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La civilización mediática: metáfora narcisista de los espejos múltiples (página 2)



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Es por ello que se hace necesario un debate
público fuerte sobre esta nueva realidad
sociológica que impregna hasta los "tuétanos" de la
sociedad
contemporánea. Esto es la manera como la sociedad
Neo-moderna- global, diseña y programa sus
estructuras,
sus formas de dominación y mantenimiento
de la hegemonía. No es un accidente, ni una
perversión; es toda una racionalidad, una lógica
estructural propia del tipo de sociedad en la cual vivimos.
Mercado, consumo -como
el ritual proveedor de sentido por excelencia en la vida
cotidiana- , capitalismo de
consumo (en vez de capitalismo productivo); en fin, esas son las
categorías fundamentales del modo de vida
predominante.

Hoy, toda la sociedad es un proceso
mediático que hace descansar en la imagen, en la
retórica de las imágenes,
la estrategia para
diseñar la manera como se relaciona la gente con el Otro,
con el mundo y consigo mismo. Los modos de construir y
reconstruir sentido y por tanto, subjetividad, de construir y
reconstruir imaginarios y por tanto realidad, las relaciones con
el cuerpo.

Es por ello que el cierre de medios de
comunicación específicos no va a dar el traste
con una racionalidad que está mas allá de un
individuo, un
grupo, e
incluso una clase social.
Esta lógica es sistémica, estructural y su registro no se
agota en los límites de
un medio de comunicación particular; ella anida en el
ADN, en el
Genoma de la civilización capitalista-neo-moderna global y
desde ahí se capilariza (distribuye) a todo el cuerpo y
tejidos
sociales. Todo un Inconsciente societario, colectivo e
individual, está cifrado en términos del lenguaje
mediático; gustos, sensorialidad, percepciones, pulsiones,
etc., giran alrededor del gran "principio de realidad" que
constituye un modo de producción de objetos materiales,
pero sobre todo de significantes. Un modo de producción de
ilusiones y de fantasías objetivadas, subsidiarias del
orden del mercado-consumo, constituye la gramática de producción y
reconocimiento de sentido que gobierna la estructuración
del inconsciente y la subjetividad en general.

Alain, Touraine: un nuevo paradigma.

Subjetividad y universalización de los
derechos.
Entrevista con
Alain Touraine*Ariel Ruiz MondragónLos amplios y profundos
cambios que han experimentado el mundo y las sociedades en
las más recientes décadas han conducido a tener que
producir nuevas formas de entender y explicar sus
fenómenos, ya que antiguas teorías, categoría y concepciones
han terminado por resultar, por decir lo menos, insuficientes.
Una de las concepciones para observar y analizar la sociedad
actual ha sido la cultural, que ha sido expuesta por el
sociólogo francés Alain Touraine en varios textos,
en especial en su libro Un
nuevo paradigma
(Barcelona, Paidós, 2005), en el que
realiza una reivindicación del individualismo como
vía para poder remontar
las graves desigualdades e injusticias del presente. Sobre
algunas de las ideas que en aquel volumen se
expresan sostuvimos una conversación con el autor: las
anteriores concepciones con las que se pensó anteriormente
a la sociedad y sus vinculaciones, los cambios que hacen
necesario un nuevo paradigma, su propuesta de individualismo, los
movimientos sociales y el papel de la escuela en la
formación del sujeto actor social. Touraine es uno de los
sociólogos más destacados de nuestra época:
realizó estudios en L"Ècole Normale Superiore de
París, y en las universidades de Columbia, Chicago y
Harvard. Fue fundador del Laboratorio de
Sociología Industrial, que después
se convirtió en el Centro de Estudios de los Movimientos
Sociales. Fue director de L"Ecole Pratique des Hautes Etudes, y
es autor de cuando menos 15 libros. Ariel
Ruiz (AR): Usted plantea que hemos llegado a una
concepción de la sociedad que no es ya social, por lo que
propone un nuevo paradigma cultural. ¿En qué se
distingue éste de los anteriores paradigmas
acerca de la sociedad, especialmente el religioso, el
político y el social? Alain Touraine (AT): Tenemos una
tendencia normal a considerar que siempre se ha pensado en
términos sociales de la sociedad, lo que es totalmente
falso. Incluso, por ejemplo, los movimientos de liberación
nacional de las colonias españolas o de las colonias
inglesas fueron movimientos políticos. Los filósofos políticos, desde Maquiavelo
—quien es el gran fundador— y después Hobbes y
Rousseau,
hablaron de la sociedad en términos políticos. La
visión socioeconómica empezó realmente a
mediados del siglo XIX, casi en el mismo momento en que en
Francia y en
Inglaterra el
problema era cómo pasar de lo político a lo social.
En el caso inglés
fue un movimiento que
se llamó cartismo, que era un movimiento político y
que se transformó en un movimiento obrero.

En Francia la cosa fue más
dramática: en febrero de 1848 hubo una revolución, es decir, una cuestión
política;
cuatro meses después, en junio, los obreros, los que no
tenían trabajo y a
los que el Estado les
pagaba algo, ya no tuvieron ese pago y hubo una
sublevación, formaron barricadas y el ejército
atacó; hubo miles de muertos. Entonces, en cuatro meses se
pasó de una visión política a una
visión social de la sociedad. Creo que eso podría
ser dicho también de otras partes del mundo.Entonces,
primero aceptemos la idea de que el mundo en el cual hemos vivido
en los dos últimos siglos no es la situación normal
o el fin de la historia —como
decía alguien—. El tema no es fácil, porque
es el de pasar de movimientos sociales a los que llamo
movimientos culturales, o a la sociedad que se piensa toda en
términos culturales. La razón es la siguiente (y es
algo que está pasando ahora): durante los dos siglos de
sociedad industrial, el tema principal es el de los obreros,
más y más numerosos, y el de los propietarios, los
patrones. Si usted considera la vida de los europeos en el siglo
XIX, en la vida de un hombre no
cambió casi nada, hasta que al final de esa centuria se
empezó a fabricar de manera industrial. Empezó una
transformación cultural en esa época, cuando la
política estaba orientada básicamente a favor o no
de los trabajadores. ¿Qué pasó, primero en
Estados
Unidos, después en Europa y en otros
países? Que, al lado de la producción en masa, se
desarrolló un consumo en masa, un sistema de
comunicaciones
en masa, la creación de imágenes a través de
los media, etcétera. Entonces un obrero del siglo XIX se
sintió amenazado.

Ahora estamos en un mundo globalizado,
movilizado, en el que yo, individuo, me siento perdido, me atacan
por todos lados: pierdo mi identidad, soy
no una experiencia global, sino una serie de imágenes de
mí mismo, de incidentes. El problema es que soy solamente
en el momento actual, hablando y escuchando un programa de
televisión, y no hay ninguna
relación entre los dos: soy diez personas, entonces no soy
ninguna cosa. El tema que tenemos en todas partes es que estamos
perdiendo la unidad en nuestra diferencia, y entonces estamos
todavía tratando de mantener derechos cívicos,
civiles y sociales, pero también debemos tener derechos
culturales, religiosos, lingüísticos, alimenticios.
Lo que pasa es que no tenemos una personalidad,
si acaso una parte de nuestra experiencia determinada, definida
en términos de luchas sociales; no tenemos aspectos
sólidos —la familia, la
tradición, los alimentos,
etcétera. No, estamos transformados en todas partes, no
hay un núcleo central, no hay alma, ni Dios,
por supuesto. ¿Qué podemos hacer?

Hay un cambio
fundamental, en mi opinión, que se ve —porque no
estoy tratando de hacer una teoría,
sino tratando de definir lo que está pasando—: el
individuo trata de tomar conciencia de
tener el derecho de ser un individuo, y cuando el individuo habla
de sí mismo, un individuo con derecho de ser individuo,
estamos hablando de la definición del sujeto. Como
individuo, sí estoy atacado por todas partes, pero voy a
defender mi derecho de tipo universal —porque obviamente le
debo reconocer el mismo derecho a cada individuo—; contra
la
globalización hay algo superior, que es la
universalización de los derechos. Es entonces cuando el
sujeto, esencialmente, se define como un ser que tiene derecho a
tener derechos —aquí retomo la fórmula de
Hannah Arendt. Cultural significa relacionar todo con mi
experiencia global y con los mismos peligros de antes
—la
organización de los ciudadanos puede terminarse en el
Terror francés; el movimiento obrero puede terminar en el
leninismo. Entonces, los derechos culturales pueden transformarse
en un comunitarismo agresivo, de un tipo de limpieza
étnica donde no hay minorías, lo que creo es un
totalitarismo nuevo. AR: ¿Qué tipo de
acontecimientos o procesos
pueden mostrarnos con claridad este cambio cultural? AT: hay que
ver los años sesenta en América
y en Francia, básicamente. En París se hablaba
mucho de sexo, de la
juventud, y
todo eso es básicamente cultural. La dificultad, en los
casos francés y americano del 68, es que esta motivación, este movimiento, esta
preocupación fundamental no tiene vocabulario, no tiene
partido, no tiene expresión política, y utiliza el
vocabulario que existía antes: el discurso
marxista o el anarquista. Fue vino nuevo en botellas antiguas. A
pesar de desaparecer rápidamente, ese movimiento
más cultural, tipo Nanterre, en La Sorbona, ha tenido
efectos en casi todos los aspectos de la vida francesa, salvo en
la universidad, que
se quedó al margen.

Si vemos hoy el programa del Parlamente en
Francia, primero se prepara el presupuesto,
transforma decisiones europeas en leyes francesas,
y el resto del tiempo se
habla de homosexuales, de las minorías, de cómo dar
más autonomía a las culturas pero manteniendo una
ciudadanía para todos, etcétera. Yo
diría que mientras en la sociedad industrial el problema
central es el de obrero-empresario, el
problema de nuestra sociedad es mayoría-minoría.
AR: Usted también realiza una reivindicación del
individualismo, término que no agrada a muchos.AT: Yo
utilizo mucho la palabra individualismo, pero ¡por favor!,
hay que evitar un malentendido: individualista no significa "yo
me quedo aquí en mi sillón, viendo la
televisión, y que todos vayan al diablo". No, es
absolutamente lo contrario. Hoy los movimientos humanitarios dan
cuenta de que hay cientos de miles, millones de gentes que son
abandonadas por ser de tal etnia o de tal
región, y la vieja idea de los derechos humanos
—que había sido abandonada en el siglo XIX porque
eran "derechos burgueses"— ha vuelto: todo mundo habla de
derechos individuales, pero universales.

El gran debate hoy es: ¿usted cree que hay
que mantener esta idea de que hay un aspecto universal?
Allí está el multiculturalismo. Los ingleses, que tal vez
fueron los más multiculturalistas, cuando alguien de una
de las otras culturas lanzó bombas en el
metro de Londres, lo pensaron mejor. Creo que el problema es
bastante sencillo, hay dos ideas que tienen que ser totalmente
reformuladas: la primera es que la modernidad, la
razón, el universalismo pertenecen a un país o a un
conjunto de países: nosotros, americanos, franceses, somos
lo universal; ustedes, los particularistas, vengan, los vamos a
educar y mientras tanto vamos a tener que gobernar su casa. La
otra es la visión insoportable del multiculturalismo
total: si tú eres swahili y yo noruego, no podemos
conversar, porque lo evidente es que tú me vas a matar. Yo
diría, de manera más global, que cualquier actitud,
cualquier teoría que aumente la polarización es
completamente contradictoria con la tendencia actual, en la que
el problema es que podemos combinar la unidad de la
ciudadanía con la pluralidad de las culturas. Eso
solamente es posible si estamos lo menos polarizados, lo menos
opuestos los unos a los otros. Eso señala la enorme
importancia del tema de la
comunicación con el otro. AR: ¿El enfoque
cultural de la sociedad contradice las anteriores visiones de la
sociedad?, ¿es más igualitarista?AT: La idea es que
hay un enfoque cultural de ver a la vida social, como hubo una
época con un enfoque socioeconómico y uno
político. Pero eso mantiene la base general.

Estos paradigmas no son opuestos los unos a los
otros totalmente, porque siempre el poder político, el
poder económico, el poder cultural tienen muchas
vinculaciones entre ellos. Esa es la idea. Agrego una cosa, pero
que no es al mismo nivel: hay una resistencia
grande que todos hemos visto desde hace 50 o 70 años:
grandes movimientos feministas que eliminaron, hasta cierto
punto, las desigualdades, la falta de derechos de la
mujer, con la idea de igualdad.
¿Hay más igualdad? No estoy tan convencido, porque
las grandes desigualdades se mantienen y a veces aumenta la gente
excluida, la gente marginada, que son extranjeros y migrantes.
Pero, sin embargo, lo que yo pienso, porque he visto los grandes
progresos de la igualdad, es que ha pasado una cosa distinta: las
mujeres no han tenido derecho a la subjetividad. Una mujer musulmana,
que me contaba su historia de vida —que era muy
dramática— finalmente dijo a sus compañeras:
"Miren, me doy cuenta de que hoy, ahora, por primera vez en mi
vida, he dicho yo". Eso significa que el individualismo es la
manera de encontrar la subjetividad dentro del individuo.
Entonces hay un afán de crear una cultura no de
mujeres, sino una cultura en la que haya ese derecho a la
subjetividad, y las mujeres precisamente imaginan —en el
sentido que da Castoriadis a la palabra— una sociedad que
se define por su voluntad de reintegrar los elementos que fueron
polarizados por los cinco siglos de dominación masculina.
Eso me parece fundamental, porque a nivel educativo, a nivel de
las ideas morales, el gran tema es cómo se puede construir
una sociedad que sea capaz de unir y no separar, integrar y no
desintegrar. Y las mujeres con las cuales trabajé, me
dijeron una cosa fundamental: para nosotras no es escoger entre
vida privada y vida pública, sino combinar vida personal y vida
pública. Esta división de la reintegración
ha tenido, en mi opinión, progresos importantes, y en
lugar de que las mujeres intenten acercarse a los hombres, son
los hombres quienes intentan —con dificultades pero no con
hostilidad— acercarse a las mujeres.

Por eso digo que no hay un movimiento hacia la
igualdad: hubo una sociedad de hombres, pero ahora —lo
siento mucho— es una sociedad de mujeres, pero no
necesariamente antimasculina —lo que sería
ridículo. Yo escribí un libro sobre la mujer,
precisamente, donde decía que esta tendencia que yo
había estudiado a nivel global, de este modelo
cultural más que un paradigma puramente social, se expresa
en términos de agentes sociales, más en mujeres que
en hombres. En mi opinión, hace 50 años se
decía la mujer es una víctima, hay que protegerla
—lo que es absolutamente cierto—, pero hay que decir
que las mujeres están haciendo más por ello. Eso es
solamente una parte, pero que tiene una enorme importancia. AR:
Además de las mujeres, ¿qué otras
categorías sociales son importantes? AT: Es un problema
del mismo tipo el de los jóvenes, de los pobres, de los
muy pobres, de los viejos, de los muy viejos. Creo y espero que
la categoría de edad desaparezca; es un tema muy
importante en términos de política social, pero es
una forma de segregación. Yo creo que estas
categorías de sexo o género, de
origen social, etcétera, tienen que perder terreno frente
a la capacidad del individuo de autotransformarse en sujeto. AR:
Actualmente se conmemoran los cuarenta años del 68 tanto
en Francia como en México. En
ese sentido, usted es el autor clásico de los movimientos
sociales. ¿Cómo observa hoy, a grandes rasgos, los
movimientos sociales? AT: Cuando he dicho "no hay más
movimientos sociales" es porque éstos fueron movimientos
sociopolíticos, socioeconómicos y
socioculturales.

Lo que pienso es que uno no puede considerar hoy
día el movimiento obrero como el movimiento de base, como
lo fue durante tantos años, como lo fue en la sociedad
industrial, cuando aquel movimiento era central. Pero hoy no es
así, especialmente en México, donde yo creo que hay
muy poco entusiasmo para un sindicalismo
manipulado por el Estado.
Entonces hay que hablar más de movimientos culturales. AR:
En el libro hay algunas anotaciones sobre la escuela.
¿Qué cambios debe haber en ella para formar al
sujeto actor social y sujeto personal que usted señala?
AT: La escuela y también la familia. Son
problemas
inmensos. Hay que pasar de una escuela que transforma al joven en
un ciudadano, la escuela de la socialización, a una escuela que intenta
formar jóvenes que sean capaces de acción
autónoma. Eso significa no solamente libertad, sino
interiorizar la autoridad. Lo
que es difícil en los sistemas
educativos en general es que están orientados hacia la
sociedad; su función
social no les da la capacidad de ayudar al joven a construirse a
través de su religión, de su
comportamiento
sexual, de su idioma, etcétera. Aquí es donde vemos
que el viejo sistema se va para abajo, y que hay muchos
jóvenes que están perdidos. Eso es un problema.
La
educación tiene que ser pensada de nuevo.

Hay algunos casos en los que lo ha sido, por
supuesto, pero los resultados son muy inciertos. Una cosa que
para mí es muy frustrante: en muchos países es
absolutamente cómodo encontrar métodos de
anticoncepción. Se explica a los jóvenes en las
escuelas, se ha creado la píldora del día
después, todo es fácil, y si se tiene un
mínimo de confianza no hay error; pero sí los hay,
y muchos, los que no disminuyen, lo que significa que pasar de la
libertad al control de
sí mismo no es tan fácil. La gran cosa que hemos
aprendido en términos de educación, realmente
descubierta por la sociología, es que el tipo de
comunicación entre maestros y alumnos crea más o
menos desigualdad, pero tiene efectos más grandes que el
origen social; por ejemplo, si hay un maestro de historia o
química
con el que hay una relación directa, los resultados van a
ser muy malos; pero si los profesores dicen "somos un grupo que
se tiene que comunicar con otro grupo, y nos tenemos que
comunicar entre nosotros para que ayudemos a la construcción uno por uno de los
estudiantes", los resultados cambian enormemente. Estoy hablando
de los estudios que se hicieron en escuelas públicas, en
una región de Burdeos bastante homogénea. Eso
indica que las diferencias entre métodos de
comunicación tienen más efectos que esta idea
objetivizante de si usted nace rico o pobre.

 

 

 

Autor:

Francisco Rodríguez

franciscorodriguez50[arroba]cantv.net

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