- El
cerebro adicto, es profundamente diferente al cerebro
no-adicto - Primero
es el placer. - La
neurotransmisión y las adicciones - El
rol del síndrome de abstinencia - El
gran secreto - Bibliografía
Esta lección es acerca de la
neurobiología del cerebro humano y
de cómo este órgano responde al abuso de las drogas,
incluyendo el azúcar,
y la comida que comemos, cuando la utilizamos como droga.
El cerebro adicto, es
profundamente diferente al cerebro no-adicto
Prosencéfalo
Cambios en la estructura y
función
del encéfalo es lo que hace de la adicción,
fundamentalmente, una enfermedad orgánica. Un interruptor
metafórico en este órgano, parece que se dispara
como consecuencia del uso prolongado de las drogas.
La adicción es, ambas, la causa y la
consecuencia de esas alteraciones profundas de la función
cerebral.
Entonces, si anomalías físicas
están a la raíz de este problema, de ello se colige
que todo programa de
tratamiento para toda adicción, debe de tomar este factor
en cuenta.
Las adicciones,
enfermedades crónicas
Las adicciones deben
de considerarse como cualquier otra enfermedad crónica,
como la diabetes y la
hipertensión persistente, en lugar de
hacerlo — como, se acostumbra — como si fueran una enfermedad
aguda, o como si se tratara de una infección bacteriana o
de una fractura.
El problema con las drogas, es que éstas,
actúan como resultado de un artefacto defectivo en el
diseño
básico del cerebro mamífero.
Las drogas
El uso de las drogas es instintivo para muchas
especies, la nuestra es una de las tantas.
Esta tendencia, resulta en que el ser humano, sea
extraordinariamente susceptible al abuso de las drogas que
alteran la mente donde quiera que éstas les sean
disponibles.
Y, todo esto proviene de una singularidad
caprichosa en el diseño de las vías de recompensa
del sistema nervioso
central.
Cualquier droga, con el poder de
activar estos receptores nerviosos, a su manera, se burla de la
Madre Naturaleza.
Las drogas no son elementos necesarios naturales,
aunque muchas son de origen orgánico. Y, lo peor, es que
la pulsión de nuestro género
para usarlas es dominante.
Nuestro organismo carece de inmunidad contra las
drogas que afectan regiones específicas del sistema
límbico, y las vías corticales del placer.
Primero es el
placer.
El acto de disfrutar de algo, es controlado por
medio de las actividades del prosencéfalo y el tronco
cerebral.
Si se recibe una sensación placentera, la
reacción es: "me gusta".
Pero, si en su lugar, se está anticipando
una recompensa, y la persona que la
espera, se envuelve en comportamientos que la anticipan, puede
decirse que esa persona: "la desea".
El acto de desear algo, es totalmente distinto
del acto de gustar de algo. El desear es un fenómeno
mesolímbico, dopaminérgico-serotoninergico.
A todos nos gusta recibir presentes, pero
queremos comida, sexo y
drogas.
El sistema "me gusta" es activado por la
recompensa recibida, mientras que el sistema "yo quiero",
anticipa la recompensa, motivando comportamientos instrumentales
para su obtención.
Cuando ambos sistemas son
expuestos a las drogas, el "yo quiero" motiva la búsqueda
persistente de drogas que ya nos dan placer, ofreciendo una de
las paradojas básicas de las adicciones.
Cuando aparece el paradigma
bioquímico de un apetito desbocado por una
estimulación sin pausa de las vías de recompensa,
lo que tenemos es una receta para el desastre.
El daño
resultante es físico, de comportamiento, y fisiológico, como,
asimismo, son los síntomas.
La presión de
los amigos, problemas de
disciplina,
desdén por la autoridad —
ninguna de esas condiciones son necesarias para que la
adicción florezca.
Lo que la droga misma hace, con su impacto
físico, a quienes son vulnerables biológicamente,
es lo suficiente. No se necesitan más alicientes.
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