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Calidad de vida y objetivos del milenio de la ONU (página 2)



Partes: 1, 2

En consecuencia son innumerables los temas que pueden
encontrase para relacionar el tema forestal con los Objetivos del
Milenio. Es así como, el Derecho
Ambiental y mas concretamente el Forestal no ha permanecido
ajeno a la observancia de las mencionadas metas, por el
contrario, ha venido coadyuvando para que estas sean una realidad
tangible

Cuadro 1. Los ocho objetivos de la Declaración
del Milenio

  • 4. Reducir la mortalidad
    infantil

  • 5. Incrementar la salud
    maternal

  • 7. Asegurar la sostenibilidad
    medioambiental

  • 8. Forjar la colaboración
    mundial para el desarrollo

Según un estudio reciente de la Comisión
Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL)[4] sólo 7,
de los 18 países de América
Latina analizados, podrían llegar a alcanzar la meta de
reducción de la pobreza a la
mitad en el año 2015. Estos países serían
Argentina, Chile, Colombia,
Honduras, Panamá,
la República
Dominicana y Uruguay. En
otros seis países la pobreza extrema
seguiría disminuyendo, pero ésta no se
reduciría a la mitad (Brasil, Costa Rica,
El Salvador,
Guatemala,
México y
Nicaragua). Por último, en los cinco países
restantes (Bolivia,
Ecuador,
Paraguay,
Perú y Venezuela) los
niveles de pobreza extrema se elevarían. En el año
2003 tan sólo ha habido un país (Chile) que ya ha
alcanzado la meta de reducir a la mitad el número de
personas pobres. En definitiva, las conclusiones del informe son
preocupantes y suscitan muchas inquietudes acerca del
cumplimiento de las metas de la Declaración del Milenio,
poniendo en evidencia que los elevados índices de
desigualdad de la región latinoamericana son un
obstáculo para el logro de un crecimiento más
dinámico y, por ende, para la reducción de la
pobreza.

La pobreza en
América Latina

2.1. La pobreza como falta de ingresos

La pobreza es un fenómeno muy complejo y que
tiene muchas dimensiones, pues no sólo afecta a la
reducción del bienestar individual o colectivo, medido a
través de la privación para comprar bienes o
servicios,
sino que incide en la capacidad de las personas para satisfacer
sus necesidades más básicas, tales como el acceso a
la vivienda, la salud, la educación, al
agua potable,
la electricidad y un
largo etcétera. Es por ello que existen diferentes modos
de definir y de medir la pobreza de un país o de una
región.

Uno de los métodos
más utilizados para medir la pobreza es calcular los
ingresos que
tienen las familias y ver si con ellos son capaces de acceder al
consumo de una
cesta de bienes y servicios de carácter primario, necesarios para
satisfacer sus necesidades más elementales. Teniendo en
cuenta este enfoque, y de acuerdo con los datos más
recientes (CEPAL), la región latinoamericana
experimentó a lo largo de los años noventa, una
reducción de la pobreza de aproximadamente el 10 por
ciento. Sin embargo, el reverso económico y las crisis que han
azotado a algunos países de la región en los
últimos cinco años (sobre todo a partir de 1997)
han invertido, al menos en parte, las ganancias logradas en los
años noventa.

Se puede decir, por tanto, que el proceso de
reducción de la pobreza se encuentra prácticamente
estancado en la región desde el año 1997. Por poner
un ejemplo, la pobreza en América Latina pasó del
42,5% de la población total en el año 2000 al
44"2% en el año 2003, lo que equivale a decir que hoy en
día hay nada menos que 224 millones de personas que viven
en América Latina y el Caribe con menos de dos
dólares al día (umbral de pobreza). De
éstas, unos 98 millones de personas (19,4% de la
población) se encuentran en situación de pobreza
extrema o indigencia, es decir, viven con menos de un
dólar al día (gráfico 1).

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Gráfico 1. Evolución de la pobreza y la pobreza
extrema en América Latina y el Caribe 1980-2004
(porcentaje de la población total)

Fuente: CEPAL, Panorama Social de América
Latina 2003-2004.

Uno de los casos más significativos en cuanto al
drástico aumento de la pobreza es el de Argentina donde, y
debido a la crisis económica que afectó al
país, el número de personas pobres
prácticamente se duplicó desde el año 2000
hasta el año 2003, a la vez que los niveles de indigencia
(o pobreza extrema) se multiplicaron por cuatro. La pobreza
también creció en los últimos años en
países como Bolivia, Uruguay o Colombia (especialmente la
pobreza extrema). Además, el número de personas
pobres también aumentó en los últimos
años en Ecuador, Guatemala, Honduras, México o
República Dominicana.

Pero el número absoluto de pobres aumentó
no sólo por el efecto de las crisis económicas de
los últimos años sino que hay que tener en cuenta
que el aumento de la población ha sido más
importante que el aumento de la producción de la región, lo que en
términos económicos significa una pérdida de
riqueza per cápita para el conjunto de la
región[5]Además, el descenso de las
tasas de fecundidad en América Latina se ha dado con mayor
intensidad en los grupos
socioeconómicos más favorecidos, lo cual ha
incrementado la brecha socioeconómica entre grupos
sociales.

De todas formas, y pese a que la situación
económica de los últimos años ha anulado una
parte importante de la superación de la pobreza que se
consiguió hasta el año 1997, el balance de la
última década sigue siendo positivo. Así, la
situación de la incidencia de la pobreza es notablemente
mejor en el año 2004 que en 1990 en el conjunto de la
región (ver gráfico 1). Eso sí, hay que
hacer notar que todavía no se ha alcanzado el nivel de
pobreza de hace dos décadas, que era ligeramente inferior
en el año 1980 que en la actualidad.

Aún así, sería necesario que los
países incrementaran sus tasas de crecimiento
económico para conseguir un avance significativo en el
logro de los objetivos de la Declaración del Milenio.
Concretamente, se estima que el PIB per
cápita de la región debería crecer nada
menos que un 2.8% de media al año, durante el
período 2004-2015, para reducir la pobreza a los niveles
objetivo. Pero
la situación es aún más complicada para los
países donde la indigencia o pobreza extrema es elevada
(Honduras, Nicaragua, Bolivia o Paraguay) ya que tendrían
que crecer más de un 3,8% al año para reducir su
pobreza a la mitad[6]

Cuadro 2. Tasas de pobreza en América Latina
(18 países). Año 2002

Porcentajes de la población
total

Línea de pobreza

Línea de indigencia

Argentina

41,5

18,6

Bolivia

62,4

37,1

Brasila

37,5

13,2

Chile

20,6

5,7

Colombia

50,6

23,7

Costa Rica

20,3

8,2

Ecuador

49,0

19,4

El Salvadora

48,9

22,1

Guatemala

59,9

30,3

Honduras

77,3

54,4

México

39,4

12,6

Nicaraguaa

69,4

42,4

Panamá

25,3

8,9

Paraguaya

61,0

33,2

Perúa

54,8

24,4

República Dominicana

44,9

20,3

Uruguay

15,4

2,5

Venezuela

48,6

22,2

América Latina

44,0

19,4

Fuente: CEPAL, Panorama Social de América
Latina 2002-2003 a Los datos corresponden al año
2001

Un análisis más pormenorizado de las
tasas de pobreza y de indigencia en la región
latinoamericana revelan que existen grandes diferencias entre
países. Las tasas de pobreza y de pobreza extrema
más altas se dan en Honduras, Nicaragua, Bolivia,
Paraguay, Guatemala y Perú, mientras que las más
bajas se dan en Uruguay, Costa Rica, Chile y Panamá
(cuadro 2).

2.2. La pobreza como insatisfacción de las
necesidades básicas

Como hemos dicho, la pobreza es un fenómeno muy
complejo, que abarca a distintas facetas relacionadas con el
bienestar individual y colectivo. Además de medir la
pobreza a través de la capacidad de compra, como hicimos
en el apartado precedente, se pueden evaluar las condiciones de
vida de las personas a través de indicadores
que reflejan su satisfacción de las necesidades
básicas, como por ejemplo el acceso a la sanidad, la
educación,
la vivienda, el agua
potable, la alimentación, la electricidad, o las tasas
de mortalidad infantil, esperanza de vida al nacer, desnutrición, analfabetismo,
entre otras. Con ello, tendremos diferentes indicadores para cada
manifestación de la pobreza, de manera que podremos
ofrecer un panorama más extenso de este fenómeno en
América Latina.

Generalmente, la satisfacción de las necesidades
básicas será menor a medida que la pobreza del
país (medida a través del ingreso) es mayor.
Así, en países como Bolivia, Nicaragua y Honduras,
donde la pobreza extrema es alta, más del 50% de las
familias pobres no tienen acceso a este tipo de servicios
básicos. Igualmente, los países con menores niveles
de pobreza (Uruguay, Chile o Costa Rica) tienen un mayor acceso a
los servicios sociales.

De todas formas, aunque hemos visto en el apartado
precedente que el proceso de superación de la pobreza se
ha visto estancado en los últimos años, el hecho es
que algunos indicadores de bienestar han mejorado. Así por
ejemplo, y según datos de la CEPAL[7](ver
cuadro 3), la esperanza de vida al nacer se ha incrementado
más de un año desde 1990 (llegando a los 70
años en media), la tasa de mortalidad al nacer ha
disminuido un 5% (no alcanzando el 66 por mil en los peores casos
–Bolivia y Haití-), la tasa de mortalidad infantil
también ha disminuido entre un 8% (Ecuador) y un 25%
(Cuba) y han
caído las tasas de desnutrición, aunque hay
países como Haití donde esta tasa todavía es
del 50% de la población total. También han mejorado
las tasas de analfabetismo en todos los países, así
como el acceso al agua potable
(con la excepción de Haití) y a la salud
básica.

Cuadro 3. Evolución de algunos
indicadores sociales de desarrollo
(1990-2000 (ver al final)

Por otra parte el análisis de la situación
social revela grandes diferencias en el acceso a los servicios
sociales por sexo, edad o
lugares de residencia. Por ejemplo, de los datos de la CEPAL se
desprende que la mayor parte de los pobres de América
Latina viven en áreas rurales (62% de la población
rural), siendo la pobreza extrema también más alta
en el campo que en la ciudad (38% frente a 13,5%). Por otra
parte, la pobreza afecta en mayor medida a los niños
(entre 0 y 17 años) que a los adultos. Así,
alrededor del 44% de todos los niños latinoamericanos son
pobres, en comparación con el 28,6% de los adultos. Las
causas del elevado número de niños pobres tienen
que ver las mayores tasas de fertilidad de las familias en las
que viven, combinadas con los bajos niveles de educación y
menores oportunidades de los padres, especialmente de las
mujeres. La educación (también llamada "capital humano")
es un factor clave que nos puede ofrecer algunas pistas sobre las
causas de la pobreza: en muchos países de la
región, los adultos que viven en familias pobres no han
terminado la educación primaria y en muchos casos no
llegan a tener tres años de estudios.

La pobreza también afecta en mayor medida a las
mujeres que a los hombres, sobre todo en las ciudades (el 30,4%
de las mujeres urbanas son pobres, frente al 25% de los hombres).
Por último, habría que destacar que la pobreza en
América Latina y el Caribe tiene un componente racial o
étnico importante. Así, en países como
Bolivia, Brasil, Guatemala o Perú, la pobreza es dos veces
mayor entre los indígenas o descendientes de africanos que
en el resto de la población[8]Todos estos
datos vienen a demostrar que a pesar de que la calidad de
vida de los más desfavorecidos ha mejorado
significativamente en los últimos años, aún
hay un largo camino por recorrer, no sólo en la mejora de
los indicadores sociales, sino en la corrección de las
disparidades que aún existen entre los diferentes
colectivos sociales.

La desigualdad y
la
exclusión social en América
Latina

América Latina es la región más
desigual del mundo. A pesar del crecimiento del PIB per
cápita en la región, la inequidad en la distribución del ingreso sigue siendo una
característica significativa de prácticamente todos
los países, y esto hace que haya sido reconocida como la
zona más rezagada del planeta en términos
redistributivos.

Hay muchos factores estructurales que podrían
explicar la alta desigualdad en América Latina, todos
ellos interrelacionados. Entre los más significativos
cabría destacar el subdesarrollo
agrícola y las grandes diferencias entre ricos y pobres en
el acceso a la propiedad de
la tierra.
Además hay una alta proporción de la
población que trabaja en el campo y que dependen de los
ingresos por la venta de los
productos
agrícolas, cuyos precios han
experimentado una tendencia bajista, además de estar
sometidos a los continuos vaivenes de los mercados
internacionales. También habría que mencionar el
papel que juega la escasa educación de la fuerza
laboral y su
impacto negativo en el nivel de ingresos de las familias. Por
último el papel que han tenido las estructuras
corporativas y oligopolios en la apropiación de gran parte
de la riqueza ha sido un importante factor que ha influido en el
incremento de la inequidad.

Los ingresos totales de América Latina
están enormemente concentrados en las capas más
ricas de la población, mientras que las capas más
pobres reciben una mínima parte de la riqueza. Más
concretamente, el 40% de la población más pobre de
América Latina recibe, en promedio, apenas el 13"6% de los
ingresos totales, mientras que el 10% más rico recibe
más del 36% de la riqueza total (CEPAL, datos del
año 2003). Estos valores
promedio difieren entre países, llegando al caso extremo
de Bolivia, donde el 40% de la población más pobre
recibe apenas el 9,5% del ingreso, mientras que el 10% más
rico recibe más del 41% del ingreso total. También
es notable el caso de Brasil, donde el 10% más rico recibe
casi el 47% de la riqueza nacional, mientras que el 40%
más pobre recibe apenas el 10%.

Otra manera de medir la concentración de la renta
es hacer una media de los ingresos que reciben los habitantes de
cada uno de los países (dividir los ingresos totales entre
el número de habitantes). En este caso, nos encontramos
con que más del 67% de la población de
América Latina se encuentra ganando menos de la media de
ingresos de la región. Los casos de Bolivia, Brasil,
Argentina o Nicaragua son especialmente significativos, ya que
más del 73% de la población no alcanzaría
esta media de ingresos[9]

Un enfoque distinto, pero muy utilizado, para analizar
la concentración de los ingresos es la utilización
de indicadores sintéticos o, dicho de otro modo,
indicadores que ofrecen en una sola cifra la situación
global de la distribución de la renta de toda la
población de un país -y no sólo de un
grupo-. El
más utilizado de estos indicadores es el índice de
Gini, que toma valores numéricos entre 0 y 1. Un
índice de Gini igual a 0 correspondería a un
imaginario país donde la equidad es
absoluta, es decir, donde todas las personas tienen exactamente
los mismos ingresos. Un índice de Gini igual a 1, por el
contrario, correspondería a un hipotético
país donde la inequidad es absoluta, o dicho de otro modo,
todo el ingreso se concentraría en un sólo individuo,
mientras que el resto de la sociedad no
dispondría de ingresos de ningún tipo. Con este
indicador sintético de distribución del ingreso
podemos dividir en cuatro categorías a todos los
países latinoamericanos y ver cuál ha sido la
evolución en el tiempo de sus
índices de Gini (cuadro 4).

Cuadro 4. Estratificación de países de
acuerdo con el Coeficiente de Gini de distribución del
ingreso, 1990-2002

Grado de desigualdad

1990

1997

2002

Muy alto

0,58-1

Brasil

Honduras

Guatemala

0,627

0,615

0,582

Brasil

Nicaragua

0,638

0,584

Brasil

Argentinac

Honduras

0,639

0,590

0,588

Alto

0,52-0,5799

Chile

Panamáb

Boliviad

México

Colombiab

0,554

0,545

0,538

0,536

0,531

Colombiab

Guatemala

Chile

Honduras

Panamáb

México

Perú

Boliviab

Argentinac

0,577

0,560

0,560

0,558

0,552

0,539

0,532

0,531

0,530

Nicaragua

Colombiab

Boliviab

Chile

Rep. Dominicana

Guatemala

El Salvador

Perú

0,579

0,575

0,554

0,550

0,544

0,543

0,525

0,525

Medio

0,47-0,5199

Argentinac

Uruguayb

Venezuela

0,501

0,492

0,471

El Salvador

Venezuela

Paraguayb

0,510

0,507

0,493

Panamáb

México

Ecuadorb

Paraguayb

Venezuela

Costa Rica

0,515

0,514

0,513

0,511

0,500

0,488

Bajo

0,0,4699

Ecuador

Costa Rica

0,461

0,438

Ecuadorb

Costa Rica

Uruguayb

0,469

0,450

0,430

Uruguayb

0,455

Fuente: CEPAL (2004), Panorama Social de
América Latina 2003-2004

a Incluye ingresos iguales a cero

b Área urbana

c Gran Buenos Aires

d Ocho ciudades principales más El
Alto

De acuerdo con el índice de Gini, en el
año 2002 los países de América Latina con
los ingresos más concentrados son Brasil (Gini=0,639), y
Honduras (0,588). En situación parecida estaría el
Gran Buenos Aires de
Argentina (0,590) y, a muy poca distancia, se encontrarían
Nicaragua (0,579), Colombia (0,575), Bolivia (0,554) y Chile
(0,550). Por su parte Uruguay (0,455), Costa Rica (0,488) y
Venezuela (0,500) son los únicos países con un
índice de Gini por debajo de 0,50, lo que indica una
concentración menor del ingreso.

Las variaciones del índice de Gini entre 1990 y
2002 no han sido muy importantes y son pocos los países
que han mejorado su situación. Este sería el caso
de Honduras, Guatemala, Chile, Panamá, México y
Uruguay. Sin embargo la situación de la
distribución del ingreso ha empeorado entre 1990 y 2002 en
Brasil, Bolivia, Colombia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Costa
Rica. En El Salvador y
Paraguay la situación también ha empeorado
notablemente desde el año 1997.

Crecimiento
económico, desigualdad y pobreza en América
Latina

La región latinoamericana desea retomar un camino
de crecimiento sostenible y, a la vez, anhela reducir la pobreza
y las desigualdades sociales. El problema es si ambos objetivos
son compatibles o, por el contrario, contradictorios.
¿Debe la región concentrarse en aumentar su
productividad
y niveles de renta o, por el contrario, debe hacer esfuerzos por
disminuir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de los
más pobres y preocuparse posteriormente por crecer? El
dilema eficiencia-equidad está presente en todos
los discursos
políticos y debates más recientes. Pero lo cierto
es que muchos estudios muestran que ambos objetivos no son del
todo incompatibles sino que, más bien al contrario, se
acompañan.

Las relaciones causales entre los tres fenómenos
son complejas y no siempre tienen una respuesta unánime ni
unidireccional. En lo que respecta a las relaciones entre pobreza
y crecimiento parece que existe una doble causalidad. En primer
lugar parece bastante claro, al menos en lo que respecta a los
países más pobres, que una reducción de la
pobreza total puede ayudar al logro de unas mayores tasas de
crecimiento económico futuro. También se suele
argumentar que un mayor crecimiento económico es necesario
para reducir la pobreza, a través de la creación de
empleo
productivo, especialmente entre las capas más pobres de la
población. Además, con un mayor crecimiento, en
teoría,
se podrían obtener más impuestos, con
los cuales los gobiernos podrían financiar programas
sociales para aliviar los efectos de la pobreza. Esta
última relación no está tan clara en el caso
de los países de América Latina, ya que los
ensayos que se
han hecho para reducir la pobreza por la vía de la
política
social o de la implementación de sistemas de
seguridad
social han sido insuficientes.

En segundo lugar, el efecto que tiene la desigualdad
social sobre el crecimiento económico ha sido
ampliamente estudiado. La mayor parte de los estudios
teóricos y empíricos recientes señalan que
los países con tasas de desigualdad más altas
tienen serios problemas para
crecer en términos económicos, sobre todo si estos
países son pobres[10]Esto es así por
varios motivos. En primer lugar hay que tener en cuenta los
elevados grados de corrupción (rent seeking
activities
) que existen en sociedades no
equitativas, donde el poder y la
riqueza están concentrados en unas pocas manos. Esto puede
favorecer el riesgo de
incumplimiento de los contratos por
parte de los gobiernos o, dicho de otro modo, la existencia de
unos derechos de
propiedad poco seguros. Como
consecuencia, la acumulación de capital se
vería frenada y esto influiría negativamente en las
tasas de crecimiento económico. Igualmente, las
diferencias de renta entre ricos y pobres podrían
incrementar las actividades ilegales o alégales, que son
una amenaza para los derechos de propiedad.

En tercer término, las altas tasas de desigualdad
social, unidas a las peores condiciones sanitarias y sociales de
su población, favorecen la tensión social y la
inestabilidad política. Esta
situación puede degenerar en un incremento de la
incertidumbre, que frenaría las inversiones y
generaría menores tasas de crecimiento económico.
En cuarto lugar, las sociedades menos equitativas tienden a
distorsionar el sistema
impositivo, ya que los gobiernos reciben una presión
mayor por parte de las clases pobres para aumentar los impuestos
y, con ello, se merma la capacidad de ahorro, de
inversión productiva y de crecimiento
económico.

Por último, y para acabar con las razones por las
que la desigualdad puede frenar el crecimiento económico,
no hay que olvidar el efecto que tiene la desigualdad en la
distribución del ingreso sobre la alta fertilidad de las
mujeres y su efecto negativo sobre el crecimiento
económico. Se puede demostrar que, en la mayoría de
los casos, las altas tasas de fecundidad de las mujeres pobres
conducen a la continuidad de la pobreza: una prole más
numerosa disminuye la capacidad de consumo de las familias, su
bienestar y su capacidad para acumular activos.

En conclusión, por cuatro vías diferentes
hemos argumentado cómo la inequidad en la
distribución de los ingresos en los países de
América Latina podría estar retrasando o
dificultando el crecimiento económico y la capacidad de
las economías latinoamericanas para conseguir mayores
niveles de desarrollo y aumentos de la calidad de vida
de su población.

Pero además, mientras que la relación
causal entre desigualdad y crecimiento es claramente negativa, se
puede argumentar que, por el contrario, mayores niveles de
crecimiento económico pueden traer asociados una
disminución de la desigualdad, aunque esto depende del
patrón de crecimiento económico que se haya
adoptado, del nivel de desigualdad de partida y de su
evolución en el tiempo. En el caso de América
Latina no siempre las tasas de crecimiento positivas han ido
asociadas a reducciones en la desigualdad (ver cuadro 5). En muy
pocos casos el positivo crecimiento económico ha venido
acompañado con menores tasas de desigualdad (México
entre 1968 y 1984, Colombia entre 1971 y 1978; Venezuela entre
1971 y 1981).

Cuadro 5. América Latina: relación
entre crecimiento económico
y
desigualdad (en años seleccionados)

Cambios en la desigualdad

Crecimiento económico

Sin crecimiento (menos del 1%)

1,1%-2%

2,1-3%

>3%

Aumentos

Uruguay (62-68)

Argentina (74-89)

Chile (68-80)

Perú (68/9-81)

Argentina (70-74)

Argentina (53-61)

Brasil (60-70)

Chile (60-68)

México (50-58)

México (58-63)

Costa Rica (71-77)

Uruguay (73-79)

Sin cambios

Uruguay (68-73)

Argentina (61-70)

Colombia (64-71)

México (63-68)

Brasil (70-80)

Disminución

México (68-77)

México (77-84)

Colombia (71-78)

Venezuela (71-81)

Fuente: Altimir, O. (2001): Inequality, Poverty and
Development in Latin America
. Capítulo 8 en Solimano,
A. (Ed.): Social inequality: values, growht and the
state
. Michigan Ed. Página 147.

a Crecimiento en términos de PIB per
cápita, excepto para Venezuela (PNB real per
cápita)

Suponiendo que los beneficios del crecimiento
económico se distribuyeran de manera equitativa entre
todos los grupos de población (cosa que no suele ocurrir
en el caso de la región latinoamericana), la región
necesitaría crecer más del doble que en la
última década para conseguir reducir a la mitad el
número de personas que vive con menos de 2 dólares
diarios para el año 2015. El esfuerzo debe ser mayor,
lógicamente, en los países donde la incidencia de
la pobreza es más alta.

De todas formas, el ritmo de crecimiento per
cápita de la región latinoamericana en las
últimas décadas ha sido bajo y volátil. En
muchos países se observan en los últimos 30 o 40
años episodios de crecimiento económico acentuado
que llega a durar más de 10 años, seguidos de
períodos de estancamiento y bruscas caídas en la
producción. Desde los años 80 ha habido problemas
en la acumulación de capital en la región lo cual,
unido al escaso aumento de la productividad, y a la adopción
de medidas de ajuste para superar los problemas fiscales, ha
tenido una incidencia negativa en el crecimiento
económico. En conclusión, mientras que en las fases
de contracción del crecimiento ha aumentado la pobreza y
la desigualdad, afectando negativamente al bienestar de los
ciudadanos, en las fases de expansión económica ha
contribuido escasamente a disminuir la pobreza y la
desigualdad.

Indicadores están relacionados con
la salud:

* Reducir en dos terceras partes la
mortalidad de los niños menores de cinco años*
Reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna, y* Haber
detenido y comenzado a reducir la propagación del VIH /SIDA.

Para el año 2015 deberemos haber reducido a la
mitad el número de personas que viven con menos de un
dólar por día, también para ese año
todos los niños y niñas en edad escolar
deberán ir a la escuela.
Así como, hacer todo lo posible para prevenir la guerra y
proteger los recursos del
planeta para las generaciones venideras. El cronograma del
Proyecto del
Milenio se concreta en el Informe del Desarrollo
Humano 2003 publicado recientemente en este segundo semestre
de 2003 por el PNUD a la vista de los datos y evaluaciones
técnicas de cada país y
región del mundo.

Ello significa que, un niño o una niña
nacida en el año 2000 tienen derecho a esperar que el
mundo sea diferente para cuando cumpla los 15 años, y que
tienen derecho a ver un mundo mejor en vida. "Solo tendremos un
mundo mejor si invertimos en los escolares y jóvenes, pues
por cada Euro que invertimos en el desarrollo de un niño,
la sociedad en general gana 7 euros" (Banco Mundial,
2003).

Dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, hay
tres ejes transversales:

* La defensa de los derechos
humanos,* La prevención de Conflictos y
la Construcción Cultural de la Paz, y*
Género
y Salud (United Nations Development Group, 2003).

Educar e invertir en forma equitativa para formar
valores para la vida a todos los escolares iberoamericanos
significa que:

* No puede ser que los valores de
tolerancia,
humildad y sencillez se enseñen solamente a los
niños mas desfavorecidos, para que se resignen a vivir en
condiciones infrahumanas.* Valores para Vivir deben ser un
instrumento de equidad, que enseñe a las cohortes de los
ciudadanos del Tercer Milenio a imponer un nuevo orden mundial.*
Esta es quizá la mayor contribución que podemos
hacer para liberar a nuestros congresos sanitarios de las miradas
meramente asistenciales y coyunturales.* El indicador más
sensible de la civilidad, es la preocupación de una
generación por el futuro bienestar de la
siguiente.

Conclusiones

De los temas tratados en los
párrafos precedentes se desprenden algunas recomendaciones
de política
económica. En primer lugar, es poco lo que se puede
esperar del crecimiento económico como vía
exclusiva para reducir la pobreza y la desigualdad en
América Latina. La región está creciendo
poco y, como hemos visto, los efectos del crecimiento
económico sobre la pobreza y la equidad han sido muy
limitados. Sin embargo, parece que sí existen más
evidencias de
esta relación en sentido inverso, a saber, del impacto
positivo que tiene la reducción de la pobreza y la
desigualdad sobre el crecimiento económico. De esto se
deriva una conclusión que, en ciertos casos, puede generar
cierta polémica: resultaría mucho más
ventajoso concentrar los esfuerzos en la reducción de la
desigualdad y la pobreza pues con ello la estrategia de
apostar por la equidad sería en realidad una apuesta por
el crecimiento y el desarrollo
económico.

Si la desigualdad social en América Latina es el
factor principal que afecta al escaso crecimiento
económico que, a su vez, no se ha visto traducido en una
disminución de la pobreza en la región, las
políticas públicas deberían
centrarse directamente en combatir las causas que hacen que la
desigualdad se esté perpetuando en la región. Para
mejorar la distribución de la renta y disminuir la
incidencia de la pobreza hay que adoptar políticas
económicas que requieren recursos públicos, lo que
puede lograrse a través de un adecuado pacto fiscal y una
asignación eficiente de los recursos públicos. Los
esfuerzos realizados en los últimos años en este
sentido han sido importantes. El gasto social de la región
ha venido creciendo en los últimos años y muchos
países dedican un alto porcentaje del PIB a esta partida
(en torno al 15% en
media). Por tanto, han existido recursos para aliviar el problema
de la pobreza, aunque tal vez el problema no estaría en la
cantidad sino en el uso que se ha hecho de los mismos.

En este sentido sería recomendable, por ejemplo,
facilitar el acceso a la tierra, el
capital, la tecnología y la
educación a los colectivos más desfavorecidos. El
sector rural debería merecer una especial atención por parte de las autoridades
públicas, si se quiere que los beneficios del crecimiento
lleguen a quienes más lo necesitan. Sin una
intervención pública orientada a mejorar la calidad
de vida y los servicios sociales para los sectores peor situados,
la desigualdad en la distribución de los ingresos
seguirá siendo un problema endémico en la
región. En este sentido la política social debe
prestar más atención a los sectores de la sociedad
más vulnerables a los efectos de la pobreza, bien sea por
su edad (niños, ancianos, jóvenes), por su sexo
(principalmente mujeres y en especial las madres adolescentes)
o por su raza (pueblos indígenas o comunidades afro
americanas). Habría que estimular el acceso de los pobres
a los servicios
públicos (sanidad, educación, agua y
electricidad) o reconocer legalmente la propiedad urbana en los
sectores más pobres. Por otra parte, el papel de las
pequeñas y medianas empresas es
fundamental para dar trabajo a
estos colectivos, que de otro modo quedarían marginados.
Por último, no hay que olvidar que sería necesario
hacer un esfuerzo aún mayor si cabe por aplicar
políticas económicas que favorezcan la
inversión en capital humano y en educación,
necesarios para aumentar los niveles de productividad de la
región. La aplicación de todas estas medidas para
reducir la pobreza y desigualdad social requerirían de un
marco legal estable que garantice la continuidad de las
políticas públicas emprendidas.

Para nosotros el progreso humano es posible y la
cooperación para el desarrollo eficaz, si centramos la
atención internacional y la acción
nacional en propuestas concretas y equitativas. Entre ellas, la
mitigación de la pobreza, el crecimiento económico
impulsado por el empleo, la mejora de la situación de
la mujer y
la familia, y
la cobertura universal de los servicios de salud,
educación y bienestar de calidad.

La distribución equitativa de bienes
y servicios sociales es básica para el desarrollo humano
satisfactorio y equilibrado. Por ello la inversión en
educación, salud, y cultura hacen
posible que las personas participen en el crecimiento y puedan
compartir sus beneficios. Allí donde la
distribución de los bienes está gravemente
distorsionada – Brasil, Nigeria, Pakistán, etc. – el
crecimiento en las altas tasas del Producto
Interior Bruto no se han traducido en cambios positivos en la
vida de las personas.

Cuadro 3. Evolución de algunos indicadores
sociales de desarrollo (1990-2000)

País

Esperanza de vida al nacer
(años)

Tasa de mortalidad infantil (por
cada 1000 nacidos)

Personas subnutridas (% de la
población total)

Tasa de analfabetismo
(población mayor de 15 años)

Acceso al agua potable (%
población total)

Acceso a saneamiento (%
población total)

1990-95

1995-2000

1990-95

1995-2000

1990/

92

1998/ 2000

1990

2000

1990

2000

1990

2000

Argentina

72,1

73,1

24,3

21,8

2

2

4,3

3,2

94

82

Bolivia

59,3

61,4

75,1

66,7

26

23

21,9

14,6

71

83

52

70

Brasil

66,4

67,9

47,2

42,2

13

10

18

13,1

83

87

71

76

Chile

74,4

75,2

14,5

11,8

8

4

6

4,2

90

93

97

96

Colombia

68,6

70,7

35,2

30,0

17

13

11,6

8,4

94

91

83

86

Costa Rica

75,7

76,5

13,7

12,1

6

5

6,1

4,4

95

93

Cuba

75,3

76,0

10,0

7,5

5

13

4,9

3,3

91

98

Ecuador

68,8

69,9

49,7

45,6

8

5

12,4

8,4

71

85

70

86

El Salvador

67,1

69,4

40,2

32,0

12

14

27,6

21,3

66

77

73

82

Guatemala

62,6

64,2

51,1

46,0

14

25

39,0

31,5

76

92

70

81

Haití

55,4

57,2

74,1

66,1

64

50

60,3

50,2

53

46

23

28

Honduras

67,7

69,8

43,0

35,0

23

21

31,9

25,0

83

88

61

75

México

71,5

72,4

34,0

31,0

5

5

12,7

8,8

80

88

70

74

Nicaragua

66,1

68,0

48,0

39,5

30

29

37,3

33,5

70

77

76

85

Panamá

72,9

74,0

27,0

23,7

19

18

11,0

8,1

90

92

Paraguay

68,5

69,7

43,3

39,2

18

14

9,7

6,7

63

78

93

94

Perú

66,7

68,3

55,5

42,1

40

11

14,5

10,1

74

80

60

71

República Dominicana

67,0

68,6

46,6

40,0

27

26

20,6

16,3

83

86

66

67

Uruguay

73,0

74,1

20,1

17,5

6

3

3,5

2,4

98

94

Venezuela

71,8

72,8

23,2

20,9

11

21

11,1

7,5

83

68

América Latina

68,6

70,0

40,6

35,7

13a

11a

14,9b

11,1b

82b

87b

72b

78b

Fuente: CEPAL (2003). Panorama social de
América Latina 2002-2003
. Capítulo 1:
Pobreza y distribución del ingreso.

a Corresponde al promedio ponderado por población
de 24 países

b Incluye a los países del Caribe

 

 

 

 

 

 

Autor:

Marlon Fajardo Molinares

UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO – FACULDAD DE
CIENCIAS
BASICAS – PROGRAMA DE
FISICA

[1] Annan Kofi, secretario Cerebral de las
Naciones
Unidas. Objetivos del Desarrollo del Milenio. Informe 2005.
2005.

[2] Existen otros impactos ambientales que
genera el bosque. El agua ha sido tomado como un ejemplo.

[3] Curso Marcos de Formulación de las
Políticas Forestales Nacionales. Unidad 3. FODEPAL.
2005.

[4] CEPAL, IPEA, PNUD (2003). Hacia el
objetivo del milenio de reducir la pobreza en América
Latina y el Caribe. Libros de la
CEPAL, n. 70.

[5] Banco
Interamericano de Desarrollo (2003). Inequality, Exclusion and
Poverty in Latin America and the Caribbean: Implications for
Development. Dentro del EC/IDB Seminar: Social Cohesion in
Latin America and the Caribbean.

[6] CEPAL (2004). Panorama social de
América Latina 2003-2004.

[7] CEPAL (2003). Panorama social de
América Latina 2002-2003. Capítulo 1: Pobreza y
distribución del ingreso.

[8] Banco Interamericano de Desarrollo
(2003). Inequality, Exclusion and Poverty in Latin America and
the Caribbean: Implications for Development. Dentro del EC/IDB
Seminar: Social Cohesion in Latin America and the
Caribbean.

[9] CEPAL (2004). Panorama social de
América Latina 2003-2004. Noviembre 2004.

[10] Para mayor información ver Thorbeche, E. Y C.
Charumilind (2002): Economic Inequality and its socioeconomic
Impact. World Development, Vol. 30, No. 9, pp. 1477-1495.

Partes: 1, 2
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