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El cine argentino durante la dictadura militar (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Una censura ciega, ubicua, impredecible,
cambiante y, por lo tanto, inevitable. Hoy, se cumplen 37
años de la creación del llamado Ente de
Calificación Cinematográfica, que fue dirigido por
Néstor Paulino Tato, máximo censor de la historia
argentina, entre agosto de 1974 y fines de 1980. Esa entidad
censora tuvo en Tato –que ejerció su titularidad
entre agosto de 1974 y fines de 1980, los años más
terribles de la censura en la Argentina, a un personaje que
siempre trataba de imponer sus ideas con una prepotencia
premeditada jugando con la sorpresa y el pánico
de su interlocutor y que en su gestión
prohibió más de 700
películas[1]El cine argentino
también participó con su "mensaje", de esa urgencia
de la muerte, el
disimulo de la muerte… la
rutina de la muerte. La última dictadura
necesitaba imperiosamente que mejorara su imagen y
promoviera la confianza en el orden represivo. Se puso en marcha
un vasto plan para
manipular la producción, mediante la selección
condicionada de créditos y una férrea
censura.

"La prohibición de 200
películas extranjeras representa para el país un
ahorro de un
millón quinientos mil dólares. Aquí se ha
convertido al cine en una mercadería de
intoxicación, se está apelando al recurso
fácil y en eso incurren los que venden cine. Hacen negocio
con la pornografía. Son unos miserables. Yo no
permito agravios a la familia, a
la iglesia y a
las buenas costumbres", ponderaba. Néstor Paulino
Tato.

Durante la dictadura, hubo films más o menos
complejos o críticos o simplemente desesperanzados que
lograban estrenarse. Es que más allá del siniestro
plan del gobierno por
combatir todas las ideas, quedaron muchas cosas que se les
escaparon, ya que como resulta obvio, la sensibilidad
artística les había sido negada por
completo.

El 3 de abril de 1976, el Capitán de Fragata
Jorge Bitleston, interventor del Instituto Nacional de
Cinematografía, dijo claramente en un discurso que
iba a "ayudar económicamente a todas las películas
que exalten valores
espirituales, cristianos, morales e históricos o actuales
de la nacionalidad o
que afirmen los conceptos de familia, del
orden, de respeto, de
trabajo, de
esfuerzo fecundo y responsabilidad
social, buscando crear una actitud
popular, optimista en el futuro…". El mejor transmisor de estas
palabras fue Ramón Palito Ortega, famoso cantante y
estrella cinematográfica, quien durante la dictadura militar
realizó toda su filmografía como director,
empezando con DOS LOCOS DEL AIRE, estrenada
el 22 de julio de 1976. Esta película funcionó como
un elogio de las instituciones
en el poder, a
partir de la Fuerza
Aérea y también, como una defensa de la fe
católica – algo muy recurrente en la filmografía de
Ortega – y los símbolos patrios.

Capitán Bitleston, declaró: "sólo
serán autorizadas las películas que muestren al
hombre tal
como es su lucha eterna y cotidiana contra el materialismo, el
egoísmo, la cobardía, la venalidad y la corrupción, al hombre luchando por su
honor, su religión y sus
principios,
sin librarse jamás a la violencia o al
escepticismo. Sólo estas películas serán
consideras como obras de arte… Todas las
películas sin valores artísticos o que no presenten
ningún interés
como diversión y que atenten a los sentimientos nacionales
serán prohibidas parcial o totalmente…"

BRIGADA EN ACCIÓN
(1977) comienza con una persecución en montaje paralelo
con imágenes
de una exhibición de acrobacia por parte de la
policía. Corre el año 1977 y el director elige ese
plano para iniciar su film, y luego agrega una visita guiada por
el museo policial con alguien que nos explica: "Naturalmente los
medios para
combatir el delito se han
modernizado de modo de colocar a nuestra policía entre las
mejores del mundo. Durante las veinticuatro horas del día
hombres y mujeres trabajan de distintas formas, velando por la
tranquilidad de sus semejantes". Sí, la policía de
1977 es a la que se refiere el film. Estos elogios se multiplican
alegremente y hay espacio para todas las bajadas de línea
posibles.

En AMIGOS PARA LA AVENTURA (1978) la insistencia por
festejar "una nación
de paz" de ninguna manera puede ser accidental. Como tampoco lo
es que Vivir con alegría (1979) termine con una cita de
Juan Pablo II cubriendo toda la pantalla. Este film es el
más claro con respecto a los valores
católicos, patriarcales y conservadores del
director.

En estos films de Ramón Ortega y su productora
"Chango" (nacida con la dictadura) hay un elemento que es
irrefutable: nada es accidental, ni existe ambigüedad
posible, sabían lo que estaban haciendo y por
qué.

El Mundial de fútbol
apareció de distintas formas en muchos films del
año 1978, a veces con una simple mención, otras en
puntos clave del argumento. Pero hubo una película que con
convicción y seguridad se
transformó en la película oficial del evento
deportivo. El 24 de mayo de 1979 se estrena LA FIESTA DE TODOS
(1978) dirigida por Sergio Renán, con guión de Hugo
Sofovich y Adrián Quiroga (seudónimo de Mario
Sábato).

La lista de censurados es muy grande y como consecuencia
de ello, todo el cine nacional se apagó. Casi no hubo
películas argentinas en los festivales, a excepción
de algún título de Enrique Carreras como LAS LOCAS
(1977) o PATOLANDIA NUCLEAR (1978). Muchos artistas y directores
se hicieron eco de un orgullo patriótico y apoyaron al
cine nacional aun desde lugares decididamente cercanos al
gobierno de la dictadura. Mientras muchos se fueron al exilio,
otros filmaban y festejaban los tiempos que nos tocaban vivir.
Los cineastas Pablo Szir, Enrique Juárez y Raymundo
Gleyzer, eran desaparecidos por la dictadura en 1976, el
año de DOS LOCOS DEL AIRE.

Se estableció, entre varias reglas, que no era
apto para la
televisión el material que: "desvirtúe la
imagen de los guardianes del orden, presentados como
cínicos, despiadados o codiciosos, o tratando al crimen de
una manera inescrupulosa o frívola". Obviamente esto
llegó al cine, aunque no de forma equitativa. Por ejemplo,
la dictadura se molestaba si Armando Bó ridiculizaba a un
oficial de policía, pero Palito Ortega se daba el lujo de
poner a Carlitos Balá haciendo un cameo como un
policía en ridículo sobre el final de VIVIR CON
ALEGRÍA.

Octavio Getino [2]señaló
que "los cortes y tijeretazos aplicados a una película, o
inclusive su 'desaparición' remiten a las prácticas
seguidas con los torturados y desaparecidos". En agosto de 1973,
cuando Tato asumió como censor al frente del Ente de
Calificaciones Cinematográficas, empezó una
campaña de censura y amenazas de la Triple A contra muchos
de los protagonistas del cine nacional, algunos de los cuales
tuvieron que marchar al exilio. Los 84.000.000 de espectadores
que fueron al cine en 1975 se redujeron drásticamente a
65.500.000 en el año del golpe.

"Yo quiero un cine positivo, limpio, decente, un cine
que sea cultural y no sólo industrial. El cine se ha
convertido en una mercadería de intoxicación: se
está apelando al recurso fácil, y en eso incurren
desde los que venden cine y les importa poco lo que venden, hasta
los intelectuales
y pseudo intelectuales y los mismos artistas que sustituyen el
ingenio por el fácil recurso de la pornografía",
enfatizaba Tato con una gestualidad histérica.

A pesar del clima
político imperante y los riesgos
vigentes, algunas voces
consiguieron eludir la censura y la persecución a
través de la realización de un cine de género
donde, aunque metafóricamente, se colaban alusiones a la
situación política. El caso
más contundente es el de Adolfo Aristaraín, que
debutó como director en 1978 con el policial LA PARTE DEL
LEÓN. Aunque en 1979 firmó una de las entregas de
una serie de moda, LA
DISCOTECA DEL AMOR, en 1981
filmó una de las películas más valiosas de
todo el período: TIEMPO DE
REVANCHA. Un plano de Federico Luppi cortándose la
lengua frente
al espejo, se convirtió en símbolo de una
pírrica victoria contra un sistema
aparentemente impenetrable desde una resistencia
silenciosa.

El objetivo del
gobierno era muy claro. Querían controlar la
exhibición cinematográfica, que en aquellos tiempos
era política y económicamente mucho más
importante que ahora. Por ejemplo en 1973 se cortaron 63.049.926
entradas, mientras que actualmente apenas se venden la mitad. Y
sumado al crecimiento de la población, se pasó de un promedio
anual de 2,7 a 0,8 entradas por habitante. Mas allá del
discurso presuntamente nacionalista, está claro que los
censores tenían también un fuerte control sobre la
producción local, sin demasiadas prohibiciones pero con
mucha censura previa (control y modificación de guiones,
limitaciones de créditos y subsidios, etc.). La
producción nacional se centró en producciones con
"mensaje argentino, claro y cristiano". El resultado
fue: una pantalla sin sexo, sin
política, sin violencia y sin terror. Un cine dirigido y
controlado, un arma cultural al servicio de la
política represiva estatal.

Indudablemente las justificaciones para prohibir una
película son absurdas por naturaleza,
por eso los censores no se preocuparon por explicar claramente
que pasaba con cada cinta. Apenas quedan breves testimonios en
notas de prensa o en las
fichas de
calificación, que dan cuenta de los ridículos
razonamientos.

El golpe militar de 1976 generó una gran crisis en el
cine nacional y se llevaron a cabo las siguientes acciones:

  • Censura y prohibición de
    películas.

  • Disminución de la cantidad de
    películas producidas.

  • La calidad de las obras cinematográficas
    se deterioró fuertemente.

Entre 1976 y 1978 el cine argentino no pudo concretar
ningún proyecto
culturalmente importante. Dominó la producción de
"comedias ligeras", filmes con cantantes de moda que acallaban
cualquier intento de pensamiento
crítico a través de propuestas
moralizantes.

Sexo, moral,
política, ideología, libertad de
expresión, todo estaba bajo la lupa de la
represión y la censura con el objetivo de vigilar y
proteger al ser nacional y la moral de
los argentinos.

Los artistas estaban incluidos en tres clases de
listas:

  • En la lista negra figuraban quienes estaban
    prohibidos y no podían trabajar.

  • En la lista gris se incluían solamente a
    los artistas censurados por el ejército y no por la
    armada.

  • En la lista libre se señalaba a aquellos
    que no estaban censurados.

El lenguaje
fílmico cultivó una cierta ambigüedad del
decir que respondía a fines específicos: "decir sin
nombrar". Mediante esta ambigüedad se establecieron modos de
representación que utilizaron la alusión y el
eufemismo para hablar de lo silenciados, para nombrar lo
prohibido.

Al finalizar el período dictatorial,
películas de variados géneros mostraron la
devastación que significó para nuestro país
los siete años del Proceso de
Reorganización Nacional. El humor mostró en PLATA
DULCE (F. Ayala) las perversas consecuencias de las políticas
económicas diseñadas por Martínez de Hoz y
sus sucesores.

El cine sufrió el embate de una
censura que, articulada con la más feroz represión,
logró acallar toda voz disidente. Pero el arte como el
lugar más pleno para la libertad,
nunca dejó de ofrecer bastiones de resistencias.

Hipótesis: La última dictadura
militar argentina utilizó al cine como herramienta para
imponer ideologías de orden y anti-subversivas;
censuró filmes y, algunos de ellos, sufrieron cortes
parciales o totales porque afectaban dicha
acción.

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Justificación: Me parece fundamental la
realización de este trabajo, ya que no sólo nos
estamos sumergiendo en el mundo de los medios de
comunicación (en este caso, específicamente en
el mundo cinematográfico), sino que además estamos
siendo partícipes de un capítulo oscuro de la
historia de
nuestro país. Es importante tener en cuenta, cómo
las fuerzas políticas, influyen día a día,
en la información que recibimos a través
de los medios de
comunicación. En la actualidad, nos movemos con una
gran libertad, pero no siempre fue así. El cine, como
medio de comunicación, es considerado un formador de
opinión en la mente de la sociedad, por
este motivo, fue intensamente censurado.

Lo personal:
Elegí este tema para el trabajo de
Medios de Comunicación II, ya que analizando las distintas
etapas que tuvo el cine nacional en nuestro país,
ésta me pareció la más interesante y la que
más nos podía servir, no sólo como
estudiantes, sino también como ciudadanos argentinos, para
formarnos y ser concientes de que no siempre existió la
libertad de expresión en los medios de
comunicación. No debemos olvidar este capítulo de
nuestra historia, ya que somos la suma de nuestras experiencias y
considero esencial tener una clara idea de lo sucedido a partir
del golpe de estado
de 1976.

Entrevistados
posibles

Fernando Varea (autor del libro EL
CINE ARGENTINO DURANTE LA DICTADURA MILITAR).

Adolfo Aristarín (Director de
cine).

Sergio Renán (Director de
cine).

Hernán López Echagüe
(periodista y escritor).

  • Santiago García (Periodista – Leer
    Cine)

  • Marcelo Piñeyro (Director de cine)

  • Mirta Varela (Licenciada en letras, especialista en
    cultura, medios de comunicación y
    dictadura)

  • María E. de las Carreras
    (Investigadora)

  • Jorge Lanata (Periodista)

  • Magdalena Ruiz Guiñazú
    (Periodista)

CAPÍTULO 1

Antecedentes
históricos

Entre 1930 y 1983 Argentina vivió un largo
período marcado fundamentalmente por 6 golpes de Estado (1930,
1943, 1955, 1962, 1966 y 1976) con pequeños
períodos de democracias débiles. Esos golpes fueron
producidos por las Fuerzas Armadas, en muchos casos, con apoyo de
civiles. Impusieron gobiernos de facto que interrumpieron la vida
constitucional del país, con el objetivo de "poner
orden".

Los cambios que se produjeron en la sociedad argentina
durante el gobierno de Isabel Perón
fueron determinantes en el agotamiento del régimen
democrático inaugurado en 1973, y su derrota por el golpe
militar. A comienzos de 1975 se produjo un agravamiento de la
situación económica, causada por la
suspensión en el Mercado
Común Europeo de las compras de carnes
argentinas, que llevó a la devaluación del peso, la caída de
los salarios reales y
el aumento de reclamos sindicales. Esto ocasionó la
renuncia del ministro de economía, Alfredo Gómez Morales, y
la designación en su reemplazo de Celestino Rodrigo, a
quien se le encargó instrumentar un plan
económico.

Las medidas económicas impulsadas fueron un duro
golpe a los salarios reales de los trabajadores e hizo caer en el
desprestigio a sindicalistas, otrora combativos, que tuvieron una
actitud dubitativa. La consecuencia de esto fue el nombramiento
de hombres afines del gobierno. Fueron desplazados dirigentes
como Agustín Tosco, del gremio metalúrgico,
René Salamanca, de los mecánicos y Raimundo Ongaro,
líder
del gremio gráfico. Las medidas tomadas por el nuevo
ministro, conocidas como 'el rodrigazo', generaron muchas
protestas obreras ya que el ministro se negaba a dar aumentos
salariales superiores al 38%.

Para imponer las medidas y frenar las protestas, un
sector del gobierno se dedicó a perseguir a intelectuales,
artistas y activistas sindicales considerados de izquierda. Esta
persecución ilegal fue llevada a cabo por elementos
clandestinos organizados en la Alianza Anticomunista Argentina
(AAA) dirigidos desde el Ministerio de Bienestar Social a cargo
de la principal figura del peronismo, el
"brujo" José López Rega.

La CGT suspendió las negociaciones paritarias el
5 de junio. Mientras su colaboración con el gobierno la
desprestigiaba, vio desplazar a sus hombres del poder, alejados
de puestos en el gobierno. Por ello, la CGT se vio obligada a
llevar adelante un plan de lucha con huelgas generales,
movilizaciones y apoyo a reclamos salariales que
desestabilizó al gobierno y precipitó la
caída del ministro López Rega, quien fue destituido
el 11 de julio para luego abandonar precipitadamente el
país. Rodrigo fue reemplazado en economía por
Antonio Cafiero, el 14 de agosto de 1975, quien tampoco
consiguió un plan económico que permitiera mejorar
la situación de las empresas del
país, ya que los trabajadores no estaban dispuestos a
hacer un sacrifico.

Las cúpulas empresariales presionaron y exigieron
cambios al gobierno. Los grupos de ultra
izquierda profundizaron sus acciones armadas, que aumentaron la
confusión política dando al gobierno la posibilidad
de intensificar la represión indiscriminada. María
Estela Martínez de Perón pidió licencia por
razones de salud hasta
noviembre de 1975. Ítalo A. Luder asumió el cargo
de presidente provisional del Senado. El nuevo mandatario
reemplazó al ministro del Interior, Vicente Damasco por
Ángel F. Robledo, y procuró ganar el apoyo de las
Fuerzas Armadas. Para ello envió al Congreso el proyecto
de creación del Consejo de Defensa Nacional y de Seguridad
Interior que entregaba a los militares la responsabilidad total de la lucha contra la
subversión armada.

Durante los meses siguientes se incrementaron la
inflación, el desempleo y las
huelgas. Entre los trabajadores se intensificaba la
organización de sus luchas y algunas comisiones
internas comenzaron a proponer la toma u ocupación de los
lugares de trabajo. La represión ilegal, que se
había ensañado contra los dirigentes sindicales, se
tornó ineficaz. Este curso de los acontecimientos
asustó a muchos empresarios que, viendo al gobierno
debilitado, atado por los mecanismos parlamentarios y las
necesidades electorales, se inclinaron a favor de un golpe
militar. Los hombres con más sensibilidad política,
también percibieron que los acontecimientos empezaban a
favorecer el crecimiento de organizaciones
políticas izquierdistas, con estrategias de
poder sustentadas en esas luchas y en la aparición de
coordinadoras de las comisiones internas más activas,
mientras se debilitaba la influencia de los partidos
tradicionales.

El 7 de febrero, la UCR advirtió sobre la
inminencia de un golpe de Estado ante "la falencia del PE". Los
más amplios sectores populares pasaron de una actitud de
oposición a los militares, que caracterizó la
mentalidad de los años sesenta, a un desprecio al gobierno
constitucional y a una disminución de su participación política, asustados y
confundidos por el accionar de la guerrilla. La política
vacilante de la CGT, entre el gobierno peronista y el apoyo a las
luchas de los trabajadores, había ido debilitando la idea,
en la clase media,
de que esas luchas pudieran dar solución y traer orden.
Los cambios de rumbo del gobierno de Isabel, las acusaciones de
corrupción
que se le hicieron, las devaluaciones de la moneda y el
crecimiento de los precios,
fueron ganando entre las clases medias la necesidad de que
hubiera un gobierno fuerte que pusiera las cosas en
orden.

El golpe se empezó a preparar el 12 de diciembre
de 1975, cuando el brigadier Orlando Capellini hizo el primer
pronunciamiento fallido. El intento fracasó porque
todavía no se habían terminado de consolidar las
jefaturas de las Fuerzas Armadas detrás del mismo
objetivo. Pero su acción mostró que, entre los
altos oficiales, las condiciones estaban maduras. Las
incógnitas que despertaba entre las cúpulas
militares acerca de cuál sería la reacción
social fueron despejadas cuando los estratos medios de la
sociedad reflejaron que no se opondrían a un golpe.
Así fue interpretada, al menos, la indiferencia o
simpatía que despertó el alzamiento de Capellini.
Mientras tanto, el periodismo
siguió insistiendo en que era necesario poner orden, fin a
la corrupción y facilitar el advenimiento de un gobierno
menos incapaz que el de "Isabelita".

El radicalismo, que por boca de su principal dirigente
expresó que, si existía un golpe era por culpa del
gobierno, no estuvo dispuesto a preparar a la población
para que se defendiera. Al contrario, fortaleció el
objetivo de los militares. El jefe del partido radical, Ricardo
Balbín, fue claro cuando respondió "no tengo
soluciones" al
reclamársele una alternativa frente al golpe. Durante los
primeros dos meses de 1976, estas características se
acentuaron y prepararon el escenario del golpe militar. En el
Congreso se multiplicaron los pedidos de renuncia de la
Presidenta como forma de solución de la crisis, durante el
9 de febrero. El 18 de febrero María Estela
Martínez de Perón informó que no
renunciaría y el 20 de febrero se convocó a
elecciones presidenciales para el 12 de diciembre.

El golpe fue preparado con anticipación por las
fuerzas armadas. Dos días antes del 24 de marzo ya se
realizaban movimientos militares con la excusa de combatir la
subversión ocupando lugares
estratégicos.

El 24 de marzo de 1976 ocurrió lo que muchos
esperaban: Isabel Perón fue detenida y trasladada a
Neuquén. La Junta de Comandantes asumió el poder,
integrada por el Teniente Gral. Jorge Rafael Videla, el Almirante
Eduardo Emilio Massera y el Brigadier Gral. Orlando R. Agosti.
Designó como presidente de facto a Jorge Rafael Videla.
Dispuso que la Armada, el Ejército y la Fuerza
Aérea compondrían el futuro gobierno con igual
participación. Comenzó el audodenominado "Proceso
de Reorganización Nacional". José Martínez
de Hoz fue designado ministro de Economía y, el 2 de
abril, anunció su plan para contener la inflación,
detener la especulación y estimular las inversiones
extranjeras. La gestión de Martínez de Hoz, en el
contexto de la dictadura en que se desenvolvió, fue
totalmente coherente con los objetivos que
los militares se propusieron. Durante este período, la
deuda empresaria y las deudas externas pública y privada
se duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó,
cercenando aún más la capacidad de
regulación estatal. Con ese clima económico, la
Junta Militar impuso el terrorismo de
Estado que, fuera de enfrentar las acciones guerrilleras,
desarrolló un proyecto planificado, dirigido a destruir
toda forma de participación popular.

El régimen militar puso en marcha una
represión implacable sobre todas las fuerzas
democráticas: políticas, sociales y sindicales, con
el objetivo de someter a la población mediante el terror
de Estado para instaurar terror en la población y
así imponer el "orden", sin ninguna voz disidente. Se
inauguró el proceso autoritario más sangriento que
registra la historia de nuestro país. Estudiantes,
sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron
secuestrados, asesinados y "desaparecieron". Mientras tanto,
mucha gente se exilió.

Algunas de las acciones que se llevaron a
cabo durante este período fueron:

  • Suspende la actividad
    política

  • Suspende los derechos de los
    trabajadores.

  • Interviene los sindicatos.

  • Prohíbe las huelgas.

  • Disuelve el Congreso.

  • Disuelve los partidos
    políticos.

  • Destituye la Corte Suprema de
    Justicia.

  • Interviene la CGT.

  • Interviene la Confederación
    General Económica (CGE).

  • Suspende la vigencia del Estatuto del
    Docente.

  • Clausura locales nocturnos.

  • Ordena el corte de pelo para los
    hombres.

  • Quema miles de libros y revistas
    considerados peligrosos.

  • Censura los medios de
    comunicación.

  • Se apodera de numerosos
    organismos.

En el Diario "La Prensa" se emitió un comunicado
de prensa (Nº19) el día 24 de marzo de 1976 que
decía lo siguiente:

"Se comunica a la población
que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea
reprimido con la pena de reclusión por tiempo
indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o
propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas
a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente
dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será
reprimido con reclusión de hasta diez años, el que
por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias,
comunicados o imágenes, con el propósito de
perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las
Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales
."

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La Subversión

El término "subversión" englobaba a las
organizaciones guerrilleras -prácticamente ya extinguidas
en marzo de 1976- pero también a los activistas o
simpatizantes de cualquier movimiento de
protesta o crítica
social: obreros, universitarios, comerciantes, profesionales,
intelectuales, sacerdotes, empresarios y más… No hubo
"errores" ni "excesos", sino un plan
deliberado.[3]

La guerra
sucia

La "desaparición" fue la fórmula
más siniestra de la "guerra sucia": el "objetivo" era
secuestrado por un comando paramilitar ("grupo de
tareas" o "patota") donde, convertido en un número y sin
ninguna garantía legal, quedaba a merced de sus captores.
La desaparición de personas fue un programa de
acción, planificada con anticipación,
estableciéndose los métodos
por los cuales llevarlo a la práctica: arrojando a los
"desaparecidos" al Río de la Plata (previa
aplicación de sedantes) desde aviones o
helicópteros militares y en fosas comunes; fusilamientos y
ocultamiento de cadáveres, sin ningún tipo de
identificación.

La tortura

Todos estaban incluidos en la
categoría de "enemigos de la nación". La metodología implementada consistió
en la desaparición de personas, las cuales en realidad
eran llevadas a centros clandestinos de detención,
operados por las FFAA., donde se los sometía a
interrogatorios basados en tormentos físicos. Se
levantaron centros clandestinos de detención y torturas.
En estos laboratorios del horror se detenía, se torturaba
y se asesinaba a personas. Se encontraban en el propio centro de
las ciudades del país, con nombres tristemente famosos,
como la ESMA, el Vesubio, El Garage Olimpo, El Pozo de Banfield o
La Perla. Existieron 340 distribuidos por todo el territorio.
Locales civiles, dependencias policiales o de las propias fuerzas
armadas fueron acondicionados para funcionar como centros
clandestinos. Estas cárceles clandestinas tenían
una estructura
similar: una zona dedicada a los interrogatorios y tortura, y
otra, donde permanecían los secuestrados. Ser secuestrado
o "chupado", según la jerga represora, significaba ser
fusilado o ser arrojado al río desde un avión o
helicóptero.

Los desaparecidosDebido a la
naturaleza, una desaparición encubre la identidad de
su autor. Si no hay preso, ni cadáver, ni víctima,
entonces nadie presumiblemente es acusado de nada.
(Amnistía Internacional, en su informe sobre la
desaparición de personas por motivos
políticos).Hubo miles de desaparecidos: la Conadep
constató más de 9.000 casos. Los organismos de
derechos
humanos hablan de más de 30.000. Además del
secuestro de
adultos, hubo un plan sistemático de apropiación de
niños.
Los niños robados o que las madres parían en los
centros de detención fueron inscriptos como hijos propios
por muchos miembros de la represión, vendidos o
abandonados en institutos. Los militares consideraban que los
hijos de los desaparecidos debían perder su identidad. Por
eso los hacían desaparecer y los entregaban a familias de
militares. Ellos pensaban que la subversión era casi
hereditaria o que se trasmitía a través del
vínculo familiar. De la misma forma que a los hijos de
desaparecidos se intentó quitarles su familia, a la
sociedad en general se intentó quitarle esos antecedentes
que, como los padres de esos chicos, eran considerados
subversivos. [4]

1982: La guerra de las MalvinasEn
medio de la crisis política, económica y social del
régimen militar, sorpresivamente el 2 de abril de 1982,
tropas argentinas recuperaron las islas
Malvinas. Tras frustrados intentos diplomáticos, la
fuerza de tareas británica llegó al
Atlántico sur y comenzaron las hostilidades. Con hitos
como el hundimiento del crucero "General Belgrano" -que produjo
322 muertos- y del destructor británico "Sheffield", la
guerra concluyó el 14 de junio, con la rendición
argentina. La derrota marcó el derrumbe político
del régimen. El regreso de los soldados arrojó
luz sobre las
sospechas de lo que habían padecido, sin los pertrechos y
el entrenamiento
suficientes para enfrentar a los británicos. Para defender
las islas del ataque de ingleses bien entrenados y equipados, la
junta militar procedió a reclutar jóvenes
argentinos, sin instrucción militar, la mayoría de
los cuales provenía de provincias pobres del interior del
país. La derrota catastrófica de Malvinas y
el
conocimiento de la muerte de centenares de jóvenes
argentinos (más de 600), deterioraron el frente militar,
pero sobre todo, la reputación del ejército, al
cual se consideró como mayor responsable del
desastre.

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EL CINE ARGENTINO BAJO ESTADO DE
SITIO

El cine argentino, como en la Alemania nazi
y la Italia de
Mussollini, debía servir como vehículo de propaganda
para los objetivos de la dictadura, mostrándonos una
Argentina que había derrotado a la violencia y
había encontrado el sendero de la paz y la prosperidad,
nada más lejano a lo que realmente estaba
sucediendo.

La última dictadura necesitaba
imperiosamente que mejorara su imagen y promoviera la confianza
en el orden represivo. Se puso en marcha un dispositivo para
manipular la producción cinematográfica, mediante
la selección condicionada de créditos y una
férrea censura.

No fue precisamente su momento de oro, todo lo
contrario. En especial, si se piensa en el renacimiento
que había despuntado para el cine entre 1972 y 1974, tanto
en la renovación artística y generacional como en
los volúmenes de producción. El golpe militar de
1976 obró como una topadora, no tanto en la cantidad de
films como en el tipo de cine que produjo.

De hecho, a la producción
fílmica no le ocurrió lo mismo que a otras
expresiones culturales: si se piensa que entre 1975 y 1980 la
venta de novelas
cayó un 70 por ciento, las biografías y libros de
crítica y ensayo, un 90
y las de discos un 50. Sólo en un año, entre 1975 y
1976, la venta de revistas bajó el 30 por ciento. Pese a
esos indicadores,
que el sociólogo Oscar Landi define como parte de una
"operación de re-culturización" de la sociedad, la
producción nacional promedió cifras habituales
—unas 30 películas por año—, a pesar de
una merma importante en el empleo de
técnicos.

Desde 1976 y hasta 1980, la industria tuvo
que reducir sus posibilidades de producción, porque
aparecieron las complicaciones financieras que surgieron del gran
impacto inflacionario que implicó el "estallido" del plan
económico sustentado por Alfredo Martínez de
Hoz.

El cine nativo siempre estuvo en estrecho
vínculo con el Estado a
través de los créditos de financiamiento
a la producción. Sin embargo, al gobierno militar le
interesaba sobremanera la existencia de un cine que mejorara y
promocionara su imagen pública ante la sociedad.
Así, mientras el Instituto Nacional de
Cinematografía se ocupaba de elegir los films que
más fielmente materializaran ese programa, la
acción de la censura completaba la tarea en el campo
cinematográfico, a través de Miguel Paulino Tato,
de célebre recuerdo. Su gestión, entre 1976 y 1978,
detenta el récord de películas prohibidas. Su
voluntad arrogante, que parecía gozar perversamente con
los vetos y cortes, inspiraría a Eduardo Calgano para su
film El censor, de 1995.

Apenas cinco días antes del golpe
militar, Enrique Ruíz Díaz, el último
director del Instituto Nacional de Cinematografía en
democracia,
firmaba dos resoluciones singulares: una reconocía el
costo de
producción de un film curiosamente profético,
Los chiflados dan el golpe, dirigido por Enrique Dawi y
protagonizado por el "Soldado" Chamamé; la otra acordaba categoría
de interés especial al proyecto Adiós Nonino, que
presentó Fernando Solanas. El director de La hora de los
hornos nunca llegó a filmarla porque debió irse del
país.

Inmediatamente después del 24 de
marzo de 1976, y sólo en los primeros meses, asumió
como interventor el Capitán de Fragata Jorge Enrique
Bittleston, quien nunca llamó a concurso de realizadores.
Esta acción fue encarada por el Comodoro Carlos Exequiel
Bellio, en el cargo entre 1976 y 1980, y a quien
sucedería, en 1981, el Comodoro Francisco Pítaro.
Aunque la preocupación oficial se centraba más en
sancionar a las salas de cine por demorar la entrega de
declaraciones juradas que en hacer alentar la producción a
través de concursos, de las convocatorias surgían
los lineamientos básicos de los proyectos que
serían aprobados. Así, en uno de los primeros
certámenes de 1976, se establecía la necesidad de
"premiar aquellas obras que tengan profundas raíces en el
ser nacional y que exalten valores espirituales, cristianos e
históricos que afirmen los conceptos de familia, orden y
trabajo".

De todos modos, el sistema de premios y
castigos no se ceñía solamente a la censura y
aprobación de proyectos, sino en los subsidios y la
declaración de interés con que eran evaluados y se
distribuía el dinero. Al
examinar con atención el período 76 78, se
advierte que aquellas películas que exaltaban "los
conceptos de familia, orden y trabajo" recibían todos los
beneficios de la ley. Así
ocurrió con Patolandia nuclear, de Julio Saraceni, o Dos
locos en el aire, Amigos para la aventura y El tío
Disparate, de Palito Ortega, quien agotó las siete
películas de su filmografía entre 1976 y 1980 y
logró varias veces rozar el millón de espectadores.
Contrariamente, a las películas concebidas con una mirada
más crítica y sin exaltación, como
Adiós Sui Generis, de Bebe Kamin, Soñar,
soñar, de Leonardo Favio, Juan que reía, de Carlos
Galettini, o La parte del león, opera prima de Adolfo
Aristarain, se les negó tanto el subsidio como la
declaración de interés especial. A su vez, los
criterios con que se asignaban los fondos revelan cómo
funcionaba la interrelación de organismos y de las tres
fuerzas armadas.

Así, en 1977 el Comando en Jefe de
la Fuerza Aérea solicitó que se incluyera en la Ley
de Fomento la producción de por lo menos dos cortometrajes
relacionados con la actividad de la Fuerza Aérea, "para la
difusión de las actividades relevantes"; el Instituto de
Cine asignó una partida no muy desigual a las habituales
para un largometraje y delegó la producción
directamente en el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea. Los
films quedaron como derecho de
propiedad de la Fuerza Aérea. Volvió a suceder
en 1978, cuando el que pidió el subsidio para tareas de
difusión fue el Comando en Jefe de la Armada.

Si bien la idea de dos bandos en pugna
comienza a aparecer dos años antes del golpe militar, en
el cine de la dictadura se multiplica la compulsión a
narrar historias sobre facciones enfrentadas, donde el objetivo
se cifra en exterminar toda diferencia, o bien de convencer a los
más reacios.

Un significativo número de
películas propone el sistema de bandos que buscan
exterminar al "otro". Estos grupos a veces aparecen como
identificables con fuerzas específicas, como se ve en la
representación de la Fuerza Aérea en la citada Dos
locos en el aire, o de la Policía Federal en Los
drogadictos, de Enrique Carreras. En Brigada en acción,
también de Ortega, que llegó a incluir autos sin
chapa y por leit-motiv sonoro la sirena de un patrullero. Tal vez
esos filmes hayan generado en Ortega alguna culpabilidad,
porque cuando en 1997 el cineasta Andrés Di Tella quiso
incluir fragmentos de sus films en Prohibido, un documental sobre
la censura durante la dictadura, el director se negó
aduciendo que "no era conveniente".

También fue habitual el
enmascaramiento de ese sistema de bandos, dado que a veces
predominaba la vaguedad referencial cuando, en rigor, se trataba
de grupos de tareas con la misión de
pacificar un país. Es el caso de La aventura explosiva, de
Orestes Trucco, o Los superagentes biónicos, que
filmó Mario Sábato bajo el seudónimo de
Adrián Quiroga. Incluso se apelaba a diálogos que
convertían en absurda esa pretensión de
invisibilidad. Tal la voz anónima que explicaba que este
"es uno de los pocos lugares del mundo donde se puede vivir en
paz", en el final de Comandos azules,
continuada como saga con Comandos azules en acción, ambas
dirigidas por Emilio Vieyra entre 1979 y 1980.

La otra modalidad de convencimiento de los
descreídos parece estar en sintonía con otro
postulado que la dictadura diseminó en el imaginario
social: la figura quirúrgica del cuerpo enfermo y la del
país como establecimiento a reformar. Esta
confrontación entre valores positivos y negativos puede
verse en films como Y mañana serán hombres, de
Carlos Borcosque (h), Desde el abismo, de Fernando Ayala, o El
bromista, de Mario David, todas dignas de ser leídas
dentro de ese imaginario. La fiesta de todos, que dirigió
Sergio Renán en 1979, resulta paradigmática
también: explotaba el triunfalismo deportivo del Mundial
de Fútbol de 1978 e intercalaba material documental de los
goles del evento con una serie de escenas "ficcionales" en las
que se convencía a los más críticos respecto
del seleccionado argentino. A fin de que su personaje, Clemente,
no fuera incluido en la película, el dibujante Caloi
pidió una fortuna hasta que logró hacer desistir a
los productores.

Hubo cineastas que impusieron exitosamente
la estrategia del
decir sin nombrar, por ejemplo mediante las metáforas de
un país confinado al encierro o de la mudez forzada, en
las que pueden leerse apuntes elípticos sobre la
desaparición de personas. Es así que Favio confiesa
haber decidido cambiar el final de Soñar, soñar y
terminar su historia en un presidio. Estrenó en 1976 bajo
amenazas de bombas en los
cines. En la misma línea figura el supuesto humor negro de
Los muchachos de antes no usaban arsénico, de José
Martínez Suárez, 1976, en la que un grupo de
ancianos disuelven a sus esposas, para luego repartirlas en una
casona. Otras alegorías del encierro son Crecer de golpe,
de Sergio Renán, o La isla, de Alejandro Doria.

En una cinematografía que
reverenciaba los valores familiares y mitificaba el pasado
lejano, no deja de sorprender Tiempo de revancha, en la que
Adolfo Aristarain logró metaforizar el horror en 1981.
Allí, un ex-sindicalista limpiaba su pasado
político para trabajar en las canteras de una empresa
transnacional y simulaba quedarse mudo para ganar un juicio,
luego de padecer escuchas telefónicas, apremios y el
asesinato de testigos favorables. Según Aristarain, lo que
impidió a la censura, algo más relajada entonces,
prohibir la película fue su "trampa" narrativa. Se trataba
de una historia donde no se resolvía nada cortando una u
otra escena, por lo que directamente hubieran debido prohibirla.
Ante la eventualidad de un gran escándalo, se
decidió dejarla pasar.

Se reprimía con la pena de
reclusión por tiempo indeterminado al que por cualquier
medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o
imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones
ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a
actividades subversivas o al terrorismo.

Seria reprimido con reclusión de
hasta diez años, e que por cualquier medio difundiere,
divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes,
con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar
las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o
Policiales.

Películas durante la dictadura
militar:

1) De un lado:

Jacinta Pichimahuida se enamora (Enrique
Cahen Salaberry, 1977).

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Para dejar en claro la distancia entre la
comedia pícara y cualquier manifestación
transgresora, uno de los directores más exitosos del
género (y uno de los más prolíficos de la
dictadura, con nueve films en su haber) es el encargado
también de dar forma a esta comedia moralizante que
comienza y termina con la canción "Aurora".

La fiesta de todos (Sergio Renán,
1978).

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Con ocasión del Mundial de
Fútbol 1978, Renán dirige la Olimpia (salvando las
distancias estéticas) de la dictadura argentina; una
película que alterna fragmentos de los partidos con
escenas argumentales donde "el Contra" (Calabró) recibe
"lo que se merece" y adustos testimonios de personajes
públicos como Félix Luna, que cierra la
película explicándonos a todos por qué aquel
Mundial fue una verdadera "fiesta de todos".

Los drogadictos (Enrique Carreras,
1979).

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¿Cómo olvidar esta gema del
cine "testimonial" protagonizada por Mercedes Carreras, Graciela
Alfano y Juan José Camero? Torpe, vulgar e improvisada, su
involuntaria comicidad no alcanza a parodiar la apología
policial, si bien la escena de Alfano "fumando marihuana"
anticipa con creces despropósitos posteriores como los
spots de Fleco y Male.

¡Que linda es mi familia! (Palito
Ortega, 1980).

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Sólo apto para personas con
estómago fuerte, el changuito cañero (siete
películas en dictadura) no sólo perpetra
apologías de las fuerzas como Dos locos en el aire (1976)
y Brigada en acción (1977) sino también esta
comedia familiar perversa –asesinato y silenciamiento
simbólico de la gran Niní Marshall–, donde
puede vérselo ingresar a la Catedral Metropolitana del
brazo de las Trillizas de Oro cantando "La canción de la
alegría".

Comandos azules (Emilio Vieyra,
1980).

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Reverenciado por los cultores del "cine
bizarro" merced a desvaríos tales como Sangre de
vírgenes (1967), en esta película –y su saga
inmediata, Comandos azules en acción– Vieyra se
encarga de dejar bien en alto el prestigio y la reputación
de los grupos para-policiales ¡en clave de comedia
infantil! Curiosamente (no tanto, en realidad), en 1983 el mismo
director es de los primeros en estrenar una película
"crítica": El poder de la censura.

La canción de Buenos Aires
(Fernando Siro, 1980).

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Además de la comedia
pícara, Siro (quien llegó a dirigir 10
películas bajo la dictadura) cultivó también
el género de la canción popular, como es el caso de
esta comedia relativamente exitosa, con guión suyo y de
Elena Cruz, estelarizada por Guillermito Fernández junto a
Ricardo Darín y Manuela Bravo.

Mire que es lindo mi país
(Rubén Cavalloti, 1981).

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A pesar de las nobles intenciones de
algunos de sus cultores –como Atahualpa Yupanqui y Eduardo
Falú, entreverados aquí con el nefasto Argentino
Luna –, este musical delata la afinidad entre el discurso
"tradicionalista" y la ideología reaccionaria de la
época. Su director llegó a dirigir entre 1995 y
1997 la Escuela de Cine
del Instituto, que en ese momento estaba intervenido por Julio
Márbiz, "presentador" del film.

2) Del otro:

Los muchachos de antes no usaban
arsénico

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(José Martínez Suárez,
1976).

Estrenada a pocos días del golpe (el
22 de abril), el aislamiento, el encierro y la muerte conforman
las notas dominantes y tristemente proféticas de esta
extraordinaria comedia de humor negro que se cuenta,
indudablemente, entre las pocas obras maestras del cine
argentino.

El último amor en Tierra del
Fuego (Armando Bo, 1979).

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Mientras la comedia pícara fomentaba
lo peor, el gran cultor de la "pornografía ingenua" se
toma a la chacota todos los símbolos y valores predicados
por la dictadura. La escena en que la Coca, maestra de frontera, iza
el pabellón nacional en el confín más
austral de la Patria, ataviada con un minúsculo
guardapolvo, es de una exquisita y mamarracha
ironía.

Tiempo de revancha (Adolfo Aristarain,
1981).

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Ocultando su pasado, un ex sindicalista
logra entrar en una empresa minera,
donde un compañero lo convence de fingir un accidente
laboral para cobrar la indemnización. Para muchos,
este policial tenso y austero no sólo fue considerado una
estupenda película sino también el comienzo de la
apertura que continuaría, al año siguiente, con
Plata dulce, de Fernando Ayala.

Películas y documentales sobre la
dictadura militar en Argentina:

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Tiempo de revancha

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Director: Adolfo Aristarain. Género:
Drama – Policial.Tema: A partir de una historia de corte
policial, Adolfo Aristarain retrata un país corrompido en
todos sus niveles sociales. Argumento: Federico Luppi en la
piel de Pedro
Bengoa es un trabajador de las minas de la empresa
Tulsaco. No sólo debe borrar su pasado para sobrevivir,
sino que advierte que la "marca" sobre el
cuerpo es la contraseña del "éxito".
Comentario: Uno de los títulos más representativos
del cine argentino durante los años de la última
dictadura militar.

Plata dulce

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Director: Fernando Ayala. Género:
Comedia satírica. Tema: Cruda descripción de la economía en
tiempos de Martínez de Hoz. Argumento: Un hombre se
encuentra con un ex compañero del secundario que le ofrece
un negocio redondo. La plata comienza a venir a raudales, pero
las cosas cambiarán de un día para el
otro.Comentario: Fue una de las primeras películas en
poner en duda el sentimiento triunfalista que imperaba
después del Mundial '78.

El poder de la censura

Director: Emilio Vieyra. Género:
Drama.Tema: Dramática y cruda historia sobre la censura
aplicada a la expresión de las ideas. Argumento: Dos
cineastas y un productor debutante unen talentos para filmar una
película que intenta sortear los problemas con
la censura. Debido a ciertas imposiciones, tienen que decidir si
aceptan los "cortes" o si eligen autocensurarse.Comentario:
Probablemente se trate del primer film argentino de la "era del
destape", aunque se filmó y estrenó durante el
gobierno militar.

La República
perdida

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Director: Miguel Pérez.
Género: Documental.Tema: El film está realizado a
partir del montaje de imágenes históricas de
archivo y
dedicado a seguir la evolución política Argentina desde
el golpe de estado de 1930 -que derrocó a Hipólito
Yrigoyen- hasta la última pérdida de la
democracia en 1976. Comentario: Primer film de Miguel
Pérez, reconocido montajista del cine argentino, que se
transformó en un estruendoso éxito de comercial, en
lo que mucho tuvo que ver el contexto histórico en el que
se estrenó: a meses del retorno de la democracia en
1983.

Malvinas, historia de
traiciones
Director: Jorge Denti. Género:
Documental.Tema: Sobre la Guerra de
Malvinas. Hace hincapié en los motivos
políticos, económicos y sociales que llevaron al
conflicto
bélico. Comentario: El film -dedicado a la memoria de
Raymundo Gleyzer, director desaparecido durante los años
de la dictadura militar- incluye importantes testimonios, entre
ellos, de las Madres de Plaza de Mayo y de ex combatientes y
obreros de la Argentina y Gran Bretaña.

No habrá más penas ni
olvido
Director: Héctor Olivera.Género:
DramaTema: Radiografía de la violencia y el desconcierto
que ha sufrido la sociedad argentina por años.Argumento:
La película transcurre en un pequeño pueblo, en el
que se enfrentan dos fracciones del peronismo: la que representa
al intendente y la corporizada en la figura del delegado
municipal. Comentario: La película está basada en
la novela
homónima de Osvaldo Soriano.

Cuarteles de inviernoDirector:
Lautaro Murúa. Género: Drama.Tema: Una
metáfora de la realidad argentina de los años '70.
Argumento: Durante la dictadura militar que rigió en la
Argentina entre 1976 y 1983, un boxeador en decadencia y un
cantor se encuentran en un pueblo del interior y establecen una
fuerte amistad. Los
militares preparan un festival y necesitan de la ayuda del
púgil y del cantante.

Hay unos tipos abajo

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Directores: Emilio Alfaro y Raúl
Filippelli. Género: Drama.Argumento: Durante la dictadura
militar y en medio del mundial de fútbol de 1978, un
periodista ve a unos hombres de aspecto sospechoso en la puerta
de su edificio. A causa del clima político y de su
profesión, un periodista se cree perseguido por un auto y
por sus ocupantes. El miedo crece en él y le hace cambiar
su conducta y llegar
a la locura.

La historia oficial

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Director: Luis Puenzo. Género:
Drama.Argumento: En la última etapa de la dictadura
militar, una profesora de historia comienza a darse cuenta de lo
acontecido en la Argentina de años anteriores. El retorno
de una amiga exiliada, el descubrimiento de los turbios manejos
de su esposo y la aparición de una Abuela de Plaza de Mayo
que busca a su nieta son motivos más que suficientes para
que la mujer viva una
auténtica toma de conciencia
política.

La noche de los
lápices

Monografias.com

Director: Héctor Olivera.
Género: Drama.Tema: El film relata sucesos reales desde la
voz y presencia de su único sobreviviente. Argumento: En
septiembre de 1976, durante los primeros meses del gobierno
militar en la Argentina, siete adolescentes
de la ciudad de La Plata son secuestrados, torturados y
asesinados a raíz de sus protestas por el aumento del
boleto estudiantil.

La República perdida
II
Director: Miguel Pérez.
Género: Documental. Tema: Segunda parte
de "La
República perdida" que, en este caso, revisa el
período de la dictadura militar en la Argentina de
1976.Comentario: Aunque no obtuvo el notable
éxito de público de la primera parte, ésta
también logró reunir muchos
espectadores.

Tangos: el exilio de
Gardel

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Director: Fernando Solanas. Género:
Drama musical.Tema: El desarraigo y el exilio marcan las vidas de
unos argentinos que viven en París. Argumento: Juan 1, un
bandoneonista, intenta llevar a escena una "Tanguedia" (tango-comedia-tragedia), cuyo libro es enviado
desde Buenos Aires por Juan 2, un amigo que resiste los
años de la dictadura militar. Comentario: El film -muy
premiado en festivales internacionales- marcó el retorno
de Fernando Solanas a la Argentina, luego de su exilio en
Francia.

La deuda interna

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Director: Miguel Pereira. Género:
Drama.Tema: El director intenta reflejar dos décadas
políticamente nefastas para la Argentina, como los '70 y
principios de los '80. Argumento: En Chorcán, Jujuy, un
joven indígena conoce a un maestro rural recién
llegado de la Capital
Federal. Entre ambos nace una amistad que se interrumpe cuando al
joven le toca el servicio militar y es convocado a participar en
la Guerra de Malvinas.

La amiga

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Partes: 1, 2, 3
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