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Liderazgo gerencial (página 8)




Enviado por Eustiquio Aponte



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Andrew se enderezó un poco. "Escuche, Charlie. No estoy
fallando. La compañía está pasando por
algunos aprietos, pero hay miles de razones que los explican.
Definitivamente no me considero un fracaso".

Andrew calló unos segundos. "¿Pero qué
quiere decir con eso de las tentaciones'?"

"Quiero decir que si estuviera fallando, y parece que no lo
cree así, pero si lo estuviera, tendría que estar
cediendo necesariamente a una de las cinco tentaciones en que
caen todos los gerentes".De que Andrew reflexionara un poco antes
de terminar la frase. "O, no le permita Dios, a más de
una".

Antes de que Andrew pudiera repetir su pregunta, vio
claramente la locura de toda la situación. "Heme
aquí, sentado en un tren BART a medianoche,
enojándome un conserje excéntrico piensa que yo
podría fallando". Quiso poner fin a la charla y dedicarse
a pensar nuevamente en la reunión con la junta, pero el
conserje había picado lo suficiente su curiosidad para
inducirlo a decir: " Querría explicarme rápidamente
cuáles son las cincos tentaciones, Charlie?"

Charlie hizo una pausa. "Siéntase tranquilamente
durante unos minutos. Debo hacerle algunas preguntas. "

Andrew respiró profundamente, miró
su reloj y se recostó en la silla.

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Dígame una cosa, Andy, ¿cuál ha sido el
mejor día de su carrera?" Por la mente de Andrew
pasó la idea de pedirle al viejo que no lo llamara Andy,
apodo que se había esforzado por enterrar desde sus
días de universidad, pero
decidió que no valía la pena.

"¿Qué quiere decir…?"

Charlie levantó la mano para interrumpir a Andrew, como
lo habría hecho un padre bondadoso. "No trate de complicar
las cosas Andy. Sólo dígame cuál ha su mejor
día".

Andrew reflexionó unos instantes. "Diría que el
día en que me ascendieron a gerente.
Mañana hará exactamente un año".

Charlie pareció desilusionado con la respuesta. No
juzgaba. Simplemente estaba desilusionado. "¿Por
qué?

A Andrew le sorprendió la pregunta. "Por Dios, Charlie.
Ser ascendido a gerente es un paso bastante grande en la carrera
de cualquier persona.
Luché veinte años por llegar hasta donde
estoy".

Charlie pareció hacer caso omiso de esa respuesta.
"Está bien. Entonces, ¿qué tal el segundo
mejor día?"

Andrew respiró hondo y describió su primer
ascenso a vicepresidente, mencionando que su sueldo había
rebasado por primera vez "la barrera de las seis cifras".

Charlie asentía con la cabeza, como si hubiera
comprendido algo.

"Está bien, Andy. No deseo ser muy crítico,
pero…"

Andrew interrumpió. "Siéntase en libertad de
ser tan crítico como desee, Charlie. Todo el mundo hace lo
mismo". Y esbozó una sonrisa de fatiga.

El viejo se inclinó hacia adelante y apoyó la
mano sobre la rodilla de Andrew. "Creo que ha sucumbido a la
primera tentación, Andy.Y es la más difícil
de enderezar.

Por mucho que quiso restarle le importancia a lo que acaba de
oír soltando una carcajada, Andrew percibía una
especie de autenticidad en el viejo que no le permitía
desechar por completos sus consejos. No queriendo que Charlie
notara que esta preocupado, respondió jovialmente:
"¿De qué habla, Charlie? ¿Acaso no tengo
arreglo?".

El intento de Andrew por hacer una broma no menguó la
preocupación de Charlie. "Probablemente. Algunas personas
sencillamente no están hechas para ser gerente".

Con menos gracia esta vez, Andrew preguntó:
"Está bien, Charlie, ¿qué la hace pensar que
he sucumbido a la primera tentación? ¿Y de
qué tentación estamos hablando en todo caso?.

Charlie hizo una pausa como la haría un médico
antes de pronunciar el diagnóstico de un cáncer al lado del
lecho del paciente. "Bueno, Andy, no puedo estar seguro, pero me
parece que quizás a usted le interesa más proteger
su carrera que asegurarse de que su compañía logre
resultados".

Andrew hizo un gesto de sorpresa, de manera que Charlie
continuó.

"Utilicemos un ejemplo". Charlie miró hacia el techo
del tren como buscando inspiración. "Bien, ya lo tengo.
Piense en un político, tal vez el mismo presidente del
país. Imagine que le hiciera la misma pregunta que le
acabo de hacer a usted. "Señor presidente,
¿cuál ha sido el día más grande de su
carrera?' ¿Qué respondería un gran
estadista?"

Andrew se encogió de hombros.

"O piense en la directora de una entidad sin ánimo de
lucro. O incluso el entrenador de un equipo de baloncesto
profesional".

Andrew comenzaba a cansarse de las evasivas del viejo.
"¿A dónde quiere llegar, Charlie?"

"Pues imagine al presidente del país diciendo que el
día más importante de su carrera fue el de su
elección o el de su posesión". Charlie hizo una
pausa pero no vio reacción alguna en el rostro de Andrew,
de manera que continuó. "O imagine a la directora de la
entidad sin ánimo de lucro diciendo que su momento de
mayor orgullo fue el día en que recibió una
donación del gobierno. O
imagine al entrenador de baloncesto diciendo que el día
más grande de su carrera fue el de la firma de un contrato
importante con un equipo".

Andrew frunció el ceño. "A decir verdad,
ésas me parecen respuestas bastantes reales".

"Son extremadamente reales. He ahí el problema".

Andrew parecía confundido aún, por lo cual
Charlie bajó el tono de su voz hasta hacerla más
suave. "¿Sabe lo que dijo mi padre cuando le
pregunté cuál había sido el mejor día
de su carrera?".

Andrew sacudió la cabeza.

"Dijo que no sabría escoger entre el día en que
el tren abrió su primera línea de pasajeros al
oeste del Misisipí y el día en que la
compañía obtuvo sus primeras utilidades".

Parecía que Andrew comenzaba a comprender, de manera
que Charlie continuó.

"Vera, un gran estadística no estaría tan orgulloso
de haber sido elegido como de haber logrado algo realmente. Y una
entidad sin ánimo de lucro no debería sentir placer
por conseguir unos fondos a menos que hiciera algo verdaderamente
importante con el dinero. Y
no existe ningún entrenador de gran talla que diría
que su mejor día fue aquel en que fue contratado. Ganar
partidos y campeonatos es el propósito de toda gran labor
de entrenamiento".

Andrew decidió oponer algo de resistencia.
"¿Entonces está diciendo que la gente no
debería sentirse orgullosa de cumplir metas en su
carrera?"

Charlie sonrió. "Claro que puede estar orgullosa de
cumplir metas. Pero no tanto como de haber logrado algo gracias a
su posición. En efecto, un gran gerente debería
sentirse abrumado por la necesidad de lograr algo. Eso es lo que
lo motiva. El logro. No el ego".

Andrew decidió preguntar algo que siempre le
había rondado por la mente. "¿Por qué no
podría ser el ego el motor para
alcanzar resultados? Muchos gerentes tienen egos grandes".

Charlie pareció perplejo, pero sólo unos
segundos. "Es cierto, imagino que el ego bien podría ser
el motor de un gerente".

Andrew se alegró al ver que por una vez estaba de
acuerdo con él, pero entonces Charlie aclaró. "Pero
no duraría mucho tiempo".

"¿Por qué no?

"Porque una vez que el ego queda satisfecho, la persona se
dedica a gozar de los frutos de su nueva posición.

Trabaja menos horas. Se preocupa menos por el desempeño de su compañía que
por su propia comodidad y posición.

Andrew asistió ligeramente para conceder la
razón a Charlie en eso. El conserje prosiguió.

"Por supuesto, cuando la compañía muestra señales
de tambalear y el gerente ve que su posición peligra,
entonces puede comenzar a trabajar arduamente de nuevo, pero no
movido por su intereses en la compañía. En realidad
lo único que le interesa es su propia imagen".

Charlie hizo nuevamente una pregunta, con la mayor
cortesía de que fue capaz. "¿Por qué
está trabajando hasta altas horas de la noche hoy? No
puedo creer que trabaje tantas horas todos los días.

Andrew respondió sin relacionar su respuesta con lo que
Charlie acababa de señalar. "Ah, no. Generalmente llego a
casa a las siete. Pero hay una reunión con la junta
directiva mañana y las cosas no van muy bien."

Súbitamente Andrew comprendió. Quedó en
silencio, ponderando la reflexión, como si hubiera
olvidado la presencia de Charlie.

Andrew decidió que era hora de cambiar de tema, y
cedió. "Está bien, Charlie. Acepto. Reconozco que
algunas veces es tentador para un gerente anteponer su carrera,
su posición y hasta su ego a las demás prioridades
de su lista. Es un buen consejo. Probablemente podría
trabajar en eso". Andrew sintió una especie de
satisfacción caritativa al concederle el punto a Charlie,
quien ya no le parecía tan loco.

Pero poco duró su satisfacción cuando Charlie
explicó: "No me malentienda, Andy. Es muy difícil
superar esta tentación. A veces forma parte de uno mismo.
Y aunque pudiera vencer la primera tentación, hay
otras cuatro que podrían hundirlo".

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Andrew respiró profundamente. "Esto comienza a sonar
bastante negativo, Charlie".

"Negativo, no. Solamente difícil. Ya dije antes que ser
un buen ejecutivo, especialmente un gerente, es extremadamente
difícil. Pero recuerde."

Andrew interrumpió sarcásticamente. "Si, ya
sé. No es complicado".

"Realmente no lo cree, ¿verdad, Andy?

"Todavía no. Pero continué, por favor".

Charlie puso la linterna en el asiento de al lado, de manera
que la luz se reflejaba
contra el techo blanco del tren. "Esta bien, Andy. Supongamos que
usted no tiene todo su interés
puesto en su carrera sino que lo único que lo mueve son
los resultados de su compañía. Aún
así, puede ser víctima de la segunda
tentación".

"¿Qué es.?"

"Querer contar con la simpatía de sus subalternos
inmediatos en lugar de exigirles cuentas".

Andrew esperó para ver si Charlie tenía algo
más que agregar. Al ver que no, entonces comentó.
"¿Eso es?"

"¿Qué quiere usted decir, con eso es?"

"Quiero decir que exigir cuentas es una expresión de
moda que se
utiliza demasiado en el mundo de los negocios. Cada
vez que algo sale mal, la gente dice que hay que hacer que los
empleados se responsabilicen más".

A Charlie pareció no molestar que le quitaran el piso a
su teoría.
Andrew continuo. Y la popularidad. Es algo de lo cual los
muchachos hablan en el tercer grado de secundario.

Charlie se limitó a sonreír. "le dije que era
sencillo".

Andrew quiso continuar. Riendo, anotó: "Bien, Charlie,
puedo decirle que no tengo problema con exigir responsabilidades
ni con la popularidad. Pasemos a la tercer tentación.

"Muy bien, Pero primero permítame preguntarle por
qué está tan seguro de lo que acaba de decir."

Poniendo cara de falso arrepentimiento, Andrew explicó.
"Bueno, para comenzar, la semana pasada despedí al
director de marketing. No
temo tomar las medidas del caso cuando es necesario".
Parecía casi orgulloso.

Charlie lo miró con incredulidad. "Ya veo".

Andrew se molestó al ver la expresión del viejo,
pero curioso de saber lo que pasaba por la mente de Charlie,
agregó: "No está usted convencido".

Charlie respondió en tono de disculpa. "Lo siento,
Andrew. Es sólo que me parece que usted está
confundido en algo. ¿Le importa si lo someto a una
prueba?"

"Adelante"

"Esta bien. ¿Exactamente por qué despidió
a la persona de marketing? ¿Cómo se llama?.

"Terry, Lo despedí porque no estaba cumpliendo con lo
suyo. Llevaba diez meses y no había mostrado resultado
alguno. Se presentaba a las reuniones sin ninguna
preparación. Sus ideas publicitarias estaban pasadas de
moda. No estaba creando la clase de
oportunidades que la gente de ventas
necesitaba". Andrew sonaba como si quisiera convencerse a si
mismo con sus argumentos.

Sin ningún asomo de tono acusatorio, Charlie
preguntó: "¿Entonces qué hizo?".

"Ya le dije. Lo despedí".

"No, me refiero a qué hizo durante ese tiempo. Estoy
seguro de que tuvo alguna conversación con él en
algún momento durante esos diez meses antes de que lo
despidiera".

"Ah, pero claro. Le hablé de cosas. Pero en general lo
traté como a todos los demás. En realidad debe
decir que Terry me agradaba mucho más que la
mayoría de mis otros subalternos inmediatos".

"¿Pero se percató de que el hombre
tenía dificultades?"·.

"Claro, la jefe de ventas dijo que no estaba recibiendo la
cantidad ni la calidad de
información que necesitaba para crear
oportunidades de venta. Y ninguno
de nosotros daba un centavo por el trabajo de
publicidad.

"¿Qué le dijo a Terry?"

Andrew reflexionó un momento. "No sé. Le dije
que Janice, mi jefe de ventas, deseaba más
información que mejor calidad. Le mencioné que me
habían gustado más los anuncios publicitarios del
año anterior que los de este año.

"Y él qué dijo?"

"Que todavía esta aprendiendo cómo se
hacían las cosas, lo cual me pareció razonable.
Todavía era bastante nuevo".

"¿Y las cosas no cambiaron?".

"Exactamente. Le pregunté como iban las cosas y me
respondió que la situación que había
heredado del anterior director de marketing era peor de lo que
había imaginado. Dijo que se necesitaría más
tiempo del esperado para cambiar las cosas".

"¿Hizo usted algo concreto en
ese momento? ¿Reducirle el salario?
¿Retener una bonificación? ¿Algo por el
estilo?" Charlie parecía ansioso de oír una
respuesta afirmativa.

Pero Andrew arrugó el ceño y dijo: "No. No darle
una bonificación o recortarle su salario habría
sido una medida dura. Acababa de trasladar a su familia desde el
otro lado del país".

"Entonces imagino que tampoco le dijo que su empleo
peligraba?" Charlie ya conocía la respuesta.

"Por supuesto que no. No deseaba ponerlo nervioso. Me
imaginé que las cosas irían mejorando con el tiempo
y que no debía hacer nada que menoscabara su capacidad
para trabajar".

¿y entonces?"

"Tres semanas después lo despedí".

Durante apenas un breve segundo, Charlie y Andrew se miraron
fijamente mientras ponderaban la respuesta de éste
último. Y entonces se echaron a reír como un par de
conspiradores.

Tras unos momentos, Charlie preguntó:
"¿Así como así, Andy? ¿Sencillamente
lo despidió?".

Tratando infructuosamente de borrar su sonrisa de culpabilidad,
Andrew se defendió. "No, claro que no. Las ventas
todavía flaqueaba. Entonces Terry publicó una
anunció horrible en USA Today el mes pasado.
Comencé a recibir llamadas de los miembros de la junta
directiva que no sabían lo que ocurría en
marketing.

Decidí que no había otra salida".

"¿Y se sorprendió?"

"¿Quién, Terry?".

Charlie asintió.

"Pues claro. Casi no podía creer lo que veían
mis ojos. Pensé que iba a romper a llorar ahí
mismo. Lo cual me indicó algo".

"¿Qué?"

"Que estaba en las nubes. He debido presentir que estaba en
problemas.
Habíamos hablado de generar más información
sobre oportunidades de venta en todas las reuniones del personal y al
parecer no hizo nada".

Charlie frunció el ceño y achicó los ojos
como si luchara por no expresar lo que estaba pensando.

"¿Qué pasa, Charlie?"

"Andrew". Charlie se dirigió a él por su nombre
formal.

"Voy a ser duro con usted. ¿le importa?".

"Claro que no". Esta vez no parecía muy sincero.

Con apenas un ligero tono de reconvención, Charlie
preguntó: "¿Por qué no le advirtió a
Terry que tendría que abandonar la compañía
si las cosas no mejoraban?"

"Ya le dije que hablamos de generar información sobre
oportunidades de venta en todas…"

Charlie lo interrumpió. "Sí, ya sé.
Hablaron de generar información sobre nuevas oportunidades
de venta. Pero eso es muy distinto de decirle a una persona que
su puesto peligra".

Era evidente que Andrew comenzaba a impacientarse por el rumbo
que tomaba el interrogatorio, pero el viejo continuó.

"Se sorprendería si la junta directiva lo despidiera
mañana?".

El golpe le llegó directamente Andrew, cuya respuesta
casi raya en la ofensa. "Eso es el colmo, Charlie. La junta no
prescindirá de mis servicios".

El anciano levantó la mano y agacho un poco la cabeza.
"Lo siento, Andy. No quise decir que vayan a hacer algo
así. Es sólo que."

Recobrando rápidamente la compostura, Andrew
interrumpió. "Entiendo lo que quiere decir, Charlie. Lo
lamento, es que está muy tarde, he estado bajo
mucha presión
y."

Andrew calló como si se le hubieran agotado las
palabras. Él y Charlie permanecieron en silencio con los
ojos fijos en la oscuridad exterior.

Finalmente, Andrew rompió el silencio.
"¿Entonces qué era lo que me decía,
Charlie?".

"No importa, Andy. No deseo molestarlo. En serio".

"No me molesta. Es bueno que me saque de vez en cuando de mi
zona de comodidad. Eso lo leí en alguna parte".

Ambos rieron.

"Prosiga, Charlie".

"Está bien. Sólo preguntaba cómo se
sentiría si la junta directiva estuviera pensaba en
buscarle un reemplazo y no le dijera nada".

Andrew consideró la pregunta con la cabeza. "Bien,
claro que no me gustaría. Pero la verdad es que esas cosas
suceden todo el tiempo. Las juntas directivas no avisan con mucho
tiempo ni dan consejos a los gerentes. No son su superior. Yo las
veo en una función de
control
más que otra cosa".

"Eso es verdad. Pero usted era el superior de Terry".

Andrew se frotó los ojos y reflexionó sobre ese
punto. "Sabe, debo decir que no me veía realmente como el
jefe de Terry. No me considero el jefe de Janice, o de Phil o de
Tom o de cualquier otro de los integrantes de mi equipo".

"En nombre del cielo, ¿porqué no?"

"Porque todos son adultos y además expertos en sus
campos. ¿Quién soy yo para decirles cómo
deben hacer su trabajo?"

Charlie esbozó una sonrisa protectora como de un padre
que lo sabe todo.

Andrew percibió la desaprobación del viejo y
finalmente bajó la guardia. Hablando con mayor rapidez y
decisión que antes, explicó: "Está bien,
Charlie. Le diré por qué nunca le mencioné a
Terry que podía perder su puesto. Primero, es casi diez
años mayor que yo. Es muy extraña esa
sensación de decirle a un tipo que le recuerda a uno a un
tío que está uno pensando en despedirlo. Segundo,
sabe mucho más sobre marketing que yo. ¿Cómo
diablos podría yo haber adivinado el propósito de
sus decisiones? Yo soy ingeniero eléctrico. Tercero, Terry
era una de las pocas personas de mi equipo con quien podía
hablar sobre las presiones que me agobiaban. Fue quizás la
persona que más apoyo me brindó entre todo mi
personal. No quería perder a ese confidente".

"¿Entonces pensó que si le comunicaba sus
intenciones podría perderle simpatía y no
querría continuar siendo su confidente?"

Andrew asintió a medias, por lo cual Charlie
insistió.

"Tuvo miedo de no ser querido por los demás".

"Por Dios, Charlie. Despedí al pobre hombre".

Charlie se mostró ligeramente agitado de pronto. "Si, y
ahora ya tiene que ocuparse del problema, ¿verdad? Una
cosa es depositar una responsabilidad en alguien y tener que pedirle
cuentas al día siguiente, pero otra muy distinta es
despedir a esa persona y no tener que hablarle nunca
más".

Anonadado, Andrew, sólo atinó a permanecer en
silencio dirigiendo las palabras de Charlie. Hasta el mismo viejo
quedó atónico ante la firmeza de su propio tono.
"Lo siento, pero ésa es la realidad".

Aturdido, Andrew interrumpió, como si no hubiera
escuchado el comienzo de la disculpa de Charlie. "¿Sabe
una cosa, Charlie? Por horrible que suene, conozco muchos
gerentes que hacen lo mismo. No es tan cortante y frío
como sus palabras lo hacen parecer. Hay toda una serie de
dinámicas y contextos personales que manejar".

Andrew se encogió de hombros como si se diera por
vencido, de manera que Charlie ensayó otra
táctica.

"Andy, ¿sabe a cuántas personas despidió
mi padre durante sus diecisiete años como gerente nacional
del ferrocarril?"

Andrew sacudió la cabeza. Charlie le mostró los
cinco dedos de la mano.

Andrew miró a techo. "No quisiera faltarle el
respeto a la
memoria de su
padre, pero es ridículo, Charlie, ¿Qué era
lo que dirigía, un ferrocarril o una obra de caridad?"

"No me está entendiendo, Andy. Dije que
mi padre solamente despidió a cinco
personas. No mencioné cuántas abandonaron la
compañía a causa de un mal rendimiento".

"¿Qué quiere decir?"

"Mi padre era un fanático del rendimiento. La gente que
trabajaba para él sabía perfectamente que si no
producía debía irse".

"¿Entonces por qué no despidió a
más personas?"

"Porque les decía lo que esperaba de ellas y les
recordaba constantemente esas expectativas. Cuando fallaban,
dejaba muy en claro las consecuencias, fueran financieras o de
otro tipo. Con el tiempo, si una persona no encontraba la forma
de mejorar, sencillamente renunciaba".

Andrew lo miró con incredulidad. "Y qué
pasó con esas cinco personas a quienes si
despidió?".

"Dos de ellas violaron las normas de la
compañía. Mi padre no me dijo nunca cuáles
habían sido las faltas. Las
otras tres personas sencillamente nunca lograron aceptar sus
fallas. No se decidieron a renunciar, de manera que mi padre
tomó cartas en el
asunto".

Andrew sintió por primera vez que comenzaba a agradarle
el padre de Charlie. "Parece que su padre era bastante duro".

"Si, creo que así era. Pero el despido de esas cinco
personas le llegó al alma. En todo
caso no tuvo otra alternativa".

"Vamos, Charlie, seguro que sí había otra
alternativa".

"No en opinión de él. Si les hubiera permitido
continuar, habría defraudado a mucha gente".

"¿Se refiere a los accionistas?"

"No. Mi padre se sentía responsable frente a todas las
personas que renunciaban por su propia voluntad al reconocer que
no podían dar la talla. Sentía que debía
sostener las normas de desempeño contra las cuales se
medían".

Charlie hizo una pausa. Andrew se dio cuenta de que estaba
pensando en el padre.

Andrew le rindió su tributo. "Me parece que su padre
fue un hombre sabio. Apuesto a que fue un gran gerente .

Charlie asintió.

Andrew continuó. "No tome esto a mal, Charlie, pero
debo aclararle que los negocios en la actualidad son más
complicado y que en aquel entonces".

Charlie no se molestó con el comentario. "¿Por
qué lo dice?"

"¡Son tantas cosas!. Por dónde comienzo? Tenemos
que enfrentarnos a la competencia
global, a los cambios tecnológicos, a las regulaciones. Es
muy complicado. En aquella época existía la
protección del gobierno. La mano de obra era barata. Las
cosas son más difíciles hoy".

"¡Entonces no cree que el sistema de mi
padre hubiera funcionado en esa situación con Terry?.

Andrew fingió reflexionar sobre el punto. "para ser
sincero, seguramente no".

"¿Por qué no?"

"Es como ya dije. Yo no habría sabido exactamente
cuál era su responsabilidad. Habría sido
cuestión de adivinar. Esta industria es
compleja y no puedo pretender saber más sobre marketing
que Terry. Él es el experto".

Charlie se acomodó en la silla y se inclinó
hacia delante. "Veamos si entiendo, Andrew. No es justo pedirles
cuentas a un tipo por algo concreto porque usted no es experto en
el campo. ¿Pero sí es justo despedirlo sin previo
aviso cuando no cumple sus expectativas?. ¿Entendí
correctamente?".

Andrew no supo qué decir. "No es así de simple,
Charlie".

"Si es así de simple. Ahí está el punto,
Andy. No tiene por qué ser complicado. Usted lo complica
porque no quiere enfrentar sus propios problemas".

Andrew sintió que el viejo le lanzaba un
desafío. "Está bien, Charlie. ¿Porqué
cree que una persona inteligente, con una maestría en
administración de empresas, querría
tener la simpatía de los demás en lugar de exigirle
cuentas a una persona por su trabajo?"

"Ah, eso nos lleva a la tercera tentación".

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Las luces del tren se encendieron, se apagaron y luego se
encendieron de nuevo y el tren echó a andar
lentamente.

Andrew suspiró. "Al fin". Miró su reloj e
inmediatamente se dio cuenta de que ese gesto podría dar a
entender que deseaba poner fin a la conversación, lo cual
no era su intención en absoluto. Entonces instó al
viejo para que continuara.

¿Cuál es la tercera tentación,
Charlie?"

Charlie no estaba totalmente convencido de que su interlocutor
realmente quisiera saber. "No deseo aburrirlo con estas cosas,
Andy. Más vale que lo deje continuar con su trabajo".

Andrew respondió amablemente y con un tono apenas
ligeramente paternalista. "No se detenga ahora, Charlie. Necesito
saber por qué no me agrada pedirle cuentas a la gente. No
me puede dejar así solamente con las primeras dos
tentaciones. Necesito conocer las otras tres".

Charlie percibió la condescendencia en la voz de
Andrew, de manera que dijo con toda gentileza: "Estoy seguro de
que estará bien. Me parece que usted ya lo tiene todo muy
claro, Andy".

Pero la curiosidad de Andrew era más grande de lo que
quisiera admitir. La perspectiva de no conocer el resto de los
consejos del viejo le preocupaba. En un tono más
auténtico, dijo: "En verdad me gustaría saber lo
que tiene que decirme, Charlie".

Charlie hizo una pausa. "Está bien. Si no es mucha
molestia".

"Para nada. "Cuál es la tercera tentación,
Charlie?"

"Querer asegurar-se de que las decisiones que tome sean
acertadas".

Andrew no comprendió, de manera que Charlie
aclaró.

"Es la tentación de preferir la certeza por encima de
la claridad. Algunos ejecutivos le temen tanto a equivocarse que
esperan hasta estar totalmente seguros de las
cosas antes de tomar una decisión.

Eso hace que sea imposible exigir responsabilidad a los
demás".

"No creo comprender lo que dice".

"Es sencillo. No es posible exigirles cuentas a las personas
por cosas que no están claras. Si no está dispuesto
a tomar sus decisiones con base en una información
limitada, no podrá ser claro".

Está bien. Entiendo. Pero déme algunos
ejemplos".

Son cosas sencillas. Cosas importantes. Como la razón
de ser de la empresa. Sus
metas. Las funciones y
responsabilidades de las personas de la
organización frente a la realización de dichas
metas.

Las consecuencias del éxito y
el fracaso. Esa clase de cosas".

Andrew asintió. "Visión, misión,
valores,
metas. Cosas de la facultad de administración. No lo tome a mal, Charlie,
pero nada de eso es nuevo".

"Claro que no. La gente habla de estas cosas todo el tiempo".
Charlie calló para medir el efecto de sus palabras.
"Entonces, ¿cuál es su visión del futuro de
Trinity?"

Andrew frunció el ceño, se rascó el
hombro como un niño que trata de escapar a un
regaño.

Charlie se mostró sorprendido. "¿No sabe?"

"Sí, es sólo que no hemos podido encontrar la
mejor forma de plantearla. De hecho lo más seguro es que
sea tema de la reunión de mañana con la junta".

"¿Cuánto hace que trabaja en eso, Andy?"

Andrew se retorció un poco en la silla mientras buscaba
una respuesta, de manera que Charlie le ayudó. "¿Un
mes? ¿Dos?"

Por fin Andrew admitió: "Ocho meses".

Charlie no trató de ocultar su sorpresa. "¿Ocho
meses? ¿Qué es lo que tarda tanto tiempo?"

"Bueno es que el mercado
está cambiando y estamos tratando de averiguar si nuestro
negocio actual podrá sostenerse…"

Charlie interpeló. "Lo siento, Andy, pero esto es
ridículo. Perdóneme por decirlo considerando que no
hace mucho que nos conocemos, pero la culpa de no tener una
visión es sólo suya".

La verdad le cayó a Andrew como un rayo. Quiso
defienderse, pero antes de poder
articular palabra, Charlie tomó la delantera. "Y no me
diga que es más complicado que eso".

:andrew se hundió en la silla al ver que Charlie le
arrebataba su única respuesta. Comenzaba a sentir un gran
peso sobre su cabeza y su mirada se empañaba. "No es
así de fácil".

Charlie se inclinó hacia adelante. "Preste mucha
atención, Andy. Seré duro con unas
preguntas".

"¿Quiere decir que hasta ahora no ha sido duro?"

Charlie hizo caso omiso del intento por bromear. "¿En
serio quiere seguir adelante con esto?"

Andrew se enderezó lentamente, como lo haría uno
de sus hijos ante la inminencia de ser descubierto en una
falta.

"Está bien. ¿Qué es lo que le impide
llegar a una conclusión sobre algo tan grande e importante
como la visión de su compañía?"

"Me gustaría saberlo".

"Sí lo sabe, Andy. Es sólo que debe aceptarlo.
Enfrente sus temores. Debe de tener alguna noción de lo
que debe ser el futuro de su empresa".

"Claro que sí".

"¿Entonces por qué no lo ha puesto por escrito,
lo ha anunciado a toda la compañía y lo ha
utilizado como derrotero para sus decisiones?"

Tras un silencio largo, Andrew respondió lentamente en
voz baja:

"Porque no estoy seguro todavía de que sea la
noción correcta".

Silencio. La frase quedó suspendida en el aire hasta que
Charlie preguntó: "¿Andrew, alguna vez estuvo en el
ejército?"

Andrew hizo un gesto negativo.

"Bueno, en el ejército enseñan que cualquier
decisión es mejor que ninguna".

"Ya había oído eso
antes. Pero esto es diferente".

"Tiene razón, Andy. Esto es completamente diferente. No
hay vidas humanas de por medio".

Andrew buscó alguna salida. "Le diré una cosa,
Charlie. Creo que la gente le da demasiada importancia a eso de
la visión y la misión".

"Estoy de acuerdo. Creo que tener una visión y una
misión grandes es importante solamente en (a medida en que
se puedan ejecutar. Prefiero mil veces una empresa que
sabe ejecutar que una visionaria".

"Exactamente". Andrew creyó haber encontrado su puerta
de escape al oír que Charlie estaba de acuerdo con
él. Pero entonces el viejo continúo con la
siguiente pregunta.

"¿Cuáles son sus metas para los próximos
tres meses?"

"¿Las mías?"

"No. Las de la compañía. ¿Qué es
preciso hacer a fin de que se pueda decir que el período
fue exitoso?"

"Debemos generar más ingresos. Debemos
aumentar nuestra participación en el mercado".

"¿En qué proporción? ¿Y qué
debe hacerse para que eso se cumpla?"

La frustración de Andrew había llegado al punto
de convertirse en rabia. "Le diré una cosa, Charlie. Creo
que ya tuve suficiente con sus sermones baratos. Es fácil
para usted hacer todas estas preguntas en el vacío y es
fácil presumir acerca…

El comentario hirió los sentimientos de Charlie, quien
interrumpió suavemente. "¿Cree que estoy
presumiendo?"

"No, es sólo que es muy fácil ver los toros
desde la barrera, acorralarme como si fuera un abogado, porque la
verdad es que no hay respuestas fáciles".

Por primera vez Charlie se salió de casillas. "No se
supone que existan respuestas fáciles, Andy. Por eso le
pagan tanto. Pero es su deber encontrar respuestas. De lo
contrario no hay responsabilidad. Y sin quién rinda
cuentas, los resultados se vuelven cosa de suerte". Hizo una
pausa para tomar aliento, pero no pudo controlarse lo suficiente
para reprimir la siguiente pregunta.

"¿Cómo pudo despedir a Terry si no sabía
lo que él debía estar- haciendo?"

Andrew se limitó a sacudir la cabeza.

Charlie se acercó más a él. "Creo que
tiene miedo de ser criticado, Andrew. De quedar mal".

"A nadie le gusta quedar mal, Charlie".

"Claro que no. Pero en su caso el precio es
demasiado alto. Está conduciendo la compañía
hacía un callejón sin salida, independientemente de
que la junta lo haya notado o no".

Eso fue como un golpe salido de la nada al cual Andrew
reaccionó gritando: "¡No le tengo miedo a la
crítica! ¡Y no estoy conduciendo a la
compañía…"

Charlie interrumpió a Andrew con otro grito: "Entonces,
¿dónde está su visión?
¿Dónde están sus metas? Demuestre que tiene
una posición acerca de algo en la vida. ¿Qué
espera?"

De pronto, el tren se detuvo nuevamente con un sacudón
y las luces se apagaron. Los dos hombres, alterados,
permanecieron en silencio en la oscuridad durante cinco minutos.
Cinco largos minutos.

Entonces brilló la luz de la linterna, pero esta vez
era Andrew quien la sostenía. Con voz calmada
preguntó: "Entonces, ¿cuál es mi problema,
Charlie?"

Charlie respondió amablemente, con voz casi inaudible.
"Permítame decirle algo, Andy. Por lo que sé,
muchos gerentes tienen los mismos problemas. Al fin llegan al
cargo con el que han soñado siempre y tienen miedo de
perder su posición. O no desean exigirle cuentas a su
personal porque tienen miedo de no ser queridos. O aunque no
teman perder la simpatía de los demás, no piden
cuentas porque no se han tomado la molestia de expresar
claramente lo que esperan de la gente porque…"

Andrew completó el resto de la lección. "Porque
tienen miedo de equivocarse".

"Exactamente". Charlie dio tiempo para que Andrew digiriera el
mensaje. Entonces añadió: "Mi padre solía
decir que hay dos palabras que encierran gran poder cuando salen
de la boca de un gerente. ¿Sabe cuáles son?"

Andrew negó con la cabeza.

"ME EQUIVOQUÉ". Pero la cuestión es que no las
pronunciaba con tono de disculpa. Las decía con orgullo.
Sabía que si no podía aceptar sinceramente el hecho
de haberse equivocado, jamás podría tomar
decisiones difíciles con base en información
limitada".

Andrew estaba listo para recibir ayuda. "Entonces debió
de tomar muchas decisiones equivocadas".

"Claro que sí. Y habían sido sus propias
decisiones. Pero nunca se sintió culpable porque
sabía que le sería imposible avanzar en medio de la
incertidumbre si no estaba dispuesto a cometer errores. Y poco a
poco comenzó a cometer menos y menos errores. En realidad,
la gente decía que había desarrollado una habilidad
asombrosa para tomar buenas decisiones sin la información
suficiente. Lo consideraban verdaderamente sagaz e
inteligente".

En parte por respeto y en parte porque lo sentía
sinceramente, Andrew anotó: "Me parece que era bastante
inteligente".

Charlie sonrió. "Por mucho que me desagrade decirlo, mi
padre no tenía más inteligencia
que el común de la gente. En realidad, él mismo
solía decir que la clave de su éxito estaba en
contratar a personas más inteligentes que él".

"¿Cómo aprendió a tomar decisiones tan
acertadas?"

"Pues… evitando la cuarta tentación".

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Andrew ya estaba verdaderamente interesado en los consejos de
Charlie y no vio razón alguna para ocultarlo.

"Bien. ¿Cuál es la cuarta tentación?"

"Es la tentación de…"

El ruido de una
de las puertas que conectaba los coches interrumpió a
Charlie. Andrew giró en su silla para ver quién
había entrado.

Parado en la puerta vio a un hombre alto, vestido con saco y
sombrero, quien se dirigió cortésmente a
Charlie.

"Disculpe. ¿Piensa regresar? Ya hace rato que nos
dejó".

Charlie se golpeó la frente. "Por Dios. Es cierto que
hace rato que me fui. Lo siento mucho".

Andrew no entendía una palabra de lo que
sucedía.

El hombre habló de nuevo. "Pensé que
había abandonado el tren".

Charlie pareció casi herido ante semejante
suposición. "Claro que no. Jamás haría algo
así. Lo que pasó fue que me enfrasqué en una
conversación muy interesante con Andy y perdí la
noción del tiempo".

Charlie parecía perplejo ante el dilema que
tenía entre manos. Entonces tuvo una idea.

"Andy, ¿por qué no se nos une? No tiene sentido
que yo corra de aquí para allá haciendo esperar a
todo el mundo".

Antes de que Andrew pudiera responder, el hombre alto dijo:
"Oiga Charlie, aquí hace más calor que en
el otro coche".

"Sí, lo sé. Éste es el mejor
del tren".

El hombre dio media vuelta para retirarse, y Charlie y Andrew
lo siguieron.

Andrew estaba a punto de preguntarle a Charlie qué era
lo que sucedía, pero algo le decía que debía
callar. La situación era demasiado inverosímil para
una pregunta tonta como ¿A dónde vamos? o
¿Quién es este tipo? Entonces decidió
esperar para ver lo que sucedería.

Charlie dejó pasar a Andrew adelante, con lo cual
éste pudo estudiar al hombre alto desde atrás,
mientras atravesaban los siete coches del tren.

El traje que llevaba estaba en buenas condiciones pero
parecía pasado de moda. Y los zapatos, aunque nuevos, le
recordaban algo que había encontrado alguna. vez en el
ropero de su abuelo.

El hombre alta entró en el séptimo coche y se
detuvo. Andrew oyó voces y
dudó.

"Adelante", le instó Charlie. "Ellos no muerden".

"¿Ellos?", replicó Andrew. Pero fue lo
único que alcanzó a decir porque Charlie ya lo
empujaba para entrar en el coche.

Se dio cuenta inmediatamente de que había otros dos
hombres además del hombre alto. Ambos rayaban en los
cincuenta. Estaban sentados el uno frente al otro en la
sección central del tren, y conversaban animadamente. Uno
era calvo y el otro llevaba un traje elegante de paño a
rayas con saco cruzado.

El hombre alto pidió su atención. "Disculpen,
caballeros. Éste es Andy". Se volvió hacia
éste último. "¿Es Andy, verdad?"

Andrew asintió.

Entonces habló Charlie. "Andy es el gerente de Trinity
Systems, la compañía de tecnología. Perdimos
la noción del tiempo mientras conversábamos".

Ninguno de los hombres pareció sorprendido de ver a
Andrew y, al igual que Charlie, no reaccionaron al conocer el
cargo que ocupaba.

El hombre elegante habló primero. "¿Hasta
dónde llegaron ustedes, Charlie?"

Andrew estaba confundido y comenzó a sentir que se
apoderaba de él una sensación de nerviosismo
cercana al pánico.
"¿Qué está pasando aquí?",
pensó, preguntándose si no sería alguna
especie de emboscada.

Charlie miró a Andrew, arrugando ¡afrente en un
esfuerzo por recordar. "¿Hasta dónde llegamos,
Andy?" Pero antes de que Andrew pudiera tan siquiera captar el
sentido de la pregunta, Charlie recordó. "Ah, ya recuerdo.
Comenzábamos a hablar de la cuarta tentación".

Los tres hombres acogieron la mención de la cuarta
tentación con movimientos de cabeza, exclamaciones y
sonrisas. Tal parecía que comprendían exactamente
de qué se trataba.

El hombre alto habló. "La cuarta es mi desafío
más grande".

Andrew sintió que estaba viviendo un episodio de la
..Dimensión desconocida". Y entonces comenzó a
desvanecerse su preocupación por tan extraña
situación al cobrar fuerza su
curiosidad sobre la siguiente tentación.

"¿Cuál es la cuarta tentación?"

Dirigió la pregunta al hombre alto, quien miró a
Charlie como pidiendo autorización para hablar. Charlie
son,. ó y asintió, de modo que el hombre alto
habló.

Siéntese y se la explicaré".

Charlie, Andrew y el hombre alto tomaron asiento.

El hombre se quitó el sombrero y dijo: "La cuarta
tentación es el deseo de que haya armonía".

Sin saber por qué, Andrew se sintió
súbitamente a sus anchas entre esos hombres. "No
comprendo. ¿Qué tiene que ver la armonía con
la claridad y las buenas decisiones?"

El hombre calvo habló por primera vez. "Déjenme
explicar desde el punto de vista de una persona que no tiene
problemas con la cuarta tentación". Los demás
rieron y todos fijaron su atención en el hombre calvo.

"Respóndame una pregunta, Andy, por favor.
¿Qué es lo contrario de la armonía?"

Andrew caviló unos instantes. "No sé, ¿la
discordia?"

"Discordia. Desacuerdo. Conflicto.
Cualquiera está bien. El punto es que por naturaleza los
hombres buscan la armonía". Hizo una pausa. "Pero la
armonía corroe como el cáncer
la capacidad de tomar buenas decisiones".

Andrew parecía no comprender nada, de manera que el
hombre calvo continuó.

"Verá, la única forma de tomar una buena
decisión en poco tiempo es saber absorber con eficiencia todas
las opiniones sinceras de la gente, lo cual se hace de dos
maneras".

El hombre calvo alzó un dedo para dar a entender que
explicaría la primera. "Uno, puede instalar procesos para
extraer las opiniones de las personas a través de grupos focales,
sesiones de tempestad de ideas, voto democrático".
Levantó el segundo dedo. "O dos, puede hacerlo de manera
desordenada".

El hombre alto interpeló. "Aquí el desorden es
sinónimo de conflicto. Pero no de conflicto nocivo. Nos
referimos al conflicto ideológico positivo. Desde afuera
parecen ser la misma cosa, pero en el fondo son muy
distintos".

Andrew comenzaba a captar la esencia del asunto, pero algo le
molestaba. "¿Pero no es acaso lo mismo que la segunda
tentación?"

Los otros hicieron un gesto de no comprender, de manera que
Andrew se explicó. "La segunda tentación es la de
querer ganarse la simpatía de la gente en lugar de
…"

El hombre elegante interrumpió a Andrew. "En lugar de
pedirles cuentas. "Conocemos bien la segunda
tentación".

"Claro, imagino que sí. En todo caso, ¿querer
granjear se la simpatía de la gente no es lo mismo que
desear la armonía?"

El hombre calvo pareció comprender lo que Andrew
quería decir. "Entiendo dónde está la
confusión. La segunda tentación consiste en no
querer ser rechazado, como persona. Tiene que ver con el hecho de
juzgarse a uno mismo con base en lo que piensan los
demás".

El hombre elegante añadió: "Usted está
confundiendo el temor de no ser querido con el temor de que sus
subalternos estén en conflicto unos con otros".

"Pero…"

No había formulado la frase cuando Charlie lo
interrumpió. "No, Andy, no hablamos de sutilezas. La
diferencia es grande".

El hombre alto explicó: "Por ejemplo, a mí no me
cuesta trabajo pedir que me rindan cuentas, siempre y cuando que
estemos de acuerdo en las responsabilidades. Pero a veces me es
muy difícil decidir sobre qué deben responderme,
porque tomamos decisiones que no parecen acertadas".

Andrew miró a Charlie. "Usted dijo que su padre casi
siempre tomaba buenas decisiones".

Las cinco tentaciones de un gerente

"Es cierto. Porque casi nunca tomaba una decisión sin
el beneficio de contar con las ideas de todo el mundo".

El hombre alto se emocionó. "Correcto. Y en eso es que
yo fallo. No me gusta ver que las personas se lancen retos. Trato
de desviarlas de las conversaciones acaloradas y emotivas porque
temo que alguien salga lastimado en su amor propio o
quede mal ante los demás".

"Yo no tengo ese problema". El comentario del hombre calvo
arrancó carcajadas a sus colegas.

"¿Porqué?", preguntó Andrew.

"No sé. Creo que tiene que ver con la manera como me
criaron. Mis hermanos y yo peleábamos y discutíamos
todo el día por todo pero a los diez minutos
estábamos en paz. Creo que aprendí que el daño
nunca era irreversible".

El hombre elegante agregó: "Es el caso mío
también. No tengo dificultad en permitir que la gente
discuta durante las reuniones. De hecho, si alguien no sale un
poco mal parado de una reunión me voy pensando que
quizás no se ventilaron todos los problemas".

Andrew insistió. "Todavía creo que si la segunda
tentación causa problemas, la cuarta también
será difícil".

El hombre elegante respondió: "En algunas ocasiones
sucede así. Pero tomemos el ejemplo mío. Me encanta
el conflicto. Puedo saltar encima de una mesa y mis subalternos
no lo piensan dos veces para decirme a la cara las cosas cuando
sienten la necesidad de hacerlo. De manera que tenemos claridad
total acerca de lo que hay que hacer y acerca de las cosas de las
cuales somos responsables. Todo se pone sobre la mesa".

El hombre alto y el hombre calvo rieron.

"¿Cuál es el chiste?", dijo Andrew,
pensando en voz alta.

El hombre elegante explicó: "Se burlan de una de mis
debilidades. Sucede que algunas veces cedo ante la segunda
tentación; dejo ir a la gente sin cobrarle lo suyo".

"¿Qué quiere decir?"

"Bueno, cuando alguien viene a decirme que no pudo cumplir con
una labor o terminar un proyecto a
tiempo, siempre pregunto la razón. Y que me lleve el
diablo si no tienen siempre una buena excusa". Hizo una
pausa.

"Entonces de vez en cuando dejo que se salgan con la
suya".

El calvo y el alto objetaron al unísono. "¿De
vez en cuando?"

"Está bien, está bien. Creo que se me va la
mano. A pesar de que reniego todo el día, soy bastante
blando. Demasiada empatía u otra cosa. Y la verdad es que
me sucede lo mismo con mis hijos. Les grito y discutimos
acaloradamente, ¿comprenden lo que quiero decir?"

Todos rieron.

"Pero nunca me decido a castigarlos en serio".

A Andrew comenzaba a agradarle el hombre elegante. "Eso no me
parece tan malo".

Entonces el hombre elegante dijo con firmeza: "Es horrible. Es
algo horrible".

Andrew quedó atónito, pero lo dejó
continuar.

"Pierdo credibilidad con la gente. Me ven como una persona
inconstante e injusta. No saben a qué atenerse cuando les
pido que cumplan con una entrega. Y lo gracioso es que la causa
de este problema radica en que deseo agradarles".

"¿Y funciona?", preguntó Andrew.

"¿Quiere decir que si he logrado granjearme la
simpatía de mis subalternos? Creo que sí, pero no
me respetan tanto como lo harían si mi conducta fuera
coherente. Y sin respeto…" No tuvo que terminar la frase porque
Andrew asentía ya con la cabeza.

El hombre alto completó la lección. "Pero mi
problema no es querer agradar. Lo que sucede es que no considero
totalmente correcto exigirles cuentas a las personas porque a
pesar de haber dejado en claro la decisión sobre las cosas
de las cuales son responsables, en el fondo sé que
realmente no están de acuerdo conmigo. ¿Y sabe por
qué?"

Andrew sacudió la cabeza.

"Porque no les permito ventilar sus opiniones lo suficiente.
Sofoco las discusiones antes de que hayan podido aclararse
totalmente las cosas. Sencillamente detesto el conflicto".

Andrew agregó: "Entonces sus decisiones no se basan en
toda la información que podría obtener de su
personal".

Todos asintieron con la cabeza. Andrew comenzaba a ver todo
claro pero se sentía confundido y abrumado.

Charlie decidió lanzarle un reto a su pupilo:
"¿Por qué no lo intenta, Andy?"

"¿Intentar qué?"

"Recordar las tentaciones. Intente con las primeras
cuatro".

Andrew se quedó mirando a los cuatro desconocidos.
Antes de aceptar el reto de Charlie, hizo la pregunta impensable:
"¿Quiénes son ustedes?"

El hombre calvo respondió: "Somos como usted. Personas
que hemos enfrentado las misma tentaciones. Pero no hemos venido
a hablar de nosotros".

Charlie manifestó su acuerdo. "Es cierto, Andy. Veamos
si puede recordar las tentaciones".

Andrew se quedó mirando el reflejo de su cara en la
ventana como tratando de decidir si sería capaz.
"Está bien, veamos. La primera tentación, la que me
produce más dificultades hasta donde he podido ver, es la
de concentrarme en mi carrera y mi posición antes que en
los resultados de la compañía. Eso hace que mi
actitud sea de
despreocupación y falta de interés, los con lo cual
resultados no cristalizan".

Andrew se dio cuenta de que los cuatro hombres asentían
pero no con el ánimo de felicitarlo por una respuesta
correcta sino de confirmar su tendencia a caer en la primera
tentación. Decidió no prestar atención a esa
reacción y continuó con el examen.

"Está bien, aunque pudiera vencerla primera
tentación, de todas maneras los resultados
seguirían siendo mediocres si cedo ante la segunda
tentación".

"¿Que es…?", interpuso Charlie.

"La necesidad de agradar y granjearse la simpatía del
personal, a expensas de exigirles cumplir con sus
responsabilidades. Ése es su problema, ¿verdad?",
dijo dirigiéndose al hombre elegante, quien hizo una
señal afirmativa con la cabeza.

"E incluso cuando no nos preocupa demasiado ser queridos por
nuestro personal, no les exigimos rendir cuentas porque… un
momento", hizo una pausa de unos segundos, "porque no sentimos
que sea justo pedirles cuentas. Yeso tiene algo que ver con la
tercera tentación, la cual no recuerdo del todo".

"El hombre calvo le ayudó. "Decisiones".

"Ah, sí. Claridad. No sentimos que sea justo porque nos
desagrada tomar decisiones sin contar con la información
perfecta. Dejamos las cosas en el aire sin tomar decisiones
claras y oportunas porque no deseamos equivocarnos. Entonces
esperamos, y esperamos, y entre tanto alguien debe ser culpado
por unos resultados…"

El hombre elegante terminó la frase. "Nada
espectaculares".

Andrew sonrió. "Correcto. Y alguien podría pasar
una vergüenza o ser degradado o despedido, aunque nadie haya
tenido el valor de
decirle lo que se esperaba de él o de ella. Pero incluso
cuando se tiene el valor para hablar sin ambages, algunas veces
no se toman buenas decisiones ni se logra que el personal
esté de acuerdo con la claridad de la decisión
debido a la cuarta tentación, a saber, el deseo de
mantener la armonía".

El hombre alto alzó la mano para señalar que
ésa era su tentación particular.

Andrew reconoció el gesto con una sonrisa y
continuó: "Temen enfrentar el conflicto, poner sus ideas
sobre (a cuerda floja donde podrían ser cuestionadas.
Entonces no se benefician de las distintas opiniones e ideas de
su personal. E imagino que ésa es la causa de fondo de
toda la confusión, el temor de generar el…
¿cómo lo llamaron… conflicto ideológico
productivo?"

Charlie sonrió e hizo un gesto de aprobación.
"Sí. Pero ésa no es la raíz de todo este
asunto. La raíz es la quinta tentación".

En el preciso momento en que terminó la frase, el tren
comenzó a frenar. Y entonces Charlie, el hombre calvo, el
hombre elegante y el hombre alto miraron simultáneamente
sus relojes y comenzaron a recoger sus pertenencias. El hombre
elegante tenía un maletín antiguo que debía
costar una fortuna, pensó Andrew.

Y entonces se dio cuenta de lo que iba a pasar: "Se irán
sin decirme cuál es la quinta tentación".

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El tren se detuvo, los cuatro hombres se balancearon al
unísono y estiraron la mano para sujetarse de la barra. A
Andrew le hubiera parecido divertido ese cuadro extraño de
no haber sido por la angustia de no oír el último
consejo de Charlie.

"Ustedes no son serios. No pensarán acabar
así no más", dijo.

Solamente Charlie respondió: "Es hora de
irnos, Andy".

Los cuatro se dirigieron a la puerta, pero Andrew les
cerró el paso. Uno por uno, primero el hombre alto,
después el hombre calvo y por último el hombre
elegante evitaron el obstáculo y fueron saliendo haciendo
un saludo con la cabeza o levantando el sombrero al pasar.

Cuando le llegó el turno a Charlie, Andrew
estiró el brazo para detenerlo. Con tono de
desesperación, dijo: "Sólo dígame
cuál es, Charlie. No tiene que hacerme preguntas para que
yo la descubra ni contarme más historias aburridas sobre
su padre. Solamente dígame cuál es la última
tentación".

Por primera vez en la velada, Charlie se sintió herido
y así lo demostró. Andrew se disculpó
inmediatamente.

"Lo siento, pero no me puede dejar así como así,
en el limbo".

Charlie respiró hondo. "Venga
conmigo".

Charlie salió del tren y Andrew regresó al
asiento donde estaba su maletín. En ese momento se
oyó el ruido de las puertas hidráulicas que estaban
a punto de cerrarse. Andrew se dio cuenta de que no
alcanzaría a descender del tren si regresaba por el
maletín. Corrió hacia la puerta y saltó del
tren en el preciso momento en que se cerraban las puertas.

Mirando cómo se internaba el tren en el siguiente
túnel llevándose su maletín, Andrew se
frotó los ojos y sonrió al pensar en la locura
nocturna que estaba viviendo. Se volvió y no vio a nadie
en el Terminal. Todo el mundo había desaparecido, incluido
Charlie.

Acosado nuevamente por la desesperación, Andrew se
lanzó hacia las escaleras eléctricas y
corrió hacia la salida que daba a la calle. Una vez afuera
miró a ambos lados de la calle pero no vio señales
de Charlie.

Entonces oyó una voz a sus espaldas.

"Por aquí".

Tomado totalmente por sorpresa, Andrew giró sobre los
talones y vio a Charlie sentado en la banca de un
paradero de autobús. "¡Por Dios!"

"¿Qué le pasa, Andy?"

"¿Cómo que qué me pasa? Le diré lo
que me pasa. Primero pensé que me había abandonado
y después casi me mata del susto".

Charlie se mostró tranquilo pero interesado. "No, Andy.
Me refiero a qué le sucede en general. ¿Por
qué está tan desesperado?"

Andrew suspiró, se acercó a la banca y se
sentó al lado de Charlie. Tras unos momentos de silencio
sepultó la cabeza en las manos y habló.

"Por primera vez en mi carrera siento que me ahogo. Y siento
que estoy arrastrando a otras personas al fondo en mi esfuerzo
por mantenerme a flote".

Charlie guardó silencio y Andrew continuó.

"Siempre he podido dar un vuelco a las cosas cuando ha sido
necesario, pero esta situación simplemente no
responde".

"¿De qué se trata?'', preguntó
Charlie.

"No sé. Es como un acto imposible de malabarismo en
donde todo se mueve constantemente. Son tantas sutilezas. Tantos
detalles. Demasiadas cosas. Todas las cosas".

Charlie le dio unas palmaditas en la espalda.
"Permítame hablarle de la quinta tentación,
Andy".

Andrew se incorporó y respiró profundamente.
"Está bien. Dispare".

Charlie comenzó: "Mi padre… ¿no hay problema
si hablo de mi padre, verdad?"

"Claro que no, Charlie. Me porté como un
imbécil. Las historias sobre su padre no son aburridas,
sólo dolorosas. Adelante". "Bueno, mi padre no era del
tipo jactancioso, pero sí había algo de lo cual se
jactaba".

"¿De qué?"

"Se jactaba de las personas que trabajaban para él.
Ponía demasiado sentimiento cuando hablaba de los miembros
de su personal".

Charlie sonrió al recordarlo.

"Y recuerdo que siempre decía que ponía su
carrera en manos de su gente". Charlie hizo una pausa y luego
preguntó: "¿Podría usted decir lo mismo,
Andy?"

Andrew sacudió la cabeza sin dudar un instante. "Ni por
asomo. A algunas de esas personas no les importaría en
absoluto si yo dejara mi cargo mañana".

Charlie pareció sentir verdadera pena por Andrew.
"¿Por qué supone que así sea?"

Andrew fijó la vista en la calle vacía. Al poco
tiempo sacudió lentamente la cabeza. "No lo sé.
Todas están demasiado interesadas en sus propias
carreras".

"¿Y usted?"

"No sé, Charlie. Creo que estoy tan interesado en mi
carrera como cualquier otro. Pero no me considero peor que los
demás".

"No es eso a lo que me refiero. Me preguntaba si su gente
podría confiarle a usted su carrera".

Andrew dejó vagar nuevamente la mirada por la calle
vacía.

"Charlie, no quiero que crea que no me importa, pero no
considero que sea mi responsabilidad velar por la carrera de esas
personas".

"Ése no es el punto, Andy. Estamos hablando de
confianza. De arriesgar y fortalecer la confianza. Y para que
ellos confíen en usted, usted debe confiar en ellos. Usted
tiene que hacerse vulnerable".

"Un segundo, Charlie. ¿Eso qué tiene que ver con
el conflicto?"

"Bueno, ¿por qué cree que las personas le temen
al conflicto?"

Andrew se encogió de hombros. "Quizás no
están acostumbradas a él. O se sienten heridas por
cualquier cosa".

"Tal vez. Pero creo que tiene mucho que ver con la con fianza.
Las personas que confían las unas en las otra! no se
preocupan por ocultar sus opiniones o emociones. Dicen
lo que piensan porque saben que eso no será motivo para
quedar en desventaja".

"No sé, Charlie. Creo que una pequeña dosis de
tensión entre la gente es buena. Cuando hay demasiada
confianza, uno se ablanda. Se pierde la ventaja. No me agrada que
mi gente se sienta demasiado a sus anchas".

"¿Y podría explicarme por qué?"

"Porque las personas aflojan cuando se sienten demasiado a sus
anchas".

Charlie mostró señales de impaciencia. "Vamos,
Andy. Hay una diferencia entre ser complaciente y ser digno de
confianza. Usted es lo suficientemente inteligente para
comprender eso".

"Quizás no soy persona confiada, Charlie".

"¿Sabe por qué la gente no confía en los
demás?"

"No, ¿por qué?"

"Porque teme salir quemada. A eso me refiero cuando hablo de
vulnerabilidad".

Andrew asintió lentamente. "Sí, tal vez tenga
razón".

"¿Y sabe cuál es el mejor remedio para eso?"

Andrew negó con la cabeza.

"Arriesgarse a salir quemado. Algunas veces hasta está
bien salir quemado porque es la única forma de saber que
no es fatal".

"Entonces me está diciendo que no me agrada el
conflicto porque no confío en la gente, y no confío
en la gente porque temo ser vulnerable".

Charlie hizo una señal afirmativa. "Ser vulnerable.
Equivocarse. No ser querido. Perder posición".

"¿Y me está diciendo que los grandes gerentes
como su padre van por ahí exponiéndose a que les
claven un puñal por la espalda?"

"Aunque parezca una locura, así es. Mi padre
jamás se preocupó por ser vulnerable ante su gente.
Confiaba en ellas. Por eso se sentían a gusto en medio del
conflicto sano y productivo. Nadie temía salir
lastimado".

Andrew respiró hondo. "¿Entonces este asunto es
la vulnerabilidad?"

Charlie asintió y miró su reloj.

Andrew suspiró. "Esto ya se está poniendo
demasiado sentimental y dulzón para mí".

"¿Sentimental y dulzón? Conseguir resultados,
exigir responsabilidad, poner las cosas claras, estimular el
conflicto productivo. Si todo eso depende en últimas de la
vulnerabilidad y la confianza, ¿no vale acaso la pena
tolerar un poco de sentimentalismo dulzón si es que
así es como ve las cosas?"

Andrew se encogió de hombros. "No sé".

En ese momento se detuvo un autobús delante de Andrew y
Charlie. "Éste es el mío", dijo Charlie
incorporándose para subir al autobús.

Andrew formuló su última pregunta.
"¿Qué debo hacer para sentirme bien siendo
vulnerable?"

La puerta del autobús se abrió. Charlie dio unas
palmaditas en el hombro de Andrew y subió los
escalones.

"Eso tendrá que averiguarlo usted mismo, Andy. Ensaye
.

El hombre sonrió en el momento en que se cerró
la puerta.

Andrew miró a Charlie que saludaba al conductor del
autobús como si fueran viejos amigos. Cuando el
autobús se alejó, Andrew descendió del
andén a la calle y lo vio desaparecer en la distancia.

El sonido de un pito
lo hizo saltar. Se volvió y vio unas luces brillantes –
era un autobús que se le venía encima. Andrew
lanzó un grito.

Nuevamente sonó el pito. Andrew gritó y
despertó en el preciso momento en que el tren se
detenía en la estación de Walnut Creek.

Frotándose los ojos para disipar el sueño,
Andrew miró su reloj. Habían transcurrido
sólo veinte minutos desde que abordara el tren. Siempre le
había asombrado todo lo que una persona puede soñar
en un período de tiempo tan corto.

Comprobando con alegría que todavía tenía
su maletín, Andrew salió del tren y avanzó
hacia la salida de la estación BART. La reunión del
día siguiente con la junta directiva ya no le pesaba tanto
sobre los hombros como media hora antes.

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Andrew O'Brien jamás había llegado tarde a una
reunión con la junta directiva. Pero hoy eran las 9:02 de
la mañana y aún estaba sentado ante su escritorio
con la mirada perdida en el puente de la bahía que
veía desde su ventana.

La poca confianza que podía haber adquirido la noche
anterior camino a casa, desde la estación BART, se
había desvanecido. Los hombres de su extraño
sueño -Charlie, el hombre calvo, el hombre alto y el
hombre elegante- no habrían podido ser más
irrelevantes en este momento. Andrew veía con terror las
próximas horas de su vida.

El teléfono timbró y Andrew
oprimió el botón del altoparlante.

"Sí, Joan".

Una voz de mujer le dijo lo
que ya sabía. "Estamos esperándote".

"Voy inmediatamente".

Andrew respiró profundamente y se dirigió a la
puerta.

Como era la reunión anual de la junta directiva, la
sala estaba llena. El presidente, un hombre corpulento de
piel
bronceada, ocupaba la cabecera y había otras doce personas
sentadas alrededor de la larga mesa. La mayoría eran
miembros de la junta, a excepción de Stephen, el gerente
financiero, Janice, la gerente de ventas, y Joan, la asistente
personal de Andrew.

Tomando el único asiento vacío en la otra
cabecera de la mesa, saludó con la cabeza
a los miembros de la junta. Fue entonces cuando vio una cara
desconocida: la de una mujer de rasgos duros y cabello canoso.
Antes de que pudiera presentarle un saludo, el presidente
anunció: "Andrew, le presento a Kathryn Petersen de
B&B Securities. Creo que ustedes hablaron algunas veces
durante las conferencias telefónicas del trimestre pasado.
Ella tomará el puesto de Carl en la junta.

Andrew recordó haber hablado con Kathryn pero
había olvidado que estaría presente en la
reunión de ese día.

"Es un placer conocerla, Kathryn". Andrew cruzó la sala
para darle la mano a Kathryn, quien no dijo nada y se
limitó a sonreír cortésmente.

Cuando Andrew regresó a su asiento, el presidente dio
comienzo a la sesión. "Bueno. Creo que todos conocemos los
resultados financieros del trimestre. Yo diría que
son…"

"Nada espectaculares", interrumpió Andrew.

Las risas fueron más fuertes de lo necesario, siendo la
del presidente la más fuerte de todas. "Cierto. En todo
caso, todos recibieron una copia de los estados
financieros trimestrales y anuales en sus paquetes, de manera
que conocen los detalles. En lugar de pedirle a Andrew que nos
someta al recuento de todos los pormenores, creo que sería
mejor concentrarnos en algunas de las iniciativas que hemos
puesto en marcha para la primera parte de este año'".
Muchos de los miembros de la junta manifestaron su
aprobación a la sugerencia del presidente con un movimiento de
cabeza.

Andrew se preguntó si se iría a salvar tan
fácilmente y deseó con todas sus fuerzas que
así fuera. Kathryn escribió algo en una libreta y
Andrew se preguntó qué sería.

El presidente continuó: "Bien, Andrew. Supongo que
oiremos hablar del plan de
remuneración de los ejecutivos para el año entrante
y de la
investigación sobre los clientes que
adelantamos el trimestre pasado".

Andrew hizo una seña con la cabeza a Stephen, su
gerente financiero, quien estaba encargado de presentar el plan
de remuneración. Tras debatir durante una hora los
méritos de las opciones de compra de acciones
versus los bonos en
efectivo, se sentó. Kathryn no hizo comentario alguno pero
consignó nuevamente una nota corta en su libreta.

Entonces Andrew procedió a resumir la investigación sobre los clientes,
explicando que era necesario hacer trabajo adicional para
confirmar que la publicidad en revistas de negocios fuera en
realidad la respuesta a sus problemas de marketing. Algunos
miembros de la junta hicieron unas preguntas de rigor, pero
Kathryn continuó en silencio y, de no haber sido porque
tomaba notas en su libreta, se habría dicho que no
tenía interés en la conversación.

Al mediodía sirvieron el almuerzo y mientras
comían, Janice, la gerente de ventas, explicó los
planes para rediseñar la organización de ventas por teléfono.
Los miembros de la junta aplaudieron sin mayor entusiasmo al
final de la exposición.

Durante las horas que siguieron, la junta aprobó una
iniciativa para cambiar el precio de las acciones y
estudió una demanda de uno
de los accionistas. Andrew se manejó admirablemente
durante esas conversaciones, proyectando confianza y buen humor.
Hasta se sorprendió al descubrir que disfrutaba de la
reunión.

A las dos de la tarde comenzó a decaer la
reunión. El presidente miró el reloj. "Bien, creo
que hemos abarcado todos los puntos de la agenda. Si no hay nada
más, sugiero que demos por terminada la sesión". Y
volviéndose a Joan, la asistente de Andrew,
preguntó: "¿Cuándo es nuestra siguiente
reunión, Joan?"

Andrew sintió una extraña sensación de
alivio. Extraña porque estaba mezclada con un toque ligero
de culpabilidad. Sin embargo, no veía la hora de abandonar
la sala, salir de la oficina y correr
a su casa. Al oír la respuesta de Joan a la pregunta del
presidente, los miembros de la junta comenzaron a recoger sus
papeles y portafolios.

Entonces Kathryn puso freno a la salida de todos al alzar la
mano, tratando de atraer la atención del presidente.
Éste le sonrió, divertido ante su forma tan
cortés de pedir la palabra. "Sí, Kathryn".

El ruido de la sala se fue apagando
lentamente.

Kathryn frunció el ceño y llevó la mirada
a la libreta de notas que tenía delante. "Antes de irnos
me gustaría hacer algunas preguntas".

Los otros miembros de la junta dejaron de recoger sus
cosas.

"Adelante, Kathryn. No estaba seguro de si usted
querría hablar hoy".

"Bien", dijo ella pausadamente y con tono serio. "No me gusta
hablar demasiado en mi primera reunión con la junta. Por
lo general necesito varias sesiones para enterarme bien de la
situación de la compañía".

El presidente asintió y Kathryn añadió:
"Pero esta vez no".

Ahora el silencio era total.

Kathryn alzó los ojos. "Tengo una pregunta".

El presidente miró a Andrew, quien no se
movió.

Kathryn se volvió hacia Andrew. "¿Cómo
cree que serán los primeros dos trimestres del año,
Andrew?" Antes de que éste pudiera responder, ella le
aclaró la pregunta. "Es decir-, sabemos cuáles son
las proyecciones, ¿pero cree que los problemas que tuvo el
año anterior se resolverán?"

Andrew reflexionó, pero sólo un momento. "Bueno,
ante todo, espero contratar pronto a un director de marketing;
una vez llena esa vacante lograremos un buen impulso".

Kathryn siguió esperando, de manera que Andrew
continuó. "Y el mercado debe mejorar este año, lo
cual nos ayudará. Y por último estamos contemplando
la adquisición de una empresa con el propósito de
ampliar nuestra línea de servicios. No cabe duda de que
todas estas cosas nos ayudarán".

Kathryn puso su bolígrafo sobre la mesa y se
volvió hacia el presidente, quien no reaccionó ante
la respuesta de Andrew. "Está bien. Pertenezco a muchas
juntas directivas y ustedes me pagan por estar aquí, de
manera que no pienso endulzar mis palabras". Se hizo un silencio
sepulcral en la sala. "Ustedes tienen problemas muy serios".

El presidente habló. "Es cierto que el mercado no
está donde debería y que nos gustaría tener
mayor ingresos por ventas, pero yo no creo que las cifras de
Andrew estén…"

Kathryn interrumpió con delicadeza pero firmemente. "No
me refiero a las cifras. Sencillamente no percibo una
sensación de apremio".

El presidente casi arrugó el entrecejo. Andrew
trató de no reaccionar.

"Esperar a que el mercado mejore es una actitud por
demás pasiva. Y pensar que lo único que necesitan
es contratar a un nuevo director de marketing es un plan bastante
pobre para darle un giro a la situación. El impacto del
nuevo director no se verá antes de unos cuantos
trimestres". Ojeó las notas. "Ah, y el asunto de la
adquisición. Ya tienen suficientes problemas con la
gestión
de esta empresa. Creo que lo único que lograrán
adquiriendo otra compañía es distraer
todavía más su atención".

El tono directo de Kathryn los tenía petrificados a
todos. Stephen, el gerente financiero, fue el primero en
reaccionar. "No quisiera sonar como si estuviera a la defensiva,
pero ¿está usted completamente familiarizada con
nuestra industria? Nuestra situación es mucho mejor que la
de muchos de nuestros competidores".

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