Se valora las especificidades de la
hermenéutica ecosófica y su
concreción en la conducta moral,
destacando la importancia del pensamiento de
José Martí y
sus formas discursivas para la elaboración de una nueva
visión del ser humano en relación con el
universo.
La razón ecosófica -Logos en el sentido
heracliteano, como razón o principio cósmico que
expresa tanto la ley universal que
rige el mundo y hace posible el orden (cosmos) y la justicia, como
(…) también el propio pensamiento humano, aporta
nuevas mediaciones que completan o enriquecen a la
hermenéutica analógica icónica. Sería
entonces una hermenéutica analógica icónica
ecosófica, superada dialécticamente por esta
última[1]la ecosofía, para
convertirse en una hermenéutica ecosófica, que sin
hacer dejación de la riqueza de la analógica
icónica, la integra a sí, a su corpus cosmovisivo,
y la supera en alcance y propósitos.
La hermenéutica ecosófica, tanto en su
arista epistemológica como cosmovisiva, deviene
tránsito de la "ciencia" a la
sabiduría. Una sabiduría interpretativa que sin
abjurar de la buena ciencia, la integra con los otros saberes de
la cultura y la
praxis, en pos
de la salvación del Planeta Tierra
y con él, de nosotros mismos. Por eso supera el
antropocentrismo para lograr una íntegra comunión
hombre –
naturaleza[2]Se trata de un saber y una praxis,
integrados, transdisciplinarios. "La ecosofía –
señala Escamilla – es un modo de estar en el mundo, de
percibirlo. Un saber práctico que transforma nuestra
conciencia y nos
integra a la unidad de la vida, haciendo del sujeto-objeto-medio,
un continuo. Es también una ampliación de nuestra
sensibilidad que implica un cambio de
perspectiva, absolutamente necesario para superar las aparentes
contradicciones que nos rodean. (…). No puede ser otra
cosa que una profunda filosofía, un saber habérselas con
las incertidumbres que nos depara la complejidad de nuestra
existencia. Por eso, hablar del saber ecosófico es hablar
también de buena educación, la que nos
ayuda a autorrealizarnos en un medio respetuoso y responsable con
las lógicas de lo vivo"[3].
Es una filosofía unida a la tierra, una
sensibilidad – razón cósmica, que sin
aprioris absolutos, da cuenta de ella, de la vida que la habita y
otras mediaciones. Una sabiduría, que se concreta,
más que en una enciclopedia, en una ecopedia cultural. La
lógica
de la ecosofía es la de la dialógica, la del
intercambio simbólico, la del don, donde el nosotros
configura sus propios escenarios mañaneros para que los
sujetos en proceso
desplieguen su potencial saber ético – estético –
político en la construcción social de comunidades
educativas. Una comunidad que
se avala en sus procesos de
deconstrucción y reconstrucción política y cultural,
por una ecosofía donde el texto
territorial mantiene la arborescencia en primavera, trabaja con
alegría creadora al interior de sus actos de habla,
dándole paso a la Democracia
Participativa, al habla plural y no al monologismo
balístico de la tentación
totalitaria[4]
El desplazamiento que se produce entre la ecología y la
ecosofía, término puesto en circulación por
el filósofo noruego Arne Naess en 1960, implica una
transición de la ciencia a
la sabiduría, y es este pasaje, esta traslación, la
que esencialmente representa un cambio de paradigma.
Sabios europeos como Edgar Morin
llevan años refundando un nuevo concepto de lo
que debería ser la educación para
este complejo siglo XXI. No podemos seguir fragmentando nuestras
verdades científicas sin destruir el significado profundo
de cultura. Claro que la ecología es una buena
aproximación a lo que significa este giro radical, esta
necesitada revolución, pero desde la perspectiva
ecosófica se le añade la visión
cosmológica necesaria para iniciar un verdadero proceso de
cambio[5]Porque la ecosofía reflexiona
también sobre nuestras costumbres, sobre nuestra manera de
habitar la Tierra, y
sobre nuestra manera de admirarla. Una mirada científica,
político-ética y
estética. En este sentido, el pensamiento
del siglo XXI deberá ser
ecosófico[6]
La hermenéutica ecosófica interpreta la
conducta moral, sus ideas, principios y
valores que
norman o dan cauce al quehacer humano en sus mundos de la
escuela, del
trabajo y de
la vida, desde una perspectiva cósmico – planetaria,
sin perder los contextos socioculturales específicos. El
pensamiento complejo de Edgar Morin, da cuenta de
ello[7]
"De lo que se trata ahora – la gran misión de
la hermenéutica ecosófica – es hacer del porvenir
que nos espera un lugar amable para la vida. A veces olvidamos la
satisfacción que nos produce un paisaje, o el sentimiento
de bienestar que experimentamos haciendo cosas aparentemente
inútiles, no productivas. Tenemos que sacarnos de encima
ese malentendido cartesianismo mezclado de utilitarismo que no
nos conduce a nada. Pero para todo este inmenso proyecto, la
herencia de la
modernidad es
indispensable. La ecosofía no renuncia ni a la ciencia ni
a la tecnología, simplemente subraya que el uso
que hacemos de ellas no satisface las necesidades humanas
básicas como un trabajo con sentido en un ambiente con
sentido. Estamos adaptando nuestra cultura a la tecnología
cuando debería ser justo lo
contrario"[8].
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