Resumen
Es asombrosa la capacidad que tiene
José Martí
en adelantar ideas en un terreno que en su época
está poco estudiado a nivel teórico y como estas
pueden ser comparadas con las que unos años después
desarrolla el hombre que
traza las pautas del deporte moderno, Pierre de
Coubertín, comparación en la que sobresale el hecho
claro de que ambos tuvieron puntos de encuentros en cuanto a la
importancia del desarrollo de
la actividad física para el
hombre, pero
las miradas fueron diametralmente distintas, la del Barón
desde su educación elitista,
tratando de salvar el orgullo de una clase y de
afianzar supremacías falsas, las de nuestro Martí
desde la desprejuiciada objetividad del humanista moderno, de
asombros en asombro, pero sin dejarse encandilar en cuanto a las
prioridades de los seres humanos, para él la máxima
de "Mente sana en cuerpo sano", no fue solo un slogan.
Desarrollo
Desde que José Martí comienza a reportar para
los diarios hispanoamericano sus noticias e
impresiones sobre los Estados Unidos,
incluyendo los temas sobre deporte y actividades físicas,
hace fuertes críticas al profesionalismo, tanto por el mal
hábito de las apuestas, el daño a
la integridad y la salud humana, como por la
violencia
desmedida en la brutal lid o en el público que la
aplaude.
También le hace señalamientos críticos al
deporte colegial norteamericano: "En muchas universidades es
más la pompa que la ciencia, y
el pelotear que el leer",[1] "Esas fiestas de fin
de curso, si no acabasen en regatas enconadas y en
desafíos celosos de pelota, serían cosa
bella…"[2]
El mismo deporte colegial que por estos años provoca
solo elogios superlativos a Pierre de Coubertin(1863 -1937), el
maestro francés que recorre estas instituciones
de enseñaza superior en Inglaterra y los
Estados Unidos estudiando sus programas de
desarrollo físico del cuerpo de sus alumnos a
través de los deportes y la ejercitación
atlética.
Martí observa la enconada y enfermiza rivalidad entre
los estudiantes de un curso con otros, de los estudiantes entre
sí y de los colegios por obtener victorias en los
encuentro inter universidades, tanto que queda en un segundo
plano el redimiendo académico del alumno. Comenta como se
adora al fuerte, por encima del talentoso, como las mujeres
admiran a los atletas por sus condiciones físicas,
desdeñando las cualidades intelectuales
y espirituales; como la rivalidad termina muchas veces en
riñas y odios que obliga en ocasiones a las autoridades de
esos centros a suspender las competiciones.
Coubertin en sus indagaciones
posteriores[3]busca patrones a seguir para formar
a los hombres de la futura élite de las sociedades
capitalistas. Para él, el deporte ocupa un lugar
fundamental en el desarrollo del ser humano por lo que
intentó aumentar el lugar de este en la educación de
juventud.
Se basó para ello en el movimiento
deportivo que en Inglaterra, había desarrollado un gran
pedagogo, el abate Thomas Arnold (1795-1842), quien fuera
director del colegio de Rudby y desarrolló la educación
física y la práctica deportiva de equipos y
disciplinas individuales, como ejercitación necesarias
para la formación del carácter y la ética del
futuro gentleman.
Arnold estaba convencido que los deporte, en primer lugar los
colectivos sirven para desarrollar la caballerosidad,
autodisciplina, hermandad, confraternidad y la necesaria vida en
comunidad de
los estudiantes[4]
Martí aboga por la ejercitación para el cultivo
del cuerpo en beneficio de la salud del ser humano y del
desarrollo espiritual de sus virtudes, de su acercamiento a la
naturaleza y a
la búsqueda de la perfección humana tanto en lo
ético como en lo estético. No exacerbar en el
atleta ese afán de marcas y músculos en detrimento de lo humano y
defendiendo el precepto clásico de competir por honor
así mismo, a su grupo, a su
patria y no terminar vendiendo sus habilidades al deporte rentado
que ya tiene un gran andamiaje en los Estados Unidos de su
época, y donde el deportista es apenas un actor de circo
en espectáculos que compara con los de Roma y
Pompeya.
Coubertin le cuenta a Europa de sus
experiencias por Inglaterra y los Estados Unidos en dos libros ya
clásicos: "Souvenir"s d"Amerique et de Grece" (1887) y
"Universites transatlantiques"(1888) que recogen sus elogios a
estas instituciones escolares en la que se forman los "fuertes y
triunfadores" que estarán luego dirigiendo la sociedad.
Este pedagogo y pensador francés, afirmaban que el
deporte y el ejercicio físico eran primordiales en la
formación del carácter del joven alumno y
sostenía que la educación selectiva era la que
llevaría a formar a los líderes de las democracias
liberales.
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