Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Razón y visiones del socialismo (página 3)




Enviado por Augusto N. Lapp M.



Partes: 1, 2, 3, 4

Sin embargo, en lo que respecta específicamente a las
ciencias
sociales, al menos en el mundo occidental, los enfoques que
se manejan están mucho más dispersos y
desconectados que los que se dan en otros campos del saber,
predominando en muchos casos las visiones reduccionistas o los
"ismos" en las principales disciplinas, como la economía, la sociología y la psicología. Si bien
se han realizado algunos intentos de complementación
científica en la antropología social, sólo es en el
campo de la educación donde se
observa una confluencia efectiva de estas ciencias
sociales, donde tradicionalmente se ha venido considerando al
educando como un ser humano integral, esto es, como un ser
bio-sico-social. Ciertamente, como afirma Lucien
Goldmann[53]"es en la estructura
económica, social y psíquica del grupo que
sufre la influencia donde hay que buscar las causas principales
de ella, de suerte que los análisis materialistas tienen aún
que explicar las influencias, y no éstas reemplazar, en la
explicación, la acción
de los factores económicos y sociales".

Por otro lado, y particularmente en la ciencias
teóricas y aplicadas, también se dan confluencias o
fusiones, los
llamados "nudos teóricos", ya entre líneas de
investigación diferentes, o ya entre
líneas complementarias. Un ejemplo de nudo teórico,
en el que a fines del siglo XIX y comienzos del XX se juntaron
las líneas fundamentales de desarrollo del
materialismo
en las ciencias
naturales a lo largo del siglo XIX, fue la síntesis
orgánica de la idea de la discreción de la materia y la
noción del movimiento de
la misma (de su energía) y, al mismo tiempo, la
síntesis de los principios de la
conservación de la materia y la energía, o el
descubrimiento de la dependencia de la masa respecto del
movimiento, donde tuvieron una significación decisiva la
teoría
de los cuantos de Planck y la teoría de la relatividad de
Einstein (Alemania)[54].

Otro ejemplo más reciente es la confluencia que se
está dando en este período de transición del
siglo XX al XXI entre la informática, la microelectrónica y
la electrónica, la biotecnología y la robótica, que ha dado como resultado una
importante revolución
en el terreno de las ciencias. Según escribe Moreno
León[55]los tres pilares o motores de la
revolución científica que estamos viviendo
están representados por la Revolución
Cuántica, la Revolución de la informática y
por la Revolución del ADN o
Revolución biomolecular. La confluencia entre estas tres
revoluciones ha permitido adelantar, entre otras investigaciones,
el asombroso Proyecto Genoma
Humano, en el cual están involucrados cerca de 500
médicos, biólogos y físicos expertos en
sistemas
computarizados, en la ciencia
biomolecular y la genética.
Por cierto, si bien no es el propósito declarado de estos
científicos (algunos hasta se oponen a ello), todos estos
avances de la ciencia vienen
una vez más a contrarrestar las teorías
idealistas y creacionistas y a dar apoyo o a confirmar las
tesis del
materialismo.

En fin, todas estas experiencias de continuidad, confluencias,
fusiones, periódicas síntesis y hasta
revoluciones[56]que se presentan en el desarrollo
del conocimiento
humano indican que no sería aventurado pensar en la
posibilidad de que el socialismo
realice una nueva síntesis de sus teorías y
praxis
más significativas, de manera que se desarrollen a un
nivel más elevado los grandes aciertos de pasadas
experiencias, pero que al mismo tiempo se corrijan las fallas,
exageraciones y omisiones en las que ciertamente incurrieron los
precursores, afinando viejos conceptos así como elaborando
nuevas tesis acordes con las realidades del siglo XXI. Desde
luego, esta síntesis no debe convertirse en lo que Engels
denominaba "una especie de socialismo ecléctico y
mediocre", constituido por una simple adición o mescolanza
de corrientes filosóficas particulares y hasta hostiles.
En este sentido, pese a las objeciones que pudieran
hacérsele a ciertas tesis del autor, consideramos oportuno
transcribir algunas de las ideas adelantadas por el profesor
Monedero, donde se proponen algunas pautas para esa
síntesis del socialismo, así como la necesaria
garantía de su consecuencia.

Según Monedero, "el socialismo del
siglo XXI debe conjugar reforma, revolución y
rebeldía para construir un mundo más justo".
Entonces, para este autor, "el socialismo del siglo XXI debe
esforzarse por encontrar aquello que une a los que luchan por la
emancipación. Cada grupo debe traducir a los demás
grupos en
qué consiste su emancipación concreta. De esta
manera, hay grandes posibilidades de que se den saltos y esos
grupos que hacen esa tarea de traducción construyan síntesis que
superen tanto el problema como las diferencias que tienen entre
ellos".[57]

Asimismo, él propone que "el socialismo del siglo XXI
debe encontrar la necesaria síntesis entre la voluntad y
la necesidad, entre la relevancia de actores que quieren romper
con un estado de
cosas y las obligaciones
objetivas que marca un
determinado desarrollo
social". En fin, parafraseando a Luis Tapia, el autor sugiere
que el socialismo del siglo XXI tiene que hacer "una
síntesis de memoria y
proyecto".[58]

De cualquier forma -advierte Monedero-, "el socialismo del
siglo XXI mantiene el sustantivo. Es socialista porque se
sitúa de manera clara y definida contra el capitalismo y
la explotación que conlleva, incorporando a la
transformación cualquier tipo de dominación
(además de la de clase, de
género,
raza, medioambiental, sexual, etc.)".[59]

Obviamente esas pautas son muy generales, sin embargo, el
sociólogo y sacerdote belga Francois
Houtart[60]ofrece, plasmados en el proyecto de "un
socialismo para el siglo XXI", breve pero sistemático, los
siguientes niveles de los objetivos y
estrategias
concretas y necesarias que bien pudieran ser las bases de un
posible acuerdo para construir esa sociedad nueva
que queremos los revolucionarios.

De acuerdo con este autor, el proyecto nuevo debe empezar por
una deslegitimación clara y radical del capitalismo, en su
lógica
misma y en sus aspectos concretos en cada sociedad. Para Houtart,
la conciencia que no
se puede humanizar el capitalismo constituiría la base del
nuevo proyecto concreto. A
este propósito propone tres niveles de reflexión:
el nivel de los objetivos o la utopía (¿qué
sociedad queremos?); los medios y
finalmente las estrategias. Tratando de aplicar esos tres niveles
a los varios componentes de la realidad humana:
ecológicos, económicos, políticos y
culturales, al mismo tiempo que propone de manera muy
sintética, una serie de hipótesis como base de
discusión.

Por su parte, Atilio
Borón[61]también aporta, de acuerdo
a sus propias palabras, "algunas ideas centrales que
podrían ser examinadas en un futuro trabajo de
elaboración colectiva, tendientes a lograr una
definición cada vez más precisa del horizonte
socialista". Esas ideas son:

  • Los valores y principios modulares, que deben vertebrar un
    proyecto que se reclame como genuinamente socialista.
    Según Borón, se trata de un tema clave, porque
    un proyecto socialista no puede manifestar la menor
    ambigüedad axiológica en relación con su
    crítica intransigente y radical a la sociedad
    burguesa. Sin embargo, el autor subraya que un socialismo
    renovado de cara al siglo XXI no puede quedar reducido a la
    construcción de una nueva fórmula
    económica, por más resueltamente
    anti-capitalista que éste sea. De lo que se trata es
    de la creación de un hombre y una mujer nuevos, de una
    nueva cultura y un nuevo tipo de sociedad, caracterizado por
    la abolición de toda forma de opresión y
    explotación, el primado de la solidaridad, el fin de
    la separación entre gobernantes y gobernados y la
    reconciliación del hombre con la naturaleza.

  • El programa de ese proyecto, es decir, el tránsito
    desde el universo de los valores a la agenda concreta de la
    construcción del socialismo y las políticas
    públicas requeridas para su implementación.
    Este programa debe evitar la tendencia pertinaz en la
    izquierda de reducir la construcción del socialismo a
    la aplicación de una receta, un modelo, una
    fórmula.

  • Finalmente, el tema del "sujeto histórico" (o los
    sujetos) de ese proyecto, y sus características
    distintivas. (Para este autor, no existe un único
    sujeto –y mucho menos un único sujeto
    preconstituido- de la transformación socialista).

3. Resumen y conclusiones: En esta sección hemos
analizado las diferentes posiciones sostenidas en relación
con el proceso
bolivariano y lo que se ha llamado el socialismo del siglo XXI.
En este terreno del debate se
destacan algunas posiciones bien marcadas: Por un lado,
están los que adversan este proyecto desde posiciones
radicales, tanto de la izquierda como de la derecha política. En general,
estos críticos argumentan que el proceso bolivariano
venezolano, identificado con el socialismo del siglo XXI, no va
más allá de representar una variante más del
modelo de
acumulación nacional-capitalista promovida por un estado
centralista. Obviamente las propuestas sustitutivas por parte de
estas dos corrientes son radicalmente distintas: Mientras que los
sectores de la derecha continúan insistiendo en las
soluciones
neoliberales y las alianzas estratégicas tipo ALCA o
TLC con el
imperialismo;
en contrario, los sectores de la izquierda radical siguen basando
su solución en el camino del internacionalismo y la
dictadura del
proletariado.

Por otro lado, están los que destacan el valor y la
sincera voluntad política del presidente Chávez
para adelantar un nuevo proyecto socialista, no obstante arguyen
que las condiciones se muestran adversas a semejante proyecto,
por lo que en su lugar se pronuncian a favor de una etapa previa
sustentada en la democracia
participativa y un nuevo desarrollismo democrático
regional, construido en torno a una
alianza entre las clases populares y algunos sectores de la
burguesía progresista y nacional, para así
conformar un Nuevo Bloque de Poder
Latinoamericano, alianza ésta que sería apoyada a
su vez por un Mercado
Común Latinoamericano o Mercosur.

En tercer lugar, observamos los análisis que muestran
al movimiento bolivariano y su propuesta de un nuevo socialismo
para el siglo XXI como un proceso cambiante, asincrónico y
contradictorio, en el cual evidentemente aparecen cosas que son
disruptivas tanto para la teoría política como para
la práctica política revolucionaria, pero donde
sucede algo muy distinto a una matriz en el
marco de un modelo de acumulación, o a la
conformación de una simple democracia social. Por el
contrario, estos analistas ven la Revolución
Bolivariana como un proceso que transita los primeros tramos
de una construcción contra-hegemónica, con
una visión democrática y latinoamericana del
socialismo, fundamentada principalmente en el ALBA como un
eslabón hacia la integración regional postcapitalista.

De tal manera que la convocatoria a construir el socialismo
del siglo XXI que formuló Chávez ha replanteado los
debates sobre caminos, tiempos y alianzas para forjar una
sociedad no capitalista. Igualmente ha originado toda una serie
de análisis en torno a este nuevo proyecto, sus
estrategias y objetivos[62]En estos debates
también se ha planteado la necesidad de evitar las copias
acríticas de fórmulas universales de socialismo y
por el contrario ha promovido la posibilidad de realizar fusiones
y hasta síntesis de enfoques, ideas y proyectos que son
tanto universales como propias de realidades regionales y
locales.

Pero esa síntesis no podría efectuarse
fusionando proyectos opuestos o contradictorios, ni ensamblando
lo malo de tesis anteriores con lo bueno de antítesis posteriores (Engels), sino
fusionando racionalmente proyectos afines o complementarios como
los que Latinoamérica se expresan, por ejemplo, en
algunas vertientes del marxismo, en
el antiimperialismo, el nacionalismo
revolucionario, el socialismo indoamericano, el humanismo
socialista, la democracia directa, o la teología de la
liberación. De manera que esta visión del
socialismo no es dogmática, pero sí lleva
necesariamente a superar las propuestas de regular o humanizar el
capitalismo mediante las tesis del "neo-desarrollismo", o los
fracasados programas
socialdemócratas, ahora camuflados en una supuesta
"tercera vía", que sólo llevan a perpetuar el
sistema
capitalista. Tal como afirma Claudio Katz:

Postular que el socialismo puede ser iniciado en un
período contemporáneo conduce a defender sin
ocultamientos la identidad
socialista. Favorecer en cambio una
etapa neo-desarrollista induce al titubeo en la lucha contra el
capitalismo (.) La ausencia de proyectos socialistas en la
izquierda es mucho más nociva que cualquier desacierto en
los diagnósticos del capitalismo contemporáneo. Por
eso resulta indispensable retomar el uso del término
socialismo, sin prevenciones, ni sustituciones. Este concepto no es un
vago sinónimo de "lo social". Alude concretamente a un
sistema emancipado de la explotación y no a
genéricos inconvenientes de cualquier agregación
humana. No bastan las difusas referencias al "post-capitalismo"
para esclarecer cómo debería construirse una
sociedad futura. Hay que exponer programas
alternativos.[63]

Lógicamente habrán variantes y matices de
acuerdo con cada realidad nacional, sin embargo, como ya lo
enunciábamos en la sección anterior, aquí no
debe haber confusión: el socialismo debe ser entendido en
su doble naturaleza de
teoría y proyecto, esto es, como un pensamiento
crítico al igual que un proyecto alternativo al
capitalismo, dirigido a la construcción de un nuevo tipo
de sociedad donde predominan las relaciones social-socialistas.
Entonces, como atinadamente señala Atilio Borón,
esto implica que el socialismo de cara al siglo XXI no puede
quedar reducido a la simple construcción de una nueva
fórmula económica, por más resueltamente
anti-capitalista que esta sea. De lo que se trata es de la
creación de un hombre y una
mujer nuevos, de
una nueva cultura y un
nuevo tipo de sociedad plasmada en un proyecto verdaderamente
democrático y humanista, acorde con los principios
sustanciales del socialismo pero también con las
realidades distintivas de este nuevo siglo.

Ahora bien,
¿Qué es más importante en la
construcción del socialismo: la
eficiencia; la
ideología, o la conciencia?

La moral, la
religión,
la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a
ellas corresponden, pierden así la apariencia de su propia
sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio
desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material cambian también,
al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de
su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida,
sino la vida la que determina la conciencia.

C. Marx y F.
Engels
(1845). En: La Ideología Alemana.

Este punto se refiere a tres conceptos cuyo importancia y
aplicación han generado polémica tanto en la
praxis de los
proyectos socialistas como en la literatura respectiva. Estos
conceptos son los de eficiencia, ideología y
conciencia
. Por ejemplo, muchos artículos de
opinión referidos a una evaluación
de los éxitos y fracasos en las diferentes experiencias
socialistas reflejan los (pre)juicios, criterios y valoraciones
en cuanto al papel que estos elementos usualmente cumplen en
dichos procesos
sociales. Particularmente, en la lectura de
ciertos artículos publicados recientemente en algunos
medios se aprecia que pudieran existir algunas diferencias o
dilemas en el manejo de estos conceptos, generando lo que
aparentemente serían enfoques distintos dentro de algunos
proyectos socialistas. Desconocemos si estas opiniones influyen o
no en los planificadores de políticas
públicas, pero, en cualquier caso, preguntémonos:
¿realmente existirán tales dilemas?

1. En primer lugar, comencemos por precisar que
eficiencia, junto a eficacia, son los dos conceptos
que forman un modelo de evaluación del funcionamiento y
los resultados logrados por cualquier sistema, proceso, o
instrumento desarrollado por la acción humana. En la
teoría de la llamada "administración
científica"[64], "la efectividad (o
eficacia) es
realizar un objetivo,
cuyos efectos están en armonía con las intenciones
que los planificadores o realizadores tienen en mientes";
mientras que "la eficiencia es la
consecución de los fines (u objetivos) deseados, los
cuales son logrados con el menor recurso posible, o bien, con
unos recursos dados,
el más alto efecto posible es logrado". Obviamente, ambos
conceptos son neutros y se aplican tanto para la administración
pública como privada, ya sea en un sistema capitalista
o bien en un sistema socialista.

Sin embargo, tal como hace Melinkoff[65]es
necesario advertir que estos conceptos aplicados a la actividad
administrativa no son exclusivamente técnicos, como suelen
verlo los tecnócratas, sino que también una
actividad administrativa debe ser juzgada de acuerdo al tipo y
calidad de los
fines. Por ejemplo, en los países capitalistas se
considera la
administración privada como más efectiva y
eficiente que la pública, no obstante, se olvidan los
fines y objetivos de una y otra: Para el sistema económico
capitalista, lo fines y objetivos son la obtención del
más alto rendimiento o ganancia del capital, a
costa de la más alta explotación de los recursos
humanos y materiales
disponibles. Evidentemente, la administración de las empresas
capitalistas, en general, ha sido muy efectiva a la hora de
explotar el trabajo y
acumular capital, pero al mismo tiempo ha sido tremendamente
ineficiente en el manejo de los recursos pues ha logrado cada vez
más depauperar y marginar al ser humano, así como
también ha logrado explotar y degradar la naturaleza
peligrosamente.

En el sistema socialista, en cambio, se persigue erradicar la
explotación del hombre por el hombre y
lograr un mayor y general bienestar del ser humano, haciendo un
uso racional y equitativo de los recursos que la sociedad y la
naturaleza ponen a nuestro alcance. Estos fines y objetivos
siempre han estado muy claros para los socialistas, sin embargo,
en el plano teórico parece que se desestiman fundamentales
principios de administración y evaluación,
así como en el terreno de la práctica se observa
que no siempre se ha logrado el más alto efecto posible. O
sea, no siempre se ha actuado con eficiencia. Por ejemplo,
algunos países socialistas en su afán por
equipararse al desarrollo de los países capitalistas
cometieron los mismos errores que estos en cuanto al uso
irracional de los métodos,
técnicas y procedimientos
del capitalismo. O no lograron desarrollar una
administración pública que estuviera a tono con los
altos fines del socialismo. Evidentemente, la baja productividad, la
dilapidación de recursos, la mala o inequitativa distribución de los bienes
producidos, la corrupción, entre otros males, son fallas
que obstaculizan y demoran el logro de los objetivos propuestos y
tienden a crear disconformidad, desánimo o
desmotivación en aquella parte de la población que está esperando que
este sistema se dedique a, o sea capaz de, satisfacer sus
más sentidas necesidades o intereses. Como bien destaca
Marcelo Colussi[66]en uno de sus artículos:
"El socialismo, llámese del siglo XXI o como se quiera,
debe servir, básicamente, para brindar "la mayor suma de
felicidad posible al pueblo", para decirlo en clave bolivariana.
Si no, más allá de cualquier discurso, por
más emotivo que sea, pierde credibilidad. Y las masas,
más temprano que tarde, tienden a desmotivarse".

2. Por otra parte, están los escritos que
destacan el papel de las ideologías y sus aparatos
de difusión como elementos determinante en los procesos
revolucionarios, en sus éxitos o fracasos. Particularmente
en el caso venezolano, algunos articulistas sostienen la
opinión de que para enfrentar eficazmente la ideología
capitalista y pro imperialista de la oligarquía
venezolana es imprescindible construir una ideología, "un
cuerpo teórico sólido, definido, del Socialismo
Bolivariano"[67], quizás racionalizando
mejor ese sincretismo (o "caja de herramientas")
de cristianismo,
bolivarianismo y socialismo, que tan bien maneja el Presidente
Chávez. "El avance y consolidación del Proceso
Revolucionario –afirma otro articulista- se
alcanzará si damos la batalla y obtenemos la victoria en
la lucha ideológica"[68].

Pues bien, dado que se ha querido introducir este concepto en
el proceso revolucionario venezolano, cabe preguntarse
¿qué debemos entender por ideología?,
¿cuál sería su utilidad real?,
¿a quién sirve? F. Rossi-Landi[69]en
su libro
Ideología, señala once concepciones diferentes.
Según Nestor Kohan[70]sólo "En el
marxismo "ideología" tiene dos significados distintos: 1)
concepción del mundo que implica una determinada
perspectiva de vida ligada a los intereses de las clases
sociales, una escala de
valores, junto
con normas de
conducta
práctica. 2) Falsa conciencia, obstáculo para
el
conocimiento de la verdad, error sistemático, inversión de la realidad por compromisos
con el poder establecido. Así, para este autor, el mismo
marxismo sería una concepción ideológica del
mundo vinculada a los intereses de los trabajadores (significado
1) que cuestiona toda falsa conciencia ideológica de la
burguesía (significado 2)".

Estas diversas acepciones del término
"ideología" han generado mucha polémica en el orden
teórico[71]pero cualquiera sea el
significado que se prefiera dar (particular o total, restringido
o amplio, negativo o positivo) sería también
conveniente tomar en cuenta las condiciones reales en las que
actúa toda ideología.

De acuerdo con Markovic[72]las teorías
ideológicas: "No son universalmente aplicables, como
ocurre con las teorías científicas. Solamente
pueden aplicarlas los miembros de cierta clase, de un movimiento,
de un partido. Y precisamente gracias a su acción, a veces
muy poderosa, puede alcanzarse un fin previsto, aunque no fuese
de esperar si se juzgara con sangre
fría y desde un punto de vista no comprometido. En otras
palabras -añade Markovic-, (la ideología) se revela
como un factor poderoso pero imprevisible: el efecto estimulante
del pronóstico mismo sobre las masas que siguen a un
determinado movimiento político".

Por otro lado, Althuser[73]advierte que: "La
lucha de clases se expresa y se ejerce en las formaciones
ideológicas, y por tanto, también en las
formaciones ideológicas de los AIE (Aparatos
Ideológicos del Estado). Pero, la lucha de clases desborda
ampliamente los marcos de dichas formaciones, de ahí
precisamente que las clases explotadas puedan llevar el combate
hasta las formaciones de los AIE, volver contra las clases en el
poder las armas de la
ideología (.) la lucha de clases desborda los AIE porque
no se halla enraizada en la ideología, sino en la
infraestructura, en las relaciones de producción, autenticas relaciones de
explotación que constituyen la base de las relaciones de
clase".

En efecto, toda ideología está limitada por los
intereses de clase y las condiciones materiales de existencia en
una sociedad determinada. Sin embargo, a pesar de la naturaleza
"orgánica" de las ideologías, todos los factores en
conflicto (ya
sean los factores del poder dominante como las fuerzas
emergentes) siempre buscarán trascender por todos los
medios posibles los estrechos límites de
las clases sociales, grupos de interés o
partidos
políticos, para así extender su particular
sistema de valores de manera que estos se constituyan en la forma
de pensamiento hegemónico en la sociedad.

Por eso, obviamente, nadie en su sano juicio podría
negar la importancia que tienen las ideologías y
contra-ideologías en esa "batalla de las ideas" que se da
todos los días y en todos los espacios de la llamada
"guerra de
cuarta generación", donde se operan una serie de
verdaderas campañas mediáticas de información-desinformación
científicamente desarrolladas, tendentes a imponer un
pensamiento hegemónico en la sociedad.

3. Sin embargo, no basta solo con una
contra-ideología de tipo revolucionaria, por muy bien
elaborada que ella esté, para poder realmente
contrarrestar la ideología capitalista dominante y formar,
al mismo tiempo, una verdadera conciencia social
liberadora
. Evidentemente que se trata de algo mucho
más complejo. La ideología es apenas una parte de
la conciencia social, en cuya estructuración confluyen,
participan y se solapan varios procesos tanto objetivos como
inter-subjetivos.

La conciencia es definida en general como el conocimiento que
un ser tiene de sí mismo y de su entorno; En el
ámbito psicológico, la conciencia se entiende como
la esquematización presente de la realidad, tanto interior
como exterior al individuo, y
de unas valorizaciones asociadas a los elementos constitutivos de
esa realidad; En términos filosóficos, es la
facultad de decidir y hacerse sujeto, es decir, actor de sus
actos y responsable de las circunstancias que de ellos se siguen,
según la percepción
del bien y del mal. En breve, la conciencia es el estado de
razón del espíritu humano[74]

Carlos Marx y Federico Engels afirmaban que "la conciencia es
ya de antemano un producto
social, y lo seguirá siendo mientras existen seres
humanos"[75]. Constituyen procesos de
formación de la conciencia: 1) ciertamente, la
ideologización, se refiere al proceso intersubjetivo por
el cual determinadas visiones de la realidad social y su
lógica de pensamiento permea y se acuna en la vida privada
del individuo; 2) la politización, que es inverso al
anterior, se refiere al proceso por el cual determinadas visiones
particulares de la realidad logran insertarse en el ámbito
público con el fin de transformar la realidad social
misma; 3) la educación, formal e
informal, se refiere a los procesos de
instrucción-formación aportados por la escuela, la familia y
la industria
cultural, los cuales ponen a disposición del individuo
desde el conocimiento de las ciencias, los hechos
históricos y culturales, los valores
morales, los principios y normas éticas, hasta las
tradiciones, costumbres y (pre)juicios predominantes en la
sociedad; 4) no menos importante, es la pedagogía natural desarrollada por el
gobierno y sus
funcionarios, cuyas características y comportamiento
influyen poderosamente en la población; 5) por
último, están los procesos objetivos que se dan en
la vida material de una formación económico-social
determinada, que son los que en última instancia
condicionan el desarrollo político, jurídico,
filosófico, religioso, artístico, etc.

Estos procesos operan permanentemente y en todas partes
moldeando la conciencia de la sociedad. Es por esta razón
que en todas las revoluciones sociales siempre se ha tenido que
librar, necesariamente, una batalla por la formación de la
conciencia revolucionaria, para poder vencer las resistencias
que presentan los sentimientos de temor al cambio, las ideas
conservadoras o las acciones
contrarrevolucionarias Por supuesto, he allí
también por qué los enemigos de las revoluciones le
asignan tanta importancia a la "deconstrucción" de la
conciencia de los pueblos y a su sustitución por una
conciencia falsa que les permita ocultar o deformar la realidad
y, al mismo tiempo, justificar sus propósitos de
dominación.

Los ataques a la conciencia revolucionaria se realizan desde
los más diversos espacios y expresiones de la vida
moderna: Por ejemplo, impartiendo en las escuelas privadas los
anti-valores del individualismo y la competencia
egoístas propios de la mentalidad burguesa;
También, promoviendo los patrones de consumo
desmedido que supuestamente privan en el mundo capitalista
occidental, vía la grosera exhibición del lujo por
parte de individuos modélicos, centros de ventas y la
publicidad
comercial en los medios de
comunicación privados; O la permanente campaña
ideológica que se realiza a través de esos mismos
medios, desde donde se maneja una concepción negativa de
la identidad de nuestros pueblos menos desarrollados. Como bien
destaca la profesora Maritza Montero[76]tal
concepción, marcada por la negatividad, la
minusvalía y la comparación inferiorizante con
Otros poderosos (p. e., las clases de mayores recursos
económicos, los países industrializados), tienen un
efecto paralizante y adormecedor de la conciencia, que opera a
través de un proceso de alienación, ideologizante,
inducido y reproducido internamente en nuestras poblaciones.

Entonces, se comprende cuando en diversos artículos de
opinión se señala que "es ese el territorio de la
lucha, es allí donde deben dirigirse todas las acciones de
los revolucionarios;. que: en última instancia todas las
batallas revolucionarias son batallas por la conciencia
revolucionaria"[77]. Según Neptalí
Reyes, en este mismo artículo, "El objetivo de construir
una nueva conciencia es un acto consiente. Queremos decir con
esto –dice el autor- que no es espontáneo, que no
son suficientes los cambios económicos, que no es
suficiente la prédica del líder.Es un acto consiente y es un acto
social, la grandes mayorías deben participar en
él"[78]. Ya antes, siguiendo esta idea, en
el Editorial de este mismo medio, se nos advertía que: "es
errado el camino de pretender resolver las necesidades materiales
de la sociedad, olvidando la solución de las deformaciones
espirituales".

Por su lado, el columnista Antonio
Aponte[79]afirma que "es en el alma, o en la
conciencia, o en los valores,
que vienen a ser diferentes niveles de la misma esencia, donde en
definitiva se decide la suerte de las revoluciones". Explicando
las condiciones fundamentales para la formación de la
conciencia revolucionaria dice: "la conciencia está
entrelazada con la existencia, y ésta con la manera como
se gana la vida una sociedad, como trabaja y, en última
instancia, para quién trabaja" (.) Sólo el trabajo social y
la propiedad
social de los medios de producción son generadores de
conciencia del deber social (.), dependiendo del tipo de
propiedad sobre los medios de producción, se
generará conciencia egoísta o conciencia
socialista"[80]. Ya en una columna anterior este
mismo articulista nos alertaba sobre lo que en su criterio son
"las visiones pequeño burguesas de la economía" y "de una
supuesta eficiencia" que sabotean "a la
organización que integra y a la concientización
del Pueblo". "La visón pequeño burguesa
–explica el autor- considera que el Pueblo puede avanzar
hacia la Revolución y al Socialismo con zanahorias en
frente y caramelos en el bolsillo"[81].

4. Y sin embargo, tampoco la conciencia lo es todo. La
conciencia (al igual que la ideología) no es más
que un aspecto real, pero parcial, de la actividad humana. El
comportamiento
humano es un hecho total: al lado de la vida espiritual
está la vida material del ser humano
. El pensamiento
dialéctico –advierte Lucien
Goldmann[82]pone el acento en este carácter total de la vida social y afirma
la imposibilidad de separar su lado material de su lado
espiritual, es decir, la imposibilidad de separar la
infraestructura económica y social de los hechos de
conciencia y de la acción humana. Aunque, si se sigue la
historia del pensamiento marxista –dice Goldmann-, incluso
el más ortodoxo, hay perpetuamente oscilaciones entre las
corrientes que ponen el acento en la acción de los
hombres, en sus posibilidades de transformar el mundo o,
inversamente en la inercia social, en las resistencias del medio,
en las fuerzas materiales. Estas oscilaciones, que no se deben al
azar, expresan, también, las transformaciones sociales,
los cambios en las condiciones de acción del movimiento
obrero.

El economista Jesús Faría[83]por
ejemplo, señala tres condiciones o momentos a los cuales
les corresponden sus respectivos frentes de lucha: 1) Por lo
general, las coyunturas revolucionarias están precedidas
por largos períodos donde predomina el esfuerzo de
aglutinar a las mayorías en torno a la lucha
ideológica. En esta fase, el combate se produce
principalmente en la esfera de las ideas y de la difusión
de la línea política; 2) Por su parte, durante los
auges de masas que desembocan en situaciones revolucionarias, la
conquista del
poder, la lucha de clases estrictamente política, se
convierten en el centro de gravedad de la estrategia; 3)
Una tercera fase sería el período de
transición, donde se destacaría la preponderancia
que adquiere la reconstrucción económica del
país. Al respecto –dice Faría-, no
sería exagerado afirmar que es en ese campo donde se
libran las batallas más cruciales.

Por supuesto –continua explicando el mismo autor-, esto
no sugiere ninguna contraposición entre los diferentes
frentes de lucha. Todo lo contrario, estos se encuentran
estrechamente interrelacionados, como lo ilustra el hecho de que
la actividad revolucionaria en el ámbito económico
está sometida a los lineamientos de la estrategia
política. Es decir, la estrategia económica se
convierte en el instrumento fundamental de la estrategia
política y, a su vez, responde directamente al contenido
ideológico de esta última.

Según Faría, entre las tareas más
relevantes en el ámbito de la transformación
económica se cuentan: 1) la creación de un sector
socialista de la economía; 2) La industrialización
sobre la base de relaciones de producción socialistas, con
nuevos sujetos sociales y nueva orientación productiva; 3)
La reforma
agraria en función de
la independencia
alimentaria y la transformación de las relaciones de
propiedad en el campo y, 4) La introducción de elementos de planificación económica y gestión
socialista.

En consecuencia –concluye este autor-, uno de los
objetivos fundamentales de la transición radica en el
máximo desarrollo posible de las fuerzas productivas.
Adicionalmente, el despliegue de la base productiva de la
sociedad no sólo estimulará el crecimiento
económico necesario para generar bienestar en la
población, sino que permitirá elevar los niveles de
productividad y eficiencia necesaria para afrontar los retos
derivados de la coexistencia interna y externa con el sistema
capitalista. "Estamos obligados –observa finalmente
Jesús Faría- a demostrar que somos capaces no
sólo de convencer a las mayorías acerca de la
justeza de nuestro proyecto histórico y de movilizarla en
función de la conquista del poder político, sino
también de organizar y administrar los asunto
económicos en forma eficiente".

Mientras que otro articulista, Martín
Guédez[84]escribiendo en relación
con la línea política de "las tres erres"
(Revisión, Rectificación y Reimpulso), lanzada
oportunamente por el Presidente Chávez, indica que una
economía
socialista está llamada a ser más eficaz y
productiva que una economía capitalista. Sin embargo,
afirma este autor-, esto en muchos casos no ha sido así.
Un buen número de experiencias propias lo ha puesto de
manifiesto. ¿Significa acaso que están
reñidos eficacia y productividad con el socialismo?, por
supuesto, la respuesta, contundente y rotunda, es ¡NO!,
–dice Guédez-.

Se tiene entonces –sigue el mismo autor- el enorme
desafío de hacer que las formas de producción
alcancen niveles superiores de eficiencia y productividad en las
condiciones actuales de cultura y costumbres profundamente
arraigadas en la conciencia venezolana. La Revolución
tiene que alcanzar un grado de eficacia práctica en el
servicio a la
sociedad inaplazable. Una revisión a fondo y sin
concesiones a la capacidad real de todo el funcionariado estatal
es imprescindible. Pero además de esto, añade
Guédez, está la necesaria formación de un
partido ideológicamente sólido, con una
definición doctrinaria precisa que sirva de azimut a
todos. En este sentido, el uso de todos los medios de
comunicación del Estado para alcanzar los fines de dar
a conocer, educar y formar en los valores socialistas al punto de
generar verdadera conciencia revolucionaria sería, junto
al trabajo insustituible del contacto cara a cara, de
primerísima importancia. De allí que a dos manos
–concluye este autor-, generando las condiciones materiales
para la instalación del socialismo y sembrando conciencia
debamos emprender la tarea este año 2008 de grandes
definiciones.

5. Resumen y conclusiones: De acuerdo con el
análisis realizado a algunas de las opiniones vertidas en
diferentes medios nacionales y referidas en estas páginas,
apreciamos que ciertamente existen algunas diferencias de
criterios en cuanto a la importancia que se les debe dar dentro
de un proceso de construcción socialista a los conceptos
de eficiencia, ideología y conciencia. 1) Por una parte,
se pueden identificar las opiniones que le otorgan un lugar
preferencial, casi exclusivo, a los elementos espirituales de la
actividad humana, tales como las ideas, las visiones, los
valores, las creencias, y otros, que son componentes esenciales
tanto de las ideologías como de la conciencia social. En
algunos casos hasta se manifiestan serias dudas respecto al papel
que juega la eficiencia de los elementos económicos,
técnicos y productivos del sistema como factores
coadyuvantes o generadores de una conciencia social
revolucionaria; 2)) De otro lado, identificamos las opiniones que
le otorgan igual importancia a los elementos tanto "espirituales"
como "materiales" del desarrollo
humano, pero señalando que sus influencias (o el
"acento") pueden variar de acuerdo a las circunstancias y el
momento político. Así, en estos casos, se observa
la preocupación no sólo por la necesidad de sembrar
en la población una verdadera conciencia revolucionaria,
sino también por la necesidad de organizar y administrar
los asuntos económicos y sociales en forma eficiente.

Como ya se señaló más arriba, al parecer
estas diferencias son frecuentes en todos los procesos
revolucionarios. No obstante todo esto, y según nuestro
análisis, se puede inferir que no debería existir
ningún dilema en el manejo de estos conceptos, pues
lógicamente todos ellos: una ideología
revolucionaria, una conciencia social liberadora, así como
la eficiencia y la eficacia de un sistema socio-económico
predominantemente socialista, son factores que se necesitan y se
complementan unos con otros, a la los fines de lograr, como
señala Guédez, "la convicción absoluta en la
superioridad del socialismo como única solución al
problema del hombre en libertad".

Pero además de la necesaria racionalidad de un enfoque
dialéctico e integral, que considere y valore
apropiadamente los elementos espirituales y materiales de la vida
humana, también está la necesidad de definir tanto
la eficiencia teórica como práctica de cada uno de
estos elementos. Esto quiere decir que todo gobierno, o dirección política, debe precisar en
lo posible y desprejuiciadamente cual es el grado de
determinación o eficiencia relativa (Althuser) que cumplen
estos factores en determinadas y muy concretas circunstancias
históricas. En este sentido, y para no alargar más
y cerrar este análisis, nos parece pertinente transcribir
las siguientes palabras del profesor polaco Bogdan
Suchodolski[85]

El desarrollo del hombre no es una proyección
espontánea y puramente espiritual de sus ensueños y
deseos, ni es la expresión de los deseos subjetivos de un
individuo o un grupo. El desarrollo del hombre se materializa a
través de sus actividades, que deben pasar por distintos
tipos de criterios objetivos: el criterio de la verdad para la
actividad científica, de la eficiencia para la actividad
técnica, de la forma para la actividad artística, y
de las fuerzas productivas y las relaciones sociales para la
actividad económica. No hay lugar para lo facultativo ni
para la licencia humana.

Y, por fin,
¿Quién es el sujeto histórico en el nuevo
socialismo: el proletariado; el pueblo, o una imprecisa
multitud?

Yo SOY El Pueblo, la chusma, la multitud, la
masa. ¿Sabéis que todas las grandes obras que
existen en el mundo las he hecho yo?

Soy el obrero, el inventor, el que fabrica
los alimentos y los
vestidos del mundo.

Soy el público de la Historia. Los
Napoleones y los Lincolns han salido de mí.

Carl Sandburg (1878-1967). Fragmento del
poema "Yo soy el pueblo, la chusma."

Este cuarto tema del presente estudio está referido a
otro punto igualmente problemático dentro de la
teoría socialista. Nos referimos al problema de determinar
quién (o quiénes) constituye el sujeto
histórico
en los procesos de cambio revolucionarios.
Las diferentes interpretaciones de este concepto han suscitado
polémica debido a que existen visiones filosóficas,
políticas e históricas distintas, incluyendo las
que llegan hasta cuestionar la validez del concepto mismo.

El sujeto histórico es un concepto que define a un ente
social que es capaz de transformar su realidad y con ello generar
historia[86]Según explica el
sociólogo belga Francois Houtart, a lo largo de la
historia ha existido una multiplicidad de sujetos
históricos, generados por las distintas condiciones,
contextos y procesos de las transformaciones
económicos-sociales por las que ha atravesado el
desarrollo de la sociedad humana[87]Estas
distintas experiencias así como las visiones
correspondientes que se generaron en cada época han
originado una amplia variedad de interpretaciones: De acuerdo a
la clasificación que hacen la enciclopedia Wikipedia y
otras fuentes
relevantes:

  • Una de esas interpretaciones es la providencialista o
    religiosa
    que predominó durante toda la Edad
    Media, aquí únicamente Dios
    es el protagonista de la Historia y su verdadero sujeto;

  • Otra es la interpretación individualista o
    heroica sostenida por algunos historiadores modernos
    y burgueses, para quienes sólo el hombre
    individual es el sujeto histórico, en particular, los
    individuos relevantes o destacados por distintos motivos
    serían lo que hacen la historia;

  • Para la interpretación institucionalista,
    en cambio, son las instituciones como el Imperio, la
    Monarquía, o el Estado liberal, creación humana
    pero superadoras del hombre individual al que sobreviven, las
    verdaderas protagonistas de la Historia;

  • La interpretación libertaria encuentra el
    sujeto histórico en los sectores sociales
    definidos por su función en torno al poder
    político, entendido este último como el dominio
    por la fuerza o conquista de un grupo (ej: el Estado o poder
    público) sobre otro grupo dedicado a actividades de
    naturaleza voluntaria (ej: sociedad civil, sector privado), a
    partir de los cuales se generan relaciones económicas
    e ideológicas, de convergencia o de tensión,
    entre otros aspectos.

  • También se ofrece una interpretación
    democrática o popular, que ve en la
    gran masa del pueblo como el gran actor y sujeto
    decisivo de todos los procesos importantes de
    transformación histórica que se han dado en el
    mundo.

  • La interpretación marxista encuentra el
    sujeto histórico específicamente en las
    clases sociales
    , definidas por sus luchas e intereses
    económicos y relacionadas por los modos de
    producción y las estructuras de poder, constituyendo
    el conjunto de todo ello la formación social
    histórica de cada momento y lugar;

  • Luego, se presenta una interpretación que se define
    como postmoderna, contraria a los grandes relatos y
    basada más bien en una microhistoria que tiende a
    buscar sujetos aparentemente intrascendentes, definidos
    contingentemente y de manera plural en una así llamada
    multitud. Esta interpretación, según
    sus partidarios, permite reconstruir tanto el pasado como el
    presente desde un nuevo punto de vista esencialmente
    relativista.

  • Por último, se ofrecen algunas interpretaciones
    no-dogmáticas y actualizadas que, sin llegar
    a ostentar un relativismo extremo, proponen un sujeto
    histórico definido como un campo de fuerzas
    constituido por diferentes clases y sectores sociales,
    así como de movimientos organizados, que desde
    diferentes posturas (cultural, política e
    ideológica) hoy apuntan hacia el cambio social.

Como puede observarse, las interpretaciones de este problema
son tan variadas como para satisfacer todos los gustos y
elucubraciones teóricas. Sin embargo, aquí nos
concretaremos en analizar las categorías que
forman la base de tales interpretaciones, esto es, ese sujeto
histórico capaz de transformar la realidad y con ello
generar historia
. Pero resulta que en este terreno
también se presentan fuertes polémicas, debido a
que en todas esas interpretaciones las definiciones del sujeto
histórico son generalmente presentadas mediante una
polarización entre pares de categorías sociales
teóricamente enfrentadas entre sí. Así, por
ejemplo, las polarizaciones entre:

1. Individuo y sociedad: De acuerdo a Gustavo
Bueno[88]hay un par de ideas que ha polarizado y
aún polariza importantes concepciones de la
política enfrentándolas entre sí, estas son
las que suelen denominarse individualistas o
colectivistas (a veces, socialistas). Estas
polarizaciones de las doctrinas políticas han tenido lugar
en el terreno ideológico, precisamente en función
de la oposición dualista entre el individuo y la sociedad,
como si esta oposición fuese efectiva y real. Sin embargo
–precisa Bueno-, Individuo y Sociedad son términos
cuyas virtualidades reduccionistas no impiden que puedan ser
yuxtapuestos. La oposición dualista entre estos
términos, en la medida en que se les niegue su entidad
incluso conceptual, habrá que declararla ideológica
y artificiosa, puesto que no hay individuos sin sociedad, pero
tampoco hay sociedad sin individuos.

En la exposición
de Bueno, las ideologías individualistas parten
de la supuesta realidad del individuo humano como centro de
intereses y derechos irrenunciables y
primarios, hasta el punto que las demás entidades
antropológicas, y muy particularmente las clases sociales,
serán consideradas desde la perspectiva de un nominalismo
radical: "lo que existe es el hombre de carne y hueso, el hombre
concreto; las clases sociales son simples nombres inventados por
sociólogos o por la propaganda
comunista". Claro está que dentro de estas concepciones
individualistas existen algunos matices que van desde un
individualismo exasperado hasta otras concepciones menos
radicales. Sin embargo, el tema de interés común de
todas estas ideologías son los conceptos de libertad o
autonomía individual como derechos que estarían por
encima de todo condicionamiento o referente de la realidad
social. Y si acaso se llega a reconocerse la necesidad que cada
individuo tiene de los demás, esto siempre se entiende
como una mera mediación hacia la edificación de su
propia individualidad.

Por el contrario –sigue explicando Bueno-, las
ideologías socialistas o colectivistas
, partiendo de
este dualismo, adoptarán la perspectiva opuesta al
individualismo: el individuo es una abstracción y lo
concreto no es el individuo sino el grupo social o la sociedad.
Sin embargo, esa definición de las "ideologías
colectivistas o socialistas" que nos presenta Bueno no es tan
simple, pues dentro de estas ideologías también
existen diferentes concepciones acerca del individuo humano: Una
es la concepción del materialismo vulgar, como
las de Feuerbach o Vogt, donde el hombre pierde su propio
albedrío y la posibilidad de hacer historia para
convertirse en un mero producto y ejecutor de leyes
históricas independientes de su voluntad. Y otra diferente
es la concepción marxista del hombre, o humanismo
socialista, que está sustentado en el materialismo
histórico. Aquí el humanismo marxista no se
basa en una concepción general abstracta del hombre, ni
tampoco en una concepción determinista del mismo, sino en
una visión histórica y social, es decir concreta de
lo humano, donde el hombre es, a la vez que creador, resultado de
la sociedad en que vive[89]

Los hombres hacen su propia historia -afirma Marx-, pero no la
hacen a si libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos
mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran
directamente, que existen y transmite el
pasado.[90]

Desde luego, el materialismo histórico no desconoce en
absoluto el papel de los grandes hombres en la historia, en el
desarrollo de la sociedad, en la marcha y la solución de
los acontecimientos históricos. El ejemplo de toda la
actividad de Marx, Engels, Lenin, Mao y otros grandes
líderes permiten ver el gran papel que puede jugar
la
personalidad histórica vinculada a las luchas
revolucionarias. El papel de la persona depende,
naturalmente, de la capacidad, del talento o del genio de la
personalidad,
pero este papel en la historia depende del modo como las
condiciones objetivas favorezcan su actividad, Si estas
condiciones no han madurado, ninguna personalidad, por grande que
sea, puede provocar, por ejemplo, la
revolución[91]

En cuanto a la sociedad, la visión marxista
señala que ésta tampoco es un simple compuesto
aditivo de individuos; está constituida por el sistema de
sus relaciones sociales donde viven, trabajan y luchan estos
individuos: económica, política e
ideológicamente. La ideología burguesa, por el
contrario, opera con el concepto de sociedad en general como
conjunto de individuos, pero tal sociedad es una
abstracción vacía. Las sociedades
realmente existentes son las formaciones
económico-sociales que se van sucediendo una a otra (como
la comunidad
primitiva, la esclavista, la feudal, la capitalista, la
socialista y la comunista). La formación
económico-social es la sociedad que se encuentra en un
determinado grado de desarrollo histórico, la sociedad con
su carácter peculiar distintivo[92]

¿Podrá establecerse alguna norma en esta
interrelación individuo-colectividad? Se pregunta el
historiador Juan Brom[93]La respuesta no es muy
difícil –dice-, una vez que se abandona el
pensamiento rígido, "por cajones", y se le sustituye con
una reflexión dialéctica, capaz de tomar en cuenta
la acción simultánea de muchas fuerzas y elementos.
Así, la respuesta está en que el hombre se
desarrolla, en su sociedad, en medio de contradicciones y de
acuerdo a leyes, pero esto no quiere decir que está sujeto
a un destino inexorable, que no tiene intervención alguna
su voluntad propia. El hombre, a diferencia del resto del reino
animal, ha conquistado una libertad de movimiento y de
acción mucho más amplia, libertad que se acrecienta
constantemente al aumentar su conocimiento y sus habilidades,
pero nunca se trata de una libertad absoluta, que responda al
puro capricho; la acción del hombre está siempre
circunscrita por las condiciones reales, aunque éstas
permiten el ensanchamiento constante del papel que
desempeña la voluntad conciente en la actuación. La
libertad está pues limitada por las condiciones reales en
que se encuentra una sociedad determinada. Si esta es una
sociedad muy atrasada, en general la libertad del individuo se
encontrará muy limitada; en cambio, mientras más
elevado sea el grado de desarrollo tanto de la sociedad como de
las capacidades de sus miembros, mayor será el margen de
libertad que el individuo dispondrá para intervenir en
ellas y para elevarse por encima de la necesidad natural como
dimensión particular de la realidad.

Son, pues, como dos caras de la misma moneda, dos facetas de
la relación individuo-sociedad que están unidas por
la actividad concreta del ser humano, o como dice el propio Marx
en sus Tesis sobre Feuerbach: por la actuación
práctico-crítica
o revolucionaria. Pero el problema siempre ha estado en la
interpretación de estas tesis. Como observa
el profesor Veljko Korac[94]muchos
intérpretes de las ideas de Marx, ya se consideraran sus
discípulos o sus adversarios, no intentaron captar las
posibilidades teóricas de su explicación de la
esencia genérica del hombre y pecaron por omisión o
por unilateralidad al centrar su atención solo en el condicionamiento de la
realidad objetiva o bien en la fuerza
subjetiva de la práctica revolucionaria. Pero peor les
sucede a aquellos críticos que no pudiendo entender el
pensamiento dialéctico de Marx, o simplemente por no
haberlo leído directamente, utilizan en su defecto las
interpretaciones de sus discípulos, bien sean
estalinistas, maoistas, althuserianos o guevaristas, para
así poder dispararle por mampuesto a sus ideas acerca del
hombre.

2. Pueblo y clases sociales: Otra supuesta
polarización es la del par de ideas de pueblo y
clases sociales. Como bien observa la enciclopedia libre
Wikipedia, la definición de pueblo es muy
compleja, polémica y no exenta de ambigüedades; y lo
es desde los orígenes de los sistemas jurídicos y
del pensamiento político occidental[95]En
efecto, dependiendo siempre del tipo de régimen
socio-económico imperante, de su estructura y relaciones
de clases, de la ideología y doctrinas dominantes en cada
momento el concepto de pueblo ha variado considerablemente. Como
también ha sido polémica la relación con su
propio elemento constitutivo que son las clases sociales, hasta
el punto de que ciertos autores han querido ver alguna clase de
oposición entre ellos.

En la Historia de Occidente este proceso de mutaciones
conceptuales parte desde del surgimiento del concepto de
demos (traducible por pueblo) de la Antigua Grecia, que
luego pasará a ser la plebe durante un largo
período histórico que comprende la Antigua Roma, toda la
Edad Media y
gran parte de la Edad Moderna.
Más tarde, en la Edad Contemporánea, que
según Wikipedia es la edad histórica en que la
historiografía ha querido ver un protagonismo más
evidente del pueblo que en otras, se abre con el ciclo de las
revoluciones liberales que aplican políticamente las
concepciones intelectuales
desarrolladas anteriormente por la
Ilustración; entre las que destacaba el concepto de
pueblo en pensadores como Rouseau, y la
identificación del Tercer Estado con
pueblo y nación a partir de la Revolución
Francesa (Sieyés). Su plasmación legislativa se
realizó en textos como la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos
(1776), la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (1789) y las primeras Constituciones escritas de
naciones-estado. Desde entonces, en teoría política
y derecho
constitucional, el pueblo es el sujeto de la soberanía nacional entendida como
soberanía popular (Wikipedia).

Pero igualmente con el triunfo de la Revolución
Francesa hace su aparición el concepto moderno de
ciudadano, que fue central para la teoría y la
práctica de esta revolución al crear el marco
social y legal para el surgimiento de la sociedad burguesa. Por
encima de todo, esto significaba para la burguesía el
establecimiento de la igualdad
formal ante la ley y la
consolidación del derecho legal a la propiedad privada;
pero también como elemento de homogeneización
nacional, a la vez que un instrumento de delimitación
social entre estados[96]Cabe anotar que este
período prácticamente los términos de
pueblo, nación
y ciudadanía
eran conceptos asociativos.
Sin embargo, aquí es menester destacar que en esta
época de la Historia se presentaron dos momentos en los
cuales particularmente el concepto de pueblo pasó por
tener diferentes usos.

El primer momento, entre 1789 y 1830, comprende la fase
democrático-revolucionaria de la burguesía europea,
cuando al rebelarse contra el viejo régimen absolutista
esta clase social supo combinar sus intereses particulares con
las diferentes aspiraciones políticas, sociales y
económicas de otras clases sociales, como la
pequeña burguesía radical-republicana, los obreros
revolucionarios, los campesinos conservadores, desarrollando
así una alianza que bajo su liderazgo se
identificó como el pueblo soberano, la voluntad
general o "la unidad de la Nación
entera
".

Pero ya en el segundo período, que comprende los
años 1830 y 1849, como efecto de la revolución
burguesa y la revolución
industrial europeas se produjo una verdadera escisión
entre los ideales sociales y económicos de las diferentes
clases. Esta situación de choque de intereses de clase,
fundamentalmente entre la burguesía y el proletariado, que
se presentó ya a mediados del siglo XIX, entre muchas
otras cosas dieron como resultado la ruptura de aquellas
concepciones democrático-unitarias de pueblo que
predominaron en períodos anteriores y que utilizaban los
diversos sectores de la burguesía europea para describir
ciertas fuerzas sociales opuestas a los sectores dominantes del
clero y la aristocracia.

Entonces hizo acto de presencia una amplia gama de grupos
constituidos por intelectuales y obreros identificados con el
socialismo, desde utópicos hasta marxistas, quienes
concebían al pueblo de una manera mucho más
específica. Particularmente, los marxistas utilizaban la
palabra pueblo como una categoría
socio-política, pero a condición de que ese
concepto se limitara a las clases trabajadoras, pues, a decir de
Marx, la experiencia de la lucha de clases que se
desarrolló entre los años 1848 y 1850 en Francia
"revelaron las contradicciones existentes dentro de ese concepto
pequeño-burgués de pueblo imaginario, y
sacaron a la luz del
día al pueblo real, es decir, a los
representantes de las diversas clases en que éste se
subdivide"[97]. Así, advierte Lenin
más tarde: "Al emplear la palabra pueblo, Marx no ocultaba
bajo esta palabra la diferencia de clases, sino que unificaba
determinados elementos capaces de llevar a cabo la
revolución hasta su término". ¿Cuáles
eran estos elementos?: "Es indudable que el proletariado y los
campesinos –señalaba Lenin- son las principales
partes integrantes de ese "pueblo" que Marx contraponía en
1840 a la reacción que resistía y a la
burguesía que traicionaba"[98].

A partir de ese momento, a pesar de que los conceptos de
clases[99]y lucha de clases[100]no
fueron una invención marxista, estos pasaron a ser usado
en el lenguaje de
los socialistas en oposición a cualquiera otro referente.
En específico, el concepto marxista del
proletariado como el verdadero sujeto material de la
revolución política y social encuentra sustento en
que siendo éste la máxima fuerza productiva y
fuente de valor en el capitalismo él aspira, sin embargo,
a despojar a la producción de su carácter
capitalista, que la burguesía quiere perpetuar. Así
-manifiesta Marx en 1847-, de todas las clases sociales que hoy
se enfrentan con la burguesía sólo el proletariado
es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás
clases van degenerando y desaparecerán con el desarrollo
de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto
más peculiar[101]

No obstante, la lucha de clases es una serie de evoluciones y
va imponiendo cada vez sus nuevas condiciones. Así, para
los años finales del siglo XIX ya se hacia evidente que la
ley del valor que gobierna la sociedad capitalista no se
manifiesta de igual manera en todo tiempo y lugar, que el
desarrollo de las sociedades marcha desde un nivel de vida
elemental hacia otro más complejo, que las fuerzas de
trabajo se diversifican cada vez más, al mismo tiempo se
demostraba que el proletariado no es una clase autosuficiente ni
puede cumplir la tarea de liberar a toda la sociedad por si sola.
En efecto, en el año 1888 Engels destacaba que las
condiciones de la lucha de clases habían alcanzado en ese
momento una grado tal de desarrollo que el proletariado no
podía emanciparse del yugo de la clase explotadora y
dominante –la burguesía- sin emancipar al mismo
tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de toda
explotación, opresión, división de clases y
lucha de clases[102]

Y la historia de la lucha de clases no se detendría
allí: un poco más tarde, en el año de 1944,
otros autores socialistas, como por ejemplo Víctor Serge,
observaban que los cambios de composición, de
función, de estructura y de relación de fuerzas
entre las clases sociales eran profundos y hacían
necesario en esos momentos una renovación del socialismo.
En este sentido, advertirían que las condiciones
económicas habían cambiado, que la lucha de clases
había perdido el esquematismo del siglo pasado, y que por
lo tanto el establecimiento de nuevos regímenes
respondía imperativamente a los intereses de las masas
humanas mucho más amplias que las masas obreras.
Según Serge, ninguna nueva estructura
social puede ser concebida sin que los técnicos y los
intelectuales también jueguen en ella una de las funciones
principales[103]

Por otro lado, en 1978 Oscar Negt hacía notar que la
"misión
histórica" que Marx y Engels atribuyen al proletariado
sobre la base de sus intereses objetivos de clase es diariamente
contradicha por fuerzas orientadas hacia la regresión de
la conciencia histórica, alimentada por esa
represión de las cualidades ligadas al valor de uso y de
los momentos históricos del proceso de producción
inmanente a una producción totalmente mercantilizada, y
que tienen sus consecuencias tanto para la existencia de los
proletarios como para el proceso de constitución política de la clase
obrera. Problema este que se expresa claramente, por ejemplo, en
el nacimiento de ilusiones sobre el Estado, sobre el derecho y
sobre la justicia,
amén de otras tantas deformaciones como la competencia
entre los trabajadores entre sí, escisión de la
clase obrera en fracciones, la formación de una
aristocracia obrera, aburguesamiento y mentalidad
pequeñoburguesa; todas estas fuerzas –señala
Negt- obstaculizan en gran medida la capacidad de acción
revolucionaria de la clase obrera[104]

En fecha más reciente, el destacado intelectual y
luchador político belga, Francois Houtart, en una conferencia con
motivo del V Encuentro de la lucha Hemisférica contra el
ALCA y el libre comercio,
celebrada en la Habana en el 2006, planteó que el
capitalismo, al ampliar el uso de las tecnologías,
amplió también las bases materiales de su reproducción y, por ende, el sujeto
político dentro del sistema. De acuerdo a Houtart, las
condiciones en las que se realiza la expansión del capital
en su fase imperialista en la actualidad atacan directamente los
marcos del contrato social
al interior del sistema, así como el desarrollo nacional
sobre la base de una doble ofensiva: el trabajo y el Estado. Como
resultado de este proceso, todos los grupos humanos están
subsumidos por la ley del valor, lo que genera las condiciones
para el surgimiento de un nuevo sujeto histórico que
será plural y diverso, multipolar atendiendo a continentes
y regiones, y en el que la democracia se contempla como fin y
proceso. La variedad de actores implicaría la
creación de una subjetividad que incluya a los excluidos y
que debe conducir a la asimilación de la humanidad como
sujeto en sí. La exigencia más determinante para el
resultado final es que este sujeto histórico sea capaz de
actuar sobre la realidad[105]

Entonces, ¿esta expansión del capitalismo y la
consecuente evolución de la lucha de clases descartan
definitivamente el uso del concepto de pueblo, o más bien
señala la conveniencia en el uso de un concepto tan amplio
como igualitario, que por lo demás no se contrapone al de
clases sociales? Indudablemente, como reconoce Wikipedia, el
nombre de pueblo y el adjetivo popular han
demostrado tener una gran elasticidad para
ser empleado por todos los colores del
espectro político, sin embargo, a estas alturas de la
vida, la gente medianamente informada no se engaña y sabe
muy bien quien y con que propósito se invoca su
nombre.

3. Multitud y Pueblo: Por su lado, la corriente
de pensamiento que se proclama como postmoderna pretende ubicar
este problema fundamentalmente en el terreno del lenguaje,
donde el uso (y abuso) de los conceptos y nombres juegan un papel
clave. Así, por ejemplo, Raúl
Prada[106]escribe: HA VUELTO LA DISCUSIÓN
sobre los nombres, las definiciones, los conceptos y las
clasificaciones sociales. ¿Cómo identificar a los
movimientos sociales desatados como respuestas a la
destrucción socioeconómica dejada por el neoliberalismo? ¿Encontramos allí al
proletariado? ¿Se trata de nuevas clases o, más
bien, de una nueva descomposición de las clases, un nuevo
desclasamiento, como ocurrió cuando se formó el
proletariado? Antonio Negri y Michael Hardt, también Paolo
Virno, sugieren volver a utilizar el nombre de multitud
para referirse a los nuevos fenómenos sociales, en el
contexto de la
globalización. ¿Por qué
multitud es mejor que proletariado en el análisis
y la interpretación de las luchas sociales
contemporáneas? ¿No es mejor hablar de una
modificación en el ámbito de las relaciones entre
lenguajes y referentes espacio-temporales?, se pregunta este
autor. Según Prada, la situación del lenguaje hoy
no es la misma que durante el siglo XIX y la mitad del XX.
Proletariado ya no quiere decir lo mismo, y algo parecido ocurre
con multitud y clases sociales. Las condiciones de
significación de estas palabras han cambiado.

En la concepción de los autores antes mencionados
(Negri, Hardt, Virno), refiere Prada, la multitud se
opone a pueblo; la multitud no se opone al
proletariado, sino que multitud y proletariado se
complementan. El proletariado deviene multitud.
La multitud se opone a pueblo, de la misma manera que se opone a
Estado. El pueblo es la base de la legitimidad
del Estado; es la voluntad general que delega su poder
al soberano. En cambio, la multitud se niega a
transferir el poder al soberano. Es inmediatamente
autónoma. Se constituye en voluntad inmediata, en voluntad
colectiva, que se realiza en la acción multitudinaria. La
multitud es aprensible y comprensible desde la condición
de posibilidad epistemológica de campo configurante del
acontecimiento. Acontecimiento entendido como devenir de
múltiples singularidades. La multitud es un acontecimiento
social y político. El acontecimiento como multiplicidad de
singularidades exige un pensamiento que, a su vez, sea
acontecimiento
. La clave se encontraría en
cómo se articulan los planos del lenguaje a los planos de
los campos sociales.

Pero, si nos atenemos a este énfasis en el lenguaje y
la significación de las palabras, debemos saber muy bien
que ellas siempre reflejan "el tenor de los intereses que se
confrontan". De acuerdo con el Diccionario
Enciclopédico Larousse, acontecimiento significa:
accidente; suceso eventual, imprevisto; lo que modifica una
cosa momentáneamente; cualidad que no es esencial ni
constante
. ¿Entonces, la multitud y el pensamiento
que ella desarrolla no es más que un accidente
socio-político, un suceso que no es esencial ni constante?
¿Cómo puede ser este "acontecimiento" una voluntad
colectiva que se realiza en la "acción multitudinaria"?
¿Cómo puede ser esto un sujeto revolucionario
portador de una utopía concreta como es el socialismo? De
acuerdo a la explicación que dan estos autores
postmodernos, la multitud no es un "sujeto
histórico predeterminado", ni se plantea ninguna
hegemonía de clase. "La multitud no tiene una centralidad,
por lo tanto, tampoco un entorno. Cualquier sector social en
contradicción con el capitalismo puede ser el centro
virtual de la lucha de clases; puede irradiar entornos y
entrelazamientos" (Prada).

Aquí "el sujeto es anfibio" (dice
Virno)[107], un conjunto de "individuos sociales",
mezcla inextricable de singularidad contingente y de realidad
pre-individual (Simondon) que, entre otras cosas, no se plantea
ninguna utopía concreta; o cuando mucho, se
trataría de una utopía "abierta" o "vaga", porque
"es más importante, en el contexto, afirmar la posibilidad
de alternativas que determinar el contenido preciso".
Sería como la utopía negativa de los Foros Sociales
(de Sousa Santos). Entonces, la función principal de la
noción de multitud sería remarcar la pluralidad y
la heterogeneidad de los sujetos sociales. Pero más
allá de la simple constatación de la pluralidad y
la diversidad de los sujetos sociales –advierte Bensaid-,
la cuestión está en saber si es posible y deseable
agruparlas alrededor de un proyecto común, alternativo al
despotismo del capital; o si hay que renunciar a toda
ambición alternativa de conjunto para contentarse con
coaliciones puntuales y alianzas caleidoscópicas (del tipo
arcoiris) alrededor de temas concretos[108]

Notablemente existe una ilusión desmedida con la
impactante acción de los movimientos
altermundistas, sin embargo, ¿podrán
éstos movimientos conquistar la fortaleza del capitalismo,
derrotar sus huestes y emancipar a la raza humana con sólo
las "armas de la crítica" y las movilizaciones
esporádicas de una multitud que no se plantea la toma del
poder, ni formula programas ni proyectos concretos de
sustitución del capitalismo por el socialismo? Se
pretende, no obstante, sustituir con esta multitud tanto al
pueblo como al proletariado. Pero en tanto el concepto de
multitud estaba destinado a construir la hipóstasis de un
Proletariado con mayúsculas -observa Bensaid-, la multitud
termina siendo, a fin de cuentas, un gran
sujeto mítico que le sustituye: ¿no hay
contradicciones en el seno de las multitudes?, ¿no existen
multitudes alienadas ni fanáticas?, se pregunta
nuevamente. En tanto que el carácter plural de la lucha de
clases pone el acento en la relación antagónica,
"la ontología de la multitud" resucita el
fetichismo del pueblo fusionado en singular. Es comprensible
-dice finalmente Bensaid- que las abigarradas multitudes que se
expresan en las múltiples movilizaciones argentinas, por
ejemplo, se puedan reconocer como "pueblo" o como "multitud".
Pero la noción de multitud es teóricamente confusa,
sociológicamente inconsistente, filosóficamente
dudosa y estratégicamente hueca[109]

4. El sujeto histórico: ¿Un campo de
fuerzas
? Otra opción interesante pudiera ser la que
propone el cientista político Manuel Luis
Rodríguez[110]Según explica
Rodríguez, el concepto de sujeto histórico hace
referencia a una articulación determinada y constitutiva
de sujetos sociales, políticos y culturales
específicos que, en función del estado actual y
futuro previsible del desarrollo del sistema de dominación
imperante, logra poner bajo su articulación y en
función del proyecto histórico que da sentido a su
propia articulación, tanto a los sujetos con intereses y
proyectos contrapuestos, como a las corrientes y tendencias
espontáneas que resultan de la compleja combinación
de proyectos y visiones de sentidos diversos. El sujeto
histórico no es por eso un ente homogéneo, sino que
está compuesto por la rica y compleja diversidad que
genera la vida social y política, pero que confluyen
temporal y parcialmente en un proyecto, en una plataforma, en un
punto de acuerdos.

Las clases sociales –sigue el autor-, en las condiciones
de la actual etapa de desarrollo capitalista globalizado, se han
diversificado y complejizado, pero el vasto campo de los
trabajadores (urbanos y rurales, empleados, técnicos,
obreros y profesionales) siguen constituyen uno de los ejes
articuladores del nuevo sujeto histórico. Sin embargo, las
nuevas contradicciones que caracterizan a la actual fase de
evolución del capitalismo global, hacen más amplio
y diverso el campo de los sectores sociales y culturales
golpeados por la dominación capitalista. Tres
serían de -desde esta perspectiva- los segmentos sociales
y culturales susceptibles de constituirse en el nuevo sujeto
histórico:

  • a. El campo del trabajo, o de los
    productores-creadores de la riqueza material y
    económica. Incluye la vasta diversidad de sectores
    socio-económicos caracterizados por el hecho de que
    son los principales creadores de riqueza y plusvalía
    para la clase poseedora.

  • b. El campo de la intelectualidad, o de los creadores
    de la cultura, la ciencia y el arte. Representa a ese amplio
    sector social transversal constituido por quienes crean
    pensamiento, transmiten conocimientos, producen ideas,
    desarrollan crítica y crean cultura, en cuanto
    contra-cultura, pensamiento crítico, ideas antisistema
    y conocimientos que develan los mecanismos de
    alienación y dominación del sistema.

  • c. El campo de las diversidades culturales,
    étnicas, territoriales y de género. Está
    constituido por ese vasto universo de organizaciones, redes y
    culturas urbanas y rurales que se sitúan en la
    fronteras del sistema de dominación, grupos y
    tendencias minoritarias excluidas, rechazadas y discriminadas
    a causa de su origen étnico, religioso, cultural o de
    sus opciones sexuales o de género.

En síntesis –escribe este autor- el sujeto
histórico es un vasto campo transversal de organizaciones,
actores políticos y redes de
pensamiento-información-acción que se definen por
su oposición al sistema capitalista de dominación y
por ser portadores de proyectos históricos de
transformación de este esquema de dominación.
Entonces, lo que define al sujeto histórico es su proyecto
y su vocación política. No hay sujeto
histórico sino en cuanto sujeto histórico en
movimiento. Las multitudes inteligentes también
constituyen un elemento de acumulación de fuerzas en la
medida en que ponen en cuestionamiento las formas excluyentes y
clasistas de dominación y poseen la virtualidad de alterar
visiblemente la normalidad de la dominación.

También el nuevo sujeto –dice Rodríguez-
tiene que librarse de lo que en el pasado constituyó en un
determinado contexto, el sujeto revolucionario (identificado como
pueblo-sujeto, vanguardia-masas) o el vanguardismo-protagonismo natural del proletariado
como punta de lanza excluyente del cambio. En la
construcción del nuevo sujeto, la radicalidad no excluye
la diversidad sino que la enriquece, la unidad no excluye el
pluralismo, sino que la fortalece, por lo que las vanguardias y
los liderazgos existen y se despliegan como resultado de la
legitimación política y moral de las
multitudes, las bases organizadas y los colectivos.

5. Resumen y
conclusiones:

En esta última sección hemos querido revisar las
diferentes interpretaciones y categorías que se ofrecen en
la literatura política como posibles soluciones al
problema de definir quien o quienes pueden ser el sujeto material
y político de las revoluciones socialistas, en este nuevo
siglo XXI. Como bien asienta el cientista político Manuel
Luis Rodríguez, ya citado, la definición del sujeto
histórico constituye una de las tareas intelectuales
políticas mayores en la perspectiva del cambio social
presente y futuro, en la medida que permite identificar a
aquellos sectores sociales que estarían llamados a
impulsar y a protagonizar los cambios.

El problema radica en que así como han cambiando las
realidades históricas y regionales del desarrollo
capitalista, así también han venido cambiando las
características de los grupos
sociales y el papel que estos desempeñan en la lucha
de clases. Evidentemente, en las condiciones de
universalización de la producción mercantil el
trabajo asalariado se convierte cada vez más en el destino
de grandes masas de la población, pero al mismo tiempo va
diversificando sus funciones, tales como los trabajadores
asalariados de la industria, del comercio, de
los servicios, de
la cultura. Así como crea y reproduce un sector numeroso
de pequeños y medianos emprendedores, también crea
y reproduce una inmensa masa de seres humanos marginados o
excluidos del sistema, que algunos llaman "el precariado". Y si a
estos grupos sociales también le sumamos los campesinos y
los pueblos originarios, con o sin tierras, que hoy luchan y
crean conciencia de sus derechos conculcados, podremos tener una
buena imagen de la
diversidad de fuerzas y actores sociales que podrían
constituirse en el verdadero sujeto político de los
cambios.

Ahora bien, ¿cómo se resuelve en la actualidad
este problema teórico-práctico de definir el sujeto
material y político de las revoluciones socialistas?
¿Acaso se resuelve volviendo al concepto originario de
pueblo, entendido éste como la suma de clases y sectores
más humildes y trabajadores de la
sociedad[111]o, por el contrario, debemos insistir
en un sujeto preconstituido como el
proletariado[112]¿Será agregando
componentes hasta el punto de formar esa masa amorfa llamada
multitud[113]o es que todo se soluciona
simplemente decretando la muerte
histórica del sujeto[114]¿Debemos ir
en busca de nuevos sujetos del desarrollo
revolucionario[115]O tal vez sea como propone
Negt: este problema de definir quien es el principal impulsor
revolucionario debe plantearse de una forma nueva, pero esto no
significa ir en busca de nuevos sujetos, sino, más bien,
una ampliación y una especificación del concepto de
revolución proletaria[116]

El problema de definir el sujeto histórico no
sólo consiste en conocer la situación estructural
de la "clase en sí", sino que también debemos
estudiar las características de sus prácticas
políticas e ideológicas de "clase para sí".
Todo fenómeno social tiene una faceta objetiva y una
faceta subjetiva que se condicionan recíprocamente, por lo
tanto el probable papel de las clases sociales como sujeto, o
bien como simple actor, se justificaría no sólo por
la posición que ella ocupa en el proceso de
producción, sino también por los niveles
manifiestos de su conciencia de clase. Conciencia de clase se
refiere al sistema de creencias y conocimiento compartidos de los
intereses y las posiciones que la división del trabajo
social suscita entre los miembros de una misma clase social, y
que comúnmente se ven reflejados en las identidades,
sentimientos de pertenencia o de exclusión, en los
antagonismos o bien en las solidaridades básicas.

Partes: 1, 2, 3, 4
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter