¿Abogado… demasiado abogado? (Ensayo sobre ética profesional)
"Lo que quieres, quiérelo de tal manera que
quieras también el eterno retorno. ´Si en todo lo
que quieres hacer, empiezas por preguntarte: ¿estoy
seguro de que
quiero hacerlo un número infinito de veces?, esto
será para ti el centro de gravedad más
sólido.´"
Deleuze, G., Nietzsche y la filosofía,
pág. 99. Texto de
Nietzsche, VP,
IV, 242.
A Faride…
Partiendo de la distinción propuesta por el
filósofo español
Gustavo Bueno entre «ética» y «moral»,
concebimos la primera referida al individuo en
tanto que individuo, mientras que la segunda tendría como
referencia al individuo en tanto que miembro de un cuerpo social,
esto es, en tanto que ciudadano. Podemos afirmar que la materia de
ética y responsabilidad profesional del abogado, tiene
connotaciones éticas y morales a un
tiempo[1]
En principio, la ética es nuestro proceder
político (como ejercicio de libertad) que
tiende en inicio a la supervivencia, luego a vivir bien, a pensar
bien, a obrar bien; en un primer momento por y para nosotros
mismos, y luego por y para con los demás. Por eso algunos
afirman que primero fue la ética y después la
moral.[2]
De tal forma que como se desarrolla una ética por
alguna persona o
personas en el tiempo y en el
espacio (y esta cumple satisfactoriamente con sus connotaciones
de supervivencia y vida exitosa), esta va a ser socialmente
aceptada por el grupo social
deviniendo en moral. Produciéndose así el
fenómeno conocido como "autopoiesis de la
ética".[3]
Se suele hablar de la "crisis",
"ausencia" o "decadencia" de la ética
profesional. Sin embargo creemos que siempre ha permanecido
en tal fase al haber estado en
"crisis" el discurso
ético y/o moral en general, sus fundamentos e
instituciones[4]y haber devenido más bien
en una "moral profesional o corporativa". Que ya no garantiza la
supervivencia ni la vida exitosa del gremio.
No garantiza, por que las circunstancias que hicieron
que deviniera en "moral profesional o corporativa", han cambiado
con la crisis de la modernidad, de
los paradigmas, de
las ideologías. Pues han surgido (mejor dicho han
resurgido, haciendo mención a la idea del "eterno retorno"
propugnada por Nietzsche) formas de pensar distintas planteadas
desde antes por Epicuro, Demócrito, Heráclito, Parménides, Marco
Aurelio, y cercanamente por Spinoza, Descartes,
Nietzsche, Heidegger,
Foucault,
Deleuze, Russell (entre otros). Que ofrecen una
cosmovisión alternativa a la ofrecida por la
tradición occidental representada por Platón,
Aristóteles, Santo Tomás, San
Agustín, Kant y
otros.
Formas de pensar que plantean (entre otras) que la
ética se realiza en relación a la
política[5]y sobre toda a la vida cotidiana
(lebenswelt)[6]. Que también se produce por
el diálogo,
el consenso, el respeto a la
diversidad, la tolerancia de la
interculturalidad (ética mínima, ética
civil, ética aplicada o ética discursiva), de la
cual Adela Cortina es su propulsora más
conocida.[7]
El proceso de la
génesis o genealogía de la "moral profesional o
corporativa" (generado dentro de la tradición occidental)
que dejo de lado la política y la vida
cotidiana; ha nacido y vivido en perpetua crisis. Y sus engendros
(los abogados y demás profesionales) son el producto
inocente de esta ordalía.
Afirmamos esto porque en las facultades de Derecho se
les enseña sobre todo a ser buenos aplicadores de la norma
jurídica, pero no del Derecho (que implica la
política y la vida); o sea se los priva de su
dimensión humana (y no solo en el sentido de solidaridad o
emoción social), sino que olvidan ser personas y se
vuelven … "demasiado abogados". Se involucran
tanto en su rol de abogados que esto finalmente castra su
potencial valorativo, su capacidad de emitir juicios de valor, de
diferenciar lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto; en
otras palabras adormece su conciencia, y los
hace presas fáciles de la corrupción (por citar algunos ejemplos: el
irregular "flujo y reflujo" entre la práctica privada y el
ejercicio público de un cargo, la "reuniones informales"
con jueces que son sus "conocidos", la estafa a clientes, el
abuso del "capital
simbólico" o prestigio para canalizar los procesos
judiciales a su favor, los abogados de oficio pidiendo dinero a sus
clientes designados) tanto como abogado litigante, fiscal,
magistrado, funcionario público; con efectos que atentan
sobre la legalidad,
trasparencia, justicia y
equidad de sus
decisiones. En otras palabras hace que no tomen conciencia de su
responsabilidad ética.[8]
Pero también tiene consecuencias personales en el
mismo individuo, pues al ser tan … "abogado", tan
absorto en su rol[9]olvida ser persona, no sabe
que más ser cuando termina su desempeño profesional. Acaba por ser
esclavo de las apariencias,
un abusador de la formalidad en el obrar y en el vestir, lo cual
peca de ridiculez[10](sobre todo en las relaciones
personales). Con el consiguiente descalabro emocional que luego
se manifiesta en su ética
profesional.[11]
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