Abstract
El texto de
catálogo analiza la recepción del Muralismo
Mexicano en Cuba, a
través de su reflejo en la revista cubana
Social, editada por Conrado Massaguer.
Palabras claves: Muralismo México,
Social, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco,
Frida Kahlo, Diego Rivera.
I
La exhibición de una parte ínfima de las
trescientas obras de tendencia muralista atesoradas por MNBA
(óleos, dibujos,
grabados) mediante las figuras cimeras de Rivera, Orozco y
Siqueiros, constituye la zona visible de un iceberg aún
más numeroso: la colección prácticamente
inédita de 1313 piezas de arte
internacional del siglo XX-XXI cuyo corpus fundacional fuese
decidido por la institución en 1997. El estudio detallado
de esta colección permitirá no sólo trazar
la evolución del arte moderno del siglo pasado
desde las vanguardias canónicas (Picasso,
Braque, Juan Gris, Man Ray) sino revelará – "del
otro lado del espejo"- los vericuetos de la recepción
cubana del arte "extranjero" a lo largo del siglo, aspecto
todavía soslayado por una Historia del
Arte de filiación vanguardista.
Por ello, asentar con sencillo ademán las razones
museológicas que hacen posible "Homenaje a México:
Muralistas en la colección del Museo Nacional", implica
por fuerza
alejarnos de la usual retórica "fraternal"
Cuba-México en busca de razones de mayor sustancia. No se
trata de negar las cercanías que coordenadas
geográficas e históricas fijaron para ambas
culturas, sino enfocar con ánimo casi arqueológico
los procesos
culturales: plataformas de comunicación y gestores sociales que
permiten que la historia del arte mexicano
pueda ser reescrita de manera fluída – en las
colecciones del Museo Nacional- desde el período virreinal
hasta el Muralismo.
La irradiación de éste en el
surgimiento y consolidación del Arte Moderno en Cuba es un
tema abordado por estudios previos (Morales 1985,
Navarrete-Vázquez 1989, Wood 1990, Bolufié 2000).
En ellos se evidencia como se va urdiendo una trama comunicativa
empática entre artistas e intelectuales
cubanos y mexicanos, a través de publicaciones y cartas cruzadas,
viajes de
estudio o de exilio, en un proceso que se
extiende desde los años 20 hasta la década de 1960,
cuando el triunfo de la Revolución
Cubana reinicie los debates sobre los conceptos del arte
revolucionario y el compromiso del intelectual. Desde una mirada
más modesta, detallada y en proceso, interesa adentrarnos
en las vías e imágenes
iniciales con que figuras paradigmáticas del Muralismo
penetraron en la conciencia
cultural cubana de la segunda década del siglo.
II
Cuando en marzo de 1927 el número inicial de
Revista de Avance anuncia con verbo marinero que "leva anclas",
ya a las riberas del público cubano habían arribado
diversas informaciones sobre el Muralismo de la mano de revistas
culturales periódicas. Tal es el caso de Social, que
introduce al "gran público" en lo que ya era catalogado
como el movimiento
artístico más relevante de Latinoamérica.
Fundada en 1916 por el publicista Conrado Massaguer, en
la segunda década republicana Social se convertiría
en uno de los más dinámicos dispositivos que
introducen la modernidad en el
país mediante reportajes, imágenes, notas y
comentarios enviados por corresponsales desde diversas capitales
del mundo. Su rastreo casi en tiempo
sincrónico de los eventos,
realizaciones y figuras del Movimiento Muralista
responderá no sólo a la voluntad de
actualización propia de este tipo de publicación,
sino se inserta en la activa resignificación de eventos
procedentes de México, fenómeno incrementado con
fuerza desde el fin de la dominación colonial en 1898. La
Revolución
maderista de 1910, sus consecuencias sociales y culturales, el
rol ineludible del estado en
la
educación y la economía nacional impactaron sin duda en el
diseño
del ideario socio-político de las izquierdas
nacionalistas-antinjerencistas cubanas del momento.
Social otorgaría a la figura y el arte de Diego
una estatura protagónica desde que en junio de 1922
publica "Crónica de México, Diego Rivera el
fuerte", texto enviado desde la capital azteca
por Jorge Juan Crespo de la Serna, ilustrado con
caricaturas del artista Miguel Covarrubias y reproducciones de
obras de Rivera. El artículo traza ante los lectores la
evolución creativa del artista en Europa, su
familiaridad con Picasso, Modigliani, Braque, y enfatiza los
murales recién ejecutados en la Escuela Normal
Preparatoria, donde "la composición de todo el asunto,
grandioso y abstracto, la perfección del dibujo, la
reciedumbre de los cuerpos y las caras y el modo tan sorprendente
en que está concebido el conjunto" establecía una
clara similaridad con el arte de Miguel Angel.
Apenas un año después, el ensayista
dominicano Pedro Enríquez Ureña publica "Diego
Rivera" (S. 1923 Julio, página 26) donde también
comenta las obras de la Escuela Normal Preparatoria. En la
edición
de Julio de 1925, un artículo sin firma elogia una
reciente obra de Diego: los murales en la Secretaria de
Instrucción Pública, y lo califica de: "…es el
más grande de los pintores mexicanos actuales y una de las
figuras artísticas de América
Latina más universalmente admiradas" (página
34).
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