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Ciencia y Género: ¿Un problema cuantitativo? (página 2)




Enviado por Karina Carreño



Partes: 1, 2

Siguiendo a este autor entendemos que existen tres
grandes sistemas de
exclusión que afectan el discurso,
siendo uno de ellos "la voluntad de verdad", una voluntad que
prescribe las formas, los objetos, las técnicas,
así como las acciones y
funciones del
sujeto conocedor, generando, de esta manera, una gran diferencia
entre "decir la verdad" y "estar en la verdad", y siendo por
supuesto esta última la más importante, la que
habilita el discurso.

Esta voluntad de verdad, institucionalizada en la ciencia y
las disciplinas científicas tiende a ejercer sobre los
otros discursos una
especie de presión y
de poder de
coacción, como bien nos pone de ejemplo este autor al
demostrar como el sistema penal se
apoya o justifica a partir del siglo XIX en el saber
médico, psicológico, psiquiátrico,
etc.

Alicia Palermo[4]hace un recorrido
histórico sobre las Ideas que justificaron la
subordinación de las mujeres, comenzando por la
concepción aristotélica que colocaba al hombre en el
seno del trabajo
intelectual mientras que a la mujer la
destinaba al trabajo manual (en el
mismo nivel que los esclavos) como consecuencia de un orden
jerárquico natural en el cual la mujer estaba
destinada a producir materia.

Tomás de Aquino unirá el argumento
filosófico al teológico donde el orden divino
refuerza la distancia entra las mujeres y el
conocimiento pecado
mediante.

Con el surgimiento de la ciencia
moderna, y el debilitamiento de la visión
aristotélica tomista del mundo, las ideas sobre la
naturaleza
femenina no implicaron una mayor igualdad ni
permiso de acceso al conocimiento
para las mujeres. Por el contrario, y acompañando las
necesidades de la nueva sociedad
moderna industrial, la imagen de la
mujer pasó a centrarse en sus aspectos biológicos
reproductivos, los cuales constituían la garantía
de la reproducción de la especia humana y con lo
cual su función
esencial se centraría en engendrar y criar niños
sanos y fuertes.

Pero los aspectos biológicos fueron utilizados
por la ciencia no solo para legitimar el rol de la mujer "madre"
en la sociedad a partir de su "esencial" función
reproductiva, sino que también fueron utilizados para
legitimar el lugar de ésta fuera de la ciencia misma,
así como de otros ámbitos de poder y tomas de
decisiones, utilizándolos como fuentes de
explicación que marcaban su inferioridad respecto al
hombre.

Entonces, por un lado la medicina
impondrá a la mujer la responsabilidad de la salud de los niños
haciendo fuerte hincapié en la importancia del
amamantamiento y la higiene y en el
"instinto maternal", mientras que por otro lado investigaciones
científicas como "mediciones de cráneos" y otros
aspectos fisiológicos intentarán demostrar
fehacientemente la inferioridad de la mujer una vez
más.

También para el psicoanálisis la diferencia entre el
comportamiento
de hombres y mujeres será consecuencia de las
disimilitudes anatómicas. La castración asumida por
las niñas al descubrir su falta de pene no solo
afectará la formación de su superyo, constituyendo
un superyo débil dado que el temor a la castración
ha perdido su sentido, sino que además la sitúa en
un lugar de mayor predisposición a la neurosis y a la
histeria que a los hombres y la destina a la maternidad como
medio saludable para superar tal carencia.

Concordando con aquello que nos decía Foucault, Alicia
Palermo nos demuestra la acción
de los discursos en la sociedad, sus consecuencias y las
relaciones de poder que pretenden ocultar: "Las ideas sobre
la naturaleza femenina y el rol de la mujer que justificaron su
discriminación…constituyeron
sistemas de ideas más o menos organizados, que expresaban
qué debían hacer y cómo debían ser
hombres y mujeres. El hecho de estar basadas en argumentos
filosóficos, teológicos o "científicos" los
hacía incuestionables".

"Estas ideas fueron trasmitidas de generación
en generación, adquiriendo status de conocimiento y de
verdad absolutos, y se acudía a ellas para definir el
propio comportamiento y categorizar el de otras personas.
Constituyendo ideas dominantes durante siglos, y fueron la base
de los estereotipos de hombre y de mujer
".
[5]

Hasta aquí hemos intentado demostrar como el
discurso científico ha intentado mantener a las mujeres
fuera del ámbito de la ciencia, y teniendo en cuenta que
el discurso en sí mismo es un objeto de deseo y poder,
como señala Foucault[6]nos vemos orientados
a indagar justamente sobre el deseo, el deseo de saber y de poder
en las mujeres, esos deseos que ha llevado y sigue llevando a las
mujeres a apropiarse del discurso, a cuestionarlo y a aprovechar
cada fisura para romper con el status quo.

Estas ideas, estos estereotipos establecidos influyen
decididamente en la configuración de las subjetividades
tanto de los hombres como de las mujeres, y es en ese camino que
continuaremos nuestra indagación.

Subjetividad
femenina

Coincidimos con Mabel Burin[7]en que la
configuración del aparato psíquico responde a una
multideterminación de efectos, entre ellos las
concepciones socioculturales, modos de
producción así como ciertas prácticas
sociales.

Si bien esta autora analiza la configuración de
la subjetividad femenina en relación a la salud mental de
las mujeres, nos brinda, a la vez, varios elementos que nos
permiten entender la cuestión de género
dentro del ámbito de la ciencia.

Burin sugiere que "uno de los determinantes
básicos en la constitución de la subjetividad femenina es
el imaginario social, constituido sobre la base de un discurso
ideológico (de la ideología patriarcal) que se funda en un
esencialismo del sujeto (y no en una construcción social del mismo) y en la
naturalización de las condiciones de existencia (y no en
la producción- reproducción de las
mismas). Sobre la base de tal esencialismo y naturalismo, el
discurso ideológico crea una supuesta identidad,
coherente y unitaria, como garante del ser
mujer
".[8]

Siguiendo a ésta autora, cuando hablamos de
ideología patriarcal estamos haciendo referencia a la
condición de realización de todas las
prácticas sociales que, según Althusser, interpela
a los individuos como sujetos y los posiciona; y en este sentido,
posiciona a las mujeres como sujetos dentro de las
prácticas sociales de la maternidad, normativizando el
deseo sexual femenino bajo la forma de deseo maternal y del
trabajo femenino como trabajo maternal y
doméstico.

Simone de Beauvoir[9]analiza la
constitución de la subjetividad de las mujeres y dice al
respecto "La humanidad es macho, y el hombre
define a la mujer no en sí misma, sino con relación
a él, no la considera como un ser
autónomo".

Para está autora la constitución del
sujeto se realiza en la oposición, es decir, se define
como lo esencial constituyendo al otro en inesencial. Esta
construcción de la alteridad implica, desde una postura
hegeliana, una pretensión recíproca de ambas
partes, un retorno de lo inesencial a lo esencial para que surjan
subjetividades que se reconozcan como tal.

Al no definirse desde sí misma, la mujer queda
constituida en objeto, en lo Otro, dado que solo se
afirmaría al oponerse, y según está autora,
este es un retorno que la mujer no hace. Hacer este retorno,
reivindicarse como sujeto, implican la angustia y la
tensión de una existencia auténticamente asumida,
pero no hacerlo es huir de la libertad,
someterse a la pasividad y la alienación, quedando a
expensas de voluntades extrañas y cercenando toda
posibilidad de trascendencia.

Tanto para Simone de Beauvoir como para Mabel Burin la
condición de la mujer es producto de su
situación, la cual es impuesta a través de una
cultura y de
una ideología que establecen las idea de superioridad del
hombre y, por lo tanto, de inferioridad de la mujer.

Ambas autoras exponen como desde la crianza de los
niños y las niñas se establecen diferencias que no
solo no dejan lugar a dudas con respecto a las actividades que
corresponden a cada género, sino que además marcan
una valoración social de mayor prestigio para los
primeros. Así, mientras que a los varones se les permiten
los juegos
violentos, la competencia,
expresar su agresividad y la vida pública; a las
niñas "se le eligen los libros y los
juegos que la inician en su destino, le vierten en el oído los
tesoros de la prudencia femenina, la proponen virtudes femeninas,
le enseñan a cocinar, a coser y a cuidar la casa, al mismo
tiempo que la
higiene personal, el
encanto y el pudor…se les prohíben los ejercicios
violentos, se les prohíbe
pelearse
…"[10], y se les propone como
lugar socialmente aceptado y valorado el matrimonio y la
vida doméstica.

Para Simone de Beauvoir estas actividades permitidas o
no, establecen la manera en que las jóvenes y los
jóvenes podrán o no "emerger del mundo dado,
afirmarse por encima del resto de la Humanidad
".

Desde la perspectiva de ésta autora, será
a través de la formulación de proyectos y de su
posible realización que los sujetos lograrán
realizarse como existentes. Mediante la concreción de
proyectos transformadores
el sujeto se supera y trasciende, pero en las sociedades
donde la ideología patriarcal interpela a los sujetos,
aquel será un privilegio solo de los hombres que han
relegado a la mujer a la función biológica
reproductora.

A partir de estas diferencias culturalmente construidas
y socialmente establecidas se afirma la superioridad del hombre y
la inferioridad de la mujer, lo cual afectará
indudablemente las realizaciones intelectuales
y profesionales de formas diferenciadas para unos y para
otras.

Habiendo establecido que la condición de la mujer
es producto de su situación, que tal situación es
producto de la opresión patriarcal, y que ésta
conjunción configura la subjetividad femenina intentaremos
examinar, desde una mirada psicoanalítica, como se
constituyen el deseo de saber y el deseo de poder en este
marco.

2.1-La constitución del deseo de
saber

Según la teoría
psicoanalítica el hecho por el cual un infante deviene en
sujeto psíquico deriva del modo según el cual
éste pueda sujetar sus pulsiones, por medio de las
representaciones de las mismas bajo la forma de
deseos.

Mabel Burin sostiene que dentro de la cultura
patriarcal, las pulsiones en las mujeres han padecido diversas
vicisitudes a partir de las cuales algunas han devenido en
deseos, en tanto que otras han devenido en desarrollo de
afectos.

Esta autora plantea que "el desarrollo del deseo se
da a partir de pulsiones que invisten representaciones, o sea,
que producen cargas libidinales tendientes a efectuar
transformaciones sobre aquello que se
desea"[11],
sin embargo, el principal
problema para el desarrollo de estos deseos en las mujeres, es
que tales representaciones no siempre han estado
disponibles en nuestros ordenamientos culturales, especialmente
para la constitución de el deseo de saber y el deseo de
poder.

Para que se constituya la pulsión
epistemofílica el aparato psíquico debe realizar un
exigente trabajo que consiste en ligar dos necesidades, surgidas
previamente, en una representación de las mismas, la cual
resulta de vivencias de impresiones sensoriales. Estas dos
necesidades son: una, la necesidad de ver- en su forma más
temprana la necesidad de ver a la madre cuando está
ausente- y la otra, la necesidad de aprehender, lo de asir
aquello que se torna inasible, ligado en sus formas más
tempranas a la madre, como objeto que satisface el estado de
necesidad. Esto quiere decir que el devenir de la pulsión
epistemofílica en deseo de saber implica necesariamente
una representación que se haya constituido a partir de una
vivencia sensorial.

Sin embargo, no siempre el destino de la pulsión
epistemofílica es constituirse en deseo de saber,
púes otros de sus destinos pueden ser hacer investiduras
de órgano, por ejemplo, en la vista; o bien ser descargada
como afecto, por ejemplo, en la furia, como sentimiento de
descarga masiva de lo inaprensible.

Según el psicoanálisis el deseo de saber
se instala en los niños a partir del final de la fase anal
del desarrollo de la libido, con las preguntas acerca de la
diferencia entre los sexos. Para los niños la pregunta
acerca del falo y la posibilidad de castración
actuará como organizador de sus deseos. Diferente es para
la niña dado que lo visible y lo asible no lo encuentra en
si misma-el falo- y entonces debe renunciar al deseo de ser el
falo de la madre- tener un pene- y poner ese deseo en tener un
hijo.

Siguiendo estos lineamientos, el deseo maternal pasa a
ser constitutivo del aparato psíquico de las mujeres,
condición necesaria de la subjetividad femenina. En
síntesis, lo que queda planteado es que
para las niñas el destino privilegiado de la
pulsión epistemofílica no es transformarse en deseo
de saber, sino en el deseo del hijo.

Entendemos que esta mirada del psicoanálisis
sobre la constitución de la subjetividad de las mujeres,
no escapa a sus determinaciones históricas, y por lo tanto
a una economía y lógica
patriarcal que deja de lado, o ignora, como a determinados modos
de producción corresponden determinados modos de organización del aparato
psíquico.

Las formas simbólicas, es decir, las formas de
pensar, de categorizar, de comprenderse a sí mismo y al
mundo, están unidas a las formas materiales de
producción, y es en esta relación que adquiere
sentido histórico. Por ello es necesario relacionar el
surgimiento de deseos en las niñas dentro de la historia social que enuncia
como a determinados modos de producción, corresponden
determinados modos de organización del aparato
psíquico.

La reproducción de los modos de producción
implica la producción- reproducción de las
relaciones sociales necesarias para tal modo de
producción, pero, como sostiene Burin, no solo se
reproducen las relaciones de clases
sociales, sino, también, las relaciones entre los
géneros sexuales femenino- masculino.

Siguiendo a Foucault, esta
autora sugiere que una de las cuestiones claves en la
problemática de las mujeres, es que hemos quedado al
margen de los modos de producción del saber.

Foucault[12]enfatiza que el saber
funciona según un juego de
represión y de exclusión de aquellos que "no
tienen derecho más que a un determinado tipo de
saber
", según un dispositivo que denomina los
"circuitos reservados del saber", aquellos que "se
forman en el interior de un aparato de producción
", y
a los cuales no se tiene acceso desde afuera. Burin sostiene que
allí fuera es donde estuvieron las mujeres, en ese lugar
de exclusión.

Horst kusnitsky[13]hace un análisis del modo de producción, del
intercambio de mercancías y del valor del
dinero dentro
del patriarcado capitalista y afirma que nuestra cultura se
encuentra en una fase fálica de su desarrollo, dado que,
según esta autora, la lógica de estas formas se
sitúan en el tener, es decir todo aquello que sea visible
y asible propiciando experiencias de goce. Burin sostiene que
esto es válido también para la producción de
saber en tanto que los modos de producción y
circulación lo hace visible y asible solo en determinados
ámbitos, preferentemente académicos, y no para
todos los sujetos.

En síntesis, podemos observar a partir de lo
expuesto que, las mujeres han quedado excluidas de ciertos
ámbitos de producción de saber a partir de una
cultura patriarcal que ha subsumido el deseo de saber de las
mismas bajo el deseo maternal.

De esta producción de saber que, como bien lo
demuestra Foucault, esta asociada al poder se ha tratado de
excluir a las mujeres, sin embargo diversas realidades
históricos sociales han demostrado la presencia de mujeres
que han logrado expresar su deseos de saber y de llevarlo a una
práctica social en el ámbito
público.

2.2-Constitución del deseo de
poder
.

De igual modo que el deseo de saber, el deseo de poder
se constituye a partir de una serie de precondiciones de
maduración intrapsíquica, es decir, es necesario
que previamente se establezca la maduración sensorio
motriz asir- desasir así como la maduración de
ciertas zonas erógenas que se organizan alrededor de la
musculatura voluntaria.

La formación de un sujeto psíquico es
resultado de una oposición, de un conflicto que
se presenta como resistencia
frente a la estructura
social. Algunas de estas resistencias
derivan de la fuerza
pulsional, la cual puede devenir deseo de poder si se cumplen los
prerrequisitos que mencionábamos antes. Otro requisito
previo para dar lugar a dicha constitución es que se
configure el deseo hostil. El deseo hostil es un deseo
diferenciador que permite registrar al objeto como diferente al
sujeto. Se trata, dice Burin, de un duelo por dominar al otro,
sentido como adversario por ser diferente.

Según la teoría freudiana el varón
y la mujer enfrentan de maneras diferentes el desarrollo de dicho
duelo. La mujer es más dócil y se somete por
consiguiente con menos resistencia a los mandatos maternales, en
tanto que los varones oponen mayor resistencia a quien detenta el
poder. De hecho, desde esta perspectiva, la lucha entre el
varón y el padre por el poder que da lugar al conflicto
edípico, permitirá al niño ingresar en la
cultura, amenaza de castración mediante. La niña en
cambio
quedará atrapada en el vínculo preedípico
con la madre y su lucha por el poder pareciera entonces tener que
limitarse a ese escenario, escapando de este análisis las
condiciones histórico sociales que determinan ese
vínculo particular.

Es necesario entender el poder en términos de
relaciones de poder, tal cual lo establece Foucault, para
comprender cómo el desarrollo del deseo de poder en las
mujeres se encuentra reducido o limitado a la esfera de los
afectos, que solo puede realizarse en la intersubjetividad
inmediata, en la intimidad de los cuerpos y que privilegia la
emoción, la intuición, diferente al poder ejercido
en el ámbito extradoméstico que requiere modos
masculinos, donde rigen los principios
racionales.

Para Foucault[14]el poder se expresa en
relaciones de poder que están imbricadas en otros tipos de
relación, es decir, el poder no es algo que se ejerce solo
de forma negativa y represiva desde un aparato de Estado o sus
formas jurídicas, sino que se desarrolla y expresa en las
relaciones de producción, de alianzas, de familia, de
sexualidad en
las cuales juega a la vez un papel condicionante y
condicionado.

El poder no es estático ni unilineal, sino que
despliega un conjunto de estrategias de
producción multiforme de relaciones de dominación
que van más allá de la simple represión o
prohibición, pues el poder produce cosas, induce placer,
forma saber, produce discursos, es una "red productiva que atraviesa
todo el cuerpo social".

El poder produce efectos de verdad y produce saber y por
lo tanto produce efectos a nivel del deseo y también a
nivel del saber, y esta producción se establece y funciona
indisociadamente de la producción, circulación y
acumulación del discurso. Un discurso producido por el
poder que, institucionalizado, juzga, condena, clasifica, obliga
a competir, destina a vivir de un cierto modo o a morir en
función de discursos verdaderos que conllevan efectos
específicos de poder.

Podríamos decir entonces que el poder es una
relación de fuerzas que se expresa hasta en las relaciones
más privadas y cotidianas, que establece conexiones de
interrelación entre medicina, psiquiatría,
psicoanálisis, escuela, justicia,
familia, periodismo,
etcétera, creando, estableciendo, habilitando espacios,
saberes, actividades para determinados tipos de sujetos, ya no
solo bajo la forma control
-represión, sino también bajo la forma control-
estimulación.

Para que se constituya el deseo de poder es necesario,
como ya mencionamos antes, que se cumplan ciertos prerrequisitos
de maduración psíquica, pero también es
necesario que se habilite el espacio simbólico para que el
deseo hostil pueda ejercer su trabajo diferenciador, para que el
individuo
surja como sujeto a partir de oponerse, de diferenciarse de
aquello que la estructura
social le impone. Es en este punto donde el discurso del poder
cercena a las mujeres dicha posibilidad. Sin embargo ante cada
estrategia del
poder surgen estrategias de resistencia que intentan separar el
"poder" de la "verdad", que procuran develar los procedimientos a
través de los cuales se producen, circulan y funcionan los
enunciados que constituyen lo que Foucault denomina
"Régimen de la verdad".

La lógica
patriarcal y el lugar "natural" de las mujeres

Celia Amorós[15]hace una
revisión crítica
de aquellos aspectos y sesgos que la ideología patriarcal
ha impuesto al
tipo de racionalidad que se expresa en el discurso
filosófico, aportando una clara visión de
cómo este discurso atraviesa la razón
teórica y la razón práctica
convirtiéndose en un discurso que discrimina a las mujeres
tanto teórica como prácticamente a través de
una clara postura sexista.

Esta autora entiende que el discurso filosófico
se nutre de las ideologías socialmente vigentes,
reorganizándolas en función de sus propias
orientaciones y exigencias, y en este caso se nutre, entre otras,
de la ideología sexista, entendiendo como tal a un
conjunto de representaciones socialmente compartidas
estructuradas conforme a un sistema de
dominación.

Desde una concepción marxista, para
Amorós, la opresión de la
mujer[16]se produce a través de un
mecanismo doble que por un lado ejerce control sobre las
funciones reproductoras de ésta y por otro lado le
restringe el acceso a las tareas productivas, logrando realizar
con gran eficacia este
doble control mediante la inserción de las mujeres en las
estructuras de
parentesco, es decir, dentro de la familia
patriarcal.

Los esquemas ideológicos de la filosofía patriarcal son esencialmente
diferenciales, es decir, se conceptualiza mediante esquemas de
oposición creando dicotomías categoriales que
separan por contraposición a la naturaleza de la
cultura.

A partir de estas conceptualizaciones, nos dice la
autora, se suele ubicar a la mujer en relación
metonímica con la naturaleza a partir de la supuesta
contigüidad dadas sus funciones reproductivas. Se piensa a
la mujer como naturaleza lo cual trae aparejado todo un conjunto
de simbolizaciones cuyas implicaciones se derivaran al conjunto
de funciones que definen el modo de inserción de cada
sexo en la
realidad. No es un dato menor que mientras a la mujer se la
piensa en tanto naturaleza, al hombre se lo piensa como cultura
revistiéndose de connotaciones contrapuestas, creando una
dicotomía que pretende legitimarse en una premisa
biológica, cuando en realidad responde a una
elaboración ideológica en función de la
definición que la sociedad, y quienes tienen el poder en
ella, hace de sí misma.

El hecho de considerar a la mujer como naturaleza trae
como consecuencia una carga de connotaciones poco inocentes, pues
la ubica, en tanto naturaleza, como aquello que debe ser
dominado, controlado, domesticado.

Amorós nos plantea que el patriarcado necesita de
las dicotomías, necesita clasificar para diferenciar, pues
de este modo legitima la genealogía de la primogenitura
que le adjudica la parte privilegiada de la herencia.

Esta legitimación genealógica es una
maniobra simbólica que tiene sus inicios en Aristóteles, rescatando el pasado de la
filosofía y asegurando su continuidad: "el Nombre del
Padre, la Metáfora o el Significante lacaniano, paradigma y
analogado supremo, se proyecta sobre una textura
sintagmática (…) cuya enjundia le viene dada por el
propio poder de proyección que sobre ella ejerce la
metáfora paterna"
[17]de esta manera
"La razón patriarcal determina obsesivamente los
efectos, muy positivos, de lo que ella define como carencias,
distribuye sus marcas en
función de la imposición o no imposición del
Nombre del Padre, distinguiendo así al heredero y al
desheredero, al legítimo y al bastardo".

Este orden simbólico de la genealogía
masculina estructurado en torno al Nombre
del Padre, según Rosolato[18]deriva de la
prohibición del incesto, lo cual contribuye por un lado a
la instauración de la Ley y por otro
lado a definir y legitimar lugares.

En la modernidad la
legitimación del orden esta dado a partir de los productos de
la razón. El hombre como productor racional de
conocimiento legitima el orden de las cosas a partir de un
discurso basado en criterios críticos que son productos de
su elaboración racional.

Destinar a las mujeres a una posición
contrapuesta a la del hombre será justificada
racionalmente a partir de la legitimación de un orden
natural que relaciona estrechamente a la mujer con la naturaleza
análogamente. "La idea de naturaleza como paradigma
legitimador servirá para sancionar que el lugar de la
mujer siga siendo la
naturaleza
"[19].

Podríamos decir entonces, que la lógica
patriarcal se sostiene primordialmente en las dicotomías y
las metáforas de oposición o de homologación
que definen lugares, cualidades, capacidades, que como sostiene
Bourdieu[20]estructuran las prácticas y las
representaciones constituyendo de esta manera lo que el autor
define como violencia
simbólica.

La violencia simbólica, sostiene este autor, es
la más eficaz en tanto permanece esencialmente
tácita e inscriptas en los cuerpos, "construyendo unos
esquemas mentales que son producto de la asimilación de
estas relaciones de poder y que se explican en las oposiciones
fundadoras del orden simbólico
"[21].
Es decir que a través de la imposición de esquemas
de percepción y valoración universales,
se presenta un mundo social que supuestamente responde a un orden
natural, y que se incorpora en los cuerpos y en los
hábitos de los sujetos y funcionan como estructuras
cognitivas que configuran de manera permanente la forma de
percibir y de percibirse de los sujetos y de relacionarse con el
mundo.

Se establece una concordancia entre las estructuras
sociales y las estructuras cognitivas que legitiman al mundo
social y sus divisiones apoyándose inicialmente en la
división entre los sexos, que esconde su
construcción social y arbitraria, mostrándose como
naturales y evidentes.

De esta manera, nos dice Bourdieu, se impone una
visión androcéntrica como neutra y que mediante
este mecanismo de presentarse como lo obvio, lo natural, lo
familiar, está destinada a pasar desapercibida e
instalarse en el inconsciente en un sistema que "asegura la
reapropiación de un conocimiento a un tiempo
poseído y perdido desde siempre, que Freud,
después de Platón,
llamaba amnesia
"[22].

Esta amnesia "actúa sobre la
filogénesis y la ontogénesis de un inconsciente a
un tiempo colectivo e individual, huella incorporada en una
historia colectiva y de una historia individual que impone a
todos los agentes, hombres o mujeres, su sistema de presupuestos
imperativos
"[23].

La visión del cuerpo es una construcción
simbólica, y en la lógica patriarcal se constituye
a partir de las diferencias biológicas que, según
Bourdieu, responden también construcciones sociales que
procuran producir unos "hábitos
sistemáticamente diferenciados y diferenciadores
" que
legitimen el orden social con sus divisiones de sexo y todas
aquellas divisiones que en definitiva responden a un sistema de
dominación.

"Todo sistema de dominación es un eficaz
fabricante de esencias
"[24]. Según
Amorós, la lógica de categorización de la
ideología patriarcal es opresora en la medida en que
trasmuta la individualidad en esencia, derivando de las
diferencias biológicas las posibles funciones que definen
el modo de inserción de cada sexo en las actividades
productivas, y elevándolas al rango de esencias, por lo
tanto poco susceptibles de transformación sin una
decosntrucción crítica de las mismas.

Harding expresa que la diferencia de género, como
sistema simbólico, es el origen de muchas conceptuaciones
moralmente valoradas de todo lo que nos rodea. "Las culturas
asignan un género a entes no humanos, como los huracanes y
las montañas, el mundo social y natural se organiza en
términos de significados de género, en cuyo
contexto se han construido instituciones
y significados raciales, de clase y
culturales históricamente
específicos
"[25].

Para Amorós es necesario poner bajo sospecha el
tipo de racionalidad que se expresa en el discurso
filosófico, indagando las modulaciones y sesgos de la
ideología patriarcal que la atraviesan. Se trata de poner
una mirada crítica y deconstructora sobre las esencias que
construye dicho discurso así como sobre las
metáforas que pretenden definir a las mujeres como sujetos
pasivos y destinadas a ocupar determinados lugares y funciones,
pues esta recurrencia en la adjudicación de lugares
apoyadas en las contraposiciones categoriales responde a una
situación universal de marginación y de
opresión, pues en ello consiste la operación
ideológica fundamental de racionalización y
legitimación de la dominación masculina.

3.1-Género: Una categoría
analítica

Las personas piensan y organizan el mundo a partir de
categorías analíticas, pues es la forma necesaria
para relacionarse cognoscitivamente él. Harding afirma que
considerar el género como categoría
analítica, y no como una consecuencia natural de la
diferencia de sexo, nos permite analizar de que manera condiciona
nuestro sistema de creencias, instituciones e incluso,
fenómenos tan independientes del género, en
apariencia, como nuestra arquitectura y la
planificación urbana.

La selección
y definición de los problemas
quedan enmarcados dentro de las categorías que
científicamente son aceptadas como tal, en este sentido,
nos dice ésta autora que "los programas de
investigación en los que permanecen
vigentes las filosofías empiristas y positivistas de la
ciencia social se han mostrado sistemáticamente contrarios
a elevar el género a una categoría
teórica
"[26]. Harding expresa que los
grupos
sociales que definen los problemas científicos son los
hombres blancos burgueses que han monopolizado este espacio, y
que la definición de los problemas es un elemento
fundamental en la creación del racismo, el
clasismo y el androcentrismo de la ciencia.

Esto trae como consecuencia, entre otras, que ni la
formación de los científicos, ni la propia empresa
científica estimulen un enfoque crítico sobre las
influencias sociales de sus sistemas conceptuales, así
como tampoco la concepción de la ciencia como una
actividad plenamente social.

Desde la mirada de ésta autora existen dos
maneras inadecuadas y parciales de conceptualización del
género. La primera consiste en considerar dentro de esta
categoría una o dos formas de manifestarse el
género en la vida social sin tener en cuenta que el
simbolismo de género se relaciona, en toda cultura, con la
división del trabajo, con las identidades y las conductas,
a veces apoyándose u oponiéndose pero siempre
jugando un importante papel. La segunda es considerar
simétricas las diferencias de género en los
individuos y en las actividades humanas, desde el punto de vista
moral y
político.

Sostiene asimismo que la división del trabajo
según el género y el simbolismo de género
del que participa la ciencia, son en gran medida responsables de
la escasa presencia de las mujeres en la ciencia.

Para Harding el género es una categoría
asimétrica del pensamiento
humano ya sea en la construcción de la identidad, en las
conductas, y en la
organización social. Señala que una
teorización adecuada sobre género debe plantear
cuestiones como las interacciones entre el simbolismo de
género, el modo concreto de
división social del trabajo o la actividad según el
género y lo que constituye las identidades y deseos
generizados de una cultura particular; y rescata como elemento
clave de las críticas feministas el hecho de poner en tela
de juicio las pretensiones de neutralidad con respecto a los valores,
la objetividad y el supuesto desapasionamiento de las ciencias
sociales.

El género femenino, como categoría de
oposición, representa todo lo que no es ser hombre y las
actividades sociales que no pertenecen a los hombres, lo cual
hace posible un orden social generizado que impone un sistema de
creencias sobre el significado de masculino y femenino, y no
alguna diferencia, intrínseca o real, entre varón y
mujer.

Estas creencias que se presentan como verdades absolutas
e indiscutibles logran eficacia a partir de procesos de
internalización que, en palabras de Bourdieu se inscriben
en los cuerpos a modo de disposiciones permanentes, y que por lo
tanto van más allá de la conciencia,
constituyéndose en sólidos esquemas de
percepción, tanto de pensamiento como de acción con
los cuales nos enfrentamos al mundo.

3.2-Lógica patriarcal y proceso de
socialización

Hemos desarrollado diferentes aspectos sobre como la
lógica patriarcal construye e impone un discurso que
monopoliza el orden de lo simbólico y a través de
él domina y controla el orden de las cosas, impone
representaciones, formas únicas y universales de ver el
mundo y, por lo tanto, formas únicas y universales de ser
hombre y de ser mujer.

La cultura patriarcal asigna lugares, saberes, determina
los tipos de conductas esperadas para cada sexo y en definitiva
construye subjetividades. Se trata, desde la perspectiva de
Bourdieu, de "una lógica de dominación ejercida
en nombre de un principio simbólico, conocido y admitido
tanto por el dominador como por el dominado, un idioma (o una
manera de modularlo), un estilo de
vida(o una manera de pensar, de hablar o de comportarse) y,
más habitualmente, una característica distintiva,
emblema o estigma, cuya mayor eficacia simbólica es la
característica corporal absolutamente arbitraria o
imprevisible, o sea el color de la
piel
"[27].

Para este autor la conceptualización del cuerpo
biológico y especialmente la de los órganos
sexuales, responden a una construcción social arbitraria
de acuerdo a los esquemas prácticos de visión
androcéntrica. "Esta construcción arbitraria de
lo biológico, de los cuerpos masculinos y femeninos, de
sus costumbres y sus funciones, proporcionan un fundamento
aparentemente natural a la visión androcéntrica de
la división de la actividad sexual y de la división
sexual del trabajo y, a partir de ahí, a todo el
cosmos
"[28].

La conceptualización es un trabajo de
construcción de lo simbólico que se inscribe en los
cuerpos y en las cosas a manera de disposiciones permanentes, e
impone una definición diferenciada de los usos
legítimos de los cuerpos, sexuales sobre todo, que excluye
del universo de lo
sensible y lo factible todo aquello que marque la pertenencia al
otro sexo. De esta manera las formalidades del orden
físico y del orden social imponen e inculcan las
disposiciones al excluir a las mujeres de determinadas tareas,
enseñándoles como comportarse con su cuerpo. La
fuerza simbólica actúa sobre estas disposiciones a
manera de disparador, las cuales se instauran a partir de un
extenso proceso de inculcación y asimilación a
través de la familiarización insensible con un
mundo físico simbólicamente estructurado y la
experiencia precoz y prolongada de interacciones penetradas por
unas estructuras de dominación.

Esta imposición del orden simbólico se
instaura como un orden natural a través de mecanismos
históricos, que Bourdieu denomina trabajo de
eternización, y que incumbe a unas instituciones
(interconectadas) tales como la Familia, la Iglesia, el
Estado, la Escuela, así como, en otro orden, el periodismo
y el deporte.

Esta lógica de construcción de lo
simbólico logra su solidificación en la
concordancia de las estructuras objetivas y las estructuras
subjetivas, utilizando como premisa primera las diferencias y
características distintivas corporales. De esta manera
estas diferencias y características que aparecen como
naturales se legitiman a sí mismas en la medida que
contribuyen a hacer existir y al mismo tiempo se naturalizan,
inscribiéndose en un sistema de diferencias aparentemente
naturales. Como resultado de éste proceso la
división entre los sexos parece estar, siguiendo a
Bourdieu, "en el orden de las cosas", es decir, lo
natural, lo normal, y se instaura en los cuerpos y en los
hábitos de los agentes que funcionan como sistemas de
esquemas de percepciones, modos de pensamiento y modos de
acción.

"La concordancia entre las estructuras objetivas y
las estructuras cognitivas, entre la conformación del ser
y las formas de conocer, entre el curso del mundo y las
expectativas que provoca, permite la relación con el mundo
que Hurssel describía con el nombre de actitud
natural o de experiencia dóxica, pero olvidando las
condiciones sociales de
posibilidad
"[29].

De allí en más el orden masculino del
mundo no necesitará justificación. La visión
androcéntrica se impone como neutra y natural y la
dominación masculina instaura un orden social
monopolizando el capital
simbólico y legitima la división sexual del
trabajo, la distribución de las actividades asignadas a
cada uno de los dos sexos, la oposición entre el lugar
público para los hombres y el lugar privado (el interior
de la casa) destinado a las mujeres. Una vez instaurada
ésta confirmación recíproca entre las
conceptualizaciones y el mundo "se establece una
relación de causalidad circular que encierra el
pensamiento en la evidencia de las relaciones de
dominación, inscriptas tanto en la objetividad, bajo la
forma de divisiones objetivas, como en la subjetividad, bajo la
forma de esquemas cognitivos que, organizados se acuerdo con sus
divisiones, organizan la percepción de sus divisiones
objetivas
"[30].

Lo que intentamos demostrar, a partir de lo expuesto, es
que las diferencias y las características distintivas de
cada uno de los sexos responden a construcciones
simbólicas y socialmente construidas, que no se establecen
de forma natural o neutral sino que son el resultado de una
imposición arbitraria de quienes detentan el poder en una
cultura en un momento socio histórico determinado, y por
lo tanto lo son también todas las implicancias que de
ellas se derivan, es decir, las representaciones sociales, los
lugares asignados a los sujetos según sean hombres o
mujeres y las funciones que cada uno tiene determinadas. Estas
construcciones simbólicas son el producto de un largo
proceso de socialización que se instaura tanto en las
mentes como en los cuerpos, que se realiza en una
interconexión de instituciones que abarcan desde la
familia hasta el Estado, y son los mecanismos que utiliza la
lógica de dominación masculina.

3.2.1- Proceso de socialización, mujeres y
ámbito científico
.

Según Bourdieu es la relativa autonomía
que posee la esfera de la economía los bienes
simbólicos, lo que permite la perpetuación de las
diferencias, y lo que permite que la dominación masculina
se perpetúe más allá de las transformaciones
de los modos de producción económicos.

El matrimonio sigue siendo la pieza central de la
economía de los bienes simbólicos, en el cual
"las mujeres solo pueden aparecer como objetos o como
símbolos cuyo sentido se construye al
margen de ellas y cuya función es contribuir a la
perpetuación o el aumento del capital simbólico
poseído por los hombres
"[31]. Es a
partir del tabú del incesto que se instituye la violencia
en la cual las mujeres son convertidas en objetos de intercambio
y alianzas entre los hombres, quedando reducidas al estatuto de
instrumento de producción o de reproducción del
capital simbólico y social.

El capital simbólico atribuye a los hombres el
monopolio de
todas las actividades oficiales, públicas, de
representación, y en especial de todos los intercambios de
honor, intercambios de palabras, etcétera, y en el se haya
inscripta la división sexual, se haya inscripta asimismo
en las disposiciones (los hábitos) de los protagonistas de
la economía de bienes simbólicos, disposiciones que
reduce a las mujeres a estado de objeto y a los hombres a
constituirse en el honor según las sanciones positivas o
negativas de funcionamiento del mercado de los
bienes simbólicos.

Bourdieu afirma que si bien hoy se observa un incremento
de la representación de las mujeres en ciertas
profesiones, éstas permanecen prácticamente
excluidas de los puestos de mando y de responsabilidad, y que,
por ejemplo, su representación sigue siendo inferior en
las secciones científicas mientras que se incrementa en
las secciones literarias. La lógica de división
determina el acceso a las diferentes profesiones y a las
posiciones en el seno de cada una de ellas. En este sentido
podemos decir que existe una igualdad formal en cuanto a las
posibilidades de acceso, pero la desigualdad real se manifiesta
en las circunstancias concretas, dado que las mujeres ocupan
siempre unas posiciones menos favorecidas o bien acceden a dichas
posiciones cuando éstas ya han sido
desvalorizadas.

Las expectativas colectivas forman parte de la
construcción simbólica y aparecen inscriptas en el
entorno familiar bajo la forma de oposición entre el universo
público masculino y los mundos privados femeninos, entre
los lugares destinados especialmente a los hombres y los espacios
llamados femeninos.

Estas expectativas objetivas están inscritas de
modo implícito en las profesiones ofrecidas a las mujeres
por la estructura fuertemente sexuada de la división del
trabajo. "la lógica, esencialmente social, de lo que
se llama vocación tiene como efecto producir tales
encuentros armoniosos entre las disposiciones y las posiciones
que hacen que las víctimas de la dominación
psicológica puedan realizar dichosamente (en su
doble sentido) las tareas subalternas o subordinadas atribuidas a
sus virtudes de sumisión, amabilidad, docilidad, entrega y
abnegación
"[32].

Fox Keller afirma que la ciencia, al igual que el
género, es una categoría construida socialmente,
que "ha sido producida por un subconjunto particular de la
raza humana, casi totalmente por los hombres blancos de clase
media, y ha evolucionado bajo la influencia formativa de un ideal
de masculinidad particular
"[33], en este
sentido determina y condiciona sus objetos de estudio y sus
métodos,
determinando y condicionando a la vez cuales son los sujetos que
pueden acceder a su ámbito. En la medida en que la ciencia
es definida por quienes la practican, quienquiera que aspire
pertenecer a esa comunidad
deberá conformarse con el código
existente, requiere estar adecuadamente socializado/a
primero.

Según esta autora hay una asociación,
culturalmente omnipresente, entre masculinidad y objetividad, la
cual refleja y contribuye a una red compleja de
desarrollo cognitivo, emocional y sexual. Se impone un sistema de
creencias que atribuye masculinidad a la ciencia en tanto
dominio
intelectual, de manera tal que tanto para el científico
como para su público el pensamiento científico es
un pensamiento masculino.

Estas creencias se afirman y confirman en aquellas
expectativas sociales de las cuales toman parte los
científicos, los maestros y los padres cuando consideran
que las niñas carecen de la fuerza, el rigor y la claridad
necesaria para una ocupación que pertenece a los hombres,
ubicándolas en una forma de actuar y pensar mas emocional
e intuitiva incompatible con lo racional.

Keller nos dice que al apodar de "duras" las ciencias
objetivas, en tanto que opuestas a las ramas del conocimiento
más "blandas" (es decir, más subjetiva)
implícitamente se está evocando una metáfora
sexual en la que "dura" es masculino y "blanda" es femenino, y en
este sentido la "feminización" se convierte en
sinónimo de sentimentalización. De esto se deduce
que si una mujer piensa científica u objetivamente esta
pensando como un hombre, y a la inversa si un hombre expresa un
argumento no racional, no científico, piensa como una
mujer.

Para Bourdieu "la experiencia de un orden social
"sexualmente" ordenado y los llamamientos explícitos al
orden que les dirigen sus padres, sus profesores y
condiscípulos, dotados a su vez de principios de
visión adquiridos en unas experiencias semejantes del
mundo, las chicas asimilan, bajo la forma de esquemas de
percepción y de estimación difícilmente
accesibles a la conciencia, los principios de la división
dominante que les llevan a considerar normal, o incluso natural,
el orden social tal cual es y a anticipar de algún modo su
destino, rechazando las ramas o las carreras de las que
están en cualquier caso excluidas, precipitándose a
las que, en cualquier caso, están
destinadas"
[34].

Sin embargo podríamos decir que el acceso de las
mujeres a la ciencia se incrementa lo cual nos lleva a dos
perspectivas diferentes. Por un lado, para Bourdieu, se
relacionaría con la posibilidad de resistencia de los
dominados contra la imposición simbólica, resultado
una lucha cognitiva a propósito del sentido de las cosas
del mundo y en especial de las realidades sexuales. Por otro
lado, según Keller este incremento no significaría
necesariamente que exista diferencias entre las concepciones
acerca de la mente, la naturaleza y la relación entre
ambas, entre las mujeres científicas y sus colegas
masculinos. Retomando a Bourdieu podríamos explicar esta
posibilidad como resultado de la aplicación, a la
realidad, de unos esquemas mentales que son el producto de la
asimilación de las relaciones de poder y que se explican
en las oposiciones fundadoras del orden simbólico. De esto
se deduce que los actos de conocimiento de estas mujeres son
actos de reconocimiento práctico, es decir, cuando los
instrumentos de conocimiento para leer la relación de
dominación son los que impone el dominador, y no se
dispone de otros instrumentos para que permitan imaginar la
relación, se produce una asimilación de esa
relación de dominación que hace que esa
relación parezca natural, y en definitiva no cuestionantes
del status quo.

En este sentido y planteadas estas hipótesis consideramos que el acceso de las
mujeres tanto a la ciencia como a los ámbitos de poder es
necesario pero no suficiente para modificar las concepciones del
mundo y su funcionamiento. Los hombres y las mujeres son creados
en una dinámica compleja de fuerzas cognitivas,
emocionales y sociales entretejidas e históricamente
construidas, que atraviesa la ontogénesis y la
filogénesis, y son siempre el resultado de una lucha de
poder tanto en el orden material como en el simbólico, lo
cual implica que la resistencia y la lucha por la
transformación debe abarcar esa complejidad y
multiplicidad de espacios.

Conclusión

Hemos intentado analizar las posibilidades y las
condiciones del acceso de las mujeres al ámbito
científico. En este intento hemos realizado un recorrido
desde las perspectivas filosóficas, psicoanalíticas
y sociológicas, tratando de poner en evidencia aquellas
construcciones sociales y culturales que pretenden legitimar los
lugares y las funciones asignadas, arbitrariamente, a cada uno de
los dos sexos presentándose como causa naturales de
diferenciación.

Hemos intentado asimismo demostrar que la ciencia es un
campo de lucha, en tanto lugar de producción y
reproducción del capital simbólico, una
construcción social, definida y monopolizada por los
hombres (especialmente blancos de clase media), y un "circuito
reservado de saber" del cual pretende excluirse a las mujeres
utilizando diferentes estrategias, ya sea mediante la
justificación de su inferioridad intelectual argumentando
diferencias biológicas, ya sea mediante la
exaltación de sus capacidades maternales
"naturales".

A través de los aportes de las teóricas de
género buscamos exponer como la construcción de la
subjetividad esta estrechamente ligada a los recursos y
representaciones socialmente disponibles, las cuales
están, a su vez, en estrecha relación con los modos
de producción y reproducción, es decir, como a
determinados modos de producción corresponden determinados
modos de organización del aparato psíquico, y que
en nuestra cultura occidental el imaginario social esta
atravesado por la ideología patriarcal.

Los aportes de Bourdieu nos proporcionaron los elementos
para comprender como las representaciones sociales constituyen un
capital simbólico que monopolizado por los hombres se
convierten en herramientas
de dominación simbólica y se instauran como maneras
únicas y universales para relacionarse con el mundo,
creando esquemas de percepción, tanto de pensamiento como
de acción, cuya eficacia y persistencia se debe a que se
inscribe más allá de la conciencia, se inscribe en
los cuerpos bajo las formas de disposiciones, de hábitos,
a través de un trabajo de construcción
práctica. Bourdieu nos demuestra como estas
representaciones adquieren legitimidad a partir de construir una
concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras
subjetivas, las cuales responden en última instancia al
"orden natural de las cosas".

En síntesis, en este recorrido hemos tratado de
exponer que el hecho de que las mujeres tengan menos
representación en determinados ámbitos sociales no
es una consecuencia natural derivada de sus capacidades y
cualidades sino que es el resultado de unas relaciones de poder
en la cual la lógica patriarcal ha logrado imponer su
dominación. Es la lógica patriarcal la que define a
las mujeres y de esta manera prescribe sus conductas y funciones
oprimiéndola, sin embargo, el avance de las mujeres en las
conquistas de ciertos terrenos, así como los movimientos
feministas que denuncian estos sistemas de opresión y
dominación, nos demuestran que las mujeres, lejos de ser
sujetos pasivos, son activas en la construcción de sus
destinos capaces de apropiarse del discurso dominante,
cuestionarlo y aprovechar cada fisura para romper con el status
quo.

Será un largo camino el que debamos recorrer las
mujeres para romper con la visión androcéntrica de
la ciencia dado que, como dijimos anteriormente, no se trata de
un problema cuantitativo, de una cuestión que se resuelva
con una mayor representación de las mujeres en dicho
espacio, sino de una acción mucho más compleja que
implica la apropiación y decosntrucción del capital
simbólico, de los discursos patriarcales, de las
concepciones de ser hombre y ser mujer, de las concepciones de la
ciencia y el conocimiento y, a partir de allí, un profundo
cuestionamiento al orden del mundo. Será necesario que
este cuestionamiento abarque las diferentes esferas en las cuales
el capital simbólico se reproduce: la Familia, la Escuela,
el Estado, el Deporte, los Mass Medias.

Bibliografía

  • Amorós, Celia (1991): Hacia una
    crítica de la razón patriarcal, Barcelona,
    Editorial Anthopos.

  • Bourdieu, Pierre (2000) La dominación
    masculina, Barcelona, Editorial Anagrama.

  • Burin, Mabel (S/F): Estudios sobre la subjetividad
    femenina, Buenos Aires, Grupo Editor
    Latinoamericano.

  • De Beauvoir, Simone (1999): El Segundo sexo, Buenos
    Aires, Sudamericana.

  • Foucault, Michel (1996): El orden del discurso,
    Madrid, Ediciones La Piqueta.

  • Foucault, Michel (1980): Microfísica del
    Poder, Madrid, Ediciones La Piqueta.

  • Fox Keller, Evelyn (1991): Reflexiones sobre
    género y ciencia, Valencia, Artes gráficas
    Soler S.A.

  • Harding, Sandra (1987): Feminism & methodology,
    Indiana University Press.

  • Palermo, A: (2006) Teorías sobre el rol de la
    mujer en la sociedad. En: Mujeres y elecciones de carreras no
    tradicionales. El caso de la UNLU. Tesis de doctorado. F.F. y
    L. UBA.

 

 

 

 

 

Autora:

Karina Carreño

Tutora:

Alicia Palermo

Universidad Nacional de Luján

Sede San Miguel

Monografía

[1] Fox Keller, E: Reflexiones sobre
género y ciencia. Ediciones Alfons El Magnanim. España.
1991, pág 51

[2] Fox Keller, E: Op. Cit, pág 52

[3] Foucault, M: El orden del discurso. Ed.
La Piqueta. España. 1996

[4] Palermo, A: Tesis de
Doctorado. Mujeres y elecciones no tradicionales: El caso de la
Universidad
Nacional e Luján. Cap. 3

[5] Palermo, A: Op. Cit,

[6] Foucault, M: Op. Cit. Pág. 15

[7] Burin, Mabel: Estudios sobre la
subjetividad femenina. Grupo Editor
Latinoamericano, Buenos
Aires.

[8] Burin, M: Op. Cit. Pág. 50

[9] Simone de Beauvoir: El Segundo sexo. Ed.
Sudamericana S.A. Buenos Aires. 2007

[10] Simone de Beauvoir: Op. Cit. Pág.
221

[11] Burin, M: Op. Cit. Pág. 51

[12] Foucault, M: Citado en Burin, M, Op.
Cit. Pág. 175

[13] Horst kusnitsky: Citado en Burin, M, Op.
Cit. Pág. 176

[14] Foucault, M: Microfísica del
Poder. Ediciones La Piqueta. Madrid.
1980.

[15] Amorós, Celia: Hacia una
crítica de la razón patriarcal. Ed. Anthropos.
Promat, S. Coop. Ltda… Barcelona. 1991

[16] Amorós, Celia: Op.Cit.

[17] Amorós, Celia: Op. Cit.
Pág. 81.

[18] Rosolato, G: Citado en Amorós, C.
Op. Cit

[19] Amorós, C: Op. Cit. Pág.
35.

[20] Bourdieu, P: La dominación
masculina. Ed. Anagrama. Barcelona. 2000

[21] Bourdieu, P: Op. Cit. Pág.
49.

[22] Bourdieu, P: Op. Cit. Pág.
74.

[23] Bourdieu, P: Op. Cit. Pág74.

[24] Amorós, C: Op. Cit. Pág.
188.

[25] Harding, S: Ciencia y feminismo.
Ediciones Morata. Madrid. 1996.

[26] Ibid. Pág. 31.

[27] Bourdieu, P: Op. Cit. Pág. 12

[28] Ibíd. Pág. 37.

[29] Ibíd. Pág 21.

[30] Ibíd. Pág.24.

[31] Ibíd. Pág. 59.

[32] Ibíd. Pág. 77.

[33] Fox Keller, E: op. Cit. Pág.
15.

[34] Bourdieu, P: Op. Cit. Pág.
118.

Partes: 1, 2
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