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Psicología y Medicina (página 2)



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El método de
la psicología
sería predilectamente el cualitativo. Se apoya en la
interpretación del simbolismo surgido a
través de la entrevista,
las técnicas
proyectivas y las técnicas psicométricas. Hace uso
de diferentes técnicas que luego conjunta para interpretar
la estructura
subyacente de la psique. Pero no hay que ignorar que la
psicología cuenta con técnicas cuantitativas que
intentan eliminar el aspecto subjetivo que pudiera envolver a sus
otras técnicas y que ya en algunos aspectos es capaz de
proponer principios
generales válidos y confiables que explican la conducta de una
manera cada vez más objetiva. La sola posibilidad de
manipular variables para
impulsar cambios de conducta le da el rango de
científica.

Ciencia y
Profesión

Un aspecto importantísimo es que no debe confundirse
una profesión con una ciencia. En
este sentido, el médico tiene la
obligación ética y
profesional de conocer por lo menos generalmente los métodos en
psicología y el psicólogo los de la
medicina; pero
la psicología y la medicina como campos
científicos diferentes no tienen porqué invadirse.
Cada una goza de un marco conceptual diferente para describir a
su objeto, aunque en la práctica clínica el
paciente no está dividido como las ciencias que
lo estudian. Una persona se aborda
desde un punto de vista holístico e interdisciplinario que
integra no sólo a la psicología y la medicina sino
a otras ciencias cuyo objeto formal es totalmente diferente al de
éstas.

Lo real y lo
simbólico

Tres son los planos en los que nos movemos: lo real, lo
simbólico y lo imaginario. Lo real no puede ser descrito
más que en términos concretos. Es la materia sujeta
a la interacción con ella misma en sus
diferentes formas. Sus procesos
están supeditados a las leyes
físicas. Tiene momentos o etapas de evolución predecibles cuando se logran
medir todas las variables. Aunque es imposible que lo logre, la
medicina tiene como ideal el estudio de esta realidad cierta,
objetiva, mensurable, concreta y predecible.

Sin embargo, cuando decimos algo de esa realidad entramos al
plano subjetivo, pues por el sólo hecho de utilizar
el lenguaje
disociado de lo concreto y
dotado de una significación simbólica, nos alejamos
de lo real. Ya no están en juego los
elementos de la realidad concreta sino que caemos en el juego de
los símbolos y las imágenes
propias del lenguaje y del
campo psicológico. Así, el plano real corresponde a
la medicina y el simbólico e imaginario a la
psicología. Aunque se complementan, ambos campos son
diferentes con sus propios objetos y métodos.

Pero ambas son ciencias puesto que estudian los
fenómenos por sus causas. La medicina busca las causas en
los fenómenos físicos y la psicología en los
fenómenos psíquicos. Un mismo problema
podría tener tanto causas físicas como
psíquicas. Un principio fundamental de la teoría
de los sistemas es que
lo físico afecta a lo psíquico y lo psíquico
afecta a lo físico aunque no sean de la misma naturaleza. En
el plano físico, por ejemplo, un dolor muscular por
alteraciones del equilibrio
bioquímico puede alterar la percepción
hasta hacer al individuo
experimentar alucinaciones. En sentido inverso, un proceso
psíquico como la represión de la agresión
por la censura moral puede
conducir al individuo a experimentar un dolor muscular como
sucede en algunos casos de histeria.

Así pues, aunque delimitadas, ambas ciencias pueden
lograr mejores resultados cuando actúan
complementariamente que cuando actúan devaluándose
entre sí.

Lo concreto y lo
abstracto

La medicina entonces se aboca a lo concreto tanto en las
causas como en los efectos. Es una ciencia que puede darse el
lujo de estar en una etapa predictiva por las leyes que ha
formulado a lo largo de su ya prolongada existencia. Es decir,
puede predecir lo que pasará dadas ciertas condiciones y,
por supuesto, manipulando tales condiciones puede cambiar las
consecuencias. Pero sean causas o efectos todos son procesos
concretos, observables, mensurables y objetivos.

Por otro lado, la psicología se aboca a lo abstracto.
Los procesos simbólicos e imaginarios han de interpretarse
a la luz de la
metáfora subjetiva y a los que, por supuesto, el
psicólogo intenta darles una significación
objetiva. En este sentido el síntoma es un símbolo
que hay que interpretarse hasta llegar al problema concreto.
Aunque es cierto que la ciencia de
la psicología aún se encuentra en el plano
descriptivo y lejos está de formular leyes como las
físicas siendo más bien una ciencia
postdictiva (explicar el fenómeno una vez
sucedido), su intención es consolidarse como una ciencia
predictiva (explicar el fenómeno antes de que
suceda). También podemos ver que mientras la medicina
parte del plano real y concreto, la psicología parte de lo
simbólico y abstracto para llegar al problema. Son dos
ciencias diferentes que utilizan caminos o métodos
diferentes.

Volviendo a lo concreto y abstracto, imaginemos a un paciente
pidiéndole al médico una pastilla para dormir. En
base a su enfoque, la medicina intentará abordar el
problema con algo concreto, es decir, la petición del
paciente puede ser resuelta con una pastilla, una
inyección o un brebaje. En suma, el médico responde
al problema con un objeto tangible. Por otro lado, tal exigencia
puede ser abordada por el psicólogo con unas palabras y
tal vez lograr el mismo efecto, pues el acto de la palabra, como
lo haría también el suministro de la pastilla,
satisface la demanda de
atención del paciente y en última
instancia lograr el mismo efecto que en este caso es poder
dormir.

Cuerpo y
lenguaje

En el mismo sentido de lo abstracto y lo concreto, la medicina
contempla al cuerpo mientras que la psicología a lo que
ese cuerpo dice. El método por excelencia del
psicólogo sería el análisis del discurso del
cliente, mientras
que el del médico sería el de la
auscultación del cuerpo. Por supuesto que, como dijimos al
principio, aunque la medicina y la psicología tienen sus
propios campos, tanto el médico como el psicólogo
pueden tomar en cuenta ambas fuentes de
información en una situación específica.
Sería ingenuo por parte del psicólogo ignorar los
aspectos físicos, y del médico, los
psicológicos, pues ya en la realidad el paciente no es
más que uno sólo, completo e indivisible. Pero lo
peor sería que el médico denigrara el enfoque del
psicólogo y que el psicólogo devaluara el del
médico.

Instinto y
pulsión

Un aspecto biológico del reino animal es la presencia
del instinto que considero importante analizar antes de
seguir. Su nombre lo dice. Cada órgano insta al
organismo a hacer algo. Lo insta a buscar la satisfacción
a sus necesidades. Este es un principio biológico
universal. El instinto consta de cuatro elementos básicos:
la fuente, la fuerza, el
objeto y el fin. La fuente es el órgano donde se
origina un desequilibrio bioquímico. La fuerza es
la intensidad del desequilibrio la cual se concibe como
necesidad. El objeto es el medio a través del
cual el instinto logra suprimir la necesidad y volver a la fase
de equilibrio bioquímico inicial. El fin es la
satisfacción misma lograda a través de la
supresión de la necesidad.

Las necesidades reclaman un objeto específico. Este es
el aspecto del plano real. El instinto de los órganos del
hambre solo se puede satisfacer con alimento, los de la sed con
agua y los del
frío con abrigo. En el caso de las necesidades
básicas no hay problema en su delimitación de orden
concreto y físico ya que no hay problemas de
censura por la conciencia moral,
en cuyo caso se desviaría el objeto natural. Nadie nos
impide comer, beber o cubrirnos. Estos instintos no son objeto de
la represión aunque en algunas patologías
están estrechamente asociados a mecanismos que los
alteran. Hasta aquí la psicología no tendría
sentido si no fuera por el hecho de que tanto el fin como el
objeto de algunos instintos son obligados por actos
psíquicos represivos a distorsionar su ciclo natural y a
conducir al organismo a sustituir objetos prohibidos por objetos
aceptables socialmente.

Necesidad y
deseo

Otros instintos tales como los sexuales y los agresivos son
objeto de la censura social y consecuentemente de la
represión personal, es
decir, la opresión física y la
represicón psíquica impiden que los objetos
concretos y específicos de estos instintos "reprobables"
sean utilizados para lograr el fin natural. Sus objetos son
sustituidos o distorsionados en objetos inespecíficos e
intercambiables que por supuesto también atrofian el
verdadero fin de los instintos y con ello surge el campo de lo
psicopatológico. Pasamos entonces del orden de la
necesidad como concreta, real y especifica, al orden del
deseo como abstracto, simbólico e
inespecífico. La necesidad pertenece a los instintos como
entidad biológica y el deseo a la pulsión como
entidad psicológica. En este sentido en psicología
se habla, no de instintos agresivos y sexuales, sino de pulsiones
agresivas y pulsiones sexuales, y en vez de necesidades
se habla de deseos que escapan al plano físico
concreto.

Objetos de la
necesidad y objetos del deseo

Las necesidades del instinto son generales y universales y por
lo tanto suprimidas con un objeto como el medicamento que en
circunstancias idénticas, la receta sería la misma
y concreta como analgésico, expectorante, desinfectante,
anticoagulante, hidratante, etc. todo dirigido a lograr un
cambio en los
procesos fisiológicos. Por otro lado, los deseos de la
pulsión son personales e individuales y su objeto
sería algo inespecífico en cada persona
según la configuración de sus mecanismos defensivos
contra los instintos agresivos y sexuales. Las necesidades
distorsionadas en deseo reclaman objetos como atención,
reconocimiento, aliento, comprensión, empatía,
amor, etc. en
vez de los concretos que reclaman en su estado
natural.

El problema surge cuando un dolor, por ejemplo, puede reclamar
un objeto concreto o uno sustituto. Ahí es donde
colisionan y se enfrentan el médico y el psicólogo.
Bajo el enfoque médico se puede administrar el medicamento
y perfectamente suprimir el dolor. Pero bajo el enfoque
psicológico se puede instar al paciente a expresar su
agresividad en un objeto imaginario y también lograr
suprimir el dolor causado por la energía retenida en el
órgano. Aquí habría que considerar
cuál es la naturaleza del dolor, las alternativas
existentes, la economía del tiempo, las
expectativas del paciente, sus preferencias, el fin esperado,
etc. como para inclinarse por un método u otro, o bien,
algo poco considerado, actuar complementariamente. Y entonces la
confrontación estéril entre médico y
psicólogo no tiene sentido.

La clínica
médica y la clínica
psicológica

Conociendo los conceptos ejes de cada una de las ciencias se
pueden fijar los límites de
cada profesión o por lo menos identificarlos y tenerlos
consientes. Los enfoques en este sentido en la práctica
clínica son un tanto diferentes. El médico se
enfrenta al discurso anecdótico y específico que le
indicará las medidas pertinentes para influir sobre el
contenido. El psicólogo tiene que hurgar detrás de
lo anecdótico y descubrir el sentido estructural latente
para poder influir sobre la forma. Es decir, es propio y
válido de la medicina, por la naturaleza de su objeto
formal, observar lo aparente e inmediato y en el mismo sentido
responder con medidas para atender la contingencia.

El tiempo de interacción con el paciente con el
médico puede reducirse a un minuto en el que puede
evitarse, porque no es fundamental, la mediación de la
palabra. Por su parte la psicología, por su objeto formal,
no puede limitarse a la intervención en minutos y tal vez
se requieran horas de sesiones o meses e incluso años de
tratamiento. El psicólogo precisa de la interacción
verbal o escrita (simbólica) con su paciente en la
mayoría de los casos como para poder inferir la estructura
detrás de su discurso. Incluso en su abordaje con los
niños
requiere de tiempo suficiente para observar la
representación simbólica en el juego. En el mismo
sentido, mientras la posición actitudinal del
médico ante el paciente puede resultar irrelevante, la del
psicólogo es fundamental.

Consiente e
inconsciente

No está por demás señalar que el
médico lidia con contenidos consientes y el
psicólogo con los contenidos inconscientes. Es decir, un
síntoma de un paciente puede efectivamente estar
directamente representando el problema y puede ser callado con
una pastilla, pero ese mismo síntoma podría estar
simbolizando un problema de índole inconsciente que
requiere otro tipo de intervención. El psicólogo no
pretendería callar el síntoma de manera tan brusca
repentina. Primero porque de seguro
emergerá más tarde una vez pasado el efecto
inmediato y el periodo de actividad del medicamento; y segundo,
porque cuando un síntoma se calla, puede emerger por otro
lado como la electricidad
cuando busca su camino por cualquier medio, pero de manera aun
más anómala.

El psicólogo entonces no se queda en lo superficial y
literal del relato del paciente, sino que trata de descubrir el
contenido inconsciente debajo de él. Por eso mismo sus
técnicas pueden ser el análisis de sueños,
de chistes, de
las resistencias,
de los actos fallidos, y cualquier otro acto psíquico.

Conceptos
diferenciales

Dentro de los mismos psicólogos existe la tendencia a
utilizar términos médicos que dan la
impresión de que ignoran el marco conceptual propio de su
ciencia. Sin saber de lo que habla le pide al paciente "contacto
con la realidad", sin entender a qué realidad se refiere,
pero se infiere al insistirle en que lo que dice ¡no
existe!

Incluso a los trastornos psíquicos les da el nombre de
enfermedades
mentales cuando esto último claramente alude al campo
médico. Las enfermedades físicas tienen su ciencia
y los trastornos mentales, emocionales y conductuales tienen la
suya. Es hora de diferenciar conceptos como enfermedad y
trastorno, necesidad y deseo, instinto y pulsión, concreto
y abstracto, paciente y cliente, tratamiento e
intervención, etc. pues intercambiarlos arbitrariamente no
hace más que alimentar la confusión.

Psiquiatra o
psicólogo

Dentro de la confusión, algunos médicos suponen
que el psicólogo tendría que prescribir "algo" para
lograr un cambio, una cosa concreta como una píldora,
pastilla o tableta, pero como el psicólogo no "da" nada,
entonces concluye que ¡no sirve para nada! Pero eso no es
lo peor. Lo peor es que el psicólogo termine
creyéndose que tiene la obligación de administrar
alguna "cosa" para lograr un cambio y para sentirse que
está "realmente" haciendo algo.

En el mismo sentido, hay psicólogos que se llegan a
convencer de que todo fenómeno corporal es de orden
psicológico. Devalúan y aborrecen toda
intención el enfoque médico de los problemas en
términos bioquímicos y tratarlos con medicamento.
Pero si la confusión está entre los propios
profesionales, con los pacientes a veces es peor. Al
médico le demandan terapia psicológica y al
psicólogo píldoras para calmar su dolor o angustia.
Ante este problema lo mejor es documentarse sobre los
límites de ambas ciencias.

Licencia y
prohibición

Algunos que ostentan saber la diferencia entre psiquiatra y
psicólogo exponen que uno da medicamento y el otro no
tiene licencia para hacerlo. Pero basta con analizar esta
aseveración para inferir que el psicólogo se
concibe como un médico incompleto, y al médico como
un psicólogo completo, cuando en realidad sus ciencias
difieren completamente. Decir que el médico tiene licencia
de expedir medicamento y el psicólogo no puede es tan
bárbaro como decir que la diferencia entre un
médico y un arquitecto es que el médico prescribe
medicamentos y el arquitecto no puede.

No siempre sabremos a ciencia cierta cuándo el paciente
necesita una terapia psicológica o medicamento, pero
cuando por un tiempo pertinente ningún medicamento
funcionó o ninguna terapia pudo lograr algún
cambio, lo menos que se puede hacer es derivar al
psicólogo o al médico, según sea el
caso.

Desgraciadamente, la ignorancia y el egocentrismo hacen que
mezclemos un campo de estudio con otro y terminemos teniendo
psicólogos con título de psiquiatras y psiquiatras
con título de psicólogos.

 

 

 

 

Autor:

Julio Cabrales Nevárez

Durango, Dgo. México

Noviembre, 2009

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