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Teoría psicodiscrecionista del origen y naturaleza del Estado (página 2)



Partes: 1, 2

Para poder abordar
la cuestión del origen y naturaleza del
Estado, es
preciso, ante todo, saber distinguir entre Estado y Gobierno.

Siguiendo a los biologicistas de la
teoría
del Estado, el Gobierno sería el sistema nervioso
central del Estado: aquel conjunto de órganos que le
da vida y del que dependen todas y cada una de sus acciones.
Cuando en el siglo XIX Philippe Pinel (1745-1826) creó la
Psiquiatría, era muy común oír la frase
"¿Qué es un hombre sino su
cerebro?". Parece
que muchos autores tomaron al pie de la letra esta
metáfora, y la aplicaron al estudio del Estado. De hecho,
si Maquiavelo
viviese se sentiría orgulloso de que el término por
él introducido se utilice de la manera excesiva en que se
utiliza en la actualidad, sobre todo en la lengua
castellana. Muchas veces, cuando decimos "Estado" nos estamos
refiriendo en realidad al Gobierno. Una cosa es que el Gobierno
sea el sistema nervioso
central del Estado, y otra muy distinta, es que Estado y Gobierno
sean sinónimos. Así como es un kelseniano error
decir que el Estado y el
Derecho son lo mismo, decir que el Gobierno es lo mismo que el
Estado equivale a decir que da lo mismo abrir el cadáver
de alguien a abrir sólo su cerebro.

Se ha dicho varias veces que "Si el Estado
es la electricidad, el
Gobierno es la bombilla eléctrica", en el sentido de que
lo primero permanece y lo segundo va rotando con el correr del
tiempo. Esta
afirmación es otro error, pues confunde el Gobierno con el
conjunto de personas y partidos que ocupan sus cargos en un
período histórico determinado. El Gobierno es un
conjunto de instituciones,
no de personas o partidos concretos. Como dice el artículo
58 de la Constitución: "Los funcionarios
están al servicio de la
Nación
y no de una fracción política". Esto
equivaldría a decir que, a lo largo de su vida, una
persona va
teniendo tantos cerebros como pensamientos se le
ocurran.

Otro típico error es confundir el
Gobierno con el Poder
Ejecutivo, y por lo tanto oponerlo a los poderes Legislativo
y Judicial. Incluso hay Constituciones que distinguen entre
Parlamento y Gobierno, como en el caso de la danesa. Si bien en
general el titular del Poder Ejecutivo es como mínimo Jefe
De Gobierno, el Gobierno se compone de tres sistemas
orgánicos denominados "Poderes", esto es, Poder Ejecutivo,
Poder
Legislativo y Poder Judicial.
Confundir el Ejecutivo con el Gobierno es como decir que el
sistema nervioso
y el sistema nervioso central son exactamente lo
mismo.

Como contracara del Gobierno tenemos a la
Sociedad
Civil. Es decir que su definición es residual:
comprende la Sociedad Civil
todo bien o persona que no pertenezca al Gobierno. No obstante,
las definiciones de Gobierno y Sociedad Civil son relativas, ya
que hay ocasiones en que quienes forman parte del Gobierno
están regulados jurídicamente como pertenecientes a
la Sociedad Civil. Por ejemplo, el régimen de divorcios
para quienes ocupan cargos en el Gobierno es exactamente igual
que para los que no lo hacen.

Tenemos pues, que todo Estado se compone de
dos partes fundamentales: un Gobierno y una Sociedad Civil; y,
para que siga existiendo como tal, la una depende de la otra. Es
decir, si no hubiese Gobierno no habría quien mandara, y
por tanto faltaría uno de los elementos de la
teoría de Von Mohl, que es el poder etático, Y, si
no hubiese Sociedad Civil, no habría quien recibiera y
obedeciera las órdenes del Gobierno. Esto es, dicho de
otro modo, lo que el politólogo neomaquiavelista Gaetano
Mosca intenta explicarnos cuando habla de "gobernantes y
gobernados".

El Derecho funciona así como puente
entre el Gobierno y la Sociedad Civil, como forma de comunicación entre ambos. Sería el
sistema nervioso periférico del Estado. El Gobierno da una
orden a través de una norma jurídica, con el fin de
que la Sociedad Civil la acate, lo que puede asimilarse a cuando
el cerebro envía a través de la sinapsis la orden a
un miembro para que se mueva. A su vez, la Sociedad civil reclama
cosas al Gobierno, como cuando solicita justicia a los
tribunales o va a inscribir un negocio jurídico para darle
validez frente a terceros, lo que podría asimilarse a
cuando los receptores del organismo envían un mensaje
sináptico al cerebro sobre información recibida del entorno. Incluso
el estar jurídicamente considerado como perteneciente al
Gobierno o a la Sociedad Civil podría ser un buen criterio
para la distinción entre Derecho
Público y Privado.

Los criterios y mecanismos para pasar del
uno al otro varían según cada sistema
jurídico, y por lo tanto, de cada sistema de Gobierno. En
los regímenes monárquicos es de acuerdo al Ius
Solis, es decir, por descendencia directa o matrimonio; en
las dictaduras-o como diría Aristóteles, la tiranía-por
imposición o disposición del gobernante de facto;
en la aristocracia por pertenecer o tener algún tipo de
vínculo con alguna élite; y en los regímenes
democráticos por disposición del cuerpo electoral.
A su vez, dentro de estos últimos, dependerá de si
posee un sistema presidencial (y entonces cada cargo, ya sea del
Poder Legislativo o Ejecutivo será más duradero,
pues ni los Ministros de Estado son responsables
políticamente ante el Parlamento, ni el Presidente puede
disolver las Cámaras), parlamentario (y entonces los
cargos de los dos poderes partidistas serán más
efímeros, pues los Ministros de Estado son responsables
políticamente ante el Parlamento, pero el Presidente puede
disolver las Cámaras y llamar a nuevas elecciones), o
ecléctico como en el caso uruguayo, donde existe un
"presidencialismo disimulado" a través del cual se puede
censurar a los Ministros pero el Presidente puede levantar el
voto de censura, disolver las Cámaras y llamar a
elecciones. En el caso del Gobierno colegiado dependerá de
qué facultades se le asignen al órgano
pluripersonal del Ejecutivo.

Teoría
sobre el origen y naturaleza del Estado

PRESENTACIÓN DE LA
FILOSOFÍA PSICODISCRECIONISTA

El paradigma que
utilizaré para analizar el origen y naturaleza del Estado
es una corriente filosófica que yo mismo he creado,
denominada "psicodiscrecionismo".

Su nombre deriva del griego ????,
psyché, "alma"; y de
"discrecional", es decir, facultativo, opcional. Se basa en la
noción de LO QUE EL HOMBRE CREE
QUE LE CONVIENE. De ahí que la bautizara con esta
contracción, ya que, cuando una persona opta por
determinada cosa, lo hace en función de
lo que en su fuero interno juzga como más conveniente,
más allá de que a corto o largo plazo se compruebe
o no que realmente fuese así.

Se entiende por conveniencia todo aquello
que puede resultar beneficioso para un individuo. Si
a un individuo le gusta hacer determinada actividad, entonces se
dice que le conviene hacerla; si siente aprecio por determinada
persona, le conviene protegerla; si siente encono por otra, le
conviene fastidiarla o alejarse de ella; si cree que determinada
cosa es incorrecta, le conviene no hacerla.

Los que poseen conveniencias iguales o
encastrables entre sí, se unen y crean convenciones que
las resguarden de otras conveniencias antagónicas a las
suyas. Los que sufren atracos de maleantes que les quitan todas
sus pertenencias crean la convención de que robar es
incorrecto. A su vez, los ladrones se reúnen y reivindican
el hurto. Cada grupo ha
generado su propia moral, sin
ningún tipo de prueba empírica objetiva. La moral no es
otra cosa más que las conveniencias individuales adaptadas
a un grupo determinado mediante una convención, de
ahí que pueda perfectamente variar según
circunstancias sociales, cronológicas, políticas,
económicas o de cualquier otra índole. De hecho,
las palabras "convención" y "conveniencia" tienen una
raíz empírica común: el latín "cum
vinire", que significa "venir con", "ir hacia un mismo
sitio".

Tratándose de un tema tan grupal,
cabe mencionar, para la aplicación de la filosofía psicodiscrecionista a la
teoría del Estado en particular, el concepto de
CONSCIENCIA COLECTIVA, es decir, el conjunto de representaciones
eidéticas sobre lo que una colectividad cree que le
conviene. Sería lo que el psicólogo suizo Jung
denominaba "arquetipos", o modelos
ideales a través de los que un individuo se incorpora a la
sociedad.

MITOS SOBRE LA FORMA DE
GOBIERNO

Hoy en día se ha extendido como una
plaga un prejuicio que
asocia el tipo de Gobierno con el resultado necesario de sus
actos y decisiones. Por lo general, solemos oír hablar de
la democracia
como el único sistema bueno, por contraposición a
todos los demás, considerados malos. Así, la
palabra "democracia" y sus derivados suelen tener connotaciones
positivas, catalogándose a quienes las usan y defienden
como personas de bien; y las palabras "dictadura",
"monarquía", "aristocracia" tienen
connotaciones peyorativas, tildando a quienes las usan y
defienden como la peor escoria que haya podido procrear la
Humanidad. Así funciona actualmente la consciencia
colectiva en este sentido.

En realidad, el tipo de Gobierno en
sí mismo considerado no nos adelanta nada sobre la
calidad que
tendrá un determinado mandato. Es sólo la estructura, el
envase. Lo que se haga mediante él es el contenido, lo que
realmente debe importarnos. Cuando se nos dice que el mandato de
tal o cual persona o partido es dictatorial, monárquico,
aristocrático o democrático, con este solo dato no
nos es suficiente para determinar si será conveniente o no
para la Sociedad Civil de ese Estado. Si nos dicen: "Voy a darte
un regalo envuelto en una bolsa color verde", no
podemos predecir, sólo con ese dato, si el regalo nos
gustará o no. No todo Gobierno democrático es
bueno, ni todo Gobierno bueno es democrático. Es un error
hablar de "La Democracia", "La Monarquía" y "La
Dictadura". Deberíamos hablar de "las democracias", "las
monarquías" y "las dictaduras", analizando cada mandato en
concreto.
Aristóteles dice que "toda forma de Gobierno puede ser
buena o mala, según si los gobernantes actúan en
interés
propio o del pueblo", y no en vano distinguía entre
formas de
Gobierno puras e impuras, siendo éstas últimas
degeneraciones de las formas puras a raíz del abuso de los
dirigentes. Las normas abstractas
pueden otorgarnos un cálculo de
probabilidades sobre si el tipo de Gobierno se prestará
más o menos para la corrupción y los excesos, pero éstas
constituyen simplemente meras formalidades, son sólo
convenciones. Los hechos son los que tienen la última
palabra, y, en los hechos, la línea que separa a una forma
de Gobierno de la otra es más fina de lo que se cree.
Gaetano Mosca decía que "todo régimen
democrático deviene oligárquico", idea que, si bien
a primera vista parece descabellada y contradictoria, no lo es
tanto cuando la analizamos a fondo. Todo Gobierno es en parte
oligárquico, porque el concepto mismo de poder lo es:
tener poder implica la posibilidad de ejecutar actos que no todo
el mundo puede hacer. Mosca ponía el ejemplo de la llamada
"Dictadura del Proletariado" de la tesis
marxista, la cual sería en los hechos una vuelta a la
oligarquía. Y, siguiendo con dicho autor, los gobernantes
son muchos menos que los gobernados, así que tarde o
temprano quienes están en el Gobierno terminarán
utilizando sus facultades en su propia conveniencia, sin que
pueda hacer lo mismo la Sociedad Civil.

La Historia
Universal está llena de ejemplos de mandatarios que,
pese a ser democráticos, supieron causar estragos al
Estado, tanto por hechos coyunturales que no dependían de
ellos, como por su negligencia y corrupción. En cambio, hay
muchos mandatarios que, si bien no ascendieron al Gobierno
democráticamente, han hecho grandes contribuciones al
desarrollo de
sus Estados.

Napoleón
Bonaparte, quien, al extender la soberanía francesa con sus conquistas,
logró aumentar las fuentes de
empleo para
los habitantes de ese país, e incluso elaboró en
1804 el Código
Civil que hoy lleva su nombre, impulsando así el
proceso de
codificación mundial. Su tumba en
París, en la "Cúpula de los Inválidos",
está construida con un mecanismo por el que, si alguien
desea leer la inscripción de su lápida, debe
necesariamente colocarse en una posición que luce como si
se le estuviese haciendo una reverencia. Tal es el aprecio que
hasta hoy sigue teniéndole Francia. Otros
ejemplos son la Reina Victoria de Inglaterra y la
Emperatriz Elizabeth de Austria ("Sisi"), figuras cuya
popularidad llega a nuestros días. A nivel nacional no hay
mejor ejemplo que el del Coronel Lorenzo Latorre, primer gran
modernizador de nuestra patria. Fortaleció el
ejército, creó la Policía Rural,
fomentó la inversión
extranjera, eliminó el partidismo limitante que poco
tiempo atrás había dividido tanto a los orientales,
trajo el telégrafo y el ferrocarril. También
produjo una modernización del aparato jurídico
sustituyendo a los alcaldes por jueces letrados
departamentales.

Procedimiento
Civil e Instrucción Criminal en 1878, así como el
Código
Rural y la creación del Registro de
Embargos e Interdicciones. En 1879 se aprobó la Ley de Registro
de Estado Civil, con la cual pasó a manos del Estado una
función realizada hasta el momento por la Iglesia. Los
juzgados de Paz comenzaron a llevar cuatro registros: de
nacimientos, de defunciones, de matrimonios y de reconocimientos
y legitimaciones. En materia
económica, y para mejorar las condiciones del campo,
Latorre se cercioró de la consolidación del
derecho de
propiedad privada mediante el Código Rural de 1879,
que establecía la medianería obligatoria, lo que le
dio un enorme impulso al cercamiento de los campos.
Estableció la Oficina General
de Marcas y Señales
de Ganado, en la que debía solicitarse las marcas de
ganado para evitar repeticiones y fraudes y asegurar la propiedad.
Otra medida que se implantó como ayuda para consolidar el
orden interno en la campaña, fue la autorización
dada a los grandes propietarios para establecer policía
particular a cargo del comisario. El alambre consolidó el
régimen vigente de la propiedad de la tierra. Una de
las reformas más importantes durante el gobierno del
Coronel Latorre fue la educativa, impulsada por José Pedro
Varela, quien se encontraba a la vanguardia en
materia de las nuevas corrientes pedagógicas. Si hubiese
tenido malas intenciones, jamás hubiese mejorado la
calidad de la educación,
dándole a la Sociedad Civil un instrumento para estimular
el pensamiento
crítico y así tener herramientas
útiles con las que construir sus conceptos sobre lo que
más les conviene. Latorre no desarrolló un gobierno
a favor de la clase militar,
pero tuvo importantes cantidades de autoritarismo. Esto, si bien
va contra la consciencia colectiva, ayudó a forjar un
Poder Central capaz de encarrilar al país en las normas
necesarias para el desarrollo de una economía moderna: defensa de la propiedad
privada de la tierra y
del ganado, establecimiento del patrón oro,
reanudación del pago de la deuda
pública; pero también, modernización
técnica y administrativa del Estado. Teniendo la
antigüedad necesaria para hacerlo, nunca ascendió a
General, para dar el ejemplo de austeridad, puesto que
significaría un aumento de sueldo; debido a ello es
conocido como el Coronel Lorenzo Latorre. El mandato de Latorre
resolvió la inoperancia, la debilidad y el tono artificial
que había asumido paulatinamente la superestructura
política de la
República, a manos de sus predecesores, los
principistas, tan constitucionales como incompetentes. Si bien en
1975 el Senador Amílcar Vasconcellos
utilizó despectivamente la expresión "latorritos"
para calificar a los impulsores de la dictadura de aquel
entonces, hoy por hoy se está tratando de apaciguar la
vieja imagen de tirano
sanguinario que de él se tenía, para sustituirla
por la de un hombre que hizo uso del autoritarismo como
único medio posible para la salida de la crisis en que
se encontraba Uruguay al
momento de su asunción como Gobernador Provisorio, pasando
su actitud de
parecer inconveniente desde la mentalidad de la Sociedad Civil, a
ser efectivamente conveniente en los hechos.

El complejo de inferioridad
humano

Desde
el punto de vista estrictamente físico, el hombre ha
estado, desde sus orígenes, en inferioridad de condiciones
respecto a los demás
animales. No
tiene grandes dimensiones como el elefante, ni gran velocidad como
el ñandú, ni filosas garras y dientes como el
león, ni vista hiperdesarrollada como el lince, ni alas
como las aves, ni
branquias y aletas como los peces, ni
camuflaje como el camaleón, ni veneno letal como las
serpientes, ni posibilidad de autorregeneración de sus
miembros como el insecto palo, ni comunicación
ultrasónica como el delfín, ni el fino olfato de
los perros.Sin
embargo, posee sí, una habilidad de la que los
demás animales carecen: la de transformar la naturaleza a
extremos inimaginables. Si bien en la actualidad este aspecto le
está acarreando un sinnúmero de inconvenientes, en
la antigüedad se volvió su principal arma en la lucha
por la supervivencia. Comenzó fabricando hachas de piedra
para cazar, luego descubrió el fuego y el metal,
más tarde la agricultura y
ganadería,
para acabar construyendo su propio medio, creyendo conveniente
aislarse, al menos en principio, de las demás especies,
quizá en base a un complejo de inferioridad respecto a
ellas. El psicólogo austríaco Alfred Adler asegura
que, si bien lo más natural es el sentimiento de
inferioridad y no el complejo, en ocasiones este último
actúa como una especie de "ley de las compensaciones", y
pone los ejemplos de Roosevelt, quien de niño fue
raquítico pero de mayor se ejercitó y se
volvió el prototipo de hombre en forma; y
Demócrito, un tartamudo desde sus primeros años que
sin embargo logró convertirse en uno de los mejores
oradores.

Es probable que lo mismo le sucediese al
hombre en general en aquellos primitivos períodos, y le
diera, al elemento material de la ciudad, un respaldo
eidético como lo es el sistema de autoridades llamado
"Gobierno".Instantáneamente, como contrapartida del
Gobierno, se creó la Sociedad Civil, pese a que,
según el politólogo italiano Giovanni Sartori, no
fue descubierta doctrinalmente sino hasta los siglos XVII y
XVIII, en que los liberales como John Locke y
Adam Smith
afirmaron que, cuanto menos interviniera el Gobierno, más
avanzaría la sociedad. En esta afirmación, si bien
puede discutirse su total veracidad, se nota claramente la
posibilidad de la lucha de conveniencias entre el Gobierno y la
Sociedad Civil; pero, por otro lado, induce a creer que
existiría una encastrabilidad de intereses entre el uno y
la otra, la cual consolidaría una consciencia colectiva,
basada en la relación inversamente proporcional entre
intervención estatal y utilidad social,
donde sus intereses encajan entre sí como dos piezas de
rompecabezas. No en vano, en su célebre obra "El
Príncipe", Maquiavelo resaltaba la importancia de
considerar al pueblo como fin para el bienestar del principado.El
Estado no es más que la suma del Gobierno y la sociedad
civil, más allá de que varíe el predominio
de uno sobre el otro según el sistema político y
económico de que se trate. Por eso no tiene sentido otro
de los tantos debates que existen en la Teoría del Estado:
el del "Estado-comunidad" por
oposición al "Estado-aparato". El Estado es necesariamente
una comunidad. Cuando se habla del Estado como aparato, se
está considerando sólo al Gobierno, error sobre el
que ya advertí ut supra.

El Derecho como vehículo de
las conveniencias

En esta evolución histórica del Estado, el
Derecho-si bien, como ya dije antes, no fue quien lo creó-
ha tenido un papel fundamental, no sólo como puente entre
el Gobierno y la Sociedad Civil como si fuesen mensajes
sinápticos, sino como cristalizador de las conveniencias
estatales. En los orígenes del Estado, había un
solo sistema convencional de creación de conveniencias,
por lo que el Derecho estaba embebido en las demás
estructuras
normativas de la vida, como la moral y la religión, formando un
solo ente eidético. Tenía además una base
consuetudinaria, donde teoría y práctica
coincidían, lo cual prueba que, como dice Carlos Santiago
Nino, "el Derecho no es sólo un conjunto de normas", sino
que también abarca cómo se aplican e interpretan.
El Comisionado Parlamentario Penitenciario Álvaro
Garcé marca, dentro de
las ocho tendencias generales en la evolución del Derecho,
el pasaje de un Derecho de creación espontánea y
consuetudinaria a un Derecho de creación deliberada y
centralizada; y la separación del Derecho respecto a otros
órdenes o sistemas reguladores de la conducta.A mi
entender, esta última tendencia está asociada a lo
que el sociólogo Robert Merton denomina "anomia", es
decir, la pérdida del marco de referencia de las pautas
que rigen y guían la conducta del hombre. Al
flexibilizarse tanto lo que la sociedad juzga como más
conveniente, el Gobierno se vio obligado a crear su propio
sistema de conveniencias, abstrayéndolo de otros, para
evitar caer en la misma disyuntiva en que fue cayendo la Sociedad
Civil. El psicodiscrecionismo no cree en normas preexistentes
descubiertas por inspiración divina que existen
objetivamente y que deben aplicarse sí o sí, sin
ninguna posibilidad de participación humana en el proceso;
sino en los intentos de un grupo de personas por vivir sin
dañarse demasiado creando sus propias reglas, y
abandonándolas en caso de que ya no las juzguen
convenientes. Cuando se dice, por ejemplo, que determinada cosa
es inmoral, no es que lo sea en realidad, sino que lo es a los
efectos de una determinada consciencia colectiva. En el Derecho
consuetudinario equivaldría a la opinio iuris sive
necessitatis,
o la convicción de la conveniencia de
una determinada práctica.Pese a esto, existe la probabilidad
de que el Gobierno cree una determinada norma jurídica, no
pensando con una consciencia colectiva, sino con un
interés meramente personal,
buscando sólo el propio beneficio, aprovechando, como
antes expliqué, el poder que tiene. Es lo que se comenta
de nuestra ley de legitimación adoptiva y del numeral 10 del
artículo 148 de nuestro Código Civil. Es
aquí donde cae la afirmación de Karl Von Savigny y
toda la Escuela
Histórica del Derecho, sobre la representación
cultural de la producción jurídica. Lo mismo sucede
con la aplicación e interpretación de las normas
jurídicas. Respecto a la primera, puede ser que un juez
las interprete tendenciosamente para llegar a un resultado que se
ajuste a lo que el crea más conveniente desde el punto de
vista personal, omitiendo el llamado "orden público".
Aquí se produce una tensión entre ambos, que
pareciera ratificar el vaticinio de los liberales conservadores.
Respecto a la segunda, puede originarse incluso desde la propia
Sociedad Civil. Ya decía Nino que el abogado que ejerce la
profesión de modo liberal es una especie de ingeniero que
diseña para cada cliente el
modelo
interpretativo que más lo beneficie.

El argentino Guillermo O´Donnell
define al Estado de tres maneras distintas: como sistema legal,
como conjunto de burocracias, y como ámbito de
comunicación e identificación entre sus habitantes,
esto es, como nación.
Esta última definición es vinculada por el autor
con la credibilidad del Estado. Es decir entonces que, en los
casos antedichos, el Gobierno, a través de su sistema
jurídico-burocrático, no logra llegar de manera
creíble a la Sociedad Civil. Según afirma, cuando
la Nación es débil, el Estado se ve obligado a
crearla constantemente.De hecho, el nombre "Nación" es uno
de tantos términos utilizados cuando se pretende juridizar
demagógicamente a la Sociedad Civil poniéndole
nombres que nunca terminan de coincidir semánticamente,
como "Pueblo", "Ciudadanía" o "Cuerpo Electoral"las
idas y venidas entre el gobierno y la sociedad
civil
Mencioné antes que la predominancia del
Gobierno sobre la Sociedad Civil o viceversa depende del tipo de
Gobierno de que se trate. Pues bien, en los regímenes
democráticos semi-representativos puede formalmente
participar en las decisiones del Gobierno a través de la
elección de los gobernantes y los institutos de gobierno
directo: el referéndum, el plebiscito y la iniciativa
popular.

Sin embargo, en la práctica, estas
son sólo las contadas excepciones en que puede llegar a
decirse que la Sociedad Civil participa de los rumbos del Estado,
por el carácter oligárquico del poder
político del que he hablado. Así como los
estafadores suelen hacernos creer que la iniciativa de un negocio
es nuestra cuando en realidad es de ellos, el Gobierno le hace
creer a la Sociedad Civil, en mayor o menor medida, que el mapa
de ruta es trazado por ella, cuando en realidad es trazado por
él, para lo cual se fundamenta en un montón de
palabras escritas en cientos de miles de hojas de papel, como si
por sí solas tuviesen alguna influencia mística
sobre el destino estatal. "Este es un Estado de
Derecho", solemos leer y escuchar, "Aquí mandan las
leyes y no los
hombres", como si no fuera el hombre quien creara las normas
siguiendo sus propias conveniencias, e interpretándolas y
aplicándolas con igual criterio. Parece que desconocen
que, por muy prolijas y biensonantes leyes que se puedan
escribir, si quienes están a cargo de su adecuada
aplicación no cumplen su tarea pues esto choca con sus
conveniencias personales;y, a su vez, quienes deben controlarlos
a ellos tampoco lo hacen por el mismo motivo, entonces de nada
sirven, así se hallen plasmadas en todos los libros del
mundo. La denominación de instituciones como "del Estado",
cuando en realidad sólo pertenecen al Gobierno, es otro
ejemplo de los intentos de éste por crear en la Sociedad
Civil una falsa idea de participación en él. Si yo
quisiera entrar a la Facultad de Derecho cuando está
cerrada por huelga, sin
intención alguna de causar disturbios, sólo para,
digamos, "sentarme a ver la vida pasar", no me lo
permitirían. Pero… ¿Acaso no soy yo parte
del Estado? ¿No es que "El Estado somos todos"? ¿O
es que no es esa en realidad una institución del Estado y
sólo lo es del Gobierno?A menudo se discute si el Gobierno
debe representar a la Sociedad Civil, o si ésta debe
confiar en él. Desde el punto de vista de las
representaciones eidéticas, es decir, desde lo que,
según la consciencia colectiva se cree que es más
conveniente, lo mejor sería que la representara; pero, si
el Gobierno logra beneficiarla precisamente gracias a que se
desvió de sus pedidos, entonces puede decirse que la
Sociedad Civil debe confiar en él. Ahora bien, la
cuestión se complica cuando nos ponemos a analizar el
concepto de beneficio. ¿Cuándo se entiende que una
acción
beneficia a la Sociedad Civil? Esto se conecta a su vez con el
tópico sobre si corresponde o no que el Gobierno cree a la
Sociedad Civil, pues por un lado puede moldearla de acuerdo a lo
que juzgue más oportuno, pero, a su vez, encontrará
en el camino a gran cantidad de opositores que no querrán
sustituir sus clásicas convenciones por otras nuevas. Se
genera, por este camino, una dicotomía entre populismo y
tecnocracia. ¿Qué es más conveniente: hacer
lo que parece mejor según el ciudadano medio o lo que es
mejor según los técnicos? Por un lado la Sociedad
Civil decide sobre su propio destino, pero por el otro, su
desconocimiento específico sobre las sutilezas de
algún tema en particular puede acarrearle errores a largo
plazo, reclamándole enseguida al Gobierno por qué
no se lo advirtió. Los técnicos son uno de los
tipos de personas que pueden llegar a constituir y dirigir un
Gobierno no declarado oficialmente, así como los ancianos
podrían estar al mando de una gerontocracia. La ventaja es
que pueden descubrir verdades objetivas más allá de
cualquier especulación, pero el problema es que
éstas pueden no llegar a ser palpables por la Sociedad
Civil, creyendo que no le conviene tomar decisiones en base a
ellas. Esto suponiendo que los técnicos tengan buenas
intenciones, pues cuando uno pasa a evaluar la posibilidad de que
no las tengan, empieza a interrogarse sobre hasta qué
punto son confiables sus recomendaciones y hasta dónde
deben intervenir, teniendo en cuenta que de hecho ellos ven cosas
que otros no pueden ver, y que, por lo tanto, podrían usar
nuestra ignorancia en su provecho. No en vano Alvin Toffler habla
del conocimiento
como una de las principales fuentes de poder. Maquiavelo
respondía a esta cuestión diciendo que los asesores
sólo deben emitir opinión cuando el príncipe
se la pida, absteniéndose en cualquier otro caso. Si bien
esta sugerencia no desembarra del todo el camino, lo hace un poco
más transitable.

El pertenecer ya sea al Gobierno o a la
Sociedad Civil tiene, como tantas otras cosas, sus ventajas y
desventajas, que pueden graficarse en un triángulo
equilátero que en cada ángulo tenga los siguientes
conceptos: libertad-poder-responsabilidad. Si se pertenece a la Sociedad
Civil se tiene menos poder, pero a la vez, cuanto menos poder se
tenga sobre las decisiones estatales, menos responsabilidad se
tendrá sobre aquellas cosas que salgan mal. Si se
pertenece al Gobierno se tiene más responsabilidad de los
desastres que puedan desencadenarse en el Estado, aunque
también se tendrá más poder para evitarlos.
Respecto a la libertad, esto es más relativo, pues para
muchos se es más libre cuanto más poder de
decisión se tenga, y para otros es exactamente al
revés. Con todo, siempre se dice que libertad y
responsabilidad van de la mano, por lo cual se sería
más libre en la Sociedad Civil que en el Gobierno. Muchos
asocian esto con la relación entre padres e hijos, como
Locke y Rousseau, lo
que no es tan descabellado si razonamos que, mientras se depende
de los padres hay menos libertad y menos responsabilidad; y en
cambio, cuando se depende de sí mismo, hay más
libertad y más responsabilidad. Son dos caras de una misma
moneda.No olvidemos tampoco que la Sociedad Civil no es un ente
homogéneo como ingenuamente pretendían Hobbes y
Rousseau, sino que es el centro de constantes polémicas
sobre la forma de Gobierno, el sistema económico que debe
seguir, los partidos que tienen derecho a acceder al Gobierno y
las personas específicas que deben ocupar cada cargo.
Cuando a raíz de una polémica hay conflictos
graves dentro de ella, que lleven incluso a una violencia
física
capaz de arrebatar vidas enteras, el Gobierno puede verse
confundido respecto a cómo actuar en consecuencia si
carece de un marco legal concreto y efectivo que aquiete las
aguas. Es algo así como una parálisis en el sistema
nervioso periférico. He aquí la importancia del
Derecho como regulador de la lucha de conveniencias, con
disposiciones instrumentales fuertes y no meras normas
programáticas que sólo sirvan para crear la
ilusión de que algún día se
traducirán en hechos o para jactarse cada vez que se
reciben visitas diplomáticas. Y, como en esta materia
siempre es difícil alcanzar la unanimidad, es preciso
adoptar un criterio utilitarista, es decir: "el mayor bienestar
para el mayor número", pese a las críticas que le
formulara John Stuart Mill al modelo diseñado por su padre
James.Pero también pueden generarse, como de hecho sucede,
conflictos internos en el propio Gobierno. En este sentido,
pueden compararse con los trastornos del sistema nervioso
central, e incluso dividirlos en orgánicos e
inorgánicos. Los inorgánicos son los derivados de
la propia estructura institucional del Gobierno, como es el caso
de los constantes enfrentamientos entre el Ejecutivo y el
Legislativo por motivos partidarios; o el Legislativo y el
Judicial por motivos de aplicación del Derecho, en los
regímenes democráticos. Este tipo de conflictos en
particular pueden asimilarse a los trastornos de personalidades
múltiples, en los cuales un mismo individuo tiene
distintas formas de actuar y proceder tajantemente divididas en
su propio aparato psíquico, por lo general debido a
degeneraciones del hipotálamo. Los trastornos
inorgánicos son aquellos que se derivan del contenido de
los actos realizados por sus instituciones. Tal es el caso de la
actual polémica entre el Presidente Tabaré
Vázquez y el Parlamento en relación al
artículo de la ley de salud sexual y
reproductiva que despenaliza el aborto

A modo de
cierre

A modo de síntesis
puedo decir que el Estado se originó a través de la
acción de un grupo creciente de individuos que
decidió unirse para proteger sus conveniencias comunes,
creando una consciencia colectiva sobre los aspectos que
consideraban más convenientes.Si comparamos al Estado con
un ser humano, se compone de un sistema nervioso central llamado
Gobierno, un sistema nervioso periférico llamado Derecho y
un conjunto de ejecutores y receptores llamado Sociedad Civil. A
su vez, todo, en su conjunto, estaría formado por millones
de células,
que son los individuos.He realizado un pantallazo general sobre
el origen y naturaleza del Estado, en el que he demostrado que es
un complejo sistema donde las personas depositan sus expectativas
acerca de aquello que creen que les conviene. Esto es
válido para cualquier Estado del planeta, sin importar
culturas o juicios de valor. Tan
sencillo y a la vez tan complicado como eso. Los enfoques
más conocidos sobre el Estado se centran sólo en
una dimensión de su naturaleza, ya sea la jurídica,
la social, la antropológica o la política, lo que
no permite aprehender el fenómeno en toda su magnitud. El
moralismo barato de los juristas, la excesiva
sistematización de los sociólogos, la incertidumbre
de los antropólogos o la especulación de los
politólogos, son sólo algunos de los inconvenientes
que puede acarrear el tocar ciego una sola parte del elefante. Si
se dieran cuenta de que sus disciplinas no son universos
aislados, sino que el hombre es un animal social que creó
el Estado para pararse como especie frente al mundo, instituyendo
un sistema de Gobierno que produjera normas jurídicas, la
coordinación de esfuerzos para entenderlo
lo haría un poco menos enmarañado

Fuentes
consultadas

-         
"Aristóteles: Obras Completas", por Alex Pereira, Plaza
Janés, 1999

-         
"Historia de las
Ideas", por George Sabine y Jean Touchard, FCU

-          "El
Príncipe", por Nicolás Maquiavelo, FCU

-         
"Primer Tratado sobre el Gobierno Civil", por John Locke,
FCU

-         
"Leviatán", por Thomas Hobbes, FCU

-         
"Manifiesto
Comunista", por Karl Marx y
Friedrich Engels, FCU

-         
"Teoría Positivista del Estado y el Derecho", por Hans
Kelsen, FCU

-         
"Tratado de Antropología Moderna", por Ramón
García Pelayo y otros, Ediciones Dánae,
1971

-         
"Tratado de Psiquiatría Contemporánea", por Jorge
Borrillo, editorial Borkum, 2005

-         
"Derecho
Constitucional Contemporáneo", tomo I, por Ruben
Correa Freitas, FCU, 1992

-         
"Manual de
Ciencia
Política", por Washington Abdala y Guillermo
Maciel

           
es.wikipedia.org

 

 

 

 

 

 

Autor:

Leandro Javier Aude
Guadalupe

Profesor: Ruben Correa Freitas

14 de Noviembre de 2008

Partes: 1, 2
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