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Árbol de la esperanza: Antología de décimas hispanoamericanas (página 2)



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Ronel González Sánchez


  • José Luis Serrano

  • Cronología aproximada de la décima
  • DESCRIPCIÓN DE LA
    OBRA:

    Dentro de la historia literaria de
    Cuba, la
    décima es reconocida como la estrofa nacional, debido a la
    perfección formal y a su sonoridad, que la convirtieron en
    la estanza predilecta de nuestros campesinos y de poetas que la
    enaltecieron, y que actualmente la defienden de las
    aniquilaciones del tiempo.

    Pero también la décima es una estrofa que ha
    sido frecuentada por importantes poetas hispanoamericanos, de
    manera que la clásica estrofa es ámbito de
    confluencias, y su historia acoge singulares textos que
    están a la altura de cualquier poema escrito en nuestra
    lengua.

    La investigación de la décima ha
    adquirido singular importancia en los últimos años
    en Cuba, promovida por el Centro Iberoamericano de la
    Décima y el Verso Improvisado (CIDVI), la Casa
    Iberoamericana de la Décima de Las Tunas y
    otras instituciones
    culturales del país, sin embargo nunca se había
    publicado una rigurosa selección
    de décimas hispanoamericanas como Árbol de la
    esperanza
    (Antología-estudio de la décima
    hispanoamericana que incluye un prólogo-ensayo escrito
    en décimas (pero ubicadas en prosa) dada a conocer por la
    Editorial Arte y Literatura en el
    2008.

    En 1990 Jesús Orta Ruiz publicó, El
    jardín de las espinelas
    ; Las mejores décimas
    his-panoamericanas Siglos XIX y XX en Sevilla por la
    Consejería de Cultura de la
    Junta de Andalucía, importante antología que
    incluye una muestra de 60
    poetas, comienza con la obra de Agustín Acosta (1886-1976)
    y concluye con Cintio Vitier (1921).

    Este trabajo
    significa la incorporación a un volumen de
    autores clásicos de Hispanoamérica hasta las
    últimas promociones que han escrito y escriben
    décimas, en su variante espinela, en nuestro país;
    por lo que constituye el primer intento de dar organicidad a un
    texto
    útil para investigadores, ensayistas e interesados en la
    escritura de
    la décima. Este tipo de trabajo nunca se había
    realizado por los investigadores cubanos, incluye una introducción en décimas del autor de
    la selección,
    breves valoraciones de la obra de cada uno de los incluidos y una
    Cronología de la décima que no se había
    realizado hasta el momento.

    Monografias.com

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    Edición: Nancy Maestigue Prieto

    Composición: Ofelia Gavilán Pedroso

    Diseño de perfil de la colección: Andro
    Pérez Diz

    Ilustración de cubierta: Lino Alejandro Barrios
    Hernández

    © Ronel González Sánchez, 2007

    © Sobre la presente edición:

    Editorial Arte y Literatura, 2008

    ISBN: 978 – 959 – 03 – 0456 – 9

    Colección LIRA

    EDITORIAL ARTE Y LITERATURA

    Instituto Cubano del Libro

    Calle O´Reilly No. 4 esq. a Tacón, Habana
    Vieja

    CP. 10 100, Ciudad de La Habana, Cuba

    e mail: publicaciones[arroba]icl.cult.cu

    PALABRAS DE CONTRACUBIERTA:

    Después que Samuel Feijóo captó en La
    décima culta en Cuba
    la voz adulta de una estrofa que
    ensanchó nuestro imaginario, no se había tramado
    una ofrenda similar, a la «contienda decimera
    hispanohablante», desde el barroco al
    instante en que escribe esta adenda.

    Con Árbol de la esperanza apuesta Ronel
    González por modernos esponsales poéticos de una
    estanza esencial, e insiste, a ultranza, en la maleable estructura que
    admite la donosura lingüística y la emoción como
    enuncia esta edición de Arte y literatura.

    LA RESPUESTA
    RESISTENTE DE LA PIEDRA

    Éntrase al mar por un arroyo
    breve.

    Góngora

    La realidad debe ser tornada
    espíritu. El dolmen

    ha de sentir que lo colmen nuestros
    responsos. Volver a lo cerrado,

    acceder enardecidos, no obstante.

    Enfrentar el verso errante a la
    incertidumbre tétrica,

    y devolver a la métrica su plenitud
    irradiante.

    He aquí la décima.

    Fruto de la Península Ibérica hipostasiado en
    América. Calificado instituto intelectivo.
    Atributo métrico de los juglares, transferido en los
    cantares de emigrantes y altruistas. He aquí
    múltiples aristas de prácticas similares.

    Saben los autores métricos, que en tema de consonancias
    dicta el soneto distancias con rigores milimétricos. Pero
    los cauces simétricos de la décima, desvisten
    plurales tramas que insisten en su armónico redoble, que
    la hace la más noble de las estrofas que existen.

    Décima, en su más moderna acepción, no es
    "la malara", con su semántica rara, ni "la naharra".Gobierna el
    imperio de la eterna estructura, la maleable forma a Espinel
    imputable –pero ya espinela no es fiel-. El
    tiempo
    volvió, a la décima, innombrable.[1]

    Ordenar un florilegio estrófico es un dislate[2]porque
    la idea del "rescate" linda con el sacrilegio. [3]Pero
    entraña un privilegio la antítesis
    aparente. Discriminar lo excedente, en aras de asir lo
    básico de un artesonado clásico, es una empresa
    inmanente al acto de la escritura.

    Ser el atalayador que señala. El cribador severo. La
    tachadura que exige Literatura al tumulto octosilábico.
    Poner un dedo en lo atávico que
    reverencia la fronda. Dar con la estructura monda. Juzgar el
    erial silábico.

    Redescubrir a Espinel y prescindir de sus rimas diversas.
    [4]Nombrar las cimas. Desestimar el "vergel", lo "sinsontesco",
    el tropel nacionalista. Al sofoco académico dar poco
    crédito
    y ardua batalla. Distinguir que el verso estalla en el umbral del
    barroco.

    La dictadura
    fastuosa del soneto, el individuo
    pedestaliado y asiduo de la burla. La sinuosa geografía verbosa
    como sostén del poema restringieron el "problema" de la
    estrofa a la ocasión, al álbum, la
    exaltación o la diatriba blasfema.

    Cervantes se desveló, creyendo no ser artífice
    poético, y fue pontífice en cuanto decomisó
    al idio- .[5] Barroquizó, Góngora, culto y
    violento, la anchura de su instrumento, y Quevedo, conceptista
    acérrimo y aticista, avivó el rebuscamiento.

    Aunque no fue Calderón de la Barca, un decimero como
    Lope[6]su asidero a la escena, en co-munión magistral con
    la emoción y un fervor filosofante, logró apresar
    un instante del esplendor más rotundo, cuando cifró
    en Segismundo la incertidumbre incesante. [7]

    En la alquería San Miguel de Nepantla, la profusa Sor
    Juana, Décima Musa, entró al reino de Espinel.
    Inclasificable en el universo
    escriturario, su barroquismo estatuario de culterano decoro
    condujo al Siglo de Oro a un
    tempo monumentario.

    En Cuba,
    José Jacinto Milanés, vate romántico en el
    devaneo y el cántico al paisaje, fue distinto. La pureza
    de su instinto, el numen de su floresta, la prelación
    manifiesta del tema indígena. El gusto costumbrista por lo
    adusto, el despego de la apuesta neoclásica, y anterior al
    romanticismo,
    fueron rasgos que lo convirtieron, no en un versificador, sino en
    ilustre hacedor, aunque reo de extrañas voces.

    Más adelante, las coces de los potros y las flechas
    rústicas, hendieron brechas, pero entre "na-tivas"
    poses.

    Los Cantos del Siboney y los quejosos Rumores del
    Hórmigo,
    pese a errores, son libros en que
    la grey reconoció el agnusdéi de la adhesión
    popular. Virtud de cubanizar una estructura foránea, en la
    región subcutánea del relato secular.

    Criollismo, siboneyismo: del romántico fermento,
    variantes. Impulso exento de eficacia.
    Exteriorismo. Fornaris ante el abismo, trampeado en la burda
    copia de un alma
    edénica impropia. El Cucalambé, silvestre,
    fijando en arte rupestre su devoción, y su inopia.

    La sublimación del estro emancipatorio, el sacro
    devenir del simulacro fundacional, un siniestro replanteo de lo
    nuestro como discurso
    hegemónico. Un plañir decimonónico
    entronizó el indianismo, y el seudonacionalismo
    derivó hacia un ismo crónico.[8]

    Dios y la naturaleza, lo
    efímero y lo inmortal, en el Salmo
    Carvajal[9]transparentan la grandeza de un poeta que regresa,
    desesperado y ausente, de su angustia al reticente ámbito
    en que Pombo escribe, como un augur que recibe el hálito
    trascendente.

    Lola Rodríguez de Tió, borinqueña
    transterrada, en Cuba vivió apegada a la tierra en
    que nació. En las décimas que urdió a veces
    salta un desliz, pero a través del tamiz del ímpetu
    de su obra, su poética recobra un original matiz.

    A orillas del Paraná vio, Rafael Obligado, al
    héroe desheredado que en su obra exaltará: el
    pa-yador, ser que hará que el espíritu gauchesco
    abandone el arabesco exótico de la pampa, y exprese la
    audaz estampa del nervio martinfierresco.[10]

    Princesas y pedrerías, elfos, musas, silfos, parcas,
    grecolatinos patriarcas, religiones,
    cofradías. Las camorras, las orgías de los medos y
    los tracios, las ágatas, los topacios, la evasión,
    el preciosismo, la bohemia, el ostracismo de monótonos
    palacios.

    Entrar al «bosque ideal que lo real complica».
    Guste o no, hacer un reajuste temático y lexical.
    Darío fue artificial, pero edificó regímenes
    expresivos. Dio a especímenes neoclásicos la
    visión para enfilar la razón contra poéticos
    crímenes.

    Las décimas inmaduras que escribió en su
    adolescencia,
    no avalan su permanencia entre autores de molduras espinelianas.
    [11]Futuras pesquisas dirán que el reto mayor que
    asumió fue el veto de la forma anquilosada, y subvertir la
    mirada al envite del soneto.

    Amado Nervo, devoto de un modernismo
    agonístico, descubrió un ámbito
    místico, inabordable e ignoto.

    Herrera y Reissig: remoto, salomónico, inconexo, se
    escabulló de un anexo rubendariano, en un rapto, para
    declararse apto en el hallazgo de un nexo, con la futura gramática decimística.

    Agustín Acosta, fue paladín de una maniobra
    dramática en Cuba: la sintomática derogación
    posmoderna. Mudar la impostura externa de la tradición,
    zanjar un tiempo, y recuperar la isla interior y la alterna.

    Fue Baldomero Fernández en su vital Argentina,
    Darío de la neblina, Garcilaso de los Andes. Sonetista
    entre los grandes, pocas décimas rumió, pero en sus
    versos captó lo abierto de lo cerrado, como se asiste a un
    callado templo que se derrumbó.

    Reyes, el gran erudito mexicano, llevó el metro a su
    obra, pero el cetro lo recibió su infinito ensayo.

    Poeta inaudito, Jorge Guillén puso a prueba la distribución longeva de rimas.

    Navarro Luna cantó a la aflicción con una voz
    íntegramente nueva.

    Andrés Eloy, vanguardista, neorromántico,
    moderno, palabreó en cada cuaderno su genealogía
    intimista. Y Nicolás, esa arista favoreció en una
    glosa -sin dudas su más dichosa obra en décimas-
    también fue circunstancial Guillén en su poesía
    sonorosa, cosmopolita y candeal.

    Luis Cernuda, espineliano, no difiere del cercano autor de un
    Ocnos raigal. Su poética inusual, en el
    hispánico estilo, le dio al simbolismo asilo -Rimbaud y
    Verlaine mediadores- entre fruitivos dolores y quimeras. Siempre
    en vilo.

    Villaurrutia: archicitado, mutilado en un compendio[12]no le
    ofrendó al vilipendio poético su
    tramado[13]"Décima muerte" ha
    turbado la comprensión de la estanza. Su arquitectura
    descansa sobre una industria
    seglar, que tiende a resquebrajar lo antediluviano, a
    ultranza.

    En el cubano folclor realzar la naturaleza, ha sido siempre
    una empresa innata,
    un regulador. El afán refundador, es un tanteo
    radioscópico del mustio paisaje utópico, que
    Zequeira y Rubalcava intuyeron que empezaba a ser la
    agonía del trópico.

    Eugenio Florit[14]al borde del barroco, parteaguas, en las
    celtíberas fraguas líricas nació, discorde.
    En Cuba entrañó el desborde de todos los
    ríos lingüísticos, y a los vahos
    paisajísticos libró eleáticas flechas,
    contra autóctonas sospechas y aspavientos
    estilísticos.

    Conciliador e inconforme, popular y vanguardista, desde la
    poesía negrista hasta el purismo en-siforme. Como
    sonetista: enorme, como decimista: eufórico,
    metafísico, alegórico, voluptuoso y cernudiano.
    Emilio Ballagas: Jano del tejido metafórico.

    Miguel Hernández, Machado, Cernuda y Lorca: entidades
    poemáticas, oquedades que otras voces no han llenado. Del
    tetraedro ilustrado, Miguel, hondo, y sustancial en el despliegue
    formal, aprehendió el hispano aliento y testimonió
    el violento desasosiego epocal.

    Descriptivista, folclórica, «buena para
    quejas», lírica, filosófica, satírica,
    circunstancial y retórica. Poco de columna dórica y
    mucho de endeble rama pampesca. Piel de
    anagrama telúrico. Sobria y pésima andaba en jaca
    la décima antes de José Lezama. [15]

    Las estrofas lezamianas no se valoran aún con justicia,
    pues, según los decimistas, son vanas rus-ticidades
    profanas, incorrecciones de asceta, escribanías de gaveta,
    pero le añaden al templo eternidad. Ver ejemplo a
    imitación del poeta:

    Hondo alfiler en la nieve

    invoca el tokonoma de la Gran Armada

    octosilábica. Cestillo de la Nada

    pitagoriza el nocturno y breve

    túnel dialogado. Ya no mueve

    su carbunclo el linternero

    y en el mascarón voluptuoso del
    palafrenero,

    exorcisado por la cochinilla,

    se ensancha y penetra en su esterilla

    el gordo de Trocadero.

    Para no desentonar con el orden exegético y, para hacer
    más cinético el proemio, sin nombrar las
    cosas
    , voy a citar lo que sugiere la hechura de Eliseo, en
    la arboladura autotélica y orgánica ori-genista, a
    la hispánica estirpe de la cultura:

    Intuir una sustancia absoluta en lo fugaz. Ver, en la parte,
    un disfraz del Todo, nombrar la errancia de las cosas, como
    instancia intima de lo diverso, y fijar en el reverso
    lúdico de la pobreza la
    travestida belleza díscola del universo.[16]

    La décima en su variante folclórica, de
    ascendencia oral, tiene una apariencia agreste, ingenua, distante
    del pulimento incesante, y fiel al corpus que narra.
    Elemental y bizarra, en el relato palmario del estrófico
    inventario,
    emerge Violeta Parra.

    Ana Enriqueta Terán y Luis Pastori, artesanos
    juglarescos, cismontanos frente al óleo de un Adán
    ecuménico, guardián del primer paisaje andino,
    recobran el sibilino aliento de los primeros orfebres, y entre
    senderos trillados, ven el Camino.

    Desde la osadía de Bello, Gallegos y Andrés Eloy
    hasta lo que ostenta hoy el venezolano sello, nadie equipara el
    destello de Aquiles Nazoa, el icástico sonetista, el noble
    y drástico transeúnte sonreído, que
    en su tiempo fue investido como exquisito y sarcástico,
    humorista prominente de América.

    En otro plano Jesús Orta Ruiz resana la impronta
    cucalambeana del XIX cubano. Elegíaco, tem-prano adicto a
    la batahola neopopularista, inmola su expresión culta, y
    combina la seducción campesina con la lírica
    española.

    El coloquialismo en boga a fines de los sesenta en Cuba, fue
    la placenta para una reacción que abroga sus
    códigos. Se homologa esta actitud en el
    acto de decimar, y el impacto estrófico fue plausible,
    pese a la duda irascible que provocó, en el compacto
    grupo
    espineliano adjunto al fenómeno poético, fiel a un
    confuso y patético epigonismo difunto. Pero, Alrededor
    del punto
    , libro de
    Adolfo Martí,
    desestimó el baladí lapso, sin que una
    milésima fracción, dañara a la décima
    que lustraba Naborí.

    Nicomedes Santa Cruz, en sus discos decimados fijó los
    cauces rimados de los incas, y entre
    sus décimas plantó, al trasluz, una mixtura
    africana-aborigen, culterana y habitual en el hermético
    ambiente
    estricto y sincrético de la sociedad
    peruana.

    La expresión sobreabundante y traviesa de Severo
    Sarduy, eminente heredero del Lezama exu-berante y del Carpentier
    flagrante en el boom, y en la novísima narrativa,
    dan su altísima y neobarroca estatura que en la
    décima fulgura como una llama antiquísima.

    Doblemente distinguido en el certamen mayor de la
    décima, hacedor tenaz de un orden bruñido en el
    curso trascendido por su voz originaria de ámbitos, como
    un paria que interroga el universo, Péglez transforma un
    inverso odre, en mónada unitaria.

    Raúl Luis, en su elegía a Pastor Urrutia,
    alcanza un tono que se remansa, una admirable armonía. Se
    advierte la primacía de los encabalgamientos, y en la
    fusión
    de elementos "nuevos" y tradi-cionales, brotan décimas
    marciales de los moldes opulentos.

    Hay poetas que perciben el mundo desde una errancia
    demoníaca (o sin ansia, según el fluido reciben).
    Otros, lo frugal describen, pero no entran en contacto con la
    materia del
    pacto, que tensa garra y sonido. Otros
    alientan el ruido, y hasta
    el ruido es inexacto.

    Sin embargo, hay silenciosos amanuenses que equilibran
    yunques, y las cosas vibran sin tocarlas. Venturosos elegidos
    hay, dichosos sólo porque han descubierto, que no basta el
    ojo abierto para esa añeja impostura, que es concebir la
    escritura como el humo en el desierto.

    Cuba ha destilado escribas que en verso libre o rimado la
    Sustancia han apresado en páginas emotivas. Criaturas
    unitivas como Lezama, el tenaz Ángel Escobar,
    quizás. Luisa Pérez o Gastón Baquero, y la
    seducción de Raúl Hernández
    Novás.

    Raúl, vallejiano, intenso, huérfano de plenitud
    vital, como en un alud expresivo, rozó el denso instante,
    y volvió al comienzo óntico y refundador. Frente al
    mar anulador fue estatua, pero Caronte lo nombró, en el
    horizonte, su único embajador. [17]

    La «poesía de la tierra»
    y una espiritual fusión del hombre y la
    dimensión astral. Manzano se aferra con intensidad y
    cierra un ciclo en su derivar febril y, al desconyuntar la
    estrofa, o tornarla informe, le toma
    el pulso, inconforme, a la sinergia
    insular.

    Eduardo Langagne glosa transitorios intersticios y reintegra a
    los inicios la décima licenciosa. Su palabra memoriosa
    impetualiza renglones, que emergen de las regiones
    recónditas del ingenio, y franquean el proscenio febril de
    las emociones.

    Un decimista de clase: Alexis
    Díaz Pimienta, de espontánea vestimenta popular,
    logra un enlace con el turbador trasvase al ambiente clasicista,
    y vierte en su «repentista performance»[18] un
    gon-gorino- quevedesco y bizantino afán
    deconstrucccionista.

    Jesús David retoriza, se retuerce, filosofa y descoloca
    la estrofa en la nación
    perdidiza del purismo. Poematiza y migra hacia el Uno indual,
    como quien hace un moral
    inventario, y del chinesco simulacro, unamunesco se difumina en
    lo real.

    La isla. La historia. El relumbre
    obsesivo de la guerra. El
    sitio que nos destierra. La circunstancia. La herrumbre de lo
    inmóvil. La costumbre cainita de suprimir al
    prójimo. Reescribir el azoro de Babel, son, en Carlos
    Esquivel, pretextos para agredir la escritura, contrapuesta al
    escenario asfixiante de su superabundante itinerario. Su apuesta
    creacional presupuesta un impetuoso linaje.
    Poética-reportaje, in situ, de una batalla
    superior: la que se explaya en el tractus del lenguaje.

    Ronel González propone una inmersión
    ensayística en la obra decimística, sin que en
    esencia traicione a la estrofa, o abandone sus resortes
    expresivos primigenios. Obsesivos temas, como la noción de
    ente y su anulación, en él son reiterativos; y
    José Luis, el poeta que cierra esta antología
    insiste, con maestría, en que el hombre no
    es la
    meta[19]nietzscheano axioma que inquieta, si la ironía
    y el humor (parafraseo a Nicanor Parra; ausente complemento en
    otros) son el fermento de su élan transgresor y
    hondo.

    Para ultimar este herético proemio respecto a axiomas
    del gremio crítico, voy a nombrar a los que osaron prestar
    oídos a mi demanda:
    Michael Hernández Miranda, Fredo Arias, José Rojas,
    Reynaldo García. las hojas no admiten más propaganda.
    Falta Roberto Manzano, no está Víctor
    Malagón y ya, al final del renglón, llega
    José Luis Serrano. Por supuesto que mi hermano Alberto
    Figueiras falta y Dayamí Pupo exalta la cubierta de este
    libro. Cuando los recuerdo, vibro (y el verso final resalta, por
    su innegable pobreza).

    Sé que el árbol no es perfecto, que hay lianas
    en el trayecto hacia la rama más gruesa. Pero la aventura
    empieza en esta piedra de sol. Cubierto «de ígneo
    arrebol» cucalambeano, y de fáustico vigor,
    incesante y cáustico, «¡vuela, Ícaro
    español!». *

    La Aduana,
    Holguín, septiembre, 2007.

    *Por razones de espacio, criterios de representatividad
    (pertenencia a promociones literarias) y maneras de asumir credos
    estéticos, resultó imposible la inclusión de
    importantes voces de la décima cubana como: Francisco
    Poveda, Luisa Pérez de Zambrana, Mariano Brull, Samuel
    Feijóo, Ángel Gaztelu, Roberto Fernández
    retamar, Carilda Oliver, Rafaela Chacón, Nieves
    Rodríguez, David Chericián, Osvaldo Navarro,
    José Luis Rodríguez Alba, Waldo
    Leyva, Waldo González, Virgilio López Lemus,
    Alberto Serret, Ricardo Reverón, Renael González,
    Jorge Luis Mederos, Arístides Valdés, José
    Manuel Espino, Odalis Leyva, Yamil Díaz y Diusmel
    Machado.

    Miguel
    de
    Cervantes
    Saavedra

    (Alcalá de Henares, España,
    1547-1616). Novelista, dramaturgo y poeta. Iniciador de la novela
    moderna.

    En su obra poética y dramática incluyó
    numerosas coplas reales junto a otras estrofas de diez versos,
    aunque no abundan las espinelas (una aparece en la jornada
    tercera de la comedia La entretenida; siete pertenecen a
    los "Laudos", firmadas por "Urganda la Desconocida" y dos
    firmadas por el "donoso poeta entreverado", a continuación
    del prólogo de la primera parte (no de la segunda como
    afirma Virgilio López Lemus en La décima
    renacentista y barroca
    ) si nos guiamos por la edición
    facsimilar del clásico texto realizada por el Frente de
    Afirmación Hispanista de México
    (2005) de la novela Don
    Quijote de la Mancha
    , y una es la dedicatoria de Los
    trabajos de Persiles y Segismundo; historia septentrional
    ,
    firmada por un Francisco de Urbina del que no se tienen
    referencias).

    Al decir del autor de La décima
    renacentista
    . A Cervantes hay que considerarlo como uno de
    los principales cultores de la décima y en particular de
    la espinela, incluso uno de sus gestores, dado que muere antes de
    que esta variante alcance su mayor esplendor en la década
    de 1620 [.]

    Obra: La Galatea (1585); El ingenioso hidalgo
    don Quijote de
    la Mancha
    (1605, 1615); Novelas ejemplares (1613),
    Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho
    entremeses nuevos, nunca representados
    (1615), Los
    trabajos de Persiles y Segismunda
    (1617).

    AL LIBRO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA,

    URGANDA LA DESCONOCIDA

    Si de llegarte a los bue-,

    libro, fueres con letu-,

    no te dirá el boquirru-

    que no pones bien los de-.

    Mas si el pan no se te cue-

    por ir a manos de idio-,

    verás de manos a bo-,

    aun no dar una en el cla-,

    si bien se comen las map-

    por mostrar que son curio-.

    Y pues la experiencia ense-

    que el que a buen árbol se arri-

    buena sombra le cobi-,

    en Béjar tu buena estre-

    un árbol real te ofre-

    que da príncipes por fru-,

    en el cual florece un du-

    que es nuevo Alejando Ma-:

    llega a su sombra: que a osa-

    favorece la fortu-.

    De un noble hidalgo manche-

    contarás las aventu-,

    a quien ociosas letu-,

    trastornaron la cabe-:

    damas, armas,
    caballe-,

    le provocaron de mo-,

    que, cual Orlando furio-

    templado a lo enamora-,

    alcanzó a fuerza de
    bra-

    a Dulcinea del Tobo-.

    No indiscretos hieroglí-

    estampes en el escu-;

    que cuando es todo figu-,

    con ruines puntos se enví-.

    Si en la dirección te humi-,

    no dirá mofante algu-:

    «¡Qué don Álvaro de
    Lu-,

    qué Aníbal el de Carta-,

    qué rey Francisco en Espa-

    se queja de la fortu-!»

    Pues al cielo no le plu-

    que salieses tan ladi-

    como el negro Juan Lati-,

    hablar latines rehú-.

    No me despuntes de agu-,

    ni me alegues con Piló-;

    porque, torciendo la bo-,

    dirá el que entiende la le-,

    no un palmo de las ore-:

    «¿Para qué conmigo
    flo-?»

    No te metas en dibu-,

    ni en saber vidas aje-;

    que en lo que no va ni vie-

    pasar de largo es cordu-.

    Que suelen en caperu-

    darles a los que grace-;

    mas tú quémate las ce-

    sólo en cobrar buena fa-;

    que el que imprime neceda-

    dalas a censo perpe-.

     

    Advierte que es desati-,

    siendo de vidrio el
    teja-,

    tomar piedras en la ma-

    para tirar al veci-.

    Deja que el hombre de jui-

    en las obras que compo-

    se vaya con pies de plo-;

    que el que saca a luz pape-

    para entretener donce-

    escribe a tontas y a lo-.

    DEL DONOSO, POETA ENTREVERADO,

    A SANCHO PANZA Y ROCINANTE

    A Sancho

    Soy Sancho Panza, escude-

    del manchego don Quijo-;

    puse pies en polvoro-,

    por vivir a lo discre-;

    que el tácito Villadie-

    toda su razón de esta-

    cifró en una retira-

    según siente Celesri-,

    libro, en in¡ opinión divi-,

    si encubriera más lo Puma-.

    A Rocinante

    Soy Rocinante el famo-

    bisnieto del gran Babie-;

    por pecados de flaque-

    fui a poder de un
    don Quijo-.

    Parejas corrí a lo flo-;

    unas por uña de caba-

    no se me escapó ceba-;

    que esto saqué a Lazari-

    cuando, para hurtar el vi-

    al ciego, le di la pa-.

    Luis de
    Góngora y Argote

    (Córdoba, España, 1561-1627). Poeta. La voz
    más alta e influyente del barroco literario
    español. Su obra permaneció inédita
    casi en su totalidad hasta después de su muerte.

    A diferencia de Cervantes, las décimas abundan en la
    obra de Góngora. Ocasionales, humo-rísticas,
    satíricas, elegíacas, son sin dudas, importantes
    para comprender la evolución de la estrofa, aunque su autor no
    lograra un aliento similar al de sus "Soledades" , la
    "Fábula de Polifemo y Galatea" y sus mejores sonetos.

    Obra: Obras de don Luis de
    Góngora
    (1627, 1630, 1633, 1644-1648).

    AL MARQUÉS DE GUADALCAZAR; DE LAS
    DAMAS

    DE PALACIO

    No os diremos, como al Cid,

    que en Cortes no habéis estado,

    porque aunque disimulado,

    sé que venís de Madrid.

    Señor don Diego, venid

    mil veces en hora buena,

    y aunque os hayan puesto pena

    haced del Palacio plaza,

    si no os ha puesto mordaza

    la que os puso en su cadena.

    Decidnos, señor, de aquellas

    flores y luces divinas,

    en Palacio clavellinas

    y en el firmamento estrellas;

    ángeles que plumas bellas

    baten en sus jerarquías,

    donde son buenos los días,

    pero las noches son malas,

    porque al coger de las alas

    sienten las plumas muy frías.

    Galantísimo señor,

    deste cielo la primera

    sea el puerto, y la carrera

    de las Indias del Amor;

    el más hermoso, el mejor

    extremeño serafín

    que dio a España Medellín.

    ¡Dichosa la tierra que

    besa el cristal de su pie

    en la plata del chapín!

    Allí donde entre alhelíes

    Guadïana se dilata,

    la pluma peinó de plata

    con el pico de rubíes

    esta de tantos neblíes

    garza real perseguida,

    ya que en sus flores la anida

    el Tajo, glorioso el vuelo,

    que en puntas corona el cielo

    de ave tan esclarecida.

    Si la gloria de Chacón

    de la cabeza a los pies

    azúcar y almendra es,

    dulce será el corazón.

    Néctar sus palabras son;

    mas sepa quien no lo sabe

    que, de agudas flechas grave,

    en sus palabras Cupido,

    como abeja está escondido

    en el panal mas süave.

     

    A la bellísima Cerda,

    para el arco que da enojos,

    saetas pide a sus ojos

    y a su apellido la cuerda

    el niño dios, porque pierda

    la libertad y el
    jüicio

    quien se le da en sacrificio.

    ¡Venturoso el ermitaño

    que trajese todo el año

    destas cerdas el silicio!

    Mucho tiene de admirable

    la deidad de Monterrey,

    pues al mismo Amor da ley

    por lo bello y por lo afable;

    cuando dulcemente hable,

    cuando dulcemente mire,

    ¿quién habrá que no
    suspire?

    Cuando corone su frente

    de los rayos del Oriente,

    ¿quién habrá que no se
    admire?

    De la beldad de las Navas,

    dice Amor que, cuando mira

    dorados arpones tira

    más que y tiene en sus aljabas;

    las dos, pues, reales pavas

    de la Coruña y Belmar

    muy bien pueden coronar

    en Palacio con sus plumas

    que oscurecen las espumas

    de uno y del otro mar.

    Aquella belleza rara

    que adora el Ebro por diosa,

    sol es de Villahermosa,

    hermosísimo de cara;

    aurora luciente y clara

    deste Sol aragonés,

    si no naciera después

    fuera su hermana divina;

    mas si no es Luna menina,

    estrella de Venus es.

    De la que nació en el mar

    las veneras cunas son,

    y su hijo en el blasón

    no las hace venerar;

    de aquel Fénix singular,

    honor de los Pimenteles,

    buscad, amantes fïeles,

    entre estas conchas la perla,

    si dejan sus ojos verla,

    que son caribes crueles.

    Decidme de aquella dama,

    gloria del nombre de Ulloa,

    que pues la invidia la loa,

    no es bien, la calle la Fama;

    cuarta gracia Amor la llama

    en el Palacio real,

    y a fe que no dice mal

    el Dios que yela y abrasa;

    que el título de su casa

    y las gracias, todo es sal.

    La extranjera soberana

    que en las montañas no sólo

    mas en cuanto pisa Apolo

    no la desvió Diana;

    ¡oh, venturosa alemana,

    que privas a cualquier hora

    con la casta cazadora,

    dichoso el que en ti aventura

    el logro de tu hermosura

    y el favor de tu señora!

    Aquel resplandor rosado

    de la luz que al mundo viene

    aunque es Alvarado, tiene

    más de Alba que de Alvarado;

    no amanece, y da cuidado

    a los dulces ruiseñores,

    que esperan entre las flores

    saludar al rayo nuevo

    del lucidísimo Febo

    que ha de dorar los alcores.

    Al Montego dio cristal

    si de oro al Tajo no arena,

    doña Beatriz de Villena,

    trofeo de Portugal;

    y a la que no tiene igual

    en hermosura y saber,

    gloria, majestad y ser

    de los Osorios de Astorga.

    Amor dice que él otorga

    sus armas y su poder.

    Puesta en el brinco pequeño

    de Altamira, a mira alta,

    hallaréis que él solo esmalta

    cuantas joyas os enseño;

    crecerá, y quitará el
    sueño

    a la beldad y a la gala;

    en el balcón y la sala

    prestará rayos al Sol,

    sin que haya ángel español

    que no venza ala por ala.

    Las blancas tocas, señor,

    no perdono de la guarda,

    mayor, sí, pero gallarda

    tanto como la menor;

    santo y venerable honor

    de mi patria y de su estado,

    mas pastora de un ganado

    que está convidando al lobo

    yo sé decir, aunque bobo,

    que a Argos diera cuidado.

    152. -1611

    Por más daños que presumas,

    vuela, Ícaro español,

    que al templo ofreces del Sol

    en poca cera tus plumas.

    Blanco túmulo de espumas

    haga el Betis a tus huesos;

    que tus gloriosos excesos,

    si de mi Musa los fías,

    los venerarán los días

    en los álamos impresos.

    196.-1622

    Siempre le pedí al Amor,

    divina Fili, después

    que mi rendimiento es

    ejercicio a tu rigor,

    que a un desdén otro mayor

    le suceda; y que pues sabe

    cuánto el morir me es suave

    por ti, concederme quiera

    ida en que siempre se muera,

    muerte en que nunca se acabe.

    Francisco de
    Quevedo y Villegas

    (Madrid, España, 1580-1645). Poeta y
    escritor perteneciente al barroco español.

    Entre las cerca de 150 décimas que se incluyen en su
    Poesía completa y sus obras teatrales,
    además de las escogidas para este libro, destacan algunas,
    en la variante espinela, tituladas: "Al mismo" (1) dedicada al
    Conde de Villamediana; "Fiesta de toros, con rejones, al
    príncipe de Gales, en que llovió mucho" (18); "A
    una mujer que
    besó a un caballero, estando mirando un judas" (3); "Al
    mosquito de trompetilla" (1); la estrofa numerada 817, las dos
    reunidas con el número 818; "Contra don Luis de
    Góngora" (9); "Escribió Quevedo contra
    Góngora y [se] defendió Góngora [con]
    aquellas décimas suyas que empiezan «Musa que sopla
    y no inspira». Y dice Quevedo" (5); "A un poeta corcovado
    que se valió de trabajos ajenos de varios ingenios" (1);
    "Contra Juan Pérez de Montalbán" (2),

    Conceptista, pícaro, burlón, melancólico,
    erótico, abrumador. al decir de Jorge Luis Borges, Francisco
    de Quevedo, es «el primer artífice de las letras
    hispánicas» y constituye «una dilatada y
    compleja literatura». Impar sonetista que, por su riguroso
    y artesanal empleo de la
    métrica, posee indudablemente un sitio en la historia de
    la décima.

    Obra: La vida del Buscón llamado don Pablos
    (1626); Juguetes de la niñez y travesuras del
    ingenio
    (1631); Política de Dios, gobierno de
    Cristo, tiranía de Satanás
    (1626); Marco
    Bruto
    (1646); Parnaso español (1648),
    Las tres musas (1670).

    AL RUISEÑOR

    Flor con voz, volante flor,

    silbo alado, voz pintada,

    lira de pluma animada

    y ramillete cantor;

    di, átomo
    volador,

    florido acento de pluma,

    bella organizada suma

    de lo hermoso y lo süave,

    ¿cómo cabe en sola un ave

    cuanto el contrapunto suma?

     

    BÚRLASE DE TODO ESTILO AFECTADO

    Con tres estilos alanos

    quiero asirte de la oreja,

    porque te tenga mi queja,

    ya que no pueden mis manos.

    La habla de los cristianos

    es lenguaje de ramplón:

    por eso va la razón

    de un circunloquio discreto

    en retruécano y conceto,

    como en calzas y en jubón.

    Estilo primero

    Amar y no merecer,

    temer y desconfiar,

    dichas son para obligar,

    penas son para ofender.

    Acobardar el querer,

    cuando más valor
    aplique,

    es hacer que multiplique

    el miedo su calidad.

    Para más seguridad,

    tómate ese tique mique.

    Lágrimas desconsoladas

    son descanso sin sosiego

    y diligencias del fuego,

    más vivas cuando anegadas.

    Las memorias
    olvidadas

    en la voluntad sencilla

    son golfo que miente orilla,

    son tormenta lisonjera,

    en donde expira el que espera.

    ¡Qué linda recancanilla!

    Es tener desconfianza

    es tener y presumir;

    y apetecer el morir,

    mucho de grosero alcanza.

    Quien osa tener mudanza,

    se culpa en el bien que asiste;

    y quien se precia de triste

    goza con satisfacción

    la pena por galardón.

    Pues pápate aquese chiste.

    Vuelve a proseguir

    Pero siendo tú en la villa

    dama de demanda y trote,

    bien puede ser que del mote

    no hayas visto la cartilla.

    Va del estilo que brilla

    en la culterana prosa,

    greciante y latinosa:

    mucho será si me entiendes.

    Yo vacio piras, y asciendes:

    culto va, señora hermosa.

    Estilo segundo

    Si bien el palor ligustre[20]

    desfallece los candores,

    cuando muchos esplendores

    conduce a poco palustre[21]

    construye el aroma ilustre

    víctima de tanto culto,

    presintiendo de tu vulto

    que rayos fulmina horrendo.

    Ni me entiendes, ni me entiendo.

    Pues cátate, que soy culto.

    Prosigue

    No me va bien con lenguaje

    tan de grados y corona:

    hablemos prosa fregona,

    que en las orejas se encaje.

    Yo no escribo con plumaje,

    sino con pluma, pues ya

    tanto bien barbado da

    en escribir al revés.

    Óyeme tú dos por tres

    lo que digo de pe a pa.

    Estilo tercero

    Digo, pues, que yo te quiero,

    y que quiero que me quieras,

    sin dineros ni dineras,

    ni resabios de tendero.

    De muy mala gana espero;

    date prisa, que si no,

    luego me cansaré yo,

    y perderás este lance.

    ¡Bien haya tan buen romance,

    y el padre que le engendró!

    PEDRO
    CALDERÓN DE LA BARCA

    (Madrid, España, 1600- 1681). Dramaturgo y poeta.
    Ultima figura importante del siglo de Oro de la literatura
    española. Fue reconocido como el dramaturgo más
    importante de su época. Junto con El Quijote, de
    Cervantes, La vida es sueño es la obra más
    comentada de la literatura española. En ella se incluye el
    famoso monólogo de Segismundo donde un personaje
    reflexiona acerca del destino del hombre a partir de su
    nacimiento. Los temas del alma, la libertad, las desdichas y
    la muerte
    ocupan gran parte de estas meditaciones en décimas
    irrepetibles y eternas.

    Según el ensayista cubano José Rojas Bez en su
    libro Sentidos y formas en La vida es sueño, esta
    obra: "ha de ser asumida como una de las más formidables
    síntesis de temas y recursos en una
    coherente y funcional dramaturgia de tesis, tanto por los
    problemas
    planteados y las soluciones que
    propone a los mismos, como por su utilización de los
    recursos dramáticos generales; habiéndose
    constituido, además, en uno de los más claros
    ejemplos de funcionalismo
    ideotemático y estético en la obra teatral."

    Obra. La dama duende (1629); Casa con dos
    puertas, mala es de guardar
    (1632); No hay burlas con el
    amor
    (1637); El príncipe constante (1629);
    El médico de su honra (1635); La vida es
    sueño
    (1636); El gran teatro del
    mundo
    (1636); El mágico prodigioso (1637);
    El alcalde de Zalamea (1640); ¿Cuál es
    la mayor perfección?
    (1663), entre otras.

    LA VIDA ES SUEÑO

    (Fragmentos)

    SEGISMUNDO: Apurar, cielos, pretendo,

    ya que me tratáis así,

    qué delito
    cometí

    contra vosotros naciendo.

    Aunque si nací, ya entiendo

    qué delito he cometido:

    bastante causa ha tenido

    vuestra justicia y rigor,

    pues el delito mayor

    del hombre es haber nacido.

    Sólo quisiera saber

    para apurar mis desvelos

    – dejando a una parte, cielos,

    el delito de nacer-,

    ¿qué más os pude ofender,

    para castigarme más?

    ¿No nacieron los demás?

    Pues si los demás nacieron,

    ¿qué privilegios tuvieron

    que no yo gocé jamás?

     

    Nace el ave, y con las galas

    que le dan belleza suma,

    apenas es flor de pluma,

    o ramillete con alas,

    cuando las etéreas salas

    corta con velocidad,

    negándose a la piedad

    del nido que dejan en calma;

    ¿y teniendo yo más alma,

    tengo menos libertad?

     

    Nace el bruto, y con la piel

    que dibujan manchas bellas,

    apenas signo es de estrellas

    –gracias al docto pincel–,

    cuando, atrevido y crüel,

    la humana necesidad

    le enseña a tener crueldad,

    monstruo de su laberinto:

    ¿y yo, con mejor instinto,

    tengo menos libertad?

    Nace el pez, que no respira,

    aborto de ovas y lamas,

    y apenas bajel de escamas

    sobre las ondas se
    mira,

    cuando a todas partes gira,

    midiendo la inmensidad

    de tanta capacidad

    como le da el centro frío:

    ¿y yo, con más albedrío,

    tengo menos libertad?

     

    Nace el arroyo, culebra

    que entre flores se desata,

    y apenas, sierpe de plata,

    entre las flores se quiebra,

    cuando músico celebra

    de las flores la piedad

    que le dan la majestad

    del campo abierto a su huída:

    ¿y teniendo yo más vida,

    tengo menos libertad?

    En llegando a esta pasión,

    un volcán, un Etna hecho,

    quisiera sacar del pecho

    pedazos del corazón.

    ¿Qué ley, justicia o
    razón

    negar a los hombres sabe

    privilegios tan süave

    excepción tan principal,

    que Dios le ha dado a un cristal,

    a un pez, a un bruto y a un ave?

    [.]

    SEGISMUNDO: ¿Quién eres? Que aunque yo
    aquí

    tan poco del mundo sé,

    que cuna y sepulcro fue

    esta torre para mí;

    y aunque desde que nací

    (si esto es nacer) sólo advierto

    eres rústico desierto

    donde miserable vivo,

    siendo un esqueleto vivo,

    siendo un animado muerto.

     

    Y aunque nunca vi ni hablé

    sino a un hombre solamente

    que aquí mis desdichas siente,

    por quien las noticias

    del cielo y tierra; y aun que

    aquí, por que más te asombres

    y monstruo humano me nombres,

    este asombros y quimeras,

    soy un hombre de las fieras

    y una fiera de los hombres.

     

    Y aunque en desdichas tan graves,

    la política he estudiado,

    de los brutos enseñado,

    advertido de las aves,

    y de los astros süaves

    los círculos he medido,

    tú, sólo, tú has suspendido

    la pasión a mis enojos,

    la suspensión a mis ojos,

    la admiración a mi oído.

    Con cada vez que te veo

    nueva admiración me das,

    y cuando te miro más,

    aún más mirarte deseo.

    Ojos hidrópicos creo

    que mis ojos deben ser:

    pues, cuando es muerte el beber,

    beben más, y de esta suerte,

    viendo que el ver me da muerte,

    estoy muriendo por ver.

     

    Pero véate yo y muera;

    que no sé, rendido ya,

    si el verte muerte me da,

    el no verte ¿qué me diera?

    Fuera más que muerte fiera,

    ira, rabia y dolor fuerte

    fuera vida: desta suerte

    su rigor he ponderado,

    pues dar vida a un desdichado

    es dar a un dichoso muerte.

    ROSAURA: Con asombro de mirarte,

    con admiración de oírte,

    ni sé qué pueda decirte,

    ni qué pueda preguntarte;

    sólo diré que a esta parte

    hoy el cielo me ha guïado

    para haberme consolado,

    si consuelo puede ser

    del que es desdichado, ver

    a otro que es más desdichado.

    Cuentan de un sabio que un día

    tan pobre y mísero estaba,

    que sólo se sustentaba

    de unas yerbas que cogía.

    ¿Habrá otro (entre sí decía)

    más pobre y triste que yo?

    Y cuando el rostro volvió,

    halló la respuesta, viendo

    que iba otro sabio cogiendo

    las hojas que él arrojó.

     

    Quejoso de la fortuna

    yo en este mundo vivía,

    y cuando entre mí decía:

    ¿Habrá otra persona
    alguna

    de suerte más importuna?,

    piadoso me has respondido;

    pues volviendo en mi sentido,

    hallo que las penas mías,

    para hacerlas tú alegrías

    las hubieras recogido.

    [.]

    SEGISMUNDO: Es verdad; pues reprimamos

    esta fiera condición,

    esta furia, esta ambición,

    por si alguna vez soñamos;

    y sí haremos, pues estamos

    en mundo tan singular,

    que el vivir sólo es soñar;

    y la experiencia me enseña

    que el hombre que vive sueña

    lo que es hasta dispertar.

     

    Sueña el rey que es rey, y vive

    con este engaño mandando,

    disponiendo y gobernando;

    y este aplauso, que recibe

    prestado, en el viento escribe,

    y en cenizas le convierte

    la muerte, (¡desdicha fuerte!):

    ¿Que hay quien intente reinar,

    viendo que ha de dispertar

    en el sueño de la muerte?

     

    Sueña el rico en su riqueza,

    que más cuidados le ofrece;

    sueña el pobre que padece

    su miseria y su pobreza;

    sueña el que a medrar empieza,

    sueña el que afana y pretende,

    sueña el que agravia y ofende,

    y en el mundo, en conclusión,

    todos sueñan lo que son,

    aunque ninguno lo entiende.

     

    Yo sueño que estoy aquí

    destas prisiones cargado,

    y soñé que en otro estado

    más lisonjero me vi.

    ¿Qué es la vida? Un frenesí.

    ¿Qué es la vida? Una ilusión,

    una sombra, una ficción,

    y el mayor bien es pequeño;

    que toda la vida es sueño,

    y los sueños, sueños son.

    SOR JUANA
    INÉS DE LA CRUZ

    (San Miguel Nepantla, hoy estado de México, 1651-
    1695). Poeta mexicana del virreinato de Nueva España, cuyo
    verdadero nombre era Juana Ramírez de
    Asbaje. Fue la escritora más importante del siglo XVII en
    América. Cultivó todas las estrofas y
    escribió obras de teatro. Escribió el
    extraordinario poema Primero Sueño.

    Acerca de su obra, el mexicano Premio Nóbel de
    Literatura Octavio Paz,
    escribió: «En algunos pasajes el verso barroco se
    resiste al inusitado ejercicio de transcribir en imágenes
    conceptos y fórmulas abstractas. El lenguaje se
    vuelve abrupto y pedantesco. En otros, los mejores y más
    intensos, la expresión es vertiginosa a fuerza de lucidez.
    Sor Juana crea un paisaje abstracto y alucinante, hecho de conos,
    obeliscos, pirámides, precipicios geométricos y
    picos agresivos. Su mundo participa de la mecánica y del mito. La
    esfera y el triángulo rigen su cielo vacío.
    Poesía de la ciencia,
    pero también del terror nocturno. Todo duerme, vencido por
    la noche: el rey y el ladrón, los amantes y el solitario.
    Yace el cuerpo, entregado a sí mismo. Vida disminuida del
    cuerpo, vida desmesurada del espíritu, libre de su peso
    corporal. Los alimentos,
    transformados en calor,
    engendran sensaciones que la fantasía convierte en
    imágenes. En lo alto de su pirámide –formada por
    todas las potencias del espíritu: memoria e
    imaginación, juicio y fantasía– el alma contempla
    los fantasmas del
    mundo y sobre todo esas figuras de la mente, "que intelectuales
    claras son estrellas" de su cielo interior. En ellas el alma se
    recrea en sí misma. Se desprende de esta
    contemplación y despliega la mirada por todo lo creado. La
    diversidad del mundo la deslumbra y acaba por cegarla.
    Águila intelectual, el alma se despeña "en las
    neutralidades de un mar de asombros".

    En La décima renacentista y barroca (2002), el
    estudioso cubano Virgilio López Lemus afirma:
    Habría que decir que desde la época de
    Góngora, Pedro Espinosa de Sepúlveda o los hermanos
    Argensola, poeta alguno como Sor Juana la había empleado
    tanto [se refiere a la décima] y tan bellamente para
    transmitir sus contenidos líricos. Y más adelante
    agrega: La mucha invención, pero también la
    fidelidad del modelo
    espineliano, hacen de Sor Juana Inés de la Cruz un poeta
    singular dentro de la tradición decimista de la lengua, en
    cualquier época.

    Obra: Neptuno alegórico (1680); Los
    empeños de una casa
    (1683); Inundación
    castálida
    (1689); Carta Athenagórica
    (1690); Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691);
    Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la
    Cruz
    (1692).

    DECIMAS

    Que demuestran decoroso esfuerzo de la razón contra
    la vil tiranía de un amor violento. 

    Dime, vencedor rapaz,

    vencido de mi constancia,

    ¿qué ha sacado tu arrogancia

    de alterar mi firme paz?

    Que aunque de vencer capaz

    es la punta de tu arpón

    el más duro corazón,

    ¿qué importa el tiro violento,

    si a pesar del vencimiento

    queda viva la razón?

    Tienes grande señorío;

    pero tu jurisdicción

    domina la inclinación

    mas no pasa al albedrío.

    Y así librarme confío

    de tu loco atrevimiento,

    pues aunque rendida siento

    y presa la libertad,

    se rinde la voluntad

    pero no el consentimiento.

    En dos partes dividida

    tengo el alma en confusión

    una, esclava de pasión,

    y otra, a la razón medida.

    Guerra civil, encendida,

    aflige el pecho importuna:

    quiere vencer cada una,

    y entre fortunas tan varias,

    morirán ambas contrarias

    pero vencerá ninguna.

    Cuando fuera, Amor te vía

    no merecí de ti palma;

    y hoy, que estás dentro del alma,

    es resistir valentía.

    Córrase, pues, tu porfía

    de los triunfos que te gano:

    pues cuando ocupas, tirano,

    el alma, sin resistillo,

    tienes vencido el Castillo

    e invencible el Castellano.

    Invicta razón alienta

    armas contra tu vil saña,

    y el pecho es corta campaña

    a batalla tan sangrienta.

    Y así, Amor, en vano intenta

    tu esfuerzo loco ofenderme:

    pues podré decir, al verme

    expirar sin entregarme,

    que conseguiste matarme

    mas no pudiste vencerme.

    Excusándose de dar licencia a uno, que la
    pedía para ausentarse

    Licencia para apartaros

    pedís, y podéis creer

    que eso sólo pudo ser

    en mí difícil el daros.

    Y así, estimad que rogaros

    que lo dilatéis, no quiera;

    aunque, si se considera,

    poco tenéis que estimar,

    pues, a poderla negar,

    presumo que no os la diera.

    Es que, aunque en darla ejecuto

    de posesión algún viso,

    donde hay conceder preciso

    falta dominio
    absoluto:

    apariencia de tributo

    son las que llegáis a dar;

    y así me puedo quejar

    de vuestra fe cautelosa,

    pues me dais dominio en cosa

    en que no puedo mandar.

    Pero con no darla yo,

    quedaré mejor aquí:

    pues hay casos en que el

    es más esquivo que el no.

    Ya vuestra canción cumplió

    con pedirlo; y yo, industriosa,

    quedo, con no darla, airosa:

    pues, para que hagáis ausencia,

    es negaros la licencia

    esquivez muy cariñosa.

    Con pálida tiranía

    usurpárosle intentáis,

    y como cortés, buscáis

    cómplice la venia mía.

    No la hagáis vana porfía;

    pues, en aquesta ocasión,

    negaros la petición

    de partida tan penosa,

    sobre avaricia forzosa,

    es cortés desatención.

    Sin darme parte, quisiera

    que dispusierais el ir:

    que en vos no es culpa el partir

    y en mí el permitir lo fuera.

    Y querer que interviniera

    yo en cosa a vos necesaria,

    es querer que haga, contraria

    a lo que el discurso avisa,

    lo que es pena en vos precisa,

    en mí es culpa voluntaria.

    Partid, en fin, confiado

    en mi voluntad constante,

    de que aunque estéis muy distante,

    nunca estaréis apartado.

    Que, pues con igual agrado

    corresponde al que en vos veo,

    aunque os apartéis, yo creo

    que, de veros con el ansia,

    abreviará al distancia

    la brújula
    del deseo.

    Alabando un ingenio sin alabarlo

    Si a tu Musa levantada,

    ¡oh Solís!, alabar quiero,

    del aplauso lo grosero

    es ofensa disfrazada.

    Ninguna hay proporcionada

    a estilo tan singular:

    ninguna puede alcanzar;

    pero, pues ninguna alcanza,

    sirva sólo de alabanza

    el no poderte alabar.

    Reconociendo el Cabildo de Méjico el singular
    acierto que tuvo en la idea de un Arco Triunfal a la entrada del
    Virrey, Señor Marqués de la Laguna, que
    encargó a Sor Juana Inés, estudio de tan grande
    humanista, le presentó el regalo que dice y
    agradece.

    Esta grandeza que usa

    conmigo vuestra grandeza,

    le está bien a mi pobreza

    pero muy mala mi Musa.

    Perdonadme si, confusa

    o sospechosa, me inquieta

    el juzgar que ha sido treta

    lo que a vuestro juicio trata,

    pues quien me da tanta plata

    no me quiere ver Poeta.

    No ha sido Arco en realidad

    quien mi pobreza socorre,

    sino arcaduz, por quien corre

    vuestra liberalidad.

    De una llave la lealtad,

    a ser custodia se aplica

    del caudal que multiplica

    quien oro me da por cobre,

    pues por un Arco tan pobre

    no dais un arca tan rica.

    Aun viendo el efecto, dudo

    que pudiese el tiro errado

    de un Arco mal disparado

    atravesar tanto escudo;

    mas a mi silencio mudo

    sólo obedecer le toca:

    pues, por si replico loca,

    con palabras desiguales,

    con tantos sellos Reales

    me habréis tapado la boca.

    Con afecto agradecido

    a tantos favores, hoy

    gracias, Señores, os doy,

    y los perdones os pido,

    que con pecho agradecido

    de vuestra grandeza espero;

    y aun a estas Décimas quiero

    dar, de estar flojas, excusa:

    que estar tan tibio la musa

    es efecto del dinero.

    JOSÉ
    JACINTO MILANÉS

    (Matanzas, Cuba, 1814-1863). Poeta y dramaturgo. Fue uno de
    los poetas más representativos del romanticismo
    cubano.

    En el tomo primero de la Historia de la literatura
    cubana
    (2005) se lee lo siguiente: De todos nuestros poetas
    románticos de la primera generación es
    Milanés el de tono más personal, con un
    subjetivismo lírico capaz de abrirse a insospechados
    matices. Es romántico y seguidor de Víctor Hugo,
    según las indicaciones del inevitable Del Monte. Sin
    embargo, Del Monte y Víctor Hugo sólo harán
    resaltar ciertas preocupaciones, sociales y estéticas, que
    ya existían en él. Además, la singularidad
    del autor matancero respecto a nuestros poetas de la primera
    generación romántica (Heredia,
    Plácido, La Avellaneda, etc.) tiene una primera
    base en este terreno de las influencias literarias más
    allá del mismo Romanticismo, ya que es el único de
    ellos que en cuanto a los modelos de su
    propia lengua consigue casi deshacerse de los engorrosos
    neoclásicos y prerrománticos españoles, con
    el rimbombante Manuel José Quintana a la cabeza. Esto lo
    logra al escoger sus modelos entre los líricos hispanos
    anteriores al siglo XVIII, en especial Lope de Vega, cuya
    lectura parece
    haber iniciado desde la adolescencia. Por eso su romanticismo
    tendrá una frescura distinta, que explica la
    afirmación de Max Henríquez Ureña de que
    «nadie antes que él había traído al
    movimiento
    romántico de habla española acentos de tan
    íntima emoción.»

    Su abundante producción decimística fundamental,
    incluida en las principales antologías cubanas de la
    estrofa, es la que apareció en 1841 en Los cantares
    del montero, cuaderno
    publicado cinco años antes de
    Rumores del Hórmigo del
    Cucalambé. El canto a la naturaleza de la isla y
    el amor se
    fusionan en sus espinelas sencillas y memorables.

    Obra: El Conde Alarcos (1838); Los cantares del
    montero
    (1841); Obras (1846, 1865); Obras
    completas
    . (1920, 1963); Algunas poesías. (1937); Antología
    lírica
    (1975).

    SU ALMA

    Yo pondré, cuando a mi anhelo

    Noble inspiración socorra,

    Hacer un verso que corra

    Manso como un arroyuelo.

    Puedo en él pintar un cielo

    Azul, un lago tranquilo,

    Una selva, fresco asilo

    De pajarillos cantores,

    Sembrando en todo las flores

    Espléndidas del estilo.

    Podré, con arte sutil,

    Pintar en vago horizonte

    Doble contorneado monte

    Como un seno femenil:

    Un alba dulce de Abril

    En que parezca brillar

    El aire, una ronca
    mar

    Que en corvas ondas se mece,

    Y otras cosas que parece

    Que no se pueden pintar.

    Pero la cosa que ignoro

    Poder pintar como es ella

    Es el alma pura y bella

    De la hermosura que adoro.

    Como es tanto su decoro,

    Su compasión, su ternura,

    A veces se me figura

    Que un ángel debe de ser

    Que ha bajado a ser mujer

    Por consolar mi amargura.

    ¡Oh mi amor! Deja a un artista

    Que con el reflejo grave

    De tu alma casta y suave

    Su pobre cántico vista.

    Deja que al mundo egoísta

    Pinte con libre pincel

    Tu alma candorosa y fiel:

    Deja que cantando así

    El no se olvide de ti,

    Ni yo me acuerde de él.

    En otro tiempo, con frente

    En que el pesar se grababa,

    Yo por el mundo cruzaba

    Transeúnte indiferente.

    Un desengaño inclemente

    Hirió como daga aguda

    Mi alma indefensa y desnuda;

    Y reprimiendo el dolor

    Iba buscando el amor

    Impelido por la duda.

    Vi dulces y hermosos seres;

    Y cuando con castos fines

    Buscábamos serafines

    Los encontraba mujeres.

    Sólo hallé sed de placeres,

    Vanidad, ternura incasta;

    Nada del amor que gasta

    El corazón en que nace,

    Que en sí mismo se complace

    Y que a sí mismo se basta.

    Y cuando el alma burlada

    Dijo, con honda amargura

    Al amor: -tú eres locura,

    Y a la ilusión: -tú eres nada;

    Llegaste tú, mi adorada,

    Y cerrando al fin mi herida

    Te dije, dando salida

    Al desengaño pasado: –

    ¡Tú eres mi amor ignorado!

    ¡Tú eres mi ilusión perdida!

     

    Desde entonces, prenda mía,

    La fe que me abandonaba,

    Como fugitiva esclava

    Al pensamiento
    volvía.

    Desde aquel próspero día,

    Muerta mi antigua tristeza,

    Pedí amor, pedí belleza

    A Dios, poeta grandioso,

    En ese poema hermoso

    Que llaman naturaleza.

    Y vi que el alma ceñuda

    Que asida de su dolor

    Deja el jardín del amor

    Por el yermo de la duda,

    Es sobremanera ruda;

    Por donde se puede ver

    Que siempre hay en la mujer

    Algo puro de los cielos:

    Que son hermanos gemelos

    Sentir, amar y crecer.

    ¡Oh! cuando mi vista vaga

    Por todo el cuerpo social,

    Y encuentro en él, por mi mal,

    Alguna asquerosa llaga:

    Cuando no hay quien me deshaga

    Ni me arranque aquel pesar

    De ver la llaga durar,

    Mancha negra en lino fino,

    Que primero rasga el lino

    Que se consiga lavar.

    Y lanzándome el dolor

    De uno en otro devaneo,

    En mis adentros no creo

    Sino sólo lo peor:

    ¿Quién en mi negro interior

    Vierte luz consoladora,

    Sino tú, mi dulce aurora?

    ¿Quién me enseña que es felice

    Mas que el rencor que maldice

    La resignación que llora.

    Pero es menester oír

    Su voz, angélico ser,

    Con tan dulce reprender

    Que parece sonreír.

    Es necesario sentir,

    ¡Oh hermosa como ninguna!

    Cuánta languidez reúna

    Tu mirar puro y sencillo,

    En donde hay algo del brillo

    Misterioso de la luna.

    ¡Ay! En aquellos momentos

    En que conversando a solas

    Nos van llevando las olas

    De los vagos pensamientos,

    Colmado de sentimientos

    Pedí a Dios, meditabundo,

    Que me llevase a otro mundo

    Más venturoso y mejor,

    En donde fuese el amor

    Más cándido y más profundo.

    Mas ya que vivir en este

    Me impone Dios, le bendigo,

    Porque al fin vivir contigo

    Ha sido bondad celeste.

    ¿Qué me importa que denueste

    Mi ideal filosofía

    Una mordaz ironía,

    Si hallo, contra este rigor,

    Mi gloria que es hoy tu amor,

    Tu amor que es mi poesía?

    Verdad es que a veces pienso

    (¡Y ésta es mi angustia mayor!)

    Que aunque te debo un amor

    Siempre firme y siempre inmenso,

    No juzgarás tan intenso

    El mío, y que de esto infieres

    Que somos ingratos seres,

    Si es así como nos nombres,

    Nosotros los tristes hombres

    Con vosotras las mujeres.

    Pero esto nace, bien mío,

    No de que es mi bien menor,

    Que mudo es profundo amor

    Cual mudo es profundo un río,

    Nace de que mi albedrío

    Teme entrar en la mar honda

    De amor, y que ella me esconda

    Tanto, que nauta inexperto

    Me encuentre lejos del puerto

    Sin vela, timón ni sonda.

    Porque ese amor, frenesí

    Que las entrañas devora,

    Hoguera atormentadora

    Que rompe fuera de sí,

    No es amor digno de ti

    Ni digno de mi laúd;

    Sino el que es placer, salud,

    Paz, esperanza, consuelo,

    Apacible como el cielo,

    Dulce como la virtud.

    Amor que ni arruga cejas

    Ni deja crecer desvelos,

    Sembrado de bellos celos

    Y de enamoradas quejas.

    Rico de memorias viejas,

    Que las guarda una por una:

    Que ríe al ver una cuna,

    Que al ver una tumba llora,

    Adorador de la aurora,

    Bendecidor de la luna.

    Que encuentra más poesía

    Más placer y más beldad

    Al campo que a la ciudad,

    Y a la tiniebla que al día.

    Que ama la melancolía

    Sin ir tras la soledad:

    Que estima la sociedad

    Detestando su egoísmo:

    Que va tras del heroísmo,

    Y no tras la vanidad.

    Amor que va a la conquista

    De lo grande y verdadero,

    Torciendo el rostro al dinero

    Y volviéndolo al artista:

    Que ve en el mundo una lista

    De goces castos y buenos

    Que de vil codicia llenos

    Los más se dejan atrás;

    Y en vano buscan los más

    El bien que gozan los menos.

    Este misterioso amor,

    Todo dulzura y paciencia,

    Que es hijo de la inocencia

    Y es hermano del pudor.

    El mundo escarnecedor

    Sueño, mi bien, lo apellida,

    Lo mofa y lo dilapida;

    Pero bien sabes, mi encanto,

    Que más vale el lloro santo

    Que la risa descreída.

    Quien busca amor y belleza

    No hay qué le aflija ni asombre,

    Pues cuando le cansa el hombre

    Halla la naturaleza.

    El que con bestial pereza

    Levanta un ara dorada

    A su codicia malvada,

    ¿Qué espera del egoísmo?

    Tras del fastidio, el abismo

    De la inexplicable nada.

    GLOSAS CUBANAS

    EL SINSONTE Y EL TOCOLORO

    Entre las aves del
    monte,

    Ídolo que ardiente adoro,

    Brilla más el tocoloro,

    Canta mejor el sinsonte.

    Los monteros te adoramos,

    Linda flor de Canasí,

    Dos esperamos tu sí,

    Y esperándolo penamos.

    Mientras el sí no gozamos

    Que hasta el cielo nos remonte,

    A escuchar, mi amor, disponte

    La idea que concebí

    De mi rival y de mí

    Entre las aves del monte.

    Una tarde en mi rosillo,

    Que mi tristeza remeda,

    Me entré por una arboleda,

    Donde perdióseme el trillo.

    En un alto caimitillo

    Vi que cantaban a coro

    Un sinsonte, un tocoloro,

    Y en mi rival cavilé,

    Y de este modo exclamé,

    Ídolo que ardiente adoro.

    "Aunque la gracia me sobre

    Y aunque no tengo mal pico,

    El es tocoloro rico

    Y yo soy bisonte pobre.

    ¿Quién hay que paciencia cobre,

    Muerto de amor, y sin oro?

    ¿Quién no se deshace en lloro

    Al ver, al considerar,

    Que aunque no sabe cantar

    Brilla más el tocoloro.

    "Mas yo espero, linda flor,

    Linda flor de Canasí,

    Que tú buscarás en mí

    No dinero, sino
    amor.

    Mi esperanza no es error,

    Y aunque el tocoloro apronte

    Su pluma, que alegra el monte,

    Tendrá su canto por ronco,

    Pues siempre en cualquier tronco

    Canta mejor el sinsonte."

    JOSÉ
    FORNARIS

    (Bayamo, Cuba, 1827-La
    Habana, 1890). Poeta. En 1855 publicó sus Cantos del
    Siboney
    , recogidos en Poesías de José
    Fornaris
    , con las cuales dio gran impulso al
    Siboneísmo. Según varios investigadores cubanos,
    fue Fornaris quien declaró –en documentos que no
    han sido localizados- que la décima era la estrofa del
    pueblo cubano.

    Figura culminante del siboneyismo, según Max
    Henríquez Ureña, Fornaris acertó cuando
    quiso ser poeta criollista, y bien lo prueban sus
    armoniosos romances "La madrugada en Cuba" y "Las palmas", para
    no mencionar sus Cantos cubanos que no valen menos.
    Fuera de esas notas de auténtico criollismo, su poesía
    lírica se resiente a cada momento de vaciedades y
    descuidos, porque el gran enemigo de Fornaris era el demonio de
    la facilidad.

    Obra: Recuerdos (1850); Poesías de
    José Fornaris
    (1855,1857, 1888, 1909, 1936);
    Flores y lágrimas (1860); Cantos del
    siboney
    (1862-1863); La hija del pueblo. Drama en tres
    actos y en verso
    (1865); Amor y sacrificio. Drama en
    tres actos y en verso
    (1866); Definiciones y ejemplos de
    las principales figuras retóricas
    (1867);
    Elementos de retórica y poética arreglados al
    programa del
    Instituto de La Habana
    (1868); Nociones de historia universal y
    particular de España
    arreglados al programa del Instituto de La Habana
    (1868);
    Cantos tropicales (1874); El arpa del hogar
    (1878).

    TU VOZ

    Corrí en mi niñez dichosa

    De mi bayamo en la orilla,

    Cual sin rumbo una avecilla

    Gira por la selva hojosa.

    Crucé la playa arenosa

    Entre perlas de rocío;

    Y del agua el
    murmurío

    En la mañana serena,

    Conchas recogí en la arena

    Tirando conchas al río.

    Entonces si algún jilguero

    Cantó en el vecino monte,

    Mientras en el horizonte

    Brillaba el rayo primero;

    Del sol tras el limonero,

    Lo escuché con tierno encanto

    Por aliviar mi quebranto,

    Y pensé, al batir sus alas,

    En lo bello de sus galas,

    Y en lo dulce de su canto.

    Así sienta tu canción

    Con dulzura seductora,

    Y tu acento me enamora

    Ardiendo en mi corazón.

    Siento tan honda emoción,

    Que bendigo tu garganta,

    Que me ofrece dicha tanta;

    Y lleno de amor vehemente

    Ciño de lauros tu frente,

    Cubro con floresta planta.

    Cuando en mis prados natales

    Vaya suspirando a solas,

    Y mire de claras olas

    Los transparentes cristales,

    Cuando lirios virginales,

    Coja en el peñón sombrío,

    He de recordar, bien mío,

    Tu hermosa voz de sirena,

    Conchas cogiendo en la arena,

    Tirando conchas al río.

    INVITACION

    Ven, Lola, dulce amor mío,

    a mi valle pintoresco,

    lleno de flores y fresco,

    hasta en los meses de estío.

    Aquí va pasando un río

    por una campiña abierta,

    y hay en su linde una huerta

    para ti, mi campesina,

    y una poza cristalina

    de verde bambú cubierta.

    Con el rayo matutino

    iré al monte apresurado,

    mas al volver fatigado

    Lola, del bosque vecino,

    tú me saldrás al camino

    en la calle floreciente

    de mangos, y tiernamente

    me dirás dulces palabras,

    mientras trisquen nuestras cabras

    sobre la yerba naciente.

    No tendrás aquí el membrillo

    que rica yema atesora,

    mas sí la miel que elabora

    delicado mamoncillo.

    No tendrás aquí el tomillo;

    ni llena de gracia suma

    tan blanca como la espuma

    la magnolia abre su broche,

    pero sí el galán de noche

    que tierra y
    aire perfuma.

    Tendrás cuanto Cuba cría

    En sus bosques y collados;

    Sus tesoros codiciados

    Tuyos serán, prenda mía,

    De cuanto el Sol, rey del
    día,

    Con sus rayos elabora,

    Gozarás, luz seductora

    De mi cielo bonancible;

    Y de mi pecho sensible

    serás única señora.

    A JUAN C. NÁPOLES FAJARDO

    Hay un palacio de flores

    En medio del mar Caribe

    Que luz del cielo recibe

    En torrentes de fulgores,

    Todo perfume, colores,

    Cielo azul, vivos paisajes

    Do de floridos boscajes

    Salen corriendo a bandadas,

    Tojosas de las cañadas,

    Sinsontes de los ramajes.

    Jamás aquí el mexicano

    Ostentó riqueza y gala,

    Ni el cacique de Tlascala,

    Alzó banderas, ufano,

    Ni el indómito
    araucano

    Mostró fortaleza suma

    Ni rizó a la mar espuma

    Bajel cargado de gloria,

    Ni se supo aquí la historia

    De Atahualpa y Monctezuma.

    No: los hijos de esta tierra

    Vivieron bajo sus lomas

    Como nidos de palomas

    Escondido allá en la sierra,

    Odiaron siempre la guerra,

    Pues de paz fueron sus leyes

    Grabando en altos mameyes

    Anchas ceibas, cedros, robles.

    Hospitalarios y nobles

    Son los indios siboneyes.

    Cuba, Cuba, tu vivías

    Tranquila, sin opulencia,

    Mas bañada en inocencia

    Al sol dulce sonreías;

    Y aún de esos primeros días

    Guardas vírgenes praderas,

    Se alzan altivas palmeras

    Y aún corriendo en giros vagos

    Flamencos van por tus lagos,

    Guanaras por tus riberas.

    ¡Si adora el árabe fiel,

    Como el pastor a su huerto,

    A su patria que es desierto,

    A su bruto que es corcel?

    ¿Qué harás tú que en un vergel

    Naciste al son de las fuentes

    Donde brotan las corrientes

    De los cóncavos peñones

    Y ciñen verdes festones

    Llanos, selvas y pendientes.

    Si el águila en una peña

    Nace y adora su nido,

    ¿Qué hará un vate que ha nacido

    En esta Cuba risueña?

    Si aquí el agua se
    despeña

    En mil campos de verdura,

    Si Dios cual don de ternura

    Al formar la tierra
    esférica

    Grabó en medio de la América

    El sello de la hermosura?

    Pinta, pues, tanta belleza

    Con tu cántico sonoro

    Ensalce tu lira de oro

    Tu rica naturaleza,

    Una flor en tu cabeza

    Pondrá el pueblo, no laureles

    Ni rosas, ni
    mirabeles,

    Ni flor de extranjera playa,

    Sólo alguna pitajaya

    De los cubanos vergeles.

    Si esa flor en fausto día

    Consigue tu canto suave

    Serás más feliz que el ave

    Libre en la región vacía.

    Alza la frente sombría

    De gozo bate las manos,

    Te coronan tus hermanos

    Con flor que modesta viste,

    Más es, aunque está tan triste,

    Una flor de los cubanos.

    JUAN CRISTOBAL
    NÁPOLES FAJARDO

    (El Cucalambé)

    (Victoria de Las Tunas,
    Cuba, 1829-1861). Poeta. Máximo exponente de la
    décima cubana del siglo XIX.

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