- La producción de
películas españolas - Distribución
- Exhibición
- Legislación
actual - Nuevos
retos ante el cine digital - Conclusiones
- Anexos
- Bibliografía
Introducción
Desde finales de los años 70, la industria
cinematográfica española ha sufrido un descenso
constante en su rentabilidad.
La producción de películas ha
caído con respecto a décadas anteriores, así
como el número de salas y espectadores. Algunos analistas
atribuyen esta crisis a la
aparición y posterior hegemonía de la
televisión, el vídeo y, más tarde, el
DVD e Internet, con el consecuente
cambio en los
hábitos de ocio y consumo de los
espectadores. Otros consideran que la clave del fracaso
está en la competencia con
la industria americana, cuyas empresas han
oligopolizado en Europa la
distribución y la exhibición,
dejando apenas espacio al cine
europeo.
De esta manera, lo que comenzó siendo un altibajo
en la producción durante la década de los 80, ha
terminado como una verdadera crisis. Si el Estado no
aportara subvenciones a la creación de películas,
el cine no existiría en España. Lo
mismo ocurriría con otros países
europeos.
El cine es un pilar indispensable de la cultura de un
país. Las películas aportan a sus ciudadanos un
elenco de valores que
enriquecen las sociedades.
Por eso, es imprescindible mantener la producción de
películas españolas. No obstante, las productoras
no deben acomodarse en las subvenciones para seguir creando cine,
sino que tienen que encontrar el camino de la competitividad
y autosuficiencia económica e industrial.
En este trabajo se
pretende abordar los entresijos de la crisis del cine español
mediante el análisis de la industria desde 1980 hasta
2007. Mediante la observación de la evolución de cada una de las fases de la
creación de filmes podremos prever las tendencias en el
futuro y aportar algunas posibles soluciones.
La
producción de películas
españolas
La creación de películas es una actividad
económica de alto riesgo, debido a
varios factores:
El carácter prototipo de las
películasEl elevado coste de producción
La imprevisible aceptación comercial en los
diversos soportesLas limitaciones propias del mercado
interior
Ese alto riesgo de inversión ha favorecido la dependencia de
las productoras de las ayudas públicas y la
aparición de medidas proteccionistas de los Estados.
Debido a esta naturaleza
inestable, todas las iniciativas tendentes a crear un sector de
producción competitivo sólo pueden constituirse en
el seno de un mercado
supranacional como es la Unión
Europea.
Así lo intuía ya el Instituto de la
Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA) en el
año 1991[1]cuando publicaba un estudio
sobre la situación del cine español en la
década de los 80. Actualmente, ese espacio europeo
cinematográfico sigue sin constituirse, aunque la
Comisión encabeza iniciativas de carácter proteccionista y ayudas
económicas a la producción.
Veamos ahora la tendencia de la producción
cinematográfica[2]década por
década.
Década de los 80, el origen de la
crisis
Históricamente, la producción
cinematográfica ha atravesado diferentes etapas en las que
se han alternado épocas de gran expansión con otras
de decadencia. Sin embargo, el retroceso ocurrido en la
década de los 80 no tiene precedentes en la historia del cine
español: la producción de largometrajes a finales
de los 80 se equiparó con los niveles más bajos de
la posguerra.
Entre 1960 y 1970 se habían producido 1.272
películas, lo que había supuesto una media anual
comprendida entre los 120 y 150 largometrajes. Parte del éxito
de las películas de los 60 tuvo su causa en que el cine
español había encontrado su propio mercado frente a
las producciones extranjeras (con la ayuda de la censura
franquista): los filmes españoles recaudaban entonces el
25% de la taquilla, el nivel más alto de la
historia.
Sin embargo, la década de los 80 fue muy dura
para la industria: tanto el nivel de mercado como el de
producción se redujeron escandalosamente.
Entre 1980 y 1991 se pasó de una
producción de 118 largometrajes a 64, lo que supone una
reducción del 85% aproximadamente. Este descenso fue
similar en casi todos los países europeos,
salvándose Alemania y
Reino Unido.
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