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Palabras de un cartujo (página 2)



Partes: 1, 2

Todo lo escrito acerca del mecanismo de
la intelección, sobre sus condiciones y sus
términos, puede ser echado al fuego sin que por ello se
pierda nada. Esta potencia es
humildad -dejar ser al ser- no tiene término: no es
cuestión de definirla ni de medirla de ninguna manera. Las
gentes para quienes ella (la inteligencia)
no es el Misterio, exactamente tan límpido como
insondable, nada les será claro ahora ni
nunca.

Los contemplativos primitivos, en la
aurora de la reflexión, han sido alcanzados y asidos por
esta evidencia: es por lo cual ellos me son tan caros. -No se
puede separar el amor y la
contemplación de la intelección así
entendida.

En la soledad de la celda, ciertas
cosas aparecen: otra esencia que yo he creído ver, asaz
singularmente, es la de la risa…

La primera cosa que debe observarse, es
que lo cómico jamás pudo ser definido por la simple
razón que lo risible es un trascendental. Todo es
cómico bajo cierto ángulo; los contrastes, los
despropósitos, los efectos de caída, etc., producen
a voluntad según que el rayo visual horade lo real de
parte a parte, y descubra allí la incoherencia, la
no-identidad: es
una cuestión de mirada. El espíritu en la misma
medida en la cual mira, halla lo risible tanto como él
quiere: si es plenamente lúcido, gozará a cada
instante de su transcendencia, no saldrá del júbilo
extático.

Pues se trata de un éxtasis: es
la segunda característica obvia y a menudo descuidada. La
risa es un fenómeno cataléptico, una asida del
espíritu que abandona el control del
organismo: las potencias están en vacación y
retozan a placer. Este éxtasis es provocado por una
alegría -la risa es la expresión de la
alegría: muchos teóricos no han pensado en ello- y
como es lo propio del hombre, se
trata de su alegría propia, es decir de la
intelección. La risa es un éxtasis provocado por la
intelección.

Pero el objeto de la intelección
es el ser, la bienaventuranza del espíritu (según
Aristóteles y Santo Tomás como
según Çankara y Spinoza) es el ser del Ser; ahora
bien, la risa, lo hemos señalado, es provocada por el
aspecto inverso y complementario: la inanidad de la apariencia.
Es fácil, consecuentemente reconocer en estas formas de
exultación una raíz común: la historia bíblica de
la caída ilustra su parentesco y su
separación.

En el origen, cuando el hombre era
recto, su éxtasis era uno solo, saboreaba en un mismo
rapto al ser de Dios y la nada de lo que no es Él. Pero en
la caída, su éxtasis también se
desdobló, en primer lugar volviéndose demasiado
raro y en el otro aspecto demasiado común. El
éxtasis que suscita el no-ser del no-ser perdió su
solemnidad, muy comparable en esto a las ceremonias de las
religiones
prehistóricas, que sobreviven en la forma de juego de
niños y
a los mitos
deslumbrantes caídos en el folklore. La
risa es un éxtasis quebrado y desacralizado, vestigio
resplandeciente y frívolo de las Bodas primitivas,
recuerdo delicioso del Edén olvidado.

Reconócese también en la
risa un éxtasis noético desinteresado: es una
alegría no-posesiva. Contemplar en efecto es lo contrario
de poseer: es dejar ser el ser. La intelección no respeta
solamente la desnudez del espejo interior, ella lo despeja y le
rinde su pureza. (Si la alegría intelectiva puede ser
infinita, es en razón de que no es adquisitiva: todo
lo que se adquiere, estorba y entorpece.) La risa, igualmente, no
enriquece, sino que aligera: es desapego, solución y vuelo
de Psyche en su espacio natal.

Sin embargo la risa se interrumpe y
este es otro misterio. No debe desconocerse la
significación de su aspecto espasmódico: el
carácter imprevisible e incontrolable del
acceso. En el estado
presente del hombre sería más bien rapto y ruptura.
El muro de las apariencias se
abre y se cierra enseguida: hemos comprendido algo precioso pero
no sabemos bien, tampoco podríamos decir precisamente
dónde se produjo el destello. Observando el muro: nada
deja aparecer. Tal es el fondo del humor, el doble fondo: el
objeto propio de la risa se mofa del que
ríe.

…Es preciso observar…, en lo que
concierne a la apropiación religiosa de la risa, que
ésta es cosa nueva: el humor brillante y profundo de Bloy,
de Chesterton, de Claudel, no tiene precedentes. Durante siglos,
la cosa religiosa se encontró expuesta sin gran defensa a
la ironía, el pontífice, el doctor, el devoto se
contaban entre los objetos cómicos más evidentes y
más frecuentemente explotados. La risa ha cambiado de
campo porque pontífices, doctores y devotos hoy son
irreligiosos o antirreligiosos: lo que es divertido no es ser
creyente o positivista, sino ser llegado al punto del éxito o
instalado. Lo ridículo es inherente al estado del que
pretende ser y no puede ser el ser.

No se asombre el lector por estas citas tan
extensas. Aquí, el Cartujo nos ha dicho más de mil
maravillas con su delicada simplicidad. Esta visión del
Ser no se halla con frecuencia y nos presenta una introducción muy conveniente para la vida
espiritual.

No se trata, en realidad, de
introducciones, sino -más bien- de puntos de partida, de
pasos, muy libres todos, que ahondan siempre, que nos siguen
siempre. Yo no haré ningún comentario para que
la lectura de
estos textos conduzca, con toda libertad, al
mejor descubrimiento.

El descubrimiento del SER. ¿Hay una
mística del Ser? Pregunta sin sentido. Es necesario ir
más allá.

Y en primer lugar, afirmar -con Fumet- que
la belleza es el bien como objeto de contemplación.
Sabemos que estas afirmaciones son provisorias. No nos vamos a
quedar en ellas… Pero, ahora, si pretendemos alcanzar el Ser,
debemos dejarnos subyugar por la Belleza.

No se trata de un método.
Atendamos a una sagaz y fundamental crítica
que hace nuestro Cartujo a los métodos.
Está hablando de los Orientales y dice que
aquellos han cultivado una técnica en sentido
opuesto a la nuestra: aprender a prescindir de las cosas -sutiles
y pacientes prácticas se ofrecen al peregrino de la
interioridad. Es sorprendente que no exista en el Maestro Eckhart
ni en Ruysbroec, ninguna traza de ello: los mejores trucos, los
más eficaces -ellos piensan aparentemente- no deben ser
recomendados. Hay también, en esta reserva, una
sabiduría católica. 
Y dirigiéndose
a su amigo interlocutor agrega, nuestro monje, para situarnos
mejor con respecto a estos maestros
espirituales: Nosotros estamos siempre cerca, como
tú lo dices tan bien: bebemos en la misma fuente. Pero nos
hallamos separados de la corriente común. La
categoría de progreso, como ideal y como imperativo,
domina hoy el pensamiento de
todo el mundo, laicos y clérigos. Hay aquí una
desviación fatal, principio de todas las demás, en
la misma idea que se tiene de ello. -El crecimiento del poder confirma
y revela siempre más nuestra impotencia: no lo podemos
todo, salvo lo único que importa. Lo mismo vale en
referencia a la acumulación de nuestros conocimientos;
nuestra ignorancia crece con ella: a cada serie de
descubrimientos, la cuestión -la sola verdadera
cuestión- crece más, aún más
frustrada que lo fuera en el estadio precedente. Se rehúsa
tomar conciencia de
este otro aspecto del progreso, el aspecto nocturno,
iniciático, que invita al desapego, a la
contemplación… Espero siempre en que la inflación
verbal cesará, pero recrudece, de una manera que me parece
fatal. Los hombres están locos: es sin embargo en el fondo
del recogimiento que se reencuentra el punto virgen: allí
todo comienza entre el alma y
Dios.

Es ese punto virgen, precisamente, el que
siempre nos interesa alcanzar. Pero del que nos apartamos cuando
prestamos demasiada atención a las hueras palabrerías y
conceptos, con lo que nos aturden los sofistas del
hoy.

Retomamos la lectura del
libro que
tenemos entre manos y, en la página 789, Fumet nos dice
que:

Dom… es menos atento que los hombres
de hoy a esas experiencias de creatividad
artificial que pueden arrastrarnos en una seguidilla de ilusiones
contingentes sin brindar nunca a nuestra alma aquello de lo cual
ella tiene fundamentalmente necesidad:
el 
"recogimientosobre
lo esencial.

"La huida del mundo –dice
el Cartujo– es el primer paso de toda vida contemplativa, la
aversión del mundo es más urgente hoy que nunca, si
Cristo ha de encontrarnos. Nos es preciso huir del mundo para ser
fiel -para enfrentar- en un mundo que está, él
mismo, en fuga
…"

"El proceso de
degradación comenzó cuando el hombre se detuvo en
el
conocimiento y en el uso de las cosas -profanas o sagradas-
sin que el amor sondeara
la transparencia. La Escritura y el
Dogma no revelan la Faz divina a los ojos distraídos: el
silencio y el desapego han faltado primariamente a los creyentes,
y es luego de un oscurecimiento de su mirada que el mal se ha
convertido en aquél de un mundo. La separación,
siempre más marcada, entre la vida interior y la
especulación teológica, ha llevado al atolladero en
el que nos vemos. Por antigua que sea la desviación,
estamos llegando, parece, al punto de ruptura: la
agitación y la prolijidad actuales denotan la impotencia
para cubrir la falla. Adoptar la perspectiva totalmente
extravertida de nuestra cultura, y
pretender conservar algo de la visión bíblica y
evangélica, es propio de los espíritus poco
lúcidos: se enajena lo principal y luego se admira por
perder el resto. Es el rayo visual en efecto que dispone, que
reposa sobre el punto de apoyo divino. La experiencia
contemplativa es aquella de una aurora: lo que se ve primeramente
es el movimiento del
cielo, el horizonte zozobra, las grandezas (las medidas) y los
vectores
cambian de signo. Lo que parecía causa es un efecto; lo
que parecía fruto del azar se revela como fuente y hogar
(centro). Dulce revolución
que deja aparecer la ligereza de la imagen donde se
detenía, prisionera, la mirada del hombre exterior! La
credulidad de éste ha crecido paradójicamente con
las facilidades de la crítica. No hay otro remedio para
nuestra cautividad que la audacia virginal de la mirada: es
preciso cultivarla, reencontrarla, aún cuando sea al
precio de una
paciencia infinita.

Repito que nada me atrevo a agregar a estas
palabras… Continuarán todavía, hasta finalizar el
texto que nos
interesa. El recogimiento sobre lo
esencial 
nos da una pista que ya no
abandonaremos.

Pero hay una nueva dimensión.
Recordamos nuestra lectura de la primera parte y el
descubrimiento de la creaturalidad o
caducidad de las cosas. El desapego se
halla en este orden y es condición para la
conversión de la inteligencia.

Seguimos con el texto, ya que esta
visión de las cosas y del mundo, podrá
proporcionarnos una explicación y señalarnos un
camino de vida contemplativa.

Y éste será practicable,
precisamente hoy, como lo veremos en su momento.

Sigue hablándonos nuestro monje
Cartujo:

La visión del mundo que nos
brinda la información exterior se halla pues
invertida (lo más surgiendo de lo menos, lo sensato de lo
fortuito; el pensamiento, de las cosas; la moral, de
lo físico); está sujeta por otra parte a las
metamorfosis donde lucen grandes bellezas, pero que no liberan
sino ilusoriamente, un muro caído descubre otro
detrás y éste otro más, siempre asfixiante.
La misma facilidad y la aceleración de los cambios de
decorado cósmico fastidian el sentido y el pensamiento. Lo
que no quiere decir que este proceso desemboque en la pura
vacuidad de una noche del espíritu: sería demasiado
hermoso. El panorama movedizo e inestable es una pantalla opaca y
se impone con el peso acrecentado por su impulso amorfo al hombre
condicionado por su cultura. (Una nueva credulidad resulta
paradójicamente de la crítica vuelta banal y hasta
mecánica). Nadie sueña con
cuestionar esta imagen, se disuelve en ella, con una solicitud
necia, el alimento del espíritu, estético,
metafísico y religioso. Es preciso hacer un largo camino
en el silencio para sustraerse a la fascinación de esta
banalidad.

Nuestra civilización es una
inmensa empresa de
publicidad,
-publicidad en favor de esta forma misma de vida y
de pensamiento, dominada por la aceleración de los
circuitos
económicos. La tendencia es la de esperar de esta
aceleración misma la solución de todos los problemas
humanos. La gran propaganda se
halla naturalmente desprovista de estilo y de sabiduría:
ella da el tono a la sociedad en la
cual se afirma. Sus éxitos más señalados son
los que logra en la esfera religiosa. Además de ligarse
inconscientemente a la noción comercial de libertad, se
convierte en alabanza del mundo; parece percibirse que el mundo
es bueno y se lamenta no haberlo dicho bastante recientemente y
en el pasado. En otra cultura, entre los Griegos por ejemplo,
semejante aserción hubiera significado que el cosmos es
bueno a contemplar; en la nuestra, confirma el sentimiento
inculcado por la propaganda que el mundo es bueno a consumir. -Es
este el sentimiento vulgar contra el cual nos pone en guardia la
sabiduría evangélica, antigua y oriental. Ella nos
repite que el mundo, tomado como objeto de fruición, nos
desencanta, nos enajena y nos esclaviza y domina. La
distinción entre el 
utendum y
el 
fruendum fue formulada por San
Agustín con la nitidez de un 
coup
d"epée
: desde algunos años solamente el
pensamiento religioso da, al respecto, signos
crecientes de confusión. La crítica de la ascesis,
la auto-acusación anti-ascética, que en poco
tiempo se ha
convertido en uno de los temas favoritos de la literatura
eclesiástica, podría ser citada en un tratado de
técnica publicitaria como un ejemplo del condicionamiento
de las mentalidades que supera las esperanzas de los
empresarios…

Estas citas van delineando, perfilando una
figura. No sólo nos dicen algo decisivo acerca del mundo
en el que estamos, sino que nos adelantan mucho acerca de
cuál deba ser nuestra actitud y
cuál la misión que
nos compete.

Por ello continuamos con nuestra lectura,
con paciencia y atención.

Por libertad religiosa, todo el mundo
entiende hoy la facultad de elegir entre dos opiniones
inverificables: esta libertad de conducta
concierne a cosas que no son propiamente ni ciertas ni
verdaderas. Frente a la verdad, no sólo no tenemos
opción, sino la no-opción -la ausencia de duda- es
esto mismo lo que nos hace libres…

Y en otro lugar, en carta a un hijo
de Santo Domingo, añade nuestro Cartujo, hablando,
precisamente, de la libertad de los hijos de Dios:

libertad que permite explorar la
transparencia interior, que no comporta ni hábito ni
término; se la reencuentra allí, siempre en el
primer instante de la primera mañana, donde todo
recomienza entre el alma y Dios. Todas las demás
libertades de las cuales se habla, no son más que ecos
débiles y lastimosos de aquella libertad.

Y proseguimos con el texto que
estábamos leyendo:

Si lo que se quiere intimar es el
imperativo de no poner al servicio de la
verdad sino los medios que son
dignos de ella, nada es más fácil que expresarlo
con términos exentos de equívoco. La verdad rige la
benignidad (
douceur): es palabra del Evangelio y
puede seguírsela tan lejos como se quiera, más
lejos que Tolstoi, más lejos que Gandhi, hasta el fin de
la afirmación, sin arriesgarse al menor malentendido.
-Pero parece que se quiere, sin malicia, salvar los dogmas y
hacerlos aceptables abandonando la noción de verdad
liberadora (sola liberadora): es arrojar la princesa al mar para
salvar la nave que lleva sus adornos.

La vocación contemplativa del
hombre se halla afirmada en el Evangelio en términos tan
nítidos como lo está -por ejemplo- en los
Upanishads; -mientras que para su misión de creador (y de
consumador), se buscará allí en vano la más
pequeña recomendación, la más íntima
prueba de estima. Puede ser que esto sea fastidioso, pero es un
hecho, y toda consideración sobre la actitud del cristiano
ante un mundo 
"en plena
transformación 
", para ser un poco leal,
debe comenzar por esta constatación.

Semejante situación no parece
propicia para la vida de contemplación. Sobre todo cuando
el mundo conquistador va desembocando en una suerte de oscuridad,
que no parece ofrecer mayores alternativas.

El plan que
seguíamos en los textos citados, ¿es posible o
resulta pura utopía?

La respuesta más prometedora
será hallar el lugar que corresponde. Es
decir la vocación, aún en medio de las asperezas y
de la usura de la historia.

No creo yo que haya tiempos más o
menos favorables. Si el hombre quiere puede trascender su propio
tiempo como cualquier otro. Y los trabajos que ciertamente
perduren y las fatigas que parezcan abrumarlo, serán todos
motivos o acicate para adentrarse más en el
Misterio.

Continuemos con otro texto de nuestro
Venerable Padre Cartujo: sus admirables respuestas en una
entrevistaLa Nada y los
Místicos
, que le hiciera la revista La Table Ronde. Allí
mismo comentó algunos textos de Heidegger y
nos abrió, ampliamente, el horizonte de nuestro
camino…

Veamos. Cito, solamente, algunas frases,
que contienen lo que más nos urge ahora:

Heidegger se presenta en este libro
(
Holzwege) como un historiador de la filosofía occidental, de la que registra el
fracaso, desde los presocráticos hasta nuestros
días. Ocúpase del famoso texto de Nietzsche
sobre la muerte de
Dios. La aserción de que Dios ha muerto no significa en
Nietzsche la certeza de un ateísmo banal: es la
constatación angustiada de un hecho que domina nuestra
historia y la concluye. La conclusión es que Nietzsche
apela al nihilismo.
Occidente se dice en alemán Abendland: tierra de la
tarde; es el país donde mueren los dioses. Desde el
origen, suben al cielo como astros de fuego para declinar y
extinguirse a intervalos cada vez más próximos; el
resto es un detalle: este acontecimiento colosal y
monótono es el único que vale la pena retener. El
Occidente es el país donde los dioses mueren:
¿porqué?

Entre las afinidades que lo ligan
Hölderlin, es posible que se
encuentre ese sentimiento de que los dioses son púdicos.
Es también una afinidad con los contemplativos de
Oriente: 
"lo real es un vaso sagrado: -quien
lo toca, lo daña-, quien lo ase, lo
pierde
." Sea lo que sea, él ve en la
avaricia y la avidez del hombre occidental la falta inicial que
hace perecer sus dioses. Lo que ya está presente, a su
juicio, en el vocabulario de Platón,
que confunde el ser con el ente. El Europeo quiere asir sus
dioses, apropiárselos, concebirlos y tenerlos, en lugar de
dejar ser el Ser…

La trayectoria se vuelve en cada siglo
más corta y más baja: hoy, ni siquiera suben
al cielo, se extinguen luego de algunos años de vuelo en
el nivel cósmico o político. La civilización
técnica señala el último grado de nuestro
error: los dioses abortan, entramos en la noche.

Que el desarrollo del
poder material sea fatal es cosa evidente para Heidegger: hizo
crecer en progresión geométrica los riesgos, y el
término, ya visible, es 
"el horizonte
de las máquinas
descompuestas 
".

Esta visión se opone
curiosamente al entusiasmo necio de muchos clérigos y de
fieles del Padre Teilhard: la cultura técnica no fabrica,
hablando con rigor, más que distracciones y explosiones.
Lo que es peligroso, nota Heidegger, no es la bomba
atómica, es el nihilismo denunciado por Nietzsche.
Nietzsche ha querido superarlo, pero él mismo es su presa:
no supone otra escala de
valores, y
toda filosofía de los valores es
nihilista, que no se sustraiga al firmamento del ser. Los valores
huyen, se devalúan, nada puede frenar su inflación,
-el hombre es el juguete de la caída de los valores
(retruécano heideggeriano), del nivel moral al
político, del político al financiero… Lo que es
peligroso, es la voluntad de poder del hombre que ya no domina
ninguna visión, el inexpiable conflicto de
quereres ciegos bajo un cielo cerrado.

Interrumpimos el texto que estamos leyendo,
para aclarar otra circunstancia muy próxima a esta, y que
nos basta sólo enunciar. Se trata del optimismo ciego de
tantos cristianos contemporáneos con respecto al mundo.
Algunas afirmaciones de L. Bouyer, aquí intercaladas, nos
servirán para afrontar, luego, la respuesta que nos
proponemos.

Dice así Bouyer, en un viejo
artículo suyo, de la revista Vie
Intellectuelle
, titulado Christianisme et
Eschatologie
:

No "la
conversión del mundo 
",
sino "el odio del mundo", he aquí
lo que aguardaban los apóstoles yendo a predicar el
Evangelio. Enemistad del mundo, cada vez más manifiesta, y
reconociéndola cada vez más como radical y
definitiva; pero también, al mismo
tiempo, 
"victoria sobre el
mundo 
".

Los dos son inseparables
prosigue Bouyer, pero nosotros nos detenemos en este lugar.
En efecto, no es extraño, no debe asombrar el derrumbe de
un mundo asfixiante sumergido por la técnica y la vana
ilusión del progreso indefinido. Este mundo que aparece
bajo un cielo cerrado, es el que rechaza, el que no quiere… Y
es con este odio y rechazo que el contemplativo debe contar hoy y
siempre.

La ilusión de un ambiente
propicio, o por lo menos tenido por tal, no tiene lugar en el
horizonte de la vida.

Ahora, retomemos las enseñanzas de
nuestro Monje, seguros que
cuanto nos dice no está reservado a situaciones
extraordinarias o privilegiadas, sino a todo aquél que
movido y tocado por la Gracia vaya peregrino donde y como Dios
quiera.

Y señalamos una frase suya,
más que oportuna, que podemos adoptar como una guía
en el discernimiento de lo que se dice y de lo que se
hace: ..Es siempre la cuestión, con los principios y las
verdades, aún incontestables: todo depende del nivel en el
cual se los hace sonar
.

Y, por fin, nos empeñamos en
traducir algunos párrafos que, él mismo, tradujo
para sí, de los Holzwege. El lector perdonará
toparse con una traducción de otra traducción, pero
nos es muy interesante la lectura que el Cartujo hizo de estos
textos. Helos aquí:

La verdadera afirmación de un
ser por sí mismo no habría de ser en ningún
caso el entumecimiento en un estado accidental, sino más
bien el abandono, la rendición al secreto surgimiento de
su propio origen, en la fuente de su ser.

¿Estamos, históricamente,
en nuestro ser y en nuestro arte, en la
fuente? 
O, también: ¿Somos,
históricamente, en nuestro ser y en nuestro arte, en la
fuente? ¿O no se trata, más bien, que en nuestro
comportamiento
con el arte nos relacionamos sin fin a conocimientos formados en
el pasado, conocimientos del pasado?

"Dios ha
muerto 
significa que el mundo
suprasensible no tiene más virtud ni eficacia. No da
más la vida. La metafísica, es decir, para Nietzsche, la
filosofía occidental como platonismo, está en su
término… Si Dios como fondo suprasensible y como fin del
ser ha muerto, si el mundo suprasensible de las ideas ha
permitido sunecesidad, su virtud de alerta y de
edificación, nada queda a lo cual el hombre pueda pedir
dirección o apoyo. También Nietzsche
prosigue: 
"¿No erramos ya en la nada
infinita? 
". La frase "Dios ha
muerto 
afirma justamente que ese
vacío se
expande. 
"Nadaquiere
decir aquí: ausencia de un mundo suprasensible e
imperativo. El nihilismo, 
"el más
siniestro de todos los huéspedes
", se halla a
nuestra puerta. -El nihilismo, pensado en su esencia, es el
movimiento fundamental de toda la historia del Occidente. Tiene
un alcance tan vasto, tan profundo, que no puede tener otras
consecuencias que catástrofes mundiales. El nihilismo es
el movimiento histórico mundial de los pueblos de la tierra
arrastrados ya en la esfera del poder.

La técnica es, en la
afirmación del poder y la voluntad de imponerse del
hombre, la
organización incondicional de seguro absoluto
sobre la base de una aversión universal y objetiva de la
Pura Relación.

La PURA
RELACIÓN, 
concluye el Cartujo, es aquello
que deberíamos tener con Dios.

Otros auténticos apotegmas podemos
citar de nuestro Monje y creo que acabarán por ilustrar y
señalar con vigor, lo que intentamos decir
aquí.

Los textos son la cosa que menos falta.
Usted lo sabe tan bien como yo; nada se halla en los textos,
solamente se encuentra allí lo que Dios pronuncia en el
alma.
Laratio studiorum debería
acompañarse por una 
ars obliviscendi:
importa que el hombre aprenda, pero cuánto más que
desaprenda las cosas adquiridas! Que la inteligencia se recuerde
de su virginidad y de su soledad, ella que debe a su pura esencia
de ser siempre nueva y hallarse desnuda, en el primer instante de
la primera mañana!

El espíritu que asciende hacia
el encuentro interior atraviesa el tiempo en oblicuo como un
relámpago, su vida no es conquista,
adquisición, progreso, sino despojo
liberador.

Porque el Señor no ha de tropezar
con las satisfacciones menudas y cerradas de sus
amigos que, por lo general, se quedan a mitad de camino, muy
contentos con sus devociones y con sus cosillas. El
espectáculo, tantas veces desolador, el desencadenamiento
de una suerte de caos, el horror y el engaño
de lo que no es Dios, permiten eldespojo de lo vano y la
liberación de los espejismos del pecado y de la
muerte. Por
ello el contemplativo es, con frecuencia,
un testigo de altísima calidad. Y es,
tambiénmártir, desde luego.

La descripción de lo que decimos es imposible.
Tenga presente el lector, sin embargo, que el alma descubre, este
agobio y este dolor, como de otra índole, como diverso de
lo que se califica como desgracia.

En efecto,
la incomprensión y
la soledad no la derrotan, aunque ahonden
infinitamente su dolor. Más aún, la afirman con una
especie de garantía que ha descubierto en
el Misterio de su Señor Crucificado.

Más allá de las reducciones,
a las que estamos habituados, aparece nítido el Cuerpo de
Cristo-Jesús Crucificado, como libro
abierto 
donde pueden leerse todos los misterios y
todos los pasos de la vida. Hasta que, desde luego, se arriba a
una sola y misma realidad, donde todo se ve y se conoce: la misma
Deidad, el Misterio del Seno del Padre donde el Hijo recibe -como
decía el Maestro Eckhart- toda su
bienaventuranza.

Luego de lo dicho es necesario detenerse.
Al menos un poco… Y recordar que nos es preciso ir
más allá
. Entonces caemos en la cuenta de lo
que dice Un Cartujo:

…Para alcanzar el sublime objetivo, una
sola cosa le falta al hombre debilitado y caído: la santa
audacia que osa esperarlo todo de Dios, que sólo busca
darse por entero. 
Si scires donum
Dei! 
"

…Debemos desligarnos de todo, hasta
de nuestras insignificantes virtudes que nos interesan por el
hecho de ser nuestras. Buscándolas con demasiado
empeño, complaciéndonos con ellas, no adelantaremos
ni un ápice.

Vivir de Dios sólo, y
sólo para Dios, es el secreto profundo y el alma de
nuestra soledad.

…………………………

Cualquiera otra preocupación que
no sea este único amor, es superflua; todo lo que no sea
el infinito mismo es demasiado pequeño para el corazón
humano.

No son muchos los espíritus
capaces de reconocer la belleza de ese absoluto; de ahí la
decadencia del mundo. Contados son los hombres que tienen
suficiente audacia para confesar toda su debilidad, para
reconocer su nada; contados son los que se atreven realmente a no
ser nada y a ser considerados como tal: 
"Ama
nesciri et pro nihilo reputari 
". De modo que
sólo aceptando íntegramente esa verdad con todas
sus consecuencias ulteriores, puede uno prepararse al
cumplimiento de las promesas contenidas en estas palabras de
Nuestro Señor: 
"Dii estis et filii
Excelsi omnes 
(Sal. LXXXI,
6).

Es hacia ese fin que la Voluntad
divina, por medio de la gracia santificante, conduce a
aquellos… que se dejan transformar por Ella, crucificar por
Ella y divinizarse en Ella. Esta es la Unidad que implora la
oración sacerdotal… Mas allá de nuestra
mísera santidad, de nuestra justicia
impura o irrisoria, más allá de las gracias mismas
con que nos hemos enriquecido, más allá de todo
ideal social humano y hasta espiritual, más allá de
todo afán por lo creado: sólo en Dios; allí
comienza para nosotros y desde este mundo la vida
eterna.

Ténganse muy presentes estas
palabras, que evocan un silencio real y profundo, donde es
posible hallarlo todo. INTERIORMENTE ya es hora
de llegar a destino.

 

 

 

 

 

 

Autor:

P. Fr. Alberto E. Justo,
O.P.

Partes: 1, 2
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