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Árbol de la esperanza: Antología de décimas hispanoamericanas (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Acerca de su obra Vitier afirma en Lo cubano en la
poesía
que "La fuerza real de
su canto deriva de la convicción profunda de ser el cantor
destinado de los campos de Cuba. […] Fue el único que
logró ser aceptado a plenitud por el pueblo, entrar
totalmente en su vida, y durante las guerras de
Independencia
eran sus versos compañía casi inconsciente del
mambí. Mereció este premio por haberse dirigido con
derechura y limpieza al corazón del pueblo.

En La décima constante, Virgilio López
Lemus, afirma: Este poeta tunero supo comprender cuál era
la vertiente de la poesía de su tiempo que
podría captar mejor la circunstancia. […]

Su manera de poetizar la circunstancia, se avenía con
los ideales y con los modos de ver idealizados de la realidad del
sector poblacional activo, decisivo en los cambios sustanciales
que advendrían.

En el volumen
Historia de la literatura cubana;
la colonia desde los orígenes hasta 1898 (tomo
I). (2002) se lee lo siguiente: La obra del Cucalambé debe
ubicarse en el período de transición entre las dos
líneas fundamentales del romanticismo, si
bien con mejor orientación lírica hacia la
poesía de los llamados renovadores del gusto literario. El
Cucalambé aporta a la poesía cubana:

1.- El hallazgo de una voz definitivamente popular, apresada
en su modo más profundo sin necesidad de deformaciones ni
pintoresquismos del habla, voz-carácter, idiosincrasia nacional presentida
y expresada en total identificación del autor y sus
personajes con quienes compartió la mayor parte de su
vida.

2.- Su cubanización de la décima, a la que
logró despojar de todo acento español e
imprimirle ese sello definitivo de criollidad, molde blando para
el canto espontáneo, el ritmo del güiro y el tiple, y
el talento natural del hombre de
campo para la improvisación. Con ello el autor deja
resuelto el problema del tipicismo literario y se ubica en la
línea de desespañolización efectiva de
nuestra lírica, en la que –por otra vía- se
encuentran también las obras de Zenea y Luisa
Pérez, según expresara Cintio Vitier.

Y el investigador Carlos Tamayo señaló en
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el
desaparecido
(2003): "él consagró la
décima como la estrofa en que se cantarían las
aspiraciones, conquistas y frustraciones políticas
o amorosas en nuestra poesía popular; dotó a
ésta de un tono peculiar y marcó
pautas en los temas a tratar en la misma, encontrándose en
su obra infinidad de versos que ratifican su desvelo por la
situación de la patria, que reafirman ante todo, su
condición de cubano."

Obra. Rumores del Hórmigo (1857);
Poesías (1858, 1866, 1878, 1879, 1884);
Poesías (1926, 1938, 1948, 1959, 1960);
Consecuencias de una falta. Drama original en cuatro
actos y en verso por El Cucalambé
(1859);
Colección de poesías
inéditas del popular vate cubano
(1886); Cantos
cubanos. Al pueblo de Cuba por Juan Cristóbal
Nápoles. Cucalambé (
1907); Poesías
completas
y (Consecuencias de una falta). Drama original
en cuatro actos y en verso por El Cucalambé

(1974).

HATUEY Y GUARINA

Con un cocuyo en la mano

Y un gran tabaco en la
boca,

Un indio desde una roca

Miraba el cielo cubano.

La noche, el monte y el llano

Con su negro manto viste,

El viento alígero embiste

Tiemblan del monte las brumas

Y susurran las yagrumas

Mientras él suspira triste.

Lleva en la frente un plumaje

Morado como el cohombro,

Y el arco que tiene al hombro

Es de un vástago de aicuaje.

Aunque es un pobre salvaje

Y angustia cruel lo sofoca,

Desde aquella esbelta roca

Donde gime sin consuelo,

Los ojos fija en el cielo

Y a Dios con su ayuda invoca.

Oye el rumor de los vientos

En los atejes erguidos,

Oye muy fuertes crujidos

De los cedros corpulentos:

Oye los tristes acentos

Del guabairo en el corojo,

Y mientras su acerbo enojo

Reprime con gran valor,

Siente a sus pies el rumor

De las aguas del Cayojo.

Un silbido se escapó

De sus labios, y al momento,

Con pausado movimiento

Una indiana apareció.

Cuando a la roca subió

El indio ante ella se inclina,

Fue su frente peregrina

El imán de su embeleso,

Oyese el rumor de un beso

Y le dijo: -¡Adiós, Guarina!

-¡Oh! no, mi bien, no te vayas,

Dijo ella entre mil congojas,

Que tiemblo como las hojas

De las altas siguarayas.

Si abandonas estas playas

Si te separas de mí,

Lloraré angustiada aquí

Cuando tu nombre recuerde

Como el pitirre que pierde

Su nido en el ponasí.

¿Qué será de tu Guarina

Sin tu amor, sin tu ternura.

Flor del guaco en la espesura,

Palma triste en la colina,

Garza herida por la espina

Del yamaquey en la rama

Y cual la triste caguama

Que a los esteros se zumba,

Lloraré y será mi tumba,

La Ciénaga de Virama.

Oyó el indio enternecido

Tan triste lamentación,

Palpitó su corazón

Y se sintió conmovido.

Ahogó en su pecho un gemido

La viramesa infelice,

Y el indio que la bendice

Y más que nunca la adora,

Las blancas perlas que llora

Enjuga tierno y le dice:

-¡Oh Guarina! Ya revive

Mi provincia noble y bella,

Y pisar no debe en ella

Ningún infame caribe.

Tu ardiente amor no me prive,

Mi Guarina, de ir allá,

Latiendo mi pecho está

Y miss sentidos se inflaman,

Porque a su lado me llaman

Los indios de Guajapá.

Yo soy Hatuey, indio libre

Sobre tu tierra bendita,

Como el caguayo que habita

Debajo del ajengibre.

Deja que de nuevo vibre

Mi voz allá entre mi grey,

Que resuene en mi batey

El dulce son de mi guamo

Y acudan a mi reclamo

Y sepan que aún vive Hatuey.

¡Oh Guarina! ¡Guerra, guerra

Contra esa perversa raza,

Que hoy incendiar amenaza

Mi fértil y virgen tierra,

En el llano y en la sierra

En los montes y sabanas,

Esas huestes caribanas

Sepan la quedar deshechas,

Lo que valen nuestras flechas,

Lo que son nuestras macanas.

Tolera y sufre, bien mío,

De tu fortuna el azar,

Pues también sufro al dejar

Las riberas de tu río.

Siento dejar tu bohío,

Silvestre flor de Virama,

Y aunque mi pecho te ama,

Tengo que ser ¡oh dolor!

Sordo a la voz del amor,

Porque la patria me llama.

Así dice aquel valiente,

Llora, suspira, se inclina,

Y a su preciosa Guarina,

Dio un beso en la tersa frente.

Beso de amor, beso ardiente,

Sublime, sonoro y blando.

Y ella con otro pagando

De su amante la terneza

Alzó la negra cabeza

Y le dijo sollozando:

-Vete, pues, noble cacique,

Vete, valiente señor,

Pues no quiero que mi amor

A tu patria perjudique;

Mas deja que te suplique,

Como humilde esclava ahora,

Que si en vencer no demora

Tu valor, acá te vuelvas,

Porque en estas verdes selvas

Guarina vive y te adora.

-¡Sí! volveré, ¡indiana
mía!,

El indio le contestó,

Y otro beso le imprimió

Con dulce melancolía.

De ella al punto se desvía,

Marcha en busca de su grey,

Y cedro, palma y jagüey

Repiten en la colina,

El triste adiós de Guarina,

El dulce beso de Hatuey.

MI HOGAR

A la orilla de un palmar

Que baña el fértil Cornito

A la sombra de un caimito

Tengo mi rústico hogar.

Esbelto como un pilar

Domina montes y llanos

El viento arrulla los guanos

De su bien hecha cobija,

Y esta habitación es hija

De mi ingenio y de mis manos.

Cuando la tormenta ruge

Cuando llueve y cuando truena,

Ella resiste serena

Del huracán el empuje.

Es su cumbrera de ocuje,

Sus llaves son de baría,

Sus viguetas de jatía

Y de guamá sus horcones:

Hay pocas habitaciones

Tan firmes como la mía.

-Con aites cerqué el redondo

Y no pequeño batey,

Donde un frondoso mamey

Florece y pare en el fondo.

En este asilo me escondo

Con mi madre y mis hermanos;

Siembro alegre con mis manos,

La feraz tierra que abono,

Amo a mi esposa y entono

Mis pobres «cantos cubanos».

Desde rocas y
lagunas,

Desde montes y sabanas,

Oigo vibrar las campanas

De la iglesia de Las
Tunas.

Sin pesadumbres algunas,

Cuando acabo mi fajina,

Mi habitación peregrina

Bendigo una vez y dos,

Porque en ella canto a Dios,

A Cuba y a mi Rufina.

Bajo este pajizo techo,

Sobre este suelo
precioso,

En mis horas de reposo,

Cuando alegre y satisfecho

Germinar siento en mi pecho

La dicha y la bienandanza,

Oigo el silbido que lanza

En el monte la cucuba

Y el porvenir de mi Cuba

Contemplo allá en lontananza.

Este es mi hogar, en él vivo,

En él los minutos cuento

Sin que turbe mi contento

Ningún recuerdo aflictivo.

Tiene tan dulce atractivo

Este asilo para mí,

Que existo dichoso aquí

Cual vive el pez en el agua,

Como vive la tatagua

En la flor del serení.

Este es mi hogar, y auque en él

No hay relucientes tesoros,

De plumas de tocororos

Tengo en la puerta un dosel;

No luce aquí el oropel.

No brillan aquí diamantes,

Pero hay en sus habitantes

Hijos de raza cubana,

Paz, contento y fe cristiana

Y amor a los semejantes.

Aquí hay asientos de yaba,

Tinajas de guayacán,

Piñas, cocos, mechuacán

Y conservas de guayaba.

En ningún tiempo se acaba

La miel en mi colmenar,

Y para el gozo aumentar

En este pobre bohío,

Tiene rumores el río

Y murmullos el palmar.

Aquí al lado de mi esposa,

Junto a mi madre adorada,

Recuerdo la edad pasada

De mi patria esplendorosa.

Cuando arrulla la tojosa

En las ramas del jagüey,

Cuando el esbelto mamey

La blanca luna ilumina,

Le refiero a mi Rufina

Las glorias del siboney.

Aquí en sublime quietud,

Me halaga un hado propicio,

Detesto, aborrezco el vicio

E idolatro la virtud.

Alegre mi juventud

Paso sin penas ni daños,

Nunca temores extraños

Abaten mi pobre mente,

Y al cielo elevo mi frente

En lo mejor de mis años.

Amo a mi hogar, no me arredro

Amo a mi rústica joya,

Como adora la bayoya

La hueca raíz del cedro.

En él trabajo, en
él medro,

En él cantando suspiro,

Y cuando del sol admiro

Los moribundos reflejos,

Me gozo oyendo a lo lejos

Las canciones del guajiro.

¡Oh mi hogar! Yo te saludo

Yo te ensalzo y te bendigo,

Porque en ti seguro abrigo

Hallar mi familia pudo.

Ojalá el destino crudo

Me niegue golpes impíos,

Y goce yo entre los míos

De vida apacible y larga,

Sin beber el «agua amarga

De los extranjeros ríos».

 

EL MAR DE MISERIAS

Convencidos como estamos,

Por razones harto serias,

De que es un mar de miserias

Este mundo que habitamos.

En este mar navegamos

Los hombres sin precaución

De que el furioso aquilón

Nuestra astucia menoscabe

Y destroce nuestra nave,

Velas, jarcias y timón.

Con alegre confïanza

Batiendo vamos los remos

Y a la tormenta queremos

Que suceda la bonanza;

Nuestra estrella es la esperanza,

Nuestro Dios el interés,

Y ajenos de que un revés

De la suerte nos confunda,

No hay mundana barahúnda

Do no asentemos los pies.

En este revuelto mar

Que llamamos existencia,

Boga nuestra inteligencia

Con arrojo singular;

Busca el hombre sin
cesar

Goces que su sed apaguen,

Y aunque a su placer lo halaguen

Mil contentos oportunos,

Poco se cuidan algunos

De que los otros naufraguen.

Corre aquí la débil barca

Del infeliz pordiosero,

Y el buque altivo y ligero

Del espléndido monarca:

Aquí fluctúa el patriarca,

Navega el que viste toga

Y el potentado que boga

En este inmenso oceano (sic)

Nuca le tiende una mano

Al infeliz que se ahoga.

En este gran torbellino,

En aquesta inmensidad

De la Santa Caridad

El fruto es poco y mezquino.

Si la agita un remolino

Da más vueltas que una noria,

Recorriendo nuestra historia

Con dolor que nos aterra;

Que lo bueno rueda en tierra

Mientras se eleva la escoria.

Desdicha inmensa es por cierto

Que en el piélago mundano,

El infeliz busque en vano

Calma y ventura en el puerto.

Su rumbo siempre es incierto,

Su entusiasmo un disparate,

Y aunque a las olas combate

Con audacia la más loca,

Nunca falta alguna roca

Que su esquife desbarate.

¡Pobre de aquel que se lanza

A los mares de la vida

Sin que lleve más egida (sic)

Que una ilusoria esperanza!

La dicha ve en lontananza

Y con rumbo allá navega,

Mas la fortuna le niega

Su valiosa protección

Y rebrama el aquilón

Y a aquel sitio nunca llega.

De este mar en la ribera

Y del sol al resplandor,

Vemos brotar una flor

Fresca, grata y hechicera:

Juega la brisa ligera

Con su bello rosicler;

Es conjunto de placer

Y de suprema hermosura,

Y esta flor fragante y pura

Lleva el nombre de mujer.

Esta linda flor que crece

En el mar de la existencia,

Que vierte dúlcida esencia

Y a quien el sol embellece,

Sobre su tallo se mece

Gallarda como ella sola,

Mas pobre de su corola

Y de su forma lozana

Si el mar la envuelve mañana

En alguna negra ola.

Pobre de ella, si al bramar

De la furiosa tormenta,

De mil placeres sedienta

Se lanza al revuelto mar.

Fastidiada de remar,

Abatida y sin aliento

Perderá su grato intento

De llegar a la otra orilla

Y quedará su barquilla

A merced del raudo viento.

¡Ay entonces de la flor

Gala y ornato del mundo,

Si la arroja al mar profundo

Del vendaval el furor!

Mustia, sin brillo ni olor

Lamentará su fortuna,

Y sin esperanza alguna

De mitigar sus congojas,

Sus descoloridas hojas

Irá perdiendo una a una.

Y al fin deshojada y triste

Por el fuerte vendaval

Ningún dichoso mortal

Se acuerda de que ella existe.

Inútilmente resiste

A la tormenta irritada

Y náufraga desdichada

Sin ver la luz de un fanal,

Muere allá en el litoral

De todo el mundo olvidada.

De este mar allá en la orilla

Cuyo primor nos encanta,

Se alza también una planta.

Pero una planta amarilla.

Aunque el sol sobre ella brilla,

Pobre y humilde vegeta;

Su amargura no interpreta

Ningún viajero feliz,

Y es esta planta infeliz

El desdichado poeta.

El poeta, el que divaga

En pos de gloria y laurel,

Y con su pobre bajel

En revuelto mar naufraga.

Ningún porvenir le halaga,

Ningún bien le regocija,

Su innata ambición es hija

De la más noble ansiedad,

Mas nadie tiene piedad,

De su amargura prolija.

Pobre, desdichado y triste,

Errante y meditabundo,

Con desconsuelo profundo

De crespón su lira viste.

Como un atleta resiste

Del infortunio al rigor,

Y cantando el cruel dolor

Que a su corazón asalta

Le felicidad le falta,

Pero le sobra el valor.

Este valor lo acredita

Su noble serenidad,

Cuando negra tempestad

Al golfo lo precipita.

Feroz tormenta se agita

En derredor de su sien,

Y aunque su horrible vaivén

Su ardiente entusiasmo enerva,

El se alza y todo lo observa

Con verdadero desdén.

¿Más de qué sirve el valor

Al poeta desdichado

Si en este mar agitado

En vano implora favor?

Alzando triste clamor

Ve su esperanza frustrada,

Y oyendo una carcajada

Hija del vil egoísmo,

Se sumerge en el abismo

Insondable de la nada.

¡Oh mundo! Mar extendido

Donde hay tantos que navegan

E indiferentes le niegan

Protección al desvalido.

Continúa embravecido,

Arrastra mil banderolas,

Que yo admirándote a solas

Con un entusiasmo extremo

A ti me lanzo y no temo

Que me envuelvas en tus olas.

Rafael
Pombo

(Bogotá, Colombia,
1833-1912). Poeta, periodista y traductor. Señalado por
algunos críticos como el emblema del romanticismo en su
país. El 20 de agosto de 1905 fue coronado en el Teatro
Colón como el mejor poeta de Colombia.

Según el investigador de su obra Luis Carlos Molina:
«Rafael Pombo es el poeta más completo que ha tenido
el país. A una imaginación poderosa, juntó
una rica sensibilidad y un alto y hondo pensar. Dios, la
naturaleza, la mujer, todo
ello unido en el vértice de su inspiración, fueron
los temas centrales de su lírica. Sus temas están
englobados en el cultivo de la elegía amorosa, la
contemplación descriptiva y la meditación
filosófica.

Con voluntad y personalidad,
supo imprimirle a sus poesías el ritmo y musicalidad que
harían perenne su obra.»

"Carvajal-Salmo", que incluimos en la presente selección,
es uno de los textos más intensos que haya escrito un
poeta utilizando la estructura de
la décima.

Obra: Cuentos
pintados y cuentos morales para niños
formales
(1854); Cuentos morales para niños formales
(1869); Fábulas y
verdades (1916), Poesías (1916-1917);
Traducciones poéticas (1917).

CARVAJAL – SALMO

(Fragmentos)

I

¡Oh, qué misterio espantoso

Es este de la existencia!

¡Revélame algo, conciencia!

¡Háblame, Dios poderoso!

Hay no sé qué pavoroso

En el ser de nuestro ser.

¿Por qué vine yo a nacer?

¿Quién a padecer me obligue?

¿Quién dio esa ley enemiga

De ser para padecer?

II

Si en la nada estaba yo

¿Por qué salí de la nada

A execrar la hora menguada

En que mi vida empezó?

Y una vez que se cumplió

Ese prodigio funesto,

¿Por qué el mismo que lo ha impuesto

De él no me viene a librar?

¿Y he de tener que cargar

un bien contra el cual protesto?

 

III

¡Alma! si
vienes del Cielo,

Si allá viviste otra vida

Si eres imagen
cumplida

Del Soberano Modelo

¿Cómo has perdido en el suelo

La fe de tu original?

¿Cómo en tu lengua
inmortal

No explicas al hombre rudo

Este fatídico nudo,

Entre un Dios y un animal?

 

IV

O si es que antes no exististe,

Y al abrir del mundo al sol

Tú, divino girasol

Gemelo del polvo fuiste,

¿Qué crimen obrar pudiste?

¿De, contra quién, cómo y
cuándo,

Que estuviese a Dios clamando

Que al hondo valle en que estás

Surgieses tú, nada más

Que para expiarlo llorando?

 

VI

¿Cómo de un bien infinito

Surge un infinito mal,

De lo justo lo fatal,

De lo sabio lo fortuito?

¿Por qué está de Dios proscrito

El que antes no le ofendió,

Y por qué se le formó

Para enloquecerlo así

De un alma que dice sí

Y un cuerpo que dice no?

 

VII

¿Por qué estoy en donde estoy

Con esta vida que tengo

Sin saber de dónde vengo,

sin saber a dónde voy ;

Miserable como soy,

Perdido en la soledad

Con traidora libertad

E inteligencia
engañosa,

Ciego a merced de horrorosa

Desatada tempestad?

 

IX

De pronto así cual soñando

En alta mar sorda v fuerte

Entre la nada y la muerte

Me encuentro a oscuras bogando;

Sopla el tiempo, y ando, y ando,

Ignoro a dónde y por qué,

Y si interrogo a la fe

Y a la razón pido ayuda,

Una voz me dice «duda»

Y otra voz me dice «cree»

 

X

Con menos alma, quizás

Sólo la segunda oyera,

O con más alma, pudiera

No equivocarme jamás:

Entonces creyera más,

O al menos, dudara menos;

Pero, a malos como a buenos

Plugo al Señor conceder

Luz bastante para ver

Que estamos de sombras llenos.

 

XII

Mas… ¡soy libre! y ¿para qué?

Para enrostrarme a mí mismo

EI caer a un hondo abismo

Que otro ha cavado a mi pie,

Y renegar de la fe,

Luz de mi infancia
serena,

Y fiar a un grano de arena

La eternidad de mi ser,

Debiendo yo responder

De la creación ajena.

 

XV

¡Oh, Adán! ¿cuándo estuve en
ti?

¿Quién te dio mi alma y mi pecho?

¿Quién te concedió el derecho

De que pecaras por mí?

Si en tu falta delinquí

Y en tu infición me condeno,

¿por qué un Dios tan justo y bueno

No me lavó en la virtud

de otro Adán, y la salud

No me volvió en cuerpo ajeno?

 

XVI

Si en mis carnes heredé

La ponzoña de la suya,

¡Qué en las carnes arda y fluya!

Pero en el alma ¿por qué?

Si mi alma su alma no fue,

Si es chispa de Dios directa,

¿Cómo de luz tan perfecta

Tan imperfecta salió?

Si Adán por Dios no pecó

¿Cómo su infección la infecta?

 

XIX

Dios que por prueba concitas

Enemigos qué vencer

Dame armas, dame
poder

Para la lid que suscitas.

Pero si el poder me
quitas,

Libre renuncio a existir,

Pues no debo consentir

Que me hayas venido a echar

Esclavo para lidiar

Libre para sucumbir.

 

XXI

Si libre siempre ha elegido

El hombre flaco y mortal,

¿A elegir siempre su mal

Qué negro azar lo ha impelido?

Y si, una vez que ha caído

Libre alguna vez se vio,

¿Cómo de nuevo tornó

De su pérdida al abismo,

Enemigo de sí mismo

Y del ser que lo creó?

 

XXIII

Nula es mi sabiduría,

Pobre mi benevolencia

Pero si la Omnipotencia

Un instante fuese mía,

¡No! yo no concebiría

Culpas de la criatura!

Santa, universal ventura,

Fuera un himno sin cesar

¡De incienso para mi altar!

¡De amor para mi hermosura!

 

XXV

¿Quién te hizo Dios? ¿Por qué,
di

Cómo, dónde y cuándo vino

Privilegio tan leonino

A corresponderte a ti?

¿Por qué no me tocó a mí

Ese poder de poderes?

¡Ay! siendo lo que tú eres

No fuera el mundo cual es,

O aplastara con mis pies

Tan triste enjambre de seres.

 

XXX

Lástima, lástima horrenda

Ver en tal desarmonía

Claro sol y alma sombría

El viviente y su vivienda.

Sentir la eterna contienda

Y el caos siniestro interior,

Cuando todo en derredor,

Todo, excepto el hombre infando,

Va en paz y en orden cantando

La gloria de su Hacedor.

 

XXXII

¿En dónde estás ¡oh verdad!

Oh rabia del alma mía,

Concierto de la anarquía,

Ley de la contrariedad,

Amor del odio, equidad

De tantas iniquidades,

Beldad de monstruosidades,

Tu razón, ¡oh Creador!

Para ver crimen y error

Sin que al surgir lo anonades?

 

XXXV

Gente… y más gente… y más gente

Pasa delante de mí,

¡Oh! qué triste es ver así

La humanidad en torrente!

ignoro cuáal es su fuente

Y en qué mar se perderá;

Mas de cierto juro ya

Que en el ser de cada uno

El aguijón importuno

De la desventura va.

 

XXXIX

Un tiempo la idolatría

Preces y altares te alzó

Y al Dios del bien lo negó

Y en ti a Dios reconocía

Te palpaba, te tenía,

Mal, soberano iracundo

Cual si con desdén profundo

Dios de su obra avergonzado

Hubiera en tu pro abdicado

El triste imperio del mundo.

 

XLV

El mal es piedra que cae,

Niágara que se desprende;

El hombre no lo suspende.

Su propio ser se lo trae;

Parece que nos atrae,

Que él es nuestro fin preciso,

Y que de haber paraíso

Sobre este infierno, hacia él

Vamos contra una cruel

Ley que condenarnos quiso.

 

XLVIII

El recuerdo del placer

Es el dolor de su ausencia

Y nos duele en su presencia,

El tenerlo que perder.

Un bien que no ha de volver

Es un tormento mayor,

Y a fin de que su rigor

No diese treguas al pecho,

Dios en el recuerdo ha hecho

La eternidad del dolor.

 

XLIX

Un bien nunca satisface

Mientras que el mal es sobrado

Y el mal hace desgraciado,

Pero un bien feliz no hace;

Y tan predispuesto nace

El hombre para el pesar,

Que imbécil para gozar

Y hábil para padecer,

Llora su propio placer

Cuando no halla qué llorar.

 

LII

La vida es sueño. ¡Callad,

Oh Calderón! estáis loco:

Hace veinte años que toco

Su abrumante realidad;

Yo te palpo ¡Iniquidad!

¡Desgracia! no eres fingida.

Que si al placer di acogida,

Un instante aquello fue;

Un instante en que olvidé

La realidad de la vida.

 

LIII

¿La vida un sueño? ¡Qué
sueño

Tan raro en su obstinación!

¡Siempre el mismo! ¡Siempre Ixión

Volteando en su hórrido leño

Siempre en su bárbaro empeño

El demonio que llevamos!

¡Ah! con razón despertamos

Con lívida faz que aterra,

Yertos, mordiendo la tierra

Que en frío sudor empapamos.

 

LIV

No es un sueño, es un delirio

Es pesadilla infernal

De un despierto, un criminal

Que envejece en el martirio.

En vano irónico cirio

Nos alumbra la razón:

Entrevemos salvación,

De dicha y paz hay asomo

Mas ¡ah! Los pies son de plomo

Y es Tántalo el corazón.

 

LVI

¿Quién sino el genio del
mal

Improvocado y sañudo

Revestirme el alma pudo

De carne flaca y mortal?

¿Quién sino él a este raudal

De corrupción me trajera

A tornar en monstruo, en fiera,

Un ente ávido del bien

Digno sólo de un edén

Donde feliz ser debiera?

 

LVII

¿Por qué, invisible sayón

Que llamo y no me respondes,

Lanzas el dardo y te escondes

A mi desesperación?

Estoy a tu discreción,

Invulnerable enemigo;

Sáciate, apura el castigo,

Triunfa y goza en mi dolor

Mientras yo, vil gladiador,

Te saludo y te bendigo.

 

LVIII

«Ama, cree, sufre y espera»,

Me dirá, «que aunque te espante

La vida, es sólo un instante

De probación pasajera»

¡Señor! por corta que fuera

Fue sobrada para mí

Si el instante que viví

Bastó para condenarme,

Bastó para exasperarme,

¡Hasta blasfemar de ti!

 

LX

Esta abdicación que has hecho

De tu excelsa voluntad

En mal de la humanidad,

Aunque intentada en provecho,

He aquí el correntoso estrecho

Y el escollo en que caí,

Y yo no puedo ¡ay de mí!

Juzgar de tu providencia

Sino con esta conciencia

Con que a juzgarme aprendí.

 

LXI

¡Sabios funestos, callaos!

El caos físico ha cesado,

Pero el que lo hizo ha dejado

Al espíritu en un caos.

¡Pobres hombres! revolcaos

Mintiendo felicidad;

Yo entre tanta oscuridad

Rebelde contra mi suerte,

Ansío deberle a la muerte,

O la nada o la verdad.

Lola
Rodríguez de Tió

(San Germán, Puerto Rico,
1843- La Habana, 1924). Poeta y periodista.

Imbricada en los dictados del romanticismo, su obra da
crédito
de un patriotismo recóndito y estremecedor.

En Cuba son muy conocidas y citadas sus estrofas dedicadas a
la isla que, entre otras publicaciones, aparecieron junto a
poemas de
Bonifacio Byrne, Enrique Hernández Miyares, René
López, Mercedes Matamoros y Nieves Xenes, en la
antología Arpas cubanas (1904) prologada por
Aniceto Valdivia, el Conde Kostia, quien la llama en el
prólogo «la Corina americana» y elogia sus
versos «cuya oda A la Caridad parece caída
del misal en que guardaba sus liras Luis de
León».

Obra: Mis cantares (1876); Mi Ofrenda
(1880); Trabajos literarios (1882); Claros, Nieblas
y Congojas
(1885); A mi patria en la muerte de
Corchado
(1885); Nochebuena (1887); Mi libro de
Cuba
(1893); Poesías (1960).

A CUBA

Cuba, Cuba, a tu riberallego triste y
desolada,pues dejé la patria amada,donde vi la luz
primera!Sacude el ala ligerala radiante
inspiración,responde mi corazónen nobles afectos
rico,la hija de Puerto RicoLanza al viento su canción! Mas
las nieblas del olvidono han de empañar los reflejosdel
hogar que miro lejostras de los mares perdido…Si ausente lloro
mi nido,otro aquí vengo a formar,y ya no podré
olvidarque el alma llena de anheloencuentra bajo este cieloaire y
luz para cantar!

¿Cómo no darme calorla hermosa
tierra de Tula,donde el horizonte azulay da a los campos color?¿Cómo no encontrar amor,para
colmar el poetalas ansias de su alma inquieta,aquí, donde
esplende el artey en abundancia repartelas tintas de su
paleta?

Noble pléyade cubanaque entre sombras
centellea!Dulce musa de Zenea,flor que se agotó
temprana!Tras de la estela lejanami corazón adivina,la
figura de Cortinaque con acento vibrantedice a la patria:
¡adelante,no te detengas; camina!…

Yo no me siento extranjera:bajo este cielo
cubanocada ser es un hermanoque en mi corazón impera.Si el
cariño por do quieravoy encontrando a mi
paso,¿puedo imaginar acasoque el sol no me dé en
ofrenda,un rayo de luz que enciendalos celajes de mi ocaso?
Vuestros dioses tutelareshan de ser también los
míos!Vuestras palmas, vuestros ríosrepetirán
mis cantares…Culto rindo a estos hogaresdonde ni estorba ni
aterrael duro brazo que cierradel hombre los
horizontes…¡Yo cantaré en estos montescomo cantaba
en mi tierra!

Cuba y Puerto Rico sonde un pájaro las dos
alas,reciben flores o balassobre el mismo
corazón…¿Qué mucho si en la
ilusión,que mil tintes arrebolasueña la musa de
Lolacon ferviente fantasía,de esta tierra y de la
míahacer una patria sola! Le basta al ave una ramapara
formar blando lecho,bajo su rústico techoes dichosa porque
ama!Todo el que en amor se inflamacalma en breve su hondo
anhelo;y yo plegando mi vuelo,como el ave en la enramada,canto
feliz, Cuba amada,tu mar, tu campo y tu cielo!

RAFAEL
OBLIGADO

(Buenos Aires,
Argentina, 1851 – 1920). Poeta. Recibió, en 1909, el
doctorado Honoris Causa por la Universidad de
Buenos Aires. Fue considerado poeta nacional de su
país.

Según Anderson Imbert: «De sus poesías
–unas, legendarias; otras, históricas; otras
íntimas- se ha salvado su Santos Vega. [.] Con un material
extraído de la literatura y del folklore
escribió, pues, su poema: no lo hizo en el dialecto
criollo, sino con un lenguaje muy
preciso, muy lírico, sutilizado con trémulas
imágenes de misterio y, dentro del
romanticismo, disciplinado con mucho estudio literario. El poema
no es poesía pura: tiene preocupaciones morales, lecciones
patrióticas y hasta una alegoría: en "La muerte del
payador" Juan sin Ropa, el forastero –símbolo del
progreso, la industria,
la ciencia y
la inmigración gringa-, diabólicamente
vence a Santos Vega –símbolo de la tradición
criolla que moría-.

El tono de sus décimas, perneadas por la sencillez, la
melancolía y la detallada descripción de ambientes y paisajes, guarda
un estremecedor parentesco con la poesía que se
escribía entonces en el continente.

Obra: Santos Vega (1883); Leyendas
argentinas
(1877).

SANTOS VEGAEL ALMA DEL
PAYADOR
Cuando la tarde se inclinasollozando al
occidente,corre una sombra dolientesobre la pampa argentina.Y
cuando el sol iluminacon luz brillante y serenadel ancho campo la
escena,la melancólica sombrahuye besando su alfombracon el
afán de la pena.Cuentan los criollos del sueloque, en
tibia noche de luna,en solitaria lagunapara la sombra su
vuelo;que allí se ensancha, y un velova sobre el agua
formando,mientras se goza escuchandopor singular beneficioel
incesante bullicioque hacen las olas rodando.Dicen que, en noche
nublada,si su guitarra algún mozoen el crucero del
pozodeja de intento colgada,llega la sombra calladay, al
envolverla en su manto,suena el preludio de un cantoentre las
cuerdas dormidas,cuerdas que vibran heridascomo por gotas de
llanto.Cuentan que en noche de aquellasen que la Pampa se
abismaen la extensión de sí mismasin su corona de
estrellas,sobre las lomas más bellas,donde hay más
trébol risueño,luce una antorcha sin
dueñoentre una niebla indecisa,para que temple la brisalas
blandas alas del sueño.Mas si trocado el desmayoen
tempestad de su seno,estalla el cóncavo truenoque es la
palabra del rayo,hiere al ombú de soslayorojiza sierpe de
llamas,que, calcinando sus ramas,serpea, corre y asciende,y en la
alta copa desprendebrillante lluvia de escamas.Cuando, en las
siestas de estío,las brillazones remedanvastos oleajes que
ruedansobre fantástico río,mudo, abismado y
sombrío,baja un jinete la falda,tinta de bella
esmeralda,llega a las márgenes sola…¡y hunde su
potro en las olas,con la guitarra a la espalda!Si entonces cruza
a lo lejos,galopando sobre el llanosolitario, algún
paisano,viendo al otro en los reflejosde aquel abismo de
espejos,siente indecibles quebrantos,y, alzando en vez de sus
cantosuna oración de ternura,al persignarse
murmura:¡El alma del viejo Santos!Yo, que en la tierra he
nacidodonde ese genio ha cantado,y el pampero he respiradoque al
payador ha nutrido,beso este suelo queridoque a mis caricias se
entrega,mientras de orgullo me anegala convicción de que
es mía¡la patria de Echeverría,la tierra de
Santos Vega!.

EL HIMNO DEL PAYADOR

(Fragmentos)

En pos del alba
azulada,ya por los campos rutiladel sol la grande, tranquilay
victoriosa mirada.Sobre la curva lomadaque asalta el cardo
bravío,y allá en el bajo sombríodonde el
arroyo serpea,de cada hierba goteala viva luz del rocío.De
los opuestos confinesde la Pampa, uno tras otro,sobre el
indómito potroque vuelca y bate las crines,abandonando
fortines,estancias, ranchos, mujer,vienen mil gauchos a versi
en otro pago distante,hay quien se ponga delantecuando se grita:
¡A vencer!.Sobre el inmenso escenariovanse formando en dos
alas,y el sol reluce en las galasde cada bando
contrario;puéblase el aire del variorumor que en torno desatala
brillante cabalgataque hace sonar, de luz llenas,las espuelas
nazarenasy las virolas de plata.De entre ellos el más
ancianodivide el campo después,señalando de
travéslarga huella por el llano;y alzando luego en su
manouna pelota de cuerocon dos manijas certerola arroja al aire
gritando:"¡Vuela el pato!-¡Va buscandoun valiente
verdadero!".Y cada bando a corrersuelta el potro vigoroso,y
aquél sale victoriosoque logra asirlo al caer.Puesto el
que supo venceren medio, la turba calla,y a ambos lados de la
vallade nuevo parten el llano,esperando del ancianola alta
señal de batalla.

Dala al fin. Hondo clamorronco truena en el
circuito,y el caballo salta al gritode su impávido
señor;y vencido y vencedor,del noble triunfo sedientos,se
atropellan turbulentosen largas filas cerradas,cual dos olas
encrespadasque azotan contrarios vientos.Alza en alto la preseasu
feliz conquistador,y su bando en derredorle defiende y
clamorea.Uno y otro aguijoneael ágil bruto, y
chocandoentre sí, corren dejandopor los inciertos
caminospolvorosos remolinossobre las pampas rodando.Vuela el
símbolo del juegopor el campo arrebatado,de los unos
conquistadode los otros presa luego;vense, entre hálitos
de fuego,varios jinetes rodar,otros súbito
avanzarpisoteando los caídos;y en el aire sacudidos,rojos
ponchos ondear.Huyen en tanto, azoradasde las lagunas
vecinas,como vivientes neblinas,estrepitosas bandadas;las grandes
plumas cansadastiende el chajá corpulento;y con veloz
movimientoy con silbidos de balas,bate el carancho las
alashiriendo a hachazos el viento.

Y allá van, todos unidos,y él los
azuza y provoca,golpeándose la boca,con salvajes
alaridos.Danle caza, y confundidos,todos el cuerpo inclinadosobre
el arzón del recado,temen que el triunfo les roben,cuando,
volviéndose, el jovenecha al tropel su tostado…El sol ya
la hermosa frenteabatía, y silencioso,su abanico
luminosodesplegaba en occidente,cuando un grito de
repentellenó el campo y, al clamorcesó la lucha, en
honorde un solo nombre bendito,que aquel grito era este
grito:¡Santos Vega, el payador!Mudos ante él se
volvieron,y, ya la rienda sujeta,en derredor del poetaun vasto
círculo hicieron.Todos el alma pusieronen los atentos
oídos,porque los labios queridosde Santos Vega cantabany
en su guitarra zumbabanestos vibrantes sonidos:

"¡Los que tengan corazón,los que el
alma libre tengan,los valientes, ésos vengana escuchar
esta canción!Nuestro dueño es la naciónque
en el mar vence la olaque en montones reina sola,que en los
campos nos domina,y que en la tierra argentinaclavó la
enseña española."Hoy mi guitarra, en los
llanos,cuerda por cuerda, así vibre:¡hasta el
chimango es más libreen nuestra tierra, paisanos!Mujeres,
niños, ancianos,el rancho aquél que
primerollenó con sólo un ¡te quiero!la dulce
prenda querida,¡todo! ¡el amor y la
vida,es de un monarca extranjero!"Ya Buenos Aires, que
encierracomo las nubes, el rayo,el Veinticinco de
Mayoclamó de súbito: "¡Guerra!"¡Hijos
del llano y la sierra,pueblo argentino! ¿Qué
haremos?¿Menos valientes seremosque los que libres se
aclaman?¡De Buenos Aires nos llaman,a Buenos Aires
volemos!

"¡Ah! ¡Si es mi voz impotentepara
arrojar, con vosotros,nuestra lanza y nuestros potrospor el vasto
continente;si jamás independienteveo el suelo en que he
cantado,no me entierren en sagradodonde una cruz me
recuerdeentiérrenme en campo verde,dónde me pise el
ganado!"Cuando cesó esta armonía,que los conmueve y
asombraera ya Vega una sombraque allá en la noche se
hundía…¡Patria! a sus almas decíael cielo,
de astros cubierto,¡Patria! el sonoro conciertode las
lagunas de plata,¡Patria! la trémula matadel pajonal
del desierto.

Y a Buenos Aires volaron,y el himno audaz
repitieron,cuando a Belgrano siguieron,cuando con Güemes
lucharon,cuando por fin se lanzarontras el Ande colosal,hasta
aquel día inmortalen que un grande americanobatió
el sol ecuatorianonuestra enseña nacional.

RUBÉN
DARÍO

(Metapa, actual Ciudad Darío, Nicaragua, 1867- Managua,
1916). Poeta y narrador. Gran figura del modernismo
latinoamericano.

La gran fábrica de poesía, la voz intensa,
desmesurada y alucinante que subvirtió el tráfago
de la poesía en lengua española, escribió en
su adolescencia,
junto a otras estanzas, centenares de espinelas; sin embargo, por
el hecho de insistir muy poco en su madurez en la supuesta
creación de Espinel, al parecer no vio en la décima
posibilidades para la gran cruzada renovadora que
emprendió después.

Esas estrofas iniciáticas, pletóricas de
referencias clásicas, que seguramente el poeta niño
no conocía a fondo, fueron concebidas, en su
mayoría, bajo los dictados de las circunstancias y de la
capacidad improvisadora del nicaragüense, que era exhibido
como una rareza en los medios
culturales de la época.

Sin llegar a ser un gran decimista, Darío
escribió algunos poemas octosilábicos que son
ineludibles en las antologías de la estrofa.

Aparte de las décimas incluidas en esta
selección se recomiendan los textos titulados "La
calumnia", "La poesía castellana" -donde hace un
pequeño homenaje a Espinel-, "La cabeza del Rawí",
poema escrito en 1884; "Balada de la Bella Niña del
Brasil",
formado por tres décimas eneasílabas incluidas en
Canto a la Argentina., y tres estrofas
endecasílabas tituladas "Balada laudatoria a don Ramón del
Valle Inclán", poema de 1912, donde alteró
la distribución de rimas.

Obra: Epístolas y poemas (1885);
Abrojo (1887); Canto épico a las glorias de
Chile (
1888); Azul… (1888); Prosas
profanas
(1896 y 1901); Los raros (1896);
España contemporánea (1901),
Peregrinaciones (1901); Cantos de vida y
esperanza
(1905); Opiniones (1906); El canto
errante
(1907); El viaje a Nicaragua (1909);
Poema del otoño y otros poemas (1910); Canto
a Argentina y otros poemas
(1914), La vida de
Rubén Darío escrita por él mismo

(1915).

EL POETA

El poeta es ave, en verdad:

es ave que canta y gime;

que Dios, es menos sublime,

y más que la humanidad.

Su nido es la inmensidad,

nido que el mal no derrumba.

¡Haced que el poeta sucumba,

destruid su ideal bendito,

que él entrará al infinito

por la puerta de la tumba!

INTRODUCCIÓN

¡Salve, dulce Primavera,

que en la autora de mi vida

me diste la bienvenida

cariñosa y placentera!

Tú ríes en la ribera

mientras yo en mi embarcación

camino del remo al son

por el piélago azulado.

¡ay, qué llevaré guardado

dentro de mi corazón!

II

Tendida la blanca vela

casi vuela mi barquilla,

y va dejando su quilla

sobre las ondas la
estela;

y mientras mi barca vuela

y espumas hace saltar,

doy al viento mi cantar

viendo bellos espejismos

que decoran los abismos

de los cielos y del mar.

III

En el alba de la vida

todo es luz esplendorosa.

¡Qué esperanza tan hermosa

es la esperanza nacida!

¡Oh primavera florida!

¡Cuántas aves! ¡Cuánta flor!

¡Cuánto divino rumor

turba la apacible calma,

cuando se despierta el alma

al primer beso de amor!

IV

Los que traemos por don

de suprema excelsitud,

de la cuna el ataúd

el ser de la inspiración,

brindamos al corazón

el celestial elixir

que hace querer y sentir,

y en un inmenso anhelar,

luchamos por penetrar

el velo del porvenir.

V

Celajes de nieve y grana

que tras las cándidas nubes

fingen radiantes querubes

con la luz de la mañana;

pórticos de filigrana

bordados de rosicler,

por do se puede entrever

el trono deslumbrador

de donde lanza el Creador

el rayo de su poder:

VI

Esplendente claridad

de brillo santo y fecundo

que derrama sobre el mundo

fe, esperanza y caridad;

celeste felicidad,

creación gigante que asombra;

Dios, que el labio no le nombra

sin una oración bendita;

la luz, la gloria infinita;

y. de repente la sombra.

VII

La sombra dentro uno mismo;

duda que infunde temor;

en el pecho el torcedor

y en la cabeza el abismo.

Cáncer del escepticismo,

ya no despedaces más

las conciencias en que estás.

El hombre en el mundo errante,

lleva la tumba delante

y la negra noche atrás.

VIII

¿Qué es esa siniestra esfinge

que no nos deja avanzar?

¿Por qué venir a borrar

las dichas que uno se finge?

¿Por qué nuestra fe restringe

y aumenta nuestra ansiedad?

¿Y por qué en tan corta edad

lucha enorme, duda fiera?…

Primavera, Primavera,

tú no dices la vedad.

IX

En tus promesas divinas

no me hablaste de dolores,

ni de tus pintadas flores

me enseñaste las espinas;

bajo las ondas marinas

hay escollos que temer;

ya tierra no alcanzo a ver

y mi costa no la encuentro,

porque ya estoy mar adentro

y no me puedo volver.

X

Mi fe de niños ¿do está?

Me hace falta, la deseo:

batió las alas y creo

que ya nunca volverá;

porque la fe que se va

del fondo del corazón

tiene origen y mansión

en lo profundo del cielo,

y cuando levanta el vuelo

jamás torna a su prisión.

XI

La edad presente es de lucha:

es preciso, pues, luchar;

no se puede descansar

entre el ruido que se
escucha;

la vacilación es mucha,

ya está muy crecido el mal;

se consume el ideal;

se va Dios: ¡esto es horrible!

Contener es imposible

esta gangrena moral.

XII

¿Y el poeta? El que eso es

puede salvarse; que aliente;

que haga la luz en su mente

y la dé al mundo después;

que de la sombra al través

sople como el huracán;

y que diga a los que están

ya sin vida: «levantaos»;

y que redima del caos

la descendencia de Adán.

XIII

Que truene la profecía

en su palabra de fuego;

que cual sacrosanto riego

esparza la poesía;

que en la miel de la armonía

dé el filtro de la verdad;

que muestre a la humanidad

lo luminoso y lo santo;

y que se escuche su canto

por toda la eternidad.

XIV

Aquí en este libro tengo

dichas que me satisfacen,

dolores que me deshacen,

ilusiones que mantengo.

Ignoro de dónde vengo

ni a dónde voy a parar;

he empezado a navegar

ignota playa buscando,

y voy bogando, bogando

sobre las aguas del mar.

XV

No sólo hay dicha ideal

en este largo camino,

no sólo frescor marino

y caricias del terral;

turban la onda de cristal

vagos soplos de perfidia:

tras el escollo la insidia,

e hipócrita el odio oculto,

hace saltar del tumulto

las espumas de la envidia.

XVI

La burla torpe se ceba

en los de buen corazón;

hay para la inspiración

rudos momentos de prueba;

hay quien hiel amarga beba

sin dejarlo conocer.

¿Ponzoñas? Hay por doquier:

la lengua de un cortesano,

la falsía de un villano

y el amor de una mujer.

XVII

¡Lloriqueos en el cántico,

salmodias y triste queja!

Esto conocer os deja

que es algún vate romántico,

vaporoso y aeromántico,

de mucha imaginación,

el que os hará gracia con

las coplas de su talento..

Señores, ¿sabéis el cuento

del gaitero de Gijón?

XVIII

Muy bien. Es el caso, digo,

que ya es preciso variar,

y es preciso se mostrar

al enemigo, enemigo;

darle con rostro de amigo

muchas flores, mucha miel;

y dentro de eso, la hiel

ponzoñosa; y ya embriagado,

traer el cuchillo afilado`

para arrancarle la piel.

XIX

Al par que ser sacerdote

es urgente ser verdugo;

imponer un férreo yugo

y con el yugo el zote;

hacer que del arpa brote

la sátira en la canción,

y demostrar con razón

al enjambre mundanal

que si hacemos el panal

tenemos el aguijón.

XX

Niña de los negros ojos,

niña, no te desconsueles;

mis más deleitosas mieles

son para tus labios rojos;

soy siervo de tus antojos,

y para ti ha de cantar

con acento singular

tu poeta enamorado.

Pero, niña, ten cuidado,

no me vayas a engañar.

XXI

Si en algunos de mis versos

hay versos envenenados,

seguid, lectores honrados,

que son para los perversos.

Yo tengo tonos diversos

en las cuerdas de mi lira;

hay en mis canciones ira

y son mis frases puñales

para ruines y desleales,

para el dolo y la mentira.

XXII

Más también tengo un laúd

de suave y tierna dulzura

para cantar la hermosura,

la nobleza y la virtud;

me da alas mi juventud,

tengo fe en el porvenir,

y contemplo relucir

mis brillantes ilusiones

cual bellas constelaciones

en un cielo de zafir.

XXIII

Ya habéis visto la portada

de mi mansión, entrad pues.

De blanco tul al través

me ríe la madrugada;

pienso en Dios, pienso en mi amada;

miro la inmensa extensión

del cielo; dulce impresión

embarga mi pensamiento.

¡Y después de todo, siento

que hay algo en mi corazón!

Amado
Nervo

(Tepic, Nayarit, México,
1870-Montevideo, 1919). Poeta, novelista y ensayista. Fue miembro
del cuerpo diplomático de México en Madrid, Buenos
Aires y Montevideo.

En el prólogo de la selección El día
que me quieras
, publicada en La Habana en el 2000, el poeta
Juan Nicolás Padrón señaló: «No
fue un versificador ejemplar pero, en la alternativa de escoger
entre la espontaneidad y la precisión, optó por lo
primero, dejando que una fuerza individual perdurable brotara de
la sinceridad como gran prenda. Otra manera de sacrificar lo
exacto es cuando prefiere la rima a la sonoridad: la música siempre en la
proa de su escritura, con
el llanto como mar y sustento [.] Desde un exquisito e intenso
lirismo místico, Nervo desarrolló un lenguaje de
expresión directa y prosaísta sin abandonar sus
grandes temas; este decantado lenguaje coloquial con su tono
conversacional, se anticipó en algunos años a la
poética del conversacionalismo; atrás
quedarían el oropel y la adjetivación vistosa.
»

Obra: El bachiller (1896), Perlas negras
(1898); Mística (1898); Poemas (1901);
El éxodo y las flores del camino (1902); Lira
heroica
(1901); Los jardines interiores (1905);
Juana de Asbaje (1910); En voz baja (1909);
Serenidad (1914); El diablo desinteresado
(1916); Elevación (1917); Plenitud
(1918); El estanque de los lotos (1919); El arquero
divino
(1920); La amada inmóvil (1922).

MAGNA VOCE PER UMBRAS

Un barco: tan singular

que finge a la mente incauta

la visión de un sueño nauta

peregrino del azar.

De su prora, si el bregar

del viento no las ahoga,

surge una voz que interroga,

surge otra voz que responde:

una voz que inquiere: ¿dónde?

y otra voz que ordena: ¡boga!

Hincha rugiendo el titán

Atlante su ola fiera

como un gran vientre que fuera

a parir a Leviatán;

y entre los soplos que van

combando el mar que se azoga,

surge una voz que interroga,

surge otra voz que responde:

una voz que clama: ¿dónde?

y otra voz que ordena: ¡boga!

Pobre espíritu que avanza

con su galera por los

océanos, hacia un Dios

y un ribazo que no alcanza!

Vanamente su esperanza

con el abismo dialoga!

Surge una voz que interroga,

surge otra voz que responde:

una voz que gime: ¿dónde?

Y otra voz que ordena: ¡boga!

LA HERMANA MELANCOLÍA

En un convento vivía

una monja que pasaba

por santa, y que se llamaba

la hermana Melancolía:

fruto de savia tardía

que olvidó la primavera

su rostro de lirio era,

y sus pupilas umbrosas

dos nocturnas mariposas

en ese lirio de cera.

Nadie la vio sonreír,

porque quiso, en su entereza,

ennoblecer de tristeza

la ignominia de vivir;

tan sólo cuando, al morir,

miró la faz del Señor,

arrojando su dolor

como se arroja una cruz,

mostró en su frente la luz

de un relámpago de amor.

Y aquella monja sombría

que nunca se sonrió,

cuando en su cripta durmió

sonreía, sonreía.

Hermana Melancolía:

dame que siga tus huellas,

dame la gloria de aquellas

tristezas, ¡oh taciturna!

Yo soy un alma
nocturna

que quiere tener estrellas.

JULIO HERRERA Y
REISSIG

(Uruguay, 1875-
1910). Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista. Fue una de las
voces
más intensas del modernismo
americano y uno de los poetas más influyentes de su
época. En el período comprendido entre 1900 y 1902
escribió sus poemarios Las pascuas del tiempo y
Los maitines de la noche. Pese a las reticencias
receptivas de algunos críticos y poetas como Jorge Luis Borges
y Luis Cernuda, y las acusaciones contra su obra de artificiosa,
falsa, delirante, palabresca, cómica, etc., sus
décimas reunidas bajo el título "Tertulia
lunática" son excepcionales en la historia de la estrofa,
debido a la atmósfera alucinante
y un tanto irreal que se desliza por todo el poema, la manera en
que se construyen las imágenes,
el profuso empleo de
encabalgamientos y de otras argucias formales, y el avasallador
barroquismo lingüístico.

Obra: Canto a Lamartine (1898); Los peregrinos de
piedra (
1910); El teatro de los
humilde (
1913); Las lunas de oro (1915); Las
pascuas del tiempo
(1913); La vida y otros poemas
(1913); Ópalos (1919).

TERTULIA LUNÁTICA

 

(Fragmentos)

VESPERAS

Jam sol recedit igneus…

 

I

En túmulo de oro vago,

Cataléptico fakir,

Se dio el tramonto a dormir

La unción de un Nirvana vago…

Objetívase un aciago

Suplicio de pensamiento,

Y como un remordimiento

Pulula el sordo rumor

De algún pulverizador

De músicas de tormento.

 

El cielo abre un gesto verde,

Y ríe el desequilibrio

De un sátiro de ludibrio

Enfermo de absintio verde….

En hipótesis se pierde

El horizonte errabundo,

Y el campo meditabundo

De informe
turbión se puebla,

Como que todo es tiniebla

En la conciencia del
Mundo.

 

Ya las luciérnagas – brujas

Del joyel de Salambó –

Guiñan la "marche aux flambeaux"

De un aquelarre de brujas…

De nostalgias de Cartujas

El ciprés de terciopelo,

Y vuelan de tu pañuelo,

En fragantes confidencias,

Interjecciones de ausencias

Y ojeras de ritornelo.

 

Todo es póstumo y abstracto

Y se intiman de monólogos

Los espíritus ideólogos

Del Incognoscible Abstracto…

Arde el bosque estupefacto

En un éxtasis de luto,

Y se electriza el hirsuto

Laberinto del proscenio

Con el fósforo del genio

Lóbrego de lo Absoluto.

 

Todo suscita el cansancio

De algún país psicofísico

En el polo metafísico

De silencio y de cansancio…

Un vaho de tiempo
rancio

Historia la unción plenaria,

Y cunde, ante la arbitraria

Lógica de la extensión,

La materialización

Del ánima planetaria.

 

Del insonoro interior

De mis obscuros naufragios,

Zumba, viva de presagios,

La Babilonia interior…

Un pitagorizador

Horoscopa de ultra-noche,

Mientras, en auto reproche

De contriciones estáticas,

Rondan las momias hieráticas

Del Escorial de la noche.

 

Fuegos fatuos de exorcismo

Ilustran mi noble vista,

Como una malabarista

Rutilación de exorcismo…

Lo Sub-Consciente del mismo

Gran Todo, me escalofría;

Y en la multitud sombría

De la gran tiniebla afónica

Fermenta una cosmogónica

Trompeta de profecía.

 

Tal en un rapto de nieve

Se aguza la ermita gótica,

Y arriba la aguja hipnótica

Enhebra estrellas de nieve…

El bosque en la sombra mueve

Fantásticos descalabros,

Y en los enebros macabros

Blande su caña un pastor,

Como un lego apagador

De tétricos candelabros.

 

Duerme, la oreja en acecho,

Como un lobo montaraz

El silencio suspicaz

Del precipicio en acecho…

Frunce el erial su despecho,

Mientras disuelve y rehúsa

El borbollón de la esclusa

Monólogos de esquimal,

En gárgaras de cristal

Y euforias de cornamusa.

 

Albarda en ristre, el sonámbulo

Molino metaforiza

Un Don Quijote en la
liza,

Encabalgado y sonámbulo…

Tortura el humo un funámbulo

Guignol de Kaleidoscopio,

Y hacia la noche de opio

Abren los pozos de Ciencia

El ojo de una conciencia

Profunda de espectroscopio.

 

Sobre la torre, enigmático

El búho de ojos de azufre,

Su canto insalubre sufre

Como un muezín enigmático…

Ante el augurio lunático,

Capciosa, espectral, desnuda,

Aterciopelada y muda,

Desciende en su tela inerte,

Como un araña de muerte,

La inmensa noche de Budha…

 

IV

Canta la noche salvaje

Sus ventriloquias de Congo,

En un gangoso diptongo

De guturación salvaje…

La luna muda su viaje

De astrólogo girasol,

Y olímpico caracol,

Proverbial de los oráculos,

Hunde en el mar sus tentáculos,

Hipnotizado de Sol.

 

Sueña Rodenbach su ambigua

Quimera azul, en la bruma;

Y el gris surtidor empluma

Su frivolidad ambigua…

Allá en la mansión antigua,

La noble anciana, de leda

Cara de esmalte, remeda

– Bajo su crespo algodón

El copo de una ilusión

Envuelto en papel de seda.

 

En la abstracción de un espejo

Introspectivo me copio

Y me reitero en mí propio

Como en un cóncavo espejo…

La sierra nubla un perplejo

Rictus de tormenta mómica,

Y en su gran página atómica

Finge el cielo de estupor

El inmenso borrador

De una música
astronómica.

 

Con insomnios de neuralgia

Bosteza el reloj: la una;

Y el parque alemán de luna

Sufre una blanca neuralgia…

Ronca el pino su nostalgia

Con latines de arcipreste;

Y es el molino una agreste

Libélula embalsamada,

En un alfiler picada

A la vitrina celeste.

Un leit-motiv de ultratumba

Desarticula el pantano,

Como un organillo insano

De un carrusel de ultratumba…

El infinito derrumba

Su interrogación huraña,

Y se suicida, en la extraña

Vía Láctea, el meteoro,

Como un carbunclo de oro

En una tela de araña.

 

V

¡Oh negra flor de idealismo!

¡Oh hiena de diplomacia,

Con bilis de aristocracia

Y lepra azul de idealismo!…

Es un cáncer tu erotismo

De absurdidad taciturna,

Y florece en mi saturna

Fiebre de virus
madrastros,

Como un cultivo de astros

En la gangrena nocturna.

 

Te llevo en el corazón,

Nimbada de mi sofisma,

Como un siniestro aneurisma

Que rompe mi corazón…

¡Oh Monstrua! Mi ulceración

En tu lirismo retoña,

Y tu idílica zampoña

No es más que parasitaria

Bordona patibularia

De mi celeste carroña!

 

¡Oh musical y suicida

Tarántula abracadabra

De mi fanfarria macabra

Y de mi parche suicida!…

-Infame! En tu desabrida

Rapacidad de perjura,

Tu sugestión me sulfura

Con el horrendo apetito

Que aboca por el Delito

La tenebrosa locura!

 

Officium tenebrarum

VII

Mefistófela divina,

Miasma de fulguración,

Aromática infección

De una fístula divina…

Fedra, Molocha, Caína,

Cómo tu filtro me supo!

A ti –Santo Dios!- te cupo

Ser astro de mi desdoro:

Yo te abomino y te adoro

Y de rodillas te escupo!

 

Acude a mi desventura

Con tu electrosis de té,

En la luna de Astarté

Que auspicia tu desventura…

Vértigo de ensambladura

Y amapola de Sadismo:

Yo sumaré a tu guarismo

Unitario de Gusana,

La equis de mi Nirvana

Y el cero de mi ostracismo!

 

Caries sórdida y uremia

Felina de blando arrimo,

Intoxícame en tu mimo

Entre dulzuras de uremia…

Blande tu invicta blasfemia

Que es una garra pulida,

Y sórbeme por la herida

Sediciosa del pecado,

Como un pulpo delicado,

"Muerte a muerte y vida a vida!"

 

Clávame en tus fulgurantes

Y fieros ojos de elipsis ,

Y bruña el Apocalipsis

Sus músicas fulgurantes…

Nunca! Jamás! Siempre! Y Antes!

Ven, Antropófaga y diestra

Escorpiona y Clytemnestra!

Pasa sobre mis arrobos,

Como un huracán de lobos

En una noche siniestra!

 

Yo te excomulgo Ananké

Tu sombra de Melisendra

Irrita la escolopendra

Sinuosa de mi ananké…

Eres hidra en Salomé,

En Brenda panteón de bruma,

Tempestad blanca en Satsuma,

En Semíramis carcoma,

Danza de vientre en Sodoma

Y páramo en Olaluma!

 

Por tu amable y circunspecta

Perfidia y tu desparpajo,

Hielo mi cuello en el tajo

De tu traición circunspecta…

Y juro, por la selecta

Ciencia de tus artimañas,

Que irá con risas hurañas,

Hacia tu esplín cuando muera,

Mi galante calavera

A morderte las entrañas!…

AGUSTÍN
ACOSTA

(Matanzas, Cuba, 1886-
Estados Unidos, 1979). Poeta. Fue senador de la República.
En el Congreso de 1954 fue declarado Poeta Nacional. En los
años 1913, 1914 y 1915 obtuvo Flores Naturales en juegos
florales efectuados en Santiago de Cuba y La Habana.

Junto con Regino Boti y
José Manuel Poveda es uno de los representantes del
renacimiento
lírico que tuvo lugar en provincias antes de la
década del 20.

Acerca de la obra de este importante poeta cubano, se lee en
La décima escrita de Adolfo Menéndez
Alberdi: En la […] sección sexta [del poema "La zafra"],
compuesta en pareados dodecasílabos, con dos
décimas "guajiras" intercaladas, se podía
oír el rechinar doloroso de las carretas que pasaban en la
noche "llevando la suerte de Cuba en las cañas" y que iban
hacia el "coloso de hierro",
"hacia el ingenio norteamericano", mientras el hambreado
carretero cantaba ingenuas tonadas de amor. "

Obra: Ala (1915; 1958); Hermanita (1923);
La zafra. Poema de combate (1926); Los camellos
distantes
(1936); Martí, su obra y su
apoteosis
(1941); Últimos instantes (1943);
Poesías escogidas de Agustín Acosta
(1950); Poemas del centenario (1953); ¿Fue
Martí
precursor del modernismo?
(1954); Agustín Acosta;
sus mejores poesías
(1955); Jesús
(1957); En torno a la
poesía
de Manuel Gutiérrez Nájera
(1959); Caminos
de hierro
(1963).

PÓRTICO

Musa patria: pon a tono

con la autóctona belleza

la anacrónica realeza

de tu manto y de tu trono.

No es el perpetuo abandono

de tu púrpura elegida:

es la emoción sorprendida

que, en esa púrpura santa,

borda una estrella que canta

la afirmación de la vida.

Musa patria: la alegría

es planta que reverdece

cuando en el cielo florece

el oro de un nuevo día.

Muere la visión sombría

que el alma incubó en su seno,

hay el noble desenfreno,

la exaltación virtuosa

que da su tinte a la rosa

y da su música al trueno.

Y pues todo canta, sea

de nuestro canto el temblor

un sosegado rumor

de pinar o de marea.

La visión de la pelea

se aleja desvanecida;

pero sobre el asta erguida,

de gloria imperecedera,

queda un airón: la bandera,

que oculta un dolor: la herida.

¡La herida! La que, copiosa,

sangra a pesar de la venda;

tajo que infligió la enmienda

a la carne victoriosa.

La que abre abismo de fosa

a un sueño de juventud;

la que opone su virtud

como alerta de amenaza,

y aunque siempre se disfraza

es siempre la esclavitud!

Musa patria: el madrigal

quede en su dulce recinto;

desnuda en su blanco plinto

duerma la eterna vestal.

El viejo clarín marcial

vibre en la adusta pradera:

que si la lira verbera

la fructuosa apostasía,

se hace en el alma alegría

el azul de la bandera.

Aquí la paz me saluda

junto a la verde campiña,

y mi corazón se aniña,

se enternece y se desnuda.

Me escuda el monte, me escuda

este instante de la Historia

en que, bajo un sol de gloria,

surge el ingenio acerado:

gigantesco acorazado

de una marina ilusoria!

Gigantesco acorazado

que va extendiendo su imperio

y edifica un cementerio

con las ruinas del pasado.!

Lazo extranjero apretado

con lucro alevoso y cierto;

lazo del verdugo experto

en torno al cuello nativo.

mano que tumba el olivo

y se apodera del huerto.!

Sin embargo, el aire vibra

de modo extraño en la palma,

y entre los montes, el alma

de toda garra se libra.

Da la palma, en cada fibra,

una incógnita enseñanza.

Y cómo infunde confianza,

en el escenario agreste,

la maravilla de este

campo color de
esperanza.!

Las lluvias primaverales,

después de un áspero invierno,

pintaron de verde tierno

los nuevos cañaverales.

El agua
torció raudales

por los declives del suelo;

la lluvia en límpido velo

cayó en largas hebras finas

como cañas cristalinas

de las colonias del cielo.

20 de mayo! En la feria

que el patrio dolor agrava,

sobre el más pobre se clava

con más saña la miseria.

La lucha enconada y seria

dispersa el viejo rebaño;

y en este presente huraño

dicen olvidadas cosas

las campanas armoniosas

de los ingenios de antaño.

Entre sumisiones mil,

la musa que se levanta

mira a los cielos y canta

su amargo canto civil.

Abátese el paje Abril

en un lánguido desmayo,

porque, obediente a un soslayo

de concentrados amores,

la musa ha cortado flores

para su 20 de Mayo.!

Patria: es a mi corazón

la estrella con que seduces

un faro de cinco luces

en un mar de bermellón.

Pida puerto la ilusión

y ella le depara puerto;

agua pide en el incierto

camino de su amargura,

y emerge una fuente pura

en la arena del desierto.

Musa patria: en el bohío,

la remozada bandera,

es una alegre quimera

que se burla de un hastío.

En la clara paz del río

el pálido azul se moja,

la blanca flor se deshoja,

y, como de sangre
hirviente,

en la tranquila corriente

naufraga una mancha roja.

Aún quedan en la manigua,

entre algún breñal oculto,

almas que ofrendan su culto

a dulce imagen
antigua.

Clara experiencia atestigua

la certeza del rincón

donde en agreste reunión

típica murga rural

repica un son oriental

que enloquece el corazón.

Cuba intacta! Mientras leda

la brisa mueve tu airón,

un lamento de acordeón

atraviesa la arboleda.

El alma transforma en seda

su áspera fibra importuna,

y hecha suave, como una

mano que amansa un reproche,

en el sobre de su noche

estampa un sello de luna.

Musa patria: si has venido

complaciente a mi reclamo,

enflórate con el ramo

que me salva de tu olvido.

Nadie cantar ha podido

tu diáfana ejecutoria.

Perdóname si tu gloria

mis vagos versos quebrantan:

¡los ruiseñores no cantan

en la jaula de la Historia…!

BALDOMERO
FERNANDEZ MORENO

(Buenos Aires,
Argentina, 1886 – 1950). Poeta y prosista.

Recibió el Gran Premio de Honor de la Sociedad
Argentina de Escritores, que le fue entregado en junio de
1950.

Según el poeta y crítico Waldo González
López: Sus décimas gozan de virtudes que
sólo mucho después adornarían a esta
estructura en
el subcontinente. El humor, el deslavazamiento, la sencillez, el
confesionalismo, la comunicabilidad y el coloquialismo –del
que constituiría, con el colombiano Luis Carlos
López (1883-1950), el dúo emblemático- son
los principales rasgos de sus versos en esta estrofa que dominara
como quizás ningún otro de sus coterráneos o
no, pues superó incluso a no pocos de sus colegas en Cuba,
donde la décima sentaría pauta mayor en la
región ya desde el siglo XIX, cuando José Fornaris
la definiera como la estrofa del pueblo cubano.

Obra: Las iniciales del misal (1915); Intermedio
provinciano
(1916); Ciudad (1917); Por el amor y por
ella
(1918); Campo Argentino (1919); Versos de
Negrita
(1920), Nuevos Poemas (1921); Mil
novecientos veinte y dos
(1922); Cantos de amor, de
luz, de
agua
(1922); El hogar en el campo (1923), Aldea
española
(1925), El hijo (1926);
Décimas y poesías (1928);
Último cofre de Negrita (1929); Cuadernillo
de verano
(1931); Dos poemas (1935); Romances y
Seguidillas
(1936); Continuación; Yo,
médico; yo catedrático
(1938);
Antología (1941); Ciudad, pueblo, campo (1941);
San José de Flores (1943); La patria desconocida:
páginas de vida
(1943); Las azoteas; Las tapias;
Los peones
. (1943); La mariposa y la viga, aire
aforístico, aire confidencial
(1947); Parva
(1949).

AVENTURA

¡Cómo me hubiera gustado,

capitán aventurero,

sospechar del caballero

que va trotando a mi lado!

Asir su yelmo emplumado,

quitárselo con rudeza

y dar con una cabeza

toda en oro derramada,

ligeramente inclinada

con alegría y tristeza.

CAMARADA

Y resultó, camarada,

que no era corta la vida,

que erramos en su medida

a la primer ojeada.

La vida es asoleada,

con pampas de latitud,

y sobrada juventud

para, a través de los años,

impedirse de rebaños

o de gloria o de virtud.

A LA POESÍA

Como se alza una linterna

hasta la posible altura

para iluminar la oscura

entrada de una caverna,

así yo la sempiterna,

dulcísima poesía,

alcé hasta la frente mía

al empezar a vivir,

y al instante de morir

me ha de alumbrar todavía.

DÉCIMAS A LA VIDA

Acúsome de haber hecho

por mi vida y por mi arte

poca cosa de mi parte

y que no estoy satisfecho.

Porque si ardía en mi pecho

hoguera de inspiración,

ansia de dominación,

no debí darme vagar.

Lo corriente fue soñar

y trabajar la excepción.

La conciencia despiadada

cada vez que me acomete

me enrostra mucho tapete,

mucho beso y mucha almohada.

Mucha hora disipada

en nervioso caminar

so pretexto de tomar

ora la luna, ora el sol;

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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