- Introducción
- Del
abogado, entre lo profano y lo mundano - Del
colectivo - El
lenguaje legal - La
vestimenta - Del
quehacer y otras parafernalias - La
ley y los procesos - Matrimonio
- Corrupción
SUMILLA
El presente estudio identifica la labor del escribano en los
tiempos de la Colonia y Virreinato a partir de la obra literaria
Las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma[1]Con
este referente, pretende contextualizar su participación y
contribución en la sociedad de
entonces. Como objetivo
secundario, aspira a desarrollar líneas temáticas
colaterales como la importancia de la escritura, la
religión y
el desarrollo de
instituciones
jurídicas, para lo cual nos valemos de otros textos
bibliográficos no literarios, dotados de mayor rigurosidad
conceptual.
PALABRAS CLAVES
Escribanos/
Abogados/Virreinato/Colonia/Tradiciones
¡Qué hinchado y qué
fanfarrón
Entre las ramas habita!
Pues sepan que fue pepita,
Aunque ya lo ven melón[2]
Introducción
Probablemente ningún oficio haya atraído mejor
la carga social negativa como el de los abogados o, más
genéricamente, los escribanos[3]y toda la
parentela conformada por los hoy llamados secretarios judiciales,
notarios, jueces, árbitros, negociadores, mediadores,
martilleros y demás operadores que legislan, adjudican,
administran, negocian, supervisan y efectúan actividades
legales. Antes como ahora, estas personas [nosotros] no creamos
riqueza, tan solo ayudamos a redistribuir la ya existente; estas
personas [nosotros] somos adiestrados para conocer y eludir el
sistema legal el
cual permite y premia dicho comportamiento; estas personas [nosotros] no solo
nos dedicamos al litigio en estricto, sino que podemos ocupar
otras ramas de la actividad humana, somos transversales; estas
personas [nosotros] facturamos de acuerdo a la magnitud y
gravedad del problema, somos oportunistas; estas personas
[nosotros] contribuimos decididamente a mantener el
establishment; la teoría
del metro cuadrado se inventó para nosotros, los emblemas
feudales han sido rescatados para nosotros, la jubilación
no nos es aplicable, tampoco los horarios u honorarios, somos
racionales, letrados e ilustrados, somos la docta
ignorantia; somos los señores del otrosi y
del por tanto; nuestra especie está garantizada
ya que ejércitos de los nuestros se vienen adiestrando en
versiones más agresivas, más litigantes, tal vez
por ello anécdotas, vicios, bromas, nos tienen como
actores principales, como sujetos pasivos, meros receptores de
todo lo negativo de una idiosincrasia que se empeña en
monopolizar los vicios sempiternos, ignorando otras aristas. Por
ello, el presente trabajo
constituye un conato de rescate y reivindicación.
Las Tradiciones Peruanas constituye una excelente oportunidad
para ahondar en esta línea temática, la forma
cómo a partir de un contexto literario ha sido percibida y
en general evolucionado (o involucionado si se quiere), este
oficio al que este autor se adscribe; todo ello, en un contexto
de alta fascinación por los
rituales[4]atrocidades u oficios e instituciones
en la fecha extinguidas como el carimbar, el despenador, el
recogimiento[5]y claro la esclavitud; la
afición a las contertulias, de aquella Lima encopetada,
desvergonzada, coplera, de los bandos, de las limeñas de
rechupete[6]y palillo, de chicha y
aguardiente.
Desocupado lector, felicísimos tiempos aquellos,
más alegres que día con sol de primavera. Que
la lectura del
presente texto le
aproveche, como si fuere leche.
Del abogado,
entre lo profano y lo mundano.-
En este ramillete de tradiciones se puede apreciar
nítidamente la conexión –ahora
rota[7]entre la metáfora religiosa y la
metáfora jurídica; así por ejemplo la
intitulada: "Don Dimas de la Tijereta[8]ese
escribano de número de la Real Audiencia, que en base a
triquiñuelas y tracamandos habría engañado
al mismo diablo a quien Palma describe pícaramente como
"cartulario de antiparras cabalgadas sobre nariz
ciceroniana[9]pluma de ganso u otra ave de
rapiña, tintero de cuerno, greguescos de paño azul
a media pierna, jubón de tiritana, y capa española
de color parecido a
Dios en lo incomprensible, y que le había llegado por
legítima herencia
pasando[10]de padres a hijos durante tres
generaciones", ¡caspita! esta prosa no hubiera sufrido
mayores alteraciones si le hubiéramos continuado con otro
texto inmortal: .una olla de algo mas vaca que carnero,
salpicón por las noches, duelos y quebrantos los
sábados, lentejas los viernes..
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