partir de
conceptualizaciones preexistentes y de lo generalizado en la
discusión de este enfoque, citamos de Umberto Eco en su
novela El
Péndulo de Foucault
Allí se da una conversación entre sus personajes
Jacopo Belbo y Casaubon, respecto al juicio que el primero hace
de los escritores que envían sus textos al comité
de redacción de casas editoriales.
"- … Ya estamos en el umbral en el que sospechamos que algo no
funciona. Pero es necesario un esfuerzo para demostrar qué
es lo que no cuadra y por qué. ….. Se publican muchos
libros
escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy
convincentes. El redactor editorial no está obligado a
reconocer al estúpido. No lo hace la academia de ciencias,
¿por qué tendría que hacerlo él?
– Tampoco lo hace la filosofía. El argumento
ontológico de San Anselmo es estúpido. Dios tiene
que existir porque puedo pensarlo como el ser dotado de todas las
perfecciones, incluida la existencia. Confunde la existencia en
el pensamiento con la existencia en la realidad.
– Sí, pero también es estúpida la
refutación de Gaunilo. Puedo pensar en una isla en el mar
aunque esa isla no exista. Confunde el pensamiento de lo
contingente con el pensamiento de lo necesario." (Umberto Eco,
1991:62)
A lo largo de la historia, se ha platonizado
a Aristóteles y mediatizado la ciencia,
distanciándola del hombre común, haciéndole
asumir una orientación interpretativa y recursos
metodológicos intencionados, comprometiéndole con
la perpetuación del sistema social.
Al colocar la interpretación de la realidad, sujeta a
conceptos preexistentes, el "conocimiento" verifica la
concepción más que comprender lo real,
relegándola a un segundo plano de interés,
permitiendo únicamente, una interpretación
condicionada a lo previamente teorizado. Coloca la
institución académica sobre cualquier interés,
por más legítimo que éste sea.
Algunos pensadores pueden continuar aduciendo que potenciar el
desarrollo individual frente a lo institucional hacen del hombre
un ser anárquico. Esto es una falacia: un hombre que se
valore como individuo tiende a reconocer el valor de su
congénere por sí mismo. Tiende a vencer el
individualismo agresivo por una empatía sinérgica,
donde se comprenda que el todo es más que la suma de sus
partes.
Otro objetivo de
este trabajo consiste en favorecer la elaboración de una
concepción teórica orientada a estimular el
análisis de la realidad, con fines
claramente prácticos y utilitarios.
El enfoque propuesto condiciona, entonces, nuestras
respuestas a la interpretación objetiva de lo real,
abandonando los juicios de valor y reduciendo la peligrosa
tendencia a la impulsividad, al darnos cuenta que lo que
percibimos no es necesariamente lo sustancial de lo real, sino
aquello de percibimos filtrado por el esquema mental y cultural..
Ante una situación que nos reta, se responde
impulsivamente sin pensar que de esta manera perdemos la
posibilidad de ser efectivos, así como de perder valiosas
oportunidades de éxito.
Aunque suponemos que éste actuar es "instintivo",
respondemos bajo los lineamientos del enfoque "epistémico
y cultural" aprendido. La realidad no es la que percibimos, ni lo
que percibimos es la realidad; respondemos ante lo
fenomenológico, pero no ante lo causal.
Con la intención de facilitar la comprensión del
proceso de interpretación de la realidad, el hombre ha
formulado, a lo largo de su trayectoria histórica,
constructos teóricos con los cuales comprende el mundo
real que lo rodea, obteniendo una progresiva conciencia de
sí mismo. Ha sido un largo camino interpretativo, entre el
momento en que el hombre aparece sobre la tierra
hasta el día de hoy. Desde el primer momento
interpretativo, el proceso de abstraer el mundo real no se ha
detenido, ni se detendrá jamás.
Inicialmente, la preocupación real del hombre primitivo
fue sobrevivir, alimentarse y protegerse, pero el hecho
interpretativo ocurría sin proponérselo. Durante la
actividad misma de intervenir la naturaleza se ponía en
comunicación con un mundo real al cual, en
un principio, no podía comprender, pues carecía de
un elemento de mediación que se lo permitiera. Al
empezarse a desarrollar el lenguaje,
la actividad intervencionista de la naturaleza, es cada
día más intencionada y consciente.
Con el transcurrir del tiempo, la
necesidad de intervenir y modificar más radicalmente el
mundo real, demandó que la simple praxis exigiera un nivel
explicativo de mayor complejidad. El discurso
explicativo sobre el por qué y el cómo,
fundamentó teorías de mayor objetividad sobre el
funcionamiento, la razón y la causa de las cosas. Es
allí cuando un nuevo desarrollo mediador toma
paulatinamente relevancia entre el hombre y su realidad: se
construyen las teorías. En la misma medida, el hombre
comienza a conocer su capacidades y poder de
intervención de la realidad, toma conciencia de su propia
capacidad intelectual. Igualmente, emprende la distinción
entre él mismo y las cosas de la realidad en la que
participa. Empieza a abstraerse a sí mismo y a analizar su
propio proceso mental.
En la misma medida que el hombre invierte tiempo y esfuerzo
en la búsqueda de explicaciones, va tomando conciencia de
sí, en un proceso dialéctico de
autocomprensión, mientras interviene su realidad recibe
respuestas a sus concepciones teóricas y de sí
mismo. Surge la concepción epistemológica, en otras
palabras, el concepto que
describe el proceso relacional comprensivo, entre el hombre y su
mundo real. Este proceso se construye, sobre la base de la
experiencia, a lo vivencial, sobre una explicación de la
relación entre el mundo real y el hombre, con incidencias
cruciales sobre el conocimiento.
El conocimiento, primero fue el resultado de un aprendizaje
pragmático, dando paso al razonamiento discursivo, para
posteriormente tomar la conciencia de sí, y de las cosas:
primum vivere, deinde philosophare.
Este discurso no es
más que otro constructo teórico; una
explicación en la que concurren, experiencias
vivénciales y todo el poderoso sistema filosófico
imperante, subyacente en la cultura
educativa actual que es histórica, social y
ecológica. El mismo constructo se desarrolla como
expresión y necesidad personal de manifestar la
relación entre el hombre y su propia realidad, obtenida
como producto de
una sostenida actividad investigativa. La intención de
subrayar que esta formulación epistémica es un
producto de reflexiones personales radica en que la conciencia de
sí, surge de la relación concreta entre el
individuo y mundo real, y que la explicación del proceso
epistemológico, no es una "verdad" sino su punto de vista.
Al divulgarlo, se trata de someterla a la discusión
pública, con el objeto de nutrirla. De haber coincidencias
con otras posiciones, las mismas son originadas en la
condición misma de ser la investigación una expresión humana,
histórica, social y espacial.
Para interpretar el origen del conocimiento, partiremos
por analizar la relación fundamental que se establece
entre el hombre y el mundo real. Su necesidad básica es
sobrevivir, al igual que la de cualquier otro organismo.
Necesidad ésta que es posible comprender objetivamente a
través de la cantidad requerida y del tiempo que le toma
conseguirlo. Cuando el desarrollo del conocimiento y las técnicas
para producir son escasas, la cantidad es limitada y el tiempo es
mayor. De esta manera el ser humano debe invertir mucho esfuerzo
y someterse a grandes riesgos.
La ubicación de la población humana en zonas de abundancia
permitió que la inversión de tiempo fuera menor y el
volumen de lo
obtenido fuera mayor, quedando tiempo libre y reduciendo el
conflicto. Así pudo establecer relaciones grupales
más estables, nutrirse de información valorada
emocionalmente, sentir miedo, confort, bienestar, etc, pero
allí donde la abundancia lo permitió, se
nutrió de sonidos, olores, colores, nuevas
sensaciones, que lo indujeron a reproducirlos; probó
también su habilidad para producir la muerte, o
para prolongar la vida. Cazó y pescó, enriqueciendo
sus relaciones con la naturaleza. Reprodujo individualmente lo
observado, para luego, asociar los sonidos escuchados con los que
podía emitir, posteriormente les dio significado y los
convencionó con los demás miembros del grupo humano.
Al lograr que los sonidos emitidos fueran reconocidos por los
demás, tácitamente acordaron la relación de
los signos sonoros emitidos con fenómenos particulares.
Nació así, la primera forma de intercambio de
información, el lenguaje
onomatopéyico.
Se estableció una relación de abstracción o
representatividad entre el signo y el hecho. Cada vez que un
sonido nos
estimula, aparece la imagen
simultáneamente en nuestro cerebro; pero
ésta, no es la realidad sino su representación, su
abstracción. Para que el signo "sonido" tenga
valor comunicacional, debe ser reconocido su significado por los
otros miembros del grupo.
Cada vez que nos comunicamos, se da de manera mediada, a
través de los signos abstractos, socialmente aceptados y
convenidos. Construimos la interpretación del mundo real y
anticipamos la acción con los elementos del lenguaje.
"Los límites de mi lenguaje significan los límites
de mi mundo. Los límites de mi mundo son los
límites de mi lenguaje" señala Wittgenstein (1991)
y la interpretación que hacemos del mundo real a
través de signos abstractos, convencionables y
convencionales se considera como conocimiento. El hombre se
separa del resto de los animales desde el
momento que le asignó significado a una
abstracción: sonido, gesto, gráfico, etc.
Observar el desarrollo histórico de la relación
hombre/realidad, permite evidenciar la evolución y sofisticación de los
signos abstractos, generados en la creciente y continua
intervención en la naturaleza. En la medida que se
desarrollan estos elementos de mediación interpretativa,
se acrecienta la capacidad humana de intervención del
mundo real, se desarrollan nuevos medios
tecnológicos y organizacionales. Aparecen las instituciones
sociales como el Estado, la
educación,
la milicia; así como también, los códigos
éticos, morales y legales, que han contribuido en el
desarrollo histórico de la sociedad,
contraponiéndose con objetivos
institucionales por encima de la naturaleza del individuo. La
cita de Wittgenstein, es pertinente para evidenciar el continuo
dialéctico en la formación de la conciencia del
hombre, en la misma medida que se involucra en la
construcción de su mundo. Interpretado así el
conocimiento (lenguaje, teorías y filosofía), se le
ubica como herramienta del hombre. El constructo teórico
planteado, le otorga al conocimiento su carácter
histórico, social y espacial, en permanente
transformación y enriquecimiento, su valor utilitario y
altamente vinculado con la realidad.
El carácter
de científico otorgado a un tipo determinado de
conocimiento, es producto de un acto consciente e intencionado de
búsqueda, de una explicación más objetiva de
la realidad, pudiendo ser comprobada en cualquier parte del orbe,
adquiriendo su carácter de "universal". Frente a la
necesidad local de enfrentar una determinada situación
problema, el valor utilitario del conocimiento, tiene mayor
relevancia que su condición de universalidad. La
elaboración de explicaciones vinculadas a una
solución concreta, fortalece la posición del
hombre, lo potencia, le
ofrece una plataforma concreta sobre la cual construye su propia
apreciación, además de enseñarlo a valorar
constructos teóricos ajenos; se hace un ser
"universal".
Esta concepción epistemológica se
fundamenta en el hecho de que el hombre es un ser, que se
construye a sí mismo, siendo a su vez, concreción
cultural, histórica, espacial, y ambiental. Se construye a
sí mismo pues dispone de un recurso natural, adicional a
los sentidos,
con el cual elabora una interpretación del mundo, que le
permite tomar conciencia de su propia condición y del
mundo relacional.
En esta concepción, se insiste sobre la realidad como
él mismo, todo aquello que está en el entorno del
hombre, en lo físico/natural y social y el efecto que
él causa. La realidad es rica en formas, colores, olores y
sabores y de una gran diversidad y complejidad con propiedades
que le son inherentes. Lo cualitativo o lo cuantitativo que le
atribuimos a la misma, son desarrollos teóricos que
permiten percibirla de una manera particular e interpretarla con
valoraciones comparativas.
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