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El desafío de la lectura (página 6)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Como se aprecia, esta presunta traducción del alemán al español no
coincide en algunos traductores. Nos encontramos con seis
sustantivos distintos. "Tempestad" y "tormenta" serían
sinónimos, lo mismo que "ímpetu", "ataque",
"fuerza",
"empuje" e "impulso". Pero en semántica hay un principio que afirma que
ningún sinónimo es perfecto. Según el
Diccionario de la Real Academia Española,
"tempestad" es una tormenta grande, especialmente marina, con
vientos de extraordinaria fuerza. También el conjunto de
palabras ásperas o injuriosas. Así mismo, es una
agitación de los ánimos. En tanto que "tormenta"
tiene las siguientes acepciones: 1. Perturbación
atmosférica violenta acompañada de aparato
eléctrico y viento fuerte, lluvia, nieve o granizo. 2.
Adversidad, desgracia o infelicidad de alguien. 3.
Manifestación violenta de un estado de
ánimo excitado. 4. Cantidad grande de algo, especialmente
si es impetuoso y violento. Una tormenta de ataques y de
protestas de la prensa contra el
Gobierno.
5.
Perturbación o agitación en algún aspecto de
la
organización política,
económica o social. Una tormenta financiera. Con
respecto a los otros cuatro sustantivos, encontramos estas
definiciones: "Ímpetu". 1. Movimiento
acelerado y violento. 2. Fuerza o violencia. 3.
Brío, vehemencia, ardor con que se actúa. "Ataque".
Acción
de atacar, acometer o emprender una ofensiva. 2. Acción de
atacar, perjudicar o destruir. 3. En algunos deportes, iniciativa que toma un
jugador o un equipo para vencer al adversario. 4. Acceso
repentino ocasionado por un trastorno o una enfermedad, o bien
por un sentimiento extremo. Ataque de nervios, de ira. Ataque
al corazón.
5. Impugnación,
crítica, palabra o acción ofensiva.
6. Conjunto de trabajos de trinchera para tomar o expugnar una
plaza. "Fuerza". 1. Vigor, robustez y capacidad para mover algo o
a alguien que tenga peso o haga resistencia; como
para levantar una piedra, tirar una barra, etc. 2.
Aplicación del poder
físico o moral. 3.
Capacidad para soportar un peso o resistir un empuje. 4. Virtud y
eficacia
natural que las cosas tienen en sí. 5. Acto de obligar a
alguien a que asienta a algo, o a que lo haga. 6. Grueso o parte
principal, mayor y más fuerte de un todo. 7. Estado
más vigoroso de algo. "Empuje". 1. Acción y efecto
de empujar. 2. Esfuerzo producido por el peso de una
bóveda, o por el de las tierras de un muelle o
malecón, sobre las paredes que las sostienen. 3.
Brío, arranque, resolución con que se acomete
una empresa.
4. Fuerza o valimiento eficaces para empujar. "Impulso". 1.
Acción y efecto de impulsar. 2. Instigación,
sugestión. 3. Fuerza que lleva un cuerpo en movimiento o
en crecimiento. 4. Deseo o motivo afectivo que induce a hacer
algo de manera súbita, sin reflexionar. Correr para
efectuar un lanzamiento o un salto con mayor ímpetu.
Así las cosas, ¿cuál sería la
traducción más fiel o más cercana a lo que
realmente significan "sturm" y "drang" en
alemán?

Otro ejemplo de traducciones que no coinciden en su
totalidad lo encontramos en algunos párrafos de la novela
Madame Bovary, de Gustave Flaubert. La descripción del peinado de Emma,
en el capítulo II, de la primera parte, aparece
así:

"Su cabello formaba dos negras crenchas u ondas, que por lo
compactas parecían de una sola pieza, con una raya fina en
medio que se hundía ligeramente siguiendo la curva del
cráneo; y las crenchas sólo dejaban al descubierto
los lóbulos de las orejas, y luego se anudaban
detrás formando un grueso moño. Tenía los
pómulos rosados"
(NABOKOV, Vladimir. Curso de
Literatura
Europea.
Ediciones Grupo Zeta,
Barcelona, 1997, p. 206).

"Iba peinada con raya al medio, una raya muy fina
que se hundía un poco hacia la curva del cráneo, y
las dos crenchas de pelo negro parecían talladas cada una
de una pieza, tan lisas eran; dejaban apenas al descubierto la
punta de la oreja y luego se refundían en la parte de
atrás en un moño abundante, haciendo en las sienes
una especie de ondulación, algo que el médico rural
era la primera vez que había visto en su vida.
Tenía los pómulos sonrosados
" (FLAUBERT,
Gustave. Madame Bovary. Traducción de Carmen
Martín Gaite. Editorial la Oveja Negra, Bogotá,
1983, p. 22).

"Sus cabellos, cuyos bandós negros
parecían cada uno de una sola pieza de lisos que estaban,
se separaban por una raya fina que se hundía ligeramente
siguiendo la curva del cráneo, y dejando ver apenas el
lóbulo de la oreja, iban a recogerse por detrás en
un moño abundante, con un movimiento ondulado hacia las
sienes que el médico rural observó entonces por
primera vez en su vida. Sus pómulos eran rosados
"
(Libro
electrónico. Librodoc.com).

Son evidentes las diferencias, nada más en esta
pequeña muestra.
Según el escritor Vladimir Nabokov, este episodio ha sido
mal traducido en todas las versiones inglesas. Si hay
imprecisiones en las traducciones de esta obra del francés
al español, ¿qué decir de las traducciones
del francés al inglés,
y del inglés al español o viceversa? Entonces,
¿qué hacer para captar lo que en realidad escribe
un autor en su lengua
original? ¿Hacer como lo han hecho grandes lectores como
Jorge Luis
Borges, "el más lector de los lectores", que han
resuelto el inconveniente de las traducciones, aprendiendo el
idioma en que fue escrito el texto para
poder leerlo y disfrutar de su originalidad? No queda otra
alternativa.

Para corroborar la afirmación de que
"ningún sinónimo es perfecto", y en relación
con Madame Bovary, vemos lo siguiente: "El trabajo
técnico que en ella efectúa Flaubert consiste en la
búsqueda de la palabra única que corresponda al
objeto único –para Flaubert no existen
sinónimos-, en la búsqueda de la sin par
estructuración semántica que corresponda a la
estructuración pica, y en la supresión de impurezas
en el ritmo de la frase… El infinito esfuerzo de su
trabajo en el
estilo, se funda precisamente en que tiene que hallar la palabra
justa para el hecho de que se trata de exponer, palabra que
sólo puede descubrirse mediante una nueva
contemplación de los hechos, no echando mano de visiones y
giros ya existentes" (FRIEDRICH, Hugo. Tres clásicos
de la novela
francesa).

Respecto a la lengua y a las perspectivas culturales,
por ejemplo, hay textos escritos para un público de habla
inglesa y sobre la perspectiva de la cultura,
literatura y psociología británica y
norteamericana, con un sentido del humor y enfoque de los temas
completamente distintos en muchos casos del que adoptaría
un pensador o escritor de habla española.

Gastón Fernández de la Torriente,
consciente de esta problemática, señala que
actualmente se traduce mucho, y se traduce, con frecuencia, mal.
Abundan las malas traducciones de libros
científicos y literarios. Traducir exige un esfuerzo
disciplinado y consciente. Algunas traducciones no captan el
sentido de la obra y el sentido del autor. No captan el sentido
original. No son fieles al original. No interpretan, no captan el
espíritu y la forma del texto traducido. En las
inadecuadas traducciones hay errores de construcción (solecismos) y uso
indiscriminado de extranjerismos (barbarismos).

Sobre el problema de las traducciones, reproduzco lo
siguiente, tomado de un ensayo
titulado Curso de introducción a la filosofía, de
autor anónimo, publicado en Internet:

"La traducción afecta a la autenticidad de
los textos y es interpretación de ellos y hasta inicio del
comentario. Establece el texto que lee quien no lee el original y
esta operación no es posible sin alteraciones más o
menos importantes de éste, salvo quizá en
algún caso de traducción a lengua próxima
absolutamente excepcional. Estas alteraciones proceden del hecho
de que traducir es persecución de un ideal imposible, como
fundado en un supuesto sin realidad. El traducir supone la
equivalencia expresiva de las distintas lenguas, lo
que es sólo un ideal. Ya dentro de una lengua puede
advertirse la falta de expresiones para determinadas
realidades… Porque las distintas lenguas no tienen, todas,
expresiones para las mismas cosas. Ello se debe a algo más
profundo. Las lenguas responden a culturas y quizá hasta a
mentes, colectivas, distintas. Y estas culturas no tienen los
mismos ingredientes materiales y
espirituales, estas mentes no perciben ni piensan lo mismo.
Muchos norteamericanismos del español de México son
la prueba de la falta original de los objetos designados por
ellos en la cultura mexicana. Análogamente sucede con lo
que no son cosas materiales. En unas lenguas faltan
términos para denominar, por ejemplo, sentimientos que
tienen nombre en otras, o las unas tienen un solo término
para denominar los que las otras distinguen con sendos. Indicio
de que las mentes correspondientes a las primeras no distinguen
lo que estas últimas, acaso por no percibir, o incluso no
experimentar, algo de lo que experimentan y perciben las otras.
El francés con su orgueil y el alemán con su Stolz
no distinguen como nuestro español entre orgullo y
soberbia. En la mayoría de los casos, lo que pasa es que
los términos tienen significaciones plurales y las
significaciones de los términos de una lengua no se
corresponden exactamente con las significaciones de los
términos de otra. Esto hace que un mismo término de
una lengua figure en distintos contextos de ella con otras tantas
de sus significaciones, y que al traducir no sea posible emplear
un mismo término, sino que sea necesario hacer uso de
distintos, consecuencia de todo punto perturbadora cuando el
término original es un término cuya unidad es
esencial, como sucede en los casos en que es un término
técnico filosófico… Todo esto y otro tanto que no
es posible ni interesa detallar, se debe en última
instancia a la irrealidad del supuesto más profundo de
toda actividad de traducción: la independencia
de lo significado, o más en general aún de lo
expresado por las expresiones, respecto de éstas mismas.
Para que en las distintas lenguas pudiera haber expresiones
perfectamente equivalentes desde el punto de vista
semántico, fuera menester que lo expresado pudiera
expresarse indiferentemente con unas expresiones u otras, es
decir, resultara indiferente a la diferencia entre las
expresiones, independiente, pues, de ellas. Pero mucho dista de
ser así. No hay solas las clásicas suposiciones
real o formal, lógica
y material, en que el mismo término significa el objeto, o
la idea de este objeto, o a sí mismo, el término;
hay vinculaciones recíprocas entre lo expresado y las
expresiones, lo uno y las otras en cuanto tales, que se ven muy
bien, por ejemplo, en los refranes: las equivalencias entre los
de distintas lenguas son en muchos casos meramente aproximadas…
Traducción es recreación
en todos los casos; en los más arduos, empeño con
alto componente de creación. Por todo esto es por lo que
la traducción es, muy propiamente, interpretación,
y a través de la paráfrasis, indispensable o
conveniente en muchos casos, por ejemplo, para hacer inteligible
lo que sin ella no lo sería en absoluto o evitar una nota,
es conato e inicio de la explicación del texto, del
comentario. El traductor, en suma, padece así cogido, por
las efectivas discrepancias de las lenguas, entre su doble
necesaria fidelidad: al original y a la lengua a que traduce, al
pensamiento
filosófico o poético y a su expresión
técnica y literaria, y a la propiedad de
la lengua a que traduce, a la legibilidad en el sentido de la
inteligibilidad y de la facilidad y fluidez -contrarios entre los
cuales es demasiado frecuente no poder hallar ningún
heraclitiano acople. Se debe concluir, sin duda, que el ideal es
la lectura de
los originales, y hasta se podría concluir que acaso fuera
mejor dedicar a la difusión de las lenguas los esfuerzos
ofrendados a la actividad de traducir. Pero la verdad es que no
hay que exagerar. El ideal de la comprensión lo más
perfectamente auténtica posible de los textos, no del
pasado, ni de un pasado remoto, sino simplemente ajenos, no es
más que esto, un ideal, a la realización del que
son otros tantos límites
cuantos nos confinan en nuestras individualidades a los humanos.
La lectura de
originales es también traducción,
interpretación, explicación, recreación, no
ya cuando es un principiante quien los deletrea, sino, y sin duda
m s, cuando es un grande hombre cargado
de saber quien los hace revivir con esta su sabiduría y
humanidad toda. Y dado así que todo traducir es
recreación, y puestos a escoger entre recreaciones, las
que más lo sean pueden ser las más sugestivas,
cuando menos -si este "cuando menos" es lícito… La
traducción es la mejor de las introducciones a la lectura
de los originales y como tal debe ser utilizada por los
principiantes y puede serlo por los doctos".

¿CÓMO MEJORAR LA
LECTURA?

*La concentración

Concentrarse implica centrar la atención y los pensamientos en lo que
estamos leyendo. Si bien esta es una condición interior, a
veces ayuda buscar un lugar adecuado, en donde no haya otras
cosas o personas que nos distraigan. Con la práctica,
aprenderemos a concentrarnos en cualquier parte. Cabe hablar
asimismo, de una concentración particular en aquellas
partes en donde reside la médula del texto o en donde se
hallan mayores dificultades de comprensión. Durante la
lectura ha de tenerse en mente el propósito perseguido.
Este es un recurso muy útil para mantener la
concentración.

*La revisión general

Pasar la vista por las páginas de un libro
permite obtener una idea general del mismo. Todos quienes han
hecho de la lectura un hábito saben cuán valioso
puede ser este examen inicial, revelador de la existencia de
subtítulos que no figuran en el índice general, o
de notas que contienen datos
iluminadores, o de conclusiones cuya lectura podrá
contribuir a una mejor comprensión del texto. Esta
actividad permite familiarizarse con los principales aspectos del
contenido del libro y sus características, su autor,
además ayuda a seleccionar qué leer y cómo
hacerlo. Esta hojeada general reviste particular utilidad en el
caso de libros cuyo índice general se limita a
señalar los nombres de cada capítulo, o en aquellos
cuyos títulos no aparecen divididos en
secciones.

Por otra parte, el examen inicial permite descubrir la
existencia de oraciones clave, detectar lo básico que con
frecuencia aparece en el primero o el último párrafo
de un capítulo. Permitirá, asimismo, comprobar si
hay un resumen o sumario, unas conclusiones o unas
recomendaciones, materiales que convendrá leer antes que
el resto del texto. En todo caso, aún sin oraciones clave,
ni resumen, cabe la posibilidad de escudriñar el texto
leyendo algunos párrafos u oraciones sueltos, tomados de
distintas páginas.

Esta revisión puede hacerse de la siguiente
manera: 1. Portada y reverso de portada. 2. Introducción y
epílogo. 3. Tabla de contenidos. 4. Índice
analítico y glosario. 5.
Bibliografía. 6.
Presentación. 7. Apéndices. Cuando buscamos un tema
en particular, el examen preliminar revelará, de manera
general, cuántas de las páginas del libro tratan
sobre él, asimismo, permitirá descubrir el enfoque
de otros temas cuyo tratamiento no se esperaba encontrar
allí. Como consecuencia, cambiará en el lector el
propósito inicial o se confirmara el de partida.
Después de esta revisión, se puede proceder a leer
el contenido del libro.

*Formular preguntas anticipadamente.

Los lectores que se anticipan al pensamiento del autor,
son lectores dinámicos. Esta actitud de
adelantarse estimula la mente, produce interés,
expectativa, curiosidad y, al final, la evidencia de resultados
positivos. Para practicar la anticipación en la lectura el
método es
muy sencillo: la pregunta. Preguntar significa búsqueda e
investigación y produce curiosidad,
interés, estímulo a buscar respuestas y ayuda a
leer con concentración. El examen preliminar del libro nos
permitirá plantearnos ciertas preguntas cuya respuesta
posiblemente ofrezca el texto. Ya el título de la obra
puede provocar algunas interrogantes Más que saber
preguntar debemos adquirir el hábito de leer con una
actitud interrogativa. Los títulos y los subtítulos
de los textos que vamos a leer, son las grandes fuentes de
preguntas. Por eso es importante practicar el convertir los
títulos de los textos que vamos a leer en
preguntas.

*Motivación

Motivación es la acción y el efecto de
motivar. Es el ensayo
mental preparatorio de una acción para animar o animarse a
ejecutarla con interés y diligencia. La
motivación es el motor que nos
mueve a realizar algo. Una motivación intensa y positiva estimula
nuestro interés; se potencia
así la concentración y la atención y se
minimiza el esfuerzo que supone una buena lectura. A ella se debe
en buena medida el buen rendimiento en la lectura o en el
estudio. Para tener una motivación
eficaz se necesita conocer los objetivos y
saber cómo alcanzarlos; conocimiento
de buenas técnicas
de lectura y métodos de
estudio y su perfecto dominio; conocer
los resultados del trabajo lector y realizar una adecuada
aplicación práctica a nuestra vida. Para leer se
debe disponer de una buena motivación; si no hay
motivación se dificultará la comprensión de
lo leído.

LA LECTURA
RÁPIDA

Leer rápidamente, dentro de los límites
racionales, y con el máximo de utilidad
(asimilación y comprensión), es una actividad
eficiente. Los lectores rápidos, según W. J. Mayo,
son quienes mejor leen; los que mejor captan el sentido de la
lectura, debido a que pueden hacerse con las relaciones internas
del texto y con las particularidades de su estructura en
un período de tiempo
más breve posible. El lector rápido capta con mayor
prontitud la relación interna del texto y obtiene
así una mejor comprensión de su contenido. No
obstante su comprobada eficacia, sobre la lectura rápida
existen algunas inquietudes:

*La lectura rápida es lectura descuidada,
atropellada. Se confunde la rapidez con el apresuramiento. En
realidad, el lector veloz es un lector activo, alerta y
eficiente. Busca las ideas importantes y los elementos de
estructura y organización que le ayuden a comprender
mejor el significado de lo que lee. Por contraste, el lector
lento suele vagar con sus pensamientos, lo que se debe en parte
al hecho de leer por debajo de su capacidad para estar alerta e
interesado en la lectura.

*Cuando se lee con rapidez no se dispone de tiempo para
buscar el significado de palabras desconocidas ni para releer
pasajes difíciles. No hay razón para que esto sea
así. El lector veloz puede detenerse tan frecuentemente
como el lector lento. Aquél terminará la lectura
primero y recordará tanto o más que éste, y
cuando lo desee, podrá releer el texto.

*La lectura rápida afecta la comprensión.
Muchos lectores suponen que la lectura rápida no permite
la comprensión y por ello leen palabra por palabra, con el
ánimo de comprender totalmente lo leído. Ignoran
que la lectura rápida (inteligentemente rápida,
racional y metódicamente dirigida) no implica
necesariamente inadecuada asimilación y
comprensión.

A pesar de los comprobados efectos de la lectura
rápida, para algunos, sobre todo para quienes la lectura
es un trabajo profundamente placentero y plenamente ameno, una
encantadora actividad lúdica y una inefable ocasión
para extasiarse con el más exquisito disfrute, la rapidez
impide el goce total de la lectura; no permite saborear las
palabras, degustar las frases y decantar las ideas. Otros le dan
mucha importancia a la lectura rápida, especialmente
periodistas, ejecutivos, empresarios, ciertos estudiantes y
demás personas que, por circunstancias de tiempo, trabajo
y por la prisa que el mundo "moderno" inexorablemente exige e
impone, deben consultar en forma apresurada diversa cantidad de
textos, necesarios para la dinámica cotidiana que impone la sociedad
capitalista.

Para Víctor Moreno, algunas personas consideran
que hay tanto que leer que es necesario leer lo más
posible. "Ello ha llevado a que algunos padres de familia
preocupados por hacer que sus hijos lean, terminen por confundir
el placer de la lectura con la adquisición y dominio de
técnicas que permiten leer con más rapidez. El
problema no pasa por allí. El lector, debido a la
práctica que adquiere, va descubriendo y dominando
técnicas metalectoras, que le permiten leer con mucha
más rapidez, pero no lo hace porque tenga que leer tantas
paginas por minuto. Todo lector sabe que la velocidad de
la lectura, una vez alcanzado un óptimo nivel lector,
dependerá de lo que se lee, de la naturaleza de
la temática y del estilo alcanzado por el escritor.
Existen personas que se enorgullecen de leer muy rápido,
porque han estudiado tal o cual método de lectura veloz,
pero en la práctica no leen, no son realmente
lectores".

Aunque muchos consideran que aprender a leer con rapidez
no es sólo una necesidad impuesta por la premura de los
tiempos modernos en que vivimos, sino un paso obligado para ser
un buen lector, un lector eficiente, Nietzsche pide
a sus lectores que se separen de lo que se comprende por "hombre
moderno". Estanislao Zuleta, citando a Nietzsche, sostiene que
el hombre
moderno es el hombre que está de afán, que quiere
rápidamente asimilar. La obra nietzscheana, por ejemplo,
requiere de lectores que tengan "carácter de vacas", que sean capaz de
rumiar, de leer y releer, de estar tranquilos. De lo contrario,
surge la idea de haber leído cuando ni siquiera se ha
interpretado el texto. "Creo que la comprensión que tienen
hacía mi es, en el fondo, alejada de la lengua que yo
hablo; todavía no pueden llegar a mis textos, ya que
cuando uno no oye, puede tener la ilusión de que
allí no se dice algo; entonces hace falta un tiempo para
que me oigan", precisa Nietzsche. Para éste, leer no es
recibir, consumir, adquirir; leer es trabajar. "Lo que tenemos
ante nosotros es un mensaje en el que el autor nos informa por
medio de palabras sus experiencias, sentimientos, pensamientos o
conocimientos sobre el mundo; y nosotros, provistos de un
código
común que produce el texto, procuramos averiguar lo que
ese autor nos quiso decir", precisa. W. J. Mayo sostiene que la
poesía
y la buena prosa de una novela exigen una lectura
intencionalmente lenta y minuciosa: se trata de deleitarnos con
la lectura; aquí las palabras están pidiendo que se
goce de ellas: trascienden el mero funcionalismo del
vehículo de un mensaje para transformarse en lo esencial;
es la belleza de la lengua en todo su esplendor lo que el poeta
despliega ante nosotros. La lectura es un acto de crear y recrear
ideas, no de consumirlas o recibirlas pasivamente como en un
depósito. Aquí es procedente recordar lo expuesto
anteriormente: "la lectura no se mide teniendo en cuenta la
cantidad y rapidez con que se lean los textos, sino la interacción pausada y profunda entre el
autor y el lector".

John Carmody, autor de libros de superación
personal, es
partidario de la lectura lenta, máxime cuando se trata de
este tipo de textos, "porque la lectura de importancia, la
lectura para nutrir el alma, es lenta
y personal". En su libro En busca de la paz interior
sostiene que uno debe detenerse cuando una línea del texto
lo impacte, para pensar en ella y permitirle a la
imaginación que juegue con ella y preguntar por más
implicaciones. "Por encima de todo, debería examinar por
qué lo ha alegrado, ha herido su vanidad, o desafiado su
conciencia,
haciéndola sentir culpable. Debe dejar que el autor, el
texto, se vuelvan un interlocutor, un socio en una
conversación. El texto le hace preguntas a usted,
más o menos explícitamente. Sólo necesita
colocarse en la posición de alguien a quien se dirigen
para comenzar a escucharlos. Debe hacerles preguntas (desafiar
las suposiciones del autor, ver dónde las convicciones
parecen conducir)… Si descubrimos que un libro nos
alimenta, aplaca una sed profunda o vende una parte lastimada de
nuestro espíritu, somos tontos los que leemos de prisa.
Nos lo debemos a nosotros mismos para digerirlo por completo, de
modo que pueda ser parte de nuestro ser. Esa es la forma como
crecemos en la vida contemplativa, la vida de nuestro yo
más profundo…", precisa Carmody.

Con el ánimo de tener en cuenta los
planteamientos de quienes prefieren la lectura rápida y de
quienes no están de acuerdo con ella, es importante
entender que existe flexibilidad en la lectura, según su
tipo. Porque no es lo mismo leer un complejo tratado
científico o filosófico que leer un periódico.
La lectura de estudio, por ejemplo, exige una velocidad variable,
repasar, memorizar, mayor concentración y
compenetración con el texto, subrayar, tomar notas,
esquematizar y resumir. Exige dominio del contenido del texto,
visión general del mismo, repasar para afianzar
conocimientos, búsqueda de datos concretos, análisis de las estructuras
del lenguaje,
valoración crítica del texto lo más objetiva
y correctamente posible y participación activa que implica
anotar, subrayar, resumir y sacar esquemas. "El lector
debidamente adiestrado aplica a cada materia la
técnica más idónea y jamás se
enfrenta de manera idéntica a todo tipo de textos; sabe
que cada materia exige una manera determinada de trabajo y que
todo dependerá de la intención con que se lea, y de
la mayor o menor complejidad del texto", sostiene W. J. Mayo. Una
lectura de esparcimiento se hará, en muchos casos, con
gran rapidez y soltura; una de índole cultural, se
efectuará con prudente moderación, ya que implica
una valoración crítica y razonada del contenido y
una adecuada asimilación del mismo; y la profesional o de
estudio requiere una velocidad variable. En esta última
tiene importancia el factor memorización, debido a que hay
que retener datos. Incluso, algunas veces, hay que "incurrir" en
malos hábitos como repetición y
vocalización. El buen lector, de acuerdo con sus
preferencias y del tipo de lectura, empleará diferentes
velocidades dependiendo de la dificultad e importancia de los
textos.

Para quienes defienden la lectura rápida
sólo por defenderla, sería procedente que
reflexionaran sobre la siguiente alegoría de Rafael Pombo.
Un niño le preguntó a un buey: "¿En
qué piensas todo el día / tendido sobre la yerba? /
Paréceme un gran doctor / embelesado en la ciencia".
El buey respondió: "La ciencia,
niño querido, / no es lo que a mí me alimenta. /
Ésa es fruto del estudio / con que Dios al hombre
obsequia. // Fuera el pensar para mí, / pobre animal,
ardua empresa;
/prefiero hacer treinta surcos / antes de aprender dos letras. //
Mascar bien, me importa más / que una lección de la
escuela. / Con
las muelas masco yo, / tú, niño, con la cabeza. //
Pero si anhelas ser sabio, / ojalá viéndome
aprendas / a rumiar, y rumiar mucho, / cada bocado de ciencia. //
El digerir, no el comer, / es lo que el cuerpo aprovecha, / y el
alma, cuerpo invisible, / tiene que seguir tal regla. // Sin
rumiarlo bien, no engullas / ni una línea, ni una letra; /
el que aprende como un loro, / loro ignorante se
queda".

SEGUNDA PARTE

MÉTODOS
PARA LEER Y ESTUDIAR

A continuación expondré algunos métodos de
lectura, creados por diversos autores expertos en este campo,
advirtiendo que de nada sirven las técnicas y los
métodos de lectura si el espíritu lector
está ausente. Por eso, antes de revisar los métodos
de lectura, antes que aprender a leer técnicamente, hay
que rescatar el sentido más profundo del acto de leer. Sin
que exista una camisa de fuerza para leer provechosamente, es
importante tener en cuenta los siguientes métodos o
procedimientos, los cuales favorecerán una
mejor lectura.

MÉTODO PARA LIBROS
EXPOSITIVOS

Mortimer J. Adler, autor del libro "Cómo leer
un libro
", propone tres clases o maneras de efectuar
lecturas expositivas (ciencia, filosofía, política, economía e historia). "Cualquier buen
libro es digno de ser leído tres veces", afirma. Estas
tres lecturas tienen que ser realizadas separadas y
conscientemente, cuando estamos aprendiendo a leer, pese a que
pueden hacerse las tres juntas e inconscientemente cuando ya
somos expertos. La primera (lectura estructural o
analítica) se relaciona con el descubrimiento de la unidad
y de las estructuras, parcial y total; la segunda (lectura
interpretativa) tiene que ver con el análisis del todo en
sus términos componentes, proposiciones y argumentos; y la
tercera (lectura crítica) trata de la crítica de la
doctrina del autor, de modo que se pueda llegar a un acuerdo o
desacuerdo inteligente. El lector experto puede descubrir el
contenido de un libro al analizar el todo en sus partes y, al
mismo tiempo, al construir el todo con sus elementos de
pensamiento y conocimiento, sus términos, proposiciones y
argumentos.

1. La primera lectura (Estructural o Analítica)
consiste en el análisis de la estructura del texto o
libro. Se trata fundamentalmente de localizar palabras y
proposiciones importantes que usa el autor y hallar el modo en
que las usa. Este proceso lector
implica los siguientes aspectos: *Clasificar el libro conforme a
la índole y materia. *Consignar brevemente de qué
trata todo el libro. *Enumerar las partes principales en su orden
y relación, y analizar estas partes como se analiza el
todo. *Definir el problema o problemas que
el autor está tratando de resolver. Para entender un libro
hay que encararlo primero como un todo, que tiene una unidad y
una estructura de partes; y segundo, en función de
sus elementos, sus unidades de lenguaje y de pensamiento. En esta
lectura el lector procede del todo a sus partes.

La primera regla de esta primera lectura consiste en
captar a través del título del libro. La podemos
definir como: "Clasificar el libro según su clase y el
asunto tema". Esta regla nos exige que actuemos con
discernimiento. Es necesario saber qué clase de libro
estamos leyendo, y debemos saberlo lo antes posible, con
preferencia antes de comenzar a leer. Se debe comenzar con el
"asunto fachada": título, subtítulo, prefacio o
prólogo e introducción. Si aplicamos bien esta
regla sabremos qué clase de libro es.

Una segunda regla de la primera lectura consiste en
examinar el esqueleto del libro. La definimos como: "Enunciar la
unidad de todo libro en una sola frase, o cuando más en
varias frases". Se trata de enunciar el tema del libro entero con
la máxima brevedad. Captar la estructura de un libro es
una parte esencial de la primera comprensión. Esto
significa que debemos decir de qué es el todo, lo
más concisamente que se pueda. Decir cuál es el
tema del libro no es lo mismo que decir qué clase de libro
es. El descubrir "acerca" de qué trata un libro es
descubrir su tema o punto principal. No es posible comprender un
todo sin ver de algún modo sus partes; pero también
es cierto que sólo captando la organización de sus
partes es posible conocer y comprender el todo. Es más
fácil captar una estructura compleja y unificada, en dos
pasos que en uno. Esta regla atrae la atención del lector
hacia la unidad.

La tercera regla del primer modo de lectura puede
expresarse como: "Exponer las partes principales del libro, y
demostrar cómo están organizadas para formar un
todo al ser coordinadas entre sí y con la unidad del
libro". Es necesario definir sus partes principales en su orden y
relación y analizar estas partes como ya se ha analizado
todo. Un libro es como una casa; es una mansión de muchas
habitaciones de diferentes modelos y
niveles, de diferentes tamaños y formas, con diferentes
perspectivas, habitaciones con diferentes funciones a
realizar. Estas habitaciones son, en parte, independientes; cada
una tiene su propia estructura y decoración interior, pero
no son absolutamente independientes y separadas; están
unidas por puertas y arcadas, por corredores y escaleras. La
analogía arquitectónica es casi perfecta. Un buen
libro, como una buena casa, es un ordenado arreglo de partes;
cada parte principal goza de una cierta dosis de independencia.
Esta regla atrae la atención hacia la complejidad de un
libro. Implica algo más que una enumeración de las
partes: significa tratar las partes como si fuesen conjuntos,
subordinados cada una con una unidad y una complejidad
propias.

La cuarta regla del primer modo de lectura exige que se
"descubran cuáles son los problemas del autor".
Aquí es importante definir el problema o los problemas que
el autor trata de solucionar. Si el autor no formula el problema,
es tarea del buen lector formularlo con toda la precisión
posible. Se debe enunciar el problema o los problemas principales
que el libro trata de contestar; y de exponer los problemas
subordinados si las preguntas principales son complejas y tienen
muchas partes. El lector tiene que colocar las preguntas en orden
inteligible. ¿Cuáles son primarias, cuáles
secundarias? ¿Cuáles deben ser contestadas primero,
si es que otras deben ser contestadas después? Si el
lector conoce la clase de preguntas que cualquiera puede hacer
acerca de una cosa, se convierte en perito en el descubrimiento
de los problemas del autor. Estos pueden ser expresados
brevemente: ¿Existe algo? ¿Qué clase de cosa
es? ¿Qué provocó su existencia, o bajo
qué condiciones puede existir, o por qué existe?
¿Qué objeto llena? ¿Cuáles son las
consecuencias de su existencia? ¿Cuáles son sus
propiedades características, sus rasgos típicos?
¿Cuáles son sus relaciones con otras cosas de
índole similar? ¿Cómo actúa?
¿Las precedentes son todas preguntas teóricas?
¿Las siguientes son prácticas? ¿Qué
fines deben ser buscados? ¿Qué medios deben
ser elegidos para un fin dado? ¿Qué cosas deben
hacerse para lograr un objetivo
determinado, y en qué orden? Bajo estas condiciones,
¿qué es lo que se debe hacer correctamente, o
qué es lo mejor antes que lo peor? ¿Bajo
cuáles condiciones sería mejor hacer esto que
aquello? Estas preguntas pueden ayudar al lector a descubrir los
problemas que el libro ha tratado de solucionar.

2. En la segunda lectura (Interpretativa) se debe
interpretar el contenido del libro a través de los
siguientes pasos: *Ponerse de acuerdo con el autor mediante la
interpretación de sus palabras básicas o más
importantes. *Captar las proposiciones o sentencias, tratando con
sus frases más importantes. Las palabras deben ser
interpretadas y las sentencias comprendidas. *Conocer los
argumentos del autor, encontrándolos en encadenamientos de
frases o construyéndolos a expensas de ellos. *Determinar
cuál de sus problemas resolvió el autor y
cuál no, y de los últimos decidir cuál de
ellos sabía el autor que no había logrado resolver.
En esta lectura el lector procede de las partes al todo. La
lectura interpretativa implica llegar a una transacción
con el autor al interpretar sus palabras básicas; captar
las proposiciones importantes del autor mediante la
búsqueda de sus oraciones importantes; conocer los
argumentos del autor, encontrándolas en secuencias de
oraciones, o construyéndolos con dichas secuencias; y
determinar cuáles problemas solucionó y
cuáles no.

La primera regla de la lectura interpretativa trata de
palabras y términos importantes del libro. Significa
encontrar las palabras importantes y llegar a una
transacción. Se trata de localizar las palabras
importantes y hallar el modo en que el autor las usa; es decir,
encontrar las palabras importantes y por medio de ellas llegar a
una transacción con el autor. No todas las palabras son
importantes; lo son sólo aquellas que él usa de un
modo especial. El defecto de un mal lector es su falta de
atención hacia las palabras claves, y sus consiguientes
fracasos para llegar a una transacción con el autor. Es
necesario llegar a una transacción con el autor; de lo
contrario la
comunicación de conocimientos del autor al lector no
es posible. Si el autor usa una palabra en un sentido y el lector
la lee en otro, han cambiado palabras entre ellos, pero no han
llegado a una transacción. El interpretar un libro es un
trabajo detectivesco. El encontrar las palabras importantes
significa localizar los indicios, y el llegar a una
transacción por medio de ellos es acorralar el pensamiento
del autor. El lector debe llegar primero a una transacción
con el autor, antes de que pueda averiguar qué es lo que
el autor está proponiendo, qué juicios está
declarando.

Las oraciones y proposiciones conforman la segunda regla
de la lectura interpretativa. Implica señalar las
oraciones más importantes de un texto y descubrir las
proposiciones que ellas contienen. Una proposición es una
declaración, una expresión del juicio del autor
acerca de algo. Éste afirma algo que cree cierto, o niega
algo que considera falso. Es una declaración de
conocimientos, no de intenciones. Las proposiciones tienen que
tener una razón que las justifique. Si estamos interesados
en el asunto-tema de un libro, y no sólo en el autor,
deseamos saber no solamente cuáles son las proposiciones,
sino qué son. Las oraciones importantes son aquellas que
expresan los juicios sobre los cuales reposa todo su argumento.
Las oraciones y los párrafos son unidades gramaticales,
son unidades de idioma; las proposiciones y los argumentos son
unidades de lógica, o sea de pensamiento y conocimientos.
No todas las oraciones expresan en un libro una
proposición, pues algunas oraciones expresan preguntas.
Las proposiciones son respuestas a preguntas, son declaraciones
de conocimientos o de opinión. Sólo si se reconocen
las diferentes proposiciones en una oración complicada, se
podrán juzgar con discernimiento lo que el escritor
dice.

La tercera regla de la lectura interpretativa trata de
argumentos de toda índole. Esta norma nos invita a
localizar o componer los argumentos básicos en el libro,
encontrándolos en la ilación de oraciones. Hay
muchas clases de razonamientos, muchas maneras de mantener lo que
se dice. A veces es posible argüir que algo es cierto; a
veces no puede defenderse más que una probabilidad.
Pero cada especie de controversia consiste en una cantidad de
afirmaciones entre sí, en cierto modo. Esto es dicho "a
causa" de "aquello". "A causa", en este caso, significa una
razón dada. La presencia de argumentos es indicada por
otras palabras que se refieren a afirmaciones, tales como: "si"
esto es así, "entonces" aquello; o "puesto que", esto, por
consiguiente "aquello", o se "deduce" de esto que "aquel" es el
caso. Un argumento es siempre un grupo de afirmaciones de las
cuales algunas proporcionan las bases o razones para lo que
deberá ser deducido.

La cuarta regla de este segundo modo de lectura consiste
en determinar, entre sus problemas, cuáles
solucionó el autor y cuáles no. Después que
el lector haya llegado a una transacción con el autor,
captando sus proposiciones y argumentos, puede controlar lo que
ha descubierto respondiendo a las siguientes preguntas:
¿Cuáles de los problemas que el autor trató
de solucionar logró hacerlo? ¿En el curso de la
solución de éstos, se embarcó en otros
nuevos? De los problemas que no logró solucionar, antiguos
o nuevos, ¿en cuáles supo el autor que había
fracasado? Cuando el lector sea capaz de responder a estas
preguntas, podrá sentirse razonablemente seguro de haber
logrado comprender el libro.

3. La tercera lectura (Crítica) consiste en la
crítica del texto como comunicación del saber. Este paso consta de
unas máximas generales y de unos criterios
específicos para los puntos de la crítica. Las
máximas generales son: *No comenzar la crítica
antes del análisis y de la interpretación. *No
discrepar disputativamente o contenciosamente. *Respetar la
diferencia entre el
conocimiento y la opinión, teniendo razones para
cualquier juicio crítico que se realice. Los criterios
específicos para los puntos de crítica son:
*Indicar dónde el autor carece de información, dónde está mal
informado, dónde es ilógico y dónde el
análisis o relación es incompleto. En esta lectura
el lector juzga al autor, y decide si está o no de acuerdo
con él. Un libro debe ser leído activamente. La
actividad en la lectura no concluye con la tarea de comprender lo
que un libro dice. Debe ser complementada con la tarea de la
crítica, del juicio. El lector debe saber juzgar un libro,
así como debe saber llegar a un entendimiento de su
contenido. Aquí es donde la retórica entra en
juego. Hasta
cuando no se hayan realizado satisfactoriamente las dos primeras
lecturas (analítica e interpretativa), el buen lector no
debe sentirse en libertad de
expresarse, de emitir un juicio crítico.

No podemos valorar un texto si no hemos captado el
mensaje, si no hemos descubierto el significado en
relación con sus formas. La valoración es
indispensable, si se tiene en cuenta que el lector entabla un
diálogo
con el autor a través de un texto. El lector debe estar en
capacidad de expresar su posición frente al texto por
medio de argumentos válidos. La lectura crítica
debe llevar al autor a emitir juicios personales sobre lo que ha
analizado, comprendido e interpretado; en ellos se rebelan su
personalidad,
sus intereses, sus emociones, su
visión del mundo, sus experiencias, su apreciación
literaria y su comprensión e interpretación
lectoras.

Una vez realizada una lectura, el lector deberá
ser capaz de opinar sobre el autor y, particularmente sobre el
mensaje, ya desde el punto de vista de su contenido (fondo), ya
desde el punto de vista de su presentación (forma). La
crítica lectora es una reacción mental, de alto
valor
intelectual, que conduce a la emisión de juicios
personales reveladores de la
personalidad del lector, de su gusto, de su
apreciación literaria, de su comprensión e
interpretación lectoras. La lectura crítica es
discernimiento ponderado, fruto del pensamiento
reflexivo.

A. Máximas generales

La primera máxima de la lectura crítica
implica que el lector sea capaz de decir, con una certeza
razonable, "comprendo", antes que pueda decir cualquiera de las
cosas siguientes: "estoy de acuerdo", o "disiento", o "suspendo
el juicio". Esto implica abstenerse de decir si estamos de
acuerdo o en desacuerdo con el autor, o que suspendemos el
juicio, hasta que realmente hayamos entendido el texto. Exige del
lector que complete la tarea de entendimiento antes de entrar
precipitadamente en la lectura.

La segunda máxima de la lectura crítica
indica que no tiene objeto ganar un argumento si el lector sabe o
sospecha que está equivocado. Esta regla le dice al lector
que no sea disputador o contencioso. La palabra contencioso
define a la persona que tiene
por costumbre disputar o contradecir todo lo que otros
afirman.

La tercera máxima de esta lectura crítica
recomienda que se considere a los desacuerdos como solucionables.
Todos los desacuerdos pueden ser solucionados por medio de la
eliminación de malas inteligencias o de la ignorancia. El
lector debe hacer más que abrir juicios de acuerdo o
desacuerdo; debe dar razones. Aquí se pide al lector que
encare los desacuerdos sobre asuntos de conocimientos como algo
remediable. Se le sugiere que dé razones para sus
discrepancias de modo tal que los problemas no sean meramente
enunciados, sino también definidos.

B. Criterios específicos para los puntos de
crítica

Cuando el lector haya finalizado su lectura, debe estar
en capacidad de afirmar que "entendió". Si "no
entendió", tendrá que argumentar por qué. Si
la falta reside en el libro, ha de localizar los orígenes
de la dificultad. Debe demostrar que la estructura del libro es
desordenada, que sus partes no tienen coherencia, que algo en
éste carece de pertinencia. O, tal vez que el autor se
equivoca en el uso de palabras importantes, con toda una cadena
de confusiones que esto trae como consecuencia.

En caso que el lector discrepe con el autor, debe ser
capaz de mantener una controversia cortés e inteligente.
El lector debe llegar a un acuerdo o desacuerdo con el autor
siguiendo y encontrando los argumentos del autor. El lector que
llega a una transacción con el autor y capta sus
razonamientos y proposiciones, se "entiende" con el autor. Todo
el proceso de interpretación se encamina a un encuentro de
mentes mediante el idioma. El entendimiento de un libro
vendría a ser como un acuerdo entre el lector y el
autor.

Cuando el lector entiende y disiente cree que puede
demostrar que el autor está equivocado en algo. Pero a
veces lo hace bajo la influencia de la emoción y el
prejuicio.
Esto se evita si se tienen en cuenta algunas "prescripciones" que
indican los cuatro modos en que un libro pude ser "adversamente"
criticado. Si el lector dice "entiendo, pero disiento", puede
hacer estas observaciones como si estuviera dialogando con el
autor: *"Carece usted de información". *"Está usted
mal informado". *"Es usted ilógico, su razonamiento no es
convincente". *"Su análisis es incompleto". El lector que
discrepe debe efectuar estas observaciones. Aunque son un poco
independientes, el hacer una de éstas no impide hacer la
otra; todas y cada una de ellas pueden hacerse, porque los
defectos que tratan no se excluyen mutuamente. El lector no puede
hacer ninguna de éstas sin ser definitivo y preciso acerca
del punto en el cual el autor carece de información, o
está mal informado, o es ilógico. Si el lector no
puede demostrar que el autor carece de información,
está mal informado, o sea ilógico sobre asuntos
importantes, no puede discrepar. Para disentir es necesario
indicar dónde el autor carece de información,
dónde está mal informado, dónde es
ilógico y dónde el análisis o
relación del autor es incompleto. Veamos las observaciones
o criterios específicos. Las tres primeras tratan de la
validez de las aseveraciones y razonamientos del autor; son
criterios para la discrepancia; están relacionadas con los
términos, proposiciones y argumentos del autor. Estos son
los elementos que él usó para solucionar los
problemas que iniciaron sus esfuerzos. La cuarta es acerca de la
plenitud de la ejecución del plan del autor;
influye en la estructura del conjunto.

Decir que el autor "no está informado", es decir
que carece de algún elemento de juicio "pertinente" al
problema que está tratando de solucionar. Para poder
sostener esta observación, es necesario exponer los
conocimientos que le faltan al autor y demostrar por qué
es pertinente, y cómo establece una diferencia en lo que a
sus conclusiones se refiere.

Decir que el autor "está mal informado", es decir
que él asevera lo que no hace al caso. Su error puede
deberse a la falta de conocimientos, pero el error es algo
más que eso. Sea cual sea la causa, éste consiste
en aseveraciones contrarias a los hechos. El autor propone como
verdadero o más probable lo que es en realidad falsa o
menos probable; pretende poseer un saber del que carece. Para
aprobar la afirmación el lector debe poder argüir la
verdad o la mayor probabilidad de una posición contraria a
la del autor.

Decir que un autor "es ilógico", es decir que ha
cometido una falta al razonar. El lector debe señalar el
punto exacto en el cual el argumento carece de fuerza
lógica o moral.

Decir que el análisis de un autor "es
incompleto", es decir que éste no ha solucionado todos los
problemas con que comenzó, o que no ha hecho un uso tan
bueno de sus materiales como podía hacerlo, que no vio
todas sus complicaciones y ramificaciones, o que no logró
establecer distinciones que son importantes en su trabajo. No
tiene objeto hacer esta observación si el lector no pude
definir con exactitud lo inadecuado, ya sea por su propio
esfuerzo o mediante la ayuda de otros libros.

MÉTODO
PARA LIBROS IMAGINATATIVOS O DE FICCIÓN

Según Mortimer J. Adler, la literatura
imaginativa comprende la ficción: poesía, novela y
teatro. Una
novela no se puede leer como un texto de filosofía, o una
obra lírica como si fuera una demostración matemática. Los libros expositivos
instruyen y los imaginativos deleitan. La lectura expositiva
llama la atención del intelecto y la imaginativa la
imaginación. Los libros expositivos "realmente" comunican
lo que es eminente y esencialmente comunicable: el conocimiento
abstracto. Los imaginativos "tratan" de comunicar lo que es
esencial y profundamente incomunicable: la experiencia concreta.
La diferencia básica en la literatura expositiva y la
imaginativa consiste en que la primera instruye comunicando y la
segunda deleita recreando lo que no puede comunicarse. Los libros
expositivos tienen como principal objeto enseñar mientras
que los imaginativos enseñan sólo incidentalmente,
si llegan a enseñar, creando experiencias del as cuales
podemos aprender. Para aprender con libros imaginativos tenemos
que elaborar nuestro propio pensamiento acerca de la experiencia;
para aprender lo que enseñan los hombres de ciencia y
filosofía, debemos tratar de comprender lo que ellos han
pensado. No se debe leer la ficción como si fueran hechos;
no se debe leer una novela como si fuera una obra
científica, ni siquiera como si fuera ciencia socia la
sicología.

Reglas para la lectura imaginativa:

1º. No se debe tratar de buscar un mensaje en una
novela, obra teatro o poesía, porque no es originalmente
didáctica. La ficción impulsa a la
acción sólo cuando es buena como ficción.
Hay que leer el libro por lo que es, buscando la historia, no el
mensaje, en los libros narrativos. En la ficción hay
creaciones y no pensamientos o doctrinas. Sólo se puede
comprender un mundo cuando ha sido creado. Shakespeare,
partiendo del mundo que ningún hombre ha hecho, sin
abandonarlo nunca, "construyó" muchos mundos dentro de
él.

2º. No se deben buscar términos,
proposiciones y argumentaciones en la literatura imaginativa,
porque son recursos
lógicos y no poéticos.

3º. No se debe criticar la ficción
según normas de la
verdad y de la consistencia que corresponden adecuadamente a la
comunicación del conocimiento. La "verdad" de una buena
"historia" es su verosimilitud, su intrínseca estabilidad
o plausibilidad. Cuando leemos una biografía queremos la
verdad acerca de una persona determinada; cuando leemos una
novela queremos una historia que debe ser cierta sólo en
el sentido de que "pudo haber sucedido" en el mundo de personajes
y de hechos que el novelista ha creado.

4º. No se deben leer todos los libros imaginativos
como si fueran iguales; la lírica, la novela y el teatro
requieren lecturas adecuadamente diferentes.

5º. Reconocer si se trata de una poesía, una
novela o una obra de teatro, porque sus contenidos son
diferentes. El poema cuenta una "historia" esencialmente en
función de una sola experiencia emocional; las novelas y las
piezas de teatro tienen tramas más complicadas, que
comprenden a muchos personajes, sus acciones y
reacciones recíprocas, así como las emociones que
experimentan en el transcurso de la obra.

6º. Aprender a captar la unidad global de la obra.
La unidad de la ficción está en el argumento. Si no
se capta el interés del argumento, no se capta la historia
narrada. En la condensación del argumento reside la unidad
de la obra.

7º. Reducir el todo a sus unidades más
simples y descubrir cómo está construido el todo en
todas sus partes. Las partes de la ficción son los
diversos pasos que el autor da para desenvolver su trama: los
detalles de representación y de los episodios. Conocer la
estructura de una narración implica saber dónde
comienza, por qué pasa y dónde termina; identificar
las diversas crisis que
conducen hasta la culminación, dónde y cómo
tiene lugar la culminación y qué sucede en la parte
final. Las partes deben estar interrelacionadas, porque los
capítulos de una novela o las de una pieza de teatro si
carecen de significado y coherencia se les arrancan del todo. La
narración para ser interesante, debe sostener y elevar la
incertidumbre.

8º. Establecer relación entre los elementos
de ficción: episodios, incidencias y personajes con sus
pensamientos, discursos,
sentimientos y actos. Sólo es posible captar la "historia"
si hay familiarización real con los personajes y se han
experimentado sus hechos.

9º. Entrar, conocer y vivenciar el mundo
imaginativo creado por el autor, convirtiéndonos en
miembros de su población, deseosos de hacernos amigos de
sus personajes y de participar en sus conocimientos mediante una
comprensión simpática. Así, encontramos las
relaciones que utilizan los personajes y los convertimos en
miembros de una sociedad viviente. Se trata de trabar
conocimiento con los personajes, acompañarlos en el mundo
imaginativo en que viven, admitir las leyes de su
sociedad, respirar su aire, probar su
comida, viajar por sus caminos.

10º. Seguir a los personajes a través de sus
aventuras; el escenario o fundo, el marco social, es una especie
de vinculación estática
de los elementos de la ficción. La conexión
dinámica permite el desenmarañamiento de la trama.
Para leer bien la obra es necesario tener el dedo sobre el pulso
de la narración, sensible a todos sus latidos.

11º. No critiquemos la literatura imaginativa hasta
haber apreciado plenamente qué ha tratado de hacernos
experimentar el autor. La crítica tiene que ver con la
belleza de la obra. La belleza de cualquier obra de arte está
relacionada con el placer que nos proporciona cuando la conocemos
bien. Distinguir entre la expresión de gusto que indica
meramente que algo gusta o no gusta y el ejercicio crítico
último que concierne a los méritos objetivos de la
obra. Antes de decir lo que nos gusta o lo que no nos gusta,
debemos estar seguros de que
hemos hecho un esfuerzo honesto para apreciar la obra. Para
lograr la apreciación, como la comprensión, debemos
leer activamente. Sólo así podremos decir que nos
gustó o no el libro, y por qué nos gustó o
no nos gustó. Para emitir un juicio crítico sobre
una obra debemos responder a las siguientes preguntas:
¿Hasta qué punto tiene unidad la obra? ¿De
qué magnitud es la complejidad de las partes y elementos
que la unidad abarca y organiza? ¿Es una historia
probable, esto es, tiene la inherente plausibilidad de la verdad
poética? ¿Nos eleva de la ordinaria semiconciencia
de la vida diaria a la claridad de la intensa vigilia, excitando
las emociones y llenando nuestra imaginación? ¿Crea
un nuevo mundo en el cual somos introducidos y en el cual parece
que viven con la ilusión de que estamos viviendo la vida
constante y totalmente?

Con respecto a la lectura de periódicos y
revistas, nos dice Adler, que debemos preguntarnos qué
dice en general, qué dice en particular, si es cierto y
eso qué importa. Mientras leemos debemos hacernos estas
preguntas y contestarlas exacta y correctamente.

MÉTODO DE
LA LECTURA EXPLORATIVA, SELECTIVA, GENERAL, INVESTIGATIVA Y
PROFUNDA

1. Lectura explorativa o de reconocimiento. En
este primer aspecto se deben tener en cuenta el título,
subtítulos, contenido o índice y
preguntas.

2. Lectura selectiva. Aquí se centra la
atención en el prólogo, introducción, primer
y último párrafo de cada capítulo, primera y
última frase de cada párrafo, conclusión o
epílogo).

3. Lectura general del libro. Consiste en
realizar una nueva lectura atenta del libro de manera total,
general o global.

4. Lectura investigativa. Se efectúa
para buscar significados, subrayar, tomar apuntes, identificar
frases principales y secundarias de los párrafos y la idea
o ideas principales de cada capítulo, señalar los
párrafos claves, establecer relaciones causa-efecto,
establecer correspondencia entre título y
subtítulo, adelantar conclusiones).

5. Lectura profunda. Esta última lectura
de realiza de manera profunda con el ánimo de resumir,
esquematizar, sintetizar, relacionar, descubrir el mensaje y el
tema o temas principales, asimilar, interiorizar, establecer
relaciones interdisciplinarias, apoderarse del contenido y
enfrentarlo con sentido crítico, descubrir la ideología y punto de vista del autor,
actuar.

Se ha leído bien cuando, además de saber
lo que dice el autor, sabemos qué es lo que quiere decir y
por qué lo dice. El buen lector debe ser capaz de recordar
lo que el autor dijo tanto como comprender lo que quiso decir. No
basta con saber qué dice el autor, sino saber qué
quiere decir. Debemos estar seguros de comprender lo que dice el
libro: sólo entonces podremos decir si estamos, o no, de
acuerdo con el autor. No sólo se debe leer para
informarnos; se debe leer para entender. Cuando leemos para
informarnos, sólo obtenemos hechos; cuando leemos para
entender, no solamente aprendemos hechos sino también su
significado.

MÉTODO O
TÉCNICA VILER (Vistazo, Interrogarse, Leer detenidamente,
Expresar, Repasar)

Este método lo establecer W. J. Mayo en su libro
Cómo leer, estudiar y memorizar
rápidamente, y consiste en los siguientes
pasos:

1. Vistazo. El primer paso consiste en echarle
un vistazo total o una revisión general al texto
para familiarizarnos con el texto que vamos a estudiar. Este
procedimiento
permitirá controlar la intención para no divagar a
otras cosas, tras haber leído un poco, es especial si el
tema es pesado; se prepara uno para saber de qué se trata
la lectura; despierta en el inconsciente cosas que ya sabemos
sobre lo que leemos; nos da una idea de la extensión de lo
que hemos de leer y el tiempo que gastaremos en hacerlo; le da un
propósito o dirección a la lectura. Dar un vistazo a un
texto consiste en explorar los títulos, índice,
introducciones, prefacio, glosario, resúmenes,
encabezados, subtítulos, dibujos,
gráficas, bibliografía, palabras en
mayúscula, etcétera. En general, se trata de
familiarizarnos con el texto que vamos a leer.

2. Interrogar. El segundo paso es
interrogarse. La mejor manera de sacar provecho a la
lectura es hacerse preguntas acerca de lo que se está
leyendo. Al buscar las respuestas a los interrogantes se consigue
que la mente no vaya de un lado a otro a medida que se lee.
Interrogarse permite un vistazo completo al texto, facilita el
conocimiento del vocabulario desconocido, concentra la
atención del lector en los temas que se van a leer,
permiten conocer todos los temas tratados en el
texto, facilita la memorización de los conocimientos
pertinentes.

3. Leer. El tercer paso es leer
detenidamente
. Son demasiados los lectores que se ponen a
leer un texto sin los pasos previos del vistazo y del
interrogarse. Los resultados suelen ser pobreza de
comprensión, divagación de la mente, pérdida
de tiempo y vuelta a leer las distintas partes sin que se saque
nada en claro. Para efectuar la lectura es pertinente tener en
cuenta que se lee para poder responder a las preguntas planteadas
en los pasos anteriores; o se lee para contestar los
cuestionarios que se nos presentan. Leer para responder a las
preguntas da un propósito determinado. Se debe tener en
cuenta de manera especial las palabras o frases subrayadas en
cursiva o en negrilla.

4. Expresar. El cuarto paso es
expresar. Significa explicar con las propias palabras lo
que se ha leído para detectar si realmente se
comprendieron los temas. Esta explicación debe responder a
un proceso de interiorización de los conceptos.

5. Repasar. El quinto paso es repasar.
Supone echar un vistazo a lo que ya se ha leído. Para
repasar se debe tener en cuenta hacerlo inmediatamente
después de haber leído el texto. Esto equivale a
volver a leer las notas y subrayados, y repasar
periódicamente.

MÉTODO DE LECTURA DE ESTUDIO "ROBINSON":
EPL2R
(Explorar, Preguntar, Leer, Recitar y
Repasar)

Este método, que consiste en explorar, preguntar,
releer, recitar y repasar, fue planteado por W. J. Mayo en su
renombrado libro. Consta de los siguientes pasos:

1. Explorar. Consiste en indagar cuanto podamos
sobre los fines y propósitos del autor. Para ello debemos
leer el prólogo, estudiar el índice, fijarnos en
los encabezamientos y en los distintos epígrafes de los
capítulos y en los resúmenes de los mismos si los
hay y dar una rápida ojeada a todo el texto. Se trata de
obtener una visión general de lo que más tarde se
estudiará. No debemos perder de vista cuáles son
nuestros objetivos y la importancia del texto para nuestros
intereses. El preciso tener en cuenta al autor:
¿Quién es? ¿Qué es?
¿Cómo escribe?

2. Preguntar. Debemos explorar
rápidamente el texto anotando las preguntas que se nos
ocurran. Esto nos obliga a pensar y a reflexionar, a ser capaces
de dar nuestra particular ordenación a los conocimientos
adquiridos. Desarrollaremos nuestra capacidad crítica y
llegaremos a leer activamente, no seremos meros receptores de
información, tendremos nuestras propias exigencias para
con el autor: ¿Qué pruebas reales
nos da?, ¿lo que dice coincide con las afirmaciones de
otros autores o con lo que nosotros sabíamos o
creíamos?

3. Leer (reeler). La primera lectura de estudio
podrá ser rápida, de visión general; luego
efectuaremos una lectura más detenida y detallada. Debemos
leer activamente, siempre captando lo fundamental de lo escrito,
las ideas principales y los detalles de mayor
relevancia.

4. Recitar. Tras la lectura de cada apartado
importante del capítulo debemos dejar a un lado el libro e
intentar repetir en síntesis y
con nuestras propias palabras lo leído. Recitar permite
potenciar nuestra memoria, ahorrar
tiempo, facilitar la capacidad de atención y corregir las
faltas.

5. Repasar. Debemos repasar la lección o
el texto inmediatamente después de haberlo estudiado. Tras
la lectura de cada capítulo recitaremos sus pasajes
más importantes e inmediatamente procederemos a repasarlo.
En los repasos intermedios nos debemos dedicar más a
releer que a recitar.

APÉNDICES

ALGUNAS TÉCNICAS PARA COMPRENDER Y TRABAJAR
TEXTOS

El resumen

El resumen es una exposición
breve y precisa de las ideas principales de un asunto, un tema o
una materia. Resumir es sacar la información más
importante de un texto, haciéndolo más
pequeño, pero sin que pierda el contenido o lo que quiere
decir. Es como volver a contarlo o escribirlo con otras palabras,
de forma abreviada y hablando sólo de los aspectos
más importantes de éste. Para hacer un resumen
escrito es conveniente seguir estos pasos: *Realizar una lectura
cuidadosa del texto. *Aclarar el vocabulario desconocido con
ayuda del diccionario u
otras fuentes, para comprender mejor el texto. *Concretar el tema
del texto. *Encontrar y señalar las ideas principales.
*Redactar en orden las ideas principales. *Escribir, si es
necesario, algunas ideas secundarias (muy breves) para explicar o
ejemplificar las ideas principales.

La síntesis

La síntesis es parecida al resumen, en cuanto a
que es un esfuerzo por expresar sólo lo fundamental de un
texto. Sin embargo, normalmente se diferencia del resumen por ser
mucho más breve. Por ejemplo, un texto de diez
páginas puede resumirse en una página, mientras que
la síntesis del mismo texto puede ser de diez
líneas. La síntesis se utiliza más para
artículos de opinión o comentarios, pues estos
traen un mensaje que es posible expresar en una o dos
oraciones.

El esquema o cuadro sinóptico

El esquema o cuadro sinóptico es una forma de
organizar los elementos o partes que conforman un tema.
Normalmente se utilizan para representar de manera gráfica
la estructura de un tema y la relación entre las ideas del
mismo. Se suelen organizar las ideas y temas en cuadros o llaves,
tratando de representar la relación entre ellos por el
lugar en que se colocan y las líneas que los
unen.

El análisis crítico

Cuando una persona escribe trata de transmitir un
mensaje. Sin embargo, muchas veces junto al mensaje, la persona
que escribe intenta hacernos pensar y sentir de una forma. Por
ejemplo, en un periódico podemos encontrar una noticia
como la siguiente: "Campesinos pararon el tráfico durante
más de dos horas en una importante carretera del
país. Colocaron barricadas de piedras y troncos para
impedir el paso de los vehículos. Ante el reclamo de las
personas que viajaban en la carretera los campesinos respondieron
con amenazas e insultos. Esta situación provocó el
retraso de los transportes de productos y de
pasajeros. Además, generó el descontento de un
grupo de turistas que transitaban por ese lugar. Estas acciones
afectan la economía e imagen del
país…"

El mensaje central de esta noticia es que unos
campesinos pararon el tráfico en una carretera. Pero
¿qué nos hace sentir y pensar la noticia? Por la
forma en que está escrita, nos podría hacer sentir
y pensar que lo que hicieron los campesinos definitivamente no
está bien. Que son unos desconsiderados y abusivos. Sin
embargo, al analizarla con mayor detenimiento nos podemos dar
cuenta que no dice por qué razones los campesinos pararon
los carros, cuál es la situación de la gente,
qué actitud asumieron los transportistas, ni si realmente
los campesinos los amenazaron. Pareciera que el que
escribió la noticia está más preocupado por
lo que piensen los turistas que por la situación de la
población campesina y lo que los motivó a realizar
esa acción. Bueno, con este ejemplo nos podemos dar una
idea de lo importante que es el análisis crítico. A
continuación hacemos algunas recomendaciones para juzgar
críticamente cualquier tipo de lectura.

*Averiguar información sobre el autor. Eso nos
puede ayudar a saber con qué intención la persona
está escribiendo y qué intereses
defiende.

*Descubrir la intención de quien escribe. Para
ello debemos responder a la siguiente pregunta ¿qué
quiere hacernos sentir y pensar la persona que escribió?
Al descubrir dicho propósito, podemos decidir si estamos
de acuerdo o no.

*Investigar más sobre el tema. Eso nos
permitirá aumentar la objetividad de nuestra
opinión, en base a otros puntos de vista.

*Dudar. Debemos tomar en cuenta que la verdad nunca se
nos presenta del todo completa, conocerla requiere de una actitud
cuestionadora. No creer las cosas sólo porque figuran en
un libro. Dudar quiere decir hacernos preguntas sobre lo que
leemos: ¿Será verdad todo? ¿Será que
no están ocultando algo? etc.

Para hacer un análisis crítico podemos
usar las siguientes preguntas: – ¿Cuál es el
mensaje central del texto? – ¿A qué sector (grupo
político, clase social, etc.) pertenecerá el autor
del artículo? – ¿Qué quiere el autor que
piense y sienta al leer su artículo? – ¿Con
qué argumentos estoy de acuerdo y con cuáles no?
¿Por qué? – ¿Qué opino del mensaje a
nivel general?

El comentario

Muchas veces nos piden hacer un comentario sobre una
lectura. Es importante recordar que el comentario difiere del
resumen. En el primero valoramos el texto argumentando los
porqués. Veamos algunas de las cuestiones que podemos
abordar al realizar un comentario:

*La veracidad del texto. Si nos parece que se acerca a
la verdad o no y por qué. Podemos expresar nuestros
acuerdos y desacuerdos con las ideas del autor.

*La relación de las ideas del texto con otras
ideas o experiencias. Podemos hacer referencia a otras ideas que
hemos escuchado en función del texto o a experiencias que
puedan tener relación.

*La aplicabilidad o utilidad de las ideas del texto.
Expresar si consideramos que lo leído puede usarse en
nuestro trabajo o realidad inmediata.

*Los aspectos positivos y negativos. A cualquier
realidad le podemos encontrar aspectos positivos y
negativos.

*Las limitaciones. A veces es necesario aclarar a
qué campos o situaciones se aplica lo que dice el autor y
a cuáles no.

*Los riesgos.
Cualquier propuesta, aun cuando en su generalidad sea positiva,
siempre conlleva riesgos que es bueno señalar.

COMENTARIO DE TEXTOS

Introducción

El comentario es un
análisis que se realiza sobre un texto
escrito desde varios planos o puntos de vista con el fin de
determinar su naturaleza y características generales o
particulares. Una lectura compresiva e identificativa del tipo de
texto es lo primero que se debe hacer. El método o
métodos que se sigan pueden ser tan diversos como los
textos comentados; no obstante, es necesario dar unas pautas
imprescindibles para hacer un comentario correcto.

Autor, obra, género.

Hay que hacer referencia al autor y su
obra, si se conoce. En cuanto al género, término
complejo, puede aplicarse la siguiente clasificación:
Los géneros literarios se clasifican en: mayores
y menores; los géneros mayores son: Lírica,
expresión de los sentimientos del autor, "yo subjetivo",
está escrito en prosa o verso. Épica, es la
narración del mundo exterior, observado por el autor, en
prosa: novela, cuento y
leyenda; en verso: cantares de gesta, romances…
Dramática o género teatral, analiza las vivencias
de los personajes de ese mundo exterior: tragedia, comedia o
drama. Y géneros menores: Oratoria,
pretende persuadir por medio de la palabra: discurso,
arenga, conferencia,
charla… Didáctica, género con fines
formativos y educativos: ensayo,
artículo, conferencia… Historia, narración de
acontecimientos pasados: crónicas,
reportajes…

Tipo de escrito y naturaleza del
texto

Un texto puede pertenecer a uno de estos
cuatro tipos de escritos básicos: A) Narración, se
cuentan acciones: predominio de dinamismo: frases cortas,
abundancia de verbos… B) Descripción, se expresan
circunstancias: cualidades, ambientes, paisajes; texto de
acción lenta, predominio de sustantivos, adjetivos… C)
Exposición, escrito en el que se pretende comentar
objetivamente un tema: se comunican ideas y opiniones; predominio
de lenguajes técnicos especializados… D)
Argumentación, es la exposición de un tema, pero
sometido a debate,
aportando datos que sustenten lo que se afirma. Es más
subjetivo que la exposición…
Los textos, por su naturaleza y contenido
temático, se pueden clasificar en: periodísticos,
científicos, publicitarios, humanísticos,
jurídicos, literarios… Además, hay circunstancias
espaciales que también se deben considerar en un
comentario, como la fecha en que el texto fue escrito; si la
fecha no aparece expresada, se intenta deducir por el contenido
significativo del texto, analizando el contexto
histórico-social al que el texto responde. Conviene
destacar: el tiempo externo, en el que está escrito el
texto, y el tiempo interno al que se refiere su
contenido.

Comentario explicativo del texto.

En esta fase se anota lo que el
autor dice y cómo lo dice: Explicación del
contenido, comentario de los términos, datos, conceptos
básicos del texto, asociándolos, si es posible, con
los conocimientos que se tengan. Señalar también el
plan ideológico del texto, así como el pensamiento
del autor. Análisis de la forma, valoración general
del estilo y de las características formales del texto: la
estructura: analítica, sintética, encuadrada,
paralela… y caracterización del lenguaje: culto,
popular; normativo, incorrecto…, y rasgos que presenta: rasgos
fónicos: grafías, reducción de grupos
consonánticos, acentuación, entonación…;
rasgos morfosintácticos, categoría gramatical
dominante: sustantivos, adjetivos, verbos…; presencia o
ausencia de determinantes; coordinación o subordinación;
periodos largos o periodos cortos… rasgos
léxico-semánticos, clases de palabras: simple,
compuesta, derivada…; connotación, denotación y
uso figurado del lenguaje.

Comentario crítico.

Surge de la respuesta razonada, que el
texto sugiere al lector, y se deben puntualizar varios aspectos:
Juicio crítico es asentir, disentir o matizar el contenido
del texto, expresando el grado de precisión, objetividad o
subjetividad manifestados por el autor. Asociación y
relación del texto, con otras tendencias, movimientos o
temas conocidos. Interés del texto, con relación a
su época, como representación de una corriente de
pensamiento, por su relación o vigencia actual, por su
originalidad de contenido de enfoque o forma.

COMENTARIO DE TEXTO LITERARIO

Introducción

Comentario de texto
literario, valoración de un texto para
comprobar, por medio de diversas técnicas, su
carácter literario.
Comentar un texto no es glosar su contenido.
Sólo si se abarca su totalidad, y cada una de sus ideas se
relaciona con las demás, el texto tiene sentido, y se
percibe la función de todas las palabras. El lector espera
reconocer en el texto unos rasgos que responden al género
en que se inscribe. Los límites del texto, que marcan
estrofas y rasgos de los diferentes géneros, encuadran su
diseño
interior. Para que el texto alcance todo su sentido, hay que
conocer los instrumentos manejados por el escritor, las figuras
retóricas, las referencias culturales. Sólo
así se puede vincular la obra al contexto literario.
El lector recibe del autor un mensaje, cuyo
fin es este mensaje como forma; percibe en sus interrelaciones,
la actitud, el tema, la estructura y el mensaje del texto, y
concibe su esencia simbólica, su función
histórica y su valor poético.

Procedimiento de análisis

Cada texto exige una técnica
de análisis que ponga de relieve sus
rasgos más significativos, por lo que es necesario, en
primer lugar, situar el texto en su marco
histórico-literario. El modo de actuar varía
según se trate de una obra completa, de un texto completo
o de un fragmento, e igualmente si se conoce el nombre del autor,
el título y la fecha de la obra. Si se sabe el nombre del
autor, se utilizan los medios de consulta necesarios para situar
la obra en la etapa del autor a la que ésta pertenezca. Si
todos los datos aparecen en el texto, no hay mayor problema que
la consulta en un manual de
Literatura con el fin de obtener una mayor información
sobre el autor, obra, fecha, periodo, características
generales de la época y movimiento al que pertenece el
texto, relación con otros movimientos
artísticos y culturales del momento,
características del autor, característica de la
obra o fragmento, objeto del análisis.

Características literarias

Para analizar las características
literarias de un texto hay que determinar:

Género literario y forma de
expresión: Identificación del género y
subgéneros, señalando su originalidad y
características del autor; la forma de expresión
(narración, diálogo, descripción…) y, por
último, si se trata de un texto en prosa o verso con sus
características.

Análisis del contenido (relación
del autor con la obra): Actitud ante la realidad
(externa/interna); postura del autor (objetiva/subjetiva,
irónica, crítica…); punto de vista (estilo
directo/indirecto, utilización de primera, segunda o
tercera persona) e implicación del autor en el
texto.

Argumento y tono: Tipo de argumento y
esquema argumental. Hay que observar las características
(descriptivo, narrativo, digresivo) y el tono (optimista,
pesimista…).

Estructura del contenido: Estructura del texto
(núcleos y subnúcleos estructurales, sus relaciones
y características) y modelos estructurales (analizante,
sintetizante, paralela, atributiva…).

Tema e idea central. Precisar el
tema: Características y cualidades.

Análisis de la forma

Es el momento culminante del
análisis, cuando afloran los niveles literarios utilizados
por el autor; para eso hay que analizar todos los recursos del
lenguaje literario y su función poética.

En el análisis formal, se debe
analizar los diferentes planos: Plano
fonético-fónico, peculiaridades: figuras
retóricas basadas en el sonido
(onomatopeyas, aliteración, paronomasia, asonancia,
aféresis).

Acento y entonación. Ritmo de la
prosa (ritmo lingüístico, de pensamiento, de
intensidad, cuantitativo, silábico, tonal…).
Análisis métrico del texto en verso. Medida
(cómputo silábico). El acento: tipo de versos
(octosílabo, endecasílabo…). Rima (total o
parcial). Tipos de estrofas (cuarteto, serventesio, quinteto,
octava real, soneto…). Poema (romance, silva,
letrilla…).

Planos morfológico y sintáctico.
Interpretación de las diferentes posibilidades expresivas
que ofrece el texto en relación con el contenido.
Análisis de las categorías gramaticales y sus
conexiones. Comentario de texto lingüístico.
Análisis y estructura del texto (simetrías,
paralelismo, diálogo, descripción). Figuras
retóricas: por adición de palabras
(paráfrasis, pleonasmo, sinonimia…); por omisión
de palabras (elipsis, asíndeton); por repetición de
palabras (anáfora, reduplicación,
concatenación, polisíndeton); por analogía
(derivación, dilogía, calambur,
hipérbaton).

Plano semántico, determinar las
peculiaridades del texto que se comenta, relacionándolo
con el contenido; características del léxico,
elementos emotivos y afectivos. El significado de las palabras en
el texto. La connotación, como característica del
lenguaje literario (polisemia, antonimia, homonimia…). Los
cambios semánticos: tropos (sinécdoque, metonimia,
metáfora, alegoría, símbolo…). Figuras
retóricas (prosografía, retrato,
enumeración, hipérbole, prosopopeya,
apóstrofe, paradoja…) y, finalmente, valoración
del texto, reconocer el sentido histórico-social y
apreciar el valor poético del texto como
realización de un artista en un género.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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