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Las humanidades hoy en América Latina (página 2)




Enviado por Mayela RUIZ MURILLO



Partes: 1, 2

A la desesperación y al desencantamiento yo creo
que hay que contrarrestarlos con motivos que nos hagan descubrir
razones para seguir viviendo, con cambios, con adaptaciones, pero
desde un nuevo paradigma de
civilización.

El fondo es ¿cómo salir de esa crisis?

Si la crisis es global, la solución
también tiene que ser global. Y para eso hay que mirar
lejos hacia atrás, mirar lejos hacia delante y mirar lejos
hacia arriba, porque cuando entramos en crisis nos planteamos las
cuestiones más fundamentales: quiénes somos
nosotros, de dónde venimos, hacia dónde vamos,
cuál es nuestro lugar en el conjunto de los seres de la
naturaleza,
cuál es nuestra misión en
este mundo.

En momentos de crisis esas son las cuestiones
básicas que hay que contestar, personalmente cada uno y
colectivamente las comunidades humanas, la humanidad que se
encuentra globalizada.

Tenemos que crear una especie de viático
mínimo para poder caminar
y dar sentido a nuestra existencia, bajo estas amenazas que pesan
sobre nosotros.

Yo quiero hablar acerca de mirar lejos hacia
atrás, ¿de dónde venimos? Yo veo que el ser
humano tiene por lo menos cuatro enraizamientos: cósmico,
biológico, histórico-cultural y personal.

Todos nosotros venimos de una inmensa
deflagración que ocurrió hace 13,7 mil millones de
años. Venimos del Big-Ban. En un primer momento
estábamos todos juntos, en aquel punto mínimo
cargado de energía y materia
condensada que explotó, y ahí empezó el
proceso de
evolución.

Ese proceso se va expandiendo, creando las grandes
estrellas rojas, dentro de las cuales se formaron todos los
elementos físico-químicos que constituyen nuestra
realidad, que es la realidad de todo el
universo.

Nosotros somos seres cósmicos por eso, porque
tras el famoso isomorfismo del universo, tenemos
los mismos elementos constituyentes. Somos hijos de ese inmenso
proceso, cargamos en nuestra piel y en
nuestro cuerpo todos esos elementos. También cargamos las
cuatro energías fundamentales que sustentan el universo y
a cada uno de nosotros, que son la energía gravitacional,
la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear
fuerte. Somos seres cósmicos y tenemos una
dimensión cósmica que no hay que negar. No tenemos
que sentir vergüenza de pertenecer a una realidad que nos
desborda por todas partes.

Pero somos también seres vivos. Hace 3,8 mil
millones de años irrumpió la vida desde una
complejidad enorme del proceso de evolución. La vida es un
capítulo de la evolución cósmica y la vida
humana es un subcapítulo del capítulo de la
evolución cósmica. Cuando se realizó una
complejidad más alta, irrumpió la vida
humana.

Cuando hace 5 o 6 millones de años atrás,
nuestros ancestros antropoides salían a recolectar
alimentos y
cazar para comer, no comían como hacían los
animales para
sí, sino que lo traían todo para el grupo y lo
repartían fraternalmente y cooperativamente entre ellos.
Ese gesto de cooperación es fundador de la humanidad.
Permitió el salto de la animalidad a la humanidad. Por eso
es que la cooperación, la solidaridad, la
interdependencia de unos y otros no es una ley entre otras;
es la ley fundamental del universo y de la vida
humana.

Por eso es tan perverso el capitalismo
que pone todo el acento en el individuo, en
la competencia y no
en la cooperación. Somos seres vivos, mejor dicho somos
mamíferos vivos, mamíferos
conscientes. ¿Por qué mamíferos? Porque hace
125 millones de años, cuando emergieron los
mamíferos, emergió algo único que no
había antes en la historia: nació el
afecto, el cuidado, el cariño, el amor que
cada mamífero tiene por sus crías.

Nosotros venimos de esta tradición, somos seres
de cuidado, seres de sensibilidad, sensibilidad que hace falta en
el mundo de hoy.

Cuando en 1952 James D. Watson y Francis H. C. Crick,
han decodificado el código
genético, han hecho un hallazgo que es único en la
historia de la ciencia: se
han dado cuenta que todos los seres vivos, desde la bacteria
más originaria hasta los animales más grandes como
los dinosaurios,
pasando por los colibríes y llegando a nosotros, todos los
seres vivos tienen fundamentalmente el mismo código
genético, tienen los mismos 20 aminoácidos y las
mismas cuatro bases fosfatales. Eso significa que todos los seres
vivos son parientes, son hermanos y hermanas, son primos entre
ellos, constituyen la gran comunidad de
vida y nosotros somos una parte de esa comunidad de vida. Lo que
Francisco de Asís no intuía en su mística
cósmica cuando llamaba al hermano sol y hermana luna, y
hermanos y hermanas al pájaro, al gusano que intenta
cruzar el camino. A todos ellos los llamaba con la dulce palabra
de hermanos y hermanas. Él intuía algo que para
nosotros es una experiencia empírica-científica,
somos de hecho hermanos y hermanas. Entonces el ser humano es esa
realidad, tiene esa ancestralidad junto a otros seres
vivos.

Somos seres cósmicos, somos seres vivos, pero
también somos seres
culturales-históricos.

Todos los vivientes tienen órganos especializados
que les garantizan la supervivencia y la vida, el ser humano no;
biológicamente es un ser defraudado, no tenemos
ningún órgano especializado.

Tenemos que intervenir la naturaleza. Tenemos que crear
nuestro hábitat, nuestro hogar. Y estamos obligados
a hacer cultura, a
hacer historia, a intervenir la realidad, crear el ámbito
que protege nuestras vidas y defiende nuestra existencia. La
acumulación de esas intervenciones significa la cultura y
la historia. Nosotros somos seres culturales.

La evolución posiblemente jamás iba a
producir un micrófono o esas luces eléctricas, pero
a través del ser humano ha producido una cultura, la
tecnología, sin las cuales nosotros no
tendríamos condiciones de supervivencia. Y lo ha hecho de
mil formas diferentes, por eso hay tantas culturas, tanta
diversidad de expresiones humanas. Podemos ser humanos de mil
formas diferentes: podemos serlo como latinoamericanos, como
guaraníes, como yanomamis, como chinos,
como hindúes. Mil formas de estar presentes y de organizar
el mundo, y mostrar la capacidad inagotable del capital del
ser humano.

Somos seres cósmicos, seres biológicos,
seres culturales, pero también somos seres con la
última irreductibilidad, que es la historia personal de
cada uno. Cada uno es irrepetible en el universo, cada uno es uno
y único. Por eso en cada persona humana,
hombre o
mujer, de alguna
manera culmina el proceso de evolución, porque tenemos
capacidad de decidir, de plasmar nuestro futuro. Por más
condicionantes que tengamos, y más presiones que suframos
de todas partes, hay un punto de decisión: cada persona
tiene su singularidad, que el gran filósofo franciscano
medieval Juan Dun's Escoto llamaba la exeitas, la
extidad. Este ser humano aquí es irrepetible, es
único en la historia pasada, será único en
la historia futura. Pero él tiene algo de sagrado, de
único, porque es un proyecto
infinito, que por su libertad puede
dar un destino a su vida, feliz o infeliz, realizada o frustrada,
desde el momento único de constitución de nuestra individualidad, de
nuestra personalidad.
Y eso hay que reconocerlo como un dato filosófico,
ontológico, es decir irreductible del ser humano. Cada uno
es único y tiene su destino y es responsable por ese
destino, cada uno tiene la capacidad de ejercer su libertad como
decisión, es decir, algo que pone una realidad nueva en la
historia.

Si queremos salir de la crisis hay que mirar lejos hacia
atrás. Hemos pasado tantos millones de años y hemos
llegado. Cómo va el camino hacia delante; hay que mirar
lejos hacia delante.

Yo creo que tenemos cuatro retos fundamentales para el
futuro que nos toca vivir. Primero, de cara a la crisis y al
clamor ecológico, hay que garantizar el futuro de la Tierra, y
ese futuro no está garantizado. Ese gran cosmólogo
y científico Carl Sagan dijo en su testamento antes de
morir: Las fuerzas directivas del universo ya no pueden
garantizar el futuro de la Tierra, porque
la hemos agredido y explotado a tal punto que ha sobrepasado el
25 por ciento de su capacidad de regeneración
. Si
queremos garantizar el futuro de la Tierra tenemos que poner un
alto político, tenemos que querer que la tierra tenga
futuro. Y es lo que nos piden los últimos datos que nos
vienen de la ciencia de la
Tierra de la ecología: tenemos que
actuar porque si no actuamos en un espacio limitado de tiempo, vamos
hacia la devastación.

Incorporar la visión que los astronautas nos hay
transmitido de la Tierra, que desde sus naves espaciales, mirando
desde sus ventanas decían, la Tierra es pequeña,
cabe en la palma de mi mano, puedo esconderla por detrás
de mi pulgar. Ahí en esa Tierra está todo lo que es
sagrado, venerado, amado: mi familia, mis
hijos, mi patria. Tenemos que incorporar esa visión, que
es un planeta pequeño, el tercero del sistema solar. Un
sol vagabundo de quinta categoría, que está a 27
mil kilómetros del centro de nuestra galaxia, al interior
de la espiral de Orión. Galaxia nuestra que es mediana,
pequeña, entre cien mil millones de otras galaxias.
Ahí está nuestra Tierra, pequeñísima,
un pálido punto azul, pero ahí estamos nosotros. El
universo entero caminó para que llegáramos a este
punto y hablar todos de esas cosas. Si hubiera otros cambios y
otras relaciones, no estaríamos aquí para hablar de
todo esto.

Esta cosa pequeña, que los astronautas dicen
muchas veces que desde las naves no hay diferencia entre tierra y
humanidad. Es la misma gran unidad: tierra y humanidad. Por eso
entendemos a ese gran cantante argentino indígena,
Atahualpa Yupanqui, que decía la tierra y el ser humano es
una misma realidad, una misma cosa. El ser humano es la tierra
que camina, la tierra que siente, que piensa, que ama, que cuida
y hoy la tierra que entra en alarma. Nosotros somos tierra. Por
eso es que hombre viene de homo (humus); la tierra fecunda, la
tierra fértil. Por eso es que Adan significa Hijo de
Adamá, la Tierra madre, la Tierra buena.

Somos seres terrenales. Somos la misma tierra que en el
momento de su evolución empezó a sentir, amar,
pensar. Por eso no podemos negar nuestras raíces
terrenales. Y esta tierra puede sucumbir debido a la
irresponsabilidad sistemática de los seres
humanos.

Nuestra civilización hace ya trescientos
años que se ha propuesto a esta insanidad; explotar en
forma sistemática, continuada, todos los recursos de la
Tierra. El suelo, subsuelo,
el aire. Esa
Tierra ya no aguanta, está bajo un estrés
terrible y nosotros tenemos que garantizar el futuro de la
Tierra.

Como decía el profesor
Ángel Ocampo, una frase anónima, tan bella:
debemos cuidar de la Tierra, porque ella pertenece a nuestros
hijos e hijas, pertenece a nuestros nietos y nietas
.
Nosotros somos huéspedes de la Tierra y por amor a
aquellos que todavía no han nacido, debemos aprender a
amar lo invisible, respetar y cuidar de la Tierra. Porque ellos
tienen derecho de habitarla, para que ella sea habitable, que
tenga suficiente para todos, que tenga un aire respirable, que
puedan pisar los suelos sin
contaminarse.

Entonces el gran reto que tenemos es cómo
garantizar el futuro del sistema de la
Tierra. Porque no es solamente el futuro de Costa Rica, de
América
Latina. No, de la totalidad, porque somos provincias y Costa
Rica es una provincia bella, radiante, de este gran planeta
Tierra.

Segundo punto mirando hacia delante y mirando lejos, es
garantizar la supervivencia de la humanidad. Y eso no es poco,
porque de nuevo en nuestra insanidad hemos construido una
máquina de muerte, con
armas
biológicas, químicas y nucleares que pueden
destruir de 25 formas diferentes toda la humanidad, sin dejar
ningún superviviente; eso ha creado el ser humano. Y hace
poco en el suplemento Le Monde, Diplomatic, se daban
estos datos: el 70 por ciento de la inteligencia
mundial está metida en proyectos
militares, en proyectos de guerra.

Solamente una humanidad insana, solamente universidades
que no tienen estudios generales, humanistas, como tiene esta
Universidad,
puede llegar a esta expresión de la demencia; alimentar la
máquina de muerte.

En uno de los encuentros en que participé sobre
derechos
humanos con Gorbachov, él decía que hoy por hoy
se venden y se construyen más armas de muertes que en los
tiempos de la guerra
fría. Porque la construcción de armas exige inmensas
inversiones de
capital, investigación científica de punta;
es el más grande mercado mundial
junto con el mercado de las
drogas.

Hay que garantizar la supervivencia de la humanidad que
no está garantizada. La cultura de la guerra hay que
contrarrestarla con la cultura de la paz. A los héroes
militares hay que contraponer los héroes de la paz, del
amor a la humanidad, los que han servido a las causas buenas de
la humanidad.

El tercer reto que nos viene de ese mirar lejos hacia
delante, es garantizar la unidad de la familia
humana, porque el gran riesgo hoy es
hacer la bifurcación de la familia humana. Por una parte
aquellos que tienen acceso a todos los medios de
vida, que pueden eventualmente vivir hasta 130 años,
porque es la edad de nuestras células, y
eso es solamente para 1,6 mil millones de personas. Pero ocurre
que nosotros somos 6,5 mil millones de personas. La otra parte de
la humanidad vive como en la tradición muriendo con 50 o
60 años; no es como aquí en Costa Rica donde las
personas superan los 70 años. En Brasil yo
estaría ya muerto, porque tengo 68 años, y la
edad media es
de 64 años. Yo estaría vencido por la usura del
tiempo.

Entonces, ¿cómo mantener la unidad, la no
bifurcación de la vida humana?, porque los ideales de
igualdad, de
unión, son muy débiles en la historia de la
humanidad; es una historia de enfrentamientos y guerras.

El gran riesgo es que ya no nos consideremos como
semejantes, sino como desiguales, como diferentes, de otra
especie que no sea la especie humana. Por eso es que los serbios
castraban a los musulmanes de
Yugoslavia. Por eso podemos torturarlos, matarlos, sin ofender
la carta de
los derechos humanos,
porque ellos no son humanos. Tantos están pensando
así ahora.

Y ese filósofo Richard Rorty
de los Estados Unidos
que escribió un bellísimo artículo sobre
cómo la degradación de la cultura hace que nosotros
no seamos solamente diferentes, sino que seamos tratados como
desiguales, de otra especie que no sea la especie humano.
Cómo mantener, y es el sueño de todas las culturas,
la familia humana sentada alrededor de la mesa, disfrutando de la
generosidad de la naturaleza, en casa como hermanos y
hermanas.

El tercer gran reto es cómo garantizar la
singularidad, la identidad de
América
Latina, de Costa Rica, porque el proceso de globalización a nivel cultural es una
especie hamburguerización del mundo, de
uniformación de hábitos, de música, de visiones
del mundo. Sería una desgracia que en la naturaleza
hubiera solamente cucarachas para desesperación de las
mujeres, o solamente escorpiones, para desesperación de
los hombres. Lo importante es la biodiversidad.
Cuántos más árboles, pájaros, peces mejor;
porque la interdependencia de todos con todos hace que tengan
futuro, que puedan sobrevivir. Entonces tenemos que defender la
biodiversidad. Una parte de la
globalización como la etapa nueva, la etapa planetaria
de la humanidad.

Que los pueblos que estaban perdidos por ahí en
sus regiones, se encuentran todos juntos, se encuentran en un
único lugar que es el planeta Tierra como casa
común. Pero traen la riqueza de sus experiencias
históricas, de sus identidades nacionales, de sus
experiencias espirituales, de su cultura, de su música;
todo eso revela la riqueza. Cómo hacer el capital
más grande. Inagotable es el capital humano
que todavía no fue desarrollado plenamente, porque somos
un proyecto infinito. Yo veo ahí que hay que preservar y
ofrecer a la humanidad este inmenso ensayo
civilizatorio de magnitud histórica que hemos hecho
aquí en América Latina.

Solamente a mi país vinieron representantes de 60
etnias, naciones y pueblos diferentes. De cada país de
América Latina se puede decir lo mismo. De todas las
partes del mundo vinieron inmigrantes que han constituido
nuestros pueblos.

Cómo guardar ese ensayo civilizatorio muy bien
sucedido, porque con algunas excepciones, tenemos la convivencia
en las diversidades, la aceptación de unos y
otros.

Segundo, en este continente esta la más grande
biodiversidad de planeta. La Pacha Mama, la madre
tierra, fue muy generosa en nuestro continente. Somos el
continente más desigual de la tierra; más que
África.
África es más pobre, pero tiene más
igualdad. Y a pesar de eso tenemos una riqueza de biodiversidad
fantástica, porque aquí está la mayor
superabundancia de agua dulce,
que será dentro de poco el bien más escaso de la
naturaleza. Aquí en América Latina tenemos
más del 24% de toda el agua dulce
del mundo, asequible al consumo
humano. Aquí tenemos la más grande biodiversidad
del planeta. Solamente en un espacio similar a un campo de
fútbol
la flora y fauna
amazónica tiene más animales y especies vegetales
que toda Europa junta.
Esta es una propulsión fantástica del misterio de
la vida.

Aquí en América Latina está el
regulador del clima de todo el
planeta. Los países amazónicos con las
florestas húmedas que regulan todo el clima del
planeta. El futuro de la humanidad en términos
ecológicos, pasa por América Latina. Tenemos una
responsabilidad inmensa de cuidar esas florestas
de las partes verdes.

Tenemos que rescatar nuestro pasado, las grandes
sabidurías de los pueblos originarios, aztecas, incas,
mayas
quechuas, misquitos, y tantas culturas que aquí tenemos,
de mucha sabiduría, con saber ecológico que debe
ser preservado y continuamente revisado. Tenemos que superar el
presente con tantas desigualdades y preparar el futuro para que
América Latina pueda ofrecer lo que tiene no solo para su
beneficio sino para la humanidad.

Voy llegando al final. Necesitamos mirar lejos hacia
arriba. Miramos lejos hacia atrás y hacia delante, pero
ahora hay que mirar hacia arriba que es la otra dimensión
del ser humano. Hay que hacer el arriba con las erres de
Costa Rica.

Yo creo que hay que desarrollar una visión
espiritual del mundo, como la manera más corta, más
inmediata de encontrar una solución. Cuando yo hablo de
encontrar una visión espiritual del mundo, no estoy
hablando de una visión religiosa del mundo.

Las religiones no
tienen el monopolio de
la espiritualidad. La espiritualidad es la dimensión de lo
humano. Tenemos el cuerpo y somos parte del cosmos. Tenemos una
psique que es parte de toda la vida interior de todos
los seres vivos. Pero tenemos también el espíritu,
que es aquel momento de la conciencia por el
cual nos sentimos parte de un todo, que nos desborda por todas
partes.

Por el espíritu captamos que las cosas no
están puestas una al lado de la otra, sino que todo forma
un inmenso sistema. Forma un cosmos ordenado. Que hay un velo que
liga y re-liga todas las cosas, que el universo tiene un mensaje
que decirnos la majestad de las estrellas, la grandeza de la
complejidad, que todas las cosas tienen su otro lado, su
dimensión que nos habla que el ser humano es aquel que
puede escuchar, descifrar los mensajes que vienen de la realidad,
que puede escuchar su propio corazón y
los llamados a la generosidad a la compasión, al amor, al
cuidado por todo lo que vive y existe, porque lo que existe
merece existir, y todo lo que vive merece vivir.

Esa dimensión de la espiritualidad subyace en
todas las iniciativas y alternativas posibles, en términos
de paradigma, de esa civilización que nos ha llevado a esa
crisis mundial. Porque mirar hacia arriba nos hace mirar una
percepción nueva del ser, de la
última realidad, y del ser humano portador de esa
realidad. Entones necesitamos una espiritualidad.

Como decía el gran teólogo del siglo
pasado, Karl Rabner, el siglo XXI será un siglo de
espiritualidad, o no será
. Espiritualidad en ese
sentido profundo del ser humano, que es capaz de vivir, aceptar,
elaborar valores que no
sean esos materiales del
consumo, del utilitarismo, sino valores de la gratuidad, del
amor, la amistad, y de la
compasión de cara a los que sufren, de cuidado de la
tierra y de nuestra vida y nuestro futuro.

Quiero terminar con el texto de las
escrituras judaico cristianas. En un momento dice, habla Dios
así: Hoy tomo el cielo y la tierra como testigo, yo
les pongo la vida y la muerte, la
bendición o la maldición. Elijan la vida para que
tu y tus descendientes puedan vivir. Elijan la
vida
.

Nosotros hemos elegido la vida y estoy seguro que todos
ustedes también han elegido la vida.

Muchas gracias.

Leonardo Boff

 

 

 

 

 

Autor:

Leonardo Boff

Enviado por:

Mayela Ruiz Murillo

Partes: 1, 2
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