Vamos a leer un texto muy
particular. Se trata de un libro de
Stanislas Fumet y se titula, nada menos, Histoire de Dieu
dans ma vie, y fue publicado en París en 1978. El
lector será indulgente, porque yo, desde luego,
deberé traducir lo que de nuestra lectura nos
sea provechoso…
Pero no hemos elegido este libro por su
autor. No. Esta vez la elección es por un motivo algo
secreto. Se trata no del autor sino del inspirador de
algún capítulo: un Monje Cartujo… Y vamos
directamente al que nos interesa, que es el último y que
se titula: Trascendentales, mi pan y mi vino,
porque el autor los considera su alimento verdadero. El lector
puede, con derecho, sospechar que hablaremos principalmente
del SER.
Y él se regocija, en la
página 769, reconociendo que muy diversamente razonara si
no hubiera tenido, desde muy temprano, la fortuna inapreciable de
captar la supremacía del Ser, dejándose ganar por
él, prefiriéndolo a todo, eligiéndolo en
todo, sicut in coelo et in terra. Dióse
cuenta, acabada cuenta, que su espíritu no tenía
otra cosa que oponerle al Ser sino fantasmas, la
inexistencia en sí, porque en tales pretendidas
oposiciones no hay más que reflejos engañosos. Y es
interesante y consolador detenerse en estas comprobaciones de
Fumet, porque nos son maravillosamente útiles para los
pasos de nuestra vida.
Es la génesis misma del
Mal -continúa diciendo- que tiene
necesidad de robar al SER un BIEN sobre el cual fundarse para dar
subsistencia a sus espejismos, y sin el cual no dispondría
de armas contra
él. Ese parásito obstinado tiene necesidad del ser
para ejercer su fascinación.
Intenta luego, felizmente, una
exégesis personal, que
dice ser suficiente para él, ya que tiene sus motivos para
sostenerla: …el mal, o el Maligno, ad libitum, se
proyecta sobre el vacío -y, el espejismo, es aquél
de los resplandores de la incandescencia que sigue la
caída de Lucifer perseguido por la gloria de su ser
creado: entiendo esta gloria como la que él pierde en su
caída. Habiendo recibido su ser en un tiempo
angélico, en el Aevum, arrastra, pero detrás de
sí, esta huella de esplendor que lo abruma por la
eternidad.
Huella, sólo una traza de fuegos
artificiales. Engaño y falacia de un mundo pretendidamente
exterior al Ser…
Luego continúa: …Desde
que salimos de la nada, estamos en Dios… San Pablo nos lo ha
enseñado: "En la divinidad nos movemos, vivimos y somos"
(Act. 17, 28).
Es la exigencia de la unidad, el amor del
Uno -condición del verdadero- que, poco a poco, me condujo
a todo esto, haciéndome sentir la defección de todo
lo que no es este UNO que cancela el número para otorgarle
otro valor que el
de las matemáticas. Yo había adoptado el
ritmo pitagórico de 1, 2, que es el propio del caminar:
uno, dos, uno, dos; uno, dos. Escribí a Dom… en
1962: "todo lo que no es uno me fastidia
(ennute) ". Me contestó con una larga
carta de la
cual extraigo, encantadoras, algunas
frases: "No afirmo que todas las lecturas y
todas las conversaciones te disgusten (ennuient) en el mismo
grado, pero ciertamente, lo que hay de bueno en nuestra amistad es que se
halla fijada en el corazón de
las cosas. Nosotros somos como las almas trocadas en estrellas en
el Pelerin Kamanita, que cambian una exclamación cada
10.000 años, -por un resto de debilidad
humana…"
Y continúa la cita del
Cartujo: "Seriamente, yo soy viejo ahora, y he
renunciado a interesar a la humanidad, aún a la más
favorablemente dispuesta: es propio del buen sentido, hay un
tiempo para callarse. Como toda persona que
medite debería percibirlo al cabo de poco tiempo, todo lo
que se expresa y se discute es como la madera o el
papel: irremediablemente exterior a la vida del espíritu.
El pensamiento,
el único pensamiento, es todo interior a estos jalones que
no pueden empañar su transparencia
divina ".
Y sigue Fumet: Este pensamiento
que sólo florece en Dios y al que nos esforzamos por
alcanzar y ligarnos, es independiente de la opinión
humana, viene de Dios y retorna a Dios sin descubrirnos su
operación. El es el objeto de una mirada purificada. Los
contemplativos se desposan con él y en la medida en la
cual su "yo" se cancela, gozan de la verdad que, ser del ser,
hace la luz sobre todas
las cosas. Esta luz ilumina todo hombre que
viene a este mundo y está escrito en el Génesis que
fue lo primero que Dios juzgó bueno. Y Dios dijo (es su
Verbo): Fiat lux, y la luz fue hecha…
Y más adelante, en la página
773, leemos:
…la contemplación jamás
es una posesión y quien pretenda poseerla precisamente
ignora lo que ella es; porque, en efecto, Dios está
más allá de toda figura y más aquí
que toda sustancia…
Y nuestro Cartujo: … Si se tiene por
ilusión el hecho de adoptar la perspectiva del objeto; es
preciso decir que la misma intelección es una
ilusión, pues en esto consiste y acaba. Sapientia ludit:
conocer, es jugar a ser el objeto; y este juego es la
sola cosa en el mundo que no es vana (lo que es vano, es jugar a
ser el sujeto, a ser sí).
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