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Cuba: Primeros años de evolución cultural (1510-1762) (página 3)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



Partes: 1, 2, 3, 4

En 1529 se descubren y ponen en explotación las
minas de Santiago del Prado (El Cobre), cerca
de la capital
colonial Santiago de Cuba. Era
mineral de calidad que en
principio se exportaba a España,
pero que en la medida que el desarrollo de
La Habana requirió la fortificación de esa villa,
sirvió para fundir los cañones y otros utensilios
necesarios.

Dada la demanda de
cobre que estas labores defensiva requiere se pusieron en
explotación otras dos minas, una en Bacuranao(1580), cerca
de La Habana, y la otra en el centro de la isla, la mina de
Maleza(1598). Además el rey autoriza al capitán
Francisco Sánchez de Moya a realizar una
exploración en busca de nuevos minerales y
principalmente cobre, tan necesario para la fabricación de
cañones. En esta misión le
acompañaron dos fundidores y algunos peones, lo que le
permitió una amplia pesquisa en la zona central y oriental
de la isla y dejando como resultado el
conocimiento temprano de la existencia de valiosos minerales
en la isla.

La fundición de minerales en La Habana
creó una manufactura,
que mejoró en calidad y surtido en la medida que
crecían los pedidos de guerra y
civiles, por lo que provocó la protesta de los fundidores
sevillanos que pidieron y obtuvieron del rey una orden de
prohibición de esta labor en la villa, porque afectaba sus
intereses (1608).

La otra manufactura importante en este primer siglo
colonial en Cuba, fue la construcción naval que tiene sus
antecedentes en las reparaciones de navíos, principalmente
en el puerto de Carenas, desde inicios del siglo XVI. Aunque en
otras zonas de la isla se conoce de la realización de
estos menesteres tan necesarios para la
comunicación de estos tiempos.

Desde 1516 los vecinos del puerto de Carenas obtuvieron
Licencia Real para la construcción de embarcaciones
pequeñas, reparación de navíos y auxilio a
la navegación entre España y Tierra
Firme.

Los ricos bosques de Cuba, la calidad de sus radas para
carenar y la estratégica ubicación de la isla, en
especial de La Habana, determinaron el florecimiento de una
industria
naval que llegó a ser la principal manufactura de la isla
y la más importante del reino en el siglo XVII. Fuente de
empleo y
desarrollo de artesanos y obreros, que luego ayudarían al
desarrollo de otros sectores: carpinteros, calafateros,
fundidores, ebanistas, cordeleros, talabarteros, etc.

La llegada del gobernador Menéndez de
Avilés, que traía instrucciones de desalojar a los
franceses de La Florida y combatir a los piratas del
Caribe se estimula la construcción naval en Cuba, a
fin de incrementar las naves que para estos fines necesitaba. La
fabricación de barcos se barcos se extendió por
estos años a Bayamo y Santiago de Cuba y de estos
astilleros salieron Galeones, el barco de mayor porte de la
época y fragatas, propias para la vigilancia
costera.

Los barcos construidos en Cuba, gozaban de fama, por su
durabilidad y su capacidad marinera, cualidades que se la daban,
a más del oficio de sus constructores, la calidad de las
maderas empleadas: maderas duras para el fondo (sabicú y
chicharrón, entre otras) y el ligero cedro para la
entabladura del navío.

Capítulo III

El siglo XVII
cubano: bajo el signo de la
piratería, la flota y el
contrabando

Surgimiento de la sociedad
criolla

El siglo XVII está marcado por auge creciente del
corso y la piratería en el Nuevo Mundo, principalmente
en el mar Caribe, punto neurálgico en las comunicaciones
entre España y sus colonias. La política monopolista
de la monarquía española motivó que
desde el siglo XVI las naciones europeas comenzaran a alentar el
asalto de las naves españolas en alta mar, ataque a
poblaciones de las colonias y el saqueo sistemático de
estos territorios.

Para contrarrestar esta ofensiva contra sus dominios y
garantizar que llegara a la península la rica
mercancía se crea la Flota de Indias (1561) como "el
mecanismo de funcionamiento del monopolio
español
con América
y (…) esencia de la denominada Carrera de Indias que engloba
todo el comercio y la
navegación de España y sus
colonias"[42]

Las constantes guerras en las
que se ve envuelta España desde la llegada de la
dinastía de los Hamburgo por su pretendido papel de
contrarreforma y restauración del catolicismo, repercute
fuertemente en las posesiones americanas de la Corona puesto que
eran estas la clave económica del poderío hispano
en estos siglos.

La más larga y enconada de estas guerra es la
sostenida por los reyes españoles contra las provincias de
los Países Bajos, prósperas posesiones europeas
divididas entre protestantes y católicos en un
armónico espíritu tolerante que les permitió
un sólido desarrollo
económico, pese a las adversas condiciones naturales
de la zona (casi todo el territorio está por debajo del
nivel del mar).

Desde mediados del siglo XVI vienen estos
enfrentamientos que fueron ganando de guerra de liberación
nacional por el empeño de los monarcas españoles de
imponer el catolicismo en todo el territorio. Al iniciarse el
siglo XVII se produjo una tregua entre las autoridades
españolas y las provincias de los Países Bajos,
armisticio que duró hasta 1621 en que se reabrió
con más crudeza esta guerra.

Las provincias rebeldes toman el nombre de Holanda y
aliada con Inglaterra y
Francia
emprenden la guerra contra la poderosa España. Una de las
medidas que adoptan estas naciones es golpear al reino
ibérico en su comercio con las colonias americanas, dado
el enorme volumen de
riquezas que salía desde estos territorios para las arcas
reales de España, y autorizan el corso y la
piratería, a más de organizar grandes expediciones
punitivas para tratar de ocupar territorio en la América
Española y tratar de capturar a la mítica flota de
la plata y el oro, principal
tesoro del reino hispano.

Como consecuencia de estas guerras aparecen en el Caribe
muchos corsarios y piratas. Particularmente peligrosa fue la
flota organizada por los holandeses en 1626 dirigida por el
almirante Hendricksz quien luego de un periplo por el caribe se
presentó frente a La Habana, bloqueando su bahía
durante un mes, solo una epidemia, probablemente de fiebre amarilla,
hizo retirar a tan temido enemigo que se marcha con muchas bajas,
entre ellas el propio almirante que muere de las
fiebres.

En 1628 se presenta frente a las costas septentrionales
de Pinar del Río una nueva flota holandesa dirigida por
Piet Heyn que sorprendió muy cerca de La Habana a la Flota
de la Plata procedente de Veracruz, el asedio del avezado marino
lleva a los barco españoles hasta la bahía de
Matanzas, donde acorrala y destruye a la flota, ocupándole
el más importante botín que corsario alguno tomara
en la historia de
América, el valor de lo
ocupado se calcula en unos 13 millones de florines holandeses,
unos cuatro millones de pesos españoles, en metales preciosos
y mercadería fina. El valor de lo capturado
resarció a la Compañía de las Indias
Occidentales Holandesas de cuatro años de hostilidades y
repartió ganancias del 50 % a sus accionistas.

No menos peligrosas fueron las incursiones de los
piratas y corsarios ingleses y franceses apoyados por las
monarquías de sus países. Los franceses ocupan la
parte occidental de La Española y crean en la isla de Las
Tortugas, una base de hostigamiento a las costas de Cuba y los
mares adyacentes, mientras los ingleses invaden Jamaica (1655). A
partir de esas conquistas se intensifican los ataques contra
Cuba.

Los criollos abandonados prácticamente a su
suerte por las autoridades españolas, se defendieron como
pudieron, creando milicias e incluso organizando barcos
filibusteros que atacaron las posesiones de sus
enemigos.

"Desde que empezaron los filibusteros a contar con
resguardos tan seguros como
Tortuga, la parte occidental de Santo Domingo, la Barbada y
Jamaica en donde los ingleses los protegían, no eran ya
partidas aisladas de piratas. A medida que la marina
española desaparecía, sin cesar se le iban
afiliando turbas de ingleses, holandeses y franceses,
atraídos por la soltura, la independencia
y el pillaje
(…)" [43]

Bajo el reinado de Felipe IV(1621-1665) se acelera la
decadencia del Imperio Español, presidio por un rey
débil que dejó el poder en manos
del Conde Duque de Olivares, empeñado en mantener a toda
costa la hegemonía de la Casa de Austria frente a las
otras potencias europeas, perdiendo sus últimos recursos navales
y militares. La debilidad de la monarquía perjudicó
la estabilidad de las colonias, en el caso de Cuba se mantuvo
asediada y salvo la Habana, fortificada y protegida, el resto de
la isla estaba a merced de los aventureros del mar.

Desde la ocupación de Jamaica por los ingleses
Santiago de Cuba se convierte en el principal centro del corso
español contra sus enemigos y desde esta ciudad operaban
contra los barcos ingleses y franceses y apoyaban las incursiones
de los antiguos colonos españoles de Jamaica contra los
nuevos ocupantes ingleses.

Los ingleses organizaron una acción
de castigo contra Santiago de Cuba en 1662 para destruir la base
del corso español y desalentar a los antiguos colonos de
Jamaica. Por ello el capitán Christopher Myngs toma la
capital oriental, la incendia y ocupa un importante
botín.

En 1652 fueron saqueadas las villas de San Juan de los
Remedios y Baracoa; el pirata francés Le Grand,
saqueó e incendió a Sancti Spíritus (1665);
Henry Morgan hace otro tanto con Puerto Príncipe (1668) y
por los mares interiores de Cuba, barcos de todo tipo y nacionalidad
imponen la ley del saqueo,
el robo y el asesinato.

"El período más grave fue seguramente
entre 1660 y 1688(…) Entre franceses e ingleses, se calcula que
saquearon más de cuatrocientas haciendas en los
años 1665 y 1666. Se constata fácilmente que
corsarios ingleses tomaron auge después del fracaso de la
Escuadra Invencible y, los holandeses a partir de 1620
"
[44]

El último rey de la Casa de Austria en
España fue Carlos II (1679-1700), con él
continúa la decadencia del país, comprometido en
múltiples guerras que arruinan su poder y agotan el
inmenso tesoro que saqueaban de América, la nación
ibérica se fue convirtiendo en una intermediaria de la
floreciente manufactura europea, principalmente de
Inglaterra.

El corso y la piratería se mantuvo hasta finales
del siglo XVII cuando fueron firmándose acuerdo entre las
potencias europeas que al conseguir sus objetivos de
tomar parte del reparto colonial y sus beneficios, buscaban
estabilizar sus conquista.

El corso y la piratería se convirtió
entonces en un estorbo y un perjuicio para quienes lo
habían alentados por lo que al firmarse la Paz de
Ryswick(1697), entre España y Francia, los ingleses y
franceses destruyen las bases de operaciones de
los corsarios y piratas.

"Puesto que después de emplear a corsarios,
filibusteros y piratas como instrumentos de su expansión,
los poderes imperiales los persiguen y se deshacen de ellos (…)
Los merodeadores del mar se refugian en sus nuevas bases de
América del Norte, contrabandean desde las Antillas
neerlandesas y esperan la inevitable guerra europea que vuelva a
decretar para los mares la ley de la selva"

[45]

La crisis
española de finales del siglo XVI y el comercio
intercolonial posibilitó la ruptura del monopolio
comercial de la metrópoli, permitiendo a la colonia cierto
desarrollo durante el siglo XVII en el que predomina la economía
hacendataria.[46]

El siglo XVII es el siglo de la supervivencia para los
habitantes de la isla. La población tuvo un lento y sostenido
incremento(a principios del
siglo se estimaban en veinte mil los pobladores de la colonia, la
mitad de ellos en La Habana y a mediados del mismo esta
población se había incrementado a cincuenta mil
personas con similar relación de la capital con respecto
al resto del país). La economía se sostiene
básicamente con la exportaciones de
productos de
la ganadería
cimarrona que abundaba en la isla, cuero y carne
salada principalmente, adquirido a buen precio por los
comerciantes de la flota y mucho más por los
"rescatadores" que en caletas, pequeños refugios costeros
y hasta en puertos de villas y caseríos hacen un comercio
de contrabando
que es la verdadera fuente de ingresos de los
habitantes de la isla.

Desde mediados del siglo XVII el cuero pasa a
convertirse en el principal producto a
exportar por la colonia de Cuba. El desarrollo de un gran
rebaño de fuerte y saludable ganado vacuno y los altos
precios que
alcanzan los cueros, más las facilidades para obtenerlos
con poca mano de obra, lo hacen el producto más rentable
para el comercio legal y de contrabando. "La posibilidades de
una economía del cuero, están estrechamente unidas
a la superficie disponible (…) si el azúcar
depende del hombre, el
cuero depende esencialmente de la tierra,
soporte del ganado
" [47]

El comercio de contrabando fue la mayor fuente de
ingresos de la colonia, aun en La Habana, que tenía en su
territorio puertos en los que se realizaba abiertamente este
negocio. Los funcionarios coloniales, junto con el clero, las
clases pudientes y el pueblo se dedicaban al
contrabando.

En La Habana se construían los mejores barcos del
reino, en una industria manufacturera que superó los dos
siglos de prosperidad y que tuvo un valor muy importante en la
formación de mano de obra y tradición artesanal que
repercutiría en el desarrollo económico social de
la colonia.

En la medida que avanzaba el siglo se produce un auge en
la siembra de tabaco, dado los
buenos precios que se pagaban en Europa, fomentado
por emigrantes canarios que desmontaban pedazos de monte cerca de
los ríos para hacer sus vegas, en un proceso
cíclico que no incluía la propiedad
sobre estas tierras pero que era protegido por las autoridades y
beneficiaba a los dueños de las haciendas por la
creación de potreros y beneficio de la ganadería.
Los alrededores de La Habana, algunas zonas de sotavento, en las
inhóspitas tierras de la actual provincia de Pinar del
Río, el centro del país y el oriente dieron cabida
a este cultivo del tabaco que pronto se convirtió en unos
de los más importantes de la isla.

La Habana era el principal puerto de América,
asiento de la flota y obligado paso de todo el que venía o
iba a la América Española. La flota era su
principal fuente de ingreso y toda la ciudad y sus alrededores se
preparaba para su abastecimiento y servicio, a
más de ser el único vínculo con el puerto
monopólico de Cádiz. Permanecía varios meses
en la ciudad, esperando a los otros buques para emprender el
camino de regreso, a que hubiera buen tiempo o que
pasara el peligro de piratas.

La flota significaba alojamiento para los forasteros,
juego,
prostitución, delincuencia
generalizada y un gran caos corruptor que no deja fuera a
ningún grupo social
de la colonia. La violencia y
anarquía fueron rasgos de las costumbre de La Habana de
esta época: reyertas y encuentros a mano armada eran muy
frecuentes.

Los clérigos no escapan de esta corrupción generalizada, ostentaban una
abiertamente vida de concupiscencia y escándalos. Las
autoridades civiles y militares organizaban partidas de juego en
sus casas y cobraban a los jugadores, a más de ser
sensibles al soborno.

Los soldados, clérigos y personal de la
flota cometían delitos sin
que las autoridades de la villa pudieran juzgarlos porque estaban
fuera de su jurisdicción. Los escándalos por
amancebamiento, secuestros y abusos de poder eran muy
frecuentes.

Las clases populares no escapaban a la situación
imperante y tanto los blancos, como los mestizos y negros (libres
y esclavos), trataban de lograr su parte en el "negocio de la
flota". Abundan las cantinas, tabernas y bohíos para el
alojamiento de forasteros a los cuales servían, les
facilitaban el juego, la satisfacción carnal y en muchos
casos les robaban, para luego desaparecer de la villa hasta que
zarpara la flota.

Del estado que
alcanzó la corrupción
en la ciudad da cuenta el Sínodo Diocesano convocado por
el obispo Juan García Palacios(1684), en cuyas
disposiciones quedan plasmadas una serie de prohibiciones que
hablan del estado moral del
momento.

Durante el siglo XVII es notable el poder y la
influencia de los Cabildos Municipales dominados por los
habitantes de la tierra, descendientes de las primeras familias
de la conquista. Los Cabildos tenían el privilegio de
distribuir las tierras, que era una prerrogativa real; eran
responsables de la
administración local y de apoyar a las autoridades
coloniales. Eran un poder efectivo, que no dudaron en emplear a
favor de sus intereses.

La iglesia
católica en Cuba en el siglo XVII

El fortalecimiento de la Iglesia Católica en la
Isla fue aparejado al lento y sostenido desarrollo
económico y social de la misma, en la medida en que se
asienta una población en el país, se fomentan las
ciudades y crecen las fuentes de
trabajo y
enriquecimiento.

Desde mediados del siglo XVI la capital del país
se había oficializado en la villa de San Cristóbal
de La Habana, junto a la bahía de Carenas que fue ganando
en importancia en la medida que fue convertida en asiento de la
flota y antesala de todo el que iba o venía hacia las
ricas colonias españolas de tierra firme. Todas estas
causas convirtieron a La Habana en ciudad cosmopolita con la
mitad de la población de la isla y con las mayores fuentes
de empleo y enriquecimiento, por ser además el puerto
autorizado para el comercio en la colonia.

Sin embargo la sede del obispado de Cuba
permanecía en Santiago de Cuba a lo largo de todo el siglo
XVII pese al esfuerzo que hacían los diferentes obispos
nombrados para que la Corona Española autorizara el
traslado de dicha sede para La Habana.

Los argumentos de las autoridades religiosas era el
hecho cierto que el traslado de la sede favorecería el
florecimiento de la religión, por ser no
solo la zona más poblada, sino también la
más rica. Contra este cambio de sede
se pronunciaban muchas personas influyentes en La Habana y
Santiago de Cuba. Los primeros negados a tener tan cerca a las
autoridades de la Iglesia, en una ciudad señalada poco
más o menos como un centro de perdición, por las
frecuentes transgresiones de las leyes y las
buenas costumbres, incluso por el clero, dada su condición
de sede de la flota, con todas las implicaciones ya expuestas en
este libro.
También los santiagueros se oponían al traslado de
la mitra por esto traería aparejado el mayor estancamiento
de la excapital de la colonia, ya bastante abandonada.

Estas tensiones para el traslado de la catedral de Cuba
para La Habana, llevó en 1614 al obispo Fray Alonso
Henríquez Armendáriz a excomulgar al gobernador de
la isla y a los pobladores de La Habana por negarse a acatar su
orden de traslado de la misma, sin autorización real. La
medida creo una crisis de poderes además de tener
consecuencias sanitarias y sociales, al negarse a enterrar a los
muertos en suelo sagrado,
realizar bautizos y bodas. Denegada por el rey la
pretensión de Armendáriz la excomunión de
los habaneros y sus autoridades le fue levantada por el obispo de
Santo Domingo.

Como es conocido en las posesiones españolas de
América, la Iglesia está supeditada al Rey de
España, pero las autoridades eclesiásticas no se
subordinaban a las autoridades coloniales locales, lo que trajo
frecuentes roces y desavenencias entre ambos poderes. En el caso
de Cuba y en especial La Habana la ética
religiosa era bastante relajada en el cumplimiento de sus
mandatos y obligaciones,
dada la vida más dispensada y mundana que mantenían
los habitantes de esta parte del mundo, lo que hacía
aparecer a la moral
cristiana como un barniz de apariencias
que escandalizó a más de un buen creyente, que no
abundaban por estos lares.

La tolerancia y la
participación del clero en el contrabando, los hizo
aliados de los criollos en su enfrentamiento más
importante a las autoridades coloniales, a pesar de la
supeditación de la Iglesia al estado
español.[48]

A lo largo de este siglo se fue creando otro
fenómeno social que tendría importante
repercusión en la colonia, la criollización del
clero de la isla, tanto secular como regular, pero sobre todo el
regular dado su peso en el desarrollo cultural de la colonia.
Ellos regenteaban escuelas, hospitales, cofradías y
ejercían una fuerte influencia en la oligarquía
criolla, fundamentalmente habanera, de la cual de hecho formaba
parte.

"Desde el siglo XVI comenzó a formarse un clero
criollo que devendría mayoritario con respecto al clero de
origen español durante el siglo XVII. En 1620, de los 12
curas parroquiales existentes en la Isla, siete eran criollos
nacidos aquí (…)" [49]

Las órdenes religiosas se nutrían de los
hijos de las familias más influyentes de la isla, que con
sus donaciones, censos, dotes y capellanías
contribuían a la riqueza de los conventos. El más
sobresalientes en este aspecto fue la orden de los dominicos,
establecidos en La Habana en 1578 y cuyo convento, conocido como
San Juan de Letrán o de Santo Domingo, fue el más
importante para la sociedad colonial durante todo este
período.

El convento de Santo Domingo estaba constituido
mayoritariamente por frailes habaneros, casi siempre hijos de las
principales familias de La Habana, que tuvieron a bien hacer sus
donativos a nombre del convento y no de la Iglesia. Por esta
causa los conventos poseían un mayor poder
económico que el obispado y por consecuencia una mayor
influencia en la oligarquía criolla.

La necesidad de poner orden social en la Isla, hizo que
la Iglesia Católica viera la necesidad de celebrar un
Sínodo Diocesano, en el que los curas de la isla
analizaran todo lo relacionado con la religión, las buenas
costumbres, la ética de los ciudadanos y todo aquellos que
estorbaba el buen desarrollo de la sociedad colonial. Desde
mediados del siglo XVII ya existía la idea de convocar a
dicho asamblea y el primero que hizo las gestiones pertinentes
fuel obispo Juan Montiel, quien murió de una repentina
enfermedad, que todos consideraron un envenenamiento. Igual
suerte corrió su sucesor Gabriel Díaz de Vara
Calderón, quien pretendió seguir adelante con la
idea del Sínoco Diocesano. La confabulación estaba
entre los mismos servidores de la
Iglesia que no querían que cambiara una situación
que aunque escandalosa dejaba ganancias.

El 2 de junio de 1680 se reúne en La Habana el
primer Sínodo Diocesano, autorizado por Real Orden del 4
de marzo de 1675. Lo presidía el obispo de Cuba, Juan
García Palacios y su orientación ideológica
tenía su base en lo acordado en el Concilio de
Trenton(1545-1563), que tenía como objetivo el
rescate de la fe cristiana luego de la conmoción de las
conmociones de las reforma liderada por Martín
Lutero.

El Sínodo aprobó 204 constituciones
sinodales que regulaban la
organización interna de la Iglesia, finanzas, vida
interna, procedimientos
judiciales y conducta
religiosa de los feligreses, poniendo especial énfasis en
la moralidad y
disciplina de
los curas y la proyección social de la
Iglesia.[50]

Entre las regulaciones que hizo el Sínodo
referente a la moral pública y que dan idea del mestizaje
y las costumbres ya predominantes en el país están:
la prohibición de la salida nocturna de las mulatas y
negras, libres o esclavas, después del anochecer, para
evitar "deshonestidades"; a las esclavas vivir en casa aparte par
evitar la prostitución, muchas veces autorizada por el
amo; a los negros y negras vender a la puerta de las iglesias y
cementerio los días de procesión; a las mujeres
bailar en las fiestas del Corpus y los bailes deshonestos en
público o casa privada. También decidió que
los Cabildos de Nación
se reunieran a la puerta de las Iglesias y no en casa particular
y que en esas reuniones no hubiera, ni baile, ni danza, ni
juego, ni ningún otro tipo de entretenimiento indecente.
Los acuerdos del Sínodo fueron aprobados por el rey Carlos
II, Real Orden del 9 de agosto de 1682, dándole carácter de Ley a sus
regulaciones.

El Sínodo sentó las bases organizativa e
ideológica de la Iglesia "para su adecuación a la
realidad social de la Isla, con una vigencia que perduró
casi dos siglos" marcando una nueva etapa en el catolicismo en
Cuba.[51]

Los albores de la música en
Cuba

"En la isla, la música se anticipó
siempre a las artes plásticas y a la literatura, logrando
madurez, cuando otras manifestaciones del espíritu
–exceptuándose la poesía
solo estaban en su fase
incipiente
."[52]

En el siglo XVII esta celebración del Corpus
Christi se afianza en toda la isla como la principal festividad
religiosa y popular, transformada en variantes diversas en los
territorios del país en los que se celebra. En estas
festividades encuentra lugar y origen no solo la música,
sino también la danza y el teatro del
país.

Era muy celebrado en la zona oriental del país,
principalmente en Santiago de Cuba, las festividades de la Cruz
de Mayo, fiesta de fuerte arraigo popular; se extendía por
todo el quinto mes del año, eran festejos de corte
familiar y consistía en levantar en las casas altares
donde predominaba la Santa Cruz, rodeada de ofrendas de
frutas y flores en homenaje a la primavera, como reminiscencia de
fiestas paganas recogidas y transformadas en España y
traída a Cuba por el conquistador. En estas fiestas
transculturadas se escuchaba el sonido del tambor
de origen africano y se hacía evidente el fervor del
hombre negro en la expresión del sincretismo religioso, en
una festividad que aún tiene vigencia en zonas rurales de
la zona suroriental del país.

El pueblo canta y baila y por eso aprovecha todas las
oportunidades para hacerlo: procesiones, velatorios, bautizos,
festividades laicas y religiosas y jolgorios
particulares.

El negro africano asumirá en mayor medida el
papel de músico en la naciente sociedad criolla, no solo
tocando los instrumentos de percusión, sino los
instrumentos de origen europeo ya popularizados en estas tierras,
guitarra, bandola, etc. Son frecuentes las pequeñas
agrupaciones de bailes que amenizan las casas de juego y
tabernas, abundantes de La Habana.

En tanto en las iglesias se desarrolla una vida musical
necesaria pero muy limitada, al servicio del culto. Pese a las
penurias del siglo los avances son lentos pero sostenidos,
principalmente en Santiago de Cuba, sede del obispado y en La
Habana, principal población y capital de la
isla.

La catedral de Santiago de Cuba es el centro del
movimiento
musical en cuanto a la música religiosa. Algunas noticias
dispersas así lo confirman: Morell de Santa Cruz da fe de
que Juan de Mesa Borges, organista
de la catedral en 1630 rescata la solemnidad de la misa, tras
muchos años sin organista y afirma que en 1632 ocupa la
misma plaza un Juan de Zabaleta que además toca el
bajón. Con cierta irregularidad se mantiene presente la
música sacra en la catedral de Cuba hasta la
oficialización de la Capilla de música en
1682.

El primer documento de música de Cuba proviene de
la Catedral de Santiago de Cuba y da fe de la constitución de la Capilla de Música
de dicha catedral por el obispo Juan García Palacios en
1682. Es la primera tentativa para organizar de forma profesional
la música sacra en la isla y prueba de la existencia de
una actividad musical insipiente pero sistemática en dicha
Catedral.

Esta Capilla de Música esta encargada a Domingo
de Flores y formada por niños y
clérigos que hacían las voces (tiples,
altos y tenores), mientras que la música era interpretada
por ministriles, esclavos y adiestrados por el canónigo
Juan Cisnero Estrada y Luyando.

Estos músicos no tenían mucho trabajo:
misa en la catedral y otras iglesias de la población,
algunas horas de oficios con víspera y mítines,
procesiones como la del Corpus Christi, Pascua de
Resurrección, Pentecortés, Asunción de la
Virgen y las del patrón de la ciudad, participando
además en ceremonias y festividades de la
ciudad.

"El vecindario de Santiago participa jocosamente de
las festividades del Corpus y en ella la música y el baile
producía un clima casi
carnavalesco en torno a la
celebración. A las calles salían mujeres en trajes
llamativos ciñendo deliciosamente las formas femeninas y
bailaban al compás de la música procesional, donde
parece ser, por las quejas del obispo García de Palacios,
no se escuchaban solamente los sones procesionales, sino
también, y paralelamente quizás, cantos y
músicas, no tan
severas
"[53]

En este siglo se gesta en la ciudad santiaguera una de
las festividades que con el tiempo se convertirá en
emblemática, a fines del siglo XVII ya se había
hecho cotidiano la salida de una procesión que
recorría los alrededores de la Catedral con motivo de la
celebración del día de Santiago Apóstol,
patrón de la villa. Poco a poco se hizo costumbre que las
festividades patronales se extendieran desde el 24 de junio (San
Juan) hasta el 16 de agosto (San Joaquín) con el 25 de
julio (Santiago Apóstol) como momento culminante, este es
el origen del carnaval santiaguero.[54]

La Habana por ser centro de la flota, vive un panorama
distinto al resto del país. Fuera de las Iglesias, en los
barrios populares, albergue de marineros y forasteros, se canta y
se bailan ritmos europeos que se interrelacionan y funden,
escandalizando a la Iglesia que califica esas melodías
como "música diabólica y lujuriosa".

Sin embargo el Cabildo se ocupa de la vistosidad de las
festividades del Corpus Christi. En el siglo XVII las iglesia son
el centro más importante para el desarrollo de la
música, la misa y las festividades religiosas necesitan de
ella como parte de la liturgia, pero ya en esta época en
las zonas urbanas, principalmente en La Habana, bajo el influjo
de la flota, se baila y se canta ritmos europeos mestizados poco
a poco por la forma de ser tocados y el uso de instrumentos, en
principio europeos, pero poco a poco adaptados.

Hay noticias de que en 1612 la parroquial habanera ya
tenía órgano y que desde 1605 ya aparece un maestro
de música, Gonzalo de Silva, dedicado a dar clases de
órgano y canto.

El auge del canto y el baile en la colonia y
principalmente en sus zonas urbanas, en la que sobresale por
mucho La Habana, es tal que el Sínodo Diocesano de 1680 se
ocupa del tema por escandaloso y deshonesto: "(…)ninguna
persona de
cualquier estado y calidad que sea, haga, ni de día, ni de
noche semejante baile(torpes y deshonestos) en sus casas, menos
en la Iglesia, cementerios, ni oficinas de ellos, ni en iglesias
o ermitas en donde celebran algunas fiestas o velaciones,
asimismo prohibimos que en las procesiones y en especial en las
festividades del Corpus salgan danzas de mujeres: sino que las
que hubieren de salir sean de hombres, y estas honestas y con los
trajes decentes
(…)[55]

La primera expresión de la literatura
criolla

En la isla ya están presente los embriones de una
forma de pensar autóctona, de frente a los problemas que
tiene el que vive en estas tierras, los criollos se consolidan en
este siglo como población mayoritaria, tanto entre las
clases oligárquicas como en las populares. Estas
transformaciones en el hombre, su
conciencia de
sí mismo, su diferenciación con el peninsular, son
el logro más importante de la cultura en
este período.

A inicios del siglo XVII se escribe en Puerto
Príncipe se escribe "Espejo de paciencia"(1608) escrita
por el escribano de origen canario Silvestre de Balboa. Este
hombre es un isleño "aplatanado"(15), conocedor de los
acontecimientos que narra hasta el punto de enorgullecerse de la
hazaña realizada por los pobladores de Bayamo al rescatar
al obispo Altamirano.

Balboa escribe un poema épico en octavas reales,
en el que cuenta con ingeniosidad criolla los sucesos del
secuestro del
obispo de Cuba por parte del pirata Gilberto Girón y la
reacción de los vecinos de la villa dispuestos a hacer
pagar la afrenta al bandido, organizando una acción de
rescate por la fuerza, en la
que logran vencer al tal Girón, matarlo y dispersar a su
partida.

En el épico poema, Balboa se encarga de exaltar
el valor de la gente de esta tierra a los que llama "criollo",
etnónimo que aparece por primera vez en la literatura,
pero que ha venido fraguando desde hacía un
siglo.

Criollo llama él (…)"a Miguel Baptista,
criollo de Bayamo
"(v.671) y a los negros,"un negrito
criollo despacharon
"(v.715) y "Oh, Salvador
Golomón, criollo, negro
honrado
"(v.961)[56]

La imaginación de Balboa lleva a colocar en medio
del paisaje cubano a dioses de la mitología
griega, que se notan impostados en un medio que él
conoce muy bien y por tanto es el verdadero protagonista. Es el
orgullo de ser criollo lo que mueve las loas del improvisado
poeta, centrado en un hecho de extraordinaria
significación para aquel rincón olvidado del nuevo
mundo en el que aparecen las preocupaciones de aquella gente
siempre de sobresalto por el peligro que viene del
mar.

La hazaña de los bayameses llena de orgullo a los
pobladores de aquella tierra patriarcal, que vive de la tierra y
el contrabando, demostrando su autosuficiencia para defenderse
del peligro del momento, lo piratas. Aunque el lejano Rey
está presente en sus versos laudatorios, este cantor de
los suyos mira con orgullo a sus vecinos y a su
tierra.

Hasta ahora se resaltan los valores
culturales y fundacionales de "Espejo de Paciencia", pero es
también el canto dirigido a un público bien
definido, aunque reducido, que valoró el poema, no tanto
por sus limitados méritos literarios, como por el mensaje
y el significado.

Casi al mismo tiempo que el poema de Balboa se dan a
conocer en Puerto Príncipe otros versos saludando la
aparición de la obra. Fueron escritos por
ciudadanos[57]de esa villa y de Bayamo que denotan
su acogida y que junto con "Espejo de Paciencia" forma el primer
conjunto de poemas
escritos en Cuba.[58]

La nacimiento simultáneo de la literatura y la
historia en el siglo XVII no es casual: se trata en ambos casos,
de manifestaciones de la presencia de lo autóctono. La
"gente de la tierra" siente la necesidad de dar rienda suelta a
su imaginación, así como de registrar
acontecimientos relevantes en los que ellos son
protagonistas.[59]

La educación en el siglo
XVII

La enseñanza en la colonia estaba en manos de
la Iglesia y los conventos que se limitaban a enseñar
latín y una rudimentaria alfabetización que apenas
abarcaba a los hijos de las familias importantes y personal de la
iglesia.

Sin embargo los conventos como centros de la actividad
intelectual se van haciendo cada vez más importantes para
acoger a los numerosos hijos varones de las familias pudientes
que no se hacen militares y a las hijas que no pueden casar
ventajosamente.[60]

Las preocupaciones del Cabildo habanero por la
enseñanza lo llevaron a pagar un maestro de Gramática en 1603 para los hijos de las
familias notables de la villa, medida que el rey prohibió
posteriormente.

En 1607 el obispo fray Juan de las Cabezas y Altamirano
funda en la Habana el Seminario
Tridentino, siguiendo los acuerdos del Concilio de Trento. La
idea fue calorizada por el Cabildo habanero que para sostener el
seminario gravó en dos reales la matanza de reses y
cerdos. La enseñanza allí impartida se limitaba al
latín y moral cristiana.

A lo largo del siglo XVII cobran fuerza y se desarrollan
en la isla, principalmente en La Habana, varias órdenes
religiosas, algunas de ellas presentes en Cuba desde el siglo
XVI, como los Predicadores de Santo Domingo, que levantan el
convento de San Juan de Letrán; los Franciscanos en cuyo
convento se enseña gramática, artes, sagrada
teología y moral; el convento de San
Agustín con aulas de filosofía, gramática,
retórica y teología; los belemitas con una escuela para
niños; el convento de Santa Clara y el Convento de Santa
Catalina fundado en 1688. Todos ellos son centros donde se educa
a los hijos de la oligarquía criolla en la "conciencia de
su posición jerárquica"[61] y a los
humildes en su misión de "obediencia y conformidad con el
"orden natural" establecido"[62]

A lo largo del siglo se tienen noticias de otros
esfuerzos en la isla para desarrollar la enseñanza: en
Puerto Príncipe se habla de una escuela fundada por
Silvestre de Balboa para enseñar a leer, contar, escribir
y rezar a los menores, mientras a los niños mayores se le
enseñaba geometría,
lógica,
aritmética, retórica y astronomía. Otras noticias sobre escuelas
principeñas, nos hablan de las inquietudes culturales de
la villa en este siglo XVII.

Durante el siglo XVII hubo una gran influencia de los
centro de enseñanza superior de Nueva España
(México) en
el insipiente desarrollo intelectual de la sociedad colonial en
Cuba. Allí se formaron no pocos profesional de origen
criollo, muchos de ellos incluso no ejercieron en Cuba sino en el
mismo México y otras posesiones españolas en
América.

En la Real Y Pontificia Universidad de
San Hipólito(1551) se graduaron muchos naturales de la
isla, en su mayoría habaneros, en las especialidades de
Leyes, Teología, Medicina y
Matemáticas, entre otras, al tiempo que
autores de textos de filosofía, graduados en dicha
universidad, influyen en el pensamiento de
la sociedad colonial en la isla.

Otro importante centro educacional para los criollos en
México lo fue el Colegio San Ramón Nonato, fundado
en 1623, por Fray Alonso Henríquez de Almendariz, quien
tras ocupar la mitra en Cuba fue promovido al obispado de
Michoacán, donde funda dicho colegio.

Este centro de enseñanza tenía el objetivo
de formar jóvenes en la judicatura y el obispo creó
doce becas para estudiantes de la isla de Cuba, del valor que
para la cultura criolla tiene este centro es el juicio que emite
el historiador cubano José Martí
Félix de Arrate: "Ha sido este insigne colegio taller
(…) de muchos célebres sujetos que han ilustrado las
iglesias y Cancillerías del reino, con grande honor de
esta ciudad (La Habana) y de todas las diócesis de
Cuba"
[63]

A fines del siglo XVII, el obispo Diego Avelino de
Compostela funda el colegio de San Francisco de Sales, para
niñas pobres, y en 1689 el Colegio de San Ambrosio, que
prepara a los jóvenes para el sacerdocio, sufragando los
gastos de doce
estudiantes.

De este período datan las primeras gestiones para
fundar una Universidad, petición que hizo el dominico fray
Diego Romero en 1670 y rechazada por el rey. En 1688 insisten los
dominicos con el apoyo del ayuntamiento habanero y vuelven a
recibir una negativa. El convento de los dominicos ya contaba con
un colegio para sus novicios, aunque sin autoridad para
conferir grados, lo cual solo podía hacer la
Universidad.

Los dos seminarios existentes en Cuba en aquellos
momentos, San Basilio en Santiago de Cuba, fundado en 1607 y San
Ambrosio en La Habana en 1689, existían casi de manera
nominal, pero sin poder otorgar grados
académicos.

Hay también una interesante solicitud del cabildo
de Puerto Príncipe al rey de España,
solicitándole la apertura de una Universidad en dicha
villa, alegando la lejanía de la misma a dichos centros de
enseñanza.

En 1692 el obispo de Compostela funda el Real Colegio de
San Ambrosio que adquirirá el carácter de Seminario
en 1772

La arquitectura del
siglo XVII

En la isla y principalmente en La Habana se produce un
momento de impulso constructivo en el siglo XVII, producido
fundamentalmente por el mejoramiento económico de la
colonia, pese a las condiciones de inseguridad
social y política que caracteriza el siglo. Esto se ve
reflejado en el establecimiento en la isla de artesanos y
profesionales (canteros, carpinteros, albañiles,
forjadores, etc), morisco, andaluces y canarios, que junto con
los criollos y los esclavos que aprendieron oficios.

La Habana creció en el siglo XVII bajo una
concepción descentralizadora relativa[64]al
crecer teniendo como núcleo no una plaza, sino varias de
ellas, construidas de acuerdo al crecimiento de la villa y con
funciones
diversas. En este siglo esta definida la Plaza de Armas rodeada de
los edificios administrativos y eclesiásticos de la
colonia; la Plaza Vieja en la que se agrupaba el comercio; la
Plaza de San Francisco, puerta marítima de La Habana y la
Plaza del Cristo, prevista como plaza del comercio dado el
crecimiento rápido de la urbe, pero que no desplazó
a la Plaza Vieja de sus funciones.

Durante el siglo XVII se continuó el
fortalecimiento del sistema defensivo
de La Habana al levantarse el Torreón de San Lázaro
(1556) y los fuertes de Cojimar(1646) y La Chorrera(1646), para
prevenir ataques sorpresivos a la villa. En 1655 se inicia la
construcción de la muralla. Este muro defensivo en
principio fue una empalizada, luego un muro de tierra y
finalmente fue construido con piedras de cantería. En la
obra trabajaron cientos de esclavos de la corona y alquilados a
los vecinos y su construcción se "alargó" hasta
1797 más por interés de
los negociantes habaneros que por la complejidad de la obra, dada
la importancia que para estos tenía el presupuesto
situado del virreinato de Nueva España(México) para
la construcción de la muralla.

En Santiago de Cuba se concluyó el Castillo de
San Pedro de la Roca (1664) a la entrada de la bahía y el
de San Severino(1694) en la bahía de Matanzas.

En el siglo XVII se consolida un tipo de vivienda
influida por las construcciones moriscas predominantes en el sur
de España (Mudéjar). De aquí parte la
vivienda de las clases acomodadas en la colonia que fue
evolucionando a partir del modelo
mudéjar y amoldándose a las necesidades
climáticas del país.

Cuba fue un espacio importante para la introducción y desarrollo de la
arquitectura mudéjar, por las necesidades del clima de la
isla que hacía necesario edificar casas y edificaciones
amplias y frescas en su interior, a su difusión
también contribuye la abundancia de bosques de maderas
preciosas por el profuso uso que en dicho estilo se hace de
ella.

El mudéjar criollo nunca fue copia del
mudéjar andaluz, sino adaptación a las necesidades
de la colonia, aunque en los trabajos con este estilo en la isla
es de notar las habilidades y maestría de los maestros y
artesanos llegados a la isla, muchos de ellos moros conversos que
se habían asentado en esta y otras posesiones
españolas de América.

Las técnicas
constructivas mudéjares se hicieron presentes en la isla,
con el profuso uso de los alfarjes en la construcción
interior de los techos de madera, tanto
en viviendas, como en iglesias y conventos. "El tipo
más usado fue el par y nudillo, en el cual las vigas
inclinadas o pares se enlazaban a cierta altura con otros
horizontales o nudillos formado a modo de una
A."[65]

Además del característico alfarje, las
construcciones mudéjares de la isla presentan similitudes
con sus iguales en el sur de España: patio interior,
zaguán y plano de planta. El patio, centro de la vida
doméstica, alejado de los ojos de intrusos; zaguán
que servía de vestíbulo, cochera y
transición con el patio. Rejas de celosías
torneadas en madera con barrotes gruesos que dejan entre ellos
poco espacio e impiden la vista desde el exterior.

En sus inicios la casa colonial criolla se organiza en
base a una crujía paralela a la calle con una
galería adosada, perpendicular a esta se construye un
martillo en sentido de la profundidad del solar, formado una L
que delimita un patio interior.

Podía ser de uno o dos pisos, en el caso de la
segunda variante, predominante en la medida que avanzaba el siglo
y la prosperidad de los criollos, las habitaciones de los
dueños estaban en la planta alta aislados de la baja por
celosías en las galerías y balcones. La comunicación se establecía mediante
una escalera, con una cancela en el descanso para lograr mayor
privacidad. Debajo se desarrollaba la vida doméstica y el
comercio.

Fuera de La Habana la casa solariega sigue la misma
evolución pero con un carácter
rural, que hace la vivienda una casa de una sola planta, doble
crujía, sin martillo perpendicular y un patio que no
pierde sus características de aglutinador de las
actividades domésticas.

La casa mudéjar en Cuba asume una fachada menos
sobria que su similar ibérica y le caracteriza un amplio y
voluminoso balconaje, aligerado de azulejos y
yesería.

"En Cuba la presencia árabe se nos revela a
través del mudejarismo de las fachadas e interiores, los
techos de alfarjes, de los que quedan muestras en las
construcciones de La Habana, Remedios, Camaguey y Santiago de
Cuba, levantadas entre 1617 y
1730"
[66]

Predominan las casas de una sola planta, de mediano
puntal, sin portales, paredes gruesas, que responden a las
inquietudes e inestabilidad política de la época.
El uso de la madera es muy profuso, en techos, puertas, ventanas
y hasta en rejas, fabricados con madera dura. Existían
casas de dos pisos con pequeños balcones en tramos breves
correspondientes a las ventanas exteriores con barandas de madera
labrada.

En las casa de dos pisos los techos de alfarjes se
aplicaban a la planta alta con techo inclinados a dos aguas, en
tanto la baja tenía techos planos. Estos eran los techos
predominantes en los siglos XVII y XVIII.

Según Weis el principio técnico de estos
techos está basado en una gran cubierta de madera de
pequeñas escuadrías o secciones, dejando por el
interior la armadura decorada por medio de "lazos" de trazado
geométrico y embellecido con brillantes pinturas. Por
fuera eran recubiertos de tejas.[67]

La casa popular tenía una gran influencia de la
vivienda andaluza; cuadradas, lisas, sencillas, sin más
elementos de adorno que las
ventanas, las puertas y los aleros de tejas.

Las paredes se blanqueaban con cal o yeso, para
preservarlas del calor,
después se fueron utilizando colores
cálidos (amarillo, carmelita y azul claro). Las maderas
eran pintadas de colores fuertes (azul añil, verde),
completando el conjunto los tejados rojos.

A pesar de las mejoras introducidas, La Habana era una
ciudad insalubre, donde el hacinamiento provocado por la llegada
de la flota, en una ciudad donde vivía la mitad de los
habitantes de la isla, provocaba frecuentes brotes de epidemias
agudizadas por la escasez de
agua potable,
la falta de regulaciones sanitarias y las condiciones
climáticas. No mucho mejor eran las condiciones en el
resto de la isla.

Las construcciones religiosas fueron haciéndose
más importante en la medida que se consolidaba la
presencia de las Órdenes y de la Iglesia. Aparecen las
primeras edificaciones religiosas de cantería y
tejas.

La Iglesia del Espíritu
Santo (1638), la segunda que tuvo La Habana, costeada por una
cofradía de negros libres y que en su inicio fue una
humilde ermita; la Iglesia del Cristo del Buen Viaje, tiene su
origen en la ermita del Humilladero, levantada para que
allí terminara la procesión anual del Vía
Crucis de los viernes de cuaresma. Ambas eran construcciones
sólidas de cantería y de una sola nave. La iglesia
del Santo Ángel Custodio (1690) en la loma de Peña
Pobre y la de Guanabacoa erigida a finales del siglo XVI y
convertida en parroquial en 1607.

Durante este siglo se remodela el convento de San
Francisco fundado a finales del siglo XVI, se reedifica la
iglesia del convento de San Juan de Letrán; se comienza a
edificarse el primer convento de mujeres, el de Santa Clara
(1644), de tendencia franciscana, cuya construcción se
mantuvo durante diez años, esta edificación
marca la
tipología conventual en Cuba: muros gruesos con poco vano,
patio claustral y gran riqueza ornamental interior. Ocupa dos
manzanas, con dos plantas y dos
patios interiores. Un segundo convento para mujeres, de
influencia dominica, se autoriza a finales del siglo, el de Santa
Catalina de Sena (1689-1700), costeado por una rica familia habanera,
con similar esquema constructivo. A fines del siglo XVII en un
terreno de dos hectáreas comenzó a levantarse el
Convento de la orden de los belenistas.

Las artes plásticas en los dos primeros siglos
de la colonia

Dados los difíciles tiempos para la
comunicación y el comercio buena parte del mobiliario
deque se utilizaba en las iglesias, conventos, edificios
públicos y casas particulares eran fabricados por
artesanos criollos: altares, armarios, bancos de
sacristía, baúles, talla en madera,
carpintería de puertas, ventanas, techos, barrotes, etc.
También se hacían en la isla algunos objetos de
orfebrería e incluso pintura,
básicamente de temas religioso, que hoy están
perdidas.

En estos trabajos artesanales, casi siempre
anónimos, predomina la imaginería popular, con la
ingenuidad y la natural falta de cánones y reglas de lo
hoy conocemos como "arte primitivo",
pero que constituyeron la base del arte colonial de la
isla.

De este arte primitivo de la isla, quedan muy pocos
ejemplos, gracias al "desvelo" artístico y el refinamiento
del obispo vizcaíno Juan José Díaz de Espada
y Fernández, quien "renovó" el mobiliario, los
santos, los altares, las pinturas y murales, por su tosquedad y
falta de estética, para sustituirlo por un arte
importado y de mejor factura que
hizo desaparecer casi por completo el arte religioso de los
siglos XVI, XVII y buena parte del siglo XVIII.

Desde fines del siglo XVI se conocen algunas referencias
de pintura hechas en Cuba: en 1584 el Cabildo habanero contrata
"una imagen y ocho
cuadros" a un Gaspar de Ávila para la Sala del
Ayuntamiento; en 1599 se informa que el pintor Juan Camargo ha
cobrado mil ducados por la pintura de un retablo en la Parroquial
Mayor. De siglo XVII no se han encontrado obras
pictóricas, aunque se sabe por documentos de la
existencia de talleres de pintura en La Habana. En una de estas
referencias documentales se habla de la compra por parte de un
tal José Buhart vecino de Guanabacoa, de dos cuadros que
representan a Jesús el Nazareno, pintado en madera y
realizados en La Habana en 1660.[68]

De las esculturas religiosas se conserva testimonio de
que la Parroquial Mayor adquirió en España una
imagen de madera en 1633, tallada por Martín Andujar y
pintada en La Habana por Luis Esquivel. También se habla
del maestro carpintero Juan de Salas Argüelles quien dona al
Convento de Santa Clara en 1646, un retablo de madera dorado,
cuatro pinturas y la imagen de la Purísima
Concepción, realizados por él. Este Juan de Salas
talló las vigas del coro de dicho convento, dejando en una
de ellas su nombre y en otra el año de ejecución de
la obra, 1643. En el mencionado convento hay dos tallas en
madera, un San Miguel Arcángel y un Dios Todopoderoso, que
algunos le adjudican a este maestro
carpintero.[69]

La única pieza de arte del siglo XVII que se
conserva es la escultura conocida como La Giraldilla, obra de
Jerónimo Martín Pinzón, quien la creó
entre 1630 y 1634. La sola existencia de la pieza es prueba del
desarrollo que había alcanzado la fundición en la
Isla, oficio que se sabe era conocido desde mediados del siglo
XVI cuando se autorizó fundir en la isla, piezas de
artillería y utensilios domésticos, utilizando el
cobre que se extraía de minas de la isla.

La Giraldilla, es una pieza de bronce, que representa
una mujer como
alegoría de la Victoria. Lleva en su mano derecha una rama
de palma, de la que solo conserva el tronco, y en la izquierda un
asta con la Cruz de Calatrava, Orden a la que pertenecía
el gobernador Bitrian de Viamonte, quien la encargó para
colocarla como veleta en la torre del castillo de la Real
Fuerza.

En cuanto a la representación del paisaje de la
isla, corresponde a los grabadores holandeses del siglo XVII las
primeras imágenes
de la Isla y de su capital La Habana. Era una mirada
distorsionada por la lejanía, la fantasía y la
descripción de segunda mano que
tenían estos artistas.

Uno de los hechos que motivó este interés
por Cuba y en especial por La Habana fue el establecimiento de la
flota que surcaba el Atlántico una vez al año de
ida y vuelta cargada de riquezas. Justamente una acción
naval holandesa ocurrida en 1628, la derrota de la Flota de la
Plata en la bahía de Matanzas, por el almirante Piet Heym,
sirve de motivo para un grabado de autor anónimo que
representa la batalla, con elementos del paisaje como referencias
topográficas, la forma de la bahía y las lomas que
se distinguen al fondo.

Por esta misma época aparecen dos grabados del
mismo origen anónimo, el primero representa la
bahía y villa de La Habana, en el que sobresalen la torre
del Castillo del Morro con una cúpula en forma de bulbo;
los techos "góticos" de las casas y altas montañas
de apariencia alpina. El otro grabado contemporáneo del
anterior y titulado "Habana", presenta dos figuras humanas, un
hombre y una mujer con trajes de época. La mujer
evidentemente es una mestiza, con la villa habanera de fondo, muy
parecida al grabado anterior.

Desarrollo científico y técnico en el
siglo XVII

Al escribir sobre el desarrollo que poco a poco iba
alcanzando la colonia de Cuba, es imprescindible mencionar el
auge que iba alcanzando la construcción naval en la isla y
en especial en La Habana. Iniciada desde el siglo XVI las
construcciones navales cobran auge a mediados de ese siglo y se
consolida en el siglo XVII cuando las dificultades de
comunicación causada por la presión
del corso y la piratería alentaron la construcción
de buques de hasta 300 toneladas en el carenero de La Habana y de
menor porte en otros lugares de la isla, como Santiago de Cuba.
Únase a ello la ya referida calidad y abundancia de la
madera y la habilidad de una mano de obra que se ha ido
desarrollando y en este momento está formada
principalmente por gente nacida en estas tierras.

Fue en esta rama de las construcciones navales que se
desarrolla el talento del habanero Francisco Díaz
Pimienta(1594-1652), constructor naval, quien llegó a ser
almirante de la Armada española, superintendente de la
construcción de barco y fundador de la Sociedad de
Armadores que agrupa a cierto número de fabricantes de
barcos en La Habana.

Este destacado habanero escribió la primera obra
científico técnica de la historia de Cuba, la
"Relación del suceso que tuvo Francisco Díaz
Pimienta, General de la Real Armada de las Indias, en la isla de
Santa Catalina"
editada simultáneamente en Madrid y
Sevilla en 1642, se trata de una tabla de relaciones mensurables
de gran importancia para la navegación en los mares de
Occidente.

Año después el médico sevillano
radicado en La Habana, Lázaro de Flores Navarro escribe un
libro con datos relacionado
con la navegación en estas latitudes, titulado Arte de
Navegar
(1673)[70].En el prólogo el
autor, considerado una autoridad en la materia en
siglo XVII, expresó que su contenido fundamental trataba
acerca de las reglas y preceptos de la navegación
especulativa y teórica, para lo cual se debía
dominar la matemática. El escribió que "(…)
la Náutica es una de las Artes Matemáticas, y
necesita para su conocimiento
de la Astronomía, Geometría, Perspectiva y
Aritmética".[71]

Como es de notar siendo la navegación elemento
fundamental para las comunicaciones y el desarrollo de la
colonia, es lógico que sea en esta rama del saber en la
que aparezcan los primeros libros
científicos de la isla, lo que acentúa la
vocación marinera de La Habana y sus
pobladores.

Otra necesidad perentoria de la sociedad criolla fue su
salud, desde la
fundación de la colonia siempre hubo preocupación
para enfrentar las enfermedades que en el clima
de la isla se presentaban con frecuencia en forma de epidemia,
con virulencia y alta mortalidad. Fueron las enfermedades
europeas desconocidas por los aborígenes, uno de los
factores de la disminución drástica de la
población nativa, aunque no el principal, y en las
pequeñas pero insalubres villas, principalmente en La
Habana, con frecuencia se presentaban brotes de enfermedades de
diversos orígenes. Faltaban médicos y esta fue
siempre una de las preocupaciones de los Cabildos, que con
frecuencia claman por su presencia entre ellos.

Se menciona a un tal Juan de Alcazar como el primer
médico y cirujano que estuvo en la isla, allá por
1526 en Santiago de Cuba, en esta misma villa la precariedad de
la salud llevó al cabildo a autorizar a una curandera
aborigen, María Navas, para ejercer. En 1569 el cabildo
habanero autorizó a Gregorio Gamarra por "(…) la gran
necesidad que esta villa tiene de botica, médico y
cirujano (…)"[72]

En 1610 desembarca en La Habana Juan de Tejeda y Pena,
el primer médico titulado que llega a la isla, quien
permaneció muy poco tiempo en ella; en 1622 el Cabildo
nombra a Gabriel Salas, cirujano romancista para que examinara a
los barberos y cirujanos.

En la década del veinte del siglo XVII los
aspirantes a barberos, boticarios, parteros, médicos y
cirujanos, debían examinar en Nueva España de cuyo
Tribunal de Protomedicato dependía Cuba, este era un
tramite riesgoso y caro para los humildes practicantes de la
medicina por lo que el cabildo habanero pidió
autorización a la metrópoli para establecer dicho
tribunal en La Habana en la persona del médico sevillano
Francisco Muñoz de Rojas residente en la villa.

En 1634 dicho médico presentó al Cabildo
su documentación autorizándolo a
ejercer como Tribunal Protomedicato a título personal
cargo que desempeñó hasta su muerte en
1638, con el desapareció el Tribunal Protomedicato
habanero. En 1651 el único médico en La Habana era
el mencionado Lázaro Flores Navarro, apoyado en ocasiones
por los médicos de la Flota.

Desde mediados del XVII comienza la formación de
médicos de la isla en la Real y Pontificia Universidad de
San Hipólito de Nueva España, el primer graduado
fue Diego Vázquez de Hinostroza que comenzó sus
estudios en 1649 y se graduó en 1651, pasando a La Habana
en 1665, donde ejerció por muy poco tiempo, regresando
nuevamente a México.

Capítulo IV

El siglo XVIII
cubano, las primeras luces (1697-1762)

El siglo XVIII constituye para Cuba un período de
grandes cambios en todos los órdenes, muy ligados estos a
los acontecimientos políticos y sociales que
ocurrían en Europa y que coyunturalmente influyen en la
Isla.

Carente de riquezas mineras Cuba, al igual que el resto
de Las Antillas, basan su desarrollo en los cultivos tropicales
que poco a poco van ganando espacio en el mercado europeo.
En el Caribe no español, se desarrolla una economía
de plantación que tiene como base la mano de obra de miles
de esclavos de origen africano, que cultivan y elaboran productos
de alta demanda como el azúcar, el algodón, el añil, las especies y el
tabaco. La población africana se hace mayoritaria en estas
islas plantaciones y crean colonias muy productivas, pero
socialmente muy explosiva, por la sobre explotación de
estas personas.

La intensificación y mejora de los cultivos, con
el uso ilimitado de la mano de obra esclava, lleva a las colonias
inglesas y francesas, sobre todo a Saint Dominique
(Haití), a adquirir pese a su tamaño una enorme
importancia económica en el mercado europeo en
expansión. También estas colonias no europeas son
la base del contrabando entre ellas y las posesiones
españolas, entre ellas Cuba.

En 1700 se produce la llegada al trono de España
de la dinastía de los Borbones, reinantes en Francia en
aquellos momentos. Tras la muerte de
Carlos II de España, rey de la casa de Hasburgo, sin dejar
herederos, este hace testamento a favor del Duque de Anjou, nieto
de Luis XIV de Francia, para que se ciñera la corona
española, hecho consumado al proclamarse este rey de
España como Felipe V. Tal hecho no fue aceptado por las
grandes potencias europeas, Austria, Inglaterra y Holanda, que
vieron en este acontecimiento un reforzamiento del poderío
de Francia, porque Luis XIV proclamó el derecho que
seguía teniendo su nieto al trono galo, con lo que una
fusión
de ambas naciones daría lugar a una superpotencia con
inmensos recursos económicos, militares y una influencia
política que las naciones rivales no estaban dispuestas a
admitir.

Tal hecho fue el detonante para que se iniciara una
guerra entre Francia y España por un lado y Austria,
Holanda e Inglaterra por el otro, conflicto que
se conoce como Guerra de Sucesión (1701-1714), que
repercute en las colonias americanas y sus mares adyacentes que
puede decirse fueron el escenario principal de esta
conflagración. Se reanima el corso y la piratería,
el ataque de las colonias y la destrucción
sistemática de las riquezas fomentadas en esta parte del
mundo.

La guerra le permite a Cuba el contacto legal con
navíos no españoles, los barcos franceses
autorizados a tocar puertos cubanos, principalmente La Habana con
el consiguiente beneficio no solo económico, sino social,
al entrar los colonos en contacto con una sociedad de más
desarrollo y refinamiento.

Con la firma de la paz de Utrecht la guerra
terminó, España se vio forzada por el mismo a hacer
concesiones "humillantes" para ella, pero beneficiosas para los
colonos en América, al conceder a Inglaterra el "asiento
de negros", es decir el derecho a abastecer de esclavos a las
colonias españolas, y el envío de un buque de 500
toneladas cargado de mercadería inglesa, "navío de
permiso" para que comerciara con dichos asentamientos
hispánicos. Ambas medidas fueron fachada legal para el
contrabando en las colonias americanas, entre ellas
Cuba.

Las mercancías de los barcos ingleses que
traían los efectos para los esclavos y las quinientas
toneladas del navío de permiso, eran desembarcadas de
forma clandestinas en lugares cercanos a los puertos autorizados
y desde allí se contrabandeaba con los criollos, con
grandes beneficios para los ingleses y los naturales, en muchas
ocasiones con la complicidad de las autoridades.

En 1739 se reinicia la guerra entre España e
Inglaterra que habría de durar hasta
1748.[73] La poderosa escuadra del almirante Edwar
Vernón, asaltó Portobelo(Panamá)
destruyéndola, y Cartagena de Indias, sin poder ocuparla y
posteriormente emprende el asedio a la isla de Cuba, intentando
resarcir su derrota con un golpe de mano que tuviera un efecto
político en Inglaterra.

Bojea la isla, amenaza La Habana, Matanzas y vigilado de
cerca por los pobladores del país y las autoridades
españolas, se presenta en la despoblada bahía de
Guantánamo a principios de julio de 1741, desembarcando un
fuerte contingente de hombres con el objetivo de asaltar la
ciudad de Santiago de Cuba por tierra.

Sus fuerzas intentan un avance rápido por la
boscosa serranía guantanamera hostigados todo el tiempo
por las milicias de Tiguabos, hombres de la tierra, conocedores
del terreno, que no le dan tregua a los "casacas rojas" hasta que
frenado su avance son obligados a retroceder hacia la
inhóspita bahía donde permanecerán
atrincherados por varios meses en un improvisado poblado que
llamaron Cumberland, donde eran hostigados por igual tanto por
los españoles y sus voluntarios, como por los elementos
naturales, que dejaron reducida casi a nada aquel orgulloso
cuerpo expedicionario, que a bombo y platillo habían
despedido allá en Inglaterra, apenas unos meses
atrás. A finales de noviembre de 1741 Vernon aprovecha la
noche para evacuar las pocas tropas que conserva, en el
abandonado poblado; cientos de tumba y todo el aprovisionamiento
dan fe de la derrota.

Las colonias hispanas en el Caribe resistieron el embate
inglés
y al cabo de nueve años los británicos firmaron el
Tratado de Aquisgrán(1748), con el cual España
restablece su monopolio comercial al renunciar Inglaterra al
Asiento de negro y el Navío de Permiso.

En 1754 estalla la "Guerra de los Siete años" que
enfrentó a Francia e Inglaterra por los dominios
coloniales y comerciales que tenían en diversas partes del
mundo. En esta confrontación los franceses fueron
desalojados del Canadá y algunas posesiones del Caribe. En
1760 ya casi derrotada Francia, el recién coronado rey de
España, Carlos III, renovó el Pacto de Familia con
los Borbones franceses y declara la guerra a
Inglaterra.

La participación de España en esta guerra
fue desastrosa, poco apoyo podía dar a Francia, vencida en
toda la línea por los ingleses y en cambio perdió
una precaria paz que le permitía ir recuperando su
poderío naval y militar muy diezmado, fundamentalmente en
América. Las escuadras británicas demostraron su
poderío y capacidad militar al ocupar La Habana y Manila
en 1762.

La toma de La Habana por los ingleses (1762) fue un duro
golpe a la monarquía española que conocía la
importancia de la plaza, tanto desde el punto de vista militar,
como político y económico. Tal fue la
valoración de La Habana, que el Rey negoció la
devolución a cambio de la extensa, aunque pobre, colonia
de La Florida.

Los ministros del gobierno
español bajo la égida de Felipe II se dieron cuenta
de que Cuba podía ser algo más que la "Llave del
Nuevo Mundo" y que sus riquezas naturales provenientes de los
productos como la ganadería y el tabaco, en estos primeros
tiempos, y luego el azúcar, en la medida que avance el
siglo, podían dar buenos dividendos a la
Corona.

Por esta razón crearon medidas centralizadoras en
cuanto al gobierno colonial y la mejor explotación de la
isla. Bajo el gobierno de Felipe II se produjo la
supresión de los derechos de los Cabildos
municipales, que actuaban como gobiernos autónomos,
principalmente en el interior de Cuba, atribuyéndose
funciones que solo eran de la competencia del
Rey, como el caso de la repartición de tierras, base de la
sociedad colonial. Al suspender este derecho la monarquía
lesiona los intereses de la oligarquía terrateniente que
databa de los tiempos de la conquista y que formaba la base de la
clase
oligárquica criolla.

La producción de tabaco era a principios del
siglo XVII el principal renglón económico de la
Isla. La alta demanda de este producto en el mercado europeo hizo
pensar a los ministros del rey de España en las enormes
ganancias que podía obtener si compraban gran cantidad de
tabaco. En consecuencia el gobernador de Cuba Laureano de Torres
recibió en 1708 la orden de comprar anualmente 3 millones
de libras de tabaco[74]lo que reportó una
ganancia tal para las arcas reales que al llegar su sustituto,
Vicente Raja traía la encomienda de aplicar el "Estanco
del Tabaco"(1717) a favor de una fábrica de tabacos
establecida en Sevilla.

La producción tabacalera en la isla estaba en
manos de campesinos de origen canario, dueños o
arrendatarios de medianas y pequeñas parcelas de tierra,
concentradas en las orillas de los ríos en la parte
occidental y central del país mayoritariamente. La sede de
la factoría radicaba en La Habana, con sucursales en
Trinidad, Santiago y Bayamo.

El estanco establece el monopolio estatal sobre la
producción, la comercialización, la imposición de
precios, cuotas y la prohibición de comercializar por otra
vía el sobrante de tabaco no comprado por la
factoría.

Esto provoca el disgusto de los cosecheros que se
sublevaron ese propio año 1717 y obligaron al gobernador
Vicente Raja a abandonar el puesto y embarcarse para
España. La respuesta del gobierno español fue el
envío de un nuevo gobernador, Gregorio Guazo
Calderón, con instrucciones de imponer el estanco a como
diera lugar, para lo cual vino acompañado de un fuerte
contingente de tropas. El nuevo gobernador trató de
conciliar los intereses, pero sin suprimir el Estanco, promete
que se le pagaría la cosecha al contado y que
podrían "exportar" todo el tabaco que no comprara la
factoría real.

Sin embargo la permanencia del Estanco provoca una nueva
sublevación en 1723, cuando los vegueros trataron de
adoptar medidas para evitar la caída de los precios,
fijando volúmenes de cosecha y precio. Para poder mantener
el boicot los cosecheros tomaron medidas contra los que rompieran
este trato, destruyéndole la producción y la
cosecha a todo el que vendió a menor precio a la
factoría.

El gobernador reprimió con dureza la
rebeldía de los vegueros que se levantaron en armas y
tuvieron un enfrentamiento con el ejército en las afueras
de Santiago de las Vegas. El saldo fue de varios heridos y la
captura de doce complotados que fueron colgados en el camino de
Jesús del Monte.

En 1727 la monarquía establece la Intendencia
Real de Tabaco para continuar con el Estanco del producto,
función
que pasó luego a la Compañía de Comercio de
La Habana y finalmente a la Real Factoría de Tabaco (1761)
que monopolizó la producción.

La producción tabacalera en Cuba se vio muy
afectada por el monopolio real, que acabó con la industria
de elaboración de tabaco en el país y creo un
sedimento de rechazo a este tipo de medidas arbitrarias, que solo
beneficiaron al Rey y los fabricantes
españoles.

Con el siglo XVIII la producción azucarera
irá estabilizando un lugar preponderante en la
economía de la colonia, dadas las condiciones naturales
que tiene el país. Se produce azúcar en
pequeños y medianos ingenios con dotaciones de esclavos de
algunas decenas de esclavos, para poder crecer necesitaban mano
de obra esclava que era muy escasa en este período y
alcanzaba un alto precio, unos 300 pesos como promedio y entre
450 y 500 pesos, si conocía el
oficio.[75]

A principio del siglo XVII la producción
azucarera de Cuba disminuye a causa de las dificultades para la
exportación. En 1724 la producción
azucarera alcanza las 50 mil arrobas (2 300 toneladas) y se
vendía a un precio que oscilaba entre los 24 y los 28
reales, pero en 1728 hay una nueva recaída de la
producción que provoca el cierre de algunos
ingenios.[76]

Alentados por las altas ganancias obtenidas por el
Estanco del tabaco, un grupo de comerciantes habaneros y
gaditanos, propusieron al Rey un nuevo negocio monopolista: la
Real Compañía de Comercio de La Habana (1739),
encargada de abastecer a la Isla de todos los productos que
necesitara, imponiendo precios monopólicos y la
exportación de los producto de la Isla, excepto el tabaco.
En los primeros doce años de su existencia esta
compañía obtuvo ganancias de 650 mil pesos, un 72 %
del capital inicial que fue de 900 mil
pesos.[77]

La Real Compañía de Comercio de La Habana
podía importar esclavos, hecho que fue de mucha ayuda para
la reactivación de la insipiente industria azucarera de la
isla, que movilizó capital, aumentó el
número de ingenios, revalorizó las tierras y
produjo una gran expansión del cultivo de la caña
de azúcar en este
país.[78]

A mediados del siglo XVIII apenas había cuatro
grandes ingenios en la isla, todos en el occidente y cercanos a
la capital, tenían más de cien esclavos y una
producción superior a las 10 mil arrobas de azúcar.
Hacia 1760 había en los alrededores de La Habana unos 90
ingenios con una producción total de 340 mil arrobas de
azúcar(15 640 ton.), el 75 % de la producción de la
Isla.[79]

La Real Compañía de Comercio de La Habana
incentivó también la producción azucarera,
al convertirse en la exportadora de la mayor parte de esta a
España. Ya para 1755 el azúcar representa el 61 %
de las exportaciones de la isla y continuó creciendo.
[80]

También es importante para la economía de
la isla, la autorización del corso, que les
permitió beneficiarse de las riquezas arrebatadas a los
asentamientos coloniales ingleses en el Caribe, principalmente
Jamaica y a los barcos de esa bandera; incrementar el comercio de
contrabando, de fuerte tradición en la isla y convertir a
La Habana en una activa base corsaria. Estas actividades gozaron
del beneplácito de las autoridades coloniales, aún
en tiempo de paz. Como ejemplo de las abundantes ganancias de los
corsarios antillanos baste decir que en 1742 los corsarios
cubanos consiguieron botín por valor de dos millones de
pesos.[81]

Otro renglón importante en la isla y en
particular La Habana fue la construcción naval, que desde
inicios del siglo XVIII se vio involucrada en una
reanimación y modernización que dotó a La
Habana de los mejores astilleros de América y del
reino.

En 1713 se aprobaron los primeros proyectos para el
restablecimiento naval de España y para ello el primer
paso fue rehabilitar los astilleros habaneros. Por eso vino a
Cuba Manuel López Pintado con el encargo de construir diez
barcos de 900 toneladas y dos
pataches[82]venía con 30 carpinteros de
ribera y 20 calafates, en su mayoría
andaluces.[83]

El mayor auge de los astilleros habaneros comenzó
en 1724 con el prestigioso trabajo del criollo Juan de Acosta
quien entregó dos barcos para el virreinato de Nueva
España y por su calidad se le encargaron otros para la
flota de la Mar Océano.

En 1728 llega Juan Pinto, nombrado director del nuevo
astillero, con él se alcanza un gran auge y prestigio
constructivo; en La Habana se fabrican los mejores y más
rentables barcos del reino, se ponen en práctica grandes
proyectos y los pedidos crecen dada la voluntad del Rey de
restablecer el poderío de la Armada
española.

En 1741 el gobierno español concede la administración de los astilleros a la Real
Compañía de Comercio de La Habana con el compromiso
de entregar tres o cuatro navíos por año, lo que no
pudo cumplir teniendo que renunciar al contrato en
1748.

A mediados del Siglo XVIII —en 1759— la
población total del país ascendía a 140 mil
habitantes, de ellos 60 mil vivían en La Habana y poblados
y fincas cercanas; y en el año 1774 era de 171 mil 620, de
ellos 96 mil 440 blancos (56.4 por ciento) y 76 mil 180 negros y
mestizos (43.6 por ciento). De éstos 31 mil 847 personas
eran libres y 44 mil 333 esclavas. Se expandió el cultivo
del tabaco y el comercio de rescate o contrabando frente al
monopolio comercial oficial, durante una larga etapa.

La sociedad criolla se había consolidado,
sentando las bases para el desarrollo productivo de sus renglones
fundamentales. En las ciudades aparece un artesanado activo y
numeroso de trabajadores calificados y una oligarquía que
tiene sus bases económicas en el comercio y la tenencia de
grandes extensiones de tierra. Los criollos habían logrado
resistir con éxito
las medidas restrictivas del poder colonial y evitar que la isla
fuese dominada por potencias que impondrían otra cultura.
Aprendieron a defender su patria.[84]

El pensamiento escolástico y la Iglesia en
Cuba a principios del siglo XVIII

Desde el mismo inicio de la conquista y el fomento de la
colonia en la Isla se va a producir paulatinamente un
fenómeno de criollización de la Iglesia
Católica, dadas las peculiares condiciones en que se
desarrolla la sociedad criolla, sometida a los vaivenes de la
política de la metrópoli española, en
constante guerra y asediada por las otras potencias coloniales
europeas, que le disputan la supremacía.

El desarrollo de la Iglesia en Cuba en esta época
es muy difícil, en una colonia pobre donde poco se
podía recaudar, quedó sujeta a la subversión
real, con un clero escaso y de poca preparación, que
dejó mucho que desear en los primeros tiempos de la
conquista y la colonización, con sus honrosas excepciones,
por su concupiscencia y contubernio con los que se
enriquecía a toda costa.

Poco a poco la Iglesia en Cuba va creciendo incrementada
por la población criolla de la cual se incorporan a los
templos e iglesias los curas, y monjes que la harán crecer
y la dignifican. Ya a finales del siglo XVII la Iglesia en Cuba
rebasa la etapa de sobrevivencia e inicia un sostenido
crecimiento que caracteriza al siglo XVIII.

Al producirse el Sínodo Diocesano de 1680 esta
Iglesia tiene ya importantes e indisolubles vínculos con
la oligarquía criolla, que forma parte raigal de ella por
su mayoritario clero nativo, que afianza esta alianza
predominante en el siglo XVIII. El Sínodo pone orden en la
Iglesia de Cuba y deja sentada las bases para que su papel
ideológico en la colonia quede reafirmado.

La llegada a la isla del obispo Diego Evelino de
Compostela y Vélez(1687-1704), marca el inicio de la
consolidación de esta Iglesia criolla que
distinguirá este siglo. Sus diecisiete años de
obispado marcan una intensa actividad de afianzamiento de la
Iglesia en la sociedad colonial: Se extiende por toda la isla,
funda templos, curatos, hospitales, pero también afianza
los mecanismos para el cobro de las rentas eclesiásticas,
entre ellas el diezmo; aplica las ordenanzas del Sínodo y
estimula la fundación y crecimiento de las órdenes
religiosas.[85]

Se conoce de los intentos del obispo Diego Avelino de
Compostela por restarles poder económico y social a las
órdenes establecidas en la Isla en beneficio de la
jerarquía de la Iglesia Católica. El hizo gestiones
para establecer un centro de estudios dirigido por los jesuitas,
organización que está ligada al
papado por voto de obediencia a fin de crear un contrapeso a las
órdenes, de conocida influencia criolla.

Tal fue el impacto reorganizador en la Iglesia de la
Isla durante el mandato de Compostela, que renuncia a la
subversión del estado español para los gastos y
mantenimiento
de la misma pasando a sufragar sus propias necesidades con
holgura. Entre 1685 y 1688 las restas del diezmo eran de 121 000
reales, en cambio ya para 1693 estas mismas recaudaciones
alcanzaban la cifra de 608 000
reales.[86]

Partes: 1, 2, 3, 4
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