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Panorama de la eclesiología de Monseñor Romero en su segunda carta pastoral "La Iglesia Cuerpo de Cristo en la historia" (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

b) Iglesia en
persecución.

Este es otro tema que lo tratamos ampliamente en otras
partes de nuestro trabajo, ahora
sólo aludimos él brevemente, por motivos
metodológicos. Esta conversión profunda que la
arquidiócesis dio en esos años, significó
una ofensa grave para los poderosos de este país, los
cuales se vieron denunciados por sus pecados sociales, y
amenazados sus intereses, ya que Iglesia estaba trabajando por la
concientización de los pobres de El Salvador, y
porque eso significaba un cambio radical
en las estructuras
económicas, sociales y políticas.
Entonces empezó una persecución difamatoria por una
lado, y física
por otro.

2.3.2 La Iglesia de Monseñor Romero encontrada en
sus homilías:

Aquí encontramos una visión más
existencial y teológica, desde la óptica
de Mons. Romero, por supuesto no acaba su densidad
eclesiológica, pero si da una visión muy amplia al
respecto. Nos hemos reducido a ver sólo sus
homilías de 1977, ya que en ellas hay una carga muy densa
de eclesiología.

a) La Iglesia trinitaria.

La Iglesia para Monseñor Romero tiene su origen
en la Santísima Trinidad, y está compuesta por
hombres imperfectos, pero animados por el Espíritu
Santo. Esta afirmación es la que le alienta a decir
que no tiene miedo a la situación difícil que
estaba pasando entonces[78]También
dirá que la Iglesia es producto de un
doble envío: primero manda al Verbo encarnado y luego al
Espíritu Santificador, los dos tienen una misión
especifica, misión que se origina en el corazón
del padre y es continuada por lo hombres a lo largo de la
historia[79].

b) Iglesia Cristológica e
histórica.

La Iglesia en la que el arzobispo Romero creía
era fundamentalmente Cristológica. Era Cristo quien
fundó la Iglesia, y en él están sus
raíces más profundas. La iglesia era la
continuadora de la obra de Jesús, es decir, que ella tiene
que hacer presente a Cristo entre los hombres del
mundo[80]Ya que la Iglesia tiene que ser
sacramento de Cristo, prolongación de la vida de
Cristo[81]El fundamento cristológico de la
Iglesia, es decir el hecho de proclamar a Cristo como
Señor y Dios, y que fuera de él no hay otro
Señor y Dios es el origen propio del odio y
persecución contra ella, ya que los idolatras del dinero, del
poder y del
estado se
lanzan contra ella que se niegue a adorar eso dioses
falsos[82]

c) Iglesia Pascual y
Neumatológica.

La Iglesia tiene una dimensión esencialmente
pascual, y está animada por el Espíritu Santo. Esto
le da un carácter trascendente, ya que su
misión surge de la Pascua de Cristo, e inmanente porque
una vez dado el Espíritu Santo históricamente la
Iglesia tiene que llevar a cabo la misión de Cristo en
medio de los hombres en el espacio y en el tiempo,
teniendo su culmen más allá de la historia, es decir, sin
perder la tensión trascendente.

d) Iglesia Misionera y perseguida.

La Iglesia es misionera por naturaleza, y
en su fidelidad a la misión está el origen de la
persecución. Esto implica que la comunidad
fundada por Cristo lleva el Reino de Dios a todos los pueblo,
respetando la identidad de
cada uno de ellos, para elevar o perfeccionar a la humanidad, en
esta línea la Iglesia se convierte en la pregonera de la
revelación divina. Pero esta palabra
profética denuncia lo va en contra de la voluntad
divina. La palabra proclamada es como la luz del sol que
ilumina lo malo y lo bueno que encuentra, y de esto no tiene la
culpa la voz de Dios presente en la
Iglesia[83]Otra de las realidades de la Iglesia es
la persecución. Una nota que caracteriza a la iglesia de
la arquidiócesis de San Salvador en la década de lo
70`s y 80", tanto así que Monseñor Romero llego a
decir: "Si la Iglesia no es perseguida no es la verdadera
Iglesia de Cristo".
La persecución de la Iglesia es
señal que está cumpliendo con su
misión[84]

e) Iglesia Comunitaria y Particular.

La Iglesia es el lugar de encuentro con Dios, en donde
todos tenemos un mismo Padre, y todos somos, por lo tanto,
hermanos. Es encuentro con Dios porque en la Iglesia está
Él, es allí precisamente un lugar donde encontramos
la presencia de Dios en l historia y podemos entrar en
comunión. Y es la presencia de Dios la que nos hace a
todos los bautizados a estar en una comunión sacramental,
nos el espíritu de Cristo recibido en el
bautismo[85]Ésta se hace presente en la
Iglesia particular.

f) Iglesia Servidora y
Jerárquica.

La concepción de Iglesia jerárquica no
desaparece del pensamiento de
Mons. Romero. Para él la Iglesia tiene una fuerte
connotación de sociedad
visible, compuesta por hombres que la
gobiernan[86]Pero esto no le quita que la Iglesia
esté al servicio de
los hombres, se dio cuenta que las connotaciones más
importantes en el ámbito eclesial es la comunión,
con Dios y con los hermanos, y la Diakonía, pues
la Iglesia está en el mundo al servicio de los
demás.

g) Iglesia Escatológica.

La Iglesia trabaja para construir el Reino de Dios pero
con tensionalidad escatológica y trascendente.
Monseñor profundizó sobra la dimensión
histórica de la Salvación de Dios, recuperando
así, el alcance integral de la acción
soteriológica de la Iglesia sin perder la perspectiva
escatológica. Es por eso que siempre denunció la
idolatría al dinero, considerado un bien absoluto, pero al
mismo tiempo denunció a todos aquellos que sólo
luchaban por un paraíso terrenal y habían perdido
toda perspectiva trascendente.

  • Valoración critica de las notas
    preliminares:

Monseñor Romero es considerado verdaderamente
"pastor y mártir", dos notas que revelan que este
obispo fue un hombre de
Dios, muy conocido en todo el mundo: su vida, fe, ministerio y
martirio se considera toda una homilía de Dios para el
pueblo Salvadoreño y para toda la humanidad. Es uno de los
hombres más amados y odiados, ya que su persona ha sido
controversial en la historia de nuestro país y de la
Iglesia, dejándole una huella imborrable. Y quien niegue
todo ello tiene que ser una persona que en verdad no cree ni en
Cristo ni en el Evangelio.

Ahora bien, es oportuno brindar una valoración de
las notas preliminares que hemos descrito anteriormente, para
obtener una reflexión que nos ayude como herramienta de
comprensión de la segunda carta pastoral,
la cual analizamos en el presente articulo
teológico.

2.4.1 Monseñor Romero: teólogo y
místico.

Monseñor Romero no se entiende logra entender
desde los esquemas meramente occidentales. No es el hombre que
piensa y luego existe. No es el obispo cartesiano, el de las
ideas claras y distintas. De ninguna manera. Lo más
importante para él es sentir, ayudar, amar y ser
solidario. Se entiende esto por su inclinación clara a la
vida mística, en este sentido es más importante la
experiencia que el razonamiento, defender a los pobres y a la
Iglesia que la prudencia muy bien pensada. Con todo,
Monseñor Romero no es un teólogo muy riguroso que
digamos, sino que es un hombre de Iglesia, muy entregado a Dios y
su pueblo, que supo responder a la voluntad del creador
según las circunstancias que le toco vivir. El trabajo
pastoral de Monseñor Romero estuvo basado en la Palabra de
Dios y lo que la Iglesia le pedía, tanto así que
Monseñor no hubiera hecho ni dicho nada de lo que no le
dijera la Biblia o el magisterio de la Iglesia, allí
encontraba justamente toda su sabiduría, y encontraba la
fuerza para
llevar a cabo su deber en la oración profunda con Dios
delante del Santísimo sacramento.

2.4.2 Sobre la evolución de Monseñor
Romero.

Los liberacionistas de la Iglesia en el Salvador
sostienen la tesis que
Monseñor se convirtió con la muerte del
Padre Rutilio Grande[87]Tesis que no se comparte
del todo en la presente investigación. Preferimos hablar de una
evolución en el Obispo Romero. Roberto Morozzo
della Rocca hace una citación de Monseñor Rosa
Chávez al respecto:

Observa monseñor Rosa Chávez (…)
"Sería más exacto afirmar que en monseñor
Romero no hubo propiamente una conversión, sino una
evolución (…) nacida de una pasión que
siempre incitó el camino del arzobispo: descubrir los
caminos de Dios y responder generosamente a sus
llamadas[88]

El cambio no fue de golpe, el caso de Rutilio
sólo forma un paso más entre tantos que
Monseñor había dado ya, auque es el más
significativo
, de eso no hay duda, ya que en un momento de
convulsión social más la muerte del P.
Grande, que en esos días era impensable, tocó
profundamente las entrañas del Pastor. Es oportuno
subrayar que Monseñor no dejo de ser él:
"Romero no cambió sus convicciones profundas asumiendo
el cargo de arzobispo de San Salvador. Permaneció firme en
su raíz espiritual católica, fundada en la
tradición y el magisterio"[89].
Romero
esencialmente siempre fue el mismo, lo único que en un
contexto distinto, y gracia de Dios que así fue, ya que se
tiene la convicción que la base de su línea
pastoral surgió de su personalidad
tan coherente con sus convicciones: "Sin el Romero sacerdote
recto, observante, riguroso, exigente, que se esfuerza por
convertirse al Concilio Vaticano II por obediencia a la Iglesia,
probablemente no hubiera existido el romero arzobispo sensible,
apasionado,
carismático"[90].

Es muy de mal gusto oír posiciones que presentan
una imagen de
Monseñor Romero distinta al que muestran sus
homilías, o la que muestra los
testimonios de su vida sacerdotal y cristina, como es el
fenómeno actual de la politización de su imagen por
parte del partido de izquierda en El Salvador, en
Monseñor Romero palpita otro rostro, parece que en el
fondo, aunque no sea intencional, se manipula la figura de
Monseñor con ideas preconcebidas, no respetuosas,
anticlericales, antimagisteriales y a veces extremistas, como es
el caso de José María Vigil que tilda a
Monseñor Romero como un conservador convertido a la
teología de la liberación [91]cosa
que no es cierta, incluso posiciones como la Brockman resultan
ser no muy acertadas desde el principio, da la impresión
que quieren a un Romero a su medida, o por lo menos sólo
quieren ver una parte de él, ignorando e incluso
discriminando muchas veces otras dimensiones de él que en
realidad siempre tuvo.

Él era el hombre siempre en
conversión[92]"Si se quiere hablar de
conversión del arzobispo Romero hay que referirse a la
conversión permanente del cristiano y la conversión
del obispo que quiere asumir sus deberes
pastorales"[93].
Él siempre estuvo al
lado de los pobres, campesinos y marginados; aquel cristiano que
no puede dejar de ver al hermano que necesita, siempre en
actitud de
entrega y sacrificio; un sacerdote lleno de amor y
fidelidad a la Iglesia, al Papa y al
magisterio[94]fue un arzobispo que aprendió
a ser un buen pastor, y de verdad lo fue, pues dio su vida por
las ovejas a él encomendadas.

2.4.3 Valoración sincrónica de la
eclesiología de Monseñor Romero.

"Sentir con la Iglesia" expresa el hondo sentido
eclesial que Monseñor Romero tuvo toda la vida, al mismo
tiempo era la actitud con la que quería dirigir a la
Diócesis. Indudablemente Romero siempre tuvo una idea de
lo que era la Iglesia, sin embargo ésta evolucionó
junto con los cambios que la Iglesia universal iba teniendo con
el Concilio Vaticano II y el magisterio latinoamericano.
También respondió coherentemente con los momentos
históricos que le toco vivir, sobre todo las situaciones
de injusticia, pobreza,
opresión y violencia que
estaban sufriendo los salvadoreños entonces. Esta
predicación en defensa de los pobres y oprimidos fue mal
interpretada, se le confundió con el hecho de hacer
política,
pero Romero dejo claro, que era una consideración
equivocada, ya que la Iglesia con el Evangelio ilumina las
diversas realidades del mundo, entre ellas la
seudo-política existente en el
país[95]

Comprende este obispo que la pobreza tiene
su origen en la injusticia, y la injusticia en la
idolatría al dinero y al poder. La opción
preferencial por lo pobres que la Iglesia de San Salvador
había tenido, no era, en ningún momento, un rechazo
a los ricos del país, sino un modo de evangelizar desde
los pobres, alcanzar la salvación desde esta óptica
evangélica[96]Este modo de proceder en la
pastoral de la Iglesia particular no sólo partencia a
Monseñor Romero, sino que era algo más
general.

Ahora bien, Monseñor Romero es martirizado en el
altar, por los grupos de poder
en El Salvador. Curiosamente su figura era muy famosa en todo el
mundo, esto le favoreció para convertirse un pionero del
modelo de
Iglesia pobre, convertida y pascual al lado de las
grandes mayorías pobres y oprimidas del continente. En
este mismo contexto subrayamos que Monseñor Romero ve a la
Iglesia en proceso de
cambio y en constante conversión. Es lógico que en
ese momento se insistiera en dicha conversión, ya que se
tenía la imagen de una Iglesia rica y apegada a muchos
bienes
terrenales, siendo esto un antitestimonio en medio de las
mayorías empobrecidas[97]Insiste que la
fuerza de la Iglesia está en Dios y en el Evangelio, una
Iglesia no atada a las cosas terrenas, esa es la Iglesia que
quiere Romero[98]Era un cambio que se estaba
gestando en toda Latinoamérica, fruto de la autoconciencia
de la identidad más propia de la Iglesia, dejando
atrás las relaciones meramente jurídicas y
desencarnadas. Era una dura purificación, que le costo en verdad
poder y fama, amistades y riquezas. Pero hallaban un tesoro
invaluable: al Dios de Jesús, y lo pobres del Reino. Es
muy interesante lo que Jon sobrino apunta con respecto al cambio
que Monseñor Romero introdujo en la Arquidiócesis:
"Usó el poder institucional a favor de las mayorías
pobres"[99].

Es importante dejar claro que la fidelidad al Magisterio
eclesiástico y el sentido jerárquico de la Iglesia
nunca los perdió. Es más, sus constantes citaciones
dejadas en sus homilías son el mayor garante para tal
afirmación. También los constantes viajes a
Roma para
explicar al Santo Padre su actitud pastoral denotan su
preocupación por estar en sintonía con la Iglesia
Universal. Es lógico que Monseñor Romero mantuviera
dichas convicciones y preocupaciones en su labor arzobispal, ya
que un hombre con sesenta años de edad es muy
difícil que cambie sus propios criterios y estructuras de
pensamiento, y como bien sabemos, que él fue formado para
ser un conservador clásico de la Iglesia romana. Los
cambios que logró tener se debió a los mismos
cambios que la Iglesia tuvo entonces, tanto así que lo que
se atrevió a decir y hacer es porque el magisterio
así lo permitía hacerlo, sin menoscabo de las
circunstancias extremas que también le movieron a tener
una actitud profética al respecto. Recordemos
también que monseñor reaccionó como
obispo ante la violencia que estaba sufriendo el
país, toma una actitud critica frente la gobierno y a la
oligarquía, asimismo con respecto a los grupos
revolucionarios cuando estos usaba el medio de la violencia. Sin
más, podríamos decir que, con todo ello,
Monseñor Romero deja claro, que el Evangelio, junto con el
magisterio de la Iglesia, cuando se le asumen responsablemente,
son capaces de transfigurar el rostro todo el pueblo de Dios,
fortaleciendo su papel liberador. Además, Monseñor
Romero deja una marca
profética sobre la Iglesia de la arquidiócesis:
afirmó que una nota necesaria de la Iglesia es la
"persecución", lo explica a
continuación:

La persecución es algo necesario en la Iglesia.
¿Saben por qué? Porque la verdad siempre es
perseguida. Jesucristo lo dijo: "Si a mi me persiguieron,
también os perseguirán a vosotros". Y por eso,
cuando un día le preguntaron al papa León XII,
aquella inteligencia
maravillosa de principios de
nuestro siglo, cuáles son las notas que distinguen a la
Iglesia Católica verdadera, el papa dijo: "A las cuatro
conocidas: una, santa, católica, apostólica;
agreguemos otra dice el papa: perseguida". No puede la Iglesia
que cumple con su deber sin ser perseguida.

Primero, "Porque la verdad siempre es
perseguida",
la pregunta que siempre ha sido un dilema es
¿qué es la verdad? Y las respuestas son muy
variadas, pudiendo sacar algunas fundamentales y comunes
relacionadas directamente con la dignidad del
propio hombre, la cual se vio siempre estropeada por diferentes
culturas a los largo de la historia; sin embargo, la verdad
siempre ha sido perseguida, ya que es una realidad que toca las
dimensiones más profundas de la persona humana y de las
estructuras sociales, curiosamente, tiene poder para fortalecer
dichas realidades, pero también de herirlas hondamente,
más que todo cuando las entidades o las personas no se
adecuan positivamente a la verdad.

Segundo, "Jesucristo lo dijo: "Si a mi me
persiguieron, también os perseguirán a
vosotros",
entramos al campo de la fe, y nos topamos que
la verdad es Jesucristo[100]Surge
entonces el problema epistemológico: ¿Qué
tan cierto es la verdad en la que decimos creer? Pues la verdad
que en cuestión de fe ha y que tomar opción, y creo
yo que salimos al paso a dicha dificultad, en este sentido hay
que recordar que los seguidores de Jesús serán
perseguidos al igual que Él, lo mismo estaba pasando con
el arzobispo Romero, y recordemos, que estaba en un país
convulsionado socialmente. Se había creado una
polarización ideológica
insuperable[101]tomando una actitud
profética ante tanta abominación, y como
únicas armas la palabra
de Dios, la verdad y el magisterio de la Iglesia, con
una actitud de misericordia, amor y justicia.

Tercero, "No puede la Iglesia que cumple con su
deber sin ser perseguida".
La misión de la Iglesia es
liberadora, a favor de los más pobres y desprotegidos. El
cumplir esta misión le costó la persecución,
la cual se concretó en una ola de difamación, que
en realidad al verla y oírla da asco; también en la
expulsión de varios sacerdotes, en el asesinato de muchos
católicos, entre ellos sacerdotes y catequistas. Incluso
la arquidiócesis sacó un documento denunciando el
hecho y reflexionando teológicamente sobre el
mismo[102]Y deja claro que detrás de la
persecución eclesial está la oligarquía y el
gobierno, ya que sus intereses más profundos, o mejor
dicho sus dioses sangrientos habían sido tocados
peligrosamente con la pastoral diocesana. Pero para
Monseñor Romero la persecución no es motivo de
miedo sino de alegría ya que es señal que la
Iglesia está asumiendo su papel de sacramento de
salvación, de cuerpo místico de Cristo, de
prolongación histórica de la misión de
Jesús de Nazareth.

PARTE II:

Análisis
de la eclesiología de Monseñor Romero en su segunda
carta pastoral "La Iglesia, cuerpo de Cristo en la
Historia"

Las cartas pastorales
de Monseñor Romero son esencialmente eclesiologicas, ellas
nos brindan una norme adaptación del Concilio Vaticano II
y del magisterio latinoamericano a la realidad concreta de la
Arquidiócesis de San Salvador. Hoy nos centramos en la
segunda carta pastoral. Para hacer un análisis satisfactorio necesitamos un
método,
hemos escogido uno de los más famosos en América
Latina: Ver, Juzgar y Actuar. Entonces nos iremos preguntando
a lo largo de este trabajo: ¿Qué realidad del
país estaba viendo Monseñor Romero en su segunda
carta pastoral y cómo la arquidiócesis de San
Salvador se vio afectada por esa situación?
¿Cómo juzgó esa situación del
país y de la Iglesia? ¿Cómo debería
actuar la Iglesia frente a la realidad nacional? El objetivo es
descubrir la eclesiología escondida en su escrito, que
servirá como base para definir los aportes que él
dio a la Iglesia arquidiocesana de San Salvador para el nuestros
tiempos.

Tengamos en cuenta que Monseñor Romero hace el
siguiente esquema en su carta pastoral: en un primer momento toca
el tema de la misión actual de Iglesia, aquí versa
sobre la nueva relación de ésta con el mundo,
perspectiva introducida por el Concilio Vaticano II y encarnada
por en Latinoamérica y encarnada por el Documento de
Medellín, sabiendo que es doble, a saber, está en
el mundo, evitando ser mundana, mas siendo mundanal, y
al servicio de los hombres, contribuyendo con un mundo más
justo y solidario, construyendo el Reino de Dios en la historia,
salvado a las mujeres y los hombres de este mundo, de manera
integral integralmente; en la segunda parte del su carta trata el
tema central "La Iglesia cuerpo de Cristo en la historia", con el
cual desarrolla lo esencial de su tratado eclesiológico,
como es la identidad y misión de la Iglesia, de su
conexión intima con la persona y misión de
Jesús, y de la grave responsabilidad de ser fiel; y por último,
en la tercera parte del trabajo, desarrolla lo propiamente
apologético de su carta, el donde define su
posición ante la situación de la realidad nacional,
apelando a la unidad y la esperanza en medio del sufrimiento y la
muerte.

1. Intencionalidad apologética de la
carta.

Monseñor Romero expresa que ante la intensa vida
eclesial, hasta esa fecha en la que presentaba la carta,
había una clara exigencia: "dar razones de las
actuaciones eclesiales" a raíz de la persecución
que se había desencadenado contra la Iglesia. En este
sentido vemos que la intencionalidad de la carta es eminentemente
apologética, es decir, quiere dar razones de
nuestra fe, quiere defender a la Iglesia de los ataques que se le
está haciendo, aclarar malos entendidos, invitar a la
confianza en la Iglesia y a la cohesión:

Los pensamientos que ahora quiero exponeros aquí,
son un resumen de esa pastoral, que ya desde ahora quisiera
recomendarles su estudio, para que se disipen algunas dudas, y
para que se aclare más la confianza de aquellos que han
prestado una adhesión incondicional a la línea de
la Arquidiócesis, que sabe que va ciertamente por los
caminos de Jesús.[103]

¿Cómo lo hará?
Confrontando la realidad de nuestra nación
con los designios salvíficos de
Dios[104]Para Monseñor Romero la realidad
teológica y litúrgica de la Transfiguración
de Jesús en el Monte Tabor resulta ser un contexto
oportuno para aclarar, iluminar y realizar los designios
salvadores del Dios de Jesús sobre la población salvadoreña:

Efectivamente, es necesario dar razón de la
posición de nuestra Iglesia, como una orientación,
desde la luz de nuestra fe, a las múltiples reacciones que
desde diversos acontecimientos, ha provocado esta posición
que, en conciencia hemos
creído evangélica[105]

Sin duda, Monseñor Romero está convencido
que las opciones pastorales de la Arquidiócesis de
entonces estaban fundamentadas en la fe y en Evangelio, y de
verdad que no tenían otras motivaciones ajenas a ellas.
Explicará esto más a fondo en el tercer
capítulo de su carta, quedando claro que las motivaciones
de la Iglesia no son ideológicas ni políticas, ya
que éstas no pertenecen a los fundamentos naturales de
ella; sin embargo, el magisterio eclesial, desde la fe y el
evangelio, pueden responder e iluminar a estas realidades
temporales para ordenarlas según los designios
salvíficos del Reino de Dios.

2. La realidad y la Iglesia salvadoreña que
Monseñor Romero vio en su segunda carta
pastoral.

La segunda carta pastoral es presentada el 6 de agosto
de 1977, en el contexto de la fiesta patronal de la
Arquidiócesis de San Salvador, en honor al Divino Salvador
del Mundo. Mientras tanto la realidad del país estaba
convulsionando a nivel polifacético, pero este tema ya lo
hemos tratado ampliamente en el primero capitulo de este trabajo,
ahora lo que nos interesa es descubrir lo que Monseñor
estaba viendo de la realidad nacional cuando estaba escribiendo
su segunda carta pastoral:

2.1 Monseñor Romero estaba viendo un gobierno
desgastado, injusto y opresor.

Monseñor Romero estaba viendo en su segunda carta
pastoral a un gobierno que se había desgastado su imagen,
sobre todo por los fraudes electorales de 1972 y de 1977,
además se le aúna la alianza evidente con los
grupos de poder de El Salvador, los cuales habían
manipulado maliciosamente la reforma
agraria, sin omitir la colaboración difamatoria contra
la Iglesia que estaba en boga en ese tiempo. También
podemos hablar de gobierno injusto, ya que Monseñor Romero
estaba conciente de la parcialidad hacia una minoría de
poder que existía en el país, y que dominaba todos
los sectores, y esta alianza pecaminosa llego a cristalizarse en
una persecución directa y sangrienta en contra de los que
buscaban el cambio estructural en el país, incluso gente
de Iglesia, situación muy tensa que tuvo consecuencias
graves.

Por último, quiero repetir mi esperanza, que es
esperanza de toda la Arquidiócesis, de que el Gobierno
comprenda cuán correcta y humanitaria ha sido la
acción de la Iglesia, la cual no puede cesar en esa
misión de evangelización integral. La Iglesia no
tiene interés en
que continúe esta situación tensa con el Gobierno,
al contrario, su ideal expresado en el Concilio es el de llegar a
una sana cooperación[106]

Este año había sido muy intenso en cuanto
a vida eclesial: en los dos primeros meses todavía
Monseñor Luis Chávez y González era el
arzobispo; en febrero, Monseñor Romero toma
posesión de la Arquidiócesis, con mucho descontento
por parte del clero. Habían matado, expulsado del
país, torturado a sacerdotes y catequistas. También
la misa única, cuando mataron al P. Grande, la
decisión de no participar de los actos públicos con
el gobierno para no parecer como cómplice de sus
atrocidades.

2.2 Monseñor Romero vio en su segunda carta
pastoral una oligarquía que oprimía y difamaba al
pueblo y a la Iglesia, todo por la absolutización de la
riqueza.

Monseñor Romero es claro en aclarar la
actuación de la Iglesia que estaba volcándose a
favor de las mayorías del país, ganándose la
persecución y la difamación por parte de sectores
muy concretos de la nación
salvadoreña. En esta línea Monseñor Romero
estaba viendo una oligarquía que estaba preocupada por la
latente amenaza del comunismo,
representado en grupos revolucionarios, sindicatos,
movimientos campesinos y unos sectores muy significativos de la
Iglesia, los cuales preveían un latente fracaso y
pérdida de su gran capital. Esto
les llevó a utilizar opresión sangrienta y
sistemática en contra de los que mencionamos
anteriormente, este fenómeno tiene nombre:
"absolutización de la riqueza o idolatría al gran
capital", con esto Monseñor Romero fue muy claro al
denunciar: "La Iglesia añade ahora igualmente la
condenación del sistema
capitalista, al que se denuncia también como uno de los
materialismos prácticos
[107]El
problema que estaba viendo Monseñor Romero era en primer
lugar, la poca posibilidad de dialogo entre los
sectores civiles del El Salvador, la represión ejercida en
contra del pueblo salvadoreño, la brecha que se
abría entre los ricos y pobres del país, por lo
tanto se agravarían los problemas
económicos y sociopolítico del
país.

2.3 Monseñor Romero veía en su segunda
carta pastoral a una pueblo crucificado históricamente, al
mismo tiempo un resurgir de los pobres.

Monseñor Romero ve en su segunda carta pastoral a
un país hundido en la pobreza, en la opresión y en
la injusticia. Engañado por los poderosos y por el
gobierno, los cuales le había jugado sucio muchas veces.
Veía en el Salvador la injusta distribución de los bienes.

Al mismo tiempo veía muchas familias afligidas
por sus parientes asesinados, torturados o desaparecidos. Era un
flagelo pecaminoso e histórico el que El Salvador estaba
sufriendo, era lo que podemos llamar: un pueblo crucificado
históricamente:

Y se ha atacado también y, sobre todo, al pueblo
salvadoreño, se han conculcado sus derechos humanos,
que forman parte de la responsabilidad de la Iglesia (…)
el pecado de
nuestro país que sume a los hombres en la miseria; cuando
no se respetan los derechos de los
salvadoreños, y cuando aumentan los desaparecidos, los
muertos y calumniados[108]

Monseñor Romero quiere responder como pastor a
tan grave situación en contra de los derechos humanos de
los salvadoreños y de la Iglesia que estaba siendo
perseguida. A todo esto es muy importante descubrir que estaba
viendo Monseñor Romero al interior de la Iglesia
arquidiocesana, con su historia y características muy
particulares, la cual había tomado sus propias opciones
después del Concilio Vaticano II y Medellín, y ese
es el objetivo de este epígrafe, descubrir lo que este
arzobispo estaba viendo en su comunidad eclesial de San Salvador,
y como ésta respondió a la realidad
nacional:

  • Monseñor ve en su segunda carta pastoral
    a una Iglesia en proceso de cambio y
    conversión.

Monseñor Romero ve una Iglesia en un periodo de
transición, de cambio y de conversión. Ya no es la
Iglesia de su juventud
sacerdotal. Ha asumido los cambios que el Concilio Vaticano II ha
sugerido a toda la Iglesia, ha comprendido, a estas alturas, lo
que el documento de Medellín dicta para América
Latina. Él mismo se convierte en el primer motivador de
esos cambios profundos, todo ello por la confianza en el
magisterio de la Iglesia. No es la teología de la
liberación, ni muchos menos la influencia de los
distinguidos jesuitas de El
Salvador en Monseñor Romero. No, de ninguna manera. Fue la
el Dios de Jesús, fueron los pobres, fue la Iglesia misma,
los que suscitaron un cambio radical en su modo de proceder
pastoralmente.

Ahora bien, en la carta pastoral que estamos tratando,
hay una interpretación de Monseñor Romero
sobre dichos cambios, pero antes, es oportuno para descubrirla,
hacernos una pregunta: ¿Cuáles son los cambios que
la Iglesia, según Romero, ha tenido en la actualidad? De
hecho son muchos, pero él subraya uno en especifico:
"La misión de la Iglesia en el mundo actual".
Quiere que toda la Arquidiócesis camine sobre esta nueva
perspectiva misionera de la Iglesia. Ahonda en el tema porque no
ha sido bien asimilado por los salvadoreños, por dar
razones del actuar de la Iglesia frente a la persecución
de sectores egoístas del país. Para aclarar su
posición frente a las acusaciones que venían de su
propios hermanos obispos y de la oligarquía del
país.

Lo que aquí voy a decir no es nada nuevo. Pero
creo conveniente repetirlo porque no ha sido suficientemente
asimilado y porque, en nuestro país, abundan
todavía las voces, radios
y periódicos, que pretenden juzgar lo que es la Iglesia,
distorsionando su verdadera realidad y su
misión[109]

Hemos dicho que para Monseñor Romero el cambio
fundamental que la Iglesia ha tenido con el Concilio Vaticano II
es su "nueva relación con el mundo", en
contraposición de la idea preconciliar, la cual
tendía a estar de espaldas al mundo. Es para este
obispo un avance significativo, ya que es un cambio radical.
Aunque no debe interpretarse como un elemento añadido o
yuxtapuesto históricamente en el siglo XX, ya que dicha
relación siempre ha estado presente en el misterio de la
Iglesia, sino que debe considerarse como una evolución
del dogma eclesial
como algo que es fruto de la
recuperación de la identidad más primigenia de la
Iglesia, en íntima conexión con la misión de
Jesús:

La misión es pues una tarea que incumbe a toda la
Iglesia en virtud de su carácter esencial, es decir, en
tanto que es comunidad de salvación de Cristo, y en virtud
de su lugar en la historia de la salvación, situada entre
la ascensión y la parusía (…) la
misión de la Iglesia se ha realizado en a historia
concreta, pero sin duda ha sido a partir de Vaticano II cuando la
Iglesia ha tomado conciencia más explicita de tal
misión[110]

Monseñor Romero declara que hoy, la Iglesia mira
al mundo de dos maneras fundamentales: "una para cuestionar
al mundo en lo que tiene de pecado, y la otra para dejarse
cuestionar en lo que ella misma tiene de
pecado"[111].
Esa es una actitud
profética y dialógica, es una postura más
humilde en su quehacer pastoral y es un cambio profundamente
evangélico, enraizado en esencia neotestamentaria.
También explica que la nueva relación con el mundo
va en dos sentidos: Primero, la Iglesia está en
el mundo, y segundo, la Iglesia esta al servicio del mundo. Todo
ello indica un proceso de conversión para la Iglesia, ya
no debe ser una Iglesia que esté a espaldas del mundo,
sino que, debe ser una Iglesia cercana, encarnada y solidaria con
la historia de los hombres.

2.5 Monseñor Romero ve en su segunda carta
pastoral una Iglesia divida.

Monseñor Romero habla de ciertas reacciones que
andan en el ambiente de la
Iglesia arquidiocesana, tan diversas entre sí, que
reflejan una división objetiva. En el fondo de todas estas
reacciones están los cambios que la Iglesia, tanto
universal como particular, habían dado con el concilio
Vaticano II y con la segunda conferencia
general de obispos de América Latina reunidos en
Medellín. Es normal que ante los cambios la persona humana
tenga distintas reacciones, dependiendo de su situación
personal e
histórica, social o económica, religiosa o
política, pero ante tal división de la Iglesia,
este obispo quiere dar una palabra de fe y esperanza, ya
que en verdad era una situación alarmante y escandalosa,
sin embargo pascual y vigorosa. Monseñor Romero supone que
los que leerán la carta son católicos, pero
también él prevé que la leerán
personas de otras comunidades cristianas, y ellos también
caben en la intencionalidad de la carta.

Por eso he creído un deber de mi magisterio
episcopal dirigirme a todos los queridos hijos de nuestra Iglesia
y también a otros cristianos hermanos nuestros y a todos
los salvadoreños que buscan y esperan una palabra
razonable que ilumine, desde nuestra fe y de nuestra esperanza
cristiana, lo que realmente está
pasando"[112].

Estamos viendo que las palabras de Monseñor
Romero derivan de un deber episcopal, es decir, de
enorme responsabilidad de ser obispo de un pueblo crucificado
injusta e históricamente, es por eso que el se
convirtió en la voz de los que no tienen voz, dio
razón de lo que en verdad estaba pasando, pero desde una
óptica evangélica. Acude a dos grandes virtudes
teologales: la fe y la esperanza. Éstas son la que
caracterizan al verdadero cristiano, son las que le dan identidad
y contenido a su praxis
histórica. Se vio obligado a hacerlo, tenía que
responder a la convulsión social surgida de injusticias
inflingidas a la gran mayoría del pueblo. Retoma su papel
de obispo frente a sus fieles, y su deber de cristiano junto con
ellos. Esta manera de ser obispo marca un rumbo nuevo de ser
pastor, además la política había tocado
el altar,
es una reacción coherente de su labor
episcopal, usa el poder institucional a favor de los pobres y
oprimidos[113]es una sana manera de entender como
debería ser la Iglesia de los Pobres.

2.5.1 Hay unos que están contentos con la
Iglesia.

Entonces, la Iglesia arquidiocesana había optado
por una pastoral encarnada en la realidad histórica de El
Salvador, no podía ser indiferente, a sus alegrías
y tristezas, a los logros y angustias. Esta era una realidad que
a muchos les había gustado, sin embargo no daban un paso
de compromiso por dicha opción pastoral de la
diócesis: "Nada hay verdaderamente humano que no
encuentre eco en su corazón. (…) La Iglesia por
ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y
de su historia"[114].
Estos en realidad no
hacían un mal objetivo a la Iglesia, pero si hacían
que perdiera fuerza, además del peligro que corrían
de quedarse anquilosado en una fe espiritualista y desencarnada
de la realidad de la historia.

2.5.2 Hay otros que están disgustados.

La nueva actitud de la Iglesia tenía a otros
inquietos, ya que se sentían cuestionados por ella, ya que
si daban un paso tenían que dejar sus antiguos esquemas y
sus seguridades personales o comunitarias. Y Monseñor es
claro al afirmar que la conversión les resulta
difícil y dolorosa. Pero en este nivel, aun
éstos no se atreven a ir en contra de la Iglesia, mucho
menos rechazarla del todo. Lo que quizás afectaría
es no tener un avance de corazón y de mente en cuanto a la
nueva manera de hacer pastoral de la arquidiócesis, no
existe la opción, mas bien hay cierta desconfianza que no
es nada edificante para la Iglesia, por el contrario suscita una
involución eclesiológica.

2.5.3 El escándalo farisaico, los que persiguen a
la Iglesia.

Con escándalo farisaico, Romero quiere designar
aquellos que por intereses egoístas sostienen un
falsa pureza y fidelidad a la Iglesia, en contra
posición de la opción pastoral de la
Arquidiócesis de San Salvador. En este nivel surge el
ataque frontal contra Ella. Sin temor a equivocarnos,
Monseñor se está refiriendo a la parte de la
oligarquía, de la Iglesia del gobierno que en el
afán de defender sus intereses quieren acabar con el
sector más comprometido con las grandes mayorías
pobres del país[115]

2.5.3 Los que "sienten con la
Iglesia.

Hay un amplio sector de la arquidiócesis de San
Salvador que habían tomado parte en la opción
pastoral de esta Iglesia particular. Se han afianzado la fe
en su esperanza y en su compromiso cristiano, desde la
Iglesia
, están incluso dispuestos a dar la vida por
la buena noticia de Jesucristo, y así lo fue, hoy la
historia recuerda agradecidamente a los mártires
salvadoreños (Laicos, religiosos y religiosas, sacerdotes
y obispos) que fueron fieles hasta la muerte. Y por todo ello
daba gracias a Dios, ya que ese compromiso sostenía su
opción episcopal por los más pobres y desprotegidos
de la sociedad, tanto así, que llegará a decir un
día: "con este pueblo no cuesta ser un buen
pastor".

2.6 Monseñor Romero ve una Iglesia
comprometida y Perseguida.

Ya decíamos más arriba que en la
arquidiócesis de San Salvador había un
sinfín de fieles cristianos comprometidos con su pastoral.
En plena unidad con su obispo. A favor de la liberación de
los más pobres y oprimidos. Esta Iglesia estaba siendo
difamada, oprimida y asesinada. Lo sectores de poder estaban
detrás de esta persecución, querían callar
la voz profética de la Iglesia, Monseñor llega a
decir: "la han atacado en lo más delicado de su
corazón de Esposa de Cristo, llamándola infiel al
Evangelio".

No puede ser otra la palabra de la Iglesia, porque es la
palabra de la Buena Nueva, del Evangelio, de la liberación
que, por medio de la Iglesia sigue anunciando Jesús a los
hombres. Y no es una esperanza ingenua la que proclama la Iglesia
porque va acompañada por la sangre de sus
sacerdotes y sus campesinos: sangre y dolor que denuncia la
existencia de dificultades objetivas y de malas voluntades que se
oponen a su realización, pero sangre que también es
expresión de voluntad de martirio y que, por tanto, es la
razón y testimonio de una esperanza que, desde Cristo, la
Iglesia ofrece con toda seguridad a este
mundo[116]

Ahora bien, siendo más concretos,
¿Cuál es la persecución a la Iglesia?
¿A qué se estaba refiriendo el Señor
Arzobispo cuando dice que hay una Iglesia perseguida? Él
hace mención de algunos señalamientos concretos,
hechos a la Iglesia: le acusan de predicar el odio y la
subversión, de ser política y marxista.
Éstas eran necesarias para que se convirtiese en enemigo
del gobierno y de la oligarquía. Esta enemistad se
convirtió en persecución sangrienta en contra de
laicos, religiosos, catequistas y sacerdotes.

3. El juicio de Monseñor Romero sobre la
Iglesia frente a la realidad nacional en su segunda carta
pastoral: "la Iglesia es el cuerpo de cristo en la
historia"

Monseñor Romero en su segunda carta pastoral hace
un juicio sobre la Iglesia, tratando de responder doctrinalmente
a lo que estaba viendo en el ámbito eclesial y nacional,
acorde a la doctrina del Concilio Vaticano II y del documento de
Medellín, en este sentido hemos descubierto que hace tres
afirmaciones fundamentales: la Iglesia es "Pueblo de Dios", "el
Cuerpo de Cristo en la historia" y "Sacramento universal de
salvación". Éstas concepciones han sido de las
restauraciones más significativas de este concilio
pastoral, pero no eran fáciles de profundizar en la
década de los setenta, ya que es una época de mucha
confusión, debido a una mentalidad que había
acompañado la Iglesia durante siglos, y los efectos
conciliares significaban el rompimiento de dichos esquemas,
creando, por supuesto, mucho revoluto en el ámbito
eclesial y teológico.

3.1 La Iglesia es "pueblo de Dios".

El Concilio Vaticano II recuperó la
dimensión comunitaria y peregrinante del la comunidad
eclesial, definiéndola como pueblo de Dios.
Monseñor Romero no pasará por alto tal detalle, con
el objetivo de salvaguardar, antes que todo, el carácter
trascendente de la Iglesia: "una organización de hombres que pertenece a
Dios pero que está en este mundo. Por que va avanzando en
este mundo… que entra en la historia
humana"[117].
Y dice que esa
afirmación es de vital importancia, ya que nos ayuda a dar
sentido a la praxis eclesial:

Lo que aquí se afirma es de importancia capital,
porque el aspecto trascendentes que debe elevar la Iglesia hasta
Dios sólo podrá realizarlo y vivirlo estando en el
mundo de los hombres y peregrinando en la historia de los
hombres[118]

Pero Monseñor Romero añade que el aspecto
trascendente de la Iglesia podrá vivirse en la medida que
esté en el mundo y en la historia. Indica, como
decíamos anteriormente, que la Iglesia tiene una mueva
relación con el mundo. Si nos detenemos a reflexionar en
lo que quería decir Monseñor Romero,
llegaríamos a la conclusión que se refería a
la misión de la Iglesia en el mundo como
encarnación en la realidad histórica de la
humanidad. La idea que quiere desarrollar con respecto a este
tema es que la Iglesia ha reconocido que vivía de
espaldas al mundo, a su historia, a su inmanencia,
y apunta
al cambio de actitud que la Iglesia había dado con el
Concilio Vaticano II y con el magisterio eclesiástico:
"Quizá durante siglos la Iglesia no ha dado toda su
importancia a lo que realmente estaba sucediendo en el
mundo
[119]ahora es distinto, es una
comunidad, autoconciente de ser pueblo de Dios, encarnada en la
realidad del mundo, en su contexto histórico,
caracterizado por el acelerado cambio de época. En esta
línea los signos de los
tiempos, en el caso de El Salvador podríamos citar, a modo
de ejemplo, el resurgir de los pobres, es decir, que en nuestro
país los pobres y marginados empezaban a ser
autoconcientes de su propia historia, se daban cuentan de su
condición de pobreza no era natural, sino,
histórica y socializada, y que eso no era humano, ni mucho
menos voluntad de Dios; también podemos mencionar el
cambio en si que estamos tratando sobre la Iglesia, ya que es
evidente que es de inspiración evangélica y
pastoral, pues esto y todos el conjunto de elementos que
podríamos citar como signos de los tiempos favorecen para
que la Iglesia se conozca si misma: primero, Dios mismo interpela
a la Iglesia con la novedad del mundo, con la historia del
hombre; y de hecho Monseñor Romero se dejo interpelar por
el dolor del pueblo oprimido y olvidado de su nación, le
dolió hasta lo más profundo del alma cuando
veía la sangre de los inocentes caer injustamente.
Segundo, la Iglesia tiene que ser conciente de la novedad del
mundo, para responder a la palabra de Dios y calibrar su
actuación en el mundo, es decir, tiene que aprender a leer
los signos de los tiempos, y actuar solidariamente con los
hombres y mujeres de este mundo.

3.2 La Iglesia es cuerpo de Cristo en la
historia
.

3.2.1 La Iglesia cambia perseguida porque
es Cuerpo de Cristo en la historia, de aquí surge su
persecución.

Son evidentes los cambios que la Iglesia había
tenido, así como las reacciones negativas en contra. Pero
Romero no puede echarse atrás ante tantas divergencias, al
contrario quiere dar una razón a la luz de Jesucristo,
para confirmar la fe a unos y aclarar las actuaciones de la
Iglesia a los que la difamaban y a los que desconfiaban en ella.
Se hace una pregunta ¿Por qué hay cambios en la
Iglesia? La respuesta resulta ser categórica: porque "La
Iglesia es el Cuerpo de Cristo en la historia". Entiende
por esta expresión lo siguiente: "Cristo se ha querido
hacer vida de la Iglesia en todos los tiempos de la
historia"[120].
De aquí que se deduzca
que los cambios se dan porque es parte de la naturaleza de la
Iglesia, pertenece al concepto y
dinamismo más límpido del magisterio eclesial. No
está concibiendo a la Iglesia desde posturas
esencialistas, metafísicas o de manera abstracta, sino que
la ubica, históricamente, en conexión
intrínseca, con Cristo. Es el mismo Cristo que a
través de la Iglesia se hace presente a lo largo de
historia de la humanidad. No se puede, según esto,
concebir a la Iglesia al margen del espacio y del tiempo. Desde
esta perspectiva logramos entender como es que la Iglesia ha
logrado tener tantos cambios. Incluso se puede hablar, por ello,
de muchas eclesiologías, las cuales responden a un momento
histórico determinado[121]

El origen de la Iglesia es algo mucho más
profundo. Cristo fundó su Iglesia para seguir estando
presente El mismo en la Historia de los hombres, precisamente a
través de ese grupo de
cristianos que forman su Iglesia. La Iglesia es entonces la carne
en la que Cristo concreta, a lo largo de los siglos, su propia
vida y su misión personal.

Entonces, Romero ha entendido que Cristo se ha querido
hacer vida de la Iglesia en todos los tiempos de la historia, de
aquí él descubre una consecuencia
categórica: "La Iglesia sólo puede ser la
Iglesia en la medida en que siga siendo cuerpo de
Jesús".
Esto quiere decir la piedra de toque para
descubrir la autenticidad de la praxis de la Iglesia consiste en
que ésta debe hacer presente históricamente la
misión de Jesús entre nosotros los hombres. Lo
contrario seria la comparecencia o el miedo a los
hombres.

El deber de prestar a Cristo en la historia, su voz de
Iglesia para que Jesús hable, sus pies para que recorra el
mundo actual, sus manos para trabajar en la construcción del Reino en el mundo actual,
y todos sus miembros para "completar la que falta de su
pasión" (Col. 1, 24)[122].

Dice Ellacuría cuando toca el tema de la Iglesia
en uno de sus escritos: "Jesús fue el cuerpo
histórico de Dios, la actualidad plena de Dios entre los
hombre, y la Iglesia debe ser el cuerpo histórico de
Cristo, al modo como Jesús lo fue de Dios
Padre"[123].
Lo que ésta en juego es lo
más importante: que Jesús siga presente en medio
del mundo, que se sigua anunciando la Buena Noticia de Dios para
el hombre y que se sigua construyendo ese Reino de Dios en el
aquí y en el ahora.

3.2.2 Conexión intrínseca,
teológica e histórica de Jesucristo y la
Iglesia

Cuando Monseñor Romero profundiza este tema,
utiliza un método, que nosotros le hemos llamado
"comparativo, con el cual hace una conexión
teológica, intrínseca e histórica entre la
persona de Jesús y su misión salvífica con
la identidad y praxis de la Iglesia en la historia de la
humanidad. A continuación trataremos de exponer los
paralelos teológicos contenidos en esta parte de la carta
y así podamos contemplar de manera sinóptica dicha
eclesiología.

a) Persona de Cristo e identidad de la
Iglesia.

Para Monseñor Romero Jesús es verdadero
Dios y verdadero hombre, en consonancia con la fe de la Iglesia.
Como Dios es el Hijo eterno del padre inaccesible a la
razón humana; como hombre: "Al afirmar que es
verdadero Dios, está afirmando que en El está la
última verdad, la última respuesta al ministerio de
la existencia e historia de los
hombres"[124].
Como verdadero hombre estamos
diciendo que Dios se ha encarnado en la historia de los hombres,
para liberarlo y redimirlo. Entonces estamos enfrente de una
persona que es divina y humana a la vez. Que en él
está la verdad última del hombre, él nos
revela el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro del
hombre. Ahora bien, Monseñor Oscar ubica la identidad de
la Iglesia diciendo que debe ser el "cuerpo histórico de
Cristo". Éste es su cometido más autentico, es lo
que brota de lo más profundo de su identidad. Ese es el
misterio de la Iglesia, no entendido como algo oculto, sino que
ésta tiene una conexión directa con el plan de Dios, con
la historia de la salvación, con Cristo. De manera
contraria estaría siendo infiel a su misión
principal, incluso el mismo cristo se lo
reclamaría.
Pierde su verdadero papel en el mundo, y
sólo a la luz de Cristo la Iglesia puede iluminar su
actuar y responder correctamente a los avatares históricos
con los que se tiene que enfrentar.

Sentirse Cuerpo histórico del Divino Salvador del
Mundo en El Salvador, creo que debe ser para nuestra Iglesia el
principal mensaje de las fiestas agostinas este año.
Porque en el ministerio titular de la transfiguración
nuestra Iglesia contempla y oye, año con año, la
persona, la actividad y el mensaje que ella tiene que encarnar
para todos los salvadoreños de todos los
tiempos[125]

Incluso Romero da un concepto de lo que es la
Iglesia:

La Iglesia es pues, la comunidad de hombres que profesan
la fe en Jesucristo como único Señor de la
historia. Es una comunidad de fe cuya primera obligación,
cuya razón de ser está en proseguir la vida y la
actividad de Jesús. Ser Iglesia es mantener en la
historia, a través de los hombres, la figura de su
Fundador[126]

b) Seguir y amar a Jesucristo, primer deber y
derecho de la Iglesia.

Monseñor Romero indica que uno de los primeros
deberes y derechos de la Iglesia es seguir y amar libremente a
Jesús. Ya ha dicho que la Iglesia debe ser el cuerpo
histórico de Jesús, pero él pone una primera
condición para que esta realidad se realice en el mundo y
es el seguimiento de Cristo, al igual que los primeros
cristianos. Pero señala claramente que este deber ha
variado según la historia de la Iglesia, unas veces ha
sido más claro este seguimiento, pero otras veces ha
pasado por momento muy oscuros: "A lo largo de su historia,
la Iglesia ha realizado, con mayor o menor fortuna, ese ideal de
los primeros cristianos en su seguimiento de
Jesús
[127]En fin, es una tarea que aun
no ha terminado, que tendrá su plenitud más
allá de la historia.

c) El anuncio y la realización del Reino de
Dios, segundo deber y derecho de la Iglesia.

Monseñor Romero Señala que la Iglesia
tiene "el derecho-deber de proclamar sin trabas el Evangelio
y cooperar con propia autonomía en la construcción
del Reino de Dios entre los hombres, tal como lo haría
Cristo mismo, hoy y aquí"[128].
Esto
es un aspecto que surge de la misma identidad de la Iglesia, no
pudiéndose aplazar por ninguna circunstancia, la Iglesia
tiene que ser valiente con esta misión, confiada en la
presencia perenne de su fundador. Sabemos que el Reino de Dios es
central en la vida y en la predicación de Jesús.
Romero comienza este tema con la cita del evangelio de San
Marcos: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
está cerca, conviértanse y crean en la Buena
Nueva
[129]Asimismo descubrimos en esta una
definición de lo que significa el Reino de Dios: "un
modo de convivir entre hombres de modo que se sintieron hermanos
y de esta forma también hijos de
Dios"[130].
Monseñor conecta las
palabras de Jesús con el plan salvífico de Dios,
era el Emmanuel, el verbo hecho carne, el Dios que se revela
libremente en la historia del hombre, en fin, en Jesús se
cumplen las antiguas profecías:

Resonaban en las palabras de Jesús las antiguas
profecías que anunciaban en el plan de Dios para salvar a
los hombres, pero en Jesús cobraban una fuerza
última; el Reino de Dios ya desde esta tierra tiene
que hacer a todos los hombres hijos del Padre de Jesucristo y,
por ello tienen que ser humanos[131]

El Monseñor Romero es claro al afirmar que el
anuncio del Reino tiene una opción presencial por lo
pobres, por los marginados, por los malditos de su tiempo:
"Es evidente también le preferencia de Jesús
por los pobres en el anuncio del Reino"[132].

Esta realidad de la presencia que Jesús tiene por los
pobres al anunciar su Reino es apoyada por la perspectiva lucana,
la cual nos presenta, en el discurso
programático de Jesús, la profecía de
Isaías que se cumplía en Cristo:

El Espíritu del Señor sobre mí,
porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la
Buena Nueva, a proclamar la liberación de los cautivos y
la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor[133]

Es de aclarar que la opción por lo débil
no se reduce a dato de los evangelios, sino que recorre todas las
páginas de la Biblia. Desde el relato de Caín y
Abel notamos el amor
gratuito de Dios hacia los más débiles de la
historia[134]sin embargo, Romero se está
refiriendo a la opción por los pobres que recorre el
Evangelio completo, haciendo referencia a los "signos del
Reino"
los que se refieren a las curaciones, exorcismos, las
comidas y convivencias con varias personas. Sabe en el fondo que
estos signos representas la solidaridad y la
dignificación de Dios para con los más
débiles y marginados de este mundo: "Ese acercarse de
Jesús a los hombres, marginados por la sociedad de su
tiempo, es el signo que El pone para garantizar el contenido de
lo que predica: que el Reino de Dios se
acerca"[135].
La Iglesia como continuadora de
la obre de Jesús también debe anunciar y realizar
el Reino de Dios en la historia del mundo. Tiene que hacerlo
presente en nuestro continente y en nuestro país.
También en el anuncio del Reino de Dios tiene que hacer
una opción fundamental por lo pobres, marginado y ausentes
de la historia[136]lo que el indica concretamente
para nuestra realidad:

En nuestro Continente y en nuestro país, la
Iglesia tiene, como Jesús, que seguir pregonando la Buena
Nueva de un Reino de Dios que se acerca, sobre todo para aquellas
mayorías que secularmente han estado ausentes de El: los
pobres, campesinos, obreros, marginados en las
ciudades[137]

Romero aclara, también que la opción
preferencial por los pobres no significa, en ningún
momento, discriminación de las otras clases
sociales, sino que simplemente Significa la preferencia
de Jesús hacia aquellos que han sido más objeto de
los intereses de los hombres que sujetos de su propio
destino.

d) La denuncia del pecado y la llamada a la
conversión, tercer deber y derecho de la
Iglesia.

Monseñor Oscar no quiere perder de vista el papel
que juega la Iglesia frente al misterio de la iniquidad presente
en nuestro mundo. Y comienza, como es de esperarse, indicando la
actividad de Jesús. Apunta explícitamente que
Cristo se encarnó en una realidad concreta, anunciando un
Reino a una sociedad determinada, y en esta predicación
mesiánica, Jesús no deja de lado la realidad del
pecado. Ahora bien, ¿Qué es el pecado? El Obispo
Oscar responde: Si lo que Jesús anuncia es el Reino de
Dios, pecado es para Jesús todo aquello que impida,
imposibilite o destruya el Reino de
Dios
[138]Pero la denuncia del pecado no tiene
sentido en si misma, va unidad a la intención de que nadie
quede excluido del Reino de Dios, es decir, lo que quiere
Jesús es la conversión, de los pecados que
deshumanizan y oprimen a los demás:

Ese mensaje de esperanza va unido en Jesús a una
llamada a la conversión. Así como Jesús no
quiere excluir a nadie del Reino, así también llama
a todos a una sincera conversión del corazón que se
manifestare en obras externas (…) Amó a todos sus
contemporáneos; y porque les amó realmente a todos
ellos, les pidió la conversión, o sea, aquel cambio
de corazón que humaniza a todos los
hombres[139]

Entonces, la Iglesia como la primera pregonera y
realizadora del Reino de Dios, tiene que denunciar fuertemente
todo aquello que impide la construcción de ese Reino, todo
ese pecado que impide que el plan de Dios se realice en la
historia. Se refiere concretamente al pecado individual:
"Tiene que denunciar el egoísmo que se esconde en el
corazón de todos los hombres, el pecado que deshumaniza a
los hombres, que deshace a las familias, que convierte el dinero, la
posesión, el lucro y el poder como fin de los
hombres"[140].
Luego alude al pecado
estructural: "es decir, aquellas estructuras sociales,
económicas, culturales y políticas que marginan
eficazmente a la mayoría de nuestro
pueblo"[141].
Sabe que la Iglesia no puede
quedar indiferente a la realidad de los hombres:
"Cuando la Iglesia oye el clamor de los
oprimidos no puede menos que denunciar las formaciones sociales
que causan y perpetúan la miseria de la que surge ese
clamor"[142].
Pero aclara que la denuncia de
ninguna manera es con odio sino con la intención de que
los hombres se conviertan, y no sean excluidos del Reino de Dios.

e) La iluminación en la construcción del
Reino de Dios, cuarto deber y derecho de la Iglesia.
En esta
parte de la carta lo que se está tratando es el papel que
la Iglesia tiene en el mundo, en cuanto a la construcción
o concretización Reino de Dios en la historia. Aunque
está conciente que la realización de dicho Reino
empieza en la historicidad del mundo, su consumación final
será en el más allá de la historia. Pero la
Iglesia como continuadora de la misión de Jesús
debe ver que todas las entidades terrenales colaboren
directamente con su construcción: "Como Jesús,
que realizó su misión en un mundo y en una sociedad
concreta, la Iglesia no sólo anuncia un Reino abstracto de
Dios, sino que también tiene que promover aquellas
soluciones que
parecen más apropiadas y justas para su
realización
". Monseñor recuerda como la
Iglesia en los dos últimos siglos ha intervenido en las
cuestiones sociales, desde León XII hasta Pablo VI, para
orientar las cuestiones de este mundo, denunciar los pecados que
hay en la sociedad y apuntar a la construcción del Reino
de Dios[143]

3.3 La Iglesia es "Sacramento universal e
histórico de salvación", de aquí surge su
compromiso.

La idea de la Iglesia como sacramento empezó a
recuperarse en la primera mitad del siglo XX, tema ya tratado en
la época patrística[144]pero es
hasta el Concilio Vaticano II que el Magisterio lo retoma
oficialmente. Monseñor Romero alude a dicha
reflexión profunda: "La Iglesia como sacramento
universal e histórico de
salvación".

Pero la Iglesia está en el mundo para los
hombres. Este es el sentido de servicio que el Concilio expresa
con estas palabras teológicas: La Iglesia es "signo", es
"sacramento". Como sacramento y signo la Iglesia significa y
realiza algo para los hombres. (L. G.
1)[145].

En esa línea, Romero está convencido que
la Iglesia como sacramento debe estar al servicio de los hombres.
Dicha sacramentalidad se ejecuta en el tiempo y en el espacio,
llegado así históricamente la salvación a
todos los hombres y mujeres de este mundo. Pero ¿en
qué sentido camina la dimensión
soteriológica de la revelación divina, según
lo que Romero ha escrito? Pues son dos grandes
líneas:

3.3.1 La Iglesia realiza la íntima unión
con Dios.

La primera línea fundamental de la
sacramentalidad salvífica de la Iglesia realizada en la
historia, que Monseñor muestra en su segunda carta
pastoral es la unión que los hombres pueden llegar a tener
con Dios. Ser hijos de un mismo Padre y todos hermanos en Cristo
Jesús. Es una comunión histórica, efecto de
un encuentro con Dios, que se ve en la Iglesia: "La Iglesia
significa y realiza la íntima unión de los hombres
con Dios y de los hombres en sí"[146].

La Iglesia es entonces, antes que nada, la comunidad de los que
han creído en Dios Padre, y en su Hijo Jesucristo. Son los
que mediante las aguas del bautismo han sido incorporados al
Pueblo de Dios, y se reúnen en torno a la mesa
de la Palabra y de la Eucaristía. Así mismo
podríamos decir que la comunión es un ideal del
cristianismo,
desde sus orígenes, que en realidad está en lo
más profundo de la naturaleza del ser humano, aunque no
debería degenerarse en sometimiento de los demás,
sino realizarse en una solidaridad histórica.

3.3.2 La Iglesia realiza el amor liberador de
Dios.

Cuando Romero habla de la Iglesia como sacramento
añade dos matices importantes: universal e
histórico. El primero matiz se refiere a la
salvación para todos los hombres, de todos los tiempos y
lugares; mientras que el segundo matiz añade que la
salvación dada por Dios se realiza en la historia. La Idea
de la Iglesia como sacramento está presente en la
tradición de la Iglesia, no así su historicidad,
esta dimensión resulta ser relativamente nueva. Surge una
pregunta entonces ¿Qué añade la
historicidad a la salvación universal? Pues la
respuesta es clave: se debe superar la sacralizad interesada, es
decir, poner la intervención oportuna de Dios en
relación con la historia.[147]. Esto es
exactamente lo que Monseñor Romero hace en su segunda
carta pastoral, veamos que dice al respecto:

a) unidad en la historia

Para Monseñor Romero, la comprensión
histórica de la Iglesia es también una
novedad, en ese sentido es menester en su eclesiología,
reflexionar sobre dicha dimensión eclesial, todo ello para
comprender la relación y la sacramentalidad de la
Iglesia con el mundo.
Comienza haciendo una relación
intrínseca entre lo que es la historia profana e historia
de salvación, haciendo una sólida
afirmación:

La Iglesia ha profundizado también este otro
concepto: la relación que existe entre la historia de los
hombres y la historia de la salvación (…) la
Iglesia ha profundizado también este otro concepto: la
relación que existe entre la historia de los hombres y la
historia de la salvación (…) Dios está
actuando en la historia humana (…) Más claramente
afirma Medellín la unidad de la historia. "La catequesis
debe manifestar la unidad del plan de Dios. Sin caer en
confucionismo o en identificaciones simplistas, se debe
manifestar siempre la unidad profunda que existe entre el
proyecto
salvífico de Dios, realizado en Cristo, y las aspiraciones
del hombre; entre la historia de la salvación y la
historia humana[148]

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