Actuar como facilitadores capitalizando una
forma más participativa de abordarlos
Los auditores no son sólo controladores de normas y
estándares en las organizaciones.
El desafío que plantea la ciencia y
la tecnología a la sociedad
moderna a todo nivel, es enorme. "Incorporar la tecnología
y la ciencia como
entidades vivientes en una sociedad, no es por cierto sencillo.
Y, sin embargo, no puede hoy concebirse el funcionamiento de una
comunidad, ni
la participación en el concierto mundial de naciones, sin
una clara comprensión de cómo ellas facilitan o
alteran nuestra vida, tanto en lo que acontece a diario, como
también en la trama social, la salud económica, el
destino mismo de los países." (Papa Blanco, 1980). Se
trata de un desafío que tiene mucho que ver con aspectos
técnicos y económicos, pero también con
cuestiones éticas relacionadas con el ejercicio de las
profesiones por parte de los especialistas.
Los grandes desafíos éticos siempre presentes en
la actividad humana en general, no aparecen fuertemente por
casualidad en determinados períodos de la historia humana y
particularmente en las últimas décadas. Se plantean
como una necesidad ineludible para establecer puntos de
referencia para reflexionar y para actuar, cuando los objetos
manejados y su entorno, cambian de manera muy radical. Y esto
sucede cada vez con mayor dinamismo cuando hablamos de
Tecnologías de la Información (TI). "El cambio
tecnológico modifica el carácter moral del
entorno, lo que exige un análisis ético, así como una
toma de
decisiones éticas. En nuestros días el uso de
la ética,
de una deontología profesional y unos códigos
éticos es una norma de conducta,
práctica en toda profesión" (Joyanes, 1997,
pág. 263).
Los cambios en las tecnologías que usualmente auditamos
mantienen referencias ancestrales sobre aspectos éticos
del desarrollo
profesional referidos como principios y
normas generales, pero también introducen modificaciones y
singularidades, propias de las peculiaridades de la rápida
evolución de la informática y la computación, en su mas amplia
acepción y con el alcance avasallador que se vislumbra en
el siglo XXI. Precisamente eso es lo que plantea Deborah Johnson
(1994) en su ya clásico libro
Computer ethics. Muchas reglas preexistentes sobre lo
que está bien o mal deben ser creadas, cambiadas o por lo
menos ajustadas, para contemplar los nuevos dilemas que se
plantean en la ética
profesional de quienes trabajan con tecnologías de la
información (TI).
Hoy mas que nunca, debe plantearse una reflexión
crítica
sobre aspectos prácticos del ejercicio profesional de los
auditores en el ámbito de las TI, analizados desde la
óptica
de los valores y
principios aplicados y de la forma que estos inciden sobre las
decisiones que se toman y cómo se justifican para
legitimar lo que se hace y lo que se deja de hacer, en el
desarrollo de actividades profesionales. Se plantea la necesidad
de orientar nuestro esfuerzo a lograr que las cosas ocurran de
manera éticamente apropiada. No se trata solamente de
interpretar los problemas de
la realidad como auditores, se trata de ayudar a mejorar esa
realidad, redescubriendo la esencia de la gestión
y rescatando el valor de
actuar para llevar adelante los emprendimientos, cuidando las
formas para seguir por el camino éticamente adecuado.
A pesar de la especificidad de determinadas cuestiones
relacionadas con el ejercicio de profesiones muy tecnificadas –
como las relacionadas con tecnologías de la
información y de las comunicaciones
– no se debe olvidar que en definitiva, los desafíos
humanos están relacionados con los valores
fundamentales a defender o criticar y no con las
tecnologías en sí mismas y menos con los controles
internos sobre las mismas. Tampoco con las normas y
estándares de auditoría que cirunstancialmente se
emplean. Son precisamente los valores que aceptamos o rechazamos
quienes nos permiten fijar posturas sobre aquello que está
bien o mal. No se puede trabajar con normativas sin tener
presentes los valores que establecen el sentido y la dirección orientadora de los agentes,
incluso de los propios auditores que no pueden permanecer
indiferentes ante tamaños desafíos.
Una ética profesional es más que un simple
enunciado teórico del deber ser profesional de los
auditores, o de cualquier otro profesional. Elmy Rosario Galarce
(2005) plantea la pregunta clave: ¿Por qué una
ética profesional en nuestros tiempos? Y responde: "Todo
trabajador tiene o debe desarrollar una ética profesional
que defina la lealtad que le debe a su trabajo,
profesión, empresa y
compañeros de labor." Y en este proceso se
establecen derechos y deberes generales
de las partes involucradas y de terceros y también
derechos y deberes más específicos que operan en
determinadas circunstancias. Muchas veces todo esto ocurre en
contextos de cambio muy dinámicos, en los que los puntos
de referencia éticos se cuestionan y se alteran muy
rápidamente. Sería bueno contar con referentes que
genern confianza y apuesten alas cercanías.
La auditoría no debería mirar para otro lado
ante esos desafíos, peor si debería proponer
abordajes diferentes. En particular, los auditores profesionales
que controlan el desarrollo o la utilización de las
tecnologías de la información para cambiar sistemas de
información del mas diverso tipo (educativos,
sanitarios, policiales, militares, judiciales, bancarios,
petroleros o entretenimiento entre otros) deben enfrentar
preguntas dilemáticas muy singulares respecto por ejemplo,
a la adecuada utilización profesional de sus conocimientos
tecnológicos, a sus posibilidades de acceso a bancos de
datos o
relacionadas con la utilización de productos de
software
licenciados. Preguntas que tienen que ver muchas veces, con
aspectos éticos de la profesión y refieren en su
esencia, a qué actividades son buenas y qué
actividades son malas.
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