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El aprovechamiento de los espacios naturales en el horizonte tartésico (página 2)



Partes: 1, 2, 3

La raíz etimológica del nombre de "Chryssaor"
(mítico padre de Gerión) podría referirse,
en opinión de Maluquer, a la proverbial riqueza en mineral
aurífero del Bajo Guadalquivir, mientras que las "hoz de
oro" que
según la leyenda portaba Gerión, equi-valente a la
"luna de Deméter"[8]simbolizaría la
riqueza agrícola del territorio tartésico.
Según J.Ma Blázquez[9]los primeros
habitantes del bosque de los tartesios, una vez fina-lizada la
lucha de los titanes con los dioses[10]Fueron los
curetes, cuyo rey más antiguo sería el
citado Gárgoris, a quien se atribuye el arte de
aprovechar la miel. Sánchez
Dra-gó[11]por su parte, plantea el enigma,
al parecer no resuelto aún, de si estos "curetes" eran
originarios de Tartessos, o bien procedían de otro lugar
(entonces Habis o Habidis deri-varía del verbo hebreo
habar, que significa "extrañarse, pasar a otra
parte") J.M. Pérez-Prendes, por otro lado, y
basándose en lo que postula Lévy-Strauss en las
"Mitológi-cas", interpreta el mito
tartésico como simbolización del tránsito
del estado de
naturale-za al estado de cultura,
insistiendo en la contraposición entre un rey arbitrario y
tiránico (Gárgoris) y un rey legislador (Habidis),
basándose en una serie de características de ambos
monarcas que, según Bermejo, no aparecen en modo alguno
especificadas en el texto de
Justino.

Bermejo[12]siguiendo a Schulten, pone de
relieve la
evidente semejanza que pue-de observarse entre el mito de
Gárgoris y Habis y el de Aristeo[13]que
narra el origen mítico de la ciudad de Tebas ; lo que es
más: al igual que Aristeo, tras la muerte de
su hijo Acteón, fundó diversas colonias en
ultramar. También Norax, hijo de Gerión,
ha-bría fundado la ciudad de Nora, en Cerdeña.
Aristeo también se relaciona con la inven-ción de
las técnicas
agrícolas (fue, según se dice, el inventor del
aceite de oliva), de la ganadería
e incluso de la apicultura. El
equivalente griego de Habis serían otros reyes
áticos de la época mítica.: Cécrope,
Teseo, etc. La conclusión que saca Bermejo es la
siguiente[14]

"El mito tartésico que hemos examinado no
expresa, pues, ninguna transi-ción de una economía recolectora o ganadera a otra de
tipo agrícola, sino dos ac-tividades que coexisten y se
complementan dentro de una misma cultura. Esto en lo que a la
economía se refiere. Desde el punto de vista social no hay
en él tam-poco huellas de ningún "matriarcado",
pues el incesto no se institucionaliza en los sistemas
matrilineales, y por otra parte tanto Gárgoris como Habis
establecen la filiación y la herencia por
vía masculina. Los datos
sociológicos que suminis-tra el mito nos muestran dos
modelos de
cultura, representados por los reyes pa-dre e hijo, que
constituyen, como ya hemos indicado, diversos aspectos de una
estructura
social única".

Bermejo[15]concluye afirmando que, dado que, en
primer lugar, este mito no con-tiene referencias que conecten
Tartessos con el próximo Oriente y que, aunque encuen-tre
su paralelismo en mitos griegos,
no existe ninguna de estas narraciones que equival-ga por
completo al mismo, debe considerársele como
perteneciente al complejo cultural tartésico ;
pues, en efecto, los elementos de procedencia griega poseen
aquí una articu-lación propia, autóctona, ya
que "… este mito describe en primer lugar una serie de
ras-gos de la teoría
del poder real de
la cultura tartésica que poseen unos paralelos exactos en
el mito griego, y de un modo secundario algunos aspectos de la
expresión mitológica de esta sociedad que
también coinciden con algunos otros de la sociedad
helénica
".

Tales paralelismos están bastante claros ; así,
vemos cómo Blázquez[16]menciona el
Rapto de Europa[17]y el mito oriental de Gilgamesh
en relación con Gárgoris y Habis. También se
refiere a Gilgamesh[18]Robert
Graves[19](concretamente al viaje que lleva a cabo
este héroe a una isla sepulcral a través del mar de
los muertos, utilizando sus pro-pias ropas como vela, tal como
consta en la 11a tablilla) al analizar la historia del déci-mo
trabajo de
Hércules, que conecta, como hemos visto, la mitología
griega con la tarté-sica, otorgando de esta forma un
origen sumerio a este mito. Según él, la leyenda
del ro-bo de las vacas de Gerión podría haberse
originado en una costumbre helénica patriarcal consistente
en que el marido solía comprar a su futura esposa con los
procedimientos
de un robo de ganado, una costumbre que aún está
vigente en ciertas partes de Africa.
También está relacionada esta narración con
la leyenda de Cuchulain, quien también penetró en
el infierno y consiguió volver con tres vacas y una
caldera mágica. Según Graves, "… las colonias
griegas pre-fenicias instaladas en España,
Galia e Italia bajo la
protección de Heracles han contribuido al mito ; y en el
sentido geográfico las Co-lumnas de Hércules
–a las que un grupo de
colonos llegó alrededor del año 1100 a. de C.- son
Ceuta y Gibraltar
". La interpretación del mito por parte de Graves
va, sin em-bargo, más lejos:

"No obstante, en un sentí-do místico
céltico-ibérico, las Co-lumnas son abstracciones
alfabéti-cas. "Marwnad Ercwif", antiguo poema galés
…, trata del Heracles celta … y cuenta cómo Ercwif
eri-gió … las cuatro columnas de cinco letras cada una
que formaban el al-fabeto bárdico de veinte letras
lla-mado el Boibel-Loth. Parece que, alrededor del año 400
a. de C., este nuevo alfabeto, cuyos nombres de las letras
griegas se referían al via-je celestial de Heracles en la
copa del sol, su muerte en el
monte Ea y sus poderes como fundador de ciudades y juez,
reemplazó al alfabeto de los árboles
Beth-Luis-Nion, los nombre de las letras del cual se
referían al sacrificio homicida de Crono por las mujeres
salvajes. Puesto que las Gorgonas tenían un bosquecillo en
Eritia –"Isla Roja", identificada por Ferécides como
la isla de Gades- la incursión de Heracles en Eritia,
donde mató a Geriones y al perro Ortro –el astro
Sirio- se refiere a la sustitu-ción del alfabeto de Crono
por el alfabeto de Heracles".

Con referencia al tema lingüístico a que nos
estamos refiriendo, J. Gorrochate-gui, analizando
topónimos peninsulares que remiten a épocas
prerromanas, distingue dos tipos de lenguas en el
ámbito de la Península
Ibérica[20]

  • a) Netamente no-indoeuropeas
    (ibéricas): Andalucía Oriental, Levante,
    Cataluña, Valle del Ebro y Sur de Francia (
    topónimos en –briga

  • b) Netamente indoeuropeas (célticas):
    Resto del territorio peninsular ( topónimos en
    ilu-/ili-

Untermann (1944), por su parte, según consignan Arturo
Ruiz y Manuel Moli-nos[21]observa cómo en
la zona que nosotros estamos estudiando, en torno a
Córdoba, "… se superponen los hallazgos de escritura
ibérica meridional a una serie de topóni-mos
vinculados al área tradicionalmente tartésica, como
los iniciados en
ob- e ip- y los
terminados en
–uba (-oba) e ippo
(-ipo
), que alcanzan el área Córdoba-Obulco
en su parte más oriental
". Estos autores se refieren
a una mezcla lingüística entre las dos grandes
regiones, y lo mismo ocurre al parecer si se relaciona la zona
oriental del Algar-ve portugués con la baja
Andalucía. Además, en esta región son
particularmente abun-dantes los topónimos en ili-,
iler-, ilu- (ver mapa), "… tan
presentes en toda el área ibé-rica (Ilerda en
Cataluña, Ilercavones en el área castellonense,
Iliturgi en el Alto Gua-dalquivir) y desarrolla el
topónimo con
–brice, que cubre buena
parte del otro área pe-ninsular, y, por supuesto, la
cuenca del río Guadalquivir y en general el sur
portu-gués
". Es precisamente aquí, es decir,
en Andalucía y todo el Sudoeste de la península
(desde el Algarve portugués y Extremadura por el Norte
hasta el Bajo Guadalquivir por el Este), donde se han encontrado
un total de 74 lápidas escritas en lo que se ha dado en
llamar "escritura del SW", fechada en torno a los siglos VII y VI
a.d.C. ; Wikander (1966) identifica en sus trazos formas
indoeuropeas, pero el sistema
aún no ha sido des-cifrado en su totalidad. Gorrochategui
concluye:

"No es imposible que en el Sudoeste hispano
contemos con una lengua
in-doeuropea hacia el siglo VI antes de Cristo ; una
vinculación más estrecha con la Península de
Anatolia y el Mediterráneo Oriental tampoco es imposible,
para la cual tenemos que pensar en el problema planteado por el
etrusco en Italia (cuya clasificación como lengua
indoeuropea de aspecto anatolio ha difundido última-mente
entre nosotros Adrados), la presencia de cerámica micénica en Montoro,
Córdoba (Martín de la Cruz, 1992) y el propio
topónimo Tartessos, que nos lleva al conjunto de
los topónimos y vocablos culturales egeos en
–ssos. Pero otra cuestión bien diferente es
probar que la lengua de las inscripciones del Sudoeste es
indoeuropea, y eso está por el momento lejos de haber sido
logrado".

En opinión del profesor
Tejera Gaspar[22]el nacimiento del mito de
Gárgoris y Habis "… se asocia con el surgimiento de
una estructura
política
centralizada y jerar-quizada
". En ese sentido, este autor
acepta dicha leyenda, lo mismo que Bermejo y otros, como un hecho
cultural propio de la civilización tartésica.
Discrepa. Sin embargo, con lo apuntado por
Maluquer[23]según el cual el Argantonio
citado por Herodoto sería el primer monarca
histórico conocido de Tartessos ;Tejera piensa que tras el
aparente relato histórico en cuestión subyace un
personaje de indudable carácter legendario, em-parentado
posiblemente con el mito de Habis[24]Probablemente
se trate –ya que Silio Italico lo categoriza como "rey
guerrero"- de un fenómeno de heroización y
sublimación de la figura de algún jefe real ; se
supone que, como ocurre con todos los relatos
mitoló-gicos, éste concretamente serviría
originalmente a los turdetanos (habitantes de la
re-gión en época romana, y que se consideraban a
sí mismos como descendientes de los "tartesios") para
revivir acontecimientos de carácter comunitario,
narraciones "… en las que todos los componentes del grupo
social participan y se sienten identificados
", sien-do de
esta forma transmitido de generación en generación
hasta que por fin, hacia el si-glo III a.C., llegó a
conocimiento
de los historiadores clásicos[25]Intentando
contextua-lizar el mito de Habis, Tejera fija su atención en una serie de hallazgos
arqueológicos que le parecen
significativos[26]

  • 1) Los objetos de época ibérica
    (jarros, jarras, cerámicas, esculturas y relieves) en
    que aparecen ciervos/ciervas

  • 2) Los repertorios míticos de la
    Pàtera de Tivissa, la Pàtera de
    Santisteban del Puerto
    y del Santuario-Palacio de
    pozo Moro
    (Albacete)

  • 3) La representación/exaltación de un
    hombre arando con bueyes en diversas piezas de
    cerámica.

  • 4) Los elementos iconográficos, sobre todo
    representando bóvidos y cérvidos, presentes en
    la cerámica orientalizante.

  • 5) La exaltación del toro en el arte
    ibérico (toros sobre columnas).

  • 6) La simbolización del mar en los bronces de
    Maquiz (Jaén).

  • 7) La asociación arqueológica de los
    santuarios con estructuras de jefatura
    teo-crática.

Según consigna Tejera[27]los "ciervos"
son asociables, dentro del mundo ibéri-co, a procesos de
heroización ; es lo mismo que afirma Boyce
refiriéndose a Zarathus-tra, el cual asume sucesivamente
los papeles de Sacerdote, Guerrero y pastor de hom-bres. En
cuanto a las "relaciones familiares" que aparecen reflejadas en
el mito, con el incesto y el abandono de Habis, así como
el hecho de que Gárgoris no reconociera al principio su
paternidad, denotarían "… la existencia de un
sistema de parentesco basado en la des-cendencia
matrilineal
", aunque carecemos de evidencia
arqueológica sobre el particular. Según Tejera, de
este mito (Habis como legislador e introductor de avances
tecnológicos y económicos) y de los hallazgos
arqueológicos se deriva que la sociedad tartésica
tuvo que alcanzar una gran complejidad político-social ;
así, parece ser que el territorio estaba dividido en 7
ciudades
y se diferenciaba claramente entre el pueblo (al
que estaban prohibidos los oficios serviles ; se trata, pues, de
un estamento aristocrático privilegiado) y el resto de la
población (la "plebe"), compuesta por
sacerdotes, guerre-ros, comerciantes, artesanos y agricultores, y
también se habla de los esclavos. Las fuentes
etnohistoóricas, por otro lado, se refieren a una serie de
pueblos prerromanos que habitaban la zona y que posiblemente se
encontraban subordinados a los
turdeta-nos[28]hiberos, cibicenos, cinetes,
libiofénicos (¿fenicios?),
mastenios, bástulos (o "basbetanos"), guimetes, maesenes,
elmaneios, ileatas, campsios, etc.

La fabulosa Tarshish (¿Tartessos?)

La Depresión
del Guadalquivir, una amplia llanura en forma triangular de unos
150 m de altitud media y aproximadamente 330 km de longitud por
200 km de anchura, ampliamente abierta hacia el Atlántico,
se sitúa, como describe Luis Solé
Sabarís[29]en-tre los bordes escarpados de
la Meseta y las serranías béticas. Se trata de una
zona hun-dida por consecuencia de los paroxismos alpinos y
rellenada posteriormente por sedi-mentos terciarios
(oligocénicos y nio-pleistocénicos) relativamente
modernos y de espe-sor considerable. Dicho relleno es casi
exclusivamente marino, y dominan los relieves en colinas y tomas
suavemente onduladas, modeladas a expensas de dichos materiales ;
el contacto con el océano tiene lugar a través de
una ancha zona anfibia de marismas, heredadas del antiguo Lago
Lagustino que citan las fuentes griegas y latinas, y una an-cha
franja de dunas, las Arenas Gordas. El río es navegable en
gran parte de su curso inferior.

Como especifica Tejera[30]aún no se ha
determinado bien qué porción de la De-presión
del Guadalquivir ocupaba en su momento el territorio
tartésico, teniendo para ello que partir tanto de los
datos arqueológicos como de las fuentes escritas ; sin
embar-go, podemos enmarcarlo en un área geocultural que
abarca el Bajo Guadalquivir y su "hinterland", pero
expandiéndose también por el Norte hasta
Extremadura, y por el Este hacia la desembocadura del río
Segura. Es, no obstante, evidente que en ese espacio
geográfico, y especialmente en su área nuclear
(i.e., Bajo Guadalquivir+Córdoba+Huel-va) el río
debió desempeñar un papel primordial como factor
ecobiológico, regulando como una arteria todo el
área geocultural en cuestión: cultivos,
aprovechamiento gana-dero, áreas de caza y
recolección, áreas mineras y rutas comerciales.
Ahora bien, hay que tener muy en cuenta, como recuerda
Tejera[31]sobre todo a la hora de formular al-guna
hipótesis acerca de posibles ubicaciones de
lugares mencionados en las fuentes do-cumentales, que la zona en
cuestión ha estado inevitablemente sometida a lo largo de
los siglos a una serie de transformaciones en su paisaje por
vía tanto natural como antró-pica (v.gr., tala de
bosques cercanos al cauce del río, que han facilitado el
arrastre de tie-rras en la cuenca fluvial, con el consiguiente
depósito sedimentario en su desembocadu-ra, etc.) que han
terminado por ocultar a nuestros ojos actuales su antigua
morfología. Habrá, en consecuencia,
que añadir al estudio de los textos clásicos las
aportaciones de otras disciplinas suplementarias: toponimia,
estudios polínicos, etc.

Según consigna Blázquez[32]hacia
el final del 2o Milenio a.d.C. se recibió por primera vez
en la Península Ibérica la visita de los
fenicios[33]quienes establecieron una
serie de factorías mercantiles en la costa meridional,
circunstancia que a la larga motivaría una profunda
semitización de los pueblos situados al Sur del río
Tajo, y sobre todo en amplias zonas de la costa peninsular.
Probablemente hacia finales del siglo VII a.d.C. se les
añadieron, según Pedro Bosch
Gimpera[34]visitantes griegos, los cuales
se enterarían de la existencia de los países del
Extremo Occidente gracias a la difusión por todo el
Mediterráneo de los mitos fenicios acerca de la
extraordinaria riqueza de aquellos lugares ; prueba de ello es
que los helenos comenzaron a ligar los dioses feni-cios con su
propia mitología (v.gr.,
Herakles-Melqart[35]Para Bosch, las
expediciones griegas a que nos referimos vinieron motivadas por
dos acontecimientos fundamentales:

  • a) El viajes de Colaios de Samos a Tartessos el
    año 630 a.d.C., que constituye el primer intento
    conocido por parte de navegantes griegos de explorar la
    fuente del metal en el lejano Occidente.

  • b) La circunnavegación de Africa por parte de
    navegantes fenicios (609-553).

La noticia de ambas empresas
debió llegar a la colonia focea de Naucratis, en
el Delta del Nilo, animando a sus habitantes a emprender nuevas
exploraciones por Ligu-ria, Oberia y Tartessos con fines
comerciales, lo que daría lugar a lo que se conoce co-mo
Thalassocracia Focea. La colonia de Massalia
(Marsella) fue fundada el año 600, y desde allí
partieron expediciones hacia la Península Ibérica,
aunque los foceos llegaron probablemente a la misma desde el
Golfo de Nápoles aprovechando el puente de las is-las
mediterráneas.: Terranova, Menorca, Mallorca, Ibiza,
Formentera, Peñón de Ifach y Denia ; allí se
fundó la colonia de Artemision, para seguir
costeando hasta Tartessos. Las fuentes clásicas hablan de
la colonia de Mainake sita probablemente en la
desembo-cadura del río Vélez, cuyos restos
arqueológicos no han sido localizados todavía ;
según Schulten, se trata del asentamiento de Torre del
Mar
, aunque hasta el momento no se han hallado allí
más que restos fenicios. Poco después del
año 500, otros navegantes fo-censes, esta vez partiendo de
Marsella, fundaron en tierras ibéricas la ciudad de
Ampu-rias.

Como asegura Blázquez[36]ni fenicios ni
griegos intentaron conquistar el terri-torio peninsular, y se
limitaron a instalar factorías comerciales en la costa ;
fue a través del comercio como
ejercieron su influencia sobre las poblaciones del interior. El
llama-do "período orientalizante" terminó hacia
finales del siglo VI a.d.C., iniciándose enton-ces la
etapa "turdetano-ibérica". Más tarde, a partir del
año 237 a.d.C., los cartagineses, bajo el
dominio de la
dinastía bárquida, conquistaron amplias zonas de la
Península, y a partir del 206 a.d.C. toda la región
a que nos estamos refiriendo cayó en poder de Roma.
Según Blázquez[37]"Tartessos
centra la Historia del Mediterráneo Occidental duran-te la
primera mitad del primer Milenio antes de Cristo y está
presente económicamente en todo el Mediterráneo
Oriental
". En opinión de Aubet[38]por
otro lado, es posible que hubiese una "pre-colonización"
fenicia en Italia y en la Península Ibérica,
centrada en el comercio de objetos de lujo y basada en el trueque
simple, "… que apenas dejaría vestigios
arqueológicos y que precede directamente a los
asentamientos coloniales pro-piamente dichos
". Es ta etapa
precolonial estaría situada entre finales del siglo X
a.d.C. y principios del
VIII, y no en el siglo XII, como afirman Bosch y otros.

El principal argumento supuestamente de peso que han esgrimido
los defensores de una colonización cananea temprana es,
aparte del algunas estatuillas y piezas de
cerá-mica[39]y de la Estela de
Nora
(hallada en Cerdeña, en la ciudad que, como
hemos vis-to, supuestamente fundó Nórax, el hijo de
Gerión)[40], es el vocablo
Tarshish que aparece en diferentes fuentes
bíblicas[41]y que se suele asociar con un
toponímico. Así, en el "Salmo 72" (650 a.d.C.) y en
el "Libro de los
Reyes" (586 a.d.C.) se nombran las famo-sas "naves de
Tarshish
", que parten de Eziongeber rumbo a Ophir en busca
de oro, pla-ta, marfil, monos y pavos (I Re 9:26-28, 22-49) ; en
este caso, las susodichas naves co-merciales fenicias
difícilmente podían dirigirse hacia el
Mediterráneo Occidental, y mu-cho menos hacia puertos del
Atlántico, ya que, como recuerda Aubet, por aquella
época "… el horizonte geográfico de los
hebreos era considerablemente limitado y no alcanzó
más de Chipre y el Egeo
". También se mencionan
las "naves de Tarshish" en "Isaías 216" (739 a.d.C.), esta
vez como sinónimo de la riqueza, lujo y soberbia que
mostraba la ciudad de Tiro. Unicamente a partir del siglo VI-V
a.d.C. (Jeremías, Jonás y Génesis 10:4) se
refiere este vocablo a un topónimo del
Mediterráneo, designando un lugar no necesariamente
ibérico desde donde llegaban a Tiro plata, hierro,
estaño
y plomo ; estos textos, junto con la inscripción asiria de
Asarhadon (671 a.d.C.), que afirma que las con-quistas de este
rey hacia el oeste habían llegado hasta un cierto
"Tar-si-si" (que no podía de ningún modo estar en
España, puesto que los asirios, como se sabe, nunca
tuvieron un imperio mediterráneo) son las principales
pruebas
aducidas por los partidarios de identificar Tarshish –que
para las fuentes clásicas no era otra que Tarsos, en
Cilicia- con la hispánica Tartessos.

Sí que resultan inequívocas, en cambio, las
fuentes griegas contemporáneas a los asentamientos
coloniales a que antes nos hemos
referido[42]Alrededor del año 600 a.C.,
Estesicoro, en un poema titulado "Gerioneis" que nos ha
transmitido Estrabón, cita espe-cíficamente la
existencia de un río rico en mineral de plata denominado
"Tartessos", y Esteban de Bizancio menciona una ciudad
con el mismo nombre que aquel río, que, se-gún
él, también transporta estaño, al cual
Escimio añade oro y cobre ; tales
afirmaciones vienen corroboradas por textos de Eustrato
y Aristófanes (en "Las ranas"). El escritor
griego de ese período, sin embargo, que más
información aporta acerca de la presunta
ubicación geográfica de la misteriosa ciudad de
Tartessos ha sido Avieno, quien afirma lo siguiente:

  • Tartessos se encuentra en una isla del golfo de su mismo
    nombre, donde de-semboca un rio, llamado igualmente
    Tartessos, que baña sus murallas des-pués de
    pasar por la Laguna Ligustina.

  • La desembocadura del río Tartessos forma varias
    bocas (tres a Oriente y cua-tro a Mediodía) ; cerca de
    las mismas se halla el Monte de los Turdetanos, lleno de
    bosques, y el Monte Argentario, sobre la Laguna Ligustina, en
    cuyas laderas brilla el estaño.

  • La ciudad de Tartessos está a cuatro días de
    camino de la región del Tajo, y a cinco de Mainake,
    donde los ricos tartesios poseen una isla consagrada por sus
    habitantes a Noctiluca.

  • El límite oriental del dominio de los tartesios
    estuvo, en tiempos, en la región de Murcia, y el
    occidental en la de Huelva.

Por otro lado, el Periplo Massaliota, que narra un
recorrido por las costas hispá-nicas realizado por griegos
de Massalia, suministra algunos datos geográficos
más ; se trata de topónimos, varios de los cuales
han sido identificados[43]

  • 1) La marisma Erebea, con la ciudad de
    Herbi (Huelva)

  • 2) El Ibero, que separa a los "cibicenos" de
    los tartesios

  • 3) La isla Cartere (Saltés), patria
    de los "campsos" (celtas)

  • 4) El monte Cassio (Cerro del Asperillo)

  • 5) El "fasi promines" y el castillo de Geronte

  • 6) El golfo Tartesio

  • 7) La ciudad de Tartessos, ubicada en una isla entre
    las bocas del río (posible-mente la Eritia).

Intentando emular lo conseguido por Schliemann en Troya,
Schulten intentó en-contrar la susodicha capital del
reino tartesio, inspirándose para ello en textos de
Posi-donio de Apamea, quien en la época de la
Guerra
Sertoriana visitó Cádiz con objeto de estudiar el
fenómeno de las mareas, y Asclepiades de Milea,
que enseñó Gramática en Turdetania durante la
dominación romana y escribió una descripción de sus
pueblos[44]Excavó en el Coto de
Doñana y no encontró ningún asentamiento lo
suficientemente grande como para considerarlo una ciudad
importante ; verificó, eso sí, a partir de
estu-dios topográficos que el río Guadalquivir
(¿el Tartessos?) había tenido efectivamente varias
bocas. Schulten localizó igualmente la isla de Tartessos,
pero "… a pesar de la retórica de Avieno, es
seguro que en
tal isla no hubo ninguna ciudad
". La opinión al
respecto de Bosch Gimpera[45]es que no sólo
no existió nunca una ciudad llamada Tar-tessos en la
desembocadura del Guadalquivir, sino que es probable que dicha
ciudad no existiese en absoluto:

"O los foceos para comerciar con los tartesios remontaban uno
de los brazos del río y llegaban a la verdadera capital
[tal vez Carmona o Carambolo], o en la isla
habría solamente un "mercado", …, un
lugar abierto, … sin construcción algu-na".

Más recientemente, A. Cruz Arenas, basándose en
un informe sobre la
paleo-morfología de la desembocadura del Guadalquivir,
supone que dicha boca no se encon-traría en época
tantésica, o sea entre finales del 2o Milenio y mediados
del 1o, en el mis-mo lugar en el que hoy está, sino unos
cuantos kilómetros más arriba. En base a eso su
hipótesis sobre el particular es que la tan buscada ciudad
de Tartessos "… debió encon-trarse en la zona
comprendida entre Aznalcázar y Casanieves, en la provincia
de Sevi-lla, al borde Oeste del Aljarafe que linda con el
río Guadalquivir
"[46].

Estado de la cuestión

Como afirma Antonio Tejera[47]"… no
existe acuerdo entre los investigadores en torno a lo que las
fuentes grecolatinas conocieron en la antigüedad como
Tartes-sos
". De hecho, los autores ni siquiera se ponen de
acuerdo sobre si se trataba de un te-rritorio, una ciudad o una
etnia. Tejera
atribuye ese hecho a la tendencia generalizada a explicar este
fenómeno histórico a partir de los primeros
asentamientos fenicios, al ini-cio de lo que se ha dado en llamar
"etapa orientalizante", fechable desde inicios del siglo VIII
hasta finales del siglo VI a.d.C. El período anterior
(entre los siglos XII-XI hasta comienzos del VIII) se ha
entendido por lo general como una "etapa de formación", en
el curso de la cual se ha supuesto que las poblaciones de la zona
fueron asimilando lentamente las aportaciones culturales
recibidas a través del Mediterráneo. Tejera
consi-dera, en definitiva, dos posibles tendencias dentro de este
campo de investigación:

  • a) Aquellos para los cuales sólo es posible
    hablar de "cultura tartesia" a partir de la presencia de
    fenicios y griegos, es decir, desde los inicios del siglo
    VIII a.d.C. en adelante.

  • b) Los que, como Tejera, piensan que dicha cultura
    habría que retrotraerla al Bronce Final, como
    mínimo a su última etapa (siglos X al VIII
    a.d.C., defi-niendo a tal efecto las características
    propias de Tartessos a partir de las tra-diciones culturales
    del Bronce andaluz, diferenciándolas claramente de
    aque-llas aportaciones provenientes de las relaciones
    comerciales con pueblos fo-ráneos (proceso de
    aculturación).

Para abordar tales definiciones, Tejera[48]se
basa en el concepto de
"civiliza-ción" tomado de Colin Renfrew. Según
dicho autor, el hombre
civilizado "… ha creado para sí un nuevo entorno,
que le aísla (o aísla al menos a aquellos bien
situados en la jerarquía social) del contacto inmediato
con el mundo de la naturaleza o
de las necesi-dades obsesivas del cazador o del agricultor,
forzado a la autosuficiencia
" ; en resu-men, una
"civilización" es una sociedad compleja donde confluyen
los siguientes rasgos:

  • Una estratificación claramente definida

  • con sus príncipes y sus sacerdotes, con sus
    artesanos que son profesionales de plena
    dedicación

  • producen toda una gama de objetos refinados

  • con una organización centralizada permanente

  • a menudo dotada de escritura

  • a la sombra del palacio del príncipe, o del templo
    del pontífice

  • o apoyada en una colectividad urbana establecida en una
    ciudad.

En este trabajo nos proponemos analizar el horizonte de
Tartessos desde el punto de vista del aprovechamiento de los
espacios naturales por parte de dicha cultura. A tal fin
seguiremos el enfoque propugnado por Tejera y otros de intentar
establecer los ele-mentos característicos
autóctonos de la misma a partir de las tradiciones del
Bronce Fi-nal Andaluz, para posteriormente diferenciarlos de los
aspectos foráneos provenientes del Mediterráneo
Oriental, propios del llamado "periodo orientalizante". Nuestro
estudio constará, pues, de dos apartados, uno dedicado a
cada una de las etapas en cuestión. En las conclusiones
finales intentaremos determinar en qué consiste la
diferencia entre am-bas épocas, utilizando todas las
fuentes bibliográficas que estén a nuestro alcance
y refi-riéndonos como corroboración empírica
a las referencias que podamos hallar acerca de los
correspondientes vestigios arqueológicos del
período estudiado.

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El bronce final en la
zona sudoccidental de la Península Ibérica

Preliminares

Hacia el 3000-2500 a.C., coincidiendo con el comienzo de la
Edad de los meta-les, tienen lugar en toda Europa los
últimos momentos del clima sub-boreal;
el cambio climático que está teniendo lugar
conlleva un aumento generalizado de las temperaturas y de la
consiguiente aridez, que alcanzan su máximo hacia el
año 1100. La deforestación resultante de este proceso deriva
en un notable incremento de la producción cerealística en Europa
Central[49]Por otro lado, y tras una larga etapa
de experimentación, se alcanza una cierta madurez en
cuanto a técnicas metalúrgicas: se consigue
elaborar bronces con un contenido de estaño lo
suficientemente significativo como para conseguir una
aleación más sólida[50]Se
incrementa asimismo el volumen de las
transacciones comerciales ; ello trae consigo una mayor
difusión de los productos
metálicos, cambiando de esta manera de forma paulatina las
necesidades cotidianas de la población, tanto
bélicas como agrícola-ganaderas, industriales o
suntuarias; se empobrecen los trabajos en piedra tallada y la
industria
ósea, y aunque en agricultura
continúan utilizándose las herramientas
de piedra durante largo tiempo, la
introducción de hachas y hoces de bronce
produce un gran avance tecnológico ; la cerámica,
en cambio, se mantiene fiel a tradiciones previas. En lo
referente a manifestaciones funerarias, se puede decir que
durante el Bronce Medio se siguen manteniendo los tipos de
inhumación practicados a lo largo del Bronce Antiguo, o
sea, los enterramientos individuales, concentrados en
necrópolis más o menos extensas en las que las
tumbas se señalizan intencionadamente mediante
túmulos[51]Los asentamientos, por otra
parte, presentan una gran variedad de hábitats, aunque la
cultura material resulta ser bastante homogénea; ello es
índice, según Blasco, de que la sociedad de la
época, y muy particularmente sus élites dirigentes,
mantiene ya un importante nivel de intercambios, bien sea por
vía del comercio, bien a través de regalos por
amistad o por
alianzas políticas.

Lo mismo que el resto de los territorios europeos, la
Península Ibérica experi-menta, como consigna
Savory[52]y corrobora Blasco[53]un
importante proceso de cambio durante el Bronce Final, "…
favorecido por el desarrollo que
sufren las relaciones entre los diferentes ámbitos
culturales a consecuencia del singular despegue comercial
originado por la enorme producción de los talleres
metalúrgicos atlánticos y por la actividad
mercantil desarrollada en el Mediterráneo
centro-occidental, potenciados desde oriente sobre todo a partir
de las relaciones establecidas por Micenas en el entorno de la
Península Itálica[54]La
posición geoestratégica de la Península
Ibérica es causa del importante papel que sus gentes
juegan en estos momentos, particularmente a partir del siglo X,
momento en que los talleres atlánticos alcanzan su
clímax y sus producciones son adquiridas o imitadas en el
ámbito mediterráneo, cuyo comercio se encuentra ya
reorganizado tras la caída de Micenas
".

Andalucía Occidental

Generalidades

Blasco considera dos etapas en lo que se refiere al desarrollo
de la economía dentro del Bronce Final en esta
región[55]

  • a) Siglos XIII-XI a. de C.: Se produce en la
    zona un vacío demográfico (que Blasco
    insinúa podría no se real, y tratarse
    más bien de un vacío de
    investí-gación). La economía es
    fundamentalmente agro-pastoril, y la sociedad no se encuentra
    demasiado jerarquizada, ya que ni la ordenación urbana
    ni la dis-posición de los enterramientos reflejan la
    existencia de un grupo dominante que indudablemente tuvo que
    comenzar a formarse por esas fechas. No se re-gistran
    conflictos políticos importantes, ya que los
    asentamientos excavados no presentan obras defensivas;
    además, se encuentran ubicados por lo gene-ral en
    lugares totalmente abiertos y sin demasiado control visual
    del entorno. Existe un floreciente comercio basado en la
    producción metalúrgica.

  • b) Primer cuarto del 1er Milenio:
    Cristalización de un proceso de cambio gestado en
    centurias previas; se incrementa el volumen de los
    intercambios comerciales, y todo el Sudoeste se incorpora a
    las actividades relacionadas con la metalurgia, para acabar
    convirtiéndose en el más dinámico de los
    focos metalúrgicos peninsulares. En la Baja
    Andalucía la población se establece en
    asentamientos con arquitectura más sólida, ya
    sea reformando lugares pre-viamente ocupados, como
    Setefilla, El Berrueco, Colina de los
    Quemados
    o Asta Regia, ya creándolos "ex
    novo", como es el caso de Cabezo de San Pe-dro,
    Cerro Macareno o El Carambolo. El
    poblamiento avanza gradualmente de Norte a Sur y de Oeste a
    Este; los poblados se sitúan generalmente en
    elevaciones de escasa altura, con cabañas de tendencia
    circular u oblonga y con muros a base de entramado vegetal y
    barro. La actividad económica básica depende de
    la ubicación de los poblados: minería en las
    sierras occidentales, explotación agropecuaria en la
    campiña del Guadalquivir, caza, pesca y transacciones
    comerciales.

En cuanto a la actividad metalúrgica, Blasco establece
tres períodos:

  • BRONCE FINAL I (( 1200-1500 a. de C.): Inspiración
    en modelos centro-

europeos

  • BRONCE FINAL II (( 1050-900 a. de C.):
    Intensificación de la producción ;

depósitos más frecuentes con es-padas, puntas de
lanza, hachas, cascos, etc. ; algunos objetos de
oro[56]inspirados en modelos del
Atlántico Norte.

  • BRONCE FINAL III (( 900-750 a. de C.): Máximo
    esplendor, tanto en lo

referente a la fabricación como en cuanto a la
actividad comercial.

A esta última etapa, que según
Blasco[57]es "… el momento en el que la
incipiente presencia del hierro está ejerciendo una fuerte
presión sobre los broncistas que tratan de consolidar su
posición en un mercado que pronto perderán
definitivamente
", pertenecen los hallazgos submarinos
efectuados en la Ría de Huelva, consistentes
básicamente en espadas, y puntas de lanza de factura
atlántica, fíbulas de codo de inspiración
chipriota, un casco y un amplio surtido de puñales,
regatones o conteras, botones, broches de cinturón,
flechas, agujas, anillas, etc., según consigna José
Terrero[58]En opinión de Obermaier y Bosch
Gimpera, este hallazgo demuestra fehacientemente la existencia de
relaciones comerciales estables entre el mar Egeo y el Oeste de
Europa en torno a los años 1200-1000 a. de C. ; para
Terrero confirma en todo caso la antigüedad de la metalurgia
onubense, y hace el siguiente comentario en relación con
esto:

"El examen de los diferentes objetos permite
deducir una civilización muy adelantada, y acusa detalles
muy notables en la técnica metalúrgica, en las
formas o tipos empleados y en la justa relación de
metales para
lograr una mayor du reza, revelando el análisis químico un 89,38% de cobre,
10,54% de estaño y 0,05% de antimonio".

Diego Ruiz Mata[59]por su lado, en su estudio
del asentamiento de Cabezo de San Pedro, encuentra,
confirmando la estimación anterior, un primitivo
núcleo de ocupación del siglo IX cuya distribución es similar a la del poblado
metalúrgico de San Bartolomé, cerca de
Almonte: un conjunto de cabañas, circulares y oblongas en
planta, de estructura vegetal, constando las viviendas de varios
elementos (v.gr., cocina, dormitorio, talleres y almacenes)
agrupados, y una cerámica consistente en cazuelas de
bordes carenados, decorados con frecuencia en su interior con
diseños geométricos bruñidos, vasos cerrados
y fuentes. Ruiz Mata se pregunta si esta cultura es
indígena, con raíces en la Edad del Cobre, o bien
foránea (algún pueblo de economía metalurgia
procedente de Centroeuropa, el Mediterráneo o el
Atlántico). La adscribe finalmente al Bronce Fi-nal
Andaluz (siglos XII-XI a- de C.), con una fase orientalizante en
torno al 800-750 a. de C., caracterizada por el aumento de la
población y los cambios socio-económicos, como
denotan el urbanismo de tipo oriental, el uso de la escritura y
diversos avances tecnológicos tanto en metalurgia como en
cerámica (torno de alfarero). A este propósito
comenta el investigador Fernando Amores
Carredano[60]

"Realmente, el origen de la cultura del Bronce Final
Meridional, que llena toda Andalucía Occidental con
ramificaciones a Andalucía Oriental, Portugal y
Extremadura, la llamada área tartésica, no
está claro. El hecho es que existió una nueva
estructuración del poblamiento con una densidad
semejante a la que existió en el Eneolítico y que
es la propia de estas regiones. Toda la nueva situación,
en tanto que la vemos confirmado por el Período
Orientalizante posterior, pare-ce que lo anuncia de alguna manera
y está en función de
él ; en efecto, aunque la cultura sea indígena,
tenemos sobre toda la región el fantasma de la
colonización semita que, según los textos,
comenzaría con la fundación de Cádiz en el
1100 a.C.".

Formas de hábitat

Amores Carredano propone el siguiente esquema de poblamiento
para Andalucía Occidental durante del 2o
Milenio[61]

  • 2000-1700 a. de C.: Eneolítico campaniforme.
    Desarrollo y difusión de ele-

mentos metálicos. Núcleos desgajados y otros
núcleos.

  • 1750-1500 a. de C.: Retroceso del poblamiento desde
    fines de la etapa ante-

rior. Ausencia de El Argar, que denota una falta de interés
por parte de este grupo por el área del Guadalquivir. El
final de la etapa es "de subsistencia", continuándose con
la tradición eneolítica; final del
campaniforme.

  • 1500-1000 a. de C.: Medio indígena de
    tradición eneolítica ; complejo mate-

rial pobre con algunos rasgos argáricos y portugueses.
Conexión con la fase expansiva de la Meseta hacia el Sur.
Nueva estructuración del poblamiento hasta el Bronce
Final, con grupos residuales
de tradición eneolítica.

L.A. Lopez Palomino, centrándose en el asentamiento de
Monturque, sito en la provincia de Córdoba, con
una cronología situada entre el 3er Milenio y mediados del
1o, se refiere a otros similares de toda Andalucía
Occidental pertenecientes a la misma
época[62]Así, en la provincia de
Huelva tenemos los poblados de El Rincón,
adscribible a un Calcolítico y presentando material
lítico y cerámica globular de labio vertical, y
Papa Uva, un asentamiento al aire libre
correspondiente a la evolución desde el Neolítico Final
hacia el Calcolítico. En Cádiz se observa,
según él, una fuerte implantación humana
tanto en el Calcolítico como en el Bronce ;
continúa el hábitat
troglodítico, con yacimientos como Parralejo y
La Dehesilla, y en cuanto a poblados, tenemos el de
Mesas de Asta, del Calcolítico Final, con
vestigios de vasos campaniformes, Arcos de la Frontera,
del Cobre, con platos cerámicos de borde engrosado, y
El Berrueco. Las estribaciones montañosas de la
zona nororiental de la provincia de Sevilla, a partir de
Car-mona, forman, según López Palomino, un conjunto
geográfico y geológico homogéneo con el
sector cordobés; allí se encuentran, en ambas
vertientes, cuevas con hábitat calcolítico, como es
el caso del Cueva Chica, junto a Cazalla de la Sierra.
En las Marismas del Guadalquivir, en cambio, es el urbanismo lo
más habitual, con un gran número de asentamientos:
Cerro de las Vacas, Caño de Trebujena,
Quincena, Castillo de Lebrija, Mesa del
Castaño
, Cerro de San Benito, Veta de la
Arena
, La Sepultura, Merlina y Cabezas
de San Juan
. A lo largo del curso del río
Guadalquivir, por el contrario, el pobla-miento es aún
preurbano, como es el caso de Santiponce,
Valenciana, Fuente del Arzo-bispo,
Sevilla, Santa Eufemia, Cerro de San
Juan
, Torre de los Herberos, Estacada de
Alfaro
y Guadajoz, y algo similar ocurre más
hacia el Oeste, en la comarca del río Cor-bones (Los
Alcores
, Vega de Carmona y Vega del
Genil
). En Cantillana nos encontramos con un
poblado que desarrolla ampliamente la secuencia del
Calcolítico inicial y pleno en fase precampaniforme, y en
Cueva del Portal, por fin, presenciamos la
evolución desde un hábitat neolítico hacia
cronologías de la Edad de los Metales. Blasco re-sume como
sigue las características de los lugares de hábitat
de la zona que analizamos al principio del período en
cuestión[63]

  • a) Cuevas y abrigos naturales, cada vez menos
    frecuentados ; habitación estacional

  • b) Laderas de cerros a las que se adosan las
    viviendas

  • c) Lugares altos con perfecto dominio del entorno y
    buen control de las vías de comunicación, a
    veces coincidiendo con ocupaciones anteriores

  • d) En llano, en lugares abiertos (llanuras
    fluviales), en zonas fértiles y de fácil
    roturación, bien irrigadas, con pastos verdes a lo
    largo de todo el año.

En el Sudoeste (Bajo Guadalquivir y costa onubense), entre el
siglo X y media-dos del VIII a. de C., se verifica un cambio que
acabará cristalizando más tarde bajo los impulsos
de la colonización fenicia[64]Los poblados
–de tamaño reducido por lo general- se establecen a
partir de ahora en pequeñas elevaciones, o bien en alturas
importantes, con fácil defensa natural, aunque sin
construcciones defensivas. Un ejemplo arquetípico
sería el asentamiento de San Bartolomé,
cerca de Almonte (Huelva), que ocupa cuatro altozanos, repartidos
por una superficie total de unas 40 ha en torno al arroyo del
mismo nombre. Hay cabañas de diferentes tamaños,
teniendo las mayores un diámetro de 5 m, que incluye
almacenes, silos, encerraderas para animales, lugares
de trabajo, etc. ; no hay grandes construcciones que puedan
asociarse con edificios de carácter público, y los
talleres se encuentran distribuidos por grupos con actividades
económica-mente distintas (v.gr., agropecuarias,
metalúrgicas, comerciales, etc.)

Según Ma Cruz Fernández
Castro[65]los arqueólogos tropiezan con dos
grandes dificultades a la hora de analizar las formas de
habitación de Andalucía durante el siglo X a. de C.
En primer lugar, el hecho de que el
conocimiento de las estructuras de
habitación en este período proceda exclusivamente
de cortes estratigráficos orientados más que nada a
obtener resultados desde un punto de vista cronológico, en
vez de interesarse por las construcciones arquitectónicas
en sí ; en segundo lugar, cuando los materiales muebles se
adscriben efectivamente a restos de construcción no es
posible concretar a partir de la estratigrafía a
cuál de las distintas subfases de la misma (v.gr.,
edificación, o bien renovación de la vivienda)
pueden atribuirse con seguridad. A
pesar de estos inconvenientes han podido detectarse en
Andalucía Occidental construcciones de ramaje y barro
cocido sobre zócalos de cantos rodados en Colina de
Los Quemados
(Córdoba), Setefilla (Sevilla)
y Huerto Pimentel (Sevilla), aunque no se puede asegurar
cuál era la planta de tales edificaciones. Se supone que
esta forma de construcción pervivió durante toda la
centuria[66]Con respecto a la centuria siguiente
(siglo IX a. de C.) dice Fernández Castro lo que
sigue[67]

"Desde el final del siglo X a.C. hasta el
advenimiento del contingente de población semita, al
rondar el 700 a.C., quedan dos siglos de Bronce Final en
Andalucía cuya separación sólo se sustenta
en el progresivo sucederse de los es-tratos previos a la
aparición de la cerámica "a torno". El margen entre
el siglo IX a.C. y el siglo VIII a.C. se encuentra, por
consiguiente, muy difuminado".

Los vestigios arqueológicos de esa etapa, por otro
lado, adolecen de los mismos defectos que hemos mencionado para
el siglo anterior. Fernández Castro testifica el hallazgo,
en los estratos inferiores de la ladera occidental de Cabezo
de San Pedro
(Huelva), de los restos de un hogar en un
espacio identificado como "fondo de cabaña", y en la
Colina de los Quemados (Córdoba) se ha
desenterrado una casa de planta circular o elíptica, de
unos cuatro metros de diámetro[68]A lo
largo del siglo VIII a. de C., aun-que, como hemos dicho,
permanecen en lo esencial las características
fundamentales de la centuria anterior, se incrementa, sin
embargo, paulatinamente el volumen global de materiales
cerámicos que preceden a la "técnica de torno".
Continúa la cabaña oval o circular de
parámetros de cañizo y adobe con huellas de postes,
hogares y estucado en el interior, tanto en el Bajo Guadalquivir
como en la Andalucía Oriental[69]Tenemos,
por ejemplo, el ya citado poblado metalúrgico de San
Bartolomé
(Huelva), El Carambolo, (Sevilla)
o los estratos 14 y 15 del Cerro de los Quemados
(Córdoba)[70].

Agricultura y ganadería

Según Antonio Tejera[71]tanto las
fuentes clásicas como las arqueológicas atestiguan
la práctica de la agricultura en la zona tartésica
desde muy antiguo[72]Tejera, sin embargo, opina
que lo que ocurre es que "… no contamos aún con un
buen análisis para conocer la potencialidad
agrícola del territorio, ni sus posibilidades de
explotación, ni el rendimiento que obtuvieron de él
estas comunidades durante la primera mitad del primer
Milenio
". Tejera[73]se apoya en los estudios
geológicos del J. Gavala, que define la región como
una de gran feracidad y delicioso clima, abundancia de
manantiales y de mantos freáticos poco profundos; los
textos clásicos (Avieno, Estrabón, etc.)
tam-bién insisten en ese punto. Tejera supone que en los
cultivos se haría probablemente uso de un arado dotado de
una reja de madera capaz
de romper la tierra,
auxiliado por animales de tiro de gran fuerza como el
buey, cuya utilización por el Bronce Andaluz des-de el 2o
Milenio, según él, ha documentado sobradamente la
arqueología: "De este modo, el mitema
que alude al uso de los bueyes y al arado en el mito de Habis,
tomaría una dimensión bien diferente a la que
conocemos, y explicaría asimismo el por qué este
avance tecnológico se enfatiza tanto en la
mitología de la comunidad
". También aluden las
fuentes literarias a la práctica del regadío, tanto
natural como artificial; Tejera afirma que se han encontrado
vestigios de tales sistemas correspondientes al Bronce Final en
el yacimiento de Cerro de la Virgen, en la provincia de
Granada.

En opinión de Tejera[74]el ganado
debió de haber desempeñado un papel fundamental en
la sociedad tartésica, especialmente durante el Bronce
Final. Según él, existen a este respecto algunos
datos, tanto directos, a partir de la arqueología y del
análisis osteológico, como indirectos, a
través de la frecuente representación de animales
en grandes esculturas zoomorfas y otros repertorios
iconográficos: relieves, cerámicas, marfiles, etc.,
la gran mayoría de los cuales pertenecen a la etapa
orientalizante. Piensa Tejera que los rituales iniciáticos
relacionados con el ganado debieron de tener una importancia
primordial en aquella sociedad por lo que se desprende de las
referencias que se hacen del ganado en su mitología.
Además, por tratarse de una sociedad dinámica en pleno proceso de cambio, supone
Tejera que su ganadería sería sumamente
especializa-da, tanto en lo que respecta al tipo de animales como
a la función a la que los mismos iban destinados. Dicha
riqueza ganadera habría que asociarla, según
él, con la produc-ción de leche y carne,
pero también, como apuntábamos más arriba,
con las faenas agrícolas, así como su uso como
animales de tiro para el transporte de
carros y carretas, ya que la existencia de tales vehículos
ha sido sobradamente documentada por los hallazgos
arqueológicos, sobre todo en el repertorio
iconográfico de las estelas. Blasco[75]por
su parte, apunta a la posibilidad, enunciada antes por
Ruiz-Gálvez y Galán, de que la función de
esas "estelas del Sudoeste" no fuese únicamente religiosa,
sino que sirvieran a la vez como hitos relacionados con
vías ganaderas y rutas comerciales. En la dieta
alimenticia de los tartesios –que a la luz de los
estudios, según Blasco[76]refleja problemas de
malnutrición por falta de proteínas
en muchos casos- intervenían, por supuesto, también
en gran medida la caza y la pesca; la
primera, cuya aportación en carne supo-nía entre un
30 y un 40%, comprendía el ciervo, el jabalí, el
lobo, el corzo, el conejo, la liebre, el lirón, el careto
y la rata de agua. En
cuanto a la pesca, no está documentada
ar-queológicamente la presencia de espinas de pescado,
pero sí, y abundantemente, la de moluscos, por la gran
cantidad de valvas que se han encontrado.

Metalurgia

Tejera dice[77]"Si algún
artículo asociado a Tartessos resulta esencialmente
ilustrativo, ese podría ser el de la riqueza minera de su
territorio, que durante mucho tiempo daría pie a la
génesis de las referencias míticas y legendarias
(el Jardín de las Hespérides, las manzanas de oro,
la espada de oro de Crisaor), antes de transformarse
posteriormente en una evidencia manifiesta, cuando a la llegada
de los fenicios y griegos se experimenta un desarrollo
cuantitativo destacado
". Blasco[78]atestigua
un adelanto importante en la metalurgia del bronce, al pasarse de
la "aleación binaria" cobre/ estaño a la
aleación ternaria cobre/estaño/plomo. La
recogida de minerales se
realizaba tanto según los métodos
tradicionales, o sea, en filones a cielo abierto, o bien
recogiendo pepitas aluviales, como por nuevos procedimientos
tecnológicos, a saber, la apertura de pozos para explotar
las vetas subterráneas. Se sabe poco acerca del
instrumental utilizado ; únicamente se han encontrado
mazas y martillos de cuarcita, picos de asta y hueso, así
como hachas y cinceles de metal. Se hacía uso de la
torrefacción para despedir el mineral de la roca, en dos
esferas de producción: la doméstica, para
satisfacer necesida-des inmediatas, y la industrial, con fines
comerciales. Las piezas metálicas eran realiza-das en los
propios poblados, donde se han hallado afiladores y moldes,
aunque se desconoce el sistema que se utilizaba para calentar el
mineral. Entre los útiles encontrados los hay que se
podrían vincular a épocas anteriores, como moldes
bivalvos de arenisca o ar-cilla, ya sean simples, dobles o
múltiples. También se realizaban algunos productos
(v.gr., armas y objetos
de uso cotidiano, como atestigua Luis
Monteagudo[79]comentando: "Las hachas de cobre
o bronce forman parte de los objetos de uso cotidiano más
frecuentes que se han encontrado, sea para ser utilizadas como
herramientas, o bien como armamento, y durante el Bronce Final
también como ofrenda o moneda de true-que
") en
centros especializados).

Fernández Castro, con las consabidas reservas que ya
hemos visto en relación con la cronología de
hallazgos de esa centuria, menciona el de algunas hachas de aleta
de tipo mediterráneo, de hoja ancha, presumiblemente del
siglo X a. de C., en Campotejar (Granada), con evidente
semejanza con las halladas en diversos yacimientos europeos y
hasta asiáticos, y comenta al
respecto[80]"De ser cierta la correspondencia
formal y cronológica, habría que preguntarse
cuál es el significado de los paralelismos que se
presentan para el hacha "tipo Campotejar" (Aidirlinskii, Ural ;
Gezar, Palestina ; Valle de Kur-ram, Pakistan) en
la panorámica del comienzo del Bronce Final en
Andalucía. No creemos que sea posible, a partir tan
sólo de esta insegura indicación, aventurar ninguna
hipótesis que hiciera llegar por vía
mediterránea, o terrestre, contactos con el exterior no
entrevistos de otra forma. Si es que existieron relaciones
comerciales con el Oriente en Andalucía durante los siglos
XI y X a.C., éstas no han dejado huellas probatorias de su
existencia entre los materiales arqueológicos que con
garantía permiten juzgar el período
". En
cuanto a los vestigios metalúrgicos del siglo IX a. de C.,
Fernández Castro[81]reconoce que son
relativamente pocos, incluso si incluimos aquellos hallazgos que
suelen pasar inadvertidos, como la anilla de bronce de Cerro
de Cabezuelo
(Jaén), la varilla de cobre de Cerro
del Real
(Granada), la fíbula de codo de brazos con
gallones de Pinos Puente (Granada), la fíbula de
codo de Cerro de Alcalá (Jaén), etc. Por
otro lado, los estudiosos vacilan a la hora de adjudicar una
cronología a los hallaz-gos de la Ría de Huelva a
que nos hemos referido más arriba, y la tendencia es a
ubicar-los alrededor del año 700 a. de C., en fecha
orientalizante por tanto ; E. Macwhite, sin embargo, insiste en
que las espadas en lengua de carpa fueron introducidas en
Inglaterra
antes del año 850 a. de C., lo cual colocaría a los
ejemplares de Huelva en una cronología no muy posterior al
800 a. de C., en el llamado Bronce IV, que se había
iniciado ha-cia el 900-850 a. de C. Por otro lado, según
Fernández Castro se ha recuperado una es-pada "tipo
Huelva" en Italia junto con una fíbula de doble bucle
lateral y arco serpenteante del horizonte "Allumiere" (1000-900
a. de C.), lo cual retrasa sensiblemente la cronología. En
el sector sudoriental de la Península se encuentran
más objetos de parecida tipología, adscribibles ya
a las postrimerías del siglo VIII a. de
C.[82].

Comercio

Según Tejera[83]esta actividad
constituyó probablemente uno de los factores más
importantes en la transformación económica,
política, social y religiosa de Tartessos. Dicho
intercambio de productos está ligado al asentamiento en el
territorio de fenicios y griegos ; no se sabe con seguridad, sin
embargo, si eran aquéllos quienes lo controlaban, o si en
realidad los tartesios se limitaron a actuar como intermediarios
entre éstos y las tribus del "hinterland", posibilidad que
también apunta Savory[84]Lo que sí
está claro, como ya hemos apuntado, es la importancia que
sin duda tuvo el río Guadal-quivir como vía de
transporte y el papel que pudo haber jugado la evanescente ciudad
de Tartessos como centro redistribuidor de mercancías:
"Al centro urbano se le puede caracterizar como núcleo
redistribuidor en que figura el poder, reside el centro
económico, político y, desde luego, religioso, para
servir de aglutinador de los otros facto-res
". Tejera se
basa, para sustentar sus aseveraciones, que en este caso, como es
sabido, no se ven corroboradas por los correspondientes vestigios
arqueológicos, en el siguiente texto de U. Martínez
Veiga[85]

"El paso de reciprocidad a redistribución
implica la concentración de ex-cedentes en pocas manos y
también en pocos lugares ; en este sentido se puede
afirmar que este paso es fundamental para la aparición del
urbanismo. Pero a nosotros nos interesa sobre todo este proceso
de la concentración en pocos lugares o manos, que en
última instancia es la acumulación primitiva de
Marx o lo que
los arqueólogos y geógrafos actuales llaman la
centralidad. Tomando la centralidad como criterio, o la
existencia de un lugar central en donde los bienes se
recogen y redistribuyen, podemos decir con C. Renfrew que "El
intercambio de mercado puede ser considerado como un
fenómeno de redistribución con disociación
de la autoridad
central de la transacción
material", en cuanto que
"el intercambio de mercado, visto en términos
espaciales, no se diferencia de la

redistribución"".

Blasco[86]por su parte, habla de la presunta
existencia de un comercio a gran escala, preferentemente
de productos de prestigio y de lujo, realizado a través de
con-tactos marítimos, pero también por vía
fluvial o incluso terrestre, como atestiguan las ya mencionadas
representaciones de carros en las "estelas del Sudoeste" y en la
"pintura
rupestre esquemática". Tejera cita, además, las
muestras arqueológicas de almacenamiento de
granos que se han encontrado por todo el Guadalquivir en algunos
yacimientos del Calcolítico, o en otros más
recientes de otros lugares de la Península. Los hallazgos
de este tipo en la zona que aquí nos ocupa, no obstante,
no han sido hasta el momento demasiado abundantes ; el
único ejemplo de este tipo de silos es, en efecto, el de
Puebla del Río (Sevilla), un conjunto de
alrededor de 500 depósitos (unos 200 han sido excava-dos)
probablemente pertenecientes al Calcolítico, aunque es
posible que se reutilizaran en épocas
posteriores[87]

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La etapa orientalizante
del horizonte tartésico

 

La presencia fenicia en la Península
Ibérica

Savory dice los siguiente[88]

"A lo largo de la segunda mitad del siglo VIII
a.C. la cultura ibérica me-ridional, sobre todo aquella
manifestación de la misma que se ha asociado con la
semihistórica Tartessos (Tarshish), en la desembocadura
del Guadalquivir, pasó a estar bajo la influencia de las
civilizaciones avanzadas del Mediterráneo Orien-tal, y
especialmente de la de los fenicios, al principio a través
de transacciones comerciales, y más tarde por la
fundación de auténticas colonias, y el uso del
hierro se extendió por la zona junto con formas
exóticas de metalurgia y cerámi-ca. Esta cultura
avanzada del Sur que conocemos como "tartésica" o
"ibérica" ejercía una influencia dominante sobre la
Península, tanto como para impedir el desarrollo de una
cultura del Hierro tipo Hallstatt o La Tène Inicial, ni
siquiera en el Norte de la misma, a pesar de los fuertes
movimientos demográficos proce-dentes de más
allá de los Pirineos que indudablemente se produjeron en
esta fase y que llevaron al establecimiento de lenguas
célticas en amplios territorios".

Amores Carredano, por su parte, coincide con Savory y
afirma[89]"La colonización
semítica, en principio tímida, tuvo que influir en
el modelo humano
indígena y provocar una serie de reacciones de las que
vemos parte de sus resultados antes de que la "invasión"
de productos y elementos metamorfice a la cultura
tartésica
". Según Ma Eugenia
Aubet[90]sin embargo, los investigadores de esta
temática no se ponen de acuer-do acerca de los
orígenes y la cronología de las fundaciones
fenicias en Occidente, y ge-neralmente se basan para sus
deducciones en el análisis de las fuentes clásicas,
de por sí bastante contradictorias en este punto ; en su
opinión, lo que ocurre en realidad es que "… en el
fondo del problema subyace una cuestión
metodológica que incide, necesaria-mente, en una lectura
más o menos subjetiva de los datos
histórico-arqueológicos
". Co-mo afirma
Aubet[91]la mayor parte de los mitos, tradiciones
y leyendas sobre
este parti-cular son de época helenística, es
decir, de 500 años después de ocurridos los hechos,
y esta circunstancia disminuye automáticamente su
fiabilidad como fuentes históricas. Así,
está el famoso texto de Veleyo Patérculo,
que afirma, inspirándose posiblemente en Timeo de
Tauromenio, del siglo IV a. de C., que la ciudad de Cádiz
fue fundada 80 años después de la Guerra de Troya
(( 1104-1103 a. de C.). Aubet comenta al
respecto[92]

"La asimilación de Cádiz a los
fenicios, a la guerra de Troya y a Heracles constituye un
típico arreglo helenístico. Significativamente,
esta leyenda surge en una época (siglos II-I a.C.) en la
que en el pensamiento
helenístico ejercían enorme influencia la grandeza
y la prosperidad de Cádiz y el prestigio del santua rio
del Heracles gaditano, visitado por figuras ilustres de la vida
política e inte-lectual del momento, como Aníbal,
Polibio, Fabio Máximo y Julio César. Todo ello
contribuyó sin duda a forjar una leyenda en la que
Heracles-Hércules (Melqart) acabaron confundiéndose
con la fundación fenicia de Cádiz".

El mito del paso de Heracles por Iberia surgió, por lo
visto, en la Atenas del si-glo IV a. de C., una época en
la cual "… ya se sabía que el templo de Heracles de
Gadir era "muy antiguo" (Diodoro 5:20, 1-4), por lo que
Heracles-Melqart pasaba a confundirse, automáticamente,
con unos viajes remotos
a Occidente y vinculados, pues, a Ga-dir, es decir, a los
fenicios, sus fundadores. Heracles pasaba así a
constituirse en padre de los fenicios
". Eso será
probablemente, según Aubet, lo que habrá
justificado a algu-nos autores la datación del siglo XII
para la fundación de Cádiz y la llegada de los
fenicios a la península; sin embargo, resulta que hasta el
momento, y como recuerda Au-bet[93]la
investigación arqueológica no ha revelado
ningún asentamiento fenicio en tierras hispanas anterior
al siglo VIII a. de C. La conclusión de Aubet a este
respecto, después de considerar lo que aporta el texto de
Diodoro Sículo acerca de la participación directa
de Melqart (es decir, del templo de ese dios ubicado en Tiro) en
el acontecimiento, es la siguiente[94]

"Ignoramos en qué momento decidió
Melqart organizar esa empresa
comercial. En todo caso no pudo tener lugar en el siglo XII a.C.,
dado que en Feni-cia y en Tiro el culto a Melqart no es anterior
a los siglos X-IX a.C. En última instancia es la evidencia
arqueológica del territorio inmediato a Cádiz la
que tienen la última palabra. Los poblados
indígenas tartésicos de la bahía gaditana,
algunos de ellos habitados desde el II Milenio a.C., no reciben
las primeras importaciones
fenicias antes de los años 760-750. Este dato nos parece
hoy un argumento decisivo para zanjar una discusión
interminable sobre el valor
histórico de las fuentes clásicas en la
cuestión de los orígenes de Cádiz".

Como muestran los vestigios arqueológicos, toda la
campiña del antiguo estuario del Guadalquivir se
encontraba densamente poblada, en las fechas correspondientes a
la llegada de los primeros comerciantes fenicios, por comunidades
tartésicas del Bronce Final[95]y se sabe
que el asentamiento de Castillo de Doña Blanca,
cerca del actual Puerto de Santa María, estableció
un primer contacto con Gadir hacia los años 760-750 a. de
C., como atestiguan los hallazgos en dicho lugar de numerosas
piezas cerámicas de tipología fenicia, y algo
parecido ocurre más hacia el interior, en sitios, como
Berrueco,

Carambolo o Carmona. El principal
instrumento para controlar esta actividad comercial cananea fue
el ya citado templo de Herakles-Melqart de Gadir, cuyos
sacerdotes, ade-más, jugaron un importantísimo
papel para establecer un sólido nexo religioso,
político y económico entre la colonia y la
metrópoli[96]El principal interés de
los fenicios para establecer esta factoría radicaba en la
proverbial riqueza argentífera del territorio
tartésico, como queda reflejado en las fuentes literarias:
Estesicoro, Herodoto, Diodoro, etc. Aubet resalta a este respecto
la frecuente presencia de la sílaba arg- en
topónimos y nombres de reyes del lugar (v.gr., Mons
Argentarius, Argantonio, etc.)

En época fenicia la principal zona minera fue lo que
actualmente compone la provincia de Huelva, donde se encontraban
las mejores piritas argentíferas, y el área
occidental de la de Sevilla, con focos secundarios en Sierra
Morena y Portugal[97]Así, se sabe que por
los registros
arqueológicos (v.gr., lámparas de arcilla,
herramientas de minero, fuelles y crisoles) que durante el siglo
VII a. de C. el poblado de Cerro Salo-món, en la
zona de Riotinto, se dedicó exclusivamente a la
extracción de plata, oro y co-bre ; se utilizó mano
de obra indígena y se aplicaron fundentes de sílice
con añadidura de plomo como colector de la plata, una
tecnología
basada en la fusión y en la
copelación del mineral de "gossam", de alto
contenido en oro, plata y plomo, sin precedentes en el horizonte
tartésico y que, como comenta Aubet, "…
habría incrementado el rendimiento de la minería y
metalurgia locales, que en el siglo VII llegó a alcanzar
proporciones industriales
". El metal era transportado
río abajo en forma de lingotes o de mine-ral en bruto
hasta Huelva, un asentamiento tartésico que
experimentaría un gran desarrollo a lo largo de esa
centuria hasta convertirse en un importante centro portuario ; se
han encontrado hornos de fundición de plata de ese
período en el mismo centro de la ciudad. Un segundo foco
metalúrgico de obtención de plata, orientado
ésta hacia el puerto de Cádiz, se encontraba en
Tejada la Vieja (Sevilla, cerca de las minas de
Aznal-cóllar), y también está documentada
dicha actividad en los asentamientos de San
Bartolomé
y Peñalosa, que al parecer
estaban especializados en la preparación del mineral para
su ulterior transporte hacia la costa en forma de barras o
lingotes. La evidencia arqueológica revela una organización productiva, tanto fenicia como
indígena, sumamente eficaz centrada en Huelva, como hemos
dicho, por lo menos hasta finales del siglo VII a. de C. Ahora
bien, aunque los principales beneficiarios de todo el proceso
eran, por supuesto, los comerciantes de Tiro, es innegable que un
cierto sector de la población tartésica de Huelva
(v.gr., los jefes y régulos locales) también
sabría sacar provecho de la situación. Lo atestigua
la extrema riqueza que se observa en sus sepulturas, como es el
caso de la necrópolis de La Joya, por ejemplo ;
esas tumbas demuestran, según Aubet[98]el
progresivo incremento de la diferenciación social en el
seno de las susodichas comunidades.

Por otro lado, los fenicios no se limitaron a la
producción minera ; también se in-teresaron por el
fabuloso potencial agrícola del Valle del Guadalquivir. La
información de que disponemos sobre este aspecto sigue
siendo bastante escasa ; no obstante, a partir de la
distribución y la forma de las ánforas fenicias que
se han hallado en todo el "hinterland" tartésico se puede
colegir que, como lo pone Aubet, "… las estrellas del
comer-cio fenicio fueron habitualmente el grano, los metales, la
sal, las pieles y probablemente también, los
esclavos
". A cambio de todo esto los indígenas
recibían aceite y vino
de calidad,
amén de todo tipo de artículos suntuarios fenicios
de importación, tales como piezas decoradas en
marfil, joyas de oro y plata, etc., así como
también collares, cuentas de
vidrio y otras
baratijas ; un intercambio desigual de tipo colonial al que se
añadían objetos de lujo y de prestigio destinados a
las élites tartésicas, contribuyendo de esta manera
a consolidar la ya referida diferenciación social en el
seno de las comunidades indígenas, que, como hemos
apuntado, comenzó a ser una realidad por esta
época. Amores Carredano[99]habla a este
respecto de una "… cultura de "potpourri", de rasgos
indígenas mezclados con infinidad de elementos
exóticos de distinta procedencia
", y comenta lo
siguiente:

"Culturalmente, el área tartésica actúa
como un catalizador de influencias que ya se dejan notar en el
primer momento con la presencia de cerámicas de bo-quique
(intercambio con el área meseteña), como
continuación de las corrientes que comenzaron en el Bronce
Tardío, y completado por el material en exceso, y se
continuará con elementos atlánticos (estelas
funerarias) junto con elementos viejos de raíz oriental,
mas matices célticos".

Las comunidades indígenas durante la etapa
orientalizante

Tipos de hábitat

En Los Alcores (Sevilla) distingue Amores Carredano
tres tipos básicos de poblado[100]

  • a) Carmona y Mesa de Gandul:
    Establecimientos paralelos, estratégicos por
    excelencia, en lugares altos, dominantes, bien protegidos
    mediante el escarpe del alcor, cerrándose la parte
    trasera, llana, mediante una muralla.

  • b) Entremalo y La Tablada:
    Emplazamiento dominante, pero no perfectamente
    estratégico; no presenta muralla. Se supone que tales
    asentamientos indican una expansión demográfica
    como resultado de la actividad comercial.

  • c) El Acebuchal y Alcahuete: Poblados
    en ladera, sin motivación estratégica.
    Pertenecen probablemente a la etapa depresiva del
    período.

Arturo Ruiz y Miguel Molinos, en su pormenorizado
análisis del mundo ibérico[101]ven
en el hábitat de esta época una paulatina
consolidación del modelo nuclear. Los asentamientos se
ubican perfectamente en las proximidades de los grandes
ríos, con tres niveles de tamaño: un inferior a la
hectárea (Castellones de Ceal), otro entre 3 y 6
ha (Puente del Obispo) y otro más grande,
superior a las 16 ha (Giriballe). La distinción
de estos tipos es más o menos alternada a lo largo del
siglo VI a. de C., y a partir del Ibérico II van
desapareciendo los núcleos más pequeños,
aumentando de esta manera la distancia media entre los
asentamientos, que tienden a concentrarse longitudinalmente. Ya
en el siglo IV a. de C. habrá cuatro tipos básicos
de asentamiento:

  • 1) Asentamiento en meseta, bien fortificado, dotado
    de amplia visibilidad con escasa distancia a los vecinos
    más próximos, que domina preferentemente
    tierras de potencialidad agrícola media y
    media-alta.

  • 2) Asentamiento en meseta, bien fortificado, con
    visibilidad unidireccional (suele apoyarse contra un cerro de
    superior tamaño), semejante distancia a sus vecinos
    más próximos y tierras de potencialidad agraria
    media, media-alta o alta en uno de sus lados, en tanto que en
    el otro la tierra es de baja o nula potencialidad.

  • 3) Asentamiento en meseta, fortificado, con escasa o
    nula visibilidad y mayor distancia a sus vecinos más
    próximos ; articula tierras de alta y baja
    productividad, pero suele excluir las de media y
    media-alta.

  • 4) Asentamiento en terraza, fortificado, con escasa
    visibilidad y gran distancia a sus vecinos más
    próximos ; articula unas pocas tierras de alta
    productividad, en tanto que el resto es absolutamente
    inutilizable para la práctica agrícola.

Estos autores[102]fijan también su
atención en los asentamientos de la provincia de Huelva,
en cuya zona occidental la actividad minera generó, al
parecer, un modelo de poblamiento lineal con anterioridad al
año 500 a. de C. (cerro de Salomón),
mientras que, por el contrario, el asentamiento de Tejada la
Vieja
, en la zona minera de Aznalcó-llar, constituye
un gran centro amesetado y fortificado. Estos asentamientos
metalúrgi-cos se diferencian, según ellos,
claramente de los de economía predominantemente agraria,
como el caso de Huerta Turjena, por ejemplo. En
relación con la representación espacial de los
procesos productivos que se verifican en estos asentamientos,
Ruiz & Molinos distinguen entre "lugares de actividad"
(procesos de trabajo o consumo con
una única actividad), "áreas de actividad"
(relaciones más amplias desarrolladas articulada-mente) e
incluso unidades aún mayores ; ambos autores se adscriben
al modelo propues-to por Ruiz Rodríguez en 1986 (ver
ilustración), introduciendo los siguientes
matices[103]

  • 1. El nivel de los lugares y áreas de
    producción se articula al concepto y
    clasificación de los diferentes procesos de trabajo,
    al objeto de determinar las diferentes unidades de
    producción.

  • 2. Para la definición de los lugares y
    áreas de consumo será básica la
    delimitación de las unidades dedicadas preferentemente
    al consumo subsistencial, distinguiéndolas claramente
    de las públicas y de las que están enfocadas
    ha-cia la reproducción
    político-ideológica o bien a la
    reproducción de la fuerza de trabajo.

  • 3. A pesar de la dificultad inherente a la
    localización de las áreas de intercambio,
    será posible analizarlas entre unidades de consumo
    subsistencial, interasentamientos o interestatal.

  • 4. Habrá que definir una serie de lugares,
    referidos a los tres niveles, articula-dos entre sí,
    cuya función reside en su capacidad de almacenar para
    conservar, para consumir o para desechar.

En espacios construidos, el módulo cuadrangular es, con
mucho, el más común durante este período en
todo el ámbito ibérico, aunque varían de un
lugar a otro los ni-veles de complejidad constructiva y
estructural[104]La adopción
de este modelo, frente a la circularidad que hemos visto en la
etapa anterior, es, según Ruiz & Molinos, consecuencia
del desarrollo
económico y social que en el ínterin han
experimentado estas comunidades, ya que en este marco se dispone
de mucho mayor espacio útil, lo que permite diversificar
las actividades que pueden desempeñarse de manera
simultánea en el mismo lugar. Por otro lado, este cambio
de estructura constructiva no implica, ni mucho menos, la
adopción por sus moradores de una concepción
espacial diferente, sino que la nueva conceptualización se
basa en otros aspectos. Así, San
Bartolomé
, especializado en la extracción del
"gossam", se caracteriza en todos los estratos (desde el siglo IX
a. de C. y primera mitad del VIII hasta el siglo VII e inicios
del VI) por la dispersión nuclear a partir de
cabañas con fondo excavado, sin zócalo construido y
cubierta vegetal muy endeble sostenida por postes no muy
resistentes ; la ocupación del asentamiento tuvo lugar en
períodos cortos pero continuados. Cerro
Salomón
, por el contrario, con un núcleo de
hábitat especializado en extraer plata a partir de la
"jarosita", está integrado por habitáculos de
estructura cuadrangular, construidos a partir de un zócalo
de piedra, de dos a tres hiladas de mampuestos grandes y bastos
unidos en seco, sin cimiento ni pare-des careadas, de altura
escasa y cubiertos por materiales ligeros ; los pavimentos siguen
el principio de barro apisonado, y posteriormente son
confeccionados a base de lajas de pizarra. Aquí las
viviendas constituyen auténticos lugares de
producción en los que se completa la primera fase del
trabajo metalúrgico. Como puede comprobarse, ambos
asentamientos son bastante similares en lo que respecta a los
procesos técnicos de la producción: "Las
diferencias deben explicarse a partir del carácter
más permanente del Cerro Salomón, que se traduce en
una necesaria, aunque elemental, urbanización
".

Partes: 1, 2, 3
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